2025-07-18
escucho el zureo de la paloma mientras se arrullan los palomos y los tertulianas largan y garlan sus espiches. ¿Gozas, vida? nada, pues entonces algo huele a podrido en Dinamarca. la chica del autobús iba con un cartapacio escolar en el autobus y dentro de los apuntes en un cuaderno como un marcapaginas llevaba un condón. La vida no es seria no demasiado serio y ahí estaba el obispo Camino con su pectoral de arrastre barbilampiño que a mí me recordaba al gran inquisidor de Dostoievski cuyo mensaje es apriorístico ni más ni menos que si cristo bajase a la tierra lo detendrían los obispos.
Yo no sabía mucho de los engaños del mundo pero me dejé engañar por aquellos clérigos con chafarrinones de sopa en la sotana y los bonetes torcidos de la orden del domine Cabra arrastrando sus manteos y lobas por las calles congeladas camino del coro a cantar el oficio. Luego supe de los engaños del mundo y de las mentiras de las mujeres. Yo no era más que un hijo de la piedra que en el devenir de mis días me juntaría con las hijas del arroyo.
Esta noche de San Martin acabamos de pasar la novena de las animas y medio pueblo anda borracho como en el cuadro de Grügel para festejar mes de las vendimias al santo del caballo blanco "Panonius" y la buena capa. Una buena capa todo lo tapa y un día es un dia, padres conscriptos, mercaderes que han vendido la patria. Era san Martin un manipulario de la caballería romana que un día se le apareció Cristo en forma de pobre y a la caridad toda Europa se consagra. Un manipularius era un soldado raso pero él llegó a general y luego lo hicieron obispo de las Galias. De mozo sabía utilizar el harpagón o gancho con que las acies disparaban contra las murallas y decía adelante y adsumus y al combate le seguían las mesnadas. El pilorius haciendo uso de sus arcos lanzaban los dardos o tragula que portaban en la aljaba. Detrás arreaba la infantería con la emsis o espada. Los infantes cortaban las gargantas, golas y golillas de enemigos. Bien podía san Martin un soldado de Cesar combatiendo con los aquitanos en la guerra de las Galias. Llevando el pecho constelado de medallas y de signa militaria. y como zapador abría zanjas et ad fodiendos puteos. No me lo tomen a mal, puteos no es puta en latin pero fodiendo es casi la misma cosa por la que todo la entendemos: excavar, meter la pala y sacar, porque fodere vale tanto como joder y no es igual estar jodiendo que estar jodido, evolucionando por aspiración consonántica a esas bellaquerías en las que piensan a todas horas los hombres y las mujeres, mocosuena mocosuenae. No hay polisemia que valga que el latín es lengua expresiva. Pozxhivaete... Kak diela? Xarashó. Pero España es un solejar donde toman el sol los jubilatas. ¿Adónde vamos los licenciados de la existencia? A un banco del parque. Mejor a la taberna. Hay en Madrid buenas casas de conversación. Si te quedas quieto, viene un guindilla y te manda a limpiar las cuadras de Augias. Tántalo habita entre nosotros y nuestras zozobras no tienen fin. Que de un tiempo acá andamos entre la cruz y el agua bendita y nos llaman carcas y meapilas. El Valle de los Caídos lo cerrarán y echarán a los frailes pero no los fusilarán. España es laica, laica, judaica. ¿Una más de ZP? No gracias que hoy tengo el hígado un poco revuelto
ONESIMO REDONDO PROFETIZÓ LA DESTRUCCIÓN DE ESPAÑA POR LAS AUTONOMIAS Y EL SEPARATISMO FUE UNA VICTIMA DE LOS DE SION LO FUSILARON EN LA CUNETA DE LABAJOS EN LA NACIONAL 6 DONDE SE PUEDE CONTEMPLAR SU MONUMENTO
ONÉSIMO REDONDO FUSILADO HACE LXXXIX AÑOS
Antonio Parra
“No puede decirse hoy cuántas docenas de millones se llevarán los
catalanes – escribía Onésimo Redondo Ortega en
“Libertad” de Valladolid palabras que le costaron el destierro en 1932- de
la hacienda española regalados por Azaña y sus sirvientes; el regalo lo pagarán
otras regiones autoras del engrandecimiento catalán y de la hostilidad
antiespañola de aquel separatismo. Según Azaña, la Generalidad Catalana va a
tener sus guardias propios y sus gobernadores como país extraño, sus
tribunales, sus cárceles y su universidad. Se nos rompe la unidad patria”.
Estas frases
conservan hoy una rabiosa actualidad. Onésimo aparte de un gran pensador – el
abnegado jonsista filosóficamente cuadrado ante la revolución pendiente y al
que los españoles deben, que no a los rojos ni a los tecnócratas, esas mejoras
sociales: empleos fijos, vacaciones pagadas, el derecho a la atención
sanitaria, a la educación gratuita, un techo donde guarecerse etc.- fue un
profeta que dio la vida por la unidad española cinco veces centenaria en la
defensa de los de abajo. No era ciertamente un señorito, sino un
agrario entusiasmado con la reforma del rústico y propulsor de un sindicato
remolachero. Fue asimismo un brillante periodista de lo más congruente, la
mejor pluma sindicalista y, repito, dejó detrás una obra “cuadrada”,
como prolongación a su rotundo y augusto apellido, dispersa a lo largo de una
serie de antológicos artículos, descatalogados adrede, pero que, leídos hoy, guardan
un palpitante ahora y son una invitación a la reflexión para la juventud del
momento.
Desgraciadamente
a esta juventud se la mantiene a blancas. Nadie les ha contado de donde venimos
ni les ha razonado las claves del laberinto español. Es el silencio de los
corderos que se propugna desde arriba. Se pretende borrar la memoria y
sustituirla por otra memoria, un juego ciertamente peligroso porque no es bueno
ni conveniente para la salud mental meter la vertedera en los osarios.
El cainismo
que algunos pretenden cargados por el odio y el instinto de revancha nos lleva
a este pobre Abel. Abel Redondo, Onésimo (el piadoso que es lo que refiere su
nombre en la lengua griega). Otra de las innumerables víctimas. Juventud
generosa que caminó al matadero aquel bochornoso mes de julio de hace 89 años.
Únicamente
era un periodista. Yo también soy periodista. ¿Me rindo? Onésimo
desenmascaró a la bestia, expuso sus brillantes ideas en el foro. No se lo
perdonaron nunca.
Otro
vallisoletano, José Antonio Girón, recogería el guante y pondría en ejecución
aquel proyecto de futuro para España que Onésimo Redondo firmó con su sangre y
la verdad que a setenta y siete años vistas de aquella tropelía, de aquel
asesinato, cabe traer a colación aquellas palabras del líder José Antonio:
“Ojalá que mi sangre sea la última que se derrame entre españoles”.
Onésimo
Redondo Ortega el “divino impaciente” formó parte junto con Ledesma
Ramos y Primo de Rivera del trío de “eternos ausentes”.
Pero él más que nadie fue un pensador para un pueblo. ¡Presente!
Si José
Antonio fue un poeta más que un político, estos dos últimos eran dos
castellanos filósofos, asqueados del vano parlamentarismo de políticos banales
y trincones, dos pura sangres, casta de hidalgos que llevaban la revolución social
en la piel. Se les incluye entre las derechas pero eran la izquierda pura dura
y el pensamiento independiente y leal del ideal cidiano. Castilla
los hizo y los deshizo, y hoy parece haberlos olvidado.
Enemigos del
marxismo ciertamente pero fustigadores del neoliberalismo capitalista. Nadie
habló tan recio y tan claro de los estragos de la masonería.
Su muerte se
produjo en extrañas circunstancias el 23 de julio de 1936. Mi teoría es que lo
fusiló un cabo de la Guardia Civil alertado por un “chivatazo” en un control de
carreteras ipso facto en la cuneta de la Nacional VI a la altura del pueblo
segoviano de Labajos.
Pero hay
quien sostiene que cayó en una refriega con facciosos milicianos de la columna
que mandaba el coronel republicano Julio Mangada.
Hoy a causa
de la pazguatería o el chaquterismo de los desmemoriados Onésimo Redondo, el de
los pensamientos cuadrados, un verdadero Aquiles egregio y un español entero en
medio de un rebaño de enanos, es el gran olvidado de los Tres de la
Fama Nacional Sindicalista, un trío que empezó a desmemoriarse
merced a la traición de los “aprovechados”: los Laín, los Tovar, los Ridruejo.
Y por todos aquellos que habiendo gozado de las granjerías y prebendas de
Falange no tienen redaños ahora para llamarse a sí mismos falangistas.
Dicen “sólo
soy joseantoniano”. ¿Por donde? ¿Por el ano? En cualquier caso, sus escritos
siguen ahí para el que los quiera mirar alentando una verdad incontrastable.
Onésimo murió
a las cinco de la mañana del 23-VI-1936 y a los cinco días de haber
sido puesto en libertad.
Era un preso
político en las cárceles de Ávila cuando el triunfo de los sublevados en la
Ciudad de las Murallas le valió su amnistía. Había padecido prisiones y
destierros por haber puesto en berlina al presidente Azaña, blanco favorito de
sus dardos y al que tachaba de judío y masón. No era más que un periodista, un
hombre de ideas. ¿No decían que el pensamiento no delinque? En este caso sí.
La DGS dio
orden de su busca y captura. Parece ser que había estado organizando la resistencia
jonsista e iba camino del Alto de León cuando fue apiolado por la
Benemérita y pasado por las armas sin más.
Cabría decir
que no fusilaron a un hombre, destrozaron una idea, mataron a un
paisaje y despilfarraron el futuro en un acto de barbarie irracional que sólo
encuentra explicación en la vesania y en la ira ciega de los españoles a la
sazón.
Cuando paso
por Labajos camino del Alto León, siempre miro para el monumento a Onésimo a
mano derecha de la carretera siempre tiene flores frescas al igual que el
monolito al Padre Huidobro en la cuesta de las Perdices. Una mano invisible
coloca allí esas cinco rosas en honor de los que montan guardia cerca de los
luceros.
He vivido
largos años en el Yorkshire. En todos los pueblos de la campiña inglesa se
alzaron monumentos parecidos a los que encontramos por ejemplo al llegar a
Labajos.
A la memoria
de los caídos en las dos guerras mundiales. En la batalla del Somme por ejemplo
en un solo día perecieron treinta mil británicos, quince mil franceses y de alemanes
no hay casi recuento puesto que perecieron muchos más.
La Gran
Guerra se llevó millones de europeos pero a diferencia de aquí allí los muertos
no son arma arrojadiza ni moneda de cambio. Ni se ponen cadáveres sobre la
mesa. Lo que ocurrió pues ocurrió y a lo hecho pecho y “let bygones be
bygones”.
Se les deja descansar en paz y no
se indaga si fueron buenos o malos, de un bando o de otro. Aquí, por lo que se
ve, no.
El victimismo de Zapatero,
pretexto para una segunda transición, está provocando un tremendo malestar y el
enconamiento de ciertas heridas que creíamos cerradas.
Él era uno
que creía en la capacidad vertebradora y redentora de Castilla como
nexo de unión del centro con el litoral y un católico ferviente a machamartillo
pero sin alharacas porque sabía que el catolicismo para bien o para mal formó
parte de los destinos de España
Propugnaba
que es la síntesis, la cifra y el compendio de muchos pueblos, muchas etnias y
muchas razas y, aunque formado filosóficamente en Alemania, Onésimo Redondo
nunca comulgó de las doctrinas hitlerianas sobre la superioridad de la raza
aria.
Era un
mesetario del Centro. Al pan, pan.
Nunca fue
amigo por su mesocracia castellana basada en el lema calderoniano del rey abajo
ninguno en la superioridad de las castas ni en los privilegios y derechos
adquiridos de los de arriba – hombre del común nacido en Quintanilla pueblo
castellano de la misma manera que Ramiro procedía del zamorano Sayago – y no
creía mucho en el lema de los “puños y las pistolas” ni el matonismo pijo que
caracterizó a primera hora a algunos miembros de Falange, afortunadamente no
todos.
No fue
hasta enero de 1936 cuando se produce la fusión de FE con las JONS. Onésimo,
insistimos, era un jonsista nato poco partidario de la violencia. Eso sí propugnaba
un rearme espiritual basado en el lema paulino de que la vida es lucha
constante. Vita militia est
Hoy cuando se
cumplen 89 años y pico de su fusilamiento desde estas páginas recordamos su
memoria sin ningún instinto de revancha y aspiramos a ánimo a los jóvenes a que
vuelvan a leer a Onésimo.
Sus artículos
olvidados son esféricos y – por aquello de la cuadratura del círculo
y en honor de su apellido una vez más-“cuadran” plena y brutalmente con el
presente de nuestra pobre patria.
Sigue siendo
un olvidado, un preterido, un periodista que firmó con su sangre el proyecto de
futuro en él que creía para España.
Y eso es tan
respetable como el de los que cayeron en el otro bando. Porque no es
conveniente aquí establecer categorías. Todos son nuestros muertos aunque por
desgracia aquí los que fusilan y los que caen fusilados son siempre los mismos.
¡Qué fatalidad!
Debería haber
en Villanueva de la Cañada un monumento a la memoria de los caídos en la
Batalla de la Sed (45.000) de los dos lados, como lo hay en Labajos y yo
propugno en mi libro REMEMBER BRUNETE
MIS RECUERDOS DE CORRESPONSAL EN
NUEVA YORK. AMERICA HIZO DE MI UN BUEN PERIODISTA
El 30 de noviembre de 1976
enviado como corresponsal de la Prensa del Movimiento aterrizaba yo en en el
aeropuerto Kennedy en medio de una gran nevada. La cellisca fue a más y yo
trataba de conseguir un hotel. Trampeando por las calles aledañas a la ONU con
nieve hasta las rodillas fui al despacho en la planta primera del Edificio Azul
y desde allí firmé mi primer despacho. Un colega indio me miraba de reojo, yo
estaba nervioso cigarrillo tras cigarrillo de aquel paquete de celtas cortos.
Fui a cenar y a la vuelta unas gafas bifocales que yo había comprado en Londres
y el tabaco habían desaparecido. Logré una habitación en un hotel de la Segunda
avenida. Estaba exhausto y calado hasta los huesos. Tiempo adelante traté de
escribir una novela bajo el título de corresponsal
en Nueva York pero la narrativa se me iba de las manos. Aquella megapolis
era demasiado grande. Nueva York y América en general es el paraíso de los
superlativos: las casas más altas, los hombres más ricos pero está llena de
dropouts y de mendigos, las mujeres más bellas y las más horribles, lo más
exquisito y lo más vulgar. Yo no sé cómo conseguí abrirme paso, comprar una
casa que al venirme malvendí y de sufrir no pocas incidencias y contrariedades.
Yo cerré el ciclo de los grandes corresponsales españoles que conseguían
conjugar la información con la literatura, no estaban mediatizados por los
grupos de presión ni escribíamos al dictado. Al menos yo no era un mindundi
pero tengo bien grabada aquella noche toledana en Nueva York cuando me quitaron
las gafas, me robaron el tabaco y cogí una pulmonía con la nevada que casi me
lleva para el otro barrio. A pesar de todo sobreviví. En Nueva York aprendí
este duro oficio de periodista, oficio sagrado de compromiso con la verdad, la
tolerancia, el escepticismo y la belleza. De todo eso hablaré más adelante.
miércoles, 25 de junio de 2025
MIS RECUERDOS DE CORRESPONSAL EN
NUEVA YORK. AMERICA HIZO DE MI UN BUEN PERIODISTA
El 30 de noviembre de 1976
enviado como corresponsal de la Prensa del Movimiento aterrizaba yo en en el
aeropuerto Kennedy en medio de una gran nevada. La cellisca fue a más y yo
trataba de conseguir un hotel. Trampeando por las calles aledañas a la ONU con
nieve hasta las rodillas fui al despacho en la planta primera del Edificio Azul
y desde allí firmé mi primer despacho. Un colega indio me miraba de reojo, yo
estaba nervioso cigarrillo tras cigarrillo de aquel paquete de celtas cortos.
Fui a cenar y a la vuelta unas gafas bifocales que yo había comprado en Londres
y el tabaco habían desaparecido. Logré una habitación en un hotel de la Segunda
avenida. Estaba exhausto y calado hasta los huesos. Tiempo adelante traté de
escribir una novela bajo el título de corresponsal
en Nueva York pero la narrativa se me iba de las manos. Aquella megapolis
era demasiado grande. Nueva York y América en general es el paraíso de los
superlativos: las casas más altas, los hombres más ricos pero está llena de
dropouts y de mendigos, las mujeres más bellas y las más horribles, lo más
exquisito y lo más vulgar. Yo no sé cómo conseguí abrirme paso, comprar una
casa que al venirme malvendí y de sufrir no pocas incidencias y contrariedades.
Yo cerré el ciclo de los grandes corresponsales españoles que conseguían
conjugar la información con la literatura, no estaban mediatizados por los
grupos de presión ni escribíamos al dictado. Al menos yo no era un mindundi
pero tengo bien grabada aquella noche toledana en Nueva York cuando me quitaron
las gafas, me robaron el tabaco y cogí una pulmonía con la nevada que casi me
lleva para el otro barrio. A pesar de todo sobreviví. En Nueva York aprendí
este duro oficio de periodista, oficio sagrado de compromiso con la verdad, la
tolerancia, el escepticismo y la belleza. De todo eso hablaré más adelante.
miércoles, 25 de junio de 2025