2008-04-04

4 de abril SAN ISIDORIO PATRÓN DE LA UNIDAD DE ESPAÑA

SAN ISIDORO DE SEVILLA SANTO MOZARABE DOCTOR DE LA IGLESIA

Cumbre del intelecto espejo de la caridad cristiano san Isidoro sucedió a su hermano Leandro en la sede metropolitana que junto con la de Tarragona Mérida Toledo y Zaragoza era el baluarte del catolicismo hispanovisigótico a principios del siglo VII. Fue sobre todo un maestro de obispos el que dice en una de sus homilías: Ante todo el obispo si quiere cumplir su santa misión ha de leer de continuo las Escrituras estudiar los cánones velar y ayunar y orar mucho y hermanar la autoridad con la caridad poniendo ambas virtudes bajo la tutela de la caridad virtud esta sin la cual las demás virtudes no existen.
Preconizado metropolita de Sevilla el año 601, fue tenido por el hombre más sabio de su tiempo. Sus etimologías constituyen un digesto enciclopedia de toda la ciencia antigua. Gran parte de los conocimientos medievales fueron al husmo de los escritos del santo hispalense. Con la pluma combatió a los arrianos que no creían en la procesión trinitaria el mal de la época de aquel cristianismo que no abrazan la fe católica hasta la conversión de Leovigildo. Ningún escritor más leído en la antigüedad pero carece de un biógrafo por lo que su vida ha de ser entresacada o conjeturada a través de sus escritos. Parece ser que nació en Cartagena de donde era su familia de donde son desalojados por los invasores bizantinos. En sus escritos se lamenta la desmembración de la patria y secunda a Atanagildo en sus esfuerzos por expulsar al invasor de Levante. Es un irredentista que en las desgracias de la patria llora también las desgracias familiares. Huyendo del yugo extranjero llegó a Sevilla su padre Severiano que profesaba a los reyes de Toledo el año 552. Su madre arriana es bautizada por su propio hijo ya presbítero y tiene una hermana que se llama Florinda que ingresa en un convento y otro hermano mayor Leandro que también alcanzó la santidad. Él se hizo monje y parece ser que fue idumeo de uno de los populosos monasterios que se establecieron en Córdoba a orillas del Guadalquivir. Era infatigable en la lectura y tenía una memoria prodigiosa. Todo un erudito pues. Cuando estalla la confrontación entre arrianos bizantinos y godos del oeste Isidoro empieza a distinguirse como defensor de la ortodoxia entre los años 580 y el 585. Gran aficionado a los libros – para él un libro nuevo era una gracia de Dios- recopila todos los manuscritos griegos y latinos tanto de patrística como de las artes liberales. Logra formar una biblioteca que tuvo prestigio durante la Alta Edad Media con la recensión de la Vulgata que hizo san Peregrino y en los estantes figuran libros de Orígenes “el doctor verísimo”, san Hilario, Ambrosio, Crisóstomo, san Jerónimo y Agustín, san Cipriano maestro de la caridad y Prudencio “el de la dulce boca”, Eusebio, Orosio, Galo y Paulo eminentes juristas pero también los poetas clásicos Horacio, Perseo, Marcial, Cicerón, Varrón Virgilio. A todos estos escritores paganos los llamaba “mis dulces espinas”. Durante toda su vida exhortó a leer y a sacudir la pereza. Que gran español por cuyas sendas incomprendidas y ocultas al vulgo muchos le seguimos. Puede decirse que es el gran patrón de los escritores españoles de todos los que piensan y de los que buscan respuestas en Xto. a las incógnitas que nos rodean. Pero la ciencia no ha de ser especulativa sino practica pues está diseñada para el bien y para ayudar a los semejantes y de ahí que el santo monje y obispe realice experimentos de astronomía, de matemáticas y de medicina impulsando los conocimientos del Trivium y el Quadrivium. La jurisprudencia la mineralogía con sus lapidarios en sus escritos se dan la mano con la teología y la cosmogonía. Su celda olía a saúco a menta y a artemisa u allí se oye el rasguear de los cálamos de pluma de ganso y el chisporroteo de los candiles cerca del rumor de las aguas del Betis. Decía que los folios bien escritos conducen a a la perfección al contento personal y al concento estético pues hasta de música sabía y compuso himnos litúrgicos. Es un nardo que crece en el jardín de Andalucía. Escribe al obispo Braulio de Zaragoza y le cuenta los progresos de su escritorio de sus hierbas del pigmentario y de sus lapidarios hablando de las calidades del oro del lapislázuli del incienso y del nardo y de las cañas terapéuticas que ha encontrado a la orilla del Guadalquivir. Ordena a sus copistas que guarden silencio y su regla de oro es el “sile et psalle” de los monjes de la Tebaida. “Canta y guarda silencio”. Escribe una regla para los monjes visigodos. Su pasión era el orden, predica aconseja y amonesta como aquel obispo que había abrazado el eutiquianismo y trata de esquilmar la impronta arriana que era el flagelo teológico de aquellos viejos creyentes y sus Etimologías que dedica al rey Sisebuto empieza con loores a España: “De todas las tierras que hay desde el océano a la India tú eres la más hermosa, Hispania sagrada, madre feliz de príncipes y de pueblos. Tú eres la gloria y el ornamento del orbe la reina de las provincias, la que fue armada del poderío de la goda estirpe, que alzó en ella un imperio glorioso donde brillan las riquezas”. Enamorado de la unidad española fue nuestro primer nacionalista y es por cierto por lo que su figura es importante cuando se habla de que no existe patriotismo español y la vieja cepa hispánica se nos desgaja en autonomías. Eso ya es viejo como demuestra Isidoro. Forma parte del mal visigótico. El año 633 ya octogenario preside las sesiones del Cuarto Concilio de Toledo donde sienta las bases del culto en las basílicas la tonsura de los clérigos y la homologación del rito. Proclama la unidad litúrgica que fomentaría después el arzobispo Ildefonso de Toledo el más famoso de sus discípulos. El gran pedagogo dormiría en el Señor el año de gracia del 636 después de haber tratado de sofocar mediante la paciencia y la persuasión una revuelta de los judíos que trajo en jaque al monarca elegido Sisebuto.