2015-05-26

IMITACION DE CRISTO Y MENOS PRECIO DEL MUNDO


IMITACION DE CRISTO KEMPIS



EL KEMPIS

 

Fue compuesta esta obra por el hermano Tomás de Kempis en el monasterio de santa Inés de Zwole el año 1441”, la frase epilogal del pendolista anónimo que lo transcribió nos hace pensar en el Nombre de la rosa que no nos dice nada de la vida del autor. La imitación de Cristo ha sido uno de los libros más difundidos y traducidos después de la Historia Sagrada. En el grito de rebeldía contra los cánones y la aridez de la Escolástica se atisba el advenimiento del libre examen, y de la mentalidad que llevó a Lutero, aunque parezca paradoja este monje flamenco fue el predecesor de Lutero. El autor era todo recogimiento y debía de andar a mal con la vida de su monasterio por lo que se recoge en su celda y entre los libritos y por los rinconcitos busca el anonimato para esta a solas con Jesucristo. Es el “solo Dios basta" Que preconizaría teresa un siglo más tarde. Algunos lo denominaron el quinto evangelio y al igual que los sinópticos no hay demasiada claridad sobre la pluma que los redactara. Se atribuyó la autoría de la Imitación de Cristo a un inglés John Gerson que era agustino lo mismo que el copista. A un alemán Johannes Busch. Y al cisterciense británico Julián de Norwich. Por último se baraja el apellido de otro alemán: el maestro Eckhart.

Otras suposiciones: el verdadero autor aunque vivió en Holanda dentro de un convento agustino era hijo de un herrero que vivía en Kempen en el arrabal de Colonia y se educó en Deventer, Paises Bajos. En España el librito fue traducido al castellano por el jesuita padre Mayor de Villagarcía (debió de ser colega del padre Isla con el que parte al exilio el año 1762.

Partidario de una nueva relación personal con el altísimo o “nova devotio” predica el empequeñecimiento anonadado ante la grandeza de la divinidad. Es la piedra basal del quietismo pietista. Por los rinconcitos y en los libritos es la escuela del misticismo de Windescheim. Fray Tomas tenía un maestro de novicios que se llamaba Fulgentius y firmo otros tratados espirituales con el pseudónimo de “Hemmerchen” (martillito) tal vez para pegar un aldabonazo en las conciencias y es la rubrica que figura en Tratado del Sacramento, Los claustrales y “Huertecillo de rosas”, “De vita monachale et de solitudine. Su prosa es sencilla y rítmica. Se titula así De imitatione Christi porque era la norma de los primeros autores cristianos – titular por los párrafos de encabezamiento- que se conserva ya solamente en las encíclicas papales. A lo largo de los capítulos imparte muchas normas y consejos. Sus aforismos se refieren a la fugacidad de las cosas terrenas y a la volubilidad de la fortuna. Hoy, cuando se quiere vivir mucho, los consejos del Kempis no tendrían quórum cuando dice:

—Vanidad es desear larga vida, sin cuidar que sea buena.

Lo toma del Eclesiastés así como del Libro de los Proverbios. Utiliza recursos retóricos como la aliteración y el apostrofe. En esta sencillez algunos historiadores observan una refutación del sofismo de las escuelas catedralicias. Predica la abstinencia de la carne, la abstinencia de la lengua, el fan de saber y conocer cosas nuevas, el afán de conseguir riquezas y el aniquilamiento del Yo. Cosas de la moral práctica; verbigracia: Refrena tu gula y el vino y dominarás la lujuria… es mucho más sabio tener contrición que saber definirla. Este oscurantismo abriría brecha iconoclasta. Lutero que era agustino parece ser que se inspiró en las fórmulas de su hermano de hábito para clavar las 99 tesis en la catedral de Wittemberg. El progreso del Peregrino de Bunyam y el Leviatán de Hobbes se inspiran en la Imitación de Cristo.

Imaginémoslo al hijo del herrero de Hemmer inclinado sobre su manuscrito redactando con monacal parsimonia su opúsculo plasmando con letra de pendolista y esmero las letras capitulares de su tratado místico. El mismo iluminaba los códices por lo cual en su habitáculo no faltarían ni el cinabrio ni el minio ni el lapislázuli dándose un homenaje en cada sentada de caligrafía gótica. Mal iluminada el escritorio y muertos de frío en la crujía corrida del escritorio donde se aplicaban a la tarea los transcriptores – todo como en el Nombre de la rosa- calentarían sus pies fríos con mantas de melote. De tarde en tarde alzarían la cabeza para cobrar aliento o inspiración y se soplarían los dedos entumecidos y con sabañones. No sabían aquellos frailes que a aquel género de vida le quedaba poco cuando el elector de Sajonia, los hugonotes, los calvinistas y los puritanos de Cromwell arrasarían aquellos conventos reduciéndolos a cenizas.

En mis años jóvenes yo me desayunaba con la lectura de un capitulo de la Imitación que nos leía un lector desde el púlpito refectorial. Sus primeras palabras De la imitación de Cristo y menoscabo del mundo me trae el aroma del café con leches con tostadas un bollo y a veces un huevo frito. Todo pasa.