2025-10-01

 

CUELGO LA SOTANA

Aquella década de mediados de los cincuenta, yo era latino, fue un tiempo de ilusión clerical, era yo un seminarista fervoroso que trataba de no mirar para las chicas aun cuando la Mary la hija del maestro armero me traía por la calle de la amargura, dejé de jugar con ella a la pídola y cuando la veía echaba mano al cilicio que me mandó poner mi director espiritual en la región lumbar y formulaba una jaculatoria:

─Señor, antes morir que pecar

Pero pecaba con los ojos, con la mano, con el hocico, con toda mi carne enfurecida. Un descuido. Me venía la imagen de sus bragas saltando sobre mí cuando yo hacía de burro y zas. Como sentía escrúpulo después de cometer aquel pecado mortal, y me daba vergüenza ir a confesar mis trasgresiones de la pureza tenía que bajar al Parral. Allí un fraile jerónimo, fray Paja, administraba el sacramento de la penitencia a los seminaristas que se la meneaban. Era un penitenciario de manga ancha pero algo sospechoso de mariconería. Hacíamos cola ante el confesonario de fray Paja y las confesiones duraban la tira, se arrimaba todo lo que le permitían las reglas, yo percibía el aliento apestoso y el cerquillo de su cabeza rapada tocando mi frente. Parecía que en vez de ir a reconciliarte con Dios bajabas a la alameda que así se llamaba el lugar bellísimo donde se emplazaba el monasterio mandado construir por don Enrique de Villena (ni palabra mala ni obra buena) en el siglo XV. a bailar el tango. 

Los periódicos traían noticias del concilio y hablaban del papa buena San Juan XXIII el cual a posteriori se comprobó que no era tan bueno ni tan santo. El Vaticano II iba a ser el viaje a ninguna parte, una tarjeta de auto demolición de la iglesia que yo amaba. Fuimos los últimos de las misas en latín, la hermosa liturgia que había inspirado la devoción y el recogimiento durante siglos se fue al carajo. Todos decían que era necesario el idioma vernáculo para entender los ritos. Sin embargo, suprimido el misterio de lo sagrado y secularizada la religión católica, con el anhelo de ponerse al día, los seminarios quedaron vacíos, a las iglesias no iba nadie y las parroquias se quedaron sin curas. Hubo una fuerte pugna entre tradicionalistas y aperturistas que ganaron estos últimos. Mi corazón se llenó de tristeza viéndolas venir. Cuando empecé los cursos de Filosofía noté que mi vocación flaqueaba pero seguía los veranos ayudando a misa al cura chiquito, el coadjutor de don Benito, el párroco de Santa Eulalia, poniendole la banqueta a la hora de alzar, acompañándole en sus paseos largos hasta Baterías con el deán Fernando Revuelta, el bibliotecario don Cristino canónigo pertiguero y bibliotecario que me hablaba de los tesoros bibliográficos guardados en la catedral de Segovia en particular partituras musicales. El tercero de la terna era el beneficiado don Benedicto que era un alma de Dios, gordo y macizo con cara de hogaza. Ver a aquellos buenos clérigos subir la cuesta de la Pista siempre a la misma hora después de las Vísperas en verano y del oficio de Tercia en invierno era todo un espectáculo que inspiraba veneración y ternura por el contraste de estaturas. El capellán don Valerio no levantaba diez cuartas y el deán medía algo menos de dos metros y el beneficiado Benedicto pesaba más de cien kilos el gordinflón mientras don Cristino era un jijas, tan delgado que cuando soplaba el cierzo de la sierra, parecía que se lo llevaba el aire. Detrás de los clérigos, y según una tradición que provenía del uso y costumbres catedralicias antañonas, era conveniente que caminasen los acólitos cubriendo carrera. Así que Gonzalo, Teófilo el que sería mi alfaqueque como inspector de policía en la ciudad donde yo tuve una novia y venía para casarme, que me sacó de la cárcel cuando fui llevado al talego y yo ibámos detrás. 

El oído atento, sacamos grandes provechos de lo que decían aquellos sabios. El cura chiquito era un oráculo en demonología. Satanás se transfigura en ángel de luz, decía.

─Tú ¿sabes cuantos diablos hay, Fernando?

El deán decía que muchísimos tantos como ángeles y muchos más que el número de hombres habidos y por haber y habrá desde que el mundo es mundo.

─A ver nombres, díganme nombres

─Está claro: Lucifer

─Ese es el más nombrado pero hay otros desconocidos verdaderos enemigos del género humano, epígonos de la iniquidad,

─Ya está Su Eminencia con sus palabros raros, don Valerio ─el deán Revuelta al capellán del cementerio siempre lo trataba de usted, no sabemos por qué─ No me toque los cojones

─Habla bien, Revuelta, que cuesta poco─ medió el canónigo pertiguero ─Yo lo que sé es que le llaman el Vetus, el viejo al cual se aplica el refrán de que más sabe el diablo por viejo que por el diablo

Los cuatro curas vestidos de talar con dulleta, teja y balandrán, se sentaban en una peña y allá seguía el cura chiquito con su discurso:

─Los más dañinos son Belcebú el que tentó a Jesús, Samael, Sacla, Belial, Nasbodeo y Apolión el demonio griego pero el más inicuo de toda esta cuadrilla es Ababdon el diablo judío y no miento.

─Claro que no mientes, Valerio, ese demonio el peor de todos tiene cátedra y trono en las sesiones del Vaticano II donde va de oyente y a la agachadiza. Nos van a dejar a todos con el culo al aire. Tendremos una iglesia que no la va a conocer ni la madre que la parió, dominada por Ababdon el satanás judaico, pero dame un cigarro. 

El señor deán se quedó pensativo, sacó la petaca y lió un cigarrillo, de caldo de gallina. Despues ofreció tabaco a los compañeros. El beneficiado Benedicto no fumaba. Los demás sí. Los cuatro fumaron a gusto sobre las peñas y de atardecido regresaron con paso indolente y cansino a la ciudad. Eran un ritual, un espectáculo. Algunos niños se acercaban a besarles la mano. Ellos volvían a casa en silencio conscientes de que se acababa un ciclo de que la iglesia no iba a ser la misma aunque la barca de Pedro, Cristo lo predijo, zarandeada por las olas de la tempestad, no naufragaría pero terminaba una era. Yo decidí entonces colgar la sotana sin que haya podido arrojar lejos de mí el alma de aquel pobre seminarista gordito y mofletudo, tan crédulo e inocente que fui. Ababdón el diablo judío sigue más de medio siglo después dando guerra y haciendo de las suyas en Gaza, Ucrania y en España no va más.

Jueves, 2 de octubre de 2025

 

 

 

 

 

 

 

 

PRISCILIANO Y LOS DEMONIOS: TIENEN POR DIOS AL VIENTRE

 

Prisciliano sabemos su nombre, que fue obispo de Ávila en la España hispanorromana, que sus doctrinas nigrománticas y vida de ultratumba arraigaron entre los celtas gallegos pero fue acusado al emperador de hereje y pasado bajo el hacha del verdugo en la ciudad alemana de Treveris. Era muy joven.

No obstante le dio tiempo a empaparse de la escritura profundizando en los arcanos de la Revelación pero fue más allá.

Hoy diríamos que se pasó tres pueblos.

Su tesis sobre la trasmigración fue refutada. ¿Nos reencarnamos al morir en otros hombres o mujeres hasta alcanzar la perfección y ser llamados a la diestra del Padre? La iglesia católica no da respuesta.

Sin embargo declara anatema el panteísmo priscilianista junto con otras múltiples herejías que aparecieron como setas en la iglesia occidental mediado el siglo IV cuando la Fe, sin consolidarse, aparecía en un estado efervescente. 

Fueron anatema las deserciones negacionistas de los patripasianos, novacianos, biononitas, nicolaitas, maniqueos, ofitas que adoraban serpientes, los arrianos, gnósticos por un decretal del Papa san León Magno.

 Gracias a un texto de Menéndez y Pelayo entro en la maraña de lucubraciones teológicas al rayar la aurora del siglo último del imperio romano partido en dos mitades Roma y Bizancio tras la irrupción de los barbaros. 

Prisciliano comunicó a sus fieles diocesanos su fe profunda el conocimiento de las escrituras y también el de los diablos. Algunos de sus puntos de vista tienen relación con el mundo moderno que adora a Baco, Venus y Mercurio y Marte. 

El materialismo nos dice que no hay otra vida y nos grita con san Pablo:

─No adoremos al vientre. Guardaros de la gula, la concupiscencia y la fornicación.

Estamos regidos por hombres de entendimiento corrompido.

Fue el primer experto en demonología. Conocía bien a los diablos a los cuales nombra por su nombre y son: Sacla, Samael, Belial, Belcebú y Nasbodeo. ABABDIÓN EN HEBREO Y APOLYON EN GRIEGO

Para mí el gran obispo de Avila no solo fue el martir de una iglesia en construcción, aparte de un padre de la iglesia latina.

 El único que lo defiende es san Agustín “Opportet esse haeresias” esto es bueno es que existan discrepancias para acrisolar nuestra fe. De la discusión nace la luz

 

miércoles, 1 de octubre de 2025

HORMONAS SUBLEVADAS

 Tampoco me preocupó demasiado; la Mary era un poco marimacho. Jugaba con nosotros los muchachos de mi cuadrilla a la pídola y al saltar se la veían las bragas blancas y dos suculentos muslos. Gran tema de debate en toda la peña era conjeturar si le había crecido ya a la hija del maestro armero y la señora Marce vello púbico, pues era una chavalota muy desarrollada. ¿Le habría ya venido el mes? A nosotros nos apuntaba el bozo, a la primera de cambio se nos ponía tiesa. Las hormonas son las hormonas ley de la naturaleza inexorable. Los senos, las caderas y el cuello de garza bien que se la notaban a la Mary. Yo trataba de mirar para otro lado cuando me tocaba hacer de burro y ella saltaba como una leona. Se la veía todo. Esa imagen no se me iba de la cabeza y por la noche sufría de poluciones nocturnas. El campo magnético de las hormonas sublevadas realizaba su trabajo

MULIEREM FORTEM QUIS INVENIET ¿QUIEN ENCONTRARÁ A LA MUJER FUERTE?

 Eran mis primeras calabazas en el amor. Tiempo adelante, recibiría otras más graves. Doña Dulcinea del Sotrondio con la cual venía yo a casarme me dejó a las puertas de la iglesia y acabé detenido en la prevención, pero, merced a las influencias de uno de aquellos seminaristas compañeros de viaje en los grandes periplos en bicicleta y que era comisario de policía en la localidad, me soltaron.

 Allí sí que me salvé por los pelos. Ahora al cabo de tantos años sostengo que no fueron hados ni la fuerza del destino el clavo ardiendo al que me agarré sino una extraña fuerza redentora que vela por mí. 

Intervino la Virgen de la Fuencisla que estiró su manto para que yo no cayera al Eresma y habló directamente desde el cielo a Teodoro Llorente para que me liberaran de la mazmorra en la cual fui metido por aquel escándalo. Yo trataba de salvar mi honor pisoteado y el de mi familia. 

Pasé las horas más angustiosas de mi vida encerrado en aquel calabozo de la puerta verde porque Teodoro era también devoto de la Virgen. Los dos fuimos nombrados postulantes el último día del mes de mayo y en las vacaciones del 58 hicimos una carrera hasta Mozoncillo en nuestras bicicletas y allí nos agasajó su abuela con té con pastas y vimos pasearse por los campos la sombra de don Andrés Laguna el autor del Lazarillo de Tormes. Estaba recogiendo en una cerca hierbas oficinales y al pasar nosotros nos saludó y nos impartió su bendición pues era sacerdote aunque de origen converso como tantos y tantos en Segovia los cuales consideraban a nuestra ciudad una réplica de la Jerusalén celestial.

Así que el que me hiciese la cobra a mis requisitorias de amores la hija del maestro armero y la señora Marce me pareció algo muy natural y no había por qué alarmarse pues yo ya empezaba a darme cuenta de que era verdad la filosofía del maestro Cela: a diez solicito, nueve me dicen que no y una que sí. Con una me quedo.  Mulierem fortem quis inveniet... cantábamos en la epístola. de la misa de viudas. ¿Quien encontrará la mujer fuerte?  ¿La encontraste tú? Pues yo no.

Enfrentarse a una mujer equivale con frecuencia en tirarse al ruedo a torear un mihura.