ALEJANDRO ARNOUX CABARET
Mnuel Azaña tradujo esta obra y se muestra
como eximio escritor supo sacarle las vueltas al castellano extrayendo estampas
de la primera guerra mundial de una elegante prosa de este escritor francés.
Arnouz pasó por humorista pero era un lliterato vivencial parisino cien por
cien. El cabaret aparece como un local
cuadra cargado de botellas duelas y toneles mucho humo de tabaco y gente que va
a pasar el rato para olvidar los rigores de la guerra. Se monologa, se charla,
se rumian los pensamientos. Soldados campesinos que se enfurecen al ver cómo la
artillería destroza los trigales. “Somos de la Beuce” culos de tierra. Desde
las alambradas de enfrente tiraban los boches. La narración a saltos parece
disparatada pero es congruente al mostrar las incongruencias de aquella
hecatombre en Arras, en la Marne, el Somme, Verdun en Flandes. En los
hospitales de sangre a los heridos nos trataban a cuerpo de rey dos vasos de
aguardiente como el Papa. En Europa se organizó la gran carnicería. “Lo
principal para la guerra es la moral y la moral no se fabrica en los periódicos
con tinta de imprenta y discursos patrióticos: hacen falta artillería y
cocina”… no es lo esencial tener razón en la guerra lo que hay que tener es
suerte… los artilleros antes de entrar al cabaret mearán en la tapia de la
iglesia mientras canta el cura, son gentes pesadas que se enredan con el peso
de sus espuelas y recuerdan siemre a las ruedas de sus armones. La guerra es
una borrachera. Se bebe el champán del absurdo… soy recto como un junco, franco
como el oro, no quiero nada con los jesuitas. La artillería y la infantería en
el cabaret se lian a mamporros por cuestiones de honrilla mientras pellizcan a
las mozas y les dan palmadas en el trasero
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