I
VILLEGUILLO
UN HIJO DE LA PIEDRA ENTONA SUS LAMENTOS EN SEGOVIA (introito al
libro Hispania
Peccatrix que
publico en esta bitácora por entregas)
Yo,
Villeguillo, un pobre exarico, heterodoxo y perseguido por pensar por
mi cuenta y por la odiosa manía de cantarle a los poderosos las
cuarenta, he venido a esta ciudad donde me nacieron y escuché entre
el primer alhorre el vagido de los bustos parlantes y de las rubias
de bote que cuentan embustes, chocho morenote, el gran pipote y por
ahí de de andar el pyreso
que es pirómano del periodismo de acarreo un tal Jáuregui
propalan infamias y dan a la historia violentos retortijones, para
purificarme en las aguas del Rasemir
y del Clamores,
dos ríos mierderos que abrazan a la población amurallada ¿Busco el
agua lustral en una cloaca? Estoy lleno de dudas al respecto. Mi vida
ha sido un fracaso pero he sobrevivido a mis naufragios y busco los
pecios del amor del barco de Eros hundido en el proceloso mar de la
vida. Suelen darme yuyos cada cierto tiempo, me emborracho como un
zapatero. Una mano me saca de los lóbregos calabozos de Finsternis.
La oscuridad me persigue. El oficio de tinieblas se alarga demasiado
pero Dios es clemente. Luego me arrepiento y lloro los pecados de mi
vida pasada. En uno de mis desconciertos alcohólicos arruiné mis
dos matrimonios. Pero surjo, me levanto como puedo, sacudo las
sandalias del polvo del camino y echo a andar hacia la piscina
probática, arrastrándome por el lodo. Acudo a mi pueblo a
restañarme las heridas y a contar la historia de un amigo que acaba
de cometer suicidio. Yo vine al mundo en la Puerta del Socorro frente
al Pinarillo y las cuevas de los eremitas que hacían penitencia
mirando para la airosa catedral, al de la cárcava donde se alzan los
estribos de la barbacana de la muralla que ceñía el busto de la
ciudad pecadora: Segovia peccatrix. Soy un mendigo de la palabra
cubierto de andrajos, mi piel en arumbeles taraceada de discursos
democráticos, frascas barras de bares copas de aguardiente, cantos
del urogallo. Ya no beberé más, apuré el cáliz hasta las heces
aunque recuerdo la frase de una novela rusa:
—Dios
perdonará, perdonará eternamente a los borrachos
Yo
sostengo que un funeral irlandés es más alegre que una boda inglesa
porque ladraba silogismos el bueno de Boecio
y Simón
Estilita
seguía en lo alto la columna. Días faustos de cerveza, amor y vino
y en las esquinas columnas mingitorias. En una ocasión tuve la dicha
y la desvergüenza de mear desde la torre del Daily
Mirror
como solía hacer su dueño el gran magnate y creso israelita Robert
Maxwell
que no se llamaba así en realidad tenía un nombre checo muy raro,
hizo fortuna vendiendo café instantáneo a las multitudes. El rey
del café nos meaba a todos desde lo alto de la cúpula de St. Paul,
produciendo una riada de tinta impresa a lo largo de Fleet Street,
lanzaba jaculatorias en yidish que decían de los placeres sin pecar
mear y cagar. Había llegado a lo alto a la plenitud del ser pero
dicen que murió asesinado por agentes del Mossad por una deuda que
tenía contraída con la venta de su rotativo que no quería endosar
el estado de Israel le cogieron mientras exoneraba su vejiga en su
yate navegando por las Canarias. El rey del chocolate el rey del
porno Hefner Epstein el asaltacunas todos adscritos a la lascivia del
sistema que utiliza como instrumento de dominación la fuerza del
engaño, la extorsión, el chantaje.
II
Como
epígrafe del 11S fatídica fecha alguien escribió sobre el lienzo
de muralla que tengo delante de mis ojos y miro desde las cuevas del
pinarillo por donde se pasea el fantasma de la madre Sacramento,
reina de la raza calé, una profecía diabólica: seréis como dioses
si prosternadote ante mí me adorareis. En la piedra angular de la
muralla aparece una inscripción que te hará temblar. Está escrita
la palabra alemana Rache (odium et vindex) en latín. Es la norma y
el signo de unos tiempos desalmados en que todo parece boca abajo y
los hombres caminan del revés. Septiembre
negro… brancas y opérculos de las agallas del pez, llevo luto por
ti, veo chocar los trenes y se estrellan aviones contra un
rascacielos. ¿Conspiración (Verschwörung)?
Yo que sé. Estoy tan tranquilo en el recibidor de mi domicilio, me
acaban de arreglar la parabólica; vino un técnico… quería
cobrarme 510 €, le di 200 y vas que chutas… democracia de
ladrones. Por lo menos me libera Astra de los labrados de cerebro de
radio Macuto el diablo dentro de un micrófono dándonos la vara.
No
tengo donde ir, ni oficina ni despacho, ni editorial, ni nadie. Las
mejores sinagogas son las tabernas, los templos fueron profanados,
dispersan los huesos de los difuntos, y hacen autos de fe. Colocan a
los huesos de los santos sobre un mulo yeguato con orejeras y corona
y los queman en el gran enlosado de la catedral global. Ha nacido el
IV Reich, Estoy dejado de la mano de dios aparentemente, pero,
fijándose bien, el aserto noto que no es verdad. Interiormente me
siento un elegido. En libertad les hago un corte de manga a los
capitostes mientras contemplo la piedra de la muralla donde se
estampa el devenir de mi pasado, mi presente y mi futuro. Ese sillar
romano frente a la casa donde vine al mundo es mi bola de cristal.
Por las ventanas geminadas se adentra en la visión del Parnaso, pero
antes hay que hacer antesala en el Departamento de Legrado de
Memoria. Enséñame las manos. ¿Están limpias? Te las acabas de
pasar por la rabadilla, cochino, y huelen mal; al menos no hay el
estigma de la sangre. No mataste a nadie y no sería por falta de
ganas. En los matacanes de la muralla romana no hay centinelas ya
(stelzi)
se han ido a la taberna o están en el cuerpo de guardia jugando a la
brisca. El centurión les observa con sus ojos omniscientes,
penetrantes de novelista virtual. Fue uno de los miembros de la
escolta que estuvo en el Monte Calvario. Le ayudó a Longinos a
portar la lanza que traspasó el costado de Nuestro Señor y eso le
dio poderes mágicos. Roma caerá en los brazos de la apostasía. El
gran blasfemo, ese jesuita usurpador que dio el golpe de Estado en
Vaticano, destronando al pontífice legítimo, y dijo llamarse
Pancho Culo Magno, hace de las suyas, labor de zapa, busca la
destrucción de nuestras creencias y de nuestros quereres. Pasará el
malsín a la historia más por las dimensiones de sus posaderas que
por sus encíclicas. Es uno de los artífices de la gran
confabulación. No sabía lo que decía el doctor Freud cuando
formuló su dictamen sobre las cartas de san Pablo: que el
cristianismo en su caída arrastrará al judaísmo. El sanedrín
lanza piedras contra su tejado. No os iréis de rositas, cabrones.
Quedareis sepultados en vuestras maquinaciones del gran complot.
Están matando la gallina de los huevos de oro. Si este barco se
hundiese nos iríamos todos a pique… Impervidum
ferient ruinae.
El destino nos golpea.
Contemplo
sin descomponer el gesto los muros de la patria mía ▬
Segovia peccatriz ciudad pecadora▬que
se están viniendo abajo, un caballo de Troya, destruidos los
adarves, han colocado en la Plaza Mayor antes de Franco y ahora de
los Derechos Humanos el cartel de “se vende”. El verso es de
Plauto cuya poesía yo leí en un libro de viejo que compré en
Arévalo porque te digo para que lo sepa que yo fui regatón o
colporteur.
Iba y venía con mi furgoneta cargada de volúmenes y nadie me hacía
caso, se reían los palurdos de este pobre diácono pero nunca me he
sentido más profeta que predicando a los peces analfabetos en la
plaza del Arrabal de Arévalo. Mi destino era la venta de ocasión,
un rotundo fracaso como todo lo que tiene que ver con la literatura
en estos momentos. A la plaza del Arrabal y al atrio de las Angustias
yo llegue escapando del mundanal ruido cuando rugía la marabunta en
los 90, escupido por el oleaje de la gran corrupción. La defensa de
mi patria y de mi religión me convirtió en naufrago del sistema. A
partir de ahí mi nombre se agregó a la lista de los innombrables y
malditos. Soy un messuge.
El gulag democrático adquirió proporciones gigantescas a partir del
año 89 cuando mataron a Ceucescu y se declaró la guerra en
Yugoslavia. El ángel del mal envenena las aguas de los ríos de
Europa. Luché contra la impostura y me convertí en vagabundo sin
suerte, en un forajido de la escritura pues ahí nos las den todas.
Mi derrota contra las fuerzas oscuras sólo fue aparente. Los hechos
consumados luego nos dieron la razón y serán pocos los que me
rechisten a no ser que sea Peñalosa ese cretino de la Inter que se
pavonea por las ondas como un urogallo en celo. La emisora ha sido
vendida a los chinos y ese Peñalosa es un apátrida colombiano,
mercenario de los micrófonos que trabajó para el KGB luego se hizo
de la CIA y ahora sirve a los mandarines de Pekín que están
comprando mi patria a cachos. Los amos de la CEE: Juncker, el
besucón, Frau Merkel, ama seca de Europa, siempre de pantalones,
Macron el chico de los recados de los Rochild y toda esa patulea de
políticos serviles entrando en la viña del Señor a por uvas.
En
radio Vejestorio echan las habas, sus locutores parlan y vocean
contaminados del hedor de las sentinas mediáticas porque la mentira
habita entre nosotros. Nos toman el pelo, nos lavan el cerebro, nos
pasean en carroza y exponen al ludibrio del mundo.
Gracias
a ellos supe que el profeta Moisés era tartamudo, padecía de
disfunción eréctil y su bipolaridad se convirtió en crisis
mística, se tiró al monte le nacieron en la frente dos cuernos como
dos llamas, huyó al Sinaí y bajó los derrumbaderos y recuestos de
dicho monte sagrado bajó que perdí el culo por la cuesta, a mata
caballo, por poco él no se esguardamilla y se hicieron cisco las
Tablas de la Ley.
Pudo
hacer cacharritos el decálogo, pero esto no lo permitió Yahvé. Le
brotaron dos cuernos radiantes entre las cejas. Cuando el profeta
hablaba al pueblo elegido apuntaban al cielo como dos trazadoras
radiantes los cuernos del elegido de Israel:
—Mirad
estos preceptos.
—Es
un trágala — clamó una voz
—No.
Es el camino de la salvación. Si cumplís estos mandatos, iréis al
cielo. Si, no, al infierno de cabeza.
―Viva
la madre que te parió — volvía a clamar la misma voz.
―Era
la de una mujer que estaba encinta de siete meses
Supe
yo entonces que los diez Mandamientos eran algo más que una película
en la que trabajaban Sofía Loren y Charlton Heston, un matrimonio
que se amaba, amparados por la ley vieja dentro de una tienda en el
desierto, donde el profeta y su concubina estiraban la alcatifa. La
Loren lucía bellísima con sus labios ardientes de napolitana
camuesa; sin embargo, tan acarameladas escenas eran sólo cine de
sesión continua. Now
I dont go to the movies any more.
Me
di cuenta de que no hay que creer demasiado en las cosas que nos
cuentan. Todo son películas, cuentos sin cuentas y mohatras de
zascandiles de Hollywood. Las ranas siguen croando en las charcas de
la mentira y del pensamiento único que está en todas partes y a
todas horas. Pilatos llevaba más razón que un santo cuando se
preguntaba sobre qué cosa sea la verdad delante de un Cristo al que
habían azotado los del Sanedrín y vestido con la túnica blanca de
los locos. Una pregunta a la que no han dado respuesta los autores o,
si la dieron, la interpretan desde un lado parcial y acomodaticio
como don Segismundo Freud el gran profeta de nuestros tiempos.
Si
don Alberto Einstein descubrió la desintegración de la materia, don
Segis dividió el alma en parcelas y nos adentró en el mundo
impenetrable del subconsciente. Este judío vienés se la cogía con
papel de fumar. Mascaba tabaco rubio y quillotraba las grandes
mentiras o semiverdades en el celofán del psicoanálisis. Pufaba
habanos que eran su fuente de inspiración. Sólo a la lumbre de sus
cigarros de buena vitola de Vuelta Abajo era capaz de endilgarnos sus
concepciones sobre los desvíos del pensamiento y la psique de
nuestra carne mortal. Cuando dejó de fumar se agotó su inspiración.
El
hombre es un mamífero que se mueve por dos cosas en la vida dentro
del reino animal con sus dos primordiales instintos; de alimentarse y
reproducirse. El dinero y la gloria como subalternos o proyecciones
de su gran apetencia genésica a la deriva. El ser humano es un
depredador sexual vino a decir este clínico vienés que odiaba a los
rusos y acabó con todos aquellos que creían en cosas místicas
siempre dispuesto a la coyunda. Desconoce los ciclos de otros brutos
para el apareamiento. El hombre y la mujer siempre tienen gana.
Metido en harina de sus tabúes el lector de don Segis apuesta por
matar al padre o moneársela. Que bajo habéis caído, chavales, sois
esclavos de las bajas pasiones pero no os preocupéis ya no es
pecado. La homosexualidad a partir de él cobraría carta de
naturaleza porque uno la mete donde puede y donde le dejan; ya lo
decía mi abuelo. Se abrieron pues las puertas carreteras del
libertinaje, las cajoneras de los confesionarios ardieron en enorme
pira. Ya no es pecado.
Preguntaba
un quidam:
―¿No
será aquí donde dan pol culo?
―No,
señor, un poco más alante. Tiene que ir al Registro pero sólo
abren por la mañana de nueve a dos. Allí le darán razón. Si no
consigue la cedula eche la instancia y dirija un oficio al juez
Marlasca con el encabezado de Excelentísimo señor. Él administra
el Negociado de los Putos, el furor gay manda en España. Allí
pregunte. El funcionario le hará rellenar una ficha verde si es
usted buharro y roja si es bardaje. Y permítame un consejo, señor:
al entrar en ese despacho se pondrá un mandil en las posaderas o un
detentebala a prueba de cualquier ataque anal porque en esa zahúrda
van todos los tíos desnudos y cantando la canción de “por detrás
me gusta más”.
Quedaron
un tanto corrido con tales preguntas y respuestas pero la información
es la información y no sabemos en qué mundo vivimos. Las cosas han
cambiado mucho. Freud fue un profeta de los nuevos tiempos audaces
cuando todo es posible: la mariconería, Thomas Mann, Muerte
en Venecia,
el tribadismo (Simón de Beauvoir) el parricidio, la rebelión
feminista, los servicios secretos, las logias, el Verschörung, la
pederastia, los deseos oníricos, las cartas de Einstein sobre la
masa y la velocidad, Armstong el astronauta que llegó a la luna. Uno
descubrió la desintegración del alma y el otro la materia. Los dos
eran judíos supervivientes del Shoah. Don Alberto nos saca la lengua
y don Segis se fuma un puro. Después de todo Dios no se pone a echar
partida con nosotros ni quiere jugar a los dados. Esas son mohatras y
añagazas del clero romano.
―¿Por
qué escribe usted? ¿Para pasar el rato?
―No.
Para espantar a mis fantasmas internos y a ver si se me pasa el
hambre, padezco gordura mórbida, me da por comer a cualquier hora.
―Pues
habrá que reportarse amigo.
―¿No
has oído que hay una virtud que llaman la templanza?
―Sí,
pero no es de mi incumbencia yo voy por otro temario aunque de mozo
era bien parecido. Les gustaba a las mujeres. Allá por los 74 tuve
una novia hebrea que se llamaba Diana
Percival
y hacíamos el amor todas las noches en la casa donde el Dr. Freud
escribía sobre el psicoanálisis. Un mediodía se acabaron nuestros
encuentros y no volvía a verla nunca más. Perduran evocaciones de
aquel barrio que era la aljama de los hebreos pudientes. Primrose
Hill se llamaba
III
Todos
desfilan compungidos ante el besamanos y los pésames duelos y
empatías por doquier te acompaño en el sentimiento su cuerpo
apareció yerto entre las peñas al lado de una botella de vino y una
caja de pastillas muerte voluntaria fue el veredicto nadie quiso
decir suicidio… ¡Hipócritas! Prefirió una muerte dulce de
alcohol. Nos matan de soledad de olvido de aburrimiento activan la
maquinaria del ninguneo, enchufan el ventilador de la mierda
sacan de las charcas a las ranas cantarinas y a los sapos y luego
llaman a las plañideras y el besamanos se convierte en poseo.
Importa
mucho salir en televisión un segundo de televisión, siquiera un
momento dulce para los ídolos destronados. Todos acuden al arrimo de
los focos desfilan ante el cadáver musitando la manida frase de qué
buena era… grandísimos camándulas brindada en conchas de
galápagos un país sin sentimientos donde todo es fingir. España es
un país de ex frailes y de seminaristas rebotados y de monjas que se
enganchan al carro de la política. Católico y cruel. Es la lucha
por la vida todos a trepar por la cucaña y luego a retreparse en el
sillón sobre moqueta dentro de los muros de un edificio con bandera.
Blanca esquiaba la nieve de Siete Picos montañas del alma mirando
para ellas pasó mi infancia como un gacela, ganó medallas y luego
se olvidaron della. Troquel del oro que hicieron oropel. Vivió el
ostracismo el despecho el ingrato olvido fue extranjera en su país.
Mira ahora cómo lloran todos estos en la querencia de un arrimo una
donación y todos esos gajes del oficio. Descanse en paz cuando el
olvido aviente sus cenizas sobre las peñas y la nieve del macizo
central. Era una carpetana una mujer cordillera.
Desde
el miradero del Pinarejo con la mirada de la carne contemplaba la
torre de la catedral (ebúrnea y misteriosa piedra sin tiempo capitel
redondo dando cobijo a los vanos del campanario) alzándose sobre los
merlones de la muralla y el negro ciprés que besaba con la punta de
sus ramas… el matacán donde estuvo el aula de mi primer colegio y
la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la pata la
mesa para que escribiera con la derecha.
Vi
a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en
forma de cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al
relevo de la primara vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana.
Cerca de la plazoleta y el arco del Socorro estaba el bufadero. Los
cierzos del invierno hacían concilio allí y se disputaban con el
ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo alto del
templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de
idolatría en la ciudad donde yo había nacido. Fue coronado el
emperador dios del Olimpo el año 34 Ad. Era invocado por las
congregaciones populares y su estatua incensada cada tarde por uno de
los flámines de turno que trepaba hasta su imagen por una escalera
colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a los pies de la
sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde
siempre oí yo decir que estaba enterrada gran parte de mi parentela.
El osario de los huesos desapareció a finales del siglo XV por orden
de la inquisición. Tibias y calaveras ardieron en la gran pira, gran
almenara se preparó. Muchos de mis paisanos que le dan a la sinhueso
sin ton ni son hablar por hablar desconocen su historia y ubican la
necrópolis hebrea donde no es. En las cuevas del Pinarillo allí
donde el Clamores abraza a la ciudad para casarse con el Eresma se
alojaron ermitaños durante roda la edad media, hacían penitencia,
se flagelaban y lloraban sus pecados frente a la ciudad donde no
podían entrar por haber cometido algún agravio. Segovia pecadora
magna peccatrix. Albergue de putas y de perailes. Cuando yo era niño
se alojaban en aquellas espeluncas tenebrosas familias gitanas. Yo
recuerdo a una gitana con el pelo negro subiendo aguas al Clamores
por el Camino Nuevo toda vestida de luto y en alpargatas también
negras como el mandil la cara cubierta de arrugas y los ojos
penetrantes de vidente hasta Santi Espiritu con manojos de romero.
Que ofrecía a los viandantes. Al que no le adquiría un manojito le
largaba una tremebunda maldición:
—Mañana
te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo
con la vela en la mano
A
veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien
torres de la ciudad tocaban a clamor… Qué miedo Uy.
La
Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla
huíamos hasta refugiarnos en el regazo de neutras madres:
—Mamá
que viene la gitana Sacramento
Los
gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja
moraba en lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un
rótulo con la bandera de Israel y se canta la Hativka
algunas tardes pero no era un cementerio sino un eremitorio. Estamos
regando fuera del tiesto y cantando responsos en el sitio que no es.
No obstante el kaddish
seguirá resonando hasta el final de los tiempos.
Caminaba
la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el
jefe de la tribu su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda
la cesta regresaban a su guarida pero allí donde aparece hoy día
una lápida con la estrella de David no había camposanto ninguno que
ya digo el verdadero lugar de reposo para mis antecesores que fueron
a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros cerca del
enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí
donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se
representaba en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito pero es un lobo
feroz. No le hagáis caso, alejaos de la botella.
IV
Duro
es el mundo de Sklepos y albacora pero esta mañana de verano misa de
san Agustín mis males lleve después de la avenida que anegó los
campos de Valdemoro me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce
años como pasa el tiempo. Umbral era Umbral. Le canto un responso
mientras me zampo una albacora de la primera cosecha de la higuera
que planté en el huerto. Chimenea y huerto soy feliz mientras miro
para los muros derruidos de la patria mía Segovia triunfal el gran
cedro del convento de jesuitinas los merlones de la muralla por
donde se asoman los fantasmas de mi pasado todo son pesares y
arrepentimientos. La Virgen del Socorro desde su camarín engastado
en la veranda me mira con ojos maternales e indiferentes extendiendo
su manto protector sobre el barrio judío. Un rabino baja por las
escalerillas de san Roque con los doce panes de la preposición. Una
parida lleva las velas de la purificación; el cantor ante la
congregación de san Andrés entona la Shema. En el océano de las
borrascas se precipitaron nuestras ansias y desdenes por causa de la
política. Suben y bajan los espectros (Wraith)
el caballista Jurry cabalga sobre su mejor alazán. Una recién
casada alza el velo “huppah”
y el mundo se hace de noche en espera del amanecer de los hijos. La
congregación corea epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo
salía… yo contemplo desde mi tabuco toda la estrellería que
ilumina el mundo de la edad media cómo era este barrio antes de
1492. Miriam que acaba de ser desvirgada por Jonás su marido en la
noche de bodas hace un baño ritual (mikveh)
se frota sus partes con agua de lluvia, el sacristán va de acá para
allá picando a las puertas de todos los miembros de la comunidad
clamando a voz en grito:
—Nos
ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde
en aquel instante la alegría por toda la aljama
Así
fue y así será. Me envuelvo en las filacterias del tefillot
bufanda de oración y lloro mis pecados que perdonará siempre Adonai
por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego sagrado
libamos de la copa del dolor y del vino eucaristía. Señor bendice
este zumo de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre
(kidush)
amen… amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra
salvación (pikuah
nefesh)
pues para salvar vidas y no para destruirla fuimos puestos los
judíos. Somos los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón
nos agrada decir shalom. Que esa palabra esté siempre en nuestros
labios amin… amin. Todo es perecedero y extinguible pero los
hombres van de acá para allá en una poriomanía incansable buscando
la tierra prometida, somos trotamundos viajeros peregrinos en esta
vida devorados por los félidos tigres, leones, gatos, alimentados por
los solípedos. El mundo se divide en buenos y malos y en animales de
garra y pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído
al parche y ojo al cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se
duermen todos los tordos al sur. S
k l e p o s…
dura y áspera es la vida misma… este adjetivo griego es un
monograma que vale para definir cómo es la vida entre españoles
envidiosos desalmados indiferentes ladrones y escoliastas. I
am a dangling man.
Vivo
colgado de una percha subido a lo alto de una columna como Simón
Estilita. Vivo dentro de un arco formero y mi punto de apoyo es un
ladrillo sardinel pero como soy algo escaro y tengo una pierna más
larga que otra y se me hinchan los tobillos, piso mal y me fatigo
cuando me atrevo, audaz, a largas caminata tú me dirás, Rui Blas.
Sé manejar el escardillo y el almocafre
De
tanto empinar el codo yo padecía prurito vesical y mis canales
urinarios ardían en el escozor de la ascitis. Por tu uromancia y
poliuria yo te conjuro beberás aguardiente de olivo. Triste destino
el del borracho. He sido un patoso en todas partes, perdí las
grandes oportunidades. Nada me salía a derechas. Un día quise
abrir una librería de lance en Canterbury pero el arzobispo me dijo
que no era buena idea. Un pub en Londres sería más rentable, hijo
mío. Los libros no los quiere nadie. El ángel de la muerte que odia
la verdad y el consuelo derramó su copa de acíbar sobre las páginas
de los grandes textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y
a la hoguera fueron las enciclopedias y los grandes tomos de
psicología pero en la gran almenara sobrevivieron los textos
mediocres de Julia
Navarro
esa que ayer parlaba en la Cope
con el Calvo
de los Halagos
un tal Expósito que no ha soltado aun la chaquetilla de camarero a
ver qué va a ser los señores.
Pues
la Julia hija del Yale pare más que una coneja hijos fornecinos de
su imaginación calenturienta, inunda de títulos los booksellers
de los estantes de estaciones y aeropuertos. Es una designada, una
elegida. Ellos los de la mafia político-literaria se hacen la ola
unos a otros y el resultado de la maniobra no puede ser más cretino.
Vivimos en un mundo endogámico yo me lo guiso y yo me lo como. Son
los hijos espurios del franquismo, trasvertidos de Generalísimo (al
que por cierto trasladaron ayer de cementerios los hispanicidas y
cristofobos quieren derribar la cruz del valle, lamentable
espectáculo, la ministra de Justicia Loli que había sido puta dio
el sonoro) al revés, toreros de salón americano y cócteles en el
Palace. Así que la hija del Yale
rotula una de sus execrables títulos con el predicado "No
matarás" y no se acuerda de que su padre el maldito cojo de las
columnas de "Pueblo"
tiró un día en Toledo a su madre por la ventana. Muerte a los
filósofos. Venían con una tea los seguidores de la diosa del fuego
Arson
Luminia
y la blandían sobre los campos y las torres de las ciudades que se
incendiaban, el fuego arrasaba las plazas y las campanas de todas las
villas tocaban a muerto. Arson
Luminia
es la compañera de viaje de Finsternis
la deidad del amor oscuro manipula tortillas estériles como Safo.
La informática a la cual di muerte era de aquel gremio. Cave
canem.
Cuidado con el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos
se han hecho periodistas y tertulianos o tertulianas melena al viento
bellos palmitos hermosos rostros que esconden el alma negra cuajada
de fealdades de mentiras asesinas, la crija o la verija supurándoles
entre las piernas. En el país huele mal. El asno de Balaam rebuzna
por las esquinas. Al gran jefe se le ha puesto cara de trasera del
trolebús... a
face like the back of a bus,
decía mi querido suegro Mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un
cementerio de Dagenham a llevarle crisantemos. Es el mejor inglés
que conocí. Su esposa se llamaba Grafila y tenía un tío por nombre
Harry y por apellido Escolex, abollonado de cara y corto de vista. Al
mirarle yo me daba cuenta de que soy una escolopendra y que mi mente
es un ciempiés. Dares y tomares. El marqués estaba en la sombra la
mirada alzada hacia el horizonte y la espada en su mano pues la
necromancia es un arte del demonio. Mucho se practica en Valladolid.
Allí viven españoles de poca sustancia huéspedes del Gran
tornadizo que los inviernos van a la iglesia no por devoción sino
para calentarse en las estufas templos mixtilíneos donde la Virgen
se confunde con diosas de la antigüedad.
La
contemplación de Segovia que es la ciudad del mundo que más se
parece a Jerusalén me fascina al tiempo que me causa dolor, porque
son casi lancinantes los recuerdos a causa de estos tiempos
compungidos porque cuanto yo amaba en ella ni es ni está.
En
ella yo nací por desgracia bebía agua en la Fuente del Tornadizo.
De niño mis padres quisieron llevarme a Quitapesares un manicomio
que estaba en la carretera de la Granja de San Ildefonso porque
observaron rarezas en mi conducta, siempre tenía ganas de comer, fui
un niño gordo maltratado victima del bullying
al que le gustaba la soledad, muy impresionable, que tenía ciertas
manías y una viva imaginación, me sobaba las manos y daba vueltas a
los palos que encontraba en el patio del colegio y jugaba con las
ramas de los tilos que se venían abajo partidas de brisca. Recordaba
aquellos tiempos y mis ojos se extendían hacia la vaguada del
Clamores de donde se podía obtener una buena panorámica de la
muralla, dando gracias al altísimo por estar vivo, porque huí de la
cola del león siendo cabeza de ratón, no me enchironaron aunque los
malditos quisieron darme por culo pero yo no me dejé. Detrás estaba
la catedral. Vi un gato negro acicalándose en uno de los merlones de
la muralla romana. Estaba justo delante del tejado de la casa donde
yo vine al mundo, San Valentín 4, la Casa de la Troya, mala señal,
tuve miedo. Me habían pasado muchas desgracias en la vida y en el
fulgor eléctrico de la mirada de aquel michino me hacía pensar en
desdichas. Leí en ellos mi sentencia que era sufrir y padecer de por
vida. Lo tenía bien asumido. Aquel felino era el símbolo de la
indiferencia con que me recibía la casa donde yo nací y por los
ojos del gato se asomaba la ventanera de mi madre que me parió
primero y luego me maldijo... no perteneces, no estás en el grupo,
no eres de los nuestros. El gato negro da mala suerte pero mi miedo
se trocó en espanto a los pocos días cuando marché a Galicia a un
balneario para recuperar mi precaria salud me crucé con una meiga
que me escrutaba de arriba abajo. Bajé corriendo por las escaleras
del hotel, salí a la calle, corrí despavorido por una rúa larga
jalonada de casas de piedra en cuyas paredes solitarias y
deshabitadas resonaba el eco de los versos de Rosalía. Un coche con
matricula francesa se paró a mi vera. Oiga buen hombre me puede
decir donde hay un banco para cambiar moneda... son las cuatro la
tarde de un viernes y las sucursales bancarias han echado el cierre,
mañana es el Día de la Virgen... un extranjero un hombre muy grande
un indio de raza aria asomó su cara espectral por la ventanilla y en
un movimiento rápido me arrebató la billetera que yo llevaba en el
bolso del pecho de la camisa veraniega. Fue un visto y no visto.
Cuando me quise dar cuenta el rumano o lo que fuera había
desaparecido. Corrí despavorido en una búsqueda inútil, alcé la
vista y me topé con la mirada espectral de la meiga que nos estaba
observando desde un balcón. Grité: "señora, al ladrón, al
ladrón que me robó". El espectro cerró la ventana de la casa
de piedra y me lanzó su maldición... ainda
etoufes, neno.
Su mirada era muy poderosa y quemaba casi con más poder y furia que
la del gato negro. Los ojos de la meiga constelada de sartas y de
medallas al cuello eran los ojos del basilisco. Conjuré mi inquietud
aferrando las cuentas de un rosario que siempre llevo conmigo...
Sálvame Virgen del Carmen. Nunca podré olvidar aquel atisbo de la
saludadora galaica que llenó para siempre mi vida de inquietud. En
mi cartera llevaba unos cien euros. En hora menguada pasé por el
lugar un día de agosto cuando España se convierte en cueva de
ladrones de peristas carteristas, violadores y expertos en el arte
del latrocinio y del tirón. No es fácil vivir bajo el yugo férreo
de los mangantes. Nuestros políticos reenvían buques de guerra para
recoger emigrantes del Aliyah invasora que cruzan el Mediterráneo
con plegarias a Alá. La cimitarra sarracena se mecerá sobre
nuestras cabezas despues de los versículos al alcorán, tras la
alcatifa y el Ramadán, los sermones del papa Interpuesto ese
argentino que a España le hizo tanto mal. Es la hora de los
mangantes. Manda en la calle la apisonadora de la mentira y hay mucha
angustia en los corazones. La tele es una maquina de dar por el culo,
cloaca de inmundicias y zafiedades. Machaca nuestras meninges con
consignas, activa el miedo. Después del incidente de mi encuentro
con el rumano que me robó no tuve más remedio que refugiarme en el
ribeiro. Me bebí litro y medio y me puse coloquial y parlero. En ese
estado de euforia yo perdono a todo el mundo. Cuando subí en el
ascensor de mi hotel me miraba en el espejo para saber si mis ojos
estaban brillantes y echaba el aliento en el espejo del elevador pues
todo mi afán era procurar que mi mujer no advirtiese que había
libado de lo mío por el aliento. Advierte el Talmud que la
borrachera es cosa de paganos. En eso no estoy de acuerdo pienso con
muchos judíos que el legado de Noé es una de los grandes cosas de
esta vida porque cuando no hay remedio litro y medio.
Si
los niños callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen
las mentiras de los micrófonos las palabras al oído de las planchas
masónicas prometiendo progreso y dejando desolación a su paso.
Busco en los recovecos de mi existencia aquellas corresponsalías en
Londres y en Nueva York fui un elegido de los dioses, un ángel caído
en el barro democrático. Hube por descontado mis maestros y epígonos
que abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio
Suarez un falangista hijo de un médico de Daimiel al que los rojos
fusilaron en una cuneta un día de niebla de noviembre a favor de la
oscuridad y de la niebla pudo huir y refugiarse en una alquería
donde le lavaron las heridas y por Somosierra se pasó. Era un joven
periodista de flamante pluma al que sus jefes enviaron como
corresponsal a Budapest. Yo fui el ultimo de aquélla brillante saga
el mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le
cupo la gloria la gracia y la desgracia de relatar el holocausto o lo
que dicen holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y
diretes y crueldades de toda la guerra pero el espíritu celeste del
mal se sirve de aquel incidente histórico para acabar con el drama
de la pasión del Señor. Llegó a la ciudad más bella de Europa en
un flamante Volkswagen con escolta de soldados alemanes. Y asistió a
la destrucción del bello enclave magiar que había sido sede de toda
la judería europea y donde los judíos habían podido convivir con
los cristianos sin fricciones. Las fortalezas volantes
norteamericanos acabaron con aquella buena relación. Lavalia en la
vida valía muy poco. Por unos pengos podías comprar un
salvoconducto, una mujer por una noche y tres bocadillos de
salchichas. Que no me vengan con historia. Yo cerré la tienda de
aquellos próceres del periodismo en Nueva York. Cuando el gran
Filipo blandía puños cerrados en Manhattan y amenazaba con
enviarnos a todos a un campo de concentración o fusilarnos. Tenía
como alátere a Maraña que me insultaba cada vez que podía. El odio
rojo les daba vitaminas, pero no eran moscovitas. Venían criados a
los pechos de las principales universidades californianas.
V
Ahora
contemplo la magnifica visión amurallada de Segovia desde la
Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me atenazan los
recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los
mandilones dicen que allí estaba el cementerio hebreo pero no es
así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los Huesos en lo que
era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta a la
tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y
más israelita que san Melquisedeq cuando hasta hace poco nos corrían
a gorrazos y ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me
exaspera, yo he venido a contar la historia de mi amigo Manahén
Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo
menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos españoles, era
cuarterón igual que Franco y Hitler. También nacido por estas
veredas en la que llamaban la Casa de la Troya. Debía de ser algo
pariente del gran Tacaño y se emocionaba cuando leía el Buscón y
narraba a sus amigos las aventuras del Domine Cabra un segoviano
típico. Segovia "peccatrix" pecadora y cicatera. Segovia
viene del celta y quiere decir cumbre (via hacia la cumbre con el
otro sufijo) ¡No te jode! Y tan pecadora que aquí no cabe un tonto
más. Le han erigido un monumento a Satanás. Mis paisanos escupen
las arras. Nací en esta ciudad de acarreo, tierra de perailes, urbe
condita en rencores, gente del bronce y de la hoja, y de tusonas,
mulas del diablo y barraganas de curas y frailes. Había un ciprés
milenario al otro lado de la muralla que derramaba parte de su
enramada sobre el tejado de nuestra casa. La vida me hizo escéptico
ante ciertas solemnes verdades que se fueron por la posta, pero no
soy mala persona, creo, hasta ahora no maté a nadie, sólo a la
archivera que era fea como un pecado mortal del puño y la rosa. La
di el pasaporte por amor a España. Sólo soy necio e inconsciente,
iluso y algo bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis huesos ante
el clemente Zeus tronitonante, Señor del Olimpo, padre de todas las
creencias, de todas las religiones, cuyo decálogo en piedra bajó
desde las cumbres del Olimpo: que Corán, el Candelabro y la Cruz se
junten pero todas ellas a los pies del Gólgota Redentor y a la
sombra del manto de la Virgen María.
Lo
veo difícil porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la
divinidad y ahora en el Vaticano están hechos unos zorros con eso de
que obispos y cardenales sodomicen en sacristías y confesionarios a
los niños de coro con todo y eso el pobre Villeguillo, vagabundo
segoviano, no renuncia al legado cristiano—
demasiado viejo para cambiar de religión—,
sin perder de vista la tradición y el testimonio de los mártires,
que conectaron el Nuevo Testamento con el Antiguo y el fervoroso
politeísmo de los dioses oscuros. De todos ellos venimos, en todos
ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la voz del Criador
que es polifónica y habla de mil maneras y en diferentes tonos a los
mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados,
tiren al suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas
perversos y alcen la vista a los cielos de donde nos viene el
resplandor de un dios más humanado. Zeus se convirtió en Cristo.
Aunque el Rollo de la Ley de mis mayores nos avisa:
—No
derramarás sangre ni semen.
—Bah,
eso de la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el
diablo encaramado a lo alto del acueducto, mientras se trataba de
beneficiar a la alcaldesa. A Belcebú le vuelven loco un culo grande
y unas buenas "domingas" por otro nombre tetas. Le gusta
tener de donde tirar y la burgomaestre es un montón de carne.
—Pues
si no hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba
por aquellas fechas de haber dado al traste con la unidad patria.
Me
subí a la alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato y
celestial para viajar al presente y al futuro. El pasado es negro.
Estuvo teñido de sangre en esta ciudad pero es así como se
construye en el eterno caminar de la historia. Ahora recuerdo mis
tiempos de corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Támesis
con unas pocas libras en un mini de segunda mano en que cargaba un
par de traje seis mudas un abrigo negro y algún libro de rezos y mi
maquina de escribir. Yo era un bohemio. No tuve la suerte de mi
colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito en el
cuadro de honor de la vida y yo no era más que un advenedizo un
palurdo de Segovia von sangre arriera y trajinante. Los dioses me
inscribieron extramuros, fuera del circulo de notables. Sólo Baco
algunas veces se apiadaba de mí pero era una piedad traidora y
peligrosa que se esfuma con la espuma de las resacas.
En
lo alto del puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba
colocando o a lo mejor se estaba haciendo una gallarda el tío
guarro. Lo cual por causa suya España iba de cabeza. Regresaban los
fementidos y Youcan
(tu puedes aunque no sepas) no se cortaba la coleta. Había vuelto
glorioso a la palestra, muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo
cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro.
Pero a España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora,
la putilla esa que corre con los cartapacios de apuntes por los
pasillos de la Facultad de Políticas, un himno a la desventura.
Pulso de la lira la más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues
eso, allí donde están las cloacas del poder.
Es
lo que hice toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas
y lupanares, brindis a Erifos, honrando a Venus y al tabaco. No soy
digno de colocar sobre mi cabeza el manto de oración y la tánica
pretexta de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla
derramada de tantos años de perdición, pero sobre todo por la
sangre: maté a aquella archivera que me estaba haciendo la vida
imposible, sus insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y
oprobios, sus carcajeo feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué
tal andas, chati? Acabaron con mi paciencia pero no seguí las
enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor,
nace amontonado con la mierda y a la mierda vuelve entre estertores.
¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de
gusanos.
Pero
no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo, recuerda la paz de
esta república que mediante la bondad, la sabiduría y no con los
misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el manto de
oración sobre la testa y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio,
cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el chaparrón, piensa que te
has perdido por tu mala cabeza.
Recuerda
que tú eres de la casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de
las Vestales. "Sint
lumbi vestri praecinti",
ataos los machos para defender la verdad.
—Eso
son sólo palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar,
suplicar, abajarme escuchar el silencio de los corderos hasta que
rompiera el alba con su esquila de luz de las mañanas. Es lo que
hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que me enajena. Mis
enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede que
lleven razón. Yo me acuso y lloro ante el "muro de Lamentos"
sobre la piedra basal de este adarve latino en honor del poeta
Juvenal de haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el
bamboleo de mi fe vacilante en una vida con no pocas vueltas y
revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones,
persecuciones y sufrimientos.
El
diablo mueve la cola y amenaza con tirarme desde el pináculo del
templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe
pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del
postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un
pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto:
Parce
mihi Domine, parce mihi.
Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de Publio
Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de
Cesar Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que
mecía los pinos me traía fragancias de un pasado al que viajo con
frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de tambores y
flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de
manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que
acampaba en el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo
penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi
tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a
mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma manera que yo
acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la
ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo
que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas compañías,
era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó
bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la
competencia echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter,
por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a esta
afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas
al diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo
blanco) la
miruella
como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la
cual de
mayor conocí cuando tenía 45 años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo
la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave, Cesar.
Me dediqué vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del
convento de jesuitinas que dio sombra a la infancia lo habían talado
los mancipes dendricidas y poco avisados.
Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo. Preguntas
sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí
perdido constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos,
cantamos y como si nada; el dios pone orejas de mercader a las
súplicas. Se desentiende. Zeus mora en otra esfera, nadie sin su
permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo mejor que ese día
estaba de mal café o no se había traído el sonotone.
En mi mente el mosaísmo, el islamismo y el cristianismo se conjugan
pero antes de que vinieran las aparecidas y de que el apóstol
desembarcase en Padrón en una patera de piedra los dioses familiares
presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de biblias en
verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab
Urbe condita”,
Tito Livio impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca
viva de la cual manaba un raudal de agua brava, las que se despeñaban
desde Peñamellera. Soy un pícaro un filosofo un historiador, no sé
lo que soy, pero estoy al tanto y el que avisa no es traidor, un nomo
que se trasmuda y biloca porque para mí no hay barreras ni de
espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios, que todo lo
toco y todo lo ve, émulo del Gran Piscator, lucho contra los malos y
aunque a veces haga partija con Belcebú no soy uno de ellos. ¿Doble
agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más todos estamos.
Pues Segovia como Puente Perín, como Barahona, Brañosera en
Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas
de Cuenca es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio
coronar con la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron
garrote a mi amigo don Pablos que subió los peldaños del patíbulo
con mucho senequismo y humor negro, rayano en el cachondeo, porque al
jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza, que a la
próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas
“porque no todos tienen mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en
anfiteatro espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los
pies de Cabra hacía a pelo y a pluma después de cubrir a la
alcaldesa por detrás fueron desfilando los ediles y de los ediles,
de los timbaleros, maceros y ministras de todas ellas hizo ropa
vieja con furor de casta inagotable. Porque lo suyo fue siempre
engañar y fornicar.
El
padre de la Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo alto
del entrecuesto o cacera que por arriba del acueducto. Escuché a una
bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de rodilla y me besas
el culo:
—Tente
que te unto
De
su boca desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La
consigna de aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue
“tente que te unto”. La señora Mrs Bald viceministra se quedó
entonces en pelota picada. Por delante el bosque de Bolonia
entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con
templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el
de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los
borcellares tenían la tranca de la demoscopia en la mano y así no
hay quien pueda, claro. Todos a mascar torreznos de la olla podrida.
Se sublevaron los que no probaban jalufo. Siempre será lo que ellos
digan pues tente que te unto. Amen. Hay me las den todas. Jugar con
las cartas marcadas es una añagaza del sistema electoral que
padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo. En los días
de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Tente
que te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios manda,
has de andar derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote
sal y cilantro
Por
Satanás
Por
barrabás
Por
san diablo que puede más
Y
este bálsamo de Ruibrás
Que
esta noche quebraremos el cántaro
Y
serás mía
Tente
que te unto
Mi
coño en tu barba
Debía
de ser la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el
diablo con el unto de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas
mágicas se volvieron transparentes, espíritus puros y empezaron a
volar que parecían aves de mal agüero. Los cielos de Segovia
estaban cargados de ominosos barruntos pues la diablesa no paraba de
decir “tente que te unto”.
—Y
ahora ¿qué quiere la señora? — exclamó el Amo del Mundo
—Que
me batas una buena tortilla francesa
—Date
la vuelta, alcaldesa, tente que te unto.
Un
grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos a la
estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del
Acueducto mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco
hablaba y yo le escuché pronunciar una homilía maldita:
—Tiremos
abajo a la Virgen Pura. Acabemos de una vez con toda la cristiandad,
sus supersticiones y falsías.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El
maligno que contemplaba el atropello encaramado al arco más alto
reía mandíbula batiente, luego empezó a ventoseare, sus discípulos
hicieron lo mismo y todo el infierno estalló en risas y en pedos del
Ángel caído. Durante casi media hora toda la plaza del Azogue olía
a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan profundas, de una
violencia tal que los segovianos compungidos salían a las puertas de
sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la
burgomaestra dijo:
—Os
pasa por judaizar. Ya sois míos. Sólo míos.
En
el azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los
políticos marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear, de
dar explicaciones (ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las
esquinas se llenan de plañideras compungidas y de hermeneutas que
tratan de explicar lo evidente, estamos todos hasta los mismísimos
de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo evidente era que a
redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro perdió
la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo
hizo esa profecía: el acueducto se vendría abajo. Que otros
salmodien y prediquen y yo decía predícame cura predícame fraile
por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los que
tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y
sudorosos y entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón
Cantimpalos. El mesonero estaba a la puerta, era un señor gordo y
calvo fumando en pipa. Los operarios de la demolición se pusieron
ciegos de tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir
se desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde irá el
buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene
vuelta de hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de
siglos, un deletéreo afán de venganza: Segovia ha dejado de ser
cristiana, chiquitos, se ha convertido en Aelia Capitolina.
—Pues
muy bien
Al
pobre Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie,
pero como era un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la
asturiana y a las faldas de la griega, la hija de la Federica, no
vaya a ser que metamos la pata hijo — le dijo— no conviene
malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos los
años la fiesta del Holocausto. El rey supino fue quemado también en
efigie durante las fallas. Los elegidos no perdonan a nadie. Nos
tienen a los hispanos lucha rabia. Aquí no se salvará ni el
apuntador por más que Jáuregui ya se los esté trabajando para
obtener un salvoconducto. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes cobardes y
dominados por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables e
inútiles para el gobierno de la república, cuentan con el desdén
de sus súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que
no se atreve a dar el pasaporte a los catalanes que le faltan al
respeto y a los estatuarios malditos que quieren quemarlo en efigie.
España a este paso pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie
pone remedio, Y el libelático obispo Zapatones había firmado las
actas
—Parecéis
oro obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones— dijo
Ursicinio
el Pecoso, un clérigo con malas pulgas que todas las tardes en la
catedral salmodiaba el Oficio— con aires de desafío.
Todos
se encogieron de hombros, no hicieron caso de poetas, profetas y
profecías. Allá ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al
loro. Villeguillo, muy triste por aquel espectáculo, volvió grupas
y salió de la ciudad por el puente de Valdevilla que le vio nacer y
jugar de niño y por donde pasaban las legiones del emperador con su
estandarte enhiesto y el carnero mascota de la Séptima Victrix.
La
casa y el barrio habían sido arrasada por los vengadores, aquella
colonia era una reliquia del fascismo según proclamaba, rábida por
los micrófonos de Radio Segovia Victoria Cantimploras inflamada de odio al pasado. Desmelenada e hija de un vencido,
gritaba como una Euménide.
—Vuesa
merced señora no hará falta que grite tanto.
—Pues
sí. Al ver esas casas militares se me revuelven las tripas.
A
Doña Viqui la furiosa tambien se la revolvía a decir de un urólogo
su coño canceroso. Moriría a los pocos meses de decir esto sin
confesión gritando blasfemias,
También
profanaron una imagen de Santa Bárbara que alumbraba en las noches
los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a fondo en aquella
ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la conversa
cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lío con su
capellán que por cierto era un santo y poeta eximio que luego subió
a los altares y lo bajaron no sé si a garrotazos llama de amor viva
inflamado de amor divino:
—De
Segovia ni el polvo las zapatillas.
En
aquel instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más
a la ciudad de la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis
paisanos siempre fueron un poco recontrajodidos.
Todos
al santo y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”,
consigna de los degenerados de la oclocracia. Aquí lo importante es
ir tirandillo, sumirse en las andaderas del buen rollito.
VI
Retumbaban
las voces en el transistor del coche, tenía conectada a la Cope
pero aquellas voces venían del más allá, clara advertencia al
llegar a Segovia de que había traspasado Villeguillo no sólo la
barrera del sonido sino también la del tiempo y el espacio. Iba
sonámbulo por los caminos del pasado y el porvenir; ello formaba
parte del don de la ciencia infusa y la introspección de conciencias
que tenía. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre de la
catedral, alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales, en
platica monumental con la otyra torra que a la Ebúrnea hacía
competencia: la Carchena, cuando de repente empezaron a sonar
aquellos gritos desgarradores. El altavoz del radiocasete del coche
subió al más alto volumen a pleno rendimiento de decibelios,
entonces la tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la
carretera del empalme de Revenga con Campamento de Robledo, no me
detuve. Pisé el acelerador muerto de miedo y en la rotonda de
Hontoria me topé con una estantigua, una procesión lúgubre de
resucitados. Un fraile fallecido hacía quinientos años encabezaba
el tétrico cortejo. Cantaban responsos, kadishes y lilailas y pude
percibir con disposición armónica y buen concento las estrofas del
Dies
Irae.
Acordeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes
Santo. Las profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos
avanzaba con paso firme hacia las campas de Baterías donde en mis
tiempos hacían la instrucción los reclutas y los seminaristas
jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a ser que yo mismo
estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones del
Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma.
Jesús llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no
reclamaba el auxilio de Yahvé que significa El que Está. El que
actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo Testamento mientras que
Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios justiciero. Por eso los
judíos en un intento por no caer en la blasfemia se abstienen de
pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos
de dolor quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un
tiempo nuevo y sincretista de comunión con las divinidades oscuras.
Seríamos crucificados y preteridos a causa de la cruz. A los
discípulos del Nazareno a unos los echaban a los leones, otros
encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la mayor
parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el
cartel de "No person". Se los consideraba peores que
bestias de carga. Nos decía nosotros somos los elegidos, vosotros
los paganos, los "goim". Destruiremos vuestras casas,
violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás e invasiones
solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur de
la martingala de los derechos humanos. El Padre
Ángel
( morirá del fuego de San Antón así reaviente como el lagarto de
Jaén) convirtió su iglesia de en una cuadra, en una cohorte de
cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los santos a oler mal,
era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas las
gallinas del corral mediático.
Bergoglio
se colocó sobre sus argentinas sienes la mitra del obispo don Opas,
era el mandamás de aquel contubernio de anticristos. Mucho
sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros
la raza de víboras estáis allanando mi morada, acabáis con mis
creencias, destruís la historia — yo les dije enfurecido por tales
desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa
la Memoria.
— ¿Y
qué hay de lo mío? — contesté
Ellos
no respondieron. Se fueron cantando al modo de los Rolling Stones,
Mike Jager escupía contra el firmamento a la par que se rascaba los
cojones en plan provocador.
Era
un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma soez en lenguaje
de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A
mí me seguían pasando cosas. Por poco se sale de la carretera mi
Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a la altura
del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no
llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche
todo indignado y le hablé en catalán:
— Oiga
agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la Guardia Civil.
Además, no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color de la
muerte, ningún actor del teatro se viste de ese color en un estreno,
da mala suerte. Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos
amarillos las portaban de emblema en el ojal de la americana los
judíos rusos que exigían al Politburó les permitiese emigrar a
Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética no se
quedaron a gusto. Aparentemente los hebreos se salieron con la suya
y hoy el Estado que preside Bibi es una sucursal del KGB tendiendo
puentes con Putin.
El
Torras Chorras, jerifalte catalanista, un Orlando furioso contra
Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos, manda
colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva
del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión
nueva la del Holocausto el Odio y la Venganza que sustituya a la del
Amor.
— Hablas
sin conocimiento de causa
— ¿Cómo,
qué? Yo fui corresponsal del Arriba en Budapest, estuve allí cuando
caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas estrellas
amarillas, los refugié en el sótano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador
Sanz Briz. En nombre de Franco salvamos a muchos sin dar un cuarto al
pregonero antes de que Simón Blumental entrase en escena. Nuestro
caudillo Franco era de vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era
sionista.
— Que
te crees tú eso.
Quedó
aturdido el agente de la autoridad pues a mí me salió una vena
mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen, volvíme
irrefutable y apodíctico.
— Bueno
circule — ordenó el mozo de escuadra que a mí en aquel instante
me parecoçp de cuerda, aunque no llevase garfio ni garrote, sus ojos
reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé
"este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en
sus ojos se refleja el furor de los combatientes de Masada" —
ahora somos nosotros los que mandamos en España.
— ¿Vengándose
de lo que ocurrió en 1492?
— Eso
mismo, pero no quiero perder el tiempo hablando con un fascista.
Venga arranca.
— Yo
también soy judío pero de otra tribu diferente a la tuya. Si yo soy
fascista tú eres un nazi sionista que es mucho peor.
El
mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla
la boca
— Ni
debajo del agua. Para que consigáis que guarde silencio me tendréis
que matar. Soy diacono griego y proclamo mi Evangelio desde el ambón.
La
Guardia Civil permanecía oculta en su recinto en forma de ángulo
convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros paseé yo
tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al
centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en
tiranía pues nos dejó a los españoles sin defensas conservando a
los agentes del orden como cuerpo represor a las ordenes de un
periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en
el que sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus
dependencias convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España
en manos de los judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé
el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie contando los arcos del
Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del postigo
del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi
camarilla justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque
tiene forma de embudo y es una alcuza que vigilas las alturas de la
ciudad — solemne sombra que nos cobijó el pasadizo de la torre de
los guzmanes, la huerta- ya no estaba el viejo moral que plantó el
penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas cerradas,
seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey
Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y
avancé por el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario.
Una
lápida de cemento armado con consistencia de siglos con una
inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante.
Algunas
personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de
difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos de sus
antepasados el antiguo cementerio judío pero allí no había tal.
Aquel no era el recinto. Oiga aquí no hay nadie. Aquellas cavernas
excavadas en la roca caliza habían sido habitadas por ermitaños que
hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad
pecadora. La vista desde el Clamores era espectacular. Todo el
recinto amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de la iglesia de
San Andrés ponía contrapunto a la maciza linterna de la Dama de las
Catedrales. A la izquierda quedaba adelantándose al espolón de la
barbacana utilizada durante la edad media como fortín, luego
picadero donde domaba caballos el Jurry, y más tarde como matadero
municipal aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el osario
judío. Paz a los muertos de Israel y a los que santificaron Su
Nombre. Elí,
Elí, lamma sabactaní.
Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad contra los
nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré
con vosotros hasta el fin de los siglos.
VII
Voló
a la Ciudad Eterna, quería honrar a los dioses oscuros y empaparse
de divinidad. Propendía por mi inclinación a los misterios órficos
a pronunciar vaticinios y en Roma oyó cantar el gallo muchas veces.
Era los cantos “alectorios” o quiquiriquíes sagrados que
alegraban los himnos de los flamines a los dioses peanes los que se
quedaron con nosotros, no esos dioses de los que nos han hablado y no
vimos nunca. El Sinaí permanecía lejos del Monte Aventino. Había
que volver a las viejas costumbres y reencontrarse con las inefables
plegarias. Los dioses otorgan a los mortales dones maravillosos.
Tente que te unto. No te muevas, estate quieto. Yo me hice
transparente esto es un espíritu puro cuerpo de ángel no sujeto a
los imperativos de la biología ni hambre ni sed ni sexo ni
actividades excretorias. Podía incluso volar por el firmamento
circunvolar los espacios siderales explorando otros planetas sin
necesidad de esa materia pingüe y grasa con que abadernan el cuerpo
las brujas para volar. La transparencia era capacidad de atravesar
las barreras del tiempo y el espacio, algo así como la explicación
concepcionista que da el Astete para explicar el milagro de la
inseminación del Espíritu Santo en el vientre de María “lo
atravesó como un rayo de luz trasluce el cristal sin romperlo y sin
mancharlo”.
Los
anales de Tito Livio y la historia romana no guardaban para mí
misterio alguno. Deambulé por la Via Apia, subí las escalinatas del
Capitolio, palpé los brazos y los músculos de los gladiadores y
andábatas que peleaban en el circo. Uno a la sazón muy famoso,
Silvinus Crassus el bretón, me honraba con su amistad y le
acompañaba yo con su escolta por las hosterías y tabernas romanas.
Era Silvino un atleta de profundas convicciones religiosas, y
temeroso de Júpiter, como buen celta hombre supersticioso. En su
tabuco tenía lámparas encendidas a los todopoderosas deidades
familiares de su tierra: a Epona
diosa de la caballería gala, a Sucellus,
Dispater,
el dios que golpea con el mazo, a Cerunnus
padre de los bosques al que la imaginería popular representa colgado
de los cuernos de un ciervo (el dios Glenn
de los “picti” escoceses) me sorprendió saber que los galos ya
daban culto a la trinidad en el tríptico de las Matres la triada del
padre, la madre y el hijo padre creador del mundo, hijo baja a la
tierra encarnado en el vientre de la diosa Ceres. Velas encendidas
eran la llama perenne a estas omnipotencias incógnitas; como le
preguntara yo al andábata cómo era posible que un gladiador
confiase en la fuerza de los dioses más que en la virtud de sus
músculos Silvinus Crassus me dio esta respuesta:
—Ellos
son mi fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan impulso para torcerle
la cabeza a un toro en el circo, desjarretar a un tigre, y hacer
correr a los leones. Mañana son las lupercales y yo concurro,
vendrás a ver cómo lucho contra el diablo, amigo.
Prometí
acudir sin falta al circo máximo llevando en el bolsillo un canto
que había pasado a manera de talismán por la piedra de Juvenal en
la muralla de Segovia frente a la casa que me vio nacer, pero
prioritariamente estuve contemplando a aquellos seres míticos cuya
imagen había estampado un imaginero cretense amigo del gladiador en
un retablo. Europa cabalgaba sobre un toro monstruoso que arrastraban
al aire de cola dos delfines. Minerva contemplaba al dragón, Jasón
jefe de los argonautas escupiendo el vellón transformado en una
vestal. Zeus y Anfión hacían buenas migas en el Olimpo (de nuevo
aflorando el tema trinitario que acoplaron los cristianos a su
religión). Bullerón
cabalgaba a lomos de Pegaso
el alazán tordo que surcaba el espacio a galope meneando dos enormes
alas que pendían de sus orejas y traspasaba con la lanza a Quimera,
el monstruo fabuloso. San Jorge mató el dragón. Dédalo
en su laberinto encontró a Ícaro
que le enseñó a volar. Teseo acabó con la vida del minotauro.
Edipo
hacía preguntas a la esfinge. Policlines
campeaba en la arena luchando, desenvainada la espada, con su hermano
Atocles,
los dos eran hijos de Edipo.
Completaban
el friso las grandes diosas de Roma: Ceres,
Prosperina,
Baco
y el dios Pan,
Tirso con su vara; Ariadna en la confusión del ovillo, Sátiro que
fuerza doncellas en el bosque, Vulcano, Dionisio, Sileno, Narciso, el
Atlas de san Cristobalón que porta el mundo y Neptuno y Favonio
dioses de los violentos y de las aguas. Hebe
es la diosa de la juventud. Todas estas deidades empezaron a
parecerme razonables como exponentes de los vicios y virtudes de la
pasión de vivir. Eran divinidades superiores pero con encarnadura
humana. Los retores filosofaban en el foro, dándole vueltas a las
frases y torturando su cabeza, sobre la esencia de las cosas, el
origen de la vida, las propiedades de las plantas. Les contradecían
los sofistas. Ni Platón ni Aristóteles ni Séneca tenían en sus
dominios la clave de cuanto nos envuelve. Del bosque llegaban los
alaridos de los scutia,
Aeneas Vilicus tenía la mala costumbre de correr a latigazos por el
bosque a sus esclavas. Roma se divertía con sus juegos seculares.
Los 135 días de circo se marcaban en el calendario (magni joci,
juegos magnos) que bien se lo pasaban aquellos antiguos sin tener
televisión ni radio. No eran acosados por los buestos parlantes.
VIII
A
Arije me lo encuentro todos los días yendo y viniendo por los
bulevares de la Reina Madre allí donde hay una clínica que fue
hospital de sangre para todos los soldaditos de nuestras guerras
africanas. Aparece en imagen una enfermera de bronce que atiende
compasiva a un cabo de infantería, herido de bala, abierta la
sahariana con los ojos turnios, agonizantes. Del pecho se escapa un
chorro de sangre. Mi amigo quedaba conmovido al contemplar la
estatua. Tardes de mayo, dolor de España, horas sin amor. Mesones y
tabernas, algçin bailongo pero ya habían cerrado La
Bombilla.
Auras de juventud. Esta zona de la capital me recuerda los tiempos de
estudiante, la parada del F, el autobús que nos llevaba a la
facultad, una casa de ladrillo rojo destruida por los cañones del
quince y medio en la del 36. El cobrador era un gallego rubio
uniforme gris como de presidiario y una visera-bonete con un guarismo
de registro, por cima de la visera, picaba con gesto indolente los
pases que eran veinte números desparramados en cada uno de los
cuatro ángulos sobre un cartón blanco. Se sacaban estos itinerarios
en la taquilla de la empresa municipal o en cualquier estanco por un
duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo. El trolebús arrancaba. No
va más. Billetes por favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía
yo todos los miércoles al bajar a la clase de prima cuando tocaba
latín con el profesor Mariner, un catalán clásico emblema de la
sabiduría y perfil numismático. A Mariner Bigorra ponle la toga
pretexta y te figurabas estar hablando con Cicerón en el Foro. Su
padre y sus dos hermanos fueron fusilados por los rojos. Era la
grandeza, la sabiduría falangista y la modestia en persona cuando
comparecía en el aula vestido de gris y escribiendo frases
lapidarias en el encerado (yo ke tuve en el segundo curso de los
Comunes). Admiraba al Caudillo y este le encargó de la redacción
del epígrafe que corona el frontis del Arco de Triunfo de Moncloa:
Armis
hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc… Munificentia
regia condita restaurata ab Hispaniorum duce Aedes sapientiae
matritensis florescit in conspectu Dei.
Ahí queda eso; No se puede decir tantas cosas condensadas en tan
pocas palabras… maravillas del hipérbaton. Un letrero que nos
saluda glorioso al entrar en Madrid con las tropas nacionales. Visión
de futuro que aparéese en la actualidad despeado Sánchez volará la
cruz y esta magnifica obra de arte. El epígrafe fue parte de mis
ojos al entrar y salir durante muchos años de vida laboral. Maldito
Sánchez el político español que obra al dictado del sanedrín de
Soros. Dios le dé mal galardón.
El
cobrador del autobús aparecía sentado en su telonio como un buda de
carne y hueso mirando alegremente para la juventud divino tesoro que
nunca vuelve. Una vez me tocó detrás de una monja concepcionista
que arrimaba el culo arrecachado. Yo, por mi parte, acercaba el
material. Hambre sexual de los sesenta. Mi amigo Molina malignamente
me hablaba del placer que suponía a los milicianos invadir los
conventos y forzar a la madre superiora. Muchas daban gracias al
cielo sin importarles mucho ser mártires víctimas de las sacrílegas
turbas. Aquella zona estaba en los límites de la glorieta donde
había un cine grande en que veíamos películas de espías alemanes
y un bailongo en los bajos. Sara Montiel acudía a una famosa
cafetería del primer piso y se la veía muchas tardes mirando por la
cristalería del ventanal mostrando sus torneadas rodillas de rolliza
manchega que por aquellos días eran una inducción al pecado mortal.
Estaba cantando el ultimo cuplé y la canción “fumando espero”.
Por las noches en las campas circulaban por los solares del Canalillo
mujercillas de virtud incierta. Este ajetreo ya pasaba en los tiempos
de Galdós. Una paja una peseta; un polvo con goma un duro.
Frenética actividad meretriz se condensaba en la trasera del Gran
Hospital cuando los amaneceres sabían a leche condensada. Y es que
Eros y Tanatos son Castor y Póllux subidos al mismo caballo.
Compañeros de viaje. En la mili te daban bromuro y a lo mejor el
tiro de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó en África.
IX
Él
vendrá a separar a los buenos y a los malos. Apacentará a sus
fieles corderos y derramará la sangre de los cabrones y cabritos.
Porque Él es el maestro de Justicia. Pasaron las pascuas nochebuena
tranquila y recatada en el herrén y reanudo yo, Manahén Arije, mis
prosas peripatéticas por el bulevar de Reina Victoria tratando de
levigar aquellos recuerdos separando el grano de la paja de mi
juventud esfumada. Todo pasó y el mundo cambia. No tengo asideros a
que agarrarme. He oído las palabras de San Esteban el primer mártir
que exclamaba mirando al firmamento "Satis
est vixisse"
y así subió a los cielos que vio abierto- Saulo de Tarso mientras
el sanedrín lapidaba al protomártir tenía el manto de los rabinos
y les guardaba la ropa. No deja de ser difícil creer en estas
historias. A los judíos nos gustan las parábolas, los circunloquios
y la retórica. Los viejos de la Inter no creen en esta frase porque
lo único que les preocupa es llegar a los cien años a fuerza de
hierbas cordiales y de visitas a los galenos matasanos. Escuchan con
devoción las recetas del doctor una gragea al desayuno y otro a la
cena. Mejor no ir porque te mira don Manolón y te dice que tienes un
cáncer y hay que contestarle " sea lo que Dios quiera. Viva la
gallina con su pepita". Quieren acabar con los septuagenarios y
los padres de la patria. Roban en el banco, les copian las tarjetas.
El latrocinio y la protervia habita entre nosotros. Veo la cara
alargada, de espátula, sus guiños diabólicos, del doctor Muerte
que mira para los pacientes con ojos cancerosos. Andan los pobres
viejos solitarios con la oreja pegada a la radio de la Inter en un
furor encaramado angustiados por tener vida larga. Cimbel y zumbel de
las tardes sarcásticas sin amor el cuerpo doliente huyendo de
ladrones y asesinos. Fumando espero, cazador cazado solo a vueltas
con mi conciencia y los recuerdos. Le hago un corte de manga a la
red, me entrego a la oración que es reclamo, expiación, adoración,
arrepentimiento y esperanza. Me gusta la liturgia romana en latín
con algo del rito ambrosiano y muzárabe. En contrapartida la mejor
liturgia es la polifónica rusa. Internet me sirvió de alfombra
mágica para ir a la misa de Nochebuena en el Kremlin, que ya es
decir, pero las cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo la misa
de pascua.
Tengo
fuertes palpitaciones y las negras ideas se apodaran de mí. Las
combato rosario en mano. Hay que poner lastre a los malos
pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira pedos,
remuerde por los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas,
es la loca de la casa.
▬¿Viste
el espich que nos largó don Felipe?
▬No
me dio la gana. Al verle tan insulso y tan poco espíritu se me
atragantó el turrón. Para mí el único rey que vale es el de la
baraja. Monarquía es una palabra que viene del mono y del monóxido
de carbono, viene del mono y en España siempre tuvimos a los
borbones una desgracia simiesca. Borrón y cuenta nueva.
Crecen
los días y suenan por algún rincón del cielo rondas sanabresas,
canciones toresanas, ataruxos galaicos, espantadanzas del paloteo
vasco, cobras catalanas y tamboreadas navarras al son del chistu,
juntamente con tonadas asturianas. Arije tenía una visión muy
folklórica de la España que no era y así le iba. La modernidad no
perdona a los románticos. Estaba fuera de lugar. Le rodeaban las
maniobras en la red de la incomunicación digital, la gente enviando
guasaps dándole al dedito a mogollón, tu mente como un vegetal.
Estos tíos se han propuesto lavarnos el cerebro. Todos dicen que el
diablo no canta aunque sabe mover el esqueleto. Dios te libre de las
lenguas de dos filos y de los sermones del padre Ricci, el que
destapó la olla de la tapa de los infiernos y allí vivimos cómo se
cocía una reciella
de obispos y pontífices máximos, traían en la mano un libro del
Dante. Satanás los pinchaba con un gario de cuatro dientes en las
posaderas. Iban desnudos pero se conocía que no les había dado
tiempo a quitarse la mitra de la cabeza. Sus cabalgadas por las
calderas de Pedro Botero eran un auto lardivo.
▬No
puede ser
▬Porque
tú lo digas
En
el altar mayor de la catedral de Luzbel que es una zahúrda de
Plutón▬
el infierno es una casa de acogida ▬alcancé
a ver yo a un mitrado muy albardado de casullas, roquetes y manipulo,
que daba la bienvenida a los colegas recién llegados con una plática
en la cual les decía que estaban en la casa donde no se come ni se
bebe y de donde no se sale nunca. La cueva de los castigos infernales
estaba debajo de una gran acacia que crecía en el bulevar. Santi de
vez en cuando les bajaba un bocadillo con carne de serpiente y cañas
de aceite de ricino ración de patatas bravas envenenadas, arenques y
pollas en vinagre.
Un
fraile se sentaba también como la madre lo parió pero ostentando la
tonsura y la cogulla sobre un sillón de nogal aforrado de guadamecí.
Gritaba y se arrancaba todos los pelos de la barba. Decía ay de mí
en la hora que nací. Su cara la estaba pintando el Bosco en uno de
sus cuadros. Junto al departamento episcopal estaba la sección de
los periodistas que eran incontables los que estaban allá pero su
número era superado por el de los abogados y los rábulas espolistas
en pelo malo. La leva de políticos era tan larga que ni te cuento:
Trump con su trompa elefantina diciendo que aquella noche era la
navidad y no se iría de picos pardos, la Merkel en minifalda,
Michele Obama moviendo el trasero sandungo, Teresa May una flor de
mayo que devoraba carnicera a los mosquitos del Brexit, Juncker el
padre de la masonería europea tocado de yamulka y enseñando las
filacterias de rabino bajo el traje sastre, Rajoy mirando para el
tendido en la silla de don Tancredo fumando espero, Putin como un zar
de la kagebé montando a caballo y disparando misiles, Netanyahu con
cara de sacamantecas, Bergoglio mirando torvo para la costanera y
abriendo la puerta de la iglesia al enemigo. Traidor y mal ostiario,
Berlusconi con gesto burlesco una cohorte de odaliscas en su palacio
y no sigo la lista porque la perversidad infinita se había apoderado
de los dirigentes del globo terráqueo. A las soflamas de los diablos
y a los palos respondían los condenados con frases hechas:
▬Con
tanto malvado como hay en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí.
Estamos hartos de penar y sufrir.
Al
grito de auxilio acudía el infernal demandadero y les daba la vuelta
a la parrilla para que se torrasen un poco más como san Lorenzo. Se
asaban culos, vergas, tetas y coños en el lecho de Procusto.
No
había en el infierno aliviaderos pues allí no se come ni se bebe ni
se mea ni se caga, todo es penar y crujir de dientes, y para siempre.
Para siempre. En medio de la algarabía de voces y gritos y
blasfemias se escuchaba el barboteo de las perolas donde cocían sus
cuerpos, calderas de pez y aceite hirviendo. La atmósfera era
salobre y sobrecargada de un hedor mefítico. Los fámulos del Pateta
se apresuraban a torturar a los predichos con esmero y diligencia
cumpliendo las órdenes de Lucifer de manera implacable. En aquella
alcaicería del furor los que gritaban fueron sepultados en una
montaña de cal viva:
▬
¿No
estábamos redimidos por la Preciosísima Sangre? ¿No pedimos
confesión en la hora de la muerte? ▬
lloraba un cardenal de la curia el proxeneta que dio protección a
Raspín aquel extremeño que arrimaba las putas al colegio
cardenalicio?
▬Penen
los rufianes y tengan su merecido.
A
las quejas del purpurado respondió el gran esbirro con un tizonazo
en sus partes pudendas donde tanto duele.
Atollite
portas antiquas
abran la cancela pero las puertas de Jerusalén estaban cerradas. La
ciudad santa había sido bombardeada por tres misiles nucleares. Me
quedé pasmado ante aquel cuadro de destrucción masiva. Alligieri
Dante me señaló a tres prelados de blanco que la impostura
glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la gehena. Eran
Pablo VI, Juan XXIII y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el
espanto pasmado de las blasfemias vi cómo el Santi el mancebo de la
tasca Julifer también lo llamaban el Bar la Puñalada el lugar donde
y acudí displicente a la hora del café probo funcionario de un
cuerpo a extinguir por la Constitución bajaba con los refrescos para
refrescar a los sedientos préditos con frascas de vino perronero que
los españoles juramos en Santa Gadea acariciando la pata del Cid
Dios que buen vasallo si hubiese buen señor de nuestras mesnadas.
Fuimos traicionados por Bellido Dolfos y don Opas asomaba la gaita
por Punta Umbría; era el enalgramado que traicionó nuestra estirpe
y se acercaba siniestro a los montes de Peñalara. Alfolí de los
vicios y varadero del mar de maldades era aquel aposento que yo
columbraba.
▬¿Qué
dices, Etsi?
▬Yo
no digo nada. Lo tuyo no tiene solución. Me dejaste abandonada para
irte con otra.
Le
dije que había navegado en galeras remando contracorriente con toda
la canalla de un barco que iba a ninguna parte y ahora me esperaba
en aquella tronera porque de seguro que yo también era un malvado al
que Queronte justiciero aguarda. Tras un infierno en vida me esperaba
otro en muerte. Es el fin; me arrojarán a la trena donde no se come
ni se bebe ni se caga ni se mea durante toda una eternidad.
—Sicio.
Tengo sed. — exclamé.
Un
verdugo mojó mis labios con esponja de vinagre y el Santi diome a
beber un potingue de cerveza calamocha mezclada con zumo de rabo de
culebra.
▬No
es justo ▬lamentabase
Gumersindo Manahén Arije ▬
que en las zahúrdas de Plutón nos den carena. Don Francisco de
Quevedo el profeta lo había pronosticado. Él tuvo también como yo
esta visión.
Se
ha torcido mi destino cual tibia de alcazuz que cruje entre las
mandíbulas del quebrantahuesos. En aquel instante un sacre altanero
que se desbandó vino a posar sobre la copa de uno de los tilos de la
avenida, al instante en que circulaba un 45 de la línea de autobuses
urbanos. El vehículo recibió una gran cagada en el parabrisas
mientras los palomos cojos caminaban, señoriles, recitando plegarias
por el bordillo sin hacer caso del buitre que desde arriba los echaba
el ojo.
Ellos
a lo suyo a picotear cáscaras de altramuces y pipas que tiraban las
niñeras cortejadas sobre los bancos por militares sin graduación.
Un cabo de la Base Mixta se arrancó con una copla: "La viuda
rica que con un ojo llora y otro repica, la hija recogida y nunca
consentida porque del ocio nace el negocio".
Gumersindo
odiaba a las palomas urbanas que echaban a perder las aceras de la
ciudad con sus deyecciones. Bajaban los viandantes saltando entre las
bostas de palomizo y perrizo, porque la población canina igualaba
casi en número a los siete millones de habitantes que tenía Madrid
X
Ante
la escena del cabo moribundo de bronce en manos de la enfermera
recordarme he de mis compañeros del tabor de regulares cuando serví
a la patria; aun sabiendo que esto hoy no se lleva Arije se sentía
muy ufano de haber hecho la mili en Regulares y cantar por lo bajini
aquello de soldado estoy de España y estoy en el cuartel contento y
orgulloso de haber sentado plaza en él.
Florence
Nightingale
habita entre nosotros y si no hubiese sido por estas enfermeras que
son monjas laicas y a su vez matronas y madrinas de guerra que dieron
su vida por España hubieran muerto solos como los perros en algún
blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos soldaditos llenos de
valor. Eso se supone. ¡Bah! no me quiero poner sentimental. Canta la
coruja en la rama del roble. Ya están llamando. Vuelvo sobre mis
pasos a desandar lo andado. Enrollo el cordel y el zumbel de la
memoria empieza a moverse sobre el firme del bulevar. Camino solo
ladera abajo con mis pesadumbres. No es que quiera mucho a los moros.
Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos. Respeto sus
lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de cargar
las tintas y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen
algunos.
Conozco
a los musulmanes y ellos creo que me conocen a mí pero ni tanto ni
tan calvo. No lo puedo remediar. Dicen que es un pecado matar en el
nombre de dios pero la biblia es un libro de hazañas bélicas con
resabios porno y yo marcho a rebalgas perseguido por mi sombra por
Reina Victoria. Debo parecer un paracaidista inglés desfilando por
Buckingham Palace en la parada del Trooping
of the Colour.
El día del santo de la reina que acontece en London en el bello día
de junio. Me dicen los ingleses que, como su Majestad le da que se
las pela al zumo destilado del enebro con gaseosa, no se le acabará
el carrete en mucho tiempo. La reina madre vivió 102 y ella puede
que se plante en los 115. Así que el heredero, al que llaman el
Orejas, el que soñaba con convertirse en tampón higiénico (coño
qué metáfora) de doña Camila la mujer del alabardero, para verla
más de cerca, lo tiene claro.
Tengo
una gran colección de arabismos que exornan (palabras que empiezan
con el artículo al) nuestros diccionarios pero de niño sobre la
cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de
Clavijo en el que el artista pintaba torpemente la figura de Santiago
Matamoros alzando su espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo
los cascos del caballo del apóstol aparecen unos cuantos turbantes
pidiendo árnica. Siempre me impresionaron los rostros desencajados
de esos agarenos que el pintor rural quiso que fueran negros o medio
mulatos, de modo que sus pelambres contrastan con las barbas y
melenas de un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso fue
patrón de los godos durante siglos hasta que llegó la monja
andariega, madre de los conversos. Ya que buen trabajo le costó a
Francisco de Quevedo defender su auspicio castizo de España por San
Jacobo dándose de cuchilladas con el de los cristianos nuevos, que
defendían a santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges
de su pedestal glorioso, al grito de Santiago cierra España.
Estábamos trazando rayas en el aire, queríamos arar surcos en la
mar. Nos falta a los españoles voluntad colectiva, por eso somos un
país de conversos, desdichados y a media hacer enchufado a las
veleidades de una monja andariega e inquieta que podía ser
precisamente la que me arrimaba las nalgas en el trolebús a mí,
deseando ser traspasada por el rayo místico. Quiero que me penetren.
Voglio
una donna.
Apañados
y apretujados íbamos aquellos estudiantes sardinas en lata del
futuro. Nos hemos olvidado del caballo blanco de Santiago. Por estos
tesos pululan los curas libidinosos, las monjas que se dan a la
fornicación y ansían ser penetradas por el dardo divino.
Yo
por lo menos le prefiero a la Mística Doctora que, según revelan
ciertos documentos, se acostaba con el padre Gracián. Así que aun
entonces ya yo bajaba letra herido por la cuesta de Reina Victoria,
sin saber qué hacer, por dónde tirar, inhalando el humo salutífero
de mi cachimba, fracasado de mujeres, barruntando cielos color mortal
y rosa y el odio católico de los neos, enfrascado en tan tristes
pensamientos, acordándome de la Reina Madre que vivió más de cien
años dándole al gintonic. La madre que la parió. Chinchín.
Bríndenos a vuestra salud. La endrina es baya milagrera. Alarga los
años. Es el antídoto contra la lucha de clases. El pan candeal se
amasa con la harina del trigo trujillo. Aquí cada cual propende a
llevar el agua a su molino y dejar seco el de su vecino y habla
despacín no
nos oya el mío vecin que diz en
la Asturias galana. Do va la mar vayan las ondas. Que allá darás
rayo en ca Tamayo. Conviene esperar a que pase todo esto porque
cuando Dios lo quiere, todos los aires llueven. Mayo mangonero, pon
la rueca en el humero. Pedrada cantada, nunca ganada. El que calla
piedras apaña. Piedra sin agua no aguza en la fragua. A piedra
movediza el moho no cobija, y metimos un ratón papal en nuestro
granero y se hizo amo del cillero. Palabra y piedra suelta no tienen
vuelta. Al buen callar llaman Sancho, y entretanto llevaré este
canto. Non
lu quieru non lu quiero pero échelo vosté al puchero.
Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi personaje un
consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London mientras
esperaba a una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy
grande. La esperaba en el salón cortinas rojas en la ventana y un
viejo sofá comprado en a almoneda de Fulham Road cerca del campo de
futbol del Chelsea. Se paseaba por la acera de los jardines de Roland
la sombra del fantasma del conde Kelly. Aquel amor lo desbarató la
iglesia. Teresa Calatos le dejó a la puerta de la iglesia, se fue
con el cura. Los refranes desde aquella vez eran el refugio de las
decepciones del desamor. Cabe las mujeres a Arije le fallaban los
arrimaderos. Era un aficionado a la paremiología. El ojo del amo
puede que engorde al caballo. Carbón y leña no la compres cuando
hiela. Cuando la Calatos vino a verle al piso en su algorín de South
Kensington nevaba. Apagose el tizón pero todavía no parece el que
lo encendió. Dio la piedra en el canto y mal para el cántaro. De
tanto penar y sufrir yendo a la fuente al pobre Arije el botijo se le
quebró y vagaba por las calles de las ciudades cantando con voz
solemne de barítono dedicando versos a la maritornes del Julifer que
le decía que Zamora no se gana en una hora. “Yo soy casada
gilipuertas”.
El
Santi se descojonaba. La Leo no le hacía caso pero había una
vinotera al lado, para su consuelo; compraba dos botellas y se las
chiscaba gluglú en un banco del bulevar cerca de la floristería
abandonada. El vendedor de rosas había matado a la mujer y fue a la
cárcel. Su chiscón abandonado era el refugio nocturno de los
vagabundos del Este que trampeaban por la avenida. Que al as de oros
no lo juegan bobos. La floristería era una vecera de cerdos
humanoides. Huélgame un poco, mas hilo mi copo. No hay bronce que
años tenga mas de once ni mas lana que saber que no hay mañana.
Leña de romero y pan de panadera la bordonería entera. Chimenea y
huerto y un hogar do calentar las posaderas, el sueño del pícaro y
del rufián. Todos vamos a donde dan. Campanas de mi aldea tilín
tilán. Aldeana es la gallina pero comenla en Sevilla y viva la
gallina con su pepita. Dentro de la concha está la perla para quien
sepa verla. Añoso luchador el pino de Formentor. Do no valen cuñas
aprovechan uñas. Guárdate del viento acanalado y del hombre mal
barbado que porta en la cara las siete señas del hideputa (el signo
más conspicuo: la barba en parroquias como el Coletas), al loco y al
aire calle. La sangre se hereda y el vicio se apega. Soplar y sorber
juntos no puede ser. Me deslizaba al esconce de la floristería
después de estas subidas y bajadas, ▬cuando
perdía el último autobús a causa de su afición al pimple y no
podía regresar a su hogar, así que quedaba a dormir en la leonera
de los vagabundos▬
por los colmados alcohólicos, veía venir a las marimantas. Los días
que atardecía sereno tomaba el 623 y se refugiaba en su casa, aquel
chiscón que había comprado con sus ahorros en Majadahonda. Seguía
escribiendo al dictado de la botella porque para él la escritura era
una purificación una catarsis para un tiempo en el cual la poesía
había muerto. Quien bestia va a Roma de allá bestia torna. En el
camino a muchos se les estropee el botijo, digo la sítula. Luego
vienen los grandes pecados capitales de nuestro pueblo: ira, gula,
lujuria, soberbia, homicidios, omecillos, robos, desfalcos,
temeridades, contumelia, bandos, disensiones, mecachis en la mar.
Acaso el proel de los vicios sea la protervia que la soberbia
reconcentrada y la obstinación en el mal son licencias que marchan
delante. Mascarón de proa de la vida nacional. De la cantidad de
nuestra dura mater depende el pensamiento. Los hombres con cabeza
pequeña tienen parvo entendimiento. Porque el viento gordo genera
craso intelecto y yo estoy demasiado gordo, padezco de crasitud
mórbida. Así, como los naranjos que portan poca médula y cáscara
canteruda, me aflije a mi la mucha cáscara y escaso pipo, debe de
ser porque estoy enfermo del alma. Mi madre y todas las mujeres que
he conocido me lo dijeron “eres parvo, Gumersindo Arije”. mi
amigo Manahén Enalgramado, que es un traidor, no piensa lo mismo, tú
vales mucho, chico, lo que ocurre es que te minusvalora y por eso
echaste tu vida a rodar. A Manahén le gusta dar coba. Aunque el
poder cognoscitivo de las potencias del alma acaso se mayor de lo que
se cree. Son poderosos los mastines con carlanca y olfatean el aire
los podencos, eso me pasa a mí cuando veo a una persona por primera
vez que le calo y sé de qué va y por donde va a salir.
En
el Kiss bailaba la bacante Micaela. Había algo divino, un halo
superior en aquella negra. Parecía una sacerdotisa de Venus color
ébano pero el diablo, que siempre anda por Cantillana, movía la
lengua y le hacía pronunciar cosas extrañas en diversas lenguas. Yo
salía renovado de aquel cuchitril de paredes rojas color vino de la
calle la Ballesta. En Gran Vía un argelino me quitó la cartera y
anduve tiempos metido en pleitos de la mano de rábulas vocingleros
extorsionistas que querían demostrar que mis ojos grises eran
negros. Este es un mundo ovil con muchos recovecos. En Madrid siempre
cazan ratas al amanecer. El remedio contra esta carrera de ratas son
los cuatro espíritus vitales de los romanos: Tracrix, Retentrix,
Conmotrix y Expultrix.
Según
Roma, la tribulación aguza la inteligencia y la alegría hace bajar
la guardia a los humanos. Para los talmudistas es un error
imperdonable ir de bueno por el mundo.
Estaba
Santi el del Julifer, el bar de la esquina, hecho un brazo de mar en
su telonio despachando cañas de cerveza y mirando de reojo. Zamora
no se ganó en una hora. Qué va a ser... lo de siempre. Ya no vas al
Kiss. Qué es el Kiss preguntó un cliente con pinta de guardia civil
franco de servicio y dijo Santi un puticlú y yo dije ya no me vaga
estoy jubilata soy un cabo pieza al que se le jodio el goniómetro y
el Santi que aquel día se había levantado con el pie torcido se
cachondeaba de mí ante el secreta. Además repuse lo cerraron desde
que mataron a Manolo Cantalejano. Creo que fue la mafia rusa y Santi
corroboró:
—Je
a éste cualquier día le colocamos las pulseras
y lo llevamos a la comandancia. Lo malo es que tiene las muñecas
gordas.
El
Santi era un suma y sigue de su hermanan Leonor a la cual le gustaba
faltarme al respeto cuando subía a tomar café de las mañanas del
tiempo que se fue. Por sus interferencias la hubiese dado yo una en
los morros pero no valía la pena. Hay que resistir cuando la gente
pide bronca y poner en practica el consejo de mi abuelo que era de la
Benemérita “paso corto, vista larga; ojo al cristo que es de plata
y ojos de halcón diente de lobo y hacerse el bobo”. Leonor era una
verdadera Euménide. Yo me pregunto qué es lo que habré hecho yo
pobre funcionario sin mando en plaza, marinero de tercera para caer
mal a la gente. Debe de ser mi gordura mórbida que les asusta pero
de mozo cuando vivía en London era cenceño, tenía buena facha, me
acostaba con mujeres que no eran de pago, y feliz. En el Kiss una
sacerdotisa de Venus echaba las cartas, dominaba la guija, vaticinaba
el porvenir como la mejor veedora de Galicia aunque ella era
andaluza; decían las compañeras que aprendió las artes mágicas en
el Vaticano en su calidad de primera daifa de los cardenales de la
curia, hizo una prognosis terrible de mi condición psicológica y
sexual:
— Tú
tienes madera de asesino en serie.
— ¿Quién
yo?
—Sí,
tú. No te hagas el longuis
—¿Por
qué?
▬Buscas
el trato torpe con mujeres públicas. Eres algo seductor y encantador
de serpientes pero insensible al dolor ajeno. Hundes tus fauces en el
légamo del egoísmo. Tienes los pies planos y me da que eres algo
impotente. Esto de la impotencia de don Juvenal fue corroborado por
el sanabrés que poseía buen ojo clínico para tales alicientes
El
camarero sanabrés pronunciaba su diagnóstico de manera contundente.
Seguramente había leído a Freud. No. Eso imposible: Santi era de
los que jamás han leído un libro. Esos españoles que pertenecen a
un país en el que menos se lee y más se publica. Vanidad de
vanidades. Me quedé de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse
de lecturas, mala cosa. Pero nunca pondréis, malditos, bozal al buey
que trilla. La Leo nos miraba desde el alguarín de sus premisas una
cocina de metro cuadrado, verdadero banderín de enganche de potas y
perolas, donde fregoteaba con sorna y empezó a decir sandeces y
blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi camisa santo
dios por qué le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No
merece perder el tiempo hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba
al tute con los jubilados, me guiñó un ojo desde el taburete donde
echaba la partida:
— Calma
no hagas caso a esa bruja.
Pese
a las impertinencias y humillaciones, estaba yo allí todos los días
a la hora el cafetín. Me atraía el abismo. Templanza. Moderación.
Circunspección y voto de silencio. Todo menos darla un par de
hostias. No te pierdas, Gumersindo. Y por más que me proponía
alcanzar tales virtudes jamás lo conseguía. A lo mejor el Santi
llevaba razón: yo, arrastrado de mis malas inclinaciones, podía
liarla parda hasta el punto de convertirme en un asesino en serie. No
me gustaba mirar los telediarios porque me daban ganas de vomitar y
después matar a ZP. A la rubia de bote el chocho morenote esa lozana
andaluza que pronuncia encendidos discursos simulando la verborrea de
los delegados de curso de la Facultad de Económicas y presidía un
gobierno de corruptos y de puteros yo también me la cargaba. Mi país
estaba envenenado por la política que torna a los hombres tristes y
rencorosos Por las noches se me acercaban los vampiros y creía
entrar a bueyes volando por mi dormitorio. Alguien soltaba el buho
que revoloteaba por la camarilla. Graznaba la lechuza en una rama del
árbol de la sabiduría. Me convertí por esta causa difunto de
taberna y entraba desesperado en la barra del Julifer (acrónimo de
Julito y Fernando no vayan a pensar ustedes otra cosa pues eran los
dos socios que montaron el chiringuito) para que la Leonor me
escupiese exabruptos y su hermano me preguntase con un aire místico
si me pasaba por el Kiss. Templanza. Moderación, restricción,
recato. No hagas caso, Arije. Lanzaba la peonza. El zumbel de mi vida
daba vuelta y vueltas. Se desplazaba en círculo y la mecha se le iba
diluyendo hasta que sonaba el cimbel del convento de las Clarisas a
la hora de vísperas. El impulso cinético concluido, el trompo
quedaba tendido panza arriba como el cadáver de un ahogado sobre el
enlosado del bulevar. Así que cimbel y zumbel es lo que soy ya digo.
No había matado a mi mujer pero no sería por falta de ganas sino
porque ya iba para mayor y me fallaban las fuerzas. Las daifas del
Kiss también se reían de mí. Lo mejor en esta vida no es el amor
mercenario sino compartir el secreto de la botella de Erifos. Vaya
usted por la sombra y no se le ocurra escalar algunas de las brancas
del crecal que es árbol sagrado. Que hay moros en la costa y
centinelas apostados entre los merlones y almenas de la muralla de
Niebla que es la más importante de Andalus. Con que ya me dirás
Ruibrás. El zumbel tornaba movido por la fuerza centrifuga de la
cuerda a compás de los tiempos de la gran zurra. Había que ahogar
las crisis de fe en la caneca de aguardiente y reírse de la
opulencia de las cosas nuevas de las gentes que van en el metro
mirando para la consola de su móvil y meneando con agilidad el
dedito de la comunicación virtual que se mide en baremos de
incomunicación física. Suena el cimbelillo de las monjas que llevan
a las masas a la fantasmagoría de las redes que son las nuevas
arpías de los capiteles románicos donde todo está dicho y
augurado. Se nos aparecen los monstruos de dos cabezas y la mona que
se muestra impúdica ostentando la gran vagina de la mandorla
mística. Lo que iba a pasar en los tiempos venideros ya lo sabían
los constructores de catedrales del siglo XII. Las iglesias estaban
vacías pero las santas pobres mujeres seguían acudiendo a la
novena. ¿Quién murió? El niño de la Exuperia.
▬¿A
causa de la tos ferina?
▬Paez
que sí
Llevaba
el féretro un carro tirado por un tronco de corceles blancos y a
Arije que caminaba detrás del cura portando la cruz alzada y
cantando el entierrillo aquellos caballos le parecieron que iban
trotando por los cielos nuncios del Apocalipsis.
Mientras
tanto, los narcopoetas escanciaban yámbicos blancos y las poetisas
se llamaban poetas desde que se popularizaron los versos perroneros
de Gloria Fuertes que era bollera. Alzaron el pendón del orgullo
vaginal. rNo somos poetisas que nos llamen poetas. Hay que
ver estos de la involución feminista en qué tonterías se fijan
llevadas por su odio al macho y sus deseos de aniquilar la vida. Yo
quise entonces cambiar el mundo mediante la palabra pero no pudo ser.
Mis parientes ponían oídos de mercader o se mofaban de mis
súplicas. En España escribir es un vicio y yo no era más que una
pobre flor de jara, un hijo de la lluvia. El arcipreste Julito y el
padre Eguillor que se torra en los infiernos ya me lo habían dicho:
▬Arije,
tú nunca entrarás n el paraíso. Mala suerte, chaval. Te salió el
esteatoma. Y un zaratán en los pies es para las ocasiones. Creciste
en un mundo sin amor.
A
pesar de todo fui por el mundo anunciando nuevas y contando cosas,
navegando por mares de envidia y mediocridad. No entendían mi
lenguaje por yo empleaba los subjuntivos y la consecutio
temporum
latina y ellos, pagados de si mismos, se creían los reyes del mango
pegados a la alcachofa, y al micrófono rebuznador, verdaderos
“maqueraux”
de los portavoces profanadores del lenguaje de la comunicación,
butanitismo
informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en Stalingrado
y monta guardia en las estrellas. En noches de desolación nos
comunicamos utilizando un télex particular que me conecta con la
ultratumba. Escucho los tambores que anunciaron la desolación.
Siento piedad por tío Hans y todos los que cayeron en aquel terrible
mes de enero e 1943. Nuestro futuro se derrumbó entonces y vamos
muchos dando tumbos por el mundo. Sin embargo llegaría un día de
venganza. La mentira no puede durar mil años. Los serviolas de proa
anuncian una noche larga en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás
sobre el áspid y el basilisco, romperás los eslabones de las
cadenas que te ataron. La nieve y la escarcha (Imbert
et nix)
pasarán pero no mi palabra. El Señor que es buen marinero de altura
nos largará una estacha. Mientras tanto, escucho el ruido de los
cerrojos que se abren y cierran en libertad. Los mueve una mano
invisible. Ecos que se grabaron en la piedra de los castillos y
matacanes por cuyos pasadizos yo corría en mi infancia. La piedra
guarda los mensajes crípticos. Son ondas del más allá. Haplología
cíclica. El pan de los mastines. Los guardias de seguridad que
guardan la viña bajo el gario de oro de los cuatro dientes:
justicia, fortaleza, prudencia y templanza. Todas ellas abocan a la
continencia, la modestia y la abstinencia que proporcionan alegría
al mal y al cuerpo buen banzo son las virtudes más importantes. Son
sus contrarios el hambre, la peste y la guerra los más destructivos.
Después como todo se renueva florece un tiempo distinto ex novo el
abismo. Los poetas son sus heraldos pero muchos son crucificados
porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose tras
el carro triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores
del Becerro de Oro. También sigue a los tiranos una cohorte de
nuevos ricos, de teloneros, de periodistas comprados, y de
abogadotes rábulas picapleitos. Los globos se desinflan y se
estrellan contra el asfalto del Paseo de la Castellana en medio del
estruendo de palabras altisonantes altoparlantes: democracia,
solidaridad, feminismo, sexo y café para todos, globalismo, derechos
humanos, lucha de género que ha venido a sustituir a la lucha de
clases, el euro, la Merkel, Donald Trump, la Maritere inglesa. una
verdadera muta lobuna marcando el paso de los globales. Y de
apoltronados en Bruselas. Ya no hay propiedad privada la gran
aspiración de las clases medias merced a la corrupción sistemática
de los partidos políticos que operan bajo la fórmula de “I
will buy you out”.
Somos unos vendidos. Estos señores nos compraron. Todo es escaparate
y jactancia en este mundo sometido a la dictadura del dinero, el
hedonismo y la fuerza bruta que es la fuerza de la masa. Nos dan gato
por libre cantidad por calidad y eso sí grandes superficies y Black
Fridies. Los gobiernos que ponen al frente son una almáciga de
mediocridades, porque piensan los que mandan que los ineptos sean más
corruptibles y manejables
Una
cuadrilla de negros en un banco en mitad el bulevar recién
desembarcados de la patera y a las que las autoridades habían
mandado para acá estaban sentados sin trabajo. Iban pululando de
acá para allá y robaban carteras a los borrachos mientras dormían
descuidados sobre los bancos del bulevar la zorra suprema zupia
calimocho y ginebra de garrafón mezclas explosivas. Todos -eran lo
menos ocho- ocupaban un banco municipal. No tenían currele y estaban
de brazos caídos porque esto no era lo que les habían dicho: esto
es el paraíso.
— Venimos
a España a que nos mantengan. No vamos a pegar golpe.
Acababan
de aterrizar en Madrid como aquel que dice pero después de la patera
¿Qué? ¡Pobrecillos! A matar o a robar o hacerse el culo de una
puta vieja.
— Pues
ninguna lástima te han de dar, Arije — solía decir mi novia Etsi
En
ese caso estaríamos hablando de turismo sexual o de un nuevo tipo
migratorio. Me daban un poco lastima, la verdad. Este país fue cruce
de razas y empalme de fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta
con las abotagados rostros ecuatorianos de piel cobriza que parecen
mismamente corchos de botella con perdón pues así tienen el talle y
cara de buenas personas casi todos estos ecuatorianos inditos que a
mí no me molestan. Madrid ya no es rompeolas de las españas sino el
abra donde convergen todos los mares del mundo. ¿Esto es malo o
bueno? Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y decíamos pero
esto ya no puede ser. Venida la pella, y como no los puedes vencer,
únete a ellos, sálvese el que pueda. A la España de mis amores no
lo conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes
transandinos y subsahariano pueden mejorar la raza hasta el punto de
perder nuestra identidad pero nada podemos hacer.
Entré
en el bar Tera. Zamora no se gana en una hora. La Leonor estaba de
muy mala leche. Manolo su marido hecho un brazo de mar al igual que
Domingo y Santi los camareros. Todos son hermanos de por ahí de la
raya de allá donde el Duero se va a cantar fados a Portugal. Hablan
medio gallego y su parlar guardaba desinencias troncales del frontón
de la gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí viejos
cantares de la ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me
metía mis dos buenas botellas de peleón alguna vez clarete y me
ponía a cantar el quien dirá que no son cinco tres de blanco y dos
de tinto — esto de los restoranes familiares que a mí me van:
plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque ya van quedando
menos en Madrid —es lo mejor que tiene esta ciudad. Día sí y
otro no, cocido maragato con su compango, chorizo de bola y todo
bien regado con tintorro de la frasca y ahí me las den todas. Arije
se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba. Estaba cetrino.
Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento de una
mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las
sillas parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un
viudo jubilado que come todos los días a la misma hora, una y media,
sentía que yo había detectado algo del tenor de su gafancia. Pero
no te apures le dije. Si eres gafe todo se soluciona menos la muerte.
Por lo menos has tenido suerte. Las parcas se han llevado a tu mujer
(qué buena era, lo dicen todos, aunque en el fondo todos sentimos
una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no te vamos a
ver en danza por la sección de suceso de los periódicos pues hoy es
muy habitual que los jubilados pensionistas se lleven por delante a
la parienta. No te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid
soltero y con dinero Baden- Baden te lo digo yo échate una novia una
de esas rusas de cuerpos macarrón o esas rumanas fetén con ojos
eslavos de aguamarina y a vivir que son dos días y déjame de mirar
con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa. Oye y no engordes
mucho cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada. Mi comensal
era victima de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los
italianos denominan la jettatura.
Deja de ser el hilo conductor de toda esa trama maléfica, hazte con
las riendas del mundo, domínate a ti mismo. Tener tan elevados
pensamientos en el preciso instante en que uno se zampa un cocido de
garbanzos y mientras Domingo bajaba por la escalera de caracol con la
bandeja no es que sea muy edificante. Primum
vivere deinde philophare
pero yo soy capaz de hacer las dos cosas a la vez. A Alfredo Mirlo se
le había muerto su mujer Brontea haría un par de meses y a la legua
se notaba que era uno de esos individuos que no pueden estar solos
porque le falla una cromosoma de la falta de emotividad. El buey
suelto bien se lama. Había sido un marido dominante y posesivo que
había dado mala vida a su señora y si no la tuvo atada a la pata la
cama allá que se iba pero ahora todo eran lagrimas duelos y
quebrantos por ella. Como Brontea malparió una hija le nació tonta
y se la llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico. Esa era
otra. Pero ¿tu eres mi hermano Gumersindo di? Nos han ocurrido cosas
terribles. Cuando te encuentro por el camino siempre me ocurre una
desgracia.
—No
digas sandeces, Fabiniano.
Pocas
veces le había escuchado llamarme por mi nombre pero aquella vez su
llamada sonó apelativa y tierna transmitiendo en su inflexión
ciertas querencias de la infancia olvidada. Se sintió generoso y
luego le invitó a absenta después de comer. A la salida del
zamorano cada uno de los dos hermanos tiró para su lado el uno para
la derecha y el otro por la izquierda. Cuídate y no te apures. Todo
eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no
fueras tan gafe, te llamaría de vez en cuando pero la gafancia no se
cura... y. Tocó madera. Había una papelera de bambú en las
escalerillas del metro y la rozó con la mano izquierda. Estoy seguro
de que Fabiniano ya me ha pasado la galerna. Era como si en el alma
me hubieran sacudid un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo
mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni cual es
la raíz del arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva
una hermana que había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron
unos bultos en el cuello y se le inflamaron como cuévanos las
cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de la noche a la mañana
perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una Arije.
Vivió poco tiempo: treinta y cinco años. Dicen que lo del tiroides
la vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido que
era un pirata y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre
hermanita.
No
tenemos mucha suerte los de la familia. Avanzamos por la vida con la
cargazón de la culpa. Pagamos por los pecados de otros. Somos del
pueblo elegido. Elegidos sí para sufrir. La cosa no es para
tomárselo a broma pero yo suelo hacer de tripas corazón. Le saco
partido a la vida. Buen yantar buenos vinos buenas mujeres alguna que
otra si se tercia y sobre todo buenos libros y buen tabaco. Me he
fumado lo mejor de Vuelta abajo me he bebido cubetes enteros de Vega
Sicilia. He amado la literatura profesión que nos inmortaliza y no
fenece. Que grande eres, Dios de Israel. Como cuidas de nosotros
aunque a veces nos mandes castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos
siempre de estar preparados y ser congruentes con nosotros mismos
para cuando sople el viento de perdición que extinga la llama de
todos los cirios. Otros tienen oscuridad pero los Arijes vamos por la
vida destellando rayos lumínicos. ¿Será eso por lo que el profeta
nos define como Vas electionis? ¿Será eso por lo que me pusieron al
nacer Baruj?
Y
entretenido en estos pensamientos místicos deambuló por la ciudad.
La Avenida de la reina Madre le condujo hasta un barrio lejano que
casi desconocía donde todos hablaban cheli de los bajos instintos.
Es un Madrid que me daba cien patadas sobre todo cuando esos majos se
descuelgan de repente con una parrafada que parece un chotis y muy
enviserados y chulaponas se van a bailar a la Verbena de la Paloma
sobre un lauril en “La Bombilla”. Todo eso es falso. Esa zona de
la ciudad tan mitificada por Ramón es un pufo que la etnología nos
ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid. Es como arrancarse
por peteneras y darle una buena soba a Yoquecojones Nesti para los
amigos el chamarilero de los libros de lances por bocazas. Lleva
visera de los de los legítimos y se enfunda el blusón de menestral.
Pero lo perdonó. “ese seguro que reventará cualquier día como el
lagarto de Jaén sin que nadie le siente las costuras y le haya
partido la boca por mentar a mi madre, que se muera. Madrid era una
ciudad fantasma. Quebraban albores. En el Paseo del Prado al bueno de
Baruj el peripatético le salieron unas damas al encuentro hablando
en suahili. Todas eran pigmeas la piel negra pero todas ellas vestida
de blanco. Sólo sabían una frase en castellano la de la quinta
pregunta:
— Chupaaa....
folláaaaa
—Bueno,
bueno niñas qué cosas tenéis. Dejadme en paz. Yo tengo otras
preocupaciones. Ale, ale, a casita que llueve.
Pero
cuanto más les amonestaba mas se le arrimaban las pigmeas. Se llevó
la mano a la cartera. Estas prendas vienen por algo. Tuvo que ponerse
serio Arije y sacar la poderosa cabritera de muelle que llevaba en
bolsillo. Al ver la de Albacete se espantó toda la bandada y lo
dejaron tranquilo. En sus cavilaciones se le había pasado la noche y
tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran el primer metro. De
noche la ciudad resulta casi una desconocida otro dibujo otra alma y
otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y
amaba las madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se
escucha a los gallos quebrar albores. A las cinco de la mañana todo
parecía que despertaba y poco a poco se notaba un aire de actividad
y de currele. Tenía frío. Era lunes santo y ya se notaba la
proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los pájaros en las
frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio
laberinto y de su castillo interior a la negrura de la noche tenía
una explicación. Se había pasado la tarde entre bostezo y bostezo
haciendo zapping por televisión hojeando a rastras insustanciales
periódicos y suplementos dominicales subidos de color y de
desnudeces pero entecos de ideas. Para él estaba visto que la
belleza no estaba plasmada meramente en el felpudo de la modelo
exuberante que por una vez se retrasa mostrando sus líneas. Para él
la belleza era la filocalía. No estaba en torsos ni en senos
flotantes sino en la belleza interior. Una mirada una palabra amable
una risa feliz una canción de quintos. Los nuevos periodistas
explicaban a sus lectores a lo largo de una serie de reportaje su pan
comido: ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora todos somos
laicos. Los gimnasios habían sustituido a las capillas en su misión
soteriológica. Era el síndrome de la catedral vacía de fieles y
llena de turistas. La descristianización progresiva, los largos
puentes de fin de semana. El alzamiento de pesas. La barra fija. La
bicicleta estática y otras calistenias. La gordura es un pecado
mortal y el peor diablo el de la grasa. Los flamines del tercer nivel
habían sustituido a los curas y a los obispos. Echaron el cierre las
rejillas de los confesonarios, derribaron pulpitos y ambones, el
purgatorio no existe y el infierno fue una fabula que se inventó el
Dante así que hemos instaurado la religión nueva. Todo cambió.
Acababa de hacer explosión el coche bomba en Leganés. Le daban
escalofríos de pensarlo. Aquel piso que saltó por los aires entre
suras a Alá y la muerte de un geo. Dios aparta de mí este cáliz.
Líbranos de la peste y la guerra. Era buena persona en realidad
Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la culpa la
tendría su hermano el gafe o que un resorte había fallado. Estaban
sin embargo cumpliéndose los designios que había ido desparramando
a lo largo de su obra anepigráfica.
—Tío,
eres todo un baluarte
—Pero
carezco de antivirus
—Que
va. Lo que pasa es que estas apoltronado hecho un oso buco. Has de
caminar más. Pasas las horas muertas ante la cuartilla blanca.
Eternidades de ordenador. Pero ve lo que aguardabas se ha cumplido.
Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes.
—Ya
lo sé.
Había
que quitarse el sombrero. Arije no había fallado un punto en sus
vaticinios. Ya lo sé que te has pasado tres pueblos que vives en
otro mundo pero que se le va a hacer. Sonreías a los insultos. Eres
un cobarde y encima te quejas.
Todas
estas predicas difundidas a beneficio de inventario sin embargo no
valían para nada, no le decían nada. Arije se paseaba por la roca
del precipicio haciéndole un calvo a la vida y a la muerte. Vio unos
demonios so capa de monos forajidos copulando furiosa y fugazmente
sobre la rama de un ailanto del jardín botánico. Ciertamente había
demonios en el jardín. En ese jardín. En todos los jardines. Quizás
el jardín se alzaba sobre un cementerio y allí estaban los huesos
del profeta Ezequiel en trance de alzarse y muchas noches sobre los
cielos turbios de la capital se elevaban como vaharadas las
trazadoras de los fuegos fatuos. Debían de ser lo muertos de la
guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que no estallaron.
Castor y Pollux un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles que
iban tan amigos montando un mismo caballo se liaron de repente a
guantazos y todo era furor por las esquinas y los esquinazos.
—A
que no me coges.
—¡Uy
esos! Parece que van mal.
Por
fin llegó tras mucho caminar, pasados los pontones del olvido, al
intercambiador Digital una cochera inmensa debajo de los cimientos
mismos del Arco de Triunfo.
Estuvieron
trabajando obreros actividad frenética día y noche para tenerlo a
punto que lo tenía que inaugurar don Cejas para la Trinidad pero
puso algunas objeciones la Celadora de la Comunidad el mando estaba
bastante dividido y era todo un descojone, entran y salen cuatro como
antaño en el cine Montijilla y ya se sabe unos por otro y la casa
sin barrer. La Trinidad se pasa mire usted que guasa y para las
navidades el intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía
unas escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban
desde las mismas bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo
el ajetreo de la hora punta y el hedor a humanidad. Había una luz
fúnebre como de tanatorio iluminando toda aquella actividad. Yo soñé
alguna vez en la escala de Jacob pero el bueno de Arije se me
despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo de concentración
supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís cerca de
un panel de indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una
fuina se agazapaba seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados
a la oscuridad no podían soportar la luz fúnebre mientras una
cotorra charlatana no paraba de hablar. Seguramente que se había
soltado de la jaula de un cuentacuentos:
—El
39 fue un año triunfal. Ese año un primero de abril entró la
fuerza por acá, en este mismo punto donde nos encontramos. Entraron
las banderas por Princesa y justo aquí fue el empezar y se desplegó
la roja y gualda. Un alférez alto y grande la llevaba.
—Que
bonito! —dijo el de la partida que tenía un brete y una pihuela
atados al zapato — pero para de hablar, lechuza que nos interrumpe.
Lo que nos traemos nosotros entre manos es importante.
—¿Qué
puñetas hacéis?
—Estamos
conspirando.
—¿Así,
con ese uniforme de penitenciarios? Ya tendréis ganas.
—Tú
ya verás. Tú a oír ver y callar.
Puede
que el 39 fuera año triunfal pero de aquella fecha ya nadie se
acordaba. Ahí estaba la fecha de la inscripción latín con una
leyenda en números romanos. La zorra mirando para arriba. El asno de
Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un puntero iba
desglosando como un parte de incidencias el meollo de la frase:
“Armis hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc” (A las
armas victoriosas este tributo). Los romanos más que escribir
esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un
resquicio de la memoria al autor un catedrático con las manos llenas
de tiza y la chaquetilla cubierta de polvo que hablaba con una
palatización de abiertas como en el Ampurdán. Lo escrito en piedra
no es lo mismo que la escritura en papel o en papiro que es un poco
la escritura en la pared de la cena de Baltasar. Frases para durar.
No una pluma yo lo que anhelo es un buril. Y allí vio en lo alto del
cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la
contrademocracia fulgiendo como un ángel al lado de San Juan y de
Tito Livio y de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas, todo eso pasó.
Se fue. Pasó. Ábrete. Mundus transit. Pasa página. Animo pues,
amigo que para eso tienes nombre de poeta y apellido de pámpanos.
Eres todo ubre y pámpano. Todo medula. Lo veía al pobre Baruj
Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había
tundido lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente
blanco. Andaba gambado por una ciudad que fue la suya y ya no le
pertenecía. Por sus calles iba y venía meteco o exilado en su
propio país. Sólo tus sueños te pertenecen pero la ciudad ya no es
tuya y hasta el habla siendo la misma es extraña. Todo es extraño.
Los rostros, mohínos y distantes la gente amargada y con cara de ir
a lo suyo. En las caras se refleja la infelicidad que procura el
egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata. Transitar por el Arco de
Triunfo. Circular por debajo del Arco del triunfo por donde pasaron
las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo que
pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese
epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y
alforjas esterones, artolas, baúl para guardar tantos agravios.
Puf.
Todo lo que me echen.
Pero
para él las calumnias las injurias no eran tales injurias sino
peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos? Sí. Señor.
Tú sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros.
¿Entonces de qué coños te quejas? No seas zarrioso Arije. Vuélvete
a casa. De noche en Madrid todos los gatos son pardos y esta es la
ciudad de los gatos. Pasé dolores de Getsemaní pero sin Magdalenas
pero sin magdalenas que ungieran mis píes con pomos de nardo ni
Verónicas que me salieran al encuentro con sus paños. La
conversación con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin
saber a qué carta quedarme. Nadie se solidariza con nadie. Nadie
quiere saber ni entender. Nadie te ayuda. Estás solo. Atravesamos el
desierto el ponto líquido. Tiempo de Acuario. Todo parece que fluye.
Es líquido. Tiempo de liquidez. Un moro bajó entonces por la
escalinata con una gran alcatifa a cuestas. Era un mohamé manumiso
exarico para los que Madrid nunca será Madrid sino Majeriíta. Al
menos ellos tienen esa idea. Para ellos no ha pasado la Reconquista.
Estas perdido, Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde moras, rabí?
¿Dónde están tu padre y tus hermanos? Mi madre mi padre y mis
hermanos son aquellos que cumplen mi Palabra. Difíciles frases.
Nunca estuviste más oscuro pero seguimos indagando dándole vueltas
al contexto hermeneutas perdidos por el vaho del mundo y tratando de
entender el sacramental mensaje de tus palabras. Corre tiempo recio.
Señor, sálvanos que perecemos.
AÑO
NUEVO ESCUCHO LAS CAMPANAS DE SAN DANIEL
Primero
de año estreno doce nuevos meses de vida. Arije se levantó después
del gran catarro que amargó su nochevieja. Escucharon villancicos en
la radiogramola y bailaron algo, salsa sobre todo que es la música
que baila su mujer orígenes cubanos. Arije se desposó con una
Ceiba. Misa en el Vaticano cantada en latín tan de su gusto. Vio al
papa cojo. Le dio un poco de pena aquel hombre. Cojea el padre
Bergoglio y cojeamos todos pero ahí vamos. Tampoco canta este
pontífice. Lo que más le gusta dél es su devoción a la madona
inspiración jesuita. Al final del oficio se cantó ante el pesebre
Alma
redemptoris mater pero
el portal no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo por
Reina Victoria y tuvo la dicha de escuchar las campanas del Día de
la Circuncisión llamando a la misa de santificación del Santo
nombre de Jesús. El bronce del campanil decía (Arije poseía un
segundo sentido para traducir el lenguaje de las santas campanas que
son bautizadas y ungidas con el crisma de jueves santo) esto:
—Populum
voco. Mortuos prango. Vulnera frango
y aquella voz sonora del viejo monasterio san Daniel uno de los
muchos monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo de oro
constituido por torres, espadañas y muros sagrados o sacra menia que
circundaban Madrid por la parte norte y sur de Moncloa—le
retrotrajo a aquellas maravillosas enseñanzas que había aprendido
sobre la liturgia romana en sus años de seminario. Tuvo el
convencimiento que la iglesia no son las encíclicas papales ni la
doctrina con moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el
corazón. Es la teología, las súmulas tomistas y el gran acervo de
la tradición. En el monasterio de san Daniel escuchaba la misa de
cazadores el rey Enrique IV al alba antes de recorrer los montes del
Pardo a la caza de jabalíes y en su sacristía al pobre rey
segoviano lo envenenó un monje por mandato de Palencia cuando
regresaba del monte sediento y sudoroso. Diole al monarca a probar
una pócima de hierbas con mezclas aromáticas y gaseosa. El tañido
de aquel modesto campanario hoy convento de monjas le llenó de paz.
Las aves huían asustadas por el cielo de Reina Victoria, las palomas
buscaban refugio en las helgaduras de las tapias. En el Islam no hay
campanas. Al moro el sonar de la campana le asusta pero Arije se
sintió ampliamente gratificado en su catolicismo, un catolicismo
ferviente que renacía en él cuando la Iglesia estaba hecha unos
zorros demasiados obispos tocineros y comentarios desaboridos de una
cigüeña que crascitaba inconveniencias en la torre de una iglesia
profanada.
Liturgia
es el culto publico a Jesucristo lo había aprendido él cuando era
adolescente y no podía desquitarse de esa idea. Tal vez por tozudez
o por prejuicios. Arije era tozudo y no precisamente uno de esos que
cambian con facilidad de chaqueta. A Dios le gustan los cantos de
alabanzas y esta idea viene del antiguo Testamento. En la liturgia
converge Cristo con Sión y la cosa no tiene vuelta de hoja. Todo
este entramado es expiación, oración, acción de gracias, adoración
sacrificial y canto de alabanza. ahora lo pretenden destrincar los
adoradores de Satán.
La
iglesia es una y múltiple. Posee la gran riqueza de la diversidad de
cultos en su capacidad de católica o universal, apostólica pues
proviene de los apóstoles. Está fraguada en símbolos que por
desgracia ignoran muchos de los fieles que participan en los cultos
(santa ignorancia) pero es menester entender las ceremonias y
rubricas de los diversos cultos rituales. En la iglesia occidental
existen varios ritos distintas fórmulas de adoración: el galicano
francés, el medulano de la iglesia de san Ambrosio de Milán el
bizantino griego y muzárabe-visigótico que aun se celebra en la
primada de Toledo A Arije el rito muzárabe era el que más le
inspiraba por su españolidad y sus adherencias al bizantino. En él
abundan preces y letanías — hesicasmo o repetición de una frase
pronunciada por Jesucristo o de los Evangelios como los kiries que
impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión las lenguas
vernáculas han roto por una parte con la tradición y por otra
vacían el sentido en que el verbo divino habló en el monte. Por
ejemplo en el ultimo evangelio han traducido et
tenebrae eam
non comprehenderunt
por no le entendieron cuando en realidad semánticamente lo que
significa es que la luz fulge y las tinieblas no apagaron esta luz
que vino de Oriente. Los motetes, los himnos eucarísticos, las
secuencias forma parte de un fenómeno privativo del cristianismo: la
filocalía o amor a lo bello del que carecen los otros credos. Es el
Cristus
Musicus
que se entroniza a través de las musicales notas en el pantocrátor.
Además, las vernáculas han despojado a la iglesia de su
universalidad ingénita. Arije no podía por menos de vapulear las
enseñanzas del Vaticano II. El creyente tiene la obligación de
estudiar su fe y de iniciarse en lenguas que le son ajenas como el
latín o el griego o el hebreo como hacen los talmudistas que
estudian constantemente la palabra de Dios. Rito de iniciación. Hay
muchas cosas que no se entienden sino a través del legado de la fe.
Y estos misterios nos vienen de los ritos órficos de donde arranca
en parte la liturgia romana que quiere quiso cristianizar el
paganismo y en la vida todo es liturgia y rito, fulgor, normativa y
regla, cauce de convivencia, lo que diferencia al ser humano de los
animales irracionales. Los símbolos nos cercan a Dios. El pez, la
paloma iztios,
axios
el crismón el anagrama que llevaban los legionarios cristianos en
tiempos del emperador Valerio. Los que atacan a la iglesia por esa
milonga de los abusos sexuales que siempre los hubo y los habrá
desconocen esta categoría primordial de nuestra religión. Reducir
el depósito de nuestra fe a los pecados de la concupiscencia humana
es una aberración. La liturgia católica tiene estirpe teatral.
Conviene recordar que el teatro nació en los atrios de los templos
cristianos. Autos de navidad y de pasión: Shakespeare, Calderón,
Lope, Tirso y luego la riqueza estatuaria de los ábsides capiteles y
cimacios románicos con la representación de las sibilas, el
infierno, los martirios, las misericordias del coro donde quedaron
labrados algunas advertencias donde colocan sus posaderas los
canónigos sobre la presencia del maligno den el mundo al cual la
Iglesia trata de combatir. Es el zlo
de los ortodoxos rusos. Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua
contra el mal, las bajas pasiones y los instintos que hacen
desgraciada a la condición humana.
Arije
después de estas consideraciones y halagado por la presencia viva
del Cristus musicus se santiguó y entró reverente en el pórtico de
la iglesia de san Daniel. Las campanas seguían propalando su melodía
a la ciudad de Madrid anunciando orbi et orbi la Circuncisión del
Salvador. Año Nuevo buen día del Señor.
Bajé
la cuesta, era tan empinada que con frecuencia el tranvía se
atascaba por no poder con tanta gente, los estudiantes se bajaban y a
empujar. En una esquina la casa chalet de Sebastián Miranda que
velaba las armas cara al sol y los aires de la universitaria. A
izquierda de la bajada se abrían las bancadas del Estadio
Metropolitano y todavía el viento de la sierra del recuerdo traía y
llevaba los sones de aclamación cuando Collar desde la extrema
izquierda marcaba Gooool, el grito de júbilo resonaba por toda la
Ciudad Universitaria, aquellas tardes de domingo, partido, cine y
tasca. Aupa Atleti. Gumersindo Manahén Arije, colchonero de toda la
vida. El campo había sido derruido, bloques de pisos, y allí tuvo
él su oficina, archivos y papeles, estanterías de libros. Fue
cuando se digitalizó la administración y todas las semanas un
camión del ministerio se llevaba mesas y máquinas de escribir. El
ordenador dueño y señor del campo administraba la Cuerpa que ya no
quería archivar nada porque todo lo antiguo no valdría para nada.
Toneladas de revistas y libros de una época fueron a parar a la
basura. Arije desde su ventanal trataba de adaptarse a las nuevas
tecnologías del Word y del M-2. La caída del Muro de Berlín se
llevó por la posta tanto trabajo de la imaginación. Era una manera
de acogotar al fascismo. ZP se sacó de la chispera la infamia de la
memoria histórica, otra vez la guerra cuando nos creíamos todos
reconciliados. Él para contradecir al patán llevaba en la cartera
una foto del Fuhrer que trajo su padre superviviente de la batalla de
Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató de aprender alemán. Zum
befell y Heil Siegel pero todo cuanto quiso aprender se lo desbarató
Cerrolaza un jesuita enemigo de los nazis que dirigía el Departmento
de Germanistica de la Central. Por el ventanal de la Biblioteca
penetraba un sol cansino y el eco del recuerdo de los goles que
marcaba Luis el Zapatones los regateos de Collar y las palomitas de
Pazos en la portería. Fue un tiempo de espera y de esperanza. El
clínico albergaba muchos secretos de su pasión por España. Desde
allí los muertos le hablaban unos se le aparecían con una pierna de
menos otros tuertos y a muchos les habían pegado un tiro en la
garganta pero podían cantar. Sus conocimientos de lo ultrasensible
le deparaban al bibliotecario aquellas experiencias. Cuando se ponían
pesados los muertos vivientes subía cuesta de Reina Victoria arriba
a ver a la Leonor o se daba un homenaje de cocidito madrileño con
dos botellas de vino en el Tera. A los postres besaba el retrato del
Ferrer que llevaba en la cartera. Ah si tú me dices ven lo dejo
todo.
El
bulevar en rampa de Reina Victoria cambió de nombre. Daría luego en
llamarse Roca Tarpeya de Salamanca. Ya se sabe lo que naturaleza no
da no te lo presta Salamanca. Cuestión de másteres. Los másteres
de Perico el de los Palotes que quiso ser presidente, sentarse de
culo en Moncloa alto paramentos aunque haciendo trampa. Los tiempos
de Donald Trump fueron una trampa cuando sonó la trompa de Eustaquio
por la Casa Blanca. Escogió el camino corto: afiliarse a la CIA y
sus socios lo respaldaron. Antes le dieron la consigna que los
generales de las divisiones acorazadas dan a los tanquistas: destruir
y derruir, machacar, mentir, profanar, derribar escupir contra lo más
sagrado.
─Perico,
tú machaca todo lo que se ponga delante de la torre de tu tanqueta.
Acaba con los Españoles sin piedad, límpiate los mocos con la
bandera de España y luego los trapos que te sobren los trae para
acá.
─Yes,
Sir
Y
allá que se fue el obediente Pedrito cargado con sus masteres,
arrastrando las chuletas de las páginas que copió con su cara de
guapo. El enemigo no tenía que embarcarse en un nuevo Vietnam los
gringos son algo gallinas en cuanto empiezan a llegar féretros de
soldados abatidos por el fuego del Vietcong. Bastaba un caballo de
Troya para tal operación y darle el gobierno. Por la avenida bajaba
la manada. Gora san Fermín.
Todos
los días en Madrid es San Fermín y violan a una como en Pamplona
esos putos sevillanos de la infame Manada recua mogote y brazada de
depredadores sexuales siendo el más conspicuo uno que llamaban el
prenda el más aguerrido el más picha brava el que la tenía más
larga una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una pobre chica
que venía de los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá
en un portal mismo y haciendo un standing
up se
la pasaron por las armas coito en cuadrilla, hubo un juicio y salió
un rábula en defensa de los fementidos y dijo:
─Señorías,
toda vez que la muchacha dijo no pero un no es siempre sí en estos
casos no se puede demostrar el estupro.
Hubo
en el país una verdadera conmoción. Las Fem se lanzaron a la calle
indignadas al amparo de la consigna: “un no es no y un sí es sí”.
Cercaron la audiencia y tiraban los sostenes a los magistrados se
quitaban las bragas y se las tiraban a los magistrados a los hocicos.
A todo esto las reinas de las mañanas tuvieron afrecho de su duerno
mediático durante muchos días y las anarosas y las susanasgrisos no
paraban de darle al chisme de la propaganda. Los fulanos de la Manada
se creyeron los reyes del mambo de la publicidad. Esto formaba parte
del plan conspiratorio y la Manada se convirtió en efecto llamada,
en algo viral que atraía cual imán a las redes.. Todos los días se
mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con
ello, relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla
televisiva junto a la mesa camilla uy que horror nunca lo tuvieron
tan a huevo en su programa de fornicar sin concebir. Entró la
vicepresidenta al trapo en defensa de las mujeres pero la defensa de
la ministra era todo un arrogante ataque a la mujer. Desdén en
desguisa bajo su política de construir la imagen de mujer objeto
separada de su función primordial que es la maternidad y la familia.
Arije conmovido y enternecido por aquel zurriburri oyó a uno que
bajaba la cuesta pañuelo rojo al cuello y calzón blanco que
gritaba:
─Señora
ministra, su señoría tiene un culo muy prestoso y redondito. Habría
que ponerla mirando para el Cristo los faroles para pasar la tarde.
El
mozo de san Fermín bajaba por la Calle la estafeta algo borracho uno
de los bueyes duendos que escotaba a la manada le colgó por los
inhiestos de un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al
aire. Debajo de los calzoncillos ponía este epígrafe: “qué
terrible lugar es este”. Pero se rehízo del varapalo y salió
corriendo a no parar hasta llegar la Cuesta las Perdices. España era
una roca Tarpeya un derrumbadero feminista/ separatista con los de la
Cope los curas la Iglesia, el rey la reina, los alguacilillos
actuando de convidados de piedra. Estábamos en plena campaña de
alianza de civilizaciones, de augustas ceremonias, televisadas,
palabras sin sentido. A la mesa se sentaban muchos capigorrones. Unos
se creían superman y otros se escondían aburridos sin hablar en un
esconce pero masticándose las tajadas otorgadas por el poder. Tú
échame pan y llámame perro. Las estudiantes de Farmacia se asomaban
a las ventanas de los colegios mayores en cueros y de esta guisa
contemplaban el encierro. Arije se sentó en el primer peldaño del
colegio mayor José Antonio, ─muchas memorias de su paso por las
aulas en la juventud─, un edificio que tenía factura herreriana y
recordaba a la gran mole escurialense para dejar pasar la procesión
y contar las nubes. El Prenda se la cascaba mientras se columpiaba
en el árbol de la risa, se desgajó una rama, vino al suelo y se
conoce que con el golpe se le rompieron algunos conductos venéreos y
quedó castrado sin remisión, útil para servicios auxiliares.
Algunos no escarmientan y se pasan de listos o de guarros
Era
la hora de consultas en el clínico y los tranvías venían atestados
de hombres y mujeres que acudían a ver qué tal andaban sus
parientes hospitalizados. Sobre los setos de madera de boj que
circunvalaba al gran caserón de la muerte en cuyas salas se peleó
con tanto denuedo en la guerra civil, pasaba lista la Pelona hora sí
hora no y la morgue no daba abasto para aguantar la lista de los
fallecidos en la capital. En Madrid no quedaba un viejo. La pica es
la reina de las armas, es la fuerza de la escuadra veinticinco palmos
para herir sin ser herido. La Pelona no cesaba de ahincar banderolas
sobre los setos del Clínico. La muerte siempre va por delante
ganándonos la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos ayer en
Madrid. Todos acabamos en la trena, en el manicomio o en la casa
socorro. Y todo en la vida es cárcel: la espina es cárcel de la
rosa, la playa es cárcel del mar y el trigo es cárcel del pan.
Peto, espaldearas, escarcela, fálcate, brazales, manoplas celadas,
caldas y corazas son un buen escudo del alabardero pero toda la
infantería perece cuando la Pelona se empeña. Porque contra ella no
caben maulas. Pese a todo tenemos la obligación de ser dueños de
nosotros mismos. Arije contaba las nubes mientras con el rabillo del
ojo seguía a la turba de los violadores en cuadrilla que se
perdieron de vista en un recodo de la plaza de Pio XII. Anarosa se
puso en jarras delante del portal, pidiendo lo suyo:
▬
Quiero
más. Dame más
▬¿No
tuviste bastante? Pues vale ya.
▬Chavala,
tú eres insaciable.
▬Give
me more. Give
me more. I want it now.
▬Otro
toro que este no vale. Pase el siguiente
Y
esta era la lúbrica historia de los violadores en cuadrilla que
jaleaban las prensas nacionales sin ningún pudor.
Él
pensaba en Etsi aquella novia que tuco y le hacía el amor en el 600
sin llegar a más. Tonto que fui, pensaba para sus adentros, con las
mujeres no valen medias tintas.
El
arcabuz fue el arma más letal hasta que se inventó la bomba atómica
fulminante y esparce un hongo de muerte al estallar. Carlos V el
emperador se lamentaba maldita la hora que a un chino se le ocurrió
descubrir la pólvora. El salitre, el azufre, el carbón y la mecha
cargan de muerte a cualquier artefacto. Picos, palos y azadones.
Suban todos a cobrar que llegó el administrador. El personal hacía
cola ante los cajeros automáticos. Ya no había que acudir al banco
para pasarse por caja. Bastaba con apretar un botón. ¡Qué cosas
inventa el hombre blanco! Desde el año 89 todo ha cambiado para bien
y para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de Méjico la más
populosa del globo como en Becerril de Campos donde no porta en
invierno un alma. ¿El nuevo terror del milenario?
II
LUNA
DE ENERO
Lunas
fuertes de enero cuando las gatas tienen celo y en las radiantes
noches los árboles desnudos tiemblan bajo la helada. Había pasado
las navidades en su tabuco acariciando sus recuerdos circundado de
libros y de papeles. Le vino bien a su salud el ayuno pascual.
Asistió a la misa de gallo por Internet que celebró el patriarca
Cirilo de Todas las Rusias el adalid que luchaba contra las fuerzas
oscuras. Aquella orgía de voces angelicales, iconostasios de marfil
el Pantocrátor en lo alto de la cúpula, casullas recamadas y el
diacono que cantaba:
—
Xristós
rasdaets piite i pklanite yevó
(Cristo ha nacido venid en adoración)
La
catedral de la Epifanía estaba inundado de caras guapas hermosas
rusas con velo blanco viejos creyentes y niños que recitaban los
compases del Credo y del paternóster en eslavónico todos se habían
la letra y sabían lo que pronunciaban aguantando de pie las dos
horas que duró el oficio. Liturgia triunfal que se refería a un
mundo de belleza y de redención el ceremonial rico y antiguo que se
cumplía a rajatabla a las ordenes del presbítero puntero que iba
señalando a los oficiantes los pasajes de las lecciones y de los
himnos que habían de entonarse. Sintió Arije que Bizancio tenía la
clave del legado evangélico y todo un contraste con las catequesis
perroneras, los lugares comunes e incluso las herejías que
pronunciaba ex cátedra desde Roma el Impostor. Y todo un contraste
con la vida de aquellos días en España: atropellos de violadores en
cuadrilla. Llegó la manada. En Andalucía pastos y cabildeos. La
hora del consenso y de la rendición. Tres putas se desnudaron en la
Plaza de San Pedro y aparecieron en los posts metiéndose un
crucifijo por donde amargan los pepinos. Tiempos de profanación y
desolación. Ierusalem desolada est que cantó Jeremías. La Bestia
utiliza a la serpiente disfrazada de mujer. Pigtail profería sus
blasfemias de siempre faroleaba, quería ponerse medalla:
▬
Los
feministas follamos más y mejor que los de la ultraderecha,
La
palabra ultraderecha y fascista no se le caía de los labios a los de
You can que se sentían amedrentados e impotentes ante Vox un
movimiento que arrasaba. Mucho presumir de potencia sexual y seguro
de que el miembro no se les ponía erecto para cubrir a las cabras
locas del Contubernio Fem.
Arije
no tenía que ver con la ultraderecha. Era un anarquista, un rebelde
como lo fue Jesucristo contra el Sanedrín y se sentía satisfecho
consigo mismo por haber dado testimonio pero sus días los pasaba
oculto en su esconce y las noches las pasaba en blanco a causa del
dolor de España que lo afligía. Después de salir de la cárcel por
haber asesinado a la funcionaria roja (fue una lacra en su vida pero
tenía demasiado temperamento) se refugio en el sotabanco de
Majadahonda. Le había quedado una pequeña pensión, podía pagar la
pensión el resto lo gastaba en tabaco y en libros en la cuesta
Moyano. Nada sabía de su familia. Etsi había venido a verle dos
veces a la cárcel pero desde el año 92 no volvió a saber de ella.
Asumía que había encontrado pareja.
Aquella
mañana amaneció radiante. Los niños de Madrid había sacado a la
calle sus camionetas, sus hombres araña y las muñecas que les
trajeron los Reyes Magos. La Epifanía era una noche mágica. Ponía
fin al misterio de las Doce Noches y Saturno dejaba de gobernar el
mundo. Durante este intervalo ocurrían bajo el imperio del dios
oscuro así conocían a Saturno los romanos y para aplacarlo
celebraban las saturnales. Las doce noches venían marcadas por la
tragedia de trifulcas en el hogar, asesinatos, borracheras, eclipses,
pues el sol se ocultaba y no quería alumbrar la Tierra, terremotos e
inundaciones. Ero era sobre todo la melancolía que sentía el hombre
ante el tiempo que pasa y la vida que se va. Este espíritu pagano
había renacido en las sociedades antes llamadas cristianas. Había
que ponerle a los pascueros y a papá Noel que se deslizaba por toda
la Europa nevada en su trineo buena cara. Ho. Ho. Ho.
Pese
a sus dolamas tanto espirituales como corporales se sentía contento.
Había llegado la hora de romper el ayuno. Se fue a comer al Julifer.
Allí todo seguía igual que hacía diez años. El Santis en la barra
y la Leonor en su chiscón la cual al verle llegar le hizo esta
salutación:
—Coño,
yo creía que te habías muerto.
No
supo qué decir ante tal insolencia. Pidió lentejas, gachopo y una
botella de vino. De postre arroz con leche y un chispacito de coñac.
Había
tres o cuatro individuos en la barra discutiendo acaloradamente sobre
la derrota del Madrid ante el Alavés. Nadie hablaba de política.
Abandonó el local satisfecho y por aquel dicho de que de la panza
sale la danza recuperó su buen humor pero ya en el autobús camino
de casa empezó a sentirse mal. Le daban arcadas pero no podía
vomitar. Se le puso cara de luna de enero.
En
la parada final se acurrucó en un banco.
—
¿Se
encuentra usted mal, señor?
—Si
llamen a una ambulancia. Me muero.
Llegó
una ambulancia y Arije fue conducido de inmediato a urgencias. Allí
perdió la consciencia. Cuando despertó estaba en el quirófano de
Puerta de Hierro rodeado de tubos de mascarillas y de electrodos,
enchufado a una maquina todo su cuerpo. La medico una muchacha joven
se acercó:
—
¿Qué
comió usted hoy?
—Lentejas
y cachopo, algo de vino y un poco de aguardiente.
—
¿Dónde?
—En
un bar regentado por amigos míos
—Señor,
pues en las lentejas le colaron belladona ¿No se dio cuenta? Es un
veneno que puede causar la muerte pero al parecer es usted hombre de
complexión fuerte.
—No.
Las lentejas estaban buenísimas.
—Le
hemos hecho un lavado de estomago. Creo que se recuperará. No
obstante, quedarán secuelas.
Arije
no maldijo a los que le quisieron envenenar. Lo aceptó como castigo
por sus pecados y un aviso del cielo para no volver a pisar nunca un
chigre, tabernas, una fonda sin homologar. Dios le había salvado de
las garras de Erifos y de la Leo. Otra vez la Divina Misericordia
estuvo de su parte. Aunque tampoco hay que fiarse de las fuertes
lunas de enero cuando las gatas entran en celo.
SAN
ANTÓN LA GALLINA PON
Dio
gracias a Adonai por haber salido con bien del intento de
envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar
a las estrellas donde se inscribe nuestro destino en busca de
señales. Los dioses mandan desde el firmamento un aviso. Y, ya con
el alta médica en el bolsillo, al abandonar el hospital enclavado en
los cerros de Majadahonda se veía la sierra cubierta de un manto
níveo bajo los arcos del austero monumento a Mota y Marín,
aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de Hierro,
que dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde
Madrid se urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su
casa que estaba a unas manzanas del centro médico, respirando hondo
y pisando fuerte ufano de haber sobrevivido. La internista asturiana
le hizo una transfusión de sangre con un fármaco antídoto de
neutralización de la belladona. El Santi y la Leonor vaya un
par de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan. Entre
potas pucheros anda el Señor pero también se esconden los asesinos.
Así y todo estaba muy dolorido y quemado por dentro. Les hubiera
pegado a los dos un tiro, si no hubiese temido a volver a la
cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del
Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan
perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí
le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus
rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para
alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de
pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se
iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía
dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco
misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada
con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a
los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del
Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y
cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto
valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a
Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística
doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los
escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus
deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente,
había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante
dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros
de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma
oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado
por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron
bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los
mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el
rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de
Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos
y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia
que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas
sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus
excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No
paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y
actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a
veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes
por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso
que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios y le conduce
al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre
superiora de las concepcionistas de Agreda.
─Ya
lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El
cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido
desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de
furor uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las
mujeres. Sus biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos.
Engendró a más de de setenta hijos naturales y hasta podría ser
que llegara a tirarle los tejos a sor María que era bastante guapa
pero no consta porque era una santa y devolvió escandalizada los
billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy seriamente
de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le
hacían reír estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama
conversa está obsesionado con las llamas infernales y con el sexo
pero él ya no era joven para escandalizarse por tales asuntillos.
Mirando las cosas con cierta distancia y sin apasionamiento, la
misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación de las
reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y
tristes reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad
provecta. De este peligro nos advierte una visita al pudridero del
Escorial donde se amontonan las sepulturas de recién nacidos perro
España y yo somos ansí, señora. Que quieren vuescerdes que yo
faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de
bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y tenía un
gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con
un ocho que no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los
burros, los perros y garos del todo Madrid. Abrió las puertas del
templo en la calle Hortaleza a los nobles brutos Dios le perdone
porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que tiene un sexto
sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón
yo vi a un gran danés tan enorme como un oso andar por la predela
olisquear las vinajeras de la credencia en el altar mayor. El perrazo
entre gruñidos y ladridos se puso a cantar la epístola de la misa
del día a los desamparados de Madrid. Su aspecto era feroz como el
de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera efigie del diablo
que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar
las cosas de quicio.
FUEGO
AMIGO
Arroaban
los jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos
relinchaban los caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba
la gata, cantaban los canarios, gruñías el puerco, silababa el búho
mayaba la coruja, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita
pero lo peor de todo es escuchar el aullido del lobo en las noches de
enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los dientes o
escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva.
¿Estos son tus amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan.
Todos sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura. El
tuerto de Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser
el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y otros autores
carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina.
Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse
brecha a codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de
rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura sino un bull
de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo
suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su
afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los
farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas
caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora
tiene en su reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha
de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos.
La política se ha inventado en España para chupar imagen, henchir
los bolsillos, discursear y pedorrear. ¡Pécoras! Arrúan los
jabalíes ya digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la puerta
del infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT.
En una jaula de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero
enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol
trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y dejaba
el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se
olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe
seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir
tortillas con tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los
dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste las manos de sangre,
Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega. Alguien
tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de
Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en
la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se
habían convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La
prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos con los de
Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco
de sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la
pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que
era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de
guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO
ARROABAN
los jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos
relinchaban los caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba
la gata, cantaban los canarios, gruñías el puerco, silababa el búho
mayaba la coruja, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita
pero lo peor de todo es escuchar el aullido del lobo en las noches de
enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los dientes o
escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva.
¿Estos son tus amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan.
Todos sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura. El
tuerto de Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser
el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y otros autores
carentes de ingenio. Tenían que eliminar al otro para que no les
hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que
vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es
un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del
pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los
defensores de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A
derecha e izquierda se alzan los farallones derruidos de la patria
mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del Pigtail se
limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles
higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós
Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha
inventado en España para chupar imagen, henchir los bolsillos,
discursear y pedorrear. Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la
farota de la Leo abrían la puerta del infierno a los clientes
mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce
tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba
“Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de
ópera con lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de
su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le clavó
la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma para que
no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir
sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué
te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa
propia. Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a
los buitres de You Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al
Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga y su chati le
ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el
brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de
gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de
comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó
yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo
acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar.
Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma como
con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. Carmen
Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente
que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía
que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus
habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte
hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la
sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada
por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de
Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote
cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador,
hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing
por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales
impuros y no precisamente de compañía. A veces se atrevían incluso
a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en
plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado
el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba
en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de
Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte
irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio
cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol
se puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el
banco donde estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar
y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco
contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos
más. La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los
cisnes aguas abajo del Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a
la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los
infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por
teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades
digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar.
Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad
pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el
valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y
Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta
Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las
caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos
de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A
veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de
basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura
en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era
una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por
la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por
la hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones
portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una
verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado
pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del
Julifer. La Leonor mujer farota y poco contemplativa había
envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los
encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares.
OJO
DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO
Llegó
a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de San Antón
que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura
trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir
vienen sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno
sacó, ganado su esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios,
la petaca, atascó la pipa, hirvió café en el infiernillo aquella
infusión le sentaba bien para aplacar su conciencia y mitigar el
hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era su mejor
amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo
Nilo que acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos
infaustos del reinado del Rey
Borracho
al que sucedió su hijo Tontolinón
VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su borbónico valor
en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra. Le
había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil.
Nilo, inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se
equivocó de época. Arije guardaba en los altillos del chiscón de
Majadahonda las obras de su amigo. Las publicaría algún día si
tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría ilusionado la llegada de los
paquetes que le enviaba la editorial contra reembolso, iría por las
librerías. los libreros los pobres que estaban muy alcanzados porque
los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en poner
astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto.
El esquema de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de
la literatura española sólo entraban en tórculos autores ingleses
y norteamericanos, formaba parte del proyecto de destrucción de
España. Querían degollar su cultura y trucidar sus sueños. Nilo
Popín
admirador de Francisco de Quevedo se suicidó amargado de verse
obligado a comerse las ediciones de sus obras. En las librerías le
rechazaban sus textos por no tener distribuidor. La luz de enero se
colaba por el montante. De allí llegaba el ruido de la calle.
Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa arrabal de
Madrid. Las tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra
Segovia dieron paso a la avalancha de constructores del Real State.
Surgieron como hongos la urbanizaciones de adosados. ¡Pobre
Propinas!
Hacía causa común con él mira que tirarse al tren! En su memoria
encendió la cachimba y sentado en el sofá destartalado al lado de
la chimenea comenzó a leer un capitulo de la novela de su amigo. No
era un libro del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su
mujer por la ventana en Toledo ni uno de esos autores insulsos
introducidos a machote y a barrisco en la lista de los más vendidos.
Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos comprometido con
su tiempo;
"Don
Nilo el hombre, librero de lance, un santo varón, un justo de
Israel, amor en tiempos revueltos (ya ha vuelto a salir la frase
hecha) desde que lo suspendieron de empleo y sueldo porque, condenado
a galeras, le pusieron de compañero de terna a un marica, y
pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad de Burgos, conversación
amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el culo sobre
todo por el de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose
condenado no hacía otra cosa que lamentarse de su mala suerte y
echaba pestes contra la Organización pero ésta era un muro
infranqueable hasta que un día le pegó un meneo a su compañero de
filas y lo estampó contra la pared al conjuro de la frase
típica menos
montar en globo y dado por el ano pues no soy Olano todo lo que
quieras.
Le llamaron a capitulo, lo empapelaron y le dijeron aquella frase
terrible de “mañana no vengas”. Él le explicó al Inspector
General que trabajar con don Palamón que era como se llamaba el
bibliotecario era misión imposible que no se la deseaba ni a su peor
enemigo. Con decir, mire usted, que tengo que entrar en mi sección
cara atrás, como iban los ajusticiados de la Inquisición a
horcajadas de un asno y mirando para Toledo. y con las dos manos
guardando las posaderas, ya le digo todo lo que le tengo que decir,
señor Inspector general. Pero el mandamás puso orejas de mercader,
se pasaba sus reclamos por los mismísimos, y eso que conservaba fama
de ser lenible y no mala persona, que si llega a serlo... Le dieron
la absoluta.
Ahora
¿qué hago?, preguntóse a sí mismo. Pues vender libros, hacerme
librero de lance e irme por ahí por los mercadillos con mi
camioneta, se dijo don Nilo, resolutivo. Leer, escribir, soñar era
lo que más le gustaba. Vivía en una nube pero de menos nos hizo
Dios. Escogió la plaza del Arrabal de Arévalo como centro de
operaciones y allí que se plantaba cada martes con su vehículo,
montaba el tenderete y se instalaba al lado de un banco. Venían
pocos clientes. Había traído un taburete y allí se sentaba con los
tratantes, con los pegujaleros de Martín Muñoz que venían
rebosantes las artolas de sus burros de lechugas, berzas y tomates a
vender género de la rica huerta; con los labradores ricos marañeros,
a los que decía que el Arrabal fue plaza famosa donde tuvieron el
punto otrora perahiles, licenciados de Flandes y picaros. Como el
Potro de Córdoba, el Perchel malagueño, las gradas de San Felipe en
Madrid, el Azoguejo etc. Estas plazas españoles tan esplendidas tan
aseadas enmarcadas en soportales fueron coso de la filosofía,
albergue del espionaje, descansadero y punto de acogida de la
picaresca y centro de operaciones de la gente del bronce pero también
de hidalgos honrados que planeaban su viaje a las Indias. Hablaban de
mujeres, de trigos, de cosechas y otras noticias por ejemplo de quien
había fallecido aquella semana, un crimen truculento como el del
alimañero que mató a un dentista un día que regresó al hogar y
encontró a la mujer con otro. Por aquellos corrillos pasaba la vida
cada martes, el revolver de los ciclos, el girar de las estaciones
por el círculo del sol, que cambiaba los rostros y arrugas las
viejas heridas, pasaban los años mudaban las épocas. Eran gente del
común, sangre municipal y espesa a la sombra de la torre de la
iglesia. El reloj de sol empotrado en gran hastial cónico del
paramento de la iglesia de Santo Domingo debajo tenía un letrero que
decía:
-Tempus
fugit
Sonaban
las campanadas del mediodía en el carillón. La campana anunciaba
con su vozarrón noble que espantaba a las palomas y a los vencejos
revoloteando por las socarrenas del muro la hora del Ángelus. Los
paisanos que andaban abajo hablando de sus cosas y haciendo tratos
por los corrillos se quitaban la gorra en señal de respeto y se
quedaban mirando para lo alto del campanario donde extendía sus
brazos el Cristo. Mediodía la hora que come el papa. Vayamos a tomar
un chato en Casa Pinilla. Eso está hecho, hombre. Todo como en la
edad media. Arévalo es católico, noble y sentimental (la plaza se
ganó a los moros sin combate en un torneo a primera sangre entre don
Bernardo Serantes y el rey Abdelaziz) y pienso que cree en Dios
aunque no lo haya visto nunca porque fe es creer lo que no vimos. Don
Nilo se levantaba de la tajuela que compró como regalo de caridad a
los locos de Quitapesares que luchaban las acometidas de sus
paranoias con trabajos mentales, miraba para el cielo sumido en
un respeto reverendo para luego seguir la lectura de su autor
favorito don Francisco de Quevedo y Villegas El Grande y se metía en
otro mundo arrollado por la cadencia de su prosa.
Por
la puerta de Santo Domingo (Dios le perdone a don Nilo) vio en ese
momento a un teatino salir dando voces. Vaya por Dios pues las
gracias y desgracias del ojo del culo escritas por Juan Lamas el del
Camisón Cagado y dedicadas a doña Juana Mucha Montón de Carne las
firmó el poeta en un momento de inspiración y editadas por un
maestro ocultista: Daniel Lebrato y trata de algo tan humano como son
las ventosidades porque si no cagas te mueres y si no te pees no
estás a gusto. Caga el rey, caga el pato, caga el águila, y caga
el mulo que según come el mulo así caga el culo por
antonomasia. Peyose Colasa que suele hacerlo a lo
bajini atufando toda la casa. Nueve orificios hay en el cuerpo humano
y los nueve dimanan, o echan flojo sobre todo en las mujeres que son
sólo cañerías (vista, oído, olfato, el agujero por delante y el
agujero de cagar, estos dos últimos son singulares, los tres
primeros van en pareja y todos al de por junto empalman como el
último de los sentidos, el que posterior muere, que es del tacto)
aunque hay algunos que afirman la existencia de un décimo el
flogístico, el que llaman ojo de Ra. Ojo de Dios con el que los
imagineros paleocristianos representaban a la primera persona de la
Trinidad en forma de triángulo. Mas no entremos en teologías que la
liamos. Pulso de mi lira la más sublime cuerda canto a la mierda.
Según
don Francisco los más importantes pero muy pecadores son los de la
frente el ojo del culo es el más inocente y por él poco se peca
aunque a los de la cáscara les sea puerta del vicio nefando locus
horribilis. Que de los placeres sin pecar, el cagar. Sí caga alegre,
caga contento pero caga adentro. Y la mujer que un pedo suelta no
puede ser sino desenvuelta. Ese lugar por donde no daba el sol hasta
que llegaron los nudistas es redondo y bien trabado un círculo
perfecto de la naturaleza donde caben todos los signos del zodiaco y
aunque no es tan claro como los de la cara tiene más hechura… lo
tenemos tan guardado pringado entre dos murallas y amortajado en una
camisa, envuelto en unos dominguillos y envainado entre dos
greguescos que cuelgan como dos falderillos, avahado en una capa que
por se dijo béseme
vuesa merced por donde no da el sol y amargan los pepinos.
Sin
su reverencia no se puede vivir porque no cabe la posibilidad de un
ojo del culo que sea tuerto todos miran hacia lo profundo del cuerpo
del que expulsan cuanto sobra. Eso sí; es poderosísimo porque ha
muerto muchachos y marchitado yerbas. Es paciente y serenísimo,
jamás se inmuta aunque a veces lo agobie el picor de almorranas y
otorga un placer de los que no suelen desamistarse con ninguno de los
diez mandamientos pues no hay gusto más descansado que después de
haber cagado. Por eso cantan muchos coplas cuando desembuchan o leen
un libro cuando van a la letrina el tiempo de cagar es hora plácida.
Es docto y filósofo amparo de soledades porque se nace, se muere y
se caga solo, es tarea en la que nadie te ayuda. Y el buey suelto
aunque a él con la lengua no puede llegarse a no ser que seas
malabaristas. La mayor parte de los cristianos, moros y judías se lo
alcanzan con una teja o con la hoja de un periódico español de
ahora mismo que sólo valen para cumplir la noble tarea de limpiarse
sus miserias cada uno con los artículos de la prensa sural.
Le
cumplen nombres infinitos, llámenlo trasero porque siempre va en
retaguardia. Es la popa del barco que sufre las inclemencias e
injusticias de los temporales ayudando a la navegación de proa y
dando a la barca de san Pedro cierta estabilidad. Los dómines
latinos dieronle el título de antífonas por oficiarse siempre al
cantar de dos chantres porque juega a pares y nones entre las nalgas.
Le dicen trancallo los
asturianos porque es el portillo que tranca y abre la puerta de los
mojones y también manojo de llaves por lo redondo de su forma.
—
¿Hay
quien puje?
—
Tráigame
el bacín vuesa merced.
—¿No
hay quien dé más?
—Sí
don Artur Mas al que la boca se la hizo un fraile
—Pues
que se meta las pesetas por ahí el muy avaricioso y cretino
cabalino.
Son
provechosos sus mojones. Lo que excreta nos sirve de abono y luego de
alimento, en la naturaleza nada se crea ni se destruye sólo se
transforma como la energía. Y como el pedo suele ser cosa alegre que
sirve de risa y pasatiempo. El culo no suele meterse con nadie pero
recibe demasiados azotes y descargas y en cierto bares de Malasaña
hay que entrar con clípeo en el salvohonor pues ese ojo acullá
suscita miradas lascivas.
Julio
Cesar el emperador era aficionado a las peleas de gallos y hacía
durante el transcurso de las mismas, concursos de pedorros. A ver
quién pee mejor. El que más fuerte atronase se llevaba una corona
de laurel y cien denarios. Al Cesar tales competiciones le divertían
muchísimo.
Compañero
es del amor porque hasta que dos no hayan peído sobre un mismo
colchón no se tiene por seguro que haya habido coyunda ni
amancebamiento. También declara amistad porque con pedos los señores
suelen divertir a los amigos. Se dice por ejemplo que “soltó un
preso e hizo al culo alcalde”. De ahí le viene el nombre de
alfaneque de las tripas y redentor de gases cautivos. Fuesele una
pluma, irse de bastos, marchó sin decir adiós, señor de
Argamasilla cuando sale chilla. Quien se ha peido que huele a tocino
quien se ha cagao que huele a bacalao. Tú por tú que fuiste tú.
Tirarse
un cuesco es asimismo voz aceptada y muy extendida por seminarios y
conventos. Nadie sabe el por qué se confunden las ventosidades de
los mamíferos- la burra de mi abuelo también se peía- con el fruto
de los vegetales. Será por lo rotundos y la morfología esferoide de
la tripa cagalar esto es el ano. No vayamos a confundir el culo con
las témporas"
El
pobre Nilo escritor y periodista segoviano que en paz descanse no
tuvo fortuna en la ardua carrera de las letras y no lo hacía mal
sólo que le cayó aquella malaventura que enuncia la Celestina
"fortuna te dé Dios, hijo, que el saber no te hace falta".
El Propinas tuvo a los dioses en contra. Había vivido en Gran
Bretaña en los locos años sesenta donde había vivido sus aventuras
y locuras sexuales y regresó a España tratando de abrirse camino en
el bosque encantado de las musas. Es una selva más tupida e
impenetrable que la del Amazonas. Le ahogaron las lianas de la
desdicha. No fue profeta en su tierra pese a lo deslavazado e
impenetrable de sus escritos acertó en su diagnóstico de los males
patrios. Había comparado el movimiento Nazi Feminista con el
Apocalipsis y estas malditas mujeres del vientre seco y del odio
campaban por sus respetos. La Dobermana
andaluza rubia de bote y chocho morenote no dejaba de apretar sus
recias mandíbulas de perra con prognatismo contra el partido
españolista. ¿Perra o zorra? En cualquier caso la zorra no se
resistía a abandonar su madriguera. Andalucía era un nido de
víboras donde oda corrupción tenía su asiento. Habían perdido las
elecciones los de Susanita pero se echaron al monte. He aquí lo que
decía mi difunto colega allá por el año 78:
Tras
las conmociones del viernes de
Dolores
– las profecías empezaron a cumplirse en los meses que aguardan a
la gran traición- ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas
en sus instintos e institutos de venganza (give
me more).
Calixta la novia que tuvo neozelandesa con su cara de kivui y su voz
atiplada de cupletista pelirroja le gritaba aquella frase imponente,
Moisés bajó del Sinaí con las tablas de la ley en mano, y yo sólo
soy un pobre mortal, mientras hacían el amor en la scullery de
su piso con derecho a cocina junto a la estación de metro de Earls
Court en Londres. Oh Emiliano dame más. Me he quedado sin tralla “Me
dejaste a buenas noches”. Calixta criticaba la forma inconsiderada
que tenía Emilio de hacer el amor y su engorde. Se había comprado
unos pantalones en Marks&Spencer que le daban un aspecto
payasil muy holgados de cintura y desde entonces le puso el
mote de Emiliano Pantalones. Eran grises como la luz de
atardecer que iluminaba su penthouse de soltero en la
calle Jardín de las Flores entre Fulham y la Vieja
Brompton Road. Tenía yo ganas de huir y me uní al gran corro de la
desbandada. Me producía una cierta tristeza Ya verán predicas
incriminatorias, precitas instancias. El personal no quiere saber
nada de nadie ni de nada. No me cuente usted su vida y en ese grado
de insolidaridad estamos llegando a los tiempos del 36, cuando los
madrileños en aquel otoño sangriento se paseaban por la
Avenida del
Quince y Medio (Gran Vía) donde la zona de una de las aceras la de
Telefónica estaba batida por los obuses nacionales con un cartel en
la solapa que decía: no
me cuente Vd su vida, ya me la sé.
El amor en tiempos de cólera que dijo un cursi pero yo voy a lo mío.
Me siento al volante y tira millas. Venga radiales, duro que te pego
horizontes de encintado vial de raya continúa. ¿Te motiva? Es el
cansancio aquel que te afligía como cuando viajabas desde
Essex a Yorkshire. 180
millas en la
A1
en tu mini de color rojo. Parabas a tomar un café en un Vimpi y a
hacer pis. Cuando un pueblo es marrano, eso queda muy consignado en
los servicios de las fondas en el camino real. Y los ingleses son
unos cochinos, pero los franceses lo son aun más y los portugueses
para de contar. Todo el país es como si le olieran los pies. Huele a
Fátima y a milagro. A melancólicas cuerdas de fado. Cierto la
tristeza tiene un color no puedo hablar no me entienden, acaso sea
muda. No me cuente su vida oiga que es muy triste, no venirme con
milongas. Llevamos unos cuantos años con las brigadas del amanecer
haciendo de las suyas y no es el cartero que viene a traernos un giro
o una carta certificada sino el polizonte o el comisario que llega a
ponernos una denuncia y nos ruega velis
nolis acompáñame
amos anda... pero tú que te has creído... prédicas infernales...
ese doctor de las mañanas de la tele que debe ser del hopos pues
lleva años y años en antena no para de hablar de cáncer... harte
el encontradizo o el advenedizo que tú no te enteras leñes que
ellos piensen lo que les de la gana... tan tan.. ¿Quién? Abra. Un
registro. Es usted fulanito de tal.- yo soy Domingo García Sabell el
jefe. Tenga la bondad de acompañarnos. Aguarde que me ataco los
pantalones. ¿Puedo ir al baño? Pues tendrá que hacérselo por el
camino. Puro tramite. El del mosquetón que te observa por la mirilla
del mingitorio mientras que tú evacuas tu vejiga. Una triste saca.
Un maldito paseo al amanecer. Billete de ida al reino del iras y no
volverás. De los sencillos y de los torpes es el reino de los
cielos. Esa facultativa de ojos claros y el culo gordo que archiva su
ira y se pasa el día entero zampándose tabletas de chocolate.
Por eso el culo se le ha puesto como un balón. ¿Qué
decía vuesa
merdé? Reñidas
oposiciones, la vida combates es, y hoy tocan a fajina. El corazón
amante. Caballero a sus manos y señora a sus pies. Escucho en la
distancia el largo pitido del tren. Pican al timbre una madrugada de
aquel verano en un inmueble de la
Red de
San Luis y ya digo no es el lechero. Nos devoramos unos a otros. Nos
fagotizamos con tanta guerra civil. Fotos trágicas, el máuser en
alto. El mono azul y la guerrera postinera recogen mal los
abultamientos de los senos de aquella bella miliciana y un falangista
en la cárcel de san Antón se le escapó un piropo a la vista de su
verduga: niña, te quiero tanto que contigo en el pelotón no me va
importar acudir al paredón, será una muerte dulce. Subían hacia
Cibeles desde el palacio de Buenavista y de gobernación las
camionetas del ejército de la verdad. Un comisario se llamaba Dapena
y nos van a liquidar igual que conejos. Fue el que dijo: éste sobra
pues sí sobra claro que sí. Lo malo es que había mucho más jefes
que indios y los que maulaban y soliloquiaban que ya no se
les pone gorda. En los tiempos de la gran duquesa leonesa yo me
lo monto con la señora Marquesa, ale. La
Política no
interesa y el que escribió el estatuto prostituto se da aires de
compinche y fuego fatuo. You
dont tell me fibs.
Pero si eso es el placer de contra en eso precisamente está el
misterio y la maula. Mañana es domingo de Ramos y arranco para
Segovia de estampida. Mis huidas y mis circunvoluciones tienen
bastante miga. El skyline de la ciudad donde yo nací me tranquiliza
pero no es para ponerse muy sentimentales sino para precaverse.
¿Vienes pa muchos días? Sólo a las procesiones, Fuencisla. Las
hermandades, los cristos rotos, el entierro de los gascones, la torre
de san Justo proyectando su sombra en viernes santo contra la luna,
el rumor lejano de las aguas del Rasemir, el bamboleo de los pasos,
un cirio que arde y otro que se apaga al penetrar en la zona de
corrientes del azoguejo que nosotros denominábamos el arzovejo y al
decirlo parecía nos dieran azogue, porque nos entraban las prisas.
No es lo mismo decirlo como verlo. El diablo que aparece a lo lejos
con su tridente. La banda del regimiento marca el paso y los
gastadores estallan sus botas contra el cemento de la calle. Alguien
con voz de borracho se arranca por una saeta. Sin belleza no puede
haber misterio. Tampoco cristianismo se acerca la
Venus Victrix
la diosa triunfadora con su rozagante manto de Dolorosa que porta en
la mano un arrastrapeplos. Todo esta bien drapeado por el que hizo el
planteamiento pero en esta noche hay alguien que nos estorba, las
fichas parece que se mueven y bailan los datos pero todo en esta
atmósfera respira intensidad y tiene lo que los alemanes
denominan spanung.
La novela es un concepto musical y eso mismo lo tiene ahora mismo mi
ciudad. Me arrojo de cabeza, me sumo en el oleaje de los recuerdos a
la busca de una cierta congruencia y del hilo de la fábula. Las
trenzas de Ariadna y su rubia cabellera las llevamos recogidas en
cintas multicolores. Me multiplico, he de hacerme ubicuo y gozar del
don de la bilocación con que el Señor favoreció a algunos de
sus siervos. No he de tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder
la calma. Tengo que perderme en fárragos de burocracia mientras las
mucamas romanas esperan el autobús en la parada de mi barrio cuya
marquesina se ha convertido en objetivo de los gamberrotes. Lo
expliqué en un artículo que este vicio moderno de las tribus
urbanas se denomina clastomanía,
un vicio como otro cualquier, tan respetable, verbigracia, como la
del millonario que vive en los chalet de abajo, los que vierten al
río y que rebusca en los cubos de la basura y los contenedores,
aquejado del mal de Diógenes, acumular y guardar en el nido igual
que las cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar la cuesta de
los álamos subido en una bicicleta de carreras que seguramente no
mercó en la tienda, sino que es una de los muchos testimonios de su
pasión por la rebusca. Ser y tener. Tanto tendrás tanto valdrás.
Los romanos tenían una cierta pasión ordenancista. El papado por
ejemplo es una constitución carolingia y la
Iglesia como
la literatura y su pasión por los cilicios y las torturas mentales
un cajón de sastre. Luego vinieron a perfeccionar el sistema los
visigodos con sus corregidores, bailíes, paciarios y el uso del
sello y el balduque atado en cuerdas de cáñamo en los documentos
oficiales. Desde entonces todos los clérigos son funcionarios. En
realidad es lo que debieran ser los curas. Limitarse a su misión de
funerales, bautizos y matrimonios y poner nombres en los libros de
registros. Cuando se salen de esa misión específica ya empezamos
todos a mear fuera de sillico. Clericus del griego “kleros” que
no quiere decir otra cosa que patrimonio. Los límites son pues mucho
más modestos que nuestras pretensiones y si nos ciñéramos a la
línea, si fuésemos un poco más modestos, las cosas empezarían tal
vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es que hasta el siglo XVIII trono
y altar fueron unidos y no andaríamos metidos en equipolencias
tomistas ni de discusiones a gritos en las salas de grados. He dicho.
Quedó
Arije confundido después de la lectura de aquellos párrafos
póstumos y contundentes. Que nunca verían la luz de las imprentas,
condenados al polvo del olvido al rebujo de los altillos de su
biblioteca. Cuando él muriera o se mudara de domicilio, irían a la
hoguera o vendidos al peso del papel. Vanidad de vanidades. Mala
suerte tuvo Nilo. Mientras la radio coreaba consignas de la guerra y
caza del macho (la lucha de clases había sido sustituida por la
lucha de géneros que cuando él iba a la escuela se resumían en
tres equivalentes: masculino, femenino, neutro o epiceno y ahora todo
era lo mismo, rajitas y rabitos habían sustituido a los cristos en
las escuelas de párvulos) él bajo a la calle y se subió al viejo
cadillac destartalado que había comprado a un coronel americano de
la base de Torrejón. Lo tenía aparcado en una riera cubierto de
polvo y cargado de kilómetros y mandó al volante que lo condujera
hasta el cementerio de Brunete. En uno de los nichos que tenía un
epitafio que daba que pensar "nací, amé, luché, vencí,
perdí, morí ¿resucitaré el último día?" colocó un
ramillete de madreselvas. La sepultura la presidía una cruz latina
con cuatro palos a la manera rusa. Nilo dejó en sus mandas escrito
en un papel antes de suicidarse que quería ser enterrado por el rito
ruso, que durante el sepelio sonase la grabación de una misa de
resurrección que registró el año 87 durante una audición de onda
corta por Radio Sputnik. Una de las aficiones del segoviano aparte de
la literatura era el diexismo. Hombre profundamente religioso y
reverente Nilo era del parecer que el Vaticano quemó su mandato
divino y entregó al diablo las filacterias y las arras de su misión
sagrada en el mundo. Pero si Roma prevaricó el patriarca moscovita
se mantenía incólume en la doctrina y sobre todo en el esplendor y
boato de su liturgia. Arije pensó que esto era una extravagancia de
su amigo, no se puede cocear contra el aguijón, y que los tiempos
cambian.
Depositadas
cinco rosas en la tumba que guardaba los restos mortales de su amigo
en el cementerio campestre de Brunete al lado de los blocaos y
casamatas recuerdo de la cruenta batalla de 1937 la batalla de la sed
se encaminó as Villanueva del Pardillo donde uno de su pueblo Rufino
Vírseda fue hecho prisionero por la fuerza del general Casado. En su
pueblo le dieron por muerto y cuando se estaban celebrando los
funerales por su eterno descanso en la majestuosa iglesia de
Cantalejo allí apareció Rufino Virseda licenciado del ejército tan
pichi. Su habilidad y su simpatía de tratante le granjearon la
amistad del comisario rojo y se pasó la guerra enchufado en un campo
de prisioneros nacionales en Valencia. El pueblo trillero tuvo por
milagroso aquel suceso que fue comentado en las Siete Villas, un
milagro atribuido a la Virgen del Henar. El liberado colocó como
exvoto un retrato suyo de artillero que le tomaron en el Cuartel de
la Montaña al entrar en filas. Cada año en el último domingo de
septiembre acudía a Cuellar a dar gracias al Henar por haber salvado
el pellejo.
Los
violines sonaban ya a la hora del crepúsculo. El Dodge Dart que
compró a Rodrigo Royo tiraba millas subiendo la cuesta de
Valdemorillo acercándose a las dehesas del Escorial habitadas por
fresnos gigantescos de macabras figuras. Decían que desde una rama
de estos grotescos sauces la Dolorosa de Fuentelsaz le lanzaba
mensajes sabatinos a una supuesta vidente picaresca nacional. Arije
aceleró cuando el coche se acercaba a Prado Nuevo y escupió tres
veces. Los diablos se escondían entre las peñas y las zarzas
propalando mentiras y embaucamientos. Allí se acercaba gente sin
rumbo los desahuciados y en desdicha en espera de encontrar cura de
sus enfermedades y carestías. Los amigos de la Cuevas poniendo el
cazo a cuenta del fraude de las apariciones marianas se hicieron
millonarios y compraron pisos abrieron residencias de ancianos. Arije
que desesperado creyó en aquellos supuestos se pegó el batacazo. Un
sábado vio cómo una pareja fornicaba furiosamente al pie del árbol
de las apariciones preguntó al hombre:
—¿Qué
estáis haciendo ahí sinvergüenzas?
—Quiero
empreñar a mi señora. El ginecólogo cree que nunca se quedará
encinta, vientre, yermo
El
paisano miró para el entrometido con ojos feroces y prosiguió su
tarea ya casi a punto de terminar.
—A
ver, a ver—
contestó don Manahén por decir algo corrido de vergüenza. Pero al
volver la vista se dio cuenta qué horror que el furioso sátiro
empalmado desplegaba verga de casi medio metro dos cuernos de morueco
retuerto que le daban vuelta a la cabeza y no se apoyaba en pies como
los humanos sino en pezuñas. Era súcubo e incubo como reza la
tradición y la que estaba entre sus piernas no era la vidente sino
la alcaidesa de Segovia quien profesaba a Belcebú profunda devoción,
hasta el punto de encargarle una estatua para ponerla frente al
Acueducto, Arije dio un grito de espantó y huyó del lugar para no
volver más a Prado Nuevo. Había visto al diablo. Daba diente con
diente y no volvió hasta ponerse de nuevo al volante camino de
Segovia.
Aquella
garamalla sin mangas tejida de un solo hilo -Cristo se desvestía y
sus siervos y seguidores duro colocarse ropajes, uno encima de,
sotanas y dalmáticas, al año que viene en Jerusalén pero caminamos
de espaldas al monte calvario- abolía el orden viejo. Los ornamentos
de los dioses antiguos, de Júpiter Diana Afrodita y Baco
quedarían preteridos pero sus sacerdotes, sintiéndose desnudos e
incapaces de imitar al que pereció en la cruz en taparrabos, no
harían otra cosa en todo el tiempo que hacer mayor el cupo del
“indumento”.
Casi
me desternillaba de risa pero aquella hora de grandes acontecimientos
fue el tiempo de los sobresaltos y de las confusiones (yo creía,
pensé que; pues no señor al revés te lo digo para que lo
entiendas) y de las perplejidades. Nos anegamos en un marasmo de
sorpresas. Tú, Cristo bendito, viniste para confundir a los
mortales. Supuestamente quedaron sin vigencia las estolas las mitras
las cidarias el efod y todos aquellos ropajes que se ponían uno
encima de otro, negro sobre blanco, blanco sobre negro, para definir
oficios y categorías inciertas de flámines y peanes del mundo
órfico.
Degolló
nuestros principios sin espada.
— ¿Eres
tú el que ha de venir o esperamos a otros?
—Por
sus obras los conoceréis- respondió el Señor
Se
rieron dél, pero Él no vino a traer la paz al mundo sino un orden
nuevo con todo lo que ello implica: la destrucción de Jerusalén que
fue desmontada piedra a piedra y los campos adyacentes de
su pomerium
o arrabales, arrasados y sembrados de sal. Al pie de la cruz
escuchábamos el batir de los tambores de los soldados de Tito casi
tres cuartos de siglo de que aquel cerco se produjera.
—¿Y
no escarmentaron los judíos?
—Por
vida de Minerva, ¡qué bah! Son pueblo duro de cerviz, una alegoría
de la sinrazón y estupidez humanas.
Era
Jesús un revolucionario. Vino a los suyos y los suyos no le
recibieron; sin embargo no fue su obra atenazada por las tinieblas.
Resplandeció su luz venciendo a la oscuridad. Sus vestiduras
de ajusticiado por una de esas carambolas inexplicables que hoy
confunden a los soberbios (la potencia se hizo acto trascendente) y
se encendió el fuego de la gran luminaria que ardería por los
siglos de los siglos sobre aquel pebetero puesto que nadie será
capaz de destruir el amor, eligiendo a lo más despreciable y
abyecto del mundo, que de los rechazados y humillados y ofendidos
hizo él su piedra basal, en menoscabo de la soberbia y de la
confusión terrenales. Su doctrina no era de este mundo pero venció
al mundo con su evangelio.
Debió
de ser un revés para los sionistas mesiánicos. El libertador
anunciado por los profetas de Israel moría en el suplicio escoltado
por dos ladrones Dimas y Gestas.
No me vengáis con bromas ¡Qué guasa! Vino a los suyos y los suyos
no le recibieron ─la frase de Juan que luego leí incansables veces
martillea mis sienes─ mientras los mercenarios, puesto que no se
puede hablar de soldados romanos, ya que el centurión Cornelio, un
hispano nacido en Híspalis se negaba a crucificar al Mesías pero
ante la contumacia del sanedrín “tolle,
tolle, crucifige eum”
(quita, quita, mátalo) no quería que el pueblo romano se manchase
las manos de sangre y contrató a una partida esclavos sirios para
hacer aquel trabajo. Los soldados de Cornelio estaban cabizbajos
cuando se rasgó el velo del templo, hubo una tormenta, tembló la
tierra y oscureció a las tres de la tarde. Para entretener la vela,
mientras custodiaban al pie de la cruz, se rifaban con el cubilete
sus paños menores. Y cuando “cum
voce magnum”
expiró… sonó el consumatum est que
hizo temblar los quicios de la historia, huyeron despavoridos y
bajaban algunos diciendo por el monte Calvario atentándose unos a
otros para no caer debido a la oscuridad que se hizo en el cielo de
repente:
—Verdaderamente
este era el Hijo de Dios.
El
Hijo del Hombre salvaba al mundo en taparrabos. Semejante
desvergüenza ¿dónde se vio?
La
humilde túnica inconsútil era el símbolo del siglo futuro. El que
busca su vida la perderá. A ver queremos; un signo pues ese no nos
vale.
La
vida de todos los hombres por nuestra salvación se la había echado
el Inocente sobre los hombros a manera de chal cobijando sus espaldas
doloridas cuando, varón de dolores, al cabo de cinco mil azotes y de
72 puntas de cambronera que es el peor de la especie de los espinos y
la más áspera de las zarzas que horadaron sus sienes trepanaron su
frente inmortal quedando ensangrentados los mechones de su rubia
caballera y de su barba taheña ¡Ah que nos miraba a todos con
aquellos ojos dulces llenos de perdón! Del primer pecado de Adán
Él, varón de dolores, nos redimió. A mí se me hacía muy
difícil de aceptar, como romano, acostumbrado a mirar a los dioses
con un cierto escepticismo, ver aquel semblante de manso cordero.
Los dioses reinaban en el Olimpo para castigar y enviar
rayos y desgracias a los mortales. Si te enojabas con Júpiter, éste
te taladraba con su gario y te convertías en rana.
Con
los dioses no se juega. Antes de morir había que hacer mandas a
Esculapio y se ordenaba matar un gallo capón para que el dios de la
salud tuviese una fiesta allá arriba con sus amigotes y después de
expirar tenían que sujetarte la barbilla, abrirte la boca y meter
entre los dientes una moneda para pagar al Barquero. Tan mala
costumbre acicate de la codicia fue un pretexto para que en el mundo
antiguo abundasen los profanadores de tumbas. El oro era más
importante que la deidad y en facto es la única divinidad que rige
los designios. Oro, oro y nada más.
Fue
ofrecido al pueblo en espectáculo de befa. Un esbirro lo empujó
hasta la balaustrada y Jesús apareció en el enlosado del Lithostros
una caricatura de ser humano, un guiñapo.
─Ecce homo…
ahí lo tenéis, cabrones, hecho un guiñapo. ¿No os basta? ¿No
queríais que lo castigase? Pues le hemos zurrado bien la badana. ¿No
os dais por satisfechos? ─ dijo Poncio
— No
—
clamaron entonces los judíos.
La
chusma quería más sangre. Y contestó a la demanda del prefecto con
palabras terribles
—Crucifícale,
crucifícale, mándale al palo y caiga su sangre sobre nosotros y
sobre nuestros hijos.
—¿A
vuestro Rey queréis que condene a pena de muerte?
—No
es nuestro Rey. Se hizo pasar por hijo de Yahvé. Blasfemó.
Dada
la condición vil de la chusma, Pilatos tuvo miedo. Era el mismo
morbo, el de aquellos judíos soliviantados y nacionalistas, que el
que impulsaba a la plebe de Roma a cometer toda suerte de
desmanes en el coliseo. Quería ver la sangre a chorros de los
andábatas sobre la arena y que cantasen el himno. Ave, Caesar, los
que van a morir te saludan.
Ecce
Homo. Le habían colocado un manto púrpura sobre los hombros como el
que llevaban los locos por las calles de Jerusalén, pusieronle una
caña en la mano por cetro y así compareció. No lo condenó
Pilatos. Fue sentenciado a muerte por un tribunal democrático, por
mano alzada, que sometía sus veredictos a votación en la casa de
Anás y Caifás, sumos sacerdotes. Lo mataron los judíos. Pero la
perfidia de esa raza es alegoría de la condición humana, si se
quieren mirar las cosas desde un ámbito teológico, ajeno a toda
manifestación racial. Sin embargo, el pueblo elegido se convirtió
en pueblo errante. Nunca tuvo paz consigo mismo.
Roma
madre de pueblos ciudad del amor su nombre me retrotraía a aquellas
tardes de invierno en mi pupitre del aula de estudio pasando paginas
del Raimundo de Miguel el gran calepino mirando para la Mujer Muerta.
El aire frío de la ventisca se colaba bajo los ojos del acueducto.
¿Qué será mi vida Dios mío la estoy empezando? El busto de Tito
Livio me sonreía desde la portada del libro de tío Livio que don
Valeriano fue a comprar a la calle Barquillo y yo pasaría cinco años
en la Plaza del Rey habitando con el duende de las Siete Chimeneas.
Jacobo I de Inglaterra vino a casarse con una infanta la cual diole
calabazas, aquel rey moriría en la horca y su fantasma merodearía
por los pasillos. Allí estaba un banco y luego pusieron un
ministerio. No sé si habrá un registro de los hados que marca la
ruta de nuestros designios. Vida errante. Soy judío. Flavio Josefo
contó la destrucción de Jerusalén por las legiones de Vespasiano
en castigo por haber dado muerte al Inocente. El templo fue arrasado
y su velo se rasgó cuando el sermón de las siete Palabras. A lomos
de prisioneros israelitas el Gran Candelabro de los Siete Brazos fue
arrastrado durante cuatro mil kilómetros hasta la Ciudad Eterna.
Jerusalén, Jerusalén, que matas a tus profetas quedó convertida en
Aelia Capitolina. Fuiste señora y ahora esclava te condenaron a
vagar por el mundo. Vida errante. Me lo contó Vilicus uno de los
guardias que custodiaron la agonía del Inocente y al pie de la cruz
se jugaron a la taba sus pobres despojos las sandalias, el lienzo de
pudores, un peine con el que Jesús se acicalaba la barba, y no
pudieron hacer partes de la túnica de Xto porque era de una sola
pieza. Era el triste despojo de un profeta vagabundo que viajó por
Palestina sin dinero y sin impedimenta. Un tullido que se puso sus
sandalias se levantó de la silla de ruedas y empezó a caminar,
Longinos el decurión enjugó su rostro enfermo por la sífilis en el
paño de pudores que había llevado el Señor, aquellos santos
calzoncillos, sanó. La gente cuando se produjo el desenclavo y
bajaron el cuerpo de Cristo de la cruz quedó atónita ante las cosas
extraordinarias sucedidas aquella tarde de Viernes Santo en el
Gólgota: Las curaciones milagrosas y las resurrecciones
intempestivas vieron salir de sus tumbas a los muertos de los
cementerios y el propio centurión Cornelio cuando regresó a la
ciudad despues de aquel servicio se encontró a su esposa Camelia
dando gritos de júbilo: uno de los hijos del militar que estaba
enfermo y casi en la agonía de súbito se puso bueno, se le quitó
la fiebre y pidió punzón y tablillas para describir en el viaje que
había realizado — el galeno Mincio que lo curaba y el flamine que
le ayudaba a bien morir habían dado al joven por muerto el hígado
se le salía a cachos por la boca— y así pasamos la tarde pensando
en estas y otras cosas mientras contemplábamos la naumaquia y las
peleas de gladiadores.
Hay
que guardar silencio en el templo de Anguerota, la vestal que me
introdujo en el mundo del silencio. Séneca me enseño a dominar mi
concupiscencia desde el criterio de que el dominio de las pasiones
sobre todo la gula es el pórtico de entrada a la felicidad.
El
silencio es inefable puesto que la palabra a veces ofusca el
entendimiento y empecé a ver claro cerca del circo máximo. Los
gladiadores hacían músculo en un campo de entrenamiento cubierto de
grava. Olía a embrocado y a sudor. Los reciarios hacían movimientos
con la red, los andábatas extendían el tridente y un esclavo
subalterno les enseñaba cómo tenían que gritar ave cesar los que
van a morir te saludan. Un calificador catalogaba las posibilidades
que tenía el etíope Ursus de vencer a un tigre que le soltarían
media después. Se escuchaba el rugir de la multitud. Un sol de
justicia caía a plomo sobre Roma. Los luchadores ensayaban llaves y
estratagemas para derrotar en la lucha a su oponente. Un clavijero
que debía de medir dos metros limpiaba el “sanguis” o enseña
militar con un dragón pintado que abriría carrera de la procesión
de tres vueltas al ruedo y otras tantas prosternaciones ante la
tribuna del emperador. Vi a Nerón. Era un tipo rechoncho de ojos
grandes y nariz gruesa. Una diadema de oro orlaba su frente, llevaba
tres anillos de zafiro en los dedos y su aspecto era el de un hombre
vulgar de origen germánico. Estaba gordo y lanzaba constantemente
risitas y carcajadas. Bebía vino de Salerno y, antes de empezar la
función, ya estaba “trompa”. Un “signífer” o adelantado de
centuria trepó a lo alto de la columna trajana y soplando en un
añafil de plata tocó el clarinazo que marcaba el inicio de las
espectaculares “joci” circenses. La chusma enardecida vitoreaba
al emperador y gritaba:
Fuese
menester tener contento al pueblo y propicios a los dioses o no el
hecho era que ésta era la política de los emperadores. Arriba y
abajo. En lo alto estaban los dioses y el senado romano, abajo el
ejercito y el populacho. Por las gradas se veían sombrillas y
parasoles para guarecer del sol aquellas caras tostadas de los
libertos y el bello cutis de las matronas. Vendedores ambulantes
recorrían los vomitorios vendiendo agua de nieve y pepitas de
calabaza. Se cruzaban apuestas sobre los contendientes. Unos
apostaban por los que habían de perecer en la arena y otros por los
gladiadores victoriosos. Cantaban sus nombres y se proclamaban
“addicti” de su combatiente preferido. Unos apoyaban a Carneades
un griego con cara de matón al que le faltaba un ojo que pegaba
golpes certeros y ganaba todos los combates y otros a un tal Rufus
venido de Hibérnica que era el terror del Coliseo.
El
día de circenses las vestales tenían la tarde libre. Y algunas
acudían a los juegos causando entre la hinchada admiración por su
belleza serena y llena de quietud. La vestal maesa portaba una
diadema sobre la frente; la joya injerta en amatistas, diamantes y
zafiros hacía aguas deslumbrando a los espectadores. Uno de los
gladiadores cayó derribado por su contrincante cuando se distrajo
mirando para el tendido reservado a las vestales. Les daba escolta a
las jóvenes una cohorte de los más fornidos eunucos, algunos de
ellos provenían del Alto Nilo, eran númidas. Antes de entrar al
servicio del templo eran castrados previamente. También custodiaban
a las meretrices del harén del emperador. En el anfiteatro los
númidas se destacaban por sus cuerpos atléticos, y el rigor con el
que cumplían con su deber: mantener a buen recaudo a las vírgenes
consagradas a Júpiter de la lascivia del populacho. Violar a una
vestal constituía uno de los delitos más horrendos del derecho
romano, castigado con la pena capital previa emasculación del
delincuente. Una vestal tampoco podía ser condenada a muerte.
Permanecían encerradas entreaño. Al llegar las saturnales, sin
embargo, era quebrantada su clausura y salir a la calle. Se las veía
pasear por la Vía Apia arrastrando sus peplos y ricos mantos de seda
guarnecidos con as más ricas alhajas extraídas de las mejores minas
del imperio. Roma no pagaba traidores. La gran solidez y consistencia
que duraron más de seis siglos se apoyaba en la norma del derecho el
cual a su vez tomaba como columna basal dos conceptos: el “jus”
(derecho) y la “virtus”. Tuve yo allí un esclavo griego,
Andronicus, que me enseñaría las pandectas y todas las intríngulis
bizantinas de la casuística. Los hados y la superstición eran otra
característica que servía de base a su concepto sincretista de la
religión. Eran un pueblo práctico. ¿Por qué conformarse con un
dios único — aducían los flamines sacerdotes de Júpiter—
cuando la divinidad puede constar de tantas variantes en medio de una
realidad tan complicada variopinta y diversa? No hay respuesta. Sólo
sé que no sé nada. Lamentablemente, las religiones fueron la causa
de muchas muertes y peleas entre los mortales. Allá cada cual con su
creencia.
En
un rincón del anfiteatro aparecían despavoridos y sollozantes como
medio centenar de personas. Entre ellos había viejos mujeres y
niños, unos se mostraban temerosos y sollozantes pero otros
aparecían alegres y como deseosos de alcanzar la palma del martirio
en la boca de los leones. Iban a ser sacrificados por haberse negado
a quemar incienso en honor de los dioses. El egregio luchador
Silvinus Carassus parecía querer arroparlos, dispuesto a defender a
aquellos postulantes de una religión nueva predicada por un judío
llamado Saulo. El cual aseguraba que Jesús su maestro había bajado
del cielo para salvar a los hombres pero murió en una cruz (el
tormento más ignominioso para un romano) condenado por el consejo de
ancianos de Jerusalén para quienes era un blasfemo por haberse
creído hijo de Dios.
Vistoso
y abigarrado espectáculo el que ofrecía aquel recinto abarrotado
ocupado por una chusma ávida de emociones fuertes. Cerca de sesenta
mil almas contemplaban la arena desde los tendidos. Unos reían,
otros lloraban a causa de las riñas frecuentes y otros jugaban a los
dados. La ludopatía era el vicio mayor en Roma. Se jugaban a la
mujer, a la madre, las fincas, la casa y perdían hasta la camisa. De
pronto se notaba barullo en una grada. Dos espectadores se estaban
pegando en ese momento escupía el vomitorio un pelotón de soldados
que zanjaba la disputa a machetazos. Los juegos duraban todo el día
hasta la noche por lo que había que traer merienda. Se veía a
algunas mujeres comer a dos carrillos bocatas de jabalí o una
salazón de pescado que llamaban garium. Regaban la merienda con vino
aguado. Sobre todo las mujeres libaban de lo lindo. Apuraban las
“pocula” (jarros) Una matrona que le había dado al pimple más
de la cuenta se puso a cantar canciones obscenas y recitar versos de
Plauto se llevaba las manos a los genitales y exhibía los pechos al
aire por culpa del vino. La plebe empezó a silbarla y jalearla y se
preparó todo un espectáculo. Estaba beoda. Había consumido dos
cráteras — casi una cántara — de morapio de Lesbos que en las
“cauponae” (tabernas) se consideraba el más fuerte. El pueblo
se divertía con la vieja. Quería pan y circo. Nerón dio la señal
y un trompeta (el “tubicen”) soplando por la tuba tocó una diana
florida, saltaron a la arena, rugientes y en manada, los leones que
habían de despedazar a los cristianos.
I
VILLEGUILLO
UN HIJO DE LA PIEDRA ENTONA SUS LAMENTOS EN SEGOVIA (introito al
libro Hispania
Peccatrix que
publico en esta bitácora por entregas)
Yo,
Villeguillo, un pobre exarico, heterodoxo y perseguido por pensar por
mi cuenta y por la odiosa manía de cantarle a los poderosos las
cuarenta, he venido a esta ciudad donde me nacieron y escuché entre
el primer alhorre el vagido de los bustos parlantes y de las rubias
de bote que cuentan embustes, chocho morenote, el gran pipote y por
ahí debe de andar el pyreso
que es pirómano del periodismo de acarreo un tal Jáuregui
propalan infamias y dan a la historia violentos retortijones, para
purificarme en las aguas del Rasemir
y del Clamores,
dos ríos mierderos que abrazan a la población amurallada ¿Busco el
agua lustral en una cloaca? Estoy lleno de dudas al respecto. Puede
que sí, puede que no; según se mire. Mi vida ha sido un camino
sobre el filo de la navaja. Mis amigos dicen que tengo aires de
funambulero y, ciertamente, me gustaron las artes desultorias, aunque
no provenga de familia volatinera (mi padre era un sargento de
artillería) pero he sobrevivido a mis naufragios y busco los pecios
eróticos del barco del amor hundido en el proceloso mar de la vida,
cualquiera lo diría. Suelen darme yuyos cada cierto tiempo, me
emborracho como un zapatero, pierdo la razón y el aliento.
Convertido en una piltrafa humana un tipo gordo de poderosas caderas
con la cabeza chica me hago polvo a mí mismo y me convierto en el
risum teneatis de mis remilgos. Una mano me saca de los lóbregos
calabozos de Finsternis. Diosa del olimpo más oscuro. Yo soy el sol
y la luna el ser y la nada. La oscuridad que me persigue me haba
desde la cúspide y me grita:
-Manolo,
change
the tune,
esa melodía en clave de sol que acostumbras se ha vuelto rancia. Son
nuevos los tiempos. La polución del aire y la emisión de gases Co2
determinará el deshielo de lo polos. El mundo cambió mucho. Creo
que el que de tal modo parlaba era el ángel del Apocalipsis pero yo
estaba beodo y no creía demasiado en esos libros tan exaltados del
mosaísmo.
El
oficio de tinieblas se alarga demasiado pero Dios es clemente. Luego
me arrepiento y lloro los pecados de mi vida pasada. A causa de mis
debacles alcohólicas arruiné mis dos matrimonios. Pero surjo, me
levanto como puedo, sacudo las sandalias del polvo del camino y echo
a andar hacia la piscina probática. Acudo a mi pueblo a restañarme
las heridas y a contar la historia de un amigo que acaba de cometer
suicidio. Yo vine al mundo en la Puerta del Socorro frente al
Pinarillo y las cuevas de los eremitas que hacían penitencia mirando
para la airosa catedral, al de la cárcava donde se alzan los
estribos de la barbacana. Soy un mendigo de la palabra cubierto de
andrajos, mi piel en arumbeles taraceada de discursos democráticos,
frascas vacías que llenas de morapio yo eché al coleto pecador de
mí, barras de bares copas de aguardiente, cantos del urogallo. Fui
accensor y maestro de ceremonias de grandes propuestas que quedaron
en nada. Por eso ando a rebalgas por los caminos y veredas de la
desolada Castilla. Me río de los hideputas y cómitres de compaña
con los que vivo convivo y malvivo, machos burdéganos, padrea el
asno y monta a la yegua, nace el híbrido. Ahí se ahorquen mientras
yo gozo de la eudaimonía campos de soledad, castillos desvencijados
como el de Castilnovo del que era mayordomo el padre de mi amigo
Geñete, mi compañero de terna al que conocí después de cincuenta
años cuando fui a comer a un restaurante de la calle Brumen a la
trasera de la plaza de Atocha enfrente del Gran Hospital. Unas
navidades cuando regresó al mesón de menús económicos que Geñete
la había palmado por Nochebuena, Ya no beberé más del zumo de la
vida ni cantaré canciones de borrachos por las aleyas desiertas oh
qué buena herencia fue la que nos legó Noe, apuré el cáliz ya. En
adelante hay que estar al loro andar derecho cual vela y más sobrio
que un fiscal.
Yo
sostengo que un funeral irlandés es más alegre que una boda inglesa
porque ladraba silogismos el bueno de Boecio
y Simón
Estilita
seguía en lo alto la columna y era preciso saltar la burda. Días
faustos de cerveza, amor y vino y en las esquinas columnas
mingitorias. Toda una satisfacción el hacer pis en Fleet Street.
Para mí la mejor sinagoga y el más fervoroso convento son las
tabernas y lupanares porque en ellos se peca mucho pero no tanto como
en los parlamentos, los platós de la Telebasta o los basureros
intelectuales de las radios que instan al odio y la violencia. El
mayor santo de Israel el más alto profeta es un santo bebedor porque
para conocer el Verbo hay que estar borracho y abajarse a nuestra
condición de mortales pecadores. Dejemos a las estatuas de pacotilla
en sus hornacinas coronadas por un nimbo. Que no os engañen. Sabed
que los curas y los rabinos siempre dieron gato por liebre.
En
una ocasión tuve la dicha y la desvergüenza de mear desde la torre
del Daily
Mirror
como solía hacer su dueño el gran magnate y creso israelita Robert
Maxwell
que no se llamaba así en realidad tenía un nombre checo muy raro,
hizo fortuna vendiendo café instantáneo a las multitudes. El rey
del café nos meaba a todos desde lo alto lanzaba jaculatorias en
yidish que decían de los placeres sin pecar mear y cagar. Había
llegado a lo alto a la plenitud del ser pero dicen que murió
asesinado por agentes del Mossad por una deuda que tenía contraída
con la venta de su rotativo que no quería endosar el estado de
Israel; le cogieron mientras exoneraba la vejiga en su yate navegando
por las Canarias, andaba ya mal de la próstata el hombre. El rey del
chocolate el rey del porno Hefner Epstein el asaltacunas todos
adscritos a la lascivia de su perversa raza. El rey del chocolate
Porochenko que la preparó buena en Ucrania y así sucesivamente,
según cuenta un alhamel que fue arriero y espía por Kiev y anduvo
al trato con los de la sinagoga que mandan en el país, su mano negra
provocó la explosión apocalíptica de Chernobil. Y ahora se han
lanzado al ruedo en Cataluña. Tendrá que pararles los pies la
Legión a esos capullos,
Finsternis
estaba arriba mientras yo en Londres pelaba la pava un lecho cada
noche y una mujer cada vez pero no encontré a la mujer fuerte. Esa
es una utopía que nos narra el Eclesiastés. Lo que tenemos a punta
pala son uxoricidios, es el postre de cada telediario. Todos los días
cae alguna para gozo de los conspiradores y recochineo de la mas
media (bueno ya los sabéis lo que os quiero decir más media quiere
significar más mierda al candelero) todas esas machorras saliendo a
la calle los pechos al aire y minutos de silencio consistoriales
frente a la puerta de los ayuntamientos las redes jalean el caso para
el desmelenamiento de las feministas y el diablo se columpiaba sobre
la cornucopia de cobre, clamando a grandes voces que resonaban por
todo el monte de Betulia:
—A
que no me coges. A que no me coges.
El
pájaro loco estaba haciendo de las suyas jugando al escondite con
los pobres mortales queriendo implementar la gran frase del inventor
de la bomba atómica. Dios no juega con el hombre a los dados”.
Arije
se arrepentía de su pasado, había cometido demasiados errores y
desaprovechado todas las ocasiones. Leía los salmos y entonaba el
“Poenitet mihi” cuando llegaba septiembre y el planeta
conmemoraba el 11S fatídica fecha. Alguien escribió
sobre el lienzo de muralla que tengo delante de mis ojos y miro desde
las cuevas del Jibarillo por donde se pasea el fantasma de la madre
Sacramento reina de la raza calé. En la piedra angular de la muralla
aparece una inscripción que te hará temblar. Está escrita la
palabra Rache en latín.
ONCE
ESE
Septiembre
negro brancas y opérculos de las agallas del pez, llevo luto por ti,
veo chocar los trenes y se estrellan aviones contra un rascacielos.
¿Conspiración (Verschwörung)? Yo que sé. Estoy tan tranquilo en
el recibidor de mi domicilio, me acaban de arreglar la parabólica;
vino un técnico… quería cobrarme 510 € le di 200 y vas que
chutas democracia de ladrones. Por lo menos me libera Astra de los
labrados de cerebro de radio Macuto nos dan la vara.
No
tengo donde ir, ni oficina ni despacho, ni editorial, ni nadie. Estoy
dejado de la mano de dios aparentemente pero fijándose bien el
aserto noto que no es verdad. Interiormente me siento un elegido. En
libertad les hago un corte de manga a los capitostes mientras
contemplo la piedra de la muralla donde se estampa mi pasado mi
presente y mi futuro. Ese sillar romano frente a la casa donde vino
al mundo es mi bola de cristal. Por las ventanas geminadas se adentra
en la visión del Parnaso pero antes hay que hacer antesala en el
Departamento de Legrado de Memoria. Enséñame las manos. ¿Están
limpias? Te las acabas de pasar por la rabadilla, cochino pero al
menos no hay el estigma de la sangre. No mataste a nadie y no sería
por falta de ganas. En los matacanes de la muralla romana no hay
centinelas (stelzi) se han ido a la taberna o están en el cuerpo de
guardia jugando a la brisca. El centurión les observa con sus ojos
omniscientes, penetrantes. Fue uno de los miembros de la escolta que
estuvo en el Monte Calvario. Le ayudó a Longinos a portar la lanza
que traspasó el costado y eso le dio poderes mágicos. Roma caerá
en los brazos de la apostasía. El gran blasfemo, ese jesuita
usurpador que dio el golpe de Estado en Vaticano destronando al
legítimo, y dijo llamarse Pancho Culo Magno. Pasará a la historia
más por las dimensiones de sus posaderas que por sus encíclicas. Es
uno de los artífices de la gran confabulación. No sabe lo que decía
el doctor Freud que el cristianismo en su caída arrastrará al
judaísmo. No os iréis de rositas, cabrones. Quedareis sepultados en
vuestras maquinaciones del gran complot. Están matando la gallina de
los huevos de oro. Si este barco se hundiese nos iríamos todos a
pique… Impervidum
ferient ruinae.
El destino nos golpea. Contemplo sin descomponer el gesto los muros
de la patria mía que se están viniendo abajo. El verso es de Plauto
cuya poesía yo leí en un libro de viejo que compré en Arevalo
porque te digo parla que lo sepa que yo fui regatón o colporteur.
Mi destino era la venta de ocasión, un rotundo fracaso como todo lo
que tiene que ver con la literatura en estos momentos. A la plaza del
Arrabal y al atrio de las Angustias yo llegue escapando del mundanal
ruido cuando rugía la marabunta en los 90, escupido por el oleaje de
la gran corrupción. La defensa de mi patria y de mi religión me
convirtió en naufrago del sistema. A partir de ahí mi nombre se
agregó a la lista de los innombrables y malditos. El gulag
democrático adquirió proporciones gigantescas a partir del año 89
cuando mataron a Ceucescu y se declaró la guerra en Yugoslavia. El
ángel del mal envenena las aguas de los ríos de Europa. Luché
contra la impostura y me convertí en vagabundo sin suerte, en un
forajido de la escritura pues ahí nos las den todas. Mi derrota
contra las fuerzas oscuras sólo fue aparente. Los hechos consumados
luego nos dieron la razón y serán pocos los que me rechisten a no
ser que sea Peñalosa ese cretino de la Inter que se pavonea por las
ondas como un urogallo. La emisora ha sido vendida a los chinos y ese
Peñalosa es un apartida colombiano, mercenario de los micrófonos
que trabajó para el KGB luego se hizo de la CIA y ahora sirve a los
mandarines de Pekin que están comprando mi patria a cachos. Los
mandarines de la CEE: Juncker, la Merkel, Macron y toda esa patulea
de judíos han entrado a viña vendimiada con la apisonadora En radio
Vejestorio echan las habas, sus locutores parlan y cocean
contaminados del hedor de las sentinas mediáticas porque la mentira
habita entre nosotros. A veces tengo la impresión de vivir en una
charca bajo la tiranía de una mujer a la que no quiero pues me fue
infiel me insulta y me maltrata con desaires incontables. Nos toman
el pelo, nos lavan el cerebro, nos pasean en carroza y exponen al
ludibrio del mundo. Gracias a ellos supe que el profeta Moisés era
tartamudo, padecía de disfunción eréctil y su bipolaridad se
convirtió en crisis místicas, se tiró al monte le nacieron en la
frente dos cuernos como dos llamas, huyó al monte Sinaí y bajó los
derrumbaderos y recuestos de dicho monte a mata caballo por poco él
no se esguardamilla. Pudo hacer cacharritos con las Tablas de la Ley
pero esto no lo quiso Yahvé. Le brotaron dos cuernos radiantes entre
las cejas. Cuando el profeta hablaba al pueblo elegido:
—Mirad
estos preceptos.
—Es
un trágala — clamó una voz
—No.
Es el camino de la salvación. Si cumplís estos mandatos, iréis al
cielo. Si no, al infierno de cabeza.
―Viva
la madre que te parió — volvía a clamar la misma voz.
―Era
la de una mujer que estaba encinta de siete meses
Supe
yo entonces que los diez Mandamientos eran algo más que una película
en la que trabajaban Sofía Loren y Charlton Heston un matrimonio que
se amaba, amparados por la ley dentro de una tienda en el desierto,
donde el profeta y su concubina estiraban la alcatifa. La Loren lucía
bellísima con sus labios ardientes pero aquello sólo cine de sesión
continua. Now
I dont go to the movies any more.
Me
di cuenta de que no hay que creer demasiado en las cosas que nos
cuentan. Todo son películas y mohatras de zascandiles de Hollywood.
Las ranas siguen croando en las charcas de la mentira y del
pensamiento único que está en todas partes y a todas horas. Pilatos
llevaba más razón que un santo cuando se preguntaba sobre qué cosa
sea la verdad de un Cristo al que habían azotado los del Sanedrín y
vestido con la túnica blanca de los locos. Una pregunta a la que no
han dado respuesta los autores o, si la dieron, la interpretan desde
un lado parcial y acomodaticio como don Segismundo Freud el gran
profeta de nuestros tiempos. Si don Alberto descubrió la
desintegración de la materia don Segis dividió el alma en parcelas
y nos adentró en el mundo impenetrable del subconsciente. Este judío
vienés se la cogía con papel de fumar. Mascaba tabaco rubio y
quillotraba las grandes mentiras o semiverdades en el celofán del
psicoanálisis. Pufaba habanos que eran su fuente de inspiración.
Sólo a la lumbre de sus cigarros de buena vitola de Vuelta Abajo era
capaz de endilgarnos sus concepciones sobre los desvíos del
pensamiento y la psique de nuestra carne mortal. El hombre es un
mamífero que se mueve por dos cosas en la vida el reino de sus
instintos alimentarse y reproducirse. El dinero y la gloria como
subalternos o proyecciones de su gran apetencia genésica a la
deriva. El ser humano es un depredador sexual vino a decir siempre
dispuesto a la coyunda. Desconoce los ciclos de otros animales para
el apareamiento. El hombre y la mujer siempre tienen ganan. Metido en
harina de sus tabúes el lector de don Segis apuesta por matar al
padre o moneársela. Que bajo habéis caído, chavales, sois esclavos
de las bajas pasiones pero no os preocupéis ya no es pecado. La
homosexualidad a partir de él cobraría carta de naturaleza porque
uno la mete donde puede y donde le dejan ya lo decía mi abuelo. Se
abrieron pues las puertas carreteras del libertinaje, las cajoneras
de los confesionarios ardieron en enorme pira. Ya no es pecado.
Preguntaba
un quídam:
―¿No
será aquí donde dan pol culo?
―No,
señor, un poco más alante. Tiene que ir al Registro pero sólo
abren por la mañana de nueve a dos. Allí le darán razón. Si no
consigue la cedula eche la instancia y dirija un oficio al juez
Marlasca con el encabezado de Excelentísimo señor. Él administra
el Negociado de los Putos, el furor gay manda en España. Allí
pregunte.
El
funcionario le hará rellenar una ficha verde si es usted buharro y
roja si es bardaje. Y permítame un consejo al entrar en ese despacho
se pondrá un mandil en las posaderas o un detentebala a prueba de
cualquier ataque anal porque en esa zahúrda van todos los tíos
desnudos y cantando la canción de “por detrás me gusta más”.
Quedé
un tanto corrido con tales preguntas y respuestas pero la información
es la información y no sabemos en qué mundo vivimos. Las cosas han
cambiado mucho. Freud fue un profeta de los nuevos tiempos audaces
cuando todo es posible: la mariconería, Thomas Mann, Muerte en
Venecia, el parricidio, la rebelión feminista, los servicios
secretos, las logias, el Verschörung, la pederastia, los deseos
oníricos, las cartas a Einstein sobre la masa y la velocidad. Uno
descubrió la desintegración del alma y el otro la materia. Los dos
eran judíos supervivientes del Shoá. Don Alberto nos saca la lengua
y don Segis se fuma puro. Después de todo Dios no se pone a echar
partida con el hombre ni quiere jugar a los dados. Esas son mohatras
y añagazas del clero romano.
―¿Por
qué escribe usted?
―Para
espantar a mis fantasmas internos y a ver si se me pasa el hambre,
padezco gordura mórbida, me da por comer a cualquier hora.
―Pues
habrá que reportarse amigo.
―¿No
has oído que hay una virtud que llaman la templanza?
―Sí,
pero no es de mi incumbencia yo voy por otro temario aunque de mozo
era bien parecido. Les gustaba a las mujeres. Allá por los 74 tuve
una novia hebrea que se llamaba Percival y hacíamos el amor todas
las noches en la casa donde el Dr. Freud escribía sobre el
psicoanálisis. Un medio se acabaron nuestros encuentros y no volvía
a verla nunca más. Perduran los re cuerdos de aquel barrio que era
la aljama de los hebreos pudientes. Primrosehill se llamaba
LAS
CENIZAS DE LA CAMPEONA
Todos
desfilan compungidos ante el besamanos y los pésames duelos y
empatías por doquier te acompaño en el sentimiento su cuerpo
apareció yerto entre las peñas al lado de una botella de vino y una
caja de pastillas muerte voluntaria fue el veredicto nadie quiso
decir suicidio ¡hipócritas! Prefirió una muerte dulce en vino. Nos
matan de soledad de olvido de aburrimiento activan la maquinaria
del ninguneo enchufan el ventilador de la mierda sacan de las charcas
a las ranas cantarinas y a los sapos y luego llaman a las plañideras
y el besamanos se convierte en poseo importa mucho salir en
televisión un segundo de televisión ─ al butanito a Corbalán a
las viejas glorias olvidadas─, todos acuden al arrimo de los focos
desfilan ante el cadaver musitando la manida frase de qué buena era…
grandísimos camándulas brindada en conchas de galápagos un país
sin sentimientos donde todo es fingir España es un país de ex
frailes y de monjas es la lucha por la vida todos a trepar por la
cucaña y luego a retreparse en el sillón sobre moqueta dentro de
los muros de un edificio con bandera. Blanca esquiaba la nieve de
Siete Picos montañas del alma mirando para ellas pasó mi infancia
cono un gacela, ganó medallas y luego se olvidaron della. Troquel
del oro que hicieron oropel. Vivió el ostracismo el despecho el
ingrato olvido fue extranjera en su país. Mira ahora cómo lloran
todos estos en la querencia de un arrimo una donación y todos esos
gajes del oficio. Descanse en paz cuando el olvido aviente sus
cenizas sobre las peñas y la nieve del macizo central. Era una
carpetana una mujer cordillera.
BUFADERO
LA SIESTA DEL SÁTIRO
Desde
el miradero del Pinarejo con la mirada de la carne contemplaba la
torre de la catedral (ebúrnea y misteriosa piedra sin tiempo capitel
redondo dando cobijo a los vanos del campanario) alzándose sobre los
merlones de la muralla y el negro ciprés que besaba con la punta de
sus ramas… el matacán donde estuvo el aula de mi primer colegio y
la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la pata la
mesa para que escribiera con la derecha.
Vi
a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en
forma de cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al
relevo de la primara vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana.
Cerca de la plazoleta y el arco del socorro estaba el bufadero. Los
cierzos del invierno hacían concilio allí y se disputaban con el
ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo alto del
templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de
idolatría en la ciudad donde yo había nacido. Fue coronado el
emperador dios del Olimpo el año 34 Ad. Era invocado por las
congregaciones populares y su estatua incensada cada tarde por uno de
los flámines de turno que trepaba hasta su imagen por una escalera
colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a los pies de la
sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde
siempre oí yo decir que estaba enterrada gran parte de mi parentela.
El osario de los huesos desapareció a finales del siglo XV por orden
de la inquisición. Tibias y calaveras ardieron en la gran pira que
se preparó. Muchos de mis paisanos hablar por hablar desconocen su
historia y ubican la necrópolis hebrea donde no es. En las cuevas
del Pinarillo allí donde el Clamores abraza a la ciudad para casarse
con el Eresma se alojaron ermitaños durante roda la edad media,
hacían penitencia, se flagelaban y lloraban sus pecados frente a la
ciudad donde no podían entrar por haber cometido algún agravio.
Segovia pecadora magna peccatrix. Albergue de putas y de perailes.
Cuando yo era niño se alojaban en aquellas espeluncas tenebrosas
familias gitanas. Yo recuerdo a una gitana con el pelo negro subiendo
aguas al Clamores por el Camino Nuevo toda vestida de luto y en
alpargatas también negras como el mandil la cara cubierta de arrugas
y los ojos penetrantes de vidente hasta Santi Espiritu con manojos de
romero. Que ofrecía a los viandantes. Al que no le adquiría un
manojito le largaba una tremebunda maldición:
—Mañana
te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo
con la vela en la mano
A
veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien
torres de la ciudad tocaban a clamor… Qué miedo uy.
La
Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla
huíamos hasta refugiarnos en el regazo de neutras madres:
—Mamá
que viene la gitana Sacramento
Los
gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja
moraba en lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un
rotulo con la bandera de Israel y se canta la Hativka
algunas tardes pero no era un cementerio sino un eremitorio.
Caminaba
la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el
jefe de la tribu su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda
la cesta regresaban a su guarida pero allí donde aparece hoy día
una lápida con la estrella de David no había camposanto ninguno que
ya digo el verdadero lugar de reposo para mis antecesores que fueron
a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros cerca del
enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí
donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se
representaba en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito pero es un lobo
feroz. No le hagáis caso, alejaos de la botella.
Sklepos
y albacora
Duro
es el mundo pero esta mañana de verano misa de san Agustín mis
males lleve después de la avenida que anegó los campos de Valdemoro
me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce años como pasa el
tiempo. Umbral era Umbral. Le canto un responso mientras me zampo una
albacora de la primera cosecha de la higuera que planté en el
huerto. Chimenea y huerto soy feliz mientras miro para los muros
derruidos de la patria mía Segovia triunfal el gran cedro del
convento de las jesuitinas los merlones de la muralla por donde se
asoman los fantasmas de mi pasado todo son pesares y
arrepentimientos. La Virgen del Socorro desde su camarín engastado
en la veranda me mira con ojos maternales e indiferentes extendiendo
su manto protector sobre el barrio judío. Un rabino baja por las
escalerillas de san Roque con los doce panes de la preposición. Una
parida lleva las velas de la purificación el cantor ante la
congregación de san Andrés entona la Shema. En el océano de las
borrascas se precipitaron nuestras ansias y desdenes por causa de la
política. Suben y bajan los espectros (Wraith) el caballista Jurry
cabalga sobre su mejor alazán. Una recién casada alza el velo
“huppah”
y el mundo se hace de noche en espera del amanecer de los hijos. La
congregación entona epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo
salía… yo contemplo desde mi tabuco toda la estrellería que
ilumina el mundo de la edad media cómo era este barrio antes de
1492. Miriam que acaba de ser desvirgada por Jonás su marido en la
noche de bodas hace un baño ritual (mikveh)
se frota sus partes con agua de lluvia, el sacristán va de acá para
allá picando a las puertas de todos los miembros de la comunidad
clamando a voz en grito:
—Nos
ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde
en aquel instante la alegría por toda la aljama
Así
fue y así será. Me envuelvo en las filacterias del tefillot
bufanda de oración y lloro mis pecados que perdonará siempre Adonai
por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego sagrado
libamos de la copa del dolor y del vino eucaristía. Señor bendice
este zumo de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre
(kidush)
amen… amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra
salvación (pikuah
nefesh)
pues para salvar vidas y no para destruirla fuimos puestos los
judíos. Somos los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón
nos agrada decir shalom. Que esa palabra esté siempre en nuestros
labios amin… amin. Todo es perecedero y extinguible pero los
hombres van de acá para allá en una Poriomanía incansable buscando
la tierra prometida somos trotamundos viajeros peregrinos en esta
vida devorados por los félidos tigres leones gatos y alimentados por
los solípedos. El mundo se divide en buenos y malos y en animales de
garra y pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído
al parche y ojo al cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se
duermen todos los tordos al sur. S
k l e p o s…
dura y áspera es la vida misma… este adjetivo griego es un
monograma que vale para definir cómo es la vida entre españoles
envidiosos desalmados indiferentes ladrones y escoliastas. I
am a dangling man.
Vivo
colgado de una percha subido a lo alto de una columna como Simón
Estilita. Vivo dentro de un arco formero y mi punto de apoyo es un
ladrillo sardinel pero como soy algo escaro y tengo una pierna más
larga que otra y se me hinchan los tobillos piso mal y me fatigo
cuando me atrevo con largas caminata tú me dirás, Rui Blas. Sé
manejar el escardillo y el almocafre
De
tanto empinar el codo yo padecía prurito vesical y mis canales
urinarios ardían en el escozor de la ascitis. Por tu uromancia y
poliuria yo te conjuro beberás aguardiente de olivo. Triste destino
el del borracho. He sido un patoso en todas partes, perdí las
grandes oportunidades. Nada me salía a derechas. Un día quise
abrir una librería de lance en Canterbury pero el arzobispo me dijo
que no era buena idea. Un pub en Londres sería más rentable, hijo.
Los libros no los quiere nadie. El ángel de la muerte que odia la
verdad y el consuelo derramó su copa de acíbar sobre las páginas
de los grandes textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y
a la hoguera fueron las enciclopedias y los grandes tomos de
psicología pero en la gran almenara sobrevivieron los textos
mediocres de Julia
Navarro
esa que ayer parlaba en la Cope
con el Calvo
de los Halagos
un tal Expósito que no ha soltado aun la chaquetilla de camarero a
ver qué va a ser los señores, pues la Julia, hija del Yale, pare
más que una coneja, inunda de títulos los booksellers
de los estantes de estaciones y aeropuertos. Es una designada, una
elegida. Ellos los de la mafia político-literaria se hacen la ola
unos a otros y el resultado de la maniobra no puede ser más cretino.
Vivimos en un mundo endogámico yo me lo guiso y yo me lo como. Son
los hijos espurios del franquismo, trasvertidos de generalísimo al
revés, toreros de salón americano y cócteles en el Palace. Así
que la hija del Yale
rotula una de sus execrables títulos con el predicado "No
matarás" y no se acuerda de que su padre el maldito cojo de las
columnas de "Pueblo" tiró un día en Toledo a su madre por
la ventana. Muerte a los filósofos. Venían con una tea los
seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la blandían sobre
los campos y las torres de las ciudades que se incendiaban, el fuego
arrasaba las plazas y las campanas de todas las villas tocaban a
muerto. Arson
Luminia
es la compañera de viaje de Finsternis
la deidad del amor oscuro manipula tortillas estériles como Safo.
La informática a la cual di muerte era de aquel gremio. Cave
canem.
Cuidado con el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos
se han hecho periodistas y tertulianos o tertulianas melena al viento
bellos palmitos hermosos rostros que esconden el alma negra cuajada
de fealdades de mentiras asesinas. El asno de Balaam rebuzna por las
esquinas. Al gran jefe se le ha puesto cara de trasera del
trolebús... a face like the bus of a bus, decía mi querido suegro
mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un cementerio de Dagenham a llevarle
crisantemos. Es el mejor inglés que conocí. Su esposa se llamaba
Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por apellido Escolex,
abollonado de cara y corto de vista. Al mirarle yo me daba cuenta de
que soy una escolopendra y que mi mente es un ciempiés. Dares y
tomares. El marqués estaba en la sombra la mirada alzada hacia el
horizonte y la espada en su mano pues la necromancia es un arte del
demonio. Mucho se practica en Valladolid. Allí viven españoles de
poca sustancia huéspedes del Gran tornadizo que los inviernos van a
la iglesia no por devoción sino para calentarse en las estufas
templos mixtilíneos donde la Virgen se confunde con diosas de la
antigüedad.
La
contemplación de Segovia que es la ciudad del mundo que más se
parece a Jerusalén. En ella yo nací por desgracia bebía agua en la
Fuente del Tornadizo. De niño mis padres quisieron llevarme a
Quitapesares un manicomio que estaba en la carretera de la Granja de
San Ildefonso porque observaron rarezas en mi conducta, siempre tenía
ganas de comer, fui un niño gordo maltratado victima del bullying
al que le gustaba la soledad, muy impresionable, que tenía ciertas
manías y una viva imaginación, me sobaba las manos y daba vueltas a
los palos que encontraba en el patio del colegio y jugaba con las
ramas de los tilos que se venían abajo partidas de brisca. Recordaba
aquellos tiempos y mis ojos se extendían hacia la vaguada del
Clamores de donde se podía obtener una buena panorámica de la
muralla, dando gracias al altísimo por estar vivo, porque huí de la
cola del león siendo cabeza de ratón, no me enchironaron aunque los
malditos quisieron darme por culo pero yo no me dejé. Detrás estaba
la catedral. Vi un gato negro acicalándose en uno de los merlones de
la muralla romana. Estaba justo delante del tejado de la casa donde
yo vine al mundo, mala señal, tuve miedo. Me habían pasado muchas
desgracias en la vida y en el fulgor eléctrico de la mirada de aquel
michino me hacía pensar en desdichas. Leí en ellos mi sentencia que
era sufrir y padecer de por vida. Lo tenía bien asumido. Aquel
felino era el símbolo de la indiferencia con que me recibía la casa
donde yo nací y por los ojos del gato se asomaba la ventanera de mi
madre que me parió primero y luego me maldijo... no perteneces, no
estás en el grupo, no eres de los nuestros. El gato negro da mala
suerte pero mi miedo se trocó en espanto a los pocos días cuando
marché a Galicia un balneario para recuperar mi precaria salud me
crucé con una meiga que me escrutaba de arriba abajo. Bajé
corriendo por las escaleras del hotel, salí a la calle, corrí
despavorido por una calle larga jalonada de casas de piedra. Un coche
con matricula francesa se paró a mi vera. Oiga buen hombre me puede
decir donde hay un banco para cambiar moneda... son las cuatro la
tarde de un viernes y las sucursales bancarias han echado el cierre,
mañana es el Día de la Virgen... un extranjero un hombre muy grande
un indio de raza aria asomó su cara espectral por la ventanilla y en
un movimiento rápido me arrebató la billetera que yo llevaba en el
bolso del pecho de la camisa veraniega. Fue un visto y no visto.
Cuando me quise dar cuenta el rumano o lo que fuera había
desaparecido. Corrí despavorido en una búsqueda inútil, alcé la
vista y me topé con la mirada espectral de la meiga que nos estaba
observando desde un balcón. Grité: "señora, al ladrón, al
ladrón que me robó". El espectro cerró la ventana de la casa
de piedra y me lanzó su maldición... ainda
etoufes, neno.
Su mirada era muy poderosa y quemaba casi con más poder y furia que
la del gato negro. Los ojos de la meiga eran los ojos del basilisco.
Conjuré mi inquietud aferrando las cuentas de un rosario que siempre
llevo conmigo... Sálvame Virgen del Carmen. Nunca podré olvidar
aquel atisbo de la saludadora galaica que llenó para siempre mi vida
de inquietud. En mi cartera llevaba unos cien euros. En hora menguada
pasé por el lugar un día de agosto cuando España se convierte en
cueva de ladrones de peristas carteristas, violadores y expertos en
el arte del latrocinio y del tirón. No es fácil vivir bajo el yugo
férreo de los mangantes. Nuestros políticos reenvían buques de
guerra para recoger emigrantes del Aliyah invasora que cruzan el
Mediterráneo con plegarias a Alá. La cimitarra sarracena se mecerá
sobre nuestras cabezas despues de los versículos al alcorán, tras
la alcatifa y el Ramadán, los sermones del papa Interpuesto ese
judío argentino que a España le hizo tanto mal. Es la hora de los
mangantes. Manda en la calle la apisonadora de la mentira y hay mucha
angustia en los corazones. La tele es una maquina de dar por el culo,
cloaca de inmundicias y zafiedades. Machaca nuestras meninges con
consignas, activa el miedo. Después del incidente de mi encuentro
con el rumano que me robó no tuve más remedio que refugiarme en el
ribeiro. Me bebí litro y medio y me puse coloquial y parleto. En ese
estado de euforia yo perdono a todo el mundo. Cuando subí en el
ascensor de mi hotel me miraba en el espejo para saber si mis ojos
estaban brillantes y echaba el aliento en el espejo del elevador pues
todo mi afán era procurar que mi mujer no advirtiese que había
libado de lo mío por el aliento. Advierte el Talmud que la
borrachera es cosa de paganos. En eso no estoy de acuerdo pienso con
muchos judíos que el legado de Noé es una de los grandes cosas de
esta vida porque cuando no hay remedio litro y medio.
Si
los niños callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen
las mentiras de los microfonos las palabras al oído de las planchas
masónicas prometiendo progreso y dejanto desolación. Busco en los
recovequeos de mi existencia aquellas corresponsalías en Londres y
en Nueva York fui un elegido de los dioses un angel caido en el barro
democrático. Hube por descontado mis maestros y epigonos que
abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio
Suarez un falangista hijo de un médico de Dailiel al que los rojos
fusilaron en una uneta un dia de niebla de noviembrew a favor de la
oscuridad y de la niebla pudo huir y refugiarse en una alquería
donde le lavaron las heridas y por Somosierra se pasó. Era un hoven
periodistas de flamante pluma al que sus jefes enviaron como
coresponsal a Budapest. Yo fui el ultimo de aqyuella brillante saga
eñ mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le
cupo la gloria la gfracia y la desgracia de conar el holocausto o lo
que sdicen holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y
diretes y crueldades de toda la guerra pero el angle del mal se
surve de aquel incidente hustorico para acabar con el drama de la
pasión del Señor. Llegó a la ciudad más bella de Europa en un
flamante Volkswagen con escolta de soldados alemanes. Y asistió a la
destrucción del bello enclave magiar que había sido sede europera
de toda la judería y donde los judios habían podido convivir con
los cristianos sin fricciones. Las fortalezas volantes
norteamericanos acabaron con aquella buena relación. Lavalia en la
cidad valia muy poco. Por unos pengos podías comprar un
salvoconducto, una mujer por una noche y tres bocadillos de
salchichas. Que no me vengan con historia. Yo cerré la tienda de
aquellos proceres del periodismo en Nueva York. Cuando el gran Filipo
blandía `puños cerrados en Manhattan y amenazaba con emviarmps a
topdos a un campo de concetración o fusularnos. Tenía como adlatere
a Maraña que me insultaba cada vez que podía. El odio rojo les daba
vitaminas, pero no eran moscovitas. Venían criados a los pechos de
las principales universidades californianas
Ahora
contemplo la magnifica visión amurallada de Segovia desde la
Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me atenazan los
recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los
mandilones dicen que allí estaba el cementerio hebreo pero no es
así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los Huesos en lo que
era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta a la
tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y
más israelita que san Melqisedec cuando hasta hace poco nos corrían
a gorrazos y ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me
exaspera, yo he venido a contar la historia de mi amigo Manahén
Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo
menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos españoles.
También nacido por estas veredas en la que llamaban la Casa de la
Troya. Debía de ser algo pariente del gran Tacaño y se emocionaba
cuando leía el Buscón y narraba a sus amigos las aventuras del
Domine Cabra un segoviano típico. Segovia "peccatrix"
pecadora y cicatera. ¡No te jode! Y tan pecadora que aquí no cabe
un tonto más. Le han erigido un monumento a Satanás. Mis paisanos
escupen las arras. Nací en esta ciudad de acarreo, tierra de
perailes, gente del bronce y de la hoja, y de tusonas, mulas del
diablo y barraganas de curas y frailes. La vida me hizo mostrarme
escéptico de ciertas solemnes verdades que se fueron por la posta,
pero no soy mala persona, creo, hasta ahora no maté a nadie. Sólo
soy necio e inconsciente, iluso y algo bocazas. Por eso, he venido a
prosternar mis huesos ante el clemente Zeus tronitonante, Señor del
Olimpo, padre de todas las creencias, de todas las religiones, cuyo
decálogo en piedra bajó desde las cumbres del Olimpo: que Alcorán,
el Candelabro y la Cruz se junten pero todas ellas a los pies del
Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo
difícil porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la
divinidad y ahora en el Vaticano están hechos unos zorros con eso de
que obispos y cardenales sodomicen en sacristías y confesionarios a
los niños de coro con todo y eso el pobre Villeguillo, vagabundo
segoviano, no renuncia al legado cristiano— demasiado viejo para
cambiar de religión—, sin perder de vista la tradición y el
testimonio de los mártires, que conectaron el Nuevo Testamento con
el Antiguo y el fervoroso politeísmo de los dioses oscuros. De todos
ellos venimos, en todos ellos nos miramos y a través dellos
escuchamos la voz del Criador que es polifónica y habla de mil
maneras y en diferentes tonos a los mortales. Que enmudezcan los
púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren al suelo sus mitras y sus
báculos episcopales los jerarcas perversos y alcen la vista a los
cielos de donde nos viene el resplandor de un dios más humanado.
Zeus se convirtió en Cristo. Aunque el Rollo de la Ley de mis
mayores nos avisa:
—No
derramarás sangre ni semen.
—Bah,
eso de la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el
diablo encaramado a lo alto del acueducto, mientras se trataba de
beneficiar a la alcaldesa. A Belcebú le vuelven loco un culo grande
y unas buenas "domingas" por otro nombre tetas.
—Pues
si no hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba
por aquellas fechas de haber dado al traste con la unidad patria.
Me
subi a la alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato para
viajar al presente y al futuro. El pasado es muy negro. Estuvoi
teñido de sangre em esta ciudad pero es así como se construye en el
eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo mis tiempos de
corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con unas
pocas librois en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de
traje seis mudas un abriho algún libro de rezos y mi maquina de
escribir. Yo era un bohemio. No tuve la suerte de mi colega antecesor
Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito en el cuadro de honor de la
vida
En
lo alto del puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba
colocando o a lo mejor se estaba haciendo una gallarda el tío
guarro. Lo cual que por causa suya España iba de cabeza. Regresaban
los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta. Había vuelto
glorioso a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo
cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro.
Pero a España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora
un himno a la desventura. Pulso de la lira la más sublime cuerda y
canto a la mierda. Pues eso, allí donde están las cloacas del
poder.
Es
lo que hice toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas
y lupanares, adiciones a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy
digno de colocar sobre mi cabeza el manto de oración y la tánica
pretexta de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla
derramada de tantos años de perdición, pero sobre todo por la
sangre: maté a aquella archivera que me estaba haciendo la vida
imposible, sus insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y
oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué
tal andas, chati? acabaron con mi paciencia pero no seguí las
enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor,
nace amontonado con la mierda y a la mierda vuelve entre estertores.
¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de
gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo,
recuerda la paz de esta república que mediante la bondad, la
sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza de la serpiente,
colócate el manto de oración sobre tu mala cabeza y cíñete al
cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el
chaparrón. Recuerda que tú eres de la casta del ligur Silvinus
Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint
lumbi vestri praecinti",
ataos los machos para defender la verdad.
—Eso
son sólo palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar,
suplicar, abajarme escuchar el silencio de los corderos hasta que
rompiera el alba con su esquila de luz de las mañanas. Es lo que
hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que me enajena. Mis
enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede que
lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos"
de haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi
fe vacilante en una vida con no pocas vueltas y revueltas que no fue
nada circunspecta a causa de incomprensiones, persecuciones y
sufrimientos.
El
diablo mueve la cola y amenaza con tirarme desde el pináculo del
templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe
pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del
postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un
pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto:
Parce
mihi Domine, parce mihi.
Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de Publio
Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de
Cesar Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que
mecía los pinos me traía fragancias de un pasado al que viajo con
frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de tambores y
flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de
manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que
acampaba en el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo
penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi
tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a
mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma manera que yo
acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la
ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo
que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas compañías,
era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó
bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la
competencia echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter,
por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a esta
afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas
al diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo
blanco) la
miruella
como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la
cual de
mayor conocí cuando tenía 45 años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo
la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar.
Me dediqué vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del
convento de jesuitinas que dio sombra a la infancia lo habían talado
os mancipes dendricidas y poco avisados.
Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo. Preguntas
sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí
perdido constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos,
cantamos y como si nada; el dios pone orejas de mercader a las
súplicas. Se desentiende. Zeus mora en otra esfera, nadie sin su
permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo mejor que ese día
estaba de mal café o no se había traído el sonotone.
En mi mente el mosaísmo, el islamismo y el cristianismo se conjugan
pero antes de que vinieran las aparecidas y de que el apóstol
desembarcase en Padrón en una petera de piedra los dioses familiares
presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de biblias en
verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab
Urbe condita”
Tito Livio impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca
viva de la cual manaba un raudal de agua brava, las que se despeñaban
desde Peñamellera. Soy un pícaro un filosofo un historiador, no sé
lo que soy, pero estoy al tanto y el que avisa no es traidor, un
gnomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay barreras ni de
espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios, que todo lo
toco y todo lo ve, émulo del Gran Piscator, lucho contra los malos y
aunque a veces haga partija con Belcebú no soy uno de ellos. ¿Doble
agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más todos estamos.
Pues Segovia como Puente Perin, como Barahona, Brañosera en
Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas
de Cuenca es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio
coronar con la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron
garrote a mi amigo don Pablos que subió los peldaños del patíbulo
con mucho senequismo y humor negro, rayano en el cachondeo, porque al
jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza, que a la
próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas
“porque no todos tienen mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en
anfiteatro espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los
pies de Cabra hacía a pelo y a pluma después de cubrir a la
alcaldesa por detrás fueron desfilando los ediles y de las ediles y
ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque lo suyo fue siempre
engañar y fornicar.
El
padre de la Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo alto
del entrecuesto o cacera que por arriba del acueducto. Escuché a una
bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de rodilla y me besas
el culo:
—Tente
que te unto
De
su boca desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La
consigna de aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue
“tente que te unto”. La señora Calvo viceministra se quedó
entonces en pelota picada. Por delante el bosque de Bolonia
entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con
templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el
de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los judíos
tenían la tranca de la demoscopia en la mano y así no hay quien
pueda, claro. Siempre será lo que ellos digan pues tente que te
unto. Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del sistema
electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo.
En los días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las
cornejas. Tente que te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso
como dios manda, has de andar derecho como una vela y a callar,
ojito.
Conjurote
sal y cilantro
Por
Satanás
Por
barrabas
Por
san diablo que puede más
Y
este bálsamo de Ruibrás
Que
esta noche quebraremos el cántaro
Y
serás mía
Tente
que te unto
Mi
coño en tu barba
Debía
de ser la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el
diablo con el unto de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas
mágicas se volvieron transparentes, espíritus puros y empezaron a
volar que parecían aves de mal agüero. Los cielos de Segovia
estaban cargados de ominosos barruntos pues la diablesa de la
alcaldesa no paraba de decir “tente que te unto”. Un grajo
infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos a la
estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del
Acueducto mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco
hablaba y yo le escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos
abajo a la Virgen Pura. Acabemos de una vez con toda la cristiandad.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El
maligno que contemplaba el atropello encaramado al arco más alto
reía mandíbula batiente, luego empezó a ventoseare, sus discípulos
hicieron lo mismo y todo el infierno estalló en risas y en pedos del
Ángel caído. Durante casi media hora toda la plaza del Azogue olía
a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan profundas, de una
violencia tal que los segovianos compungidos salían a las puertas de
sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la
alcaidesa dijo:
—Os
pasa por judaizar. Ya sois míos
En
la plazuela del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto
discurso los políticos marranos y los falsos obispos no paraban de
sermonear, de dar explicaciones (ocurre siempre en todas las crisis
nacionales; las esquinas se llenan de plañideras compungidas y de
hermeneutas que tratan de explicar lo evidente, estamos todos hasta
los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo evidente
era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro
perdió la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo
hizo esa profecía: el acueducto se vendría abajo. Que otros
salmodien y prediquen y yo decía predícame cura predícame fraile
por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los que
tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y
sudorosos y entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón
Cantimpalos. El mesonero estaba a la puerta, era un señor gordo y
calvo fumando en pipa. Los operarios de la demolición se pusieron
ciegos de tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir
se desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde irá el
buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene
vuelta de hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de
siglo un deletéreo afán de venganza Segovia ha dejado de ser
cristiana, se ha convertido en Aelia Capitolina. Al pobre Felipe VI
El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como era
un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las
faldas de la griega la hija de la Federica, no vaya a ser que metamos
la pata, hijo, no conviene malquistarse con los judíos tú a lo tuyo
y a celebrar todos los años la fiesta del Holocausto pues no quemó
al escultor infame que le hizo una estatua para ser quemada en las
fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes cobardes y dominados por la
parienta o con complejo de Edipo son despreciables e inútiles para
el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus súbditos.
Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar
el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los
estatuarios malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este
paso pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y
el libelático obispo Zapatones había firmado las actas
—Parecéis
oro obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo
Ursicinio el Pecoso con aires de desafío.
Todos
se encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y
profecías. Allá ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al
loro. Villeguillo muy triste por aquel espectáculo volvió grupas y
salió de la ciudad por el puente de Valdevilla que le vio nacer y
jugar de niño y por donde pasaban las legiones del emperador con su
estandarte enhiesto y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La
casa y el barrio había sido arrasada por los judíos, también
profanaron una imagen de Santa Bárbara que alumbraba en las noches
los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a fondo en aquella
ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la conversa
cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio con su
capellán que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los
altares y lo bajaron no sé si a garrotazos llama de amor viva
inflamado de amor divino:
—De
Segovia ni el polvo las zapatillas.
En
aquel instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más
a la ciudad de la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis
paisanos siempre fueron un poco recontrajodidos.
Todos
al santo y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”,
consigna de los degenerados de la oclocracia. Aquí lo importante es
ir tirandillo, sumirse en las andaderas del buen rollito.
Retumbaban
las voces en el transistor del coche, tenía conectada a la Cope pero
aquellas voces venían del más allá, clara advertencia al llegar a
Segovia. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre de la catedral,
alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales cuando de
repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz
del radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno
rendimiento de decibelios, entonces la tierra tembló, vio abrirse
una zanja junto a la carretera del empalme de Revenga con Campamento
de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador muerto de miedo y en la
rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una procesión
lúgubre de resucitados. Un fraile fallecido hacía quinientos años
encabezaba el tétrico cortejo. Cantaban responsos, kadishes y
lilailas y pude percibir con disposición armónica y buen concento
las estrofas del Dies Irae. Acordeme entonces de que yo podía estar
viviendo pasajes del Viernes Santo. Las profecías se cumplieron. El
tropel de los difuntos avanzaba con paso firme hacia las campas de
Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los reclutas y
los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a
ser que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las
exclamaciones del Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no
las de un fantasma. Jesús llamaba a Eloim que en hebreo significa el
que Es y no reclamaba el auxilio de Yahvé que significa El que Está.
El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo Testamento mientras
que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios justiciero. Por eso
los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se abstienen de
pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos
de dolor quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un
tiempo nuevo y sincretista de comunión con las divinidades oscuras.
Seríamos crucificados y preteridos a causa de la cruz. A los
discípulos del Nazareno a unos los echaban a los leones, otros
encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la mayor
parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el
cartel de "No person". Se los consideraba peores que
bestias de carga. Nos decía nosotros somos los elegidos, vosotros
los paganos, los "goim". Destruiremos vuestras casas,
violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás e invasiones
solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur de
la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del
fuego de San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén)
convirtió su iglesia de en una cuadra, en una cohorte de cerdos y en
una perrera de gatos, obligando a los santos a oler mal, era de los
que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas las gallinas del
corral mediático.
Bergoglio
se colocó sobre sus argentinas sienes la mitra del obispo don Opas
era el mandamás de aquel contubernio de anticristos. Mucho
sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros
la raza de víboras estás allanando la historia — yo les dije
enfurecido por tales desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa
la Memoria.
— ¿Y
qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros
somos sionistas, somos los nuevos cruzados de Zion.
Era
un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma soez en lenguaje
de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A
mí me seguían pasando cosas. `por poco se sale de la carretera mi
Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a la altura
del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no
llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche
todo indignado y le hablé en catalán:
— Oiga
agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la Guardia Civil. Además
no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color de la muerte,
ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte.
Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las
portaban de emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que
exigían al Politburó les permitiese emigrar a Israel y hasta que no
acabaron con la Unión Soviética no se quedaron a gusto.
Aparentemente los hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que
preside Bibi es una sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El
Torras Chorras, jerifalte catalanista un Orlando furioso contra
Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos, manda
colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva
del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión
nueva la del Holocausto el Odio y la Venganza que sustituya a la del
Amor.
— Hablas
sin conocimiento de causa
— ¿Cómo,
qué? Yo fui corresponsal del Arriba en Budapest, estuve allí cuando
caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas estrellas
amarillas, los refugié en el sotano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador
Sanz Briz. En nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro
caudillo Franco era de vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era
sionista.
— Que
te crees tú eso.
Quedó
aturdido el agente de la autoridad pues a mí me salió una vena
mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen, volvíme
irrefutable y apodíctico.
— Bueno
circule — ordenó el mozo de escuadro, sus ojos reflejaban ira y
pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé "este tío
lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos
nosotros los que mandamos en España.
— ¿Vengándose
de lo que ocurrió en 1492?
— Eso
mismo, pero no quiero perder el tiempo hablando con un fascista.
Venga arranca.
— Yo
también soy judío pero de otra tribu diferente a la tuya. Si yo soy
fascista tú eres un nazi sionista que es mucho peor.
El
mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla
la boca
— Ni
debajo del agua. Para que consigáis que guarde silencio me tendréis
que matar. Soy diacono griego y proclamo mi Evangelio desde el ambón.
La
Guardia Civil permanecía oculta en su recinto en forma de ángulo
convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros paseé yo
tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al
centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en
tiranía pues nos dejó a los españoles sin defensas conservando a
los agentes del orden como cuerpo represor a las ordenes de un
periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en
el que sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus
dependencias convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España
en manos de los judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé
el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie contando los arcos del
Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del postigo
del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi
camarilla justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque
tiene forma de embudo y es una alcuza que vigilas las alturas de la
ciudad — solemne sombra que nos cobijó el pasadizo de la torre de
los guzmanes, la huerta- ya no estaba el viejo moral que plantó el
penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas cerradas,
seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey
Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y
avancé por el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una
lápida de cemento armado con consistencia de siglos con una
inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante.
Algunas personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de
difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos de sus
antepasados el antiguo cementerio judío pero allí no había tal.
Aquel no era el recinto. Aquellas cavernas excavadas en la roca
caliza habían sido cavernas habitadas por ermitaños que hacían
penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad pecadora. La
vista era espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a
Jerusalén. La torre de la iglesia de San Andrés ponía contrapunto
a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la izquierda
quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizado durante
la edad media como fortín y más tarde como matadero municipal
aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el osario judío.
Paz a los muertos de Israel y a los que santificaron Su Nombre. Elí,
Elí, lamma sabactaní.
Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad contra los
nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré
con vosotros hasta el fin de los siglos.
ONCE
ESE
Septiembre
negro brancas y opérculos de las agallas del pez, llevo luto por ti,
veo chocar los trenes y se estrellan aviones contra un rascacielos.
¿Conspiración (Verschwörung)? Yo que sé. Estoy tan tranquilo en
el recibidor de mi domicilio, me acaban de arreglar la parabólica;
vino un técnico… quería cobrarme 510 € le di 200 y vas que
chutas democracia de ladrones. Por lo menos me libera Astra de los
labrados de cerebro de radio Macuto nos dan la vara.
No
tengo donde ir, ni oficina ni despacho, ni editorial, ni nadie. Estoy
dejado de la mano de dios aparentemente pero fijándose bien el
aserto noto que no es verdad. Interiormente me siento un elegido. En
libertad les hago un corte de manga a los capitostes mientras
contemplo la piedra de la muralla donde se estampa mi pasado mi
presente y mi futuro. Ese sillar romano frente a la casa donde vino
al mundo es mi bola de cristal. Por las ventanas geminadas se adentra
en la visión del Parnaso pero antes hay que hacer antesala en el
Departamento de Legrado de Memoria. Enséñame las manos. ¿Están
limpias? Te las acabas de pasar por la rabadilla, cochino pero al
menos no hay el estigma de la sangre. No mataste a nadie y no sería
por falta de ganas. En los matacanes de la muralla romana no hay
centinelas (stelzi) se han ido a la taberna o están en el cuerpo de
guardia jugando a la brisca. El centurión les observa con sus ojos
omniscientes, penetrantes. Fue uno de los miembros de la escolta que
estuvo en el Monte Calvario. Le ayudó a Longinos a portar la lanza
que traspasó el costado y eso le dio poderes mágicos. Roma caerá
en los brazos de la apostasía. El gran blasfemo, ese jesuita
usurpador que dio el golpe de Estado en Vaticano destronando al
legítimo, y dijo llamarse Pancho Culo Magno. Pasará a la historia
más por las dimensiones de sus posaderas que por sus encíclicas. Es
uno de los artífices de la gran confabulación. No sabe lo que decía
el doctor Freud que el cristianismo en su caída arrastrará al
judaísmo. No os iréis de rositas, cabrones. Quedareis sepultados en
vuestras maquinaciones del gran complot. Están matando la gallina de
los huevos de oro. Si este barco se hundiese nos iríamos todos a
pique… Impervidum
ferient ruinae. El
destino nos golpea. Contemplo sin descomponer el gesto los muros de
la patria mía que se están viniendo abajo. El verso es de Plauto
cuya poesía yo leí en un libro de viejo que compré en Arevalo
porque te digo parla que lo sepa que yo fui regatón o colporteur.
Mi destino era la venta de ocasión, un rotundo fracaso como todo lo
que tiene que ver con la literatura en estos momentos. A la plaza del
Arrabal y al atrio de las Angustias yo llegue escapando del mundanal
ruido cuando rugía la marabunta en los 90, escupido por el oleaje de
la gran corrupción. La defensa de mi patria y de mi religión me
convirtió en naufrago del sistema. A partir de ahí mi nombre se
agregó a la lista de los innombrables y malditos. El gulag
democrático adquirió proporciones gigantescas a partir del año 89
cuando mataron a Ceucescu y se declaró la guerra en Yugoslavia. El
ángel del mal envenena las aguas de los ríos de Europa. Luché
contra la impostura y me convertí en vagabundo sin suerte, en un
forajido de la escritura pues ahí nos las den todas. Mi derrota
contra las fuerzas oscuras sólo fue aparente. Los hechos consumados
luego nos dieron la razón y serán pocos los que me rechisten a no
ser que sea Peñalosa ese cretino de la Inter que se pavonea por las
ondas como un urogallo. La emisora ha sido vendida a los chinos y ese
Peñalosa es un apartida colombiano, mercenario de los micrófonos
que trabajó para el KGB luego se hizo de la CIA y ahora sirve a los
mandarines de Pekin que están comprando mi patria a cachos. Los
mandarines de la CEE: Juncker, la Merkel, Macron y toda esa patulea
de judíos han entrado a viña vendimiada con la apisonadora En radio
Vejestorio echan las habas, sus locutores parlan y cocean
contaminados del hedor de las sentinas mediáticas porque la mentira
habita entre nosotros. A veces tengo la impresión de vivir en una
charca bajo la tiranía de una mujer a la que no quiero pues me fue
infiel me insulta y me maltrata con desaires incontables. Nos toman
el pelo, nos lavan el cerebro, nos pasean en carroza y exponen al
ludibrio del mundo. Gracias a ellos supe que el profeta Moisés era
tartamudo, padecía de disfunción eréctil y su bipolaridad se
convirtió en crisis místicas, se tiró al monte le nacieron en la
frente dos cuernos como dos llamas, huyó al monte Sinaí y bajó los
derrumbaderos y recuestos de dicho monte a mata caballo por poco él
no se esguardamilla. Pudo hacer cacharritos con las Tablas de la Ley
pero esto no lo quiso Yahvé. Le brotaron dos cuernos radiantes entre
las cejas. Cuando el profeta hablaba al pueblo elegido:
—Mirad
estos preceptos.
—Es
un trágala — clamó una voz
—No.
Es el camino de la salvación. Si cumplís estos mandatos, iréis al
cielo. Si no, al infierno de cabeza.
―Viva
la madre que te parió — volvía a clamar la misma voz.
―Era
la de una mujer que estaba encinta de siete meses
Supe
yo entonces que los diez Mandamientos eran algo más que una película
en la que trabajaban Sofía Loren y Charlton Heston un matrimonio que
se amaba, amparados por la ley dentro de una tienda en el desierto,
donde el profeta y su concubina estiraban la alcatifa. La Loren lucía
bellísima con sus labios ardientes pero aquello sólo cine de sesión
continua. Now
I dont go to the movies any more. Me
di cuenta de que no hay que creer demasiado en las cosas que nos
cuentan. Todo son películas y mohatres de zascandiles de Hollywood.
Las ranas siguen croando en las charcas de la mentira y del
pensamiento único que está en todas partes y a todas horas. Pilatos
llevaba más razón que un santo cuando se preguntaba sobre qué cosa
sea la verdad de un Cristo al que habían azotado los del Sanedrín y
vestido con la túnica blanca de los locos. Una pregunta a la que no
han dado respuesta los autores o, si la dieron, la interpretan desde
un lado parcial y acomodaticio como don Segismundo Freud el gran
profeta de nuestros tiempos. Si don Alberto descubrió la
desintegración de la materia don Segis dividió el alma en parcelas
y nos adentró en el mundo impenetrable del subconsciente. Este judío
vienés se la cogía con papel de fumar. Mascaba tabaco rubio y
quillotraba las grandes mentiras o semiverdades en el celofán del
psicoanálisis. Pufaba habanos que eran su fuente de inspiración.
Sólo a la lumbre de sus cigarros de buena vitola de Vuelta Abajo era
capaz de endilgarnos sus concepciones sobre los desvíos del
pensamiento y la psique de nuestra carne mortal. El hombre es un
mamífero que se mueve por dos cosas en la vida el reino de sus
instintos alimentarse y reproducirse. El dinero y la gloria como
subalternos o proyecciones de su gran apetencia genésica a la
deriva. El ser humano es un depredador sexual vino a decir siempre
dispuesto a la coyunda. Desconoce los ciclos de otros animales para
el apareamiento. El hombre y la mujer siempre tienen ganan. Metido en
harina de sus tabúes el lector de don Segis apuesta por matar al
padre o moneársela. Que bajo habéis caído, chavales, sois esclavos
de las bajas pasiones pero no os preocupéis ya no es pecado. La
homosexualidad a partir de él cobraría carta de naturaleza porque
uno la mete donde puede y donde le dejan ya lo decía mi abuelo. Se
abrieron pues las puertas carreteras del libertinaje, las cajoneras
de los confesionarios ardieron en enorme pira. Ya no es pecado.
Preguntaba
un quídam:
―¿No
será aquí donde dan pol culo?
―No,
señor, un poco más alante. Tiene que ir al Registro pero sólo
abren por la mañana de nueve a dos. Allí le darán razón. Si no
consigue la cedula eche la instancia y dirija un oficio al juez
Marlasca con el encabezado de Excelentísimo señor. Él administra
el Negociado de los Putos, el furor gay manda en España. Allí
pregunte. El funcionario le hará rellenar una ficha verde si es
usted buharro y roja si es bardaje. Y permitame un consejo al entrar
en ese despacho se pondrá un mandil en las posaderas o un
detentebala a prueba de cualquier ataque anal porque en esa zahúrda
van todos los tíos desnudos y cantando la canción de “por detrás
me gusta más”.
Quedé
un tanto corrido con tales preguntas y respuestas pero la información
es la información y no sabemos en qué mundo vivimos. Las cosas han
cambiado mucho. Freud fue un profeta de los nuevos tiempos audaces
cuando todo es posible: la mariconería, Thomas Mann, Muerte en
Venecia, el parricidio, la rebelión feminista, los servicios
secretos, las logias, el Verschörung, la pederastia, los deseos
oníricos, las cartas a Einstein sobre la masa y la velocidad. Uno
descubrió la desintegración del alma y el otro la materia. Los dos
eran judíos supervivientes del Shoá. Don Alberto nos saca la lengua
y don Segis se fuma puro. Después de todo Dios no se pone a echar
partida con el hombre ni quiere jugar a los dados. Esas son mohatras
y añagazas del clero romano.
―¿Por
qué escribe usted?
―Para
espantar a mis fantasmas internos y a ver si se me pasa el hambre,
padezco gordura mórbida, me da por comer a cualquier hora.
―Pues
habrá que reportarse amigo.
―¿No
has oído que hay una virtud que llaman la templanza?
―Sí,
pero no es de mi incumbencia yo voy por otro temario aunque de mozo
era bien parecido. Les gustaba a las mujeres. Allá por los 74 tuve
una novia hebrea que se llamaba Percival y hacíamos el amor todas
las noches en la casa donde el Dr. Freud escribía sobre el
psicoanálisis. Un medio se acabaron nuestros encuentros y no volvía
a verla nunca más. Perduran los re cuerdos de aquel barrio que era
la aljama de los hebreos pudientes. Primrosehill se llamaba
LAS
CENIZAS DE LA CAMPEONA
Todos
desfilan compungidos ante el besamanos y los pésames duelos y
empatías por doquier te acompaño en el sentimiento su cuerpo
apareció yerto entre las peñas al lado de una botella de vino y una
caja de pastillas muerte voluntaria fue el veredicto nadie quiso
decir suicidio ¡hipócritas! Prefirió una muerte dulce en vino. Nos
matan de soledad de olvido de aburrimiento activan la maquinaria
del ninguneo enchufan el ventilador de la mierda sacan de las charcas
a las ranas cantarinas y a los sapos y luego llaman a las plañideras
y el besamanos se convierte en poseo importa mucho salir en
televisión un segundo de televisión ─ al butanito a Corbalán a
las viejas glorias olvidadas─, todos acuden al arrimo de los focos
desfilan ante el cadaver musitando la manida frase de qué buena era…
grandísimos camándulas brindada en conchas de galápagos un país
sin sentimientos donde todo es fingir España es un país de ex
frailes y de monjas es la lucha por la vida todos a trepar por la
cucaña y luego a retreparse en el sillón sobre moqueta dentro de
los muros de un edificio con bandera. Blanca esquiaba la nieve de
Siete Picos montañas del alma mirando para ellas pasó mi infancia
cono un gacela, ganó medallas y luego se olvidaron della. Troquel
del oro que hicieron oropel. Vivió el ostracismo el despecho el
ingrato olvido fue extranjera en su país. Mira ahora cómo lloran
todos estos en la querencia de un arrimo una donación y todos esos
gajes del oficio. Descanse en paz cuando el olvido aviente sus
cenizas sobre las peñas y la nieve del macizo central. Era una
carpetana una mujer cordillera.
BUFADERO
LA SIESTA DEL SÁTIRO
Desde
el miradero del Pinarejo con la mirada de la carne contemplaba la
torre de la catedral (ebúrnea y misteriosa piedra sin tiempo capitel
redondo dando cobijo a los vanos del campanario) alzándose sobre los
merlones de la muralla y el negro ciprés que besaba con la punta de
sus ramas… el matacán donde estuvo el aula de mi primer colegio y
la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la pata la
mesa para que escribiera con la derecha.
Vi
a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en
forma de cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al
relevo de la primara vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana.
Cerca de la plazoleta y el arco del socorro estaba el bufadero. Los
cierzos del invierno hacían concilio allí y se disputaban con el
ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo alto del
templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de
idolatría en la ciudad donde yo había nacido. Fue coronado el
emperador dios del Olimpo el año 34 Ad. Era invocado por las
congregaciones populares y su estatua incensada cada tarde por uno de
los flámines de turno que trepaba hasta su imagen por una escalera
colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a los pies de la
sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde
siempre oí yo decir que estaba enterrada gran parte de mi parentela.
El osario de los huesos desapareció a finales del siglo XV por orden
de la inquisición. Tibias y calaveras ardieron en la gran pira que
se preparó. Muchos de mis paisanos hablar por hablar desconocen su
historia y ubican la necrópolis hebrea donde no es. En las cuevas
del Pinarillo allí donde el Clamores abraza a la ciudad para casarse
con el Eresma se alojaron ermitaños durante roda la edad media,
hacían penitencia, se flagelaban y lloraban sus pecados frente a la
ciudad donde no podían entrar por haber cometido algún agravio.
Segovia pecadora magna peccatrix. Albergue de putas y de perailes.
Cuando yo era niño se alojaban en aquellas espeluncas tenebrosas
familias gitanas. Yo recuerdo a una gitana con el pelo negro subiendo
aguas al Clamores por el Camino Nuevo toda vestida de luto y en
alpargatas también negras como el mandil la cara cubierta de arrugas
y los ojos penetrantes de vidente hasta Santi Espiritu con manojos de
romero. Que ofrecía a los viandantes. Al que no le adquiría un
manojito le largaba una tremebunda maldición:
—Mañana
te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo
con la vela en la mano
A
veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien
torres de la ciudad tocaban a clamor… Qué miedo uy.
La
Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla
huíamos hasta refugiarnos en el regazo de neutras madres:
—Mamá
que viene la gitana Sacramento
Los
gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja
moraba en lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un
rotulo con la bandera de Israel y se canta la Hativka
algunas tardes pero no era un cementerio sino un eremitorio.
Caminaba
la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el
jefe de la tribu su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda
la cesta regresaban a su guarida pero allí donde aparece hoy día
una lápida con la estrella de David no había camposanto ninguno que
ya digo el verdadero lugar de reposo para mis antecesores que fueron
a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros cerca del
enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí
donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se
representaba en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito pero es un lobo
feroz. No le hagáis caso, alejaos de la botella.
Sklepos
y albacora
Duro
es el mundo pero esta mañana de verano misa de san Agustín mis
males lleve después de la avenida que anegó los campos de Valdemoro
me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce años como pasa el
tiempo. Umbral era Umbral. Le canto un responso mientras me zampo una
albacora de la primera cosecha de la higuera que planté en el
huerto. Chimenea y huerto soy feliz mientras miro para los muros
derruidos de la patria mía Segovia triunfal el gran cedro del
convento de las jesuitinas los merlones de la muralla por donde se
asoman los fantasmas de mi pasado todo son pesares y
arrepentimientos. La Virgen del Socorro desde su camarín engastado
en la veranda me mira con ojos maternales e indiferentes extendiendo
su manto protector sobre el barrio judío. Un rabino baja por las
escalerillas de san Roque con los doce panes de la preposición. Una
parida lleva las velas de la purificación el cantor ante la
congregación de san Andrés entona la Shema. En el océano de las
borrascas se precipitaron nuestras ansias y desdenes por causa de la
política. Suben y bajan los espectros (Wraith) el caballista Jurry
cabalga sobre su mejor alazán. Una recién casada alza el velo
“huppah”
y el mundo se hace de noche en espera del amanecer de los hijos. La
congregación entona epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo
salía… yo contemplo desde mi tabuco toda la estrellería que
ilumina el mundo de la edad media cómo era este barrio antes de
1492. Miriam que acaba de ser desvirgada por Jonás su marido en la
noche de bodas hace un baño ritual (mikveh)
se frota sus partes con agua de lluvia, el sacristán va de acá para
allá picando a las puertas de todos los miembros de la comunidad
clamando a voz en grito:
—Nos
ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde
en aquel instante la alegría por toda la aljama
Así
fue y así será. Me envuelvo en las filacterias del tefillot
bufanda de oración y lloro mis pecados que perdonará siempre Adonai
por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego sagrado
libamos de la copa del dolor y del vino eucaristía. Señor bendice
este zumo de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre
(kidush)
amen… amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra
salvación (pikuah
nefesh)
pues para salvar vidas y no para destruirla fuimos puestos los
judíos. Somos los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón
nos agrada decir shalom. Que esa palabra esté siempre en nuestros
labios amin… amin. Todo es perecedero y extinguible pero los
hombres van de acá para allá en una Poriomanía incansable buscando
la tierra prometida somos trotamundos viajeros peregrinos en esta
vida devorados por los félidos tigres leones gatos y alimentados por
los solípedos. El mundo se divide en buenos y malos y en animales de
garra y pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído
al parche y ojo al cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se
duermen todos los tordos al sur. S
k l e p o s…
dura y áspera es la vida misma… este adjetivo griego es un
monograma que vale para definir cómo es la vida entre españoles
envidiosos desalmados indiferentes ladrones y escoliastas. I
am a dangling man.
Vivo
colgado de una percha subido a lo alto de una columna como Simón
Estilita. Vivo dentro de un arco formero y mi punto de apoyo es un
ladrillo sardinel pero como soy algo escaro y tengo una pierna más
larga que otra y se me hinchan los tobillos piso mal y me fatigo
cuando me atrevo con largas caminata tú me dirás, Rui Blas. Sé
manejar el escardillo y el almocafre
De
tanto empinar el codo yo padecía prurito vesical y mis canales
urinarios ardían en el escozor de la ascitis. Por tu uromancia y
poliuria yo te conjuro beberás aguardiente de olivo. Triste destino
el del borracho. He sido un patoso en todas partes, perdí las
grandes oportunidades. Nada me salía a derechas. Un día quise
abrir una librería de lance en Canterbury pero el arzobispo me dijo
que no era buena idea. Un pub en Londres sería más rentable, hijo.
Los libros no los quiere nadie. El ángel de la muerte que odia la
verdad y el consuelo derramó su copa de acíbar sobre las páginas
de los grandes textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y
a la hoguera fueron las enciclopedias y los grandes tomos de
psicología pero en la gran almenara sobrevivieron los textos
mediocres de Julia
Navarro
esa que ayer parlaba en la Cope
con el Calvo
de los Halagos
un tal Expósito que no ha soltado aun la chaquetilla de camarero a
ver qué va a ser los señores, pues la Julia hija del Yale pare más
que una coneja, inunda de títulos los booksellers
de los estantes de estaciones y aeropuertos. Es una designada, una
elegida. Ellos los de la mafia político-literaria se hacen la ola
unos a otros y el resultado de la maniobra no puede ser más cretino.
Vivimos en un mundo endogámico yo me lo guiso y yo me lo como. Son
los hijos espurios del franquismo, trasvertidos de generalísimo al
revés, toreros de salón americano y cócteles en el Palace. Así
que la hija del Yale
rotula una de sus execrables títulos con el predicado "No
matarás" y no se acuerda de que su padre el maldito cojo de las
columnas de "Pueblo" tiró un día en Toledo a su madre por
la ventana. Muerte a los filósofos. Venían con una tea los
seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la blandían sobre
los campos y las torres de las ciudades que se incendiaban, el fuego
arrasaba las plazas y las campanas de todas las villas tocaban a
muerto. Arson
Luminia
es la compañera de viaje de Finsternis
la deidad del amor oscuro manipula tortillas estériles como Safo.
La informática a la cual di muerte era de aquel gremio. Cave
canem.
Cuidado con el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos
se han hecho periodistas y tertulianos o tertulianas melena al viento
bellos palmitos hermosos rostros que esconden el alma negra cuajada
de fealdades de mentiras asesinas. El asno de Balaam rebuzna por las
esquinas. Al gran jefe se le ha puesto cara de trasera del
trolebús... a face like the bus of a bus, decía mi querido suegro
mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un cementerio de Dagenham a llevarle
crisantemos. Es el mejor inglés que conocí. Su esposa se llamaba
Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por apellido Escolex,
abollonado de cara y corto de vista. Al mirarle yo me daba cuenta de
que soy una escolopendra y que mi mente es un ciempiés. Dares y
tomares. El marqués estaba en la sombra la mirada alzada hacia el
horizonte y la espada en su mano pues la necromancia es un arte del
demonio. Mucho se practica en Valladolid. Allí viven españoles de
poca sustancia huéspedes del Gran tornadizo que los inviernos van a
la iglesia no por devoción sino para calentarse en las estufas
templos mixtilíneos donde la Virgen se confunde con diosas de la
antigüedad.
La
contemplación de Segovia que es la ciudad del mundo que más se
parece a Jerusalén. En ella yo nací por desgracia bebía agua en la
Fuente del Tornadizo. De niño mis padres quisieron llevarme a
Quitapesares un manicomio que estaba en la carretera de la Granja de
San Ildefonso porque observaron rarezas en mi conducta, siempre tenía
ganas de comer, fui un niño gordo maltratado victima del bullying
al que le gustaba la soledad, muy impresionable, que tenía ciertas
manías y una viva imaginación, me sobaba las manos y daba vueltas a
los palos que encontraba en el patio del colegio y jugaba con las
ramas de los tilos que se venían abajo partidas de brisca. Recordaba
aquellos tiempos y mis ojos se extendían hacia la vaguada del
Clamores de donde se podía obtener una buena panorámica de la
muralla, dando gracias al altísimo por estar vivo, porque huí de la
cola del león siendo cabeza de ratón, no me enchironaron aunque los
malditos quisieron darme por culo pero yo no me dejé. Detrás estaba
la catedral. Vi un gato negro acicalándose en uno de los merlones de
la muralla romana. Estaba justo delante del tejado de la casa donde
yo vine al mundo, mala señal, tuve miedo. Me habían pasado muchas
desgracias en la vida y en el fulgor eléctrico de la mirada de aquel
michino me hacía pensar en desdichas. Leí en ellos mi sentencia que
era sufrir y padecer de por vida. Lo tenía bien asumido. Aquel
felino era el símbolo de la indiferencia con que me recibía la casa
donde yo nací y por los ojos del gato se asomaba la ventanera de mi
madre que me parió primero y luego me maldijo... no perteneces, no
estás en el grupo, no eres de los nuestros. El gato negro da mala
suerte pero mi miedo se trocó en espanto a los pocos días cuando
marché a Galicia un balneario para recuperar mi precaria salud me
crucé con una meiga que me escrutaba de arriba abajo. Bajé
corriendo por las escaleras del hotel, salí a la calle, corrí
despavorido por una calle larga jalonada de casas de piedra. Un coche
con matricula francesa se paró a mi vera. Oiga buen hombre me puede
decir donde hay un banco para cambiar moneda... son las cuatro la
tarde de un viernes y las sucursales bancarias han echado el cierre,
mañana es el Día de la Virgen... un extranjero un hombre muy grande
un indio de raza aria asomó su cara espectral por la ventanilla y en
un movimiento rápido me arrebató la billetera que yo llevaba en el
bolso del pecho de la camisa veraniega. Fue un visto y no visto.
Cuando me quise dar cuenta el rumano o lo que fuera había
desaparecido. Corrí despavorido en una búsqueda inútil, alcé la
vista y me topé con la mirada espectral de la meiga que nos estaba
observando desde un balcón. Grité: "señora, al ladrón, al
ladrón que me robó". El espectro cerró la ventana de la casa
de piedra y me lanzó su maldición... ainda
etoufes, neno.
Su mirada era muy poderosa y quemaba casi con más poder y furia que
la del gato negro. Los ojos de la meiga eran los ojos del basilisco.
Conjuré mi inquietud aferrando las cuentas de un rosario que siempre
llevo conmigo... Sálvame Virgen del Carmen. Nunca podré olvidar
aquel atisbo de la saludadora galaica que llenó para siempre mi vida
de inquietud. En mi cartera llevaba unos cien euros. En hora menguada
pasé por el lugar un día de agosto cuando España se convierte en
cueva de ladrones de peristas carteristas, violadores y expertos en
el arte del latrocinio y del tirón. No es fácil vivir bajo el yugo
férreo de los mangantes. Nuestros políticos reenvían buques de
guerra para recoger emigrantes del Aliyah invasora que cruzan el
Mediterráneo con plegarias a Alá. La cimitarra sarracena se mecerá
sobre nuestras cabezas despues de los versículos al alcorán, tras
la alcatifa y el Ramadán, los sermones del papa Interpuesto ese
judío argentino que a España le hizo tanto mal. Es la hora de los
mangantes. Manda en la calle la apisonadora de la mentira y hay mucha
angustia en los corazones. La tele es una maquina de dar por el culo,
cloaca de inmundicias y zafiedades. Machaca nuestras meninges con
consignas, activa el miedo. Después del incidente de mi encuentro
con el rumano que me robó no tuve más remedio que refugiarme en el
ribeiro. Me bebí litro y medio y me puse coloquial y parleto. En ese
estado de euforia yo perdono a todo el mundo. Cuando subí en el
ascensor de mi hotel me miraba en el espejo para saber si mis ojos
estaban brillantes y echaba el aliento en el espejo del elevador pues
todo mi afán era procurar que mi mujer no advirtiese que había
libado de lo mío por el aliento. Advierte el Talmud que la
borrachera es cosa de paganos. En eso no estoy de acuerdo pienso con
muchos judíos que el legado de Noé es una de los grandes cosas de
esta vida porque cuando no hay remedio litro y medio.
Si
los niños callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen
las mentiras de los microfonos las palabras al oído de las planchas
masónicas prometiendo progreso y dejanto desolación. Busco en los
recovequeos de mi existencia aquellas corresponsalías en Londres y
en Nueva York fui un elegido de los dioses un angel caido en el barro
democrático. Hube por descontado mis maestros y epigonos que
abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio
Suarez un falangista hijo de un médico de Dailiel al que los rojos
fusilaron en una uneta un dia de niebla de noviembrew a favor de la
oscuridad y de la niebla pudo huir y refugiarse en una alquería
donde le lavaron las heridas y por Somosierra se pasó. Era un hoven
periodistas de flamante pluma al que sus jefes enviaron como
coresponsal a Budapest. Yo fui el ultimo de aqyuella brillante saga
eñ mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le
cupo la gloria la gfracia y la desgracia de conar el holocausto o lo
que sdicen holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y
diretes y crueldades de toda la guerra pero el angle del mal se
surve de aquel incidente hustorico para acabar con el drama de la
pasión del Señor. Llegó a la ciudad más bella de Europa en un
flamante Volkswagen con escolta de soldados alemanes. Y asistió a la
destrucción del bello enclave magiar que había sido sede europera
de toda la judería y donde los judios habían podido convivir con
los cristianos sin fricciones. Las fortalezas volantes
norteamericanos acabaron con aquella buena relación. Lavalia en la
cidad valia muy poco. Por unos pengos podías comprar un
salvoconducto, una mujer por una noche y tres bocadillos de
salchichas. Que no me vengan con historia. Yo cerré la tienda de
aquellos proceres del periodismo en Nueva York. Cuando el gran Filipo
blandía `puños cerrados en Manhattan y amenazaba con emviarmps a
topdos a un campo de concetración o fusularnos. Tenía como adlatere
a Maraña que me insultaba cada vez que podía. El odio rojo les daba
vitaminas, pero no eran moscovitas. Venían criados a los pechos de
las principales universidades californianas
Ahora
contemplo la magnifica visión amurallada de Segovia desde la
Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me atenazan los
recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los
mandilones dicen que allí estaba el cementerio hebreo pero no es
así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los Huesos en lo que
era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta a la
tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y
más israelita que san Melqisedec cuando hasta hace poco nos corrían
a gorrazos y ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me
exaspera, yo he venido a contar la historia de mi amigo Manahén
Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo
menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos españoles.
También nacido por estas veredas en la que llamaban la Casa de la
Troya. Debía de ser algo pariente del gran Tacaño y se emocionaba
cuando leía el Buscón y narraba a sus amigos las aventuras del
Domine Cabra un segoviano típico. Segovia "peccatrix"
pecadora y cicatera. ¡No te jode! Y tan pecadora que aquí no cabe
un tonto más. Le han erigido un monumento a Satanás. Mis paisanos
escupen las arras. Nací en esta ciudad de acarreo, tierra de
perailes, gente del bronce y de la hoja, y de tusonas, mulas del
diablo y barraganas de curas y frailes. La vida me hizo mostrarme
escéptico de ciertas solemnes verdades que se fueron por la posta,
pero no soy mala persona, creo, hasta ahora no maté a nadie. Sólo
soy necio e inconsciente, iluso y algo bocazas. Por eso, he venido a
prosternar mis huesos ante el clemente Zeus tronitonante, Señor del
Olimpo, padre de todas las creencias, de todas las religiones, cuyo
decálogo en piedra bajó desde las cumbres del Olimpo: que Alcorán,
el Candelabro y la Cruz se junten pero todas ellas a los pies del
Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo
difícil porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la
divinidad y ahora en el Vaticano están hechos unos zorros con eso de
que obispos y cardenales sodomicen en sacristías y confesionarios a
los niños de coro con todo y eso el pobre Villeguillo, vagabundo
segoviano, no renuncia al legado cristiano—
demasiado viejo para cambiar de religión—,
sin perder de vista la tradición y el testimonio de los mártires,
que conectaron el Nuevo Testamento con el Antiguo y el fervoroso
politeísmo de los dioses oscuros. De todos ellos venimos, en todos
ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la voz del Criador
que es polifónica y habla de mil maneras y en diferentes tonos a los
mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados,
tiren al suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas
perversos y alcen la vista a los cielos de donde nos viene el
resplandor de un dios más humanado. Zeus se convirtió en Cristo.
Aunque el Rollo de la Ley de mis mayores nos avisa:
—No
derramarás sangre ni semen.
—Bah,
eso de la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el
diablo encaramado a lo alto del acueducto, mientras se trataba de
beneficiar a la alcaldesa. A Belcebú le vuelven loco un culo grande
y unas buenas "domingas" por otro nombre tetas.
—Pues
si no hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba
por aquellas fechas de haber dado al traste con la unidad patria.
Me
subi a la alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato para
viajar al presente y al futuro. El pasado es muy negro. Estuvoi
teñido de sangre em esta ciudad pero es así como se construye en el
eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo mis tiempos de
corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con unas
pocas librois en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de
traje seis mudas un abriho algún libro de rezos y mi maquina de
escribir. Yo era un bohemio. No tuve la suerte de mi colega antecesor
Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito en el cuadro de honor de la
vida
En
lo alto del puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba
colocando o a lo mejor se estaba haciendo una gallarda el tío
guarro. Lo cual que por causa suya España iba de cabeza. Regresaban
los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta. Había vuelto
glorioso a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo
cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro.
Pero a España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora
un himno a la desventura. Pulso de la lira la más sublime cuerda y
canto a la mierda. Pues eso, allí donde están las cloacas del
poder.
Es
lo que hice toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas
y lupanares, adiciones a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy
digno de colocar sobre mi cabeza el manto de oración y la tánica
pretexta de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla
derramada de tantos años de perdición, pero sobre todo por la
sangre: maté a aquella archivera que me estaba haciendo la vida
imposible, sus insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y
oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué
tal andas, chati? acabaron con mi paciencia pero no seguí las
enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor,
nace amontonado con la mierda y a la mierda vuelve entre estertores.
¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de
gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo,
recuerda la paz de esta república que mediante la bondad, la
sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza de la serpiente,
colócate el manto de oración sobre tu mala cabeza y cíñete al
cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el
chaparrón. Recuerda que tú eres de la casta del ligur Silvinus
Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint
lumbi vestri praecinti",
ataos los machos para defender la verdad.
—Eso
son sólo palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar,
suplicar, abajarme escuchar el silencio de los corderos hasta que
rompiera el alba con su esquila de luz de las mañanas. Es lo que
hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que me enajena. Mis
enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede que
lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos"
de haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi
fe vacilante en una vida con no pocas vueltas y revueltas que no fue
nada circunspecta a causa de incomprensiones, persecuciones y
sufrimientos.
El
diablo mueve la cola y amenaza con tirarme desde el pináculo del
templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe
pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del
postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un
pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto:
Parce
mihi Domine, parce mihi.
Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de Publio
Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de
Cesar Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que
mecía los pinos me traía fragancias de un pasado al que viajo con
frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de tambores y
flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de
manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que
acampaba en el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo
penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi
tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a
mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma manera que yo
acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la
ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo
que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas compañías,
era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó
bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la
competencia echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter,
por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a esta
afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas
al diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo
blanco) la
miruella
como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la
cual de
mayor conocí cuando tenía 45 años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo
la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar.
Me dediqué vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del
convento de jesuitinas que dio sombra a la infancia lo habían talado
os mancipes dendricidas y poco avisados.
Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo. Preguntas
sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí
perdido constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos,
cantamos y como si nada; el dios pone orejas de mercader a las
súplicas. Se desentiende. Zeus mora en otra esfera, nadie sin su
permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo mejor que ese día
estaba de mal café o no se había traído el sonotone.
En mi mente el mosaísmo, el islamismo y el cristianismo se conjugan
pero antes de que vinieran las aparecidas y de que el apóstol
desembarcase en Padrón en una petera de piedra los dioses familiares
presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de biblias en
verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab
Urbe condita”
Tito Livio impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca
viva de la cual manaba un raudal de agua brava, las que se despeñaban
desde Peñamellera. Soy un pícaro un filosofo un historiador, no sé
lo que soy, pero estoy al tanto y el que avisa no es traidor, un
gnomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay barreras ni de
espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios, que todo lo
toco y todo lo ve, émulo del Gran Piscator, lucho contra los malos y
aunque a veces haga partija con Belcebú no soy uno de ellos. ¿Doble
agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más todos estamos.
Pues Segovia como Puente Perin, como Barahona, Brañosera en
Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas
de Cuenca es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio
coronar con la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron
garrote a mi amigo don Pablos que subió los peldaños del patíbulo
con mucho senequismo y humor negro, rayano en el cachondeo, porque al
jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza, que a la
próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas
“porque no todos tienen mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en
anfiteatro espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los
pies de Cabra hacía a pelo y a pluma después de cubrir a la
alcaldesa por detrás fueron desfilando los ediles y de las ediles y
ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque lo suyo fue siempre
engañar y fornicar.
El
padre de la Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo alto
del entrecuesto o cacera que por arriba del acueducto. Escuché a una
bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de rodilla y me besas
el culo:
─Tente
que te unto
De
su boca desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La
consigna de aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue
“tente que te unto”. La señora Calvo viceministra se quedó
entonces en pelota picada. Por delante el bosque de Bolonia
entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con
templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el
de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los judíos
tenían la tranca de la demoscopia en la mano y así no hay quien
pueda, claro. Siempre será lo que ellos digan pues tente que te
unto. Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del sistema
electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo.
En los días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las
cornejas. Tente que te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso
como dios manda, has de andar derecho como una vela y a callar,
ojito.
Conjurote
sal y cilantro
Por
Satanás
Por
barrabas
Por
san diablo que puede más
Y
este bálsamo de Ruibrás
Que
esta noche quebraremos el cántaro
Y
serás mía
Tente
que te unto
Mi
coño en tu barba
Debía
de ser la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el
diablo con el unto de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas
mágicas se volvieron transparentes, espíritus puros y empezaron a
volar que parecían aves de mal agüero. Los cielos de Segovia
estaban cargados de ominosos barruntos pues la diablesa de la
alcaldesa no paraba de decir “tente que te unto”. Un grajo
infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos a la
estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del
Acueducto mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco
hablaba y yo le escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos
abajo a la Virgen Pura. Acabemos de una vez con toda la cristiandad.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El
maligno que contemplaba el atropello encaramado al arco más alto
reía mandíbula batiente, luego empezó a ventoseare, sus discípulos
hicieron lo mismo y todo el infierno estalló en risas y en pedos del
Ángel caído. Durante casi media hora toda la plaza del Azogue olía
a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan profundas, de una
violencia tal que los segovianos compungidos salían a las puertas de
sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la
alcaidesa dijo:
─Os
pasa por judaizar. Ya sois míos
En
la plazuela del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto
discurso los políticos marranos y los falsos obispos no paraban de
sermonear, de dar explicaciones (ocurre siempre en todas las crisis
nacionales; las esquinas se llenan de plañideras compungidas y de
hermeneutas que tratan de explicar lo evidente, estamos todos hasta
los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo evidente
era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro
perdió la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo
hizo esa profecía─ el acueducto se vendría abajo. Que otros
salmodien y prediquen y yo decía predícame cura predícame fraile
por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los que
tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y
sudorosos y entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón
Cantimpalos. El mesonero estaba a la puerta, era un señor gordo y
calvo fumando en pipa. Los operarios de la demolición se pusieron
ciegos de tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir
se desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde irá el
buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene
vuelta de hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de
siglo un deletéreo afán de venganza Segovia ha dejado de ser
cristiana, se ha convertido en Aelia Capitolina. Al pobre Felipe VI
El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como era
un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las
faldas de la griega la hija de la Federica no vaya a ser que metamos
la pata hijo no conviene malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y
a celebrar todos los años la fiesta del Holocausto pues no quemó al
escultor infame que le hizo una estatua para ser quemada en las
fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes cobardes y dominados por la
parienta o con complejo de Edipo son despreciables e inútiles para
el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus súbditos.
Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar
el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los
estatuarios malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este
paso pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y
el libelático obispo Zapatones había firmado las actas
─Parecéis
oro obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo
Ursicinio el Pecoso con aires de desafío.
Todos
se encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y
profecías. Allá ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al
loro. Villeguillo muy triste por aquel espectáculo volvió grupas y
salió de la ciudad por el puente de Valdevilla que le vio nacer y
jugar de niño y por donde pasaban las legiones del emperador con su
estandarte enhiesto y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La
casa y el barrio había sido arrasada por los judíos, también
profanaron una imagen de Santa Bárbara que alumbraba en las noches
los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a fondo en aquella
ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la conversa
cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio con su
capellán que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los
altares y lo bajaron no sé si a garrotazos llama de amor viva
inflamado de amor divino:
─De
Segovia ni el polvo las zapatillas.
En
aquel instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más
a la ciudad de la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis
paisanos siempre fueron un poco recontrajodidos.
Todos
al santo y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”,
consigna de los degenerados de la oclocracia. Aquí lo importante es
ir tirandillo, sumirse en las andaderas del buen rollito.
Retumbaban
las voces en el transistor del coche, tenía conectada a la Cope pero
aquellas voces venían del más allá, clara advertencia al llegar a
Segovia. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre de la catedral,
alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales cuando de
repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz
del radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno
rendimiento de decibelios, entonces la tierra tembló, vio abrirse
una zanja junto a la carretera del empalme de Revenga con Campamento
de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador muerto de miedo y en la
rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una procesión
lúgubre de resucitado. Un fraile fallecido hacía quinientos años
encabezaba el lúgubre cortejo. Cantaban responsos, kadishes y
lilailas y pude percibir con disposición armónica y buen concento
las estrofas del Dies Irae. Acordeme entonces de que yo podía estar
viviendo pasajes del Viernes Santo. Las profecías se cumplieron. El
tropel de los difuntos avanzaba con paso firme hacia las campas de
Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los reclutas y
los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a
ser que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las
exclamaciones del Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no
las de un fantasma. Jesús llamaba a Eloim que en hebreo significa el
que Es y no reclamaba el auxilio de Yahvé que significa El que Está.
El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo Testamento mientras
que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios justiciero. Por eso
los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se abstienen de
pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos
de dolor quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un
tiempo nuevo y sincretista de comunión con las divinidades oscuras.
Seríamos crucificados y preteridos a causa de la cruz. A los
discípulos del Nazareno a unos los echaban a los leones, otros
encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la mayor
parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el
cartel de "No person". Se los consideraba peores que
bestias de carga. Nos decía nosotros somos los elegidos, vosotros
los paganos, los "goim". Destruiremos vuestras casas,
violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás e invasiones
solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur de
la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del
fuego de San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén)
convirtió su iglesia de en una cuadra, en una cohorte de cerdos y en
una perrera de gatos, obligando a los santos a oler mal, era de los
que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas las gallinas del
corral mediático.
Bergoglio
se colocó sobre sus argentinas sienes la mitra del obispo don Opas
era el mandamás de aquel contubernio de anticristos. Mucho
sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros
la raza de víboras estás allanando la historia — yo les dije
enfurecido por tales desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa
la Memoria.
— ¿Y
qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros
somos sionistas, somos los nuevos cruzados de Zion.
Era
un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma soez en lenguaje
de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A
mí me seguían pasando cosas. `por poco se sale de la carretera mi
Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a la altura
del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no
llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche
todo indignado y le hablé en catalán:
— Oiga
agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la Guardia Civil. Además
no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color de la muerte,
ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte.
Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las
portaban de emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que
exigían al Politburó les permitiese emigrar a Israel y hasta que no
acabaron con la Unión Soviética no se quedaron a gusto.
Aparentemente los hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que
preside Bibi es una sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El
Torras Chorras, jerifalte catalanista un Orlando furioso contra
Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos, manda
colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva
del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión
nueva la del Holocausto el Odio y la Venganza que sustituya a la del
Amor.
— Hablas
sin conocimiento de causa
— ¿Cómo,
qué? Yo fui corresponsal del Arriba en Budapest, estuve allí cuando
caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas estrellas
amarillas, los refugié en el sotano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador
Sanz Briz. En nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro
caudillo Franco era de vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era
sionista.
— Que
te crees tú eso.
Quedó
aturdido el agente de la autoridad pues a mí me salió una vena
mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen, volvíme
irrefutable y apodíctico.
— Bueno
circule — ordenó el mozo de escuadro, sus ojos reflejaban ira y
pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé "este tío
lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos
nosotros los que mandamos en España.
— ¿Vengándose
de lo que ocurrió en 1492?
— Eso
mismo, pero no quiero perder el tiempo hablando con un fascista.
Venga arranca.
— Yo
también soy judío pero de otra tribu diferente a la tuya. Si yo soy
fascista tú eres un nazi sionista que es mucho peor.
El
mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla
la boca
— Ni
debajo del agua. Para que consigáis que guarde silencio me tendréis
que matar. Soy diacono griego y proclamo mi Evangelio desde el ambón.
La
Guardia Civil permanecía oculta en su recinto en forma de ángulo
convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros paseé yo
tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al
centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en
tiranía pues nos dejó a los españoles sin defensas conservando a
los agentes del orden como cuerpo represor a las ordenes de un
periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en
el que sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus
dependencias convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España
en manos de los judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé
el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie contando los arcos del
Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del postigo
del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi
camarilla justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque
tiene forma de embudo y es una alcuza que vigilas las alturas de la
ciudad — solemne sombra que nos cobijó el pasadizo de la torre de
los guzmanes, la huerta- ya no estaba el viejo moral que plantó el
penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas cerradas,
seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey
Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y
avancé por el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una
lápida de cemento armado con consistencia de siglos con una
inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante.
Algunas personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de
difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos de sus
antepasados el antiguo cementerio judío pero allí no había tal.
Aquel no era el recinto. Aquellas cavernas excavadas en la roca
caliza habían sido cavernas habitadas por ermitaños que hacían
penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad pecadora. La
vista era espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a
Jerusalén. La torre de la iglesia de San Andrés ponía contrapunto
a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la izquierda
quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizado durante
la edad media como fortín y más tarde como matadero municipal
aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el osario judío.
Paz a los muertos de Israel y a los que santificaron Su Nombre. Elí,
Elí, lamma sabactaní.
Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad contra los
nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré
con vosotros hasta el fin de los siglos.
Voló
a la Ciudad Eterna, quería honrar a los dioses oscuros y empaparse
de divinidad. Propendía por mi inclinación a los misterios órficos
a pronunciar vaticinios y en Roma oyó cantar el gallo muchas veces.
Era los “alectoria” o quiquiriquíes sagrados que alegraban los
himnos de los flamines a los dioses peanes los que se quedaron con
nosotros, no esos dioses de los que nos han hablado y no vimos nunca.
El Sinaí permanecía lejos del Monte Aventino. Había que volver a
las viejas costumbres y reencontrarse con las inefables plegarias.
Los
dioses otorgan a los mortales dones maravillosos. Tente que te unto.
No te muevas, estate quieto. Yo me hice transparente esto es un
espíritu puro cuerpo de ángel no sujeto a los imperativos de la
biología ni hambre ni sed ni sexo ni actividades excretorias. Podía
incluso volar por el firmamento circunvolar los espacios siderales
explorando otros planetas sin necesidad de esa materia pingüe y
grasa con que abadernan el cuerpo las brujas para volar. La
transparencia era capacidad de atravesar las barreras del tiempo y el
espacio algo así como la explicación concepcionista que da el
Astete para explicar el milagro de la inseminación del Espíritu
Santo en el vientre de María “lo atravesó como un rayo de luz
trasluce el cristal sin romperlo y sin mancharlo”.
Los
anales de Tito Livio y la historia romana no guardaban para mí
misterio alguno. Deambulé por la Via Apia, subí las escalinatas del
Capitolio, palpé los brazos y los músculos de los gladiadores y
andábatas que peleaban en el circo. Uno a la sazón muy famoso,
Silvinus Crassus el bretón, me honraba con su amistad y le
acompañaba yo con su escolta por las hosterías y tabernas romanas.
Era Silvino un atleta de profundas convicciones religiosas, y
temeroso de Júpiter, como buen celta hombre supersticioso. En su
tabuco tenía lámparas encendidas a los todopoderosos familiares
quiero decir los de su tierra: a Epona diosa de la caballería gala,
a Sucellus, Dispater, el dios que golpea con el mazo, a Cerunnus
padre de los bosques al que la imaginería popular representa colgado
de los cuernos de un ciervo (el dios Glenn de los “picti”
escoceses) me sorprendió saber que los galos ya daba culto a la
trinidad en el tríptico de las Matres la triada del padre, la madre
y el hijo padre creador del mundo, hijo baja a la tierra encarnado en
el vientre de la diosa Ceres. Velas encendidas eran la llama perenne
a estas deidades incógnitas; como le preguntara yo al andábata cómo
era posible que un gladiador confiase en la fuerza de los dioses más
que en la virtud de sus músculos Silvinus Crassus me dio esta
respuesta:
—Ellos
son mi fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan impulso para torcerle
la cabeza a un toro en el circo, desjarretar a un tigre, y hacer
correr a los leones. Mañana son las lupercales y yo concurro,
vendrás a ver cómo lucho contra el diablo, amigo.
Prometí
acudir sin falta al circo máximo llevando en el bolsillo un canto
que había pasado a manera de talismán por la piedra de Juvenal en
la muralla de Segovia frente a la casa que me vio nacer, pero
prioritariamente estuve contemplando a aquellos seres míticos cuya
imagen había estampado un imaginero cretense amigo del gladiador en
un retablo. Europa cabalgaba sobre un toro monstruoso que arrastraban
al aire de cola dos delfines. Minerva contemplaba al dragón, Jasón
jefe de los argonautas escupiendo el vellón transformado en una
vestal. Zeus y Anfión hacían buenas migas en el Olimpo (de nuevo
aflorando el tema trinitario que acoplaron los cristianos a su
religión). Bulleron cabalgaba a lomos de Pegaso el alazán tordo que
surcaba el espacio a galope meneando dos enormes alas que pendían de
sus orejas y traspasaba con la lanza a la Quimera, el monstruo
fabuloso. San Jorge mató el dragón. Dédalo en su laberinto
encontró a Ícaro que le enseñó a volar. Teseo acabó con la vida
del mino tauro. Edipo hacía preguntas a la esfinge. Policlines
campeaba en la arena luchando desenvainada la espada con su hermano
Atocles, los dos eran hijos de Edipo. Completaban el friso las
grandes diosas de Roma: Ceres, Prosperina, Baco y el dios Pan, Tirso
con su vara Ariadna en la confusión del ovillo, Sátiro que fuerza
doncellas en el bosque, Vulcano, Dionisio, Sileno, Narciso, el Atlas
de san Cristobalón que porta el mundo y Neptuno y Favonio dioses de
los violentos y de las aguas. Hebe es la diosa de la juventud. Todas
estas deidades empezaron a parecerme razonables como exponentes de
los vicios y virtudes de la pasión de vivir. Eran divinidades
superiores pero con encarnadura humana. Los retores filsofaban en el
foro sobre la esencia de las cosas, el origen de la vida, las
propiedades de las plantas. Ni Platón ni Aristóteles ni Seneca
tenían en sus dominios la clave de todo esto que nos envuelve. Del
bosque llegaban los alaridos de los scutia, eneas Vilicus tenía la
mala costumbre de correr a latigazos por el bosque a sus esclavas.
Roma se divertía con sus juegos seculares. Los 135 días de circo se
marcaban en el calendario (magni joci, juegos magnos)
MI
AMIGO GUMERSINDO ARIJE
A
Arije me lo encuentro todos los días yendo y viniendo por los
bulevares de la Reina Madre allí donde hay una clínica que fue
hospital de sangre para todos los soldaditos de nuestras guerras
africanas. Aparece en imagen una enfermera de bronce que atiende
compasiva a un cabo de infantería, herido de bala, abierta la
sahariana con los ojos turnios agonizantes. Del pecho se escapa un
chorro de sangre. Mi amigo quedaba conmovido al contemplar la
estatua. Tarde de mayo dolor de España horas sin amor. Auras de
juventud. Esta zona de la capital me recuerda los tiempos de
estudiante, la parada del F, el autobús que nos llevaba a la
facultad, casa de ladrillo rojo. El cobrador era un gallego rubio
uniforme gris como de presidiario y una visera-bonete con un guarismo
de registro, por cima de la visera, picaba con gesto indolente los
pases que eran veinte números desparramados en cada uno de los
cuatro ángulos sobre un cartón blanco. Se sacaban estos itinerarios
en la taquilla de la empresa municipal o en cualquier estanco por un
duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo. el trolebús arrancaba. No
va más. Billetes por favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía
yo todos los miércoles al bajar a la clase de prima cuando tocaba
latín con el profesor Mariner, un catalán clásico emblema de la
sabiduría y perfil romano. Aparecía sentado en su telonio como un
buda mirando alegremente para la juventud divino tesoro que nunca
vuelve. Una vez me tocó detrás de una monja concepcionista que
arrimaba el culo arrecachado. Yo, por mi parte, acercaba el material.
Hambre sexual de los sesenta. Mi amigo Molina malignamente me hablaba
del placer que suponía a los milicianos invadir los conventos y
forzar a la madre superiora. Muchas daban gracias al cielo sin
importarles mucho ser mártires victimas de las sacrílegas turbas.
Aquella zona estaba en los límites de la glorieta donde había un
cine grande en que veíamos películas de espías alemanes y un
bailongo en los bajos. Sara Montiel acudía a una famosa cafetería
del primer piso y se la veía muchas tardes mirando por la
cristalería del ventanal mostrando sus torneadas rodillas de rolliza
manchega que por aquellos días eran una inducción al pecado mortal.
Estaba cantando el ultimo cuplé y la canción “fumando espero”.
Por las noches en las campas circulaban por los solares del Canalillo
mujercillas de virtud incierta. Este ajetreo ya pasaba en los tiempos
de Galdós. Una paja una peseta; un polvo con goma un duro.
Frenética actividad meretriz se condensaba en la trasera del Gran
Hospital cuando los amaneceres sabían a leche condensada. Y es que
Eros y Tanatos son Castor y Póllux subidos al mismo caballo.
Compañeros de viaje. En la mili te daban bromuro y a lo mejor el
tiro de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó en África.
Él
vendrá a separar a los buenos y a los malos. Apacentará a sus
fieles corderos y derramará la sangre de los cabrones y cabritos.
Porque Él es el maestro de Justicia. Pasaron las pascuas nochebuena
tranquila y recatada en el herrén y reanudo yo Arije mis prosas
peripatéticas por el bulevar de Reina Victoria tratando de levigar
aquellos recuerdos separando el grano de la paja de mi juventud. He
oído las palabras de San Esteban el primer mártir que exclamaba
mirando al firmamento "Satis
est vixisse"
y así subió a los cielos. Los viejos de la Inter no creen en esta
frase porque lo único que les preocupa es llegar a los cien años a
fuerza de hierbas cordiales y de visitas a los galenos matasanos.
Mejor no ir porque te mira el Esteban y te dice que tienes un cáncer
y hay que contestarle " sea lo que Dios quiera. Viva la gallina
con su pepita". Quieren acabar con los septuagenarios de la
patria. Roban en el banco, les copian las tarjetas. el latrocinio y
la protervia habita entre nosotros. Veo la cara alargada, de
espátula, sus guiños diabólicos, del doctor Muerte que mira para
los pacientes con ojos cancerosos. Andan los pobres viejos solitarios
con la oreja pegada a la radio de la Inter en un furor encaramado
angustiados por tener vida larga. Cimbel y zumbel de las tardes
sarcásticas sin amor el cuerpo doliente huyendo de ladrones y
asesinos. Fumando espero, cazador cazado solo a vueltas con mi
conciencia y los recuerdos. Le hago un corte de manga a la red, me
entrego a la oración que es reclamo, expiación, adoración,
arrepentimiento y esperanza. Me gusta la liturgia romana en latín
con algo del rito ambrosiano y muzárabe. En contrapartida la mejor
liturgia es la polifónica rusa. Internet me sirvió de alfombra
mágica para ir a la misa de Nochebuena en el Kremlin que ya es decir
pero las cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo la misa de
pascua.
Tengo
fuertes palpitaciones y las negras ideas se apodaran de mí. Las
combato rosario en mano. Hay que poner lastre a los malos
pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira pedos,
remuerde por los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas,
es la loca de la casa.
—¿Viste
u oiste el espich que nos largó don Felipe?
—No
me dio la gana. Al verle tan insulso y tan poco espíritu se me
atragantó el turrón. Para mí el único rey que vale es el la
baraja. La monarquía viene del mono y en España siempre tuvimos a
los borbones una desgracia simiesca. Borrón y cuenta nueva.
Crecen
los días y suenan por algún rincón del cielo rondas sanabresas,
canciones toresanas, ataruxos galaicos, espantadazas del paloteo
vasco, cobras catalanas y tamboreadas navarras al son del chistu,
juntamente con tonadas asturianas. Arije tenía una visión muy
folklórica y así le iba. Estaba fuera de lugar. Le rodeaban las
maniobras en la red de la incomunicación digital la gente enviando
guasaps dándole al dedito a mogollón. Todos dicen que el diablo no
canta aunque sabe mover el esqueleto. Dios te libre de las lenguas de
dos filos y de los sermones del padre Ricci, el que destapó la olla
de la tapa de los infiernos y allí vivimos cómo se cocían una
recella de obispos y pontífices máximos traían en la mano un libro
del Dante. Satanás los pinchaba con un gario de cuatro dientes en
las posaderas. Iban desnudos pero se conocía que no les había dado
tiempo a quitarse la mitra de la cabeza. Sus cabalgadas por las
calderas de Pedro Botero eran un auto lardivo.
—No
puede ser
—Porque
tú lo digas
En
el altar mayor de la catedral de Luzbel que es una zahúrda de Plutón
el infierno es una casa de acogida alcancé a ver yo a un mitrado muy
albardado de casullas, roquetes y manipulos que daba la bienvenida a
los colegas recién llegados con una plática en la cual les decía
que estaban en la casa donde no se come ni se bebe y de donde no se
sale nunca. La cueva de los castigos infernales estaba debajo de una
gran acacia que crecía en el bulevar. Santi de vez en cuando les
bajaba un bocadillo con carne de serpiente y cañas de aceite de
ricino ración de patatas bravas envenenadas, arenques y pollas en
vinagre.
Un
fraile se sentaba también como la madre lo parió pero ostentando la
tonsura y la cogulla sobre un sillón de nogal aforrado de guadamecí.
Gritaba y se arrancaba todos los pelos de la barba. Decía ay de mí
en la hora que nací. Su cara la estaba pintando el Bosco en uno de
sus cuadros. Junto al departamento episcopal estaba la sección de
los periodistas que eran incontables los que estaban allá pero su
número era superado por el de los abogados y los rábulas espolistas
en pelo malo. La leva de políticos era tan larga que ni te cuento:
Trump con su trompa elefantina diciendo que aquella noche era la
navidad y no se iría de picos pardos, la Merkel en minifalda,
Máchele Obama moviendo el trasero sandungo, Teresa May una flor de
mayo que devoraba carnicera a los mosquitos del Brexit, Juncker el
padre de la masonería europea tocado de yamulka y enseñando las
filacterias de rabino bajo el traje sastre, Rajoy mirando para el
tendido en la silla de don Tancredo fumando espero, Putin como un zar
de la kagebé montando a caballo y disparando misiles, Netanyahu con
cara de sacamantecas, Bergoglio mirando torvo para la costanera y
abriendo la puerta de la iglesia al enemigo. Traidor y mal ostiario,
Berlusconi con gesto burlesco una cohorte de odaliscas en su palacio
y no sigo la lista porque la perversidad infinita se había apoderado
de los dirigentes del globo terráqueo. A las soflamas de los diablos
y a los palos respondían los condenados con frases hechas:
▬Con
tanto malvado como hay en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí.
Estamos hartos de penar y sufrir.
Al
grito de auxilio acudía el infernal demandadero y les daba la vuelta
a la parrilla para que se torrasen un poco más como san Lorenzo.
No
había en el infierno aliviaderos pues allí no se come ni se bebe ni
se mea ni se caga, todo es penar y crujir de dientes, y para siempre.
Para siempre. en medio de esta algarabía de voces y gritos y
blasfemias se escuchaba el barboteo de las perolas donde cocían sus
cuerpos, calderas de pez y aceite hirviendo. la atmósfera era
salobre y sobrecargada de un hedor mefítico. Los fámulos del Pateta
se apresuraban a torturar a los predichos con esmero y diligencia
cumpliendo las órdenes de Lucifer de manera implacable. en aquella
alcaicería del furor los que gritaban fueron sepultados en una
montaña de cal viva:
—
¿No
estábamos redimidos por la Preciosísima Sangre? ¿No pedimos
confesión en la hora de la muerte? ▬ lloraba un cardenal de la
curia el proxeneta que dio protección a Raspín aquel extremeño que
arrimaba las putas al colegio cardenalicio?
—Penen
los rufianes y tengan su merecido.
A
las quejas del purpurado respondió el gran esbirro con un tizonazo
en sus partes pudendas donde tanto duele.
Atollite
portas antiquas abran la cancela pero las puertas de Jerusalén
estaban cerradas. La ciudad santa había sido bombardeada por tres
misiles nucleares. me quedé pasmado ante aquel cuadro de destrucción
masiva. Alligieri Dante me señaló a res prelados de blanco que la
impostura glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la
gehena. Eran Pablo, Juan y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el
espanto pasmado de las blasfemias vi cómo el Santi el mancebo de la
tasca Julifer también lo llamaban el Bar la Puñalada el lugar donde
y acudí displicente a la hora del café probo funcionario de un
cuerpo a extinguir por la Constitución bajaba con los refrescos para
refrescar a los sedientos praditos con frascas de vino perronero que
los españoles juramos en Santa Gadea acariciando la pata del Cid
Dios que buen vasallo si hubiese buen señor nuestras mesnadas fueron
traicionados por Bellido Dolfos y don Opas asomaba la gaita por Punta
Umbría era el enalgramado que traicionó nuestra estirpe y se
acercaba siniestro a los montes de Peñalara. Alfolí de los vicios y
varadero del mar de maldades era aquel aposento que yo columbraba.
—¿Qué
dices Etsi?
—Yo
no digo nada. Lo tuyo no tiene solución. Me dejaste abandonada para
irte con otra.
Le
dije que había navegado en galeras remando contracorriente con toda
la canalla de un barco que iba a ninguna parte y ahora me esperaba
aquella tronera porque de seguro que yo también era un malvado al
que Queronte justiciero aguarda. Tras un infierno en vida me esperaba
otro en muerte. Es el fin; me arrojarán a la trena donde no se come
ni se bebe ni se caga ni se mea durante toda una eternidad. Sicio.
Tengo sed. Un verdugo mojó mis labios con esponja de vinagre y el
Santi diome a beber un potingue de cerveza calamocha mezclada con
zumo de rabo de culebra.
—No
es justo —lamentabase Gumersindo Manahén Arije ▬ que en las
zahúrdas de Plutón nos den carena. Don Francisco de Quevedo el
profeta lo había pronosticado. Él tuvo también esta visión. Se ha
torcido mi destino cual tibia de alcazuz que cruje entre las
mandíbulas del quebrantahuesos. En aquel instante un sacre altanero
que se desbandó vino a posar sobre la copa de uno de los tilos de la
avenida, al instante en que circulaba un 45 de la línea de autobuses
urbanas. El vehículo recibió una gran cagada en el parabrisas
mientras los palomos cojos caminaban, señoriles, recitando plegarias
por el bordillo sin hacer caso del buitre que desde arriba los echaba
el ojo. Ellos a lo suyo a picotear cáscaras de altramuces y pipas
que tiraban las niñeras cortejadas sobre los bancos por militares
sin graduación. Un cabo de la Base Mixta se arrancó con una copla:
"La viuda rica que con un ojo llora y otro repica, la hija
recogida y nunca consentida porque del ocio nace el negocio".
Gumersindo
odiaba a las palomas urbanas que echaban a perder las aceras de la
ciudad con sus deyecciones. Bajaban los viandantes saltando entre las
bostas de palomizo y perrizo porque la población canina igualaba
casi en número a los siete millones de habitantes que tenía Madrid
La
escena del cabo moribundo de bronce en manos de la enfermera me
recordaba a mis compañeros del tabor de regulares cando serví a la
patria; aun sabiendo que esto hoy no se lleva Arije se sentía muy
ufano de haber hecho la mili en regulares y cantar por lo bajini
aquello de soldado estoy de España y estoy en el cuartel contento y
orgulloso de haber sentado plaza en él. Florence Nightingale habita
entre nosotros y si no hubiese sido por estas enfermeras que son
monjas laicas y a su vez matronas y madrinas de guerra que dieron su
vida por España hubieran muerto solos como los perros en algún
blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos soldaditos llenos de
valor. Eso se supone. ¡Bah! no me quiero poner sentimental. Canta la
coruja en la rama del roble. Ya están llamando. Vuelvo sobre mis
pasos a desandar lo andado. Enrollo el cordel y el zumbel de la
memoria empieza a moverse sobre el firme del bulevar. Camino solo
ladera abajo con mis pesadumbres. No es que quiera mucho a los moros.
Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos. Respeto sus
lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de cargar
las tintas y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen
algunos.
Conozco
a los musulmanes y ellos creo que me conocen a mí pero ni tanto ni
tan calvo. No lo puedo remediar. Dicen que es un pecado matar en el
nombre de dios pero la biblia es un libro de hazañas bélicas con
resabios porno y yo marcho a rebalgas perseguido por mi sombra por
Reina Victoria. Debo parecer un paracaidista inglés desfilando por
Buckingham Palace en la parada del Trooping
of the Colour.
El día del santo de la reina que acontece en London en el bello día
de junio. Me dicen los ingleses que, como su Majestad le da que se
las pela al zumo destilado del enebro con gaseosa, no se le acabará
el carrete en mucho tiempo. La reina madre vivió 102 y ella puede
que se plante en los 115. Así que el heredero, al que llaman el
Orejas, el que soñaba con convertirse en tampón higiénico (coño
qué metáfora) de doña Camila la mujer del alabardero, para verla
más de cerca, lo tiene claro.
Tengo
una gran colección de arabismos que exornan (palabras que empiezan
con el artículo al) nuestros diccionarios pero de niño sobre la
cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de
Clavijo en el que el artista pintaba torpemente la figura de Santiago
Matamoros alzando su espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo
los cascos del caballo del apóstol aparecen unos cuantos turbantes
pidiendo árnica. Siempre me impresionaron los rostros desencajados
de esos agarenos que el pintor rural quiso que fueran negros o medio
mulatos, de modo que sus pelambres contrastan con las barbas y
melenas de un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso fue
patrón de los godos durante siglos hasta que llegó la monja
andariega, madre de los conversos. Ya que buen trabajo le costó a
Francisco de Quevedo defender su auspicio castizo de España por San
Jacobo dándose de cuchilladas con el de los cristianos nuevos, que
defendían a santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges
de su pedestal glorioso, al grito de Santiago cierra España.
Estábamos trazando rayas en el aire, queríamos arar surcos en la
mar. Nos falta a los españoles voluntad colectiva, por eso somos un
país de conversos, desdichados y a media hacer enchufado a las
veleidades de una monja andariega e inquieta que podía ser
precisamente la que me arrimaba las nalgas en el trolebús a mí,
deseando ser traspasada por el rayo místico. Quiero que me penetren.
Voglio
una donna.
Apañados
y apretujados íbamos aquellos estudiantes sardinas en lata del
futuro. Nos hemos olvidado del caballo blanco de Santiago. Por estos
tesos pululan los curas libidinosos, las monjas que se dan a la
fornicación y ansían ser penetradas por el dardo divino.
Yo
por lo menos le prefiero a la Mística Doctora que, según revelan
ciertos documentos, se acostaba con el padre Gracián. Así que aun
entonces ya yo bajaba letra herido por la cuesta de Reina Victoria,
sin saber qué hacer, por dónde tirar, inhalando el humo salutífero
de mi cachimba, fracasado de mujeres, barruntando cielos color mortal
y rosa y el odio católico de los neos, enfrascado en tan tristes
pensamientos, acordándome de la Reina Madre que vivió más de cien
años dándole al gintonic. La madre que la parió. Chinchín.
Bríndenos a vuestra salud. La endrina es baya milagrera. Alarga los
años. Es el antídoto contra la lucha de clases. El pan candeal se
amasa con la harina del trigo trujillo. Aquí cada cual propende a
llevar el agua a su molino y dejar seco el de su vecino y habla
despacín no
nos oya el mío vecin que diz en
la Asturias galana. Do va la mar vayan las ondas. Que allá darás
rayo en ca Tamayo. Conviene esperar a que pase todo esto porque
cuando Dios lo quiere, todos los aires llueven. Mayo mangonero, pon
la rueca en el humero. Pedrada cantada, nunca ganada. El que calla
piedras apaña. Piedra sin agua no aguza en la fragua. A piedra
movediza el moho no cobija, y metimos un ratón papal en nuestro
granero y se hizo amo del cillero. Palabra y piedra suelta no tienen
vuelta. Al buen callar llaman Sancho, y entretanto llevaré este
canto. Non
lu quieru non lu quiero pero échelo vosté al puchero.
Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi personaje un
consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London mientras
esperaba a una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy
grande. La esperaba en el salón cortinas rojas en la ventana y un
viejo sofá comprado en cantando con voz solemne de barítono
dedicando versos a la maritornes del Julifer que le decía que Zamora
no se gana en una hora. “Yo soy casada gilipuertas”.
El
Santi se descojonaba. La Leo no le hacía caso pero había una
vinotera al lado, para su consuelo; compraba dos botellas y se las
chiscaba gluglú en un banco del bulevar cerca de la floristería
abandonada. El vendedor de rosas había matado a la mujer y fue a la
cárcel. Su chiscón abandonado era el refugio nocturno de los
vagabundos del Este que trampeaban por la avenida. Que al as de oros
no lo juegan bobos. La floristería era una vecera de cerdos
humanoides. Huélgame un poco, mas hilo mi copo. No hay bronce que
años tenga mas de once ni mas lana que saber que no hay mañana.
Leña de romero y pan de panadera la bordonería entera. Chimenea y
huerto y un hogar do calentar las posaderas, el sueño del pícaro y
del rufián. Todos vamos a donde dan. Campanas de mi aldea tilín
tilán. Aldeana es la gallina pero comenla en Sevilla y viva la
gallina con su pepita. Dentro de la concha está la perla para quien
sepa verla. Añoso luchador el pino de Formentor. Do no valen cuñas
aprovechan uñas. Guárdate del viento acanalado y del hombre mal
barbado que porta en la cara las siete señas del hideputa (el signo
más conspicuo: la barba en parroquias como el Coletas), al loco y al
aire calle. La sangre se hereda y el vicio se apega. Soplar y sorber
juntos no puede ser. Me deslizaba al esconce de la floristería
después de estas subidas y bajadas, ▬cuando perdía el último
autobús a causa de su afición al pimple y no podía regresar a su
hogar, así que quedaba a dormir en la leonera de los vagabundos▬
por los colmados alcohólicos, veía venir a las marimantas. Los días
que atardecía sereno tomaba el 623 y se refugiaba en su casa, aquel
chiscón que había comprado con sus ahorros en Majadahonda. Seguía
escribiendo al dictado de la botella porque para él la escritura era
una purificación una catarsis para un tiempo en el cual la poesía
había muerto. Quien bestia va a Roma de allá bestia torna. En el
camino a muchos se les estropee el botijo, digo la sítula. Luego
vienen los grandes pecados capitales de nuestro pueblo: ira, gula,
lujuria, soberbia, homicidios, omecillos, robos, desfalcos,
temeridades, contumelia, bandos, disensiones, mecachis en la mar.
Acaso el proel de los vicios sea la protervia que la soberbia
reconcentrada y la obstinación en el mal son licencias que marchan
delante. Mascarón de proa de la vida nacional. De la cantidad de
nuestra dura mater depende el pensamiento. Los hombres con cabeza
pequeña tienen parvo entendimiento. Porque el viento gordo genera
craso intelecto y yo estoy demasiado gordo, padezco de crasitud
mórbida. Así, como los naranjos que portan poca médula y cáscara
canteruda, me aflije a mi la mucha cáscara y escaso pipo, debe de
ser porque estoy enfermo del alma. Mi madre y todas las mujeres que
he conocido me lo dijeron “eres parvo, Gumersindo Arije”. mi
amigo Manahén Enalgramado, que es un traidor, no piensa lo mismo, tú
vales mucho, chico, lo que ocurre es que te minusvalora y por eso
echaste tu vida a rodar. A Manahén le gusta dar coba. Aunque el
poder cognoscitivo de las potencias del alma acaso se mayor de lo que
se cree. Son poderosos los mastines con carlanca y olfatean el aire
los podencos, eso me pasa a mí cuando veo a una persona por primera
vez que le calo y sé de qué va y por donde va a salir.
En
el Kiss bailaba la bacante Micaela. Había algo divino, un halo
superior en aquella negra. Parecía una sacerdotisa de Venus color
ébano pero el diablo, que siempre anda por Cantillana, movía la
lengua y le hacía pronunciar cosas extrañas en diversas lenguas. Yo
salía renovado de aquel cuchitril de paredes rojas color vino de la
calle la Ballesta. En Gran Vía un argelino me quitó la cartera y
anduve tiempos metido en pleitos de la mano de rábulas vocingleros
extorsionistas que querían demostrar que mis ojos grises eran
negros. Este es un mundo ovil con muchos recovecos. En Madrid siempre
cazan ratas al amanecer. El remedio contra esta carrera de ratas son
los cuatro espíritus vitales de los romanos: Tracrix, Retentrix,
Conmotrix y Expultrix.
Según
Roma, la tribulación aguza la inteligencia y la alegría hace bajar
la guardia a los humanos. Para los talmudistas es un error
imperdonable ir de bueno por el mundo.
Estaba
Santi el del Julifer, el bar de la esquina, hecho un brazo de mar en
su telonio despachando cañas de cerveza y mirando de reojo. Zamora
no se ganó en una hora. Qué va a ser... lo de siempre. Ya no vas al
Kiss. Qué es el Kiss preguntó un cliente con pinta de guardia civil
franco de servicio y dijo Santi un puticlú y yo dije ya no me vaga
estoy jubilata soy un cabo pieza al que se le jodio el goniómetro y
el Santi que aquel día se había levantado con el pie torcido se
cachondeaba de mí ante el secreta. Además repuse lo cerraron desde
que mataron a Manolo Cantalejano. Creo que fue la mafia rusa y Santi
corroboró:
—Je
a éste cualquier día le colocamos las pulseras
y lo llevamos a la comandancia. Lo malo es que tiene las muñecas
gordas.
El
Santi era un suma y sigue de su hermanan Leonor a la cual le gustaba
faltarme al respeto cuando subía a tomar café de las mañanas del
tiempo que se fue. Por sus interferencias la hubiese dado yo una en
los morros pero no valía la pena. Hay que resistir cuando la gente
pide bronca y poner en practica el consejo de mi abuelo que era de la
Benemérita “paso corto, vista larga; ojo al cristo que es de plata
y ojos de halcón diente de lobo y hacerse el bobo”. Leonor era una
verdadera Euménide. Yo me pregunto qué es lo que habré hecho yo
pobre funcionario sin mando en plaza, marinero de tercera para caer
mal a la gente. Debe de ser mi gordura mórbida que les asusta pero
de mozo cuando vivía en London era cenceño, tenía buena facha, me
acostaba con mujeres que no eran de pago, y feliz. En el Kiss una
sacerdotisa de Venus echaba las cartas, dominaba la guija, vaticinaba
el porvenir como la mejor veedora de Galicia aunque ella era
andaluza; decían las compañeras que aprendió las artes mágicas en
el Vaticano en su calidad de primera daifa de los cardenales de la
curia, hizo una prognosis terrible de mi condición psicológica y
sexual:
— Tú
tienes madera de asesino en serie.
— ¿Quién
yo?
—Sí,
tú. No te hagas el longuis
—¿Por
qué?
▬Buscas
el trato torpe con mujeres públicas. Eres algo seductor y encantador
de serpientes pero insensible al dolor ajeno. Hundes tus fauces en el
légamo del egoísmo. Tienes los pies planos y me da que eres algo
impotente. Esto de la impotencia de don Juvenal fue corroborado por
el sanabrés que poseía buen ojo clínico para tales alicientes
El
camarero sanabrés pronunciaba su diagnóstico de manera contundente.
Seguramente había leído a Freud. No. Eso imposible: Santi era de
los que jamás han leído un libro. Esos españoles que pertenecen a
un país en el que menos se lee y más se publica. Vanidad de
vanidades. Me quedé de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse
de lecturas, mala cosa. Pero nunca pondréis, malditos, bozal al buey
que trilla. La Leo nos miraba desde el alguarín de sus premisas una
cocina de metro cuadrado, verdadero banderín de enganche de potas y
perolas, donde fregoteaba con sorna y empezó a decir sandeces y
blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi camisa santo
dios por qué le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No
merece perder el tiempo hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba
al tute con los jubilados, me guiñó un ojo desde el taburete donde
echaba la partida:
— Calma
no hagas caso a esa bruja.
Pese
a las impertinencias y humillaciones, estaba yo allí todos los días
a la hora el cafetín. Me atraía el abismo. Templanza. Moderación.
Circunspección y voto de silencio. Todo menos darla un par de
hostias. No te pierdas, Gumersindo. Y por más que me proponía
alcanzar tales virtudes jamás lo conseguía. A lo mejor el Santi
llevaba razón: yo, arrastrado de mis malas inclinaciones, podía
liarla parda hasta el punto de convertirme en un asesino en serie. No
me gustaba mirar los telediarios porque me daban ganas de vomitar y
después matar a ZP. A la rubia de bote el chocho morenote esa lozana
andaluza que pronuncia encendidos discursos simulando la verborrea de
los delegados de curso de la Facultad de Económicas y presidía un
gobierno de corruptos y de puteros yo también me la cargaba. Mi país
estaba envenenado por la política que torna a los hombres tristes y
rencorosos Por las noches se me acercaban los vampiros y creía
entrar a bueyes volando por mi dormitorio. Alguien soltaba el buho
que revoloteaba por la camarilla. Graznaba la lechuza en una rama del
árbol de la sabiduría. Me convertí por esta causa difunto de
taberna y entraba desesperado en la barra del Julifer (acrónimo de
Julito y Fernando no vayan a pensar ustedes otra cosa pues eran los
dos socios que montaron el chiringuito) para que la Leonor me
escupiese exabruptos y su hermano me preguntase con un aire místico
si me pasaba por el Kiss. Templanza. Moderación, restricción,
recato. No hagas caso, Arije. Lanzaba la peonza. El zumbel de mi vida
daba vuelta y vueltas. Se desplazaba en círculo y la mecha se le iba
diluyendo hasta que sonaba el cimbel del convento de las Clarisas a
la hora de vísperas. El impulso cinético concluido, el trompo
quedaba tendido panza arriba como el cadáver de un ahogado sobre el
enlosado del bulevar. Así que cimbel y zumbel es lo que soy ya digo.
No había matado a mi mujer pero no sería por falta de ganas sino
porque ya iba para mayor y me fallaban las fuerzas. Las daifas del
Kiss también se reían de mí. Lo mejor en esta vida no es el amor
mercenario sino compartir el secreto de la botella de Erifos. Vaya
usted por la sombra y no se le ocurra escalar algunas de las brancas
del crecal que es árbol sagrado. Que hay moros en la costa y
centinelas apostados entre los merlones y almenas de la muralla de
Niebla que es la más importante de Andalus. Con que ya me dirás
Ruibrás. El zumbel tornaba movido por la fuerza centrifuga de la
cuerda a compás de los tiempos de la gran zurra. Había que ahogar
las crisis de fe en la caneca de aguardiente y reírse de la
opulencia de las cosas nuevas de las gentes que van en el metro
mirando para la consola de su móvil y meneando con agilidad el
dedito de la comunicación virtual que se mide en baremos de
incomunicación física. Suena el cimbelillo de las monjas que llevan
a las masas a la fantasmagoría de las redes que son las nuevas
arpías de los capiteles románicos donde todo está dicho y
augurado. Se nos aparecen los monstruos de dos cabezas y la mona que
se muestra impúdica ostentando la gran vagina de la mandorla
mística. Lo que iba a pasar en los tiempos venideros ya lo sabían
los constructores de catedrales del siglo XII. Las iglesias estaban
vacías pero las santas pobres mujeres seguían acudiendo a la
novena. ¿Quién murió? El niño de la Exuperia.
¿A
causa de la tos ferina?
▬Paez
que sí
Llevaba
el féretro un carro tirado por un tronco de corceles blancos y a
Arije que caminaba detrás del cura portando la cruz alzada y
cantando el entierrillo aquellos caballos le parecieron que iban
trotando por los cielos nuncios del Apocalipsis.
Mientras
tanto, los narcopoetas escanciaban yámbicos blancos y las poetisas
se llamaban poetas desde que se popularizaron los versos perroneros
de Gloria Fuertes que era bollera. Alzaron el pendón del orgullo
vaginal. rNo somos poetisas que nos llamen poetas. Hay que
ver estos de la involución feminista en qué tonterías se fijan
llevadas por su odio al macho y sus deseos de aniquilar la vida. Yo
quise entonces cambiar el mundo mediante la palabra pero no pudo ser.
Mis parientes ponían oídos de mercader o se mofaban de mis
súplicas. En España escribir es un vicio y yo no era más que una
pobre flor de jara, un hijo de la lluvia. El arcipreste Julito y el
padre Eguillor que se torra en los infiernos ya me lo habían dicho:
▬Arije,
tú nunca entrarás n el paraíso. Mala suerte, chaval. Te salió el
esteatoma. Y un zaratán en los pies es para las ocasiones. Creciste
en un mundo sin amor.
A
pesar de todo fui por el mundo anunciando nuevas y contando cosas,
navegando por mares de envidia y mediocridad. No entendían mi
lenguaje por yo empleaba los subjuntivos y la consecutio
temporum
latina y ellos, pagados de si mismos, se creían los reyes del mango
pegados a la alcachofa, y al micrófono rebuznador, verdaderos
“maqueraux”
de los portavoces profanadores del lenguaje de la comunicación,
butanitismo
informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en Stalingrado
y monta guardia en las estrellas. En noches de desolación nos
comunicamos utilizando un télex particular que me conecta con la
ultratumba. Escucho los tambores que anunciaron la desolación.
Siento piedad por tío Hans y todos los que cayeron en aquel terrible
mes de enero e 1943. Nuestro futuro se derrumbó entonces y vamos
muchos dando tumbos por el mundo. Sin embargo llegaría un día de
venganza. La mentira no puede durar mil años. Los serviolas de proa
anuncian una noche larga en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás
sobre el áspid y el basilisco, romperás los eslabones de las
cadenas que te ataron. La nieve y la escarcha (Imbert
et nix)
pasarán pero no mi palabra. El Señor que es buen marinero de altura
nos largará una estacha. Mientras tanto, escucho el ruido de los
cerrojos que se abren y cierran en libertad. Los mueve una mano
invisible. Ecos que se grabaron en la piedra de los castillos y
matacanes por cuyos pasadizos yo corría en mi infancia. La piedra
guarda los mensajes crípticos. Son ondas del más allá. Haplología
cíclica. El pan de los mastines. Los guardias de seguridad que
guardan la viña bajo el gario de oro de los cuatro dientes:
justicia, fortaleza, prudencia y templanza. Todas ellas abocan a la
continencia, la modestia y la abstinencia que proporcionan alegría
al mal y al cuerpo buen banzo son las virtudes más importantes. Son
sus contrarios el hambre, la peste y la guerra los más destructivos.
Después como todo se renueva florece un tiempo distinto ex novo el
abismo. Los poetas son sus heraldos pero muchos son crucificados
porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose tras
el carro triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores
del Becerro de Oro. También sigue a los tiranos una cohorte de
nuevos ricos, de teloneros, de periodistas comprados, y de
abogadotes rábulas picapleitos. Los globos se desinflan y se
estrellan contra el asfalto del Paseo de la Castellana en medio del
estruendo de palabras altisonantes altoparlantes: democracia,
solidaridad, feminismo, sexo y café para todos, globalismo, derechos
humanos, lucha de género que ha venido a sustituir a la lucha de
clases, el euro, la Merkel, Donald Trump, la Maritere inglesa. una
verdadera muta lobuna marcando el paso de los globales. Y de
apoltronados en Bruselas. Ya no hay propiedad privada la gran
aspiración de las clases medias merced a la corrupción sistemática
de los partidos políticos que operan bajo la fórmula de “I
will buy you out”.
Somos unos vendidos. Estos señores nos compraron. Todo es escaparate
y jactancia en este mundo sometido a la dictadura del dinero, el
hedonismo y la fuerza bruta que es la fuerza de la masa. Nos dan gato
por libre cantidad por calidad y eso sí grandes superficies y Black
Fridies. Los gobiernos que ponen al frente son una almáciga de
mediocridades, porque piensan los que mandan que los ineptos sean más
corruptibles y manejables
Una
cuadrilla de negros en un banco en mitad el bulevar recién
desembarcados de la patera y a las que las autoridades habían
mandado para acá estaban sentados sin trabajo. Iban pululando de
acá para allá y robaban carteras a los borrachos mientras dormían
descuidados sobre los bancos del bulevar la zorra suprema zupia
calimocho y ginebra de garrafón mezclas explosivas. Todos -eran lo
menos ocho- ocupaban un banco municipal. No tenían currele y estaban
de brazos caídos porque esto no era lo que les habían dicho: esto
es el paraíso.
— Venimos
a España a que nos mantengan. No vamos a pegar golpe.
Acababan
de aterrizar en Madrid como aquel que dice pero después de la patera
¿Qué? ¡Pobrecillos! A matar o a robar o hacerse el culo de una
puta vieja.
— Pues
ninguna lástima te han de dar, Arije — solía decir mi novia Etsi
En
ese caso estaríamos hablando de turismo sexual o de un nuevo tipo
migratorio. Me daban un poco lastima, la verdad. Este país fue cruce
de razas y empalme de fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta
con las abotagados rostros ecuatorianos de piel cobriza que parecen
mismamente corchos de botella con perdón pues así tienen el talle y
cara de buenas personas casi todos estos ecuatorianos inditos que a
mí no me molestan. Madrid ya no es rompeolas de las españas sino el
abra donde convergen todos los mares del mundo. ¿Esto es malo o
bueno? Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y decíamos pero
esto ya no puede ser. Venida la pella, y como no los puedes vencer,
únete a ellos, sálvese el que pueda. A la España de mis amores no
lo conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes
transandinos y subsahariano pueden mejorar la raza hasta el punto de
perder nuestra identidad pero nada podemos hacer.
Entré
en el bar Tera. Zamora no se gana en una hora. La Leonor estaba de
muy mala leche. Manolo su marido hecho un brazo de mar al igual que
Domingo y Santi los camareros. Todos son hermanos de por ahí de la
raya de allá donde el Duero se va a cantar fados a Portugal. Hablan
medio gallego y su parlar guardaba desinencias troncales del frontón
de la gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí viejos
cantares de la ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me
metía mis dos buenas botellas de peleón alguna vez clarete y me
ponía a cantar el quien dirá que no son cinco tres de blanco y dos
de tinto — esto de los restoranes familiares que a mí me van:
plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque ya van quedando
menos en Madrid —es lo mejor que tiene esta ciudad. Día sí y
otro no, cocido maragato con su compango, chorizo de bola y todo
bien regado con tintorro de la frasca y ahí me las den todas. Arije
se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba. Estaba cetrino.
Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento de una
mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las
sillas parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un
viudo jubilado que come todos los días a la misma hora, una y media,
sentía que yo había detectado algo del tenor de su gafancia. Pero
no te apures le dije. Si eres gafe todo se soluciona menos la muerte.
Por lo menos has tenido suerte. Las parcas se han llevado a tu mujer
(qué buena era, lo dicen todos, aunque en el fondo todos sentimos
una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no te vamos a
ver en danza por la sección de suceso de los periódicos pues hoy es
muy habitual que los jubilados pensionistas se lleven por delante a
la parienta. No te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid
soltero y con dinero Baden- Baden te lo digo yo échate una novia una
de esas rusas de cuerpos macarrón o esas rumanas fetén con ojos
eslavos de aguamarina y a vivir que son dos días y déjame de mirar
con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa. Oye y no engordes
mucho cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada. Mi comensal
era victima de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los
italianos denominan la jettatura.
Deja de ser el hilo conductor de toda esa trama maléfica, hazte con
las riendas del mundo, domínate a ti mismo. Tener tan elevados
pensamientos en el preciso instante en que uno se zampa un cocido de
garbanzos y mientras Domingo bajaba por la escalera de caracol con la
bandeja no es que sea muy edificante. Primum
vivere deinde philophare
pero yo soy capaz de hacer las dos cosas a la vez. A Alfredo Mirlo se
le había muerto su mujer Brontea haría un par de meses y a la legua
se notaba que era uno de esos individuos que no pueden estar solos
porque le falla una cromosoma de la falta de emotividad. El buey
suelto bien se lama. Había sido un marido dominante y posesivo que
había dado mala vida a su señora y si no la tuvo atada a la pata la
cama allá que se iba pero ahora todo eran lagrimas duelos y
quebrantos por ella. Como Brontea malparió una hija le nació tonta
y se la llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico. Esa era
otra. Pero ¿tu eres mi hermano Gumersindo di? Nos han ocurrido cosas
terribles. Cuando te encuentro por el camino siempre me ocurre una
desgracia.
—No
digas sandeces, Fabiniano.
Pocas
veces le había escuchado llamarme por mi nombre pero aquella vez su
llamada sonó apelativa y tierna transmitiendo en su inflexión
ciertas querencias de la infancia olvidada. Se sintió generoso y
luego le invitó a absenta después de comer. A la salida del
zamorano cada uno de los dos hermanos tiró para su lado el uno para
la derecha y el otro por la izquierda. Cuídate y no te apures. Todo
eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no
fueras tan gafe, te llamaría de vez en cuando pero la gafancia no se
cura... y. Tocó madera. Había una papelera de bambú en las
escalerillas del metro y la rozó con la mano izquierda. Estoy seguro
de que Fabiniano ya me ha pasado la galerna. Era como si en el alma
me hubieran sacudid un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo
mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni cual es
la raíz del arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva
una hermana que había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron
unos bultos en el cuello y se le inflamaron como cuévanos las
cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de la noche a la mañana
perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una Arije.
Vivió poco tiempo: treinta y cinco años. Dicen que lo del tiroides
la vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido que
era un pirata y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre
hermanita.
No
tenemos mucha suerte los de la familia. Avanzamos por la vida con la
cargazón de la culpa. Pagamos por los pecados de otros. Somos del
pueblo elegido. Elegidos sí para sufrir. La cosa no es para
tomárselo a broma pero yo suelo hacer de tripas corazón. Le saco
partido a la vida. Buen yantar buenos vinos buenas mujeres alguna que
otra si se tercia y sobre todo buenos libros y buen tabaco. Me he
fumado lo mejor de Vuelta abajo me he bebido cubetes enteros de Vega
Sicilia. He amado la literatura profesión que nos inmortaliza y no
fenece. Que grande eres, Dios de Israel. Como cuidas de nosotros
aunque a veces nos mandes castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos
siempre de estar preparados y ser congruentes con nosotros mismos
para cuando sople el viento de perdición que extinga la llama de
todos los cirios. Otros tienen oscuridad pero los Arijes vamos por la
vida destellando rayos lumínicos. ¿Será eso por lo que el profeta
nos define como Vas electionis? ¿Será eso por lo que me pusieron al
nacer Baruj?
Y
entretenido en estos pensamientos místicos deambuló por la ciudad.
La Avenida de la reina Madre le condujo hasta un barrio lejano que
casi desconocía donde todos hablaban cheli de los bajos instintos.
Es un Madrid que me daba cien patadas sobre todo cuando esos majos se
descuelgan de repente con una parrafada que parece un chotis y muy
enviserados y chulaponas se van a bailar a la Verbena de la Paloma
sobre un lauril en “La Bombilla”. Todo eso es falso. Esa zona de
la ciudad tan mitificada por Ramón es un pufo que la etnología nos
ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid. Es como arrancarse
por peteneras y darle una buena soba a Yoquecojones Nesti para los
amigos el chamarilero de los libros de lances por bocazas. Lleva
visera de los de los legítimos y se enfunda el blusón de menestral.
Pero lo perdonó. “ese seguro que reventará cualquier día como el
lagarto de Jaén sin que nadie le siente las costuras y le haya
partido la boca por mentar a mi madre, que se muera. Madrid era una
ciudad fantasma. Quebraban albores. En el Paseo del Prado al bueno de
Baruj el peripatético le salieron unas damas al encuentro hablando
en suahili. Todas eran pigmeas la piel negra pero todas ellas vestida
de blanco. Sólo sabían una frase en castellano la de la quinta
pregunta:
— Chupaaa....
folláaaaa
—Bueno,
bueno niñas qué cosas tenéis. Dejadme en paz. Yo tengo otras
preocupaciones. Ale, ale, a casita que llueve.
Pero
cuanto más les amonestaba mas se le arrimaban las pigmeas. Se llevó
la mano a la cartera. Estas prendas vienen por algo. Tuvo que ponerse
serio Arije y sacar la poderosa cabritera de muelle que llevaba en
bolsillo. Al ver la de Albacete se espantó toda la bandada y lo
dejaron tranquilo. En sus cavilaciones se le había pasado la noche y
tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran el primer metro. De
noche la ciudad resulta casi una desconocida otro dibujo otra alma y
otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y
amaba las madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se
escucha a los gallos quebrar albores. A las cinco de la mañana todo
parecía que despertaba y poco a poco se notaba un aire de actividad
y de currele. Tenía frío. Era lunes santo y ya se notaba la
proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los pájaros en las
frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio
laberinto y de su castillo interior a la negrura de la noche tenía
una explicación. Se había pasado la tarde entre bostezo y bostezo
haciendo zapping por televisión hojeando a rastras insustanciales
periódicos y suplementos dominicales subidos de color y de
desnudeces pero entecos de ideas. Para él estaba visto que la
belleza no estaba plasmada meramente en el felpudo de la modelo
exuberante que por una vez se retrasa mostrando sus líneas. Para él
la belleza era la filocalía. No estaba en torsos ni en senos
flotantes sino en la belleza interior. Una mirada una palabra amable
una risa feliz una canción de quintos. Los nuevos periodistas
explicaban a sus lectores a lo largo de una serie de reportaje su pan
comido: ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora todos somos
laicos. Los gimnasios habían sustituido a las capillas en su misión
soteriológica. Era el síndrome de la catedral vacía de fieles y
llena de turistas. La descristianización progresiva, los largos
puentes de fin de semana. El alzamiento de pesas. La barra fija. La
bicicleta estática y otras calistenias. La gordura es un pecado
mortal y el peor diablo el de la grasa. Los flamines del tercer nivel
habían sustituido a los curas y a los obispos. Echaron el cierre las
rejillas de los confesonarios, derribaron pulpitos y ambones, el
purgatorio no existe y el infierno fue una fabula que se inventó el
Dante así que hemos instaurado la religión nueva. Todo cambió.
Acababa de hacer explosión el coche bomba en Leganés. Le daban
escalofríos de pensarlo. Aquel piso que saltó por los aires entre
suras a Alá y la muerte de un geo. Dios aparta de mí este cáliz.
Líbranos de la peste y la guerra. Era buena persona en realidad
Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la culpa la
tendría su hermano el gafe o que un resorte había fallado. Estaban
sin embargo cumpliéndose los designios que había ido desparramando
a lo largo de su obra anepigráfica.
—Tío,
eres todo un baluarte
—Pero
carezco de antivirus
—Que
va. Lo que pasa es que estas apoltronado hecho un oso buco. Has de
caminar más. Pasas las horas muertas ante la cuartilla blanca.
Eternidades de ordenador. Pero ve lo que aguardabas se ha cumplido.
Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes.
—Ya
lo sé.
Había
que quitarse el sombrero. Arije no había fallado un punto en sus
vaticinios. Ya lo sé que te has pasado tres pueblos que vives en
otro mundo pero que se le va a hacer. Sonreías a los insultos. Eres
un cobarde y encima te quejas.
Todas
estas predicas difundidas a beneficio de inventario sin embargo no
valían para nada, no le decían nada. Arije se paseaba por la roca
del precipicio haciéndole un calvo a la vida y a la muerte. Vio unos
demonios so capa de monos forajidos copulando furiosa y fugazmente
sobre la rama de un ailanto del jardín botánico. Ciertamente había
demonios en el jardín. En ese jardín. En todos los jardines. Quizás
el jardín se alzaba sobre un cementerio y allí estaban los huesos
del profeta Ezequiel en trance de alzarse y muchas noches sobre los
cielos turbios de la capital se elevaban como vaharadas las
trazadoras de los fuegos fatuos. Debían de ser lo muertos de la
guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que no estallaron.
Castor y Pollux un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles que
iban tan amigos montando un mismo caballo se liaron de repente a
guantazos y todo era furor por las esquinas y los esquinazos.
—A
que no me coges.
—¡Uy
esos! Parece que van mal.
Por
fin llegó tras mucho caminar, pasados los pontones del olvido, al
intercambiador Digital una cochera inmensa debajo de los cimientos
mismos del Arco de Triunfo. Estuvieron trabajando obreros actividad
frenética día y noche para tenerlo a punto que lo tenía que
inaugurar don Cejas para la Trinidad pero puso algunas objeciones la
Celadora de la Comunidad el mando estaba bastante dividido y era todo
un descojone, entran y salen cuatro como antaño en el cine
Montijilla y ya se sabe unos por otro y la casa sin barrer. La
Trinidad se pasa mire usted que guasa y para las navidades el
intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía unas
escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde
las mismas bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo el
ajetreo de la hora punta y el hedor a humanidad. Había una luz
fúnebre como de tanatorio iluminando toda aquella actividad. Yo soñé
alguna vez en la escala de Jacob pero el bueno de Arije se me
despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo de concentración
supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís cerca de
un panel de indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una
fuina se agazapaba seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados
a la oscuridad no podían soportar la luz fúnebre mientras una
cotorra charlatana no paraba de hablar. Seguramente que se había
soltado de la jaula de un cuentacuentos:
—El
39 fue un año triunfal. Ese año un primero de abril entró la
fuerza por acá, en este mismo punto donde nos encontramos. Entraron
las banderas por Princesa y justo aquí fue el empezar y se desplegó
la roja y gualda. Un alférez alto y grande la llevaba.
—Que
bonito! —dijo el de la partida que tenía un brete y una pihuela
atados al zapato — pero para de hablar, lechuza que nos interrumpe.
Lo que nos traemos nosotros entre manos es importante.
—¿Qué
puñetas hacéis?
—Estamos
conspirando.
—¿Así,
con ese uniforme de penitenciarios? Ya tendréis ganas.
—Tú
ya verás. Tú a oír ver y callar.
Puede
que el 39 fuera año triunfal pero de aquella fecha ya nadie se
acordaba. Ahí estaba la fecha de la inscripción latín con una
leyenda en números romanos. La zorra mirando para arriba. El asno de
Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un puntero iba
desglosando como un parte de incidencias el meollo de la frase:
“Armis hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc” (A las
armas victoriosas este tributo). Los romanos más que escribir
esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un
resquicio de la memoria al autor un catedrático con las manos llenas
de tiza y la chaquetilla cubierta de polvo que hablaba con una
palatización de abiertas como en el Ampurdán. Lo escrito en piedra
no es lo mismo que la escritura en papel o en papiro que es un poco
la escritura en la pared de la cena de Baltasar. Frases para durar.
No una pluma yo lo que anhelo es un buril. Y allí vio en lo alto del
cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la
contrademocracia fulgiendo como un ángel al lado de San Juan y de
Tito Livio y de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas, todo eso pasó.
Se fue. Pasó. Ábrete. Mundus transit. Pasa página. Animo pues,
amigo que para eso tienes nombre de poeta y apellido de pámpanos.
Eres todo ubre y pámpano. Todo medula. Lo veía al pobre Baruj
Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había
tundido lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente
blanco. Andaba gambado por una ciudad que fue la suya y ya no le
pertenecía. Por sus calles iba y venía meteco o exilado en su
propio país. Sólo tus sueños te pertenecen pero la ciudad ya no es
tuya y hasta el habla siendo la misma es extraña. Todo es extraño.
Los rostros, mohínos y distantes la gente amargada y con cara de ir
a lo suyo. En las caras se refleja la infelicidad que procura el
egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata. Transitar por el Arco de
Triunfo. Circular por debajo del Arco del triunfo por donde pasaron
las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo que
pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese
epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y
alforjas esterones, artolas, baúl para guardar tantos agravios.
Puf.
Todo lo que me echen.
Pero
para él las calumnias las injurias no eran tales injurias sino
peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos? Sí. Señor.
Tú sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros.
¿Entonces de qué coños te quejas? No seas zarrioso Arije. Vuélvete
a casa. De noche en Madrid todos los gatos son pardos y esta es la
ciudad de los gatos. Pasé dolores de Getsemaní pero sin Magdalenas
pero sin magdalenas que ungieran mis píes con pomos de nardo ni
Verónicas que me salieran al encuentro con sus paños. La
conversación con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin
saber a qué carta quedarme. Nadie se solidariza con nadie. Nadie
quiere saber ni entender. Nadie te ayuda. Estás solo. Atravesamos el
desierto el ponto líquido. Tiempo de Acuario. Todo parece que fluye.
Es líquido. Tiempo de liquidez. Un moro bajó entonces por la
escalinata con una gran alcatifa a cuestas. Era un mohamé manumiso
exarico para los que Madrid nunca será Madrid sino Majeriíta. Al
menos ellos tienen esa idea. Para ellos no ha pasado la Reconquista.
Estas perdido, Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde moras, rabí?
¿Dónde están tu padre y tus hermanos? Mi madre mi padre y mis
hermanos son aquellos que cumplen mi Palabra. Difíciles frases.
Nunca estuviste más oscuro pero seguimos indagando dándole vueltas
al contexto hermeneutas perdidos por el vaho del mundo y tratando de
entender el sacramental mensaje de tus palabras. Corre tiempo recio.
Señor, sálvanos que perecemos.
AÑO
NUEVO ESCUCHO LAS CAMPANAS DE SAN DANIEL
Primero
de año estreno doce nuevos meses de vida. Arije se levantó después
del gran catarro que amargó su nochevieja. Escucharon villancicos en
la radiogramola y bailaron algo, salsa sobre todo que es la música
que baila su mujer orígenes cubanos. Arije se desposó con una
Ceiba. Misa en el Vaticano cantada en latín tan de su gusto. Vio al
papa cojo. Le dio un poco de pena aquel hombre. Cojea el padre
Bergoglio y cojeamos todos pero ahí vamos. Tampoco canta este
pontífice. Lo que más le gusta dél es su devoción a la madona
inspiración jesuita. Al final del oficio se cantó ante el pesebre
Alma
redemptoris mater pero
el portal no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo por
Reina Victoria y tuvo la dicha de escuchar las campanas del Día de
la Circuncisión llamando a la misa de santificación del Santo
nombre de Jesús. El bronce del campanil decía (Arije poseía un
segundo sentido para traducir el lenguaje de las santas campanas que
son bautizadas y ungidas con el crisma de jueves santo) esto:
—Populum
voco. Mortuos prango. Vulnera frango
y aquella voz sonora del viejo monasterio san Daniel uno de los
muchos monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo de oro
constituido por torres, espadañas y muros sagrados o sacra menia que
circundaban Madrid por la parte norte y sur de Moncloa—le
retrotrajo a aquellas maravillosas enseñanzas que había aprendido
sobre la liturgia romana en sus años de seminario. Tuvo el
convencimiento que la iglesia no son las encíclicas papales ni la
doctrina con moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el
corazón. Es la teología, las súmulas tomistas y el gran acervo de
la tradición. En el monasterio de san Daniel escuchaba la misa de
cazadores el rey Enrique IV al alba antes de recorrer los montes del
Pardo a la caza de jabalíes y en su sacristía al pobre rey
segoviano lo envenenó un monje por mandato de Palencia cuando
regresaba del monte sediento y sudoroso. Diole al monarca a probar
una pócima de hierbas con mezclas aromáticas y gaseosa. El tañido
de aquel modesto campanario hoy convento de monjas le llenó de paz.
Las aves huían asustadas por el cielo de Reina Victoria, las palomas
buscaban refugio en las helgaduras de las tapias. En el Islam no hay
campanas. Al moro el sonar de la campana le asusta pero Arije se
sintió ampliamente gratificado en su catolicismo, un catolicismo
ferviente que renacía en él cuando la Iglesia estaba hecha unos
zorros demasiados obispos tocineros y comentarios desaboridos de una
cigüeña que crascitaba inconveniencias en la torre de una iglesia
profanada.
Liturgia
es el culto publico a Jesucristo lo había aprendido él cuando era
adolescente y no podía desquitarse de esa idea. Tal vez por tozudez
o por prejuicios. Arije era tozudo y no precisamente uno de esos que
cambian con facilidad de chaqueta. A Dios le gustan los cantos de
alabanzas y esta idea viene del antiguo Testamento. En la liturgia
converge Cristo con Sión y la cosa no tiene vuelta de hoja. Todo
este entramado es expiación, oración, acción de gracias, adoración
sacrificial y canto de alabanza. ahora lo pretenden destrincar los
adoradores de Satán.
La
iglesia es una y múltiple. Posee la gran riqueza de la diversidad de
cultos en su capacidad de católica o universal, apostólica pues
proviene de los apóstoles. Está fraguada en símbolos que por
desgracia ignoran muchos de los fieles que participan en los cultos
(santa ignorancia) pero es menester entender las ceremonias y
rubricas de los diversos cultos rituales. En la iglesia occidental
existen varios ritos distintas fórmulas de adoración: el galicano
francés, el medulano de la iglesia de san Ambrosio de Milán el
bizantino griego y muzárabe-visigótico que aun se celebra en la
primada de Toledo A Arije el rito muzárabe era el que más le
inspiraba por su españolidad y sus adherencias al bizantino. En él
abundan preces y letanías — hesicasmo o repetición de una frase
pronunciada por Jesucristo o de los Evangelios como los kiries que
impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión las lenguas
vernáculas han roto por una parte con la tradición y por otra
vacían el sentido en que el verbo divino habló en el monte. Por
ejemplo en el ultimo evangelio han traducido et
tenebrae eam
non comprehenderunt
por no le entendieron cuando en realidad semánticamente lo que
significa es que la luz fulge y las tinieblas no apagaron esta luz
que vino de Oriente. Los motetes, los himnos eucarísticos, las
secuencias forma parte de un fenómeno privativo del cristianismo: la
filocalía o amor a lo bello del que carecen los otros credos. Es el
Cristus
Musicus
que se entroniza a través de las musicales notas en el pantocrátor.
Además, las vernáculas han despojado a la iglesia de su
universalidad ingénita. Arije no podía por menos de vapulear las
enseñanzas del Vaticano II. El creyente tiene la obligación de
estudiar su fe y de iniciarse en lenguas que le son ajenas como el
latín o el griego o el hebreo como hacen los talmudistas que
estudian constantemente la palabra de Dios. Rito de iniciación. Hay
muchas cosas que no se entienden sino a través del legado de la fe.
Y estos misterios nos vienen de los ritos órficos de donde arranca
en parte la liturgia romana que quiere quiso cristianizar el
paganismo y en la vida todo es liturgia y rito, fulgor, normativa y
regla, cauce de convivencia, lo que diferencia al ser humano de los
animales irracionales. Los símbolos nos cercan a Dios. El pez, la
paloma iztios,
axios
el crismón el anagrama que llevaban los legionarios cristianos en
tiempos del emperador Valerio. Los que atacan a la iglesia por esa
milonga de los abusos sexuales que siempre los hubo y los habrá
desconocen esta categoría primordial de nuestra religión. Reducir
el depósito de nuestra fe a los pecados de la concupiscencia humana
es una aberración. La liturgia católica tiene estirpe teatral.
Conviene recordar que el teatro nació en los atrios de los templos
cristianos. Autos de navidad y de pasión: Shakespeare, Calderón,
Lope, Tirso y luego la riqueza estatuaria de los ábsides capiteles y
cimacios románicos con la representación de las sibilas, el
infierno, los martirios, las misericordias del coro donde quedaron
labrados algunas advertencias donde colocan sus posaderas los
canónigos sobre la presencia del maligno den el mundo al cual la
Iglesia trata de combatir. Es el zlo
de los ortodoxos rusos. Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua
contra el mal, las bajas pasiones y los instintos que hacen
desgraciada a la condición humana.
Arije
después de estas consideraciones y halagado por la presencia viva
del Cristus musicus se santiguó y entró reverente en el pórtico de
la iglesia de san Daniel. Las campanas seguían propalando su melodía
a la ciudad de Madrid anunciando orbi et orbi la Circuncisión del
Salvador. Año Nuevo buen día del Señor.
Bajé
la cuesta, era tan empinada que con frecuencia el tranvía se
atascaba por no poder con tanta gente, los estudiantes se bajaban y a
empujar. En una esquina la casa chalet de Sebastián Miranda que
velaba las armas cara al sol y los aires de la universitaria. A
izquierda de la bajada se abrían las bancadas del Estadio
Metropolitano y todavía el viento de la sierra del recuerdo traía y
llevaba los sones de aclamación cuando Collar desde la extrema
izquierda marcaba Gooool, el grito de júbilo resonaba por toda la
Ciudad Universitaria, aquellas tardes de domingo, partido, cine y
tasca. Aupa Atleti. Gumersindo Manahén Arije, colchonero de toda la
vida. El campo había sido derruido, bloques de pisos, y allí tuvo
él su oficina, archivos y papeles, estanterías de libros. Fue
cuando se digitalizó la administración y todas las semanas un
camión del ministerio se llevaba mesas y máquinas de escribir. El
ordenador dueño y señor del campo administraba la Cuerpa que ya no
quería archivar nada porque todo lo antiguo no valdría para nada.
Toneladas de revistas y libros de una época fueron a parar a la
basura. Arije desde su ventanal trataba de adaptarse a las nuevas
tecnologías del Word y del M-2. La caída del Muro de Berlín se
llevó por la posta tanto trabajo de la imaginación. Era una manera
de acogotar al fascismo. ZP se sacó de la chispera la infamia de la
memoria histórica, otra vez la guerra cuando nos creíamos todos
reconciliados. Él para contradecir al patán llevaba en la cartera
una foto del Fuhrer que trajo su padre superviviente de la batalla de
Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató de aprender alemán. Zum
befell y Heil Siegel pero todo cuanto quiso aprender se lo desbarató
Cerrolaza un jesuita enemigo de los nazis que dirigía el Departmento
de Germanistica de la Central. Por el ventanal de la Biblioteca
penetraba un sol cansino y el eco del recuerdo de los goles que
marcaba Luis el Zapatones los regateos de Collar y las palomitas de
Pazos en la portería. Fue un tiempo de espera y de esperanza. El
clínico albergaba muchos secretos de su pasión por España. Desde
allí los muertos le hablaban unos se le aparecían con una pierna de
menos otros tuertos y a muchos les habían pegado un tiro en la
garganta pero podían cantar. Sus conocimientos de lo ultrasensible
le deparaban al bibliotecario aquellas experiencias. Cuando se ponían
pesados los muertos vivientes subía cuesta de Reina Victoria arriba
a ver a la Leonor o se daba un homenaje de cocidito madrileño con
dos botellas de vino en el Tera. A los postres besaba el retrato del
Ferrer que llevaba en la cartera. Ah si tú me dices ven lo dejo
todo.
El
bulevar en rampa de Reina Victoria cambió de nombre. Daría luego en
llamarse Roca Tarpeya de Salamanca. Ya se sabe lo que naturaleza no
da no te lo presta Salamanca. Cuestión de másteres. Los másteres
de Perico el de los Palotes que quiso ser presidente, sentarse de
culo en Moncloa alto paramentos aunque haciendo trampa. Los tiempos
de Donald Trump fueron una trampa cuando sonó la trompa de Eustaquio
por la Casa Blanca. Escogió el camino corto: afiliarse a la CIA y
sus socios lo respaldaron. Antes le dieron la consigna que los
generales de las divisiones acorazadas dan a los tanquistas: destruir
y derruir, machacar, mentir, profanar, derribar escupir contra lo más
sagrado.
─Perico,
tú machaca todo lo que se ponga delante de la torre de tu tanqueta.
Acaba con los Españoles sin piedad, límpiate los mocos con la
bandera de España y luego los trapos que te sobren los trae para
acá.
─Yes,
Sir
Y
allá que se fue el obediente Pedrito cargado con sus masteres,
arrastrando las chuletas de las páginas que copió con su cara de
guapo. El enemigo no tenía que embarcarse en un nuevo Vietnam los
gringos son algo gallinas en cuanto empiezan a llegar féretros de
soldados abatidos por el fuego del Vietcong. Bastaba un caballo de
Troya para tal operación y darle el gobierno. Por la avenida bajaba
la manada. Gora san Fermín.
Todos
los días en Madrid es San Fermín y violan a una como en Pamplona
esos putos sevillanos de la infame Manada recua mogote y brazada de
depredadores sexuales siendo el más conspicuo uno que llamaban el
prenda el más aguerrido el más picha brava el que la tenía más
larga una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una pobre chica
que venía de los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá
en un portal mismo y haciendo un standing
up se
la pasaron por las armas coito en cuadrilla, hubo un juicio y salió
un rábula en defensa de los fementidos y dijo:
─Señorías,
toda vez que la muchacha dijo no pero un no es siempre sí en estos
casos no se puede demostrar el estupro.
Hubo
en el país una verdadera conmoción. Las Fem se lanzaron a la calle
indignadas al amparo de la consigna: “un no es no y un sí es sí”.
Cercaron la audiencia y tiraban los sostenes a los magistrados se
quitaban las bragas y se las tiraban a los magistrados a los hocicos.
A todo esto las reinas de las mañanas tuvieron afrecho de su duerno
mediático durante muchos días y las anarosas y las susanasgrisos no
paraban de darle al chisme de la propaganda. Los fulanos de la Manada
se creyeron los reyes del mambo de la publicidad. Esto formaba parte
del plan conspiratorio y la Manada se convirtió en efecto llamada,
en algo viral que atraía cual imán a las redes.. Todos los días se
mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con
ello, relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla
televisiva junto a la mesa camilla uy que horror nunca lo tuvieron
tan a huevo en su programa de fornicar sin concebir. Entró la
vicepresidenta al trapo en defensa de las mujeres pero la defensa de
la ministra era todo un arrogante ataque a la mujer. Desdén en
desguisa bajo su política de construir la imagen de mujer objeto
separada de su función primordial que es la maternidad y la familia.
Arije conmovido y enternecido por aquel zurriburri oyó a uno que
bajaba la cuesta pañuelo rojo al cuello y calzón blanco que
gritaba:
─Señora
ministra, su señoría tiene un culo muy prestoso y redondito. Habría
que ponerla mirando para el Cristo los faroles para pasar la tarde.
El
mozo de san Fermín bajaba por la Calle la estafeta algo borracho uno
de los bueyes duendos que escotaba a la manada le colgó por los
inhiestos de un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al
aire. Debajo de los calzoncillos ponía este epígrafe: “qué
terrible lugar es este”. Pero se rehízo del varapalo y salió
corriendo a no parar hasta llegar la Cuesta las Perdices. España era
una roca Tarpeya un derrumbadero feminista/ separatista con los de la
Cope los curas la Iglesia, el rey la reina, los alguacilillos
actuando de convidados de piedra. Estábamos en plena campaña de
alianza de civilizaciones, de augustas ceremonias, televisadas,
palabras sin sentido. A la mesa se sentaban muchos capigorrones. Unos
se creían superman y otros se escondían aburridos sin hablar en un
esconce pero masticándose las tajadas otorgadas por el poder. Tú
échame pan y llámame perro. Las estudiantes de Farmacia se asomaban
a las ventanas de los colegios mayores en cueros y de esta guisa
contemplaban el encierro. Arije se sentó en el primer peldaño del
colegio mayor José Antonio, ─muchas memorias de su paso por las
aulas en la juventud─, un edificio que tenía factura herreriana y
recordaba a la gran mole escurialense para dejar pasar la procesión
y contar las nubes. El Prenda se la cascaba mientras se columpiaba
en el árbol de la risa, se desgajó una rama, vino al suelo y se
conoce que con el golpe se le rompieron algunos conductos venéreos y
quedó castrado sin remisión, útil para servicios auxiliares.
Algunos no escarmientan y se pasan de listos o de guarros
Era
la hora de consultas en el clínico y los tranvías venían atestados
de hombres y mujeres que acudían a ver qué tal andaban sus
parientes hospitalizados. Sobre los setos de madera de boj que
circunvalaba al gran caserón de la muerte en cuyas salas se peleó
con tanto denuedo en la guerra civil, pasaba lista la Pelona hora sí
hora no y la morgue no daba abasto para aguantar la lista de los
fallecidos en la capital. En Madrid no quedaba un viejo. La pica es
la reina de las armas, es la fuerza de la escuadra veinticinco palmos
para herir sin ser herido. La Pelona no cesaba de ahincar banderolas
sobre los setos del Clínico. La muerte siempre va por delante
ganándonos la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos ayer en
Madrid. Todos acabamos en la trena, en el manicomio o en la casa
socorro. Y todo en la vida es cárcel: la espina es cárcel de la
rosa, la playa es cárcel del mar y el trigo es cárcel del pan.
Peto, espaldearas, escarcela, fálcate, brazales, manoplas celadas,
caldas y corazas son un buen escudo del alabardero pero toda la
infantería perece cuando la Pelona se empeña. Porque contra ella no
caben maulas. Pese a todo tenemos la obligación de ser dueños de
nosotros mismos. Arije contaba las nubes mientras con el rabillo del
ojo seguía a la turba de los violadores en cuadrilla que se
perdieron de vista en un recodo de la plaza de Pio XII. Anarosa se
puso en jarras delante del portal, pidiendo lo suyo:
▬
Quiero
más. Dame más
▬¿No
tuviste bastante? Pues vale ya.
▬Chavala,
tú eres insaciable.
▬Give
me more. Give me more. I want it now.
▬Otro
toro que este no vale. Pase el siguiente
Y
esta era la lúbrica historia de los violadores en cuadrilla que
jaleaban las prensas nacionales sin ningún pudor.
Él
pensaba en Etsi aquella novia que tuco y le hacía el amor en el 600
sin llegar a más. Tonto que fui, pensaba para sus adentros, con las
mujeres no valen medias tintas.
El
arcabuz fue el arma más letal hasta que se inventó la bomba atómica
fulminante y esparce un hongo de muerte al estallar. Carlos V el
emperador se lamentaba maldita la hora que a un chino se le ocurrió
descubrir la pólvora. El salitre, el azufre, el carbón y la mecha
cargan de muerte a cualquier artefacto. Picos, palos y azadones.
Suban todos a cobrar que llegó el administrador. El personal hacía
cola ante los cajeros automáticos. Ya no había que acudir al banco
para pasarse por caja. Bastaba con apretar un botón. ¡Qué cosas
inventa el hombre blanco! Desde el año 89 todo ha cambiado para bien
y para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de Méjico la más
populosa del globo como en Becerril de Campos donde no porta en
invierno un alma. ¿El nuevo terror del milenario?
II
LUNA
DE ENERO
Lunas
fuertes de enero cuando las gatas tienen celo y en las radiantes
noches los árboles desnudos tiemblan bajo la helada. Había pasado
las navidades en su tabuco acariciando sus recuerdos circundado de
libros y de papeles. Le vino bien a su salud el ayuno pascual.
Asistió a la misa de gallo por Internet que celebró el patriarca
Cirilo de Todas las Rusias el adalid que luchaba contra las fuerzas
oscuras. Aquella orgía de voces angelicales, iconostasios de marfil
el Pantocrátor en lo alto de la cúpula, casullas recamadas y el
diacono que cantaba:
—
Xristós
rasdaets piite i pklanite yevó
(Cristo ha nacido venid en adoración)
La
catedral de la Epifanía estaba inundado de caras guapas hermosas
rusas con velo blanco viejos creyentes y niños que recitaban los
compases del Credo y del paternóster en eslavónico todos se habían
la letra y sabían lo que pronunciaban aguantando de pie las dos
horas que duró el oficio. Liturgia triunfal que se refería a un
mundo de belleza y de redención el ceremonial rico y antiguo que se
cumplía a rajatabla a las ordenes del presbítero puntero que iba
señalando a los oficiantes los pasajes de las lecciones y de los
himnos que habían de entonarse. Sintió Arije que Bizancio tenía la
clave del legado evangélico y todo un contraste con las catequesis
perroneras, los lugares comunes e incluso las herejías que
pronunciaba ex cátedra desde Roma el Impostor. Y todo un contraste
con la vida de aquellos días en España: atropellos de violadores en
cuadrilla. Llegó la manada. En Andalucía pastos y cabildeos. La
hora del consenso y de la rendición. Tres putas se desnudaron en la
Plaza de San Pedro y aparecieron en los posts metiéndose un
crucifijo por donde amargan los pepinos. Tiempos de profanación y
desolación. Ierusalem desolada est que cantó Jeremías. La Bestia
utiliza a la serpiente disfrazada de mujer. Pigtail profería sus
blasfemias de siempre faroleaba, quería ponerse medalla:
▬
Los
feministas follamos más y mejor que los de la ultraderecha,
La
palabra ultraderecha y fascista no se le caía de los labios a los de
You can que se sentían amedrentados e impotentes ante Vox un
movimiento que arrasaba. Mucho presumir de potencia sexual y seguro
de que el miembro no se les ponía erecto para cubrir a las cabras
locas del Contubernio Fem.
Arije
no tenía que ver con la ultraderecha. Era un anarquista, un rebelde
como lo fue Jesucristo contra el Sanedrín y se sentía satisfecho
consigo mismo por haber dado testimonio pero sus días los pasaba
oculto en su esconce y las noches las pasaba en blanco a causa del
dolor de España que lo afligía. Después de salir de la cárcel por
haber asesinado a la funcionaria roja (fue una lacra en su vida pero
tenía demasiado temperamento) se refugio en el sotabanco de
Majadahonda. Le había quedado una pequeña pensión, podía pagar la
pensión el resto lo gastaba en tabaco y en libros en la cuesta
Moyano. Nada sabía de su familia. Etsi había venido a verle dos
veces a la cárcel pero desde el año 92 no volvió a saber de ella.
Asumía que había encontrado pareja.
Aquella
mañana amaneció radiante. Los niños de Madrid había sacado a la
calle sus camionetas, sus hombres araña y las muñecas que les
trajeron los Reyes Magos. La Epifanía era una noche mágica. Ponía
fin al misterio de las Doce Noches y Saturno dejaba de gobernar el
mundo. Durante este intervalo ocurrían bajo el imperio del dios
oscuro así conocían a Saturno los romanos y para aplacarlo
celebraban las saturnales. Las doce noches venían marcadas por la
tragedia de trifulcas en el hogar, asesinatos, borracheras, eclipses,
pues el sol se ocultaba y no quería alumbrar la Tierra, terremotos e
inundaciones. Ero era sobre todo la melancolía que sentía el hombre
ante el tiempo que pasa y la vida que se va. Este espíritu pagano
había renacido en las sociedades antes llamadas cristianas. Había
que ponerle a los pascueros y a papá Noel que se deslizaba por toda
la Europa nevada en su trineo buena cara. Ho.
Ho. Ho.
Pese
a sus dolamas tanto espirituales como corporales se sentía contento.
Había llegado la hora de romper el ayuno. Se fue a comer al Julifer.
Allí todo seguía igual que hacía diez años. El Santis en la barra
y la Leonor en su chiscón la cual al verle llegar le hizo esta
salutación:
—Coño,
yo creía que te habías muerto.
No
supo qué decir ante tal insolencia. Pidió lentejas, gachopo y una
botella de vino. De postre arroz con leche y un chispacito de coñac.
Había
tres o cuatro individuos en la barra discutiendo acaloradamente sobre
la derrota del Madrid ante el Alavés. Nadie hablaba de política.
Abandonó el local satisfecho y por aquel dicho de que de la panza
sale la danza recuperó su buen humor pero ya en el autobús camino
de casa empezó a sentirse mal. Le daban arcadas pero no podía
vomitar. Se le puso cara de luna de enero.
En
la parada final se acurrucó en un banco.
—
¿Se
encuentra usted mal, señor?
—Si
llamen a una ambulancia. Me muero.
Llegó
una ambulancia y Arije fue conducido de inmediato a urgencias. Allí
perdió la consciencia. Cuando despertó estaba en el quirófano de
Puerta de Hierro rodeado de tubos de mascarillas y de electrodos,
enchufado a una maquina todo su cuerpo. La medico una muchacha joven
se acercó:
—
¿Qué
comió usted hoy?
—Lentejas
y cachopo, algo de vino y un poco de aguardiente.
—
¿Dónde?
—En
un bar regentado por amigos míos
—Señor,
pues en las lentejas le colaron belladona ¿No se dio cuenta? Es un
veneno que puede causar la muerte pero al parecer es usted hombre de
complexión fuerte.
—No.
Las lentejas estaban buenísimas.
—Le
hemos hecho un lavado de estomago. Creo que se recuperará. No
obstante, quedarán secuelas.
Arije
no maldijo a los que le quisieron envenenar. Lo aceptó como castigo
por sus pecados y un aviso del cielo para no volver a pisar nunca un
chigre, tabernas, una fonda sin homologar. Dios le había salvado de
las garras de Erifos y de la Leo. Otra vez la Divina Misericordia
estuvo de su parte. Aunque tampoco hay que fiarse de las fuertes
lunas de enero cuando las gatas entran en celo.
SAN
ANTÓN LA GALLINA PON
Dio
gracias a Adonai por haber salido con bien del intento de
envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar
a las estrellas donde se inscribe nuestro destino en busca de
señales. Los dioses mandan desde el firmamento un aviso. Y, ya con
el alta médica en el bolsillo, al abandonar el hospital enclavado en
los cerros de Majadahonda se veía la sierra cubierta de un manto
níveo bajo los arcos del austero monumento a Mota y Marín,
aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de Hierro,
que dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde
Madrid se urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su
casa que estaba a unas manzanas del centro médico, respirando hondo
y pisando fuerte ufano de haber sobrevivido. La internista asturiana
le hizo una transfusión de sangre con un fármaco antídoto de
neutralización de la belladona. El Santi y la Leonor vaya un
par de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan. Entre
potas pucheros anda el Señor pero también se esconden los asesinos.
Así y todo estaba muy dolorido y quemado por dentro. Les hubiera
pegado a los dos un tiro, si no hubiese temido a volver a la
cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del
Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan
perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí
le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus
rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para
alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de
pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se
iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía
dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco
misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada
con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a
los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del
Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y
cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto
valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a
Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística
doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los
escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus
deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente,
había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante
dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros
de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma
oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado
por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron
bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los
mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el
rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de
Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos
y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia
que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas
sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus
excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No
paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y
actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a
veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes
por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso
que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios y le conduce
al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre
superiora de las concepcionistas de Agreda.
─Ya
lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El
cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido
desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de
furor uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las
mujeres. Sus biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos.
Engendró a más de de setenta hijos naturales y hasta podría ser
que llegara a tirarle los tejos a sor María que era bastante guapa
pero no consta porque era una santa y devolvió escandalizada los
billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy seriamente
de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le
hacían reír estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama
conversa está obsesionado con las llamas infernales y con el sexo
pero él ya no era joven para escandalizarse por tales asuntillos.
Mirando las cosas con cierta distancia y sin apasionamiento, la
misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación de las
reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y
tristes reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad
provecta. De este peligro nos advierte una visita al pudridero del
Escorial donde se amontonan las sepulturas de recién nacidos perro
España y yo somos ansí, señora. Que quieren vuescerdes que yo
faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de
bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y tenía un
gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con
un ocho que no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los
burros, los perros y garos del todo Madrid. Abrió las puertas del
templo en la calle Hortaleza a los nobles brutos Dios le perdone
porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que tiene un sexto
sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón
yo vi a un gran danés tan enorme como un oso andar por la predela
olisquear las vinajeras de la credencia en el altar mayor. El perrazo
entre gruñidos y ladridos se puso a cantar la epístola de la misa
del día a los desamparados de Madrid. Su aspecto era feroz como el
de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera efigie del diablo
que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar
las cosas de quicio.
FUEGO
AMIGO
Arroaban
los jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos
relinchaban los caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba
la gata, cantaban los canarios, gruñías el puerco, silababa el búho
mayaba la coruja, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita
pero lo peor de todo es escuchar el aullido del lobo en las noches de
enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los dientes o
escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva.
¿Estos son tus amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan.
Todos sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura. El
tuerto de Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser
el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y otros autores
carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina.
Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse
brecha a codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de
rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura sino un bull
de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo
suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su
afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los
farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas
caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora
tiene en su reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha
de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos.
La política se ha inventado en España para chupar imagen, henchir
los bolsillos, discursear y pedorrear. ¡Pécoras! Arrúan los
jabalíes ya digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la puerta
del infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT.
En una jaula de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero
enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol
trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y dejaba
el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se
olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe
seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir
tortillas con tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los
dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste las manos de sangre,
Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega. Alguien
tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de
Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en
la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se
habían convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La
prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos con los de
Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco
de sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la
pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que
era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de
guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO
ARROABAN
los jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos
relinchaban los caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba
la gata, cantaban los canarios, gruñías el puerco, silababa el búho
mayaba la coruja, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita
pero lo peor de todo es escuchar el aullido del lobo en las noches de
enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los dientes o
escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva.
¿Estos son tus amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan.
Todos sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura. El
tuerto de Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser
el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y otros autores
carentes de ingenio. Tenían que eliminar al otro para que no les
hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que
vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es
un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del
pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los
defensores de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A
derecha e izquierda se alzan los farallones derruidos de la patria
mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del Pigtail se
limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles
higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós
Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha
inventado en España para chupar imagen, henchir los bolsillos,
discursear y pedorrear. Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la
farota de la Leo abrían la puerta del infierno a los clientes
mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce
tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba
“Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de
ópera con lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de
su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le clavó
la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma para que
no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir
sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué
te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa
propia. Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a
los buitres de You Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al
Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga y su chati le
ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el
brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de
gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de
comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó
yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo
acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar.
Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma como
con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. Carmen
Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente
que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía
que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus
habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte
hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la
sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada
por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de
Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote
cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador,
hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing
por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales
impuros y no precisamente de compañía. A veces se atrevían incluso
a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en
plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado
el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba
en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de
Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte
irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio
cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol
se puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el
banco donde estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar
y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco
contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos
más. La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los
cisnes aguas abajo del Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a
la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los
infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por
teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades
digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar.
Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad
pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el
valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y
Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta
Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las
caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos
de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A
veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de
basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura
en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era
una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por
la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por
la hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones
portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una
verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado
pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del
Julifer. La Leonor mujer farota y poco contemplativa había
envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los
encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares.
OJO
DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO
Llegó
a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de San Antón
que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura
trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir
vienen sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno
sacó, ganado su esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios,
la petaca, atascó la pipa, hirvió café en el infiernillo aquella
infusión le sentaba bien para aplacar su conciencia y mitigar el
hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era su mejor
amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo
Nilo que acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos
infaustos del reinado del Rey
Borracho
al que sucedió su hijo Tontolinón
VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su borbónico valor
en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra. Le
había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil.
Nilo, inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se
equivocó de época. Arije guardaba en los altillos del chiscón de
Majadahonda las obras de su amigo. Las publicaría algún día si
tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría ilusionado la llegada de los
paquetes que le enviaba la editorial contra reembolso, iría por las
librerías. los libreros los pobres que estaban muy alcanzados porque
los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en poner
astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto.
El esquema de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de
la literatura española sólo entraban en tórculos autores ingleses
y norteamericanos, formaba parte del proyecto de destrucción de
España. Querían degollar su cultura y trucidar sus sueños. Nilo
Popín
admirador de Francisco de Quevedo se suicidó amargado de verse
obligado a comerse las ediciones de sus obras. En las librerías le
rechazaban sus textos por no tener distribuidor. La luz de enero se
colaba por el montante. De allí llegaba el ruido de la calle.
Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa arrabal de
Madrid. Las tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra
Segovia dieron paso a la avalancha de constructores del Real State.
Surgieron como hongos la urbanizaciones de adosados. ¡Pobre
Propinas!
Hacía causa común con él mira que tirarse al tren! En su memoria
encendió la cachimba y sentado en el sofá destartalado al lado de
la chimenea comenzó a leer un capitulo de la novela de su amigo. No
era un libro del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su
mujer por la ventana en Toledo ni uno de esos autores insulsos
introducidos a machote y a barrisco en la lista de los más vendidos.
Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos comprometido con
su tiempo;
"Don
Nilo el hombre, librero de lance, un santo varón, un justo de
Israel, amor en tiempos revueltos (ya ha vuelto a salir la frase
hecha) desde que lo suspendieron de empleo y sueldo porque, condenado
a galeras, le pusieron de compañero de terna a un marica, y
pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad de Burgos, conversación
amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el culo sobre
todo por el de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose
condenado no hacía otra cosa que lamentarse de su mala suerte y
echaba pestes contra la Organización pero ésta era un muro
infranqueable hasta que un día le pegó un meneo a su compañero de
filas y lo