ORACIÓN FUNEBRE POR MI TÍA PAULINA
“Vita
mutatur non tollitur et dissoluta terrestres hujus incolatus domus aetgrna in
coelis habitatio comparavit… nos contristat moriendi conditio eadem consoletur
inmortalis promissio”
Nos
hemos reunido aquí, buena gente de Fuentesoto, para despedir a Paulina una mujer
rural, una mujer fuerte, la cual, consumados sus días, cargada de méritos y de
años, pasó a mejor vida siendo un ejemplo para todos nosotros por su fortaleza,
por su longanimidad que no doblaron las enfermedades ni las fatigas de los
tiempos convulsos que corren, siempre supo mirar a lo alto.
Fue
una de las primeras masectomizadas, venció al cáncer de pecho, perdió la
movilidad y estuvo algo más de un lustro en silla de ruedas.
Era
mi tía, para mí una verdadera madre, que cuidó con cariño, aquel niño segoviano
que venía a pasar aquellos largos y cálidos verano en ca el abuelo .
Aprendía
a segar, a trillar, a amontonar parvas, a ir por botijos de agua y a llevar la
comida a los segadores que faenaban en las Suertes Viejas. Fuentesoto me marcó.
Como escritor y periodista mis textos
revierten a esta aldea perdida en una cornisa de la provincia Segovia.
El
tío Farruco lo veíamos pasar a la hora de almorzar camino de la bodega donde
llenaba el jarro y a la huerta se encontró con Pedro el Sacristán que era un
vivales. Por simple cumplido le ofreció el jarro en la creencia de que no iba a
consumar la invitación
─¿Quieres
un traguillo, Pedrito?
─Venga
Gluglú
el bueno del sacristán apuró hasta las heces el jarro de aquel mosto divino. Eran
varios litros, casi una cantara. Generosa fue la invitación. Al ver el jarro
vacío dijo
─Ay
qué coño, me has hecho el avío. Vuelvo a por más
Conque
de escarmentado hacen disertos, dice el refrán y así desde entonces Farruco no
ofrecía traguillos al jarro jamás
Se me quedó el habla, los decires, los cantares, la mucha sorna y alguna ternura.
A mi abuelo Benjamín que se sentaba
ahí en ese banco lateral con el alcalde el tío Bernardo, el tío Eulogio que era
muy piadoso y tenía una cabaña en una pobeda construida como una capilla y
cuando pasaba cargado con la hoz y las alforjillas a la espalda oí decir al
abuelo:
─Ya
va Eulogio al Huerto de los Olivos a rezar.
Parece
que estoy viendo ahí cabe la predela o primer escalón a las abuelas todas
vestidas de negro sentadas a la morisca y con el almaizar sobre la cabeza
(Fuentesoto fue tierra de moros, tierra de fronteras, donde arraigó con firmeza
el cristianismo) mientras el señor cura responseaba esperando que cayeran las
perras chica y las perras gordas en su bonete… digan ustedes la confesión general,
decía yo que era monaguillo y ayudé a misa a don Julián, a don Saturnino, a don
Frutos, y a don Priscilo de que era misacantano.
Así
que, vita mutatur non tollitur.
La
vida no desaparece, sólo cambia. Somos transeúntes, ocupas que viven de
prestado en esta casa terrenal y la gran esperanza es que el Señor nos tiene
aparejada una mansión en la eternidad. Este era el mensaje de la misa de
difuntos que yo escuché cantar bajo los arcos de estas bóvedas de luneto muchas
veces.
El Padre Eterno ojo que todo lo ve nos miraba desde lo alto del retablo y ahí estaba san Pedro en su trono.
Fuentesoto es la fuente del soto y el somo en lo alto presidido por esa torre de la iglesia de san Gregorio ¿románica? ¿Gótica? ¿Visigoda?
Una vez que subía por el husillo de aquella escalera de caracol vi
los peldaños gastados `por las pisadas de nuestros antepasados hace más de diez
siglos de subir y bajar.
Donde
una vez me dijo la Tía Polonia hermana del cura don Cirilo que las escuchó
tocar solas:
─¡Qué
cosas tiene usted señora Polonia! Esos sones son producto de su imaginación. Reza
demasiado a los santos
─Sí
hijo, sí. Yo las escuché bolear y a los pocos días estalló la guerra civil
Con
la muerte de mi querida tía Paulina algo de mí fenece. Se va al trasmundo. Viaja
dentro de esas cenizas. Mientras yo canto el prefacio de difuntos: “Vita
mutatur. Non tollitur” (no morimos simplemente cambiamos de morada) Requiem
aeternam.
miércoles,
7 de mayo de 2025