2016-03-09

VIDA SERENA. PESE A tODO YA VIENE LA PRIMAVERA. FIESTA DEL ARBOL

¡FESTEJADME, SOY EL ARBOL!






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Cómo brotaría en vuestro pensamiento, muy querido y loado sacerdote, Don Ramón Bacas Roxo, qué rayo de luz os deslumbraría, en la quietud de la aldea, acogida al bello nombre de Villanueva de la Sierra, primorosamente situada, morada concebida de defensa de sus moradores, bien servida de aguas, quizás la endemia del paludismo y fiebres propias de la época, no dejaría, sin embargo, desfallecidos y no reducida mortandad en la población, pues sus primeros moradores acertaron con la ubicación de la villa, larga y bella, sin duda alguna, en trazado y orden de ruas y plazas, de buen agua y manantiales generosos, en suma, bella estampa en las retinas de sus moradores, gozosos de vistas, privilegiada miranda, abierta a los confines de Sierra de Gata y, en la lontananza, al oeste, Portugal.
 
[Img #49146]En aquella soledad, año 1805, propicia para el pensamiento, el buen cura párroco, Don Ramón Vacas Rouxo o Roxo, quizás divisara unos términos privados de verdor arbóreo, aun cuando Villanueva gozara de cierta variedad paisajistica, postal sepia de olivos y, en menor número, de encinas – El Carrascal -, la mata, la jara, el espliego y el cantueso… y, es de suponer, la beatitud evangélica del olivo, como describe Madoz en su diccionario, hecho que es de loar, sencilla y llanamente, a que el ilustrado párroco encendiera el entusiasmo en los  vecinos y los animara a plantar árboles en el Egido y, quizás, en otros pagos.
 
Con esa sensibilidad, el paisaje se haría muy grato a la retina, al embellecer parajes y valles desnudos, a causa de las contiendas bélicas y, especialmente, a lo que había significado el descubrimiento, madera para barcos, cuando América se abría a la vida española. Y de lo que no hay duda es que, el presbítero, quizás gallego, encendería el entusiasmo en la gente y, tras el transcurso del tiempo, Villanueva de la Sierra no sería conscientes, o tal vez sí, de lo que significaba el amor al árbol y, por ende, el homenaje y el resplandor de la fiesta, en aquel día de cocreación de 1805, que suponemos que vuesa merced, Don Ramón Baca Roxo, quizás os sentiríais gozosos con la imagen del Egido y la plantación de árboles y el gozo, al anochecer, cuando haríais morada, en los aledaños de la bella y muy monumental iglesia de Villanueva de la Sierra, hecha como mirador para aliviar a las retinas del alumbrado de candiles y fanales.
 
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Imagen: Alexfo.com
Aquel día, martes de Carnaval de 1805, el árbol abriría sus ramas, ante el despliegue de un homenaje singular, similar al que sentirían los habitantes de Nebraska en 1872. Podéis imaginaros, queridos lectores, cómo habían dejado los términos las huestes ardorosas de Napoleón y Welington,
 
A partir de entonces, parece brotar un cierto amor al árbol. Por esas calendas, los franceses, en sus pagos, le rendirían tributo, en un principio, como el árbol de mayo y, más tarde  “árbol de la libertad”. Hasta los alemanes, le dedicarían un día, el de “Maien” y, en países de habla alemana, como día de Malbaum.
 
De lo que no cabe duda es, que ese martes, sería de gran gozo en nuestros antepasados, imaginaos, la gente con sus azadas y “zachos”, en el “Egido”, sin ser conscientes del protagonismo de esas plantaciones, cuando en Nebraska, hacia 1872, sus habitantes habían dibujo una estampa similar.
 
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Imagen: Alexfo.com
La Dictadura de Primo de Rivera haría del amor al árbol, una nacionalización, especialmente, de mucho relieve con el regeneracionismo de Joaquín Costa y  hasta un sentido de libertad. Y habría ilustrados que verían, en la Fiesta del Árbol, orígenes de la Revolución Francesa. Y luces con fines educativos. El ministro liberal, Miguel Villanueva, conocedor de las propiedades del árbol, haría un Plan de Riegos del Alto Aragón. Y llegaría a calificarse el árbol como “símbolo augusto de la industria, el progreso y la paz”. Y dirá que “el árbol es el símbolo augusto de la industria, el progreso y la paz”. Y la Fiesta del Árbol, como nacionalización españolista y autoritaria en la Dictadura de Primo de Rivera. Y no falta el canto a la Fiesta del Arbol, por niños y maestros, el árbol “símbolo augusto de la industria, el progreso y la paz. “Fomentemos – dicen – la Fiesta del Arbol, si a la Patria queremos honrar /la fiesta más hermosa, culta y social”.
 
Juan Antonio Pérez Mateos es escritor y periodista