2025-10-03

 




ESCRITURA Y ORACIÓN

 

Plega a Dios uno y trino

Que la oración de esta babushka rusa

Llegue al trono del Rey del mundo

Kyrie eleison

El lobo da vueltas al redil

Y las ovejas son devoradas

Para mí esta celda

Donde escribo y oro

Es la carlanca del mastín

En mis rezos convoco a los ángeles

Y a los demonios conjuro

─Achidiahi, sal de ahí

Son muchos años ya

De paciencia rezar y escribir

Soy un anacoreta

En medio de la ciudad

Trepidante

En el silencio y menoscabo

De honores, fama riquezas

He vencido al mundo

Y a las infernales potestades

Que amenazan  y asesinan

En nombre de Jehová

Ese no es mi dios

Rusia Oración свтятому Спиридону Тримифунтскому hacedor de milagros en l...

ESENIN UN POETA RUSO ENAMORADO DE PERSIA de literaturna gazeta

 

Nunca he estado en el Bósforo.

En el 130 aniversario del nacimiento de Sergei Yesenin

Kurbon Dadomatov, miembro de la Unión de Periodistas de Rusia, Tomsk

En los países de habla persa, incluido Tayikistán, el interés por la obra de Sergei Yesenin es particularmente fuerte. Por ejemplo, sus poemas del ciclo "Motivos Persas" son ampliamente leídos y conocidos entre los amantes de la poesía rusa. Estos poemas expresan el amor del poeta por la tierra sagrada de Oriente, su gente y sus tradiciones.

Yesenin se inspira en el rico legado de los grandes poetas Khayyam, Saadi, Hafiz, Ferdowsi y otros. Estudia sus obras con devoción.

En la década de 1980, cuando el poeta popular de Tayikistán, Loik Sherali, tradujo este ciclo al tayiko, los jóvenes se interesaron con entusiasmo por él. El tema del amor en estos poemas está lleno de los matices más tiernos. Estas traducciones contribuyeron a un importante cambio en la popularización de la poesía rusa en Tayikistán. Gracias a ellas, los jóvenes se familiarizaron aún más con la poesía rusa, en particular con la obra de Sergei Yesenin.

El interés por la poesía de Sergei Yesenin es fuerte no solo en Tayikistán, donde se habla persa, sino también en otros países de Asia Central, incluido Uzbekistán. La publicación de una colección de poemas de Yesenin, "Motivos Persas", con traducción al uzbeko en 2022, contribuyó a aumentar el número de lectores uzbekos. La serie fue traducida por el poeta del pueblo de Uzbekistán, Erkin Vakhidov.

Yesenin demostró repetidamente un profundo aprecio por la herencia poética de Oriente. El poeta soñaba con visitar Irán, cuna de grandes poetas cuyas obras fueron ampliamente traducidas y conocidas en Rusia. Encontró motivos orientales en el Turquestán (actual Uzbekistán) y el Cáucaso. En 1921, Yesenin visitó Tashkent y Samarcanda, y entre 1924 y 1925, Bakú y Tiflis. En Tashkent, Yesenin se sumergió por primera vez en la auténtica atmósfera de Oriente, que tanto le fascinó y que más tarde lo llevó a crear "Motivos Persas". Samarcanda, con sus notables monumentos arquitectónicos, también dejó una huella imborrable en el poeta ruso.

El primer poema del ciclo, «Mi vieja herida ha sanado...», trata sobre el amor. Dice que es más difícil entablar relaciones con mujeres en Oriente que en Rusia:

Estamos en Rusia, chicas de primavera.

No los mantenemos atados con cadena como a los perros,

Aprendemos a besarnos sin dinero,

Sin trucos de daga ni peleas.


El poema “Shagane, eres mi Shagane” es una carta de amor a una mujer oriental:

Shagane, ¡eres mía, Shagane!

Porque soy del norte, o algo así,

Estoy listo para contarte el campo,

Sobre centeno ondulado a la luz de la luna.

Shagane, eres mía, Shagane.


¿Quién es Shagane? No es un personaje ficticio, sino una profesora común y corriente, Shagane Talyan, a quien el poeta conoció en Batumi y quedó cautivado por su belleza oriental. Ella y el poeta forjaron una cálida amistad. Este poema evoca la poesía persa, que repite el primer y el último verso de una estrofa de cinco versos:

Porque soy del norte, o algo así.

Que la luna allí es cien veces más grande,

No importa lo hermoso que sea el Shiraz,

No es mejor que las extensiones de Riazán,

¿Porque soy del norte o qué?


Shiraz es una de las ciudades más hermosas y fabulosas de Irán, cuna de numerosos poetas, como Saadi y Hafiz. Mientras admira Persia, el héroe siente nostalgia por su lejano y querido hogar. El poeta insinúa entonces que su alma eslava es tan amplia e inagotable como un campo ruso, y confiesa que allí, en el norte, también hay una joven como Shaganeh, que quizá esté pensando en él en este preciso instante:

Shagane, ¡eres mía, Shagane!

Allí, en el norte, también hay una niña,

Quizás esté pensando en mí...

Shagane, ¡eres mía, Shagane!


En otros poemas de este ciclo ("Dijiste que Saadi solo besaba pechos...", "Hoy le pregunté al cambista...", "Nunca he estado en el Bósforo...", "¿Por qué brilla la luna tan tenuemente / Sobre los jardines y murallas de Jorasán..."), el poeta ruso Sergei Yesenin logró crear un mundo de su Persia románticamente sublime, casi de cuento de hadas, pero realista. Por lo tanto, su obra es tan querida para el lector oriental como para su ruso natal.

 

BYRON


Byron descubre el mediterráneo para los ingleses. Es junto a Shakespeare el mayor genio que dio Inglaterra. Su Childe Harold estuvo en el índice durante 25 años. Allí inventa el romanticismo precursor de un tiempo nuevo pero ay literatura cuanto te doy y qué poco me das a cambio pero no eres literatura sólo terapéutica si acaso. Maldijo su oficio de poeta. Hubiera preferido ser un hombre de acción. Cuando los dioses no estuvieron nunca de su parte. Byron mediante la muerte alcanzó inmortalidad. Vida breve la suya pero insólita manifestación de la inmortalidad. Sus versos son loa a cumbres de la individualidad humana junto con Goethe, Napoleón, Lamertov, Nietzsche, Dostoievski. Ibsen. Representa al individuo frente a la sociedad. Es la antinomia del socialismo gregario.

He was the war of the mainy against one, decía su amigo Sheley. Un sublevado contra la madre, el padre, la Iglesia, la sociedad las convenciones sociales contra dios y contra el diablo. “Amo la lucha la he amado siempre desde la infancia dice en una carta a Walter Scott”. Su animal preferido eran el erizo y el puerco espín.

Despreciaba el rebaño, no quiso ser jefe de la manada. Fue un solo contra todos. Una de las grandes almas que produjo Inglaterra que anduvo muchas leguas por el mundo a pesar de ser cojo.

Los positivistas más o menos mesocráticos no conseguirán comprender la obra de este prometeo encandelado que sólo se entiende a través del mito de la rebelión de Luzbel. Canta a las flores del mal.

Su poesía son versos satánicos los que plagió un tal Rushdie. Decía a los amigos los colegiales de Harrow: Dont come near me I have a devil inside. Estaba poseído de una suprema fuerza.

Incestuoso con su hermana, asesino, defensor de la violencia y bacanales nocturnas en su castillo de Newstead, un antiguo monasterio. Bebía vino en cálices sagrados o en una calavera, se iba de putas, se acostaba con su hermanastra Augusta Leigh. Glorificó al mal en su poema “Caín”. Su ayo decía que era una superfetación de la animalidad. Un individuo sin moral rodeado de un harén de mujeres que en Venecia vivía rodeado de hetairas como se refleja en su personaje Childe Harold. O en el Don Juan.

Cruzó el Helesponto a nado. Fue un preocupado por la calistenia y hacía régimen para no engordar.

Era apolíneo la vera efigie del Apolo de Belvedere pero estaba preocupado por la deformidad de sus pies. Un ángel por lo visto tropezó con una estrella y quedó cojo para toda la vida. Dicen los quirománticos que el diablo es renco y asimétrico. Un alma contrahecha en la envoltura de un hermoso cuerpo. Bebedor y fornicador maltratador de mujeres. La misoginia y sus dificultades con las mujeres parece ser que se origina en la aversión que sentía hacia su madre. La milady al nacer maldijo a aquel muchacho que nació con un pie equino.

Carbonario en Módena y conspirador en Florencia, se hace terrorista y va a luchar a favor de la independencia de los griegos pero los griegos lo traicionan “son peores que los perros”, escribió.

En poemas como “Don Juan” “la profecía del Dante” “la maldición de Minerva” explaya sus conceptos revolucionarios de lucha por la libertad, una libertad que no alcanza. Porque la verdadera libertad no se halla en la tierra. Está en el cielo. Murió en Mishongi cerca de Atenas luchando por la libertad.

UN DIABLO EN COMILLAS CON FAJÍN NEGRO DE JESUITA

 Regresé a la que fue mi alma mater años atrás al seminario vacío comillense. Subí la Cardosa o cuesta ornada de tamarindos acompañado de MJ y al ver el gran edificio del Menor deshabitado y guarida de fantasmas no pude reprimir un grito de añoranza. Encendí mi cachimba que siempre llevo conmigo como amuleto y compañera de vida e inspiración. El humo del tabaco actuó de lenitivo al dolor de todos aquellos sueños derrumbados. Todo lo que pudo ser y no fue posible. Por allí había pasado Samael, el ángel de la destrucción sobre la colina, pero abajo en el acantilado las olas seguían batiendo las restingas del embarcadero de Peña Castillo. Ya no se escuchaba el griterío de los pipis retóricos, de los filósofos a los que ya les apuntaba la barba y los teólogos a punto de ordenarse que miraban el partido viendo jugar a aquellos chicos con la sotana arremangada. Era la hora del recreo que los jesuitas llaman quiete y no corría ya el balón buscando las porterías. Había transcurrido medio siglo.

 El Stella Maris que preside una estatua de la Virgen estrella de los mares se había convertido en un jardín. Entonces era un campo de futbol, pero a la izquierda el frontón bajo un enorme cobertizo donde jugaban a pelota los vascos aparecía intacto y el seminario menor, cuyos tránsitos y aulas yo recorrí tantas  veces escuchando en medio del silencio de la fila el frufrú de la pana de mis pantalones bajo la sotanilla, estaba en obras. La inmensa explanada del Stella Maris era un jardín sembrado de ortigas y de helechos. Un eco lejano creí percibir en lontananza cuajado de melismas gregorianos. Cantábamos la Salve. La brisa marina jugaba al escondite con la luz de atardecer. Imágenes vinieron a mi memoria de algunos compañeros de curso: el toledano Sonseca, los vascuences Aramburu y Aburto, Massolíes gerundese, Antonio Pelayo el delegado de curso, un vallisoletano al cual veo narrar a través de la Cope lo que pasa en el Vaticano, Lorenzana y otros muchos. Los maestrillos Cavada y Heras que fue el que me ayudó y venía a despertarme a las tres de la mañana para levantarme a orinar, padecía yo enuresis. ¿Qué habrá sido de todos ellos?

El imponente edificio del seminario menor era un rascacielos de diez pisos. Abajo en la planta baja estaba el refectorio. Los desayunos eran ruidosos y un fámulo orensano nos hablaba en gallego que no entendíamos pero que con su lengua acariciadora nos servía unos platos de arroz con leche majestuosos y café con enfilada, todo lo que nos diese la gana. A la entrada del refectorio se alzaba un púlpito de madera de pino. Desde allí el semanero nos leía pasajes de la vida del santo del día, el martirologio romano, o bien, capítulos del Kempis. En mi mesa se sentaba Otto que era alemán, Santos burgalés, Bedoya santanderino, todos del pelotón de los torpes, excepto Rubalcaba toledano que era muy listo. En la fiesta del Crisóstomo le tocó a Rubalcaba que era el número uno en el aula de Retórica pronunciar en griego un discurso para honra y gloria de aquel padre de la iglesia griega, obispo de Constantinopla, al que llamaban Pico de Oro (kris, oro y tomos, boca)

Rubalcaba tenía una excelente memoria. Después de aprenderse el  difícil texto de coro nos largó una filípica de Demóstenes de casi media hora. Estupefactos quedamos todos. En la sala no se oía una mosca; únicamente, se escuchaba la voz cantarina del ponente. El refectorio aquella mañana de enero semejaba al ágora ateniense. La nostalgia que siento al volver al seminario vacío no sofrena mi resentimiento contra aquel lugar. No encajé. Me dieron por torpe. Yo no valía para obispo. Fueron doce meses muy difíciles por más que me entusiasmase la Montaña con sus paisajes idílicos y aquellos prados tan verdes cuando salíamos de paseo hasta Ruiloba, llegábamos al monasterio de Cobreces cisterciense, y nos bañábamos en la peligrosísima playa de Oyambre. 

¿Quien me iba a decir a mí que yo iba a tener una casita en lo alto sobre las peñas del acantilado del Mar Cantábrico? Un lugar tan bello y paradisiaco como el de aquel cerro de Peña Castillo  Dios escribe al derecho con letras al revés, ciertamente. Con sólo quince años aprendí en aquel caserón a sufrir y a ser humillado. Verumtamen, tú no vales para nada. En matemáticas, en física y química era un desastre, aunque destacase en lenguas clásicas y en inglés que siempre se me dio bien. Pegué un estirón. Mis células andaban revueltas. No sabía donde tenía la mano derecha ni a qué carta quedarme. Verumtamen, tú no vales, te nos has colao. Vuélvete a tu seminario y por si esto fuera poco no me valía la sotana que había heredado de don Bienvenido, un canónigo de Segovia, amigo de mi madre que era casi un enano, Verumtamen, tú no vales. Los malos tratos psicológicos que me deparó a lo largo del curso aquel maldito clérigo hijo del domine Cabra por no decir hijoputa me señalaron de por vida y he tratado de revolverme contra su dictamen, es decir que no soy un inútil, que valgo para algo. Su sentencia es una herida que llevo grabada de por vida. La santa madre iglesia es santa desde luego pero está llena de demonios. El estigma aún supura, pero me sirve de acicate para volver los ojos a Cristo. Yo no encajaba en aquel seminario destinado a ser fábrica de obispos y para ser obispo allí fui enviado. Tiempo adelante, siendo alcanzar la excelencia y el amor divino, mi principal anhelo, traté de demostrar a Eguillor que estaba equivocado. Así que cuando bajé por última vez la cuesta de la Cardosa que da puerta al tirocinio me descalcé y sacudí mis botas llenas de barro. De vosotros no quiero ni el polvo de la zapatilla. Escupí para arriba y uno de mis gapos alcanzó una rama del tamarindo ornamental. Pronuncié una maldición que al volver después casi sesenta años se había cumplido. Yo era profeta