ENTRONIZACIÓN DE BENEDICTO XVI, EL PAPA ECUMÉNICO QUE LA IGLESIA NECESITABA
Antonio Parra
Il Campanone repicó gordo y
el mundo en la misa de entronización del nuevo papa, Benedicto XVI, creo que ha
vivido momentos de gloria y de esperanza. La apelación a la unidad del Romano
Pontífice así como la presencia de legados del patriarcado de Moscú,
Alejandría. Antioquía, del obispo de Cantorbery y de muchas comunidades
protestantes amén del muftí de Jerusalén y de imanes de varias mezquitas, ha
abierto un pontificado que viene determinado por el signo ecuménico y una carga
de espiritualidad y de fundamento teológico que faltó a algunos predecesores,
un hecho que desde estas columnas internautas nos encargamos de apuntar con
gran escándalo de muchos que se rasgaron las vestiduras y nos tildaron de
blasfemos.
A la Iglesia de Cristo,
después de un gran tiempo de dispersión y de imágenes arrolladoras le importaba
concentrarse más sobre sí misma, reagrupar filas, acercar al hombre del siglo
XXI al depósito de la fe y al mensaje del evangelio que es un comunicado de
alegría, hermandad, renuncia. Y eso sólo lo podría conseguir un habitual del
coro de Montecasino. Nápoles donde está situada la abadía sobre el valle de
Nursia que emplaza sus muros sagrados estaba de fiesta al igual que toda
Germania que ve sublimar a la cátedra de san Pedro a un bávaro - ojo que no un
prusiano como lo fue Lutero- ocupando el puesto número 265 de la lista y con un
nombre tan hermosamente limpio y de una gran tradición entre los sucesores de
san Pedro como el de Benedicto XVI. Atención que puede ser el papa de todos
poniendo a contribución toda la carne en el asador de su peso intelectual para
implementar las disposiciones del Vaticano II, sin menoscabo de que proclame un
regreso a la ortodoxia liturgia, pero siempre desde el espíritu del amor y de
la caridad, nunca desde los apriorismos y las descalificaciones gratuitas,
según la regla que siguen algunos de sus detractores que ya los empieza a tener
este hombre bendito y se han despachado a su gusto con insultos y bajezas
hirientes. Alguna prensa sobre todo la inglesa y la española me hacía pensar en
las páginas más burdas de “Fray Candil” y de la inmensa pléyade de libelos
anticlericales del siglo XIX.
Pero que nadie espere la
canonización de la sodomía, para confusión de Mr. Cobblers. El pecado
nefando es una aberración contra natura. ¡Pobrecillos! Merecen nuestra pena y
nuestras oraciones, nunca un sitial de privilegio en la Iglesia, que ha
sido siempre cosa de hombres y de mujeres entregadas a la causa del evangelio
nunca a la condonación del vicio o a una impropiedad de natura.
En cualquier caso, todo esto
es adjetivo. Nada tiene que ver con la sustancia. A lo largo de estas tres o
cuatro semanas que han conmovido al mundo hemos podido constatar aquellos que
vivimos con la antena bien desplegada la mano del Espíritu Santo. La elección
de Ratzinger puede ser una de sus dádivas. El primer papa alemán que yo
recuerde fue Gregorio V, antecesor de Silvestre II, el inventor del reloj y por
el cual sienten al otro lado de los Alpes significada reverencia, ya que
celebran con más fervor que ningún otro pueblo la “Sylvester Abend”,
último día del año. También hubo otro papa tudesco, aunque en realidad
era flamenco, Adriano VI pero que en la cronología cuenta como de tal
nacionalidad. Los Estados Pontificios deben su origen y personalidad a
Carlomagno y sobre todo a su hijo Pipino el Breve que otorgó a los
obispos de Roma el poder temporal sobre territorios hasta que éstos le fueron
arrebatados por Napoleón.
La historia del pontificado
está íntimamente entreverada con el Sacro Imperio Romano Germánico. La defensa
de la religión fue el móvil que puso en pie de guerra a Carlos V en el cenit de
la gloria, aunque después hubo también momentos de desdoro como, por ejemplo,
la lucha por las investiduras, la huida a Canosa y la abducción a penitencia
del propio Enrique IV que se prosternó a los pies del papa Gregorio VII, otro
monje benedictino que acabó sus días en el destierro y despojado de su silla
apostólica por el emperador actuando en rigor de venganza. Cosas de los hombres,
pero con tales mimbres teje la pleita de su cesto misterioso el Divino
Paráclito.
Hemos consultado la relación
de nombres papales y el que se ha impuesto Ratzinger y el de Benedicto se
distingue por haberlo tomado sacerdotes de una gran espiritualidad, de un
fuerte sentido canónico. Son grandes pacificadores, aunque no han dado ningún
santo, sólo un beato Benedicto XI y sí un antipapa y que era español: Benedicto
XIII que por no querer renunciar a su sede en Aviñón se retiró a vivir a
Peñíscola permaneciendo en sus “trece” sin corregirla ni enmendalla
hasta su muerte en la localidad castellonense.
Este alemán seguro que hará
bien las cosas. Está dotado de un fuerte carisma y tiene una sonrisa humilde y
unos ojos claros, descripción muy distante del sambenito de inquisidor o del
remoquete de “rothweiler” que le han endosado los ingleses. Ellos la
verdad no se distinguen por la elegancia de maneras a la hora de referirse al
obispo de Roma al que designan por lo menos el “bloody pope”.
-No bloodys and no fucks,
Mr. Parra – me decía a mí el director de un colegio en una escuela del Norte de
Inglaterra en la que enseñé castellano.
Y luego de ahí para arriba
haciendo caso omiso de las proverbiales reglas de cortesía. Los ingleses
siempre tan relamidos y pulidos pueden resultar bastos y lenguaraces. Lo he
observado siguiendo los programas de la BBC y del Sky News acerca de la
preconización del nuevo pontífice que apenas han tenido cobertura de forma muy
desemejante a la que dieron a la muerte de Juan Pablo II, caso insólito y
tenido por un santo en las Islas. Pero en ello - y que nadie se ofenda- juegan
los réditos creados por la política. Para los ingleses no hay amigos ni
enemigos sólo intereses. Polonia ha sido siempre su aliado natural en la
balanza de poderes contra Alemania y contra Rusia y Alemania su natural
enemigo. Miserias y grandezas de la condición humana. El peso de la púrpura.
Papas ingleses, sin embargo,
sólo ha habido uno y los alemanes se cuentan con los dedos de la mano. Por lo
general el colegio cardenalicio siempre se ha inclinado por los franceses y por
los italianos. A pesar de todo, creo que Benedicto XVI parece que lo han
vaciado en molde y da justo la medida del papa que todos necesitábamos, el “slandering”
y el cachondeo de los británicos y de los españoles miméticos y con complejo de
inferioridad frente a los hugonotes de los grandes “trusts”, para los tiempos
difíciles de la primera década del siglo XXI. Puede dar la campanada en
cuestiones de régimen interior (ordenación de hombres casados y admisión de la
mujer al altar en órdenes ancilarias, pero nunca el presbiterado) y sobre todo
la reanudación del dialogo con los ortodoxos. Este puede ser el pontífice que
haga que Roma y Constantinopla vuelvan a ser una. Lo dice este plumilla que un
día soñó entrar en el Russicum donde los jesuitas romanos preparaban
sacerdotes para ir a Rusia. El hecho de que el metropolita Cirilo, segundo del
patriarca Alejo II, asistiera como plenipotenciario a la pontifical de
preconización, es un avance de muchos enteros con respecto a lo que aconteció con
el papa Wojtyla. Que tuvo unas relaciones desastrosas con los rusos a pesar de
ser un papa del Este.
Llamó a los judíos con frase
de san Agustín en sus “Confesiones” los “hermanos mayores de nuestra fe”. Y
esta cita la hizo nada más comenzar su apelación ecuménica en la misa de
entronización, lo que desbarata ciertos argumentos de antisemitismo que
empiezan a sonar por ahí. Sin embargo, se registró en la ceremonia una gran
ausencia: la del Rabino Mayor de Roma. Que no pudo asistir pues precisamente
hoy celebran los hebreos su Pascua. ¿Una excusa o razón válida?
El nuevo papa ha
recibido palio de cordero pascual inmaculado y el sello sigilar. En sus manos
uno de los oficios más duros y con mayor responsabilidad que pueda haber en
esta tierra. La gracia del Espíritu suplirá las mermas y limitaciones de la
condición humana. Él nos lo conserve en salud muchos años.
Esta tibia mañana de domingo
de abril ha sido hermosa. Fui feliz contemplando la pontifical por televisión.
Es algo cicatera la vida con nosotros en ocasiones como ésta de suerte que
estos momentos, tan escasos, de felicidad y de elación para los que aman
las cosas espirituales tenemos que aprovecharlos.
24 de abril de 2005
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