Querida Aderita;
Recibí tu carta ayer. La trajeron los del hipomóvil de la Comandancia. No había podido hacer el reparto en siete días pues hemos tenido una cellisca de las que hacen época. Estos sí que son tormentas y no las del Bierzo. Gracias por los aguinaldos con el turrón y la botella de coñac él detente bala y la estampa del Niño Jesús que hemos colocado en sitio preferente de la chabola y está Jesusín hecho un sol y yo no sé cómo con esos pañalinos blancos puede aguantar los treinta y dos bajo cero. Cómo es Dios y todo lo puede! Pues verás nos liamos a cantar villancicos como descosidos y después llorábamos todos como bobos. Hasta al Teniente Müller que manda la barrera y es un militar prusiano de aspecto seco y que parece poco sentimental le rodaban las lágrimas. El tapabocas también te lo agradezco y más sabiendo que ha sido tejido por ti con una toquilla que era de tu abuela. La botella de Carlos III nos la chiscamos en amor y amistad fraterna. El cabo Seidenbaum escotó unas salchichas y varias botellas de aguardiente del que por aquí llaman schnaps junto con una botella de vodka que tomó de un ruso que hicieron prisionero y alguien sacó una guitarra y una pandereta. Y fuera penas. Dirás que somos unos borrachos pero no. Sin algo de calor en él estomago aquí te arrices pues como te digo aquí hace mucho más frío que en León. Dirás que por que té cuentos estas cosas. Pues es que no te tengo nada que contar. Aquí sólo hay nieve y nieve. Hasta los árboles se sumen debajo del talud blanco. Villancicos. Cantamos La Marimorena y él Tañen Bum. Somos una sección mixta de artilleros alemanes y españoles. Mi unidad quedó tan diezmada en los últimos días que hubo que agrupar fuerzas. Nos entendemos como ponemos pero yo he aprendido algo de alemán aunque casi me entiendo mejor el ruski que me parece menos difícil y en esa lengua me sé varias frases. Una que nos aprendemos cuando en las largas marchas pie desde Grodno hasta esta zona que llaman la Rusia Blanca entrabamos en las isbas o casuchas de los campesinos medio despeados y muertos de sed y de hambre y nos salían a recibir niños descalzos abuelas sonrientes y pobres viejos cubiertos de harapos. Y allí la cantinela de siempre. Y menia sti ñiet karovo ni malieko que quiere decir se nos han muerto las vacas no tenemos leche. Pero los pobres nos daban a los soldados lo que tenían y encendían el samovar y nos calentaban té con un poco de pan. Las abuelas bondadosas nos persignaban en la frente pues así son cristianas Aderita y eso no me lo suponía yo que nos había dicho que eran los rusos comunistas y rojos perdidos. Pues no es cierto. En las chozas aun en las más miserables había imágenes de Nuestro Señor y de la Virgen. Tienen mucha devoción a la Madre de Dios que llaman Blogodortisa. La, lamparilla encendida día y noche me recordaban un poco el altar de mi pueblo cuando ibamos al rosario y hacíamos genuflexión de rodillas ante el Santísimo. Los rusos no se arrodillan, se inclinan y se hacen la cruz continuamente. Dicen que para espantar a los malos spiritus. Esta buena gente me impresionó y me pregunté que hemos venido a hacer aquí a esta tierra a sembrar la muerte y destrucción. Muchas dudas me asaltan Aderita. Aquí hay un comandante Schmidt que dice que la invasión de Rusia ha sido un error de Hitler. Que todos creíamos que lo que había que cambiar eran la desigualdad de pobres y ricos. Schmidt dice que el diablo se metió en la cabeza loca del Führer. Y que esto es una locura. A mí la verdad nada me hicieron los rusos pues aquí los comunistas que había en España no los vemos por ninguna parte, sino gente humilde y llana y muy sufrida como los castellanos, claro que el comandante Schmidt sólo profiere esas dudas cuando ya lleva en el cuerpo cinco o seis copas. Y como para su camisa porque puede ser arrestado, yo soy el cabo pieza de un cañón que llamamos ocho. Ocho. Me harté a disparar contra los aviones rusos y alguno he conseguido abatir pero buena gana cada vez vienen más, son un enjambre. Rusos y rusos a todas horas. Atacan en tromba y sin descomponer el gesto. Unas cuantas baterías delanteras a las nuestras han sucumbido a su empuje. Es natural: luchan por su patria, por su tierra que les arrebataron los alemanes creyendo que la estepa era Jauja.
El otro día sacaron a diez o doce de la Wehrmacht que estaban metidos en unos pozos de tirador. Eran alemanes, casi unos niños. Tenían los pies congelados, se escucha el día y la noche la música de los organillos de Stalín. Les paramos de momento, pero al poco rato traen refuerzos y atacan y atacan. Al fondo el cielo se tiñe de rojo. Es el infierno de Stalingrado. Ayer estuvieron pasando convoyes de batallones destrizados. Eran infantes rumanos. Mal se presentan las cosas, querida Aderita. Y yo mañana que es Nochebuena cumplo 22 años. ¿A que he venido yo a Rusia, Dios? Una voz interior me dice que para cambiar el mundo para hacerle mejor para defender a España del Comunismo, pero la verdad es que no lo tengo muy claro. Me alisté voluntario en la División Azul. No sabía dónde me llevaban ni adonde me metía, al principio todo iba bien y avanzábamos casi sin pegar un tiro. Yo cogí un mal constipado y me hospitalizarían en una ciudad que se llama Vilna.
Me lo pasé en grande, pues conocí una muchacha y fue conmigo al baile un par de veces, pero un día cuando fui a buscarla otra vez vi cómo la sacaban de su casa unos policías de paisano con abrigo de cuero y cara de muy pocos amigos. Recuerdo su nombre Ester, era judía, y a mí por confraternizar con el enemigo una orden de arresto de dos días en el calabozo. Luego me enviaron otra vez al frente.
Ya te lo he contado maja. Aunque no te conozco, me pareces una chavala estupenda y hasta pienso que si regreso con vida de esta ratonera me gustaría c pedirte relaciones. Estás muy guapa en la foto, tienes una cara de buena persona.
En fin tu estampa me ha recordado tiempos más felices y el niño Jesús me mira con cara ternura y hasta parece que me habla a mí solo a mí y me dije Celerizo, yo te voy a ayudar. Y me quedo ensimismado contemplándole.
Mis camaradas dicen que es un Jesús muy bonito, los alemanes no tienen imágenes, pero creo que son también cristianos, no creen en el papa. Los domingos suele venir un páter que creo que es luterano, se pone un gorro muy raro y una estola negra como la de don Saturnino, el cura de mi pueblo, y cantan himnos y ya está, pero no dicen misa como los católicos, sólo cantar y los soldados los cantan con mucha devoción, pues parecen sentir muy adentro su religión más que nosotros. Para que te vaya a contar si no son calamidades, aunque así me desahogo. Soy el único que queda de los españoles porque han ido cayendo todos. El jueves le atizaron a un asturiano que se llamaba Teófilo Muñiz. Salió a hacer del cuerpo el hombre y por lo visto se puso en un sitio algo lejos de la tienda que no tenía desenfilada y le arrearon.
A Rodrigo que era mi mejor amigo un obús lo dejó sin pierna y lo evacuaron a Riga. Pero esta muerte de Muñiz me impresionó. Murió en mis brazos.
Llamaba a grandes voces a su madre y a mí se partía el corazón. Madre... madre, y el eco sonaba en la inmensa estepa, retronaba su voz moribunda. Madre, madre, ¿dónde estás? Dios le tenga en su seno. Aderita, me dices en la tuya que no haces más que rezar por, pues, esas preces me vienen bien.
Tus velas a la Virgen del Camino han dado resultado, aunque pienso que salgamos enteros de aquí va a ser un milagro y de los gordos. Madre. Madre y las voces que pegaba Teófilo eran las mismas que otro asturiano también amigo del alma que se llamaba Agustín al que atizaron a lo tonto cuando se fumaba un papirosi de la petaca de un caído ruso que no pasó de la alambrada nuestra en un ataque.
Era también muy fraterno. De Cudillero. Me decía que cuando acabase la guerra me convidaba a las fiestas de su pueblo que son por san Pedro y los marineros hacen una ceremonia muy ocurrente y chistoso que llaman la amura vela.
Se llamaba Agustín Fito. Si esta carta llegase a tus manos, yo quisiera que se las remitiese por favor a su familia que vive en ese pueblo dándole mis condolencias. De mi vida aquí poco puedo contarte. Es muy monótona. Los días se parecen unos a otros como dos gotas de agua. El único aliciente es la llegada de la estafeta con las cartas. Lo demás comer y dormir. Uno se embrutece y no piensa en nada. Quien inventaría las guerras, Aderita.
La verdad es que cuando recibí felicitaciones de la Komandatur por haber abatido a cinco cazas enemigos no me sentí un héroe, me pusieron la cruz de hierro, pero yo le dije al coronel que la ponía QUE NO ME INTERESABA.
Fue de pura chiripa mi coronel. Si dijese lo contrarío, mentiría. No. No me siento un héroe ni odio a los rusos. ¿Por qué tener que disparar contra gente que no conozco y nunca se han metido conmigo? Velay mis contradicciones, Aderita. Bueno, madrina, Felices Pascuas y ojalá el año que viene de 1943 sea próspero y mejor que este puñetero 42. Estoy seguro de que nos vamos a ver pronto tú y yo que vamos a hacer buenas migas. ¿Te gustan los bambinos? Claro que te gustarán a no ser que tengas vocación de monja.
Reza mucho por mí y aprieta con el Santo Niño Jesús de Praga. Lo necesito.
Y sin otro particular y deseando la pasas bien la Pascua se despide este tu amigo y admirador, este Karovo, cabo Celerizo que lo es y que lo es. Tu ahijado de esta terrible guerra.
Fermín CELERIZO
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