2025-07-03

 

ALFONSO MARTINEZ MENA  AUTOR CARTAGENERO

 

 

Allá vamos, novela en ciernes. El Necrólogo Alfonso Martinez Mena le cuadraba este título con su cara de funeral, era algo fúnebre, siempre estaba de luto, vestía de negro de los pies a la cabeza unas veces era la madre otras la tía otras un primo el caso fue que se pasaba la vida luciendo el brazalete negro yo le recuerdo en la redacción de SP íbamos a la redacción del diario sito en Santiago Cordero donde acababa Madrid por aquel entonces y comprábamos soplillos o manzanas que comíamos por el camino hambre teníamos. Tenía Alfonso un aspecto de hombre cansado y estaba cansado de la literatura pero su longanimidad era absoluta. Tambien tenía un fuerte acento murciano. Era cartagenero y su abuelo era almirante de la armada. Describe bien en sus libros la importancia que tenía la plaza estrategia bastión contra el moro cuando los almogávares y los barcos de Bonifaz que bojaban toda la costa de Sicilia y después en la colonización americana. Nuestros buques que fueron a defender las Antillas zarpaban de Cartagena. En Cartagena vi una impresionante estatua de Cervantes que arribó al regresar del cautiverio y un monumento al marinerito con traje de dril que desembarca cargando al hombro el saco petate. Ruin con ruin que así casan en Dueñas pero al español corriente no le parecen interesar estas glorias de su pasado y esta supina ignorancia supina de la historia debió de determinar aquel cansancio aquel aburrido mirar luctuoso de Alfonso Martínez Mena escritor de raza que vivió y murió con la pluma en la mano. Sencillamente no hacen caso. Cada mañana cuando nos encontrábamos casi daban ganas de en vez de darle los buenos decirle:

▬ Alfonso, te acompaño en el sentimiento.

Alto bien parecido aunque delicado del hígado y de aspecto amarillento en ABC dirigió el departamento de obituarios que es una sección que ha ido en aumento dentro del peso específico de un diario. Permaneció durante su carrera literaria amarrado al duro banco del fichero. Poseía miles de ellas guardadas en elegantes archivos cardex.  Su novela El Necrológico conecta con los libros funerarios tan populares entre los decimonónicos.

 Pobre escritor. Me decía que escribir le daba hambre como a mí pero él se mantenía de bollos y de manzanas, una colación al día pero a la noche trabajaba de madrugada, acudía a la cocina a tomarse un vaso de leche según me cont. En sus ojos cansados se advertía la lucha contra el estreñimiento que es otra secuela de la vida sedentaria de un escritor. Esta pelea contra la bulimia la desazón de la literatura se oscila entre el entusiasmo y el abatimiento lo plasma en sus novelas.

Fue un autor modesto que publicaba en editoriales de escasa difusión y presupuesto pero hacienda alarde de una vocación firme e interrumpida hacia las letras,  secreto afán heroico empeño. En aquellos años 60 no obstante aun era posible dar a la imprenta las creaciones, hoy los literatos acceden a Internet y ofertar sus producciones gratis et amore a Willy Gates o a Harry Zuckerberger, ambos de la raza elegida esto es judíos norteamericanos que viven a costa del trabajo de los literatos de medio mundo. La mayor paradoja de todos los tiempos.

El coronel por lo visto ya no tiene quien le escriba ruin con ruin que así casan en Dueñas y en esas estamos entre Herodes y Pilatos, moviéndonos a compás del péndulo oscilante de los bits y  los bytes, del coro al caño y del caño al coro.

Pero dejándonos la piel en el empeño y dando lo mejor de nosotros mismos, entre Guillermito Puertas y la Montaña de Azúcar, el joven californiano mago de Facebook que se acaba de casar con una china o una negra.

El diario SP cerró en 1967 y yo le perdí de vista al hombre de luto con cara de funeral. Desde aquí lo acompaño en el sentimiento. Murió a principios de este siglo. Descanse en paz. Me gustan sus libros ofrecen la fácil sencillez de lo fácil  tan difícil. Es el estilo que más cuesta. Evita lo altisonante; qua de causa, sus técnicas no son modernas y huyen de lo complicado.  Perteneció a la generación de Medardo Fraile y los habituales cuentistas de posguerra.

 

75 AÑOS DEL INGRESO EN EL SEMINARIO DE LA PROMOCIÓN DE 1955.

 

 

Parece que fue ayer cuando un grupo de muchachos asustados pero entusiastas recorrían las calles de Segovia con los colchones y baúles en carretillas tirados en tracción de sangre por maleteros ad hoc por maleteros que sudaban la gota gorda. Muchos era la primera vez que pisaban la gran ciudad proviniendo de  pueblos de la provincia y de la diócesis que entonces era mayor que en la actualidad. Penetramos por el postigo del Consuelo o subimos zarceando por la cuesta de san Juan o por la calle Real. Con mirada atónita y recién apeados de los coches de linea (Galo Álvarez, la Sepúlveda o Gutiérrez los de Aranda) iban los que venían a hacerse curas y a estudiar las declinaciones del musa-musae, la aritmética, la gramática, la retórica, y en todo caso la Teología y la Filosofía. Llevamos en las entrañas metido a todo Aristóteles y nos aprendimos de pe a pa las súmulas de santo Tomás. Claro que alguna vez topamos con algún que otro silogismo cornudo. Fue una formación arcaica pero, sólida, con mucho fundamento la recibida, de acuerdo con las sapiencias medievales del Trivium y el Quadrivium y el bel canto. 

Veníamos a acogernos bajo la sombra de la sombra de la Aceitera en aquel vetusto y bien cuadrado caserón que había sido casa de la Compañía y preparatorio del tirocinio jesuítico en Alcalá. Lo  mandó construir Felipe II, en honor de su esposa y que aparece en un cuadro que está sin terminar al lado de la Epístola en la iglesia del Mayor los ojos abiertos como platos. Porque nos tocaba vivir algo de la edad media. Y el mundo cambió bastante desde entonces.

Íbamos a pasar la niñez la adolescencia y parte de la juventud a la sombra de la Aceitera la torre más alta de la ciudad, parte inconfundible del perfil amurallado de Segovia, que retaba a duelo a la inmensa cúpula de la catedral y vigilaba la sierra. Con su admirable esbeltez del gótico tardío. Han pasado 65 años y parece que fue ayer.

Con este motivo el próximo día 11 de septiembre, viernes, a las doce de la mañana en el Santuario de la Fuencisla los que aun quedamos en pie de aquella promoción y alentamos la misma ilusión que entonces encanecidos pero con el corazón joven todavía puesto que repetimos  una y mil veces aquel salmo del introito de la antigua misa tridentina “ad deum qui laetificat juventutem meam” nos daremos cita en el amado santuario.

Están invitados cuantos segovianos deseen acompañarnos en nuestro júbilo. Para entonar un solemne Tedeum y una salve a la Virgen de la Fuencisla dándole gracias a Dios por esta vida que nos ha dado y conservado y por esa gracia de haber formado parte de aquellos seminarios atestados que fueron la gloria de la iglesia.

La vida de seminario nos marcó a todos para bien y para mal. Tanto a los que fueron curas como los que no llegaron al altar. Fue un carisma y acaso un signo que llevaremos de por vida marcado en nuestras frentes.

Vaya pues nuestro agradecimiento a la iglesia y la rígida formación que nos dieron aquellos operarios diocesanos que luego nos sirvió en gran medida para bandearnos en la lucha por la vida y orientarnos en los avatares de nuestra existencia.

Nuestra promoción – los pipiolos del 55 – de los 85 que éramos en el curso— 30  cantaron misa lo que es un buen porcentaje. Fue la última promoción antes de las muevas reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II. Ungidos fueron veintitantos de los nuestros por aquel gran obispo de Segovia un verdadero santo don Daniel Llorente de Federico.

Después de nosotros vino el diluvio, empezó la desbandada.  Los seminarios se despoblaron a tenor con el espiritu de los nuevos tiempos y de las condiciones de la sociedad. Las masas agrícolas se desplazaron a la gran ciudad. Otro tipo de sociedad. Otros alcances en el tránsito de la cultura rural casi milenaria que añoran tantos pero cuando entonces la vida era más incómoda, a la cultura urbana con sus inconvenientes y ventajas. El desarrollo económico. La motorización, la tecnología, el aggiornamiento la puesta al día en tantas cosas terminaron  un cambio de rumbo en el mundo, en la Iglesia y en España.

Muchos de los nuestros, gracias a la formación recibida en aquellos claustros, alcanzaron puestos eminentes en el campo de la abogacía la medicina o la política, el periodismo, el mundo empresarial, la milicia.

Por todo eso y muchos más le damos gracias, Señor. Te Deum laudamus. Han transcurrido LXV años y parece que fue ayer cuando nos presentamos en la plaza de los Espejos con nuestros baúles, el pobre ajuar, nuestros colchones nuestras carretillas, nuestra ilusión y nuestro pasmo. Parecíamos pajarillos recién caídos del nido. Y han pasado 65 años. Toda una vida.

RECUERDO CON MELANCOLÍA A AQUELLA ESCUELA DE PERIODISMO DE LA IGLESIA EN LA CUAL CURSÉ ESTUDIO E INSERTO EL OBITUARIO DE ALEJANDRO FERNANDEZ POMBO UNO DE MIS PROFESORES PREDILECTOS

 

ALEJANDRO FERNÁNDEZ POMBO Y LA ESCUELA DE PERIODISMO DE LA IGLESIA

 

Alejandro fumaba celtas largos sin boquilla tabaco hondo y espeso que fumaba el pueblo y yo lo recuerdo en aquella aula del León XIII envuelto entre el cendal del humo y un ambiente distendido y de sonrisas.

Enseñaba redacción periodística y su especialidad eran los titulares.

Hombre afable, condescendiente y buena persona. Compartía claustro con Bartolomé Mostaza, Antonio Ortiz Muñoz, Sánchez Agesta y Salazar, éste uno de los viejos monstruos sagrados de la escuela del Debate. Siempre llevaba Salazar en el bolsillo una cámara fotografica y una cuerda para maquetar. Llevaba también la primera página del diario YA del día siguiente en la cabeza. Le gustaba no creas tomarse sus buenas copejas, como a la mayor parte de los periodistas de raza, una profesión que  nos marcó a bastantes con las tres D fatídicas (divorciado, deprimido, dipsómano) en la frente, pero comparecía en la cátedra aparentemente más sobrio que un fiscal. Otro del cupo era Estefani un malagueño atormentado y ex cura. Creo que murió alcohólico. Dios lo tenga en su reino. Que yo no tiraría nunca la primera piedra a ese tejado porque mi techo es de cristal.

Otro personaje era nuestro profesor de inglés mister Peter Miles que pese a presentarse en clase implacable con trajes de Savile Row que sólo le faltaba el bombín para parecer un perfecto gentleman, luego supimos que era polaco y se suicidó sin haber salido el pobre del armario.

Fue uno de los personajes que más influyeron en mi anglofilia de la que deserté cuando una patrona que tuve en Londres me enseñó un día la ropa interior de uno de sus pupilos, un dandy, uno de aquellos tipos del Bombin camino de la City a la ocho la mañana, llena de cazcarrias y los calzones con palominos. Mi veneración hacia los ingleses se vino abajo entonces cuando supe que el inglés medio se bañaba cada quince días.

Entre los alumnos recuerdo a Gabriel Plaza Molina, el más brillante junto con López Castillo y un vallisoletano que llegó a dirigir el Diario de Avisos en Tenerife. A Eugenio Nasarre, a Martín Aguado, a un capuchino gallego al que llamábamos el Barbas y que se daba una maña específica para copiar en los exámenes, a una monja gallega muy guapa cuya toca cubría media pizarra, a un cura murciano Freixinós, a Félix Medin García, al padre Feito un asturiano, a un padre Paúl de Castellón, a Pedroche y a Juan Antonio Pérez Mateos insigne colaborador y redactor de ABC que ha escrito bastantes libros sobre la monarquía y a un chaval que se presentaba con el pelo engominado, cronista taurino que fue director del Ruedo.

Uno de los que más destacaba no sólo por su altura sino por su peso intelectual era el soriano Abel Hernández, una gran pluma, buen radiofonista, políticamente zigzagueante, fue cura y lo dejó.

A todos los tengo en la memoria y en mi cariño, Fernández Pombo era uno de nuestros catedráticos referidos por su afabilidad, por su cordialidad. Nos trataba como a compañeros y amigos. Gracias a sus gestiones medió para colocarme algunas colaboraciones en el YA. Luego me fui a Inglaterra.

Recapacitando  sobre lo que fue aquella escuela de periodismo, he pensado que el pobre cardenal Herrera Oría perdió la partida en su lucha contra el modernismo, pese a su afán de justicia social, algo que puede comprobarse actualmente en Málaga donde hizo casas para los obreros, su apostolado seglar, y sus grupos de Acción Católica. El aggiornamiento acabó con él, así como haber sido uno de los obispos con mejor ascendente en el Pardo, y eso que criticaba en sus sermones a Franco pues aquel santanderino lo fue todo menos pelota. Yo creo que fue un santo.

Corrían tiempos solidarios y todo era más fácil para los que empezábamos. La Santa Casa y el edificio Arriba comulgaban de un afán común de justicia social y de mejora económica. En la actualidad creo que eso sería medio imposible.

Bajábamos en Reina Victoria abajo o en el E Gabriel Plaza, Alicia Martín una asturiana con los ojos como dos avellanas y yo, algunas veces la monja gallega se agregaba al grupo haciendo planes de futuro.

La escuela del Debate fue una fragua de grandes profesionales del periodismo. En ella se formaron muchos del Arriba. No había tantas discrepancias al fin y al cabo entre la Acción Católica y el Movimiento de José Antonio.

Entre sus ideales figuraba el concepto de servicio a la verdad, a la patria y en el caso de los secuaces del gran cardenal Herrera Oria-ese sí que era un gran cardenal y no Rouco- a la iglesia.

Nos comíamos el mundo. Queríamos ser profesionales químicamente puros, observantes de la ley pero dentro del orden de nuestro albedrío y nuestra propia independencia.

Actualmente los periodistas son enchufados de los de arriba o lacayos al servicio de las mafias infames de nuestra castuza política.

El tiempo del cardenal Herrera pasó y murió la obra por él creada a manos del fuego amigo. El Vaticano II le volvió la espalda. Le segaban la hierba bajo los pies. Estaba criando cuervos y nunca pareció darse cuenta aquel gran eclesiástico creador de instituciones tan importantes como la BAC, una auténtica gloria de la Iglesia española.

El hecho me persuade fuertemente del convencimiento de que la misión de la Iglesia no es política ni siquiera social primigeniamente, sino espiritual, civil y sobre todo educadora.

Alejandro Fernández Pombo pasaba, dada su categoría intelectual y su timidez bonancible, como de puntillas sobre tan arduas cuestiones. Católico convencido, manchego de pura cepa, no lo demostraba ni hacía demasiado proselitismo. Ayudaba al que podía.

Creo que llegó a ser uno de los grandes presidentes que ha tenido la Asociación de la Prensa de Madrid.

Yo ni quito ni pongo pero el rumbo que han tomado los acontecimientos ahora tanto en la iglesia como en la España de nuestros días casi me asustan porque el estado y la Iglesia incluso la del papa Francisco con sus gestos- un papa no está solo para besar niños y bendecir las invasiones muslímicas diciendo una misa en Lampedusa en un cáliz de barro sino para afrontar por lo derecho los problemas de la catolicidad- devienen irreconocibles. ¿Y el periodismo? En manos de mafiosos como Pedro J un tipo a sueldo de los ingleses y los americanos o el torvo Juan Luis Cebrian verdaderos sátrapas o mogules o señores de horca y cuchillo que han convertido a sus periodistas en oficinistas.

Con Fernández Pombo se va una era y se van aquellas nuestras ilusiones de bien común, salario justo, empleo seguro, contratos dignos y el derecho al pan, al hogar, servicio sanitario cubierto y subsidio para los parados y pensionistas en todo eso que creíamos.

Fueron causas justas por las cuales él luchó y a cuyo servicio puso su pluma de poeta y escritor manchego.

Con su desaparición se me ha muerto una parte de mí que no volverá: aquella sonrisa, aquella pasión por escribir, aquella cajetilla de celtas guardadas en el bolso de la americana dispuesta siempre a sacarla para sacar a un amigo.

Réquiem aeternam dona ei, Domine

 

 

 

BELLEZA Y FUERZA DE UNA MISA DE PONTIFICAL RUSA NO HAY NADA QUE SE LE COMPARE