2010-03-05

EL DIABLO Y EL PADRE FORTEA. ALGO SOBRE LA CUARESMA RUSA ( V E L I K I P O S T)




El calendario gregoriano y el juliano o cesáreo, - la disputa surgiría a mediados del siglo XVI entre Roma y Bizancio por diferencias de matiz en el cálculo de la Pascua- coinciden este 2010, el 4 de abril. El Oeste abrazó el reescrito del pontífice Gregorio mientras que Bizancio siguió contando los días como lo hacían los astrólogos de Julio Cesar. El calendario juliano suele llevar un retraso de 14 días respecto al romano pero en la asignación de la pascua se tiene en consideración el antiguo calendario de los judíos que era lunar, en lugar de solar, y eso complica las cosas.

Existe una leyenda rusa que anuncia grandes males en el planeta (cataclismos, avenidas, sismos, guerras) cuando se da esta circunstancia, y a juzgar por lo que estamos viviendo en el transcurso de este cuatrimestre del año décimo del siglo XXI tales pronósticos no andan muy lejos de la realidad.

Los padres griegos siempre consideraron que la gran apostasía empezaría en Roma y de que allí surgiría el anticristo. No sé si será verdad esta teoría pero la impostura es muy fuerte en todos los sentidos por lo que hace al catolicismo romano que pasa por unos momentos desconcertantes de la fe mientras aumenta la soberbia, la hipocresía y la contumacia de algunos curas y obispos que se creen en posesión de la verdad. Mientras en el Este se hacen más humildes y no se perfilan conflictos entre el poder religioso y el civil porque el Vaticano es una nación de naciones, una potencia extranjera. Que sigue sin solucionar desde que el pontificado fue instalado por Carlomagno el conflicto cesaropapistas que tantos escándalos procuró y por el cual tanta sangre se ha derramado, o tantas guerras se declararan.

Visité la página Web de ese tal Padre Fortea que se dice exorcista y sentí como un fucilazo de viento satánico. Ese cura no me parece trigo limpio, tiene una mirada extraña, una sotabarba a lo Lincoln que le da un aspecto de avenate poseído. Ese no expulsa diablos.

Están todos en él y lo dice alguien que ha luchado toda su vida contra la bestia. Es mucho más porro y dañino que ese párroco toledano que ofrecía sus servicios sexuales por Internet. Muchos antiguos compañeros míos y buenos sacerdotes que tratan de cumplir con su misión me manifiestan su desconcierto y a cencerros tapados me confiesan su insatisfacción y el miedo ante la situación por la cual atraviesa la Iglesia católica que ha vuelto las espaldas a la tradición, y hasta ha sustituido parte de la doctrina soteriológica aceptando a cierra ojos el Holocausto quedándose con los cánones y el afán de prevalecer aunque para ello haya tenido que pactar con el poder secular. Y la fuerza bruta del Pentágono.

Ratzinger es un bávaro de origen judío aunque militase en las juventudes hitlerianas. Wojtyla era un oscuro obispo polaco lleno de ambición y apego a las cosas del mundo. Hoy por hoy en la curia manda el dinero norteamericano. Mucha iglesia, demasiado poder y apenas nada de Jesucristo. Macrocefalia se llama esa figura. Una cabeza muy grande y un cuerpo chico.

Por lo que Fortea –mucho cuidado con ese gavilán; tiene aspecto de paloma pero es un lobo rapaz- nos manda a todos al infierno en la compañía de Satanás. Tenía montado un chiringuito en el Escorial en la compañía del Padre Apeles cerca de la vidente. Embaucaba a las pobres gentes con sus infames teorías sobre el exorcismo.

No es extraño que monseñor Reig el ordinario de Alcalá le haya mandado una temporadita a cambiar de aires a la Ciudad Eterna.

Esta cuaresma rezo por la vuelta al redil de los falsos pastores y los que se denominan en el lenguaje escatológico los rabadanes del Interpuesto. Los que utilizan sus báculos y sus mitras para alinearse con el poder, los que se alejan del pobre con los de abajo o están con ellos tan sólo de boquilla, los que callan ante la general apostasía y no creen en la Resurrección sino en lo que queda de tejas abajo.

La cuaresma empezó para mí el 15 de febrero, seis días después de la fiesta del Crisóstomo, y la víspera del icono de la Virgen acurrucada. En cuatro días de la semana se hace conmemoración de los fieles difuntos en las iglesias rusas (u s o p sh i x) y sólo una de los confesores ( i s p o v i d a n i e) que son aquellos que murieron en gracia de Dios pero que por su oscuridad de vida nunca serán beatificados por la Iglesia.

A la cuaresma se la denomina gran ayuno ( v e l i k i p o s t). Todos los viernes son de vigilia (p o s t n i) y la semana de pasión es de ayuno continuo (s p l o sh n i x s e d m i t s).

Hay días en los que se puede hacer colación de agua ( r a z r e sh e n i e p i sh i), o pescado (n a r i b y), y días en los que hay abstinencia de carne y se admiten los lacticinios ( s k o r o r o m n i y u). En la iglesia ortodoxa no existe apenas confesión auricular aunque el sacramento de la penitencia se imparte de forma general y sin que el penitente tenga que detallarle al oficiante la naturaleza de sus pecados, si no lo desea. Pero se suele comulgar por pascua florida recibiendo el penitente no sólo la absolución del sacerdote sino también la eucaristía y la eulogía, un trozo de pan que se ofertaba en las iglesias mozárabes.

He visto pocos confesionarios en las iglesias rusas ( i s p o v i e d a l n i a ). No hay teología de las indulgencias en el Este, un invento que se sacarían los papas desaprensivos como Inocencio III para sacar dineros y ofrecer la vida eterna a cambio de diezmos y primicias. Y los diablos los expulsamos los diáconos. Los vemos circular y vagar y rondar por el mundo buscando incautos a los que engañar y pobres victimas a quien devorar, vestidos a veces de sotana porque los diablos son muy listos. Conocen el paño de la vieja humanidad y más saben por viejos que por diablos. Es uno de los galardones de nuestro orden sagrado.

A ese reverendo Fortea qué cura más porro, Señor, y peligroso, le haría falta una buena imposición de manos. Lo digo como lo siento.

sábado, 06 de marzo de 2010


MICHAEL FOOT UN PRÓCER PARLAMENTARIO DE LA INGLATERRA DE LOS SESENTA.

“De mayor a mí me hubiera gustado ser backbencher” o al menos es lo que pensaba yo cuando era más inocente cuando asistía en la tribuna de los Comunes como corresponsal diplomático de la Cadena del Movimiento. Tras de tiempos vienen tiempos y el hombre propone y Dios dispone.
Eran los backbenchers los parlamentarios que se sentaban en los bancos de la oposición, el gallinero y a veces la clá de Westminster. Eran unos tipos muy elocuentes, traje impecables a rayas, color sonrosado después de haber trasegado un buen porto en el almuerzo, la corbata del nudo Hudson muy fino como era la moda de tales tiempos, que escuchaban las declaraciones más solemnes como el que oye llover, ponían los pies en lo alto de los escaños, se sonaban los mocos, abucheaban a los ministros. No dejaban títere con cabeza.
El Speaker siempre les estaba llamando al orden pero ellos díscolos e impertinentes, ni caso.
- Here… Here… Ay… Ay.(En el antiguo inglés es como el bai de los vascos y quiere decir yes).
Me habían hablado de la flema inglesa pero aquellos tíos se desgañitaban hablando com italianos, arqueaban las cejas, golpeaban el balaustrado o pateaban la tarima y a veces se venteaban en medio de un “procedure”. En Inglaterra no es una falta de educación ni está mal visto el irse de bastos ni aun en medio de uno de esos speeches solemnes.
Los backbenchers sólo guardaban una cierta compostura cuando la Reina inauguraba las Cortes allá por el mes de octubre en una vistosa procesión en las que abrían carrera los maceros y los hombres de armas con sus chambergos del siglo XVI las calzas coloradas, la golilla y pica en ristre como si aquello fuese un anuncio de la ginebra Beefeater, y detrás los lores y los pares del reino, guardaban una cierta compostura.
Durante mis primeros meses de corresponsalía acostumbraba a asistir a las sesiones. Para los de los bancos de atrás que es lo que significa backbenchers nada sagrado había bajo el cielo.
A Wilson lo ponían de vuelta y media. Heath era un asno elevado a la categoría de chico de la banda y director de orquesta.
Del papa escuché verdaderas burradas o así me parecieron entonces, que luego he ido comprendiendo la razón por la cual consideran los ingleses que arrogarse el título de representante de Cristo en la tierra, cuando no eres más que un arzobispo, es una blasfemia, porque es usurpar por la carne humana las potestades de la divinidad.
El presidente Nixon, Tricky Dicky para Tony Benn, por ejemplo, pudiera pasar por el empleado de una gasolinera de Colorado. Era cuando lo de Watergate.
Yo en los Comunes aprendí lo que es la Democracia, un juego al parchís y que la política no es más que teatro, sólo teatro (acting). Por eso los laboristas y los conservadores interpretaban cada uno su papel, soltaban el rollo, se mentaban a la madre pero luego se iban juntos a emborracharse en el pub de la esquina o, apacibles, disertos y grandes diplomáticos –Inglaterra cuando quiere desea guardar las formas y por eso se dice que es el país que produce los mejores espías, they are masters in desguise, expertos en el arte del disimulo, casi mejor que los jesuitas- se mostraban como buenos amigos.
No llegaba la sangre al río en Inglaterra entonces pues, cuando llega, un británico es siempre de temer. Yo admiraba aquella facundia, aquel desparpajo y relajo, aquella tolerancia, aquel cachondeo.
Muchos de los ponentes eran tremebundos y se expresaban con una sonrisa en los labios. No se tomaban en serio a sí mismos a sabiendas de que en este mundo hay pocas cosas que merezcan la pena, porque la vida no es más que apariencia, teatro. El gran teatro del mundo.
Sentí una vierta envidia porque aquello que veía con mis ojos que se ha de tragar la tierra no era posible exportarlos a mi patria. En España, país católico a veces cruel, aquellos rifirrafes hubieran provocado una guerra civil. Los españoles nos tomamos las cosas demasiado a pecho. Adolecemos de ese integrismo y cerrazón de un cristianismo que degenera en superstición y catolicismo, mal interpretado que nos deparara medio milenio de inquisición, y gemimos bajo el yugo de ese oscurantismo tribunicio de los pulpitos y de los confesonarios con que los curas torturaban nuestras almas, nos falta ese candor de los ingleses que ven en muchos de nosotros “ suspicious minded bastards”.
Claro que para eso los ingleses han tenido tres revoluciones y a tres de sus reyes les cortaron la cabeza, algo que sin ser loable del todo se echa en falta por aquí. Un backbencher típico fue Michael Foot que acaba de fallecer a la edad provecta de 96 años. Melena leonina, gafas de culo de vaso, una facilidad de palabra que hacía sospechar que en sus inflamados speeches había resucitado el mismísimo Cicerón.
También tenía, al igual que el tribuno romano, un grano en la nariz y era feo y sentimental pero nada católico. Procedía de una familia de metodista, que adoptó las ideas fabianas y curtió su pluma en la redacción del Daily Worker, órgano de los comunistas.
Llegó a ser un clásico de Fleet Street. Hombre frágil, intelectual mal encarado y con aquella melena blanca a lo Papini no resultaba muy simpático a los ingleses convencionales. Pero, todo un carácter, su oratoria arrastraba a las masas y brillaba alto en los mítines y las convenciones del partido.
Era sobrio y vivió y murió como un buen socialista. Aquellos socialistas que yo conocí en mi juventud nada tienen que ver con los socialistas que se estilan entre las huestes de ZP y compañía. No hay por acá ninguna Bárbara Castle con su corazón bondadoso que escondía debajo de una máscara viperina ni un Hugh Scanlon, ni un Jackson, ni un Jack Jones el ex militante de las Brigadas Internacionales, ni un Vic Feather el líder de las Trade Unions que viajaba en metro y sólo se permitió el lujo de tener una casa de campo, un molino en Worcestershire con un pequeño jardín, y murió con su pensión de jubilata muy modestamente. El sueño de su vida que le redimió de una infancia de penurias en Bradford.
Si yo hubiera sido inglés hubiera sido un backbencher y hubiera votado laborista. Pero el laborismo inglés como el smog, el puré de guisantes, el Yorkshire pudding o el té de las cinco aquí quedarían ridículo. England made me. Inglaterra me hizo y acaso me deshizo porque yo nunca quise renunciar a la españolía. Los ingleses conciben la política como un arte menor y como un servicio. Al revés que nosotros mismos.
En España siempre fue un trampolín al que se encaramaron siempre los mismos, los que querían enriquecerse o satisfacer su ego. Falta ese espiritu de servicio que los británicos aplican rigurosa y metódicamente a su idea de la administración publica, la amistad o las relaciones humanas reguladas por una virtud que abunda o abundaba entre los ingleses que yo conocí y que era la “compasión” (en el sentido de sentir con, ponerse en el lugar del otro y su circunstancia, o entender, ser tolerantes y no compadecerse en la acepción de lástima que le damos aquí) y de la cual habla Alcalá Galiano en sus Memorias que transcurrieron en el exilio londinense desde 1823 hasta 1830.
Acaso el hecho estribe en la diferente idiosincrasia de los pueblos. En España siempre existió otro sentido de democracia inspirado en la insaculación, sistema en virtud del cual –no era otra cosa que sacar la bola y al que le tocaba, pues tocaba- que nos permitió elegir buenos jueces de paz, buenos alcaldes, algún que otro semanero, los concejos en torno al roble o los muros de la iglesia, los usos y costumbres, el fuero.
Pero hemos sido un desastre, a diferencia de ellos, para la vida parlamentaria. Demosgtración: la historia española a lo largo del diecinueve y del veinte.
Aquí no hay backbenchers y a la política se va como a un acto de apropiación, de toma de posesión, y no como una vía de servicio.
El patriotismo español es diferente a su patriotismo mucho más profundo e irrevocable. La muerte de Foot evoca en mi memoria aquella Inglaterra que yo viví cuando la libra buceaba en la bolsa de valores, las huelgas mineras, aquel invierno de 1971 que llamaron el winter of discontent. Inglaterra se venía abajo y todo se iba al carajo pero la sangre nunca llegaba al río a pesar de que estuvimos dos meses sin luz en pleno enero y febrero, el IRA no paraba de poner bombas y todo el mundo parlaba de crisis.
Aquel inglés rotundo y bien pronunciado, elegante y tribunicio, de Michael Foot en sus peroraciones resuena aun en mis tímpanos junto con una cancionilla de moda que alcanzó los primeros lugares en el hit parade por aquellas fechas. No milk today. My love is far away (Hoy no viene el lechero, mi amor está lejos) junto con las baladas de los Beatles, las películas en el Odeon y los bailongos en el West End y las pintas de cerveza en los augustos bebederos y meódromos londinenses.
Todo aquello que yo viví. Goodbye to all that. Recuerdo que una vez llegué a entrevistar a Michael Foot en su casa de Hamstead. Llevaba una cachava desde un accidente de auto en 1963, había perdido también la visión en un ojo a causa de un sarampión en la infancia, lo que no le privó de ser un lector empedernido. Fumaba en pipa porque pensaba que la nicotina es un excitante del cerebro y le impulsaba a sus largas sentadas ante la máquina de escribir, pues aparte de orador era un escritor compulsivo y ha llegado casi a los cien años, valetudinario, con una salud frágil pero incombustible, sin hacer deporte.
Su aspecto adusto no era más que una máscara. En aquella interviú después de enseñarse con Franco, el tirano del mediodía lo llamaba, al final me hizo una confesión que desbarató un poco el sentido de la entrevista: Franco I think he is good for Spain. He is paving the way for Democracy. Había nacido mister Foot en el mismo año que mi padre 1913 y aunque radical no fue uno de los muchos socialistas que se alistaron a luchar en la Guerra Civil en el bando de la republica. Así que Franco fue bueno para España.
Was he?
Ha muerto uno de los grandes próceres del laborismo y del periodismo británico. Un pensador íntegro, un hombre austero, un idealista. Descanse en paz. Yo creo que fue al cielo este ateo convencido.
viernes, 05 de marzo de 2010

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