2020-09-30

se desvela quien fue el autor del lazarillo

 ANDRÉS LAGUNA AUTOR DEL LAZARILLO DE TORMES

 

 

Me enorgullezco de haber resuelto uno de los grandes enigmas de la literatura castellana: la autoría del "Lazarillo de Tormes". Esta genial novela con que arranca el género picaresco, una de las grandes aportaciones de nuestras letras a la literatura universal tiene ya padre y madre. Aduzco cinco razones ineluctables para demostrarlo.

 Laguna era un clérigo converso ordenado in sacris en Alcalá que dejó la labor pastoral para dedicarse a la Medicina.

Cantó misa en su pueblo de Mozoncillo en la provincia de Segovia donde su padre tenía heredad.

Fue cirujano del emperador Carlos V y del Papa. Vivió en Roma en la casa de Diego Hurtado de Mendoza al cual también se le atribuyó en un tiempo la paternidad del texto anónimo pero yo demuestro que el estilo, el donaire y la befa con que se nos muestra Laguna oculto bajo el nombre de "Cristóbal de Villalón" en su Viaje a Turquía, una obra que pudiera ser la continuación y segunda parte del Lazarillo después de ser condenado a galeras para remar con la chusma hasta llegar a Constantinopla bajo el látigo vigilante del cómitre (hermosos lances del naufragio en que el protagonista fue apresado por los turcos) nada tiene que ver con Hurtado y el grave y adusto estilo que exhibe en la Crónica de las Guerras de Granada.

Tampoco Vives ni Alonso de Valdés tienen nada que ver, por más que a ambos autores erasmistas se le diera la autoría del Lazarillo y a pesar de utilizar la forma novelística dialogada muy frecuente en el siglo XVI.

Se editó en Amberes anónimo en 1527. Tendría Laguna alrededor de 27 años.

No estaba el verde para pitos ni el  manto de Magdalena para zampoñas para dar a la estampa una cosa así con tu nombre.

Es un libro de recreo y esparcimiento pero uno de los mayores y mejores que salieron de los tórculos. al adusto galeno segoviano le sirvieron de esparcimiento como contrapunto a obras científicas de mayor calado.

Escribió paralelamente el "Dioscorides", un texto clave en la farmacopea.

España ha sido un país de grandes boticarios. Laguna era un experto en hierbas.

Que firmaba con su propio nombre y también con el de Cristóbal de Villalón (seudónimo)

Aduzco a lo largo de los veintiséis capítulos de "Laguna escribió el Lazarillo" estudios comparativos de otros títulos de la novela picaresca; "La Lozana andaluza" de Delicado Baeza", que es una de las mejores del género "La niña de los embustes"Lazarillo de ManzanaresMateo Alemán, Vicente Espinel con su "Marcos de Obregón"  Diablo Cojuelo" de Vélez de Guevara pero sobre todo me fijo en la influencia que tuvo Laguna en Quevedo.

Don Francisco de Quevedo quiso adrede que el Buscón don Pablos fuese de Segovia al escribirlo  casi veinte lustros más tardes que Villalón (Laguna).

Quizás intencionadamente porque de todas, todas, la literatura picaresca nació al pie del Acueducto en el habla y el trajín de los perailes, arrieros, clérigos giróvagos y hampones, mozas de partido y curtidores de la gallofa. Ellos cardaban la lana del simpar genio hispano a la sazón.

Por desgracia nuestra juventud no lee a nuestros clásicos porque desde que murió Azorín ya no existe acá crítica literaria.

Anda enfrascada en la novelística de Jane Austen, un pestiño infumable, digan lo que digan los domines de Alcalá que han regresado enarbolado la palmeta y escupiendo réspices para el personal y flatulencias desde su coramvobis mental, asomados al balcón de los contubernios.

Debajo de la hoja de parra, que esconde su ignorancia, con todos sus grados y sus masteres y brillantes "curricula", no hay nada Son cabezas huecas y nidos vacíos porque "Quod natura non dat Complutum non praestat utique"

No saben lo que se pierden.

Nuestro mayor "asset" es nuestra literatura pero aquí les da a estos "magistri" por la política y venga parlar de la literatura anglosajona.

De modo que así estamos como la mula de Wamba que no come ni bebe ni jode ni caga aunque siempre anda... a trancas y barrancas.

 

AL DIVINO MIGUEL EN SU FIESTA

 SAN MIGUEL

 

Excelso signífero

Alférez de la hueste cristiana

Rey de la palabra

Luz y lábaro en la gran montaña

Que nos defiende en la batalla

Contra las maldades y acechanzas

Del maligno

Sé nuestro valedor

Activa nuestra causa

Suplicantes nos acogemos

A la protección de tu espada

Consuela al pobre

Y al afligido

Seas arcángel

Fundamento de nuestra esperanza

UN PRIMADO DE TOLEDO ARZOBISPO CAEEILLO HOMBRE DE ARMAS TOMAR

 ARZOBISPO CARRILLO PRIMADO DE TOLEDO

 

 

 

“DON ALFONSO Carrillo —nos informa Hernando del pulgar en su “Claros varones de Castilla—arzobispo de Toledo “fijo de Lope Vásquez de Acuña fue ome alto de cuerpo e de buena presencia. Era de los fidalgos e de limpia sangre de Portugal. Su abuelo era caballero portugués que vino a Castilla al servicio del Rey don Juan el que fue vencido en la batalla de Aljubarrota. Fue primero obispo de Sigüenza y después proveído de la sede toledana suplica del Rey don Juan. Rezaba bien sus horas e guardaba cumplidamente las ceremonias que la iglesia manda guardar. Fundó el monasterio de san Francisco en Alcalá. Era de gran corazón e su principal deseo era fazer grandes cosas y tener gran estado por haber fama e renombre”. En este retrato psicológico del controvertido prelado una de las figuras claves para entender la España de Enrique IV nos lo describe certero. Su ascendencia lusitana va a determinar su alineación en el bando de la Beltraneja y de las luchas banderizas de aquel reinado que derivaron en la batalla de Olmedo acabando con el escarnio de la “mofa de Arévalo”.

 

Se trata, pues, de un obispo a la vieja usanza. Eclesiástico ciertamente pero prevenido en frontera. “Los moros, dice el cronista Pulgar que también era converso y del bando de Isabel en contra de la facción de su hermanastro don Enrique, son omes belicosos y astutos e muy engañosos en el arte de contiendas e varones robustos e crueles al acecho por las montañas” Acérrimo personaje que se curtió en las luchas contra el Islam. Magnificente y generoso.

 

El cronista no nos cuenta que su corte episcopal en Alcalá rivalizaba  con el palacio de los papas en san Juan de Letrán o en Aviñón con más lujo que el propio alcázar segoviano donde vivió el último de los trastamaras. Se daban fiestas y banquetes y saraos. Acogía a músicos y poetas, siendo muy amado por sus feligreses, quienes según el refrán  eran de origen converso en su mayor parte o morisco: “alcalaino fino no bebe vino ni prueba el tocino”... aunque le dé al cristal de vez en cuando… porque la ciudad complutense siempre gozó en España de  tolerante, muy al contrario que Salamanca  más rigurosa y levítica.  

 

También puede ser que el propio don Alonso, al igual que don Juan de Torquemada luego cardenal de san Sixto y Alonso de Cartagena arzobispo de Burgos y el mismo cardenal Mendoza el cardenal de España, proviniera de hebreos lusitanos

 

Tampoco se refiere Pulgar a su pasión por la quiromancia y las artes mágicas de gran boga en la época, a su desdén por los rescriptos y anatemas que llegaban de Roma. Cisneros al que tuve encerrado trece años en la cárcel arzobispal de San Torcaz por causa de un beneficio por el que pleiteara fray Francisco que por entonces no era fraile sino cura secular y se llamaba Fernando, habiendo acudido a san Juan de Letrán para traer una dispensa papal fue una de sus víctimas. Echó al fuego la bula papal Carrillo y mandó encerrar al que había de convertirse en Regente de la corona.

 

Tenía un hijo natural por nombre Troilo al que regalaba con solicitud paternal pero que falleció a los quince años. Y un gozque o perrillo de aguas con cuyas gracias entretenía a sus huéspedes, a decir del cronista Palencia en la “Cuarta Década”. En todo resulta muy humano el perfil que de su persona esbozan los analistas de la corte de Enrique IV y de su hermana.

 

No solía oficiar misa más que en las solemnidades pero la oía a diario de labios de alguno de sus capellanes según costumbre.

 

Siempre que pasaba yo camino del archivo en la plaza de las monjas, la estatua del primado mitra báculo y capa pluvial parecía saludarme desde su pedestal oscuro en la amanecida. Con su mano tendida sobre el horizonte o de lo alto de su mitra donde posaba casi siempre algún pájaro señalaba el horizonte embelesado por ese misterio que se llama España.

 

¡Qué alteza, cuanta magnificencia y calidad con sus virtudes y defectos debió de encerrar aquel prelado!

 

Por su aspecto respondía a la imagen de lo que debiera de ser un jerarca de la iglesia medieval que definió la Reina Católica: “pláceme ver los caballeros en  campo, los obispos de pontifical y los ladrones en la horca”.

 

Generoso y hospitalario. Sin embargo, el cronista oficial puntualiza: “Sus pensamientos eran más altos que sus fuerzas y su gran coraçón no le dexaba discernir ni consentía medir con las grandes empresas que tomaba, e desto se seguían trabajos y fatigas continuas”. Luces y sombras en la vida de este gran arzobispo que ocupó la silla primada treinta y seis años.

 

De una liberalidad acérrima porque en su casa no había pobres se derivó la bancarrota de su primacía al final de sus días. A todos cuantos le venían a visitar les regalaba, acogía, les vestía en la curia y alimentada pero muy belicoso y amante de la guerra también era.

 

Después de la del obispo Gelmirez el de las Navas la figura de Alonso Carrillo se convierte, para bien o para mal o en detrimento de las murmuraciones de sus enemigos, en uno de los gigantes de la historia de la iglesia española a través de su pretensión de mantener una cierta equidistancia o autonomía respecto a Roma. “Del Papa a veces fazía mofa pero nunca malfetría”.

 

No era la codicia la inspiradora de una de sus aficiones: la crisopeya sino la caridad. Quería convertir el hierro en oro para dárselo a los pobres y remediar así las necesidades de los pobres de Alcalá. A causa de su manirrota largueza generosidad murió pobre y arruinado a los sesenta años. Su sepulcro se encuentra en el trascoro de la iglesia mayor de la ciudad complutense. Y su monumento me saludaba a través las nieblas del Henares en el entrelubricán de la aurora complutense nada más cruzar la fachada de la Universidad.

 

En parte entendía yo al verlo tan tieso y tan rehecho la vera efigie de un arzobispo de Toledo orgulloso y triunfal sobre el bloque de mármol las razones que se les escapan a los enemigos de nuestra fe católica dando de lado a un hecho sustantivo que la iglesia está integrada por hombres.

 

Es una institución temporal y asimismo espiritual. Lo esotérico y lo exotérico van de la mano. La médula y cáscara se juntan hasta fusionarse.

 

Por eso, continúan apedreándola los escribas y fariseos de todas las épocas. Por eso somos pasto y comidilla de los hipócritas y los que disparan contra la casa ajena cañonazos cuando la suya tiene el techo de cristal. Lo malo de los españoles es que desconocen su historia dejándose engañar por los farautes del miedo y los mensajeros de la autodestrucción. La verdad es que somos un poco deletéreos. Un poco de flema y no ser tan aguerridos en nuestras descalificaciones no nos sentaría mal