ESPAÑA EN LA FINAL
Julio es un mes cesáreo de plenitud y los dioses nos han regalado gozos y goles a Francia de ese muchacho de origen marroquí de dieciséis años, del morenito Williams (sus padres llegaron a España en patera) y suplementariamente de ese delantero centro al estilo Puskas y Diestefano que se llama Dani Olmo que juega en Croacia, es rubio como la mazorca y habla el croata como un gabarrero del Danubio.
Y por si esto fuera poco ahí están Cucustella, el catalán de la melena nazarena que recuerda al cristo del Caloco. No da una pelota por perdida. Es duro de pelar.
A estos magníficos jugadores habrá que unir a Unai Simón hijo de un guardia civil de Zamora y de una erchaina vasca.
Es la quinta del chupete que viene a salvarnos, a sacarnos de nuestras tristezas y a decir que este país tiene futuro por mucho que se esfuercen en maldecirlo los gallegos despendolados, los separatistas catalanes de la pela y puta España y los secuaces de ese Otegui que fue asesino de la banda etarra.
He pasado durante los partidos de esta copa de Europa horas henchidas de patriotismo que me subieron la moral. Teníala por lo suelos.
Míralos como cantan el himno sin letra impasible el alemán aunque sin el fervor de los ingleses, los holandeses y los ingleses con su Dios salve a la Reina. Nosotros somo diferentes.
Spain is different aunque alguna vez se desmandase aquel marino que se llamaba Blas de Lezo diciendo: “siempre que voy a mear me pongo mirando para Inglaterra”.
La rubia Albión nos espera en Berlín y la daremos pálpelo; eso espero a ver si les cortamos los humos a los ingleses.
Me gusta la selección, aunque la llamen la “Roja” y no solo es roja sino también gualda cual el trigo de las Morañas porque los día de partido se puede sacar la enseña nacional a la calle sin que te llamen fascista, antisemita, viejuno y todo lo demás.
Patriotismo futbolero nos es lícito, por estas fechas si quiera sea por excepción, y ayer cantaba la hinchada francesa previo al partido de nuestra selección manejada por ese sabio humilde, buena persona, entrenador, que se llama De la Fuente “no pasarán” y pasamos, vaya si pasamos, hasta la cocina.
Al gallo de Morón lo dejamos sin Creta y sin plumas. Que viva España