2017-01-18



EL TIO MONAGO DE FUENTEZOTES DEJÓ DE FUMAR EL AÑO DEL CRACK (cuento antiguo)





 

TÍO MONAGO Y EL TABACO

 

Desde 1929 no he fumado ni un solo pitillo. Había en Fuentezotes un médico al que llamaban don Adolfo no sé si lo recordareis que me dijo a qué no tienes cojones Monago y dejas de fumar y yo le dije ¿no será por una apuesta, doctor? Pues ya lo verá. Y al punto dejó el Tío Monago de fumar execrable vicio al que denominan venganza de los indios. Varón de voluntad recia y enteriza, sería difícil encontrar en los pueblos de la contornada y la anarquía de Villa y Tierra y en toda la cabeza de partida un hombre tan voluntarioso como él y que trazara los surcos tan rectos. El año 29 fue el año del crack se derrumbó la bolsa neoyorquina cayó la dictadura y Monago acababa de venir de la guerra de África. Su decisión le trajo beneficios para la salud del alma y del cuerpo alivió sus pulmones clareó su garganta y hablaba sin tener la voz tomada.

           Ahorré miles de duros. Así que ¿qué te parece, Constantino?

Constantino era el alcalde de Fuentezota y muchas tardes con los de su cuadrilla se reunían para echar un trago en la bodega y charlar a la sombra de un almendro que crecía erecto sobre los declives del somo. Unos parecían Sócrates y otros Descartes. Pocos podrían dar de mano a aquellos buenos españoles a la hora de filosofar. Esplendoroso personajes. Monago de letras sabía poco. No había vuelto a coger un libro desde cumplir con la escuela. Alto cenceño, frugal caballero de la triste figura. Todo lo contrario que Constantino del Val que era amigo del buen yantar, buen compañero del jarro, la colilla del cigarro entre los labios formaba parte de su fisonomía.

Estaba ya próximo a concluir el verano. La luz diamantina de septiembre traía entre sus fulgores el anuncio del invierno. El pueblo olía a uva, el grano metido en la cilla, las trojes aventando grano y las golondrinas que se habían marchado. Los renteros iban a casa del amo a cobrar la soldada. El sol se mostraba benigno pero el cierzo apretaba relentes mañaneros y había que defenderse con el tapabocas. Ya en la lejanía blanqueaban las primeras nevadas sobre los puertos. El otoño es un tiempo de sazón en el cual el hombre ha de meditar en su destino. Todo se acaba.

—Pues yo fumé desde los trece años y no pienso dejarlo— decía Constantino que aquel año era el alcalde— y a lo mejor cuando me saquen con los pies para adelante en aquel momento abandonaré esta puñetera vacía. También los que no fuman se mueren

           Mira tú, la diferencia está entre vivir enfermo y morir sano. Nunca estuve malo. No cojo en el invierno ni un catarro

           Que cosas dices. Debe de ser que te obsesionas

                       Fumar o no fumar tanto da. Los hay fumadores que mueren de viejos dándole a la cigarra. Recuerda al tío Colodro al que acabamos de dar tierra. Se ha ido con 99 años y no salía al campo sin su petaca y su librillo de papel de fumar mientras al Tío Zoilo mucho más moderado lo subimos al camposanto no hace ni media semana. Creo que no había cumplido ni los 50.

                       Depende de la naturaleza y los excesos. Todo ha de hacerse con moderación.

Virtus in medio est, decía el clásico — agregó el alcalde que sabía latines estuvo tres años en el seminario y ayudaba misa al párroco don Belarmino.

El quid nimis de los clásicos en aquella morigerada tertulia en la bodega volvía por donde solía. De nada demasiado. Hay que ir a todo con tiento y al vino como rey y al agua cual rey. Poca gente sabe vivir. A Constantino el alcalde le llamaban el curilla. Su conversación poblada de adjetivos y sustantivos inusuales y algo rebuscados le incitaba a las citas de los clásicos y a proferir sentencias tomadas de la gramática del Errandonea.

 Era algo epicúreo y no había misa de funeral o banquete patronal donde no estuviera Constantino. Su amistad con los curas no era óbice para profesar un cierto adelante anticlerical. Monago por su parte se mostraba escéptico ante los planteamientos de su amigo. Le gustaba subirse a la escalera del tiempo y observar impávido el discurrir de la existencia desde los bardales. Los dos eran solteros.

Monago porque era algo retraído para las mujeres y le costaba trabajo arrimarse a una y el alcalde porque tuvo una madrina de guerra pero se le murió. A ella guardaba ausencias toda su vida.

El tiempo cubrió sus sienes de ceniza curtió su piel amojamó sus carnes... volaban los dos como dos cuervos ancianos con alas de plomo hacia la muerte el paso renqueante pero que se le va a hacer, esta es la vida. El uno comprobaba las delicias de Baco el dios oscuro y cunado se emborrachaba declamaba versos diyámbicos de Virgilio. Monago por su parte abstemio profería pestes contra el vicio del tabaco. Murió sin conocer la gracia de dios y sin haber prendido una targanina con el chisquero que todavía guardaba como una reliquia del voto que hiciera a los dioses el año del crack. Val vivió algunos años más asistiendo a las cuchipandas de los curas cantando el arrobo en los bautizos y contando historias en las noches de filandón. Ambos personajes han regresado a mi memoria palpitando entre los renglones que yo escribí allá por el año 76 en Londres. Han pasado cuarenta años y recordando a mis dos amigos de Fuentezotes enciendo mi pipa y echo un trago de aquel vino de la ribera que bebíamos en mi pueblo, vino puro sin sulfitos ni polvos de la madre Celestina. Néctar de los viejas deidades mías que atolondra y hace bien al cuerpo y al alma mientras brota en el alma la espuma de una gran cascada de recuerdos. A ver quien es el majo.

 

Jueves, 19 de enero de 2017

 

 

 

 

 

carta abierta a un mal compañero



ORGULLOSO DE SER ESPAÑOL Y A MUCHA HONRA. CARTA ABIERTA A UNO DEL ADELANTADO DE SEGOVIA

 

Oye Vitito te has pasado tres pueblos con esa frase “de soy español porque no puedo ser otra cosa”. Sonó como un latigazo en mis orejas. Tú no debes de haber leído a Joaquín Costa porque también dijo que el problema nuestro es una cuestión de escuelas y despensa” y tú con todo lo que tanto sabes o crees saber y dices atar cabo pues los atas malamente. Fuiste a Salamanca pero Salamanca no entró en ti. Y eso que te la das de oráculo en las paginas de opinión del Adelantado de Segovia Quod natura non dat tú atas cabos y quieres matar moscas con el rabo cuando yo me la cojo con papel de fumar.

Siento tristeza porque fuimos compañeros de curso, te llamé para la reunión que venimos celebrando todos los años por septiembre todo emocionado por recuperar a un viejo amigo pero ¡qué decepción! Se me cayeron los pelos del sombrajo. Estuviste borde y mal educado. Yo no he perdido la fe aunque esta Iglesia de hoy no tenga nada que ver con aquella a la cual amamos y sufrimos. A raíz de la iniciativa escribí una novela reportaje “Seminario Vacío. Los pecados mortales de la Iglesia” con un formulario profético y en plan yo acuso: se despertaron los escándalos de pederastia, se vació la institución de su contenido soteriológico pero eso conservó —eso sí— el poder, la hipocresía, la falta de caridad y esa dureza clerical tan deshumanizada que fue fórmula de compromiso entre los miembros de la clerigalla romana. Algunos fueron victimas de aquella mala educación sentimental de esa soberbia curial de ese menosprecio a todo el género humano y ahora puede que lo estén pagando. Aquí no hay más que envidia, me dijo uno. Otro dijo “cada uno va a lo suyo”. No nos reconocíamos. Se había perdido el alma adolescente y cándida de los niños que fuimos.

Dando de lado a su gran tradición teológica, patrística y liturgia, la Barca de Pedro convertida en una vulgar enejé con un vicario de Cristo que no es otra cosa que un vicario del Poder, el Dinero y la Gloria, —favorece la islamización de la Europa— es un agente de Soros, el Vaticano presenta un rostro irreconocible, acaso el de la Bestia. Este libro lo escribí a partir del desengaño y la esperanza pero está ahí. La curia no quiere saber nada de mi propuesta de ordenar hombres casados y no ha pedido perdón por la crudeza y abusos psicológicos de los que fuimos objeto alguno de aquellos pobres niños que poblaron los seminarios de postguerra.

Pese a todo yo no he perdido la fe, sigo cultivando algunas de las devociones que nos inculcaron, sobre todo el amor a la Virgen (signo de preestimación) y la inclinación a los libros. El seminario estaba vacío y en los nidos de antaño no quedaban ya pájaros hogaño. Mi convocatoria fue acogida con reticencia. Tuve ocasión de comprobar que los que alcanzaron el presbiterado no eran los mejores del dote. Les tocó vivir tiempos difíciles: el concilio, aguantar al obispo, tener que guardar el celibato y arrastrar toda esa serie de traumas y complejos con que la iglesia latina trata de disimular y refrenar el instinto genésico. La procreación es uno de los derechos humanos fundamentales. Y les fue negada. Me parecieron unos tarados. Los rechazados por el contrario fuimos tipos mucho más normales. Cargamos con nuestra cruz. Amar a una mujer, sufrir los latigazos del desamor, fundar una familia siempre me pareció más heroico que la actitud comodona de estos solterones hipócritas. Mi olla mi misa y mi marialuisa…

 La humanidad no cambia. Percibí que muchos arrastraban las envidas las mezquindades y los odios de aquel entonces.

Tendría que decir parodiando a Graham Green, England made me (Inglaterra me hizo) y a nosotros la iglesia nos hizo y nos deshizo.

La escritura ha sido una válvula de escape pero observo con tristeza cómo aquellos a los que yo tenía en estima y alta consideración me calumnian, me ningunean. Esto es una carrera de ratas quítate tú que me pongo yo. Y ese es lastre de la malquerencia en la que se nos formó. La mala educación sentimental de los que se prepararían para el sacerdocio para ser la sal de la tierra. Sé que intrigas para que no se diga en Segovia ni media palabra de mi último libro en que descubro al autor del lazarillo.

Oye baja un poco el pistón. Aterriza que tú no das la talla de Paco Umbral y eso de que son solo españoles aquellos que no pueden ser otra cosa es una solemne sandez, es fácil tomar el rábano por las hojas. Yo podría haber sido inglés pues viví nueve años en rel Reino Unido nueve años o norteamericano —cuatro años en Nueva York— incluso podía haberme hecho ruso o alemán idiomas que conozco un poco pero ni me da la gana.

Yo soy español y católico y digo con Gracián aquello de español hasta la gola que sólo la libertad fue española” y mira que no soy facha no soy hijo de un comisario de Turegano que perseguía o mandaba para el penal de Cuellar a los rojos. Aquí los caciques quieren mandar siempre AUNQUE TENGAN QUE CAMBIAR DE CHAQUETA, aquí fusilan siempre los mismos. ¿Y el pueblo? Que se jodan. Tenemos delante un pavoroso problema de educación como señalaba Joaquín Costa el León de Grau y quítate tú que me pongo yo. Otra vez que cites a ver si citas bien que no te enteras, contreras, pues ya sabes que el que casa de viejo pronto entrega el pellejo. Lo de borreguero te toca, que siempre fuiste un borrego

PODER TERAPETICO DE LA LITERATURA DICE UNA DE LEÓN

ana gaitero | león
Vicente Morán García estudió medicina por vocación y se hizo librero por convicción, aunque de «manera inconsciente», apostilla. «Tengo una visión muy social de la medicina, pero trabajo en un ámbito especializado y echaba en falta un componente más humano», explica este intensivista del Complejo Asistencial Hospitalario de León (Caule) a la vez que uno de los socios y fundadores de las librerías Artemis de León.
De su pasión por los libros y de cómo han influido, como objeto de escritura y fuente de lectura, en el ser humano a lo largo de la historia hablará hoy (20.00 horas en el Palacio de Gaviria)en la primera conferencia de las terceras tertulias que bajo el epígrafe Actualidad, Pensamiento y Psiocaonálisis organizan la Universidad de León y el Colegio de Psicología de Castilla y León.
Pese al título de la charla, Morán empecerá diciendo que el libro «es un peligro» porque «como dijo S. Roncagliolo, de la literatura nadie sale indemne» y, la escritura puede ser peligrosa: para el lector, si es lo suficientemente poderosa para cambiar su concepción del mundo y, para los escritores, como seres heridos que crean otra realidad», como afirma Paul Auster, uno de sus autores favoritos hasta que descubrió al checo, y no menos pesimista, Bohumil Hrabal.
El riesgo que hay en los libros no impide que sean una buena receta. «La escritura nos permite alcanzar  mayores niveles de profundidad  y nos aporta puntos de vista diferentes», apostilla. Los libros pueden desencadenar la «catarsis aristotélica» cuando se llega a su final y permiten «viajar, vivir aventuras, desconectar, enriquecer las relaciones...».
El médico y librero es poco amigo de los libros de autoayuda, «son los crecepelo de hoy», aunque comprende su función en «una sociedad muy necesitada». «Son un agarradero y que pueden ser la puerta a «iniciar una terapia de verdad».
Vicente Morán también hablará de su relación con el psicoanálisis, que usó para «conocerme, quitarme cosas y ponerme en el lugar que me corresponde, con mis virtudes y mis defectos, pero más satisfecho», confiesa.