Pocos pájaros suscitan tanta curiosidad como las garzas; y es que la garza real es un ave extraordinaria e inconfundible. Quizás sea por su calmoso vuelo, o por su timidez cuando está posada en los humedales y proximidades de lagunas y ríos. El biólogo y naturalista Oscar S. Aranda Mena las describe como la elegancia y discreción en su máxima expresión: su esbelta figura, su plumaje siempre perfecto y su estilo de vida hacen que, para muchos, sea la favorita entre todas las aves.
Pertenecen a la familia Ardeidae, especie Árdea cinerea, de 1 metro de longitud y de tonos grises. Con el cuello erecto parece delgada y alta. Tiene un diseño variable según la edad y la época del año. Durante el periodo reproductor, el ejemplar adulto tiene la cabeza blanca y aparece adornada por una línea negra y un par de plumas largas también negras. El cuello blanco se halla surcado longitudinalmente por dos bandas paralelas negruzcas. El dorso es gris ceniciento con una mancha negra en los hombros. Fuera del periodo de cría el diseño es menos contrastado, sin las plumas ornamentales de la cabeza y con el pico amarillento. Los juveniles, hasta los dos años, tienen la cabeza gris claro, no tienen cresta y presentan la parte anterior del cuello moteada. Las patas son largas y parduzcas. Hay que distinguirlas de sus hermanas las garzas imperiales que, en general, son más pequeñas y presentan tonalidades diferentes.
También es cierto que, al cabo de un tiempo de detenida observación y, por supuesto, salvando las distancias, no es difícil evocar a sus ancestros, los Theropoda, del periodo jurásico. Las garzas reales con su lento batir de alas, la delicadeza ofidia de su cuello y sus roncos graznidos nos devuelven a las lagunas de los dinosaurios. Siempre dando las gracias a naturalistas que, como Thomas Huxley, ayudante de Charles Darwin, describió la ruta evolutiva entre los dinosaurios y las aves modernas, dando pie a estudios e investigaciones posteriores que nos desvelan el riquísimo registro biológico que existió en el pasado remoto de la Tierra y, por tanto, nos permite comprender el origen de todos los linajes en su sentido más profundo.

La garza segoviana 1
La garza segoviana

A las garzas reales les gusta el ambiente ripícola: son por ello asiduas visitantes de nuestra hermosa Alameda del Parral, pudiéndoselas observar a lo largo de todo el valle del Eresma, donde pasan buena parte de la jornada. Sobre todo en otoño e invierno ya que, a partir del final de la cría del año, las garzas reales se esparcen por toda la península ibérica en busca de zonas de pesca. En esta época es un ave frecuente, pues a la reducida población aquí reproductora y a las crías del año, se suman gran parte de las garzas del resto de Europa, que invernan en estas zonas libres de hielo. Podemos encontrarnos con una o dos a lo largo del paseo. Es fácil verlas deambular en silencio por el río, cerca del puente de madera, en la zona de San Lorenzo, con la compañía de multitud de patos nadando a su alrededor y alguna que otra lavandera cascadeña saltando de piedra en piedra. Hay que estar atentos también a las tapias de piedra de las huertas que lindan con el Eresma, sobre todo en la Senda de los Molinos, donde a las garzas las gusta posarse para observar el río desde cierta altura. Otro de sus lugares favoritos es el azud de la Casa de la Moneda: se la puede ver pescando debajo del puente del Parral (recomendamos visitar los videos colgados en el Adelantado digital). También pueden utilizar como perchado la cima de un árbol e incluso los tejados de la Casa de la Moneda o de la casa de la Huerta Grande.
Cuando las garzas se encuentran en estado de reposo e inactividad adoptan una actitud curiosa; permanecen sobre una sola pata y encogen el largo cuello, cuyas vertebras están modificadas, haciéndolas extremadamente flexibles para poder plegarlo obteniendo la típica forma de S. De esta manera parece que la cabeza sale entre los hombros, con el pico largo apuntando horizontalmente.

Garza en el azud de la Casa de la Moneda
Garza en el azud de la Casa de la Moneda

Las garzas son tímidas, pero cerca de pueblos y ciudades pueden volverse más atrevidas y hacer incursiones matutinas a estanques de jardín que sirven de espacio de aprendizaje para los más jóvenes en la captura de presas fáciles. Una de nuestras garzas ha visitado de madrugada y asiduamente el jardín de los Marqueses de Lozoya capturando a algún que otro pez de su estanque. Las garzas reales pueden detectar tu presencia mucho antes de ser vistas, incluso cuando están inactivas y parecen dormidas. Son capaces de modular el sueño profundo abriendo un solo ojo y limitando el sueño de ondas lentas a una mitad del cerebro mientras conservan la otra mitad alerta. Esta capacidad también pueden emplearla mientras vuelan, pudiendo por tanto volar dormidas.
Cuando se sienten amenazadas o inseguras por la presencia de un intruso, alzan el vuelo levantándose del suelo de forma majestuosa, con las patas colgantes. Tienen una envergadura entre 155 y 175cm, con las plumas primarias de las alas negras y las secundarias grises. Las alas anchas y arqueadas hacia abajo, la cabeza retraída entre los hombros y las patas sobresaliendo desproporcionadamente por detrás de la cola, le otorgan una imagen inconfundible en vuelo. Este, como la garza real misma, es parsimonioso, con profundos batidos de alas dando la sensación de potencia. Pueden volar alto y zambullirse desde una cierta altura con giros acrobáticos. En marismas y aguazales donde existen grandes concentraciones de garzas, los vuelos son verdaderamente espectaculares, vuelan sobre las colonias realizando numerosas maniobras aéreas persiguiéndose entre ellas y efectuando vuelos en picado hacia el suelo. En la Alameda del Parral conviene ganar altura hasta un lugar dominante de los altos del Parral para poder disfrutar del vuelo de la garza cuando se desplaza de unas zonas a otras del río.
Las garzas reales crían normalmente en colonias, generalmente en árboles altos, necesitando aguas someras permanentes, cerca de riberas, lagunas y demás humedales. Durante esta época no es abundante. En Castilla y León se localizaron 731 parejas repartidas en 56 colonias y 7 parejas aisladas en 2020 (Junta de Castilla y León). En Segovia cría escasamente por los ríos Moros, Voltoya y Riaza, localizándose en ese año 25 parejas. Usan los mismos nidos año tras año hasta que se caen. Los nidos empiezan como una pequeña plataforma de palitos, pero pueden terminar siendo una enorme masa de material acumulado durante años. Pueden tener el interior forrado con ramitas más pequeñas, hierbas, juncos y fibras. Normalmente el macho recolecta los materiales mientras que la hembra se encarga de construirlo. Las actividades reproductivas tienen lugar entre febrero y agosto. Cuando los individuos llegan al nido, realizan una ceremonia de saludo en la que cada miembro de la pareja despliega y pliega las alas y eriza las plumas.
Durante el cortejo, el macho emite llamadas desde el lugar de anidamiento elegido. Al llegar la hembra ambos abren las alas, alargan el cuello hacia arriba, y luego lo balancean hacia atrás y adelante simultáneamente. Al mismo tiempo flexionan sus patas. También realizan exhibiciones en las que estiran el cuello hacia delante y luego bajan la cabeza a la altura de los pies mientras ambos castañetean con el pico. Pueden realizar esta exhibición de veinte a cuarenta veces seguidas. Una vez emparejadas, las dos garzas se acarician y acicalan mutuamente. Entonces el macho empieza a ofrecer a los hembra palitos que ella incorporará al nido. Con ello el macho se excita, incrementa los acicalados a la hembra y se produce la cópula.

Garza bajo el puente en la Alameda
Garza bajo el puente en la Alameda

La hembra suele realizar una puesta de tres a cinco huevos. Los huevos son de color azul verdoso claro con la superficie mate. Miden una media de 60×43 mm. Suele poner los huevos con intervalos de dos días entre cada uno, y la incubación empieza con la puesta del primer o segundo huevo. Como consecuencia, los polluelos nacen con una diferencia de días, que sitúa a los pollos pequeños en riesgo de muerte por la dificultad de acceder al alimento frente a sus hermanos. Sin embargo, los progenitores suelen traer al nido alimento suficiente para evitar el cainismo. Ambos miembros de la pareja toman parte de la incubación, que dura unos veinticinco días. Los dos progenitores llevan comida a los polluelos. Al principio éstos toman el alimento regurgitado del pico de los adultos. Más tarde los adultos regurgitan la comida en el nido y los polluelos se la disputan. Tardan unas ocho semanas en dejar el nido, totalmente emplumados. Hacen así los primeros vuelos y los primeros intentos de pesca, siempre bajo la atenta mirada y supervisión de los padres, permaneciendo en la zona del nido, hasta que se valen por sí mismos, aprendiendo de sus progenitores durante esta infancia prolongada. Generalmente hay una sola nidada por temporada, aunque algunas veces se registran dos. Si es cierta la hipótesis de que el nivel de desarrollo del cerebro se correlaciona con el tiempo de permanencia en el nido después del emplumamiento, está claro que nuestras garzas van a estar entre las primeras de la clase.
La dieta de la garza real es estrictamente carnívora con exitosas técnicas de caza y pesca. Gracias a su aguda visión binocular pueden calcular el ángulo exacto en el que su presa se encuentra bajo el agua. Se alimentan sobre todo de peces, ratas de agua, ranas, también pueden atacar pollos de limícolas, de fochas, patos o poyas de agua que descuidadamente se acercan al alcance de su picotazo. Cuando se concentran en grupos se las puede observar caminando en línea, formando un frente y picoteando en el suelo, capturando tanto insectos como ratones, musarañas y ranas. Pescan en aguas someras arponeando a sus presas con el pico, pueden permanecer quietas y al acecho esperando a que su presa se acerque lo suficiente para atacarla o pueden pescar caminando lentamente por el agua con el cuello curvado y alargándolo con gran rapidez para golpear a su presa con el pico. Los peces pequeños se los tragan en el momento y las presas mas grandes pueden llevarlas a la orilla para golpearlas contra el suelo o atravesarlas con el pico. Entonces se la tragan o la arrancan pedazos.
Se ha dicho que la garza es un ave aventurera por las estrategias innovadoras que utiliza en la búsqueda de comida, y es que siempre están prestas a probar todo tipo de presa grande y difícil de manejar. Existen numerosas observaciones de garzas en terrenos inexplorados para catar de otras especies desconocidas y presuntamente comestibles. En este sentido, en una de las observaciones más recientes documentada por un grupo de científicos (Dauphin Island Sea Lab) en las costas de Beloxi, Mississippi se vio a una garza azulada (Árdea herodias, parecida a la garza real pero más grande) atacando algo bajo el agua que resulto ser una raya (Daysatis sabina). Tras 12 minutos de refriega consiguió sujetarla con firmeza en el pico, ensanchar el esófago y tragársela de golpe sin molestias, constatándose por primera vez dicha captura.
No todas las garzas por ser garzas se comportan igual. Su carácter y conducta varía de unos individuos a otros. La combinación de tres capacidades, de cambiar fácilmente a un nuevo alimento, de aplicar una estrategia innovadora en la búsqueda de comida y de emplear un lugar poco común para construir un nido, dan como resultado un ave con una capacidad de adaptación consumada.
Durante los años 2004 y 2005 se publicó un manifiesto elaborado por un grupo internacional de científicos en el que se rescataba la reputación anatómica del cerebro de las aves. Se daba así al traste con las teorías de Edinger que, en base a sus estudios de anatomía comparada entre los cerebros de mamíferos y aves, infería que las aves carecen del aparato necesario para un comportamiento complejo. A partir de dicha publicación la comunidad científica -desde perspectivas muy diferentes- intenta descifrar y entender los distintos tipos de genialidad que hacen de las aves seres tan eficaces. Se trata de resolver un poco los misterios de la mente de los pájaros.
Hace una década el biólogo y psicólogo comparativo Louis Lefebvre inventó la primera escala para medir la inteligencia de las aves. Construyó un metaanálisis partiendo de setenta y cinco años de publicaciones sobre aves en busca de informes donde aparecieran las palabras clave “inusitado”, “extraño”,” raro”, “inusual”, “primer caso registrado” referidas a comportamientos innovadores y estrategias novedosas resolviendo diferentes tipos de situaciones. A continuación, llevó su escala un paso más allá analizando las correlaciones existentes entre peso del cerebro y las tasas de innovaciones encontradas, En la mayoría de los casos existía correlación. La prensa de USA recogió este estudio, denominándolo el primer índice de cociente intelectual (CI) aviar completo del mundo.
Según esta escala, nuestras garzas ocupan los primeros puestos, concretamente el quinto lugar, detrás de los córvidos, que ocupan el primer lugar, seguidos de los loros, a continuación, las rapaces, los pájaros carpinteros y las garzas. En los puestos inferiores se encontraban las codornices, avestruces y pavos.
Oscar S. Aranda Mena atribuye a las garzas tres atributos que nos provocarían algo de envidia: son inteligentes, perseverantes y fieles a sus parejas y probablemente muchas más cosas que tenemos que aprender de ellas.

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