ALFONSO RIUDAVETS ÚLTIMO LIBRERO DE LANCE
SÁBADOS atrás me descolgué por la
Cuesta Moyano como solía y en la caseta número 15 estaba nuestro librero mayor del reino de plantón sentado en
una silla, patrón de la sabiduría, rey de la galaxia Gutenberg contemplando el paso de la vida con serenidad desde la atalaya de sus
casi noventa años.
A sus espaldas aparecía una bambolla de libros y Alfonso Riudavets el menorquín, impertérrito, solo frente al mundo y viendo pasar la vida, me pareció más augusto que nunca. Debía de sentir ya la llamada de la tierra, pero él erre que erre como un viejo soldado de los tercios trasminaba serenidad “et de nimis non curat praetor” (la muerte no importa).
Estuve por decirle, mi capitán.te ha salido la hoja roja y él me diría.
-Dejé el tabaco hace cincuenta años.
Interiormente, me despedí de él, tenía mala cara y sabía yo que no le volvería a ver.
Tomé del rátigo un libro de Torrente Ballester sobre Felipe IV, pagué un euro y ¡qué tarde más buena pasé¡
Para mí Riudavets
fue como un arcángel en tiempos de persecución y desdichas. Cuando
llegaron estos... Los de la alubia y el capullo en la solapa pidiendo revancha. Postulaban un mundo analfabeto y ácrata. Viviría España un auto de fe a la antigua usanza porque quemaron todos nuestros libros en fatídica almenara
A los aduladores les ponía la proa, aunque tampoco no le hacía
ascos a retratarse con gente de pro. Un falangista auténtico amigo del Bonis Bonifacio
Barea que fue flecha con él en un campamento. Riudavets era hijo de un coronel de caballería que se distinguió en la campaña de la División Azul en Leningrado.
Venida la postguerra, cuando su padre volvió de Rusia, se puso el guardapolvos
de menestral y abrió librería de lance. En el tenderete suyo encontrarían los bibliófilos verdaderos tesoros escondidos que ha producido la
lengua española a lo largo de los siglos.
Yo no soy fetichista y creo haber sido un buen
cliente suyo, los libros una vez leídos no tienen significado para mí; los
regalo o los tiro al contenedor, pero había algunos que merodeaban por su
alpende como buitres a la caza de la perla escondida que luego ponían a la
venta en las subastas.
Tuve no obstante algunas peloteras con él y luego nos reconciliamos.
Yo le llamaba mi staretz o guía espiritual ya que gracias a él me empapé de Dostoyevski de Cela Tomás Salvador y toda la literatura rusa.
No era
un Scrooges ni quería ser un Midas. En cualquier caso, conocía el valor de los libros y el
afán de los que nos situamos en esta carrera de ratas tan difícil trepar por
tan resbaladiza cucaña.
Alfonso todos los libros que publiqué me los
compraba y yo le ponía el epígrafe de una estupenda dedicatoria.
Con él desaparece una era, una forma de vivir que tendrá que regresar porque, si no, estaremos a las puertas de la barbarie.
Descanse en paz este "colporteur" de lance en cuyo alguarín encontré refugio en medio de la persecución. Fue Riudavets para mí una brújula que evitó que yo perdiera el rumbo. a punto de naufragar, me coloqué al pairo de la nave capitana que comandaba Riudavets. Libros y más libros. Un libro y un amigo quiero yo en mis lares. Vino añejo que beber y libro antiguo que leer.
Siguiendo su estela, conseguí dominar a la galerna del odio de los nuevos amos de España. RIP, maestro Alfonso, que la tierra te sea leve.