VIKINGOS II UNA EUROPA QUE
CAMBIÓ A THOR Y ODIN POR JESUCRISTO
La primera vez que
llegué a Cudillero creí encontrarme en algún pueblo de la Verde Erin o en
puertos costeros del Este de Inglaterra como Whitby, Grimsby o Scourborough. Había
tipos pecosos rubios como mazorcas. Las mujeres parlaban con su vecina de
balcón a balcón con un acento cantarín que sonaba como una melodía. En los concejos
del oeste de Irlanda oí hablar así. ¿Sois celtas? No. Son vikingos. Posiblemente.
Los celtas fueron una raza indoeuropea anteriores a los escandinavos
emparentados con los iberos que se asentaron en Gales o en Vasconia. Pero en
esto de las razas constituye un galimatías en el cual no quiero meterme. Bástenos
saber que blancos negros amarillos rubios morenos altos bajos gentiles y judíos
todos somos hijos de Dios, aunque fuésemos entresacados del barro. De ahí
nuestra fragilidad.
Efectivamente puede ser
que los pixuetos tengan alguna ascendencia nórdica, durante la Alta Edad Media
la costa septentrional de la península ibérica fue batida por piratas noruegos
e islandeses. No se asentaron, pero dejaron huella. Tales asaltos eran más
temibles que los de los musulmanes. Los moros difícilmente cruzaban el puerto
de Pajares mientras los vikingos aparecían por sorpresa grandes navegantes en
sus embarcaciones de madera de fresno nadie sabe cómo aquellas cáscaras de nuez
se mantuvieran a flote en medio de las galernas atlánticas.
El cine y la imaginación
popular pinta a estos salvajes desgreñados vestidos de pieles y cubierta la
cabeza con un casco con cuernos. Sin embargo, no eran tan salvajes.
Poseían una sociedad
bien estructurada su religión politeísta, su moral, el respeto a las mujeres
como seres humanos, algo que les distingue de los griegos para los cuales ellas
eran un medio de transmisión de la especie entremedias de los animales
vertebrados y el ser humano.
Por el contrario, practicaban
la poligamia y la poliandria. Su diosa Freya era la madre tierra o Pachamama de
los indios.
Esta tiene un monumento en Upsala se la representa
por un gran clítoris al que accede un enorme falo. En el olimpo escandinavo
(Vanir) reinaba Odín el dios del conocimiento que regentaba las aguas y se
proclamaba arbitro del bien y del mal, el segundo de abordo Thor el dios de la
agricultura y la fecundidad. Ty equivalía a Marte o dios de la guerra.
Todos los guerreros que
morían en combate eran llevados a su altar en la Walhalla un enorme palacio con
más de mil dependencias donde se administraba el Destino de los hombres: el
Fatum romano el Schickall germánico y el
Sudba eslavo. Los poemas de las sagas hablan del padre Elda y el Canto de la
Sibila sobre el juicio final o la Enajenación de Gifi. Todos ellos con una
morada propia en la Walhalla.
Eran los dioses de estas
tribus durante la Edad de Bronce. En los siglos octavo al decimo de nuestra era
gracias a las predicaciones de san Patricio San Bonifacio y Cirilo y Metodio
abrazan el cristianismo con tan viveza que Irlanda es proclamada la isla de los
santos y a orillas del Volga un sueco se convierte en san Vladimir.
Los noruegos rinden culto a otro de sus reyes
santos: san Olaf. Incorporan sus mitos y creencias a la iconografía. El arte románico
con sus arpías, sus obispos, sus sierpes y toda esa fantasmagoría en piedra
está impregnado de esa trepidante imaginación nórdica sobre el juicio final y
del hombre expulsado del paraíso.
No se puede entonces
concebir una Europa separada de sus esencias y preeminencias cristianas. Hasta la
reforma luterana y el cisma romano las sedes episcopales y los monasterios de
todo el continente europeo fueron un baluarte de cultura y sabiduría.
En todos los pueblos y ciudades se alzaba la
torre de una iglesia con su espadaña desde el Cabo Norte hasta Tarifa y desde
Coimbra hasta los Urales.
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