CATOLICISMO CRUEL
Me fui a Cobeña aldea próxima a Alcalá a ver bañarse a las
ninfas del Henares. Vísperas de san Silvestre y ninguna vio pero allí estaban
dos catedráticos discutiendo sobre el sexo de los ángeles. Uno decía Dios es
amor y el otro respondía yo no lo veo por ninguna parte. A buen surco fuiste a dejar
la simiente del mal. En Cobeña hay tarascas y gnomos. A Venus la sacan en
procesión por san Juan enristran ellos sus tentemozos y ellas se abren de
piernas. Ese es el único amor que conozco decía Rampín un clérigo que en Roma
arrimaba las putas a los cardenales. Entonces no había internet pero se jodía
bastante y las almas caían en el infierno, una lluvia de almas, según la
visión de Teresa. Quevedo y Gongora asistían a la discusión pues fue Quevedo
aquel vate insuperable el que puso un soneto en la servilleta del rey. Católica
y cruel majestad etc. Y dijo bien. El catolicismo puede llegar a convertirse en
una religión cruel a fuer de hablar tanto del amor que yo no veo por ninguna
parte. Aquellos domines de mi infancia y adolescencia me martirizaron de palabra
y obra, me pusieron el capelo y cuando fui a confesar el padre Muñana un
jesuita un poco maricón de penitencia me impuso portar cilicio durante una
semana sobre mis partes blandas. Luego de aterrorizarme con las penas del
infierno pues yo no quería ser una de aquellas almas que caen de cabeza sobre
las calderas de Pedro el Botero. Cristo era otra cosa. Luego descubrí que Él me
amaba en mis improcedencias, en mis pecados, en mis carencias. El Señor siempre
está ahí por encima de la clerigalla vaticana y los espiches solidarios de la
Cope y los sermones de las conferencias episcopales. En. verdad se ha colado en
la Iglesia el humo de Satanás. Dios guarde a las clarisas de Belorado y confunda a ese hereje
tronitonante argentino que reclina sus magnas posaderas sobre la catedra de san
Pedro
domingo, 29 de diciembre de 2024