2011-06-13

jovellanos un gran astur

GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS UN PATRIOTISMO ENCARAMADO EN LA SOLEDAD


Jovellanos (Gijón 1744- Puentevega 1811) es sin duda uno de los mayores númenes de la literatura castellana. A la vera del Piles y cerca de Cabo Peñas se entiende mejor su patriotismo, su amor a la libertad y a ESPAÑA su patria grande y Asturias la bienamada que se recorrió de punta a punta en una ingente minuciosa labor de campo máxime en aquellos tiempos de malas posadas pésimos caminos incómodas paradores con chinches y desabrigo en las camas.

Acendrado es también su amor a la naturaleza. Es el primer paisajista y uno de los grandes catalogadores de obras de arte que ha habido en la historia de nuestras letras.

Su visita al archivo de Simancas en 1792 es un documento de primera mano sobre el acervo bibliógrafo español. Amaba a la iglesia como a España precisamente porque no le gustaba, estudió teología en Alcalá y cánones en Salamanca, se ordenó de menores allí y de subdiácono en el monasterio benedictino de Corias, no quiso seguir la carrera sacerdotal. Merced a su fama de ilustrado- nada más lejos de la personalidad del asturiano que el despotismo y el enciclopedia que no cansa de repetir el horror que le inspiraba la revolución francesa que conoció de viva voz merced a los abates exilados que llegaban a la villa del piles del otro lado del pirineo huyendo de la guillotina- algunos de sus trabajos fueron puestos en el índice por el cardenal Lorenzana el inquisidor general.

Como todos los grandes hombres hubo de pechar con la envidia cainita fruto unas veces de la malquerencia otras de la ignorancia y de hecho después de ocupar la cartera de gracia y justicia de haber sido alcalde de Madrid y oidor de la audiencia de Sevilla fue apresado en 1801 y conducido a un penal en palma de Mallorca.

Era, aunque menoscaba toda superstición, fervoroso y según consta en sus dietarios no quedaba sin misa los domingos y se recogía en casa al toque de oración. Imposible abarcar en un artículo la obra de este gran polígrafo pero las entradas de su diario que llevó continuo desde 1790 hasta 1801 son una delicia por la frescura modernidad bonhomía y estilo conciso.

Estos cuadernos eran para él un desahogo y en ellos se muestra como es como un paisano como un español de bien que se afana por ayudar a sus semejantes creando escuelas en su pueblo que le preocupa la corrupción e insensibilidad de los de arriba el politiqueo las intrigas de palacio y las camarillas en la corte de Carlos IV.

Desprecia a los ingleses y denuncia la maldad de los franceses que después de apoderarse del Rosellón y la Cerdeña quisieron extender sus dominios hacia el Ebro. Cuando firmamos la paz tuvimos que entregarles santo Domingo pero lee a Gibbon Y a Cook. A Maupertuis, a Rousseau que le desplace pues tenía un buen ojo clínico para autores y libros. A Tácito, a Cervantes…

Fueron los ingleses los que inventaron el periodismo y el memorialismo con Addison, Adler, Samuel Pepys pero el gijonés supera a Pepys y a Samuel Jonson el lexicógrafo inglés que era de su época. Las entradas de su diario son una crónica periodística de los afanes de un español de fines del XVIII preocupado por la cosa pública pero que ama la vida sencilla y viaja y observa bastante al paisaje y al paisanaje. Computa no sólo la calidad de las iglesias y monasterios que visita sino también nos da la factura de lo que le costó plantar un rodal de abedules, de serbales y de paleras en su finca.

Observaciones metereológicas. Puede establecerse un baremo de las alternancias del clima a la sazón. Los finales del XVIII fueron fríos y lluviosos. En Tineo había majuelos y cerca de la mar trigales de espelta o pan candeal. Trigo que llaman por mi tierra nazareno o chamorro.

Así cuenta las veladas en torno a la chimenea y las partidas de canasta, secansa y tresillo. Por las páginas desfilan ministros, venteros, criados, obispos, marquesas y algún fraile de los que no tenía buen concepto don Gaspar. Del abad cisterciense de Moreruela nos dice que era un hombre seco y muy malo. Que les hizo un mal recibimiento y los echó a patadas del monasterio. Un tirano de sus monjes con lo que no extrañan las prevenciones del polígrafo gijonés hacia los frailes.

Se interesa muchos por el país vasco y el amor al folklore de este pueblo y sus tradiciones aunque no oculta ciertas prevenciones hacia ellos que vienen seguramente de la lectura del Calixtino pues nos dicen que son grandísimos tacaños y la sidra de Guipúzcoa no se puede comparar con la de Contrueces.

Habla de Aranda, de Cabarrús, de Floridablanca, de Moratín, de Iriarte, temporarios suyos; de Goya que le llega a pintar, del Príncipe de la Paz que no le inspira admiración alguna, del cardenal de Toledo Lorenzana que le mandó empapelar por orden del papa Pío VI que debía de ser un marmolillo una marioneta en manos de Napoleón. Per perdere la FEDE gana la sede e per ganare la sede perde la FEDE según un adagio vaticano que se atribuye a dicho pontífice. Hasta se formó una comisión de obispos españoles para ir a entrevistarse en Roma con el pontífice y pedirle que no abandonase los estados vaticanos

Hoy Jovellanos resulta una figura importante porque creía en las posibilidades y potenciales de este país si se destierra la ignorancia y se manda al exilio a la intolerancia. Y en estos postulados en que creía lo decía con un gran sentido del humor y capacidad critica de asturiano pero no predicó la revolución sino la corrección. Fue un reformista. Al que no le hicieron caso pero su obra perdura en el alma y el talante astures.

17/09/2009 0:17:06