ANDRÉS LAGUNA Y
MOZONCILLO
Vuelvo a Mozoncillo al cabo de
más de cincuenta años esta vez en coche, no como aquella tarde de verano del
año 58 en que mi amigo Teodoro Llorente y yo pedaleamos a ver a su abuela
treinta kilómetros. Nos dio la buena señora un tazón de café con leche y
soplillos y regresamos a Segovia de oscurecido.
No he vuelto a saber nada de mi
amigo Teodoro compañero de seminario un curso superior al mío.
Él me salvó de una buena en la
noche más triste de mi vida en Oviedo. Querido Teodoro, do quiera que estés te
digo parafraseando al Talmud que el que salva a un judío salva a todo el género
humano y tú me sacaste del pozo de los leones atisbé sus poderosas garras como
Daniel. Abriéndome la puerta de la comisaría.
Y he regresado a este pueblo del
altiplano segoviano 838 m .
sobre el nivel del mar al hilo de mi historia sobre el doctor Laguna quien al
parecer tenía propiedades en aquel término.
Se embarcó en un largo litigio
con Antonio de Olmedo cura de almas en aquel lugar en la creencia de que le
pertenecía a él el beneficio en propiedad. Ausente de la localidad don Andrés y
con vara en la curia de Roma donde residía elevó el pleito al Tribunal de la Rota. Y lo ganó.
El papa Julio III al cual asistía
como médico de cabecera falló en su favor. El autor del Lazarillo al punto
cedió todos los derechos del beneficio del arciprestazgo de Mozoncillo a su
hermano Gaspar el cual luego sería ordenado obispo. No he conseguido consultar
los libros de apeos pero la propuesta está ahí y se la brindo a los
investigadores segovianos que vengan detrás. A los de Mozoncillo llamamos en
Segovia los “piñoneros”. Debió de ser una parroquia importante, por su cercanía
de Aguilafuente y Turegano. En Turégano veraneaba el obispo de Segovia y en
Aguilafuente tuvo lugar en 1478 el famoso sínodo provincial, la publicación de
cuyas actas dieron lugar al primer libro impreso en España “Los sinodales”.
Eran sexmos aportillados o prevenidos en frontera, encomenderos, defendidos por
los templarios desde el siglo XII con sus usos costumbres y fueros e iglesias
que eran verdaderas fortalezas. El cabildo parroquial de Mozoncillo debía de
estar constituido por una veintena de individuos entre presbíteros, diáconos y
sacristanes. Cosa usual en aquellas décadas.
El siglo XV marca el punto álgido
del catolicismo como religión estatal. Otro dato a tener en cuenta es que con
toda la seguridad Laguna hubiera
sido ungido con el sacramento del
Orden, o fuese, cuando menos, minorista, como Quevedo y Góngora.
El primero rehusó el presbiterado
y se quedó con la tonsura y el grado de ostiario; tuvo que pedir licencia para
contraer matrimonio con su adorada Lisi. El casamiento saldría mal.
Góngora sin embargo se ganó un
buen pasar como beneficiado de la
Mezquita de Córdoba. Era lo consuetudinario en las
universidades tanto la de Alcalá Salamanca Bolonia o el mismo Oxford. En todas
ellas ejerció la docencia teológica Andrés Laguna a quien le prestaba mucho más
el ejercicio de la medicina y de la investigación farmacológica que disertar
sobre la divinidad a fuerza abstrusos silogismos y de puñetazos.
A Dios que es Amor no se le puede
escudriñar con el garrote de los cánones y falsas proposiciones (el ladrillo de
Roma).
Quizá fuese un sacerdote tibio
pero fue un sublime humanista que honra la estirpe de los segovianos. Las aguas
congeladas saben de este enigma y arrastran en su corriente los secretos de la
vida y obra de este segoviano judío converso. Saludo a Mozoncillo pueblo recio,
cuna del paloteo, con su iglesia de san Juan Bautista y las ermitas de san Roque
y del Humilladero.
Suplico a la Virgen de Rodelga la patrona de los
piñoneros que proteja al antiguo compañero Teodoro Llorente do quiera que esté.
Es mi única fórmula de agradecimiento. No hay un alma. Los cuervos vuelan bajo
por estos sexmos. Son los hielos de san Sebastián que decía mi abuelo.
Viernes, 20 de enero de 2017