2025-10-08

EL APAGÓN NEOYORQUINO Y MI CONVERSACIÓN CON YANKEL UN RABINO AQUELLO FUE UN ENSAYO DE ATAQUE NUCLEAR SIN BOMBAS

 

En 1977 agosto caía sobre Nueva York plomo derretido, hubo un apagón. La gente queda varada en los ascensores, los semáforos dejaron de funcionar, los quirófanos quedaron a oscuras y los pacientes agonizaban en la mesa de operaciones. Era un caos. La ciudad automática, la ciudad que no duerme, paró de pronto. Con el corte del fluido eléctrico bajaron desde Harlem al bajo Manhattan las tribus urbanas y empezó la gran pecorea, el  looting. En la gran saqueo yo vi a morenos que robaban las tiendas, arramblaban con televisores, lavadoras e infernillos cargándolos sobre el lomo. Muchos neoyorquinos de buena voluntad se preguntaban si no habría llegado el apocalipsis. El apagón nos hizo mascar el polvo de la derrota, demostrándonos lo frágil que somos. Se va la luz y todo se interrumpe porque el soporte vital de nuestras ciudades se cifra sobre la tecnología. Un simple fusible da en quiebra y adiós mis pavos que atruena. Yo vivía en el piso 24 de las Torres de Water Side Middle Manhattan. Salí de casa y bajá a tientas por la oscura escalera. Saludé en el vestíbulo al  janitor  de guardia, un portorriqueño simpático de pelo rizo  el cual en sus conversaciones mezclaba el inglés con el castellano hablado en su tierra, la bella Borinquen. Pude ganar la plaza donde estaba sentado mi amigo el rabino Yankel que también mezclaba el inglés con el yiddish. No estaba aturdido el buen rabí que vestía camisa blanca y una dulleta que le llegaba hasta debajo de la pantorrilla en plena canícula neoyorquina. 

─Hello, there. How come? 

─ This is a signal of Apocalypses, ─dije 

Yankel empezó a reírse por toda la barba.    Exhibía en su atuendo personal cierto descuido pero miraba con ojos penetrantes de Einstein. Sus barbas apostólicas estaban blancas, sus tirabuzones negros, el zapato sucio y mal atado. Era un judío ortodoxo observante de la ley. Pertenecía a un pueblo indestructible que seguía vistiendo como los padres del Viejo Testamento observando su dieta y rezando la Shemá al levantarse y al acostarse. A los askenazíes no les era permitido hablar con un goim pero solía saludarme y conversaba conmigo. Quizá observando con su ojo clínico y su vista gastada de tanto escudriñar los textos sagrados que a lo mejor yo podía pertenecer a su elenco. Sabía que en España hubo infinidad de conversos que mudaron de credo en apariencia por más que en secreto siguieran con sus abluciones judaicas sus cantos y todos esos elementos residuales de nuestra herencia mosaica. 

─Eso es una canallada que inventaron los nazarenos. Cristo es un veneno. El mundo no se acaba. 

 ─¿Cómo qué? El apocalipsis de san Juan fue escrito por un judío, el apóstol san Juan en la isla de Patmos. 

─Ese apóstol que dices era un griego. 

─Está en Último Evangelio

Pero el rabino se burlaba. Era la risa jocunda de Israel que a mí me acojona. Estos tíos se ríen de todos.

 ─ Paparruchas, el mundo es eterno. 

Me quedé de un aire horrorizado por la blasfemia que acababa de escuchar. Había un supermercado en las inmediaciones y la gente salía cargada con garrafas de agua mineral. Tampoco manaba por los grifos el líquido elemento. No funcionaba la bomba de las cañerías.  

Le dije al rabino que esa idea de la impostura que achacan los de la Vieja Ley al Salvador no era suya. La había lanzado Nietzsche el padre del nazismo. Yankel volvió a reírse y me ofreció un pitillo Malboro puro sabor norteamericano. Me mostró la cajetilla: 

─Dime, español, ¿cuántos cigarrillos hay acá dentro? 

─Veinte, menos dos que vamos a quemar los dos: dieciocho. 

 ─Eso es. Una verdad matemática. Algo que puede    ser demostrado y probado. Vuestro Nazareno no puede demostrarse. Pudo ser un invento. 

─Un invento─ replico yo que dio la vuelta a la historia. La cruz está por doquier. En las torres de las iglesias y catedrales, en las salas de los hospitales a la cabecera de los enfermos, en las aulas de las escuelas, sonríe los cielos formando el arco iris de Constantino  in hoc signo vinces  y se reclina incluso sobre el pecho de las mujeres mundanas. La cruz es el Logos, la sabiduría infinita que hace que el mundo siga girando 

 ─Humbug, retórica. pura retórica. 

 ─En ese caso toda la Biblia es lo mismo, una historia de hazañas bélicas, epitalamios con carácter erótico ¡El Cantar de los Cantares¡ 

Quedó pasmado ante mi blasfemia 

 ─Es la palabra de Dios. Es el pacto entre Yahve y el pueblo elegido. Algo que los idolatras no podréis comprender. Somos el pueblo del libro y la tierra. Algún día volveremos a tomar posesión de ella. 

 ─Eso es puro sionismo, Yankel 

─Yo no soy sionista. Israel no ha de ser nunca una nación vulgar con sus parlamentos, sus políticos, sus corrupciones, sus periódicos─ afirma rotundo Yanquel sin perder su sonrisa.  

La ceniza del malboro se le había quedado esparcida por la pechera. Por debajo de su traje solar negro le asomaban las puntas de una faja blanca las filacterias. Su mujer y su hija que presenciaban divertidas nuestra conversación le hacían señas para que acabáramos nuestro intento de solucionar los problemas de la humanidad pero al rabino le divertía contraatacar. A todos los judíos les encanta discutir sin pelear. Un proverbio ruso advierte que donde hay dos judíos surgen tres opiniones diferentes.  

A Waterside Plaza llegaban las voces de los depredadores que saqueaban las tiendas de la First Avenue y allí estábamos los dos entregados a nuestras disquisiciones teológicas. Como Daniel en el foso de los leones impávidos ante una atardecida llena de furores. El mundo siguió marchando sobre sus ejes. Esto es la guerra. Apagadas las televisiones funcionaban a toda mecha los transistores relatando los incidentes del apagón. Creo que con esto de la pandemia Covid vuelve a repetirse la situación de apagón que yo viví en el tórrido verano del 77.  

Mucho me extrañaba a mí el anti sionismo de mi interlocutor. Sin embargo, me formuló al cabo una profecía: 

─Para nosotros el dinero no es m¨¢s que un salvoconducto de huida en tiempos de persecución. El oro aplaca el corazón del tirano. Tampoco nos interesan los honores, ni los suntuosos edificios las grandes catedrales. Vamos siempre con lo puesto en un dilatado tiempo de Cabañuelas para cruzar el desierto. Pero el día que dominemos los medios de comunicación todo se nos dará por añadidura. La prensa y la televisión es nuestra arma de combate. El objetivo es el dominio de la mente humana, la eternal Wisdom. Los periódicos y la tierra. Somos un pueblo agrícola. Cuando alcancemos la tierra prometida volveremos a ser agricultores. 

Por boca de Yankel estaba hablando Billy Gates con más de medio siglo de anticipación. Se informa que el gran nabab de la comunicación, el hombre más rico del mundo a través de facebook, Amazon y las redes sociales está adquiriendo tierras de labor en América del Norte, en Colombia, Venezuela y Argentina. De esta conversación durante el apagón con aquel rabí, un verdadero oráculo de sabiduría pero como todo humano también sujeto a las contradicciones obtuve certidumbres y dudas. Dicen por mi pueblo que todos tenemos una ventanillo al cierzo y que cada uno estornuda como Dios lo ayuda. Nueva York me hizo conseguir una visión distinta del mundo. Es una  ciudad judía meca del cosmopolitismo pero si se apaga la luz por avería todo se va a tomar por el culo.  Nos suponemos que Donald Trump presuntuoso matasiete como todos los de su cuadrilla otanista la Van der Leyen, Netanyahu y Zelenski el asesino de Europa al cual los europeos rinden pleitesía se meterían debajo de la mesa o entre las bragas de sus respectivas.

 

FUENTESOTO SEDE DEL CISTER

Antonio Parra

El papa Benedicto XVI ha nombrado a un jesuita como su portavoz de prensa y para celebrarlo (ya les veníamos anunciando que este pontificado iba a deparar sorpresas que hacía falta un relevo, el revirement) me voy a la bodega de mi pueblo con los de mi cuadrilla. Ya van flaqueando un poco las fuerzas pero el vinillo de la ribera sigue igual de tieso.

-¿Que hay bien y tú la familia bien?

-Todos buenos. Y en salud.

-Eso es lo que hace falta.

Al tío Colodro ya le han dicho unas cuantas misas pero su fantasma se me aparece. ¿Es el Colodro o su hermano Victoriano al que decían Vitines, entenado o de un costado y que por aquí llamabamos el “andao”. Misterios del lenguaje de mi pueblo.

 Bien se trasiega este vinillo de la tierra y calma la sed. Mucho tiempo sin volver por estos tesos. Una eternidad que no lo cataba pero aquí en estas bodegas de la ladera hurgandole las entrañas al monte pues se excavan en plena roca se está bien. El descanso del guerrero. Mi primo Juan José al que no veía desde hace mucho tiempo matiza: “Y por muy poquyito dinero”. Me llevo una grata sorpresa cuando éste me enseña un fajo de papeles. Son mis articulos que ha sacado de la impresora. Me sigue, sabe que estoy vivo por mis artículos de vistazoalaprensa.com. Mejor halago no puede existir para este plumilla. Gracias, primo. La sangre tira. Tgenemos la misma nariz. Impreonta de familia. Mi hija la Helen la inglesa que ha dado señales de vida al cabo de mucha vida y mucho tiempo no puede negar que pertenece a la estirpe. Es una nariz galinda. La de mi tía Paulina, la de mi madre, la de mi prima Leo y la de mi ahijado Marianito. En fin perdonen estas expansiones y desahogos sentimentales pero hacía mucho tiempo que no pasaba una tarde tan feliz bajo la sombra de los almendros que flanquean la entrada de la bodega milenaria.

 A tres o cuatro leguas de por aquí están los arribes del Duero zona de Sacramenia “con la venia”, Valtiendas “para que me entiendas”, Moradillo “y su parada ¿quedó preñada la yegua? Y no fue el garañón sino el céfiro que la empreñara”, Aldeasoña “dormida en un empalme de caminos, territorio bisulco”; Membibre para molinos y de cimbel, Peñafiel”; Castro “los chivos”; Torreadrada “las cabras”; El Caserío de San José “gente garrida”. Por los Valles nunca pasar que te pueden acantear y San Miguel mucho barro y poca miel. Para beatos Fuentepiñel, y Fuentesoto cagaberros que se crian en Peñacolgada por donde alza la pata la zorra cuando a ella la da la gana”.A por roñas íbamos al pinar. Y si quieres pan vete al batán que allí hay un perrito que caga poquito le alzas el rabo y le das un besito. A la nbumburabara. A la bumbureros juego tenemos. Amagar y no dar. El que se ría paga la nbola, etc. Cosas de la mi tierra. Las viejas palabras parece que me estallan en la cabeza y me traen un vioento del ayer tramontanda la vuelta de los carros donde más de uno hizo molino cuando subía a las eras cargado de haces. Los recuerdos están vivos y no parece que haya pasado medio siglo.

 Aquí cada lugar tenía un patrón de reconocimiento y el personal lo cantaba en el soniquete del “prefacio” gregoriano para entretener el aburrimiento de la faenas de los largos veranos entre colleras, trillos, horcas y garabatos, hoces, zoquetas. Había que llenar la botija y mover las abarcas. No usabamos calcetines  sino piales y aquel calzado tenía una cierta semejanza con  el coturno romano.¿Qué fue de tanto afán?.

Fuentesoto se reclina sobre un valle al pie de una fuentona manantía a la que nunca vi seca y que este verano lleva más agua que nunca. Con la torre de San Gregorio centinela montando guardia sobre el morrillo del somo que vigila todo el cotarro dando la espalda a Tejares, el anejo y que honra a San Mamerto. Cuando los de Tejares bajaban a la fiesta por San Pedro siempre había leña pero eso fue ya hace mucho tiempo.

Cada pueblo de esta comarca que dicen comunidad de Villa y Tierra tenía un apodo o remoquete y la gente se lo pasaba bomba llamándoles nombres cuando no había prensa rosa ni televisión. Y una personalidad propia, una manera de entender el mundo y hasta un acento característico. Gfran parte de toda aquella tradición oral hoy se ha perdido, mas he ahí un filón que sigue sin descubrir y está aun por investigar para filólogos y etnólogos. Enólogos abstenerse porque desde que irrumpieron aquellos catavinos y pincernas para los que el mosto no era lo que era sangre de Cristo y no la toqueis más que así es la rosa lo el fruto de las cepas ya no es lo que era. Se ha vuelto arisco y cabezón. De “polvos” como decía mi abuelo Benjamín el hombre que más ha influido en mi vida. Parece que escucho todavía su voz y su dicción empedrada de refranes y de esa sabiduría de los hombres de campo. He venido a visitar su sepultura y beso la cruz blanca de mármol que preside el cuadradillo de tierra donde duermen sus restos en la esperanza de la resurrección. El trece de julio se cumplieron justo 49 años; aún percibo su presencia. El Justo nos dice el Ecclesiastés no muere del todo. Así es.

. En algo, volviendo a las rivalidades de campanario, había que entretenerse. ¡A ver! Algo brutos sí que eramos pero no del todo mala gente. sólo cuando el vino no se nos subía a la cabeza. Yo recuerdo escuchar a mi abuelo las tardes de trilla aquellos cantares que la voz anónima del pueblo sacaba por aquí y corrían de boca en boca hechos, dichos, fazañas, desacatos y otras truculencias. En mi infancia me crucé con los últimos juglares que recorrían estos hontanares y adradas como una reliquia de la España del Cid. Tuve la suerte de vivir en mi niñez los últimos resoles del esplendor de la edad Media con todo lo que eso conlleva. Toda esa riqueza de expresiones,tonadillas, retahilas, giros, donosura y diferencia en el decir sedimentó en mi alma un poso de literarios afanes. Un empeño quijotesco sin perder de vista a Sancho.

 Antaño acariciaba sueños de gloria que no pueden ser aunque esas cosas nunca se saben.ahora la escritura es desahiogo y terapia. Rescribir y vivir. soñar y regoldar todos esos sueños sobre el papel. también rezar al llegar escucho los coros de Resurrección y la voz fantasmal de los monjes se esparce melíflua por todo el valle. San Bernardo llegó desde Claraval con doce monjes, abrieron un fundo en Pecharromás que está de la fuente matriz a un tiro de piedra y nos enseñaron a labrar la tierra y plantaron majuelos siguiendo los consejos de Virgilio en las “Geórgicas” de quiero mi viña en cuesta. Esa tradiciómn fue el origen del Vega Sicilia. Ese caldo famoso no era superior al que pisaba mi abuelo en el viejo lagar romana y luego combinaba en la cuibeta manso nectar escondido entre las duelas de roble. No se inventó en el mundo mejor quitapesares. De niños si caimaos malos nos daban sopilla. ¿Cómo no nos va a gustar el soplen y marchen?

Fuentesoto posee una vida interior. Es como un legado místico de hortus conclussus. aquí los cistercienses establecieron el primer jardín de María en Castilla la Vieja.la huella templaria quedó estampada en los chimorretes que orlan la fachada de la vieja torre de San Gregorio. Es la cruz visigótica de palos iguales. Tomas imitan a la de la Victoria del tesoro de Chindasvinto. Con su sentido de protección apotrocaica. Fue el signo que vivió Constantino el cielo tras la batalla de Puente Milvio. Hewroez, mitos, tradiciones, leyendas y creencias pero todo forma parte de un acerbo común. Una forma de vida al pie de la cruz. Que dio forma a la gran sintesis y cohesión a un pueblo de múltiples etnias e hijos de muchas leches aunque no el melting pot o el coctail molotov olla presión que cuando estalle - yo no lo veré pero los que me conocen dicen que tengo algo de profeta- puede ser terrible para mi patria descangallada en plena voragine toralizadora. Vendieron la tierra y por eso ahora algunos hacen montón. Aunque, ojo. Con el mucho quito  y nada pon pronto se llega al hondón.

 

JUAN DE LA JUSTA EL QUE MATÓ LA SERPIENTE

 

No me sentía cansado tras el largo viaje desde Asturias con mis setenta y seis años a las espaldas fresco  como un cohombro. Trepé por la escalera 24 veces y desde el cerro saludé al paisaje castellano. Para honrar a los veinticuatro monasterios que, mandó hacer el rey Alfonso VI los veinticuatro pueblos de Villa y Tierra los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. Era un conjuro para aplacar las tristezas del Quietorium de la Monda y el fuego fatuo Perfilábanse las montañas azules al otro lado de las cárcavas las tierras frías y el gran morro de las adradas. Y por el sendero del via crucis subía yo con la cruz a cuestas como Cristo con todos los pecados del mundo sobre los hombros. Me dolían las costillas. En el paño de la Verónica  enjugaba mis lágrimas y se estampaban los rostros de las mujeres a las que perdí, pecador de mí. Pungente y clara se escuchaba por todo el valle de la dulce Deri desde la cama del hospital de Londres donde la operaron del tiroides:

─You have hurt many people (hiciste daño a mucha gente)

Cuando la dieron de alta firmó el divorcio. Una compañera de crujía la indujo a tal determinación que acabó con nuestro matrimonio. Traté de explicarle que no me dieron permiso en la escuela. Sufrí una depresión. I had a break down y todo se fue al carajo

 

 El pantocrátor pintado sobre el ábside milenario me miraba con sus ojos fríos bendiciendo desde la serenidad de sus dos dedos alzados ─dextera Patris─ y sus ojos grandes cuando decía misa sobre el ara sepulcral. Un ángel negro de seis alas me servía de acólito y allí estaba Juan de la Justa el que la serpiente matara. Había bajado por la escalera de caracol de costadillo porque era corpulento. Quién había gastado aquellos peldaños seculares? Salieron todos de su tumba a la hora de alzar y les escuché decir con voz trémula “Señor mío y Dios mío”. Al lado de los resucitados estaban dos querubines vestidos de túnicas blancas guardando las espaldas a los  miles de difuntos del Requejar. Podían ser millones y asistían a la ceremonia con gran devoción. Algunos no entendían las plegarias porque su presencia en el mundo tuvo lugar antes del cambio de rito gótico. Muchas mujeres sentadas a la morisca invocaban a Dios en árabe y sus oraciones se elevaban a lo alto como jarchas. Habían resucitado para ver a Dios. Un coro de querubines atacaba las estrofas de la misa de Ángeles y el eco de sus voces se esparcía por la campiña en un largo kirie elisión. Juan de la Justa el que mató la serpiente cantó el credo en eslavónico. Aquella pretensión me reaseguraba en el presentimiento de la presencia de Dios en el paraje. Dios había bajado a mis manos como en la primera misa cuando pronuncié las mágicas palabras de la consagración ritual en latín y en ruso:

─Eto telo moié. Hoc est enim corpus meum… Priniete y adite (tomad y comed)… i ese si krobi maia ese sabui moie gostablenie grecóv ( Bebed todos de este caliz de mi sangre que será derramada por vosotros y por muchos para la redención de los pecados)

Estaba conjurando la presencia divina que es inefable invisible incomprensible inabarcable hasta el infinito que sólo se entiende a la luz de la Fe. Mi plegaria desafiaba al universo y yo estaba allí abajo a la luz de las velas del icoostasio bajo las altas arcadas pisando los huesos de mi hermanita Henar, de mi hermano Juanjo, de mi padre, de mi madre de mi abuelo Benjamín de la señora Apolonia el ama del párroco Cirilo todos enterrados en las fosas sepulcrales de la monda.

Juan de la Justa el que a la sierpe mató había sido soldado en la campaña de Rusia. Fue repatriado a España con una pierna de menos. Un disparo de los organillos de Stalin segó su extremidad Fue el más pobre del pueblo. Con la humilde pensión que le quedó pasaba hambre. “Yo fui a luchar contra el comunismo. Los rusos no me hicieron nada pero el régimen soviético estaba dirigido por feroces caníbales y se hacía lengua de la valentía de los soldados alemanes que lo trataron con deferencia y mantuvieron la disciplina den medio de la retirada que ellos denominaban defensa elástica. Contaba que aquella guerra la habían organizado un sanedrín malvado y que el pueblo alemán y el ruso la padecieron en sus carnes la locura de los estadísticas y políticos. En su alcoba tenía un retrato del Führer y decía que el holocausto era una treta propagandística  para ocultar los crímenes de la segunda guerra mundial.

─No digas eso en público, Juanito, que si se enteran los caza nazis te meten en chirona.

─Me es igual. Ya para lo que me queda.

El desparpajo y la sinceridad del pobre mutilado consiguieron que el fervor y la admiración que yo sentía hacia los rusos se enfriasen un tanto. Rusia es el molde de un enigma. Empiezas a deshojar la cebolla desde el cepellón y nunca llegas a la última muñeca.

─Nunca se sabe cómo piensa un ruso. Las reacciones de los eslavos son un enigma. No piensan como nosotros según me dijeron algunos camaradas que fueron deportados a los campos de concentración siberianos.

Con todo, aquella misa seca no me pareció un sacrilegio. Formaba parte de un sueño que yo tuve para ensalzar aquellas piedras templarías erguidas sobre el áspero mogote entre pedruscos seculares y zarzales de escaramujo. Volvía al centro. Se cerraba el círculo. Estaba de nuevo de bruces  ante el enigma de misterio de mi existencia con mi cruz a cuestas y las sienes taladradas del escritor olvidado y arrinconado igual que el montón de huesos de la monda. Remé contra corriente. Quien se atreve a ir por libre y enfrentarse a los dogmas de una sociedad global paga su culpa. ¿Es esta sociedad libre?

Cerré el portillo de san Gregorio después de encender una vela en la tumba de los míos  y me fui a una tasca de Sacramenia. Pedí vino de la tierra. Conjuré mis penas ante el dolor y el olvido y la persecución de la que fui objeto. El vino me daba fuerzas, no me gustaba beber, buscaba en el caldo de la viña de Noé al terapeuta.  Tuve que separarme de mi mujer cuando supe que el cuarto de mis hijos no era mío. Su naturaleza tan dada al coqueteo y a la ninfomanía la había hecho sucumbir a la tentación de un afer con un compañero en su centro de trabajo. Un día la descubrí cuando se desnudaba sendos moratones en los glúteos y otro menor en el pecho izquierdo. Me dijo quie se había pegado un golpe con la pierna. La repudié y consciente de que aquello era un castigo que me había enviado la providencia por haber sido degradado como sacerdote y por haber andado malos pasos por la vida me divorcié y a la jubilación compré una casa vieja en Asturias. Estuve entado de cometer una locura pero me fugué del hogar a la chita callando y ya libre de semejante atadura me sentí un hombre feliz que es liberado de su oprobio. Deseché la idea de convertirme un verdugo más de la violencia doméstica que recitan con fruición las emisoras que salen al éter dando parte de los crímenes pasionales. Era una verdadera epidemia sobre la cual se soportaba el sistema como la peste de Trump genéricamente denominada Covid. Un guarismo. El gran sanedrín tiraba la piedra y escondía la mano. Fue tal la conmoción física y psicológica que aquella afrenta supuso que dejé de ser hombre que me abandoné a la anafrodisia. Soy un “stoltzi” digno de abrazar una de las sectas de la ortodoxia rusa la de los castrados que se me emasculaban a sí mismos por amor a Cristo y para no caer en la tentación de la carne y puedo decir co el salmista que la mujer son la cátedra del diablo y el aguijón del escorpión y esta era una de las razones por la cuales veía la pornografía en la red consolándome del pensamiento de que el amor no existe. Es una reacción química. Todo fue difícil. El árbol del Campo del Alfarero me invitaba a colgarme de una de sus ramas con la misma soga con que se ahorcó el discípulo traidor. Rubicundus erat Judas et Rubicundus erat Trump. En mi casona llevaba una vida eremítica. Escuchaba la música de las olas rompiéndose contra el acantilado. Empecé a ver el mundo con ojos cibernéticos. Mi vida se hizo virtual. Me sumí en un mar de “fake news”. Manejaba el ratón con tanto ahínco como el rosario. Me ofrecí a Cristo en oblación para redención de aquellas pobres modelos que se desnudaban y acariciaban el clítoris en las salas del Masturbador General. Todas ellas eran rebeldes como yo un pobre cura degradado. Me rasparon los dedos en Londres. Yo había sido ordenado por un obispo bonachón y complutense una alegre mañana de junio de 1967. Estuve prosternado como media hora al grito de “Recumbant omnes” mientras el coro de la colegiata que construyó Cisneros entonaba las letanías de los santos. Luego la orden de “levate” y yo me arrodillé ante el obispo de cara cuadrada que había sido tallada como un hacha, me miró con dulzura y ató mis manos con un lazo blanco al tiempo que imponía sus manos sobre mi cabeza, manos que olían bien dedos perfumados que resplandecían con una sortija de rubí. Éramos veinticuatro los ordenandos. Sólo quedó uno del cupo. Los otros pidieron dispensas y cogaron los hábitos. Había llegado la estampida la gran evacuación del Concilio que vació los seminarios. A veces sueño en este momento de gracia. El raspado de los dedos fue  más desagradable. Me convertí entonces en un réprobo, un apostata Fue un gran momento pero no tan sublime como el instante en que contraje matrimonio en un juzgado de Harlow (Essex) con Aderita. Puede decirse que en Alcalá no sentí nada. No escuché el revoloteo de la paloma del espíritu Santo ni los ojos del águila caudal que me convertían en un sacerdote santo. Para mí aquella era una ceremonia casual. Yo había llegado a cura para tener un pasar y un respeto. El sacerdocio no representaba sino un oficio cual otro cualquiera. Ni fu ni fu por dentro aunque por fuera mi semblante fuera alegre y bello como el de un misacantano. Me desposaba con la Santa Madre Iglesia. Al menos eran lo que oí decir a mi madre que fue la madrina de mi consagración

 

 

II

 

El día de san Jorge se levantó temprano. Cantaba ya la alondra en las ramas del quejigo de la casona echando sus primeras yemas. Fue al ordenador (había convertido la vieja cuadra en biblioteca y despacho con la mampostería dando protección a los libros amontonados, la chimenea donde ardían los rescoldos del tuero de la noche pasada, cerca de la consola ante cuya pantalla el septuagenario inasequible al desaliento pasaba muchas horas aporreando las teclas) y una noticia le entristeció al borde del llanto y es que la juventud actual está asesinando la ortografía. Ello obedecía a una consigna:

─Delenda est Hispania

La lengua es compañero del imperio. Ya no hay imperio que valga. Nos aplasta la bota de Soros. Las naciones mueren cuando la lengua común es asesinada y la erradicación de las normas ortográficas era el primer paso esta inicua estrategia. Entonces dijo:

─He de ir a honrar a mis difuntos. He de visitar el cementerio de san Gregorio donde reposan mis antepasados. Ellos durante más de diez siglos desde el románico, el gótico, el plateresco, el barroco, en el tiempo de las luces, de las paces, las guerras, las gripes, las epidemias se expresaron en castellano. Con ella nacieron y murieron, amaron y cantaron, hicieron negocios. Me indigna este asesinato pero no era nada nuevo. Ese fue el intento de los bolcheviques para darle la puntilla al ruso cambiar la ortografía suprimir ciertas letras del abecedario.

La orden partía de las altas esferas del Sanedrín que tira la piedra y no esconde la mano, se sirve de sus cipayos. Los bolcheviques la pusieron en práctica en 1905 por medio del gran profeta de la revolución marxista Vladimir Maiakovski y ahora en España por medio del bocazas del Coletas y su adlátere Julio Rodríguez "Julito el rojo" el general apostata un espía del NOM israelí la implementan entre nosotros. Había que hacer astillas la lengua de Nebrija, Cervantes, Quevedo y Pérez de Ayala, Clarín, Galdós. Baroja, Miró. Marañón etc. Estaban deseosos de cantarle el gorigori. Fue un plan que fracasó . el profeta del cambio Maiakovski, el que decía que había quemar los textos de Chejov, Tolstoi, Turguenev y Kuprin acabó pegándose un tiro cuando supo que su mujer le ponía los cuernos con un comisario. El ex cura cargó con un poco de pan un termo de café y una enfilada para aguantar las seis horas de viajes y al volante de su viejo 2C se dispuso a cruzar Pajares. La radio del coche rebuznaba noticias sobre las elecciones desde las plataformas del gulag mediático. ¿Quién va a ganar las elecciones? El que mande don Iván porque las urnas las carga el diablo. Los tertulianos se entregaban a su filatería incontenible. Todo era un paripé. Cambiaban de ondas y allí los coloquios verdeaban la boda de Rociito ─qué gran tema rediós─ con el ex picoleto, la hija del ex boxeador, el novio de la Campos, el nuevo look de doña Leticia, gossip de evasión para no hablar de los menas que nos enviaba el rey alauita en patera para que los mantuviéramos he aquí un país dado al compadreo el chismorreo y la murmuración. Nos dan la vara. Nos comen el coco con todas esas nimiedades. Fortuitamente burló la vigilancia de la Guardia Civil al entrar en Castilla le dijo que iba a un entierro. Los campos estaban verdes y frescos, las casas cerradas de los pueblos vacíos. Un azor planeaba al borde de la carretera avistando sus presas. La bondad y serenidad del paisaje contrastaba con la nerviosidad y parloteo de los programas matinales de las emisoras. El país estaba nervioso.

 Para el Soguillas empedernido lector y esforzado escritor, sus textos se amontonaban inéditos en la cuadra de la Requejada junto a algunos libros que pudo publicar nunca distribuir porque con la inquisición hemos topado. A los nuevos autores por no echarlos vitriolo a los ojos les mandaban al limbo del anonimato. En España los literatos andan todos metidos en un cajón. Había que estar agazapado cada uno en su conejera hasta la exasperación, aprendiendo a ser ex hombres. Se trataba de acabar con el Logos y la eterna sabiduría y adoptar la norma redhibitoria de la renuncia. Apagó el receptor y escuchó la voz del obispo el día de su ordenación mandando a los diáconos que se iban a ordenar de presbíteros el cuerpo a tierra:

Procumbant omnes.

Habían pasado muchos años casi medio siglo pero la voz episcopal retumbaba en su memoria. Un pájaro alisaba sus alas sobre el hilo del tendido eléctrico. En Medina del Campo se detuvo a mear y a tomar café. Pensó que la mano de la Providencia le había sacado de tantos apuros en la existencia que fue una lucha a muerte contra el mundo la carne y los hombres. Estaba vivo. Era un jubilata que bien podía decir con San Pablo "Conservé la fe" a pesar de que todo en su vida fue un gran fracaso una catástrofe. Por eso tenía que acercarse al ara donde se guardaban las cenizas de sus antepasados. Otra parada en Arévalo para arrodillarse ante la Virgen de las Angustias. Al salir del templo la plaza del Arrabal estaba llena de puestos de mercaderes. En los caleros  de la iglesia de Santo Domingo habían anidado una pareja de goloritos padre y madre llevaban alimentos en el pico a los recién nacidos. Arévalo honraba a su patrón san Vitorino que debían de ser la continuación cristiana de las fiestas de la Refifugia que mantenían solemnemente los arévacos. Compró soplillos y pan regañado en una tahona puerta por puerta con la iglesia de san Martín. ¿Qué soy yo?, preguntaba Soguillas... un resistidor berberisco mitad cristiano y mitad judío. Mi alma va sellada por las tres culturas aunque lucharé a muerte por la defensa de la cruz de Cristo. De los moros heredé su fanatismo, de los judíos la tozudez y de los cristianos el amor al vino eucarístico.

En un apostadero de la A6 era la hora de yantar, el pan regañado arevalense sabía a glorias lo mismo que los soplillos. Que aproveche buen mordisco. A la paz de Dios. Un transportista portugués dormía en la cabina de su camión, una pareja de jubilados masticaba unas tajadillas de una fiambrera. Les dio los buenos días, no le contestaron. La gente se ha vuelto medrosa y suspicaz. Otra vez enfiló la autovía, prendió la radio. Los hierofantes radiofónicos seguían ahora hablando del virus de los fallecidos la noche anterior y de los internados en cuidados intensivos. Lo adelantó un Peugot francés en el cual viajaba toda la familia. La esposa iba cubierta con el almaizar que le daba aspecto de monja. Es saludó con la mano... "Bis millah" y ellos deferentes respondieron con el mismo saludo "Bis millah havivi". Id con Dios.

Tuvo que parar junto al santuario de la Fuencisla para hacer pis (dolamas de la próstata) y para cantar una salve a la Virgen en agradecimiento por el buen viaje. La Fuencisla sitio emblemático le recordaba los recesos de  sus tiempos de seminarista, largos paseos congelados en el invierno y calenturientos por los ardores de la canícula. Se puso a cantar el padre nuestro en ruso:

"Otse, isi esi na nebisiex

Da siatsie imiatvoié

da pridiet tsertsco tvoii dviedi nas

Da vudet volia tvoia

Iako na nebesi i za ziemli

Xlev nas nasusni dazni dnesi

I ostvi nam dolgi nashi

Iakose i mui ostabliem dosnikom nasim

I vvedi nas vo skuseniei

 No izbavi nas  nas ot lykavago

Amin"

Una monja que limpiaba el santuario escuchaba el rezo con atención y dijo que le gustaba mucho aquella oración... Es el padrenuestro, hermana... pues que Dios le bendiga... y a usted.

Resolutivamente no quise entrar en Segovia el pueblo donde vino al mundo porque allí no le trataron bien. Le pasó lo que  a Santa Teresa cuando los segovianos la acusaban de andar metida en amores con Juan de la Cruz su capellán. "De Segovia ni el polvo de las zapatillas" y se sacudió el calzado en san Pedro Abanto donde siempre paraban carreteros. Enfrente había un letrero sugestivo:

─Más vale aquí mojarse que enfrente ahogarse

Justo al lado corrían placenteras las aguas del Eresma.

Por fin alcancé a ver la torre de san Gregorio que se perfilaba sobre el páramo con la majestad de un obispo sedente a horcajadas sobre el lomo de los siglos, testigo de nuestra historia, en su cátedra guardando la memoria de mis difuntos. Llamábamos nosotros aquel cerro El Somo. Era el final del camino. El pueblo estaba vacío. Nos habían robado el alma. Habían matado la lengua asesinado su ortografía. Encendí una vela y me puse a llorar agarrado a la verja del camposanto. Aquel era mi muro de los lamentos la torre del cementerio de Requejar.

 

 

III

No me sentía cansado tras el largo viaje desde Asturias con mis setenta y seis años a las espaldas fresco  como un cohombro. Trepé por la escalera 24 veces y desde el cerro saludé al paisaje castellano. Para honrar a los veinticuatro monasterios que, mandó hacer el rey Alfonso VI los veinticuatro pueblos de Villa y Tierra los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. Era un conjuro para aplacar las tristezas del Quietorium de la Monda y el fuego fatuo Perfilábanse las montañas azules al otro lado de las cárcavas las tierras frías y el gran morro de las adradas. Y por el sendero del via crucis subía yo con la cruz a cuestas como Cristo con todos los pecados del mundo sobre los hombros. Me dolían las costillas. En el paño de la Verónica  enjugaba mis lágrimas y s estampaban los rostros de las mujeres a las que perdí, pecador de mí. Pungente y clara se escuchaba por todo el valle de la dulce Deri desde la cama del hospital de Londres donde la operaron del tiroides:

─You have hurt many people (hiciste daño a mucha gente)

cuando la dieron de alta firmó el divorcio. Una compañera de crujía la indujo a tal determinación traté de explicarle que no me dieron permiso en la escuela. Sufrí una depresión. I had a break down y todo se fue al carajo

El pantocrátor pintado sobre el ábside milenario me miraba con sus ojos fríos bendiciendo desde la serenidad de sus dos dedos alzados y sus ojos grandes cuando decía misa sobre el ara sepulcral. Un ángel negro de seis alas me servía de acólito y allí estaba Juan de la Justa el que la serpiente matara. Salió de su tumba a la hora de alzar y les escuché decir con voz trémula “Señor mío y dos mío” junto a él vestidos de túnicas blancas comparecían casi todos los difuntos del Requejar. Podían ser millones y asistían a la ceremonia con gran devoción. Algunos no entendían las plegarias porque su presencia en el mundo tuvo lugar antes del cambio de rito. Muchas mujeres sentadas a la morisca invocaban a Dios en mozárabe. Habían resucitado para ver a Dios. Un coro de querubines atacaba las estrofas de la misa de Ángeles y el eco de sus voces se esparcía por la campiña en un largo kirie elisión. Juan de la Justa el que mató la serpiente cantó el credo en eslavónico. Aquella pretendencia me reaseguraba de la presencia de Dios en el paraje presencia divina que es inefable invisible incomprensible inabarcable hasta el infinito que sólo se entiende a la luz de la vez. Juan de la Justa el que mató a la sierpe había sido soldado en la campaña de Rusia. Fue repatriado a España con una pierna de menos. Un disparo de los organillos de Stalin segó su extremidad Fue el más pobre del pueblo. Con la humilde pensión que le quedó pasaba hambre. “Yo fui a luchar contra el comunismo. Los rusos no me hicieron nada pero el régimen soviético estaba dirigido por feroces caníbales y se hacía lengua de la valentía de los soldados alemanes que lo trataron con deferencia y mantuvieron la disciplina den medio de la retirada que ellos denominaban defensa elástica. Contaba que aquella guerra la habían organizado los judíos y que el pueblo alemán y el ruso la padecieron en sus carnes. En su alcoba tenía un retrato del Führer y decía que el holocausto era una treta propagandística  para ocultar los crímenes de la segunda guerra mundial.

─No digas eso en público, Juanito que si se enteran los caza-nazis te meten en chirona.

─Me es igual.

El desparpajo y la sinceridad del pobre mutilado consiguieron que el fervor y la admiración que yo sentía hacia los rusos se enfriasen un tanto. Rusia es el molde de un enigma. Empiezas a destapar y nunca llegas a destapar el rostro de la última muñeca.

─Nunca se sabe cómo piensa un ruso. Las reacciones de los eslavos son un enigma. No piensan como nosotros según me dijeron algunos camaradas que fueron deportados a los campos de concentración siberianos.

Con todo, aquella misa seca no me pareció un sacrilegio. Formaba parte de un sueño que yo tuve para ensalzar aquellas piedras templarías erguidas sobre el áspero mogote entre pedruscos seculares y zarzales de escaramujo. Volvía al centro. Estaba de nuevo ante el enigma de misterio de mi existencia a cuestas con mi cruz a cuestas y las sienes taladradas del escritor que se atreve a ir por libre y enfrentarse a los dogmas de una sociedad global. Cerré el portillo de san Gregorio después de entender una vela en la tumba de los míos  y me fui a una tasca de Sacramenia. Pedí vino de la tierra. Conjuré mis penas ante el dolor y el olvido y la persecución de la que fui objeto. Tuve que separarme de mi mujer cuando supe que el cuarto de mis hijos no era mío. Su naturaleza tan dada al coqueteo y a la ninfomanía la había hecho sucumbir a la tentación de un afaire con un compañero en su centro de trabajo. Un día la descubrí cuando se desnudaba sendos moratones en los glúteos y otro menor en el pecho izquierdo. Me dijo que se había pegado un golpe con la puerta. La repudié y consciente de que aquello era un castigo que me había enviado la providencia por haber sido degradado como sacerdote y por haber andado malos pasos por la vida me divorcié y a la jubilación compré una casa vieja en Asturias. Estuve tentado de cometer una locura pero me fugué del hogar a la chita callando y ya libre de semejante atadura me sentí un hombre feliz que es liberado de su oprobio. Fue tal la conmoción física y psicológica que aquella afrenta supuso que dejé de ser hombre que me abandoné a la anafrodisia. Soy un “stoltzi” digno de abrazar una de las sectas de la ortodoxia rusa la de los castrados que se me emasculaban a sí mismos por amor a Cristo y para no caer en la tentación de la carne y puedo decir co el salmista que la mujer son la cátedra del diablo y el aguijón del escorpión

 

 

IV

 

Había nacido a la sombra de la catedral cerca del rollo donde ahorcaron al pare del Buscón y “obisparon” a su madre por alcahueta. Los jueves ponían el puesto los pelaires en la plaza del Azogue, triduos y novenas y el toque de clamor en la torre Carchena junto a la huerta del Judío ires y venires dares y tomares sin ton ni son. Los largos paseos en silencio durante las horas del quiete en las tardes de retiro espiritual. Aprendió juegos de manos y era un experto en tirar al guá con las canicas. Sus padres siendo pobres a la edad de once años lo metieron en el seminario una boca menos. El fantasma del Domine Cabra aleteaba como un pájaro de mal agüero por tránsitos y corredores de aquel caserón. Aprendió a escanciar espondeos en latín y a entusiasmarse con la mitología. Los dioses oscuros eran el precedente de todo aquello que amó y aprendió. Aulas del sufrir y del resignarse malos olores y hacinamiento. Le gustaban las mujeres y tuvo una novia que eran diez años mayor que le enseñó viejas técnicas ancestrales. No se lo digas a nadie. No lo diré. Túmbate y lo hagamos como los señores. No se lo dijo a naide siquiera al confesor aprendió a fingir y a ser hipócrita. Aquello era lo mejor del mundo la gloria de dios cuando abrazaba a Maritere y se sumía en el pozo sin fondo del amor aquel cuerpo tiritando y en convulsiones que olía  unas veces a pescado y otras a lavanda,. tan dulce como un vaso de malvasía. Tú te tumbas y ahora el sesenta y nueve. A la viuda lo que más le gustaba era el misionero. Así todos los veranos. Cuando sea cura serás mi ama de llaves y podremos gozar más libremente. No se lo digas a nadie. El gozo de aquellos pecadillos secretos le alegró toda la vida. No hay cosa en el mundo más dulce que aquellos revolcaderos en el pajar o al amparo de un escaramujo bien tupido a la vera del Río Peces para hacer el amor con la fresca. Había laido en un Padre de la Iglesia que la mujer tiene entre las piernas el aguijón del escorpión, es cátedra diabólica. Era san Pacomio que el pobre no se había comido una rosca por eso escribía tales barbaridades de las sacerdotisas del gusto que son lo mejor que hay en la vida. Pues yo, reverendo padre, me arrepiento de todo corazón pero me gustaría asistir a esas clases que daba el Cojuelo en las universidades venéreas y que me pique esa avispa ¿Y tú vas a ser cura? No me queda otro remedio. Le gustaban los veranos porque podía tener encuentros con la Tere y al rey y a la inquisición chitón. El seminario era una cárcel pero toda la vida es cárcel. El año 56 hubo una gripe y desalojaron as aulas mandaron a todos para casa. En el delirio de la fiebre menudeaban los encuentros con su novia. No me importas que me pegues el morbo. Fueron sus mejores amores en la vida los de los tiempos de peste. Iba aprobando todos los cursos. Los superiores le tenían por un santico y lo proponían como modelo de buen seminarista. Era diligente, aplicado, nada murmurador, asistía a las celebraciones litúrgicas con devoción, en los tiempos de silencio caminaba por los pasillos con la cabeza de medio lado. Aquí tendremos pronto un san Luis Gonzaga. Los ángeles le están preparando la aureola para subirlo a la hornacina. Sanctum habemus: Quintiliano el hijo de la Aldonza la lavandera del Eresma. Era la admiración de todo el seminario. Aquellos buenos operarios diocesanos pese a su bondad y dedicación a los postulantes no daban una El Soguillas al escuchar aquel juicio de su maestro de novicios se reía para sus adentros y seguía suspirando por la Tere. En las noches de pesadilla como tenía poluciones nocturnas y “lo suyo” se iba para arriba in continenti e irremediablemente. Conque, se daba furiosamente a la masturbación pero era avisado y cauto que no caía en el escándalo de algunos de sus compañeros a los cuales se les escuchaba gemir en medio del ruido de los muelles del jergón. Él no tenía vocación pero lo disimulaba. Tendría asegurada la vida y como había oído decir a más de un párroco eso del celibato es una marranada. El voto de castidad que no cumple nadie nos permite tener acceso carnal a todas las mujeres que se nos pongan delante solteras, vírgenes, casadas, putas espirituales e incluso monjas. La teta de novicia era manjar suculento. Así que Quintiliano un verdadero buey muto no decía ni media palabra de sus interioridades. Se agazapaba y aguardaba deshojando la margarita de su zorrería. Aquel centro, antigua casa de la Compañía, fue el lugar donde aprendió sus mañas y salió convertido en un pícaro de siete suelas. Vaya un tío por dos reales, buen pájaro estaba hecho Quintiliano el Soguillas

 

V

Ya estoy inoculado contra la pandemia. Ayer me puse la inyección en el hospital de la Misericordia de Avilés regentado por las hermanitas de San Vicente de Paul la toca blanca esa toca enorme que parece un avión la cruz al pecho y el rosario a la cintura. Radio Florito se pasa la santa mañana tardes y noches dándonos noticias de los altibajos de la pandemia. Cómo evoluciona todo esto. No se informa de lo verdaderamente importante de donde salió el morbo, cómo se trasmitía la cepa, quien trujo el bicho, en qué probeta lo incubaron la madre que lo parió si fueron los murciélagos o los chinos de Wujan. Hoy tantos muertos ayer tantos contaminados. Se desinforma y se nos confunde. Eso es tomar el rábano por las hojas. Don Híspido Estadístico juega al chito con nuestros temores de algo hay que morir pero que se mueran ellos. Salimos del Notejode, librándonos de unas para meternos en otra, en el Nosajodio, la pescadilla que se muerde la cola vueltas y vueltas al trillo y no es que me quejo no porque entré en el bombo de los escogidos pero a muchos colegas les ha saludo la hoja roja y pronto dejarán de fumar. Los españoles que fuimos durante mucho tiempo carne de cañón, carne de horca y carne de prostíbulo, ahora nos hemos convertido en carne del tósigo letal del Covid, desde que la pandemia habitó entre nosotros en el maldito año bisiesto de 2020.  Les dirá un funeral ese Fray Buscón el del pelo blanco que anda saqueando a los ricos para dárselo a los pobres y él, receptada el donativo de los famosos a los que acude con frecuencia al no haber sarao o fiesta donde no esté invitado o no se cuele este páter que es un vivales,  se guarda los cuartos quedándose con el santo y la limosna. Dios confunda a quien no espabila y este fraile es un lince para la pasta. Huele los dineros a leguas de distancia. Nunca te dirán lo importante por los micrófonos de Radio Florito que dirige un colombiano que ha saltado desde la panza del caracol. Imposta la voz presume de voz y se mete con los venezolanos y con los cubanos. El hipócrita ve la paja en el ojo ajeno y olvida la viga en el suyo. Colombia es el país  que parió más prostitutas. Es el vivero de la gran meretriz. El de las putas de Internet las más guarras, indecentes y desvergonzadas, ─toda la coca es manejada por potentados impresentables─ del mundo las que montan por la Red esos numeritos de esperma blanco cuando les viene el deleite y grandes mamadas. Todas hablan español y uno al verlas siente vergüenza de su idioma castellano. Es una nación aprisionada entre las garras de la bestia. Colombia me parece a mí que tiene la forma de coña buscando el gran carajo. Nicolás Maduro me parece un tipo mucho más digno al menos patriota pues no se rinde ante el bloqueo comercial de los gringos que quieren asfixiar a su patria matándola de hambre, anhelantes de su petróleo. Venezuela y Cuba humilladas y ofendidas no agacharon la cerviz. Colombia es el gran burdel de los EE.UU como lo fue Cuba en la ´poca de Batista. García Márquez se le iba la fuerza por la boca mucho palabrero para luego nada decir y es que ha caído particionero en manos del sionismo solipsismo que nos ahoga como esa serpiente que avanza por el mundo enrollándonos al cuello con sus pestíferos y letales arillas. Pues ese es el jefe de Radio Florito emisora de derechas de toda la vida sucursal del Maligno, director un tal don Verbilindo, más dura será la caída. Como no tengo otra cosa que hacer: oír radio, ver novelones por la tele y estar aditivo a los chats porno de la red en la cuadra en la que vivo pues me entero de todo o a lo mejor no me entero de nada. Me lavan el cerebro con una de esas mangueras municipales con las cuales nos refrescábamos las pantorrillas cuando éramos niños mientras cantábamos el “aquí no llega bombero tu manga riega y si llegare no me mojare”. Estamos calados hasta los huesos. Estamos todos hechos cisco. A don Puertas no le cuadran las cuentas y hace numeritos al objeto de reducir demografía y para ello pone cuatro remedios: pornografía, conflictos regionales, desamor y virus. Vacía las aldeas.  Si serán elucubraciones mías. Mis amigos me llaman negacionista pero yo me considero un tío legal. Sus emigrantes se largan a vivir a las ciudades donde viven hacinados y expuestos al morbo cainita, que es como llaman algunos epidemiólogos de nuevo implante socarronamente. Don Guillermo va y compra a bajo precio las tierras pignoradas y las vende o las explota al máximo exponente. Así es como se hicieron millonarios los Rochild con sus palomas mensajeras y sus inversiones millonarias durante las guerras napoleónicas. La serpiente no deja de crecer y de arrastrarse. Llena de baba o de lefa el suelo que pisa escupiendo sus fauces el veneno de la entraña con  lengua retráctil y allí donde toca el escupitajo de la gran culebra no vuelve a crecer la hierba. Yo la vi cómo se arrastraban por las crujías de Cuidados Intensivos del hospital de la Misericordia de Avilés mientras una enfermera peruana muy amable me vacunaba contra el Covid. Su voz era dulce y cantarina como el de una sirena. ¿Por qué estas alegre, hermana? Porque hay que cantar cuando se lucha contra la muerte. No se podía dar un paso por las salas. Los viejos ─les tocaba el turno a los nacidos entre 1942 y 1945 éramos una buena peña de setentones en la flor de la senectud─ como ovejas que llevan al matadero todas para el arrastre. El rubio don Donando ahora está muy callado pero no paraba de darnos la murga con los chinos quería hacer la limpieza étnica una verdadera sarracina como antes se llamaba y empezó a gobernar por tuiter a los chinitos les voy a meter un brazo por una manga pues hay que ver lo que ha cambiado el mundo cuando yo era niño los frailes repartían huchas por el Domund para que saliésemos a cuestar por los chinos y ahora son estos hombres de tez amarilla y ojos oblicuos, al socaire de Mao con su libro rojo y Chu-en-lai, nuestros colonizadoras. Llegan hasta nosotros con un libro de Mao en el bolsillo. Es un libro rojo en caracteres chinos que lanza profecías inexorables. Europa se ha dormido. Kaput. Morirá de su propio éxito. Son ellos los que nos leen la cartilla de Fumanchu. A mí me parece que don Donado el rubio con esa melena de camionera de la Ruta 66 un nabab del ladrillo con las cuatro reglas mal que bien aprendidas fue el culpable en razón a que temía su competencia, les mandó los padrinos escondido en un tarro fatal donde se guardaba el especifico que suelto en el aire y dejado por correr por las cañerías o almacenado en la cabina de los aviones había de causar la muerte de millones de seres humanos. Juegan al trompo con nosotros. Promulgan la eutanasia y aplican anticonceptivos. Sobra gente en el mundo. A pesar de todo la vida sigue siendo bellas. Las terrazas de los bares están repletas de gente que toman piscolabis con mascarilla. Muchos factores que yo no acabo de entender se mezclan en este totum revolutum de la peste aviar verdadero flagelo del género humano del que todo es confuso tanta información de mezcolanza desinforma. Por lo visto el año bifronte dos veces veinte del siglo XXI fue el año de Nostradamus el de gemir y crujir de dientes. No nos pongamos trágicos. Sea lo que Dios quiera. De algo hay que morir.

 

VI