BENEDICTUS... BENEDICTUS
Antonio Parra
Mágica noche de San Andrés, nos hicieron moler a tres. He vivido una noche
pascual de gozo a través de la televisión, una estación polaca retransmitía, en
los pródromos del invierno y doy gracias a Dios por la gracia concedida porque
aquello en lo que soñaba por lo que he laborado y he sufrido - la
reconciliación de los mundos y la paz en las Españas- se ha cumplido, de alguna
forma, y todo en embrión, no conviene cambiar victoria porque las fuerzas que
opugnan son poderosas, en la misa según el rito de San Basilio en la catedral
ortodoxa de Constantinopla.
El encuentro marca un hito suspirado de anhelos y de ocasiones perdidas
poniendo en principio fin a una disputa de diez siglos de excomuniones y de
anatemas mutuas desde los tiempos de Miguel Cerulario. Eso por un lado. Por
otro hay que tener en cuenta el aserto de “ex Oriente lux”. El cristianismo
tiene un origen levantino y esa zona se quiera o no se encuentra dominada por
el Corán y bajo la hegemonía del estado hebreo que es la gran potencia militar.
Hechos inapelables. El viaje pontificio a la cuna de la Media Luna y también
sede principal del Judaísmo ha sido un gesto de buena voluntad y esta huida a
Canosa de Benedicto XVI podría interpretarse no sólo como un argumento de que
la paz sea posible en el Monoteísmo sino un canto al diálogo de civilizaciones
que incoa nuestro presidente Rodríguez Zapatero con la aquiescencia y buenos
oficios del Departamento de Estado que es donde está verdaderamente el poder.
La política y este viaje aunque se describa por el Vaticano como una visita
apostólica ha sido un viaje muy político sin la “grandeur” de otros
sucesores de Pedro es el arte de lo posible. Allí iba Benedicto con su
sotanilla blanca. Parecía un obispo más entre aquella corte de arzobispos
orientales tocados con el gorro alto (cidaria) y los medallones de piedras
preciosas y recamados de oro de sus panagias
o medallones episcopales al pecho. Toda una lección de humildad. Diciendo:
“servus”. `Porque uno de los títulos del papa romano es el de siervo de los
siervos de Cristo. Una lección de humildad y un acto de servicio
No sé si me entiende pero el que tenga oídos para oír que oiga. Las
cosas están cambiando y camaleón que se duerme… Esta liturgia fue presidida por
su Santidad el papa Benedicto XVI. Oficiaba Su Beatitud el Patriarca Bartolomé
I escoltado por una nutrida clerecía de episcopos patriarcas y metropolitas
(Antioquía, Jerusalén, Bulgaria, Atenas etc.) Revestidos de sus casullas y
dalmáticas de brocado. Rozagantes capas magnas todo el boato y la pompa de
Bizancio. Un coro de monjes entonaba el benedictus que en la iglesia griega
suena a algo así como Agios... Agios. Y había un diacono jovencito que era la viva
imagen del zar Nicolás II que ya ha subido a los altares, canonizado por
el patriarca moscovita Alexis recientemente, vuelto hacia los fieles desde la
cancela de la Puerta de los Dones del iconostasio. Para entonar la colecta
equivalente al antiguo Dominus Vobiscum nuestro y que en rito oriental suena
como Sofía. Todos tengan paz y sabiduría. Agia Sofia es también para los
griegos la Virgen Santísima. Me asaltaron un tropel de emociones inefables que
no sé si seré capaz de expresar. Pero aquel diacono ¿se parecía al santo zar o
al padre Dimitri mi amigo y sacerdote de Cristo a cuyas celebraciones en la
catedral ortodoxa de la calle Nicaragua asisto algunos domingos? Otro diacono
se subió a un púlpito altísimo y cantó el Evangelio de la misa de San Andrés.
Los griegos nos dieron a los latinos un baño de liturgia y el papa desde su
estrado humilde y digno miraba como sobrecogido y perplejo. Era más que nunca
el siervo de los siervos de Cristo. Ese es en verdad uno de sus preferentes
títulos. Labor omnia vincit. El amor lo puede y la violencia y el odio no
sirven para nada. Esa fue la lección de esta visita a Estambul y su entrada
descalzo en la mezquita para orar al lado del muftí mirando a la Meca nada me
escandaliza, sencillamente emocionante. La película se rodó con esa nitidez y
esa grandeza que tienen las cosas sencillas. Allí sentado, tímido, sin
alardes, y sobrecogido por la magnificencia de los cantos maravillosos, las
santiguadas constantes y los plakoni (inclinaciones), del rito oriental
mucho más expresivo y solemne que el romano, el bullir del maestro de
ceremonias poniendo a todos los oficiantes al hilo para que ninguna rúbrica sea
pasada por alto y que cada palabra cada movimiento en grada y altar se adecue a
lo que pone el libro, dio una lección magistral. Ha sido seguramente su mejor
encíclica. No hicieron falta palabras. Bastaron los gestos en esta visita tan
difícil pues quedaban atrás mil años de discursos y de disputas entre teólogos
y gente de iglesia tan pagados de sí mismos. Griegos y latinos nos hemos estado
pegando bofetadas en el pasado por una conjunción copulativa que para más sorna
es enclítica. El Filioque del credo de Nicea que rezaron juntos y en
armonía. ¿Amanece un nuevo día en la historia de la Iglesia? No lo sabemos pero
Bartolomé y Benito han sentado las premisas de un dialogo ínter confesional con
las otras dos religiones monoteístas. A la hora de alzar o consagración que en
el rito bizantino se llama epiclesis el patriarca oficiante se quitó la tiara
de bordados riquísimos y apareció su frente algo dolorida y con la marca
encarnada de una rozadura pues le apretaba algo el bonete. Bartolomeos es
también humano. Está calvo pero su aspecto no podía ser más venerable rubio de
ojos azules de gestos hieráticos pero simpático, la barba nívea y rozagante. El
papa parecía cortado ante aquel derrumbe de gloria. El rito eslavónico de los
rusos es aun más fastuoso que el del Fanar y queda por supuesto Moscú. Mucho
rabo por desollar. El encuentro se proyectaba como problemático y difícil sobre
todo si sigue suelta esa ola de ruso fobia que impera en el ambiente y que
pinta a los rusos como demonios.
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