Ambos fueron los primeros en acudir al aviso, practicándole la maniobra de Heimlich y logrando que reaccionara.
- PATRICIA PUÉRTOLAS
Aunque han pasado ya varias semanas, los detalles de aquella jornada siguen muy vivos en la memoria de los guardias civiles Fernando Bravo y Bárbara Herguido. Ambos tuvieron un papel destacado en la intervención coordinada de los servicios de emergencia para salvar la vida de una niña con convulsión febril en Albalatillo.
A ella, según confiesa, todavía se le ponen los pelos de punta al recordar aquella mañana del pasado 23 de febrero. La pareja, que forma parte del puesto de Sariñena, estaba de servicio cuando recibieron el aviso de una emergencia por posible atragantamiento de una menor. El mensaje de la central entró sobre las 12.30. Los agentes se metieron de inmediato en el vehículo y se dirigieron a la localidad de Albalatillo, situada a tan solo 7 kilómetros.
Antes de llegar al núcleo urbano, justo a la entrada, vieron un turismo que intentaba llamar su atención. En su interior, estaban la menor y su abuela. La mujer, que estaba sola con la niña, había salido a la calle en busca de ayuda, encontrándose con un vecino que optó por desplazarlas de inmediato al centro de salud de Sariñena. "La abuela salió del coche y me entregó a la niña", explica Herguido. Aunque en ese momento lo desconocían, Triana, de año y medio, estaba sufriendo una convulsión febril derivada de una infección en la garganta. Un cuadro clínico que puede resultar muy aparatoso y paralizar a los que lo presencian. "Solo vimos que no respondía y de inmediato, decidimos actuar", detalla la agente, relatando que la niña se encontraba desmadejada y seminconsciente.
Atendiendo al aviso recibido, la pareja procedió a practicarle la maniobra de Heimlich y en el segundo intento, la niña expulsó la mucosidad que obstruía sus vías respiratorias y comenzó a reaccionar. "Unimos nuestros brazos, con el fin de sostenerla con mayor seguridad y realizar de forma correcta el procedimiento", señala Herguido. "En aquel momento, uno ni siquiera piensa, solo actúa, poniendo en práctica sus conocimientos. De forma literal, su abuela puso su vida en nuestras manos y por suerte, todo resultó bien", añade Bravo. "Sin duda, será una de las cosas más bonitas que llegaran a ocurrirnos en nuestro trabajo, por el feliz desenlace y por haberlo hecho juntos", reconoce Herguido. Y es que además de compañeros de trabajo los agentes son compañeros de vida.
Tras lograr que la niña reaccionara, los agentes la subieron en el coche patrulla y, junto a su abuela, emprendieron rumbo hacia el centro de salud de Sariñena. A la entrada de la localidad, se encontraron con la ambulancia y los servicios sanitarios. Todos estacionaron en el aparcamiento de las piscinas municipales, donde atendieron a la menor y finalmente, decidieron enviarla al Hospital Universitario San Jorge de Huesca, donde quedó ingresada en observación.
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Los padres de la niña, que se encontraban trabajando, se muestran "muy agradecidos" por la labor desarrollada por los servicios de emergencia y en especial, por la rápida reacción de los agentes. También por su gran calidad humana. "Nos llamaron ese mismo día y después, han estado viendo a la niña. Su intervención fue vital", señala la madre de la menor, Mapi Mas, que les ha escrito una carta de agradecimiento.
Para ambos agentes, Sariñena es su primer destino como profesionales. Ambos tienen 26 años y son hijos de Guardia Civil. Bravo es natural de Teruel y Herguido, de Valencia. Los dos agentes estudiaron juntos en la academia de Valdemoro. Para ambos, haber podido participar en esta intervención "es un orgullo" y además, sirve para poner en valor la labor diaria del cuerpo de seguridad más cercano a la población del medio rural. "Nuestro objetivo siempre es el mismo: servir y proteger. Nosotros estamos aquí para ayudar al ciudadano y por ello, cuando las cosas salen bien, la felicidad es inmensa; este es el verdadero sentido de nuestra labor", concluyen.