Balbin era uno de los
nuestros
EAN LA TARDE del día de
San Guillermo Abad dimos tierra cineraria al gran periodista y comunicador José
Luis Balbín Meana en la colegiata de Pravia antigua iglesia jesuítica. Su esposa
Julia Mesonero colocó las cenizas en una mesilla arropada por sus dos hermanos.
Me emocioné a la vista de los despojos porque fui meritorio con él en Arriba e
hice las practicas en la Nueva España dirigida por Pérez de las Clotas. A los
dos nos interesaba Europa con prelación a la política española que siempre fue
autista y anda de la ceca a la meca mirándose el ombligo. Él fue corresponsal
de Pueblo en Bonn cuando pululaban por Alemania hombres de la talla del
canciller Erhardt, Willy Brandt o Helmut Schmidt. Yo lo fui del Arriba en
Londres y en Estados Unidos me especialicé en los anglosajones ca los que creo
conocer bien. Ahora de mayor soy kremlinólogo y creo moverme bien por el dédalo
de la política rusa. Balbín era uno de los nuestros. Uno de aquellos chicos que
salieron de la Escuela de Periodismo con la mente bien amueblada como diría Emilio
Romero. Practicaba un periodismo de excelencia, sugerente, iluminador de altura
y ese fue el éxito de su programa La Clave que todo el mundo añora y admira
porque los chicos de la radio y los plumillas de nuestras redacciones son
amanuenses sin inspiración sin ideas. en el mundo del gran Hermano fascista al
que estamos abocados pensar cada uno por su cuenta es peligroso. Es por eso por
lo que Felipe González EL Gran Filipo a las ordenes de esos extraterrestres que
dirigen la política mundial se cargó la Clave y Juan Luis Cebrián vendió la
prensa del movimiento a los norteamericanos por treinta monedas. El árbol de
Judas donde brota la sangre de los campos de Haceldama. Fuimos perseguidos de
una manera sorda sórdida por el sistema. No nos mandaron a campos de
concentración, nos conservaron los puestos de trabajo a cambio de la licencia
peligrosa de no hacer nada, fue un dolce fare niente que a muchos los sumió
en el alcohol la droga el asco y la desesperación. Algunos se suicidaron o se
murieron de aburrimiento. El gran Filipo por aquello de que Roma no paga traidores
creo que ha probado en sus carnes el cauterio que él aplicó a muchos. Balbín sobrevivió
languideciendo gracias a una esposa como Julia Mesonero, no todas las mujeres
son aptas para convivir con periodistas. Somos una gente difícil al que le pica
el morbo de las imprentas y tiene metido el duende de la información en el
cuerpo por eso muchos llevamos la cruz de las D sobre la frente deprimidos, dipsómanos,
divorciados. Julia al contrario hizo feliz a José Luis los últimos años de su
vida tras la amargura de la proscripción y la nube de silencio que nos envuelve
a los que de alguna manera colaboramos con el franquismo. La cualidad eminente
de este periodista al que dimos tierra era la inteligencia y el sentido del
humor, una vez nos contaba en Bocaccio lo que le pasó con su padre que era un militar
disciplinario y austero cuando llegó a su casa de Pravia a las tres de la
mañana. Entiendo hijo que te puedas tirar hasta las tantas en Madrid hasta las
tantas pero en Pravia nos acostamos pronto y los chigres cierran con el
telediario de las nueve, le dijo y él le contestó con una interjección
interrogativa: Ah ¿Y?
Otra de sus características
era la fascinación que ejercía sobre las mujeres sin dárselas jamás de donjuán pero
se le pegaban como lapas por su carácter por su bondad porque sabía escucharlas
y en una palabra las entendía. Sí José Luis era uno de los nuestros. Se ha ido
a montar un informativo con los luceros. Descanses en paz, camarada.
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