2023-09-07

 

PIGARGICOS DE MEMBIBRE DE LA HOZ

Cuando murió la abuela Paula el médico que la atendía don Lisardo y certificó su defunción declaró que en toda su vida profesional nunca viera carnes tan blancas. A la pobre abuelilla yo me acuerdo yendo a meses, en una ocasión por mi santo me regaló un duro de plata que guardaba en los refajos. Ahora me viene a la mente parece la estoy bien como una aldeana de otra época con sus manteos de segoviana el pañuelo que cubría sus cabellos blancos que debieron ser rubios y el ojo de menos que le faltaba. Un día espigando se clavó una inflorescencia del trigo, la inflorescencia se hizo tamo y el tamo se infectó. El globo ocular hubo de sacárselo pero tuerta y todo veía mejor que yo. Los Parra venimos de Membibre de la Hoz, familia de labrantines, dicen que nuestro apellido es judaico aunque vete tú a saber. Eso sí, éramos muy religiosos. La abuela Paula era la última de salir de la iglesia y la primera en entrar cuando tocaban a misa, mi padre al que le gustaba cantar el Prefacio de Difuntos de la misa en latín cuando se afeitaba, al rezar de pie, se balanceaba al modo que tienen los israelitas. Además era pelirrojo y muy pecoso. En el pueblo lo llamaban el “pinto”. Las mozas lo aborrecían por el color de su piel y en aquel encono inexplicable debía de haber algo de antisemitismo que todos nosotros hemos heredado. Yo no caigo bien a la gente seguramente porque me gusta cantar las verdades caiga quien que caiga y eso es una temeridad.

−¿Por qué escribes, entonces?

−Para dejar de fumar

−¿Ah sí?

−Escribir y relatar es un modo de rezar para elevar el corazón a Dios y pedirle mercedes.

−Con esa actitud no me extraña que los bembibrenses os tuvieran por majaderos y os segregasen por israelitas a los que siempre hubo que echar de comer aparte.

−Quizá, pero yo no me siento judío. Me aburre la retórica de los discursos bíblicos, soy un escéptico que va por libre en defensa del bien, la belleza y la verdad.

−Eso es una utopía

−Es que en Membibre de la Hoz siempre fuimos un poco utópicos. Vivimos segregados en un rincón de la provincia. Membibre para molinos y para cangrejos. Una vez fuimos papá y yo al río Hontanar que nace en el pueblo y en dos horas recogimos tres fardeles de este crustáceo. Nos los merendamos mi padre, el abuelo Severiano y yo, en el rio eran de color marrón. En la cazuela se volvieron rojos. Dicen que un nefasto doctor franchute el que inventó la mixomatosis echó unos polvos y desaparecieron estos crustáceos sabían tan halagüeñas en las merendolas aldeanas, de todos los sistemas fluviales de la pnínsula ibérica. Ello da que pensar en la guerra biológica. La humanidad puede ser exterminada por un galeno con mala leche

Mi padre era casi albino la cara llena de pecas. El señor médico cuando murió dijo que en su vida había visto carnes tan blancas. Debía de ser por ese fenómeno de falta de fermentación que llaman pigargo. En mi familia no hay morenos, todos rubios como el trigo que granó, algo judíos y sentimentales, longánimes en nuestra desgracia. El tio Ursino quedó viudo con seis hijos y una de ellas la Rosarito que nació con lesión cerebral. Era panadero e iba a vender bodigos por los pueblos en un macho renco. En Torrecilla del Pinar si se daba bien la cosa, para no volver de vacíos cargaba el carro de roñas o cortezas de pino y teas para encender el horno y calentarnos en el cocedero en los fríos inviernos de la meseta. Murió de cirrosis y su hijo Aurelio que emigró a Santander era muy echado para adelante y audaz le mandaron limpiar la sentina de un petrolero y los gases emanados lo dejaron tieso. De los otros tíos de mi padre el Felipe que casó con la Emerenciana sé poco y tampoco tuve mucho trato con la tía Petra la de Cozuelos que era la única hembra de la familia. A mi padre le negaban baile las mozas por la color de su tez y porque era pobre pero ay amigo cuando regresó de la guerra con los galones de sargento se le arrimaban todas. Membibre para molinos, una iglesia románica con un ábside y un cementerio contiguo en el cerro desde el cual se divisa el camino de Vegafría.

− ¿Escribes para dejar de ser pobre?

−Tal vez pero no lo conseguí. Nosotros somos unos vagabundos sin suerte y aunque audaces nos esquiva la Fortuna que es la más caprichosa de las deidades pero lo aceptamos con resignación, Ahora a lo único que aspiro es a dejar de fumar porque dicen de este vicio suma y compendio de todos los males de nuestra época que es cancerígeno. ¿Sin mi pipa que es la única amiga que tengo en el mundo qué haré yo?

 −Tú verás

−El cáncer es como el macho renco del tío Ursino muy traicionero y si te descuida te  larga unas coces que quedas pajarito cuando las las células se proclaman en rebeldía y no quieren trabajar al unísono, van cada una a su aire pero entre los nuestros no murieron muchos de tan fatídica enfermedad. Somos más propensos a las enfermedades del pecho. Muy trabajadores nos matan el trabajo y los sinsabores. Pues viva la tuberculosis.