Se suele decir que «hace más ruido el árbol que cae que el bosque que crece». El viejo aforismo se podría aplicar a pies juntillas a la archidiócesis de Burgos, que ha ocupado todos los titulares de las últimas dos semanas con sus monjas díscolas de Belorado. Mientras ellas irrumpían con estruendo en el escenario mediático, otra comunidad contemplativa se instalaba en el antiguo convento de las calatravas, en el barrio de San Cristóbal de la capital burgalesa, en el más absoluto silencio. Ha sido el propio arzobispado de Burgos quien acaba de anunciar en una nota la llegada de la Fraternidad Verbum Spei, que se produjo casi simultáneamente a la revuelta organizada por las clarisas de Belorado a mediados de mayo.
«Se trata de una joven comunidad formada por ocho miembros de la Fraternidad Verbum Spei, una congregación religiosa nacida en 2012 en México, pero con presencia ya en Luxemburgo, en Idaho (EE.UU.), en Cuba y en Honduras», reza el comunicado del arzobispado, que puntualiza que «son tres sacerdotes, tres hermanos en tiempo de profesión temporal y dos novicios».
Las religiosas calatravas no han podido mantener el convento porque son pocas y de avanzada edad, pero no han dudado en cederlo a la nueva y pujante comunidad. «Nosotras hemos construido este monasterio para que sea un lugar de oración, un lugar de adoración para Dios, para la gente de este barrio de San Cristóbal, en Gamonal. Preferimos que siga otra comunidad que mantenga eso vivo. Hubiéramos podido ganar dinero, hacer más cosas con este lugar, pero queremos que se mantenga como lugar de oración», les han dicho las calatravas a los religiosos que van a tomar su lugar.
Ser un pequeño oasis
Y eso es lo que pretenden hacer los miembros de la Fraternidad Verbum Spei en la ciudad castellana: «Queremos que este monasterio sea un pequeño oasis, un lugar donde te puedes encontrar con Dios, donde adorar, donde orar, donde uno puede descansar con el Señor en paz, donde se puede encontrar con Dios en la oración», ha explicado el superior de la nueva comunidad, el padre Joachim, de origen francés.
«Nos hemos sentido muy bien acogidos, con mucha bondad, con don Mario (el arzobispo de Burgos), que Dios ha puesto providencialmente en nuestro camino, pues nos ha abierto con mucha generosidad, de manera muy paterna nos ha acogido. Nos sentimos muy indignos de recibir tanta bondad, tanta acogida buena de algunos sacerdotes que hemos podido saludar, de manera muy sencilla», asegura el superior del nuevo monasterio.
Los jóvenes van a ser una de las prioridades de los monjes: «Muchos lo somos, por lo que también nos gusta ser parte del reto de la Iglesia de hoy, de transmitir la fe a los jóvenes, a nuestras nuevas generaciones con todo este mundo virtual». Además, la cercanía de la facultad de Teología de Burgos ha sido otro de los elementos determinantes para decidir asentarse allí, ya que «va a permitir a varios hermanos que se preparan al sacerdocio que puedan formarse bien». «También hay mucha riqueza de vida religiosa en esta archidiócesis, mucha tradición. Como somos muy jóvenes, podemos aprender de los mayores de la vida religiosa también que llevan desde siglos en la Iglesia», concluye el padre Joachim.