EUGENIO GARCIA SERRANO
Eugenio o la proclamación de la
primavera; tuve la suerte de conocer a los falangistas de la última hornada, los
auténticos y García Serrano además de majete y buena persona era un falangista cabal. Eugenio era mi director cuando yo servía a España en tierra de infieles y de transfugas rodeado de cañones enemigos que preparaban el contubernio. Carecía de desenfilada y tenía que recurrir a mi valor personal para poner en ridiculo a aquellos "democratas" que acudían al Té de la Embajada.
A punto estuve de sacar los puños que no
las pistolas por él cuando un mindudi de Cuenca me estampó ante mis propias
narices:
▬Vosotros los fachas no sabeis
escribir
▬¿Cómo? Repite eso que dijiste.
El tal Martinez se volvió atrás.
Mi interlocutor no se atrevió a insultar a mi "dire". Nos miramos el uno al otro con ojos alataneros llenos de desprecio. El tal Martinez trabajaba para un periódico dirigido por un falangista que era hijo de Concha Espina y luchó contra los comunistas en el Blau. Sin falangistas no hubiera habido Escuelas de Periodismo y ellos se hubieran quedado sin profesión. Estos que tanto difaman han crecido y medrado a la sombra de la herencia que les legó el Caudillo.
Fuese y no hubo nada pero aquel
sujeto larga melena y pantalones campana moda de los sesenta dios los cría y
ellos se juntan y de la abundancia del corazón habla la boca ha desaparecido del estadillo y su nombre no figura ni en las hemerotecas aunque gozara de cargos y enchufes, vera imagen del perfecto gilipollas... Eran tiempos en
que cada uno defendía a su señorito, estaba de moda, menudo eran los de “Pueblo”. Yo
vi a Raul del Pozo casi romperle, por meterse con Emilio Romero, de un botellazo la cabeza al pobre Federico
Abascal el corresponsal de La Vanguardia que ejercía por entonces de “rojo”.
Eramos
demasiado exaltados lo reconozco pero no me arrpentí de nada ni me arrepiento (sólo me arrepiento de aquella chinita que hacía frufru cuando la hacía el amor en Hong Kong) y es mi estilo sacar la
cara por alguien ante el insulto y la provocación.
Si lo que llevas dentro es
bilis y serrín, irás vomitando reconcomios por las esquinas en perenne
borrachera.
España empezó a llenarse de resentidos.
Aquel día en la reunión de la embajada me di cuenta de que hay dos
Españas irreconciliables. Yo pertenecía a la de Eugenio o la proclamación de la
primavera, era la España verdadera, la otra es un sucedaneo, un “Ersatz” como
los de Podemos. Los americanos que controlan la SER y gran parte de los medios
se han sacado un conejo de la chistera, un conejo con coleta, veremos a ver lo que dura.
Sin embargo,
por aquellas calendas defendíamos los garbanzos a nuestra manera.
Hoy como los
sueldos y las pensiones están asegurados por el momento el personal no protesta.
No te pases que diría el Goyo Gonzalez, aquel tipo siniestro, un machacante de
cierta agencia que cortaba el teletipo y ahora tiene un hijo en la Cope Herrera
en la Onda; pues bueno.
Él también me insultó y estuve a punto de tirarlo por las
escaleras. Entonces como ahora, estaba solo, rodeado de viejos fantasmas del
pasado que hacen difícil la convivencia, atalajada con frases
rimbombantes, Y DE LLAMADAS A LOS PACTOS Y AL CONSENSO, que esconden un odio ancestral. España y yo somos así, señora, y la Patria no se negocia.
Yo leía los libros de mi director
“La ventana daba al rio”, “La fiel infantería” “Plaza del Castillo” en mis
viajes de largo recorrido dentro del tubo londinense dejando que otros se
ocupasen de Kafka de Proust y toda esa clase de literatura disolvente y
dirimente que pusieron en órbita los “pseudo demócratas” y globales que copan actualmente
las editoriales y ejercen de comisarios del pensamiento.
Nunca, hay que decirlo por mucho
que les duela, se produjo en nuestras letras un reventón literario tan
importante como durante el franquismo con y a pesar de la censura. Fue una
floración mucho más importantes que las generaciones del 27 y del 98 sólo
igualable a la efervescencia que hubieron las letras castellanas en el siglo de
oro. García Serrano demostraba estar en poder de una prosa inimitable.
La fiel infantería , con todo y eso, no pasó la
censura ni tampoco “La Colmena” sus autores dos falangistas que nada tenían que
ver con la Santa Casa.
El primado de Toledo aquel
catalán bajito calvorota lentes redondos de concha un tipo avieso represor y reprimido que se llamaba Pla
y Daniel mandó recoger la obra alegando que en el libro se decían demasiadas
palabrotas. “examinada serena y objetivamente –dice el decreto “obstat” de don Enrique
Pla y Daniel otorgado en Toledo a 15 enero 1944- la novela del sr García
Serrano resulta
1) que se
proponen como necesarios e inevitables los pecados de lujuria de la juventud
(págs. 195 y 302); describiéndose escenas de cabarets y de prostíbulo
Que está
salpicada toda la novela de expresiones obscenas e indecorosas
2) aun cuando
varios personajes de la novela manifiestan sentimientos religiosos aparecen
éstos como algo rutinario con añadidos de sabor escéptico anticlerical y volteriano aun en labios de soldados
nacionales. (¡Pero qué cosas dice su Eminencia Reverendísima, si aquellos guripas peleando en el
frente no sabían quien era Voltaire, algunos no habíkan cumplido con la escuela cuando fueron llamados a filas!)
3) decretamos
pues que este libro nocivo a nuestra juventud sea prohibido por atentar contra
la moral y las buenas costumbres y lo denunciamos públicamente cumpliendo con
nuestros deberes pastorales”
La fiel infantería aparecería años más tarde
en una edición de 1964 alcanzando tiradas casi millonarias en la Editorial
Planeta.
He aquí un libro que haría rico al editor pero no a su autor el pobre
Rafa que moriría, si no pobre como una rata, en su piso de la prolongación del
general Mola, aferrado a sus banderas de falange.
Don Marcelino Oreja, otro
meapilas del contubernio vasco, el pequeño Marcelino aquel ministro cabezón que
ocupó la cancillería de Exteriores y llegó a dar con su rotunda cabeza en un pesebre, cerró la agencia Pyresa y dejó a mi director sin
indemnización y sin subsidios.
A mi ex director le visité varias veces y hasta me concedió una entrevista al ser galardonado con el premio Espejo de España.
Era el mismo de siempre talante
alegre los bigotes caídos de alabardero. Publicaba una columna en el Alcázar su
único medio de subsistencia algunos de sus artículos pueden calificarse de
antológicos y de lectura obligada en las clases de redacción y de la historia
de periodismo. Rafael García Serrano era un español de casta bonancible y de gran cosecha de la añada de 1918,
tenía una vocecita de clarisa que contrastaba con la virilidad robusta de sus
libros, escritor macho que no machista.
Su personalidad nada tenía que
ver con la agresividad y aspecto de comecocos el sambenito que le endosaron sus
enemigos. Tenía la voz atiplada ya digo y aspecto de viejo soldado de los
tercios de don Juan de Austria, que, recogidas sus banderas, se retiró a escribir y a cuidar de
su extensa familia, algunos fueron musicólogos y folkloristas acumulando la
gran tradición de canción popular instaurada por la Sección Femenina y el más
pequeño Eduardo García Serrano es hoy uno de los periodistas con más gancho en
el mundo de la Radio.
Su tertulia es de las pocas que
merezcan (todo gran trabajo tendrá sus mermas no siempre estoy de acuerdo con
sus puntos de vista) escucharse. Es
más elegante y más florido que su padre pero tan ocurrente y pugnaz como él. Un
valiente. Se refugió y casi fue el punta de lanza de la Inter aquella emisora fundada por Serrano Suñer siguiendo las normas de la Rundfunk germana.
Aquellos humildes soldados de la
Fiel Infantería que refleja este libro en los campos de Brunete el Jarama la
Universitaria o el Ebro por una vez plantaron cara al monstruo de siete cabezas
y lo derrotaron. No `perdamos la esperanza. Semejante
proeza humillando a los señores del mundo es algo que no nos perdonarán nunca y ahí está la maula. He ahí el quid de la cuestión. ¿Podemos o no Podemos? Sea lo que Dios quiera.
Es ahí donde ha de hallarse la
grandeza de este gran libro prohibido escrito en el ardor de la juventud. No
estamos ante una gran novela sino ante un cuadro de costumbres que relata las
penalidades de unos soldados que soportaron la dureza de las trincheras con
alegría y estoicismo. No alcanza los grandes registros de “Madrid de Corte a Checa”
o “División 250” y “Cabo de Vara” o “Cuerda de presos”. Pero es el libro más alegre y más simpatico de cuantos se escribieron en la década de los cuarenta.
Foxá y Salvador fueron
los grandes prosistas, y García serrano el mejor cronista porque Eugenio fue un periodista a rajatabla que proclamó la primavera hasta la muerte, de aquella gran generación que fueron la gloria de España, luchando contra viento y marea. En medio de cruel aventura de salvar a su Patria y a quienes la democracia
descataloga ahora y niega el pan y la sal.
Con la iglesia hemos topado Sancho.