LISSEZ CELINE
Aquel verano de 1964 con veinte años recién cumplidos, yo llegué a París. Una batahola de libertad (la vacarme) me dio en los hocicos. Era hermoso no sentirse extranjero en aquella ciudad. En las paredes del túnel del metro había una fran pintada "Lissez Celine". Encontré trabajo en la Rue de la Pompe y todas las mañanas al tomar el metro de madrugada me topaba con aquel cartel mientras las radios emitían canciones de Gilbert Becaud. Recuerdo una:
Paris s´eveille
J´ai pas sommeil
Iba a trabajar a las fábricas de la banlieu hablaba con los obreros, muchos de ellos emigrantes españoles de la guerra civil. Ganaba mis primeros dineros y con los ahorros me compraba todos los días un libro de Gallimard de la colección livre de poche que valían dos grancos. Guardo todos aquellos textos en un cajón. "las cartas de mi molino", "La Nauseé" y todas las obras de André Gide y ahora retumba en mi memoria aquel anuncio Lissez Celine. Compré la novela de Celine pero noi la entendí. Ponía palabras que no traía el diccionario. Pura jerga. Argot dinámico y cuando un parisino "commence a bavarder comme ça! Es difícil seguirle. Parece que cantan, pero no es que se están quedando contigo.
Con mis primeros tanteos literarios vinieron los incipientes escarceos amorosos. Tuve una novia irlandesa. Muy católica.
La acompañaba todos los domingos a la misa en Notre Dame pero se resistió a ir a la cama conmigo porque decía "it is a sin" (es pecado) pero me permitía besarla y achicharrarla todo cuanto quisiera sin llegar a lo definitivo.
Una vez guiñé el ojo a una negra y resulta que era la esposa de un musulmán. Una tarde me encontré a la salida del restaurante con un negrazo que media más de dos metros y pesaba cien kilos que me dijo:
- Je te vais crasser la tête
Sí, yo a trancas y barrancas leía a Celine o al menos trataba. El negro celoso no me rompió la cabeza. Entonces en aquella Europa libre, desinteresada y desaforada no había surgido el morbo del antisemitismo. Se trataba de olvidar los horrores de la guerra mundial y muchos jóvenes como yo ignoraban que Celine había estado en chirona por colaboracionista.
Ahora bien, en su Viaje al Final de la Noche jamás se habla mal de los judíos. Lo que sí saca a relucir su defensa del pobre y del underdog siempre estuvo con los de abajo y como médico dispensaba asistencia sanitaria gratuita a los desheredados de la fortuna en París. Su prosa es como una tralla que pone a disposición del lector toda la jerga de los bajos fondos con ese tono cantarín y bufón del parisino. A pesar de criticar al sistema, amó la Francia.
Fue combatiente condecorado con la legión de honor en la primera guerra mundial. Una bomba le mermó la articulación de un brazo y los oídos le zumbaron toda la vida. Lissez Celine. Vive la France. Su recuerdo viene envuelto en los recuerdos de las canciones de BECAUD, Aznavour y Brassens. Su prosa es como una máquina de follar certera y contundente, no apta para paladares delicados. "Nuestra vida es un viaje invernal e infernal mirando al cielo donde las estrellas no lucen más
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