I
VILLEGUILLO UN
HIJO DE LA PIEDRA ENTONA
SUS LAMENTOS EN SEGOVIA (introito al libro Hispania
Peccatrix que publico en esta
bitácora por entregas)
Yo,
Villeguillo, un pobre exarico, heterodoxo y perseguido por pensar por mi cuenta
y por la odiosa manía de cantarle a los poderosos las cuarenta, he venido a
esta ciudad donde me nacieron y escuché entre el primer alhorre el vagido de
los bustos parlantes y de las rubias de bote que cuentan embustes, chocho
morenote, el gran pipote y por ahí de de andar el pyreso que es pirómano del periodismo de acarreo un tal Jáuregui propalan infamias y dan a la
historia violentos retortijones, para purificarme en las aguas del Rasemir y del Clamores, dos ríos mierderos que abrazan a la población amurallada
¿Busco el agua lustral en una cloaca? Estoy lleno de dudas al respecto. Mi vida
ha sido un fracaso pero he sobrevivido a mis naufragios y busco los pecios del
amor del barco del amor hundido en el proceloso mar de la vida. Suelen darme
yuyos cada cierto tiempo, me emborracho como un zapatero. Una mano me saca de
los lóbregos calabozos de Finsternis. La oscuridad me persigue. El oficio de
tinieblas se alarga demasiado pero Dios es clemente. Luego me arrepiento y
lloro los pecados de mi vida pasada. En uno de mis desconciertos alcohólicos
arruiné mis dos matrimonios. Pero surjo, me levanto como puedo, sacudo las
sandalias del polvo del camino y echo a andar hacia la piscina probática,
arrastrándome por el lodo. Acudo a mi pueblo a restañarme las heridas y a
contar la historia de un amigo que acaba de cometer suicidio. Yo vine al mundo
en la Puerta
del Socorro frente al Pinarillo y las cuevas de los eremitas que hacían
penitencia mirando para la airosa catedral, al de la cárcava donde se alzan los
estribos de la barbacana de la muralla que ceñía el busto de la ciudad
pecadora: Segovia peccatrix. Soy un mendigo de la palabra cubierto de andrajos,
mi piel en arumbeles taraceada de discursos democráticos, frascas barras de
bares copas de aguardiente, cantos del urogallo. Ya no beberé más, apuré el
cáliz hasta las heces aunque recuerdo la frase de una novela rusa:
—Dios
perdonará, perdonará eternamente a los borrachos
Yo sostengo que un funeral irlandés es más
alegre que una boda inglesa porque ladraba silogismos el bueno de Boecio y Simón Estilita seguía en lo alto la columna. Días faustos de
cerveza, amor y vino y en las esquinas columnas mingitorias. En una ocasión
tuve la dicha y la desvergüenza de mear desde la torre del Daily Mirror como solía hacer su dueño el gran magnate y creso
israelita Robert Maxwell que no se
llamaba así en realidad tenía un nombre checo muy raro, hizo fortuna vendiendo
café instantáneo a las multitudes. El rey del café nos meaba a todos desde lo
alto de la cúpula de St. Paul, produciendo una riada de tinta impresa a lo
largo de Fleet Street, lanzaba jaculatorias en yidish que decían de los
placeres sin pecar mear y cagar. Había llegado a lo alto a la plenitud del ser
pero dicen que murió asesinado por agentes del Mossad por una deuda que tenía contraída
con la venta de su rotativo que no quería endosar el estado de Israel le
cogieron mientras exoneraba su vejiga en su yate navegando por las Canarias. El
rey del chocolate el rey del porno Hefner Epstein el asaltacunas todos
adscritos a la lascivia del sistema que utiliza como instrumento de dominación
la fuerza del engaño, la extorsión, el chantaje.
II
Como epígrafe del 11S fatídica fecha alguien
escribió sobre el lienzo de muralla que tengo delante de mis ojos y miro desde
las cuevas del pinarillo por donde se pasea el fantasma de la madre Sacramento,
reina de la raza calé, una profecía diabólica: seréis como dioses si
prosternadote ante mí me adorareis. En la piedra angular de la muralla aparece
una inscripción que te hará temblar. Está escrita la palabra alemana Rache
(odium et vindex) en latín. Es la norma y el signo de unos tiempos desalmados
en que todo parece boca abajo y los hombres caminan del revés. Septiembre
negro… brancas y opérculos de las agallas del pez, llevo luto por ti, veo
chocar los trenes y se estrellan aviones contra un rascacielos. ¿Conspiración (Verschwörung)?
Yo que sé. Estoy tan tranquilo en el recibidor de mi domicilio, me acaban de
arreglar la parabólica; vino un técnico… quería cobrarme 510 € le di 200 y vas
que chutas democracia de ladrones. Por lo menos me libera Astra de los labrados
de cerebro de radio Macuto el diablo dentro de un micrófono dándonos la vara.
No tengo donde ir, ni
oficina ni despacho, ni editorial, ni nadie. Las mejores sinagogas son las
tabernas, los templos fueron profanados, dispersan los huesos de los difuntos,
y hacen autos de fe. Colocan a los huesos de los santos sobre un mulo yeguato
con orejeras y corona y los queman en el gran enlosado de la catedral global.
Ha nacido el IV Reich, Estoy dejado de la mano de dios aparentemente pero
fijándose bien el aserto noto que no es verdad. Interiormente me siento un
elegido. En libertad les hago un corte de manga a los capitostes mientras
contemplo la piedra de la muralla donde se estampa el devenir de mi pasado, mi
presente y mi futuro. Ese sillar romano frente a la casa donde vino al mundo es
mi bola de cristal. Por las ventanas geminadas se adentra en la visión del
Parnaso pero antes hay que hacer antesala en el Departamento de Legrado de
Memoria. Enséñame las manos. ¿Están limpias? Te las acabas de pasar por la
rabadilla, cochino, y huelen mal pero al menos no hay el estigma de la sangre.
No mataste a nadie y no sería por falta de ganas. En los matacanes de la
muralla romana no hay centinelas (stelzi) se han ido a la taberna o
están en el cuerpo de guardia jugando a la brisca. El centurión les observa con
sus ojos omniscientes, penetrantes. Fue uno de los miembros de la escolta que
estuvo en el Monte Calvario. Le ayudó a Longinos a portar la lanza que traspasó
el costado de Nuestro Señor y eso le dio poderes mágicos. Roma caerá en los
brazos de la apostasía. El gran blasfemo, ese jesuita usurpador que dio el
golpe de Estado en Vaticano destronando al legítimo, y dijo llamarse Pancho
Culo Magno, hace de las suyas, labor de zapa, busca la destrucción de nuestras
creencias y de nuestros quereres. Pasará el malsín a la historia más por las
dimensiones de sus posaderas que por sus encíclicas. Es uno de los artífices de
la gran confabulación. No sabe lo que decía el doctor Freud que el cristianismo
en su caída arrastrará al judaísmo. No os iréis de rositas, cabrones. Quedareis
sepultados en vuestras maquinaciones del gran complot. Están matando la gallina
de los huevos de oro. Si este barco se hundiese nos iríamos todos a pique… Impervidum ferient ruinae. El destino
nos golpea. Contemplo sin descomponer el gesto los muros de la patria mía que
se están viniendo abajo, un caballo de Troya, destruidos los adarves, han
colocado en la Plaza Mayor
antes de Franco y ahora de los Derechos Humanos. El verso es de Plauto cuya
poesía yo leí en un libro de viejo que compré en Arévalo porque te digo para
que lo sepa que yo fui regatón o colporteur.
Iba y venía con mi furgoneta cargada de volúmenes y nadie me hacía caso, se reían
de este pobre diácono pero nunca me he sentido más profeta que predicando a los
peces analfabetos en la plaza del Arrabal de Arévalo. Mi destino era la venta
de ocasión, un rotundo fracaso como todo lo que tiene que ver con la literatura
en estos momentos. A la plaza del Arrabal y al atrio de las Angustias yo llegue
escapando del mundanal ruido cuando rugía la marabunta en los 90, escupido por
el oleaje de la gran corrupción. La defensa de mi patria y de mi religión me
convirtió en naufrago del sistema. A partir de ahí mi nombre se agregó a la
lista de los innombrables y malditos. Soy meshugge.
El gulag democrático adquirió proporciones gigantescas a partir del año 89
cuando mataron a Ceucescu y se declaró la guerra en Yugoslavia. El ángel del
mal envenena las aguas de los ríos de Europa. Luché contra la impostura y me
convertí en vagabundo sin suerte, en un forajido de la escritura pues ahí nos
las den todas. Mi derrota contra las fuerzas oscuras sólo fue aparente. Los
hechos consumados luego nos dieron la razón y serán pocos los que me rechisten
a no ser que sea Peñalosa ese cretino de la Inter que se pavonea por las ondas como un
urogallo en celo. La emisora ha sido vendida a los chinos y ese Peñalosa es un
apátrida colombiano, mercenario de los micrófonos que trabajó para el KGB luego
se hizo de la CIA
y ahora sirve a los mandarines de Pekín que están comprando mi patria a cachos.
Los amos de la CEE:
Juncker, el besucón, Frau Merkel, ama
seca de Europa siempre de pantalones (que nos amamanta con vinagre), Macron
el chico de los recados de los Rochild y
toda esa patulea de políticos serviles entrando en la viña del Señor a por
uvas. Gracias a estos fulanos tengo la impresión de que estamos siendo
vendimiados sin darnos cuenta.
En Radio Vejestorio echan las habas, lanzan
consignas y planchas masónicas sus locutores los cuales charlatanean y vocean
contaminados del hedor de las sentinas mediáticas porque la mentira habita
entre nosotros. Estas es la democracia de los bustos parlantes. Nos toman el
pelo, nos lavan el cerebro, nos pasean en carroza y exponen al ludibrio del
mundo.
Gracias a ellos supe que
el profeta Moisés era tartamudo, padecía de disfunción eréctil y su bipolaridad
se convirtió en crisis mística, se tiró al monte le nacieron en la frente dos
cuernos como dos llamas, huyó al Sinaí y bajó los derrumbaderos y recuestos de
dicho monte a mata caballo, por poco él no se esguardamilla y se hicieron cisco
las Tablas de la Ley.
Pudo hacer cacharritos
con ellas pero esto no lo permitió Yahvé. Le brotaron dos cuernos radiantes
entre las cejas. Cuando el profeta hablaba al pueblo elegido:
—Mirad estos preceptos.
—Es un trágala — clamó
una voz
—No. Es el camino de la
salvación. Si cumplís estos mandatos, iréis al cielo. Si no, al infierno de
cabeza.
―Viva la madre que te
parió — volvía a clamar la misma voz.
―Era la de una mujer que
estaba encinta de siete meses
Supe yo entonces que los
diez Mandamientos eran algo más que una película en la que trabajaban Sofía
Loren y Charlton Heston un matrimonio que se amaba, amparados por la ley vieja
dentro de una tienda en el desierto, donde el profeta y su concubina estiraban
la alcatifa. La Loren,
abierta de piernas, lucía bellísima con sus labios ardientes pero aquello era
sólo cine de sesión continua. Now
I dont go to the movies any more.
Me di cuenta de que no hay que creer demasiado en las cosas
que nos cuentan. Todo son películas, cuentos sin cuentas y mohatras de
zascandiles de Hollywood. Las ranas siguen croando en las charcas de la mentira
y del pensamiento único que está en todas partes y a todas horas. Pilatos
llevaba más razón que un santo cuando se preguntaba sobre qué cosa sea la
verdad delante de un Cristo al que habían azotado los del Sanedrín y, vestido
con la túnica blanca de los locos, lo devolvió a la justicia de los “elegidos”.
Una pregunta a la que no han dado respuesta los autores o, si la dieron, la
interpretan desde un lado parcial y acomodaticio como don Segismundo Freud el
gran profeta de nuestros tiempos.
Si don Alberto Einstein
descubrió la desintegración de la materia, don Segis dividió el alma en
parcelas y nos adentró en el mundo impenetrable del subconsciente. Este judío
vienés se la cogía con papel de fumar. Mascaba tabaco rubio y quillotraba las
grandes mentiras o semiverdades en el celofán del psicoanálisis. Pufaba habanos
que eran su fuente de inspiración. Sólo a la lumbre de sus cigarros de buena
vitola de Vuelta Abajo era capaz de endilgarnos sus concepciones sobre los
desvíos del pensamiento y la psique de nuestra carne mortal. Cuando dejó de
fumar se agotó su inspiración. Desde que habló este psiquiatra con su cinismo típicamente
judío toda la humanidad anda en danza: ellos quieren matar al padre y acostarse
con la madre y ellas sueñan con ser poseídas por el rabo de Satán. La risa va
por barrios.
El hombre es un mamífero
que se mueve por dos primordiales instintos: alimentarse y reproducirse, no
obstante en la Ciudad
Pecadora no nacen niños. Segovia peccatrix se dio a la fornicación,
volviose estéril, la baja natalidad determinó la caída de Roma; del mimo modo
los muros de Peccatrix quedarán sepultados en las cenizas del gran holocausto
demócrata. El dinero y la gloria como subalterna o proyecciones de su gran
apetencia genésica a la deriva surten todo lo demás. El ser humano es un
depredador sexual vino a decir este clínico vienés que odiaba a los rusos y
acabó con todos aquellos que creían en cosas místicas siempre dispuesto a la
coyunda. Desconoce los ciclos de otros brutos para el apareamiento. El hombre y
la mujer siempre tienen gana. Metido en harina de sus tabúes, el lector de don
Segis apuesta por matar al padre o moneársela. ¡Cuán ruines habéis caído,
chavales! Sois esclavos de vuestros instintos, pero no os preocupéis ya no es
pecado. La homosexualidad a partir de Freud cobraría carta de naturaleza porque
uno la mete donde puede y donde le dejan; ya lo decía mi abuelo. Se abrieron
pues las puertas carreteras del libertinaje, las cajoneras de los
confesionarios ardieron en enorme pira. Ya no es pecado.
Preguntaba un quidam:
―¿No será aquí donde dan
pol culo?
―No, señor, un poco más
alante. Tiene que ir al Registro pero sólo abren por la mañana de nueve a dos.
Allí le darán razón. Si no consigue la cedula eche la instancia y dirija un
oficio al juez Marlasca con el encabezado de Excelentísimo señor. Él administra
el Negociado de los Putos, el furor gay manda en España. Allí pregunte. El
funcionario le hará rellenar una ficha verde si es usted buharro y roja si es
bardaje. Y permítame un consejo, señor: al entrar en ese despacho se pondrá un
mandil en las posaderas o un detentebala a prueba de cualquier ataque anal
porque en esa zahúrda van todos los tíos desnudos y cantando la canción de “por
detrás me gusta más”.
Quedé yo un tanto
corrido con tales preguntas sin respuesta pero la información es la información
y no sabemos en qué mundo vivimos. Las cosas han cambiado mucho. Freud fue un
profeta de los nuevos tiempos audaces cuando todo es posible: la mariconería,
Thomas Mann, Muerte en Venecia, el
tribadismo (Simón de Beauvoir) el parricidio, la rebelión feminista, los
servicios secretos, las logias, el Verschörung,
la pederastia, los deseos oníricos, las cartas de Einstein sobre la masa y la
velocidad, Armstrong el astronauta que pisó la luna, la Ley de Hont. Democracia con
sus urnas que carga el diablo, el ojo bisojo de Junqueras el catalán, el culo
gordo de don Panchito ese diablo en sotana blanca. Uno descubrió la
desintegración del alma y el otro la materia. Los dos eran judíos
supervivientes del Shoah. Don Alberto nos saca la lengua y don Segis se fuma un
puro. Después de todo Dios no se pone a echar partida con nosotros ni quiere
jugar a los dados con los humanos. Sería rebajarse. Esas son mohatras y
añagazas del clero romano.
― ¿Por qué escribe
usted? ¿Para pasar el rato?
―No lo creo. Psh… Para
espantar a mis fantasmas internos y a ver si se me pasa el hambre, padezco
gordura mórbida, me da por comer a cualquier hora. Y es que padezco angustia
vital.
―Pues habrá que
reportarse amigo.
― ¿No has oído que hay
una virtud que llama la templanza?
―Sí, pero no es de mi
incumbencia, yo voy por otro temario aunque de mozo era bien parecido. Les
gustaba a las mujeres. Allá por los 74 tuve una novia hebrea al otro lado del
Támesis que se llamaba Diana Percival
y hacíamos el amor todas las noches en la casa donde el Dr. Freud escribía
sobre el psicoanálisis. Un mediodía se acabaron nuestros encuentros y no volví
a verla nunca más. Perduran evocaciones de aquel barrio que era la aljama de
los hebreos pudientes. Primrose Hill se llamaba. ¡Oh Persi, mi dulce Persi, qué
habrá sido de ti!…
III
Todos desfilan compungidos ante el besamanos y los pésames
duelos y empatías por doquier te acompaño en el sentimiento su cuerpo apareció
yerto entre las peñas al lado de una botella de vino y una caja de pastillas…
muerte voluntaria fue el veredicto de los forenses; nadie quiso decir suicidio…
¡Hipócritas! Prefirió una muerte dulce de alcohol.
Nos matan de soledad, de olvido, de aburrimiento. Acto
seguido activan la maquinaria del ninguneo, enchufan el ventilador de la
mierda, sacan de las charcas a las ranas cantarinas y a los sapos y luego
llaman a las plañideras y el besamanos se convierte en poseo de los bustos
parlantes que estrenan cada mañana un modelito para anunciar tragedias, no os
fiéis de estas flores de pitiminí, son hienas carroñeras. Greta Garbo no es esa
Venus sueva ha sido sustituida por esa adolescente con cara de sibila furia en
los ojos que viaja en catamarán y nos narra el dies irae del cambio
climático una pejiguera con la que algunos se están forrando.
Importa mucho salir
en televisión un segundo, siquiera un momento dulce para los ídolos
destronados. Todos acuden al arrimo de los focos, desfilan ante el cadáver de
España musitando la manida frase de qué buena era… grandísimos camándulas. Los
bustos hablantes comparecen brindadas en coraza de conchas de galápagos para
dirigirse a un país sin sentimientos donde todo es fingir. España es un país de
ex frailes y de seminaristas rebotados y de monjas que se enganchan al carro de
la política. Católico y cruel. Es la lucha por la vida todos a trepar por la
cucaña y luego a retreparse en el sillón sobre moqueta dentro de los muros de
un edificio con bandera.
Blanca esquiaba la nieve de Siete Picos montañas del alma
mirando para ellas pasó mi infancia como una gacela, ganó medallas y luego se
olvidaron della. Troqueló esta muchacha oro que se convirtió oropel. Vivió el
ostracismo el despecho el ingrato olvido fue extranjera en su país. Mira ahora
cómo lloran todos estos en la querencia de un arrimo una donación y todos esos
gajes del oficio. Descanse en paz… cuando el olvido aviente sus cenizas sobre
las peñas y la nieve del macizo central yo pensaré en ella. Era una carpetana
una mujer cordillera.
Desde
el miradero del Pinarejo con los ojos de la carne — Villeguillo veía otro
paisaje con los del alma —contemplaba la torre de la catedral (ebúrnea y
misteriosa piedra sin tiempo capitel redondo dando cobijo a los vanos del
campanario), alzándose sobre los merlones de la muralla y el negro ciprés que
besaba con la punta de sus ramas el skyline pecador. Parecía que se le venía
encima el matacán donde estuvo el aula de su primer colegio y la monja que como
era zurdo ataba la mano izquierda a la pata la mesa para que escribiera con la
derecha.
Vi
a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en forma de
cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al relevo de la primara
vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana. Civitas peccatorum nostrorum. Lloré sobre sus muros.
Cerca de la plazoleta y el arco del Socorro
estaba el bufadero. Los cierzos del invierno hacían concilio allí y se
disputaban con el ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo alto
del templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de
idolatría en la ciudad donde yo había nacido en aquella casa que tenía un patio
trasero donde se erguía el brocal del pozo al pie del adarve. Una noche
vinieron los ladrones y se llevaron las piedras labradas del antepecho que
había servido para que la población no muriese de sed cuando Segovia era
cercada por las legiones. El brocal tenía más de mil años. Fue cerca de la Domus Troyana la
casa de la Troya
de la cual llegó a ser propietario mi amigo Jaime Olmos al que robaron el pozo
del patio. Allí yo nací y quizás habiendo libado un antepasado mío sacerdote de
Júpiter el vino de los dioses, conservo yo esa querencia hacia la pagana
latinidad. Uno de mis abuelos fue centurión de Cesar y luchó en Hibernia.
Asistió a la coronación de Augusto y de Roma se trajo por mandato imperial los
planos para erigir el acueducto de Segovia. Coronado el emperador dios del
Olimpo el año 34, era invocado por las congregaciones populares y su estatua
incensada cada tarde por uno de los flámines de turno que trepaba hasta su
imagen por una escalera colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a los
pies de la sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde siempre
oí decir que estaba enterrada gran parte de mi otra parentela. Habían llegado a
Segovia con Saulo de Tarso como ciudadanos romanos. Ego cives romanus sum. Nos hicimos cristianos por lo cual fuimos
perseguidos por la sinagoga. Tuvimos que renunciar a los dioses y creer en un
dios único lo cual nos pareció lamentable. El profeta Jesús no trajo la paz al
mundo sino la guerra. Se adelantaba así a los bustos parlantes.
El osario de los huesos desapareció a finales
del siglo XV por orden de la inquisición. Tibias y calaveras ardieron en la
gran pira, gran almenara se preparó. Muchos de mis paisanos que le dan a la
sinhueso sin ton ni son, hablar por hablar, desconocen su historia y ubican la
necrópolis hebrea donde no es. En las cuevas del Pinarillo allí donde el
Clamores abraza a la ciudad para casarse con el Eresma se alojaron ermitaños
durante roda la edad media, hacían penitencia, se flagelaban y lloraban sus
pecados frente a la ciudad donde no podían entrar por haber cometido algún
agravio. Otros cuentan entre tanto que los supuestos ermitaños acogían en sus
altares espelunca a las mujeres públicas. Se disfrazaban de frailes para
ejercer el oficio de macarras y de cohénes de las meretrices del barrio judío.
Frente a la sinagoga había un gran prostíbulo. Segovia pecadora magna
peccatrix. Albergue de putas y de perailes.
Cuando
yo era niño se alojaban en aquellas espeluncas tenebrosas familias gitanas. Yo
recuerdo a una gitana con el pelo negro subiendo aguas al Clamores por el
Camino Nuevo toda vestida de luto y en alpargatas también negras como el mandil
la cara cubierta de arrugas y los ojos penetrantes de vidente hasta Santi
Espiritu con manojos de romero. Que ofrecía a los viandantes. Al que no le
adquiría un manojito le largaba una tremebunda maldición:
—Mañana
te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo con la vela
en la mano
A
veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien torres de la
ciudad tocaban a clamor… Qué miedo Uy.
La Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla huíamos hasta refugiarnos
en el regazo de neutras madres:
—Mamá
que viene la gitana Sacramento
Los
gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja moraba en
lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un rótulo con la bandera de
Israel y se canta la Hativka algunas
tardes pero no era un cementerio sino un eremitorio. Estamos regando fuera del
tiesto y cantando responsos en el sitio que no es. No obstante el kaddish
seguirá resonando hasta el final de los tiempos.
Caminaba
la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el jefe de la
tribu su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda la cesta regresaban a
su guarida pero allí donde aparece hoy día una lápida con la estrella de David
no había camposanto ninguno que ya digo el verdadero lugar de reposo para mis
antecesores que fueron a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros
cerca del enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí
donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se representaba
en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito pero es un lobo feroz. No le hagáis
caso, alejaos de la botella.
IV
Duro es el mundo de Sklepos y albacora pero esta mañana de
verano misa de san Agustín mis males lleve después de la avenida que anegó los
campos de Valdemoro me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce años como
pasa el tiempo. Umbral era Umbral. Le canto un responso mientras me zampo una
albacora de la primera cosecha de la higuera que planté en el huerto. Chimenea
y huerto soy feliz mientras miro para los muros derruidos de la patria mía
Segovia triunfal el gran cedro del convento de las jesuitinas los merlones de
la muralla por donde se asoman los fantasmas de mi pasado todo son pesares y
arrepentimientos. La Virgen
del Socorro desde su camarín engastado en la veranda me mira con ojos
maternales e indiferentes extendiendo su manto protector sobre el barrio judío.
Un rabino baja por las escalerillas de san Roque con los doce panes de la
preposición. Una parida lleva las velas de la purificación; el cantor ante la
congregación de san Andrés entona la Shema. Por
toda la ciudad resuenan himnos de Purificación, hoy es fiesta de las Candelas.
La oferente presenta dos pichones y dos tórtolas. De allá a un rato entra una
turba de feministas gritando consignas obscenas ¡“no es no y sí es sí! Se
organiza una protesta de maltratadas. Cunde la rebelión entre las hijas de Eva
que se ciscan en todos. Un furor uterino recorre la ciudad de Segovia, cantean
a la Virgen,
le rasgan el manto, y tiran al Eresma el fajín y el bastón de mando de capitana
generala, de la Fuencisla
que sube para la catedral en procesión y se ríe de la estrofa vuelve a nosotros
esos tus ojos misericordiosos. Aquí reclaman sus derechos, nada de
misericordias. El obispo de la cabeza gorda, presidente de la episcopal
conferencia y una cruz ansada de los egipcios como pectoral les imparte a las
del movimiento Ad Lib la bendición mientras allá en el Vaticano Pancho Culo
gordo aliándose con el gran capital inicia movimientos onenejes y calma a favor
de los menesterosos. El padre Ángel saca la billetera y pone voz lastimera de
pedigüeño. Para él esto de las caridades es un buen negocio. Un cristo heroico
como el de san Esteban baja los brazos. Señor no podemos con ellos. Tú dijiste
a los pobres siempre los tendréis pero a mí no me tendréis y estos chupa
sangres a costa de tus palabras están haciendo negocio.
Siempre tendréis a los pobres con nosotros pero a mi no me
tendréis. Este prelado de blanco parece olvidarse de las palabras de Maestro.
Cunde la miseria moral por el mundo y ésta es peor que la pobreza física, sin
que el jerarca argentino lleno de prepotente soberbia, se dé cuenta.
En el océano de las borrascas se precipitaron nuestras ansias
y desdenes por causa de la política. Suben y bajan los espectros (Wraith)
el caballista Jurry cabalga sobre su mejor alazán. Una recién casada alza el
velo “huppah” y el mundo se hace de noche en espera del amanecer de los
hijos. La congregación corea epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo salía…
yo contemplo desde mi tabuco toda la estrellería que ilumina el la edad media
¿cómo era este barrio antes de 1492?
Miriam que acaba de ser desvirgada por Jonás su marido en la
noche de bodas hace un baño ritual (mikveh) se frota sus partes con agua
de lluvia, el sacristán va de acá para allá picando a las puertas de todos los
miembros de la comunidad clamando a voz en grito:
—Nos
ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde
en aquel instante la alegría por toda la aljama.
Así fue y así será. Me envuelvo en las
filacterias del tefillot bufanda de oración y lloro mis pecados que
perdonará siempre Adonai por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego
sagrado libamos de la copa del dolor y del vino eucaristía. Señor bendice este
zumo de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre (kidush)
amen… amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra salvación (pikuah
nefesh).
Pues para salvar vidas y no para destruirla
fuimos puestos los judíos en la tierra, y nuestros nombres se encuentran
escritos en el libro de la vida. ¿Estás tú en la lista?
Somos
los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón nos agrada decir shalom.
Que esa palabra esté siempre en nuestros labios amin… amin. Todo es perecedero
y extinguible pero los hombres van de acá para allá en una poriomanía
incansable buscando la tierra prometida, somos trotamundos viajeros peregrinos
en esta vida devorados por los félidos (tigres leones gatos) alimentados por
los solípedos. El mundo se divide en buenos y malos y en animales de garra y
pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído al parche y ojo al
cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se duermen todos los tordos al sol. S
k l e p o s… dura y áspera es la vida misma… este adjetivo griego es un monograma
que vale para definir cómo es la vida entre españoles envidiosos desalmados
indiferentes ladrones y escoliastas. I am a dangling man. Vivo colgado de una percha subido a lo alto de una columna como Simón
Estilita. Vivo dentro de un arco formero y mi punto de apoyo es un ladrillo
sardinel pero como soy algo escaro y tengo una pierna más larga que otra y se
me hinchan los tobillos, piso mal y me fatigo cuando me atrevo, audaz, a largas
caminata tú me dirás, Rui Blas. Sé manejar el escardillo y el almocafre.
De tanto
empinar, pues nunca di paz a la mano ni al jarro el codo yo, padecía prurito
vesical y mis canales urinarios ardían en el escozor de la ascitis. Por tu
uromancia y poliuria yo te conjuro beberás aguardiente de olivo. Triste destino
el del borracho. He sido un patoso en todas partes, perdí las grandes
oportunidades. Nada me salía a derechas.
“No hay necio que no me hable ni vieja que no me quiera. Ni pobre que no me
pida ni rico que no me ofenda, no hay camino que no yerre ni juego que no pierda
ni amigo que no me engañe ni enemigo que no tenga. Agua me falta en el mar y la
hallo en las tabernas”. Creo que en estos versos de Quevedo estaba sellado
el destino de Villeguillo.
Un día quise abrir una librería de lance en
Canterbury pero el arzobispo me dijo que no era buena idea. Un pub en Londres
sería más rentable, hijo mío. Los libros no los quiere nadie. El ángel de la
muerte que odia la verdad y el consuelo derramó su copa de acíbar sobre las
páginas de los grandes textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y a
la hoguera fueron las enciclopedias y los grandes tomos de psicología pero en
la gran almenara sobrevivieron los textos mediocres de Julia Navarro esa que ayer parlaba en la Cope
con el Calvo de los Halagos un tal
Expósito que no ha soltado aun la chaquetilla de camarero a ver qué va a ser
los señores. Como conjuro de esta malandanza Riudavets el bueno y el sabio
permanecía sonriente e imperturbable en su caseta de la Cuesta de Moyano. Este
hombre fue el consuelo de muchos desconsolados. Dios guarde su vida muchos
años.
Pues la Julia hija del Yale pare más
que una coneja hijos fornecinos de su imaginación calenturienta, inunda de
títulos los booksellers de los
estantes de estaciones y aeropuertos. Es una designada, una elegida. Ellos los
de la mafia político-literaria se hacen la ola unos a otros y el resultado de
la maniobra no puede ser más cretino. Vivimos en un mundo endogámico yo me lo
guiso y yo me lo como. Son los hijos espurios del franquismo, trasvertidos de
Generalísimo (al que por cierto trasladaron ayer de cementerios los
hispanicidas y cristofobos quieren derribar la cruz del valle, lamentable
espectáculo, la ministra de Justicia Loli que había sido puta dio el sonoro) al
revés, toreros de salón americano y cócteles en el Palace. Así que la hija del Yale rotula una de sus execrables
títulos con el predicado "No matarás" y no se acuerda de que su padre
el maldito cojo de las columnas de "Pueblo" tiró un día en
Toledo a su madre por la ventana. Muerte a los filósofos. Venían con una tea
los seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la blandían sobre
los campos y las torres de las ciudades que se incendiaban, el fuego arrasaba
las plazas y las campanas de todas las villas tocaban a muerto. Arson Luminia es la compañera de viaje
de Finsternis la deidad del amor
oscuro manipula tortillas estériles como Safo. La informática a la cual di muerte era de
aquel gremio. Cave canem. Cuidado con
el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos se han hecho periodistas
y tertulianos o tertulianas melena al viento bellos palmitos hermosos rostros
que esconden el alma negra cuajada de fealdades de mentiras asesinas, la crija
o la verija supurándoles entre las piernas. En el país huele tan mal que doña
Aitana dice que su padre fue exilado en Roma cuando el ex jesuita fue enviado a
la Ciudad Eterna
como corresponsal de la radio franquista. Todo son reniegos y abrenuncios raza
de perjuros. El asno de Valaam rebuzna por las esquinas. Al gran jefe se le ha
puesto cara de trasera del trolebús... a face like the back of a bus,
decía mi querido suegro Mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un cementerio de
Dagenham a llevarle crisantemos. Es el mejor inglés que conocí. Su esposa se
llamaba Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por apellido Escolex,
abollonado de cara y corto de vista. Al mirarle yo me daba cuenta de que soy
una escolopendra y que mi mente es un ciempiés. Dares y tomares. El marqués
estaba en la sombra la mirada alzada hacia el horizonte y la espada en su mano
pues la necromancia es un arte del demonio. Mucho se practica en Valladolid.
Allí viven españoles de poca sustancia huéspedes del Gran Tornadizo que los
inviernos van a la iglesia no por devoción sino para calentarse en las estufas
de templos mixtilíneos donde la
Virgen se confunde con diosas de la antigüedad.
La
contemplación de Segovia que es la ciudad del mundo que más se parece a
Jerusalén me fascina al tiempo que me causa dolor, porque son casi lancinantes
los recuerdos a causa de estos tiempos compungidos porque cuanto yo amaba en
ella ya ni es ni está.
En ella yo
nací por desgracia bebía agua en la
Fuente del Tornadizo. De niño mis padres quisieron llevarme a
Quitapesares un manicomio que estaba en la carretera de la Granja de San Ildefonso
porque observaron rarezas en mi conducta, siempre tenía ganas de comer, fui un
niño gordo maltratado victima del bullying
al que le gustaba la soledad, muy impresionable, que tenía ciertas manías y una
viva imaginación, me sobaba las manos y daba vueltas a los palos que encontraba
en el patio del colegio y jugaba con las ramas de los tilos que se venían abajo
partidas de brisca.
En este juego
yo me representaba como protagonista de una película o bien era un sacerdote
santo o un asesino degollando a los malvados Recordaba aquellos tiempos y mis
ojos se extendían hacia la vaguada del Clamores de donde se podía obtener una
buena panorámica de la muralla, dando gracias al altísimo por estar vivo,
porque huí de la cola del león siendo cabeza de ratón, no me enchironaron aunque
los malditos quisieron darme por culo pero yo no me dejé. Detrás estaba la
catedral. Vi un gato negro acicalándose en uno de los merlones de la muralla
romana. Estaba justo delante del tejado de la casa donde yo vine al mundo, San
Valentín 4, la Casa
de la Troya,
mala señal, tuve miedo. Me habían pasado muchas desgracias en la vida y el
fulgor eléctrico de la mirada de aquel michino me hacía pensar en las muchas
desdichas que conocí logrando salir dellas gracias a mi ingenio a mi poder de
seducción y mi capacidad para mentir. Leí en ellos mi sentencia que era sufrir
y padecer de por vida. Lo tenía bien asumido. “Pariome adrede mi madre ojalá
no me pariera” Aquel felino era el símbolo de la indiferencia con que me
recibía la casa donde yo nací y por los ojos del gato se asomaba la ventanera
de mi madre que me parió primero y luego me maldijo... no perteneces, no estás
en el grupo, no eres de los nuestros. El gato negro da mala suerte pero mi
miedo se trocó en espanto a los pocos días cuando marché a Galicia un balneario para recuperar mi precaria salud,
me crucé con una meiga que me escrutaba de arriba abajo. Bajé corriendo por las
escaleras del hotel, salí a la calle, corrí despavorido por una rúa larga
jalonada de casas de piedra en cuyas paredes solitarias y deshabitadas resonaba
el eco de los versos de Rosalía. Un coche con matricula francesa se paró a mi
vera.
—Oiga buen
hombre me puede decir donde hay un banco para cambiar moneda—gritó el postillón
desde adentro. Era un indio aceituno de más de dos metros.
—Son las
cuatro la tarde de un viernes y las sucursales bancarias han echado el cierre,
mañana es el Día de la Virgen.
Un rumano un
hombre muy grande un indio de raza aria asomó su cara espectral por la
ventanilla y en un movimiento rápido me arrebató la billetera que yo llevaba en
el bolso del pecho de la camisa veraniega. Fue un visto y no visto. Cuando me
quise dar cuenta, el rumano había desaparecido., Corrí despavorido en una
búsqueda inútil, alcé la vista y me topé con la mirada espectral de la meiga
que nos estaba observando desde un balcón. Grité: "señora, al ladrón, al
ladrón que me robó". El espectro cerró la ventana de la casa de piedra y
me lanzó su maldición... ainda etoufes,
neno.
Su mirada era
muy poderosa y quemaba casi con más poder y furia que la del gato negro. Los ojos de la meiga constelada de sartas de
rosario y de medallas al cuello eran los ojos del basilisco. Conjuré mi
inquietud aferrando los dieces de un rosario que siempre llevo conmigo...
Sálvame Virgen del Carmen. Nunca podré olvidar aquel atisbo de la saludadora
galaica que llenó para siempre mi vida de inquietud. En mi cartera llevaba unos
cien euros. En hora menguada pasé por el lugar un día de agosto cuando España
se convierte en cueva de ladrones de peristas carteristas, violadores y
expertos en el arte del latrocinio y del tirón. No es fácil vivir bajo el yugo
férreo de los mangantes. Las radios cotorras carroñeras traían la imagen del
Chicle un dientazos gallego que violó a una niña de Pozuelo de Alarcón.
Nuestros políticos reenvían buques de guerra para recoger emigrantes del Aliyah
invasora que cruzan el Mediterráneo con plegarias a Alá. La cimitarra sarracena
se mecerá sobre nuestras cabezas despues de los versículos al Corán, tras la
alcatifa y el Ramadán, los sermones del Papa Interpuesto ese argentino que a
España le hizo tanto mal. Es la hora de los mangantes. Manda en la calle la
apisonadora de la mentira y hay mucha angustia en los corazones. La tele es una
maquina de dar por el culo, cloaca de inmundicias y zafiedades. Machaca
nuestras meninges con consignas, activa el miedo.
Inmediatamente
al incidente del dacio que me robó la cartera no tuve más remedio que
refugiarme en el ribeiro. Me bebí litro
y medio y me puse coloquial y parleto. En ese estado de euforia yo perdono a
todo el mundo. Cuando subí en el ascensor de mi hotel me miraba en el espejo
para saber si mis ojos estaban brillantes y echaba el aliento en el espejo del
elevador pues todo mi afán era procurar que mi mujer no advirtiese que había
libado de lo mío por el aliento. Advierte el Talmud que la borrachera es cosa
de paganos. En eso no estoy de acuerdo pienso con muchos judíos que el legado
de Noé es una de los grandes cosas de esta vida porque cuando no hay remedio
litro y medio.
Si los niños callan
hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen las mentiras de los
micrófonos, las palabras al oído de las planchas masónicas prometiendo progreso
y dejando desolación a su paso. Busco en los recovecos de mi existencia
aquellas corresponsalías en Londres y en Nueva York fui un elegido de los
dioses un ángel caído en el barro democrático. Hube por descontado mis maestros
y epígonos que abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego
Eugenio Suarez un falangista hijo de un médico de Daimiel al que los rojos
fusilaron en una cuneta un día de niebla de noviembre a favor de la oscuridad y
de la niebla pudo huir y refugiarse en una alquería donde le lavaron las
heridas y por Somosierra se pasó a los nacionales. Era un joven periodista de
flamante pluma al que sus jefes enviaron como corresponsal a Budapest. Yo fui
el ultimo de aquélla brillante saga el mejor racimo de las parras literarias de
España. A Eugenio le cupo la gracia y la
desgracia de relatar el holocausto o lo que dicen holocausto que no fue tal
sino el resultado de los dimes y diretes y crueldades de toda la guerra pero el espíritu celeste del mal se sirve de
aquel incidente histórico para acabar con el drama de la pasión del Señor.
Llegó a la ciudad más bella de Europa en un flamante Volkswagen con escolta de
soldados alemanes. Y asistió a la destrucción del bello enclave magiar que
había sido sede de toda la judería europea y donde los hijos de Moisés habían
podido convivir con los cristianos sin fricciones. Las fortalezas volantes
norteamericanos acabaron con aquella buena relación. A la sazón en Budapest la
vida valía muy poco. Por unos pengos podías comprar un salvoconducto, una mujer
por una noche y tres bocadillos de salchichas. Que no me vengan con historias.
Yo cerré la tienda de aquellos próceres del periodismo en Nueva York. Cuando el
gran Filipo blandía puños cerrados en Manhattan y amenazaba con enviarnos a
todos a un campo de concentración o fusilarnos, amenazando desde el estrado de la ONU, yo asistí a la
conferencia de prensa de aquel infame. Tenía como alátere a Maraña que me
insultaba cada vez que podía. El odio rojo les daba vitaminas, pero no eran
moscovitas. Venían criados a los pechos de las principales universidades
californianas. Pero he aquí una de las artimañas de los bustos parlantes: la
máscara.
V
Ahora contemplo la magnifica visión amurallada
de Segovia desde la
Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me
atenazan los recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los mandilones dicen que allí estaba el
cementerio hebreo pero no es así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los
Huesos en lo que era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta
a la tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y más
israelita que san Melquisedeq cuando hasta hace poco nos corrían a gorrazos y
ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me exaspera, yo he venido a
contar la historia de mi amigo Manahén
Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo
menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos españoles, era cuarterón
igual que Franco y Hitler. También nacido por estas veredas en la que llamaban la Casa de la Troya. Debía de ser
algo pariente del gran Tacaño y se emocionaba cuando leía el Buscón y narraba a
sus amigos las aventuras del Domine Cabra un segoviano típico. Segovia "peccatrix" pecadora y
cicatera. Segovia viene del celta y quiere decir cumbre (via hacia la cumbre
con el otro sufijo) ¡No te jode! Y tan pecadora que aquí no cabe un tonto más.
Le han erigido un monumento a Satanás. Mis paisanos escupen las arras. Nací en
esta ciudad de acarreo, tierra de perailes, urbe condita en rencores, gente del
bronce y de la hoja, y de tusonas, mulas del diablo y barraganas de curas y
frailes. Había un ciprés milenario al otro lado de la muralla que derramaba
parte de su enramada sobre el tejado de nuestra casa. La vida me hizo escéptico en medio de tantas contradicciones,
ante ciertas solemnes verdades que se fueron por la posta, pero no soy yo mala persona,
creo, hasta ahora no maté a nadie, sólo a la archivera que era fea como un
pecado mortal del puño y la rosa. Le di el pasaporte por amor a España. Sólo
soy necio e inconsciente, iluso y algo bocazas. Por eso, he venido a prosternar
mis huesos ante el clemente Zeus tronitonante, Señor del Olimpo, padre de todas
las creencias, de todas las religiones, cuyo decálogo en piedra bajó desde las
cumbres del Olimpo: que Corán, el Candelabro y la Cruz se junten pero todas
ellas a los pies del Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María.
Lo veo difícil
porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y ahora en
el Vaticano están hechos unos zorros con eso de que obispos y cardenales
sodomicen en sacristías y confesionarios a los niños de coro con todo y eso el
pobre Villeguillo, vagabundo segoviano, no renuncia al legado cristiano— demasiado
viejo para cambiar de religión—, sin perder de vista la tradición y
el testimonio de los mártires, que conectaron el Nuevo Testamento con el
Antiguo y el fervoroso politeísmo de los dioses oscuros. De todos ellos
venimos, en todos ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la voz del
Criador que es polifónica y habla de mil maneras y en diferentes tonos a los
mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren al
suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas perversos y alcen la
vista a los cielos de donde nos viene el resplandor de un dios más humanado.
Zeus se convirtió en Cristo. Aunque el
Rollo de la Ley
de mis mayores nos avisa:
—No derramarás
sangre ni semen.
—Bah, eso de
la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el diablo encaramado a
lo alto del acueducto, mientras se
beneficiaba a la alcaldesa. A Belcebú le vuelven loco un culo grande y
unas buenas "domingas" por otro nombre tetas. Le gusta tener de donde
tirar y la burgomaestra es un montón de carne.
—Pues si no
hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba por aquellas fechas
de haber dado al traste con la unidad patria.
Me subí a la
alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato y celestial para viajar al
presente y al futuro. El pasado es negro. Estuvo teñido de sangre en esta
ciudad pero es así como se construye en el eterno caminar de la historia. Ahora
recuerdo mis tiempos de corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Támesis
con unas pocas libras en un mini de segunda mano en que cargaba un par de traje
seis mudas un abrigo negro y algún libro
de rezos y mi maquina de escribir. Yo era un bohemio. No tuve la suerte de mi
colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito en el cuadro de honor
de la vida y yo no era más que un advenedizo un palurdo de Segovia con sangre
arriera y trajinante. Los dioses me inscribieron extramuros, fuera del círculo
de notables. Sólo Baco algunas veces se apiadaba de mí pero era una piedad
traidora y peligrosa que se esfuma con la espuma de las resacas.
En lo alto del
puente romano el Príncipe de la
Mentira se estaba colocando o a lo mejor se estaba haciendo
una gallarda el tío guarro. Lo cual por causa suya España iba de cabeza.
Regresaban los fementidos Yuchán
(tu puedes aunque no sepas, unidas podemos etc.) no se cortaba la coleta. Había
vuelto glorioso a la palestra, muy ufano, tras el permiso de paternidad. Yo
cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a
España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora, la putilla esa que
corre con los cartapacios de apuntes por los pasillos de la Facultad de Políticas, un
himno a la desventura. Pulso de la lira la más sublime cuerda y canto a la
mierda. Pues eso, allí donde están las cloacas del poder suena la música de
corrupciones.
Es lo que hice
toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas, bayucas y lupanares,
brindis a Erifos, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre
mi cabeza el manto de oración y la
tánica pretexta de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla
derramada de tantos años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a
aquella archivera que me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos, risas
y escarnios de la Gran
Bollera, y oprobios, sus carcajeo feminoides con la amiga por
el teléfono ¿qué tal andas, chati? Acabaron con mi paciencia pero no seguí las
enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor, nace
amontonado con la mierda y a la mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te
engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de gusanos.
Pero no te
sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo, recuerda la paz de esta república
que mediante la bondad, la sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza
de la serpiente, colócate el manto de oración sobre la testa y cíñete al
cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el chaparrón,
piensa que te has perdido por tu mala cabeza.
Recuerda que
tú eres de la casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales.
"Sint lumbi vestri praecinti", ataos los machos para defender
la verdad.
—Eso son sólo
palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme
escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila
de luz de las mañanas. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que
me enajena. Mis enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede
que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante el "muro de Lamentos"
sobre la piedra basal de este adarve latino en honor del poeta Juvenal de haber
expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante en una vida con no pocas vueltas y revueltas que no
fue nada circunspecta a causa de incomprensiones, persecuciones y sufrimientos.
El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme
desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe pecadora a prosternar
mis huesos ante la piedra esculpida cerca del postigo del Consuelo. El vado del
Río Clamores me separaba de un pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y
un futuro incierto: Parce mihi Domine, parce mihi. Pago mis culpas y al
darme de cabezadas contra la piedra de Publio Juvenal que debía de ser el
prefecto de la ciudad por mandato de Cesar Augusto, el constructor del
Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos me traía fragancias de un
pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de
tambores y flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de
manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que acampaba en
el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del
Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo
respuesta y me entrego a mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma
manera que yo acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la
ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la
vida sin suerte, que se juntó con malas compañías, era un pícaro de siete
suelas como muchos hispanos, al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y
trepar por la cucaña de la competencia echando rivales abajo. Da paz a mis
muertos, Júpiter, por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a
esta afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas al
diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo blanco) la miruella
como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la cual de mayor conocí cuando tenía 45
años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave, Cesar. Me
dediqué vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de
jesuitinas que dio sombra a la infancia lo habían talado los mancipes
dendricidas y poco avisados. Lo malo de estas plegarias es que
constituyen un monólogo. Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de
costumbres poco recomendables le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún
planeta por ahí perdido constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como
si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus
mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo
mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el audífono. En mi mente el mosaísmo, el
islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes de que vinieran las
aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una patera de piedra
los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de
biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab Urbe condita”, Tito Livio
impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la cual manaba
un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro
un filosofo un historiador, no sé lo que soy, pero estoy al tanto y el que
avisa no es traidor, un nomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay
barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios, que todo lo toco y todo lo ve, émulo del
Gran Piscator, lucho contra los malos y aunque a veces haga partija con Belcebú
no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más
todos estamos. Pues Segovia como Puente Perín, como Barahona, Brañosera en
Asturias, Hita en la Alcarria
y las brujas de las peñas encantadas de Cuenca es lugar de hechicerías y
encantamientos. Es plaza que vio coronar con la coroza de la infamia a las
“obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don Pablos que subió los peldaños del
patíbulo con mucho senequismo y humor negro, rayano en el cachondeo, porque al
jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza, que a la próxima vez
arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas “porque no todos tienen
mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro
espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a
pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando
los ediles y de los ediles, de los timbaleros,
maceros y ministras de todas ellas hizo ropa vieja con furor de casta inagotable. Porque lo suyo fue
siempre engañar y fornicar.
El padre de la Mentira se estaba
trabajando a la alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera que por arriba
del acueducto. Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de
rodilla y me besas el culo:
—Tente que te
unto
De su boca
desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de
aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”.
La señora Mrs Bald viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante
el bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos
con templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones
y al pucherazo. Los borcellares tenían la tranca de la demoscopia en la mano y
así no hay quien pueda, claro. Todos a mascar torreznos de la olla podrida. Se
sublevaron los que no probaban jalufo. Siempre será lo que ellos digan pues
tente que te unto. Amen. Hay me las den todas. Jugar con las cartas marcadas es
una añagaza del sistema electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las
carga el diablo. En los días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las
cornejas. Tente que te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios
manda, has de andar derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabás
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser
la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto
de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes,
espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los
cielos de Segovia estaban cargados de
ominosos barruntos pues la diablesa no paraba de decir “tente que te unto”.
—Y ahora ¿qué
quiere la señora? — exclamó el Amo del Mundo
—Que me batas
una buena tortilla francesa
—Date la vuelta,
alcaldesa, tente que te unto.
Un grajo
infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos a la estatua de la Virgen María que
posaba en el edículo principal del Acueducto mirando a poniente desde tiempo
inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y yo le escuché pronunciar una homilía
maldita:
—Tiremos abajo
a la Virgen Pura.
Acabemos de una vez con toda la cristiandad, sus supersticiones y falsías.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que
contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente,
luego empezó a ventoseare, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno
estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la
plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan
profundas, de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las
puertas de sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la burgomaestra
dijo:
—Os pasa por
judaizar. Ya sois míos. Sólo míos.
En el azoguejo
con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos marranos y los
falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones (ocurre siempre en
todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de plañideras compungidas y
de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente, estamos todos hasta los
mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo evidente era que a
redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro perdió la apuesta, el
diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo hizo esa profecía: el acueducto se
vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía predícame cura
predícame fraile por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los
que tiraron a la Virgen
María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos y
entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero
estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios
de la demolición se pusieron ciegos de
tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir se
desparramaron por la Vía
de Roma haciendo eses. Adónde irá el buey que no are. La profanación ya estaba
hecha. La cosa no tiene vuelta de hoja. Afloró en las pupilas y en los
corazones un odio de siglos, un deletéreo afán de venganza: Segovia ha dejado
de ser cristiana, chiquitos, se ha convertido en Aelia Capitolina.
—Pues muy bien
Al pobre
Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como era
un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas de la
griega, la hija de la
Federica, no vaya a ser que metamos la pata hijo — le dijo—
no conviene malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos los
años la fiesta del Holocausto. El rey supino fue quemado también en efigie
durante las fallas. Los elegidos no perdonan a nadie. Nos tienen a los hispanos
lucha rabia. Aquí no se salvará ni el apuntador por más que Jáuregui ya se los
esté trabajando para obtener un salvoconducto. Ya lo dijo Maquiavelo; los reyes
cobardes y dominados por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables
e inútiles para el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus
súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar
el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los estatuarios
malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este paso pronto se
convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y el libelático obispo
Zapatones había firmado las actas
—Parecéis oro
obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones— dijo Ursicinio el
Pecoso, un clérigo con malas pulgas que todas las tardes en la catedral
salmodiaba el Oficio— con aires de desafío.
Todos se
encogieron de hombros, no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá
ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo, muy
triste por aquel espectáculo, volvió grupas y salió de la ciudad por el puente
de Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño y por donde pasaban las legiones
del emperador con su estandarte enhiesto
y el carnero mascota de la Séptima Victrix.
La casa y el
barrio habían sido arrasada por los vengadores, aquella colonia era una
reliquia del fascismo según proclamaba, rábida, por los micrófonos de Radio
Segovia Victoria Lafora inflamada de odio al pasado. Desmelenada e hija
de un vencido, gritaba como una Euménide.
—Vuesa merced señora no hará falta que grite
tanto.
—Pues sí. Al
ver esas casas militares se me revuelven las tripas.
A Doña Viqui
la furiosa tambien se la revolvía a decir de un urólogo su coño canceroso.
Moriría a los pocos meses de decir esto sin confesión gritando blasfemias,
También
profanaron una imagen de Santa Bárbara que alumbraba en las noches los
inviernos. Los judaizantes se habían empleado a fondo en aquella ciudad. No
perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la conversa cuando los de aquel
pueblo la acusaban de tener un lío con su capellán que por cierto era un santo
y poeta eximio que luego subió a los altares y lo bajaron no sé si a garrotazos
llama de amor viva inflamado de amor divino:
—De Segovia ni
el polvo las zapatillas.
En aquel
instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de
la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un
poco recontrajodidos.
Todos al santo
y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados
de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas
del buen rollito.
VI
Retumbaban las voces en el transistor del coche,
tenía conectada a la Cope
pero aquellas voces venían del más allá, clara advertencia al llegar a Segovia
de que había traspasado Villeguillo no sólo la barrera del sonido sino también
la del tiempo y el espacio. Iba sonámbulo por los caminos del pasado y el
porvenir; ello formaba parte del don de la ciencia infusa y la introspección de
conciencias que tenía. Se perfilaba
sobre el perfil urbano la torre de la catedral, alta, augusta, inescrutable, la
dama de las catedrales, en plática monumental con la otra torre que a la Ebúrnea hacía competencia:
la Carchena,
cuando de repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz
del radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno rendimiento de decibelios,
entonces la tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la carretera del
empalme de Revenga con Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador
muerto de miedo y en la rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una
procesión lúgubre de resucitados. Un fraile fallecido hacía quinientos años
encabezaba el tétrico cortejo. Cantaban responsos, rezos y lilailas y pude
percibir con disposición armónica y buen concento las estrofas del Dies Irae.
Acordeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes Santo. Las
profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba con paso firme
hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los
reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a ser
que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones del
Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma. Jesús
llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no reclamaba el auxilio de
Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo
Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios
justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se
abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos de dolor
quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo y
sincretista de comunión con las divinidades oscuras. Seríamos crucificados y preteridos
a causa de la cruz. A los discípulos del Nazareno a unos los echaban a los
leones, otros encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la mayor
parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de
"No person". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos
decía nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim".
Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás
e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur
de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel (morirá del
fuego de San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia
de en una cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando
a los santos a oler mal, era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron
lluecas las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la
mitra del obispo don Opas, era el mandamás de aquel contubernio de anticristos.
Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros la raza de víboras estáis allanando mi
morada, acabáis con mis creencias, destruís la historia — yo les dije
enfurecido por tales desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
Ellos no respondieron. Se fueron cantando al modo
de los Rolling Stones, Mike Jager escupía contra el firmamento a la par que se
rascaba los cojones en plan provocador.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma
soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A mí me seguían pasando cosas. Por poco se sale de
la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a la
altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no llevar
un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo indignado y
le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la Guardia Civil.
Además, no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color de la muerte,
ningún actor del teatro se viste de ese color en un estreno, da mala suerte.
Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las portaban de
emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que exigían al Politburó
les permitiese emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética no
se quedaron a gusto. Aparentemente los
hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que preside Bibi es una
sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un
Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos
rusos, manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la
parva del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva la
del Holocausto el Odio y la
Venganza que sustituya a la del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— ¿Cómo, qué? Yo fui corresponsal del Arriba en
Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas
estrellas amarillas, los refugié en el sótano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En
nombre de Franco salvamos a muchos sin dar un cuarto al pregonero antes de que
Simón Blumenthal entrase en escena. Nuestro caudillo Franco era de vuestra
cuadrilla pero afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí
me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen,
volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno circule — ordenó el mozo de escuadra que a
mí en aquel instante me pareció de cuerda, aunque no llevase garfio ni garrote,
sus ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé
"este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los
que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo
hablando con un fascista. Venga arranca.
— Yo también soy judío pero de otra tribu
diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho
peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que
guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi
Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su
recinto en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos
muros paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas
ni al centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues
nos dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como
cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en el que
sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus dependencias
convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España en manos de los
judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie
contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del
postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla
justo debajo de la
Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y es
una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos cobijó
el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta- ya no estaba el viejo moral
que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas cerradas,
seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey Enrique IV. Bajé
por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por el Camino Nuevo
hasta lo que llamaban el Osario.
Una lápida de cemento armado con consistencia de
siglos con una inscripción en hebreo y
la bandera de Israel saludaba al visitante.
Algunas personas oraban con voz compungida y
desalentada el oficio de difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos
de sus antepasados el antiguo cementerio judío pero allí no había tal. Aquel no
era el recinto. Oiga aquí no hay nadie. Aquellas cavernas excavadas en la roca
caliza habían sido habitadas por ermitaños que hacían penitencia frente a las
murallas de Segovia la ciudad pecadora. La vista desde el Clamores era
espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de la
iglesia de San Andrés ponía contrapunto a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la
izquierda quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizada durante la
edad media como fortín, luego picadero donde domaba caballos el Jurry, y más
tarde como matadero municipal aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado
el osario judío. Paz a los muertos de Israel y a los que santificaron Su
Nombre. Elí, Elí, lamma sabactaní.
Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad contra los nuevos
inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré con vosotros hasta
el fin de los siglos.
VII
Voló a la Ciudad Eterna,
quería honrar a los dioses oscuros y empaparse de divinidad. Propendía por mi
inclinación a los misterios órficos a pronunciar vaticinios y en Roma oyó
cantar el gallo muchas veces. Era los cantos “alectorios” o quiquiriquíes
sagrados que alegraban los himnos de los flamines a los dioses peanes los que
se quedaron con nosotros, no esos dioses de los que nos han hablado y no vimos
nunca. El Sinaí permanecía lejos del Monte Aventino. Había que volver a las
viejas costumbres y reencontrarse con las inefables plegarias. Los dioses
otorgan a los mortales dones maravillosos. Tente que te unto. No te muevas,
estate quieto. Yo me hice transparente esto es un espíritu puro cuerpo de ángel
no sujeto a los imperativos de la biología ni hambre ni sed ni sexo ni
actividades excretorias. Podía incluso volar por el firmamento circunvolar los
espacios siderales explorando otros planetas sin necesidad de esa materia
pingüe y grasa con que abadernan el cuerpo las brujas para volar. La
transparencia era capacidad de atravesar las barreras del tiempo y el espacio,
algo así como la explicación concepcionista que da el Astete para explicar el
milagro de la inseminación del Espíritu Santo en el vientre de María “lo
atravesó como un rayo de luz trasluce el cristal sin romperlo y sin mancharlo”.
Los anales de
Tito Livio y la historia romana no
guardaban para mí misterio alguno. Deambulé por la Via Apia, subí las
escalinatas del Capitolio, palpé los brazos y los músculos de los gladiadores y
andábatas que peleaban en el circo. Uno a la sazón muy famoso, Silvinus Crassus
el bretón, me honraba con su amistad y le acompañaba yo con su escolta por las
hosterías y tabernas romanas. Era Silvino un atleta de profundas convicciones
religiosas, y temeroso de Júpiter, como buen celta hombre supersticioso. En su
tabuco tenía lámparas encendidas a los todopoderosas deidades familiares de su tierra: A Epona
diosa de la caballería gala, a Sucellus, Dispater, el dios que
golpea con el mazo, a Cerunnus padre de los bosques al que la imaginería
popular representa colgado de los cuernos de un ciervo (el dios Glenn de
los “picti” escoceses) me sorprendió saber que los galos ya daban culto a la
trinidad en el tríptico de las Madres la triada del padre, la madre y el hijo
padre creador del mundo, hijo baja a la tierra encarnado en el vientre de la
diosa Ceres. Velas encendidas eran la llama perenne a estas omnipotencias
incógnitas; como le preguntara yo al andábata cómo era posible que un gladiador
confiase en la fuerza de los dioses más que en la virtud de sus músculos
Silvinus Crassus me dio esta respuesta:
—Ellos son mi
fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan impulso para torcerle la cabeza a un
toro en el circo, desjarretar a un tigre, y hacer correr a los leones. Mañana
son las lupercales y yo concurro, vendrás a ver cómo lucho contra el diablo,
amigo.
Prometí acudir
sin falta al circo máximo llevando en el bolsillo un canto que había pasado a
manera de talismán por la piedra de Juvenal en la muralla de Segovia frente a
la casa que me vio nacer, pero prioritariamente estuve contemplando a aquellos
seres míticos cuya imagen había estampado un imaginero cretense amigo del
gladiador en un retablo. Europa cabalgaba sobre un toro monstruoso que
arrastraban al aire de cola dos delfines. Minerva contemplaba al dragón, Jasón
jefe de los argonautas escupiendo el vellón transformado en una vestal. Zeus y
Anfión hacían buenas migas en el Olimpo (de nuevo aflorando el tema trinitario
que acoplaron los cristianos a su religión). Bullerón cabalgaba a lomos
de Pegaso el alazán tordo que surcaba el espacio a galope meneando dos
enormes alas que pendían de sus orejas y traspasaba con la lanza a Quimera,
el monstruo fabuloso. San Jorge mató el dragón. Dédalo en su laberinto
encontró a Ícaro que le enseñó a volar. Teseo acabó con la vida del minotauro.
Edipo hacía preguntas a la esfinge. Policlines campeaba en la
arena luchando, desenvainada la espada, con su hermano Atocles, los dos
eran hijos de Edipo.
Completaban el
friso las grandes diosas de Roma: Ceres, Prosperina, Baco
y el dios Pan, Tirso con su vara; Ariadna en la confusión del ovillo,
Sátiro que fuerza doncellas en el bosque, Vulcano, Dionisio, Sileno, Narciso,
el Atlas de san Cristobalón que porta el mundo y Neptuno y Favonio dioses de
los violentos y de las aguas. Hebe es la diosa de la juventud. Todas
estas deidades empezaron a parecerme razonables como exponentes de los vicios y
virtudes de la pasión de vivir. Eran divinidades superiores pero con
encarnadura humana. Los retores filosofaban en el foro, dándole vueltas a las
frases y torturando su cabeza, sobre la esencia de las cosas, el origen de la
vida, las propiedades de las plantas.
Les contradecían los sofistas. Ni Platón ni Aristóteles ni Séneca tenían
en sus dominios la clave de cuanto nos envuelve. Del bosque llegaban los
alaridos de los scutia, Aeneas Vilicus tenía la mala costumbre de correr
a latigazos por el bosque a sus esclavas. Roma se divertía con sus juegos
seculares. Los 135 días de circo se marcaban en el calendario (magni joci,
juegos magnos) que bien se lo pasaban aquellos antiguos sin tener televisión ni
radio. No eran acosados por los bustos parlantes.
VIII
A Arije me lo encuentro todos los días
yendo y viniendo por los bulevares de la Reina Madre allí donde hay una clínica que fue
hospital de sangre para todos los soldaditos de nuestras guerras africanas.
Aparece en imagen una enfermera de bronce que atiende compasiva a un cabo de
infantería, herido de bala, abierta la sahariana con los ojos turnios,
agonizantes. Del pecho se escapa un chorro de sangre. Mi amigo quedaba
conmovido al contemplar la estatua. Tardes de mayo, dolor de España, horas sin
amor. Mesones y tabernas, algún bailongo pero ya habían cerrado La Bombilla. Auras
de juventud. Esta zona de la capital me recuerda los tiempos de estudiante, la
parada del F, el autobús que nos llevaba a la facultad, una casa de ladrillo
rojo destruida por los cañones del quince y medio en la del 36. El cobrador era
un gallego rubio uniforme gris como de presidiario y una visera-bonete con un
guarismo de registro, por cima de la visera, picaba con gesto indolente los pases
que eran veinte números desparramados en cada uno de los cuatro ángulos sobre
un cartón blanco. Se sacaban estos itinerarios en la taquilla de la empresa
municipal o en cualquier estanco por un duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo. El trolebús arrancaba. No va más. Billetes
por favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía yo todos los miércoles al
bajar a la clase de prima cuando tocaba latín con el profesor Mariner, un
catalán clásico emblema de la sabiduría y perfil numismático. A Mariner Bigorra
ponle la toga pretexta y te figurabas estar hablando con Cicerón en el Foro. Su
padre y sus dos hermanos fueron fusilados por los rojos. Era la grandeza, la
sabiduría falangista y la modestia en persona cuando comparecía en el aula
vestido de gris y escribiendo frases lapidarias en el encerado (yo le tuve en
el segundo curso de los Comunes). Admiraba al Caudillo y este le encargó de la
redacción del epígrafe que corona el frontis del Arco de Triunfo de Moncloa: Armis
hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc… Munificentia regia condita
restaurata ab Hispaniorum duce Aedes sapientiae matritensis florescit in
conspectu Dei. Ahí queda eso; No se
puede decir tantas cosas condensadas en tan pocas palabras… maravillas del hipérbaton. Un letrero que nos saluda
glorioso al entrar en Madrid con las tropas nacionales. Visión de futuro que
aparéese en la actualidad despeado Sánchez volará la cruz y esta magnifica obra
de arte. El epígrafe fue parte de mis ojos al entrar y salir durante muchos
años de vida laboral. Maldito Sánchez el político español que obra al dictado
del sanedrín de Soros. Dios le dé mal galardón.
El cobrador del autobús aparecía sentado en
su telonio como un buda de carne y hueso mirando alegremente para la juventud
divino tesoro que nunca vuelve. Una vez me tocó detrás de una monja
concepcionista que arrimaba el culo arrecachado. Yo, por mi parte, acercaba el
material. Hambre sexual de los sesenta. Mi amigo Molina malignamente me hablaba
del placer que suponía a los milicianos invadir los conventos y forzar a la
madre superiora. Muchas daban gracias al cielo sin importarles mucho ser
mártires víctimas de las sacrílegas turbas. Aquella zona estaba en los límites
de la glorieta donde había un cine grande en que veíamos películas de espías alemanes
y un bailongo en los bajos. Sara Montiel acudía a una famosa cafetería del
primer piso y se la veía muchas tardes mirando por la cristalería del ventanal
mostrando sus torneadas rodillas de rolliza manchega que por aquellos días eran
una inducción al pecado mortal. Estaba cantando el ultimo cuplé y la canción
“fumando espero”. Por las noches en las campas circulaban por los solares del
Canalillo mujercillas de virtud incierta. Este ajetreo ya pasaba en los tiempos
de Galdós. Una paja una peseta; un polvo con goma un duro. Frenética actividad meretriz se condensaba en
la trasera del Gran Hospital cuando los amaneceres sabían a leche condensada. Y
es que Eros y Tanatos son Castor y Póllux subidos al mismo caballo. Compañeros
de viaje. En la mili te daban bromuro y a lo mejor el tiro de un moro a los que
hicimos el sorteo y nos tocó en África.
IX
Él vendrá a separar a los
buenos y a los malos. Apacentará a sus fieles corderos y derramará la sangre de
los cabrones y cabritos. Porque Él es el maestro de Justicia. Pasaron las
pascuas nochebuena tranquila y recatada en el herrén y reanudo yo, Manahén
Arije, mis prosas peripatéticas por el bulevar de Reina Victoria tratando de
levigar aquellos recuerdos separando el grano de la paja de mi juventud
esfumada. Todo pasó y el mundo cambia. No tengo asideros a que agarrarme. He
oído las palabras de San Esteban el primer mártir que exclamaba mirando al
firmamento "Satis est vixisse"
y así subió a los cielos que vio abierto- Saulo de Tarso mientras el sanedrín
lapidaba al protomártir tenía el manto de los rabinos y les guardaba la ropa.
No deja de ser difícil creer en estas historias. A los judíos nos gustan las
parábolas, los circunloquios y la retórica. Los viejos de la Inter no creen en esta frase
porque lo único que les preocupa es llegar a los cien años a fuerza de hierbas
cordiales y de visitas a los galenos matasanos. Escuchan con devoción las
recetas del doctor una gragea al desayuno y otro a la cena. Mejor no ir porque
te mira don Manolón y te dice que tienes un cáncer y hay que contestarle "
sea lo que Dios quiera. Viva la gallina con su pepita". Quieren acabar con
los septuagenarios y los padres de la patria. Roban en el banco, les copian las
tarjetas. El latrocinio y la protervia habita entre nosotros. Veo la cara
alargada, de espátula, sus guiños diabólicos, del doctor Muerte que mira para
los pacientes con ojos cancerosos. Andan los pobres viejos solitarios con la
oreja pegada a la radio de la
Inter en un furor encaramado angustiados por tener vida
larga. Cimbel y zumbel de las tardes sarcásticas sin amor el cuerpo doliente
huyendo de ladrones y asesinos. Fumando espero, cazador cazado solo a vueltas
con mi conciencia y los recuerdos. Le hago un corte de manga a la red, me
entrego a la oración que es reclamo, expiación, adoración, arrepentimiento y
esperanza. Me gusta la liturgia romana en latín con algo del rito ambrosiano y
muzárabe. En contrapartida la mejor liturgia es la polifónica rusa. Internet me
sirvió de alfombra mágica para ir a la misa de Nochebuena en el Kremlin, que ya
es decir, pero las cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo la misa de
pascua.
Tengo fuertes palpitaciones y las negras ideas
se apodaran de mí. Las combato rosario en mano. Hay que poner lastre a los
malos pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira pedos, remuerde
por los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas, es la loca de la
casa.
▬¿Viste el espich que nos largó don Felipe?
▬No me dio la gana. Al verle tan insulso y tan poco
espíritu se me atragantó el turrón. Para mí el único rey que vale es el de la
baraja. Monarquía es una palabra que viene del mono y del
monóxido de carbono, viene del mono y en España siempre tuvimos a los borbones
una desgracia simiesca. Borrón y cuenta nueva.
Crecen los días y suenan
por algún rincón del cielo rondas sanabresas, canciones toresanas, ataruxos
galaicos, espantadanzas del paloteo vasco, cobras catalanas y tamboreadas
navarras al son del chistu, juntamente con tonadas asturianas. Arije tenía una
visión muy folklórica de la España que no era y así le
iba. La modernidad no perdona a los románticos. Estaba fuera de lugar. Le
rodeaban las maniobras en la red de la incomunicación digital, la gente
enviando guasaps dándole al dedito a mogollón, tu mente como un vegetal. Estos
tíos se han propuesto lavarnos el cerebro. Todos dicen que el diablo no canta
aunque sabe mover el esqueleto. Dios te libre de las lenguas de dos filos y de
los sermones del padre Ricci, el que destapó la olla de la tapa de los
infiernos y allí vivimos cómo se cocía una reciella de obispos y
pontífices máximos, traían en la mano un libro del Dante. Satanás los pinchaba
con un gario de cuatro dientes en las posaderas. Iban desnudos pero se conocía
que no les había dado tiempo a quitarse la mitra de la cabeza. Sus cabalgadas
por las calderas de Pedro Botero eran un auto lardivo.
▬No puede ser
▬Porque tú lo digas
En el altar mayor de la
catedral de Luzbel que es una zahúrda de Plutón▬ el infierno es una casa de acogida ▬ alcancé a ver yo a un
mitrado muy albardado de casullas, roquetes y manipulo, que daba la bienvenida
a los colegas recién llegados con una plática en la cual les decía que estaban
en la casa donde no se come ni se bebe y de donde no se sale nunca. La cueva de
los castigos infernales estaba debajo de una gran acacia que crecía en el
bulevar. Santi de vez en cuando les bajaba un bocadillo con carne de serpiente
y cañas de aceite de ricino ración de patatas bravas envenenadas, arenques y
pollas en vinagre.
Un fraile se sentaba
también como la madre lo parió pero ostentando la tonsura y la cogulla sobre un
sillón de nogal aforrado de guadamecí. Gritaba y se arrancaba todos los pelos
de la barba. Decía ay de mí en la hora que nací. Su cara la estaba pintando el
Bosco en uno de sus cuadros. Junto al departamento episcopal estaba la sección
de los periodistas que eran incontables los que estaban allá pero su número era
superado por el de los abogados y los rábulas espolistas en pelo malo. La leva
de políticos era tan larga que ni te cuento: Trump con su trompa elefantina
diciendo que aquella noche era la navidad y no se iría de picos pardos, la Merkel en minifalda,
Michele Obama moviendo el trasero sandungo, Teresa May una flor de mayo que
devoraba carnicera a los mosquitos del Brexit, Juncker el padre de la masonería
europea tocado de yamulka y enseñando las filacterias de rabino bajo el traje
sastre, Rajoy mirando para el tendido en la silla de don Tancredo fumando
espero, Putin como un zar de la kagebé montando a caballo y disparando misiles,
Netanyahu con cara de sacamantecas, Bergoglio mirando torvo para la costanera y
abriendo la puerta de la iglesia al enemigo. Traidor y mal ostiario, Berlusconi
con gesto burlesco una cohorte de odaliscas en su palacio y no sigo la lista
porque la perversidad infinita se había apoderado de los dirigentes del globo
terráqueo. A las soflamas de los diablos y a los palos respondían los
condenados con frases hechas:
▬Con tanto malvado como hay
en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí. Estamos hartos de penar y sufrir.
Al grito de auxilio acudía
el infernal demandadero y les daba la vuelta a la parrilla para que se torrasen
un poco más como san Lorenzo. Se asaban culos, vergas, tetas y coños en el
lecho de Procusto.
No había en el infierno
aliviaderos pues allí no se come ni se bebe ni se mea ni se caga, todo es penar
y crujir de dientes, y para siempre. Para siempre. En medio de la algarabía de
voces y gritos y blasfemias se escuchaba el barboteo de las perolas donde
cocían sus cuerpos, calderas de pez y aceite hirviendo. La atmósfera era
salobre y sobrecargada de un hedor mefítico. Los fámulos del Pateta se
apresuraban a torturar a los predichos con esmero y diligencia cumpliendo las
órdenes de Lucifer de manera implacable. En aquella alcaicería del furor los
que gritaban fueron sepultados en una montaña de cal viva:
▬ ¿No estábamos redimidos por la Preciosísima Sangre?
¿No pedimos confesión en la hora de la muerte?
▬ lloraba un cardenal de la
curia el proxeneta que dio protección a Raspín aquel extremeño que arrimaba las
putas al colegio cardenalicio?
▬Penen los rufianes y tengan su merecido.
A las quejas del purpurado respondió el gran esbirro con
un tizonazo en sus partes pudendas donde tanto duele.
Atollite portas antiquas abran la cancela pero las
puertas de Jerusalén estaban cerradas. La ciudad santa había sido bombardeada
por tres misiles nucleares. Me quedé pasmado ante aquel cuadro de destrucción
masiva. Alligieri Dante me señaló a tres prelados de blanco que la impostura
glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la gehena. Eran Pablo VI,
Juan XXIII y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el espanto pasmado de las
blasfemias vi cómo el Santi el mancebo de la tasca Julifer también lo llamaban
el Bar la Puñalada
el lugar donde y acudí displicente a la hora del café probo funcionario de un
cuerpo a extinguir por la
Constitución bajaba con los refrescos para refrescar a los
sedientos préditos con frascas de vino perronero que los españoles juramos en
Santa Gadea acariciando la pata del Cid Dios que buen vasallo si hubiese buen
señor de nuestras mesnadas. Fuimos traicionados por Bellido Dolfos y don Opas
asomaba la gaita por Punta Umbría; era el enalgramado que traicionó nuestra
estirpe y se acercaba siniestro a los montes de Peñalara. Alfolí de los vicios
y varadero del mar de maldades era aquel aposento que yo columbraba.
▬¿Qué dices, Etsi?
▬Yo no digo nada. Lo tuyo no tiene solución. Me
dejaste abandonada para irte con otra.
Le dije que había navegado
en galeras remando contracorriente con toda la canalla de un barco que iba a
ninguna parte y ahora me esperaba en
aquella tronera porque de seguro que yo también era un malvado al que Queronte
justiciero aguarda. Tras un infierno en vida me esperaba otro en muerte. Es el
fin; me arrojarán a la trena donde no se come ni se bebe ni se caga ni se mea
durante toda una eternidad.
—Sicio. Tengo sed. —
exclamé.
Un verdugo mojó mis labios con esponja de
vinagre y el Santi diome a beber un
potingue de cerveza calamocha mezclada con zumo de rabo de culebra.
▬No es justo
▬lamentabase Gumersindo
Manahén Arije ▬ que en las zahúrdas de
Plutón nos den carena. Don Francisco de Quevedo el profeta lo había pronosticado.
Él tuvo también como yo esta visión.
Se ha torcido mi destino
cual tibia de alcazuz que cruje entre las mandíbulas del quebrantahuesos. En
aquel instante un sacre altanero que se desbandó vino a posar sobre la copa de
uno de los tilos de la avenida, al instante en que circulaba un 45 de la línea
de autobuses urbanos. El vehículo recibió una gran cagada en el parabrisas
mientras los palomos cojos caminaban, señoriles, recitando plegarias por el
bordillo sin hacer caso del buitre que desde arriba los echaba el ojo.
Ellos a lo suyo a picotear
cáscaras de altramuces y pipas que tiraban las niñeras cortejadas sobre los
bancos por militares sin graduación. Un cabo de la Base Mixta se arrancó
con una copla: "La viuda rica que con un ojo llora y otro repica, la hija
recogida y nunca consentida porque del ocio nace el negocio".
Gumersindo odiaba a las
palomas urbanas que echaban a perder las aceras de la ciudad con sus
deyecciones. Bajaban los viandantes saltando entre las bostas de palomizo y
perrizo, porque la población canina igualaba casi en número a los siete
millones de habitantes que tenía Madrid
X
Ante
la escena del cabo moribundo de bronce en manos de la enfermera recordarme he
de mis compañeros del tabor de regulares cuando serví a la patria; aun sabiendo
que esto hoy no se lleva Arije se sentía muy ufano de haber hecho la mili en
Regulares y cantar por lo bajini aquello de soldado soy de España y estoy en el
cuartel contento y orgulloso de haber sentado plaza en él.
Florence Nightingale habita entre nosotros y
si no hubiese sido por estas enfermeras que son monjas laicas y a su vez
matronas y madrinas de guerra que dieron su vida por España hubieran muerto
solos como los perros en algún blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos
soldaditos a los cuales el valor se les supone.
¡Bah! No me quiero poner sentimental. Canta la coruja en la rama del
roble. Ya están llamando. Vuelvo sobre mis pasos a desandar lo andado. Enrollo
el cordel y el zumbel de la memoria empieza a moverse sobre el firme del
bulevar. Camino solo ladera abajo con mis pesadumbres. No es que quiera mucho a
los moros. Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos. Respeto sus
lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de cargar las tintas
y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen algunos.
Conozco a los musulmanes y ellos creo que
me conocen a mí pero ni tanto ni tan calvo. No lo puedo remediar. Dicen que es un pecado matar en el nombre de
dios pero la Biblia
es un libro de hazañas bélicas con resabios porno y yo marcho a rebalgas
perseguido por mi sombra por Reina Victoria. Debo parecer un paracaidista
inglés desfilando por Buckingham Palace en la parada del Trooping of the Colour. El día del santo de la reina que acontece
en Londres en el bello día de junio. Me dicen los ingleses que, como su
Majestad le da que se las pela al zumo destilado del enebro con gaseosa, no se
le acabará el carrete en mucho tiempo. La reina madre vivió 102 y ella puede
que se plante en los 115. Así que el heredero, al que llaman el Orejas, el que
soñaba con convertirse en tampón higiénico (coño qué metáfora) de doña Camila
la mujer del alabardero, para verla más de cerca, lo tiene claro.
Tengo una gran colección de arabismos que
exornan (palabras que empiezan con el artículo al) nuestros diccionarios pero
de niño sobre la cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de
Clavijo en el que el artista pintaba torpemente la figura de Santiago Matamoros
alzando su espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo los cascos del
caballo del apóstol aparecen unos cuantos turbantes pidiendo árnica. Siempre me
impresionaron los rostros desencajados de esos agarenos que el pintor rural quiso
que fueran negros o medio mulatos, de modo que sus pelambres contrastan con las
barbas y melenas de un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso fue
patrón de los godos durante siglos hasta
que llegó la monja andariega, madre de los conversos. Ya que buen trabajo le
costó a Francisco de Quevedo defender su auspicio castizo de España por San
Jacobo dándose de cuchilladas con el de los cristianos nuevos, que defendían a
santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges de su pedestal glorioso,
al grito de Santiago cierra España. Estábamos trazando rayas en el aire,
queríamos arar surcos en la mar. Nos falta a los españoles voluntad colectiva,
por eso somos un país de conversos, desdichados y a media hacer enchufado a las
veleidades de una monja andariega e inquieta que podía ser precisamente la que
me arrimaba las nalgas en el trolebús a mí, deseando ser traspasada por el rayo
místico. Quiero que me penetren. Voglio
una donna.
Apañados y apretujados íbamos aquellos
estudiantes sardinas en lata del futuro. Nos hemos olvidado del caballo blanco
de Santiago. Por estos tesos pululan los curas libidinosos, las monjas que se
dan a la fornicación y ansían ser penetradas por el dardo divino.
Yo por lo menos le prefiero a la Mística Doctora
que, según revelan ciertos documentos, se acostaba con el padre Gracián. Así
que aun entonces ya yo bajaba letra herido por la cuesta de Reina Victoria, sin
saber qué hacer, por dónde tirar, inhalando el humo salutífero de mi cachimba,
fracasado de mujeres, barruntando cielos color mortal y rosa y el odio católico
de los neos, enfrascado en tan tristes pensamientos, acordándome de la Reina Madre que vivió
más de cien años dándole al gintonic. La madre que la parió. Chinchín.
Bríndenos a vuestra salud. La endrina es baya milagrera. Alarga los años. Es el
antídoto contra la lucha de clases. El pan candeal se amasa con la harina del
trigo trujillo. Aquí cada cual propende a llevar el agua a su molino y dejar
seco el de su vecino y habla despacín no
nos oya el mío vecin que diz en la Asturias galana. Do va la mar vayan las ondas.
Que allá darás rayo en ca Tamayo. Conviene esperar a que pase todo esto porque
cuando Dios lo quiere, todos los aires llueven. Mayo mangonero, pon la rueca en
el humero. Pedrada cantada, nunca ganada. El que calla piedras apaña. Piedra
sin agua no aguza en la fragua. A piedra movediza el moho no cobija, y metimos
un ratón papal en nuestro granero y se hizo amo del cillero. Palabra y piedra suelta no tienen vuelta. Al
buen callar llaman Sancho, y entretanto llevaré este canto. Non lu quieru non lu quiero pero échelo
vosté al puchero. Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi
personaje un consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London
mientras esperaba a una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy
grande. La esperaba en el salón cortinas rojas en la ventana y un viejo sofá
comprado en a almoneda de Fulham Road cerca del campo de fútbol del Chelsea. Se
paseaba por la acera de los jardines de Roland la sombra del fantasma del conde
Kelly. Aquel amor lo desbarató la iglesia. Teresa Calatos le dejó a la puerta
de la iglesia, se fue con el cura. Los refranes desde aquella vez eran el
refugio de las decepciones del desamor. Cabe las mujeres a Arije le fallaban
los arrimaderos. Era un aficionado a la paremiología. El ojo del amo puede que
engorde al caballo. Carbón y leña no la compres cuando hiela. Cuando la Calatos vino a verle al
piso en su algorín de South Kensington nevaba. Apagose el tizón pero todavía no
parece el que lo encendió. Dio la piedra en el canto y mal para el cántaro. De
tanto penar y sufrir yendo a la fuente al pobre Arije el botijo se le quebró y
vagaba por las calles de las ciudades cantando con voz solemne de barítono
dedicando versos a la maritornes del Julifer que le decía que Zamora no se gana
en una hora. “Yo soy casada, gilipuertas”.
El Santi se descojonaba. La Leo no le hacía caso pero
había una vinotera al lado, para su consuelo; compraba dos botellas y se las
chiscaba gluglú en un banco del bulevar cerca de la floristería abandonada. El
vendedor de rosas había matado a la mujer y fue a la cárcel. Su chiscón
abandonado era el refugio nocturno de los vagabundos del Este que trampeaban
por la avenida. Que al as de oros no lo juegan bobos. La floristería era una
vecera de cerdos humanoides. Huélgame un poco, mas hilo mi copo. No hay bronce
que años tenga mas de once ni mas lana que saber que no hay mañana. Leña de
romero y pan de panadera la bordonería entera. Chimenea y huerto y un hogar do
calentar las posaderas, el sueño del pícaro y del rufián. Todos vamos a donde
dan. Campanas de mi aldea tilín tilán. Aldeana es la gallina pero comenla en
Sevilla y viva la gallina con su pepita. Dentro de la concha está la perla para
quien sepa verla. Añoso luchador el pino de Formentor. Do no valen cuñas
aprovechan uñas. Guárdate del viento acanalado y del hombre mal barbado que
porta en la cara las siete señas del hideputa (el signo más conspicuo: la barba
en parroquias como el Coletas), al loco y al aire calle. La sangre se hereda y
el vicio se apega. Soplar y sorber juntos no puede ser. Me deslizaba al esconce
de la floristería después de estas subidas y bajadas, ▬cuando perdía el último
autobús a causa de su afición al pimple y no podía regresar a su hogar, así que
quedaba a dormir en la leonera de los vagabundos▬ por los colmados alcohólicos, veía venir a
las marimantas. Los días que atardecía sereno tomaba el 623 y se refugiaba en
su casa, aquel chiscón que había comprado con sus ahorros en Majadahonda.
Seguía escribiendo al dictado de la botella porque para él la escritura era una
purificación una catarsis para un tiempo en el cual la poesía había muerto.
Quien bestia va a Roma de allá bestia torna. En el camino a muchos se les
estropee el botijo, digo la sítula. Luego vienen los grandes pecados capitales
de nuestro pueblo: ira, gula, lujuria, soberbia, homicidios, omecillos, robos,
desfalcos, temeridades, contumelia, bandos, disensiones, mecachis en la mar.
Acaso el proel de los vicios sea la protervia que la soberbia reconcentrada y
la obstinación en el mal son licencias que marchan delante. Mascarón de proa de
la vida nacional. De la cantidad de nuestra dura mater depende el pensamiento.
Los hombres con cabeza pequeña tienen parvo entendimiento. Porque el viento
gordo genera craso intelecto y yo estoy demasiado gordo, padezco de crasitud
mórbida. Así, como los naranjos que portan poca médula y cáscara canteruda, me
aflige a mí la mucha cáscara y escaso pipo, debe de ser porque estoy enfermo
del alma. Mi madre y todas las mujeres que he conocido me lo dijeron “eres
parvo, Gumersindo Arije”. Mi amigo Manahén Enalgramado, que es un traidor, no
piensa lo mismo, tú vales mucho, chico, lo que ocurre es que te minusvalora y
por eso echaste tu vida a rodar. A Manahén le gusta dar coba. Aunque el poder
cognoscitivo de las potencias del alma acaso se mayor de lo que se cree. Son
poderosos los mastines con carlanca y olfatean el aire los podencos, eso me
pasa a mí cuando veo a una persona por primera vez que le calo y sé de qué va y
por donde va a salir.
En el Kiss bailaba la bacante Micaela.
Había algo divino, un halo superior en aquella negra. Parecía una sacerdotisa de Venus color ébano
pero el diablo, que siempre anda por Cantillana, movía la lengua y le hacía
pronunciar cosas extrañas en diversas lenguas. Yo salía renovado de aquel
cuchitril de paredes rojas color vino de la calle la Ballesta. En Gran Vía
un argelino me quitó la cartera y anduve tiempos metido en pleitos de la mano
de rábulas vocingleros extorsionistas que querían demostrar que mis ojos grises
eran negros. Este es un mundo ovil con muchos recovecos. En Madrid siempre
cazan ratas al amanecer. El remedio contra esta carrera de ratas son los cuatro
espíritus vitales de los romanos: Tracrix, Retentrix, Conmotrix y Expultrix.
Según Roma, la tribulación aguza la
inteligencia y la alegría hace bajar la guardia a los humanos. Para los
talmudistas es un error imperdonable ir de bueno por el mundo.
XI
Estaba Santi el del Julifer, el bar de la
esquina, hecho un brazo de mar en su telonio despachando cañas de cerveza y
mirando de reojo. Zamora no se ganó en una hora. Qué va a ser... lo de siempre.
Ya no vas al Kiss. Qué es el Kiss preguntó un cliente con pinta de guardia
civil franco de servicio y dijo Santi un puticlú y yo dije ya no me vaga estoy
jubilata soy un cabo pieza al que se le jodió el goniómetro y el Santi que
aquel día se había levantado con el pie torcido se cachondeaba de mí ante el
secreta. Además repuse lo cerraron desde que mataron a Manolo Cantalejano. Creo
que fue la mafia rusa y Santi corroboró:
—Je a éste cualquier día le colocamos las pulseras y lo llevamos a la comandancia.
Lo malo es que tiene las muñecas gordas.
El Santi era un suma y sigue de su hermanan
Leonor a la cual le gustaba faltarme al respeto cuando subía a tomar café de
las mañanas del tiempo que se fue. Yo le quería mucho porque me decía las
verdades a la cara y había sido guardia civil. Por sus interferencias la
hubiese dado yo una en los morros pero no valía la pena. Hay que resistir
cuando la gente pide bronca y poner en practica el consejo de mi abuelo que era
de la Benemérita
“paso corto, vista larga; ojo al cristo que es de plata y ojos de halcón diente
de lobo y hacerse el bobo”. Leonor era una verdadera Euménide. Yo me pregunto
qué es lo que habré hecho yo pobre funcionario sin mando en plaza, marinero de
tercera para caer mal a la gente. Debe de ser mi gordura mórbida que les asusta
pero de mozo cuando vivía en London era cenceño, tenía buena facha, me acostaba
con mujeres que no eran de pago, y feliz. En el Kiss una sacerdotisa de Venus echaba las cartas,
dominaba la guija, vaticinaba el porvenir como la mejor veedora de Galicia
aunque ella era andaluza; decían las compañeras que aprendió las artes mágicas
en el Vaticano en su calidad de primera daifa de los cardenales de la curia,
hizo una prognosis terrible de mi condición psicológica y sexual:
— Tú tienes madera de asesino en serie.
— ¿Quién yo?
—Sí, tú. No te hagas el longuis
—¿Por qué?
▬Buscas el trato torpe con mujeres públicas.
Eres algo seductor y encantador de serpientes pero insensible al dolor ajeno.
Hundes tus fauces en el légamo del egoísmo. Tienes los pies planos y me da que
eres algo impotente. Esto de la impotencia de don Juvenal fue corroborado por
el sanabrés que poseía buen ojo clínico para tales alicientes
El camarero sanabrés pronunciaba su
diagnóstico de manera contundente. Seguramente había leído a Freud. No. Eso
imposible: Santi era de los que jamás han leído un libro. Esos españoles que
pertenecen a un país en el que menos se lee y más se publica. Vanidad de
vanidades. Me quedé de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse de lecturas,
mala cosa. Pero nunca pondréis, malditos, bozal al buey que trilla. La Leo nos miraba desde el
alguarín de sus premisas una cocina de metro cuadrado, verdadero banderín de
enganche de potas y perolas, donde fregoteaba con sorna y empezó a decir
sandeces y blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi camisa santo
dios por qué le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No merece perder el
tiempo hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba al tute con los jubilados,
me guiñó un ojo desde el taburete donde echaba la partida:
— Calma no hagas caso a esa bruja.
Pese a las impertinencias y humillaciones,
estaba yo allí todos los días a la hora el cafetín. Me atraía el abismo.
Templanza. Moderación. Circunspección y voto de silencio. Todo menos darla un
par de hostias. No te pierdas, Gumersindo. Y por más que me proponía alcanzar
tales virtudes jamás lo conseguía. A lo mejor el Santi llevaba razón: yo,
arrastrado de mis malas inclinaciones, podía liarla parda hasta el punto de
convertirme en un asesino en serie. No me gustaba mirar los telediarios porque
me daban ganas de vomitar y después matar a ZP. A la rubia de bote el chocho
morenote esa lozana andaluza que pronuncia encendidos discursos simulando la
verborrea de los delegados de curso de la Facultad de Económicas y presidía un gobierno de
corruptos y de puteros yo también me la cargaba. Mi país estaba envenenado por
la política que torna a los hombres tristes y rencorosos Por las noches se me
acercaban los vampiros y creía entrar a bueyes volando por mi dormitorio.
Alguien soltaba el búho que revoloteaba por la camarilla. Graznaba la lechuza
en una rama del árbol de la sabiduría. Me convertí por esta causa difunto de
taberna y entraba desesperado en la barra del Julifer (acrónimo de Julito y
Fernando no vayan a pensar ustedes otra cosa pues eran los dos socios que
montaron el chiringuito) para que la
Leonor me escupiese exabruptos y su hermano me preguntase con
un aire místico si me pasaba por el Kiss. Templanza. Moderación, restricción,
recato. No hagas caso, Arije. Lanzaba la peonza. El zumbel de mi vida daba
vuelta y vueltas. Se desplazaba en círculo y la mecha se le iba diluyendo hasta
que sonaba el cimbel del convento de las Clarisas a la hora de vísperas. El
impulso cinético concluido, el trompo quedaba tendido panza arriba como el
cadáver de un ahogado sobre el enlosado del bulevar. Así que cimbel y zumbel es
lo que soy ya digo. No había matado a mi mujer pero no sería por falta de ganas
sino porque ya iba para mayor y me fallaban las fuerzas. Las daifas del Kiss
también se reían de mí. Lo mejor en esta vida no es el amor mercenario sino
compartir el secreto de la botella de Erifos. Vaya usted por la sombra y no se
le ocurra escalar algunas de las brancas del crecal que es árbol sagrado. Que
hay moros en la costa y centinelas apostados entre los merlones y almenas de la
muralla de Niebla que es la más importante del Andalusí. Con que ya me dirás
Ruibrás. El zumbel tornaba movido por la fuerza centrifuga de la cuerda a
compás de los tiempos de la gran zurra. Había que ahogar las crisis de fe en la
caneca de aguardiente y reírse de la opulencia de las cosas nuevas de las
gentes que van en el metro mirando para la consola de su móvil y meneando con
agilidad el dedito de la comunicación virtual que se mide en baremos de
incomunicación física. Suena el cimbelillo de las monjas que llevan a las masas
a la fantasmagoría de las redes que son las nuevas arpías de los capiteles
románicos donde todo está dicho y augurado. Se nos aparecen los monstruos de
dos cabezas y la mona que se muestra impúdica ostentando la gran vagina de la
mandorla mística. Lo que iba a pasar en los tiempos venideros ya lo sabían los
constructores de catedrales del siglo XII. Las iglesias estaban vacías pero las
santas pobres mujeres seguían acudiendo a la novena. ¿Quién murió? El niño de la Exuperia.
▬¿A causa de la tos ferina?
▬Paez que sí
Llevaba el féretro un carro tirado por un
tronco de corceles blancos y a Arije que caminaba detrás del cura portando la
cruz alzada y cantando el entierrillo aquellos caballos le parecieron que iban
trotando por los cielos nuncios del Apocalipsis.
Mientras tanto, los narcopoetas escanciaban
yámbicos blancos y las poetisas se llamaban poetas desde que se popularizaron
los versos perroneros de Gloria Fuertes que era bollera. Alzaron el pendón del
orgullo vaginal. No somos poetisas que nos llamen poetas. Hay que ver estos de
la involución feminista en qué tonterías se fijan llevadas por su odio al macho
y sus deseos de aniquilar la vida. Yo quise entonces cambiar el mundo mediante
la palabra pero no pudo ser. Mis parientes ponían oídos de mercader o se
mofaban de mis súplicas. En España escribir es un vicio y yo no era más que una
pobre flor de jara, un hijo de la lluvia. El arcipreste Julito y el padre
Eguillor que se torra en los infiernos ya me lo habían dicho:
▬Arije, tú nunca entrarás n el paraíso. Mala
suerte, chaval. Te salió el esteatoma. Y un zaratán en los pies es para las
ocasiones. Creciste en un mundo sin amor.
A pesar de todo fui por el mundo anunciando
nuevas y contando cosas, navegando por mares de envidia y mediocridad. No
entendían mi lenguaje por yo empleaba los subjuntivos y la consecutio temporum latina y ellos, pagados de sí mismos, se creían
los reyes del mango pegados a la alcachofa, y al micrófono rebuznador,
verdaderos “maqueraux” de los
portavoces profanadores del lenguaje de la comunicación, butanitismo informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en
Stalingrado y monta guardia en las estrellas. En noches de desolación nos
comunicamos utilizando un télex particular que me conecta con la ultratumba.
Escucho los tambores que anunciaron la desolación. Siento piedad por tío Hans y
todos los que cayeron en aquel terrible mes de enero e 1943. Nuestro futuro se
derrumbó entonces y vamos muchos dando tumbos por el mundo. Sin embargo,
llegaría un día de venganza. La mentira no puede durar mil años. Los serviolas
de proa anuncian una noche larga en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás
sobre el áspid y el basilisco, romperás los eslabones de las cadenas que te
ataron. La nieve y la escarcha (Imbert et
nix) pasarán pero no mi palabra. El Señor que es buen marinero de altura
nos largará una estacha. Mientras tanto, escucho el ruido de los cerrojos que
se abren y cierran en libertad. Los mueve una mano invisible. Ecos que se
grabaron en la piedra de los castillos y matacanes por cuyos pasadizos yo
corría en mi infancia. La piedra guarda los mensajes crípticos. Son ondas del
más allá. Haplología cíclica. El pan de los mastines. Los guardias de seguridad
que guardan la viña bajo el gario de oro de los cuatro dientes: justicia,
fortaleza, prudencia y templanza. Todas ellas abocan a la continencia, la
modestia y la abstinencia que proporcionan alegría al mal y al cuerpo buen
banzo son las virtudes más importantes. Son sus contrarios el hambre, la peste
y la guerra los más destructivos. Después como todo se renueva florece un
tiempo distinto ex novo el abismo. Los poetas son sus heraldos pero muchos son
crucificados porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose
tras el carro triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores del
Becerro de Oro. También sigue a los tiranos una cohorte de nuevos ricos, de
teloneros, de periodistas comprados, y
de abogadotes rábulas picapleitos. Los globos se desinflan y se
estrellan contra el asfalto del Paseo de la Castellana en medio del
estruendo de palabras altisonantes del gran altavoz de los bustos parlantes:
Democracia, solidaridad, feminismo, sexo y café para todos, globalismo,
derechos humanos, lucha de género que ha venido a sustituir a la lucha de
clases, el euro, la Merkel,
Donald Trump, la Maritere
inglesa. Todas son palabras huecas términos convencionales descuajados de su
significado primigenio. Una verdadera muta lobuna marcando el paso
revolucionario se acerca en la agitación de las masas estudiantiles. Suenan los
añafiles de plata de la judeocracia, quieren derribar los muros de Jericó los
globales. Gozan dela connivencia de apoltronados en Bruselas. Es la mano negra
que mece la cuna a larga distancia. Ya no hay propiedad privada, la gran
aspiración de las clases medias merced a la corrupción sistemática de los
partidos políticos que operan bajo la fórmula de “I will buy you out”. Somos unos vendidos. Estos señores nos
compraron. Todo es escaparate y jactancia en este mundo sometido a la dictadura
del dinero, el hedonismo y la fuerza bruta que es la fuerza de la masa. Nos dan
gato por libre cantidad por calidad y eso sí grandes superficies y Black
Fridies. Los gobiernos que ponen al frente son una almáciga de mediocridades,
porque piensan los que mandan que los ineptos sean más corruptibles y
manejables. España está viviendo el esperpento anarquista de Homenaje a
Cataluña. Tomaron la idea de George Orwell. Los indeseables si de algo adolecen
es de originalidad. Siempre marchan por el mismo carril de la revancha
histórica recitando versículos del Talmud y pasajes de la Biblia. Deformados
por su mesiánico nacionalismo.
Una
cuadrilla de negros en un banco en mitad el bulevar recién desembarcados de la
patera y a las que las autoridades habían mandado para acá estaban sentados sin
trabajo. Iban pululando de acá para allá
y robaban carteras a los borrachos mientras dormían descuidados sobre los
bancos del bulevar la zorra suprema. En las tabernas bebieron litros de
morapio, zupia, calimocho y ginebra de garrafón mezclas explosivas. Todos -eran
lo menos ocho- ocupaban un banco municipal donde tenían su base después de
desvalijar a los viandantes. No tenían currele y estaban de brazos caídos
porque esto no era lo que les habían dicho: esto es el paraíso.
— Venimos a España a que nos mantengan. No
vamos a pegar golpe. Somos los “menas” marroquíes menores de edad.
Acababan de aterrizar en Madrid como aquel
que dice pero después de la patera ¿Qué? ¡Pobrecillos! A matar o a robar o
hacerse el culo de una puta vieja.
— Pues ninguna lástima te han de dar, Arije
— solía decir mi novia Etsi
En
ese caso estaríamos hablando de turismo sexual o de un nuevo tipo migratorio.
Me daban un poco lastima, la verdad. Este país fue cruce de razas y empalme de
fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta con las abotagados rostros
ecuatorianos de piel cobriza que parecen exactamente corchos de botella con
perdón pues así tienen el talle y cara de buenas personas casi todos estos
ecuatorianos inditos que a mí no me molestan.
Madrid ya no es rompeolas de las Españas
sino el abra donde convergen todos los mares del mundo. ¿Esto es malo o bueno?
Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y decíamos pero esto ya no puede ser.
Venida la pella, y como no los puedes vencer, únete a ellos, sálvese el que
pueda. A la España
de mis amores no lo conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes
transandinos y subsahariano pueden mejorar la raza hasta el punto de perder
nuestra identidad pero nada podemos hacer.
Entré en el bar Tera. Zamora no se gana en
una hora. La Leonor
estaba de muy mala leche. Manolo su marido hecho un brazo de mar al igual que
Domingo y Santi los camareros. Todos son hermanos de por ahí de la raya de allá
donde el Duero se va a cantar fados a Portugal.
Hablan medio gallego y su parlar guardaba desinencias troncales del
frontón de la gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí viejos
cantares de la ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me metía mis
dos buenas botellas de peleón alguna vez clarete y me ponía a cantar el quien
dirá que no son cinco tres de blanco y dos de tinto — esto de los restoranes
familiares que a mí me van: plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque
ya van quedando menos en Madrid —es lo mejor que tiene esta ciudad. Día sí
y otro no, cocido maragato con su
compango, chorizo de bola y todo bien regado con tintorro de la frasca y ahí me
las den todas. Arije se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba.
Estaba cetrino. Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento
de una mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las
sillas parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un viudo jubilado
que come todos los días a la misma hora, una y media, sentía que yo había
detectado algo del tenor de su gafancia. Pero no te apures le dije. Si eres
gafe todo se soluciona menos la muerte. Por lo menos has tenido suerte. Las
parcas se han llevado a tu mujer (qué buena era, lo dicen todos, aunque en el
fondo todos sentimos una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no
te vamos a ver en danza por la sección de suceso de los periódicos pues hoy es
muy habitual que los jubilados pensionistas se lleven por delante a la
parienta. No te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid soltero y con
dinero Baden- Baden te lo digo yo échate una novia una de esas rusas de cuerpos
macarrón o esas rumanas fetén con ojos eslavos de aguamarina y a vivir que son
dos días y déjame de mirar con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa.
Oye y no engordes mucho cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada. Mi
comensal era victima de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los
italianos denominan la jettatura.
Deja de ser el hilo conductor de toda esa trama maléfica, hazte con las riendas
del mundo, domínate a ti mismo. Tener tan elevados pensamientos en el preciso
instante en que uno se zampa un cocido de garbanzos y mientras Domingo bajaba
por la escalera de caracol con la bandeja no es que sea muy edificante. Primum vivere deinde philophare pero yo
soy capaz de hacer las dos cosas a la vez. A Alfredo Mirlo se le había muerto
su mujer Brontea haría un par de meses y a la legua se notaba que era uno de
esos individuos que no pueden estar solos porque le falla una cromosoma de la
falta de emotividad. El buey suelto bien se lama. Había sido un marido
dominante y posesivo que había dado mala vida a su señora y si no la tuvo atada
a la pata la cama allá que se iba pero ahora todo eran lagrimas duelos y
quebrantos por ella. Como Brontea malparió una hija le nació tonta y se la
llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico. Esa era otra. Pero ¿tu
eres mi hermano Gumersindo di? Nos han ocurrido cosas terribles. Cuando te
encuentro por el camino siempre me ocurre una desgracia.
—No digas sandeces, Fabiniano.
Pocas veces le había escuchado llamarme por
mi nombre pero aquella vez su llamada sonó apelativa y tierna transmitiendo en
su inflexión ciertas querencias de la infancia olvidada. Se sintió generoso y
luego le invitó a absenta después de comer. A la salida del zamorano cada uno
de los dos hermanos tiró para su lado el uno para la derecha y el otro por la
izquierda. Cuídate y no te apures. Todo
eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no fueras tan gafe,
te llamaría de vez en cuando pero la gafancia no se cura... y. Tocó madera.
Había una papelera de bambú en las escalerillas del metro y la rozó con la mano
izquierda. Estoy seguro de que Fabiniano ya me ha pasado la galerna. Era como
si en el alma me hubieran sacudid un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo
mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni cual es la raíz
del arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva una hermana que
había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron unos bultos en el cuello y
se le inflamaron como cuévanos las cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de
la noche a la mañana perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una
Arije. Vivió poco tiempo: treinta y cinco años. Dicen que lo del tiroides la
vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido que era un pirata
y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre hermanita.
XII
No tenemos mucha suerte los de la familia.
Avanzamos por la vida con la cargazón de la culpa. Pagamos por los pecados de
otros. Somos del pueblo elegido. Elegidos sí para sufrir. La cosa no es para
tomárselo a broma pero yo suelo hacer de tripas corazón. Le saco partido a la
vida. Buen yantar buenos vinos buenas mujeres alguna que otra si se tercia y sobre
todo buenos libros y buen tabaco. Me he fumado lo mejor de Vuelta abajo me he
bebido cubetes enteros de Vega Sicilia. He amado la literatura profesión que
nos inmortaliza y no fenece. Que grande eres, Dios de Israel. Como cuidas de
nosotros aunque a veces nos mandes castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos
siempre de estar preparados y ser congruentes con nosotros mismos para cuando
sople el viento de perdición que extinga la llama de todos los cirios. Otros
tienen oscuridad pero los Arijes vamos por la vida destellando rayos lumínicos.
¿Será eso por lo que el profeta nos define como Vas Electionis? ¿Será eso por
lo que me pusieron al nacer Baruj?
Y entretenido en estos pensamientos
místicos deambuló por la ciudad. La
Avenida de la reina Madre le condujo hasta un barrio lejano
que casi desconocía donde todos hablaban cheli de los bajos instintos. Es un Madrid que me daba
cien patadas sobre todo cuando esos majos se descuelgan de repente con una
parrafada que parece un chotis y muy enviserados y chulaponas se van a bailar a
“La Bombilla”.
Todo eso es falso. Esa zona de la ciudad tan mitificada por Ramón G. De la Serna es un pufo que la
etnología nos ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid. Madrid era una
ciudad fantasma. Quebraban albores. En el Paseo del Prado al bueno de Baruj el
peripatético le salieron unas damas al encuentro hablando en suajili. Todas
eran pigmeas la piel negra pero todas ellas vestida de blanco. Sólo sabían una
frase en castellano la de la quinta pregunta:
— Chupaaa.... folláaaaa
—Bueno, bueno niñas qué cosas tenéis.
Dejadme en paz. Yo tengo otras preocupaciones. Ale, ale, a casita que llueve.
Pero cuanto más les amonestaba mas se le
arrimaban las pigmeas. Se llevó la mano a la cartera. Estas prendas vienen por
algo. Tuvo que ponerse serio Arije y sacar la
poderosa cabritera de muelle que llevaba en bolsillo. Al ver la de
Albacete se espantó toda la bandada y lo dejaron tranquilo. En sus cavilaciones
se le había pasado la noche y tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran
el primer metro. De noche la ciudad resulta casi una desconocida; otro dibujo,
otra alma y otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y amaba
las madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se escucha a los
gallos quebrar albores. A las cinco de la mañana todo parecía que despertaba y
poco a poco se notaba un aire de actividad y de currele. Tenía frío. Era lunes
santo y ya se notaba la proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los
pájaros en las frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio
laberinto y de su castillo interior a la negrura de la noche tenía una
explicación. Se había pasado la tarde entre bostezo y bostezo haciendo zapping
por televisión hojeando a rastras insustanciales periódicos y suplementos
dominicales subidos de color y de desnudeces pero entecos de ideas. Para él
estaba visto que la belleza no estaba plasmada meramente en el felpudo de la
modelo exuberante que por una vez se retrasa mostrando sus líneas. Para él la
belleza era la filocalía. No estaba en torsos ni en senos flotantes sino en la
belleza interior. Una mirada una palabra amable una risa feliz una canción de
quintos una copla que suena desde el andén por sonde pasa un tren con vagones
de tercera. Los nuevos periodistas explicaban a sus lectores a lo largo de una
serie de reportaje su pan comido: ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora
todos somos laicos. Los gimnasios habían sustituido a las capillas en su misión
soteriológica. Era el síndrome de la catedral vacía de fieles y llena de
turistas. La descristianización progresiva, los largos puentes de fin de
semana. El alzamiento de pesas. La barra fija. La bicicleta estática y otras
calistenias. La gordura es un pecado mortal y el peor diablo el de la grasa.
Los flamines del tercer nivel habían sustituido a los curas y a los obispos.
Echaron el cierre las rejillas de los confesonarios, derribaron púlpitos y
ambones, el purgatorio no existe y el infierno fue una fábula que se inventó el
Dante así que hemos instaurado la religión nueva. Todo cambió. Acababa de hacer
explosión el coche bomba en Leganés. Le daban escalofríos de pensarlo. Aquel
piso que saltó por los aires entre suras a Alá y la muerte de un geo. Dios
aparta de mí este cáliz. Líbranos de la peste y la guerra. Era buena persona en
realidad Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la culpa la tendría
su hermano el gafe o que un resorte había fallado. Estaban sin embargo
cumpliéndose los designios que había ido desparramando a lo largo de su obra
anepigráfica.
—Tío, eres todo un baluarte
—Pero carezco de antivirus
—Que va. Lo que pasa es que estas
apoltronado hecho un oso buco. Has de caminar más. Pasas las horas muertas ante
la cuartilla blanca. Eternidades de ordenador. Pero ve lo que aguardabas se ha
cumplido. Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes.
—Ya lo sé.
Había que quitarse el sombrero. Arije no
había fallado un punto en sus vaticinios. Ya lo sé que te has pasado tres
pueblos que vives en otro mundo pero que se le va a hacer. Sonreías a los
insultos. Eres un cobarde y encima te quejas.
Todas estas predicas difundidas a beneficio
de inventario sin embargo no valían para nada, no le decían nada. Arije se
paseaba por la roca del precipicio haciéndole un calvo a la vida y a la muerte.
Vio unos demonios so capa de monos forajidos copulando furiosa y fugazmente
sobre la rama de un ailanto del jardín botánico. Ciertamente había demonios en
el jardín. En ese jardín. En todos los jardines. Quizás el jardín se alzaba
sobre un cementerio y allí estaban los huesos del profeta Ezequiel en trance de
alzarse y muchas noches sobre los cielos turbios de la capital se elevaban como
vaharadas las trazadoras de los fuegos fatuos. Debían de ser lo muertos de la
guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que no estallaron. Castor y Póllux
un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles que iban tan amigos montando un mismo
caballo se liaron de repente a guantazos y todo era furor cainita por las
esquinas y los esquinazos. La sangre de Abel sería derramada sin compasión eternamente
—A que no me coges.
—¡Uy esos! Parece que van mal.
Por fin llegó tras mucho caminar, pasados
los pontones del olvido, al intercambiador Digital una cochera inmensa debajo
de los cimientos mismos del Arco de Triunfo. Armis hic victoribus mens jugiter
victura monumentum hoc. Miraba para arriba y le parecía escuchar la voz del
auriga con su casco de oro su penacho de plumas de ave del paraíso y el
semblante autoritario y veloz de centurión
Estuvieron trabajando obreros actividad
frenética día y noche para tenerlo a punto que lo tenía que inaugurar don Cejas
para la Trinidad
pero puso algunas objeciones la
Celadora de la
Comunidad el mando estaba bastante dividido y era todo un
descojone, entran y salen cuatro como antaño en el cine Montijilla y ya se sabe
unos por otro y la casa sin barrer. La Trinidad se pasa mire usted que guasa y para las
navidades el intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía unas
escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde las mismas
bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo el ajetreo de la hora punta
y el hedor a humanidad. Había una luz fúnebre como de tanatorio iluminando toda
aquella actividad. Yo soñé alguna vez en la escala de Jacob pero el bueno de
Arije se me despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo de concentración
supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís cerca de un panel de
indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una fuina se
agazapaba seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados a la oscuridad no
podían soportar la luz fúnebre mientras una cotorra charlatana no paraba de
hablar. Seguramente que se había soltado de la jaula de un cuentacuentos:
—El 39 fue un año triunfal. Ese año un
primero de abril entró la fuerza por acá, en este mismo punto donde nos
encontramos. Entraron las banderas por Princesa y justo aquí fue el empezar y
se desplegó la roja y gualda. Un alférez alto y grande la llevaba.
—¡Que bonito! —dijo el de la partida que
tenía un brete y una pihuela atados al zapato — pero para de hablar, lechuza
que nos interrumpe. Lo que nos traemos nosotros entre manos es importante.
—¿Qué puñetas hacéis?
—Estamos conspirando.
—¿Así, con ese uniforme de penitenciarios?
Ya tendréis ganas.
—Tú ya verás. Tú a oír ver y callar.
Puede que el 39 fuera año triunfal pero de
aquella fecha ya nadie se acordaba. Ahí estaba la fecha de la inscripción latín
con una leyenda en números romanos. La zorra mirando para arriba. El asno de
Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un puntero iba desglosando como un
parte de incidencias el meollo de la frase: “Armis hic victoribus mens jugiter
victura monumentum hoc” (A las armas victoriosas este tributo). Los romanos más
que escribir esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un
resquicio de la memoria al autor un catedrático con las manos llenas de tiza y
la chaquetilla cubierta de polvo que hablaba con una palatización de abiertas
como en el Ampurdán. Lo escrito en piedra no es lo mismo que la escritura en
papel o en papiro que es un poco la escritura en la pared de la cena de
Baltasar. Frases para durar. No una pluma yo lo que anhelo es un buril. Y allí
vio en lo alto del cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la
contrademocracia fulgiendo como un ángel al lado de San Juan y de Tito Livio y
de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas, todo eso pasó. Se fue. Pasó. Ábrete.
Mundus transit. Pasa página. Animo pues, amigo que para eso tienes nombre de
poeta y apellido de pámpanos. Eres todo ubre y pámpano. Todo medula. Lo veía al
pobre Baruj Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había
tundido lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente blanco. Andaba
gambado por una ciudad que fue la suya y ya no le pertenecía. Por sus calles
iba y venía meteco o exilado en su propio país. Sólo tus sueños te pertenecen
pero la ciudad ya no es tuya y hasta el habla siendo la misma es extraña. Todo es extraño. Los rostros, mohínos y
distantes la gente amargada y con cara de ir a lo suyo. En las caras se refleja
la infelicidad que procura el egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata.
Transitar por el Arco de Triunfo. Circular por debajo del Arco del triunfo por
donde pasaron las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo
que pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese
epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y alforjas
esterones, artolas, baúl para guardar tantos agravios.
Puf. Todo lo que me echen.
Pero para él las calumnias las injurias no
eran tales injurias sino peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos?
Sí. Señor. Tú sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros.
¿Entonces de qué coños te quejas? No seas zarrioso Arije. Vuélvete a casa. De
noche en Madrid todos los gatos son pardos y esta es la ciudad de los gatos.
Pasé dolores de Getsemaní pero sin Magdalenas pero sin magdalenas que ungieran
mis píes con pomos de nardo ni Verónicas que me salieran al encuentro con sus
paños. La conversación con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin
saber a qué carta quedarme. Nadie se solidariza con nadie. Nadie quiere saber
ni entender. Nadie te ayuda. Estás solo. Atravesamos el desierto el ponto
líquido. Tiempo de Acuario. Todo parece que fluye. Es líquido. Tiempo de
liquidez. Un moro bajó entonces por la escalinata con una gran alcatifa a
cuestas. Era un mohamé manumiso exarico para los que Madrid nunca será Madrid
sino Majerít. Al menos ellos tienen esa idea. Para ellos no ha pasado la Reconquista. Estas
perdido, Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde moras, rabí? ¿Dónde están tu padre y
tus hermanos? Mi madre mi padre y mis hermanos son aquellos que cumplen mi
Palabra. Difíciles frases. Nunca estuviste más oscuro pero seguimos indagando
dándole vueltas al contexto hermeneutas perdidos por el vaho del mundo y
tratando de entender el sacramental mensaje de tus palabras. Corre tiempo
recio. Señor, sálvanos que perecemos.
AÑO NUEVO ESCUCHO LAS
CAMPANAS DE SAN DANIEL
Primero de año estreno
doce nuevos meses de vida. Arije se levantó después del gran catarro que amargó
su nochevieja. Escucharon villancicos en la radiogramola y bailaron algo, salsa
sobre todo que es la música que baila su mujer orígenes cubanos. Arije se
desposó con una Ceiba. Misa en el Vaticano cantada en latín tan de su gusto.
Vio al papa cojo. Le dio un poco de pena aquel hombre. Cojea el padre Bergoglio
y cojeamos todos pero ahí vamos. Tampoco canta este pontífice. Lo que más le
gusta dél es su devoción a la madona inspiración jesuita. Al final del oficio
se cantó ante el pesebre Alma redemptoris
mater pero el portal no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo
por Reina Victoria y tuvo la dicha de escuchar las campanas del Día de la Circuncisión llamando
a la misa de santificación del Santo nombre de Jesús. El bronce del campanil
decía (Arije poseía un segundo sentido para traducir el lenguaje de las santas
campanas que son bautizadas y ungidas con el crisma de jueves santo) esto:
—Populum voco. Mortuos prango. Vulnera frango y aquella voz sonora del
viejo monasterio san Daniel uno de los
muchos monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo de oro constituido por
torres, espadañas y muros sagrados o sacra menia que circundaban Madrid por la
parte norte y sur de Moncloa—le retrotrajo a aquellas maravillosas enseñanzas
que había aprendido sobre la liturgia romana en sus años de seminario. Tuvo el
convencimiento que la iglesia no son las encíclicas papales ni la doctrina con
moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el corazón. Es la teología, las
súmulas tomistas y el gran acervo de
la tradición. En el monasterio de san Daniel escuchaba la misa de cazadores el
rey Enrique IV al alba antes de recorrer los montes del Pardo a la caza de
jabalíes y en su sacristía al pobre rey segoviano lo envenenó un monje por
mandato de Palencia cuando regresaba del monte sediento y sudoroso. Diole al
monarca a probar una pócima de hierbas con mezclas aromáticas y gaseosa. El
tañido de aquel modesto campanario hoy convento de monjas le llenó de paz. Las
aves huían asustadas por el cielo de Reina Victoria, las palomas buscaban
refugio en las helgaduras de las tapias. En el Islam no hay campanas. Al moro
el sonar de la campana le asusta pero Arije se sintió ampliamente gratificado
en su catolicismo, un catolicismo ferviente que renacía en él cuando la Iglesia estaba hecha unos
zorros demasiados obispos tocineros y comentarios desaboridos de una cigüeña
que crascitaba inconveniencias en la torre de una iglesia profanada.
Liturgia es el culto
publico a Jesucristo lo había aprendido él cuando era adolescente y no podía
desquitarse de esa idea. Tal vez por tozudez o por prejuicios. Arije era tozudo
y no precisamente uno de esos que cambian con facilidad de chaqueta. A Dios le
gustan los cantos de alabanzas y esta idea viene del antiguo Testamento. En la
liturgia converge Cristo con Sión y la cosa no tiene vuelta de hoja. Todo este
entramado es expiación, oración, acción de gracias, adoración sacrificial y
canto de alabanza. Ahora lo pretenden destrincar los adoradores de Satán.
La iglesia es una y múltiple.
Posee la gran riqueza de la diversidad de cultos en su capacidad de católica o
universal, apostólica pues proviene de los apóstoles. Está fraguada en símbolos
que por desgracia ignoran muchos de los fieles que participan en los cultos
(santa ignorancia) pero es menester entender las ceremonias y rubricas de los
diversos cultos rituales. En la iglesia occidental existen varios ritos
distintas fórmulas de adoración: el galicano francés, el medulano de la iglesia
de san Ambrosio de Milán el bizantino griego y
muzárabe-visigótico que aun se celebra en la primada de Toledo A Arije
el rito muzárabe era el que más le inspiraba por su españolidad y sus
adherencias al bizantino. En él abundan preces y letanías — hesicasmo o
repetición de una frase pronunciada por Jesucristo o de los Evangelios como los
kiries que impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión las lenguas
vernáculas han roto por una parte con la tradición y por otra vacían el sentido
en que el verbo divino habló en el monte. Por ejemplo en el ultimo evangelio
han traducido et tenebrae eam non comprehenderunt por no le entendieron
cuando en realidad semánticamente lo que significa es que la luz fulge y las
tinieblas no apagaron esta luz que vino de Oriente. Los motetes, los himnos
eucarísticos, las secuencias forma parte de un fenómeno privativo del
cristianismo: la filocalía o amor a lo bello del que carecen los otros credos.
Es el Cristus Musicus que se
entroniza a través de las musicales notas en el pantocrátor. Además, las
vernáculas han despojado a la iglesia de su universalidad ingénita. Arije no
podía por menos de vapulear las enseñanzas del Vaticano II. El creyente tiene
la obligación de estudiar su fe y de iniciarse en lenguas que le son ajenas
como el latín o el griego o el hebreo como hacen los talmudistas que estudian
constantemente la palabra de Dios. Rito de iniciación. Hay muchas cosas que no
se entienden sino a través del legado de la fe. Y estos misterios nos vienen de
los ritos órficos de donde arranca en parte la liturgia romana que quiere quiso
cristianizar el paganismo y en la vida todo es liturgia y rito, fulgor,
normativa y regla, cauce de convivencia, lo que diferencia al ser humano de los
animales irracionales. Los símbolos nos cercan a Dios. El pez, la paloma iztios, axios el crismón el anagrama que llevaban los legionarios
cristianos en tiempos del emperador Valerio. Los que atacan a la iglesia por
esa milonga de los abusos sexuales que siempre los hubo y los habrá desconocen
esta categoría primordial de nuestra religión. Reducir el depósito de nuestra
fe a los pecados de la concupiscencia humana es una aberración. La liturgia
católica tiene estirpe teatral. Conviene recordar que el teatro nació en los
atrios de los templos cristianos. Autos de navidad y de pasión: Shakespeare,
Calderón, Lope, Tirso y luego la riqueza estatuaria de los ábsides capiteles y
cimacios románicos con la representación de las sibilas, el infierno, los
martirios, las misericordias del coro donde quedaron labrados algunas
advertencias donde colocan sus posaderas los canónigos sobre la presencia del
maligno den el mundo al cual la
Iglesia trata de combatir. Es el zlo de los ortodoxos rusos.
Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua contra el mal, las bajas pasiones y
los instintos que hacen desgraciada a la condición humana.
Arije después de estas
consideraciones y halagado por la presencia viva del Cristus musicus se
santiguó y entró reverente en el pórtico de la iglesia de san Daniel. Las
campanas seguían propalando su melodía a la ciudad de Madrid anunciando orbi et
orbi la Circuncisión
del Salvador. Año Nuevo buen día del Señor.
Bajé la cuesta, era tan
empinada que con frecuencia el tranvía se atascaba por no poder con tanta
gente, los estudiantes se bajaban y a empujar. En una esquina la casa chalet de
Sebastián Miranda que velaba las armas cara al sol y los aires de la
universitaria. A izquierda de la bajada se abrían las bancadas del Estadio
Metropolitano y todavía el viento de la sierra del recuerdo traía y llevaba los
sones de aclamación cuando Collar desde la extrema izquierda marcaba Gooool, el
grito de júbilo resonaba por toda la Ciudad Universitaria,
aquellas tardes de domingo, partido, cine y tasca. Aupa Atleti. Gumersindo
Manahén Arije, colchonero de toda la vida. El campo había sido derruido,
bloques de pisos, y allí tuvo él su oficina, archivos y papeles, estanterías de
libros. Fue cuando se digitalizó la administración y todas las semanas un
camión del ministerio se llevaba mesas y máquinas de escribir. El ordenador
dueño y señor del campo administraba la Cuerpa que ya no quería archivar nada porque todo
lo antiguo no valdría para nada. Toneladas de revistas y libros de una época
fueron a parar a la basura. Arije desde su ventanal trataba de adaptarse a las
nuevas tecnologías del Word y del M-2. La caída del Muro de Berlín se llevó por
la posta tanto trabajo de la imaginación. Era una manera de acogotar al
fascismo. ZP se sacó de la chistera la infamia de la memoria histórica, otra
vez la guerra cuando nos creíamos todos reconciliados. Él para contradecir al
patán llevaba en la cartera una foto del Fuhrer que trajo su padre
superviviente de la batalla de Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató de
aprender alemán. Zum befell y Heil Siegel pero todo cuanto quiso aprender se lo
desbarató Cerrolaza un jesuita enemigo de los nazis que dirigía el Departamento
de Germanistica de la
Central. Por el ventanal de la Biblioteca penetraba un
sol cansino y el eco del recuerdo de los goles que marcaba Luis el Zapatones
los regateos de Collar y las palomitas de Pazos en la portería. Fue un tiempo
de espera y de esperanza. El clínico albergaba muchos secretos de su pasión por
España. Desde allí los muertos le hablaban unos se le aparecían con una pierna
de menos otros tuertos y a muchos les habían pegado un tiro en la garganta pero
podían cantar. Sus conocimientos de lo ultrasensible le deparaban al
bibliotecario aquellas experiencias. Cuando se ponían pesados los muertos
vivientes subía cuesta de Reina Victoria arriba a ver a la Leonor o se daba un
homenaje de cocidito madrileño con dos botellas de vino en el Tera. A los
postres besaba el retrato del Ferrer que llevaba en la cartera. Ah si tú me
dices ven lo dejo todo.
El bulevar en rampa de
Reina Victoria cambió de nombre. Daría luego en llamarse Roca Tarpeya de
Salamanca. Ya se sabe lo que naturaleza no da no te lo presta Salamanca.
Cuestión de másteres. Los másteres de Perico el de los Palotes que quiso ser
presidente, sentarse de culo en Moncloa alto paramentos aunque haciendo trampa.
Los tiempos de Donald Trump fueron una trampa cuando sonó la trompa de
Eustaquio por la Casa
Blanca. Escogió el camino
corto: afiliarse a la CIA
y sus socios lo respaldaron. Antes le dieron la consigna que los generales de
las divisiones acorazadas dan a los tanquistas: destruir y derruir, machacar,
mentir, profanar, derribar escupir contra lo más sagrado.
─Perico, tú machaca todo
lo que se ponga delante de la torre de tu tanqueta. Acaba con los Españoles sin
piedad, límpiate los mocos con la bandera de España y luego los trapos que te
sobren los trae para acá.
─Yes, Sir
Y allá que se fue el
obediente Pedrito cargado con sus masteres, arrastrando las chuletas de las
páginas que copió con su cara de guapo. El enemigo no tenía que embarcarse en
un nuevo Vietnam los gringos son algo gallinas en cuanto empiezan a llegar
féretros de soldados abatidos por el fuego del Vietcong. Bastaba un caballo de
Troya para tal operación y darle el gobierno. Por la avenida bajaba la manada.
Gora san Fermín.
Todos los días en Madrid es San Fermín y
violan a una como en Pamplona esos putos sevillanos de la infame Manada recua
mogote y brazada de depredadores sexuales siendo el más conspicuo uno que
llamaban el prenda el más aguerrido el más picha brava el que la tenía más
larga una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una pobre chica que venía de
los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá en un portal mismo y
haciendo un standing up se la pasaron
por las armas coito en cuadrilla, hubo un juicio y salió un rábula en defensa
de los fementidos y dijo:
─Señorías, toda vez que la
muchacha dijo no pero un no es siempre sí en estos casos no se puede demostrar
el estupro.
Hubo en el país una
verdadera conmoción. Las Fem se lanzaron a la calle indignadas al amparo de la
consigna: “un no es no y un sí es sí”. Cercaron la audiencia y tiraban los
sostenes a los magistrados se quitaban las bragas y se las tiraban a los
magistrados a los hocicos. A todo esto las reinas de las mañanas tuvieron
afrecho de su duerno mediático durante muchos días y las anarosas y las susanasgrisos
no paraban de darle al chisme de la propaganda. Los fulanos de la Manada se creyeron los
reyes del mambo de la publicidad. Esto formaba parte del plan conspiratorio y la Manada se convirtió en
efecto llamada, en algo viral que atraía cual imán a las redes.. Todos los días
se mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con ello,
relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla televisiva junto a la
mesa camilla uy qué horror nunca lo tuvieron tan a huevo en su programa de
fornicar sin concebir. Entró la vicepresidenta al trapo en defensa de las
mujeres pero la defensa de la ministra era todo un arrogante ataque a la mujer.
Desdén en desguisa bajo su política de construir la imagen de mujer objeto
separada de su función primordial que es la maternidad y la familia. Arije
conmovido y enternecido por aquel zurriburri oyó a uno que bajaba la cuesta
pañuelo rojo al cuello y calzón blanco que gritaba:
─Señora ministra, su
señoría tiene un culo muy prestoso y redondito. Habría que ponerla mirando para
el Cristo los faroles para pasar la tarde.
El mozo de san Fermín
bajaba por la Calle
la estafeta algo borracho uno de los bueyes duendos que escotaba a la manada le
colgó por los inhiestos de un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al
aire. Debajo de los calzoncillos ponía este epígrafe: “qué terrible lugar es
este”. Pero se rehízo del varapalo y salió corriendo a no parar hasta llegar la Cuesta las Perdices. España
era una roca Tarpeya un derrumbadero feminista/ separatista con los de la Cope los curas la Iglesia, el rey la reina,
los alguacilillos actuando de convidados de piedra. Estábamos en plena campaña
de alianza de civilizaciones, de augustas ceremonias, televisadas, palabras sin
sentido. A la mesa se sentaban muchos capigorrones. Unos se creían superman y
otros se escondían aburridos sin hablar en un esconce pero masticándose las
tajadas otorgadas por el poder. Tú échame pan y llámame perro. Las estudiantes
de Farmacia se asomaban a las ventanas de los colegios mayores en cueros y de
esta guisa contemplaban el encierro. Arije se sentó en el primer peldaño del
colegio mayor José Antonio, ─muchas memorias de su paso por las aulas en la
juventud─, un edificio que tenía factura herreriana y recordaba a la gran mole
escurialense para dejar pasar la procesión y contar las nubes. El Prenda se la cascaba mientras se
columpiaba en el árbol de la risa, se desgajó una rama, vino al suelo y se
conoce que con el golpe se le rompieron algunos conductos venéreos y quedó
castrado sin remisión, útil para servicios auxiliares. Algunos no escarmientan
y se pasan de listos o de guarros
Era la hora de consultas
en el clínico y los tranvías venían atestados de hombres y mujeres que acudían
a ver qué tal andaban sus parientes hospitalizados. Sobre los setos de madera
de boj que circunvalaba al gran caserón de la muerte en cuyas salas se peleó
con tanto denuedo en la guerra civil, pasaba lista la Pelona hora sí hora no y la
morgue no daba abasto para aguantar la lista de los fallecidos en la capital.
En Madrid no quedaba un viejo. La pica es la reina de las armas, es la fuerza
de la escuadra veinticinco palmos para herir sin ser herido. La Pelona no cesaba de ahincar
banderolas sobre los setos del Clínico. La muerte siempre va por delante
ganándonos la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos ayer en Madrid. Todos
acabamos en la trena, en el manicomio o en la casa socorro. Y todo en la vida
es cárcel: la espina es cárcel de la rosa, la playa es cárcel del mar y el
trigo es cárcel del pan. Peto, espaldearas, escarcela, fálcate, brazales,
manoplas celadas, caldas y corazas son un buen escudo del alabardero pero toda
la infantería perece cuando la
Pelona se empeña. Porque contra ella no caben maulas. Pese a
todo tenemos la obligación de ser dueños de nosotros mismos. Arije contaba las
nubes mientras con el rabillo del ojo seguía a la turba de los violadores en
cuadrilla que se perdieron de vista en un recodo de la plaza de Pio XII.
Anarosa se puso en jarras delante del portal, pidiendo lo suyo:
▬ Quiero más. Dame más
▬¿No tuviste bastante? Pues
vale ya.
▬Chavala, tú eres
insaciable.
▬Give me more. Give me more. I want it now.
▬Otro toro que este no
vale. Pase el siguiente
Y esta era la lúbrica
historia de los violadores en cuadrilla que jaleaban las prensas nacionales sin
ningún pudor.
Él pensaba en Etsi aquella
novia que tuco y le hacía el amor en el 600 sin llegar a más. Tonto que fui,
pensaba para sus adentros, con las mujeres no valen medias tintas.
El arcabuz fue el arma más
letal hasta que se inventó la bomba atómica fulminante y esparce un hongo de
muerte al estallar. Carlos V el emperador se lamentaba maldita la hora que a un
chino se le ocurrió descubrir la pólvora. El salitre, el azufre, el carbón y la
mecha cargan de muerte a cualquier artefacto. Picos, palos y azadones. Suban
todos a cobrar que llegó el administrador. El personal hacía cola ante los
cajeros automáticos. Ya no había que acudir al banco para pasarse por caja.
Bastaba con apretar un botón. ¡Qué cosas inventa el hombre blanco! Desde el año
89 todo ha cambiado para bien y para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de
Méjico la más populosa del globo como en Becerril de Campos donde no porta en
invierno un alma. ¿El nuevo terror del milenario?
II
LUNA DE ENERO
Lunas fuertes de enero
cuando las gatas tienen celo y en las radiantes noches los árboles desnudos
tiemblan bajo la helada. Había pasado las navidades en su tabuco acariciando
sus recuerdos circundado de libros y de papeles. Le vino bien a su salud el
ayuno pascual. Asistió a la misa de gallo por Internet que celebró el patriarca
Cirilo de Todas las Rusias el adalid que luchaba contra las fuerzas oscuras.
Aquella orgía de voces angelicales, iconostasios de marfil el Pantocrátor en lo
alto de la cúpula, casullas recamadas y el diacono que cantaba:
— Xristós rasdaets piite i pklanite yevó
(Cristo ha nacido venid en adoración)
La catedral de la Epifanía estaba inundado
de caras guapas hermosas rusas con velo blanco viejos creyentes y niños que
recitaban los compases del Credo y del paternóster en eslavónico todos se
habían la letra y sabían lo que pronunciaban aguantando de pie las dos horas
que duró el oficio. Liturgia triunfal que se refería a un mundo de belleza y de
redención el ceremonial rico y antiguo que se cumplía a rajatabla a las ordenes
del presbítero puntero que iba señalando a los oficiantes los pasajes de las
lecciones y de los himnos que habían de entonarse. Sintió Arije que Bizancio
tenía la clave del legado evangélico y todo un contraste con las catequesis
perroneras, los lugares comunes e incluso las herejías que pronunciaba ex
cátedra desde Roma el Impostor. Y todo un contraste con la vida de aquellos
días en España: atropellos de violadores en cuadrilla. Llegó la manada. En
Andalucía pastos y cabildeos. La hora del consenso y de la rendición. Tres
putas se desnudaron en la Plaza
de San Pedro y aparecieron en los posts metiéndose un crucifijo por donde
amargan los pepinos. Tiempos de profanación y desolación. Ierusalem desolada
est que cantó Jeremías. La
Bestia utiliza a la serpiente disfrazada de mujer. Pigtail
profería sus blasfemias de siempre faroleaba, quería ponerse medalla:
▬ Los feministas follamos más y mejor que los de la
ultraderecha,
La palabra ultraderecha y
fascista no se le caía de los labios a los de You can que se sentían
amedrentados e impotentes ante Vox un movimiento que arrasaba. Mucho presumir
de potencia sexual y seguro de que el miembro no se les ponía erecto para
cubrir a las cabras locas del Contubernio Fem.
Arije no tenía que ver con
la ultraderecha. Era un anarquista, un rebelde como lo fue Jesucristo contra el
Sanedrín y se sentía satisfecho consigo mismo por haber dado testimonio pero
sus días los pasaba oculto en su esconce y las noches las pasaba en blanco a
causa del dolor de España que lo afligía. Después de salir de la cárcel por
haber asesinado a la funcionaria roja (fue una lacra en su vida pero tenía
demasiado temperamento) se refugio en el sotabanco de Majadahonda. Le había
quedado una pequeña pensión, podía pagar la pensión el resto lo gastaba en
tabaco y en libros en la cuesta Moyano. Nada sabía de su familia. Etsi había
venido a verle dos veces a la cárcel pero desde el año 92 no volvió a saber de
ella. Asumía que había encontrado pareja.
Aquella mañana amaneció
radiante. Los niños de Madrid había sacado a la calle sus camionetas, sus
hombres araña y las muñecas que les trajeron los Reyes Magos. La Epifanía era una noche
mágica. Ponía fin al misterio de las Doce Noches y Saturno dejaba de gobernar
el mundo. Durante este intervalo ocurrían bajo el imperio del dios oscuro así
conocían a Saturno los romanos y para aplacarlo celebraban las saturnales. Las
doce noches venían marcadas por la tragedia de trifulcas en el hogar,
asesinatos, borracheras, eclipses, pues el sol se ocultaba y no quería alumbrar
la Tierra,
terremotos e inundaciones. Ero era sobre todo la melancolía que sentía el
hombre ante el tiempo que pasa y la vida que se va. Este espíritu pagano había
renacido en las sociedades antes llamadas cristianas. Había que ponerle a los
pascueros y a papá Noel que se deslizaba por toda la Europa nevada en su trineo
buena cara. Ho. Ho. Ho.
Pese a sus dolamas tanto
espirituales como corporales se sentía contento. Había llegado la hora de
romper el ayuno. Se fue a comer al Julifer. Allí todo seguía igual que hacía
diez años. El Santis en la barra y la
Leonor en su chiscón la cual al verle llegar le hizo esta
salutación:
—Coño, yo creía que te
habías muerto.
No supo qué decir ante tal
insolencia. Pidió lentejas, gachopo y una botella de vino. De postre arroz con
leche y un chispacito de coñac.
Había tres o cuatro
individuos en la barra discutiendo acaloradamente sobre la derrota del Madrid
ante el Alavés. Nadie hablaba de política. Abandonó el local satisfecho y por
aquel dicho de que de la panza sale la danza recuperó su buen humor pero ya en
el autobús camino de casa empezó a sentirse mal. Le daban arcadas pero no podía
vomitar. Se le puso cara de luna de enero.
En la parada final se
acurrucó en un banco.
— ¿Se encuentra usted mal,
señor?
—Si llamen a una
ambulancia. Me muero.
Llegó una ambulancia y
Arije fue conducido de inmediato a urgencias. Allí perdió la consciencia.
Cuando despertó estaba en el quirófano de Puerta de Hierro rodeado de tubos de
mascarillas y de electrodos, enchufado a una maquina todo su cuerpo. La medico
una muchacha joven se acercó:
— ¿Qué comió usted hoy?
—Lentejas y cachopo, algo
de vino y un poco de aguardiente.
— ¿Dónde?
—En un bar regentado por
amigos míos
—Señor, pues en las
lentejas le colaron belladona ¿No se dio cuenta? Es un veneno que puede causar
la muerte pero al parecer es usted hombre de complexión fuerte.
—No. Las lentejas estaban
buenísimas.
—Le hemos hecho un lavado
de estomago. Creo que se recuperará. No obstante, quedarán secuelas.
Arije no maldijo a los que
le quisieron envenenar. Lo aceptó como castigo por sus pecados y un aviso del
cielo para no volver a pisar nunca un chigre, tabernas, una fonda sin
homologar. Dios le había salvado de las garras de Erifos y de la Leo. Otra vez la Divina Misericordia
estuvo de su parte. Aunque tampoco hay que fiarse de las fuertes lunas de enero
cuando las gatas entran en celo.
SAN ANTÓN
LA GALLINA PON
Dio gracias a Adonai por haber salido con bien del intento
de envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a las estrellas
donde se inscribe nuestro destino en busca de señales. Los dioses mandan desde
el firmamento un aviso. Y, ya con el alta médica en el bolsillo, al abandonar
el hospital enclavado en los cerros de Majadahonda se veía la sierra cubierta
de un manto níveo bajo los arcos del austero monumento a Mota y Marín,
aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de Hierro, que
dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde Madrid se
urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba a unas
manzanas del centro médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de haber
sobrevivido. La internista asturiana le hizo una transfusión de sangre con un
fármaco antídoto de neutralización de la belladona. El Santi y la Leonor vaya un par de
cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan. Entre potas pucheros anda
el Señor pero también se esconden los asesinos. Así y todo estaba muy dolorido
y quemado por dentro. Les hubiera pegado a los dos un tiro, si no hubiese
temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó
bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre,
los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de
vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para
alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y
estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la
corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un
cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en
una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para
ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral
de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las
parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había
pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran
devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de
rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y
éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de
la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de
Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el
coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo.
Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a
sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla
el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña
fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey
se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas
entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin
acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama
de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de
Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces
profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces
en la capital del reino:
─Eso que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios y le
conduce al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora de
las concepcionistas de Agreda.
─Ya lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido
desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de furor
uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Sus
biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de
setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a
sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y devolvió
escandalizada los billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy
seriamente de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le hacían reír
estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama conversa está obsesionado
con las llamas infernales y con el sexo pero él ya no era joven para escandalizarse
por tales asuntillos. Mirando las cosas con cierta distancia y sin
apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación
de las reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y tristes
reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad provecta. De este peligro
nos advierte una visita al pudridero del Escorial donde se amontonan las
sepulturas de recién nacidos perro España y yo somos ansí, señora. Que quieren
vuescerdes que yo faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y
tenía un gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que
no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los burros, los perros y garos del
todo Madrid. Abrió las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles
brutos Dios le perdone porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que
tiene un sexto sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un
gran danés tan enorme como un oso andar por la predela olisquear las vinajeras
de la credencia en el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso
a cantar la epístola de la misa del día a los desamparados de Madrid. Su
aspecto era feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera
efigie del diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar las cosas de
quicio.
FUEGO AMIGO
Arroaban los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los canarios,
gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la gallina,
ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el aullido del
lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los
dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al monte con sus
borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus amigos los
curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos rencor y
omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba historias
increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y
otros autores carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina.
Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a
codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de rencores pero ese toro
de Intereconomía no es un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes
mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores
de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se
alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas
caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su
reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós
Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en
España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear.
¡Pécoras! Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la puerta del
infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de
su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba
“Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que
daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a
Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe
seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con
tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por
qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia.
Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You
Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien
patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se habían
convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno
gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó
yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo acelerada
agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se
demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de
guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO
ARROABAN los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los
canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la
gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el
aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te
muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que
te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus
amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos
rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba
historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío
Momas y otros autores carentes de ingenio. Tenían que eliminar al otro para que
no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que
vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura
sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo
suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su afán es
enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los farallones
derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del
Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles
higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos
defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en España para chupar
imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear. Arrúan los jabalíes ya
digo. El Santi y la farota de la
Leo abrían la puerta del infierno a los clientes mojándoles
el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce tenía nuestro
protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba las
mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y
dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban
de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma
para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir
sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste
las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega.
Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de
Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga
y su chati le ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el
brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de gobierno.
Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos
con los de Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco de
sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la
hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma
como con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. Carmen
Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la
pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por
teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que
me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia
y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían
en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de
Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta
Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas
y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a
piaras de estos súridos animales impuros y no precisamente de compañía. A veces
se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían
convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había
determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él
caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina
Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de
irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de
estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado
fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco
contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La
policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no.
Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía
que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus
habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar.
Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía
arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca,
cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear
al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador,
hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los
resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A veces
se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían
convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había
determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él
caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina
Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de
irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de
estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado
fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco
contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La
policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares.
OJO DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO
Llegó a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de
San Antón que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura
trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. Es como decir vienen
sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su
esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa,
hirvió café en el infiernillo aquella infusión le sentaba bien para aplacar su
conciencia y mitigar el hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era
su mejor amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo Nilo que
acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del Rey Borracho al que sucedió su hijo Tontolinón VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su
borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra.
Le había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil. Nilo,
inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se equivocó de época.
Arije guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda las obras de su
amigo. Las publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría
ilusionado la llegada de los paquetes que le enviaba la editorial contra
reembolso, iría por las librerías. Los libreros los pobres que estaban muy
alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en
poner astillas en el carro de Baodicea, atascábanse las ruedas y tal infamia
era una forma de inquisición encubierta. Eres escritor tú publica, luego yo me
encargo de que te los comas con patatas. Estando en esta los autores nuevos se
estrellaban contra un muro peor que el de Berlín. La literatura sería un
ejercicio inane. Ahí van dos maricas y uno que escribe dijo Cela en la
“Colmena” Los jóvenes novelistas estaban condenados a masturbaciones mentales o
a suicidarse. Aquí sólo sale adelamte el que yo diga y sólo editará el del
pensamiento correcto. El esquema de acabar con la rica, maravillosa y sufrida
historia de la literatura española sólo entraban en tórculos autores ingleses y
norteamericanos, formaba parte del proyecto de destrucción de España. Querían
degollar su cultura y trucidar sus sueños. Nilo Popín admirador de Francisco de Quevedo se suicidó amargado de
verse obligado a comerse las ediciones de sus obras. En las librerías le
rechazaban sus textos por no tener distribuidor. La luz de enero se colaba por
el montante. De allí llegaba el ruido de la calle. Majadahonda se había
convertido en una ciudad populosa arrabal de Madrid. Las tenadas de los
pastores de la Mesta
que venían de tierra Segovia dieron paso a la avalancha de constructores del
Real State. Surgieron como hongos la urbanizaciones de adosados. ¡Pobre Propinas! Hacía causa común con él mira
que tirarse al tren! En su memoria encendió la cachimba y sentado en el sofá
destartalado al lado de la chimenea comenzó a leer un capitulo de la novela de
su amigo. No era un libro del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su mujer por la
ventana en Toledo ni uno de esos autores insulsos introducidos a machote y a
barrisco en la lista de los más vendidos. Su difunto amigo escribía en tenor de
los clásicos comprometido con su tiempo;
"Don Nilo el hombre,
librero de lance, un santo varón, un justo de Israel, amor en tiempos revueltos
(ya ha vuelto a salir la frase hecha) desde que lo suspendieron de empleo y
sueldo porque, condenado a galeras, le pusieron de compañero de terna a un
marica, y pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad de Burgos, conversación
amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el culo sobre todo por el
de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose condenado no hacía otra
cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes contra la Organización pero
ésta era un muro infranqueable hasta que un día le pegó un meneo a su compañero
de filas y lo estampó contra la pared al conjuro de la frase típica menos montar en globo y dado por el ano pues
no soy Olano todo lo que quieras. Le llamaron a capitulo, lo empapelaron
y le dijeron aquella frase terrible de “mañana no vengas”. Él le explicó al
Inspector General que trabajar con don Palamón que era como se llamaba el
bibliotecario era misión imposible que no se la deseaba ni a su peor enemigo.
Con decir, mire usted, que tengo que entrar en mi sección cara atrás, como iban
los ajusticiados de la
Inquisición a horcajadas de un asno y mirando para Toledo. y
con las dos manos guardando las posaderas, ya le digo todo lo que le tengo que
decir, señor Inspector general. Pero el mandamás puso orejas de mercader, se
pasaba sus reclamos por los mismísimos, y eso que conservaba fama de ser
lenible y no mala persona, que si llega a serlo... Le dieron la absoluta.
Ahora ¿qué hago?,
preguntóse a sí mismo. Pues vender libros, hacerme librero de lance e irme por
ahí por los mercadillos con mi camioneta, se dijo don Nilo, resolutivo. Leer,
escribir, soñar era lo que más le gustaba. Vivía en una nube pero de menos nos
hizo Dios. Escogió la plaza del Arrabal de Arévalo como centro de operaciones y
allí que se plantaba cada martes con su vehículo, montaba el tenderete y se
instalaba al lado de un banco. Venían pocos clientes. Había traído un taburete
y allí se sentaba con los tratantes, con los pegujaleros de Martín Muñoz de
Posadas que venían rebosantes las artolas de sus burros de lechugas, berzas y
tomates a vender género de la rica huerta; con los labradores ricos marañeros,
a los que decía que el Arrabal fue plaza famosa donde tuvieron el punto otrora
perailes, licenciados de Flandes y picaros. Como el Potro de Córdoba, el
Perchel malagueño, las gradas de San Felipe en Madrid, el Azoguejo etc. Estas
plazas españoles tan esplendidas tan aseadas enmarcadas en soportales fueron
coso de la filosofía, albergue del espionaje, descansadero y punto de acogida
de la picaresca y centro de operaciones de la gente del bronce pero también de
hidalgos honrados que planeaban su viaje a las Indias. Hablaban de mujeres, de
trigos, de cosechas y otras noticias por ejemplo de quien había fallecido
aquella semana, un crimen truculento como el del alimañero que mató a un
dentista un día que regresó al hogar y encontró a la mujer con otro. Por
aquellos corrillos pasaba la vida cada martes, el revolver de los ciclos, el
girar de las estaciones por el círculo del sol, que cambiaba los rostros y
arrugas las viejas heridas, pasaban los años mudaban las épocas. Eran gente del
común, sangre municipal y espesa a la sombra de la torre de la iglesia. El
reloj de sol empotrado en gran hastial cónico del paramento de la iglesia de
Santo Domingo debajo tenía un letrero que decía:
-Tempus fugit
Sonaban las
campanadas del mediodía en el carillón. La campana anunciaba con su vozarrón
noble que espantaba a las palomas y a los vencejos revoloteando por las
socarrenas del muro la hora del Ángelus. Los paisanos que andaban abajo
hablando de sus cosas y haciendo tratos por los corrillos se quitaban la gorra
en señal de respeto y se quedaban mirando para lo alto del campanario donde
extendía sus brazos el Cristo. Mediodía la hora que come el papa. Vayamos a
tomar un chato en Casa Pinilla. Eso está hecho, hombre. Todo como en la edad media.
Arévalo es católico, noble, feo y sentimental (la plaza se ganó a los moros sin
combate en un torneo a primera sangre entre don Bernardo Serantes y el rey
Abdelaziz) y pienso que cree en Dios aunque no lo haya visto nunca porque fe es
creer lo que no vimos. Don Nilo se levantaba de la tajuela que compró como
regalo de caridad a los locos de Quitapesares que luchaban las acometidas de
sus paranoias con trabajos mentales, miraba para el cielo sumido en un
respeto reverendo para luego seguir la lectura de su autor favorito don
Francisco de Quevedo y Villegas El Grande y se metía en otro mundo arrollado
por la cadencia de su prosa.
Por la puerta de
Santo Domingo (Dios le perdone a don Nilo) vio en ese momento a un teatino
salir dando voces. Vaya por Dios pues las gracias y desgracias del ojo del culo
escritas por Juan Lamas el del Camisón Cagado y dedicadas a doña Juana Mucha
Montón de Carne las firmó el poeta en un momento de inspiración y editadas por
un maestro ocultista: Daniel Lebrato y trata de algo tan humano como son las
ventosidades porque si no cagas te mueres y si no te pees no estás a gusto.
Caga el rey, caga el pato, caga el águila, y caga el mulo que según
come el mulo así caga el culo por antonomasia. Peyose Colasa que
suele hacerlo a lo bajini atufando toda la casa. Nueve orificios hay en el
cuerpo humano y los nueve dimanan, o echan flojo sobre todo en las mujeres que
son sólo cañerías (vista, oído, olfato, el agujero por delante y tripa cagalar
en detrás, estos dos últimos son singulares, los tres primeros van en pareja y
todos al de por junto empalman como el último de los sentidos, el que posterior
muere, que es del tacto) aunque hay algunos que afirman la existencia de un
décimo el flogístico, el que llaman ojo de Ra. Ojo de Dios con el que los
imagineros paleocristianos representaban a la primera persona de la Trinidad en forma de
triángulo. Mas no entremos en teologías que la liamos. Pulso de mi lira la más
sublime cuerda canto a la mierda.
Según don
Francisco los más importantes pero muy pecadores son los de la frente el ojo
del culo es el más inocente y por él poco se peca aunque a los de la cáscara
les sea puerta del vicio nefando locus horribilis. Que de los placeres sin
pecar, el cagar. Sí caga alegre, caga contento pero caga adentro. Y la mujer
que un pedo suelta no puede ser sino desenvuelta. Ese lugar por donde no daba
el sol hasta que llegaron los nudistas es redondo y bien trabado un círculo
perfecto de la naturaleza donde caben todos los signos del zodiaco y aunque no
es tan claro como los de la cara tiene más hechura… lo tenemos tan guardado
pringado entre dos murallas y amortajado en una camisa, envuelto en unos
dominguillos y envainado entre dos greguescos que cuelgan como dos falderillos,
avahado en una capa que por se dijo béseme
vuesa merced por donde no da el sol y amargan los pepinos.
Sin su
reverencia no se puede vivir porque no cabe la posibilidad de un ojo del culo
que sea tuerto todos miran hacia lo profundo del cuerpo del que expulsan cuanto
sobra. Eso sí; es poderosísimo porque ha muerto muchachos y marchitado yerbas.
Es paciente y serenísimo, jamás se inmuta aunque a veces lo agobie el picor de
almorranas y otorga un placer de los que no suelen desamistarse con ninguno de
los diez mandamientos pues no hay gusto más descansado que después de haber
cagado. Por eso cantan muchos coplas cuando desembuchan o leen un libro cuando
van a la letrina el tiempo de cagar es hora plácida. Es docto y filósofo amparo
de soledades porque se nace, se muere y se caga solo, es tarea en la que nadie
te ayuda. Y el buey suelto aunque a él con la lengua no puede llegarse a no ser
que seas malabaristas. La mayor parte de los cristianos, moros y judíos se lo
alcanzan con una teja o con la hoja de un periódico español de ahora mismo que
sólo valen para cumplir la noble tarea de limpiarse sus miserias cada uno con
los artículos de la prensa sural.
Le cumplen nombres
infinitos, llámenlo trasero porque siempre va en retaguardia. Es la popa del
barco que sufre las inclemencias e injusticias de los temporales ayudando a la
navegación de proa y dando a la barca de san Pedro cierta estabilidad para que
surque con la roda del buque los mares de espuma. Los dómines latinos dieronle
el título de antífonas por oficiarse siempre al cantar de dos chantres porque
juega a pares y nones entre las nalgas. Le dicen trancallo los asturianos porque es el portillo que tranca y
abre la puerta de los mojones y también manojo de llaves por lo redondo de su
forma.
— ¿Hay quien puje?
— Tráigame el bacín
vuesa merced.
—¿No hay quien dé más?
—Sí don Artur Mas al
que la boca se la hizo un fraile
—Pues que se meta las
pesetas por ahí el muy avaricioso y cretino cabalino.
Son provechosos sus
mojones. Lo que excreta nos sirve de abono y luego de alimento, en la
naturaleza nada se crea ni se destruye sólo se transforma como la energía. Y
como el pedo suele ser cosa alegre que sirve de risa y pasatiempo. El culo no
suele meterse con nadie pero recibe demasiados azotes y descargas y en cierto
bares de Malasaña hay que entrar con clípeo en el salvohonor pues ese ojo
acullá suscita miradas lascivas.
Julio Cesar el
emperador era aficionado a las peleas de gallos y hacía durante el transcurso
de las mismas, concursos de pedorros. A ver quién pee mejor. El que más fuerte
atronase se llevaba una corona de laurel y cien denarios. Al Cesar tales
competiciones le divertían muchísimo.
Compañero es del amor
porque hasta que dos no hayan peído sobre un mismo colchón no se tiene por
seguro que haya habido coyunda ni amancebamiento. También declara amistad
porque con pedos los señores suelen divertir a los amigos. Se dice por ejemplo
que “soltó un preso e hizo al culo alcalde”. De ahí le viene el nombre de
alfaneque de las tripas y redentor de gases cautivos. Fuesele una pluma, irse
de bastos, marchó sin decir adiós, señor de Argamasilla cuando sale chilla.
Quien se ha peido que huele a tocino quien se ha cagao que huele a bacalao. Tú
por tú que fuiste tú.
Tirarse un cuesco es
asimismo voz aceptada y muy extendida por seminarios y conventos. Nadie sabe el
por qué se confunden las ventosidades de los mamíferos- la burra de mi abuelo
también se peía- con el fruto de los vegetales. Será por lo rotundos y la
morfología esferoide de la tripa cagalar esto es el ano. No vayamos a confundir
el culo con las témporas"
El pobre Nilo escritor y
periodista segoviano que en paz descanse no tuvo fortuna en la ardua carrera de
las letras y no lo hacía mal sólo que le cayó aquella malaventura que enuncia la Celestina "fortuna
te dé Dios, hijo, que el saber no te hace falta". El Propinas tuvo a los
dioses en contra. Había vivido en Gran Bretaña en los locos años sesenta donde
había tenido sus aventuras y locuras sexuales y regresó a España tratando de
abrirse camino en el bosque encantado de las musas. Es una selva más tupida e
impenetrable que la del Amazonas. Le ahogaron las lianas de la desdicha. No fue
profeta en su tierra pese a lo deslavazado e impenetrable de sus escritos
acertó en su diagnóstico de los males patrios. Había comparado el movimiento
Nazi Feminista con el Apocalipsis y estas malditas mujeres del vientre seco y
del odio campaban por sus respetos. La Dobermana
andaluza rubia de bote y chocho morenote no dejaba de apretar sus recias
mandíbulas de perra con prognatismo contra el partido españolista. ¿Perra o
zorra? En cualquier caso la zorra no se resistía a abandonar su madriguera.
Andalucía era un nido de víboras donde toda corrupción tenía su asiento. Habían
perdido las elecciones los de Susanita pero se echaron al monte. He aquí lo que
decía mi difunto colega allá por el año 78:
Tras las conmociones
del viernes de
Dolores – las
profecías empezaron a cumplirse en los meses que aguardan a la gran traición-
ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas en sus instintos e institutos
de venganza (give me more). Calixta la novia que tuvo neozelandesa con
su cara de kivui y su voz atiplada de cupletista pelirroja le gritaba aquella
frase imponente, Moisés bajó del Sinaí con las tablas de la ley en mano, y yo
sólo soy un pobre mortal, mientras hacían el amor en la scullery de
su piso con derecho a cocina junto a la estación de metro de Earls Court en
Londres. Oh Emiliano. No seas marrano, dame más. Me he quedado sin tralla “Me
dejaste a buenas noches”. Calixta criticaba la forma inconsiderada que tenía Emilio
de hacer el amor y su engorde. Se había comprado unos pantalones en
Marks&am-Spencer que le daban un aspecto payasil muy holgados de cintura y
desde entonces le puso el mote de Emiliano Pantalones. Eran grises
como la luz de atardecer que iluminaba su penthouse de soltero en la
calle Jardín de las Flores entre Fulham y la Vieja Brompton
Road. Tenía yo ganas de huir y me uní al gran corro de la desbandada. Me
producía una cierta tristeza Ya verán predicas incriminatorias, precitas
instancias. El personal no quiere saber nada de nadie ni de nada. No me cuente
usted su vida y en ese grado de insolidaridad estamos llegando a los tiempos
del 36, cuando los madrileños en aquel otoño sangriento se paseaban por la Avenida del Quince y Medio (Gran
Vía) donde la zona de una de las aceras la de Telefónica estaba batida por los
obuses nacionales con un cartel en la solapa que decía: no me cuente Vd
su vida, ya me la sé. El amor en tiempos de cólera que dijo un cursi pero
yo voy a lo mío. Me siento al volante y tira millas. Venga radiales, duro que
te pego horizontes de encintado vial de raya continúa. ¿Te motiva? Es el
cansancio aquel que te afligía como cuando viajabas desde Essex a
Yorkshire. 180
millas en la A1 en
tu mini de color rojo. Parabas a tomar un café en un Vimpi y a hacer pis.
Cuando un pueblo es marrano, eso queda muy consignado en los servicios de las
fondas en el camino real. Y los ingleses son unos cochinos, pero los franceses
lo son aun más y los portugueses para de contar. Todo el país es como si le
olieran los pies. Huele a Fátima y a milagro. A melancólicas cuerdas de
fado. Cierto la tristeza tiene un color no puedo hablar no me entienden, acaso
sea muda. No me cuente su vida oiga que es muy triste, no venirme con milongas.
Llevamos unos cuantos años con las brigadas del amanecer haciendo de las suyas
y no es el cartero que viene a traernos un giro o una carta certificada sino el
polizonte o el comisario que llega a ponernos una denuncia y nos ruega velis
nolis acompáñame amos anda... pero tú que te has creído... prédicas
infernales... ese doctor de las mañanas de la tele que debe ser del hopos pues
lleva años y años en antena no para de hablar de cáncer... harte el
encontradizo o el advenedizo que tú no te enteras leñes que ellos piensen lo que
les de la gana... tan tan.. ¿Quién? Abra. Un registro. Es usted fulanito de
tal.- yo soy Domingo García Sabell el jefe. Tenga la bondad de acompañarnos.
Aguarde que me ataco los pantalones. ¿Puedo ir al baño? Pues tendrá que
hacérselo por el camino. Puro tramite. El del mosquetón que te observa por la
mirilla del mingitorio mientras que tú evacuas tu vejiga. Una triste saca. Un
maldito paseo al amanecer. Billete de ida al reino del iras y no volverás. De
los sencillos y de los torpes es el reino de los cielos. Esa facultativa de
ojos claros y el culo gordo que archiva su ira y se pasa el día entero
zampándose tabletas de chocolate. Por eso el culo se le ha puesto
como un balón. ¿Qué decía vuesa merdé? Reñidas oposiciones, la
vida combates es, y hoy tocan a fajina. El corazón amante. Caballero a sus
manos y señora a sus pies. Escucho en la distancia el largo pitido del tren.
Pican al timbre una madrugada de aquel verano en un inmueble de la Red de
San Luis y ya digo no es el lechero. Nos devoramos unos a otros. Nos
fagotizamos con tanta guerra civil. Fotos trágicas, el máuser en alto. El mono
azul y la guerrera postinera recogen mal los abultamientos de los senos de
aquella bella miliciana y un falangista en la cárcel de san Antón se le escapó
un piropo a la vista de su verduga: niña, te quiero tanto que contigo en el
pelotón no me va importar acudir al paredón, será una muerte dulce. Subían
hacia Cibeles desde el palacio de Buenavista y de gobernación las camionetas
del ejército de la verdad. Un comisario se llamaba Dapena y nos van a liquidar
igual que conejos. Fue el que dijo: éste sobra pues sí sobra claro que sí. Lo
malo es que había mucho más jefes que indios y los que maulaban
y soliloquiaban que ya no se les pone gorda. En los tiempos de la gran
duquesa leonesa yo me lo monto con la señora Marquesa, ale. La Política no interesa y el que escribió el estatuto prostituto
se da aires de compinche y fuego fatuo. You dont tell me fibs. Pero
si eso es el placer de contra en eso precisamente está el misterio y la maula.
Mañana es domingo de Ramos y arranco para Segovia de estampida. Mis huidas y
mis circunvoluciones tienen bastante miga. El skyline de la ciudad donde yo
nací me tranquiliza pero no es para ponerse muy sentimentales sino para
precaverse. ¿Vienes pa muchos días? Sólo a las procesiones, Fuencisla. Las
hermandades, los cristos rotos, el entierro de los gascones, la torre de san
Justo proyectando su sombra en viernes santo contra la luna, el rumor lejano de
las aguas del Rasemir, el bamboleo de los pasos, un cirio que arde y otro que
se apaga al penetrar en la zona de corrientes del azoguejo que nosotros
denominábamos el arzovejo y al decirlo parecía nos dieran azogue, porque nos
entraban las prisas. No es lo mismo decirlo como verlo. El diablo que aparece a
lo lejos con su tridente. La banda del regimiento marca el paso y los
gastadores estallan sus botas contra el cemento de la calle. Alguien con voz de
borracho se arranca por una saeta. Sin belleza no puede haber misterio. Tampoco
cristianismo se acerca la
Venus Victrix la diosa
triunfadora con su rozagante manto de Dolorosa que porta en la mano un
arrastrapeplos. Todo esta bien drapeado por el que hizo el planteamiento pero
en esta noche hay alguien que nos estorba, las fichas parece que se mueven y bailan
los datos pero todo en esta atmósfera respira intensidad y tiene lo que los
alemanes denominan spannung. La novela es un concepto musical y eso
mismo lo tiene ahora mismo mi ciudad. Me arrojo de cabeza, me sumo en el oleaje
de los recuerdos a la busca de una cierta congruencia y del hilo de la fábula.
Las trenzas de Ariadna y su rubia cabellera las llevamos recogidas en cintas
multicolores. Me multiplico, he de hacerme ubicuo y gozar del don de la
bilocación con que el Señor favoreció a algunos de sus siervos. No he de
tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder la calma. Tengo que perderme en
fárragos de burocracia mientras las mucamas romanas esperan el autobús en la
parada de mi barrio cuya marquesina se ha convertido en objetivo de los gamberrotes.
Lo expliqué en un artículo que este vicio moderno de las tribus urbanas
se denomina clastomanía, un vicio
como otro cualquier, tan respetable, verbigracia, como la del millonario que
vive en los chalet de abajo, los que vierten al río y que rebusca en los cubos
de la basura y los contenedores, aquejado del mal de Diógenes, acumular y
guardar en el nido igual que las cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar
la cuesta de los álamos subido en una bicicleta de carreras que seguramente no
mercó en la tienda, sino que es una de los muchos testimonios de su pasión por
la rebusca. Ser y tener. Tanto tendrás tanto valdrás. Los romanos tenían una
cierta pasión ordenancista. El papado por ejemplo es una constitución
carolingia y la
Iglesia como la literatura y
su pasión por los cilicios y las torturas mentales un cajón de sastre. Luego
vinieron a perfeccionar el sistema los visigodos con sus corregidores, bailíes,
paciarios y el uso del sello y el balduque atado en cuerdas de cáñamo en los
documentos oficiales. Desde entonces todos los clérigos son funcionarios. En
realidad es lo que debieran ser los curas. Limitarse a su misión de funerales,
bautizos y matrimonios y poner nombres en los libros de registros. Cuando se
salen de esa misión específica ya empezamos todos a mear fuera de sillico.
Clericus del griego “kleros” que no quiere decir otra cosa que patrimonio. Los
límites son pues mucho más modestos que nuestras pretensiones y si nos
ciñéramos a la línea, si fuésemos un poco más modestos, las cosas empezarían tal
vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es que hasta el siglo XVIII trono y altar
fueron unidos y no andaríamos metidos en equipolencias tomistas ni de
discusiones a gritos en las salas de grados. He dicho.
Quedó Arije
confundido después de la lectura de aquellos párrafos póstumos y contundentes.
Que nunca verían la luz de las imprentas, condenados al polvo del olvido al
rebujo de los altillos de su biblioteca. Cuando él muriera o se mudara de
domicilio, irían a la hoguera o vendidos al peso del papel. Vanidad de
vanidades. Mala suerte tuvo Nilo. Mientras la radio coreaba consignas de la
guerra y caza del macho (la lucha de clases había sido sustituida por la lucha
de géneros que cuando él iba a la escuela se resumían en tres equivalentes:
masculino, femenino, neutro o epiceno y ahora todo era lo mismo, rajitas y
rabitos habían sustituido a los cristos en las escuelas de párvulos) él bajo a
la calle y se subió al viejo cadillac destartalado que había comprado a un
coronel americano de la base de Torrejón. Lo tenía aparcado en una riera
cubierto de polvo y cargado de kilómetros y mandó al volante que lo condujera
hasta el cementerio de Brunete. En uno de los nichos que tenía un epitafio que
daba que pensar "nací, amé, luché, vencí, perdí, morí ¿resucitaré el último
día?" colocó un ramillete de madreselvas. La sepultura la presidía una
cruz latina con cuatro palos a la manera rusa. Nilo dejó en sus mandas escrito
en un papel antes de suicidarse que quería ser enterrado por el rito ruso, que
durante el sepelio sonase la grabación de una misa de resurrección que registró
el año 87 durante una audición de onda corta por Radio Sputnik. Una de las
aficiones del segoviano aparte de la literatura era el diexismo. Hombre
profundamente religioso y reverente Nilo era del parecer que el Vaticano quemó
su mandato divino y entregó al diablo las filacterias y las arras de su misión
sagrada en el mundo. Pero si Roma prevaricó el patriarca moscovita se mantenía
incólume en la doctrina y sobre todo en el esplendor y boato de su liturgia.
Arije pensó que esto era una extravagancia de su amigo, no se puede cocear
contra el aguijón, y que los tiempos cambian.
Depositadas
cinco rosas en la tumba que guardaba los restos mortales de su amigo en el
cementerio campestre de Brunete al lado de los blocaos y casamatas recuerdo de
la cruenta batalla de 1937 la batalla de la sed se encaminó as Villanueva del
Pardillo donde uno de su pueblo Rufino Vírseda fue hecho prisionero por la
fuerza del general Casado. En su pueblo le dieron por muerto y cuando se
estaban celebrando los funerales por su eterno descanso en la majestuosa
iglesia de Cantalejo allí apareció Rufino Virseda licenciado del ejército tan
pichi. Su habilidad y su simpatía de tratante le granjearon la amistad del
comisario rojo y se pasó la guerra enchufado en un campo de prisioneros
nacionales en Valencia. El pueblo trillero tuvo por milagroso aquel suceso que
fue comentado en las Siete Villas, un milagro atribuido a la Virgen del Henar. El
liberado colocó como exvoto un retrato suyo de artillero que le tomaron en el
Cuartel de la Montaña
al entrar en filas. Cada año en el último domingo de septiembre acudía a
Cuellar a dar gracias al Henar por haber salvado el pellejo.
Los violines
sonaban ya a la hora del crepúsculo. El Dodge Dart que compró a Rodrigo Royo
tiraba millas subiendo la cuesta de Valdemorillo acercándose a las dehesas del
Escorial habitadas por fresnos gigantescos de macabras figuras. Decían que
desde una rama de estos grotescos sauces la Dolorosa de Fuentelsaz le lanzaba mensajes
sabatinos a una supuesta vidente picaresca nacional. Arije aceleró cuando el
coche se acercaba a Prado Nuevo y escupió tres veces. Los diablos se escondían
entre las peñas y las zarzas propalando mentiras y embaucamientos. Allí se
acercaba gente sin rumbo los desahuciados y en desdicha en espera de encontrar
cura de sus enfermedades y carestías. Los amigos de la Cuevas poniendo el cazo a
cuenta del fraude de las apariciones marianas se hicieron millonarios y
compraron pisos abrieron residencias de ancianos. Arije que desesperado creyó
en aquellos supuestos se pegó el batacazo. Un sábado vio cómo una pareja
fornicaba furiosamente al pie del árbol de las apariciones preguntó al hombre:
—¿Qué estáis
haciendo ahí sinvergüenzas?
—Quiero
empreñar a mi señora. El ginecólogo cree que nunca se quedará encinta, vientre,
yermo
El paisano
miró para el entrometido con ojos feroces y prosiguió su tarea ya casi a punto
de terminar.
—A ver, a ver— contestó don
Manahén por decir algo corrido de vergüenza. Pero al volver la vista se dio
cuenta qué horror que el furioso sátiro empalmado desplegaba verga de casi
medio metro dos cuernos de morueco retuerto que le daban vuelta a la cabeza y
no se apoyaba en pies como los humanos sino en pezuñas. Era súcubo e incubo
como reza la tradición y la que estaba
entre sus piernas no era la vidente sino la alcaidesa de Segovia quien
profesaba a Belcebú profunda devoción, hasta el punto de encargarle una estatua
para ponerla frente al Acueducto, Arije dio un grito de espantó y huyó del lugar
para no volver más a Prado Nuevo. Había visto al diablo. Daba diente con diente
y no volvió hasta ponerse de nuevo al volante camino de Segovia.
Aquella
garamalla sin mangas tejida de un solo hilo -Cristo se desvestía y sus siervos
y seguidores duro colocarse ropajes, uno encima de, sotanas y dalmáticas, al
año que viene en Jerusalén pero caminamos de espaldas al monte calvario- abolía
el orden viejo. Los ornamentos de los dioses antiguos, de Júpiter Diana
Afrodita y Baco quedarían preteridos pero sus sacerdotes, sintiéndose desnudos
e incapaces de imitar al que pereció en la cruz en taparrabos, no harían otra
cosa en todo el tiempo que hacer mayor el cupo del “indumento”.
Casi me
desternillaba de risa pero aquella hora de grandes acontecimientos fue el
tiempo de los sobresaltos y de las confusiones (yo creía, pensé que; pues no
señor al revés te lo digo para que lo entiendas) y de las perplejidades. Nos
anegamos en un marasmo de sorpresas. Tú, Cristo bendito, viniste para confundir
a los mortales. Presuntamente quedaron sin vigencia las estolas las mitras las
cidarias el efod y todos aquellos ropajes que se ponían uno encima de otro,
negro sobre blanco, blanco sobre negro, para definir oficios y categorías
inciertas de flámines y peanes del mundo órfico.
Degolló
nuestros principios sin espada.
— ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otros?
—Por sus obras los conoceréis- respondió el Señor
Se rieron
dél, pero Él no vino a traer la paz al mundo sino un orden nuevo con todo lo
que ello implica: la destrucción de Jerusalén que fue desmontada piedra a
piedra y los campos adyacentes de su pomerium o arrabales,
arrasados y sembrados de sal. Al pie de la cruz escuchábamos el batir de los
tambores de los soldados de Tito casi tres cuartos de siglo de que aquel cerco
se produjera.
—¿Y no escarmentaron los judíos?
—Por vida de Minerva, ¡qué bah! Son pueblo duro de
cerviz, una alegoría de la sinrazón y estupidez humanas.
Era
Jesús un revolucionario. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron; sin
embargo, no fue su obra atenazada por las tinieblas. Resplandeció su luz
venciendo a la oscuridad. Sus vestiduras de ajusticiado por una de esas
carambolas inexplicables que hoy confunden a los soberbios (la potencia se hizo
acto trascendente) y se encendió el fuego de la gran luminaria que ardería por
los siglos de los siglos sobre aquel pebetero puesto que nadie será capaz de
destruir el amor, eligiendo a lo más despreciable y abyecto del mundo,
que de los rechazados y humillados y ofendidos hizo él su piedra basal, en
menoscabo de la soberbia y de la confusión terrenales. Su doctrina no era de
este mundo pero venció al mundo con su evangelio.
Debió de
ser un revés para los sionistas mesiánicos. El libertador anunciado por los
profetas de Israel moría en el suplicio escoltado por dos ladrones Dimas y Gestas.
No me vengáis con bromas ¡Qué guasa! Vino a los suyos y los suyos no le
recibieron ─la frase de Juan que luego leí incansables veces martillea mis
sienes─ mientras los mercenarios, puesto que no se puede hablar de soldados
romanos, ya que el centurión Cornelio, un hispano nacido en Hispalis se negaba
a crucificar al Mesías pero ante la contumacia del sanedrín “tolle, tolle,
crucifige eum” (quita, quita, mátalo) no quería que el pueblo romano se
manchase las manos de sangre y contrató a una partida esclavos sirios para
hacer aquel trabajo. Los soldados de Cornelio estaban cabizbajos cuando se
rasgó el velo del templo, hubo una tormenta, tembló la tierra y oscureció a las
tres de la tarde. Para entretener la vela, mientras custodiaban al pie de la
cruz, se rifaban con el cubilete sus paños menores. Y cuando “cum voce
magnum” expiró… sonó el consumatum est que
hizo temblar los quicios de la historia, huyeron despavoridos y bajaban algunos
diciendo por el monte Calvario atentándose unos a otros para no caer debido a
la oscuridad que se hizo en el cielo de repente:
—Verdaderamente este era el Hijo de Dios.
El
Hijo del Hombre salvaba al mundo en taparrabos. Semejante desvergüenza ¿dónde
se vio?
La humilde túnica inconsútil era el
símbolo del siglo futuro. El que busca su vida la perderá. A ver queremos; un
signo pues ese no nos vale.
La
vida de todos los hombres por nuestra
salvación se la había echado el Inocente sobre los hombros a manera de chal
cobijando sus espaldas doloridas cuando, varón de dolores, al cabo de cinco mil
azotes y de 72 puntas de cambronera que es el peor de la especie de los espinos
y la más áspera de las zarzas que horadaron sus sienes trepanaron su frente
inmortal quedando ensangrentados los mechones de su rubia caballera y de su
barba taheña ¡Ah que nos miraba a todos con aquellos ojos dulces llenos de
perdón! Del primer pecado de Adán Él, varón de dolores, nos redimió. A mí
se me hacía muy difícil de aceptar, como romano, acostumbrado a mirar a los
dioses con un cierto escepticismo, ver aquel semblante de manso cordero.
Los dioses reinaban en el Olimpo para castigar y enviar rayos y
desgracias a los mortales. Si te enojabas con Júpiter, éste te taladraba con su
gario y te convertías en rana.
Con los
dioses no se juega. Antes de morir había que hacer mandas a Esculapio y se
ordenaba matar un gallo capón para que el dios de la salud tuviese una fiesta
allá arriba con sus amigotes y después de expirar tenían que sujetarte la
barbilla, abrirte la boca y meter entre los dientes una moneda para pagar al
Barquero. Tan mala costumbre acicate de la codicia fue un pretexto para
que en el mundo antiguo abundasen los profanadores de tumbas. El oro era más
importante que la deidad y en facto es la única divinidad que rige los
designios. Oro, oro y nada más.
Fue
ofrecido al pueblo en espectáculo de befa. Un esbirro lo empujó hasta la
balaustrada y Jesús apareció en el enlosado del Lithostros una caricatura de
ser humano, un guiñapo.
─Ecce homo…
ahí lo tenéis, cabrones, hecho un guiñapo. ¿No os basta? ¿No queríais que lo
castigase? Pues le hemos zurrado bien la badana. ¿No os dais por satisfechos? ─
dijo Poncio
— No — clamaron entonces los judíos.
La chusma
quería más sangre. Y contestó a la demanda del prefecto con palabras terribles
—Crucifícale, crucifícale, mándale al palo y caiga su
sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
—¿A vuestro Rey queréis que condene a pena de muerte?
—No es nuestro Rey. Se hizo pasar por hijo de Yahvé.
Blasfemó.
Dada la condición
vil de la chusma, Pilatos tuvo miedo. Era el mismo morbo, el de aquellos judíos
soliviantados y nacionalistas, que el que impulsaba a la plebe de Roma a
cometer toda suerte de desmanes en el coliseo. Quería ver la sangre a chorros
de los andábatas sobre la arena y que cantasen el himno. Ave, Caesar, los que
van a morir te saludan.
Ecce Homo.
Le habían colocado un manto púrpura sobre los hombros como el que llevaban los
locos por las calles de Jerusalén, pusieronle una caña en la mano por cetro y
así compareció. No lo condenó Pilatos. Fue sentenciado a muerte por un tribunal
democrático, por mano alzada, que sometía sus veredictos a votación en la casa
de Anás y Caifás, sumos sacerdotes. Lo mataron los judíos. Pero la perfidia de
esa raza es alegoría de la condición humana, si se quieren mirar las cosas
desde un ámbito teológico, ajeno a toda manifestación racial. Sin embargo, el
pueblo elegido se convirtió en pueblo errante. Nunca tuvo paz consigo mismo.
Roma madre de pueblos ciudad del amor su nombre me retrotraía a
aquellas tardes de invierno en mi pupitre del aula de estudio pasando paginas
del Raimundo de Miguel el gran calepino mirando para la Mujer Muerta. El
aire frío de la ventisca se colaba bajo
los ojos del acueducto. ¿Qué será mi vida Dios mío la estoy empezando? El busto
de Tito Livio me sonreía desde la portada del libro de tío Livio que don
Valeriano fue a comprar a la calle Barquillo y yo pasaría cinco años en la Plaza del Rey habitando con
el duende de las Siete Chimeneas. Jacobo I de Inglaterra vino a casarse con una
infanta la cual diole calabazas, aquel rey moriría en la horca y su fantasma
merodearía por los pasillos. Allí estaba un banco y luego pusieron un
ministerio. No sé si habrá un registro
de los hados que marca la ruta de nuestros
designios. Vida errante. Soy judío. Flavio Josefo contó la destrucción de
Jerusalén por las legiones de Vespasiano en castigo por haber dado muerte al
Inocente. El templo fue arrasado y su velo se rasgó cuando el sermón de las
siete Palabras. A lomos de prisioneros israelitas el Gran Candelabro de los
Siete Brazos fue arrastrado durante cuatro mil kilómetros hasta la Ciudad Eterna.
Jerusalén, Jerusalén, que matas a tus profetas quedó convertida en Aelia
Capitolina. Fuiste señora y ahora esclava te condenaron a vagar por el mundo.
Vida errante. Me lo contó Vilicus uno de los guardias que custodiaron la agonía
del Inocente y al pie de la cruz se jugaron a la taba sus pobres despojos las
sandalias, el lienzo de pudores, un peine con el que Jesús se acicalaba la
barba, y no pudieron hacer partes de la túnica de Xto porque era de una sola
pieza. Era el triste despojo de un profeta vagabundo que viajó por Palestina
sin dinero y sin impedimenta. Un tullido que se puso sus sandalias se levantó
de la silla de ruedas y empezó a caminar, Longinos el decurión enjugó su rostro
enfermo por la sífilis en el paño de pudores que había llevado el Señor,
aquellos santos calzoncillos, sanó. La gente cuando se produjo el desenclavo y
bajaron el cuerpo de Cristo de la cruz quedó atónita ante las cosas
extraordinarias sucedidas aquella tarde de Viernes Santo en el Gólgota: Las
curaciones milagrosas y las resurrecciones intempestivas vieron salir de sus
tumbas a los muertos de los cementerios y el propio centurión Cornelio cuando
regresó a la ciudad despues de aquel servicio se encontró a su esposa Camelia
dando gritos de júbilo: uno de los hijos del militar que estaba enfermo y casi
en la agonía de súbito se puso bueno, se le quitó la fiebre y pidió punzón y
tablillas para describir en el viaje que había realizado — el galeno Mincio que
lo curaba y el flamine que le ayudaba a bien morir habían dado al joven por
muerto el hígado se le salía a cachos por la boca— y así pasamos la tarde
pensando en estas y otras cosas mientras contemplábamos la naumaquia y las
peleas de gladiadores.
Hay que guardar silencio en el templo de Anguerota, la vestal que me
introdujo en el mundo del silencio. Séneca me enseño a dominar mi
concupiscencia desde el criterio de que el dominio de las pasiones sobre todo
la gula es el pórtico de entrada a la felicidad.
El silencio es inefable puesto
que la palabra a veces ofusca el entendimiento y empecé a ver claro cerca del
circo máximo. Los gladiadores hacían músculo en un campo de entrenamiento
cubierto de grava. Olía a embrocado y a sudor. Los reciarios hacían movimientos
con la red, los andábatas extendían el tridente y un esclavo subalterno les
enseñaba cómo tenían que gritar ave cesar los que van a morir te saludan. Un
calificador catalogaba las posibilidades que tenía el etíope Ursus de vencer a
un tigre que le soltarían media después. Se escuchaba el rugir de la multitud.
Un sol de justicia caía a plomo sobre Roma. Los luchadores ensayaban llaves y
estratagemas para derrotar en la lucha a su oponente. Un clavijero que debía de
medir dos metros limpiaba el “sanguis” o enseña militar con un dragón pintado
que abriría carrera de la procesión de tres vueltas al ruedo y otras tantas
prosternaciones ante la tribuna del emperador. Vi a Nerón. Era un tipo rechoncho
de ojos grandes y nariz gruesa. Una diadema de oro orlaba su frente, llevaba
tres anillos de zafiro en los dedos y su aspecto era el de un hombre vulgar de
origen germánico. Estaba gordo y lanzaba constantemente risitas y carcajadas.
Bebía vino de Salerno y, antes de empezar la función, ya estaba “trompa”. Un
“signífer” o adelantado de centuria trepó a lo alto de la columna trajana y
soplando en un añafil de plata tocó el clarinazo que marcaba el inicio de las
espectaculares “joci” circenses. La chusma enardecida vitoreaba al emperador y
gritaba:
—
Panem et circenses
Fuese menester tener contento al pueblo y propicios a los dioses o no
el hecho era que ésta era la política de los emperadores. Arriba y abajo. En lo
alto estaban los dioses y el senado romano,
abajo el ejercito y el populacho. Por las gradas se veían sombrillas y
parasoles para guarecer del sol aquellas caras tostadas de los libertos y el
bello cutis de las matronas. Vendedores ambulantes recorrían los vomitorios
vendiendo agua de nieve y pepitas de calabaza. Se cruzaban apuestas sobre los
contendientes. Unos apostaban por los que habían de perecer en la arena y otros
por los gladiadores victoriosos. Cantaban sus nombres y se proclamaban
“addicti” de su combatiente preferido. Unos apoyaban a Carneades un griego con
cara de matón al que le faltaba un ojo que pegaba golpes certeros y ganaba
todos los combates y otros a un tal Rufus venido de Hibérnica que era el terror
del Coliseo.
El día de circenses las vestales tenían la tarde libre. Y algunas
acudían a los juegos causando entre la hinchada admiración por su belleza
serena y llena de quietud. La vestal maesa portaba una diadema sobre la frente;
la joya injerta en amatistas, diamantes y zafiros hacía aguas deslumbrando a
los espectadores. Uno de los gladiadores cayó derribado por su contrincante
cuando se distrajo mirando para el tendido reservado a las vestales. Les daba
escolta a las jóvenes una cohorte de los más fornidos eunucos, algunos de ellos
provenían del Alto Nilo, eran númidas. Antes de entrar al servicio del templo
eran castrados previamente. También custodiaban a las meretrices del harén del
emperador. En el anfiteatro los númidas se destacaban por sus cuerpos
atléticos, y el rigor con el que cumplían con su deber: mantener a buen recaudo
a las vírgenes consagradas a Júpiter de la lascivia del populacho. Violar a una
vestal constituía uno de los delitos más horrendos del derecho romano,
castigado con la pena capital previa emasculación del delincuente. Una vestal
tampoco podía ser condenada a muerte. Permanecían encerradas entreaño. Al
llegar las saturnales, sin embargo, era quebrantada su clausura y salir a la
calle. Se las veía pasear por la
Vía Apia arrastrando sus peplos y ricos mantos de seda
guarnecidos con as más ricas alhajas extraídas de las mejores minas del
imperio. Roma no pagaba traidores. La gran solidez y consistencia que duraron
más de seis siglos se apoyaba en la norma del derecho el cual a su vez tomaba
como columna basal dos conceptos: el “jus” (derecho) y la “virtus”. Tuve yo
allí un esclavo griego, Andronicus, que me enseñaría las pandectas y todas las
intríngulis bizantinas de la casuística. Los hados y la superstición eran otra
característica que servía de base a su concepto sincretista de la religión.
Eran un pueblo práctico. ¿Por qué conformarse con un dios único — aducían los
flamines sacerdotes de Júpiter— cuando la divinidad puede constar de tantas
variantes en medio de una realidad tan complicada variopinta y diversa? No hay
respuesta. Sólo sé que no sé nada. Lamentablemente, las religiones fueron la
causa de muchas muertes y peleas entre los mortales. Allá cada cual con su
creencia.
En un rincón del anfiteatro aparecían despavoridos y sollozantes como
medio centenar de personas. Entre ellos había viejos mujeres y niños, unos se
mostraban temerosos y sollozantes pero otros aparecían alegres y como deseosos
de alcanzar la palma del martirio en la boca de los leones. Iban a ser
sacrificados por haberse negado a quemar incienso en honor de los dioses. El
egregio luchador Silvinus Carassus parecía querer arroparlos, dispuesto a
defender a aquellos postulantes de una religión nueva predicada por un judío
llamado Saulo. El cual aseguraba que Jesús su maestro había bajado del cielo
para salvar a los hombres pero murió en una cruz (el tormento más ignominioso
para un romano) condenado por el consejo de ancianos de Jerusalén para quienes
era un blasfemo por haberse creído hijo de Dios.
Vistoso y abigarrado espectáculo el que ofrecía aquel recinto
abarrotado ocupado por una chusma ávida de emociones fuertes. Cerca de sesenta
mil almas contemplaban la arena desde los tendidos. Unos reían, otros lloraban
a causa de las riñas frecuentes y otros jugaban a los dados. La ludopatía era
el vicio mayor en Roma. Se jugaban a la mujer, a la madre, las fincas, la casa
y perdían hasta la camisa. De pronto se notaba barullo en una grada. Dos
espectadores se estaban pegando en ese momento escupía el vomitorio un pelotón
de soldados que zanjaba la disputa a machetazos. Los juegos duraban todo el día
hasta la noche por lo que había que traer merienda. Se veía a algunas mujeres
comer a dos carrillos bocatas de jabalí o una salazón de pescado que llamaban
garium. Regaban la merienda con vino aguado. Sobre todo las mujeres libaban de
lo lindo. Apuraban las “pocula” (jarros) Una matrona que le había dado al
pimple más de la cuenta se puso a cantar canciones obscenas y recitar versos de
Plauto se llevaba las manos a los genitales y exhibía los pechos al aire por
culpa del vino. La plebe empezó a silbarla y jalearla y se preparó todo un
espectáculo. Estaba beoda. Había consumido dos cráteras — casi una cántara — de morapio de Lesbos que
en las “cauponae” (tabernas) se consideraba el
más fuerte. El pueblo se divertía con la vieja. Quería pan y circo.
Nerón dio la señal y un trompeta (el “tubicen”) soplando por la tuba tocó una
diana florida, saltaron a la arena, rugientes y en manada, los leones que
habían de despedazar a los cristianos.
I
movies any more. Me di cuenta de que no hay que creer
demasiado en las cosas que nos cuentan. Todo son películas y mohatras de
zascandiles de Hollywood. Las ranas siguen croando en las charcas de la mentira
y del pensamiento único que está en todas partes y a todas horas. Pilatos
llevaba más razón que un santo cuando se preguntaba sobre qué cosa sea la
verdad de un Cristo al que habían azotado los del Sanedrín y vestido con la
túnica blanca de los locos. Una pregunta a la que no han dado respuesta los
autores o, si la dieron, la interpretan desde un lado parcial y acomodaticio
como don Segismundo Freud el gran profeta de nuestros tiempos. Si don Alberto
descubrió la desintegración de la materia don Segis dividió el alma en parcelas
y nos adentró en el mundo impenetrable del subconsciente. Este judío vienés se
la cogía con papel de fumar. Mascaba tabaco rubio y quillotraba las grandes
mentiras o semiverdades en el celofán del psicoanálisis. Pufaba habanos que
eran su fuente de inspiración. Sólo a la lumbre de sus cigarros de buena vitola
de Vuelta Abajo era capaz de endilgarnos sus concepciones sobre los desvíos del
pensamiento y la psique de nuestra carne mortal. El hombre es un mamífero que
se mueve por dos cosas en la vida el reino de sus instintos alimentarse y
reproducirse. El dinero y la gloria como subalternos o proyecciones de su gran
apetencia genésica a la deriva. El ser humano es un depredador sexual vino a
decir siempre dispuesto a la coyunda. Desconoce los ciclos de otros animales
para el apareamiento. El hombre y la mujer siempre tienen ganan. Metido en
harina de sus tabúes el lector de don Segis apuesta por matar al padre o
moneársela. Que bajo habéis caído, chavales, sois esclavos de las bajas
pasiones pero no os preocupéis ya no es pecado. La homosexualidad a partir de
él cobraría carta de naturaleza porque uno la mete donde puede y donde le dejan
ya lo decía mi abuelo. Se abrieron pues las puertas carreteras del libertinaje,
las cajoneras de los confesionarios ardieron en enorme pira. Ya no es pecado.
Preguntaba un quídam:
―¿No será aquí donde dan
pol culo?
―No, señor, un poco más
alante. Tiene que ir al Registro pero sólo abren por la mañana de nueve a dos.
Allí le darán razón. Si no consigue la cedula eche la instancia y dirija un
oficio al juez Marlasca con el encabezado de Excelentísimo señor. Él administra
el Negociado de los Putos, el furor gay manda en España. Allí pregunte.
El funcionario le hará
rellenar una ficha verde si es usted buharro y roja si es bardaje. Y permítame
un consejo al entrar en ese despacho se pondrá un mandil en las posaderas o un
detentebala a prueba de cualquier ataque anal porque en esa zahúrda van todos
los tíos desnudos y cantando la canción de “por detrás me gusta más”.
Quedé un tanto corrido
con tales preguntas y respuestas pero la información es la información y no
sabemos en qué mundo vivimos. Las cosas han cambiado mucho. Freud fue un
profeta de los nuevos tiempos audaces cuando todo es posible: la mariconería,
Thomas Mann, Muerte en Venecia, el parricidio, la rebelión feminista, los
servicios secretos, las logias, el Verschörung, la pederastia, los deseos
oníricos, las cartas a Einstein sobre la masa y la velocidad. Uno descubrió la
desintegración del alma y el otro la materia. Los dos eran judíos
supervivientes del Shoá. Don Alberto nos saca la lengua y don Segis se fuma
puro. Después de todo Dios no se pone a echar partida con el hombre ni quiere
jugar a los dados. Esas son mohatras y añagazas del clero romano.
―¿Por qué escribe usted?
―Para
espantar a mis fantasmas internos y a ver si se me pasa el hambre, padezco
gordura mórbida, me da por comer a cualquier hora.
―Pues
habrá que reportarse amigo.
―¿No has oído que hay una virtud que llaman la
templanza?
―Sí,
pero no es de mi incumbencia yo voy por otro temario aunque de mozo era bien
parecido. Les gustaba a las mujeres. Allá por los 74 tuve una novia hebrea que
se llamaba Percival y hacíamos el amor todas las noches en la casa donde el Dr.
Freud escribía sobre el psicoanálisis. Un medio se acabaron nuestros encuentros
y no volvía a verla nunca más. Perduran los re cuerdos de aquel barrio que era
la aljama de los hebreos pudientes. Primrosehill se llamaba
LAS CENIZAS DE LA CAMPEONA
Todos desfilan compungidos ante el
besamanos y los pésames duelos y empatías por doquier te acompaño en el
sentimiento su cuerpo apareció yerto entre las peñas al lado de una botella de
vino y una caja de pastillas muerte voluntaria fue el veredicto nadie quiso
decir suicidio ¡hipócritas! Prefirió una muerte dulce en vino. Nos matan de
soledad de olvido de aburrimiento activan la maquinaria del ninguneo
enchufan el ventilador de la mierda sacan de las charcas a las ranas cantarinas
y a los sapos y luego llaman a las plañideras y el besamanos se convierte en
poseo importa mucho salir en televisión un segundo de televisión ─ al butanito
a Corbalán a las viejas glorias olvidadas─, todos acuden al arrimo de los focos
desfilan ante el cadaver musitando la manida frase de qué buena era…
grandísimos camándulas brindada en conchas de galápagos un país sin
sentimientos donde todo es fingir España es un país de ex frailes y de monjas
es la lucha por la vida todos a trepar por la cucaña y luego a retreparse en el
sillón sobre moqueta dentro de los muros de un edificio con bandera. Blanca
esquiaba la nieve de Siete Picos montañas del alma mirando para ellas pasó mi
infancia cono un gacela, ganó medallas y luego se olvidaron della. Troquel del
oro que hicieron oropel. Vivió el ostracismo el despecho el ingrato olvido fue
extranjera en su país. Mira ahora cómo lloran todos estos en la querencia de un
arrimo una donación y todos esos gajes del oficio. Descanse en paz cuando el
olvido aviente sus cenizas sobre las peñas y la nieve del macizo central. Era
una carpetana una mujer cordillera.
BUFADERO LA SIESTA DEL SÁTIRO
Desde
el miradero del Pinarejo con la mirada de la carne contemplaba la torre de la
catedral (ebúrnea y misteriosa piedra sin tiempo capitel redondo dando cobijo a
los vanos del campanario) alzándose sobre los merlones de la muralla y el negro
ciprés que besaba con la punta de sus ramas… el matacán donde estuvo el aula de
mi primer colegio y la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la
pata la mesa para que escribiera con la derecha.
Vi
a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en forma de
cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al relevo de la prima
vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana. Cerca de la plazoleta y el arco
del socorro estaba el bufadero. Los cierzos del invierno hacían concilio allí y
se disputaban con el ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo
alto del templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de
idolatría en la ciudad donde yo había nacido. Fue coronado el emperador dios
del Olimpo el año 34 Ad. Era invocado por las congregaciones populares y su
estatua incensada cada tarde por uno de los flámines de turno que trepaba hasta
su imagen por una escalera colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a
los pies de la sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde
siempre oí yo decir que estaba enterrada gran parte de mi parentela. El osario
de los huesos desapareció a finales del siglo XV por orden de la inquisición.
Tibias y calaveras ardieron en la gran pira que se preparó. Muchos de mis
paisanos hablar por hablar desconocen su historia y ubican la necrópolis hebrea
donde no es. En las cuevas del Pinarillo allí donde el Clamores abraza a la
ciudad para casarse con el Eresma se alojaron ermitaños durante roda la edad
media, hacían penitencia, se flagelaban y lloraban sus pecados frente a la
ciudad donde no podían entrar por haber cometido algún agravio. Segovia
pecadora magna peccatrix. Albergue de putas y de perailes. Cuando yo era niño se alojaban en aquellas
espeluncas tenebrosas familias gitanas. Yo recuerdo a una gitana con el pelo negro
subiendo aguas al Clamores por el Camino Nuevo toda vestida de luto y en
alpargatas también negras como el mandil la cara cubierta de arrugas y los ojos
penetrantes de vidente hasta Santi Espiritu con manojos de romero. Que ofrecía
a los viandantes. Al que no le adquiría un manojito le largaba una tremebunda
maldición:
—Mañana
te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo con la vela
en la mano
A
veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien torres de la
ciudad tocaban a clamor… Qué miedo uy.
La Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla huíamos hasta
refugiarnos en el regazo de neutras madres:
—Mamá
que viene la gitana Sacramento
Los
gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja moraba en
lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un rotulo con la bandera de
Israel y se canta la Hativka algunas
tardes pero no era un cementerio sino un eremitorio.
Caminaba
la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el jefe de la
tribu su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda la cesta regresaban a
su guarida pero allí donde aparece hoy día una lápida con la estrella de David
no había camposanto ninguno que ya digo el verdadero lugar de reposo para mis
antecesores que fueron a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros
cerca del enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí
donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se representaba
en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito pero es un lobo feroz. No le hagáis
caso, alejaos de la botella.
Sklepos y albacora
Duro es el mundo pero esta mañana de verano misa de san
Agustín mis males lleve después de la avenida que anegó los campos de Valdemoro
me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce años como pasa el tiempo. Umbral
era Umbral. Le canto un responso mientras me zampo una albacora de la primera
cosecha de la higuera que planté en el huerto. Chimenea y huerto soy feliz
mientras miro para los muros derruidos de la patria mía Segovia triunfal el
gran cedro del convento de las jesuitinas los merlones de la muralla por donde
se asoman los fantasmas de mi pasado todo son pesares y arrepentimientos. La Virgen del Socorro desde su
camarín engastado en la veranda me mira con ojos maternales e indiferentes
extendiendo su manto protector sobre el barrio judío. Un rabino baja por las
escalerillas de san Roque con los doce panes de la preposición. Una parida
lleva las velas de la purificación el cantor ante la congregación de san Andrés
entona la Shema. En
el océano de las borrascas se precipitaron nuestras ansias y desdenes por causa
de la política. Suben y bajan los espectros (Wraith) el caballista Jurry
cabalga sobre su mejor alazán. Una recién casada alza el velo “huppah” y
el mundo se hace de noche en espera del amanecer de los hijos. La congregación
entona epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo salía… yo contemplo desde mi
tabuco toda la estrellería que ilumina el mundo de la edad media cómo era este
barrio antes de 1492. Miriam que acaba de ser desvirgada por Jonás su marido en
la noche de bodas hace un baño ritual (mikveh) se frota sus partes con
agua de lluvia, el sacristán va de acá para allá picando a las puertas de todos
los miembros de la comunidad clamando a voz en grito:
—Nos
ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde
en aquel instante la alegría por toda la aljama
Así fue y así será. Me envuelvo en las
filacterias del tefillot bufanda de oración y lloro mis pecados que
perdonará siempre Adonai por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego
sagrado libamos de la copa del dolor y del vino eucaristía. Señor bendice este
zumo de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre (kidush)
amen… amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra salvación (pikuah
nefesh) pues para salvar vidas y no para destruirla fuimos puestos los
judíos. Somos los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón nos agrada
decir shalom. Que esa palabra esté siempre en nuestros labios amin… amin. Todo
es perecedero y extinguible pero los hombres van de acá para allá en una
Poriomanía incansable buscando la tierra prometida somos trotamundos viajeros
peregrinos en esta vida devorados por los félidos tigres leones gatos y
alimentados por los solípedos. El mundo se divide en buenos y malos y en
animales de garra y pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído al
parche y ojo al cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se duermen todos los
tordos al sur. S k l e p o s… dura y áspera es la vida misma… este
adjetivo griego es un monograma que vale para definir cómo es la vida entre
españoles envidiosos desalmados indiferentes ladrones y escoliastas. I am a dangling man. Vivo colgado de una percha subido a lo alto de una columna como Simón
Estilita. Vivo dentro de un arco formero y mi punto de apoyo es un ladrillo
sardinel pero como soy algo escaro y tengo una pierna más larga que otra y se
me hinchan los tobillos piso mal y me fatigo cuando me atrevo con largas
caminata tú me dirás, Rui Blas. Sé manejar el escardillo y el almocafre
De tanto
empinar el codo yo padecía prurito vesical y mis canales urinarios ardían en el
escozor de la ascitis. Por tu uromancia y poliuria yo te conjuro beberás
aguardiente de olivo. Triste destino el del borracho. He sido un patoso en
todas partes, perdí las grandes oportunidades.
Nada me salía a derechas. Un día quise abrir una librería de lance en
Canterbury pero el arzobispo me dijo que no era buena idea. Un pub en Londres
sería más rentable, hijo. Los libros no los quiere nadie. El ángel de la muerte
que odia la verdad y el consuelo derramó su copa de acíbar sobre las páginas de
los grandes textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y a la hoguera
fueron las enciclopedias y los grandes tomos de psicología pero en la gran
almenara sobrevivieron los textos mediocres de Julia Navarro esa que ayer parlaba en la Cope
con el Calvo de los Halagos un tal
Expósito que no ha soltado aun la chaquetilla de camarero a ver qué va a ser
los señores, pues la Julia,
hija del Yale, pare más que una coneja, inunda de títulos los booksellers de los estantes de
estaciones y aeropuertos. Es una designada, una elegida. Ellos los de la mafia
político-literaria se hacen la ola unos a otros y el resultado de la maniobra
no puede ser más cretino. Vivimos en un mundo endogámico yo me lo guiso y yo me
lo como. Son los hijos espurios del franquismo, trasvertidos de generalísimo al
revés, toreros de salón americano y cócteles en el Palace. Así que la hija del Yale rotula una de sus execrables
títulos con el predicado "No matarás" y no se acuerda de que su padre
el maldito cojo de las columnas de "Pueblo" tiró un día en Toledo a
su madre por la ventana. Muerte a los filósofos. Venían con una tea los
seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la blandían sobre los campos y
las torres de las ciudades que se incendiaban, el fuego arrasaba las plazas y
las campanas de todas las villas tocaban a muerto. Arson Luminia es la compañera de viaje de Finsternis la deidad del amor oscuro manipula tortillas estériles
como Safo. La informática a la cual di muerte era de
aquel gremio. Cave canem. Cuidado con
el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos se han hecho
periodistas y tertulianos o tertulianas melena al viento bellos palmitos
hermosos rostros que esconden el alma negra cuajada de fealdades de mentiras
asesinas. El asno de Balaam rebuzna por las esquinas. Al gran jefe se le ha
puesto cara de trasera del trolebús... a face like the bus of a bus, decía mi
querido suegro Mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un cementerio de Dagenham a
llevarle crisantemos. Es el mejor inglés que conocí. Su esposa se llamaba
Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por apellido Escolex, abollonado de
cara y corto de vista. Al mirarle yo me daba cuenta de que soy una escolopendra
y que mi mente es un ciempiés. Dares y tomares. El marqués estaba en la sombra
la mirada alzada hacia el horizonte y la espada en su mano pues la necromancia
es un arte del demonio. Mucho se practica en Valladolid. Allí viven españoles
de poca sustancia huéspedes del Gran tornadizo que los inviernos van a la
iglesia no por devoción sino para calentarse en las estufas templos mixtilíneos
donde la Virgen
se confunde con diosas de la antigüedad.
La
contemplación de Segovia que es la ciudad del mundo que más se parece a Jerusalén.
En ella yo nací por desgracia bebía agua en la Fuente del Tornadizo. De
niño mis padres quisieron llevarme a Quitapesares un manicomio que estaba en la
carretera de la Granja
de San Ildefonso porque observaron rarezas en mi conducta, siempre tenía ganas
de comer, fui un niño gordo maltratado victima del bullying al que le gustaba la soledad, muy impresionable, que tenía
ciertas manías y una viva imaginación, me sobaba las manos y daba vueltas a los
palos que encontraba en el patio del colegio y jugaba con las ramas de los
tilos que se venían abajo partidas de brisca. Recordaba aquellos tiempos y mis
ojos se extendían hacia la vaguada del Clamores de donde se podía obtener una
buena panorámica de la muralla, dando gracias al altísimo por estar vivo,
porque huí de la cola del león siendo cabeza de ratón, no me enchironaron
aunque los malditos quisieron darme por culo pero yo no me dejé. Detrás estaba
la catedral. Vi un gato negro acicalándose en uno de los merlones de la muralla
romana. Estaba justo delante del tejado de la casa donde yo vine al mundo, mala
señal, tuve miedo. Me habían pasado muchas desgracias en la vida y en el fulgor
eléctrico de la mirada de aquel michino me hacía pensar en desdichas. Leí en
ellos mi sentencia que era sufrir y padecer de por vida. Lo tenía bien asumido.
Aquel felino era el símbolo de la indiferencia con que me recibía la casa donde
yo nací y por los ojos del gato se asomaba la ventanera de mi madre que me
parió primero y luego me maldijo... no perteneces, no estás en el grupo, no
eres de los nuestros. El gato negro da mala suerte pero mi miedo se trocó en
espanto a los pocos días cuando marché a Galicia un balneario para recuperar mi precaria
salud me crucé con una meiga que me
escrutaba de arriba abajo. Bajé corriendo por las escaleras del hotel, salí a
la calle, corrí despavorido por una calle larga jalonada de casas de piedra. Un
coche con matricula francesa se paró a mi vera. Oiga buen hombre me puede decir
donde hay un banco para cambiar moneda... son las cuatro la tarde de un viernes
y las sucursales bancarias han echado el cierre, mañana es el Día de la Virgen... un extranjero
un hombre muy grande un indio de raza aria asomó su cara espectral por la
ventanilla y en un movimiento rápido me arrebató la billetera que yo llevaba en
el bolso del pecho de la camisa veraniega. Fue un visto y no visto. Cuando me
quise dar cuenta el rumano o lo que fuera había desaparecido. Corrí despavorido
en una búsqueda inútil, alcé la vista y me topé con la mirada espectral de la meiga
que nos estaba observando desde un balcón. Grité: "señora, al ladrón, al
ladrón que me robó". El espectro cerró la ventana de la casa de piedra y
me lanzó su maldición... ainda etoufes,
neno. Su mirada era muy poderosa y quemaba casi con más poder y furia que
la del gato negro. Los ojos de la meiga
eran los ojos del basilisco. Conjuré mi inquietud aferrando las cuentas de un
rosario que siempre llevo conmigo... Sálvame Virgen del Carmen. Nunca podré
olvidar aquel atisbo de la saludadora galaica que llenó para siempre mi vida de
inquietud. En mi cartera llevaba unos cien euros. En hora menguada pasé por el
lugar un día de agosto cuando España se convierte en cueva de ladrones de
peristas carteristas, violadores y expertos en el arte del latrocinio y del
tirón. No es fácil vivir bajo el yugo férreo de los mangantes. Nuestros
políticos reenvían buques de guerra para recoger emigrantes del Aliyah invasora
que cruzan el Mediterráneo con plegarias a Alá. La cimitarra sarracena se
mecerá sobre nuestras cabezas despues de los versículos al alcorán, tras la
alcatifa y el Ramadán, los sermones del Papa Interpuesto ese judío argentino
que a España le hizo tanto mal. Es la hora de los mangantes. Manda en la calle
la apisonadora de la mentira y hay mucha angustia en los corazones. La tele es
una maquina de dar por el culo, cloaca de inmundicias y zafiedades. Machaca
nuestras meninges con consignas, activa el miedo. Después del incidente de mi
encuentro con el rumano que me robó no tuve más remedio que refugiarme en el ribeiro. Me bebí litro y medio y me puse
coloquial y parleto. En ese estado de euforia yo perdono a todo el mundo.
Cuando subí en el ascensor de mi hotel me miraba en el espejo para saber si mis
ojos estaban brillantes y echaba el aliento en el espejo del elevador pues todo
mi afán era procurar que mi mujer no advirtiese que había libado de lo mío por
el aliento. Advierte el Talmud que la borrachera es cosa de paganos. En eso no
estoy de acuerdo pienso con muchos judíos que el legado de Noé es una de los grandes
cosas de esta vida porque cuando no hay remedio litro y medio.
Si los niños
callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen las mentiras de los
micrófonos las palabras al oído de las planchas masónicas prometiendo progreso
y dejando desolación. Busco en los recovecos de mi existencia aquellas
corresponsalías en Londres y en Nueva York fui un elegido de los dioses un
ángel caído en el barro democrático. Hube por descontado mis maestros y
epígonos que abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio
Suarez un falangista hijo de un médico de Daimiel al que los rojos fusilaron en
una cuneta un DIA de niebla de noviembre a favor de la oscuridad y de la niebla
pudo huir y refugiarse en una alquería donde le lavaron las heridas y por
Somosierra se pasó. Era un joven periodistas de flamante pluma al que sus jefes
enviaron como corresponsal a Budapest. Yo fui él ultimo de aquélla brillante
saga el mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le cupo la
gloria la gracia y la desgracia de contar el holocausto o lo que dicen
holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y diretes y crueldades
de toda la guerra pero el ángel del mal
se sirve de aquel incidente histórico para acabar con el drama de la pasión del
Señor. Llegó a la ciudad más bella de Europa en un flamante Volkswagen con
escolta de soldados alemanes. Y asistió a la destrucción del bello enclave
magiar que había sido sede europea de toda la judería y donde los judíos habían
podido convivir con los cristianos sin fricciones. Las fortalezas volantes
norteamericanos acabaron con aquella buena relación. Lavalia en la cuidad valía
muy poco. Por unos pengos podías comprar un salvoconducto, una mujer por una
noche y tres bocadillos de salchichas. Que no me vengan con historia. Yo cerré
la tienda de aquellos próceres del periodismo en Nueva York. Cuando el gran
Filipo blandía `puños cerrados en Manhattan y amenazaba con enviarnos a todos a
un campo de concentración o fusilarnos. Tenía como alátere a Maraña que me
insultaba cada vez que podía. El odio rojo les daba vitaminas, pero no eran
moscovitas. Venían criados a los pechos de las principales universidades
californianas
Ahora contemplo la magnifica visión amurallada
de Segovia desde la
Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me
atenazan los recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los mandilones dicen que allí estaba el
cementerio hebreo pero no es así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los
Huesos en lo que era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta
a la tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y más
israelita que san Melquisedeq cuando hasta hace poco nos corrían a gorrazos y
ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me exaspera, yo he venido a
contar la historia de mi amigo Manahén
Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo
menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos españoles. También nacido
por estas veredas en la que llamaban la
Casa de la
Troya. Debía de ser algo pariente del gran Tacaño y se
emocionaba cuando leía el Buscón y narraba a sus amigos las aventuras del
Domine Cabra un segoviano típico.
Segovia "peccatrix" pecadora y cicatera. ¡No te jode! Y tan
pecadora que aquí no cabe un tonto más. Le han erigido un monumento a Satanás.
Mis paisanos escupen las arras. Nací en esta ciudad de acarreo, tierra de
perailes, gente del bronce y de la hoja, y de tusonas, mulas del diablo y
barraganas de curas y frailes. La vida
me hizo mostrarme escéptico de ciertas solemnes verdades que se fueron por la
posta, pero no soy mala persona, creo, hasta ahora no maté a nadie. Sólo soy
necio e inconsciente, iluso y algo bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis
huesos ante el clemente Zeus tronitonante, Señor del Olimpo, padre de todas las
creencias, de todas las religiones, cuyo decálogo en piedra bajó desde las
cumbres del Olimpo: que Alcorán, el Candelabro y la Cruz se junten pero todas
ellas a los pies del Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo
difícil porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y
ahora en el Vaticano están hechos unos zorros con eso de que obispos y
cardenales sodomicen en sacristías y confesionarios a los niños de coro con
todo y eso el pobre Villeguillo, vagabundo segoviano, no renuncia al legado
cristiano— demasiado viejo para cambiar de religión—, sin perder de vista la
tradición y el testimonio de los mártires, que conectaron el Nuevo Testamento
con el Antiguo y el fervoroso politeísmo de los dioses oscuros. De todos ellos
venimos, en todos ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la voz del
Criador que es polifónica y habla de mil maneras y en diferentes tonos a los
mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren al
suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas perversos y alcen la
vista a los cielos de donde nos viene el resplandor de un dios más humanado.
Zeus se convirtió en Cristo. Aunque el
Rollo de la Ley
de mis mayores nos avisa:
—No derramarás
sangre ni semen.
—Bah, eso de
la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el diablo encaramado a
lo alto del acueducto, mientras se trataba de beneficiar a la alcaldesa. A
Belcebú le vuelven loco un culo grande y unas buenas "domingas" por
otro nombre tetas.
—Pues si no
hay Dios, tú vales muy poco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba por aquellas
fechas de haber dado al traste con la unidad patria.
Me subí a la Alcatifa de los Sueños.
Que es un transporte barato para viajar al presente y al futuro. El pasado es
muy negro. Estuvo teñido de sangre en esta ciudad pero es así como se construye
en el eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo mis tiempos de
corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con unas pocas librois
en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de traje seis mudas un
abriho algún libro de rezos y mi maquina de escribir. Yo era un bohemio. No
tuve la suerte de mi colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito
en el cuadro de honor de la vida
En lo alto del
puente romano el Príncipe de la
Mentira se estaba colocando o a lo mejor se estaba haciendo
una gallarda el tío guarro. Lo cual que por causa suya España iba de cabeza.
Regresaban los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta. Había vuelto glorioso
a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo cambio los pañales a
mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a España la estás llenando
de alhorre, eres tú y tu señora un himno a la desventura. Pulso de la lira la
más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues eso, allí donde están las cloacas
del poder.
Es lo que hice
toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, adiciones
a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza
el manto de oración y la tánica pretexta
de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos
años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que
me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y
oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué tal andas,
chati? acabaron con mi paciencia pero no seguí las enseñanzas de Job que nos
advierte que el hombre es carne de dolor, nace amontonado con la mierda y a la
mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más
que pasto de gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo,
recuerda la paz de esta república que mediante la bondad, la sabiduría y no con
los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el manto de oración
sobre tu mala cabeza y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos
de ceniza y aguanta el chaparrón. Recuerda que tú eres de la casta del ligur
Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint lumbi vestri
praecinti", ataos los machos para defender la verdad.
—Eso son sólo
palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme
escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila
de luz de las mañanas. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que
me enajena. Mis enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede
que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos" de
haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante
en una vida con no pocas vueltas y
revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones,
persecuciones y sufrimientos.
El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme
desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe pecadora a prosternar
mis huesos ante la piedra esculpida cerca del postigo del Consuelo. El vado del
Río Clamores me separaba de un pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y
un futuro incierto: Parce mihi Domine, parce mihi. Pago mis culpas y al
darme de cabezadas contra la piedra de Publio Juvenal que debía de ser el
prefecto de la ciudad por mandato de Cesar Augusto, el constructor del
Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos me traía fragancias de un
pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de
tambores y flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de
manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que acampaba en el
páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del
Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo
respuesta y me entrego a mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma
manera que yo acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la
ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la
vida sin suerte, que se juntó con malas compañías, era un pícaro de siete
suelas como muchos hispanos, al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y
trepar por la cucaña de la competencia echando rivales abajo. Da paz a mis
muertos, Júpiter, por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a
esta afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas al
diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo blanco) la miruella
como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la cual de mayor conocí cuando tenía 45
años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué
vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que
dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco
avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo.
Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido
constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como
si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus
mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo
mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el
islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes de que vinieran las
aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una petera de piedra
los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de
biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab Urbe condita” Tito Livio
impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la cual manaba
un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro
un filosofo un historiador, no sé lo que soy, pero estoy al tanto y el que
avisa no es traidor, un gnomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay
barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios, que todo lo toco y todo lo ve, émulo del
Gran Piscator, lucho contra los malos y aunque a veces haga partija con Belcebú
no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más
todos estamos. Pues Segovia como Puente Perin, como Barahona, Brañosera en
Asturias, Hita en la Alcarria
y las brujas de las peñas encantadas de Cuenca es lugar de hechicerías y
encantamientos. Es plaza que vio coronar con la coroza de la infamia a las
“obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don Pablos que subió los peldaños del
patíbulo con mucho senequismo y humor negro, rayano en el cachondeo, porque al
jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza, que a la próxima vez
arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas “porque no todos tienen mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro
espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a
pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando los
ediles y de las ediles y ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque lo
suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la Mentira se estaba
trabajando a la alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera que por arriba
del acueducto. Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de
rodilla y me besas el culo:
—Tente que te
unto
De su boca
desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de
aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”.
La señora Calvo viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante el
bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con
templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja desnuda. Íbamos a
elecciones y al pucherazo. Los judíos tenían la tranca de la demoscopia en la
mano y así no hay quien pueda, claro. Siempre será lo que ellos digan pues
tente que te unto. Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del sistema
electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo. En los
días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Tente que te
unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios manda, has de andar
derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabas
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser
la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto
de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes,
espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los
cielos de Segovia estaban cargados de
ominosos barruntos pues la diablesa de la alcaldesa no paraba de decir “tente
que te unto”. Un grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos
a la estatua de la Virgen
María que posaba en el edículo principal del Acueducto
mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y yo le
escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos abajo
a la Virgen Pura.
Acabemos de una vez con toda la cristiandad.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que
contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente,
luego empezó a ventoseare, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno
estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la
plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan
profundas, de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las
puertas de sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la alcaidesa
dijo:
—Os pasa por
judaizar. Ya sois míos
En la plazuela
del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos
marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones
(ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de
plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente,
estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo
evidente era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro
perdió la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo hizo esa profecía: el acueducto se
vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía predícame cura
predícame fraile por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los
que tiraron a la Virgen
María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos y
entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero
estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios
de la demolición se pusieron ciegos de
tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir se
desparramaron por la Vía
de Roma haciendo eses. Adónde irá el buey que no are. La profanación ya estaba
hecha. La cosa no tiene vuelta de hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones
un odio de siglo un deletéreo afán de venganza Segovia ha dejado de ser
cristiana, se ha convertido en Aelia Capitolina. Al pobre Felipe VI El
Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como era un enagüillas,
asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas de la griega la hija
de la Federica,
no vaya a ser que metamos la pata, hijo, no conviene malquistarse con los
judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos los años la fiesta del Holocausto pues
no quemó al escultor infame que le hizo una estatua para ser quemada en las
fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes cobardes y dominados por la parienta o
con complejo de Edipo son despreciables e inútiles para el gobierno de la
república, cuentan con el desdén de sus súbditos. Pero el sexto Felipe tiene
cara de buen chico que no se atreve a dar el pasaporte a los catalanes que le
faltan al respeto y a los estatuarios malditos que quieren quemarlo en efigie.
España a este paso pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie pone
remedio, Y el libelático obispo Zapatones había firmado las actas
—Parecéis oro
obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo Ursicinio el Pecoso
con aires de desafío.
Todos se
encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá
ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo muy triste
por aquel espectáculo volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de
Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño y por donde pasaban las legiones
del emperador con su estandarte enhiesto
y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La casa y el barrio había sido
arrasada por los judíos, también profanaron una imagen de Santa Bárbara que
alumbraba en las noches los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a
fondo en aquella ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la
conversa cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio con su capellán
que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los altares y lo bajaron
no sé si a garrotazos llama de amor viva inflamado de amor divino:
—De Segovia ni
el polvo las zapatillas.
En aquel
instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de
la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un
poco recontrajodidos.
Todos al santo
y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados
de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas
del buen rollito.
Retumbaban las voces en el transistor del coche,
tenía conectada a la Cope
pero aquellas voces venían del más allá, clara advertencia al llegar a Segovia.
Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre de la catedral, alta, augusta,
inescrutable, la dama de las catedrales cuando de repente empezaron a sonar
aquellos gritos desgarradores. El altavoz del radiocasete del coche subió al
más alto volumen a pleno rendimiento de decibelios, entonces la tierra tembló,
vio abrirse una zanja junto a la carretera del empalme de Revenga con
Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador muerto de miedo y en la
rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una procesión lúgubre de
resucitados. Un fraile fallecido hacía quinientos años encabezaba el tétrico
cortejo. Cantaban responsos, kadishes y lilailas y pude percibir con
disposición armónica y buen concento las estrofas del Dies Irae. Acordeme
entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes Santo. Las
profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba con paso firme
hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los
reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a ser
que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones del
Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma. Jesús
llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no reclamaba el auxilio de
Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo
Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios
justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se
abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos de dolor
quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo y
sincretista de comunión con las divinidades oscuras. Seríamos crucificados y
preteridos a causa de la cruz. A los discípulos del Nazareno a unos los echaban
a los leones, otros encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la
mayor parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de
"No person". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos
decía nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim".
Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás
e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur
de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del fuego de
San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia de en una
cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los
santos a oler mal, era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas
las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la
mitra del obispo don Opas era el mandamás de aquel contubernio de anticristos.
Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros la raza de víboras estás allanando la
historia — yo les dije enfurecido por tales desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros somos sionistas, somos los nuevos
cruzados de Zion.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma
soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A mí me seguían pasando cosas. `por poco se sale
de la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a
la altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no
llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo
indignado y le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la Guardia Civil.
Además no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color de la muerte,
ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte. Estrellas amarillas
la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las portaban de emblema en el ojal
de la americana los judíos rusos que exigían al Politburó les permitiese
emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética no
se quedaron a gusto. Aparentemente los
hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que preside Bibi es una
sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un
Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos
rusos, manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la
parva del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva la
del Holocausto el Odio y la
Venganza que sustituya a la del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— ¿Cómo, qué? Yo fui corresponsal del Arriba en
Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas
estrellas amarillas, los refugié en el sotano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En
nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro caudillo Franco era de
vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí
me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen,
volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno circule — ordenó el mozo de escuadro, sus
ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé
"este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los
que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo
hablando con un fascista. Venga arranca.
— Yo también soy judío pero de otra tribu
diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho
peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que
guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi
Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su
recinto en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos
muros paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni
al centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues
nos dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como
cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en el que
sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus dependencias
convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España en manos de los
judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie
contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del
postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla
justo debajo de la
Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y
es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos
cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta- ya no estaba el
viejo moral que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas
cerradas, seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey
Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por
el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una lápida de cemento armado
con consistencia de siglos con una
inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante. Algunas
personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de difuntos cerca de
lo que ellos creían enterramientos de sus antepasados el antiguo cementerio
judío pero allí no había tal. Aquel no era el recinto. Aquellas cavernas
excavadas en la roca caliza habían sido cavernas habitadas por ermitaños que
hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad pecadora. La vista
era espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de
la iglesia de San Andrés ponía contrapunto a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la
izquierda quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizado durante la
edad media como fortín y más tarde como matadero municipal aunque antes, mucho
antes, estuvo allí emplazado el osario judío. Paz a los muertos de Israel y a
los que santificaron Su Nombre. Elí, Elí,
lamma sabactaní. Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad contra
los nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré con
vosotros hasta el fin de los siglos.
ONCE ESE
Septiembre
negro brancas y opérculos de las agallas del pez, llevo luto por ti, veo chocar
los trenes y se estrellan aviones contra un rascacielos. ¿Conspiración
(Verschwörung)? Yo que sé. Estoy tan tranquilo en el recibidor de mi domicilio,
me acaban de arreglar la parabólica; vino un técnico… quería cobrarme 510 € le
di 200 y vas que chutas democracia de ladrones. Por lo menos me libera Astra de
los labrados de cerebro de radio Macuto nos dan la vara.
No
tengo donde ir, ni oficina ni despacho, ni editorial, ni nadie. Estoy dejado de
la mano de dios aparentemente pero fijándose bien el aserto noto que no es
verdad. Interiormente me siento un elegido. En libertad les hago un corte de
manga a los capitostes mientras contemplo la piedra de la muralla donde se
estampa mi pasado mi presente y mi futuro. Ese sillar romano frente a la casa
donde vino al mundo es mi bola de cristal. Por las ventanas geminadas se
adentra en la visión del Parnaso pero antes hay que hacer antesala en el
Departamento de Legrado de Memoria. Enséñame las manos. ¿Están limpias? Te las
acabas de pasar por la rabadilla, cochino pero al menos no hay el estigma de la
sangre. No mataste a nadie y no sería por falta de ganas. En los matacanes de
la muralla romana no hay centinelas (stelzi) se han ido a la taberna o están en
el cuerpo de guardia jugando a la brisca. El centurión les observa con sus ojos
omniscientes, penetrantes. Fue uno de los miembros de la escolta que estuvo en
el Monte Calvario. Le ayudó a Longinos a portar la lanza que traspasó el
costado y eso le dio poderes mágicos. Roma caerá en los brazos de la apostasía.
El gran blasfemo, ese jesuita usurpador que dio el golpe de Estado en Vaticano
destronando al legítimo, y dijo llamarse Pancho Culo Magno. Pasará a la
historia más por las dimensiones de sus posaderas que por sus encíclicas. Es
uno de los artífices de la gran confabulación. No sabe lo que decía el doctor
Freud que el cristianismo en su caída arrastrará al judaísmo. No os iréis de
rositas, cabrones. Quedareis sepultados en vuestras maquinaciones del gran
complot. Están matando la gallina de los huevos de oro. Si este barco se
hundiese nos iríamos todos a pique… Impervidum
ferient ruinae. El destino nos golpea. Contemplo sin descomponer el gesto
los muros de la patria mía que se están viniendo abajo. El verso es de Plauto
cuya poesía yo leí en un libro de viejo que compré en Arevalo porque te digo
parla que lo sepa que yo fui regatón o colporteur.
Mi destino era la venta de ocasión, un rotundo fracaso como todo lo que tiene
que ver con la literatura en estos momentos. A la plaza del Arrabal y al atrio
de las Angustias yo llegue escapando del mundanal ruido cuando rugía la
marabunta en los 90, escupido por el oleaje de la gran corrupción. La defensa
de mi patria y de mi religión me convirtió en naufrago del sistema. A partir de
ahí mi nombre se agregó a la lista de los innombrables y malditos. El gulag
democrático adquirió proporciones gigantescas a partir del año 89 cuando
mataron a Ceucescu y se declaró la guerra en Yugoslavia. El ángel del mal
envenena las aguas de los ríos de Europa. Luché contra la impostura y me
convertí en vagabundo sin suerte, en un forajido de la escritura pues ahí nos
las den todas. Mi derrota contra las fuerzas oscuras sólo fue aparente. Los
hechos consumados luego nos dieron la razón y serán pocos los que me rechisten
a no ser que sea Peñalosa ese cretino de la Inter que se pavonea por las ondas como un
urogallo. La emisora ha sido vendida a los chinos y ese Peñalosa es un apartida
colombiano, mercenario de los micrófonos que trabajó para el KGB luego se hizo
de la CIA y ahora
sirve a los mandarines de Pekin que están comprando mi patria a cachos. Los
mandarines de la CEE:
Juncker, la Merkel,
Macron y toda esa patulea de judíos han entrado a viña vendimiada con la
apisonadora En radio Vejestorio echan las habas, sus locutores parlan y cocean
contaminados del hedor de las sentinas mediáticas porque la mentira habita
entre nosotros. A veces tengo la impresión de vivir en una charca bajo la
tiranía de una mujer a la que no quiero pues me fue infiel me insulta y me
maltrata con desaires incontables. Nos toman el pelo, nos lavan el cerebro, nos
pasean en carroza y exponen al ludibrio del mundo. Gracias a ellos supe que el
profeta Moisés era tartamudo, padecía de disfunción eréctil y su bipolaridad se
convirtió en crisis místicas, se tiró al monte le nacieron en la frente dos
cuernos como dos llamas, huyó al monte Sinaí y bajó los derrumbaderos y recuestos
de dicho monte a mata caballo por poco él no se esguardamilla. Pudo hacer
cacharritos con las Tablas de la
Ley pero esto no lo quiso Yahvé. Le brotaron dos cuernos
radiantes entre las cejas. Cuando el profeta hablaba al pueblo elegido:
—Mirad
estos preceptos.
—Es
un trágala — clamó una voz
—No.
Es el camino de la salvación. Si cumplís estos mandatos, iréis al cielo. Si no,
al infierno de cabeza.
―Viva la madre que te parió — volvía a
clamar la misma voz.
―Era la de una mujer que estaba encinta de
siete meses
Supe
yo entonces que los diez Mandamientos eran algo más que una película en la que
trabajaban Sofía Loren y Charlton Heston un matrimonio que se amaba, amparados
por la ley dentro de una tienda en el desierto, donde el profeta y su concubina
estiraban la alcatifa. La Loren
lucía bellísima con sus labios ardientes pero aquello sólo cine de sesión
continua. Now I dont go to the movies any more. Me di cuenta de que no hay que creer
demasiado en las cosas que nos cuentan. Todo son películas y mohatres de
zascandiles de Hollywood. Las ranas siguen croando en las charcas de la mentira
y del pensamiento único que está en todas partes y a todas horas. Pilatos
llevaba más razón que un santo cuando se preguntaba sobre qué cosa sea la
verdad de un Cristo al que habían azotado los del Sanedrín y vestido con la
túnica blanca de los locos. Una pregunta a la que no han dado respuesta los
autores o, si la dieron, la interpretan desde un lado parcial y acomodaticio
como don Segismundo Freud el gran profeta de nuestros tiempos. Si don Alberto
descubrió la desintegración de la materia don Segis dividió el alma en parcelas
y nos adentró en el mundo impenetrable del subconsciente. Este judío vienés se
la cogía con papel de fumar. Mascaba tabaco rubio y quillotraba las grandes
mentiras o semiverdades en el celofán del psicoanálisis. Pufaba habanos que
eran su fuente de inspiración. Sólo a la lumbre de sus cigarros de buena vitola
de Vuelta Abajo era capaz de endilgarnos sus concepciones sobre los desvíos del
pensamiento y la psique de nuestra carne mortal. El hombre es un mamífero que
se mueve por dos cosas en la vida el reino de sus instintos alimentarse y
reproducirse. El dinero y la gloria como subalternos o proyecciones de su gran
apetencia genésica a la deriva. El ser humano es un depredador sexual vino a
decir siempre dispuesto a la coyunda. Desconoce los ciclos de otros animales
para el apareamiento. El hombre y la mujer siempre tienen ganan. Metido en
harina de sus tabúes el lector de don Segis apuesta por matar al padre o
moneársela. Que bajo habéis caído, chavales, sois esclavos de las bajas
pasiones pero no os preocupéis ya no es pecado. La homosexualidad a partir de
él cobraría carta de naturaleza porque uno la mete donde puede y donde le dejan
ya lo decía mi abuelo. Se abrieron pues las puertas carreteras del libertinaje,
las cajoneras de los confesionarios ardieron en enorme pira. Ya no es pecado.
Preguntaba
un quídam:
―¿No
será aquí donde dan pol culo?
―No,
señor, un poco más alante. Tiene que ir al Registro pero sólo abren por la
mañana de nueve a dos. Allí le darán razón. Si no consigue la cedula eche la
instancia y dirija un oficio al juez Marlasca con el encabezado de
Excelentísimo señor. Él administra el Negociado de los Putos, el furor gay
manda en España. Allí pregunte. El funcionario le hará rellenar una ficha verde
si es usted buharro y roja si es bardaje. Y permitame un consejo al entrar en
ese despacho se pondrá un mandil en las posaderas o un detentebala a prueba de
cualquier ataque anal porque en esa zahúrda van todos los tíos desnudos y
cantando la canción de “por detrás me gusta más”.
Quedé
un tanto corrido con tales preguntas y respuestas pero la información es la
información y no sabemos en qué mundo vivimos. Las cosas han cambiado mucho.
Freud fue un profeta de los nuevos tiempos audaces cuando todo es posible: la
mariconería, Thomas Mann, Muerte en Venecia, el parricidio, la rebelión
feminista, los servicios secretos, las logias, el Verschörung, la pederastia,
los deseos oníricos, las cartas a Einstein sobre la masa y la velocidad. Uno
descubrió la desintegración del alma y el otro la materia. Los dos eran judíos
supervivientes del Shoá. Don Alberto nos saca la lengua y don Segis se fuma
puro. Después de todo Dios no se pone a echar partida con el hombre ni quiere
jugar a los dados. Esas son mohatras y añagazas del clero romano.
―¿Por
qué escribe usted?
―Para espantar a mis fantasmas internos y a
ver si se me pasa el hambre, padezco gordura mórbida, me da por comer a
cualquier hora.
―Pues habrá que reportarse amigo.
―¿No
has oído que hay una virtud que llaman la templanza?
―Sí, pero no es de mi incumbencia yo voy
por otro temario aunque de mozo era bien parecido. Les gustaba a las mujeres.
Allá por los 74 tuve una novia hebrea que se llamaba Percival y hacíamos el
amor todas las noches en la casa donde el Dr. Freud escribía sobre el
psicoanálisis. Un medio se acabaron nuestros encuentros y no volvía a verla
nunca más. Perduran los re cuerdos de aquel barrio que era la aljama de los
hebreos pudientes. Primrosehill se llamaba
LAS
CENIZAS DE LA CAMPEONA
Todos desfilan compungidos ante el besamanos y los pésames
duelos y empatías por doquier te acompaño en el sentimiento su cuerpo apareció
yerto entre las peñas al lado de una botella de vino y una caja de pastillas
muerte voluntaria fue el veredicto nadie quiso decir suicidio ¡hipócritas!
Prefirió una muerte dulce en vino. Nos matan de soledad de olvido de
aburrimiento activan la maquinaria del ninguneo enchufan el ventilador de
la mierda sacan de las charcas a las ranas cantarinas y a los sapos y luego
llaman a las plañideras y el besamanos se convierte en poseo importa mucho
salir en televisión un segundo de televisión ─ al butanito a Corbalán a las
viejas glorias olvidadas─, todos acuden al arrimo de los focos desfilan ante el
cadaver musitando la manida frase de qué buena era… grandísimos camándulas
brindada en conchas de galápagos un país sin sentimientos donde todo es fingir
España es un país de ex frailes y de monjas es la lucha por la vida todos a
trepar por la cucaña y luego a retreparse en el sillón sobre moqueta dentro de
los muros de un edificio con bandera. Blanca esquiaba la nieve de Siete Picos
montañas del alma mirando para ellas pasó mi infancia cono un gacela, ganó
medallas y luego se olvidaron della. Troquel del oro que hicieron oropel. Vivió
el ostracismo el despecho el ingrato olvido fue extranjera en su país. Mira
ahora cómo lloran todos estos en la querencia de un arrimo una donación y todos
esos gajes del oficio. Descanse en paz cuando el olvido aviente sus cenizas
sobre las peñas y la nieve del macizo central. Era una carpetana una mujer
cordillera.
BUFADERO LA SIESTA DEL SÁTIRO
Desde
el miradero del Pinarejo con la mirada de la carne contemplaba la torre de la
catedral (ebúrnea y misteriosa piedra sin tiempo capitel redondo dando cobijo a
los vanos del campanario) alzándose sobre los merlones de la muralla y el negro
ciprés que besaba con la punta de sus ramas… el matacán donde estuvo el aula de
mi primer colegio y la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la
pata la mesa para que escribiera con la derecha.
Vi
a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en forma de
cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al relevo de la primara
vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana. Cerca de la plazoleta y el arco
del socorro estaba el bufadero. Los cierzos del invierno hacían concilio allí y
se disputaban con el ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo
alto del templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de
idolatría en la ciudad donde yo había nacido. Fue coronado el emperador dios
del Olimpo el año 34 Ad. Era invocado por las congregaciones populares y su
estatua incensada cada tarde por uno de los flámines de turno que trepaba hasta
su imagen por una escalera colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a
los pies de la sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde
siempre oí yo decir que estaba enterrada gran parte de mi parentela. El osario
de los huesos desapareció a finales del siglo XV por orden de la inquisición.
Tibias y calaveras ardieron en la gran pira que se preparó. Muchos de mis
paisanos hablar por hablar desconocen su historia y ubican la necrópolis hebrea
donde no es. En las cuevas del Pinarillo allí donde el Clamores abraza a la
ciudad para casarse con el Eresma se alojaron ermitaños durante roda la edad
media, hacían penitencia, se flagelaban y lloraban sus pecados frente a la
ciudad donde no podían entrar por haber cometido algún agravio. Segovia
pecadora magna peccatrix. Albergue de putas y de perailes. Cuando yo era niño se alojaban en aquellas
espeluncas tenebrosas familias gitanas. Yo recuerdo a una gitana con el pelo
negro subiendo aguas al Clamores por el Camino Nuevo toda vestida de luto y en
alpargatas también negras como el mandil la cara cubierta de arrugas y los ojos
penetrantes de vidente hasta Santi Espiritu con manojos de romero. Que ofrecía
a los viandantes. Al que no le adquiría un manojito le largaba una tremebunda
maldición:
—Mañana
te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo con la vela
en la mano
A
veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien torres de la
ciudad tocaban a clamor… Qué miedo uy.
La Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla huíamos hasta
refugiarnos en el regazo de neutras madres:
—Mamá
que viene la gitana Sacramento
Los
gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja moraba en
lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un rotulo con la bandera de
Israel y se canta la Hativka algunas
tardes pero no era un cementerio sino un eremitorio.
Caminaba
la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el jefe de la
tribu su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda la cesta regresaban a
su guarida pero allí donde aparece hoy día una lápida con la estrella de David
no había camposanto ninguno que ya digo el verdadero lugar de reposo para mis
antecesores que fueron a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros
cerca del enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí
donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se representaba
en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito pero es un lobo feroz. No le hagáis
caso, alejaos de la botella.
Sklepos y albacora
Duro es el mundo pero esta mañana de verano misa de san
Agustín mis males lleve después de la avenida que anegó los campos de Valdemoro
me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce años como pasa el tiempo. Umbral
era Umbral. Le canto un responso mientras me zampo una albacora de la primera
cosecha de la higuera que planté en el huerto. Chimenea y huerto soy feliz
mientras miro para los muros derruidos de la patria mía Segovia triunfal el
gran cedro del convento de las jesuitinas los merlones de la muralla por donde
se asoman los fantasmas de mi pasado todo son pesares y arrepentimientos. La Virgen del Socorro desde su
camarín engastado en la veranda me mira con ojos maternales e indiferentes
extendiendo su manto protector sobre el barrio judío. Un rabino baja por las
escalerillas de san Roque con los doce panes de la preposición. Una parida
lleva las velas de la purificación el cantor ante la congregación de san Andrés
entona la Shema. En
el océano de las borrascas se precipitaron nuestras ansias y desdenes por causa
de la política. Suben y bajan los espectros (Wraith) el caballista Jurry
cabalga sobre su mejor alazán. Una recién casada alza el velo “huppah” y
el mundo se hace de noche en espera del amanecer de los hijos. La congregación
entona epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo salía… yo contemplo desde mi
tabuco toda la estrellería que ilumina el mundo de la edad media cómo era este
barrio antes de 1492. Miriam que acaba de ser desvirgada por Jonás su marido en
la noche de bodas hace un baño ritual (mikveh) se frota sus partes con
agua de lluvia, el sacristán va de acá para allá picando a las puertas de todos
los miembros de la comunidad clamando a voz en grito:
—Nos
ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde
en aquel instante la alegría por toda la aljama
Así fue y así será. Me envuelvo en las
filacterias del tefillot bufanda de oración y lloro mis pecados que
perdonará siempre Adonai por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego
sagrado libamos de la copa del dolor y del vino eucaristía. Señor bendice este
zumo de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre (kidush)
amen… amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra salvación (pikuah
nefesh) pues para salvar vidas y no para destruirla fuimos puestos los
judíos. Somos los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón nos agrada
decir shalom. Que esa palabra esté siempre en nuestros labios amin… amin. Todo
es perecedero y extinguible pero los hombres van de acá para allá en una
Poriomanía incansable buscando la tierra prometida somos trotamundos viajeros
peregrinos en esta vida devorados por los félidos tigres leones gatos y
alimentados por los solípedos. El mundo se divide en buenos y malos y en
animales de garra y pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído al
parche y ojo al cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se duermen todos los
tordos al sur. S k l e p o s… dura y áspera es la vida misma… este
adjetivo griego es un monograma que vale para definir cómo es la vida entre
españoles envidiosos desalmados indiferentes ladrones y escoliastas. I am a dangling man. Vivo colgado de una percha subido a lo alto de una columna como Simón
Estilita. Vivo dentro de un arco formero y mi punto de apoyo es un ladrillo
sardinel pero como soy algo escaro y tengo una pierna más larga que otra y se
me hinchan los tobillos piso mal y me fatigo cuando me atrevo con largas
caminata tú me dirás, Rui Blas. Sé manejar el escardillo y el almocafre
De tanto
empinar el codo yo padecía prurito vesical y mis canales urinarios ardían en el
escozor de la ascitis. Por tu uromancia y poliuria yo te conjuro beberás
aguardiente de olivo. Triste destino el del borracho. He sido un patoso en todas
partes, perdí las grandes oportunidades.
Nada me salía a derechas. Un día quise abrir una librería de lance en
Canterbury pero el arzobispo me dijo que no era buena idea. Un pub en Londres
sería más rentable, hijo. Los libros no los quiere nadie. El ángel de la muerte
que odia la verdad y el consuelo derramó su copa de acíbar sobre las páginas de
los grandes textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y a la hoguera
fueron las enciclopedias y los grandes tomos de psicología pero en la gran almenara
sobrevivieron los textos mediocres de Julia
Navarro esa que ayer parlaba en la
Cope con el Calvo de los Halagos un tal Expósito
que no ha soltado aun la chaquetilla de camarero a ver qué va a ser los
señores, pues la Julia
hija del Yale pare más que una coneja, inunda de títulos los booksellers de los estantes de
estaciones y aeropuertos. Es una designada, una elegida. Ellos los de la mafia
político-literaria se hacen la ola unos a otros y el resultado de la maniobra
no puede ser más cretino. Vivimos en un mundo endogámico yo me lo guiso y yo me
lo como. Son los hijos espurios del franquismo, trasvertidos de generalísimo al
revés, toreros de salón americano y cócteles en el Palace. Así que la hija del Yale rotula una de sus execrables
títulos con el predicado "No matarás" y no se acuerda de que su padre
el maldito cojo de las columnas de "Pueblo" tiró un día en Toledo a
su madre por la ventana. Muerte a los filósofos. Venían con una tea los
seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la blandían sobre los campos y
las torres de las ciudades que se incendiaban, el fuego arrasaba las plazas y
las campanas de todas las villas tocaban a muerto. Arson Luminia es la compañera de viaje de Finsternis la deidad del amor oscuro manipula tortillas estériles como
Safo. La informática a la cual di muerte era de
aquel gremio. Cave canem. Cuidado con
el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos se han hecho
periodistas y tertulianos o tertulianas melena al viento bellos palmitos
hermosos rostros que esconden el alma negra cuajada de fealdades de mentiras
asesinas. El asno de Balaam rebuzna por las esquinas. Al gran jefe se le ha
puesto cara de trasera del trolebús... a face like the bus of a bus, decía mi
querido suegro mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un cementerio de Dagenham a
llevarle crisantemos. Es el mejor inglés que conocí. Su esposa se llamaba
Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por apellido Escolex, abollonado de
cara y corto de vista. Al mirarle yo me daba cuenta de que soy una escolopendra
y que mi mente es un ciempiés. Dares y tomares. El marqués estaba en la sombra
la mirada alzada hacia el horizonte y la espada en su mano pues la necromancia
es un arte del demonio. Mucho se practica en Valladolid. Allí viven españoles
de poca sustancia huéspedes del Gran tornadizo que los inviernos van a la
iglesia no por devoción sino para calentarse en las estufas templos mixtilíneos
donde la Virgen
se confunde con diosas de la antigüedad.
La
contemplación de Segovia que es la ciudad del mundo que más se parece a
Jerusalén. En ella yo nací por desgracia bebía agua en la Fuente del Tornadizo. De
niño mis padres quisieron llevarme a Quitapesares un manicomio que estaba en la
carretera de la Granja
de San Ildefonso porque observaron rarezas en mi conducta, siempre tenía ganas
de comer, fui un niño gordo maltratado victima del bullying al que le gustaba la soledad, muy impresionable, que tenía
ciertas manías y una viva imaginación, me sobaba las manos y daba vueltas a los
palos que encontraba en el patio del colegio y jugaba con las ramas de los
tilos que se venían abajo partidas de brisca. Recordaba aquellos tiempos y mis
ojos se extendían hacia la vaguada del Clamores de donde se podía obtener una
buena panorámica de la muralla, dando gracias al altísimo por estar vivo,
porque huí de la cola del león siendo cabeza de ratón, no me enchironaron
aunque los malditos quisieron darme por culo pero yo no me dejé. Detrás estaba
la catedral. Vi un gato negro acicalándose en uno de los merlones de la muralla
romana. Estaba justo delante del tejado de la casa donde yo vine al mundo, mala
señal, tuve miedo. Me habían pasado muchas desgracias en la vida y en el fulgor
eléctrico de la mirada de aquel michino me hacía pensar en desdichas. Leí en
ellos mi sentencia que era sufrir y padecer de por vida. Lo tenía bien asumido.
Aquel felino era el símbolo de la indiferencia con que me recibía la casa donde
yo nací y por los ojos del gato se asomaba la ventanera de mi madre que me
parió primero y luego me maldijo... no perteneces, no estás en el grupo, no
eres de los nuestros. El gato negro da mala suerte pero mi miedo se trocó en
espanto a los pocos días cuando marché a Galicia un balneario para recuperar mi precaria
salud me crucé con una meiga que me
escrutaba de arriba abajo. Bajé corriendo por las escaleras del hotel, salí a
la calle, corrí despavorido por una calle larga jalonada de casas de piedra. Un
coche con matricula francesa se paró a mi vera. Oiga buen hombre me puede decir
donde hay un banco para cambiar moneda... son las cuatro la tarde de un viernes
y las sucursales bancarias han echado el cierre, mañana es el Día de la Virgen... un extranjero
un hombre muy grande un indio de raza aria asomó su cara espectral por la
ventanilla y en un movimiento rápido me arrebató la billetera que yo llevaba en
el bolso del pecho de la camisa veraniega. Fue un visto y no visto. Cuando me
quise dar cuenta el rumano o lo que fuera había desaparecido. Corrí despavorido
en una búsqueda inútil, alcé la vista y me topé con la mirada espectral de la
meiga que nos estaba observando desde un balcón. Grité: "señora, al
ladrón, al ladrón que me robó". El espectro cerró la ventana de la casa de
piedra y me lanzó su maldición... ainda
etoufes, neno. Su mirada era muy poderosa y quemaba casi con más poder y
furia que la del gato negro. Los ojos de
la meiga eran los ojos del basilisco. Conjuré mi inquietud aferrando las
cuentas de un rosario que siempre llevo conmigo... Sálvame Virgen del Carmen.
Nunca podré olvidar aquel atisbo de la saludadora galaica que llenó para
siempre mi vida de inquietud. En mi cartera llevaba unos cien euros. En hora
menguada pasé por el lugar un día de agosto cuando España se convierte en cueva
de ladrones de peristas carteristas, violadores y expertos en el arte del
latrocinio y del tirón. No es fácil vivir bajo el yugo férreo de los mangantes.
Nuestros políticos reenvían buques de guerra para recoger emigrantes del Aliyah
invasora que cruzan el Mediterráneo con plegarias a Alá. La cimitarra sarracena
se mecerá sobre nuestras cabezas despues de los versículos al alcorán, tras la
alcatifa y el Ramadán, los sermones del papa Interpuesto ese judío argentino
que a España le hizo tanto mal. Es la hora de los mangantes. Manda en la calle
la apisonadora de la mentira y hay mucha angustia en los corazones. La tele es
una maquina de dar por el culo, cloaca de inmundicias y zafiedades. Machaca
nuestras meninges con consignas, activa el miedo. Después del incidente de mi
encuentro con el rumano que me robó no tuve más remedio que refugiarme en
el ribeiro. Me bebí litro y medio y me
puse coloquial y parleto. En ese estado de euforia yo perdono a todo el mundo.
Cuando subí en el ascensor de mi hotel me miraba en el espejo para saber si mis
ojos estaban brillantes y echaba el aliento en el espejo del elevador pues todo
mi afán era procurar que mi mujer no advirtiese que había libado de lo mío por
el aliento. Advierte el Talmud que la borrachera es cosa de paganos. En eso no
estoy de acuerdo pienso con muchos judíos que el legado de Noé es una de los
grandes cosas de esta vida porque cuando no hay remedio litro y medio.
Si los niños
callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen las mentiras de los
microfonos las palabras al oído de las planchas masónicas prometiendo progreso
y dejanto desolación. Busco en los recovequeos de mi existencia aquellas
corresponsalías en Londres y en Nueva York fui un elegido de los dioses un
angel caido en el barro democrático. Hube por descontado mis maestros y
epigonos que abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio
Suarez un falangista hijo de un médico de Dailiel al que los rojos fusilaron en
una uneta un dia de niebla de noviembrew a favor de la oscuridad y de la niebla
pudo huir y refugiarse en una alquería donde le lavaron las heridas y por
Somosierra se pasó. Era un hoven periodistas de flamante pluma al que sus jefes
enviaron como coresponsal a Budapest. Yo fui el ultimo de aqyuella brillante
saga eñ mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le cupo la
gloria la gfracia y la desgracia de conar el holocausto o lo que sdicen
holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y diretes y crueldades
de toda la guerra pero el angle del mal
se surve de aquel incidente hustorico para acabar con el drama de la pasión del
Señor. Llegó a la ciudad más bella de Europa en un flamante Volkswagen con
escolta de soldados alemanes. Y asistió a la destrucción del bello enclave
magiar que había sido sede europera de toda la judería y donde los judios
habían podido convivir con los cristianos sin fricciones. Las fortalezas
volantes norteamericanos acabaron con aquella buena relación. Lavalia en la
cidad valia muy poco. Por unos pengos podías comprar un salvoconducto, una
mujer por una noche y tres bocadillos de salchichas. Que no me vengan con
historia. Yo cerré la tienda de aquellos proceres del periodismo en Nueva York.
Cuando el gran Filipo blandía `puños cerrados en Manhattan y amenazaba con
emviarmps a topdos a un campo de concetración o fusularnos. Tenía como adlatere
a Maraña que me insultaba cada vez que podía. El odio rojo les daba vitaminas,
pero no eran moscovitas. Venían criados a los pechos de las principales
universidades californianas
Ahora contemplo la magnifica visión amurallada
de Segovia desde la Hontanilla.
Me deslumbra el brillo de las piedras, me atenazan los
recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los mandilones dicen que allí estaba el
cementerio hebreo pero no es así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los
Huesos en lo que era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta
a la tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y más
israelita que san Melqisedec cuando hasta hace poco nos corrían a gorrazos y
ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me exaspera, yo he venido a
contar la historia de mi amigo Manahén
Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo
menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos españoles. También nacido
por estas veredas en la que llamaban la
Casa de la
Troya. Debía de ser algo pariente del gran Tacaño y se
emocionaba cuando leía el Buscón y narraba a sus amigos las aventuras del
Domine Cabra un segoviano típico.
Segovia "peccatrix" pecadora y cicatera. ¡No te jode! Y tan
pecadora que aquí no cabe un tonto más. Le han erigido un monumento a Satanás.
Mis paisanos escupen las arras. Nací en esta ciudad de acarreo, tierra de
perailes, gente del bronce y de la hoja, y de tusonas, mulas del diablo y
barraganas de curas y frailes. La vida
me hizo mostrarme escéptico de ciertas solemnes verdades que se fueron por la
posta, pero no soy mala persona, creo, hasta ahora no maté a nadie. Sólo soy
necio e inconsciente, iluso y algo bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis
huesos ante el clemente Zeus tronitonante, Señor del Olimpo, padre de todas las
creencias, de todas las religiones, cuyo decálogo en piedra bajó desde las
cumbres del Olimpo: que Alcorán, el Candelabro y la Cruz se junten pero todas
ellas a los pies del Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo
difícil porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y
ahora en el Vaticano están hechos unos zorros con eso de que obispos y
cardenales sodomicen en sacristías y confesionarios a los niños de coro con
todo y eso el pobre Villeguillo, vagabundo segoviano, no renuncia al legado
cristiano— demasiado viejo para cambiar de religión—, sin perder
de vista la tradición y el testimonio de los mártires, que conectaron el Nuevo
Testamento con el Antiguo y el fervoroso politeísmo de los dioses oscuros. De
todos ellos venimos, en todos ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la
voz del Criador que es polifónica y habla de mil maneras y en diferentes tonos
a los mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren
al suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas perversos y alcen la
vista a los cielos de donde nos viene el resplandor de un dios más humanado.
Zeus se convirtió en Cristo. Aunque el
Rollo de la Ley
de mis mayores nos avisa:
—No derramarás
sangre ni semen.
—Bah, eso de
la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el diablo encaramado a
lo alto del acueducto, mientras se trataba de beneficiar a la alcaldesa. A
Belcebú le vuelven loco un culo grande y unas buenas "domingas" por
otro nombre tetas.
—Pues si no
hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba por aquellas fechas
de haber dado al traste con la unidad patria.
Me subi a la
alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato para viajar al presente y
al futuro. El pasado es muy negro. Estuvoi teñido de sangre em esta ciudad pero
es así como se construye en el eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo
mis tiempos de corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con
unas pocas librois en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de traje
seis mudas un abriho algún libro de rezos y mi maquina de escribir. Yo era un
bohemio. No tuve la suerte de mi colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre
estaba escrito en el cuadro de honor de la vida
En lo alto del
puente romano el Príncipe de la
Mentira se estaba colocando o a lo mejor se estaba haciendo
una gallarda el tío guarro. Lo cual que por causa suya España iba de cabeza.
Regresaban los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta. Había vuelto
glorioso a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo cambio los
pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a España la
estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora un himno a la desventura. Pulso
de la lira la más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues eso, allí donde
están las cloacas del poder.
Es lo que hice
toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, adiciones
a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza
el manto de oración y la tánica pretexta
de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos
años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que
me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y
oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué tal andas,
chati? acabaron con mi paciencia pero no seguí las enseñanzas de Job que nos
advierte que el hombre es carne de dolor, nace amontonado con la mierda y a la
mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más
que pasto de gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo,
recuerda la paz de esta república que mediante la bondad, la sabiduría y no con
los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el manto de oración
sobre tu mala cabeza y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos
de ceniza y aguanta el chaparrón. Recuerda que tú eres de la casta del ligur
Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint lumbi vestri
praecinti", ataos los machos para defender la verdad.
—Eso son sólo
palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme
escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila
de luz de las mañanas. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que
me enajena. Mis enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede
que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos" de haber
expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante en
una vida con no pocas vueltas y
revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones,
persecuciones y sufrimientos.
El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme
desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe pecadora a prosternar
mis huesos ante la piedra esculpida cerca del postigo del Consuelo. El vado del
Río Clamores me separaba de un pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un
futuro incierto: Parce mihi Domine, parce mihi. Pago mis culpas y al
darme de cabezadas contra la piedra de Publio Juvenal que debía de ser el
prefecto de la ciudad por mandato de Cesar Augusto, el constructor del
Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos me traía fragancias de un
pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de
tambores y flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de
manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que acampaba en
el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del
Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo
respuesta y me entrego a mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma
manera que yo acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la
ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la
vida sin suerte, que se juntó con malas compañías, era un pícaro de siete
suelas como muchos hispanos, al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y
trepar por la cucaña de la competencia echando rivales abajo. Da paz a mis
muertos, Júpiter, por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a
esta afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas al
diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo blanco) la miruella
como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la cual de mayor conocí cuando tenía 45
años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué
vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que
dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco
avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo.
Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido
constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como
si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus
mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo
mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el
islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes de que vinieran las
aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una petera de piedra
los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de
biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab Urbe condita” Tito Livio
impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la cual manaba
un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro
un filosofo un historiador, no sé lo que soy, pero estoy al tanto y el que
avisa no es traidor, un gnomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay
barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios, que todo lo toco y todo lo ve, émulo del
Gran Piscator, lucho contra los malos y aunque a veces haga partija con Belcebú
no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más
todos estamos. Pues Segovia como Puente Perin, como Barahona, Brañosera en
Asturias, Hita en la Alcarria
y las brujas de las peñas encantadas de Cuenca es lugar de hechicerías y
encantamientos. Es plaza que vio coronar con la coroza de la infamia a las
“obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don Pablos que subió los peldaños del
patíbulo con mucho senequismo y humor negro, rayano en el cachondeo, porque al
jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza, que a la próxima vez
arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas “porque no todos tienen
mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro
espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a
pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando
los ediles y de las ediles y ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque
lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la Mentira se estaba
trabajando a la alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera que por arriba
del acueducto. Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de
rodilla y me besas el culo:
─Tente que te
unto
De su boca
desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de
aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”.
La señora Calvo viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante el
bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con
templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja desnuda. Íbamos a
elecciones y al pucherazo. Los judíos tenían la tranca de la demoscopia en la
mano y así no hay quien pueda, claro. Siempre será lo que ellos digan pues
tente que te unto. Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del sistema
electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo. En los
días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Tente que te
unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios manda, has de andar
derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabas
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser
la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto
de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes,
espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los
cielos de Segovia estaban cargados de
ominosos barruntos pues la diablesa de la alcaldesa no paraba de decir “tente
que te unto”. Un grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos
a la estatua de la Virgen
María que posaba en el edículo principal del Acueducto
mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y yo le
escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos abajo
a la Virgen Pura.
Acabemos de una vez con toda la cristiandad.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que
contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente,
luego empezó a ventoseare, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno
estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la
plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan
profundas, de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las
puertas de sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la alcaidesa dijo:
─Os pasa por
judaizar. Ya sois míos
En la plazuela
del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos
marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones
(ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de
plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente,
estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo
evidente era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro
perdió la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo hizo esa profecía─ el acueducto se
vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía predícame cura
predícame fraile por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los
que tiraron a la Virgen
María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos y
entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero
estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios
de la demolición se pusieron ciegos de
tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir se
desparramaron por la Vía
de Roma haciendo eses. Adónde irá el buey que no are. La profanación ya estaba
hecha. La cosa no tiene vuelta de hoja. Afloró en las pupilas y en los
corazones un odio de siglo un deletéreo afán de venganza Segovia ha dejado de ser
cristiana, se ha convertido en Aelia Capitolina. Al pobre Felipe VI El
Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como era un enagüillas,
asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas de la griega la hija
de la Federica
no vaya a ser que metamos la pata hijo no conviene malquistarse con los judíos
tú a lo tuyo y a celebrar todos los años la fiesta del Holocausto pues no quemó
al escultor infame que le hizo una estatua para ser quemada en las fallas. Ya
lo dijo Maquiavelo los reyes cobardes y dominados por la parienta o con
complejo de Edipo son despreciables e inútiles para el gobierno de la
república, cuentan con el desdén de sus súbditos. Pero el sexto Felipe tiene
cara de buen chico que no se atreve a dar el pasaporte a los catalanes que le
faltan al respeto y a los estatuarios malditos que quieren quemarlo en efigie.
España a este paso pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie pone
remedio, Y el libelático obispo Zapatones había firmado las actas
─Parecéis oro
obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo Ursicinio el Pecoso
con aires de desafío.
Todos se
encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá
ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo muy triste
por aquel espectáculo volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de
Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño y por donde pasaban las legiones
del emperador con su estandarte enhiesto
y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La casa y el barrio había sido
arrasada por los judíos, también profanaron una imagen de Santa Bárbara que
alumbraba en las noches los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a
fondo en aquella ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la
conversa cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio con su capellán
que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los altares y lo bajaron
no sé si a garrotazos llama de amor viva inflamado de amor divino:
─De Segovia ni
el polvo las zapatillas.
En aquel
instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de
la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un
poco recontrajodidos.
Todos al santo
y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados
de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas
del buen rollito.
Retumbaban las voces en el transistor del coche,
tenía conectada a la Cope
pero aquellas voces venían del más allá, clara advertencia al llegar a Segovia.
Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre de la catedral, alta, augusta,
inescrutable, la dama de las catedrales cuando de repente empezaron a sonar
aquellos gritos desgarradores. El altavoz del radiocasete del coche subió al
más alto volumen a pleno rendimiento de decibelios, entonces la tierra tembló,
vio abrirse una zanja junto a la carretera del empalme de Revenga con
Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador muerto de miedo y en la
rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una procesión lúgubre de
resucitado. Un fraile fallecido hacía quinientos años encabezaba el lúgubre
cortejo. Cantaban responsos, kadishes y lilailas y pude percibir con
disposición armónica y buen concento las estrofas del Dies Irae. Acordeme
entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes Santo. Las
profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba con paso firme
hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los
reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a ser
que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones del
Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma. Jesús
llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no reclamaba el auxilio de
Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo
Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios
justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se
abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos de dolor
quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo y
sincretista de comunión con las divinidades oscuras. Seríamos crucificados y
preteridos a causa de la cruz. A los discípulos del Nazareno a unos los echaban
a los leones, otros encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la
mayor parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de
"No person". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos
decía nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim".
Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás
e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur
de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del fuego de
San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia de en una
cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los
santos a oler mal, era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas
las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la
mitra del obispo don Opas era el mandamás de aquel contubernio de anticristos.
Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros la raza de víboras estás allanando la
historia — yo les dije enfurecido por tales desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros somos sionistas, somos los nuevos
cruzados de Zion.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma
soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A mí me seguían pasando cosas. `por poco se sale
de la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a
la altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no
llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo
indignado y le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la Guardia Civil.
Además no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color de la muerte,
ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte. Estrellas
amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las portaban de emblema en
el ojal de la americana los judíos rusos que exigían al Politburó les
permitiese emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética no
se quedaron a gusto. Aparentemente los
hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que preside Bibi es una
sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un
Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos,
manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva del
Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva la del
Holocausto el Odio y la
Venganza que sustituya a la del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— ¿Cómo, qué? Yo fui corresponsal del Arriba en
Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas
estrellas amarillas, los refugié en el sotano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En
nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro caudillo Franco era de
vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí
me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen,
volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno circule — ordenó el mozo de escuadro, sus
ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé
"este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los
que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo
hablando con un fascista. Venga arranca.
— Yo también soy judío pero de otra tribu
diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho
peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que
guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi
Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su
recinto en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos
muros paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas
ni al centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues
nos dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como
cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en el que
sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus dependencias
convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España en manos de los
judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie
contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del
postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla
justo debajo de la
Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y
es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos
cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta- ya no estaba el
viejo moral que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas
cerradas, seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey
Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por
el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una lápida de cemento armado
con consistencia de siglos con una
inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante. Algunas
personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de difuntos cerca de
lo que ellos creían enterramientos de sus antepasados el antiguo cementerio
judío pero allí no había tal. Aquel no era el recinto. Aquellas cavernas
excavadas en la roca caliza habían sido cavernas habitadas por ermitaños que
hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad pecadora. La vista
era espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de
la iglesia de San Andrés ponía contrapunto a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la
izquierda quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizado durante la
edad media como fortín y más tarde como matadero municipal aunque antes, mucho
antes, estuvo allí emplazado el osario judío. Paz a los muertos de Israel y a
los que santificaron Su Nombre. Elí, Elí,
lamma sabactaní. Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad contra
los nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré con
vosotros hasta el fin de los siglos.
Voló a la Ciudad Eterna,
quería honrar a los dioses oscuros y empaparse de divinidad. Propendía por mi
inclinación a los misterios órficos a pronunciar vaticinios y en Roma oyó
cantar el gallo muchas veces. Era los “alectoria” o quiquiriquíes sagrados que
alegraban los himnos de los flamines a los dioses peanes los que se quedaron
con nosotros, no esos dioses de los que nos han hablado y no vimos nunca. El
Sinaí permanecía lejos del Monte Aventino. Había que volver a las viejas
costumbres y reencontrarse con las inefables plegarias.
Los dioses
otorgan a los mortales dones maravillosos. Tente que te unto. No te muevas,
estate quieto. Yo me hice transparente esto es un espíritu puro cuerpo de ángel
no sujeto a los imperativos de la biología ni hambre ni sed ni sexo ni
actividades excretorias. Podía incluso volar por el firmamento circunvolar los
espacios siderales explorando otros planetas sin necesidad de esa materia
pingüe y grasa con que abadernan el cuerpo las brujas para volar. La
transparencia era capacidad de atravesar las barreras del tiempo y el espacio
algo así como la explicación concepcionista que da el Astete para explicar el
milagro de la inseminación del Espíritu Santo en el vientre de María “lo
atravesó como un rayo de luz trasluce el cristal sin romperlo y sin mancharlo”.
Los anales de
Tito Livio y la historia romana no
guardaban para mí misterio alguno. Deambulé por la Via Apia, subí las
escalinatas del Capitolio, palpé los brazos y los músculos de los gladiadores y
andábatas que peleaban en el circo. Uno a la sazón muy famoso, Silvinus Crassus
el bretón, me honraba con su amistad y le acompañaba yo con su escolta por las
hosterías y tabernas romanas. Era Silvino un atleta de profundas convicciones
religiosas, y temeroso de Júpiter, como buen celta hombre supersticioso. En su
tabuco tenía lámparas encendidas a los todopoderosos familiares quiero decir
los de su tierra: a Epona diosa de la caballería gala, a Sucellus, Dispater, el
dios que golpea con el mazo, a Cerunnus padre de los bosques al que la
imaginería popular representa colgado de los cuernos de un ciervo (el dios
Glenn de los “picti” escoceses) me sorprendió saber que los galos ya daba culto
a la trinidad en el tríptico de las Matres la triada del padre, la madre y el
hijo padre creador del mundo, hijo baja a la tierra encarnado en el vientre de
la diosa Ceres. Velas encendidas eran la llama perenne a estas deidades
incógnitas; como le preguntara yo al andábata cómo era posible que un gladiador
confiase en la fuerza de los dioses más que en la virtud de sus músculos
Silvinus Crassus me dio esta respuesta:
—Ellos son mi
fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan impulso para torcerle la cabeza a un
toro en el circo, desjarretar a un tigre, y hacer correr a los leones. Mañana
son las lupercales y yo concurro, vendrás a ver cómo lucho contra el diablo,
amigo.
Prometí acudir
sin falta al circo máximo llevando en el bolsillo un canto que había pasado a
manera de talismán por la piedra de Juvenal en la muralla de Segovia frente a
la casa que me vio nacer, pero prioritariamente estuve contemplando a aquellos
seres míticos cuya imagen había estampado un imaginero cretense amigo del
gladiador en un retablo. Europa cabalgaba sobre un toro monstruoso que
arrastraban al aire de cola dos delfines. Minerva contemplaba al dragón, Jasón
jefe de los argonautas escupiendo el vellón transformado en una vestal. Zeus y
Anfión hacían buenas migas en el Olimpo (de nuevo aflorando el tema trinitario
que acoplaron los cristianos a su religión). Bulleron cabalgaba a lomos de
Pegaso el alazán tordo que surcaba el espacio a galope meneando dos enormes
alas que pendían de sus orejas y traspasaba con la lanza a la Quimera, el monstruo
fabuloso. San Jorge mató el dragón. Dédalo en su laberinto encontró a Ícaro que
le enseñó a volar. Teseo acabó con la vida del mino tauro. Edipo hacía
preguntas a la esfinge. Policlines campeaba en la arena luchando desenvainada
la espada con su hermano Atocles, los dos eran hijos de Edipo. Completaban el
friso las grandes diosas de Roma: Ceres, Prosperina, Baco y el dios Pan, Tirso
con su vara Ariadna en la confusión del ovillo, Sátiro que fuerza doncellas en
el bosque, Vulcano, Dionisio, Sileno, Narciso, el Atlas de san Cristobalón que
porta el mundo y Neptuno y Favonio dioses de los violentos y de las aguas. Hebe
es la diosa de la juventud. Todas estas deidades empezaron a parecerme
razonables como exponentes de los vicios y virtudes de la pasión de vivir. Eran
divinidades superiores pero con encarnadura humana. Los retores filsofaban en
el foro sobre la esencia de las cosas, el origen de la vida, las propiedades de
las plantas. Ni Platón ni Aristóteles ni Seneca tenían en sus dominios la clave
de todo esto que nos envuelve. Del bosque llegaban los alaridos de los scutia,
eneas Vilicus tenía la mala costumbre de correr a latigazos por el bosque a sus
esclavas. Roma se divertía con sus juegos seculares. Los 135 días de circo se
marcaban en el calendario (magni joci, juegos magnos)
MI
AMIGO GUMERSINDO ARIJE
A Arije me lo encuentro todos los días
yendo y viniendo por los bulevares de la Reina Madre allí donde hay una clínica que fue
hospital de sangre para todos los soldaditos de nuestras guerras africanas.
Aparece en imagen una enfermera de bronce que atiende compasiva a un cabo de
infantería, herido de bala, abierta la sahariana con los ojos turnios
agonizantes. Del pecho se escapa un chorro de sangre. Mi amigo quedaba
conmovido al contemplar la estatua. Tarde de mayo dolor de España horas sin
amor. Auras de juventud. Esta zona de la capital me recuerda los tiempos de
estudiante, la parada del F, el autobús que nos llevaba a la facultad, casa de
ladrillo rojo. El cobrador era un gallego rubio uniforme gris como de
presidiario y una visera-bonete con un guarismo de registro, por cima de la
visera, picaba con gesto indolente los pases que eran veinte números
desparramados en cada uno de los cuatro ángulos sobre un cartón blanco. Se
sacaban estos itinerarios en la taquilla de la empresa municipal o en cualquier
estanco por un duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo. el trolebús arrancaba. No va más. Billetes
por favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía yo todos los miércoles al
bajar a la clase de prima cuando tocaba latín con el profesor Mariner, un
catalán clásico emblema de la sabiduría y perfil romano. Aparecía sentado en su
telonio como un buda mirando alegremente para la juventud divino tesoro que
nunca vuelve. Una vez me tocó detrás de una monja concepcionista que arrimaba el
culo arrecachado. Yo, por mi parte, acercaba el material. Hambre sexual de los
sesenta. Mi amigo Molina malignamente me hablaba del placer que suponía a los
milicianos invadir los conventos y forzar a la madre superiora. Muchas daban
gracias al cielo sin importarles mucho ser mártires victimas de las sacrílegas
turbas. Aquella zona estaba en los límites de la glorieta donde había un cine
grande en que veíamos películas de espías alemanes y un bailongo en los bajos.
Sara Montiel acudía a una famosa cafetería del primer piso y se la veía muchas
tardes mirando por la cristalería del ventanal mostrando sus torneadas rodillas
de rolliza manchega que por aquellos días eran una inducción al pecado mortal.
Estaba cantando el ultimo cuplé y la canción “fumando espero”. Por las noches
en las campas circulaban por los solares del Canalillo mujercillas de virtud
incierta. Este ajetreo ya pasaba en los tiempos de Galdós. Una paja una peseta;
un polvo con goma un duro. Frenética actividad
meretriz se condensaba en la trasera del Gran Hospital cuando los amaneceres
sabían a leche condensada. Y es que Eros y Tanatos son Castor y Póllux subidos
al mismo caballo. Compañeros de viaje. En la mili te daban bromuro y a lo mejor
el tiro de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó en África.
Él vendrá a separar a los
buenos y a los malos. Apacentará a sus fieles corderos y derramará la sangre de
los cabrones y cabritos. Porque Él es el maestro de Justicia. Pasaron las
pascuas nochebuena tranquila y recatada en el herrén y reanudo yo Arije mis
prosas peripatéticas por el bulevar de Reina Victoria tratando de levigar
aquellos recuerdos separando el grano de la paja de mi juventud. He oído las
palabras de San Esteban el primer mártir que exclamaba mirando al firmamento
"Satis est vixisse" y así
subió a los cielos. Los viejos de la
Inter no creen en esta frase porque lo único que les preocupa
es llegar a los cien años a fuerza de hierbas cordiales y de visitas a los
galenos matasanos. Mejor no ir porque te mira el Esteban y te dice que tienes
un cáncer y hay que contestarle " sea lo que Dios quiera. Viva la gallina
con su pepita". Quieren acabar con los septuagenarios de la patria. Roban
en el banco, les copian las tarjetas. el latrocinio y la protervia habita entre
nosotros. Veo la cara alargada, de espátula, sus guiños diabólicos, del doctor
Muerte que mira para los pacientes con ojos cancerosos. Andan los pobres viejos
solitarios con la oreja pegada a la radio de la Inter en un furor encaramado
angustiados por tener vida larga. Cimbel y zumbel de las tardes sarcásticas sin
amor el cuerpo doliente huyendo de ladrones y asesinos. Fumando espero, cazador
cazado solo a vueltas con mi conciencia y los recuerdos. Le hago un corte de
manga a la red, me entrego a la oración que es reclamo, expiación, adoración,
arrepentimiento y esperanza. Me gusta la liturgia romana en latín con algo del
rito ambrosiano y muzárabe. En contrapartida la mejor liturgia es la polifónica
rusa. Internet me sirvió de alfombra mágica para ir a la misa de Nochebuena en
el Kremlin que ya es decir pero las cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo
la misa de pascua.
Tengo fuertes palpitaciones y las negras ideas
se apodaran de mí. Las combato rosario en mano. Hay que poner lastre a los
malos pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira pedos, remuerde
por los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas, es la loca de la
casa.
—¿Viste u oiste el espich que nos largó don
Felipe?
—No me dio la gana. Al verle tan insulso y tan
poco espíritu se me atragantó el turrón. Para mí el único rey que vale es el la
baraja. La monarquía viene del mono y en España siempre tuvimos a los borbones
una desgracia simiesca. Borrón y cuenta nueva.
Crecen los días y suenan
por algún rincón del cielo rondas sanabresas, canciones toresanas, ataruxos
galaicos, espantadazas del paloteo vasco, cobras catalanas y tamboreadas
navarras al son del chistu, juntamente con tonadas asturianas. Arije tenía una
visión muy folklórica y así le iba. Estaba fuera de lugar. Le rodeaban las
maniobras en la red de la incomunicación digital la gente enviando guasaps
dándole al dedito a mogollón. Todos dicen que el diablo no canta aunque sabe
mover el esqueleto. Dios te libre de las lenguas de dos filos y de los sermones
del padre Ricci, el que destapó la olla de la tapa de los infiernos y allí
vivimos cómo se cocían una recella de obispos y pontífices máximos traían en la
mano un libro del Dante. Satanás los pinchaba con un gario de cuatro dientes en
las posaderas. Iban desnudos pero se conocía que no les había dado tiempo a
quitarse la mitra de la cabeza. Sus cabalgadas por las calderas de Pedro Botero
eran un auto lardivo.
—No puede ser
—Porque tú lo digas
En el altar mayor de la
catedral de Luzbel que es una zahúrda de Plutón el infierno es una casa de
acogida alcancé a ver yo a un mitrado muy albardado de casullas, roquetes y
manipulos que daba la bienvenida a los colegas recién llegados con una plática
en la cual les decía que estaban en la casa donde no se come ni se bebe y de
donde no se sale nunca. La cueva de los castigos infernales estaba debajo de
una gran acacia que crecía en el bulevar. Santi de vez en cuando les bajaba un
bocadillo con carne de serpiente y cañas de aceite de ricino ración de patatas
bravas envenenadas, arenques y pollas en vinagre.
Un fraile se sentaba
también como la madre lo parió pero ostentando la tonsura y la cogulla sobre un
sillón de nogal aforrado de guadamecí. Gritaba y se arrancaba todos los pelos
de la barba. Decía ay de mí en la hora que nací. Su cara la estaba pintando el
Bosco en uno de sus cuadros. Junto al departamento episcopal estaba la sección
de los periodistas que eran incontables los que estaban allá pero su número era
superado por el de los abogados y los rábulas espolistas en pelo malo. La leva de
políticos era tan larga que ni te cuento: Trump con su trompa elefantina
diciendo que aquella noche era la navidad y no se iría de picos pardos, la Merkel en minifalda,
Máchele Obama moviendo el trasero sandungo, Teresa May una flor de mayo que
devoraba carnicera a los mosquitos del Brexit, Juncker el padre de la masonería
europea tocado de yamulka y enseñando las filacterias de rabino bajo el traje
sastre, Rajoy mirando para el tendido en la silla de don Tancredo fumando
espero, Putin como un zar de la kagebé montando a caballo y disparando misiles,
Netanyahu con cara de sacamantecas, Bergoglio mirando torvo para la costanera y
abriendo la puerta de la iglesia al enemigo. Traidor y mal ostiario, Berlusconi
con gesto burlesco una cohorte de odaliscas en su palacio y no sigo la lista
porque la perversidad infinita se había apoderado de los dirigentes del globo
terráqueo. A las soflamas de los diablos y a los palos respondían los
condenados con frases hechas:
▬Con tanto malvado como
hay en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí. Estamos hartos de penar y sufrir.
Al grito de auxilio acudía
el infernal demandadero y les daba la vuelta a la parrilla para que se torrasen
un poco más como san Lorenzo.
No había en el infierno
aliviaderos pues allí no se come ni se bebe ni se mea ni se caga, todo es penar
y crujir de dientes, y para siempre. Para siempre. en medio de esta algarabía
de voces y gritos y blasfemias se escuchaba el barboteo de las perolas donde
cocían sus cuerpos, calderas de pez y aceite hirviendo. la atmósfera era
salobre y sobrecargada de un hedor mefítico. Los fámulos del Pateta se
apresuraban a torturar a los predichos con esmero y diligencia cumpliendo las
órdenes de Lucifer de manera implacable. en aquella alcaicería del furor los
que gritaban fueron sepultados en una montaña de cal viva:
— ¿No estábamos redimidos por la Preciosísima Sangre?
¿No pedimos confesión en la hora de la muerte?
▬ lloraba un cardenal de la curia el proxeneta que dio protección a
Raspín aquel extremeño que arrimaba las putas al colegio cardenalicio?
—Penen los rufianes y tengan su merecido.
A las quejas del purpurado
respondió el gran esbirro con un tizonazo en sus partes pudendas donde tanto
duele.
Atollite portas antiquas
abran la cancela pero las puertas de Jerusalén estaban cerradas. La ciudad
santa había sido bombardeada por tres misiles nucleares. me quedé pasmado ante
aquel cuadro de destrucción masiva. Alligieri Dante me señaló a res prelados de
blanco que la impostura glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la
gehena. Eran Pablo, Juan y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el espanto
pasmado de las blasfemias vi cómo el Santi el mancebo de la tasca Julifer
también lo llamaban el Bar la
Puñalada el lugar donde y acudí displicente a la hora del
café probo funcionario de un cuerpo a extinguir por la Constitución bajaba
con los refrescos para refrescar a los sedientos praditos con frascas de vino
perronero que los españoles juramos en Santa Gadea acariciando la pata del Cid
Dios que buen vasallo si hubiese buen señor nuestras mesnadas fueron
traicionados por Bellido Dolfos y don Opas asomaba la gaita por Punta Umbría
era el enalgramado que traicionó nuestra estirpe y se acercaba siniestro a los
montes de Peñalara. Alfolí de los vicios y varadero del mar de maldades era
aquel aposento que yo columbraba.
—¿Qué dices Etsi?
—Yo no digo nada. Lo tuyo no tiene solución.
Me dejaste abandonada para irte con otra.
Le dije que había navegado
en galeras remando contracorriente con toda la canalla de un barco que iba a
ninguna parte y ahora me esperaba aquella tronera porque de seguro que yo
también era un malvado al que Queronte justiciero aguarda. Tras un infierno en
vida me esperaba otro en muerte. Es el fin; me arrojarán a la trena donde no se
come ni se bebe ni se caga ni se mea durante toda una eternidad. Sicio. Tengo
sed. Un verdugo mojó mis labios con esponja de vinagre y el Santi diome a beber un potingue de cerveza calamocha
mezclada con zumo de rabo de culebra.
—No es justo
—lamentabase Gumersindo Manahén Arije ▬ que en las zahúrdas de Plutón
nos den carena. Don Francisco de Quevedo el profeta lo había pronosticado. Él
tuvo también esta visión. Se ha torcido mi destino cual tibia de alcazuz que
cruje entre las mandíbulas del quebrantahuesos. En aquel instante un sacre
altanero que se desbandó vino a posar sobre la copa de uno de los tilos de la
avenida, al instante en que circulaba un 45 de la línea de autobuses urbanas.
El vehículo recibió una gran cagada en el parabrisas mientras los palomos cojos
caminaban, señoriles, recitando plegarias por el bordillo sin hacer caso del
buitre que desde arriba los echaba el ojo. Ellos a lo suyo a picotear cáscaras
de altramuces y pipas que tiraban las niñeras cortejadas sobre los bancos por
militares sin graduación. Un cabo de la Base Mixta se arrancó con una copla: "La
viuda rica que con un ojo llora y otro repica, la hija recogida y nunca
consentida porque del ocio nace el negocio".
Gumersindo odiaba a las
palomas urbanas que echaban a perder las aceras de la ciudad con sus
deyecciones. Bajaban los viandantes saltando entre las bostas de palomizo y
perrizo porque la población canina igualaba casi en número a los siete millones
de habitantes que tenía Madrid
La escena del cabo moribundo de bronce en
manos de la enfermera me recordaba a mis compañeros del tabor de regulares
cando serví a la patria; aun sabiendo que esto hoy no se lleva Arije se sentía
muy ufano de haber hecho la mili en regulares y cantar por lo bajini aquello de
soldado estoy de España y estoy en el cuartel contento y orgulloso de haber
sentado plaza en él. Florence Nightingale habita entre nosotros y si no hubiese
sido por estas enfermeras que son monjas laicas y a su vez matronas y madrinas
de guerra que dieron su vida por España hubieran muerto solos como los perros
en algún blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos soldaditos llenos de
valor. Eso se supone. ¡Bah! no me quiero poner sentimental. Canta la coruja en
la rama del roble. Ya están llamando. Vuelvo sobre mis pasos a desandar lo
andado. Enrollo el cordel y el zumbel de la memoria empieza a moverse sobre el
firme del bulevar. Camino solo ladera abajo con mis pesadumbres. No es que
quiera mucho a los moros. Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos.
Respeto sus lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de
cargar las tintas y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen algunos.
Conozco a los musulmanes y ellos creo que
me conocen a mí pero ni tanto ni tan calvo. No lo puedo remediar. Dicen que es un pecado matar en el nombre de
dios pero la biblia es un libro de hazañas bélicas con resabios porno y yo
marcho a rebalgas perseguido por mi sombra por Reina Victoria. Debo parecer un
paracaidista inglés desfilando por Buckingham Palace en la parada del Trooping of the Colour. El día del santo
de la reina que acontece en London en el bello día de junio. Me dicen los
ingleses que, como su Majestad le da que se las pela al zumo destilado del
enebro con gaseosa, no se le acabará el carrete en mucho tiempo. La reina madre
vivió 102 y ella puede que se plante en los 115. Así que el heredero, al que
llaman el Orejas, el que soñaba con convertirse en tampón higiénico (coño qué
metáfora) de doña Camila la mujer del alabardero, para verla más de cerca, lo
tiene claro.
Tengo una gran colección de arabismos que
exornan (palabras que empiezan con el artículo al) nuestros diccionarios pero
de niño sobre la cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de
Clavijo en el que el artista pintaba torpemente la figura de Santiago Matamoros
alzando su espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo los cascos del
caballo del apóstol aparecen unos cuantos turbantes pidiendo árnica. Siempre me
impresionaron los rostros desencajados de esos agarenos que el pintor rural
quiso que fueran negros o medio mulatos, de modo que sus pelambres contrastan
con las barbas y melenas de un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso
fue patrón de los godos durante siglos
hasta que llegó la monja andariega, madre de los conversos. Ya que buen trabajo
le costó a Francisco de Quevedo defender su auspicio castizo de España por San
Jacobo dándose de cuchilladas con el de los cristianos nuevos, que defendían a
santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges de su pedestal glorioso,
al grito de Santiago cierra España. Estábamos trazando rayas en el aire,
queríamos arar surcos en la mar. Nos falta a los españoles voluntad colectiva,
por eso somos un país de conversos, desdichados y a media hacer enchufado a las
veleidades de una monja andariega e inquieta que podía ser precisamente la que
me arrimaba las nalgas en el trolebús a mí, deseando ser traspasada por el rayo
místico. Quiero que me penetren. Voglio
una donna.
Apañados y apretujados íbamos aquellos
estudiantes sardinas en lata del futuro. Nos hemos olvidado del caballo blanco
de Santiago. Por estos tesos pululan los curas libidinosos, las monjas que se
dan a la fornicación y ansían ser penetradas por el dardo divino.
Yo por lo menos le prefiero a la Mística Doctora
que, según revelan ciertos documentos, se acostaba con el padre Gracián. Así
que aun entonces ya yo bajaba letra herido por la cuesta de Reina Victoria, sin
saber qué hacer, por dónde tirar, inhalando el humo salutífero de mi cachimba,
fracasado de mujeres, barruntando cielos color mortal y rosa y el odio católico
de los neos, enfrascado en tan tristes pensamientos, acordándome de la Reina Madre que vivió
más de cien años dándole al gintonic. La madre que la parió. Chinchín.
Bríndenos a vuestra salud. La endrina es baya milagrera. Alarga los años. Es el
antídoto contra la lucha de clases. El pan candeal se amasa con la harina del
trigo trujillo. Aquí cada cual propende a llevar el agua a su molino y dejar
seco el de su vecino y habla despacín no
nos oya el mío vecin que diz en la Asturias galana. Do va la mar vayan las ondas.
Que allá darás rayo en ca Tamayo. Conviene esperar a que pase todo esto porque
cuando Dios lo quiere, todos los aires llueven. Mayo mangonero, pon la rueca en
el humero. Pedrada cantada, nunca ganada. El que calla piedras apaña. Piedra
sin agua no aguza en la fragua. A piedra movediza el moho no cobija, y metimos
un ratón papal en nuestro granero y se hizo amo del cillero. Palabra y piedra suelta no tienen vuelta. Al
buen callar llaman Sancho, y entretanto llevaré este canto. Non lu quieru non lu quiero pero échelo
vosté al puchero. Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi
personaje un consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London
mientras esperaba a una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy
grande. La esperaba en el salón cortinas rojas en la ventana y un viejo sofá
comprado en cantando con voz solemne de barítono dedicando versos a la
maritornes del Julifer que le decía que Zamora no se gana en una hora. “Yo soy
casada gilipuertas”.
El Santi se descojonaba. La Leo no le hacía caso pero
había una vinotera al lado, para su consuelo; compraba dos botellas y se las
chiscaba gluglú en un banco del bulevar cerca de la floristería abandonada. El
vendedor de rosas había matado a la mujer y fue a la cárcel. Su chiscón
abandonado era el refugio nocturno de los vagabundos del Este que trampeaban
por la avenida. Que al as de oros no lo juegan bobos. La floristería era una
vecera de cerdos humanoides. Huélgame un poco, mas hilo mi copo. No hay bronce
que años tenga mas de once ni mas lana que saber que no hay mañana. Leña de
romero y pan de panadera la bordonería entera. Chimenea y huerto y un hogar do
calentar las posaderas, el sueño del pícaro y del rufián. Todos vamos a donde
dan. Campanas de mi aldea tilín tilán. Aldeana es la gallina pero comenla en
Sevilla y viva la gallina con su pepita. Dentro de la concha está la perla para
quien sepa verla. Añoso luchador el pino de Formentor. Do no valen cuñas
aprovechan uñas. Guárdate del viento acanalado y del hombre mal barbado que
porta en la cara las siete señas del hideputa (el signo más conspicuo: la barba
en parroquias como el Coletas), al loco y al aire calle. La sangre se hereda y
el vicio se apega. Soplar y sorber juntos no puede ser. Me deslizaba al esconce
de la floristería después de estas subidas y bajadas, ▬cuando perdía el último
autobús a causa de su afición al pimple y no podía regresar a su hogar, así que
quedaba a dormir en la leonera de los vagabundos▬ por los colmados alcohólicos,
veía venir a las marimantas. Los días que atardecía sereno tomaba el 623 y se
refugiaba en su casa, aquel chiscón que había comprado con sus ahorros en
Majadahonda. Seguía escribiendo al dictado de la botella porque para él la
escritura era una purificación una catarsis para un tiempo en el cual la poesía
había muerto. Quien bestia va a Roma de allá bestia torna. En el camino a
muchos se les estropee el botijo, digo la sítula. Luego vienen los grandes
pecados capitales de nuestro pueblo: ira, gula, lujuria, soberbia, homicidios,
omecillos, robos, desfalcos, temeridades, contumelia, bandos, disensiones,
mecachis en la mar. Acaso el proel de los vicios sea la protervia que la
soberbia reconcentrada y la obstinación en el mal son licencias que marchan
delante. Mascarón de proa de la vida nacional. De la cantidad de nuestra dura
mater depende el pensamiento. Los hombres con cabeza pequeña tienen parvo
entendimiento. Porque el viento gordo genera craso intelecto y yo estoy
demasiado gordo, padezco de crasitud mórbida. Así, como los naranjos que portan
poca médula y cáscara canteruda, me aflije a mi la mucha cáscara y escaso pipo,
debe de ser porque estoy enfermo del alma. Mi madre y todas las mujeres que he
conocido me lo dijeron “eres parvo, Gumersindo Arije”. mi amigo Manahén
Enalgramado, que es un traidor, no piensa lo mismo, tú vales mucho, chico, lo
que ocurre es que te minusvalora y por eso echaste tu vida a rodar. A Manahén
le gusta dar coba. Aunque el poder cognoscitivo de las potencias del alma acaso
se mayor de lo que se cree. Son poderosos los mastines con carlanca y olfatean
el aire los podencos, eso me pasa a mí cuando veo a una persona por primera vez
que le calo y sé de qué va y por donde va a salir.
En el Kiss bailaba la bacante Micaela.
Había algo divino, un halo superior en aquella negra. Parecía una sacerdotisa de Venus color ébano
pero el diablo, que siempre anda por Cantillana, movía la lengua y le hacía
pronunciar cosas extrañas en diversas lenguas. Yo salía renovado de aquel
cuchitril de paredes rojas color vino de la calle la Ballesta. En Gran Vía
un argelino me quitó la cartera y anduve tiempos metido en pleitos de la mano
de rábulas vocingleros extorsionistas que querían demostrar que mis ojos grises
eran negros. Este es un mundo ovil con muchos recovecos. En Madrid siempre
cazan ratas al amanecer. El remedio contra esta carrera de ratas son los cuatro
espíritus vitales de los romanos: Tracrix, Retentrix, Conmotrix y Expultrix.
Según Roma, la tribulación aguza la
inteligencia y la alegría hace bajar la guardia a los humanos. Para los
talmudistas es un error imperdonable ir de bueno por el mundo.
Estaba Santi el del Julifer, el bar de la
esquina, hecho un brazo de mar en su telonio despachando cañas de cerveza y
mirando de reojo. Zamora no se ganó en una hora. Qué va a ser... lo de siempre.
Ya no vas al Kiss. Qué es el Kiss preguntó un cliente con pinta de guardia
civil franco de servicio y dijo Santi un puticlú y yo dije ya no me vaga estoy
jubilata soy un cabo pieza al que se le jodio el goniómetro y el Santi que
aquel día se había levantado con el pie torcido se cachondeaba de mí ante el
secreta. Además repuse lo cerraron desde que mataron a Manolo Cantalejano. Creo
que fue la mafia rusa y Santi corroboró:
—Je a éste cualquier día le colocamos las pulseras y lo llevamos a la comandancia.
Lo malo es que tiene las muñecas gordas.
El Santi era un suma y sigue de su hermanan
Leonor a la cual le gustaba faltarme al respeto cuando subía a tomar café de
las mañanas del tiempo que se fue. Por sus interferencias la hubiese dado yo
una en los morros pero no valía la pena. Hay que resistir cuando la gente pide
bronca y poner en practica el consejo de mi abuelo que era de la Benemérita “paso corto,
vista larga; ojo al cristo que es de plata y ojos de halcón diente de lobo y
hacerse el bobo”. Leonor era una verdadera Euménide. Yo me pregunto qué es lo
que habré hecho yo pobre funcionario sin mando en plaza, marinero de tercera
para caer mal a la gente. Debe de ser mi gordura mórbida que les asusta pero de
mozo cuando vivía en London era cenceño, tenía buena facha, me acostaba con
mujeres que no eran de pago, y feliz. En el Kiss una sacerdotisa de Venus echaba las cartas,
dominaba la guija, vaticinaba el porvenir como la mejor veedora de Galicia
aunque ella era andaluza; decían las compañeras que aprendió las artes mágicas
en el Vaticano en su calidad de primera daifa de los cardenales de la curia,
hizo una prognosis terrible de mi condición psicológica y sexual:
— Tú tienes madera de asesino en serie.
— ¿Quién yo?
—Sí, tú. No te hagas el longuis
—¿Por qué?
▬Buscas el trato torpe con mujeres
públicas. Eres algo seductor y encantador de serpientes pero insensible al
dolor ajeno. Hundes tus fauces en el légamo del egoísmo. Tienes los pies planos
y me da que eres algo impotente. Esto de la impotencia de don Juvenal fue
corroborado por el sanabrés que poseía buen ojo clínico para tales alicientes
El camarero sanabrés pronunciaba su
diagnóstico de manera contundente. Seguramente había leído a Freud. No. Eso
imposible: Santi era de los que jamás han leído un libro. Esos españoles que
pertenecen a un país en el que menos se lee y más se publica. Vanidad de
vanidades. Me quedé de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse de lecturas,
mala cosa. Pero nunca pondréis, malditos, bozal al buey que trilla. La Leo nos miraba desde el
alguarín de sus premisas una cocina de metro cuadrado, verdadero banderín de
enganche de potas y perolas, donde fregoteaba con sorna y empezó a decir
sandeces y blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi camisa santo
dios por qué le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No merece perder el
tiempo hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba al tute con los jubilados,
me guiñó un ojo desde el taburete donde echaba la partida:
— Calma no hagas caso a esa bruja.
Pese a las impertinencias y humillaciones,
estaba yo allí todos los días a la hora el cafetín. Me atraía el abismo.
Templanza. Moderación. Circunspección y voto de silencio. Todo menos darla un
par de hostias. No te pierdas, Gumersindo. Y por más que me proponía alcanzar
tales virtudes jamás lo conseguía. A lo mejor el Santi llevaba razón: yo,
arrastrado de mis malas inclinaciones, podía liarla parda hasta el punto de
convertirme en un asesino en serie. No me gustaba mirar los telediarios porque
me daban ganas de vomitar y después matar a ZP. A la rubia de bote el chocho
morenote esa lozana andaluza que pronuncia encendidos discursos simulando la
verborrea de los delegados de curso de la Facultad de Económicas y presidía un gobierno de
corruptos y de puteros yo también me la cargaba. Mi país estaba envenenado por
la política que torna a los hombres tristes y rencorosos Por las noches se me
acercaban los vampiros y creía entrar a bueyes volando por mi dormitorio.
Alguien soltaba el buho que revoloteaba por la camarilla. Graznaba la lechuza
en una rama del árbol de la sabiduría. Me convertí por esta causa difunto de
taberna y entraba desesperado en la barra del Julifer (acrónimo de Julito y
Fernando no vayan a pensar ustedes otra cosa pues eran los dos socios que
montaron el chiringuito) para que la
Leonor me escupiese exabruptos y su hermano me preguntase con
un aire místico si me pasaba por el Kiss. Templanza. Moderación, restricción,
recato. No hagas caso, Arije. Lanzaba la peonza. El zumbel de mi vida daba
vuelta y vueltas. Se desplazaba en círculo y la mecha se le iba diluyendo hasta
que sonaba el cimbel del convento de las Clarisas a la hora de vísperas. El
impulso cinético concluido, el trompo quedaba tendido panza arriba como el
cadáver de un ahogado sobre el enlosado del bulevar. Así que cimbel y zumbel es
lo que soy ya digo. No había matado a mi mujer pero no sería por falta de ganas
sino porque ya iba para mayor y me fallaban las fuerzas. Las daifas del Kiss
también se reían de mí. Lo mejor en esta vida no es el amor mercenario sino
compartir el secreto de la botella de Erifos. Vaya usted por la sombra y no se
le ocurra escalar algunas de las brancas del crecal que es árbol sagrado. Que
hay moros en la costa y centinelas apostados entre los merlones y almenas de la
muralla de Niebla que es la más importante de Andalus. Con que ya me dirás
Ruibrás. El zumbel tornaba movido por la fuerza centrifuga de la cuerda a
compás de los tiempos de la gran zurra. Había que ahogar las crisis de fe en la
caneca de aguardiente y reírse de la opulencia de las cosas nuevas de las
gentes que van en el metro mirando para la consola de su móvil y meneando con
agilidad el dedito de la comunicación virtual que se mide en baremos de
incomunicación física. Suena el cimbelillo de las monjas que llevan a las masas
a la fantasmagoría de las redes que son las nuevas arpías de los capiteles
románicos donde todo está dicho y augurado. Se nos aparecen los monstruos de
dos cabezas y la mona que se muestra impúdica ostentando la gran vagina de la
mandorla mística. Lo que iba a pasar en los tiempos venideros ya lo sabían los
constructores de catedrales del siglo XII. Las iglesias estaban vacías pero las
santas pobres mujeres seguían acudiendo a la novena. ¿Quién murió? El niño de la Exuperia.
¿A causa de la tos ferina?
▬Paez
que sí
Llevaba el féretro un carro tirado por un
tronco de corceles blancos y a Arije que caminaba detrás del cura portando la
cruz alzada y cantando el entierrillo aquellos caballos le parecieron que iban
trotando por los cielos nuncios del Apocalipsis.
Mientras tanto, los narcopoetas escanciaban
yámbicos blancos y las poetisas se llamaban poetas desde que se popularizaron
los versos perroneros de Gloria Fuertes que era bollera. Alzaron el pendón del
orgullo vaginal. rNo somos
poetisas que nos llamen poetas. Hay que ver estos de la involución feminista en
qué tonterías se fijan llevadas por su odio al macho y sus deseos de aniquilar
la vida. Yo quise entonces cambiar el mundo mediante la palabra pero no pudo
ser. Mis parientes ponían oídos de mercader o se mofaban de mis súplicas. En
España escribir es un vicio y yo no era más que una pobre flor de jara, un hijo
de la lluvia. El arcipreste Julito y el padre Eguillor que se torra en los
infiernos ya me lo habían dicho:
▬Arije, tú nunca entrarás n el paraíso.
Mala suerte, chaval. Te salió el esteatoma. Y un zaratán en los pies es para
las ocasiones. Creciste en un mundo sin amor.
A pesar de todo fui por el mundo anunciando
nuevas y contando cosas, navegando por mares de envidia y mediocridad. No
entendían mi lenguaje por yo empleaba los subjuntivos y la consecutio temporum latina y ellos, pagados de si mismos, se creían
los reyes del mango pegados a la alcachofa, y al micrófono rebuznador,
verdaderos “maqueraux” de los
portavoces profanadores del lenguaje de la comunicación, butanitismo informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en
Stalingrado y monta guardia en las estrellas. En noches de desolación nos
comunicamos utilizando un télex particular que me conecta con la ultratumba.
Escucho los tambores que anunciaron la desolación. Siento piedad por tío Hans y
todos los que cayeron en aquel terrible mes de enero e 1943. Nuestro futuro se
derrumbó entonces y vamos muchos dando tumbos por el mundo. Sin embargo
llegaría un día de venganza. La mentira no puede durar mil años. Los serviolas
de proa anuncian una noche larga en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás
sobre el áspid y el basilisco, romperás los eslabones de las cadenas que te
ataron. La nieve y la escarcha (Imbert et
nix) pasarán pero no mi palabra. El Señor que es buen marinero de altura
nos largará una estacha. Mientras tanto, escucho el ruido de los cerrojos que
se abren y cierran en libertad. Los mueve una mano invisible. Ecos que se
grabaron en la piedra de los castillos y matacanes por cuyos pasadizos yo
corría en mi infancia. La piedra guarda los mensajes crípticos. Son ondas del
más allá. Haplología cíclica. El pan de los mastines. Los guardias de seguridad
que guardan la viña bajo el gario de oro de los cuatro dientes: justicia,
fortaleza, prudencia y templanza. Todas ellas abocan a la continencia, la
modestia y la abstinencia que proporcionan alegría al mal y al cuerpo buen
banzo son las virtudes más importantes. Son sus contrarios el hambre, la peste
y la guerra los más destructivos. Después como todo se renueva florece un
tiempo distinto ex novo el abismo. Los poetas son sus heraldos pero muchos son
crucificados porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose
tras el carro triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores del
Becerro de Oro. También sigue a los tiranos una cohorte de nuevos ricos, de
teloneros, de periodistas comprados, y
de abogadotes rábulas picapleitos. Los globos se desinflan y se estrellan
contra el asfalto del Paseo de la
Castellana en medio del estruendo de palabras altisonantes
altoparlantes: democracia, solidaridad, feminismo, sexo y café para todos,
globalismo, derechos humanos, lucha de género que ha venido a sustituir a la
lucha de clases, el euro, la
Merkel, Donald Trump, la Maritere inglesa. una verdadera muta lobuna
marcando el paso de los globales. Y de apoltronados en Bruselas. Ya no hay
propiedad privada la gran aspiración de las clases medias merced a la
corrupción sistemática de los partidos políticos que operan bajo la fórmula de
“I will buy you out”. Somos unos
vendidos. Estos señores nos compraron. Todo es escaparate y jactancia en este
mundo sometido a la dictadura del dinero, el hedonismo y la fuerza bruta que es
la fuerza de la masa. Nos dan gato por libre cantidad por calidad y eso sí
grandes superficies y Black Fridies. Los gobiernos que ponen al frente son una
almáciga de mediocridades, porque piensan los que mandan que los ineptos sean
más corruptibles y manejables
Una
cuadrilla de negros en un banco en mitad el bulevar recién desembarcados de la
patera y a las que las autoridades habían mandado para acá estaban sentados sin
trabajo. Iban pululando de acá para allá
y robaban carteras a los borrachos mientras dormían descuidados sobre los
bancos del bulevar la zorra suprema zupia calimocho y ginebra de garrafón
mezclas explosivas. Todos -eran lo menos ocho- ocupaban un banco municipal. No
tenían currele y estaban de brazos caídos porque esto no era lo que les habían
dicho: esto es el paraíso.
— Venimos a España a que nos mantengan. No
vamos a pegar golpe.
Acababan de aterrizar en Madrid como aquel
que dice pero después de la patera ¿Qué? ¡Pobrecillos! A matar o a robar o
hacerse el culo de una puta vieja.
— Pues ninguna lástima te han de dar, Arije
— solía decir mi novia Etsi
En
ese caso estaríamos hablando de turismo sexual o de un nuevo tipo migratorio.
Me daban un poco lastima, la verdad. Este país fue cruce de razas y empalme de
fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta con las abotagados rostros
ecuatorianos de piel cobriza que parecen mismamente corchos de botella con
perdón pues así tienen el talle y cara de buenas personas casi todos estos
ecuatorianos inditos que a mí no me molestan. Madrid ya no es rompeolas de las
españas sino el abra donde convergen todos los mares del mundo. ¿Esto es malo o
bueno? Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y decíamos pero esto ya no
puede ser. Venida la pella, y como no los puedes vencer, únete a ellos, sálvese
el que pueda. A la España
de mis amores no lo conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes
transandinos y subsahariano pueden mejorar la raza hasta el punto de perder
nuestra identidad pero nada podemos hacer.
Entré en el bar Tera. Zamora no se gana en
una hora. La Leonor
estaba de muy mala leche. Manolo su marido hecho un brazo de mar al igual que
Domingo y Santi los camareros. Todos son hermanos de por ahí de la raya de allá
donde el Duero se va a cantar fados a Portugal.
Hablan medio gallego y su parlar guardaba desinencias troncales del
frontón de la gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí viejos
cantares de la ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me metía mis
dos buenas botellas de peleón alguna vez clarete y me ponía a cantar el quien
dirá que no son cinco tres de blanco y dos de tinto — esto de los restoranes
familiares que a mí me van: plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque
ya van quedando menos en Madrid —es lo mejor que tiene esta ciudad. Día sí
y otro no, cocido maragato con su
compango, chorizo de bola y todo bien regado con tintorro de la frasca y ahí me
las den todas. Arije se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba.
Estaba cetrino. Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento
de una mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las
sillas parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un viudo jubilado
que come todos los días a la misma hora, una y media, sentía que yo había
detectado algo del tenor de su gafancia. Pero no te apures le dije. Si eres
gafe todo se soluciona menos la muerte. Por lo menos has tenido suerte. Las
parcas se han llevado a tu mujer (qué buena era, lo dicen todos, aunque en el
fondo todos sentimos una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no
te vamos a ver en danza por la sección de suceso de los periódicos pues hoy es
muy habitual que los jubilados pensionistas se lleven por delante a la
parienta. No te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid soltero y con
dinero Baden- Baden te lo digo yo échate una novia una de esas rusas de cuerpos
macarrón o esas rumanas fetén con ojos eslavos de aguamarina y a vivir que son
dos días y déjame de mirar con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa.
Oye y no engordes mucho cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada. Mi
comensal era victima de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los
italianos denominan la jettatura.
Deja de ser el hilo conductor de toda esa trama maléfica, hazte con las riendas
del mundo, domínate a ti mismo. Tener tan elevados pensamientos en el preciso
instante en que uno se zampa un cocido de garbanzos y mientras Domingo bajaba
por la escalera de caracol con la bandeja no es que sea muy edificante. Primum vivere deinde philophare pero yo
soy capaz de hacer las dos cosas a la vez. A Alfredo Mirlo se le había muerto
su mujer Brontea haría un par de meses y a la legua se notaba que era uno de
esos individuos que no pueden estar solos porque le falla una cromosoma de la
falta de emotividad. El buey suelto bien se lama. Había sido un marido
dominante y posesivo que había dado mala vida a su señora y si no la tuvo atada
a la pata la cama allá que se iba pero ahora todo eran lagrimas duelos y
quebrantos por ella. Como Brontea malparió una hija le nació tonta y se la
llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico. Esa era otra. Pero ¿tu
eres mi hermano Gumersindo di? Nos han ocurrido cosas terribles. Cuando te
encuentro por el camino siempre me ocurre una desgracia.
—No digas sandeces, Fabiniano.
Pocas veces le había escuchado llamarme por
mi nombre pero aquella vez su llamada sonó apelativa y tierna transmitiendo en
su inflexión ciertas querencias de la infancia olvidada. Se sintió generoso y
luego le invitó a absenta después de comer. A la salida del zamorano cada uno
de los dos hermanos tiró para su lado el uno para la derecha y el otro por la
izquierda. Cuídate y no te apures. Todo
eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no fueras tan gafe,
te llamaría de vez en cuando pero la gafancia no se cura... y. Tocó madera.
Había una papelera de bambú en las escalerillas del metro y la rozó con la mano
izquierda. Estoy seguro de que Fabiniano ya me ha pasado la galerna. Era como
si en el alma me hubieran sacudid un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo
mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni cual es la raíz
del arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva una hermana que
había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron unos bultos en el cuello y
se le inflamaron como cuévanos las cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de
la noche a la mañana perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una
Arije. Vivió poco tiempo: treinta y cinco años. Dicen que lo del tiroides la
vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido que era un pirata
y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre hermanita.
No tenemos mucha suerte los de la familia.
Avanzamos por la vida con la cargazón de la culpa. Pagamos por los pecados de
otros. Somos del pueblo elegido. Elegidos sí para sufrir. La cosa no es para
tomárselo a broma pero yo suelo hacer de tripas corazón. Le saco partido a la
vida. Buen yantar buenos vinos buenas mujeres alguna que otra si se tercia y
sobre todo buenos libros y buen tabaco. Me he fumado lo mejor de Vuelta abajo
me he bebido cubetes enteros de Vega Sicilia. He amado la literatura profesión
que nos inmortaliza y no fenece. Que grande eres, Dios de Israel. Como cuidas
de nosotros aunque a veces nos mandes castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos
siempre de estar preparados y ser congruentes con nosotros mismos para cuando
sople el viento de perdición que extinga la llama de todos los cirios. Otros
tienen oscuridad pero los Arijes vamos por la vida destellando rayos lumínicos.
¿Será eso por lo que el profeta nos define como Vas electionis? ¿Será eso por
lo que me pusieron al nacer Baruj?
Y entretenido en estos pensamientos
místicos deambuló por la ciudad. La
Avenida de la reina Madre le condujo hasta un barrio lejano
que casi desconocía donde todos hablaban cheli de los bajos instintos. Es un Madrid que me daba
cien patadas sobre todo cuando esos majos se descuelgan de repente con una
parrafada que parece un chotis y muy enviserados y chulaponas se van a bailar a
la Verbena de
la Paloma
sobre un lauril en “La Bombilla”.
Todo eso es falso. Esa zona de la ciudad tan mitificada por Ramón es un pufo
que la etnología nos ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid. Es como
arrancarse por peteneras y darle una buena soba a Yoquecojones Nesti para los
amigos el chamarilero de los libros de lances por bocazas. Lleva visera de los
de los legítimos y se enfunda el blusón de menestral. Pero lo perdonó. “ese
seguro que reventará cualquier día como el lagarto de Jaén sin que nadie le
siente las costuras y le haya partido la boca por mentar a mi madre, que se
muera. Madrid era una ciudad fantasma. Quebraban albores. En el Paseo del Prado
al bueno de Baruj el peripatético le salieron unas damas al encuentro hablando
en suahili. Todas eran pigmeas la piel negra pero todas ellas vestida de
blanco. Sólo sabían una frase en castellano la de la quinta pregunta:
— Chupaaa.... folláaaaa
—Bueno, bueno niñas qué cosas tenéis.
Dejadme en paz. Yo tengo otras preocupaciones. Ale, ale, a casita que llueve.
Pero cuanto más les amonestaba mas se le
arrimaban las pigmeas. Se llevó la mano a la cartera. Estas prendas vienen por
algo. Tuvo que ponerse serio Arije y sacar la
poderosa cabritera de muelle que llevaba en bolsillo. Al ver la de
Albacete se espantó toda la bandada y lo dejaron tranquilo. En sus cavilaciones
se le había pasado la noche y tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran
el primer metro. De noche la ciudad resulta casi una desconocida otro dibujo
otra alma y otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y amaba
las madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se escucha a los
gallos quebrar albores. A las cinco de la mañana todo parecía que despertaba y
poco a poco se notaba un aire de actividad y de currele. Tenía frío. Era lunes
santo y ya se notaba la proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los
pájaros en las frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio
laberinto y de su castillo interior a la negrura de la noche tenía una
explicación. Se había pasado la tarde entre bostezo y bostezo haciendo zapping
por televisión hojeando a rastras insustanciales periódicos y suplementos
dominicales subidos de color y de desnudeces pero entecos de ideas. Para él
estaba visto que la belleza no estaba plasmada meramente en el felpudo de la modelo
exuberante que por una vez se retrasa mostrando sus líneas. Para él la belleza
era la filocalía. No estaba en torsos ni en senos flotantes sino en la belleza
interior. Una mirada una palabra amable una risa feliz una canción de quintos.
Los nuevos periodistas explicaban a sus lectores a lo largo de una serie de
reportaje su pan comido: ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora todos
somos laicos. Los gimnasios habían sustituido a las capillas en su misión
soteriológica. Era el síndrome de la catedral vacía de fieles y llena de
turistas. La descristianización progresiva, los largos puentes de fin de
semana. El alzamiento de pesas. La barra fija. La bicicleta estática y otras
calistenias. La gordura es un pecado mortal y el peor diablo el de la grasa. Los
flamines del tercer nivel habían sustituido a los curas y a los obispos.
Echaron el cierre las rejillas de los confesonarios, derribaron pulpitos y
ambones, el purgatorio no existe y el infierno fue una fabula que se inventó el
Dante así que hemos instaurado la religión nueva. Todo cambió. Acababa de hacer
explosión el coche bomba en Leganés. Le daban escalofríos de pensarlo. Aquel
piso que saltó por los aires entre suras a Alá y la muerte de un geo. Dios
aparta de mí este cáliz. Líbranos de la peste y la guerra. Era buena persona en
realidad Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la culpa la tendría
su hermano el gafe o que un resorte había fallado. Estaban sin embargo
cumpliéndose los designios que había ido desparramando a lo largo de su obra
anepigráfica.
—Tío, eres todo un baluarte
—Pero carezco de antivirus
—Que va. Lo que pasa es que estas
apoltronado hecho un oso buco. Has de caminar más. Pasas las horas muertas ante
la cuartilla blanca. Eternidades de ordenador. Pero ve lo que aguardabas se ha
cumplido. Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes.
—Ya lo sé.
Había que quitarse el sombrero. Arije no
había fallado un punto en sus vaticinios. Ya lo sé que te has pasado tres
pueblos que vives en otro mundo pero que se le va a hacer. Sonreías a los
insultos. Eres un cobarde y encima te quejas.
Todas estas predicas difundidas a beneficio
de inventario sin embargo no valían para nada, no le decían nada. Arije se
paseaba por la roca del precipicio haciéndole un calvo a la vida y a la muerte.
Vio unos demonios so capa de monos forajidos copulando furiosa y fugazmente
sobre la rama de un ailanto del jardín botánico. Ciertamente había demonios en
el jardín. En ese jardín. En todos los jardines. Quizás el jardín se alzaba
sobre un cementerio y allí estaban los huesos del profeta Ezequiel en trance de
alzarse y muchas noches sobre los cielos turbios de la capital se elevaban como
vaharadas las trazadoras de los fuegos fatuos. Debían de ser lo muertos de la
guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que no estallaron. Castor y Pollux
un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles que iban tan amigos montando un mismo
caballo se liaron de repente a guantazos y todo era furor por las esquinas y
los esquinazos.
—A que no me coges.
—¡Uy esos! Parece que van mal.
Por fin llegó tras mucho caminar, pasados
los pontones del olvido, al intercambiador Digital una cochera inmensa debajo
de los cimientos mismos del Arco de Triunfo. Estuvieron trabajando obreros
actividad frenética día y noche para tenerlo a punto que lo tenía que inaugurar
don Cejas para la Trinidad
pero puso algunas objeciones la
Celadora de la
Comunidad el mando estaba bastante dividido y era todo un
descojone, entran y salen cuatro como antaño en el cine Montijilla y ya se sabe
unos por otro y la casa sin barrer. La Trinidad se pasa mire usted que guasa y para las
navidades el intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía unas
escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde las mismas
bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo el ajetreo de la hora punta
y el hedor a humanidad. Había una luz fúnebre como de tanatorio iluminando toda
aquella actividad. Yo soñé alguna vez en la escala de Jacob pero el bueno de
Arije se me despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo de concentración
supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís cerca de un panel de
indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una fuina se agazapaba
seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados a la oscuridad no podían
soportar la luz fúnebre mientras una cotorra charlatana no paraba de hablar.
Seguramente que se había soltado de la jaula de un cuentacuentos:
—El 39 fue un año triunfal. Ese año un
primero de abril entró la fuerza por acá, en este mismo punto donde nos encontramos.
Entraron las banderas por Princesa y justo aquí fue el empezar y se desplegó la
roja y gualda. Un alférez alto y grande la llevaba.
—Que bonito! —dijo el de la partida que
tenía un brete y una pihuela atados al zapato — pero para de hablar, lechuza
que nos interrumpe. Lo que nos traemos nosotros entre manos es importante.
—¿Qué puñetas hacéis?
—Estamos conspirando.
—¿Así, con ese uniforme de penitenciarios?
Ya tendréis ganas.
—Tú ya verás. Tú a oír ver y callar.
Puede que el 39 fuera año triunfal pero de
aquella fecha ya nadie se acordaba. Ahí estaba la fecha de la inscripción latín
con una leyenda en números romanos. La zorra mirando para arriba. El asno de
Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un puntero iba desglosando como un
parte de incidencias el meollo de la frase: “Armis hic victoribus mens jugiter
victura monumentum hoc” (A las armas victoriosas este tributo). Los romanos más
que escribir esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un
resquicio de la memoria al autor un catedrático con las manos llenas de tiza y
la chaquetilla cubierta de polvo que hablaba con una palatización de abiertas
como en el Ampurdán. Lo escrito en piedra no es lo mismo que la escritura en
papel o en papiro que es un poco la escritura en la pared de la cena de
Baltasar. Frases para durar. No una pluma yo lo que anhelo es un buril. Y allí
vio en lo alto del cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la
contrademocracia fulgiendo como un ángel al lado de San Juan y de Tito Livio y
de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas, todo eso pasó. Se fue. Pasó. Ábrete.
Mundus transit. Pasa página. Animo pues, amigo que para eso tienes nombre de
poeta y apellido de pámpanos. Eres todo ubre y pámpano. Todo medula. Lo veía al
pobre Baruj Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había
tundido lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente blanco. Andaba
gambado por una ciudad que fue la suya y ya no le pertenecía. Por sus calles
iba y venía meteco o exilado en su propio país. Sólo tus sueños te pertenecen
pero la ciudad ya no es tuya y hasta el habla siendo la misma es extraña. Todo es extraño. Los rostros, mohínos y
distantes la gente amargada y con cara de ir a lo suyo. En las caras se refleja
la infelicidad que procura el egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata.
Transitar por el Arco de Triunfo. Circular por debajo del Arco del triunfo por
donde pasaron las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo
que pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese
epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y alforjas
esterones, artolas, baúl para guardar tantos agravios.
Puf. Todo lo que me echen.
Pero para él las calumnias las injurias no
eran tales injurias sino peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos?
Sí. Señor. Tú sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros.
¿Entonces de qué coños te quejas? No seas zarrioso Arije. Vuélvete a casa. De
noche en Madrid todos los gatos son pardos y esta es la ciudad de los gatos.
Pasé dolores de Getsemaní pero sin Magdalenas pero sin magdalenas que ungieran
mis píes con pomos de nardo ni Verónicas que me salieran al encuentro con sus
paños. La conversación con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin
saber a qué carta quedarme. Nadie se solidariza con nadie. Nadie quiere saber
ni entender. Nadie te ayuda. Estás solo. Atravesamos el desierto el ponto
líquido. Tiempo de Acuario. Todo parece que fluye. Es líquido. Tiempo de
liquidez. Un moro bajó entonces por la escalinata con una gran alcatifa a
cuestas. Era un mohamé manumiso exarico para los que Madrid nunca será Madrid
sino Majeriíta. Al menos ellos tienen esa idea. Para ellos no ha pasado la Reconquista. Estas
perdido, Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde moras, rabí? ¿Dónde están tu padre y
tus hermanos? Mi madre mi padre y mis hermanos son aquellos que cumplen mi
Palabra. Difíciles frases. Nunca estuviste más oscuro pero seguimos indagando
dándole vueltas al contexto hermeneutas perdidos por el vaho del mundo y tratando
de entender el sacramental mensaje de tus palabras. Corre tiempo recio. Señor,
sálvanos que perecemos.
AÑO NUEVO ESCUCHO LAS
CAMPANAS DE SAN DANIEL
Primero de año estreno
doce nuevos meses de vida. Arije se levantó después del gran catarro que amargó
su nochevieja. Escucharon villancicos en la radiogramola y bailaron algo, salsa
sobre todo que es la música que baila su mujer orígenes cubanos. Arije se
desposó con una Ceiba. Misa en el Vaticano cantada en latín tan de su gusto.
Vio al papa cojo. Le dio un poco de pena aquel hombre. Cojea el padre Bergoglio
y cojeamos todos pero ahí vamos. Tampoco canta este pontífice. Lo que más le
gusta dél es su devoción a la madona inspiración jesuita. Al final del oficio
se cantó ante el pesebre Alma redemptoris
mater pero el portal no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo
por Reina Victoria y tuvo la dicha de escuchar las campanas del Día de la Circuncisión llamando
a la misa de santificación del Santo nombre de Jesús. El bronce del campanil
decía (Arije poseía un segundo sentido para traducir el lenguaje de las santas
campanas que son bautizadas y ungidas con el crisma de jueves santo) esto:
—Populum voco. Mortuos prango. Vulnera frango y aquella voz sonora del
viejo monasterio san Daniel uno de los
muchos monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo de oro constituido por
torres, espadañas y muros sagrados o sacra menia que circundaban Madrid por la
parte norte y sur de Moncloa—le retrotrajo a aquellas maravillosas enseñanzas
que había aprendido sobre la liturgia romana en sus años de seminario. Tuvo el
convencimiento que la iglesia no son las encíclicas papales ni la doctrina con
moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el corazón. Es la teología, las
súmulas tomistas y el gran acervo de
la tradición. En el monasterio de san Daniel escuchaba la misa de cazadores el
rey Enrique IV al alba antes de recorrer los montes del Pardo a la caza de
jabalíes y en su sacristía al pobre rey segoviano lo envenenó un monje por
mandato de Palencia cuando regresaba del monte sediento y sudoroso. Diole al
monarca a probar una pócima de hierbas con mezclas aromáticas y gaseosa. El
tañido de aquel modesto campanario hoy convento de monjas le llenó de paz. Las
aves huían asustadas por el cielo de Reina Victoria, las palomas buscaban
refugio en las helgaduras de las tapias. En el Islam no hay campanas. Al moro
el sonar de la campana le asusta pero Arije se sintió ampliamente gratificado
en su catolicismo, un catolicismo ferviente que renacía en él cuando la Iglesia estaba hecha unos
zorros demasiados obispos tocineros y comentarios desaboridos de una cigüeña
que crascitaba inconveniencias en la torre de una iglesia profanada.
Liturgia es el culto
publico a Jesucristo lo había aprendido él cuando era adolescente y no podía desquitarse
de esa idea. Tal vez por tozudez o por prejuicios. Arije era tozudo y no
precisamente uno de esos que cambian con facilidad de chaqueta. A Dios le
gustan los cantos de alabanzas y esta idea viene del antiguo Testamento. En la
liturgia converge Cristo con Sión y la cosa no tiene vuelta de hoja. Todo este
entramado es expiación, oración, acción de gracias, adoración sacrificial y
canto de alabanza. ahora lo pretenden destrincar los adoradores de Satán.
La iglesia es una y
múltiple. Posee la gran riqueza de la diversidad de cultos en su capacidad de
católica o universal, apostólica pues proviene de los apóstoles. Está fraguada
en símbolos que por desgracia ignoran muchos de los fieles que participan en
los cultos (santa ignorancia) pero es menester entender las ceremonias y
rubricas de los diversos cultos rituales. En la iglesia occidental existen
varios ritos distintas fórmulas de adoración: el galicano francés, el medulano
de la iglesia de san Ambrosio de Milán el bizantino griego y muzárabe-visigótico que aun se celebra en la
primada de Toledo A Arije el rito muzárabe era el que más le inspiraba por su
españolidad y sus adherencias al bizantino. En él abundan preces y letanías —
hesicasmo o repetición de una frase pronunciada por Jesucristo o de los
Evangelios como los kiries que impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión
las lenguas vernáculas han roto por una parte con la tradición y por otra
vacían el sentido en que el verbo divino habló en el monte. Por ejemplo en el
ultimo evangelio han traducido et
tenebrae eam non comprehenderunt
por no le entendieron cuando en realidad semánticamente lo que significa es que
la luz fulge y las tinieblas no apagaron esta luz que vino de Oriente. Los
motetes, los himnos eucarísticos, las secuencias forma parte de un fenómeno
privativo del cristianismo: la filocalía o amor a lo bello del que carecen los
otros credos. Es el Cristus Musicus
que se entroniza a través de las musicales notas en el pantocrátor. Además, las
vernáculas han despojado a la iglesia de su universalidad ingénita. Arije no
podía por menos de vapulear las enseñanzas del Vaticano II. El creyente tiene
la obligación de estudiar su fe y de iniciarse en lenguas que le son ajenas
como el latín o el griego o el hebreo como hacen los talmudistas que estudian
constantemente la palabra de Dios. Rito de iniciación. Hay muchas cosas que no
se entienden sino a través del legado de la fe. Y estos misterios nos vienen de
los ritos órficos de donde arranca en parte la liturgia romana que quiere quiso
cristianizar el paganismo y en la vida todo es liturgia y rito, fulgor,
normativa y regla, cauce de convivencia, lo que diferencia al ser humano de los
animales irracionales. Los símbolos nos cercan a Dios. El pez, la paloma iztios, axios el crismón el anagrama que llevaban los legionarios
cristianos en tiempos del emperador Valerio. Los que atacan a la iglesia por
esa milonga de los abusos sexuales que siempre los hubo y los habrá desconocen
esta categoría primordial de nuestra religión. Reducir el depósito de nuestra
fe a los pecados de la concupiscencia humana es una aberración. La liturgia
católica tiene estirpe teatral. Conviene recordar que el teatro nació en los
atrios de los templos cristianos. Autos de navidad y de pasión: Shakespeare,
Calderón, Lope, Tirso y luego la riqueza estatuaria de los ábsides capiteles y
cimacios románicos con la representación de las sibilas, el infierno, los
martirios, las misericordias del coro donde quedaron labrados algunas
advertencias donde colocan sus posaderas los canónigos sobre la presencia del
maligno den el mundo al cual la
Iglesia trata de combatir. Es el zlo de los ortodoxos rusos.
Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua contra el mal, las bajas pasiones y
los instintos que hacen desgraciada a la condición humana.
Arije después de estas
consideraciones y halagado por la presencia viva del Cristus musicus se
santiguó y entró reverente en el pórtico de la iglesia de san Daniel. Las
campanas seguían propalando su melodía a la ciudad de Madrid anunciando orbi et
orbi la Circuncisión
del Salvador. Año Nuevo buen día del Señor.
Bajé la cuesta, era tan
empinada que con frecuencia el tranvía se atascaba por no poder con tanta
gente, los estudiantes se bajaban y a empujar. En una esquina la casa chalet de
Sebastián Miranda que velaba las armas cara al sol y los aires de la
universitaria. A izquierda de la bajada se abrían las bancadas del Estadio
Metropolitano y todavía el viento de la sierra del recuerdo traía y llevaba los
sones de aclamación cuando Collar desde la extrema izquierda marcaba Gooool, el
grito de júbilo resonaba por toda la Ciudad Universitaria,
aquellas tardes de domingo, partido, cine y tasca. Aupa Atleti. Gumersindo
Manahén Arije, colchonero de toda la vida. El campo había sido derruido,
bloques de pisos, y allí tuvo él su oficina, archivos y papeles, estanterías de
libros. Fue cuando se digitalizó la administración y todas las semanas un
camión del ministerio se llevaba mesas y máquinas de escribir. El ordenador
dueño y señor del campo administraba la Cuerpa que ya no quería archivar nada porque todo
lo antiguo no valdría para nada. Toneladas de revistas y libros de una época
fueron a parar a la basura. Arije desde su ventanal trataba de adaptarse a las
nuevas tecnologías del Word y del M-2. La caída del Muro de Berlín se llevó por
la posta tanto trabajo de la imaginación. Era una manera de acogotar al
fascismo. ZP se sacó de la chispera la infamia de la memoria histórica, otra
vez la guerra cuando nos creíamos todos reconciliados. Él para contradecir al patán
llevaba en la cartera una foto del Fuhrer que trajo su padre superviviente de
la batalla de Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató de aprender alemán. Zum
befell y Heil Siegel pero todo cuanto quiso aprender se lo desbarató Cerrolaza
un jesuita enemigo de los nazis que dirigía el Departmento de Germanistica de la Central. Por el
ventanal de la Biblioteca
penetraba un sol cansino y el eco del recuerdo de los goles que marcaba Luis el
Zapatones los regateos de Collar y las palomitas de Pazos en la portería. Fue
un tiempo de espera y de esperanza. El clínico albergaba muchos secretos de su
pasión por España. Desde allí los muertos le hablaban unos se le aparecían con
una pierna de menos otros tuertos y a muchos les habían pegado un tiro en la
garganta pero podían cantar. Sus conocimientos de lo ultrasensible le deparaban
al bibliotecario aquellas experiencias. Cuando se ponían pesados los muertos
vivientes subía cuesta de Reina Victoria arriba a ver a la Leonor o se daba un
homenaje de cocidito madrileño con dos botellas de vino en el Tera. A los
postres besaba el retrato del Ferrer que llevaba en la cartera. Ah si tú me
dices ven lo dejo todo.
El bulevar en rampa de
Reina Victoria cambió de nombre. Daría luego en llamarse Roca Tarpeya de
Salamanca. Ya se sabe lo que naturaleza no da no te lo presta Salamanca.
Cuestión de másteres. Los másteres de Perico el de los Palotes que quiso ser
presidente, sentarse de culo en Moncloa alto paramentos aunque haciendo trampa.
Los tiempos de Donald Trump fueron una trampa cuando sonó la trompa de
Eustaquio por la Casa
Blanca. Escogió el camino
corto: afiliarse a la CIA
y sus socios lo respaldaron. Antes le dieron la consigna que los generales de
las divisiones acorazadas dan a los tanquistas: destruir y derruir, machacar,
mentir, profanar, derribar escupir contra lo más sagrado.
─Perico, tú machaca todo
lo que se ponga delante de la torre de tu tanqueta. Acaba con los Españoles sin
piedad, límpiate los mocos con la bandera de España y luego los trapos que te
sobren los trae para acá.
─Yes, Sir
Y allá que se fue el
obediente Pedrito cargado con sus masteres, arrastrando las chuletas de las
páginas que copió con su cara de guapo. El enemigo no tenía que embarcarse en
un nuevo Vietnam los gringos son algo gallinas en cuanto empiezan a llegar
féretros de soldados abatidos por el fuego del Vietcong. Bastaba un caballo de
Troya para tal operación y darle el gobierno. Por la avenida bajaba la manada.
Gora san Fermín.
Todos los días en Madrid es San Fermín y
violan a una como en Pamplona esos putos sevillanos de la infame Manada recua
mogote y brazada de depredadores sexuales siendo el más conspicuo uno que
llamaban el prenda el más aguerrido el más picha brava el que la tenía más
larga una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una pobre chica que venía de
los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá en un portal mismo y
haciendo un standing up se la pasaron
por las armas coito en cuadrilla, hubo un juicio y salió un rábula en defensa
de los fementidos y dijo:
─Señorías, toda vez que la
muchacha dijo no pero un no es siempre sí en estos casos no se puede demostrar
el estupro.
Hubo en el país una
verdadera conmoción. Las Fem se lanzaron a la calle indignadas al amparo de la
consigna: “un no es no y un sí es sí”. Cercaron la audiencia y tiraban los
sostenes a los magistrados se quitaban las bragas y se las tiraban a los
magistrados a los hocicos. A todo esto las reinas de las mañanas tuvieron
afrecho de su duerno mediático durante muchos días y las anarosas y las
susanasgrisos no paraban de darle al chisme de la propaganda. Los fulanos de la Manada se creyeron los
reyes del mambo de la publicidad. Esto formaba parte del plan conspiratorio y la Manada se convirtió en
efecto llamada, en algo viral que atraía cual imán a las redes.. Todos los días
se mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con ello,
relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla televisiva junto a la
mesa camilla uy que horror nunca lo tuvieron tan a huevo en su programa de
fornicar sin concebir. Entró la vicepresidenta al trapo en defensa de las
mujeres pero la defensa de la ministra era todo un arrogante ataque a la mujer.
Desdén en desguisa bajo su política de construir la imagen de mujer objeto
separada de su función primordial que es la maternidad y la familia. Arije
conmovido y enternecido por aquel zurriburri oyó a uno que bajaba la cuesta
pañuelo rojo al cuello y calzón blanco que gritaba:
─Señora ministra, su
señoría tiene un culo muy prestoso y redondito. Habría que ponerla mirando para
el Cristo los faroles para pasar la tarde.
El mozo de san Fermín
bajaba por la Calle
la estafeta algo borracho uno de los bueyes duendos que escotaba a la manada le
colgó por los inhiestos de un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al
aire. Debajo de los calzoncillos ponía este epígrafe: “qué terrible lugar es
este”. Pero se rehízo del varapalo y salió corriendo a no parar hasta llegar la Cuesta las Perdices. España
era una roca Tarpeya un derrumbadero feminista/ separatista con los de la Cope los curas la Iglesia, el rey la reina,
los alguacilillos actuando de convidados de piedra. Estábamos en plena campaña
de alianza de civilizaciones, de augustas ceremonias, televisadas, palabras sin
sentido. A la mesa se sentaban muchos capigorrones. Unos se creían superman y
otros se escondían aburridos sin hablar en un esconce pero masticándose las
tajadas otorgadas por el poder. Tú échame pan y llámame perro. Las estudiantes
de Farmacia se asomaban a las ventanas de los colegios mayores en cueros y de
esta guisa contemplaban el encierro. Arije se sentó en el primer peldaño del
colegio mayor José Antonio, ─muchas memorias de su paso por las aulas en la
juventud─, un edificio que tenía factura herreriana y recordaba a la gran mole
escurialense para dejar pasar la procesión y contar las nubes. El Prenda se la cascaba mientras se
columpiaba en el árbol de la risa, se desgajó una rama, vino al suelo y se
conoce que con el golpe se le rompieron algunos conductos venéreos y quedó
castrado sin remisión, útil para servicios auxiliares. Algunos no escarmientan
y se pasan de listos o de guarros
Era la hora de consultas
en el clínico y los tranvías venían atestados de hombres y mujeres que acudían
a ver qué tal andaban sus parientes hospitalizados. Sobre los setos de madera
de boj que circunvalaba al gran caserón de la muerte en cuyas salas se peleó
con tanto denuedo en la guerra civil, pasaba lista la Pelona hora sí hora no y la
morgue no daba abasto para aguantar la lista de los fallecidos en la capital.
En Madrid no quedaba un viejo. La pica es la reina de las armas, es la fuerza
de la escuadra veinticinco palmos para herir sin ser herido. La Pelona no cesaba de ahincar
banderolas sobre los setos del Clínico. La muerte siempre va por delante
ganándonos la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos ayer en Madrid. Todos
acabamos en la trena, en el manicomio o en la casa socorro. Y todo en la vida
es cárcel: la espina es cárcel de la rosa, la playa es cárcel del mar y el
trigo es cárcel del pan. Peto, espaldearas, escarcela, fálcate, brazales,
manoplas celadas, caldas y corazas son un buen escudo del alabardero pero toda
la infantería perece cuando la
Pelona se empeña. Porque contra ella no caben maulas. Pese a
todo tenemos la obligación de ser dueños de nosotros mismos. Arije contaba las
nubes mientras con el rabillo del ojo seguía a la turba de los violadores en
cuadrilla que se perdieron de vista en un recodo de la plaza de Pio XII.
Anarosa se puso en jarras delante del portal, pidiendo lo suyo:
▬ Quiero más. Dame más
▬¿No tuviste bastante?
Pues vale ya.
▬Chavala, tú eres
insaciable.
▬Give me more. Give me more. I want it now.
▬Otro toro que este no
vale. Pase el siguiente
Y esta era la lúbrica
historia de los violadores en cuadrilla que jaleaban las prensas nacionales sin
ningún pudor.
Él pensaba en Etsi aquella
novia que tuco y le hacía el amor en el 600 sin llegar a más. Tonto que fui,
pensaba para sus adentros, con las mujeres no valen medias tintas.
El arcabuz fue el arma más
letal hasta que se inventó la bomba atómica fulminante y esparce un hongo de
muerte al estallar. Carlos V el emperador se lamentaba maldita la hora que a un
chino se le ocurrió descubrir la pólvora. El salitre, el azufre, el carbón y la
mecha cargan de muerte a cualquier artefacto. Picos, palos y azadones. Suban
todos a cobrar que llegó el administrador. El personal hacía cola ante los
cajeros automáticos. Ya no había que acudir al banco para pasarse por caja.
Bastaba con apretar un botón. ¡Qué cosas inventa el hombre blanco! Desde el año
89 todo ha cambiado para bien y para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de
Méjico la más populosa del globo como en Becerril de Campos donde no porta en
invierno un alma. ¿El nuevo terror del milenario?
II
LUNA DE ENERO
Lunas fuertes de enero
cuando las gatas tienen celo y en las radiantes noches los árboles desnudos
tiemblan bajo la helada. Había pasado las navidades en su tabuco acariciando
sus recuerdos circundado de libros y de papeles. Le vino bien a su salud el
ayuno pascual. Asistió a la misa de gallo por Internet que celebró el patriarca
Cirilo de Todas las Rusias el adalid que luchaba contra las fuerzas oscuras.
Aquella orgía de voces angelicales, iconostasios de marfil el Pantocrátor en lo
alto de la cúpula, casullas recamadas y el diacono que cantaba:
— Xristós rasdaets piite i pklanite yevó
(Cristo ha nacido venid en adoración)
La catedral de la Epifanía estaba inundado
de caras guapas hermosas rusas con velo blanco viejos creyentes y niños que
recitaban los compases del Credo y del paternóster en eslavónico todos se
habían la letra y sabían lo que pronunciaban aguantando de pie las dos horas
que duró el oficio. Liturgia triunfal que se refería a un mundo de belleza y de
redención el ceremonial rico y antiguo que se cumplía a rajatabla a las ordenes
del presbítero puntero que iba señalando a los oficiantes los pasajes de las
lecciones y de los himnos que habían de entonarse. Sintió Arije que Bizancio
tenía la clave del legado evangélico y todo un contraste con las catequesis
perroneras, los lugares comunes e incluso las herejías que pronunciaba ex
cátedra desde Roma el Impostor. Y todo un contraste con la vida de aquellos
días en España: atropellos de violadores en cuadrilla. Llegó la manada. En
Andalucía pastos y cabildeos. La hora del consenso y de la rendición. Tres
putas se desnudaron en la Plaza
de San Pedro y aparecieron en los posts metiéndose un crucifijo por donde
amargan los pepinos. Tiempos de profanación y desolación. Ierusalem desolada
est que cantó Jeremías. La
Bestia utiliza a la serpiente disfrazada de mujer. Pigtail
profería sus blasfemias de siempre faroleaba, quería ponerse medalla:
▬ Los feministas follamos más y mejor que los
de la ultraderecha,
La palabra ultraderecha y
fascista no se le caía de los labios a los de You can que se sentían
amedrentados e impotentes ante Vox un movimiento que arrasaba. Mucho presumir
de potencia sexual y seguro de que el miembro no se les ponía erecto para
cubrir a las cabras locas del Contubernio Fem.
Arije no tenía que ver con
la ultraderecha. Era un anarquista, un rebelde como lo fue Jesucristo contra el
Sanedrín y se sentía satisfecho consigo mismo por haber dado testimonio pero
sus días los pasaba oculto en su esconce y las noches las pasaba en blanco a
causa del dolor de España que lo afligía. Después de salir de la cárcel por
haber asesinado a la funcionaria roja (fue una lacra en su vida pero tenía
demasiado temperamento) se refugio en el sotabanco de Majadahonda. Le había
quedado una pequeña pensión, podía pagar la pensión el resto lo gastaba en
tabaco y en libros en la cuesta Moyano. Nada sabía de su familia. Etsi había
venido a verle dos veces a la cárcel pero desde el año 92 no volvió a saber de
ella. Asumía que había encontrado pareja.
Aquella mañana amaneció
radiante. Los niños de Madrid había sacado a la calle sus camionetas, sus
hombres araña y las muñecas que les trajeron los Reyes Magos. La Epifanía era una noche
mágica. Ponía fin al misterio de las Doce Noches y Saturno dejaba de gobernar
el mundo. Durante este intervalo ocurrían bajo el imperio del dios oscuro así
conocían a Saturno los romanos y para aplacarlo celebraban las saturnales. Las
doce noches venían marcadas por la tragedia de trifulcas en el hogar,
asesinatos, borracheras, eclipses, pues el sol se ocultaba y no quería alumbrar
la Tierra,
terremotos e inundaciones. Ero era sobre todo la melancolía que sentía el
hombre ante el tiempo que pasa y la vida que se va. Este espíritu pagano había
renacido en las sociedades antes llamadas cristianas. Había que ponerle a los
pascueros y a papá Noel que se deslizaba por toda la Europa nevada en su trineo
buena cara. Ho. Ho. Ho.
Pese a sus dolamas tanto
espirituales como corporales se sentía contento. Había llegado la hora de
romper el ayuno. Se fue a comer al Julifer. Allí todo seguía igual que hacía
diez años. El Santis en la barra y la
Leonor en su chiscón la cual al verle llegar le hizo esta
salutación:
—Coño, yo creía que te
habías muerto.
No supo qué decir ante tal
insolencia. Pidió lentejas, gachopo y una botella de vino. De postre arroz con
leche y un chispacito de coñac.
Había tres o cuatro
individuos en la barra discutiendo acaloradamente sobre la derrota del Madrid
ante el Alavés. Nadie hablaba de política. Abandonó el local satisfecho y por
aquel dicho de que de la panza sale la danza recuperó su buen humor pero ya en
el autobús camino de casa empezó a sentirse mal. Le daban arcadas pero no podía
vomitar. Se le puso cara de luna de enero.
En la parada final se
acurrucó en un banco.
— ¿Se encuentra usted mal,
señor?
—Si llamen a una
ambulancia. Me muero.
Llegó una ambulancia y
Arije fue conducido de inmediato a urgencias. Allí perdió la consciencia.
Cuando despertó estaba en el quirófano de Puerta de Hierro rodeado de tubos de
mascarillas y de electrodos, enchufado a una maquina todo su cuerpo. La medico
una muchacha joven se acercó:
— ¿Qué comió usted hoy?
—Lentejas y cachopo, algo
de vino y un poco de aguardiente.
— ¿Dónde?
—En un bar regentado por
amigos míos
—Señor, pues en las
lentejas le colaron belladona ¿No se dio cuenta? Es un veneno que puede causar
la muerte pero al parecer es usted hombre de complexión fuerte.
—No. Las lentejas estaban
buenísimas.
—Le hemos hecho un lavado
de estomago. Creo que se recuperará. No obstante, quedarán secuelas.
Arije no maldijo a los que
le quisieron envenenar. Lo aceptó como castigo por sus pecados y un aviso del
cielo para no volver a pisar nunca un chigre, tabernas, una fonda sin
homologar. Dios le había salvado de las garras de Erifos y de la Leo. Otra vez la Divina Misericordia
estuvo de su parte. Aunque tampoco hay que fiarse de las fuertes lunas de enero
cuando las gatas entran en celo.
SAN ANTÓN
LA GALLINA PON
Dio gracias a Adonai por haber salido con bien del intento
de envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a las estrellas
donde se inscribe nuestro destino en busca de señales. Los dioses mandan desde
el firmamento un aviso. Y, ya con el alta médica en el bolsillo, al abandonar
el hospital enclavado en los cerros de Majadahonda se veía la sierra cubierta
de un manto níveo bajo los arcos del austero monumento a Mota y Marín,
aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de Hierro, que
dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde Madrid se
urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba a unas
manzanas del centro médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de haber
sobrevivido. La internista asturiana le hizo una transfusión de sangre con un
fármaco antídoto de neutralización de la belladona. El Santi y la Leonor vaya un par de
cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan. Entre potas pucheros anda
el Señor pero también se esconden los asesinos. Así y todo estaba muy dolorido
y quemado por dentro. Les hubiera pegado a los dos un tiro, si no hubiese
temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó
bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre,
los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de
vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para
alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y
estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la
corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un
cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en
una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para
ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral
de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las
parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había
pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran
devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de
rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y
éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de
la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de
Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el
coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo.
Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a
sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla
el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña
fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey
se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas
entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin
acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama
de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de
Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces
profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces
en la capital del reino:
─Eso que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios y le
conduce al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora de
las concepcionistas de Agreda.
─Ya lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido
desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de furor
uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Sus
biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de
setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a
sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y devolvió
escandalizada los billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy
seriamente de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le hacían reír
estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama conversa está obsesionado
con las llamas infernales y con el sexo pero él ya no era joven para escandalizarse
por tales asuntillos. Mirando las cosas con cierta distancia y sin
apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación
de las reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y tristes
reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad provecta. De este peligro
nos advierte una visita al pudridero del Escorial donde se amontonan las
sepulturas de recién nacidos perro España y yo somos ansí, señora. Que quieren
vuescerdes que yo faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y
tenía un gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que
no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los burros, los perros y garos del
todo Madrid. Abrió las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles
brutos Dios le perdone porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que
tiene un sexto sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un
gran danés tan enorme como un oso andar por la predela olisquear las vinajeras
de la credencia en el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso
a cantar la epístola de la misa del día a los desamparados de Madrid. Su
aspecto era feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera
efigie del diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar las cosas de
quicio.
FUEGO AMIGO
Arroaban los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los canarios,
gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la gallina,
ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el aullido del
lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los
dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al monte con sus
borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus amigos los
curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos rencor y
omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba historias
increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y
otros autores carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina.
Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a
codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de rencores pero ese toro
de Intereconomía no es un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes
mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores
de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se
alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas
caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su
reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós
Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en
España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear.
¡Pécoras! Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la puerta del
infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de
su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba
“Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que
daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a
Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe
seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con
tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por
qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia.
Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You
Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien
patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se habían
convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno
gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó
yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo acelerada
agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se
demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de
guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO
ARROABAN los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los
canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la
gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el
aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te
muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que
te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus
amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos
rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba
historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío
Momas y otros autores carentes de ingenio. Tenían que eliminar al otro para que
no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que
vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura
sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo
suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su afán es
enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los farallones
derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del
Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles
higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos
defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en España para chupar
imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear. Arrúan los jabalíes ya
digo. El Santi y la farota de la
Leo abrían la puerta del infierno a los clientes mojándoles
el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce tenía nuestro
protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba las
mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y
dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban
de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma
para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir
sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste
las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega.
Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de
Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga
y su chati le ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el
brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de gobierno.
Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos
con los de Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco de
sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la
hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma
como con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. Carmen
Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la
pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por
teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que
me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia
y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían
en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de
Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta
Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas
y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a
piaras de estos súridos animales impuros y no precisamente de compañía. A veces
se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían
convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había
determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él
caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina
Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de
irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de
estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado
fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco
contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La
policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no.
Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía
que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus
habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar.
Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía
arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca,
cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear
al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador,
hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los
resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A veces
se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían
convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había
determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él
caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina
Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de
irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de
estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado
fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco
contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La
policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares.
OJO DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO
Llegó a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de
San Antón que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura
trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir vienen
sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su
esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa,
hirvió café en el infiernillo aquella infusión le sentaba bien para aplacar su
conciencia y mitigar el hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era
su mejor amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo Nilo que
acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del Rey Borracho al que sucedió su hijo Tontolinón VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su
borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra.
Le había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil. Nilo,
inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se equivocó de época.
Arije guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda las obras de su
amigo. Las publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría
ilusionado la llegada de los paquetes que le enviaba la editorial contra
reembolso, iría por las librerías. los libreros los pobres que estaban muy
alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en
poner astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto. El esquema
de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de la literatura española
sólo entraban en tórculos autores ingleses y norteamericanos, formaba parte del
proyecto de destrucción de España. Querían degollar su cultura y trucidar sus
sueños. Nilo Popín admirador de
Francisco de Quevedo se suicidó amargado de verse obligado a comerse las
ediciones de sus obras. En las librerías le rechazaban sus textos por no tener
distribuidor. La luz de enero se colaba por el montante. De allí llegaba el
ruido de la calle. Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa
arrabal de Madrid. Las tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra
Segovia dieron paso a la avalancha de constructores del Real State. Surgieron
como hongos la urbanizaciones de adosados. ¡Pobre Propinas! Hacía causa común con él mira que tirarse al tren! En su
memoria encendió la cachimba y sentado en el sofá destartalado al lado de la
chimenea comenzó a leer un capitulo de la novela de su amigo. No era un libro
del Reverte ni de la Hija
del Yale el que tiró a su mujer por la ventana en Toledo ni uno de esos autores
insulsos introducidos a machote y a barrisco en la lista de los más vendidos.
Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos comprometido con su
tiempo;
"Don Nilo el hombre,
librero de lance, un santo varón, un justo de Israel, amor en tiempos revueltos
(ya ha vuelto a salir la frase hecha) desde que lo suspendieron de empleo y
sueldo porque, condenado a galeras, le pusieron de compañero de terna a un
marica, y pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad de Burgos, conversación
amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el culo sobre todo por el
de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose condenado no hacía otra
cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes contra la Organización pero
ésta era un muro infranqueable hasta que un día le pegó un meneo a su compañero
de filas y lo