2021-03-12

 ORDENACION SACERDOTAL EN ALCALÁ


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ORDENACIÓN DE JOSÉ LUIS LORENTE EN LA CATEDRAL DE ALCALÁ

Cuando todo el presbiterio entonó el “Regina Coeli” a los pies de la Virgen del Valle gruesos lagrimones caían por las mejillas de mi amigo Silvano.

 Tal vez recordaba aquellas imposiciones de  de la sagrada orden del presbiterado que celebraba su obispo que se llamaba Daniel Llorente de Federico.

 Treinta tíos como treinta soles tumbados sobre el suelo, y el de la tercera fila, algo más joven y con menos canas mientras el coro atacaba implorante las letanías mayores, el alba blanca los zapatos bien limpios y la estola terciada de diacono,  era él: Silvano; la verdad es que era todo un espectáculo. 

Hoy en Alcalá sólo había un ordenando, lo que habla de la precariedad en punto a vocaciones, que si esto sigue así habrá que rezar la tienda por falta de quórum. Era un joven de Morata de Tajuña, que recién acabada la carrera de Filología inglesa, optó por meterse a cura. Por las temporas de septiembre cantará misa otro, ya diacono. Es ingeniero industrial pero en el seminario de Alcalá al que yo conocí con trescientos y pico seminaristas, una vez que los de Segovia vinimos hacerles visita, sólo quedan catorce.

 Esta penuria viene a darnos la razón de lo que estamos diciendo en este bloque: que si la Iglesia no abandona ese clericalismo maricomplejines de puertas cerradas, aspirantes al sacerdocio célibes y jóvenes y busca nuevos apóstoles en las escuelas, los hospitales, las universidades, las redacciones de los periódicos o en las mismas tabernas porque tambien en ellas se puede predicar la palabra de Dios, esto se acaba, para satisfacción y pitorreo de los impíos que andan hablando de la teología del preservativo – tienen al pobre papa de monaguillo ¿han secuestrado a Roma?- y se terminó. El compromiso con Jesús Nuestro Señor no requiere cataplasmas ni paños calientes. Se necesitan curas de caballo y examinar el pasado, medio siglo, por ver si se han cometido errores. Mi amigo Silvano estaba llorando como un guaje.

        -¿Qué te pasa, chaval?

(Bueno lo de chaval es un decir porque el Silvanete es ya talludito, la mirada algo vidriosa por sus muchos ayunos y la multitud de libros leídos, pero muy vital y un intelectual. Se nota que estuvo en los jesuitas y que sabe bien la Teología y fue gran estudiante de los Santos Padres. Es un bendito de dios. Pero más inocente que un cubo. Le engañan todos. Sus hijos se ríen de él, su mujer se fugó con su psiquiatra.

 En el trabajo lo toman por el pito un sereno y se lamenta con frecuencia no puedo más, no sé si llegaré a alcanzar la edad de retiro. Es medio poeta pero no ha publicado libros. Sus versos no los lee nadie. No le llaman sus amigos. Su móvil no suena jamás. Es de otra galaxia. Vive como en una nube.

 Pero a pesar de los palos y coscorrones que ha recibido en la vida él sigue tan inocente como al principio y se lo he dicho yo varias veces mira Silvano a ti te pierde que tienes mal pronto y crees en los reyes magos, bájate del burro y el me contesta mira quien fue a hablar. Bueno. Tendrá que ser así, me retruca. Le engaña hasta su criada y por una criada algo ligera de cascos colgó la sotana. Ay perillán. Perillán.

        -Nada que me acuerdo de mi ordenación. De las manos ungidas que me ató monseñor Llorente con un lazo blanco y puro. De cuando me puse por primera vez la casulla y el amito[1]. De mi padre y de mi madre que me acompañaron y ya no están.

Trato de consolarle pero comprendo y respeto sus lagrimas que son las mías pues Silvano y yo andamos por la vida pegando tumbos.

 Nos sentimos como marcianos en medio de un país que ya no es nuestro país, asediado por el tancredismo y la moral de conveniencia, ni la iglesia tampoco es la que nosotros soñamos. Está visto que no se puede ser quite. Si te metes a salvador te crucifican. Aunque somos amigos, no puede haber dos tipos más diferentes. 

Silvano es alto delgado, bien parecido, no fuma ni bebe. Se le daban bien las mujeres y yo soy bajito y mofletudo con mala leche, fumo como una coracha y bebo lo que me ponen cuando me pierdo por esas barras de Dios. Silvano va a caballo y yo en burro. A veces nos lo pasamos pipa y nuestra amistad inveterada honra la máxima de que un buen amigo es como un tesoro.

        -No te apures, hombre. Sursum corda.

La Virgen nos protege. La devoción a Nuestra Señora me une cada día más a mi viejo condiscípulo que me da a leer sus papeles. Se pone a escribir y no para. Se pone a hablar y va como una moto. 

Lo que pasa es que la gente no le entiende, está en otro nivel. Hemos hecho un pacto. Si él se muere antes que yo, trataré de encontrar un editor para sus libros. Algunos son canela fina y si yo la palmo antes que será lo más probable pues yo no me cuido y él es metódico para todo para la comida, el descanso y el deporte, él  que se lleve mis misales y mis breviarios y las crónicas que publiqué en la prensa del movimiento que tengo todas en fotocopia y encuadernadas a canutillo.

 Yo tambien soy aficionadillo a la literatura pero en honor a la verdad creo que no le llego a Silvano ni al cordón de sus zapatos. 

Quiero insistir que en esta misa de ordenación nos lo pasamos `pipa. La iglesia estaba de bote en bote y el obispo nuevo de Alcalá  mosén  Juan Antonio Reig Pla – no se si será de la familia de fabricantes del puro del mismo nombre- me pareció un obispón. Llevaba con garbo la mitra y los ornamentos episcopales y predica con una voz recia y tonante un hermoso sermón. Por el físico y por la voz se parece un poco al obispo de Segovia don Ángel Rubio. Son de la escuela eclesiástica valenciana surgida en torno al actual primado de Toledo. 

Pero pienso que es un iluso si piensa que los problemas del iglesia se arreglan cediendo parte de los inmuebles seculares de la iglesia- vivimos una segunda desamortización que está haciendo a algunos avispados millonarios- al diantre o quitándoles a los pobre curas parte de su jornal para dárselo a los parados.

 Eso es desnudar un santo para vestir otro. Tambien se chupan el dedos los dos obispos si piensan que van a llenar el seminario de chavales que nunca han oído hablar de Jesucristo y a los que se ha bañado el cerebro con cliché peyorativos sobre la religión y la eterna monserga del oscurantismo sexual (condones, píldora del día después, aborto libre, mariconeria). Todo como si el negocio de la salvación fuese un problema de bragueta. ¡Oh ceguedad de los mundanos cretinos!

 Quizás los impíos le estén ganando la batalla de la propaganda y hoy lo que hacen falta son periódicos, editoriales, Internet y otros pulpitos mediáticos desde donde la Iglesia pueda ejercer el magisterio eterno y civilizador. Eso o no ser. Los católicos se hayan en la peor encrucijada de su historia.

 Si tenemos la verdad en nuestras manos, ¿por que ese miedo a decir la verdad, por que tantos complejos? Hay ocasiones históricas en las cuales como ahora en que la prudencia puede volverse cobardía y a la aquiescencia a los dictámenes del malvado una estulticia.

 Si se condiciona la Crucifixión y la Redención a un tema tan intrincado y oscuro como es el Holocausto-espero que no lo proclamen articulo de fe o dogma porque entonces Silvano y yo abandonaríamos esta iglesia que se hizo esclava del siglo- nos encontramos con la pavorosa realidad presente. 

Es terrible que cuestiones tan de monto no se sometan a un debate público y para escándalo de los creyentes y triunfo de los impíos no se someta a un debate público según los usos y costumbres eclesiásticos. Si Roma locuta causa finita va a ser el apaga y veámonos.

 Lo que hace falta es una verdadera labor de evangelización y de moralización de una sociedad corrompida, sacar a Cristo a la calle y enfrentarse a los poderes lácticos. No caer en la trampa. Y aquí estamos cayendo en demasiadas trampas. Las competencias eclesiales van más allá de los intereses materiales tejas abajo. El clero, los obispos, los arzobispos, los diáconos han de mirar para arriba para la corona de la Virgen como hicimos Silvano y yo. Respice stellam. Voca Mariam. 

¡Que pena que hayan suprimido el latín! El ceremonial de órdenes sagradas es más simple que cuando nosotros íbamos a cantar misa. 

Se han suprimido las medias casullas, los lazos y los abrenuncios exorcistas al diablo al mundo sus pompas y vanidades.  Pero la misa fue hermosa en una radiante mañana de mayo. Luego el obispo nos invitó a los muchos asistentes a un piscolabis. 

Que sea enhorabuena. En Morata de Tajuña ondea en la torre la bandera blanca de los misacantanos. Esto no deja de ser un gozo. Para celebrarlo el Silvano y yo nos fuimos al "Geston" a comer y discutimos lo nuestro sobre el monotema mientras tomábamos unas cañitas. Él decía que yo soy un lerdo, y yo la contraria. Casi acabamos a mamporros pero no hay que preocupar. Mañana seguiremos tan amigos. Somos un poco como don Quijote y su escudero que quieren arreglar el mundo pegándose de testarazos contra los molinos de vientos. ¿Serán galgos o podencos?.. Digo yo que si serán molinos de viento.

 Dulce Santa Maria madre nuestra sácanos de nuestras dudas y protege a tu iglesia. Tarea ímproba. Con la iglesia topamos Sancho. Hasta hemos estudiado la posibilidad de apartarnos del mundanal y hacernos ermitaños. A lo mejor, émulos de san Frutos, nos pasamos la vejez en una cueva entonando glorias y kyries y salmos, lo que no estaría mal. Hay que ir pensando en ponerse a bien con dios. Arreglar un poco nuestra vida ya que no podemos arreglar el mundo.

18 de mayo 2009


 

A ALCALÁ, PUTAS, QUE VIENE SAN LUCAS



Pues como íbamos diciendo, señores míos, a Alcalá, putas, que viene san Lucas. Y no se encuentra en qué acepción o correlación tengan ambos valores: un evangelista y las buenas y sufridas mujeres que aplacan los furores del mundo con sus caridades de alquiler. Sin su concurso perecerían las repúblicas y las monarquías coronadas y hasta las dictaduras. Tendréis que hacer la vista gorda y ser un poco más tolerantes que se os pone cara de inquisidores. Hay siempre ojos que vigilan al otro lado del muro que ven sin ser vistos, escudriñan, indagan, valoran, resuellan, cortan trajes y pegan tijeretazos pavorosos de indignación con sus palabras, almas podridas, sepulcros blanqueados, se indignan y se hacen cámaras y luego echan toda la mierda en el ventilador pues en verdad os digo que Alcalá putas que viene San Lucas y el que quiera saber que marche a Salamanca aunque la verdad sea dicha nunca me entusiasmó Salamanca vivero de muchos prejuicios carcas. Mi ánimo es alcalaíno, tolerante y liberal.

El alma mater instituida por Cisneros graduó en artes a los dos príncipes de nuestros ingenios. A Cervantes y a Quevedo. Y ahora que lo pienso me pongo a temblar del pavor ante la cólera de las feministas que tan poco femeninas y tan sesudas, antiguas Hijas de María y hoy pupilas del inquisidor, quieren borrar de los diccionarios esa infame y a la vez querida palabreja. Mas, cata ahí que podrán liquidar con la palabra. Nunca acabar con el oficio. Y que me perdonen esas buenas mujeres a las que amé tanto.

Uno ha aprendido tanto en los libros cómo escudriñando el mundo del barro caído de las daifas. ¡Pobres! No acantearlas, villanos, ni siquiera a las cantoneras de la Casa Campo pero traviesos estudiantes han venido y estamos todos al cabo de la calle. Tan lenguaraces y tan poco comedidos en sus bufonadas y chascarrillos siempre a verlas venir a pupilo en casas del hambre y aventajados discípulos del Domine Cabra que mantista me era yo (pues mi colegio era sucursal de Alcalá y nuestro colegio o reformatorio de la piedad y cantera de vocaciones sacerdotales había que ser santo no quedaba otro remedio aunque muy pecador soy Señor que el espíritu está pronto y la carne es flaca, ay pecadillos nuestros, le doy limpiaparabrisas de la memoria y se me empaña el cristal no sé si de remordimiento o de llanto pero no nos pongamos sentimentales) fue fundado por Diego Laínez aquel jesuita que sostenía que a Dios rogando y con el mazo dando y un ojo en el cielo y otro en el suelo.

Iba a ser mantista (por atuendo la pañosa parda y la beca roja y el bonete de tres picos que había que quitarse siempre este gorro picudo que tanto nos entusiasmaba al pasar por la puerta de una iglesia o ante una imagen de la Virgen María o cuando nos encobrábamos con un cura arropado en su capa y guardando bien el colodro de los vientos mortíferos de aquella ciudad con una teja de cachemir) y caminar por las veredas de la Escolástica. Tú vales mucho, chaval. Tú tienes madera de santo. Lo mismo que llegas a cardenal. Ya veremos. Primero hacerme lo que se dice un hombre, pero antes hay que pasar por la tonsura y ascendiendo al ostiariado al subdiaconado para posteriormente ingresar las galas del diaconado. Esas son palabras mayores y ordenes lo mismo, pero yo nunca salí de minorista. Todo era como muy jerárquico y no se podían pegar brincos en el escalafón. Después presbítero y con un poco de suerte, hala, obispo. Largo nos lo fiáis. Vocación y entusiasmo no nos faltaban pero los ventalles de una calle estrecha y larga a la umbría en Pontefractum subsidiaria de Complutum ya digo eran mortíferos. Se te paraban los pulsos o se congelaban las esperanzas y si levantabas el gallo eras un díscolo o te ponían el matasellos de rebelde. Aquel tiempo me enseñó a conocer a la SRI y amarla en sus grandezas y sus miserias. En la pureza de vida de algunos de sus ministros y las corrupciones de otros. Los peores, los más taimados, los que parecían más místicos.

Algunos de los gramáticos cogían catarro y otros pulmonía y a otros teníamos que cantarlos el “entierrillo” pues se morían. Los inviernos de por aquel entonces eran lo que se dice inviernos.¡Caía cada peladilla! ¡Y qué carámbanos en los aleros, madre mía! No teníamos agua corriente y muchas mañanas al levantarnos al toque de campana habíamos de romper el hielo de la palangana, con la contera del zapato o la navajilla que todos usábamos para cortar el pan, para lavarnos como los gatos. Más de quinientos tíos oye y escaseando el aseo debía de oler a montuno que tú no veas. El aire te cantaba al entrar los primeros días pero luego te ibas acostumbrando. Además desnudarse enfrente del compañero era una falta contra la modestia. Como en todos los sitios cerrados y aislados del mundo la mariconería a la que llamábamos amistades particulares eran también una peste mortífera (Ahora las cosas cambiaron gracias a Dios aunque el celibato sacerdotal siga siendo a nuestro juicio una asignatura en la iglesia latina).

Y luego había que confesarse si por casualidad habías visto al gramático Anastasio o al retórico Perico en calzoncillos ya estábamos con la canción guerrera de los escrúpulos. Pues todas aquellas escabrosidades pertenecían al capítulo de la concupiscencia de la carne. A veces el director de novicios intrigado preguntaba de qué color eran.

Pues blancos, padre Muñana, blancos, igualitos que el caballo tordo de Boanerges glorioso. ¡Como van a ser sino! Blancos y largos hasta la pantorrilla vulgarmente denominados marianos. Por el envés con palominos

Gastábamos marianos anda que si hubiéramos usado los slips o taparrabos de ahora. El padre espiritual nos hubiese marcado doble penitencia.

Hay que tener guarda de la vista, hijo mío.

Si, padre.

Pídeselo a la Virgen.

sí, padre.

Pero a todo esto y cuando impartía tan saludables recomendaciones hacía el padre Muñana unas aproximaciones que no eran tan santas. Te apretaba las mejillas y se acercaba carrillo con carrillo a ti que tú no veas. Parecía que estábamos bailando un tango o un fox en lugar de arrollidarnos ante el tribunal de la penitencia. Entonces inocentes de nosotros pipiolos no lo sabíamos pero eso hoy tiene un nombre. A mí aquellos apretones me alarmaron y desde aquélla sigo teniendo ciertas reservas con ese tipo de confesión auricular o exmolegesis y creo que con esta postura no cometo aberraciones contra el dogma. Pienso que todo lo que es morboso es pecaminoso y no puede ser de Cristo

Por otra parte la aglomeración o los miasmas del aire la higiene era harto deficitaria. Cuando la gripe del 56 cascaron unos cuantos alumnos, estábamos amontonados en los dormitorios corridos. Era por el mes de octubre que me acuerdo como si fuera ayer y enterramos a siete en quince días del Menor y a cuatro del Mayor. Mi padre que estaba de maniobras vino a verme y tuvo una agarrada con el rector y quería sacarme de allí casi a patadas. Pero hombre de Dios, don Julián ¿cómo tienen ustedes a estos hijos de tan mala manera hacinados? Pero mi madre no le dejó porque su gran sueño en el mundo era tener un ungido hijo sacerdote. Toda su vida de dios estuvo preparando mi madre mi cante misa

Se declaró cuarentena y allá abajo estaba en el patio mi progenitor una tarde de otoño con las estrellas de teniente recién estrenadas pues acababa de ascender llamándome por mi nombre.

Antoñito... Antoñito

Yo en pijama me asomé por la ventana y ante las voces cuarteleras de mi padre se preparó un pequeño cachondeo en la enfermería. Mi padre tenía una voz potente de sargento mayor. Aparecí por la ventana que daba al callejón en la muralla casi frente por frente de la Casa del gobernador civil, a la sazón, el murciano Pascual Marín Pérez. Me daba un poco de vergoña pues tenía casi 38 de fiebre y una tos perruna que no se me quitaba. Le acompañaba un machacante que llevaba en la mano un talego blanco. A través de la reja me lo entregó. Era el añorado matute. Venían unos choricillos de Cantimpalos una hogaza de pan del pueblo y dos botellas con agua de limón.

Ten para que hagas gárgaras.

Sí, papá.

Repartí el yantar entre mis camaradas y no sé si del susto de ver a mi padre artillero que me llamaba desde la calle cuando estábamos rezando la sabatina o del gusto de los chorizos y de las lonchas de jamón se me pasó la fiebre y me dieron de alta. Siempre me acordaré de aquella experiencia en que estuvieron a punto de cantarme el gorigori porque la temperatura me subió a cuarenta y algo y yo creo que vi el túnel ese de calma que aseguran haber contemplado los que estuvieron a punto de tramontar la frontera entre la vida y la muerte, y flotar, empecé a flotar. Me veía flotar como si el alma se me saliese del cuerpo y se encaramarse al techo y, colgada del globo de la lámpara circular, contemplase a mi propio cuerpo yacente.

Tienes madera de santo nos decían. ¿Madera de perdedor? Nunca pondré la mano en el fuego pero aquella enseñanza fue tan penetrante y eficaz que lo que aprendí aquellos nunca se apartará de mí. El amor a la letra muerta. El entusiasmo con la grandeza y la belleza de la Iglesia. La liturgia. El paso del tiempo. La armonía de las estaciones del año o el movimiento cíclico del calendario, la carrera de los días que remeda a la de los astros. El amor a la vida. El complejo de culpa combinado con cierto optimismo, a sabiendas que Dios perdona. Los terrores del infierno y una cierta prevención hacia la mujer. Cárcel de amor fueron aquellos años. A pesar de todo si volviese a nacer yo volvería a mi pupitre de aquel estudio de ventanales con vistas a la sierra donde la Dama Nevada era un testimonio estimulante a viajar a otros mundos —¿qué habría detrás de aquellas crestas de nieve? — El mundo— ¿Y qué era el mundo? Nos hicieron soñadores. Utopistas. Yo tenía una visión del mundo curiosa y pecaminosa pero había que ganar almas para Dios, ser apóstol etc., cabalgando en la escoba de la imaginación. La loca de la casa. Ya estamos. Yo era entonces y lo sigo siendo un fantasioso. Mi peregrinación por la tristeza y por la dicha. Amor profano y amor ideal. A Alcalá putas que viene san Lucas. O Petrarca y el Dante siempre buscando a su Beatriz o a su Laura. Hégiras místicas escalando las cimas de la santidad y bajada al valle o la sima de las cantinas y guaridas de la Trotaconventos Antes morir que pecar. Más adelante iría al Toboso creyendo que allí encontraría a Dulcinea. Era solo Maritornes pero a mí Maritornes me hace mejor servicio que todas esas beldades que al fin serán también pasto de gusanos pero siempre con tales flaquezas fue tolerante como buen español que siente en lo más profundo la huella del catolicismo y mi olla mi misa y mi María Luisa; por eso siempre anduve a trompazos con las mentes de vía estrecha, los garbanceros, las inteligencias de mosquito, los rencorosos, los difamadores o los que no tuvieron la suerte de encontrar esa fe de principios que me inculcaron desde niño.

De la taberna al tabernáculo hay solo un paso y las casuchas de mala muerte se recuestan contra los muros altivos y solemnes de la catedral. Así que estos días he vuelto con tristeza a las aulas de lo que fuera mi alma mater. La casa está vacía pero la imponente fachada herreriana sigue ahí con sus impresionantes acroteras que abarcan la esfera armilar en redondeles del mundo y la cúpula en forma de alcuza. “Aceitera” llamábamos los estudiantes a aquella torre y paseado por los tránsitos filosófales donde estaba el edículo de la Señora a la que amé tanto, patio de un solemne renacentismo y lo que se dice una casa jesuitina pero han esquilmado la biblioteca, han quitado la campana cuyos golpes marcaron los pasos de nuestra vida colegial. Campanas de la torre alcuza que ya no retiñen. Las han vendido seguramente para fundirlas en balas o a lo mejor para fabricar teléfonos móviles. Ya por entonces empezaron a llegar las bandas rapaces y merodeadoras de los anticuarios. Se dedicaban al trato de obras de arte. Castilla se quedó sin las tallas de los santos de sus retablos y desnudo de sus piedras. Las ménsulas y las florituras en arenisca de sus capiteles historiados todos se los llevaron hombre por dios ¡Qué expolio! Fue mucho más temible la modernidad que la francesada y el propio judeomasón Mendizábal y su política de exclaustración monástica y desamortización de iglesias y conventos no acabó con tanto. Rapiñas y esquilmos. Todos a por el oro de la Iglesia. Las vírgenes negras amamantadoras de preces y sueños adornando los tálamos de los poderosos.

Tutora del reglamento aquel bronce nos mantenía derechos como una vela haciendo divisiones de los espacios del día. A cada actividad una cuadricula y parece que todo te lo daban hecho. A las seis y media tocaban diana. Y ahora a misa y luego estudio después bajada al refectorio más tarde quiete o recreación paseo clase estudio preces reserva del Santísimo el “sub tuum presidium” con el que nos acogíamos al manto de la Virgen; meditatio mortis y a la piltra. Vida cuartelera.

No teníamos tiempo ni para pensar en nosotros mismos. Por eso entre nosotros se desconocía la depresión. Si dejabas la cama sin hacer o ponías el bonete de medio lado o la beca torcida— ¡cuántas veces me acordé de aquella beca roja de mantista estola y escala de sabiduría! — te caía un réspice o rapapolvos del presidente. El señor presidente, otro seminarista de los cursos superiores, era una especie de comisario que nos tenía a todos derechos como vela y nos hacía a todos guardar la línea. He vuelto al lugar y me he dicho:aquí está mi hontanar. Aquí todo empezó. El alma mater en que me empedraron con sorites y silogismos. Aprendía a escanciar a Horacio y a traducir a Cicerón. Me hicieron un rebelde y un humanista. Aquella idea del mundo cabal total y congruente lógica como lógico es el catolicismo no se borrará de mi mente

La verdad es que la vida no es como me contaron aquellos buenos padres educadores. No guarda un rigor lógico. El bien y el mal no están trazados a cordel ni vienen marcados por una divisoria de la misma manera que los conventos y las catedrales suelen estar al lado de las mancebías. Todo es un magma común. Un totum revolutum y la vida no tiene argumento como tratan de explicarnos las malas novelas. No hay consecuencia temporum ni concatenación de acontecimiento. Es una cadena sin eslabón. Pero no me quejo. En aquella casa encumbrada en el cerro más alto de la ciudad fui feliz lo que me permite sonreír con benevolencia cuando alguien cuenta un chascarrillo. Bah chiquilladas. Nada tiene importancia y a Alcalá putas que llega san Lucas. En la ciudad complutense por lo que trasciende de lo que Quevedo escribió debía de ser memorable la feria del santo. Que hasta los más sesudos catedráticos se iban de picos pardos. Aliquando dormitat Homerus y no viene mal una canita al aire... No eran llegados aun los tiempos de intolerancia cero.


3 de diciembre de 2006

se puso el domine al poste tenemos que hacerle algunas preguntas al domine las ruedas de prensa se organizan akl salir de clas y allí estaba el pobre Padre Valorado asaetado a preguntas de los gramáticos y retóricos. Era el padre Regatillo

 

SAN LUCAS PATRÓN DE LOS ESTUDIANTES DE ALCALÁ. Hoy comenzaba el año lectivo


Desde la edad media para atrás todos los que estudiaban y se afanaban por adquirir sabiduría tuvieron por abogado a san Lucas. En Castilla y sobre todo en Andalucía fue un santo muy popular sobre todo en las ferias. Dos consideraciones al respecto:

  • Era médico

  • Pintaba iconos, según la tradición e hizo un retrato de la maternidad de la Virgen que es el más venerado a fecha de hoy tanto en occidente como en oriente.

  • Era un judío antioqueno que escribe el evangelio de los gentiles, guiado por san Pablo, con una prosa rápida y brillante en la cual se dan los detalles más humanos de la vida del Señor. Pero de su vida se sabe muy poco.


En la Sorbona se abría el curso escolar el 18 de octubre y esta costumbre fue tomada por otra de las grandes universidades europeas, la de Alcalá.


De todos los rincones de Castilla, Andalucía, Portugal e incluso Irlanda y Escocia se veía trotar por los andurriales y vías de herradura camino de la vega del Henares a los estudiantes a lomos de sus pollinos con las artolas rebosantes de libros.


Los más adinerados, los hijos de conde, los príncipes y los bastardos de los reyes o de los obispos y cardenales viajaban en coche o carroza acompañados de sus pajes. Los clérigos y los frailes siempre en mula hacanea o en burro y éste siempre castrado.


Pero en estas doctas caravanas- va de recua mi dómine, se decía, porque con motivo de la fiesta de san Lucas algunos presbíteros dejaban sus curatos y se acercaban a la ciudad complutense para echar una cana al aire con motivo de las fiestas- no faltaban los picaros, los azotacalles, y como no las ninfas del cantón siempre al husmo de soldados y de estudiantes.


A Alcalá, putas que llega san Lucas. Tanto Villon en La Balada de los Ahorcados como el gran Quevedo en El Buscón hacen juegos malabares y cuentan chascarrillo a costa del más claro y tierno de los evangelistas sinópticos.


El catolicismo es la única de las grandes religiones mistéricas que se permite cierto relajo y un poco de sentido del humor que a los más pudibundos sonará a irreverente. Y es que la vida de los estudiantes era muy dura.

Siempre lo fue. Abandonaban sus pueblos e iban a la docta aula complutense a estudiar latines, hierbas, algo de astrología, geometría y sobre todo música.


Algunos estaban en cañones y se les veía el pelo de la dehesa pero con el hambre y las travesuras siempre se espabila. Ser manteado por novato, escupido o ir a dar con los huesos en el cagadero estaba a la orden del día.


El bueno de Pablillos por equivocación acaba dándose un baño de mierda en la letrina. Quevedo toma la idea de Boccacio. El año lectivo comenzaba el día de san Lucas. Era el Michaelmas hasta la Navidad que empezaba con las fiestas del obispillo.


Las clases se reanudaban por san Antón (Quinquelmas) hasta la Semana Santa. El último trimestre era el de Pentecostés que duraba hasta mediados de julio. Los estudios se prolongaban doce años.


Seis de humanidades divididos en tres años de gramática, tres de retórica. Tres de Aristóteles y otros tres de de Teología. Al término de la filosofía muchos se ordenaban minoristas. Pero no todos seguían la carrera eclesial. La mayor parte al consumar la teología cantaban misa y volvían a sus diócesis o a sus monasterios.


Los médicos y cirujanos no solían ser religiosos. Pero sí los botánicos y algún boticario. Al graduarse recibían el bonete los doctores y la orla los bachilleres.


La universidad se componía de doce colegios. Cada uno se distinguía por una vestimenta especial y el color de la beca que variaba a tenor con la Facultad o la disciplina que se quería acometer.


Al ingresar en cualquier colegio era imprescindible la sotana, la loba y los manteos del traje talar. Los estudiantes vestían de negro y las sotanas eran de límiste de Segovia, el calzón de pana debajo de los hábitos.


Los dormitorios eran corridos o con camarillas separadas por biombos o cortinas pues muy pocos gozaban de habitaciones independientes El régimen diario de un estudiante de Alcalá hacia el siglo XVI era más o menos así:


  • levantarse a toque de campana a las seis en veranpo y a las siete en invierno

  • al saltar de la cama todos rezaban sus oraciones de rodilla bajo la vigilancia de un mayordomo.

  • Aseo seguido por la ingestión de un caldo en una escudilla

  • A las seis y media-una hora más tarde en invierno- comenzaban dos horas de estudio precedidos por el cántico del venicreator. El estudio se combinaba con la clase de prima que era la primera del día. Era lo que llamaban “dar licción”

  • Misa rezada

  • Se almorzaba a las once de la mañana

  • Al mediodía rezo del angelus seguido de una lección.

  • de canto y música

  • varias clases hasta las cuatro.

  • A las cuatro y hasta las cinco quiete o recreación

  • Una hora de estudio

  • A las seis se cena, la comida más fuerte del día

  • De seis a nueve paseo por Alcalá

  • A las nueve se reza el rosario en comunidad

  • Diez de la noche toque de oración y todos a dormir avisados por el arrullo de la campana en el toque de Ánimas.


Los domingos y fiestas de guardar no había lección pero preceptivo asistir a la misa cantada. La jornada se combinaba con paseos y ejercicios de equitación. Los nobles estaba autorizados a ceñir espada y parte muy importante del currículo eran los ejercicios de esgrima y de equitación. Para los que iban a ser soldados. Pero para los tonsurados era muy importante la asignatura de Música.


 

horario y costumbres de los estudiantes de alcalá


SAN LUCAS PATRON DE LOS ESTUDIANTES DE ALCALÁ. Hoy comenzaba el año lectivo


Desde la edad media para atrás todos los que estudiaban y se afanaban por adquirir sabiduría tuvieron por abogado a san Lucas. En Castilla y sobre todo en Andalucía fue un santo muy popular sobre todo en las ferias. Dos consideraciones al respecto:

-       Era médico

-       Pintaba iconos, según la tradición e hizo un retrato de la maternidad de la Virgen que es el más venerado a fecha de hoy tanto en occidente como en oriente.

-       Era un judío antioqueno que escribe el evangelio de los gentiles, guiado por san Pablo, con una prosa rápida y brillante en la cual se dan los detalles más humanos de la vida del Señor. Pero de su vida se sabe muy poco.


En la Sorbona se abría el curso escolar el 18 de octubre y esta costumbre fue tomada por otra de las grandes universidades europeas, la de Alcalá.


De todos los rincones de Castilla, Andalucía, Portugal e incluso Irlanda y Escocia se veía trotar por los andurriales y vías de herradura camino de la vega del Henares a los estudiantes a lomos de sus pollinos con las artolas rebosantes de libros.


 Los más adinerados, los hijos de conde, los príncipes y los bastardos de los reyes o de los obispos y cardenales viajaban en coche o carroza acompañados de sus pajes. Los clérigos y los frailes siempre en mula hacanea o en burro y éste siempre castrado.


Pero en estas doctas caravanas- va de recua mi dómine, se decía, porque con motivo de la fiesta de san Lucas algunos presbíteros dejaban sus curatos y se acercaban a la ciudad complutense para echar una cana al aire con motivo de las fiestas- no faltaban los picaros, los azotacalles, y como no las ninfas del cantón siempre al husmo de soldados y de estudiantes.


 A Alcalá, putas que llega san Lucas. Tanto Villon en La Balada de los Ahorcados como el gran Quevedo en El Buscón hacen juegos malabares y cuentan chascarrillo a costa del más claro y tierno de los evangelistas sinópticos.


El catolicismo es la única de las grandes religiones mistéricas que se permite cierto relajo y un poco de sentido del humor que a los más pudibundos sonará a irreverente. Y es que la vida de los estudiantes era muy dura.


Siempre lo fue. Abandonaban sus pueblos e iban a la docta aula complutense a estudiar latines, hierbas, algo de astrología, geometría y sobre todo música.


Algunos estaban en cañones y se les veía el pelo de la dehesa pero con el hambre y las travesuras siempre se espabila. Ser manteado por novato, escupido o ir a dar con los huesos en el cagadero estaba a la orden del día.


El bueno de Pablillos por equivocación acaba dándose un baño de mierda en la letrina. Quevedo toma la idea de Boccacio. El año lectivo comenzaba el día de san Lucas.  Era el Michaelmas hasta la Navidad que empezaba con las fiestas del obispillo.


Las clases se reanudaban por san Antón (Quinquelmas) hasta la Semana Santa. El último trimestre era el de Pentecostés que duraba hasta mediados de julio. Los estudios se prolongaban doce años.


Seis de humanidades divididos en tres años de gramática, tres de retórica.  Tres de Aristóteles y otros tres de de Teología. Al término de la filosofía muchos se ordenaban minoristas. Pero no todos seguían la carrera eclesial. La mayor parte al consumar la teología cangtaban misa y volvían a sus diócesis o a sus monasterios.


 Los médicos y cirujanos no solían ser religiosos. Pero sí los botánicos y algún boticario. Al graduarse recibían el bonete los doctores y la orla los bachilleres.


 La universidad se componía de doce colegios. Cada uno se distinguía por una vestimenta especial y el color de la beca que variaba a tenor con la Facultad o la disciplina que se quería acometer.


 Al ingresar en cualquiuer colegio era imprescindible la sotana, la loba y los manteos del traje talar. Los estudiantes vestían de negro y las sotanas eran de límiste de Segovia, el calzón de pana debajo de los hábitos.


Los dormitorios eran corridos o con camarillas separadas por biombos o cortinas pues muy pocos gozaban de habitaciones independientes El regimen diario de un estudiante de Alcalá hacia el siglo XVI  era más o menos así:


-       levantarse a toque de campana a las seis en veranpo y a las siete en invierno

-       al saltar de la cama todos rezaban sus oraciones de rodilla bajo la vigilancia de un mayordomo.

-       Aseo seguido por la ingestión de un caldo en una escudilla

-       A las seis y media-una hora más tarde en invierno- comenzaban dos horas de estudio precedidos por el cántico del venicreator. El estudio se combinaba con la clase de prima que era la primera del día. Era lo que llamaban “dar licción”

-       Misa rezada

-       Se almorzaba a las once de la mañana

-       Al mediodía rezo del angelus seguido de una lección.

-        de canto y música

-       varias clases hasta las cuatro.

-       A las cuatro y hasta las cinco quiete o recreación

-       Una hora de estudio

-       A las seis se cena, la comida más fuerte del día

-       De seis a nueve paseo por Alcalá

-       A las nueve se reza el rosario en comunidad

-       Diez de la noche toque de oración y todos a dormir avisados por el arrullo de la campana en el toque de Ánimas.


Los domingos y fiestas de guardar no había lección pero preceptivo asistir a la misa cantada. La jornada se combinaba con paseos y ejercicios de equitación. Los nobles estaba autorizados a ceñir espada y parte muy importante del currículo eran los ejercicios de esgrima y de equitación. Para los que iban a ser soldados. Pero para los tonsurados era muy importante la asignatura de Música.


I LOVE ALCALÁ


































 

ALCALÁ
















 

homenaje a mi alma mater alcalá por antonio parra galindo

 

 

EL ESTUDIANTE DE ALCALÁ QUE SE REENCARNÓ EN ARCHIVERO

 

La impresión que tuve cuando en el año 2009 llegué a Alcalá una madrugada de enero a cumplir con mi último año de archivero1 hube la impresión tenaz de que yo había estado allá antes, quizás una vida pretérita, había paseado por aquellas calles, guarecido del sol y la lluvia bajo los soportales del Calle Real, haber tenido a un físico la bacinilla mientras practicaba una sangría a un paciente de bubas en el hospital de Atarazanas por cuyas crujías iba y venía un postulante cojo que era cojo y calvo y hablaba con ese tonillo de los de Azpeita proflglando su discurso de concordancias vizcaínas, trayendo orinales y pericos, gasas, sanguijuelas y pomadas, con mucha diligencia pero con algún asco pues había tomado el oficio de enfermero como penitencia por los pecados de su vida anterior, que el veterano de las guerras de las comunidades aseguraba haber sido muchos, y por los que lloraba constantemente hasta salirle surcos en las mejillas de los regueros de tanto llanto, inflamado de orgullo humano y amor divino - yo no lo vi, claro, me lo contaron los que daban ejercicios-, pero cuando lo dicen… Iba el buen donado arrastrando la pata chula que la tenía tiesa desde que le pegaron un zambombazo en el castillo de Pamplona. Decían que había sido soldado, acérrimo del emperador- y como buen realista nos miraba por encima del hombre a nosotros pobres comuneros- y que estaba allá viviendo de la caridad de unos teatinos aunque se juntaba con alumbrados y gente de dudosa procedencia.

También me había cruzado con otro estudiante zambo, corto de vista y largo de lengua, el que luego tendría entre sus dedos la pluma mejor tajada para contarnos cómo España por defuera y por de dentro con sus versos castellanos, con sus decires, coplas y donaires, en verso y en prosa. Éste andaba con los cuadrilleros dando novatadas y cobrando el portazgo a los novatos del convite al banquete nada más ingresar al pupilaje, La Patente, que se dice, y a unos les arrebataban el sombrero a otros les ponían perdida de gapos la capa nueva, o les traían un jarro para darles a beber cerveza y no era cerveza pues aquella maldita encella había sido utilizada como sillico donde meara toda la cuadrilla a escote, y de hoy en un año; a otras les mandaban echar calle arriba a la pata coja y les lanzaban piedras mientras el cachicán del rey de gallos prorrumpía en estentóreas risotadas:

-¿Ponen las gallinas?

-Creo que sí. Ya es san Antón. La gallina pon y cacarean las pitas por los corrales, que las estoy oyendo, y se está bien al sol.

-De ¿Dónde es vuesa mercé?

-De Carrión de los Condes, señor.

-No me digas señor. Dime coleguita. Y ahora para ver como andas de recursos te vamos a mantear.

-No. No por vida de mi madre.

Protestas inanes. Entre cuatro o cinco trajeron una cortina de paño morado con las que se atapan los altares en tiempos de Pasión y alzaron por los aires al palentino una y otra vez. Lo subían, lo bajaban y hacían como querer dejarlo caer en el santo suelo hasta descoyuntarse como si fuese una manta palentina a la que la doméstica zurra el polvo en el balcón. Uno de los manteadores dominado por el estro profético había leído el futuro y pronosticó la llegada de guerreros por el aire.

-Así volarán algún día los paracas2.

-Bajarme de aquí fementidos, hideputas.

-No. Bartolo, no aguanta, no seas caguita. Los soldados de Cristo han de soportar todas las pruebas con buen talante.

-No ésta- exclamó el palentino- que voy a vomitar.

Implacables no se apiadaron de las voces que daba el neófito que no paraba de gimotear y de proferir ayes y de llamar a su madre.

-Ay madrecita mía que mal día amaneció para mí.

-¿Cómo te llamas?

-Teofilo

-Pues Teofilo te vas a acordar del día de san Antón hasta tu graduación cuando vuelvas a tu obispo con tu bonete y tus cartas dimisorias de misacantano.

Poco después corrieron el gallo y hubo otras bromas, muchas jácaras. Decían que el masto lo había traído de Mastrique un luterano con lo que fue mayor el ahínco con que le sacudían estopa al animalito y el enojo con el que le arrancaron el pescuezo aquellos malos cristianos.

-¿Qué hacéis hijos del gran demonio?

-Pues no lo ves. Cortarle la cresta al hereje.

-Al hereje. Al hereje- gritaron todos a coro.

Los estudiantes estaban ya beodos. Puede decirse que al cuadrillero mayor de estas justas que era un teólogo portugués que de allí a poco iría a parar como capellán santiguador a uno de los tercios viejos creyendo que el ave era el que más zurraba al rey de gallos y cabalgó su jumento a los cuatro pies exhibiendo su trofeo chorreando sangre hasta la plaza.

Tan divertidas escenas no las padecí yo, que siempre me suelo hacer el longuis y escurrir el bulto en tales situaciones de pintar bastos, por vivencia material, aunque sí espiritual. Creo que las había leído en algún libro picaresco o a lo mejor fueron una nefasta experiencia de los estudiantes de latinidad de los que formé parte en la vida que me precedió.

Iban avanzando las nubes del entrelubricán y remejaban las sombras los campos yertos con alguna claridad. Amanecía dios igual que entonces sobre las riberas del Henares, y la vida tiritaba bajo la helada, se escuchaba el campanil de las clarisas, y en otras muchas iglesias de la población anunciando que ya habían dado cuenta de maitines y laudes. Sobre la cúpula de la catedral de los Santos Niños las cigüeñas complutenses que son las más elegantes y majestuosas de la península ibérica – se las nota en el volar- descabezaban su último sueño con su singular modo de dormir a la pata coja pues la cigüeña según dice el refrán alta vive, alta vuela y en lo alto toca la castañuela.

-Diga usted que sí. Cigüeñas vigilantes del Henares donde las ninfas moran crotorando silogismos. Son la viva imagen de la castidad, la fidelidad y la paciencia.

A Teofilo por fin lo dejaron en paz los tunos y vino a recogerlo una mujer que, movida a piedad, lo llevó a su aposento donde lo lavó, cepilló su capa llena de salivazos e indignidades.

-Hijo, te han vuelto eccehomo. Dichosos muchachos.

El manteado nada dijo pero las caridades de la dueña le hicieron revivir. Fue al arca y extrajo un bodigo de la última cocedura cortó el corrusco y se lo entregó junto con un dedal de aguardiente. Su desfallecimiento se debía no al manteamiento sino que no había comido en dos días.

Alcalá lo resucitaba de la misma forma que me reencarnó a mí. Pues yo también volví en la españolísima ciudad a la vida por un complicado proceso de metempsicosis intelectual. Podía ser uno de aquellos estudiantes y continos que arrastraban la loba sin mangas y flameaban becas al viento multicolores cada uno con el color y la divisa del colegio del que procedían (granate el de los ildefonsos, amarillos los de Atarazanas y verdes los de san Marcos, blancos los cistercienses y dominicos).

Acabada la cátedra de prima aquel abigarrado mundo de estudiantes era un espectáculo. Teólogos y minoristas usaban sotanas y los canonistas portaban un bonete de tres puntas en la cabeza que entre los jesuitas era bisunto. Poco después de entrar yo al Estudio General los licenciados en Artes empezaron a gastar balandrán cubridero por cima de los hombres y teja (sombrero sin alas que llevaron los clérigos españoles toda la vida.

Como venía aterido y en tren de cercanías no había calefacción, para entrar en calor me arrimé a la barra de una taberna e estaba frente por frente de un gran seminario vacío de traza neogótica. El chigrero un rumano por nombre Ventila salió a servirme. Le pedí un aguardiente de los Carpamos zwuiska de 40 grados.

-Bona zwuiva.

-Buenos días.

Se sorprendió Ventila de mis conocimientos de la lengua románica hablada a orillas del Ponto por los soldados de Trajano que guarda su raíz latina en conjugación con muchos aditamentos eslavos y turcos por lo cual conserva una prosodia endiablada.

-Sé también decir Xristós enviat3.

-Ahora no es Pascua.

-Si me das otro chupito de ese coñac hablaré no sólo el rumano sino el griego, el búlgaro y hasta el húngaro que no es idioma indoeuropeo.

-Birak4 - repuso Ventila que era de una región del Danubio frontera con Hungría, frotándose las manos. A la legua se notaba que aquel fondista extranjero no era tan cruel y áspero como los taberneros nacionales gente odiosa y encanallada y que sabía seguir la corriente a los borrachos y aguantarlos. No echarlos a la calle o pegarles.

Sin embargo aquel aguardiente de los Cárpatos tenía poco que ver con aquel vino chirle que nos servían en el refectorio los días de fiesta de guardar y con el que ayunábamos el viernes Santo para refrescar el gañote de nuestros queridos domines cuando andábamos a pupilaje. De mis labios surgieron cantos de alabanza al dulce néctar traicionero que pasa bien pero luego habrá que mearlo. Entra acariciando Baco en sus dominios y se apodera. Los que sucumben a los falaces halagos de la bebida saben que no hablo a humo de pajas:

Ave color vini clari

Ave sapor sine pari

Tua nos inebriari

Digneris potantia

Oh felix venter ubi intraris

Et felix guttur

Quam rigabis

Oh felix os

Quod lavabis

Oh beata labia5

Y a través de aquellas coplas tabernarias en latín surgió el monje giróvago que llevo dentro de mí. Los parroquianos me admiraban por mi capacidad de ingesta y el don de lenguas aunque estaba inspirado más por Baco que la Blanca Paloma. A sus ojos yo era un resucitado, un español que no se parecía a esos otros españoles taciturnos y reconcentrados en sí mismos del siglo XXI que nada tenían que ver con sus predecesores y me deseaban buena madrugada. Buona diminuta. De todas las horas del día era la amanecida la que más me gustaba. Puerta por puerta de la cantina del dacio estaba la iglesia ortodoxa. Celebraban la navidad. Olía a incienso. Un orfeón esparcía por la nave de la antigua católica preces de un maravilloso concento retando a las preces que decía deprisa un diacono muy gordo desde el antifonal. Prostérneme en tierra y besé los santos íconos y los ecos de la plegaria diaconal me transportaron miraculosamente al sopista con poca fortuna que había sido hará lo menos quinientos años.

Clareaba el día y Alcalá se había transformado. La vía del tren volvía a ser la estrata romana que había sido durante mil años y los regimientos ilustres como el Villaviciosa XIV volvieron a su antiguo ser de los castra romanos donde practicaban los equites las artes desultorias. Recordando que allí estuvo de asiento la Victrix o la invencible con todos sus escuadrones y acies los cuales dieron el relevo a los tercios viejos los que combatieron en Italia y en Flandes. Por el camino pasaban estudiantes. Me sumergí en aquel bullicio juvenil de mozos camino de la docta casa, la universidad recién fundada por Gonzalo de Cisneros. Y aquel gentío buscando las aulas entremezclado con los escuadrones de soldados que salían al campo a ejercitarse en la instrucción de sus armas me recordó la gran verdad de que la pluma y la espada son hermanas y que la lengua va de cómitre con el imperio. No hay vuelta de hoja. Todos llevaban capa corta, un puñal al cinto, y en la otra cadera colgaban del cinto los cartapacios, las pizarritas los plumieres y los recados de escribir. Confundidos entre la multitud se veía a algún catedrático de mucetas coloradas, amarillas o azules según la disciplina que enseñaran, tocados de la orla con plumas de avestruz. La cátedra de prima comenzaba a las ocho de la mañana. Un bedel somnoliento se acercaba al estrado precediendo al profesor batía sus palmas y formulariamente rezaba una oración luego de lo cual abría las puertas del aula y exclamando en voz alta Propinquate, alumni, lectio incipit se dirigía a los estudiantes y luego al facultativo: magíster, aperta est cátedra . Los pupilos llenaban el aula. Por falta de bancos muchos se sentaban en el suelo. Todos portaban recado de escribir y rayajeaban las palabras del catedrático sobre un palimpsesto en forma de pizarra que luego pasaban a limpio los oidores. Sólo se hablaba en latín. Transcurrida hora y media regresaba el ujier galonado luciendo un espadín y un sombrero chambergo y volvía a dar unas palmadas.

-Satis.6

A esta señal el catedrático se quedaba con la palabra en la boca y los alumnos salían al patio de estampida en medio de un gran alboroto.

Pasaba entonces un fraile benito cuya presencia de padre del desierto discordaba con la de la alegre muchachada. El benedictino caminaba con los ojos bajos y el rostro inclinado tapándose con la cogulla. Avanzaban todos atropelladamente. Si veían a alguno de su pueblo iban a darle los días y a recibir nuevas de la aldea. Los más vivaces espantaban el frío y los sabañones arrojándose bolas de nieve. Uno de los proyectiles alcanzó a un catedrático de hebreo en todo el occipucio. Rodó por los suelos el bonete bisunto en medio de los gritos y juramentos del Dómine en la lengua que enseñaba y el cual yacía por el suelo cual largo era buscando a tientas las antiparras que también se le habían caído y sin las que no veía dos en un burro. Sonaron a su lado carcajadas, maldiciones y porvidas.

Uno de los tunos dijo:

-Comed nieve de una vez, padre mío, ya que nunca os empacharéis de jalufo.

Montó en cólera el cristiano nuevo y retumbaron excomuniones por la Calle de la Hueva

-Pronto pagareis bien caro vuestras truhanerías. Os vamos a echar del mundo, voto a bríos.

Se encocoró el estudiante el muy cabrito hizo la señal de la cruz, después el buz y acto seguido empezó a gritar al hebraísta:

-Marrano… Marrano. Cómete tus biblias. Eres hereje, luterano encubierto y alumbrado.

Oído esto, el catedrático que debía de ser converso cobró temor y levantándose como pudo y sacudiéndose el barro y la nieve de la sotana tomó el portante y enfiló por una calle adyacente pues alguien había mentado al Santo Oficio. Con la bulla se hicieron presentes los corchetes. Los estudiantes de que los vieron pusieron aina pies en polvorosa. La concurrencia asistía alborozada a la escena y todos se hacían lenguas de la puntería con que aquel bellaco había descalabrado al converso pero al pasar junto al portal de la iglesia de la Compañía le echaron mano los alguacilillos, lo trabaron, manearon y subiéndolo en un asnillo las manos atadas; él caminaba cara atrás como los condenados a muerte y así lo llevaron preso a la cárcel del arzobispo. Cuatro días a pan y agua y cien azotes. Lo soltó el alcalde bajo advertencia de que si incurría en otra travesura semejante de descalabrar a un “judío” iría a galeras. Así que por san Antón la gallina pon. Se había acabado Michelmas y empezaba el trimestre de Santomatía, el que iguala las noches con los días. El más frío y desabrido. Estudiantes a estudiar pechando contra los cierzos rigurosos que os arrebatan la capa cuando salís del portal y la nieve y el pedrisco jugaban al chito con nuestros respetivos cogotes cuando no eran gargajos de algún truchimán imbele pero maligno. Había venido yo de sopista con mi amo que era de Soria y que se llamaba don Martín de Agreda y bajo la vigilancia de su ayo Muriel de Torrelaguna el cual por ser paisano del Cardenal tenía fuero. Nuestra lavandera era una tal Doña Guiomar que aparte de la colada se encargaba de planchar el hábito y coser los botones de la sotana, que eran 75 en recuerdo de los 75 azotes que dieron a Cristo. Habíamos venido desde la alta paramera aquellas navidades por muy malos caminos en una recua de jumentos pero con buenas alforjas y provisiones y una no menguada bolsa pues nuestro señor y padrino el Duque de Agreda era hombre rico. Conducía la recua un arriero morisco el cual en cuanto nos descuidábamos nos sisaba hurgando en nuestros bolsillos estando dormidos y el maldito cuando nos topábamos con una cruz de humilladero se reía o le lanzaba gargajos. Iba en su mula cantando lilailas y no faltaban zalemas y abluciones al alba y a la atardecida ante nuestras propias narices. Alá era grande y misericordioso por lo visto.

Pasado Almazán nos encontramos con una estantigua que llevaba el cadáver de un fraile que había muerto santo en Andalucía a un pueblo de Castilla. Recalamos en Aranda en una posada donde a mi amo le robaron un crucifijo de oro que traía. Fue un asunto de picos pardos. Don Diego se dejó engañar por unas izas que operaban en conchabanza con unos malandrines, el uno era su cohén y el otro su rufián. Era gente muy despiadada como también lo era el arriero morisco aquel Antón Muñoz fanático de Mahoma. Y a la que nosotros bajábamos para Alcalá por el camino real de Francia subían soldados de las últimas levas que iban a combatir por nuestro rey y nuestra santa religión a Flandes. Unos llevaban escapularios que les regalaron sus madres como por ejemplo una imagen de san Vitorino todo llagado después del tormento al que fue sometido en Panonia. Debía de ser bisoño. Un furriel contaba que en la guerra los santos y las reliquias no sirven para nada. Sólo el valor y la fortuna. Pasábamos mucho frío porque los días fueron perversos. Hacíamos hogueras y a veces Antón Muñoz perdía su ruta borrada por la nieve y blasfemando contra todo lo divino y humano perdía el tino aunque no se acordaba del maldito Mahoma. Únicamente de Dios y la Virgen. ¿No ahorcarían a aquel malvado? De sus barbas y turbantes Satán se encastilla y andará errante por el mundo hasta los últimos días.

Dicen sus apologetas ser religión muy humana, tan humana que en las siete plegarias diurnas se arrodillan y alzan el poster en pompa. En aquel tiempo sin embargo les tocaba ir de nones gracias al gran cardenal que a las puertas del Alhambra quemó alcoranes y otros libros que ellos dicen de su revelación no siendo sino supercherías y odios pues siempre tratan de imponer a su dios mediante la espada y donde entra Alá no vuelve a crecer la hierba. El siglo de oro en efervescencia, el muhadín no había llegado todavía pero yo en mis pujos poéticos lo presentí con tristeza y compuse trenos para el pueblo de Dios con Jeremías.

No nos hicieron caso. Se preparaba la gorda de la apostasía, la desbandada. Porque de allí a medio milenio de aquel san Antón no quedaría piedra sobre piedra del edificio perfecto que nos cobijaba. Soplarían aires anticatólicos hispanófobos una brisa mefítica a la que tuvieron que acostumbrarse nuestras narices pues las narices no sólo los ojos saben hacer con frecuencia la vista gorda. Cabalgaba el ángel apocalíptico en el caballo cuyo nombre era la Ginecracia. Se sublevaría el gineceo y pasarían cosas muy gordas. La política estaría dominada por intereses creados y por hetairas. Otros la decían Cenizosa al estar regida por Carolabriá el Cenizo. No tenía ni para pagarle el retal de la loba (llamaban loba a esta prenda porque comía mucha tela) y mis padres eran hidalgos pobres de Almazán el pueblo de Laínez, plaza fuerte de conversos. El primogénito embarcó a las Indias y otro fue condenado a galeras pues se juntó con un alcabalero que lo engañó, el tercero había muerto en Namur defendiendo nuestras banderas y tres de mis hermanas profesaron de monjas. Pero mi ayo me dijo que en Alcalá no faltaría pan; con él me fui. Conforme es la manta se estira la pata y donde comen cuatro comen cinco igual que en mesa de San Francisco. Y verdad es que nunca me faltó aunque algunos días hube de estar a la cola de la sopa boba que daban de caridad a los peregrinos y menesterosos las Bernardas. Allí aprendí a manducar con los dedos sin necesidad de tenedores ni de hueseros o gañivetes.

Otra vez los que me socorían eran los traperos de vara que venían de Alsacia hasta Alcalá a vender paños y era gente misericordiosa. Nunca me junté con gentes del trueno ni fulleros. Iba a mis clases, rezaba mis oraciones nada más levantarme, bruñía los mocasines de mi amo, era condescendiente y amable con mis semejantes y no armaba broncas. Me gustaban muchos libros y tambien garabateaba en los papeles que encontraba por la calle ocurrencias mías a ratos perdidos. Hurgaba en los montones de trapero y papel que veía lo desdoblaba para ver qué ponía en pauta. La lectura se convirtió en mi vivir. Leía y leía a todas horas, tan es así que gasté mis ojos Desde que llegue a la villa complutense conocí que mi destino estaría uncido a las artes y las letras. Era diligente en el aseo de la camarilla que estaba en un sobrado del tercer piso de la casa de doña Guiomar, fregaba los platos cuando me lo pedían y los miércoles día de arreo y parada porque había que salir a esperar a algun visitante ilustre que se llegaba a la ciudad pasaba la almohaza por el lomo de la mula torda a la que gustaba montar a don Gaspar cuando salía a vistas y se organizaban paradas y procesiones ecuestres tan vistosas como el día de San Lucas.

Daba la pez a la cabezada y deshacía los ñudos del petral o le preparaba la ventrisca y la aljaba cuando iban de caza. Al salir los señores tenía la acémila del ramal y con un golpe en las ancas le arreaba en latín:

-Eamus

Que en cristiano quiere decir arre

Como las tales mulas yeguatas eran tan doctas como los amos ellas me entendían cuando sobre sua lomos híbridos clavaba espuela con la lengua del Lacio. Y si alguien me llamaba capigorrón y se reía de mi triste figura de mantista pobre bajaba la mirada y no contestaba a las injurias de mi agresor verbal. Un viuda rica de Almazán pagaba mi matrícula así como un juego de mudas, la beca estudiantil, el ropón y los jubones que había que tener dos, uno para los días de fiesta y otro para los de diario. Siete maravedíes costaba la matriculación por los cuatro trimestres. Y siempre que mis obligaciones ancilarias me permitían solía asistir a la cátedra de Vísperas de la que estábamos dispensados los bachilleres y que daba un paisano mío el doctor Laínez un jesuita muy adusto y seco que guiñaba un ojo y el otro no lo podía abrir. Tenía cara de liebre pero no había en todo el claustro quien supiera más teología que aquel soriano. No me cabe la menor duda de que el dicho que se nos achaca a los sorianos (que nunca se supo en la historia que hiciera mucho bulto la gente de Socia) la tengo por falsa. Salía poco Lainez del convento todo lo contrario que el maestresala don Miguel de Avendaño amigo de juergas y cuchipandas. Se juntaba con el padre definidor o prior de los dominicos al que también le gustaba comer y beber y como buen dominico les tenía cierta enemiga a los hijos de san Ignacio. Muy tomista y ufano en sus disputationes o torneos teológicos.

Eran muy sonadas las disputas, justas teológicas y competiciones para saber quien sabía más sobre los ángeles, el Espíritu Santo o el misterio del Génesis tal y conforme se muestra en el Libro de la

Revelación. El definidor dominico era un hombre alto coloradote aire de buen vivant y ese buen pasar y tolerancia o actitud vital de los gordos. Lainez por el contrario austero, magro, enteco, mal encarado y algo bisojo. Discutían sobre los espiritus puros cuya esencia y existencia no está ominada por las leyes de la gravedad. El uno decía una cosa y el otro la contraria. Hasta que hartos de discutinio los dos frailes se enojaron que diríase que iban a llegar a las manos. En último termino y como postrer argumento Lainez en un acceso de cólera termino su disertación aludiendo al rubio Avendaño :

-Rubicundus erat Judas.

Y el otro ágil de reflejos:

-Sed de Societate Jesu7

El cura portugués que arrojó la bola de nieve contra la mollera del primer catedrático de hebreo andando los años sería capellán de uno de los tercios el Sancho Dávila comandado por el duque de Alba. Todo el claustro se rasgó las vestiduras pero don Joao se hizo de pencas. Con buenas agarraderas contaba. Lebrija, el doctor Laguna y otros de la cuerda elevaron un escrito al rector pidiendo la destitución del revoltoso teólogo. Fue óbice de que la propuesta no prosperara el maestrescuela de nuestro colegio que vetó aquella diligencia.

Es más y para decirlo de otra forma:. Este lio levantó las orejas y el hocico a los sabuesos de la inquisición que empezaron a oler el poste y corrió la voz por la ciudad que el maestro en cuestión por nombre Cepeda había tenido un abuelo penitenciado en Toledo y era primo de una monja inquieta, rebelde y andariega que iba por Castilla abriendo conventos y decía tener consuelos místicos y tratos con el Señor. Se la había aparecido Jesucristo no sé cuantas veces y sobre ella cayeron sospechas y anatemas de alumbrada pero se libró. Tenía buenas aldabas entre la gente de viso que por aquellos días eran todos conversos. Es ni más ni menos que el brillo del oro que para los de esta raza es su única deidad.

Jesucristo, la Virgen y los santos son para ellos un pretexto con el que envuelven sus engañifas y hasta se ríen a espaldas de los hombres de buena fe. A mí estos místicos siempre me dieron algo de pavor. Hieden a impostura desde lejos y con sus mentiras engañan a muchos incautos y sus invenciones archirepetidas se convierten en dogma. Mi fe es de otra manera. Ne quid nimis. En el amor divino no hay que echar la yesca humana que todo lo corrompe.

En la actualidad cuando veo avanzar por las calles a los graduados con sus capisayos ostentando las galas y las orlas académicas con mucho orgullo y solemnidad entonando las notas del gaudeamus igitur no puedo por menos de sonreírme ante las ironías de la vida. El aire en cuestión era una cantiella de monjes borrachos. Monjes alemanes

 

 

Gaudeamus igitur, 8
iuvenes dum sumus. (bis)
Post iucundam iuventutem,
post molestam senectutem,
nos habebit humus.

Ubi sunt qui ante nos
in mundo fuere?
Vadite ad superos,
transite ad inferos,
ubi iam fuere.

Vivat Academia,
vivant professores.
Vivat membrum quodlibet,
vivant membra quaelibet,
semper sint in flore.

Vita nostra brevis est, breve finietur.
Venit mors velociter,
rapit nos atrociter,
nemini parcetur.

Vivat nostra societas!
Vivant studiosi!
Crescat una veritas,
floreat fraternitas,
patriae prosperitas.

Vivat et Republica,
et qui illam regit.
Vivat nostra civitas,
Maecenatum charitas,
quae nos hic protegit.

Pereat tristitia,
pereant osores.
Pereat diabolus,
quivis antiburschius,
atque irrisores.

Alma Mater floreat
quae nos educavit,
caros et conmilitones
dissitas in regiones
sparsos congregavit.

 

exsequator 

 

1 Me tocaron unos años difíciles de la transición cuando la globalización mandó al desván al arte, a la literatura, el buen gusto y vino la ginecocracia embalada. Seguía siendo a mis 64 años un escritor en barbecho, un autor en busca de editor.

2 En Alcalá desde los años 50 está ubicada de guarnición la Brigada Paracaidista

3 Cristo resucitó

4 flores

5 salve color del clarete, salve sabor sin igual, dignate emborracharnos con tu divina potencia. Dichoso el vientre que te porta, dichoso el gañote que regarás, oh feliz boca y dichosos sean los labios que estampan un beso al jarro.

6 Basta

7 Judas era rubio…. Sí pero jesuita

8

Alegrémonos pues,
mientras seamos jóvenes.
Tras la divertida juventud,
tras la incómoda vejez,
nos recibirá la tierra. ¿Dónde están los que antes que nosotros
pasaron por el mundo?
Subid al mundo de los cielos,
descended a los infiernos,
donde ellos ya estuvieron. Viva la Universidad,
vivan los profesores.
Vivan todos y cada uno
de sus miembros,
resplandezcan siempre. Nuestra vida es corta,
en breve se acaba.
Viene la muerte velozmente,
nos arrastra cruelmente,
no respeta a nadie. ¡Viva nuestra sociedad!
¡Vivan los que estudian!
Que crezca la única verdad,
que florezca la fraternidad
y la prosperidad de la patria. Viva también el Estado,
y quien lo dirige.
Viva nuestra ciudad,
y la generosidad de los mecenas
que aquí nos acoge. Muera la tristeza,
mueran los que odian.
Muera el diablo,
cualquier otro monstruo,
y quienes se burlan. Florezca la Alma Mater
que nos ha educado,
y ha reunido a los queridos compañeros
que por regiones alejadas
estaban dispersos.