2024-06-22

EL RADAR DE LA RED

 VIVA JESÚS MUERA EL PECADO. CONSUELOS Y DESCONSUELOS DE UN ESCRITOR SIN SUERTE

 

Es lo que digo yo, Viva Jesús muera el pecado. Busco en la jaculatoria la divina intercesión para contar la historia del pobre Frutos Cohombro Perales un hombre vapuleado por la vida: periodista sin suerte al que engañaba su parienta, blanco de todas las pullas y soflamas. Su vida fue un constante jugar al chito con la desgracia. Era grafómano, aquejado por la locura de escribir, se hizo sospechoso a las autoridades. Ya que en esta sociedad nuestra, si escribes- y Cohombro siempre rompían lanzas contra el gobierno- estás bajo sospecha. Te miran como a un delincuente. 

Llenó rimeros de cuartillas. Hojas fugaces de pensamientos volanderos, siempre en lucha contra los molinos de viento, un agitador de derechas cuando habían ganado las izquierdas, sufrimientos, enconos, citas judiciales, hombre de Dios, por qué le da la tontuna a Vd. de poner negro sobre blanco cuanto piensa. 

Trata de arreglar el mundo cuando éste carece de arreglo.

Yo voy a mi aire. Yo me entiendo y Dios me entiende, contestaba haciendo valer una cita de Unamuno en justificación de su locura.

 Ser periodista es un arte cinegético que tiene que ver con el tiro a la cabeza, oficio respetable antaño pero del que se han apropiado esas machorras feminazis que mejor estarían haciendo la carrera o mostrando sus galas naturales por la Red en lugar de estar pontificando y tertuliando en los talking chous o subidas a lo alto de las columnas de algún rotativo que las paga bien.

 Frutos Cohombro, a sabiendas de haber elegido una profesión tan áspera, hacía de tripas corazón y sea lo que Dios quiera.

 Hay que seguir trepando por la cucaña, domando al oso controlando a la bestia. 

Aquí el que aguanta gana. Vivir es torear. Cada día lidiar con un miura, y quítate de en medio que va pasar la camioneta de mi papá. 

Todo mentiras, querido don Frutos, súbete al carro de heno del poder, déjate de alicantinas, una cosa segura, tú busca una cosa segura, hijo, le decía su madre doña Cloti y el periodista pegaba un respingo, madre, tú déjame a mí, haré lo que me dé la gana.

 Sin embargo, las críticas maternales lo descolocaban y acentuaban la inseguridad que sentía hacia sí mismo.

 Quizás padeciese algo de complejo de Edipo. Two wrongs cannot make a right

Al igual que los grandes soñadores, los poetas chirles, los maridos fracasados, se afligía ante el derrumbe de su existencia. You are a failure, baby. Lo único que le consolaba y le hacía feliz era la cuartilla en blanco.

 Pero ya nadie aceptaba sus colaboraciones como en su juventud, entonces se podía ganar algún dinerillo con la pluma. Ahora todo es gratis. 

Te metes en la Red y no sales. Te pasas la vida sin cobrar un duro por tu "brillante literatura". 

Has de trabajar para el turco. No para el turco sino para los judíos. 

Este pensamiento a don Frutos Cohombro viejo escritor le traía por la calle de la Amargura. Estaba que lo llevaban los demonios y le hacía albergar a redropelo ciertas inquinas antisemitas. 

Las estanterías de su biblioteca albergaban miles de folios, en los altillos de sus armarios dormían el sueño de la incomprensión y el olvido sus cuentos, sus novelas, sus poemarios, los esquejes de algún drama que escribiría andando el tiempo, pero que jamás concluyó, algunas ediciones de sus textos impresos pero que rechazaban las librerías por falta de distribuidor. 

Publish and be damned, le dijo el fantasma de Fleet Street londinense siempre que con él hablaba muchas noches en algun pub de Kensigton entre pinta y pinta de cerveza.

 Pero él había dejado de creer en trasgos y aparecidos. Que salga el sol por Antequera. 

Tú publica y que te lleven los demonios pero, oiga usted, yo publico ya ve y me tengo que "comer" enteras mis ediciones. 

Internet supuso una liberación para los poetas, poetisas novelistas e historiadores ensayistas pero no eran sino una engañifa cuando creíamos que nos había venido Dios a ver. 

El gran sanedrín encontró en la Red de Redes un punto de vigilancia, un faro para la observación ideológica de la fraternidad y el compadreo universal, pues habría que controlar el caos para domar la bestia y ahí estaban los agentes del 666 escudriñando peligros por el radar de la Red. Escudriño global.

 Lupa en ristre, y pipa a lo Sherlock Holmes haciendo pesquisas sobre las huellas del crimen. es verdad, querido Watson.

 Pero oiga yo no soy un criminal, soy un pobre escritor sin suerte que se columpia sobre el filo de la navaja.

Cierto. Eres un escritor suerte y sospechoso, pronto te vamos a ajustar las cuentas.

Arredro vayas, Satanás gritó entonces el pobre Frutos Cohombro Perales, que no tenía miedo Aa nadie ni a nada, ni incluso al sanedrín.

 ¿Qué dices? que me la chupes- 

 

VIVA JESÚS MUERA EL PECADO. CONSUELOS Y DESCONSUELOS DE UN ESCRITOR SIN SUERTE

 

Es lo que digo yo, Viva Jesús muera el pecado. Busco en la jaculatoria la divina intercesión para contar la historia del pobre Frutos Cohombro Perales un hombre vapuleado por la vida: periodista sin suerte al que engañaba su parienta, blanco de todas las pullas y soflamas. Su vida fue un constante jugar al chito con la desgracia. Era grafómano, aquejado por la locura de escribir, se hizo sospechoso a las autoridades. Ya que en esta sociedad nuestra, si escribes- y Cohombro siempre rompían lanzas contra el gobierno- estás bajo sospecha. Te miran como a un delincuente. 

Llenó rimeros de cuartillas. Hojas fugaces de pensamientos volanderos, siempre en lucha contra los molinos de viento, un agitador de derechas cuando habían ganado las izquierdas, sufrimientos, enconos, citas judiciales, hombre de Dios, por qué le da la tontuna a Vd. de poner negro sobre blanco cuanto piensa. 

Trata de arreglar el mundo cuando éste carece de arreglo.

Yo voy a mi aire. Yo me entiendo y Dios me entiende, contestaba haciendo valer una cita de Unamuno en justificación de su locura.

 Ser periodista es un arte cinegético que tiene que ver con el tiro a la cabeza, oficio respetable antaño pero del que se han apropiado esas machorras feminazis que mejor estarían haciendo la carrera o mostrando sus galas naturales por la Red en lugar de estar pontificando y tertuliando en los talking chous o subidas a lo alto de las columnas de algún rotativo que las paga bien.

 Frutos Cohombro, a sabiendas de haber elegido una profesión tan áspera, hacía de tripas corazón y sea lo que Dios quiera.

 Hay que seguir trepando por la cucaña, domando al oso controlando a la bestia. 

Aquí el que aguanta gana. Vivir es torear. Cada día lidiar con un miura, y quítate de en medio que va pasar la camioneta de mi papá. 

Todo mentiras, querido don Frutos, súbete al carro de heno del poder, déjate de alicantinas, una cosa segura, tú busca una cosa segura, hijo, le decía su madre doña Cloti y el periodista pegaba un respingo, madre, tú déjame a mí, haré lo que me dé la gana.

 Sin embargo, las críticas maternales lo descolocaban y acentuaban la inseguridad que sentía hacia sí mismo.

 Quizás padeciese algo de complejo de Edipo. Two wrongs cannot make a right

Al igual que los grandes soñadores, los poetas chirles, los maridos fracasados, se afligía ante el derrumbe de su existencia. You are a failure, baby. Lo único que le consolaba y le hacía feliz era la cuartilla en blanco.

 Pero ya nadie aceptaba sus colaboraciones como en su juventud, entonces se podía ganar algún dinerillo con la pluma. Ahora todo es gratis. 

Te metes en la Red y no sales. Te pasas la vida sin cobrar un duro por tu "brillante literatura". 

Has de trabajar para el turco. No para el turco sino para los judíos. 

Este pensamiento a don Frutos Cohombro viejo escritor le traía por la calle de la Amargura. Estaba que lo llevaban los demonios y le hacía albergar a redropelo ciertas inquinas antisemitas. 

Las estanterías de su biblioteca albergaban miles de folios, en los altillos de sus armarios dormían el sueño de la incomprensión y el olvido sus cuentos, sus novelas, sus poemarios, los esquejes de algún drama que escribiría andando el tiempo, pero que jamás concluyó, algunas ediciones de sus textos impresos pero que rechazaban las librerías por falta de distribuidor. 

Publish and be damned, le dijo el fantasma de Fleet Street londinense siempre que con él hablaba muchas noches en algun pub de Kensigton entre pinta y pinta de cerveza.

 Pero él había dejado de creer en trasgos y aparecidos. Que salga el sol por Antequera. 

Tú publica y que te lleven los demonios pero, oiga usted, yo publico ya ve y me tengo que "comer" enteras mis ediciones. 

Internet supuso una liberación para los poetas, poetisas novelistas e historiadores ensayistas pero no eran sino una engañifa cuando creíamos que nos había venido Dios a ver. 

El gran sanedrín encontró en la Red de Redes un punto de vigilancia, un faro para la observación ideológica de la fraternidad y el compadreo universal, pues habría que controlar el caos para domar la bestia y ahí estaban los agentes del 666 escudriñando peligros por el radar de la Red. Escudriño global.

 Lupa en ristre, y pipa a lo Sherlock Holmes haciendo pesquisas sobre las huellas del crimen. es verdad, querido Watson.

 Pero oiga yo no soy un criminal, soy un pobre escritor sin suerte que se columpia sobre el filo de la navaja.

Cierto. Eres un escritor suerte y sospechoso, pronto te vamos a ajustar las cuentas.

Arredro vayas, Satanás gritó entonces el pobre Frutos Cohombro Perales, que no tenía miedo, ni incluso al sanedrín.

 ¿Qué dices? que me la chupes-