FUENTESOTO SEDE DEL CISTER
Antonio Parra
El papa Benedicto XVI ha nombrado a un jesuita como su
portavoz de prensa y para celebrarlo (ya les veníamos anunciando que este
pontificado iba a deparar sorpresas que hacía falta un relevo, el revirement) me voy a la bodega de mi
pueblo con los de mi cuadrilla. Ya van flaqueando un poco las fuerzas pero el
vinillo de la ribera sigue igual de tieso.
-¿Que hay bien y tú la familia bien?
-Todos buenos. Y en salud.
-Eso es lo que hace falta.
Al tío Colodro ya le han dicho unas cuantas misas pero su
fantasma se me aparece. ¿Es el Colodro o su hermano Victoriano al que decían
Vitines, entenado o de un costado y que por aquí llamabamos el “andao”. Misterios
del lenguaje de mi pueblo.
Bien se trasiega este
vinillo de la tierra y calma la sed. Mucho tiempo sin volver por estos tesos.
Una eternidad que no lo cataba pero aquí en estas bodegas de la ladera
hurgandole las entrañas al monte pues se excavan en plena roca se está bien. El
descanso del guerrero. Mi primo Juan José al que no veía desde hace mucho
tiempo matiza: “Y por muy poquyito dinero”. Me llevo una grata sorpresa cuando
éste me enseña un fajo de papeles. Son mis articulos que ha sacado de la
impresora. Me sigue, sabe que estoy vivo por mis artículos de
vistazoalaprensa.com. Mejor halago no puede existir para este plumilla.
Gracias, primo. La sangre tira. Tgenemos la misma nariz. Impreonta de familia.
Mi hija la Helen la inglesa que ha dado señales de vida al cabo de mucha vida y
mucho tiempo no puede negar que pertenece a la estirpe. Es una nariz galinda.
La de mi tía Paulina, la de mi madre, la de mi prima Leo y la de mi ahijado
Marianito. En fin perdonen estas expansiones y desahogos sentimentales pero
hacía mucho tiempo que no pasaba una tarde tan feliz bajo la sombra de los
almendros que flanquean la entrada de la bodega milenaria.
A tres o cuatro
leguas de por aquí están los arribes del Duero zona de Sacramenia “con la
venia”, Valtiendas “para que me entiendas”, Moradillo “y su parada ¿quedó
preñada la yegua? Y no fue el garañón sino el céfiro que la empreñara”,
Aldeasoña “dormida en un empalme de caminos, territorio bisulco”; Membibre para
molinos y de cimbel, Peñafiel”; Castro “los chivos”; Torreadrada “las cabras”;
El Caserío de San José “gente garrida”. Por los Valles nunca pasar que te
pueden acantear y San Miguel mucho barro y poca miel. Para beatos Fuentepiñel,
y Fuentesoto cagaberros que se crian en Peñacolgada por donde alza la pata la
zorra cuando a ella la da la gana”.A por roñas íbamos al pinar. Y si quieres
pan vete al batán que allí hay un perrito que caga poquito le alzas el rabo y
le das un besito. A la nbumburabara. A la bumbureros juego tenemos. Amagar y no
dar. El que se ría paga la nbola, etc. Cosas de la mi tierra. Las viejas
palabras parece que me estallan en la cabeza y me traen un vioento del ayer
tramontanda la vuelta de los carros donde más de uno hizo molino cuando subía a
las eras cargado de haces. Los recuerdos están vivos y no parece que haya
pasado medio siglo.
Aquí cada lugar tenía
un patrón de reconocimiento y el personal lo cantaba en el soniquete del
“prefacio” gregoriano para entretener el aburrimiento de la faenas de los
largos veranos entre colleras, trillos, horcas y garabatos, hoces, zoquetas.
Había que llenar la botija y mover las abarcas. No usabamos calcetines sino piales y aquel calzado tenía una cierta
semejanza con el coturno romano.¿Qué fue
de tanto afán?.
Fuentesoto se reclina sobre un valle al pie de una fuentona
manantía a la que nunca vi seca y que este verano lleva más agua que nunca. Con
la torre de San Gregorio centinela montando guardia sobre el morrillo del somo
que vigila todo el cotarro dando la espalda a Tejares, el anejo y que honra a
San Mamerto. Cuando los de Tejares bajaban a la fiesta por San Pedro siempre
había leña pero eso fue ya hace mucho tiempo.
Cada pueblo de esta comarca que dicen comunidad de Villa y
Tierra tenía un apodo o remoquete y la gente se lo pasaba bomba llamándoles
nombres cuando no había prensa rosa ni televisión. Y una personalidad propia,
una manera de entender el mundo y hasta un acento característico. Gfran parte
de toda aquella tradición oral hoy se ha perdido, mas he ahí un filón que sigue
sin descubrir y está aun por investigar para filólogos y etnólogos. Enólogos
abstenerse porque desde que irrumpieron aquellos catavinos y pincernas para los
que el mosto no era lo que era sangre de Cristo y no la toqueis más que así es
la rosa lo el fruto de las cepas ya no es lo que era. Se ha vuelto arisco y
cabezón. De “polvos” como decía mi abuelo Benjamín el hombre que más ha
influido en mi vida. Parece que escucho todavía su voz y su dicción empedrada
de refranes y de esa sabiduría de los hombres de campo. He venido a visitar su
sepultura y beso la cruz blanca de mármol que preside el cuadradillo de tierra
donde duermen sus restos en la esperanza de la resurrección. El trece de julio
se cumplieron justo 49 años; aún percibo su presencia. El Justo nos dice el
Ecclesiastés no muere del todo. Así es.
. En algo, volviendo a las rivalidades de campanario, había
que entretenerse. ¡A ver! Algo brutos sí que eramos pero no del todo mala
gente. sólo cuando el vino no se nos subía a la cabeza. Yo recuerdo escuchar a
mi abuelo las tardes de trilla aquellos cantares que la voz anónima del pueblo
sacaba por aquí y corrían de boca en boca hechos, dichos, fazañas, desacatos y
otras truculencias. En mi infancia me crucé con los últimos juglares que
recorrían estos hontanares y adradas como una reliquia de la España del Cid.
Tuve la suerte de vivir en mi niñez los últimos resoles del esplendor de la
edad Media con todo lo que eso conlleva. Toda esa riqueza de
expresiones,tonadillas, retahilas, giros, donosura y diferencia en el decir sedimentó
en mi alma un poso de literarios afanes. Un empeño quijotesco sin perder de
vista a Sancho.
Antaño acariciaba
sueños de gloria que no pueden ser aunque esas cosas nunca se saben.ahora la
escritura es desahiogo y terapia. Rescribir y vivir. soñar y regoldar todos
esos sueños sobre el papel. también rezar al llegar escucho los coros de
Resurrección y la voz fantasmal de los monjes se esparce melíflua por todo el
valle. San Bernardo llegó desde Claraval con doce monjes, abrieron un fundo en
Pecharromás que está de la fuente matriz a un tiro de piedra y nos enseñaron a
labrar la tierra y plantaron majuelos siguiendo los consejos de Virgilio en las
“Geórgicas” de quiero mi viña en cuesta. Esa tradiciómn fue el origen del Vega
Sicilia. Ese caldo famoso no era superior al que pisaba mi abuelo en el viejo
lagar romana y luego combinaba en la cuibeta manso nectar escondido entre las
duelas de roble. No se inventó en el mundo mejor quitapesares. De niños si
caimaos malos nos daban sopilla. ¿Cómo no nos va a gustar el soplen y marchen?
Fuentesoto posee una vida interior. Es como un legado
místico de hortus conclussus. aquí
los cistercienses establecieron el primer jardín de María en Castilla la
Vieja.la huella templaria quedó estampada en los chimorretes que orlan la
fachada de la vieja torre de San Gregorio. Es la cruz visigótica de palos
iguales. Tomas imitan a la de la Victoria del tesoro de Chindasvinto. Con su
sentido de protección apotrocaica. Fue el signo que vivió Constantino el cielo
tras la batalla de Puente Milvio. Hewroez, mitos, tradiciones, leyendas y
creencias pero todo forma parte de un acerbo común. Una forma de vida al pie de
la cruz. Que dio forma a la gran sintesis y cohesión a un pueblo de múltiples
etnias e hijos de muchas leches aunque no el melting pot o el coctail molotov
olla presión que cuando estalle - yo no lo veré pero los que me conocen dicen
que tengo algo de profeta- puede ser terrible para mi patria descangallada en
plena voragine toralizadora. Vendieron la tierra y por eso ahora algunos hacen
montón. Aunque, ojo. Con el mucho quito
y nada pon pronto se llega al hondón.
JUAN DE LA JUSTA EL QUE MATÓ LA
SERPIENTE
No me sentía cansado tras el largo
viaje desde Asturias con mis setenta y seis años a las espaldas fresco como un cohombro. Trepé por la escalera 24
veces y desde el cerro saludé al paisaje castellano. Para honrar a los
veinticuatro monasterios que, mandó hacer el rey Alfonso VI los veinticuatro
pueblos de Villa y Tierra los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. Era un conjuro
para aplacar las tristezas del Quietorium de la Monda y el fuego fatuo
Perfilábanse las montañas azules al otro lado de las cárcavas las tierras frías
y el gran morro de las adradas. Y por el sendero del via crucis subía yo con la
cruz a cuestas como Cristo con todos los pecados del mundo sobre los hombros.
Me dolían las costillas. En el paño de la Verónica enjugaba mis lágrimas y se estampaban los
rostros de las mujeres a las que perdí, pecador de mí. Pungente y clara se
escuchaba por todo el valle de la dulce Deri desde la cama del hospital de
Londres donde la operaron del tiroides:
─You have hurt many people (hiciste
daño a mucha gente)
Cuando la dieron de alta firmó el
divorcio. Una compañera de crujía la indujo a tal determinación que acabó con nuestro
matrimonio. Traté de explicarle que no me dieron permiso en la escuela. Sufrí
una depresión. I had a break down y
todo se fue al carajo
El pantocrátor pintado sobre el ábside
milenario me miraba con sus ojos fríos bendiciendo desde la serenidad de sus
dos dedos alzados ─dextera Patris─ y sus ojos grandes cuando decía misa sobre
el ara sepulcral. Un ángel negro de seis alas me servía de acólito y allí
estaba Juan de la Justa el que la serpiente matara. Había bajado por la
escalera de caracol de costadillo porque era corpulento. Quién había gastado
aquellos peldaños seculares? Salieron todos de su tumba a la hora de alzar y
les escuché decir con voz trémula “Señor mío y Dios mío”. Al lado de los
resucitados estaban dos querubines vestidos de túnicas blancas guardando las
espaldas a los miles de difuntos del
Requejar. Podían ser millones y asistían a la ceremonia con gran devoción.
Algunos no entendían las plegarias porque su presencia en el mundo tuvo lugar
antes del cambio de rito gótico. Muchas mujeres sentadas a la morisca invocaban
a Dios en árabe y sus oraciones se elevaban a lo alto como jarchas. Habían
resucitado para ver a Dios. Un coro de querubines atacaba las estrofas de la
misa de Ángeles y el eco de sus voces se esparcía por la campiña en un largo
kirie elisión. Juan de la Justa el que mató la serpiente cantó el credo en
eslavónico. Aquella pretensión me reaseguraba en el presentimiento de la
presencia de Dios en el paraje. Dios había bajado a mis manos como en la
primera misa cuando pronuncié las mágicas palabras de la consagración ritual en
latín y en ruso:
─Eto telo moié. Hoc est enim corpus
meum… Priniete y adite (tomad y comed)… i ese si krobi maia ese sabui moie
gostablenie grecóv ( Bebed todos de este caliz de mi sangre que será derramada
por vosotros y por muchos para la redención de los pecados)
Estaba conjurando la presencia
divina que es inefable invisible incomprensible inabarcable hasta el infinito
que sólo se entiende a la luz de la Fe. Mi plegaria desafiaba al universo y yo
estaba allí abajo a la luz de las velas del icoostasio bajo las altas arcadas
pisando los huesos de mi hermanita Henar, de mi hermano Juanjo, de mi padre, de
mi madre de mi abuelo Benjamín de la señora Apolonia el ama del párroco Cirilo
todos enterrados en las fosas sepulcrales de la monda.
Juan de la Justa el que a la sierpe
mató había sido soldado en la campaña de Rusia. Fue repatriado a España con una
pierna de menos. Un disparo de los organillos de Stalin segó su extremidad Fue
el más pobre del pueblo. Con la humilde pensión que le quedó pasaba hambre. “Yo
fui a luchar contra el comunismo. Los rusos no me hicieron nada pero el régimen
soviético estaba dirigido por feroces caníbales y se hacía lengua de la
valentía de los soldados alemanes que lo trataron con deferencia y mantuvieron
la disciplina den medio de la retirada que ellos denominaban defensa elástica.
Contaba que aquella guerra la habían organizado un sanedrín malvado y que el
pueblo alemán y el ruso la padecieron en sus carnes la locura de los estadísticas
y políticos. En su alcoba tenía un retrato del Führer y decía que el holocausto
era una treta propagandística para
ocultar los crímenes de la segunda guerra mundial.
─No digas eso en público, Juanito,
que si se enteran los caza nazis te meten en chirona.
─Me es igual. Ya para lo que me
queda.
El desparpajo y la sinceridad del
pobre mutilado consiguieron que el fervor y la admiración que yo sentía hacia
los rusos se enfriasen un tanto. Rusia es el molde de un enigma. Empiezas a
deshojar la cebolla desde el cepellón y nunca llegas a la última muñeca.
─Nunca se sabe cómo piensa un ruso.
Las reacciones de los eslavos son un enigma. No piensan como nosotros según me
dijeron algunos camaradas que fueron deportados a los campos de concentración
siberianos.
Con todo, aquella misa seca no me
pareció un sacrilegio. Formaba parte de un sueño que yo tuve para ensalzar
aquellas piedras templarías erguidas sobre el áspero mogote entre pedruscos
seculares y zarzales de escaramujo. Volvía al centro. Se cerraba el círculo.
Estaba de nuevo de bruces ante el enigma
de misterio de mi existencia con mi cruz a cuestas y las sienes taladradas del
escritor olvidado y arrinconado igual que el montón de huesos de la monda. Remé
contra corriente. Quien se atreve a ir por libre y enfrentarse a los dogmas de
una sociedad global paga su culpa. ¿Es esta sociedad libre?
Cerré el portillo de san Gregorio
después de encender una vela en la tumba de los míos y me fui a una tasca de Sacramenia. Pedí vino
de la tierra. Conjuré mis penas ante el dolor y el olvido y la persecución de
la que fui objeto. El vino me daba fuerzas, no me gustaba beber, buscaba en el
caldo de la viña de Noé al terapeuta.
Tuve que separarme de mi mujer cuando supe que el cuarto de mis hijos no
era mío. Su naturaleza tan dada al coqueteo y a la ninfomanía la había hecho
sucumbir a la tentación de un afer con un compañero en su centro de trabajo. Un
día la descubrí cuando se desnudaba sendos moratones en los glúteos y otro
menor en el pecho izquierdo. Me dijo quie se había pegado un golpe con la
pierna. La repudié y consciente de que aquello era un castigo que me había
enviado la providencia por haber sido degradado como sacerdote y por haber
andado malos pasos por la vida me divorcié y a la jubilación compré una casa
vieja en Asturias. Estuve entado de cometer una locura pero me fugué del hogar
a la chita callando y ya libre de semejante atadura me sentí un hombre feliz
que es liberado de su oprobio. Deseché la idea de convertirme un verdugo más de
la violencia doméstica que recitan con fruición las emisoras que salen al éter
dando parte de los crímenes pasionales. Era una verdadera epidemia sobre la
cual se soportaba el sistema como la peste de Trump genéricamente denominada
Covid. Un guarismo. El gran sanedrín tiraba la piedra y escondía la mano. Fue
tal la conmoción física y psicológica que aquella afrenta supuso que dejé de
ser hombre que me abandoné a la anafrodisia. Soy un “stoltzi” digno de abrazar
una de las sectas de la ortodoxia rusa la de los castrados que se me
emasculaban a sí mismos por amor a Cristo y para no caer en la tentación de la
carne y puedo decir co el salmista que la mujer son la cátedra del diablo y el
aguijón del escorpión y esta era una de las razones por la cuales veía la
pornografía en la red consolándome del pensamiento de que el amor no existe. Es
una reacción química. Todo fue difícil. El árbol del Campo del Alfarero me
invitaba a colgarme de una de sus ramas con la misma soga con que se ahorcó el
discípulo traidor. Rubicundus erat Judas et Rubicundus erat Trump. En mi casona
llevaba una vida eremítica. Escuchaba la música de las olas rompiéndose contra
el acantilado. Empecé a ver el mundo con ojos cibernéticos. Mi vida se hizo
virtual. Me sumí en un mar de “fake news”. Manejaba el ratón con tanto ahínco
como el rosario. Me ofrecí a Cristo en oblación para redención de aquellas
pobres modelos que se desnudaban y acariciaban el clítoris en las salas del
Masturbador General. Todas ellas eran rebeldes como yo un pobre cura degradado.
Me rasparon los dedos en Londres. Yo había sido ordenado por un obispo bonachón
y complutense una alegre mañana de junio de 1967. Estuve prosternado como media
hora al grito de “Recumbant omnes” mientras el coro de la colegiata que
construyó Cisneros entonaba las letanías de los santos. Luego la orden de
“levate” y yo me arrodillé ante el obispo de cara cuadrada que había sido
tallada como un hacha, me miró con dulzura y ató mis manos con un lazo blanco
al tiempo que imponía sus manos sobre mi cabeza, manos que olían bien dedos
perfumados que resplandecían con una sortija de rubí. Éramos veinticuatro los
ordenandos. Sólo quedó uno del cupo. Los otros pidieron dispensas y cogaron los
hábitos. Había llegado la estampida la gran evacuación del Concilio que vació
los seminarios. A veces sueño en este momento de gracia. El raspado de los
dedos fue más desagradable. Me convertí
entonces en un réprobo, un apostata Fue un gran momento pero no tan sublime
como el instante en que contraje matrimonio en un juzgado de Harlow (Essex) con
Aderita. Puede decirse que en Alcalá no sentí nada. No escuché el revoloteo de
la paloma del espíritu Santo ni los ojos del águila caudal que me convertían en
un sacerdote santo. Para mí aquella era una ceremonia casual. Yo había llegado
a cura para tener un pasar y un respeto. El sacerdocio no representaba sino un
oficio cual otro cualquiera. Ni fu ni fu por dentro aunque por fuera mi
semblante fuera alegre y bello como el de un misacantano. Me desposaba con la
Santa Madre Iglesia. Al menos eran lo que oí decir a mi madre que fue la
madrina de mi consagración
II
El día de san Jorge se levantó
temprano. Cantaba ya la alondra en las ramas del quejigo de la casona echando
sus primeras yemas. Fue al ordenador (había convertido la vieja cuadra en
biblioteca y despacho con la mampostería dando protección a los libros
amontonados, la chimenea donde ardían los rescoldos del tuero de la noche
pasada, cerca de la consola ante cuya pantalla el septuagenario inasequible al
desaliento pasaba muchas horas aporreando las teclas) y una noticia le
entristeció al borde del llanto y es que la juventud actual está asesinando la
ortografía. Ello obedecía a una consigna:
─Delenda est Hispania
La lengua es compañero del imperio.
Ya no hay imperio que valga. Nos aplasta la bota de Soros. Las naciones mueren
cuando la lengua común es asesinada y la erradicación de las normas
ortográficas era el primer paso esta inicua estrategia. Entonces dijo:
─He de ir a honrar a mis difuntos.
He de visitar el cementerio de san Gregorio donde reposan mis antepasados.
Ellos durante más de diez siglos desde el románico, el gótico, el plateresco,
el barroco, en el tiempo de las luces, de las paces, las guerras, las gripes,
las epidemias se expresaron en castellano. Con ella nacieron y murieron, amaron
y cantaron, hicieron negocios. Me indigna este asesinato pero no era nada
nuevo. Ese fue el intento de los bolcheviques para darle la puntilla al ruso
cambiar la ortografía suprimir ciertas letras del abecedario.
La orden partía de las altas esferas
del Sanedrín que tira la piedra y no esconde la mano, se sirve de sus cipayos.
Los bolcheviques la pusieron en práctica en 1905 por medio del gran profeta de
la revolución marxista Vladimir Maiakovski y ahora en España por medio del
bocazas del Coletas y su adlátere Julio Rodríguez "Julito el rojo" el
general apostata un espía del NOM israelí la implementan entre nosotros. Había
que hacer astillas la lengua de Nebrija, Cervantes, Quevedo y Pérez de Ayala,
Clarín, Galdós. Baroja, Miró. Marañón etc. Estaban deseosos de cantarle el
gorigori. Fue un plan que fracasó . el profeta del cambio Maiakovski, el que
decía que había quemar los textos de Chejov, Tolstoi, Turguenev y Kuprin acabó
pegándose un tiro cuando supo que su mujer le ponía los cuernos con un
comisario. El ex cura cargó con un poco de pan un termo de café y una enfilada
para aguantar las seis horas de viajes y al volante de su viejo 2C se dispuso a
cruzar Pajares. La radio del coche rebuznaba noticias sobre las elecciones
desde las plataformas del gulag mediático. ¿Quién va a ganar las elecciones? El
que mande don Iván porque las urnas las carga el diablo. Los tertulianos se
entregaban a su filatería incontenible. Todo era un paripé. Cambiaban de ondas
y allí los coloquios verdeaban la boda de Rociito ─qué gran tema rediós─ con el
ex picoleto, la hija del ex boxeador, el novio de la Campos, el nuevo look de
doña Leticia, gossip de evasión para
no hablar de los menas que nos enviaba el rey alauita en patera para que los
mantuviéramos he aquí un país dado al compadreo el chismorreo y la murmuración.
Nos dan la vara. Nos comen el coco con todas esas nimiedades. Fortuitamente
burló la vigilancia de la Guardia Civil al entrar en Castilla le dijo que iba a
un entierro. Los campos estaban verdes y frescos, las casas cerradas de los
pueblos vacíos. Un azor planeaba al borde de la carretera avistando sus presas.
La bondad y serenidad del paisaje contrastaba con la nerviosidad y parloteo de
los programas matinales de las emisoras. El país estaba nervioso.
Para el Soguillas empedernido lector y
esforzado escritor, sus textos se amontonaban inéditos en la cuadra de la
Requejada junto a algunos libros que pudo publicar nunca distribuir porque con
la inquisición hemos topado. A los nuevos autores por no echarlos vitriolo a
los ojos les mandaban al limbo del anonimato. En España los literatos andan
todos metidos en un cajón. Había que estar agazapado cada uno en su conejera
hasta la exasperación, aprendiendo a ser ex hombres. Se trataba de acabar con
el Logos y la eterna sabiduría y adoptar la norma redhibitoria de la renuncia.
Apagó el receptor y escuchó la voz del obispo el día de su ordenación mandando
a los diáconos que se iban a ordenar de presbíteros el cuerpo a tierra:
─ Procumbant omnes.
Habían pasado muchos años casi medio
siglo pero la voz episcopal retumbaba en su memoria. Un pájaro alisaba sus alas
sobre el hilo del tendido eléctrico. En Medina del Campo se detuvo a mear y a
tomar café. Pensó que la mano de la Providencia le había sacado de tantos
apuros en la existencia que fue una lucha a muerte contra el mundo la carne y
los hombres. Estaba vivo. Era un jubilata que bien podía decir con San Pablo
"Conservé la fe" a pesar de que todo en su vida fue un gran fracaso una
catástrofe. Por eso tenía que acercarse al ara donde se guardaban las cenizas
de sus antepasados. Otra parada en Arévalo para arrodillarse ante la Virgen de
las Angustias. Al salir del templo la plaza del Arrabal estaba llena de puestos
de mercaderes. En los caleros de la
iglesia de Santo Domingo habían anidado una pareja de goloritos padre y madre
llevaban alimentos en el pico a los recién nacidos. Arévalo honraba a su patrón
san Vitorino que debían de ser la continuación cristiana de las fiestas de la
Refifugia que mantenían solemnemente los arévacos. Compró soplillos y pan
regañado en una tahona puerta por puerta con la iglesia de san Martín. ¿Qué soy
yo?, preguntaba Soguillas... un resistidor berberisco mitad cristiano y mitad
judío. Mi alma va sellada por las tres culturas aunque lucharé a muerte por la
defensa de la cruz de Cristo. De los moros heredé su fanatismo, de los judíos
la tozudez y de los cristianos el amor al vino eucarístico.
En un apostadero de la A6 era la
hora de yantar, el pan regañado arevalense sabía a glorias lo mismo que los
soplillos. Que aproveche buen mordisco. A la paz de Dios. Un transportista
portugués dormía en la cabina de su camión, una pareja de jubilados masticaba
unas tajadillas de una fiambrera. Les dio los buenos días, no le contestaron.
La gente se ha vuelto medrosa y suspicaz. Otra vez enfiló la autovía, prendió
la radio. Los hierofantes radiofónicos seguían ahora hablando del virus de los
fallecidos la noche anterior y de los internados en cuidados intensivos. Lo
adelantó un Peugot francés en el cual viajaba toda la familia. La esposa iba
cubierta con el almaizar que le daba aspecto de monja. Es saludó con la mano...
"Bis millah" y ellos deferentes respondieron con el mismo saludo
"Bis millah havivi". Id con Dios.
Tuvo que parar junto al santuario de
la Fuencisla para hacer pis (dolamas de la próstata) y para cantar una salve a
la Virgen en agradecimiento por el buen viaje. La Fuencisla sitio emblemático
le recordaba los recesos de sus tiempos
de seminarista, largos paseos congelados en el invierno y calenturientos por
los ardores de la canícula. Se puso a cantar el padre nuestro en ruso:
"Otse, isi esi na nebisiex
Da siatsie
imiatvoié
da pridiet
tsertsco tvoii dviedi nas
Da vudet
volia tvoia
Iako na
nebesi i za ziemli
Xlev nas
nasusni dazni dnesi
I ostvi
nam dolgi nashi
Iakose i
mui ostabliem dosnikom nasim
I vvedi
nas vo skuseniei
No izbavi nas
nas ot lykavago
Amin"
Una monja que limpiaba el santuario
escuchaba el rezo con atención y dijo que le gustaba mucho aquella oración...
Es el padrenuestro, hermana... pues que Dios le bendiga... y a usted.
Resolutivamente no quise entrar en
Segovia el pueblo donde vino al mundo porque allí no le trataron bien. Le pasó
lo que a Santa Teresa cuando los
segovianos la acusaban de andar metida en amores con Juan de la Cruz su
capellán. "De Segovia ni el polvo de las zapatillas" y se sacudió el
calzado en san Pedro Abanto donde siempre paraban carreteros. Enfrente había un
letrero sugestivo:
─Más vale aquí mojarse que enfrente
ahogarse
Justo al lado corrían placenteras
las aguas del Eresma.
Por fin alcancé a ver la torre de
san Gregorio que se perfilaba sobre el páramo con la majestad de un obispo
sedente a horcajadas sobre el lomo de
los siglos, testigo de nuestra historia, en su cátedra guardando la memoria de
mis difuntos. Llamábamos nosotros aquel cerro El Somo. Era el final del camino.
El pueblo estaba vacío. Nos habían
robado el alma. Habían matado la lengua asesinado su ortografía. Encendí una
vela y me puse a llorar agarrado a la verja del camposanto. Aquel era mi muro
de los lamentos la torre del cementerio de Requejar.
III
No me sentía cansado tras el largo
viaje desde Asturias con mis setenta y seis años a las espaldas fresco como un cohombro. Trepé por la escalera 24
veces y desde el cerro saludé al paisaje castellano. Para honrar a los
veinticuatro monasterios que, mandó hacer el rey Alfonso VI los veinticuatro
pueblos de Villa y Tierra los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. Era un
conjuro para aplacar las tristezas del Quietorium de la Monda y el fuego fatuo
Perfilábanse las montañas azules al otro lado de las cárcavas las tierras frías
y el gran morro de las adradas. Y por el sendero del via crucis subía yo con la
cruz a cuestas como Cristo con todos los pecados del mundo sobre los hombros.
Me dolían las costillas. En el paño de la Verónica enjugaba mis lágrimas y s estampaban los
rostros de las mujeres a las que perdí, pecador de mí. Pungente y clara se
escuchaba por todo el valle de la dulce Deri desde la cama del hospital de
Londres donde la operaron del tiroides:
─You have hurt many people (hiciste
daño a mucha gente)
cuando la dieron de alta firmó el
divorcio. Una compañera de crujía la indujo a tal determinación traté de
explicarle que no me dieron permiso en la escuela. Sufrí una depresión. I had a
break down y todo se fue al carajo
El pantocrátor pintado sobre el
ábside milenario me miraba con sus ojos fríos bendiciendo desde la serenidad de
sus dos dedos alzados y sus ojos grandes cuando decía misa sobre el ara
sepulcral. Un ángel negro de seis alas me servía de acólito y allí estaba Juan
de la Justa el que la serpiente matara. Salió de su tumba a la hora de alzar y
les escuché decir con voz trémula “Señor mío y dos mío” junto a él vestidos de
túnicas blancas comparecían casi todos los difuntos del Requejar. Podían ser
millones y asistían a la ceremonia con gran devoción. Algunos no entendían las
plegarias porque su presencia en el mundo tuvo lugar antes del cambio de rito.
Muchas mujeres sentadas a la morisca invocaban a Dios en mozárabe. Habían
resucitado para ver a Dios. Un coro de querubines atacaba las estrofas de la
misa de Ángeles y el eco de sus voces se esparcía por la campiña en un largo
kirie elisión. Juan de la Justa el que mató la serpiente cantó el credo en
eslavónico. Aquella pretendencia me reaseguraba de la presencia de Dios en el
paraje presencia divina que es inefable invisible incomprensible inabarcable
hasta el infinito que sólo se entiende a la luz de la vez. Juan de la Justa el
que mató a la sierpe había sido soldado en la campaña de Rusia. Fue repatriado
a España con una pierna de menos. Un disparo de los organillos de Stalin segó
su extremidad Fue el más pobre del pueblo. Con la humilde pensión que le quedó
pasaba hambre. “Yo fui a luchar contra el comunismo. Los rusos no me hicieron
nada pero el régimen soviético estaba dirigido por feroces caníbales y se hacía
lengua de la valentía de los soldados alemanes que lo trataron con deferencia y
mantuvieron la disciplina den medio de la retirada que ellos denominaban
defensa elástica. Contaba que aquella guerra la habían organizado los judíos y
que el pueblo alemán y el ruso la padecieron en sus carnes. En su alcoba tenía
un retrato del Führer y decía que el holocausto era una treta propagandística para ocultar los crímenes de la segunda
guerra mundial.
─No digas eso en público, Juanito
que si se enteran los caza-nazis te meten en chirona.
─Me es igual.
El desparpajo y la sinceridad del
pobre mutilado consiguieron que el fervor y la admiración que yo sentía hacia
los rusos se enfriasen un tanto. Rusia es el molde de un enigma. Empiezas a
destapar y nunca llegas a destapar el rostro de la última muñeca.
─Nunca se sabe cómo piensa un ruso.
Las reacciones de los eslavos son un enigma. No piensan como nosotros según me
dijeron algunos camaradas que fueron deportados a los campos de concentración
siberianos.
Con todo, aquella misa seca no me
pareció un sacrilegio. Formaba parte de un sueño que yo tuve para ensalzar
aquellas piedras templarías erguidas sobre el áspero mogote entre pedruscos
seculares y zarzales de escaramujo. Volvía al centro. Estaba de nuevo ante el
enigma de misterio de mi existencia a cuestas con mi cruz a cuestas y las
sienes taladradas del escritor que se atreve a ir por libre y enfrentarse a los
dogmas de una sociedad global. Cerré el portillo de san Gregorio después de
entender una vela en la tumba de los míos
y me fui a una tasca de Sacramenia. Pedí vino de la tierra. Conjuré mis
penas ante el dolor y el olvido y la persecución de la que fui objeto. Tuve que
separarme de mi mujer cuando supe que el cuarto de mis hijos no era mío. Su
naturaleza tan dada al coqueteo y a la ninfomanía la había hecho sucumbir a la
tentación de un afaire con un compañero en su centro de trabajo. Un día la
descubrí cuando se desnudaba sendos moratones en los glúteos y otro menor en el
pecho izquierdo. Me dijo que se había pegado un golpe con la puerta. La repudié
y consciente de que aquello era un castigo que me había enviado la providencia
por haber sido degradado como sacerdote y por haber andado malos pasos por la
vida me divorcié y a la jubilación compré una casa vieja en Asturias. Estuve
tentado de cometer una locura pero me fugué del hogar a la chita callando y ya
libre de semejante atadura me sentí un hombre feliz que es liberado de su
oprobio. Fue tal la conmoción física y psicológica que aquella afrenta supuso
que dejé de ser hombre que me abandoné a la anafrodisia. Soy un “stoltzi” digno
de abrazar una de las sectas de la ortodoxia rusa la de los castrados que se me
emasculaban a sí mismos por amor a Cristo y para no caer en la tentación de la
carne y puedo decir co el salmista que la mujer son la cátedra del diablo y el
aguijón del escorpión
IV
Había nacido a la sombra de la
catedral cerca del rollo donde ahorcaron al pare del Buscón y “obisparon” a su
madre por alcahueta. Los jueves ponían el puesto los pelaires en la plaza del
Azogue, triduos y novenas y el toque de clamor en la torre Carchena junto a la
huerta del Judío ires y venires dares y tomares sin ton ni son. Los largos
paseos en silencio durante las horas del quiete en las tardes de retiro
espiritual. Aprendió juegos de manos y era un experto en tirar al guá con las
canicas. Sus padres siendo pobres a la edad de once años lo metieron en el
seminario una boca menos. El fantasma del Domine Cabra aleteaba como un pájaro
de mal agüero por tránsitos y corredores de aquel caserón. Aprendió a escanciar
espondeos en latín y a entusiasmarse con la mitología. Los dioses oscuros eran
el precedente de todo aquello que amó y aprendió. Aulas del sufrir y del
resignarse malos olores y hacinamiento. Le gustaban las mujeres y tuvo una
novia que eran diez años mayor que le enseñó viejas técnicas ancestrales. No se
lo digas a nadie. No lo diré. Túmbate y lo hagamos como los señores. No se lo
dijo a naide siquiera al confesor aprendió a fingir y a ser hipócrita. Aquello
era lo mejor del mundo la gloria de dios cuando abrazaba a Maritere y se sumía
en el pozo sin fondo del amor aquel cuerpo tiritando y en convulsiones que
olía unas veces a pescado y otras a
lavanda,. tan dulce como un vaso de malvasía. Tú te tumbas y ahora el sesenta y
nueve. A la viuda lo que más le gustaba era el misionero. Así todos los veranos.
Cuando sea cura serás mi ama de llaves y podremos gozar más libremente. No se
lo digas a nadie. El gozo de aquellos pecadillos secretos le alegró toda la
vida. No hay cosa en el mundo más dulce que aquellos revolcaderos en el pajar o
al amparo de un escaramujo bien tupido a la vera del Río Peces para hacer el
amor con la fresca. Había laido en un Padre de la Iglesia que la mujer tiene
entre las piernas el aguijón del escorpión, es cátedra diabólica. Era san
Pacomio que el pobre no se había comido una rosca por eso escribía tales
barbaridades de las sacerdotisas del gusto que son lo mejor que hay en la vida.
Pues yo, reverendo padre, me arrepiento de todo corazón pero me gustaría
asistir a esas clases que daba el Cojuelo en las universidades venéreas y que
me pique esa avispa ¿Y tú vas a ser cura? No me queda otro remedio. Le gustaban
los veranos porque podía tener encuentros con la Tere y al rey y a la
inquisición chitón. El seminario era una cárcel pero toda la vida es cárcel. El
año 56 hubo una gripe y desalojaron as aulas mandaron a todos para casa. En el
delirio de la fiebre menudeaban los encuentros con su novia. No me importas que
me pegues el morbo. Fueron sus mejores amores en la vida los de los tiempos de
peste. Iba aprobando todos los cursos. Los superiores le tenían por un santico
y lo proponían como modelo de buen seminarista. Era diligente, aplicado, nada
murmurador, asistía a las celebraciones litúrgicas con devoción, en los tiempos
de silencio caminaba por los pasillos con la cabeza de medio lado. Aquí
tendremos pronto un san Luis Gonzaga. Los ángeles le están preparando la
aureola para subirlo a la hornacina. Sanctum habemus: Quintiliano el hijo de la
Aldonza la lavandera del Eresma. Era la admiración de todo el seminario.
Aquellos buenos operarios diocesanos pese a su bondad y dedicación a los
postulantes no daban una El Soguillas al escuchar aquel juicio de su maestro de
novicios se reía para sus adentros y seguía suspirando por la Tere. En las
noches de pesadilla como tenía poluciones nocturnas y “lo suyo” se iba para
arriba in continenti e irremediablemente. Conque, se daba furiosamente a la
masturbación pero era avisado y cauto que no caía en el escándalo de algunos de
sus compañeros a los cuales se les escuchaba gemir en medio del ruido de los
muelles del jergón. Él no tenía vocación pero lo disimulaba. Tendría asegurada
la vida y como había oído decir a más de un párroco eso del celibato es una
marranada. El voto de castidad que no cumple nadie nos permite tener acceso
carnal a todas las mujeres que se nos pongan delante solteras, vírgenes,
casadas, putas espirituales e incluso monjas. La teta de novicia era manjar
suculento. Así que Quintiliano un verdadero buey muto no decía ni media palabra
de sus interioridades. Se agazapaba y aguardaba deshojando la margarita de su
zorrería. Aquel centro, antigua casa de la Compañía, fue el lugar donde
aprendió sus mañas y salió convertido en un pícaro de siete suelas. Vaya un tío
por dos reales, buen pájaro estaba hecho Quintiliano el Soguillas
V
Ya estoy
inoculado contra la pandemia. Ayer me puse la inyección en el hospital de la
Misericordia de Avilés regentado por las hermanitas de San Vicente de Paul la
toca blanca esa toca enorme que parece un avión la cruz al pecho y el rosario a
la cintura. Radio Florito se pasa la santa mañana tardes y noches dándonos
noticias de los altibajos de la pandemia. Cómo evoluciona todo esto. No se
informa de lo verdaderamente importante de donde salió el morbo, cómo se
trasmitía la cepa, quien trujo el bicho, en qué probeta lo incubaron la madre
que lo parió si fueron los murciélagos o los chinos de Wujan. Hoy tantos
muertos ayer tantos contaminados. Se desinforma y se nos confunde. Eso es tomar
el rábano por las hojas. Don Híspido Estadístico juega al chito con nuestros
temores de algo hay que morir pero que se mueran ellos. Salimos del Notejode, librándonos de unas para
meternos en otra, en el Nosajodio, la
pescadilla que se muerde la cola vueltas y vueltas al trillo y no es que me
quejo no porque entré en el bombo de los escogidos pero a muchos colegas les ha
saludo la hoja roja y pronto dejarán de fumar. Los españoles que fuimos durante
mucho tiempo carne de cañón, carne de horca y carne de prostíbulo, ahora nos
hemos convertido en carne del tósigo letal del Covid, desde que la pandemia
habitó entre nosotros en el maldito año bisiesto de 2020. Les dirá un funeral ese Fray Buscón el del
pelo blanco que anda saqueando a los ricos para dárselo a los pobres y él,
receptada el donativo de los famosos a los que acude con frecuencia al no haber
sarao o fiesta donde no esté invitado o no se cuele este páter que es un
vivales, se guarda los cuartos
quedándose con el santo y la limosna. Dios confunda a quien no espabila y este
fraile es un lince para la pasta. Huele los dineros a leguas de distancia.
Nunca te dirán lo importante por los micrófonos de Radio Florito que dirige un
colombiano que ha saltado desde la panza del caracol. Imposta la voz presume de
voz y se mete con los venezolanos y con los cubanos. El hipócrita ve la paja en
el ojo ajeno y olvida la viga en el suyo. Colombia es el país que parió más prostitutas. Es el vivero de la
gran meretriz. El de las putas de Internet las más guarras, indecentes y
desvergonzadas, ─toda la coca es manejada por potentados impresentables─ del
mundo las que montan por la Red esos numeritos de esperma blanco cuando les
viene el deleite y grandes mamadas. Todas hablan español y uno al verlas siente
vergüenza de su idioma castellano. Es una nación aprisionada entre las garras
de la bestia. Colombia me parece a mí que tiene la forma de coña buscando el
gran carajo. Nicolás Maduro me parece un tipo mucho más digno al menos patriota
pues no se rinde ante el bloqueo comercial de los gringos que quieren asfixiar
a su patria matándola de hambre, anhelantes de su petróleo. Venezuela y Cuba
humilladas y ofendidas no agacharon la cerviz. Colombia es el gran burdel de
los EE.UU como lo fue Cuba en la ´poca de Batista. García Márquez se le iba la
fuerza por la boca mucho palabrero para luego nada decir y es que ha caído
particionero en manos del sionismo solipsismo que nos ahoga como esa serpiente
que avanza por el mundo enrollándonos al cuello con sus pestíferos y letales
arillas. Pues ese es el jefe de Radio Florito emisora de derechas de toda la
vida sucursal del Maligno, director un tal don Verbilindo, más dura será la
caída. Como no tengo otra cosa que hacer: oír radio, ver novelones por la tele
y estar aditivo a los chats porno de la red en la cuadra en la que vivo pues me
entero de todo o a lo mejor no me entero de nada. Me lavan el cerebro con una
de esas mangueras municipales con las cuales nos refrescábamos las pantorrillas
cuando éramos niños mientras cantábamos el “aquí no llega bombero tu manga
riega y si llegare no me mojare”. Estamos calados hasta los huesos. Estamos
todos hechos cisco. A don Puertas no le cuadran las cuentas y hace numeritos al
objeto de reducir demografía y para ello pone cuatro remedios: pornografía,
conflictos regionales, desamor y virus. Vacía las aldeas. Si serán elucubraciones mías. Mis amigos me
llaman negacionista pero yo me considero un tío legal. Sus emigrantes se largan
a vivir a las ciudades donde viven hacinados y expuestos al morbo cainita, que
es como llaman algunos epidemiólogos de nuevo implante socarronamente. Don
Guillermo va y compra a bajo precio las tierras pignoradas y las vende o las
explota al máximo exponente. Así es como se hicieron millonarios los Rochild
con sus palomas mensajeras y sus inversiones millonarias durante las guerras
napoleónicas. La serpiente no deja de crecer y de arrastrarse. Llena de baba o
de lefa el suelo que pisa escupiendo sus fauces el veneno de la entraña
con lengua retráctil y allí donde toca
el escupitajo de la gran culebra no vuelve a crecer la hierba. Yo la vi cómo se
arrastraban por las crujías de Cuidados Intensivos del hospital de la
Misericordia de Avilés mientras una enfermera peruana muy amable me vacunaba
contra el Covid. Su voz era dulce y cantarina como el de una sirena. ¿Por qué
estas alegre, hermana? Porque hay que cantar cuando se lucha contra la muerte.
No se podía dar un paso por las salas. Los viejos ─les tocaba el turno a los
nacidos entre 1942 y 1945 éramos una buena peña de setentones en la flor de la
senectud─ como ovejas que llevan al matadero todas para el arrastre. El rubio
don Donando ahora está muy callado pero no paraba de darnos la murga con los
chinos quería hacer la limpieza étnica una verdadera sarracina como antes se
llamaba y empezó a gobernar por tuiter a los chinitos les voy a meter un brazo
por una manga pues hay que ver lo que ha cambiado el mundo cuando yo era niño
los frailes repartían huchas por el Domund para que saliésemos a cuestar por
los chinos y ahora son estos hombres de tez amarilla y ojos oblicuos, al
socaire de Mao con su libro rojo y Chu-en-lai, nuestros colonizadoras. Llegan
hasta nosotros con un libro de Mao en el bolsillo. Es un libro rojo en
caracteres chinos que lanza profecías inexorables. Europa se ha dormido. Kaput.
Morirá de su propio éxito. Son ellos los que nos leen la cartilla de Fumanchu.
A mí me parece que don Donado el rubio con esa melena de camionera de la Ruta
66 un nabab del ladrillo con las cuatro reglas mal que bien aprendidas fue el
culpable en razón a que temía su competencia, les mandó los padrinos escondido
en un tarro fatal donde se guardaba el especifico que suelto en el aire y
dejado por correr por las cañerías o almacenado en la cabina de los aviones
había de causar la muerte de millones de seres humanos. Juegan al trompo con
nosotros. Promulgan la eutanasia y aplican anticonceptivos. Sobra gente en el
mundo. A pesar de todo la vida sigue siendo bellas. Las terrazas de los bares
están repletas de gente que toman piscolabis con mascarilla. Muchos factores
que yo no acabo de entender se mezclan en este totum revolutum de la peste aviar verdadero flagelo del género
humano del que todo es confuso tanta información de mezcolanza desinforma. Por
lo visto el año bifronte dos veces veinte del siglo XXI fue el año de
Nostradamus el de gemir y crujir de dientes. No nos pongamos trágicos. Sea lo
que Dios quiera. De algo hay que morir.
VI