PRIMER VIAJE A INGLATERRA EN POS DEL PAIS IDEAL Y DEL ROMANTICISMO. EL CINE INGLÉS B.W Y SHAKESPEARE. INGLATERRA TIRABA DE MÍ
Efectivamente, una fuerza tiraba de mí. England, my England, el país de irás y no volverás, la Arcadia de Merlín, patria de los caballeros andantes y errantes. Buscaba la fuente de la eterna juventud, el yelmo de Mambrino, una dulcinea me estaba esperando en la llanura del condado de Essex. Tiempo adelante me pondría en camino. Los cuentos de Canterbury, las dulzuras de los sonetos de Shakespeare. Una idea que no tenía que ver nada con nuestros antagonismos históricos; las guerras napoleónicas, Gibraltar, la Armada Invencible. Yo no era por supuesto Blas de Lezo ni a la hora de orinar iba a colocar la minga mirando al canal de la Mancha. La política es una cosa y la vida es otra. Sólo encontré las buenas gentes humildes del Yorkshire y la mirada compasiva de amigos entrañables. Pude entender lo que significa un sustantivo inexistente en español y es la palabra compasión. Yo encontré compasión entre aquellas gentes, algo que me faltaba en mi país y encontré el amor, un amor para toda la vida, indeleble y que bajará conmigo hasta el sepulcro. Los bellos ojos azules de la Suzi están clavados en mi memoria, no se apartan de mí, pero yo entonces no lo sabía. Era un seminarista gordito que iba y venía recorriendo las calles de la ciudad en bicicleta. Los largos veranos del pasado siglo parecían interminables y la vida parecía querer sonreírte; unas veces querías ser misionero, otras cura de aldea de misa y olla, mi olla mi misa y mi María Luisa… bueno, ya veré, y ahí nos las den todas. Aquella ciudad de Segovia de tu adolescencia guardaba las reminiscencias medievales de la ciudad-estado: Montescos y Capuletos, como en la Verona de Shakespeare. Las grandes familias encastilladas en sus torres que albergaban el afán de poder y la protección de la iglesia. Los Coronel, los Arias Dávila, los Cheste, los Velasco, los Bravo etc... odios seculares, rivalidades por el control del trigo y de la lana. Abajo campando bajo los arcos del Azoguejo, los pecheros, los sollastres, los acemileros, aguadores, pellejeros y pícaros. Arriba en las torres encaramadas de la ciudadela las cinco familias que cardaban la lana. Romeo y Julieta, Marcucho, Teobaldo, Benvoglio, el aya celestinesca y parlera y el conde Paris. Yo los vi pasar por las empinadas callejuelas que iban a dar a la Puerta del Socorro u oteaban el horizonte bíblico desde la de Santiago. Fray Lorenzo iba con su canastilla con el doctor Laguna a recoger hierbas medicinales a los pagos de Tejadilla. Un día fui al cine a ver una película inglesa. Echaban Romeo y Julieta. Aquello me marcó. Yo me enamoré de Julieta. Pero tú quieres ser cura, chico y los curas ni se enamoran ni se casa… Ya veré. Otros días ponían alguna del cine negro inglés y yo soñaba con Sherlock Holmes, la niebla, el puré de guisantes. Mientras tanto iba en bicicleta a bañarme en los bodones del Eresma tan peligrosos que todos los veranos se ahogaba más de uno pero yo sabía nadar muy bien. Aunque la mayor parte de mis jornadas veraniegas estaban cubiertas por mis obligaciones religiosas. Tenía que ayudar a misa al cura chiquito. El capellán del cementerio era un tapón como va dicho. No medía más de metro u medio y para consagrar le teníamos que colocar a los pies un escriño y a la hora de alzar se las veía y deseaba para alzar el cáliz y el copón que eran mayores que él. Sin embargo, los domingos sus misas eran muy populares cuando decía la de cazadores porque aviaba pronto el cura chiquito. Poco más de un cuarto de hora.
CONTINUARÁ