2025-12-06

 

Homenaje al padre Martino, jesuita asturleonés

18 de Febrero del 2018 - Antonio Parra (Cudillero)

La Facultad de Filología de Murcia, que es el más importante centro de estudios clásicos de España, acaba de rendir homenaje al padre Eutimio Martino Redondo (Oseja de Sajambre 1925) por sus estudios historiográficos sobre los cántabros y astures y sus guerras con Roma. Toda una vida dedicada a la paleografía y a los usos y costumbres de la zona que rodea a los Picos de Europa, su toponimia y sus costumbres con libros que son una “must” para los eruditos con títulos como: “En torno a Liébana”, “Roma contra cántabros y astures”, “Las huellas de las Legiones”, así hasta completar casi medio centenar de títulos. Toda una vida dedicada al estudio y a la oración. Acaba de cumplir las bodas de diamante como jesuita. Ingresó en 1942 en la Casa de la Compañía de Carrión de los Condes, de cuyo colegio fue alumno Pérez de Ayala, y allí se ambienta su novela polémica "A. M. D. G.".

Creo que Asturias tan íntimamente hermanada con León debiera conocer la obra de este gran erudito y religioso. Una obra comparable a la del padre Feijoo. Al padre Eutimio, que fue mi profesor de Literatura en Comillas, le debo mi pasión por los libros, así como el espíritu crítico y de rebeldía por amor a la belleza y a Jesucristo.

Me enseñó a no comulgar con ruedas de molino. Contra viento y marea algunos se le echaron encima por decir que la ciudad de León no fue fundada como campamento de los soldados de Augusto y padeció destierros cuando lo trasladaron desde la capital, donde tenía sus queridos libros y apuntes de toda una vida, a Villagarcía. Casi igual que el P. Isla, en cuya casa de la compañía de Villagarcía de Campos reside ya un poco viejín aun cuando de mente muy lúcida.

Descubrió que León no fue fundado por los legionarios romanos de la Legio VII y que Cervantes era de un pueblo de Galicia a la linde del Bierzo.

Yo, en mi modestia, he descubierto para gloria de las letras castellanas que el Lazarillo no es anónimo como se venía creyendo. Lo escribió Cristóbal de Villalón, seudónimo que corresponde al de Andrés Laguna.

Don Eutimio, cuando nos enseñaba Retórica en aquel alcázar de espiritualidad que era el caserón de Comillas a mediados del pasado siglo, sobre un cerro lamido por las olas del Cantábrico, acababa de llegar de Fráncfort y se le notaba un poco el deje alemán.

Recuerdo sus labios gruesos, su simpatía campechana, aparecía siempre risueño (pertenece a esa clase de intelectuales que saben sonreír ante las flaquezas humanas). Y la rotundidad con que expresaba sus conceptos.

A mí me tuvo entre sus alumnos predilectos, pero debido a mi anarquía y porque yo debo parecerles a mis amigos algo ceporro me retiró de su buen concepto, aunque no fue tan malo para mí como el padre Eguillor, que no perdía ocasión para zurrarme la badana coram populo y delante de todo el mundo. A lo mejor me lo merecía.

Tenía a gala humillarme siempre en público. “Parra, tú no das la talla, tú no vales”. Y me mandó para mi Seminario de Segovia y mira que yo por entonces acariciaba la idea de ser obispo... La Universidad de Comillas era el lugar adecuado. También yo quise ser jesuita y que me mandasen al Russicum de Roma para evangelizar a los rusos.

¡Cosas tiene la vida! Ahora los rusos me evangelizan a mí.

A Eguillor, el jesuita vasco, la caridad de Cristo le salía por las orejas... ¡vaya un tío!

Psicológicamente, me hizo mucho daño aquel hijo de San Ignacio. Ya todo pasó, todo perdonado, aunque quede el estigma.

Sin embargo del padre Martino Redondo y del padre Heras, aquel maestrillo que era un bendito, conservo un recuerdo muy grato.

Supe que los que seguimos a Cristo siempre seremos perseguidos e incomprendidos. No pasamos por el aro, somos poco acomodaticios. Todo aquello ya pasó y cuando regreso a mi alma mater comillense hoy, y veo aquel gran centro de estudios vacío y destartalado, me entran ganas de llorar. ¿Qué fue de tanto galán, qué se hizo de aquella fábrica de obispos, aquellas voces en el refectorio aquellas misas cantadas del padre Prieto, aquellas conferencias de Pérez Lozano?

Plasmé esta melancolía en mi novela "Seminario vacío", que no sé si el padre Martino habrá leído. En todo caso pienso de este jesuita asturleonés que su larga andadura vital corrobora la verdad del salmo: “Justus ut palma florebit”. El justo florecerá como la palmera.

Así pues, felicito al padre Martino por su larga andadura y pido Dios que nos lo conserve para bien de la cultura y de la SJ.

“Mnoga lieta” dicen los rusos y “ad multos annos” decíamos nosotros por aquel entonces en el Salón de Grados.

El padre Martino, oráculo de la historiografía de la España antigua, es el español que más sabe del mundo hispanorromano.

Habla diez idiomas. Es un sabio al que debiéramos imitar. Creo que los libros han alargado su trayectoria hasta alcanzar la edad provecta. El 5 de mayo cumplirá los 93 ad maiorem Dei gloriam.

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KUPRIN TESTIGO DE LA REVOLUCIÓN RUSA Y DE LOS HORRORES DEL SIGLO XX


 

ANTONIO PARRA


 

 























Cuando vivía en una inhóspita buhardilla de Pigalle se acercaba a la estación de Austerlitz a la hora en que salía para Moscú el Transiberiano para ver a quién viajaba a la añorada patria lejana, subía a uno de los vagones y se quedaba allí sentado un rato antes de que el convoy arrancara. Era como si pisara un trozo de tierra rusa. Hijo de un barín o pequeño terrateniente, nacido en 1870, se había mostrado partidario de los mencheviques democráticos y posteriormente de las fuerzas del general Wrangel en contra de Lenin. Tuvo que huir pero los horrores de aquella revolución, aquella añoranza por lo que se fue, esa melancolía tan típicamente rusa (taská) palpita en todos sus libros y es imbatible sobre todo en los relatos impresionistas y en los cuentos.

 Su famosa novela corta “Derebiu” (La aldea) constituye una de las obras maestras de la literatura universal. En 1918 huye a Berlín. Luego recala en París, se divorcia de su mujer, pasa hambre y la lucha por la vida le hace quejarse en carta a su amigo Turguenev de que su existencia se había convertido en una mudanza continua de vivienda a la búsqueda de una chambra más barata. Hasta que no puede más y pide un visado en la Embajada soviética. Contra las suposiciones por sus antecedentes el salvoconducto no sólo se le concede sino que es recibido con todos los honores en el Hotel Metrópoli de Moscú.

 El gobierno le registra en el Consorcio de Escritores y hasta le asigna una dacha a las afueras de su familia. Stalin era por entonces el “padrecito” pues no había empezado aun el Juicio de los Doctores. Alexander Ivanovich Kuprin retornó del exilio viejo y enfermo. Cuando acudía aspirar los vapores de las locomotoras con destino a Siberia sabía aquel asiento del compartimiento que acariciaba como un parte del suelo patrio era la tierra que le aguardaba para morir. Hacía veinticinco años que no había escuchado cantar a los ruiseñores moscovitas. “Las flores de la patria-había escrito en su cuaderno de campo- huelen de una forma diferente a la de otros sitios”.

El gobierno soviético no sólo le alojó en una casita de campo a las afueras sino que también le asignó un médico y una enfermera de la cual se enamoró. Se llamaba Elisabetha y con ella contrae matrimonio poco antes de su muerte el 25 de agosto de 1938. el cáncer de esófago y el Alzheimer hacen que, vuelto del exilio, no escriba prácticamente nada, pero fue bien tratado, contra lo que presumía, en la URSS y se le rindió un funeral de Estado. Su bella esposa, Elisabetha, treinta años ,más joven que él no tuvo la misma suerte. Se suicidaría a principios de 1943, el año del hambre, en pleno cerco de Leningrado.

 La Aldea un libro que leí en mi adolescencia fue uno de los textos que más me marcaron. Aun recuerdo su pequeño formato en octavo de pastas amarillas de la Colección Universal. Su divisa dentro de un círculo era un talante y aquellos autores rusos que empezaba a leer en las ediciones baratas o que prestaba de la biblioteca de Cuatro Caminos y en cuyas páginas me extasiaba, desconectándome del mundo en el trayecto Gran Vía-Estrecho eran verdaderos prometeos. Mi encuentro con la literatura rusa fue una epifanía, trazó rumbos. Y ese Atlante de la Colección Universal es un verdadero destino para ese inmenso país: ser el cristobalón que cargue con el peso de este planeta. En ese sentido los poetas rusos, herederos de la Grecia clásica bajo un prisma de tradición cristiana, se sienten formando parte de una misión mesiánica. Kuprin (por eso lo pondero tanto) fue mi bautismo de fuego. Siguió Gogol con su sentido del humor esperpéntico y funcionaral llamando Gosydar ( Excelencia) a algunos canallas pero con un excelente critico para describir las costumbres delos hebreos y de los antisemitas y catoliquísimos polacos. Con Gogol en “Tarás Bulba” con el que pasé unas hermosas navidades quise ser atamán y volar al Caucaso a defender al zar enrolado en una “sentina” (escuadrón). El cosaco que presenta es tan divertido que confiesa preferir su cachimba a la mujer de uno. Porque de ésta se puede prescindir pero dejar de fumar para un cosaco es algo imposible. Y esto no es el cuento de la buena pipa.

Chejov me hizo amar con desesperanza a inalcanzables Dulcineas. Olga personifica el platonismo químicamente puro que es una forma incorrecta de amar pero recuerdo que la noche más trágica de mi existencia cuando estuve a punto de suicidarme dejé olvidado “La historia de una anguila” en la mesa de aquel restaurante ovetense una noche de San Mateo de 1974. Aquel relato sería una premonición de los rumbos que adquiriría mi existencia después. Testimonio de muerte y resurrección. Lloro por los ojos del alma de aquel “Uncle Vania” forrado en piel que también perdí en la sala de espera de aquel paritorio de Londres donde nacería mi hija en 1976. El tío Vania al llorar empaña el cristal de sus lentes su llanto tiene que ver con las inconstancias del amor, la fugacidad de la vida, lo poco importante que nos sucede, lo poco que somos. Nada se puede hacer.

Y algunas veces escucho atemorizado los demoledores golpes de que dan los leñadores que han venido a talar nuestro jardín de los cerezos. Vienen a expulsarnos  del Eden pero la vida es eso. Mientras a lo lejos se perfila como la columna de fuego que fuió al pueblo de Israel a la tierra de la promesa. Es el Monje Negro que cabalga de nuevo y se acerca atravesando el campo de girasoles. Otro relato impresionante.

Los personajes de Gorki, el  dulce y amargo tísico de los ojos color ajenjo, me invitan a subir al andamio donde pintan las techumbres de las iglesias ortodoxas mientras que me aconsejan que no espere demasiado de las mujeres y que me gane el pan con mis propias manos. Con ellos me hice batelero y navegué con ellos aguas arriba aguas abajo del Volga.

Pushkin, el Homero ruso, es la palabra hecha carne y esperanza. Dostoyevsky me ayudó a hacer examen de conciencia. Y a bucear dentro de mí mismo. Sus libros son casi epilépticos de tan vertiginosos en su acción interior desencadenada. Hay que estar muy atentos para seguir el hilo sin perder el huelgo. Proyectan un mundo de estados de ánimo cambiante ambulando entre ángeles y demonios. Van desde los impulsos de Raskolnikov a asesinar a la viehj hasta los alegatos en defensa de la existencia de Dios que pone el autor de los Hermanos Karamazov en boca del P. Zossima. Desde las páginas de este gran libro misterioso el Cristo ortodoxo extiende sus brazos amor y de perdón y nos alienta a no desfallecer puesto que al final el bien superará a la maldad. Aunque antes tengamos que apurar el cáliz. Somos pecadores y a veces nuestra vida nada tiene que ver con nuestra obra. La gracia presupone a la naturaleza. Fedor Dostoyevsky, por ejemplo, como individuo debía de ser un tipo poco recomendable: algo borrachón pues el alcoholismo fue causante en él de la epilepsia, tahúr, algo maniático y anarquista que quiso matar una vez a su patrona y que estuvo condenado a muerte.

La gran literatura rusa retumba en este eco mesiánico. Es el aliento soteriológico de esos pueblos que se sienten como responsables de las desdichas de los demás. Pero he acompañado a cazar en sus ambulaciones cinegéticas a Iván Turguenev. Donde se nos muestra en todo su poder descriptivo la grandeza de la naturaleza de la estepa  shirkaia priroda”. Es un escritor elegante, enigmático, cerrado. Premier Amour fue un libro que leí en Paris en el verano del 64. la cubierta traía a un garzón luciendo la típica “rubascka” de los aldeanos eslavos cerrada por el cuello

 


Posted: 24 Jul 2019 10:42 PM PDT

TRAS LA ELECCIÓN DE JOHNSON EL MUNDO SE ENCUENTRA EN LAS GARRAS DE LA BESTIA. 

AMERICA, EUROPA, EL VATICANO, EL CUARTO PODER EL LEGISLATIVO Y EL EJECUTIVO, LOS EJERCITOS, LA OTAN, LA BIBLIA EN V ERSO. TODO A LAS ORDENES DE ISRAEL





Yukiya Amano with Boris Johnson in London - 2018 (41099455635) (cropped).jpg












BORIS JOHONSON ESA MALA BESTIA

Los sionistas que celebran por estas fechas y lloran la destrucción del Templo de Salomón el año 69 el 17 del mes de AB en su calendario una fecha negra deben de estar contentos. Tienen el liderazgo del planeta en sus manos con la designación del judío Borís Johnson como premier ingles. El sionismo se sienta en 10 Dowing Street un sueño que acariciaban desde la irrupción de Disraeli en el parlamento inglés. Gobernaban allí por interpuesto ahora lo harán directamente. Boris nació en Nueva York hijo de un judito sefardí que emigró a USA desde Bizancio. Odia a España por supuesto que sigue atenazada en sus garras y cogida por el cuello desde la Roca Calpense. Parece el primo hermano del Trump también del clan sionista aunque no parla con esa voz de marica que exhibe el líder norteamericano amenazando a las naciones con el dedo de Dios si no os reportáis os lanzo una bomba atómica. Borís se expresa en un inglés balbuciente de profesor de Oxford, practica elunderstatement el lenguaje de metáforas atenuadas y solía ir por Londres cuando era alcalde en bicicleta y se toma cinco pintas de cerveza de una sentada, zurra a la parienta y contesta con  bloodys o  fuckscuando se cabrea. Es una mala bestia. El brexit... Europa se va a tomar vientos... Esos burócratas de Bruselas... ahora va ser nuestra revancha dicen los británicos. La soberanía vuelve al pueblo. Yo conozco muy bien a los ingleses y recuerdo aquella mañana triste de Año Nuevo de 1973 cuando el Reino Unido se adhirió al Mercado Común. Era el llanto y crujir de dientes y muchos pensaban que el país perdía sus soberanía una soberanía que este neoyorquino de origen turco les devuelve, la Union Jack fue comunitaria durante 46 años, y ahora regresa a la balanza de poderes cantando el hikmno de Britania rule de waves. Inglaterra siempre va a su bola.  En alianza con Trump. Los dos son malas bestias pero tienen el gobierno del planeta en sus manos. La Europa de la Merkel (nunca la veremos en minifalda a esa alemana con cara de cerdita) y Juncker, el besucón, se viene abajo. Hay un jesuita masón en el Vaticano Bergoglio. En Francia manda Macron un Rochild España está hecha una piltrafa bajo las garras de Soros (Sánchez un brazo de mar caviloso negociando con ese espástico en silla de ruedas un argentino que se caga en España cada vez que abre la boca) y el flujo migratorio que ese guru húngaro del gran capitalismo que representa una verdadera invasión a cencerros tapados. A los cristianos sólo nos queda Rusia pero todo apunta que también Putin será destruido. Estamos en manos dewarmongers hacedores de conflictos. Peligra la paz del mundo.

CUDILLERO Y EL DESCUBRIDOR DE LA FLORIDA PEDRO MENENDEZ DE AVILÉS A TRAVÉS DE LA OBRA "JOSÉ" DE ARMANDO PALACIO VALDÉS

Posted: 24 Jul 2019 01:04 PM PDT



CASA NATAL DE PEDRO MENENDEZ DE AVILÉS CONQUISTADOR DE LA FLORIDA
















PALACIO VALDÉS DESTAZÓ EL ALMA DE CUDILLERO EN UNA NOVELA: “JOSÉ”


“Si venís algún día a la provincia de Asturias — así arranca su novela Armando Palacio Valdés su libro José— no os vayáis sin pasaros por Rodillero. Es el pueblo más singular y extraño del principado, ya que no el más hermoso… confieso que no es gentil pero es sublime”. El gran novelista de Laviana echa aquí toda la carne en el asador para describir el paisaje de desfiladero, las casas colgantes, el acento cantarín y el bable inextricable con que “falaban” los pixuetos casi una gacería con la cual habían de entenderse a voces los pescadores cuando iban a la mala gritando de lancha a lancha. He vuelto sobre las páginas del maestro recordando casi entre lágrimas cuando en Nueva York le leía “José” a mi mujer y ambos nos llenábamos de la añoranza de Asturias. Era una saudade de olor a manzanas, de sebe y pomaradas de caleyas con sabor a mar y a monte. El libro es un retrato sociológico de la Asturias fin de siglo. La antigua villa marinera el abra de Artedo las casas blasonadas donde vivieron los hidalgos y una de ellas pudo ser la del navegante y descubridor de la Florida Pedro Menéndez de Avilés. Nos pasea el novelista con su gran poder descriptivo por la rula, la lonja y pasea su pluma por la escollera, nos habla de la simpatía de sus habitantes, la belleza de sus mujeres y del profundo espíritu religioso. La mar pide atrevidos pero hace buenos creyentes. “Los cudillerenses — observa don Armando— son profundamente religiosos. El peligro constante en que viven les mueve a poner el pensamiento y la esperanza en Dios… no se pasan muchos años sin que Rodillero pague su tributo al Océano; en el invierno de 1852 perecieron 80 hombres que representaban la tercera parte de la población.”
Y se le va la mano al narrador cuando habla de las pixuetas que son altas, esbeltas, de carnes macizas que miran con la serenidad de las diosas griegas. Caminan con majestad como las romanas; hablan velozmente y con acento musical (¡ay esa musicalidad del bable que nada tienen que ver con la aspereza con que lo entonan algunos bablistas de pie forzado!); hablan poco y sonríen menos y eso siempre mostrando un desdén olímpico hacia su interlocutor. No creo que en España pueda presentarse un ramillete de mujeres tan exquisito”.
Esta lidia con la mar les vuelve generosos y tiernos. No abundan entre los marinos los avaros, los intrigantes y tramposos, como entre los campesinos”. La observación viene a ser muy sagaz porque en el concejo uno de los mayores de Asturias hay “caizos” de la braña o callealteros y ribereños. Entre unos y otros en las romerías siempre estallaba alguna gresca.
Palacio creo que es el mayor novelista que ha dado Asturias. Empuña la pluma con la seguridad y firmeza con la que José el protagonista de esta novela marinera afierra el carel. Frecuenta la jerga y el habla de sus personajes, dale caña, amura vela, conoce la maniobra de conducir la embarcación orzando a barlovento. Esa propiedad del lenguaje, algo tan difícil de esgrimir ¡oh fortaleza del palabrero¡ es desconocida para las plumas galanas de la novelística actual. Hay viento de bolina a estribor, ciñámonos entonces a la banda. Otro golpe de codaste y la novela se va a pique pero no. Palacio Valdés amura portentosamente el aparejo y no hay cuidado de que se pierda en el fragor de la intriga. Para ganar viento hay que atezar la escota. Es muy divertida la descripción de la pesca del bonito sin soltar driza. Se escucha el golpe de martillo de los calafates de la ribera. Fue buena la pesca y hay cigarros puros habanos y vino de Rueda ciando amuran a tierra. José se va a casar con la hija de la maestra dentro de quince días.
En la arribada tras una venturosa pesca todos son sonrisas. Esperaban las mujeres, los viejos se sentaban sobre el carel de alguna lancha varada sobre el guijo de la marina que esperaba ser carenada, los niños correteaban al albur y las pescaderas más hábiles destripaban el bonito en menos que canta un gallo.
—¿A cómo?
—A real y medio.
—Estáis locos. Yo no puedo pagar el quiñón, señora Isabel, si bajo la tasa.
Ésta era la mujer de un maragato que esperaba en el malecón con el carro preparado con hielo para transportar el pescado allende los puertos. Pero la mayor parte del bonito iba destinado a las conserveras.

RELACIONES ENTRE PIXUETOS Y VASCONGADOS II

Escritor Muy avezado su potencia narrativa se despliega no sólo en el aspecto corografico (paisaje) sino en el psicológico (el paisanaje)
A través de su aspecto exterior atisba lo interior como es el caso del maestro don Claudio que alterna sus tareas de maestro de primeras letras con las de humilde dependiente de una aparcería (esas tiendas de Cudillero donde se vendía de todo desde un mandil hasta una fesoria) Don Claudio en la tienda era un santo varón apacible pero en la escuela repartía estopa cantidad pues era partidario del axioma latino de que la letra con sangre entra. Su carácter apocadillo chocaba con el de su mujer la “señá” Isabel, mujer de gobierno que era la que mandaba en casa. En el colmado había rebotica y tertulia por las tardes. Uno de los asiduos, el juez de Rodillero, un capitán de infantería retirado “taciturno, caviloso, muy susceptible y con un solo defecto; era testarudo”. Otro contertuliano era el hidalgo de la casona solariega de la ribera don Fernando de Meirás. La casa y su propietario estaban en la ruina. Mandaba en su pobreza el anciano caballero. Pasaba frío y hambre. Los inviernos en la costa asturiana son suaves pero húmedos. En un capítulo de la novela hay un pasaje estremecedor: don Fernando descuelga el blasón familiar de la antojana de su derruido palacio, embarca en su lancha y a una milla mar adentro arroja el escudo a la mar con una frase propia de un grande de España: “Lo hemos perdido todo menos el honor y esta piedra fue la divisa de la alcurnia de nuestra casa”. José ama a Elisa la hija de la tendera. Conciertan los esponsales pero la boda no podrá efectuarse hasta que acabe la costera del bonito. Los barcos faenaban de junio a septiembre. En busca de los excelentes caladeros de la zona solían venir pescaderos vascongados que se entendían con los naturales sin ningún desabrimiento. Es más: muchos de ellos solían casarse con las mozas del concejo. Apellidos como Iturripe, Arriola, Garay, Aranguren son muy frecuentes en esta parte del centro astur. “Los vizcaínos —observa el escritor— son más sobrios que los asturianos; rara vez se embriagan, por lo cual los locales les embroman y se ríen de su moderación”. Y vasco era el padre de José al que nunca llegó a conocer. Su madre, Teresa, lo tuvo poco después de quedar viuda de Ramón de la Puente y no lo crió. El futuro pescador fue amamantado por un ama seca de Brañilín. Fue un niño maltratado, tuvo una penosa infancia. Los que hemos padecido las angustias de una madre tiránica sabemos lo mucho que se sufre y las secuelas que quedan en el alma de ese desamor, José contra viento y marea aguantó los vejámenes de la madre seducida y abandonada que quería vengarse en él del despecho sufrido en la relación amorosa con el forastero. Se amoldó el mozo a las circunstancias y pronto sería un lobo de mar dispuesto a pechar contra viento y marea con las galernas  de la vida.
A los doce años se embarcó de grumete. Anduvo algún tiempo a la altura  pero añorando la mar de su pueblo y los riscos de Santa Ana,— el asomadero o atalaya montesina para ver venir la flota, balcón de muchas galernas Santa Anina de Montarés enjugó muchas lagrimas allí subían descalzos muchos marinos que salvaron de naufragio el 26 de julio el día de su fiesta— regresó al cabotaje y en obra de dos años tuvo barco propio.
En un pueblo marinero poseer una lancha era un signo de prestigio social. El protagonista José representa a la virtud que se enfrenta a los contratiempos del destino, al desamor de su madre y a la incomprensión de sus dos hermanastras. Pero tiene a Elisa y esa moza lo era todo para él en la vida. Elisa y su barca. Don Armando habla del calor asfixiante en el bocho de Rodillero en julio y agosto. No sopla la brisa en el barranco y el aire puede cortarse con una navaja.
Elisa trepa al monte de Santa Ana (la ermita de san Esteban tan blanca y bien dibujada desde donde se ve la llegada de los mareantes boniteros. En uno de ellos iba su prometido.
A todo esto el mal se hace presente en otro personaje bien descrito Rufo el hijo del sacristán. Le habían dicho que preguntase al Cristo de la Bajada — su capilla un cristo románico con faldellín y gesto exangüe sigue siendo venerado a día de hoy— si Elisa quería casarse con él y el pobre Rufo se pasaba horas enteras de rodillas con los brazos en cruz delante de la imagen esperando una respuesta. La madre de la protagonista, muñidora de maldades, traza una estratagema diabólica contra José. Pueblo chico infierno grande. Desaparece la paz idílica con su bonanza, el cielo, se encapota y asoman sobre el horizonte los negros nubarrones de pasiones y malos quereres. A mediados de septiembre cuando sacan a la Virgen de los Dolores en procesión un temporal partió algunas lanchas amarradas a puerto, entre ellas la de José, y se culpó a los vizcaínos, que por no pagar pensión dormían en el barco, de aquel estropicio. Irrumpen con ello las fuerzas oscuras. La buena armonía trocase en desavenencia. Es el “pathos”, el nudo gordiano de toda buena novela.
El protagonista se enfrenta al odio de su madre y de sus dos hermanastras que no quieren que se case con Elisa. La “vaga de mar” (mal tiempo) irrumpe con las mareas de San Agustín. Sopla el nordeste que en Asturias es tan pernicioso como el terral en otras regiones.
La señá Isabel en comandita con el sacristán habían sido los causantes del desamarre de la lancha de José pero se culpa a los vascos.
Sin su pequeña embarcación José no podrá salir a pescar ni casarse con su amada a falta de un medio de vida. Un día marcha a Gijón (Sarrió) a comprar raba (carnaza de cebo) y sobreviene un temporal. La barca de Tomás zozobra, pero las otras lanchas orzan a bolina,  navegando a trinquete de proa para evitar que el viento las desarbolara, consiguen salvarse. Todo el pueblo observa la maniobra desde lo alto del monte de Santana. Las naves se refugiaron en la Concha de Peñascosa (Artedo) consiguiendo enfilar  puerto por la bocana de San Pedro.
El “plot” argumental entra en los derroteros melodramáticos de un drama rural muy popular a principios del pasado. Siglo del folletín por entregas sin caer en el tremendismo o la cursilería.
En Palacio Valdés los especialistas del arte literario encuentran reminiscencias homéricas.
Juan de Cabaña Quinta el de la “Aldea Perdida” nos recuerda a Aquiles, hay en Elisa o en “Maximina” rasgos de Elena de Troya y “José” nos hace pensar en Héctor enfrentándose a las borrascas del destino.
También goza de su parte costumbrista el libro cuando dice que en Cudillero las pendencias entre mujeres, dado el carácter vivo de estas hembras, eran frecuentísimas. Pongámoslo cual digan dueñas. Se enzarzan —yo lo he vivido— de balcón a balcón en peleas verbales poniéndose a caldo unas a otras. En estas riñas de comadres nunca estuvo ausente el sentido del humor. El rifirrafe, como lo describe el autor con toda su sorna, logra perfiles épicos.


DON ARMANDO PALACIO VALDÉS NO ERA UN CARCA     ( CAPÍTULO III)
sino un hombre liberal de carácter bondadoso que vivió siempre esbozando una sonrisa de humor  ovetense compadeciéndose de la idiotez, la superstición, el fanatismo y las extravagancias de la vida política en la España que le tocó en suerte. Fue un as en el campo de la literatura que pudo vivir de sus libros e incluso ganar dinero. Se compró una casa de veraneo en las Landas francesas y estuvo considerado como el escritor que mejor vendía a principios del pasado siglo. Por haber estado relacionado con Melquíades Álvarez líder del partido reformista asturiano fue detenido en noviembre de 1936, no consta que acabara sus días entre los fusilados de Paracuellos del Jarama. Se cree oficialmente que murió de pena o de hambre en una crujía del hospital de Auxilio Rojo. Acaso tuviera esa premonición la muerte por hambre `pero con honor que es la que le sobreviene a don Fernando de Mera el personaje más cabal y mejor labrado de su “José”. Quien tiró al mar el escudo de armas de la casona familiar pues no quería que se convirtiese en habitáculo de una  vulgar fabrica de harina. Al igual que muchos españoles tuvo que besar el látigo y bendecir la mano que te estrangula. Tuvo que vender su palacio a don Anacleto por un poco cochinas pesetas.
Allá se fue a morar con los besugos el lambrequín heráldico de la casa más noble de Cudillero con sus siete cuarteles en el punto de honor la banda de plata, la barra siniestra de los bastardo (los Miera se habían cruzado con las castas más poderosas de Castilla y algunos miembros de la familia llevan en sus venas sangre azul aunque bastardilla) los dragones pasantes el carbol terrazazo con un cuervo en la cimera, un pájaro piante, un perro ladrante, y un roble en flor entre azures y sinoples. El paso de los siglos había destruido algunas partes del emblema nobiliario.
El linaje de los Angulo, de los Carrasco, los Velasco, los Miranda y los Biedama había acusado en sus roeles de piedra cincelada los estragos de la intemperie. Bien lo sabrás que no quiero morir deshonrado. Boga a tierra zambombo le dice airado a José que le prestó el esquife para realizar esta operación de tirar por la borda la reliquia del pasado de sus mayores. En su generosidad entrega una bolsa llena de patacones al marinero para que se compre un barco nuevo y así pueda contraer matrimonio con Elisa. José se niega a aceptar la dádiva del hidalgo que está pasando las de Caín y vive en la miseria. Otro rasgo del carácter asturiano: la generosidad y nobleza. Al final, sin embargo, el bien vence al mar. Teresa se reconcilia con Elisa y van a pedir a la sacristana que hacía las veces de bruja (era cigüa pura) que retire el conjuro contra la casa y la paz y la armonía regresen a la villa. Durante los filandones las noches de invierno en la tienda de la maestra se leen novelones rosa muy del gusto  y el interés de las buenas vecinas que siguen los apasionados lances de amor igual que ahora cunde entre el elemento femenino la pasión por las series televisivas. Poco más o menos el siglo XXI presenta aspectos muy similares al de anteriores centurias, En España todo se cambia para que todo siga invariable.



DOMINIO DE LA JERGA MARINERA EN LA GRAN NOVELA “JOSÉ” y IV


Las barcas de los pescadores de Cudillero, dice Armando Palacio Valdés que utiliza como pocos escritores las expresiones del habla marinera, portan cinco velas: el Palo Mayor, la Cebadera, Trinquete, Borriquete y la Unción. Esta última se iza sola únicamente cuando la nave está a punto de irse a pique.
Acabo de leer el libro de José en vísperas de la fiesta de Santa Ana de Montarés, cuando los pixuetos que son de condición poco ahorrativa y generosa, para honrar a la abuela de Cristo a quien veneran en lo alto de un monte.
Al cual subían las familias de los pescadores para verlos faenar, o en caso de temporal rogar a la Virgen que les protegiera en su singlar. Dios nos libre de todo mal y de cualquier naufragio.
A tal respecto es impresionante la pericia y maestría literaria con la cual describe una galerna a fines del pasado último siglo cuando gracias a la experiencia del navegante José no se hundió más que una lancha. En el temporal de 1852 que todavía se recuerda murió una tercera parte de la población de Cudillero. En la de 1960 hubo veinte víctimas.
La lectura de este libro en el cual se exaltan o se vituperan las cualidades de esta villa a la cual amo tanto y tanto me dio — un designio misterioso del destino me atrajo a ella — me ha llenado de nostalgia.
La novela es una edición modesta de la editorial Victoriano Suarez de 1942 que estaba en los altillos de mi biblioteca desde hace algunos lustros pero no ha perdido actualidad ni viveza en lo que narra. Cudillero o Rodillero como quiso titularlo el autor es igual que lo describe don Armando en su amor y temor a la mar que todo lo quista y todo lo da, en sus gaviotas que con sus graznidos perforan el silencio de la tarde. Ya no hay tantas lanchas es verdad. Los jóvenes no quieren ir a la mar. Encauzan la vida por otros caminos pero portan en sus genes esa nobleza cordialidad e ironía de sus mayores. En la Amuravela los pixuetos cuando baja san Pedro a la ribera acompañado de todos los santos y seguirá saliendo mientras mane agua de vida en la Fuente el Canto saben reírse de sí mismos, del compadreo político y hacen chanza de los acontecimientos y sucedidos del año. En la presente edición se puso serio y recordó con voz de luto al joven maestro local asesinado en Oviedo una noche de folixia.
José salvó a la tripulación de su bote porque supo izar a tiempo los borriquetes. La lancha de Toribio, sin embargo, fue engullida por una ola gigantesca porque no supo arriar en banda escotas y drizas. Hay pocos libros en la literatura española y acaso en la universal donde se cuente con tanta propiedad la vivencia de una galerna en alta mar. El humilde cudillerense, patrón de barco, es el heredero de los grandes españoles navegantes que hicieron la carrera de Indias. Acaso don Pedro Menéndez de Avilés el que descubrió la Florida uno de los estados más prósperos USA fuera un antecesor suyo y su escudo campea sobre el portalón de una casa que levanta su arco de medio punto junto al muro casi a la vera del agua.
José da a la juventud de hoy una lección moral: no hay que amilanarse ante las dificultades y aguardar bonanza despues de la borrasca. Es cierto lo que se apunta en el libro: la pesca siempre es envidiosa y competitiva. “Aquí uno se queda tuerto, con tal de que el vecino ciegue”.
Los pixuetos son derrochadores. Por San Pedro echan la casa por la ventana y compraban muebles nuevos. Su imprevisión como en el cuento de la cigarra y la hormiga les abocaba a un futuro incierto. Cuando las mareas no eran óptimas (bonito, sardina, merluza, besugo) se morían de hambre y se veía a mujeres que salían a pedir por las aldeas del concejo. Los naufragios ceñían a la villa de lutos y escasez. Mujeres que quedaban viudas y niños sin padre. José se enfrenta a su destino y vence a las fuerzas oscuras. La mar embravecida de sus primeras singladuras se torna bella, sobrevive a la borrasca, desbarata la oposición de Teresa y de la seño Isabel, la maestra madre de su novia así como la cigüa de la sacristana que le echó la mala ventura y acaba casándose con Elisa: el amor de su vida.


FIN DE LOS CUATRO ARTICULOS
 







Posted: 24 Jul 2019 03:09 AM PDT



CUDILLERO EMPARENTADO CON EUZKADI A TRAVÉS DE LA COSTERA DEL BONITO (estudio de la novela José de Palacio Valdés)

Escritor muy avezado en su potencia narrativa Armando Palacio Valdés se despliega no sólo en el aspecto corografico (paisaje) sino en el psicológico (el paisanaje). La cara es el espejo del alma y el clima y la geografía condicionan actitud y tradición.
A través de su aspecto exterior atisba lo interior como es el caso del maestro don Claudio que alterna sus tareas de maestro de primeras letras con las de humilde dependiente de una aparcería (esas tiendas de Cudillero donde se vendía de todo desde un mandil hasta una fesoria). Don Claudio en la tienda era un santo varón, apacible, pero en la escuela repartía a sus alumnos estopa cantidad pues era partidario del axioma latino de que la letra con sangre entra.
Su carácter apocadillo chocaba con el de su mujer la “señá” Isabel, mujer de gobierno y con mando en plaza. En el colmado había rebotica y tertulia por las tardes. Uno de los asiduos, el juez de Rodillero, un capitán de infantería retirado “taciturno, caviloso, muy susceptible y con un solo defecto; era testarudo”.
Otro contertuliano era el hidalgo de la casona solariega de la ribera don Fernando de Meirás. La casa y su propietario estaban en la ruina. Mandaba en su pobreza el anciano caballero. Pasaba frío y hambre. Nobleza obliga hasta el final. Aunque pobres y arruinados los Meirás siempre serán los dueños de la parva casi con más poder que el obispo e incluso que el Regente, pero temerosos de la Inquisición. Ya lo dice el adagio asturiano sobre las antañonas familias hidalgas de la Montaña: "Aunque de que Dios fuese Dios y el sol diera en estos ñascos los Quirós eran Quirós y los carrasco carrascos".
Los inviernos en la costa asturiana son suaves pero húmedos. En un capítulo de la novela hay un pasaje estremecedor: don Fernando descuelga el blasón familiar de la antojana de su derruido palacio, embarca en su lancha y a una milla mar adentro arroja el escudo a la mar con una frase propia de un grande de España: “Lo hemos perdido todo menos el honor y esta piedra fue la divisa de la alcurnia de nuestra casa”. José ama a Elisa la hija de la tendera. Conciertan los esponsales pero la boda no podrá efectuarse hasta que acabe la costera del bonito.
Los barcos faenaban de junio a septiembre. En busca de los excelentes caladeros de la zona solían venir pescaderos vascongados que se entendían con los naturales sin ningún desabrimiento. Es más: muchos de ellos solían casarse con las mozas del concejo. Apellidos como Iturripe, Arriola, Garay, Aranguren son muy frecuentes en esta parte del centro astur.
 “Los vizcaínos —observa el escritor— son más sobrios que los asturianos; rara vez se embriagan, por lo cual los locales les embroman y se ríen de su moderación”. Y vasco era el padre de José al que nunca llegó a conocer.
Su madre, Teresa, lo tuvo poco después de quedar viuda de Ramón de la Puente y no lo crió.
El futuro pescador fue amamantado por un ama seca de Brañilín. Fue un niño maltratado, tuvo una penosa infancia.
Los que hemos padecido las angustias de una madre tiránica sabemos lo mucho que se sufre y las secuelas que quedan en el alma de ese desamor. José contra viento y marea aguantó los vejámenes de la madre seducida y abandonada que quería vengarse en él del despecho sufrido en la relación amorosa con el forastero.
Se amoldó el mozo a las circunstancias y pronto sería un lobo de mar dispuesto a pechar con las galernas de la vida.
A los doce años se embarcó de grumete. Anduvo algún tiempo a la altura  pero añorando la mar de su pueblo y los riscos de Santa Ana,— el asomadero o atalaya montesina para ver venir la flota, balcón de muchas galernas Santa Anina de Montarés enjugó muchas lagrimas allí subían descalzos muchos marinos que salvaron de naufragio el 26 de julio el día de su fiesta— regresó al cabotaje y en obra de dos años tuvo barco propio.
En un pueblo marinero poseer una lancha era un signo de prestigio social. El protagonista José representa a la virtud que se enfrenta a los contratiempos del destino, al desamor de su madre y a la incomprensión de sus dos hermanastras, o aL oráculo maligno de una bruja, la sacristana madre de Rufo el tonto del pueblo .
Pero tiene a Elisa y esa moza lo era todo para él en la vida. Elisa y su barca. Don Armando habla del calor asfixiante en el bocho de Rodillero en julio y agosto. No sopla la brisa en el barranco y el aire puede cortarse con una navaja.
Elisa trepa al monte de Santa Ana (la ermita de san Esteban tan blanca y bien dibujada desde donde se ve la llegada de los mareantes boniteros. En uno de ellos iba su prometido.
A todo esto el mal se hace presente en otro personaje bien descrito Rufo el hijo del sacristán. Le habían dicho que preguntase al Cristo de la Bajada — su capilla un cristo románico con faldellín y gesto exangüe sigue siendo venerado a día de hoy desde el siglo XIII— si Elisa quería casarse con él y el pobre Rufo se pasaba horas enteras de rodillas con los brazos en cruz delante de la imagen esperando una respuesta.
La madre de la protagonista, muñidora de maldades, traza una estratagema diabólica contra José. Pueblo chico infierno grande. Desaparece la paz idílica con su bonanza, el cielo, se encapota y asoman sobre el horizonte los negros nubarrones de pasiones y malquerencia.
A mediados de septiembre cuando sacan a la Virgen de los Dolores en procesión un temporal partió algunas lanchas amarradas a puerto, entre ellas la de José, y se culpó a los vizcaínos, que por no pagar pensión dormían en el barco, de aquel estropicio. Irrumpen con ello las fuerzas oscuras.
La buena armonía trocase en desavenencia. Es el “pathos”, el nudo gordiano de toda buena novela.
El protagonista se enfrenta al odio de su madre y de sus dos hermanastras que no quieren que se case con Elisa. La “vaga de mar” (mal tiempo) irrumpe con las mareas de San Agustín. Sopla el nordeste que en Asturias es tan pernicioso como el terral en otras regiones.
La "señá" Isabel en comandita con el sacristán habían sido los causantes del desamarre de la lancha de José pero se culpa a los vascos.
Sin su pequeña embarcación José no podrá salir a pescar ni casarse con su amada a falta de un medio de vida. Un día marcha a Gijón (Sarrió) a comprar raba (carnaza de cebo) y sobreviene un temporal.
La barca de Tomás zozobra, pero las otras lanchas orzan a bolina, navegando a trinquete de proa para evitar que el viento las desarbolara, consiguen salvarse. Todo el pueblo observa la maniobra desde lo alto del monte de Santana.
Las naves se refugiaron en la Concha de Peñascosa (Artedo) consiguiendo enfilar puerto por la bocana de San Pedro.
El “plot” argumental entra en los derroteros melodramáticos de un drama rural muy popular a principios del pasado. Siglo del folletín por entregas sin caer en el tremendismo o la cursilería.
En Palacio Valdés los especialistas del arte literario encuentran reminiscencias homéricas.
Juan de Cabaña Quinta el de la “Aldea Perdida” nos recuerda a Aquiles, hay en Elisa o en “Maximina” rasgos de Elena de Troya y “José” nos hace pensar en Héctor enfrentándose a las borrascas del destino.
También goza de su parte costumbrista el libro cuando dice que en Cudillero las pendencias entre mujeres, dado el carácter vivo de estas hembras, eran frecuentísimas. Pongámoslo cual digan dueñas. Se enzarzan —yo lo he vivido— de balcón a balcón en peleas verbales poniéndose a caldo unas a otras. En estas riñas de comadres nunca estuvo ausente el sentido del humor. El rifirrafe, como lo describe el autor con toda su sorna, logra perfiles épicos.

continuará