ORGULLOSO DE MI OBRA
Me llama una amiga muy querida, Bosxosdenia- no es rusa más que de nombre- y me dice que se ha divertido mucho con la lectura de mi Seminario Vacío aunque haya a veces pasajes en clave y palabras que tiene que mirar en el diccionario. Mucho alegra a un escritor que lleva dándole a la tecla más de medio siglo una crítica tan benévola. No es por nada pero estoy muy orgulloso de mi obra que es un libro de vivencias de infancia a caballo entre El Camino de Delibes y la Regenta de Clarín. La Segovia provinciana de mi adolescencia debía parecerse al Oviedo de Leopoldo Alas, una ciudad levítica con sus ternuras y sus amarguras pero de una humanidad plena. Es un canto a mi ciudad y una alabanza a la Iglesia eterna aunque tenga que utilizar el escalpelo de la sátira para sajar el divieso de las malas costumbres. En Segovia el libro se ha vendido bastante bien. Levantó ciertas ampollas pero yo no me rindo. No me considero un enagüillas. Ni soy polilla de sacristía. El cristianismo -insisto- no es un asunto ni de faldas ni de braguetas aunque una mala educación sentimental que ha servido de carnaza a los enemigos de la Fe así lo postule. ¿Celibato? Tiene sus ventajas y sus desventajas. ¿Curas casados? ¿Por qué no? Pero nada de obispas ni de presbíteras. Lo siento. La presencia de la mujer es capital en la iglesia pero prepondera de una forma muy diferente a como pretenden las feministas. La reforma de la liturgia del Vaticano II, pésima tras haber suprimido el latín. Muchos curas así lo reconocen aunque con la boca pequeña pues nadie se atreve a colocar el cascabel al gato ni a proclamar que la sustitución del dogma del Holocausto por el de la Redención una deletrea herejía que va a acabar con la noción eclesial que quiso san Pablo.
Por último, intenté hacer recapacitar a la jerarquía sobre un hecho insoslayable: nosotros los ex seguimos siendo curas en el interior de nuestras conciencias. Sería un acto de reparación por parte de los obispos el que se nos llamara a formar parte de la iglesia en calidad de presbíteros o de diáconos. Puedo decir parafraseando a Graham Green England made me que a nosotros el seminario nos dio una visión del mundo muy especial en la cual estamos situados y esta impresión se detecta en todos los viejos compañeros con los que cambié impresiones. Su alma se moduló para siempre en aquellas aulas, aquellos tránsitos, aquellos cantos, aquella vida cuartelera a toque de campana en que no faltaron las miserias humanas pero tampoco la grandeza.
Estoy orgulloso de haber escrito tan controvertido libro y de haber contactado gracias a Internet con los antiguos compañeros de promoción. Antonio Valdivieso, José Antonio Alonso, Olmos y Eliseo Maroto, Tomás Virseda (a los de Cantalejo les quiero mucho y un incidente que me contó Tomás que vio llorar a su padre a las puertas del seminario me determinó a escribir el libro, no pude disimular la cólera porque lo que le pasó a Virseda fue una injusticia) Anastasio, Víctor Borreguero Virseda “Vitito”, me llaman de vez en cuando. Cabrillo, no te sulfures, tío, ni estés enfadado conmigo. Es que una vez me dieron de hostias en Aldehorno que es recio como buen pueblo de la ribera. En mis prosas quise ajustarles las cuentas a aquellos pueblos que eran los mío. Me crié en Fuentesoto culo roto siete varas y otro poco y a mí no le quieren mucho al hijo de la Juanita y del sargento. Son muy ladinos. Algo envidiosos. Y tú fuiste a pagar el pato y los desafueros de aquellas carnestolendas, olvidadas hoy.
Este último eminente catedrático y escritor publica artículos muy buenos en el Adelantado de Segovia, es profesor de la Complutense aunque un poco cabeza cuadrada como todos los de Turégano que se creen el rey de mambo y la llaman ciudad episcopal que nunca fue. Sólo porque estuvieran presos junto a Antonio Pérez y Francisco I un par de obispos.
Pero si tengo una duda en latín me dirijo a Antonio Valdivieso y si he de consultar alguna duda personal pues entonces echo mano de José Antonio Remondo que es la claridad castellana y la inteligencia en estado puro de los resineros de Remondo. Y dicho esto creo que a la vida no sé le puede pedir más. Seguiré escribiendo y provocando. Despertemos, compadres.
Mi pluma es una vara de Falaris. A veces resulta una ijada y escuece y penetra como un arpón; lo contrario sería suscribirse al club de los poetas muertos y ahí nos las den todas. Hay que aguijar a la yunta. Hay que atarse los machos. A todos, salutem plurimam.
-Et nunc et semper- me corregiría antonio Valdivieso.
España y yo somos así, señora como diría el autor de “En Flandes se ha puesto el sol”, Eduardo Marquina. Y un sol ilumina nuestras vidas en la senectud. Vamos.
Llevas razón, Remondín, a nosotros, los del antiguo régimen, no nos quieren ver ni en pintura somos los héroes del silencio, los marginados, los del exilio interior, los que siempre estan offside pues que con su pan se lo coman.
Tal observación que tú me hiciste por teléfono (gracias por tu sinceridad y por tu nobleza) me determinó a meterme en los oscuros y densos pasillos del “Seminario Vacío”, román verité dando vuelta a la memoria, agitando la moviola del tiempo. Estoy seguro, no obstante, de que este centro al que tanto amamos y aborrecimos hablarán las generaciones venideras. La obra se lee de un tirón y eso es un timbre de gloria para cualquier escritor.