SAN FRUTOS PAJARERO PASADO POR AGUA
Llovía cántaros. No pudo
salir la procesión pero yo acudí a cantar el himno rememorando mi infancia:
Al
siervo bueno y fiel que rogando sin cesar consigue bienes eternos de su infinita
bondad. Bendigan todos. Todos y alaben su virtud angelical
Sollozaron entonces
los violines y yo escuché la voz de Marianillo aquel curilla de primero de retórica
al que atropelló una moto un jueves por
la tarde de paseo junto a la dehesa de Enrique IV pasado el cuartel de la
Guardia Civil. La voz de bajo sonaba en la garganta de un teólogo que ya tenía las órdenes mayores y que alcanzaba la octava
baja y debía de ser ruso. Y arriba en el paramento de la catedral estaba igual
que hace siglos la imagen de san Frutos con sus barbas bizantinas la poderosa
calva eminente y el cayado de los eremitas apoyado en el cual huyó de Segovia
hasta las cuevas de Sepúlveda donde se refugió de la morisma. El infiel quería
cortarle la cabeza a este santo visigodo patrono de la augusta y leal ciudad de
Segovia. No sé si leal y augusta si se entiende que no tiene otro oficio que el
turismo. Se habla árabe por doquier. Los moros no celebraban la fiesta pero
esto no conviene decirlo. Yo que nací y fui bautizado en la antigua iglesia románica
de San Millán no tengo ningún rubor en admitirlo. La morisma que desalojó a san
Frutos de su sede episcopal y fue a refugiarse en compañía de su hermano Valentín
y de su esposa santa Engracia ─por aquel entonces los clérigos podían tomar
mujer por lo visto─ hasta las cuevas de San Vicente ya prepondera en la ciudad del Acueducto. La de los Siete Altares
aun pueden ser visitados en Sepúlveda y en mi pueblo Fuentesoto también había morabitos
y eremitas. Huyendo del mundanal ruido buscaban a Dios. Me arrodillé ante la
urna que guarda sus cenizas y oré por mi ciudad, por mis hijos y por la Suzi
que está algo malita pero se pondrá bien. He de decir que me colé librando de
pagar los catorce euros que cuesta la
entrada para visitar la Dama de las Catedrales donde yo ayudaba a misa de niño
y hablaba con el deán Revuelta:
─Don Fernando ¿por qué
no se compra un 600 para venir a coro?
─¿Y de qué me serviría
el coche si no tengo para gasolina, Parrita?
A la salida había
muchos espectadores mirando para arriba,
para el libro del eremita por ver si pasaba la hoja pero que si quieres Catalina.
Dicen que cuando pase la hoja ese libro de piedra que tiene abierto dentro de
su hornacina sonará la trompeta del Juicio Final y hala todos al Valle de Josafat
para que san Miguel el psicagogo divino pese nuestras almas y nos pida cuentas por lo
que hicimos. Atravesé tras la misa la ciudad en medio de la lluvia casi cinco
km. Calado de los huesos. Espero que san Frutos haga uno de sus milagros
característicos y me libre de apañar una pulmonía