2015-10-03

AGUSTIN DE FOXÁ III






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FOXÁ Y EL SEPARATISMO CATALAN. MADRID DE CORTE A CHECA UN LIBRO DE AHORA MISMÍSIMO






AGUSTÍN DE FOXÁ

 

Escribió el cara al sol y puso una letra un vasco, Tellería. A él le debemos la mejor novela sobre la guerra civil. Escrita sin odio bajo el dominio de una prosa esperanzada que han de leer las generaciones del porvenir porque está llena de amor a España y de comprensión hacia los obreros. Padre perdónalos que no saben lo que hacen. Fueron muchos siglos de furor, de opresión de los caciques, mariconeos y manipuleos de los curas que se acostaban con la mejor moza y se llevaban a la cama a los más lindos efebos de los niños de coro. Madrid de corte a checa no solamente es la gran novela de la conflagración hispana sino una de las mejores novelas que se escribieron el siglo XX y que nois perdonen Zola y Flaubert. Pilar Armijo el amor eterno e imposible de José Félix pues está casada supera en emoción y registros literarios a Madame Bovary sólo comparable a la Regenta que a juicio de la crítica es el segundo gran libro en español después del Quijote. Ambas tienen el privilegio de enganchar al lector desde su arranque. Yo me leí las seiscientas páginas del texto de Leopoldo alas Clarín en un par de noche, cuando era moza el año 72. Madrid de Corte a checa me llevó el otro día una tarde de lluvia en Oviedo y parte de una noche. Es la magia del arte un privilegio que otorgan los dioses únicamente a los elegidos.

A través de sus capítulos he visto perfilarse nítida y egregia la imagen de José Antonio, de Onésimo Redondo, de Ramiro y tantos otros que se fueron a montar guardia y nos vigilan desde las estrellas. ¡Qué buen caballero era José Antonio! Si volviera yo sería su escudero, habría que decir plagiando a Dámaso Alonso. En esta novela río en cuyo álveo subyace todo el drama de nuestra guerra civil.

Lo mejor que se puede hacer con las urnas: quemarlas, José Antonio decía y fueron las urnas las que llevaron a la debacle de la guerra civil a un pueblo como el español poco preparado para la democracia. Caciques abates a la violeta y demagogos chupasangres desfilan por las páginas de este gran libro escrito en el velador de un café de Salamanca en 1938. Sus contextos son proféticos y el drama de entonces vuelve a estar sobre el tapete hoy. El desencadenante de la guerra civil fue el Estatuto prostituto de los catalanes. Son los mismos perros con otros collares, los mismos rostros disfrazados de otras máscaras… “Ramón Gómez de la Serna se levantaba rechoncho con su pipa de recientes brasas, la chalina de seda moteada y la voz chillona… y don Niceto Alcalá Zamora verbo florido clamaba: niña la chistera que abajo ya está el coche” la república fue un guirigay de encopetados señoritos burgueses que aborrecían al pueblo al que decían representar y que los fines de semana se largaban a patear la sierra y hacer alpinismo por las cumbres del Guadarrama. Eran los de la Institución Libre de Enseñanza. “Uno parecía estar viviendo una novela de Pío Baroja: ¿Qué hay Telesforo?... era Telesforo Monzón un muchacho narigudo y pálido de una finura femenina y provinciana. Oía misa diaria. Le horrorizaban las frases fuertes y creía que era pecado bailar con las muchachas… ¿No conoces a José Antonio Aguirre?... sentábase Aguirre la nariz vasca y la pequeña boina vizcaína en la mano. Vengo de Bilbao”. Contra el sambenito que le colocaron sus propios correligionarios de meapilas este noble madrileño hijo de monárquicos que vivió la guerra civil escondido en un sotabanco de la calle de la Magdalena, no muestra na singular afección hacia los curas. Le horrorizaba Gil Robles el vaticanista con cara de pera y ridiculiza la elegancia de algunos asotanados como el nuncio Antoniutti. Su descripción de aquellas pobres monjas que abandonaron la clausura de treinta años para acudir a votar en traje seglar mueve a compasión:

-     Madre Teresa, perdóneme vuestra caridad, llaman del obispado que tienen que votar las hermanas. Mañana mandarán coches a recogerlas. Irán protegidas por jóvenes de acción Católica.

-     Y se internó por aquel mundo de frescas penumbras olor a velas apagadas entre las tumbas de alabastro de las infantas fundadoras… salían a la calle después de treinta o cuarenta años de clausura, veían las luces de los escaparates de los cines sus ojos acostumbrados a la luz de la lámpara de aceite del sagrario; escuchaba los frenazos y las bocinas con las blasfemias de los taxistas, habituadas a la dulzura de los salmos. Las recibían con odio y en algunos barrios las apedrearon:

-     Dale a esa tía carca que se traga los santos

-     Veían carteles horribles, escobas que barrían a frailes y monjas entre cucarachas y sapos, obispos golpeando con un cristo a obreros encadenados

-     Estoy deseando volver a mi celda- decía sor angustias después de votar.

 Foxá traza un friso por el que defilan políticos, periodistas, intelectuales, militares, reyes y reinas del antiguo régimen días antes de que se proclamara la república; Manuel Azaña feo y cornudo con la cara de hogaza salpicada de verrugas. Era el verrugo. Martínez Barrio un gallego que se dedicaba a estudiar a los místicos, Casares Quiroga el taxidermista, Lerroux que metía a sus secretarias en el coche y les hacía el amor en el trayecto desde el ministerio hasta su finca en San Rafael. Indalecio Prieto aquel ovetense mal hablado que parecía empedrar su conversación de áridos pedruscos. Ernesto Giménez Caballero loas Mussolini que recibía en su casa de cuatro Caminos vestido de un mono azul. Ahí están todos vivitos y coleando los agentes de aquella tragedia colgados de sus mandiles las consignas y las palabras al oído de la masonería. La proclama de Companys. Dencás y Bassols. El Dencás de ahora mismo llamase Mas.

Toda España estaba pegada a la radio y entre los pitidos del guial se llegó a captar la voz de Companys con su grito luciferino de “non serviam” convocando a sus rebaissers (veteranos) largando su arenga:

Rebassaires, escamots, tots per la llibertat de Cataluny, lluieu contra l óppressió.

Parecen frases de ahora en las que no se cansan de insistir los secesionistas

Sonaron “espetecs” disparos y se fue la onda de Unión Radio. Barcelona se había sublevado

Azaña tuvo un gesto de hombre duro tiros a la barriga y envió al general Godet que entró a sangre y fuego en la Generalidad. Era un fiel servidor de la republica a quien luego fusilaron los nacionales. El pathos se enhebra aquí con esa mirada panóptica del gran artista que cuenta con pulso equilibrado y sin caer en el panfleto la tragedia de aquel momento, sin odio, desplegando toda la artillería de su inteligencia y compasión. Hay un episodio clave para entender la tesis y esta no es una novela de tesis sino una narración circunspecta de lo que aconteció cuando José Antonio Primo de Rivera y Ramiro se asoman a un balcón de la Gran Vía. Por la calle pasaba una manifestación en gran despliegue de banderas roja. José Antonio le intimó a Ledesma:

▬Algún día estas masas serán nuestras.

Luego la debacle. La llegada a los pisos de las Brigadas del Amanecer. Los falangistas de la quinta columna que se jugaban el título salvando de las garras de la muerte, disfrazados de milicianos de la FAI, a monárquicos y derechistas. Madrid vivía una orgía de sangre en aquel tenebroso mes de noviembre de 1936