AZORIN VERSUS GALDÓS LA TARDE QUE CAYÓ EL JUANCARLISMO
MÁS
vale señero que con ruin compañero. Todo se paga en la vida. No lloraré la caída
de la monarquía de Juan Carlos. Tampoco fui uno de sus áulicos oficiosos y
aduladores de profesión como Tico Medina, Raúl del Pozo, Julio Merino y toda
esa patulea del Diario Pueblo. El último de los borbones ha vendido a España,
pignoró la herencia del Caudillo, borboneó, nos engañó, perjuró y fue perjuro
de los Principios Fundamentales del Movimiento. Reinó la bajo la fórmula de la
corrupción y su lema era el "I ll buy you out". Como escritor
y como periodista fue peor que Torquemada y los Inquisidores. Con él España
dejó de pensar y de publicar, entregó a manos de los propagandistas y a de los
judíos nuestra hermoso acerbo cultural nuestra tradición.
Bajo
su reinado Cervantes, Quevedo, Lope a lo mejor se hubieran quedado en el
tabanco de los inéditos los raros y curiosos de la cuerda de Moyano. Mi carrera
periodista como la de tantos otros quedó trucidada. Puso su reino en manos del enemigo.
Una
tal Soledad Gallego Díaz esa cubana fea siete ojos y bollera que ha dirigido el
País me mandó una carta de despido con un no escribas más. Yo sabía y soy
fehaciente de que su señorito Juan Luis Cebrián el autor de la Rusa infame
novelista y periodista cipayo que vendió la prensa del movimiento a los
sionistas operación Mr. Prime a través del Financial Times estaba en el ajo de
la gran conspiración de las libertades del 78.
Los
hados sin embargo me fueron propicios y puede tener un empleo en la administraron,
trabajo frustrante porque mi misión era no hacer nada y verlas venir.
Gracias
a la jubilación he podido reanudar la carrera de escritor habiendo publicado
doce libros y ventilado cientos de artículos y reportajes en mi bitácora de la
Red. Juan Carlos, no lloraré por ti, pero tampoco me rindo.
Me duele que te vayas, no es bueno para un rey
emprender la huida pero me duele mucho mías que algunos capitostes del régimen
corrompido en el cual reinabas no hayan comparecido ante la justicia como tu
compadre Pujol cuando decías tranquilo Jorge tranquilo la noche del 23 F y
aquel autogolpe que pegó la CIA y del cual tu fuiste testaferro. Iban los
pujoles con maletas cargados de billetes a Andorra y andan libres por la calle.
Y, rebus sic stantibus, vuelvo a lo mío. El derrumbe del juancarlismo me
ha pillado leyendo a Azorín. Nunca fue amigo de Galdós. Azorín era un escritor esteticista
y contemplativo y don Benito era social activo Dios nos libre de los liberales
que dijo el otro.
Vivía
el canario en la Calle de la Ballesta que por cierto era el sector rojo y donde
estuvieron los prostíbulos en los años finales del pasado siglo. Azorín iba a
visitarlo. Su piso era modesto nos dice y olía a olla podrida a puchero enfermo
y a garbanzos. Don Benito el garbancero ese mote se lo puso Azorín como quien
no quiere la cosa. Tenía muy mala leche el alicantino. No le cita `por su
nombre sino por uno de sus sinónimos Juan Aldave.
Había
pintado Aldave la vida madrileña no la aupada sino la mediocre. Sus novelas
eran discretas un poco grises un tanto anodinas... diez o doce contaba en sus
acervo y de tarde en tarde encontraba yo una en los tabancos de los libreros de
viejo... le había encontrado en la calle alguna vez envejecido medio cegato con
sus largas patillas de marinero antiguo o de banquero el rostro afilado
caminando despacio con los ojos apagados por la calle de la Ballesta... sus
novelas rezumaban tranquilidad y humildad.
Eran
como un cocidito madrileño culinariamente modesto o unas patatas a lo pobre
para hacer boca. Esta descalificación azoriniana al autor de los episodios
nacionales merece ser tenida en cuenta en el preciso instante en el que la
plebe se deshace en elogios y ditirambos hacia el canario que esbozó los
cuadros de un Madrid mediocre de pisos interiores corrales patios de vecindad y
olor a berza por los pasillos. Grande es el maestro Azorin.
La
clava con su veredicto en esta tarde de agosto cuando estamos todos
sorprendidos por la huida del Rey Felón.