HASTA
LA VISTA, PACO
Antonio
Parra
Madrugada
de San Agustín. Una noticia triste me sobrecoge: ha muerto Francisco Umbral o
don Francisco como le llamaba Alfonso el Cerillas del Café Gijón. Su nombre me
recuerda los días arduos de vino y rosas cuando ametrallábamos la Olivetti y
nos sumíamos en la magia de las veinticuatro redondas blancas soñando con ser
poetas. Umbral era un escritor químicamente puro que vivió en escritor, pura y
simplemente para la literatura, lo que no deja de ser admirable en un tiempo en
que ha muerto la literatura no por falta
de ganas sino de quórum ya que apenas quedan lectores ni tiempo, y de gusto y
placer estético. En tiempos tan feos como los que corren Paco era un ser bello
y nacido para lo bello. El gusto y la magia por la palabra eran dominados por
su varita mágica. Sacaba el turbo pues nadie le ganaba en la distancia corta en
que los artículos le salían redondos, y nos dejaba a todos bocas
Hay quien le niega la categoría de novelista –
igual le sucedió a Cela- pero pelillos a la mar y una tormenta en una taza de
té me parece la polémica que sostuvieron él y Pérez Reverte quien a mí me
parece un superdotado en el género narrativo con lo que lleva de constructor de
mundos de calafateador de gabarras que naveguen con rumbo propio. Tanto él como
el pobre Paco al que hoy lloramos eran dos puntas en el abroncado y yermo
panorama de las letras madrileñas y no vamos a entrar tampoco en desinencias
políticas que son puro accidente. El arte no es apolítico aunque todas estas
diatribas y encono lo han convertido en impolítico cuando prolifera tanto
escritor de partidos con el incienso siempre a punto para quemarlo, oloroso,
cerca de la casulla y de la tiara de su señorito.
Umbral era un escritor independiente y ecléctico,
hecho a sí mismo a base de largas
lecturas aunque él lo mismo lo reconocía: su escuela fue el “Norte de Castilla”
a la sombra de Delibes pero también la Prensa del Movimiento y concretamente
las colaboraciones que la agencia Pyresa a la cual yo debo humildemente lo poco
que soy [con otros muchos, aunque que lo reconozcan o no es otra historia] que
le ayudaban a malcomer y a vivir en aquellas pensiones algo sórdidas pero
llenas de vida del Madrid años 60.
Le conocí cuando estaba a pupilo en una de
Blasco de Garay. Desde entonces Umbral que supo captar la vida el aire y la luz
maravillosa de Madrid, superando quizás al propio Ramón Gómez de la Serna, fue
un inveterado asiduo paseante del barrio de Argüelles, y habitual de las casas
con derecho a cocina, los cuartos realquilados muchos sin duchas donde por
invierno hace un frío que te cagas.
Luego fue ascendiendo en la pirámide social y
de allí se mudó a otra del Barrio de Maravillas y en último termino, hasta
escalar la cucaña, al de Salamanca donde era vecino de Buero. Caerle bien a las
patronas es un salvoconducto para llegar lejos y tú a aquellas señoras viudas a
las que despertabas el instinto maternal, Paco, les caías de perlas, les
recordaban a algún novio que tuvieron en guerra o un sobrino que se había
muerto i les hubiera gustado que pidieses la mano de alguna de sus hijas. O que
sencillamente querrían acostarse contigo. Por eso tú triunfaste porque te daban
mimos las patronas y uno acabó de mala manera tarifando con todas. Tu muerte es
un aldabonazo advirtiéndonos que todo aquel tiempo de vino y rosas se nos fue.
Casi sin pensar.
Madrid, aquel Madrid y aquel espíritu,
quedaron plasmados en aquellas sus geniales entregas que se titulan por ejemplo
El día que llegué al Café Gijón, Mortal y
Rosa, Las Ninfas. Donde se convierte en el adelantado o heraldo de una
generación. Los libros, originalísimos. Umbral nos enseñó que las verdaderas
novelas carecen de argumento, de trama o de plot. He ahí la magdalena de
Proust: las palabras y los acontecimientos que se entrelazan como cerezas en
una banasta sin una cohesión aparente al azar y sin propósito porque la vida no
tiene trama tampoco. Sólo lances. Un pasar el espejo a lo largo del camino
flaubertiana pero también se acomoda un
poco all modo de narrar de don Pío Baroja quien consideraba, escribiendo un
poco al desgaire y sin preocuparse mucho de donde tiraba la boina, que la existencia
es un cajón de sastre lo mismo que Faulkner. Life is a gtale full of sound
and fury told by an idiot.
Shakespeare en su Tempestad ya nos puso en
antecedentes de lo que debía de ser este bronco oficio donde pululan tantos
mediocres pero sólo unos pocos como Umbral eran maestros. Aunque el terreno
donde batía a todos era en el articulo periodístico. Ahí revolcaba a cualquier
contrincante. En la corta distancia de los dos folios y medio sin soltar
paridas ni adobar tópicos era imbatible. Era consciente a pesar de haber
escrito más de noventa libros – el primero sobre Larra un escritor al que
considera malo y que la altura de su fama no coincide con la calidad-de que la
muerte de la novela era un hecho por la falta de lectores y sobre todo por la
falta de tiempo.
Umbral escribía brillante y acaso
fulgurantemente y con un insólito dominio del idioma castellano porque tenía un
oído musical para captar la palabra y las innovaciones del léxico (hubiera
llevado mejor que nadie lo cheli a la Academia) para lectores con prisa que son
capaces de degustar un párrafo de calidad. Desde luego, no era un pensador ni
un filósofo. Sistematización no se la pidas a un escritor de periódicos. Y el
novelista y el poeta se transforman así en articulista. El articulito de cada
día dánosle hoy, es un genero al que
lleva Paco a la excelsitud de la perfección.
Su punto de referencia eran Cesar Gonzalez
Ruano, el propio Gómez de la Serna y a Xenius. Paco hacía fintas con el
lenguaje dada su gran habilidad dialéctica. Era un funanbulista nato. Recuerdo
aquel hombre prócer, buena espiga, muy cegato, con andares mayestáticos
ladeando la cabeza de jirafa para un lado y a otro fijándose bien mirando sin
ver. Charlé un par de veces en el Gran Café. Rosalía Dans, la hija de mi amigo
Celso Collazo, se lo comía con los ojos y no me hizo mucho caso la verdad. Otra
estaba a su lado el pintor Pepe Díaz atiborrándose de guisqui pero en los
sesenta cuando era un chico de Valladolid remendado por Donato León Tierno (qué
bien escribe este chico y no era broma Paco siempre escribió muy bien lo que ya
no se estila pues hay gente en la profesión que hace gala del bodrio mal
escrito) coincidimos en varias ocasiones como en la boda de Florencio Martínez
Ruiz en Alcobendas.
Iba con Juby Bustamante la que es hoy mujer de
Miguel angel Aguilar y el poeta conquense Diego Jesús Jiménez su amigo del alma
en cuya compañía se descolgaba de vez en cuando por el Abra y por Chicote y
otros tugurios elegantes aunque lo normal es que el personal se aliviase allá
por las encartaciones golfas del Cerro de la Plata. No se lo digan muy alto a
Társila Peñarrubia la bibliotecaria que se convertiría en mujer de Diego y un
poco hada madrina de Paco. Umbral pese a su estatura prócer y sus trajes
cruzados siempre se distinguió por su buen gusto sartorial, y que compraba en las rebajas de Simago o del
Corte Inglés, daba la impresión de ser un ser desvalido como la mayor parte de
los que se dedican a esta dura brega de casar palabras, supersensibles, hipocondríacos,
exultantes y deprimidos y con más cornadas que muchos toreros porque aquí al
que triunfa no perdonan.
Los
colegas que no llegan a tu altura te embisten, te machacan. Sobre los hombros
de Paco llovieron muchas infamias y hasta en una ocasión un energúmeno le pegó
una hostia por haber dicho no sé qué en un articulo difundido por la agencia
Pyresa y yo lo presencié en el Café Gijón. Pero tenía anchas espaldas así como
una manía por deslumbrar. Epater le bourgoise. Era su sino. Sin embargo tuvo la
fortuna de alzarse a lo más empinado de la cucaña. Fortuna te dé dios hijo que
el saber no te hace falta y triunfó en este exigente y enconado albero de las
justas literarias.
De
los aspectos más sórdidos y ruines era capaz de enhebrar un buen artículo rescatando
lo cutre y lo más abyecto con su ironía literaria. No era agresivo y esa fue
una de las razones por las que perdura sino más bien petulante. A otros les
caía gordo por pedante Tenía una virtud Paco Umbral: mirar las miserias humanas
por encima del hombro para luego sacarles punta literaria a fuerza de plumazos
de su cálamo de avestruz bien tajado.
Buen golpe de vista el suyo. Pese a sus aires,
molestos o antipáticos los que vengan después tendrán que estudiar en los
libros y artículos de este madrileño para saber cómo fue el modo de ser de la
sociedad española en la transición y pretransición lo que él denominaba el
tardofranquismo. Mortal y rosa. Lo de mortal hoy se ha cumplido y lo de rosa
seguirá epatando a la afición. Paco era un tío que le caía muy bien a las
mujeres aunque le pasaba un poco lo que a Camilo.
- Me vienen
unas jais que no sabe uno qué hacer con ellas.
-Paco hijo la
edad. Es la edad.
Siempre fue aunque un escritor del ayer un
hombre de espíritu joven apasionado del vivir. Se mantuvo en el eterno
adolescente y andaba por el mundo con algo de complejo de Peter Pan, Creo que a
pesar de sus reconcomios y de sus aires acratas en Umbral que no e parece nada
a Delibes – dos palos opuestos pese a su inveterada amistad- seguía siendo
aquel joven que escribía en periódicos falangistas de provincias prosas
entusiastas.
Se mantuvo en esa impronta de diletante y de
recomendado pues fue un autodidacto. Un escritor químicamente puro. Sus
vivencias fueron nuestras vividuras y su talante nuestros talantes, sus fobias, sus amores y
sus odios también los comparto: el de la generación del 98. Salieron una
lechigada de grandes escritores de periódico: Torbado, Leguineche, Raúl del
Pozo,. Amilibia, los Martínez Reverte, Martínez Garrido, Arturo Perez Reverte,
Manolo Vicent, Juan Luis Cebrián aunque a ése hay que echarle de comer aparte
puesto que nunca quiso ser bohemio.
La
razón del éxito de Umbral con las muejres es que las patronas empezaron a
encariñarse con él. Les inspiraba ternura de muchacho que creció huérfano y
desvalido y sin padre (algunos malvados dicen que en una casa de putas para no
ser menos que Cervantes). Luego las estudiantes y hasta las señoras de la
limpieza del Arriba que le llamaban don Francisco. Genio y figura.. Descanse en
paz. Era uno de los nuestros. Se nos ha muerto esta mañana de verano algo de
nosotros mismos. Se nos va no sólo un escritor castizo sino un madrileño de la
talla de la talla de Ramón, de Capamany, tal vez de Larra. ¡Paco, hasta la
vista!
Foto
de la boda de Florencio Martinez ruiz: de izquierda a derecha: Diego Jesús
Jiménez, Juby Bustamante, antonio Parra, autor de estas lineas, Francisco
Umbral