CÁNCER
DE PRÓSTATA
LIBRO PRIMERO
Fui operado de próstata va
para dos años por una eminente doctora del hospital de Puerta de Hierro
(Majadahonda, Madrid) que se llama Zapata y es una oncóloga de categoría, yo la
llamaría milagrosa, no tengo dolores. Meo como un padre de la iglesia, no he de
levantarme a media noche ni necesito el zambullo con el que, pegado a mi
pierna, exoneraba la vejiga. Tales dolamas son un
signo de la fragilidad de nuestra condición pecadora e imperfecta. Hoy somos y
mañana nos vamos y al cabo de tan poco tiempo nadie se acuerda de nosotros ni
de nuestro tránsito. Yo escribo para perpetuarme en mis escritos, para que
quede en el mundo un poco de mi alma. Hay una segunda razón expresar mi
arrepentimiento por lo que pudo ser y no fue. Quien escudriñe sobre estas
páginas percibirán un aire de dolor de atrición porque la condición humana se
fragua sobre el pecado y sobre el dolor. Tomé mi cruz y no sé cómo pude salir
airoso en medio de las dificultades. Yo lo atribuyo a una sola causa: que Xto
se halla presente en la historia echándote una mano y diciendo hijo, tu Fe te
salvó. Esta enfermedad a lo largo de veinte meses dictó sentencia y dijo:
Verumtamen, eres un carro de mierda, pero portas el fuego sagrado, y tu cuerpo
tan valetudinario, tan frágil y proclive a las enfermedades, es templo del
Espíritu Santo. Tengo sí dolor de atrición. Acaso por eso no experimenté una
sensación negativa cuando la doctora Zapata me leyó el diagnóstico; cáncer de
próstata con metástasis. Creo que cuando
pronunciaba sentencia un ángel de luz se sentaba a su lado. Divina mujer. Claro
que te lo merecíais, Verumtamen: esas jarras de vino que te tomabas, esas
noches que perdías el autobús, cerraban el metro y no podías volver al hogar,
teniendo que dormir al relente cogiendo en el metro o en plena calle pulmonías.
Esos merodeos por las tabernas de la Red de San Luis para conjurar tu
agorafobia derrotando por bailongos y merenderos. Las calles de la capital se
me echaban encima, es mucho Madrid. El viento de Madrid es un viento tan sutil
que mata a un hombre y no apaga un candil. Por Princesa ya no entraba la fuerza
que vino a liberarnos. Franco había muerto hacía medio siglo y los ogros
imperantes se echaban sobre nosotros y sobre nuestra historia para repartirse
la carnaza. ¿Adónde vas, España mía? me preguntaba yo pero nadie me contestaba,
nadie me hizo caso. La puerta del Sol estaba poblada de guiris. El altoparlante
de la Mallorquina donde tu tomabas el café mañanero con una napolitana repetía
consignas: "españoles, la guerra no ha terminado, sois metecos en vuestro
propio país" .Cómo qué? ¿Extranjeros en vuestra propia patria? Sí. Yo
entonces mojaba en alcohol mis desdichas arrodillándome al pie de los altares
de Erifos. Era el tormento de las danaides y mientras me echaba al coleto
jarros y jarros yo pensaba en el tormento de Sisifo porque las pavisosas de los
telediarios repitiendo noticias que eran
consignas me ponían de los nervios. Me hundía en el abismo. Había perdido el
norte y el ritmo, no hacía pie en aquel mar de turbulencias, gritaba al piloto
de la nave Señor, sálvanos que perecemos, pero para mí el mundo carecía de
asideros. Mi patria, mi iglesia, lo que yo soñaba, cuanto yo supuse iba a la
deriva. Ningún apoyo encontré en mi familia; uno de mis hermanos me echó del
trabajo, usurpó mi puesto, para colocarse él, mi mujer me puso los cuernos, Mis
hijos no querían saber nada. Todo pingaba del vacío. Las mujeres no tienen
bandera, un psicólogo me dijo, y desdeñan a los vencidos. Los casamientos
terminan convirtiéndose en infiernos portátiles de las mujeres liberadas que
van al gimnasio y se acuestan con el jefe. Quizá quadecausa cada día mataban a
una y se formaban corrillos a las puertas de los ayuntamientos, tocaban la
campana consistorial y mostraban su repulsa meridiana a la violencia de género,
antes del vermut y a otra cosa, mariposa. Yo las veía verter lágrimas de
cocodrilo y condenar la violencia venga de donde venga y me indignaba a más no
poder. A mí me expulsaban de todas las sinagogas y en cada trabajo no era
bienquisto. Sospechoso de ser enemigo político del régimen de las libertes que
no eran otra cosa que el fascismo totalitario bajo la máscara del sionismo. A
la puta calle y una marca amarilla de los cornudos y de los que critican al
sistema sobre la frente, no vales nada, eres un fascista, un antisionista, así
que una patada en el culo y a la puta calle. ¿Auschwitz, decía usted? Pero yo
tenía un chiscón donde me guarecía y no paraba de escribir, haciendo rodar mis
ideas por todo el mundo a través de la Red de Redes. No ganaba una gorda con
mis escritos desaforados pero les jodía que yo alzara el lábaro de la
contestación. Verumtamen, tú te vengas. Les estás dando todas en un carrillo:
─Que se jodan.
La etiología de
mi enfermedad procedía de lo más adentro de mí. No era una enfermedad del
cuerpo sino del alma. El alma ¿Pero existe el alma? Ponme un sol y sombra,
Matías. ¿Qué va a ser? Lo dicho. Ya tomó tres consumiciones, don Venivolans.
Pues que sea la cuarta. Matías era el camarero del café Gijón. Busco respuestas
al misterio de la vida. Pues va usted listo. Matías Sigüenza González era el
segundo de abordo del establecimiento. En una de mis borracheras, cuando me
puse imposible, me echó a la calle. En otras dos me perdonó la vida. Yo, que
soy sañudo, volví, contrito y arrepentido, al famoso establecimiento a los
pocos días a sentarme en el banco de mi preferencia, cerca del burladero,
talanquera del Café Gijón para hurtar el cuerpo a las cornadas de los mihuras
de la vida. Yo consideraba aquel sitio, junto al velador de los poetas, casi de
mi posesión. Un púlpito y un trono desde el cual yo podía pronunciar mis
arengas antiborbónicas. ¿Te has quedado a gusto? Pues sí.
─Déjame pasar,
Matías, un botellín nada más. Te prometo que no armaré ningún escándalo.
─ ¿Estás
arrepentido? Menudo sonoro que diste el otro día cuando te pusiste a cantar el
Cara al Sol cuando aquí todos son rojos.
─Si, Matías. Te
lo prometo
El maître había
sido seminarista como yo. Él en Burgo de Osma y yo en Segovia, existía entre
nosotros una oscura ligazón, lo que llaman los militares fraternidad de armas.
Un clavo trabal sujeta las vigas del techo y por eso la casa no se derrumba.
─El jefe don
Pepe contigo está que bufa.
─Le regalaré
una caja de puros y se le pasará.
─No creas
─Bueno pero ya
sabes un botellín y pa casa, nada de cubalibres. Lo hago en honor a nuestra
amistad. Ambos somos seminaristas rebotados. Vosotros en Segovia os cruzabais
la beca roja por sobre la sotana y
nosotros nos poníamos un fajín a la cintura azul para apretarnos los cojones
─Es que
vosotros erais más listos y la teníais más larga
─Bueno, bueno,
ya empezamos. Anda pasa. ¿Rezaste el acto de contrición antes de salir de casa?
─Sí pero ya no
sé distinguir entre dolor de atrición y el de contrición
─Muy sencillo,
dijo Matías, el uno es para los pecados mortales y el otro para los veniales.
Al maître del
café Gijón no se le habían olvidado los distingos del nego minorem subsustam y tal, que nos explicaba en clase de moral
el P. Regatillo. Pero yo al ganar mi asiento en
el banco de crepé color rojo, se me alegraron las pajarillas y ya se me habían olvidado mis promesas. Pedí
un sanfrancisco… marchando y luego un par de ginandtonics para animarme. Acto
seguido, empezaba una peregrinación por las mesas de para saludar al de los pintores, la de los escultores y de
los poetas, Gerardo Diego era una estatua, Fernando Fernán Gómez hablaba con
voz gangosa, con intención de saludar al personal. ¿Cómo estás? ¿Aún no te han
llevado al Valle de los Caídos? Ni hablar. Abusando de mi facundia peroraba
loas a Franco que si los pantanos, que si la seguridad ciudadana, que ningún
español sin lumbre y ningún hogar sin pan etc., y allí todos los tertulianos
eran rojos. Me miraban compungidos, pero como era gente muy educada no me
partieron la cara ni una sola vez porque
no les daba la gana. Eso sí, reventaba el cenáculo y se iban todos para casa.
En otros mentideros pasaba lo mismo. Yo me daba una maña especial en ahuyentar
comensales. Me llamaban el revienta-tertulias. Buen pájaro estaba yo hecho. Al
poco de llegar yo empezaban a verse claros por los veladores de mármol del
famoso establecimiento. Los poetas tomaban el olivo y los pintores salían de naja. Manolo Vicent me
miraba con indignación. Raúl del Pozo que se había levantado aquel día con la
chaqueta de demócrata clamaba "esto no puede ser, que venga la guardia
mora". A don Pepe, el dueño, al que llamaban el “mono” le llevaban los
demonios. Matías se reía para sus adentros aunque por fuera fingiese
indignación, pero Fonso el cerillas, Alfonso Pérez Pintor, como Simón Estilita
sentado en la columna desde donde veía pasar la vida y era en aquel lugar toda
una institución, un sabio anarquista, aplaudía mis espiches y luego me contaba
cómo la otra noche había llegado el Rey en una moto y le dijo que se iba de
putas.
La operación de
próstata ha sido una castración en toda la regla. Una erección resultaría
imposible. Quadecausa, me paso el rato ante el ordenador esquivando la política
que me parece la mayor perversión chateando en las redes en los salones de la
lujuria y a mí la lujuria me causa hilaridad. Sin embargo, estoy fascinado por
la belleza de una rusa que ha sido llevada a la prostitución por un judío
polaco después de prometerla montes y morenas para ser su macarra y exponerla
al trato torpe. Como es una de las modelos más hermosas de los berreaderos saca
el tío mucha pasta.
Estos dulces recuerdos atemperaban los dolores
de mi enfermedad cuando yacía en aquel lecho de Procusto de Puerta de Hierro
delante del ventanal que daba a un patio abandonado donde crecía un olmo y allí
el cuervo Prosopopeyas, mientras acababa de construir su nido, me contaba historias. ¡Ay la próstata, la
dichosa próstata¡ pecaste por do más pecado habías: mucho vino más fumeque, y
el trasnoche¡ ¿Follar? Eso eran palabras mayores, salvo alguna excursión a la
Ballesta o al Cerro la Plata, los de mi generación jodíamos poco. Puede decirse
que hasta que no fui a Londres no conocí la gracia de Dios. Algún calentón en
el baile de las viudas, pero el whole way
una copula completa era para nosotros un wishful thinking pecar sólo con el pensamiento si a mano vienes, pura entelequia. Ahora entiendo por qué
Olga la Larga y Mili La Mala ponían esos ojos de vendimiar, abuela, es que les
iba la marcha, cuando se enfrentaban a aquellos cipotes descomunales, humanos
no parecían humanos, que les transmitían
por la pantalla interactiva sus adoradores, prácticos en el vicio del amor solitario
de los menoreros incansables, cuando uno peca por dos y no tocan carne Pero con
los ojos parecían bañarse en agua de rosas relamiéndose de gusto. La tenían del
tamaño de un burro. Glandes y vulvas al descubierto. Nada quedaba para la
imaginación más procaz en los salones de la lujuria. El amor cortés de los
provenzales se acabó. Un amor era aquel
hecho de miradas furiosas, de piernas que se abren, pechos colgantes y
de gatitas en celo mayando de placer y de deseo aunque pudiera ser que todo
fuera ficción. Los puteros de la red, los reprimidos, eran un caso patente de
la incomunicación digital. A todas horas dándole al dedito con erecciones de tres cuartos de hora.
Concursos de glande a ver quien la tiene más grande. Medio mundo está salido y
prosternado ante Príapo, Mamón y Afrodita. Eso no ocurría en mis tiempos.
Nosotros éramos unos pardillos si se nos hubiera puesto a cotejo lo de entonces
con lo de ahora. Además, teníamos miedo al infierno y a las enfermedades de las
que nos hablaba el P. Venancio Marcos en sus charlas sabatinas Por Radio
Nacional. El sexo era cosa muy seria, sólo para tener hijos, y aspirábamos a
casarnos con una mujer para toda la vida. Que nos fuese fiel y nos diera tantos
hijos que no cupieran en un 600D, el coche de las clases medias.
─Alto ahí,
Verumtamen. Alto a la dueña. ¿No te da vergüenza a tus años meterte en las
pocilgas de Internet?- sonó la voz de Prosopopeyas desde la rama del ailanto
donde estaba encaramado y retumbaba con el estruendo del disparo de un misil.
─Pues no
─respondí─. Estoy intrigado cómo puede ser que esa beldad, una de las mujeres
más hermosa del mundo, puede haber caído tan bajo y utilizar lenguaje tan sucio
en sus privados "metérmela toda, darling", "fuck me"
"you make me crazy" etc. Tan guapa y tan puta. Debe de ser una
versión moderna de Catalina la Grande la zarina ninfómana que destrozaba en el
lecho a sus amantes. Con esa carita de rosa. Algo debe de haber pasado en el
camino para que esta moza se desviara del camino de la virtud y enfilase el del
vicio.
─No busques los
pies al gato, Venivolans. Lo que pasa es que la gusta joder y punto. -¿No
conoces su historia?─, añadió el cuervo omnisciente: Casada con un militar de
las Fuerzas Armadas Rusas se cansó de él y se divorció. El marido, que era
coronel, murió en Ucrania y Putin lo condecoró como un héroe, pero la
cabra tira al monte. En unas vacaciones
a Italia conoció las delicias del sexo y se encontró con un pimp (macarra)
polaco de origen judío que la hizo suya,
luego se la vendió a los turcos. Pudo regresar a la patria donde fue
contratada por el empresario de un chat porno, el más poderoso de la red, que
la otorgó una sala. Siendo una de las modelos más cotizadas viene a salir por
unos 1700€ al mes, pero la mitad es para el chulo. Un sueldo de miseria casi de
hambre, pero no se ha echado a la calle que es el destino final de todas las
prostitutas y tanto ella como Mili la Mala son dos putas de lujo. Para Mili ha
empezado la decadencia. Ella se lo ha buscado. Hay mujeres para las cuales no
hay nada en el mundo tan importante como follar. Es un dictamen de la
naturaleza. Se creen que el sexo las libera y al contrario. Paulatinamente, se
convierten en esclavas sexuales. Enferman y su destino es la miseria y la
crujía de un hospital. Príapo es el dios de una nueva religión exclusiva que no
admite otros comulgantes, ni marido, ni hijos, ni patria, ni familia, ni
banderas. Solamente una verga diferente a cada cuarto de hora. Es su única
religión.
─Y yo que creía
en el amor romántico, pues no hago otra cosa que pensar en la Suzi. Quisiera
que al morir ella cerrase mis ojos.
─Estás tú
bueno. Menudo iluso. La Suzi habrá encontrado su apaño como estas dos lagartas.
Es ley de vida. ¿Crees que la inglesa te guardará ausencia?
─Sí, y no se te
ocurra hablarme de esa manera, grajo infernal. Que voy ahí y te descuajo las
alas.
─Tendrías que
tirarte por la ventana.
─Mira que te
salto un ojo.
─Anda salta y
tendrás una muerte dulce y todo se acabó. El suicidio es la mejor opción para
los perdedores, You are a loser, como
te dijo aquel mafioso neoyorquino.
En ese preciso
instante entró la enfermera a tomarme la tensión y quedó horrorizad. Tenía 18
con 12.
-Es muy alta,
Antoñito. Ahora te traigo una pastilla para que te baje.
No pude
explicar a Maricarmen la enfermera cuál era la razón de mi delirio. El maldito
pájaro de mis recuerdos me estaba royendo las entrañas. Son pesares que no se
pueden explicar así como así; me hubiera tomado por loco. Ingerida no obstante
una tableta de no sé qué, fueron serenándose mis arterias, pero al cabo de un
rato el pájaro campana siguió cantando la epístola de mis desdichas. Por el
tono de voz a mí me recordaba al cura chiquito que era el capellán del
cementerio del Santo Ángel de Segovia. Medía poco más de medio metro, pero
enterraba a los muertos con bella prosapia con voz de chantre, nítida y clara,
a pesar de ser fumador empedernido:
-A porta
inferi, erue animas eorum. Requiescat in pace. Amen
Yo nací en una
ciudad levítica, crecí a la sombra de la torre de una catedral gótica, me
dieron en el rostro los sones de sus campanas, escuché salmos y cantos de ronda
bajando hacia la Hontanilla, dejando atrás la judería vieja, pasando el arco
del Socorro. Tiré varetas por las mismas trochas que recorrió Pablillos. Conocí
las huellas o las marcas en el camino que dejaron las cáligas de los hoplitas
de las legiones romanas, las sandalias de los franciscanos y las zapatillas de
los santos. Había una roca cerca de una fuente en mi barrio que tenía una cruz
de hierro ya mohosa donde se sentaba San Juan dela Cruz cuando subía jadeante
desde su convento al beaterio a confesar a las monjas y donde dicen que Teresa de Jesús se sacudió el
polvo de su calzado despidiéndose a la francesa para no volver más. La
Fundadora era de armas tomar, Dicen que dijo:
─De Segovia, ni el polvo de las zapatillas.
Las lenguas de
las cotorras mal hablaban de que tenía un lio con su frailuco y medio pues era
de corta estatura quiero decir san Juan de la Cruz. Que el refrán advierte que
entre santa y santo pared de cal y canto. Claro que santa Teresa era abulense y
los de Ávila y Segovia la ciudad rival nunca nos llevamos bien del todo que se
diga. Cuando jugaba la Gimnastica con la Unión Deportiva salía la gente a palos
en el Campo del Peñascal. Procedemos de una estirpe mística muy devota y a la
vez socarrona y pagana aunque de cristianos viejos como el que más. Otros
historiadores señalan, al contrario, que somos la mayor parte de raíz de ahí
nuestra complicación mental pues de Segovia ni la burra la novia nos achacan
los que nos quieren mal. Vaya usted a saber pues se asegura que todos los
israelitas de Burgos cuando salieron mal con los de aquella otra ciudad
castellana se vinieron a acoger bajo los arcos del acueducto. Se bautizaron en
masa y se hicieron hidalgos y caballeros de vieja estampa más papistas que el
papa y más españoles que el Pupas.
He de decir a
tal respecto que nuestro amor a la Virgen de la Fuencisla tan arraigada en
nuestras vidas arranca de una pobre judía (nuestra querida virgen debiera ser
la abogada contra la violencia de género) a la que su marido acusaba de andar
tonteando con un capellán, el sanedrín quiso dilapidarla pero luego cambió de
parecer. Hombre sería mucho mejor tirarla por un barranco que nunca faltan por
ahí por tejadilla y ahí en eso en peñas escarpadas que marcan las orillas de lo
que otrora fuera mar, una mar prehistórico. Y por ahí la defenestraron aquellos
malditos. María del Salto se encomendó a Nuestra señora y Ésta la recogió en su
manto como si fuese su regazo maternal se tratase. Ella estaba allí al pie de
las peñas donde las aves alzan sus nidos y donde un pueblo de amor transido
vibra en tu Honor. Me he puesto a escribir una novela que es la historia de mi
vida y me sale una salve.
Total que
nuestros antepasados se bautizaron en masa y las aguas del Rasemir se convirtieron en un gran Jordán
donde los del pueblo elegido tornaron sus ojos a Cristo pero iban de farol, son
fariseos. En cierta manera los segovianos nos sentimos un pueblo elegido.
Elegidos para la palabra y para el dolor. Si la cruz es un privilegio a
nosotros nos signaron con ella desde el principio hasta tal punto que sólo a
nosotros se nos permite hablar mal de la ingratitud de los elegidos. De raíz
conversa eran los coronel y los Dávila incluso el propio Torquemada prior del
convento de Santo domingo presentaba un origen nada preclaro y converso era
Pablillos y el gran historiador Colmenares otro que tal. Que no nos vengan con
alicantinas. Lo que pasó pues pasó. A qué ton eso de meter la reja en la
Historia como si fuera la vertedera de un labrador honrado que labra sus campos
por La Lastrilla. Judíos eran los asesores y los confesores de la Reina
Católica y los pincernas de su hermano el infausto Enrique IV que a mí me
parece que no era tan impotente como le arguyen aunque aquel rey todo hay que
decirlo se aficionó a las costumbres moriscas y estaba rodeado por una corte de
jenízaros andaluces. Todos los de la Guardia Mora. Judío converso era el
sacristán de san Facundo el que entregó las hostias para que las arrojase a la
caldera y la sagrada forma empezó a subir y subir por los tejados dando la
vuelta giratoria a todo el poblado hasta
ir a parar a la celda de un novicio dominico del convento de Santo
domingo que iba a recibir el Viático... el fraile era también marrano como
María del Salto como la mayor parte de los obispos, deanes y capellanes que
ejercieron en Segovia y como judíos fueron los conquistadores que acompañaron a
Colón. ¿Fue verdadera o fingida su conversión? Eso pertenece a los misterios
archivados en los anales de nuestra historia. España es al fin y al cabo una
locura. Pero una locura maravillosa.
En la
mescolanza de los sonidos que bajan de arriba o suben por abajo escucho los
ecos de mi niñez perdida: los cantos infantiles de la rueda y el corro, el son
de los viejos romances. Veo subir la cuesta que lleva a la Puerta del Socorro a
muchos peregrinos camino de Compostela con la calabaza y el bordón pardas
hopalandas. Pardo era el color con los que se vestían los campesinos de la
gleba y negro el de los caballeros los clérigos y los domines. Pardos eran los
picos de las putas. De las famosas meretrices de Segovia. En mis primeros años
conocí los últimos suspiros de Castilla la Vieja. Era un país absolutamente a
la España de hoy. Pardos son mis ojos y pardo soy yo hijo de la luz y de la
noche. Parda humildad franciscana. Don
Pablos me estaba haciendo señas desde la otra ventana y traía un libro en la
mano aquel protodiacono de los pícaros y me insinuaba tolle et lege. La primera foto que me hicieron en la alameda fue
acompañado de un libro. Tenía un libro en la mano el pelo rubio y la barriga
algo abultada. Pero no maldigamos a los tiempos creyendo el pasado fue mejor
pues eso supone una blasfemia un querellarse contra los designios misteriosos
del Criador. Yo me forjé una idea heroica del mundo. Caballeresca. Había que
salir en pos de un ideal a la búsqueda de ínsulas baratarias a desfacer
entuertos defender a los humillados y ofendidos y pelearme contra los gigantes
que luego resultaron solo aspas de molino harinero. ¡Qué cosas! Acaso me sumí
en un romanticismo trasnochado pero eso ya nada importa. La sombra de aquella catedral acariciadora y
benigna hizo de mí un exaltado de la cruz hasta llegar a la convicción de que
sin cruz ni cristianismo no son posibles ni la el amor ni la belleza. Acaso en
parte llevase razón pero la cruz no debería jamar imponerse por la espada ni a
la fuerza. Bajo el arco oscuro y oliendo un poco a húmeda bodega del postigo
aquel por donde pasaban los carros y los areneros de Espirdo y los panaderos de
Encinillas que subían a vender su mercancía a la ciudad o los curas de teja
breviario y balandrán arrebujado como un tapabocas sobre el pescuezo para no
apañar frío en las tarde heladas habían cabalgado los guerreros de la edad
media (Segovia enclavada sobre un castro que es todo un baluarte siempre
conservó un aire militar, fraguamos país en la lucha contra el moro o peleando
en nosotros mismos acabada la reconquista) pero también los picaros y los Perailes.
Subían pobres de solemnidad y detrás mujerucas
arrebujados en sus mantones. Peleamos contra el sarraceno pero acabamos
adquiriendo muchas de sus costumbres en realidad. Todo en la vida es
circulación. Ir y venir. Subir y bajar. El eterno metisaca del nacer y morir
del engendrar del parir. Arillos concéntricos de la nada. Relojes de sol y
clepsidras. El arco del socorro impertérrito entendía poco de cronómetros.
Tempus fugit. Pero da igual. La estancia del hombre sobre la tierra no es más
que un soplo.
Habían clavado
una lápida en lo alto del pasadizo que decía al gran escritor humorista don
Francisco de Quevedo autor del Buscón que era de Segovia natural. Efectivamente
en una de las casas del cantón tuvo el verdugo municipal su residencia y al
lado vivían los corchetes y alcauciles. El corregidor un poco más arriba. Creo
que era el mismo edificio donde una comadrona que se llamaba doña anciana Dios
la tenga en su regazo me sacó del vientre de la Juani que las pasó moradas pues
la criatura que alumbró pesaba seis kilo doscientos gramos y esa criatura era
yo.
Ahora bien
tachar de escritor humorista a don Francisco de Quevedo el poeta más serio y
profundo de la lengua castellana que sólo pasó al conocimiento del pueblo por
sus chistes verdes o los relativos a la coprología (pedos, privadas, eructos y
otras bellaquerías que entre dos piedras feroces salió un hombre dando voces
adivina quién es pues píntale de verde) me parece un poco precipitado pero
acaso responda a una venganza de la historia que ha sido contando y manejada
por quien ha sido contada y don Francisco que acaso fuera de la misma estirpe
de los manipuladores acusó a los judíos y a los venecianos de ser los grandes
conspiradores contra la corona de Castilla. Eso nunca se perdona. Claro está. Aquel
letrero contra el cual disparamos algunos cantan osen nuestra furia iconoclasta
y llevados de la ignorante clasto manía de la juventud (hay que destruirlo
todo, no dejar títere con cabeza) lanzamos algunas pedradas y todavía está ahí
la señal. Mi cantazo hizo una esquilar en un ángulo pero aún se puede leer. La
leyenda también le pareció a don Camilo José Cela cuando cruzó por allí un
bruma de mal gusto indicio de la estulticia de nuestras fuerzas vivas.
Pablillos pudo
ser uno de mis compañeros de juego aquellos niños con los pantalones con
remiendo que no gastaban calzoncillos y un solo tirante de mi cuadrilla. Con
los que jugaban conmigo al chito a la malla a guardias y ladrones al zorro pico
zaina. Juntos entrabamos en las casas deshabitadas en los hospitales de sangre
abandonados donde todavía quedaban vendas y jeringuillas y sondas sobre las
camillas. De uno en uno nos daba miedo explorar aquellos recintos. Podría haber
fantasmas. Y la leyenda clavada en la Puerta del Socorro pienso al cabo de muchos
años que selló mi destino. Sus letras gordos pesan aun sobre mi cabeza. Yo iba
para santo. Quería ser cura y acabé en escribidor que es una profesión por
decir algo y que guarda cierta relación con todo lo relacionado con la
picaresca. Naciera yo a la sombra de la Dama de las Catedrales, monumento
divino que se erguía sobre las casuchas de mala nota y las escalerillas donde
estaban las puertas marcadas del barrio sefardita. Pienso si mis orígenes no me
habrán predeterminado. ¿Habrán sido maldición o medición? ¿Trajeron suerte o
fueron una desgracia semejantes premisas del que busca y se afana y doce al año
que viene en Jerusalén, reza salmos, eleva sus ojos al cielo al dio y siempre
vuelve sobre sus pasos? Ir y venir que llaman acarrear. Girar y girar. Y venga
dar vueltas. Vano empeño eso de buscar la arcadia. El paraíso y el infierno
yacen en el fondo de nosotros mismos. Son estos empeños frutos de la vanidad y
de la locura humana. Cristo sin embargo nos sonríe. Está en las historia.
Aunque nos elija solo para el dolor. No para el triunfo ni para la fama o la
honra- esa sabiduría me la comunicó Pablillos- porque no somos otra cosa que
carne de dolor. Eso no lo entienden ni las mujeres ni algunos paisanos míos.
Todos ellos no leyeron jamás el Libro del Bendito Job. Por eso se despegan y no
encontrarán jamás consolación.
De esta forma me uncí a mi yugo y me resigné a
mi suerte. A veces me parece que he triunfado que soy un elegido que el Santo
de los Santos ha escuchado las plegarias de este pobre miserable. Por todo eso
y por mucho más muchas gracias, Señor.
En los
terraplenes de los adarves de la muralla donde crecían hierbas ociosas,
lampazos y parietarias, estaba el edificio. Le llamaban la Casa de la Troya.
Acaso este título de una novela de Pérez Lijón definiera el continente y el
continente y el contenido físico así como el carácter de sus moradores. Fue la
casa del Gran Matarife. Algún escudo con los atributos heráldicos del Santo
Oficio debieran de andar por allí cosa que espantaba a algunos transeúntes a
los que entraba el canguis y de repente
se persignaban arreando el paso. Hubo habladuría de que oyeron ruidos de
cadenas y clamores de almas en pena pero no era en nuestro edificio sino en la
finca colindante donde nadie vivía. Sólo algún gato pero de noche todos los
gatos son pardos y algunos de estos bichos pudieran resultar gatos
inquisitoriales. Hay que andar siempre con la mosca en la oreja. ¿Fantasmas a
mí? No gracias. Temo mucho más altos vivos que a los muertos pero no se puede
ir contra corriente ni desbaratar las creencias del pueblo humilde. Del rey y
la inquisición chitón. Así que ojo al cristo que es de plata. Paso corto y
vista larga.
Entonces
desconocíamos lo que era eso. No había aparecido aun en nuestras carnes la
llamada del sexo que todo lo desbarata; ni fumábamos ni bebíamos vinos aunque
nos mofásemos con los borrachos muy frecuentes por aquellos contornos y en
aquella porque en Segovia había más tascas y tabernas que iglesias y oratorios
que ya es decir ni habíamos empezado a alternar ni a tomar café. Nuestros
pulmones y nuestros bandullos estaban todo lo limpios que se puede estar a los
cinco o seis años así como nuestros pensamientos y nuestras almas por más que
nos diga que el ser humano viene al mundo con el sello del pecado y sienta una
proterva inclinación a hacer daño y a mal pensar.
También es
verdad que estábamos en estado salvaje o acaso fuéramos el buen salvaje
roussoniano limpio de polvo y paja. Triscábamos por la vereda, saltábamos de
una peña a otra temerarios en nuestra osadía y despreciando el precipicio que
mediaba entre ambas rocas. Jugábamos a la guerra en batallas de moros y
cristianos como no podía ser menos en cualquier ciudad española. Organizábamos
pedreas con los chavales de San Andrés parroquia a la que pertenecían los que
vivían en la puerta ulterior del Arco. Los de la citerior éramos de San Millán.
Había verdaderas guerras campales a cantazo al final de las cuales alguna
ventana quedaba con los cristales hechos zarzamillo y los dueños traían al
delincuente de la oreja abriéndole a su padre el libro de reclamaciones por
daños y perjuicios.
-Son tres reales por el cristal que
rompió tu chico.
Y el progenitor
ya estaba esperándonos con el cinto. Aquella noche no había cena o mejor dicho
cenábamos de la correa y de los vergajos. Pero Eros y Tantos no habían asomado
aun la oreja y de la política únicamente hablaban los mayores y de sus
conversaciones colegiamos la tristeza y desolación las vida truncadas y los
muertos que trajo aparejados aquella contienda fratricida. Las mulas de la
inquisición nos traían al fresco. Hacía muchos años que habían dejado de
transitar aquellas sendas. El tizne del demonio sigue ensuciando todavía
algunas almas negras. No comprendo ese afán de los españoles por cuestionar
nuestra historia y entregarnos a disquisiciones que a ninguna parte buena
conducen y sólo sirven para enfrentarnos los unos con los otros. Debe de ser
porque aun llevamos la ley del ojo por ojo y el diente por diente marcada a
fuego en nuestros entresijos displicentes. Buena gana de elucubrar con ucronías
y futurismos. Nosotros ajenos a todo eso jugábamos al trompo y a las canicas
como si tal cosa.
Aspiraba a
llegar a las estrellas siempre buscando el plano ideal el que marcara la aguja del
pararrayos catedralicio allá arriba por encina de los ojos de la torre. Los
días de fiesta yo veía sacristanes en camisa volear las campanas sudando
oprimidos bajo el peso de los badajos pero había que anunciar el magno
acontecimiento de la pascua. Abajo en la plaza los de las charangas lanzaban
voladores y don Francisco de Quevedo los ojos cegatos los pies zopos pero la
lengua suelta y acerada de un cofrada subía hacia el enlosado muy fatigado el
hombre. Se acababa de entrevistar con el Domine en la casa donde no se come ni
se bebe. He seguido los pasos de aquel cojo divino genial y tabernario yendo
por el mundo un poco telumante de libros y de literatura pegando palos de ciego
y de que me cerraran antisidas puertas.
─ A los profetas ya no os hacen caso.
─Mientras no nos ahorcan seguiré apostrofando.
─No eres más que la voz que clama en el
desierto. Cabezazos contra un muro. Mira que eres testarudo.
Por la calle
pasaban algunas monjas un panadero morisco y un cristalero que iba a componer
una vidriera que había derribado uno de los pedriscos que suele haber en esta
ciudad por las fiestas de San Pedro. Todos se los veía muy afanados las
monjitas con los ojos bajos el morisco muy altanero y que no le quedaba en la
boca ningún diente portaba a la cabeza una bandeja como una herrada. Por allí
cerca estaba el obrador paredaño al convento de las claras. Don Francisco que
iba ya harto de vino entró en un cuchitril socavado como una bodega en los
mismos bajos del temple al lado de una ebanistería. La entrada de la bodega
ostentaba en el dintel un laurel báquico y un letrero que ponía: “más vale aquí
mojarse que enfrente ahogarse! Y justo enfrente acurrucado en el lecho del valle
donde estaban los pegujares y los tablares lindamente labrados por los
hortelanos moriscos con sus arriates y sus caballones adosados en perfecta
simetría bajaba el Rio clamores bastante crecido de corriente salvo en agosto.
También lo decían el rio Mierdero porque en él desaguaban las letrinas de la
ciudad. Sumirse en él debiera de ser buena tortura. Don Francisco llevaba
sobre el chaleco una enorme cruz
colorada. Era de la orden de Santiago y aun borracho aparecía siempre en
compostura. El mosto nunca le hizo perder la condición de caballero. Me hubiera
gustado a mí ser el escudero de aquel sublime beodo. Sus libros aun me siguen
emborrando de sabiduría, de piedad y de risa.
Aspiraba a
alcanzar las estrellas. Per aspera ad
astra. Siempre buscando el plano ideal. Mi vida se enmarcaba en el
rectángulo de aquel ventanal balcón que daba a la acera. Esta condición de niño
humilde ha marcado mi camino. Anduve casi todas las sendas hice muchas
descubiertas por muchas tierras pero sobre todo exploré todos los libros y caté
los mejores vinos de la tierra. In vino veritas. Sangre de Cristo. Desde lo
hondo del jarro el jocundo espíritu de Pablillos el mejor amigo que hubo en mi
infancia me hacía momos. Y no eran burlas. Eran señas. Así cogía fuerzas y
cargaba con la gran luna del espejo para irla pasando a lo largo del camino.
Y las campanas
tan… tan… tan. Los moros las aborrecían y es una de las muchas cosas que me
fastidian de su religión aparte de que no permita beber de lo mejor que da la
vida ni comer jalufo el que no toquen campanas nunca en lo alto de los
minaretes. La voz del almuédano nunca tendrá los timbres maravillosos y por eso
he llegado a la conclusión de que el cristianismo es la religión verdadera. Sin
campanas no puede haber dios y yo escuché muchas horas su dulce repicar.
Invitan a la paz, la armonía, el civismo. Algún sacristán en aquellas tenidas
en lo alto de la torre se asomaba a descansar y a echar un cigarro contemplando
el magnífico panorama que brinda la ciudad. Debía de ser un hombrón pero desde
abajo parecía muy pequeñito.
─Baja el pistón. No te entusiasmes tanto.
─ La pasión siempre nos vuelve a los hombres
ridículos. Ya sé muy bien lo que me
quieres decir, zampabollos.
─Piensa mal y acertarás.
─ Desde luego
Mi vida iba a
ser no tardando mucho un descarrilamiento a la carta. Fracasos sentimentales.
Problemas laborales trifulcas de todo tipo. Originales para publicar devueltos.
Fui un vagabundo sin suerte. Una novia me dejó a la puerta de la iglesia otra
me divorció. No sé qué mal hice. No tienes vista. Eres un poco patán. Fracasos
sentimentales situaciones decepcionantes. Por los cafés hice el ridículo y
hasta las putas se reían de mí en los prostíbulos. Sin embargo yo les decía
aguardad que yo escriba. Dadme papel y tinta. La literatura me transformaba en un
arcángel. Entonces, armado de la flamígera espada de la palabra, me convertía
en una arcángel invencible, desalmenaba a mis enemigos, les dejaba sin
argumentos y sin palabra en la boca. Había una fuerza en mí. Quizás fuera la potencia
de la fe,
Descarrilamientos
a la carta. Fui pegando bandazos pero estos fracasos son algo exterior hay que
fijarse en lo que va dentro no en el accidente sino en la sustancia. Mi vida
osciló a péndulo entre realidades consecutivas y suposiciones metafísicas. Fui
don Quijote y Sancho a la vez. Pero ser español significa estar sujeto a esa
condición de metamorfosis.
Aquella fue la ventana
de mi infancia un balcón que daba a la calle pues vivíamos en un piso bajo en
la Puerta del Socorro a los pies de la muralla romana. Dicen que no eres de
donde naces sino de donde paces y yo pací en muchas partes pero el haber visto
la luz primera a la sombra de la catedral y haber abierto los ojos a los
paisajes que cercan la urbe fue algo definitivo. Como un sacramento que imprime
carácter.
Suelo celebrar
con gran regocijo esta fiesta de la Magdalena. Cuando viví en Inglaterra
impartí un curso de poesía castellana en el Magdelene College. Hermosas
vivencias, paseos junto al río Ouse, los cisnes sobre la superficie y en el
espejo de las aguas se reflejaba creí entender se movía la rubia cabellera de
la que fue gran peccatrix (pecadora) mientras lanzaba un grito de amor.
- Raboni...
maestro mío.
Pues amó mucho, más que pecó, todo se la
perdonó.
De ella dice el
evangelio que Jesús expulsó de su cuerpo hasta cinco diablos, dulce Jesús
exorcista mucho más contundente que el padre Fortea. Este supuesto acendra su
talla gigantesca entre los santos porque representa la victoria del bien sobre
el demonio y uno de los más refractarios según saben los teólogos creo que es
el de la fornicación. La lujuria embota las almas, animaliza al fornicario y
suele ser compañera de la ira, la soberbia y la gula. Aquella al que fariseo
Lázaro ignoró fue la que se arroja a los pies de Jesús. Los unge para el
sepulcro con esencias de nardo y seca sus pies con su propia mata de pelo. La
pecadora, la vieja puta, se convertiría en uno de los personajes más
importantes de su vida pública. Fue una de las santas mujeres que comparece al
pie de la cruz y la que descubre su resurrección. El salvador no era misógino
no obstante haber sido acusado de andar entre publícanos y pecadores que comían
y bebían y en su retaguardia tampoco faltaban las putas, humilde oficio, el más
viejo del mundo. La presencia del Salvador las redimió y volvieron a ser castas
y puras. Los demonios que arrojó N. S del cuerpo de María de Magdala son casi
una explicación histórica de la confabulación de Eva con la serpiente. Por
ellas viene el mal y también el bien al mundo y conviene tener presente algo
importante: el amo del mundo, el señor de la historia es Satanás. Es el diablo,
a decir de la teología latina, el que manda y su presencia se ha hecho más
activa en los últimos tiempos a medida que nos acercamos a la parusía. Rige
sobre todo los designios de la política, de los medios de comunicación y sigue
en su acción de enfriar y echar jarros de agua helada a la hoguera del amor,
aquel fuego de amor divino en el cual se abrasaron Magdalena y algunos santos. Papini,
uno de los autores más entendidos en satanismo, glosando a León Blois, dice que
el Gran separador es el que impera en la edad moderna. Parece muy congruente
esta visión. En España la política es un perpetuo desasosiego, una
irreverencia, un insulto a la lógica. Los comisarios de Belcebú cuidan bien la
parva no se les desmonte. Antes se solía decir no está el verde para pitos ni
el Alcocer para zampoñas ni tampoco el manto de Magdalena para tafetanes. Sin
embargo todos los 22 de julio es una fiesta importante para mí y la celebra
como el triunfo del amor sobre el odio, la envidia, la mentira, la coz que
siempre nos encuentra desprevenido, el letargo de estupidez y el marasmo o de
horizontes sin esperanzas en que vivimos. Esta mujer que fue puta le hizo un
corte de manga al diablo. El ósculo a los pies de Dios la llenó de fortaleza.
Magdalena muestra el camino de la victoria que no es otro que la renuncia a sí
mismo, la penitencia constante, el ayuno, morir a los sentidos, indiferencia
ante todo lo que nos pasa. Su festividad fue muy importante sobre todo durante
la edad media. A raíz de la peste negra y de la sífilis en los hospitales y
lazaretos del viejo camino jacobeo no faltaba nunca una imagen de la santa. El
oficio divino le dedica unos himnos deliciosos en latín y su nombre está en
primera fila en las letanías mayores.
- Santa María
Magdalena,
- Ora pro nobis
Me lo temía, lo
anunciaba. A Olga la Larga la bella rusa su chulo la ha pecado una paliza para
celebrar su onomástica (rasdenia).
Apareció con un ojo morado. Que la hinchara el ojo ese bandido polaco
traficante de seres humanos ya lo estaba yo viendo venir cuando el pasado
diciembre con motivo de las fiestas de Noche Vieja de 2024 a Olga la convenció
para que abandonara su profesión de maestra, tras divorciarse de su marido y la
entrasen ganas de ver mundo. La condición humana es fuente inagotable de
sorpresas. Se apuntó al chat porno. Carecía de experiencia. No era una de esas
profesionales del colmillo retorcido, sólo poseía una fuente avidez sexual y
sed de aventuras. Conocer hombres. Bjowij20 uno de esos chulos que merodean por
las redes en busca de conejitas dio con la presa. Consciente de haber hecho un
buen blanco (muchos monteros la garza combate, neblíes muy ligeros sobre ella
se abaten, mastines y dogos la llaten, bueno será no la maten) trató de
seducirla mediante el soborno poniendo al tablero del chat montón de dinero, prometiéndola
vivir en un palacio en el cual hasta los baños eran de oro, y habría un Rolls a
la puerta para conducirla adonde quisiera. El más ruin se zampa la mejor
bellota y así Olga una hembra de tronío, que supera con creces en belleza a
Nicole Kidman a la Bardot o Marilyn Monroe o la misma Claudia Cardinale, que
venía de una lejana ciudad de provincias en el extremo oriental de Rusia, cayó
en la trampa. Las promesas eran patrañas y pasó con ella lo que pasó con el
arriero de Guadalajara que de lo prometido anoche a la mañana no hay nada. El
palacio prometido era un chamizo de Tel Aviv sin agua corriente cerca de la
playa donde no se podría bañar pues las aguas estaban contaminadas a causa de
la guerra de Netanyahu. Escuchaba el rugido de los aviones de combate que no la
dejaban dormir. Su chulo la trasladó a Estambul donde las cosas fueron a peor.
Me hubiera gustado escribir esta triste saga de la perversión de una bella
mujer siberiana en mano de sus explotadores. Pero me faltan los alientos para
denunciar a una sociedad hedonista que ha convertido el sexo como religión no
como fuente de vida y de trasmisión de la especie. Olga es la hermosura
personificada y todos los que la conocen andan un poco enamorados de ella, no
sólo por su físico sino por su simpatía, su bondad, y su corazón, su
inconsciencia adolescente y desaprensiva. Podrías ser la protagonista de
"Resurrección" la gran novela de León Tolstoi. Los puñetazos al arco
ciliar. Los hematomas y las marcas con las que la dejó señalada en todo su
cuerpo ese aborrecible polaco son siete cuchillos clavados en mi corazón. En
una de las fotos que obtuve de la modelos y de su rostro inmensamente
fotogénico pues parece que hace el amor a la cámara con su aspecto de
sufrimiento me pareció ver en su rostro magullado la cara de la Virgen de los
Dolores que tanto veneramos los españoles. Hoy volví al chat y no ha regresado
al trabajo. She is missing. Quisiera que no volviese jamás a este albañal de
mierdas sexuales escatológico y que la policía rusa haya podido detener a su
maltratador que me parece que es un terrorista contratado por Zelenski
Era el
Prosopopeyas como va dicho un cuervo muy locuaz, memorión y pertinaz, y yo
tiraba de mi ordenador y navegaba por la red para olvidarme de la muerte. Me
recriminaba mi actitud que en vez de pensar en los Novísimos, pues estaba a
punto de cascarla, me entretuviera entrando en los sitios porno, en los
berreaderos chupapollas donde se homenajeaba a Príapo y a la masturbación digital, lo cual en mi caso era imposible por
las razones antedichas. Mi PC era sin embargo un buen matarratos. En una de las
salas transmitía una rusa que me volvía loco. Se trataba de Olga la Larga, un
bellezón siberiano que acababa de entrar en el oficio más antiguo del mundo
cayendo entre las garras de un judío
polaco que firmaba con el alias de Barjowy 1950. El fulano juraba y perjuraba:
Olga, serás mía. Te compraré. ¿Mercado de la carne en el siglo XXI, tráfico de
seres humanos cuando tanto se habla de derechos humanos? A fuerza de dineros y
de falsas promesas se la llevó. Pasó lo que pasaba con los arrieros de
Guadalajara "de lo dicho a la noche a la mañana, nada" Olga la Larga
inocente e inconsciente, cayó en la trampa. No sabía lo que era el trato de
blancas en cuyas redes fue a caer. A mí me producía cierta congoja aquella
muchacha tan bella tan inocente, pero un tanto casquivana, que se había divorciado
de un militar, debía de gustarla el sexo pero no era una puta. El sino de esas
pobres mujeres suele ser el mismo. Al cabo de un tiempo de ejercer la profesión
de hetairas su belleza se marchita, empiezan las arrugas, las enfermedades. A
la siberiana yo la veía caer por momentos. Un día apareció en el chat comiendo
sandías. Uno de los voyeurs supuso lo que todos suponíamos. La modelo tenía
antojos de embarazada con esa planta cucurbitácea. Estaba preñada del macarra
polaco. Pasaron unos meses, y apareció en escena. No parecía la misma.
Demacrada, vestida casi en harapos, la cara pintarrajeada como una carátula.
Había tenido una niña que envió a la inclusa. Al Cuento de Hadas (Bayjowy
1950) - que es lo que significaba
Bayjowy en polaco-tuvo que dejarle. La pegaba, la insultaba y tuvo que regresar
a Rusia desde Estambul donde se ocupaba con hombres libidinosos hijos de la
gran puta del gran harén. Me pareció con esta historia vivir una de esas
desconsoladoras novelas rusas que llenaron de lágrimas mi juventud. Olga
pudiera haber sido la heroína de una novela de Tolstoi, de Gorki, o de Iván
Bunín. Habría querido poder salvarla de las garras de la prostitución digital.
Ya era demasiado tarde. Anoche apareció con un ojo morado durante la
transmisión y marcas en sus ojos por haber llorado. Maldije al hideputa que la
había pegado
Salió la luna y volvió a
meterse de madrugada. La luna vigilaba mis rezos la noche pasada. El cirio del
altar de mi habitación chisporroteaba. En la calle dos borrachos con lengua
tartajosa hablaban de política y la Virgen bizantina Blagodoritsa me miraba.
Tenía
encendido el ordenador para escuchar los maitines en un monasterio lejano ruso
no sé si Zagorsk u Optina Pustina, radiaban el nocturno de vísperas. Las auras
de las noches de septiembre trajeron paz a mi alma pero el ojo morado de
la guapa seguía ahí persistente. La lujuria, los gritos, las voces, los celos,
las bofetadas y puñetazos. Yo los escuchaba aunque la bronca se producía en una
casa de San Petersburgo a miles de verstas de distancia de mi celda aposento.
─Eres mía y de
nadie más ─ gritaba en polaco un individuo de algo más que mediana edad, creo
que setentón, barrigudo y glotón los dedos de la mano luciendo sortijas de alto
valor.
Debía de ser un
tipo muy rico. Tan rico como lascivo pero ya no lo suficiente viril como para
satisfacer sexualmente a aquella beldad madura. El ricacho era el amo del
burdel y de otros muchos locutorios de la red esparcidos por todo el planeta.
Su oficio, tratante de blancas. Había aprendido el oficio como subalterno de
Hugh Hefner el de Playboy y las conejitas, el gran cohen universal. Ambos eran
hebreos.
Presumo que
habían intuido el negocio inspirándose en una frase que se leía sobre el dintel
de Auschwitz “Arbeit macht frei” por otro lema parecido “el sexo os hará
libres”. Hefner y Bajka1950 ─ ese era su nombre de guerra en el chat que
significa en la endiablada lengua polaca “cuento de hadas” ─ apadrinaron la
gran revolución escatológica que puso el mundo del revés. Olga la bella maestra
de una escuela siberiana quería probar, ver mundo, el sexo y el amor, había
caído entre sus jarras. Ahora lloraba en un rincón y, sollozante, pedía
en ruso a su raptor que no la golpease más:
─Por favor
Casimiro no me pegues más. Déjame marchar. Quiero volver con mi hija a Omsk.
Hoy es un día especial. Cumplo 47 años.
─No, no te
dejaré. Eres mía y de nadie más.
O séase, que para
este maldito pimp un ser
humano venía a ser lo mismo que una oveja, una burra o una yegua. ¿No es eso
volver a la edad media, señoras abanderadas del feminismo torcaz?
Cada puñetazo,
cada patada, a mí que presenciaba la escena a muchos km. de distancia merced a
la inteligencia artificial y los algoritmos de la nueva tecnología, me
incitaban al furor y la venganza. Le hubiera cruzado la cara a aquel macarra
polaco que así zurraba a la mujer de mis sueños. Sin embargo, no entendía la
pasividad y resignación de la agredida. Olga encajaba los golpes sin rechistar. Se trata de una de las
características del carácter ruso que hace acto de presencia en las novelas
románticas del siglo XIX. Donde las heroínas se acogen a su destino (suzdba). El ruso es fatalista. Cree que
el desamor, las desgracias, los fracasos son el pago de la culpa de nuestra
naturaleza pecadora. Tienen una gran capacidad para el sufrimiento. Casimiro,
como todos los polacos, odiaba a Rusia que durante siglos había sido potencia
dominadora en Varsovia. Polonia la vieja Panonia romana para los zares era
el apéndice de Ucrania un pueblo de herejes vaticanistas y uniatas. Al pegar
aquella tremenda paliza a su barragana se sentía dichosa por estar descargando
su knut (látigo) sobre una
zarina y la verdad es que Olga por su aspecto físico y su ninfomanía se parecía
hasta físicamente a Catalina la Grande pero no dejaba el judío de reconocer que
aquella bella mujer era un ser superior, muy por encima de las bajezas de la
condición humana. Se hallaba dispuesta a morir por nosotros en la cruz
mientras los sumos sacerdotes del Gran Sanedrín rasgándose las vestiduras
gritaban:
─Pecó. Es una
puta, hija de Dios dice llamarse. Pues caiga sobre nosotros su sangre y sobre
nuestros hijos.
El ojo morado, los
insultos, el escarnio, los sufrimientos de una pobre ramera eran los mismos que
los de Rusia y Rusia salvarán al mundo echándose la cruz a la espalda. Siempre
creeré que aquella paliza tenía algo de mesiánico. No sé sin embargo si Stella
volverá a aparecer en el chat. Me hubiera gustado poder salvarla pero yo no soy un
redentorista. Soy un pobre enfermo en la cama del hospital mayor de Madrid. A
fin y al cabo me doy cuenta de lo que significan dolor de atrición y contrición
dos sentimientos que marchan al trote sobre las páginas de este libro cuando de
pronto escucho al maldito cuervo partiéndose de risa y llamarme gilipollas:
─La cuestión de
la jodienda carece de enmienda. Tú. No te metas a mondonguero, mejor estabas
rezando el rosario, Venivolans.
-Cállate,
cabrón. Demonio de pájaro. Nunca serás más negro que tus alas
El cuervo locuaz desde el ambón del ventanal seguía cantando
como un diácono impertérrito la epístola de las andanzas de la vida pasada. La
voz del córvido se estrellaba contra un muro lateral pero era tan penetrante
que traspasaba las paredes y su canto como una melopea podían escucharla los
enfermos de las contiguas salas. Los dichos y los hechos (de algunos yo me
acordaba) eran narrados en un tono lúgubre del fiscal que incoa la causa
mientras el juez con un ángel sentado a la derecha, era el serafín de mi guarda, y un diablo inquisidor a su
izquierda, con acuidad suprema. San Miguel al fondo de la sala se acercó con
una romana (la statera) iban a pesar mi alma. A un lado de la balanza las cosas
buenas que hice y enfrente las malas ¿Hacia dónde se inclinaría el fiel de la
balanza? Mis hechos, mis dichos, mis odios, mis envidias, mis conjeturas y
juras en falso allá se pesaban al fondo
del iconostasio los nueve coros angélicos cantaban:
▬Kyrie eleison
El cuervo con su voz testimonial y sus ojos escudriñadores si
observaba que yo me revolvía en mi lecho de dolor decía:
▬Arrepiéntete, cabrón.
▬Yo me arrepiento de todo corazón por haber dejado a la Suzi
preñada y luego desconvocar la boda por la iglesia que teníamos aplazada en
Londres. Mi madre decía "te vas a casar con esa puta ... que se va con
todos" Estas palabras de mi madre me partían el corazón pero al fin ganó
la batalla el amor. Quemé las naves y me fui a Londres y una mañana de octubre
creo que era el Día del Pilar contrajimos matrimonio en el Registro Civil de
Romford. Yo había dejado en Madrid mis pluriempleos como periodista de SP y
como redactor de Radio Nacional. También trabajaba de noche en la agencia EFE.
No dormía i sosegaba y esta intranquilidad y ese trajín afectó a mis nervio. Yo
era un chico guapo, escribía bien, y se me abrían todas las puertas. En
Inglaterra pude conseguir un trabajo como profesor de español en una escuela de
Doncaster pero a la Suzi una bella londinense aquella ciudad de provincias algo
paleta pero donde conocí muy buenas personas no la probaba. Enfermó de un
cáncer de tiroides. Todo se vino abajo después de nacer Helen. Cuando la operaron en el Gran Hospital de Londres la
directora de Estudios no me permitió desplazarme hasta el Sur y cuando salió
del hospital me dio la noticia Me derrumbé y una mañana de marzo cerré la
puerta de mi domicilio en el 28 de Scott Crest Inglaterra ahí te quedas
Entonces salí de la casa que había
montado con gran sacrificio y regresé a España. Mis muebles, la cama, la
mesa el gas stove. Sólo salvé los libros y la guitarra. Tengo un buen ángel de
la guarda que me buscó nada menos que una corresponsalía en la ciudad del
Támesis. Era lo que yo solaba ser corresponsal en el extranjero. Llamé a
Suzanne desde una cabina telefónica. Se puso su madre que me dijo que mi mujer
no quería volverme a ver más. El cuervo de la habitación cuando leía esta parte
de mi vida empezó a llorar. Su clamor retumbaba por todo el edificio. Pero yo
estaba arrepentido de mi pecado mayor con dolor de contrición y atrición. A
causa de mi perversión pagaría la culpa al correr de mis días.
Las navidades vienen y van trayendo y dejando recuerdos de lo
que fue y no fue, de lo que es o será. Abrumados por la melancolía en torno a
la mesa de Nochebuena cantamos los villancicos. Canto de villanos y ciertamente
hay una dosis de villanía sentimental en estas festividades que pasan tan
rápidamente que parece que en los días más cortos del año el tiempo se acelera.
Saturno tiene prisa por devorar a sus hijos. Sea lo que dios quiera. Me siento
reacio a narrar aquí el cuento de los Christmas Carols. Los londinenses fueron
los más felices aunque yo no me daba cuenta. En el gélido cielo del invierno se
tachonaban las estrellas de la pascua. Saturno es el dios oscuro que abre y
cierra las puertas de la vida. MJ vigilaba mi vaso de agua mientras los hijos entonaban
el Arre, Arre. Se me caían las lágrimas. Mi llanto era el de un pobre viejo
perdedor. Del peregrino que había equivocado la ruta. Del ardoroso joven
entusiasta que en los años sesenta del pasado siglo buscaba un lugar en el
Parnaso. El año 89 vinieron los malditos rabíes del Candelabro y todo se
derrumbó:
─Ahora mando yo. ¿No queréis caldo? Pues tres tazas
La emprendieron los inicuos a latigazos con nosotros al grito de
fuera fachas, abajo la ultraderecha y mueran los serviles. No nos mandaron al
gulag. De momento el gulag. Más tarde el horno crematorio. Yo escuchaba voces
advirtiéndome de la llegada de los tiempos del revés: el trasguero cambio de
género, naciste con raja y te colocas pilila, Perico los Palotes. Los
mandilones, aborto, el monumento a Pushkin volado en Kiev y en San Francisco el
de Cervantes. Colón era un asesino. El papa de Roma decía en una homilía “si
vas a misa y luego sales igual que entraste es que algo va mal”. Pues vaya una
apologético. Descubrimos que aquel pontífice era un asno que rebuznaba, quería
poner la religión de través. Aferrado a la táctica del jesuitón de que el fin
justifica los medios.
Mientras mis hijos
brindaban con los caldos más suculentos de España yo miraba de reojo y con
envidia. Yo no puedo beber por prescripción facultativa. Soy dipsómano. El vino
fue parte de mi vida coadjutor de los mayores gozos y asimismo de las mayores
sombras. Aquella vez en que en un bar de General Ricardos me tundieron de lo
listo. Una patada en la cabeza me dejó un hoyo en la frente. Recuerdo aquel
camarero manchego rubio los ojos inyectados de ira que me abordó por detrás,
caí al suelo y sentí un dolor terrible como cuando te sumerges en un lago y te
hundes sin la esperanza en la cabeza. La patada en la cabeza de aquel esbirro aboyó
parte del pabellón craneal. Nunca durante mis años en el extranjero fui víctima
de una agresión brutal. Ni en Nueva York ni en Londres nadie osó tocarme un
pelo de la ropa. España la amada patria a la que yo había defendido con la
pluma me maltrataba. Fue durante los años difíciles de venganza e ignorancia.
Me quedó aquella marca. Al correr de los años en mi sien deteriorada surgió un
tumor de piel que me operaron. Navidades sangrientas. Erifos hizo de las suyas.
Lo cual que aquella advertencia cuando vi la muerte tan cerca no sirvió para
desembarazarme de la botella. El vino y la ginebra constituían el tónico para
mis dolores físicos y psíquicos. Dolíame el cuerpo pero sobre todo el alma. La
bebida era el paño de lágrimas frente a mis decepciones y fracasos. La Verónica
apareció entonces paseando por la glorieta de Pirámides. El aire de la noche
gélido. Nieblas navideñas nebulosas del corazón. A lo lejos sonaban tristes
panderetas acompañadas de músicas tradicionales que cantaban a lo efímero de la
vida terrenal cuando los pastores y los Reyes iban juntos a por leña para
calentar al Niño que ha nacido en Nochebuena… Sobre tu cunita, niño, he visto
arder una farolica como la del tren. Me levanté, me rehice como pude, enjugué
la sangre que corría por la frente con un pañuelo de hierbas. Me habían marcado
con ese hundimiento en la cabeza. El fementido me había acudido un patadón en
mis partes y seguramente eso sería el origen de mi cáncer de próstata. La mujer
misteriosa daba vueltas a la glorieta de Pirámides. Se vino hacia mi piadosa y
con un lienzo recién sacado de la tintorería que olía a rosas me enjugó la
sangre y las lágrimas. Quedó en el paño de la Virgen Dolorosa estampada la
imagen del Señor coronado de espinas. La Señora me susurraba palabras dulces
mientras los taxis de Madrid bajaban por la cuesta de la Puerta de Toledo:
─ No bebas más, hijo mío. El alcohol te trastorna. Es para ti
veneno
A esta visión no le di la mayor importancia estoy acostumbrado a
los milagros y tengo a Nuestra Señora por particular consejera. Seguramente que
ella me librará de las garras del cáncer de próstata como se sacó de las fauces
del león y de las arillas de la sierpe que pretendía estrangularme. Tampoco fui
devorado.
Hasta san Antón pascuas son y yo aquellas pascuas me di un
atracón. Me ocurre cuando estoy nervioso y las navidades son fiestas
melancólicas. Yo no hacía sino pensar en la Suzi. Me harté de turrón y o paré
de mojar el gañote en copas de ginebra y de chinchón. Ande, ande, ande, la
marinorena que esta noche es Nochebuena, saca la bota María que me voy a
emborrachar. Tal incontinencia, aquel frenesí, desencadenó el mal que andaba
oculto en mis hormonas y fui la víspera de la fiesta de los burros cuando me
cogió un dolor terrible en los ijares, los cuadriles se me desgarraban como
mordidos por un mastín. Creí morir. Encendí varias pipas pues el tabaco me
calma. No se me pasaba. Se me apareció el rostro del abuelo Benjamín en su
agonía que hablaba de un ataque de canes por sus partes blandas y no hacía otra
cosa que santiguarse viendo venir a la muerte de cara. ¿Qué vería? Yo también
me preparé para lo peor. Se me saltaron las lágrimas y empecé a desgranar las
cuentas de mi rosario. Llegó la ambulancia del Samur.
Un médico jovencito y un enfermero que tenía la bondad y la
ternura del buen samaritano me transportaron en bayarate hasta el hospital. Allí
al cabo de muchas pruebas me sondaron y el dolor se pasó. Bendito sea Dios.
Escuché la voz de Shakespeare. Inglaterra tiraba de mí.
Efectivamente, una fuerza tiraba de mí. England, my England, el país de irás y
no volverás, la Arcadia de Merlín, patria de los caballeros andantes y
errantes. Buscaba la fuente de la eterna juventud, el yelmo de Mambrino, una
dulcinea me estaba esperando en la llanura del condado de Essex. Tiempo
adelante me pondría en camino. Los cuentos de Canterbury, las dulzuras de los
sonetos de Shakespeare. Una idea que no tenía que ver nada con nuestros
antagonismos históricos; las guerras napoleónicas, Gibraltar, la Armada Invencible.
Yo no era por supuesto Blas de Lezo ni a la hora de orinar iba a colocar la
minga mirando al canal de la Mancha. La política es una cosa y la vida es otra.
Sólo encontré las buenas gentes humildes del Yorkshire y la mirada compasiva de
amigos entrañables. Pude entender lo que significa un sustantivo inexistente en
español y es la palabra compasión. Yo encontré compasión entre aquellas gentes,
algo que me faltaba en mi país y encontré el amor, un amor para toda la vida,
indeleble y que bajará conmigo hasta el sepulcro. Los bellos ojos azules de la
Suzi están clavados en mi memoria, no se apartan de mí, pero yo entonces no lo
sabía. Era un seminarista gordito que iba y venía recorriendo las calles de la
ciudad en bicicleta. Los largos veranos del pasado siglo parecían interminables
y la vida parecía querer sonreírte; unas veces querías ser misionero, otras,
cura de aldea de misa y olla, mi olla mi
misa y mi María Luisa… bueno, ya veré, y ahí nos las den todas. Aquella ciudad
de Segovia de tu adolescencia guardaba las reminiscencias medievales de la
ciudad-estado: Montescos y Capuletos, como en
la Verona de Shakespeare. Las
grandes familias encastilladas en sus torres que albergaban el afán de poder y
la protección de la iglesia. Los Coronel, los Arias Dávila, los Cheste, los
Velasco, los Bravo etc... Odios seculares, rivalidades por el control del trigo
y de la lana. Abajo campando bajo los arcos del Azoguejo, los pecheros, los
sollastres, los acemileros, aguadores, pellejeros y pícaros. Arriba en las torres encaramadas de
la ciudadela las cinco familias que cardaban la lana. Romeo y Julieta,
Marcucho, Teobaldo, Benvoglio, el aya celestinesca y parlera y el conde Paris.
Yo los vi pasar por las empinadas callejuelas que iban a dar a la Puerta del
Socorro u oteaban el horizonte bíblico desde la de Santiago. Fray Lorenzo iba
con su canastilla con el doctor Laguna a recoger hierbas medicinales a los
pagos de Tejadilla. Un día fui al cine a ver una película inglesa. Echaban
Romeo y Julieta. Aquello me marcó. Yo me enamoré de Julieta. Pero tú quieres
ser cura, chico y los curas ni se enamoran ni se casa… Ya veré. Otros días
ponían alguna del cine negro inglés y yo soñaba con Sherlock Holmes, la niebla,
el puré de guisantes. Mientras tanto iba en bicicleta a bañarme en los bodones
del Eresma tan peligrosos que todos los veranos se ahogaba más de uno pero yo
sabía nadar muy bien. Aunque la mayor parte de mis jornadas veraniegas estaban
cubiertas por mis obligaciones religiosas. Tenía que ayudar a misa al cura chiquito.
El capellán del cementerio era un tapón como va dicho. No medía más de metro u
medio y para consagrar le teníamos que colocar a los pies un escriño y a la
hora de alzar se las veía y deseaba para alzar el cáliz y el copón que eran
mayores que él. Sin embargo, los domingos sus misas eran muy populares cuando
decía la de cazadores porque aviaba pronto el cura chiquito. Poco más de un
cuarto de hora. Me apunté a las clases de inglés y yo no sabía si era la alondra
o el ruiseñor. Acababa la noche y se abría un nuevo día, una nueva fase para
mí.
─Is the lark or the nightingale?- pregunta Romeo a Julieta
Esta le contesta:
─The lark, quédate un poquito más
─No puede ser
El ruiseñor es el nuncio de la aurora y la alondra del
entrelubricán antes de amanecer y yo ya soñaba con una de aquellas noches de amor.
Shakespeare me estaba tirando un guante. Habría que aprender inglés y yo fui
uno de los pioneros. Soñaba con las brumas del Támesis, el puré de guisantes de
la contaminación y el té de las cinco. ¿Quién cantaba la alondra o el ruiseñor?
That was the question? La frase me recuerda la noche más feliz de mi vida que
pasé con mi amada en un hotel de Hornchurch el día de nuestra boda. Aunque para
alcanzar aquella maravillosa connubial noche habría que pisar caminos de
abrojos, saltar muchas vallas convencionales y pagar peajes y fielatos en las
aduanas correspondientes. Pero el amor no entiende de trabas porque siempre
vence. En aquella voz de Shakespeare estaba la llamada del destino el hijo del
guantero de Stratford Upon Avon con su media sonrisa dándonos la bienvenida
subido al tablado de las antigua farsa en el corral de comedias de del Globo
londinense y su voz era profética. No me prometía tesoros ni fama. Pues me
auguraba que yo sería un escritor
fracasado en vida y glorificado en muerte. Esa era la parte de mi lote y
acepté.
─La vida es una historia
llena de furor y de sonidos contada por un imbécil
¿Sería yo el imbécil? ¿Estaba destinado a representar ese papel?
La corneja del hospital general me hablaba desde la rama de un árbol
del jardín abandonado. Aquel jardín abandonado era la ruta de la muerte. Tu
existencia, decía es contingente casualidad. Es una novela escrita por un loco
a ráfagas en la cual lo personajes asoman al vacío. No tienen consistencia lógica.
Tú no crees en el dogma de las tres unidades pero narras lo incomprensible del
mundo de hoy y a veces aciertas corroborando la fase de Shakespeare sobre la
condición. El grito, la furia y un músico que toca el violín con las cuerdas
rotas. Pero yo entonces era un adolescente gordito que iba por la ciudad en una
bicicleta sin frenos. Se la dejé a uno y por poco se mata.
El primero de julio del
año 60 eché mi primer piropo a la Cibeles. La augusta diosa de piedra que
siempre va en carroza tirada por leones no me hizo mucho caso. Yo era un
adolescente que regresaba a casa derrotado en el Correo de Santander. Mi padre
vino a recibirme en un jeep del ejército donde metimos los avíos de mi pobre
ajuar el colchón, el baúl y la sotana.
―Anda que buena tienes a tu madre, con un disgusto que casi se
nos muere, cacho perro.
Bajé la cabeza y le dije
a mi padre que me pondría a trabajar de lo que fuera incluso si picapedrero y
así lo hice pero pronto me di cuenta de que tampoco valía para albañil, no sabía
cuajar el cemento en una obra. Lo mío eran los latines y el
inglés. Ínterin, mamá dio a luz a mi hermana pequeña a la cual llevo
18 años y nos trasladamos a vivir a Madrid desde Getafe. Allá quedaba el
pueblón manchego envuelto en polvo y barro, los aguadores de la calle mayor, la
iglesia de la Magdalena enorme, los paseos las tardes de domingo, el cine de
sesión continua, el aburrimiento provinciano. El resonar de los tambores del
cuartel de artillería al izar bandera y las misas de doce en los escolapios. En
Madrid me coloqué de profesor de latín en un colegio y por las
tardes asistía a las clases del bachillerato nocturno en el Ramiro de Maeztu.
El profesor Antonio
Magariños, lo que son las cosas, me suspendió en la lengua del Lacio. Yo no le
caía bien. Ya estaba muy viejo y se fatigaba durante las clases en las que
explicaba a Tito Livio. Moriría al poco tiempo. Fue un gran promotor del
deporte durante el franquismo como consejero del ministro Elola Laso del Frente
de Juventudes. Cuando tuve en mis manos la papeleta del suspenso volví a sentir
la maldición del jesuita tú no vales no das la talla. Fui una taberna y me
emborraché. Era mi primera borrachera. Todas las campanas de las iglesias de
Madrid doblaban a clamor. Había muerto el papa Juan XXIII. Al regresar al hogar
(vivíamos en la calle presidente Carmona) mi madre que era muy lista debió de
notar los signos de embriaguez en mis andares tremulantes, la lengua tartaja,
los ojos saltones y la boca oliendo a peleón:
― ¿Dónde has estado, cacho perro?
― Por ahí
― Murió el papa
―Y a mí ¿qué?
Dormí la mona y se me
pasó el cabreo. Me di cuenta de que a lo largo de mi vida tendría que luchar
contra aquel conjuro de Eguillor que se había repetido en el profesor Magariños
que era un gallego bastante retorcido. Hinqué los codos, aprobé el
preuniversitario e ingresé en Filosofía y Letras y en la Escuela de Periodismo,
dos carreras a la vez aparte de las clases en el colegio san Pio V, todo lo que
ganaba se lo daba a mis padres, excepto una pequeña cantidad que me reservaba
para tabaco, aquellos "Celtas" largos que me hacían carburar. Estaba
agotado. El verano del año 64 me fui a un campo de trabajo en
Fladbury cerca de Evesham a recoger ciruelas y fresas.
Eso sí; tomo casi diez
pastillas al día y me siento algo cansado por las mañanas. Me dio por escribir
una novela en la cual yo soy el protagonista, el antagonista y el deuteragonista.
Nadie busque plots, ni tramas, ni deus ex maquina como en un serial turco o una
comedia de capa y espada. En Estas páginas mi corazón sangra, se indigna, se
aburre. Profaza, acusa, yerra, se arrepiente, vuelve grupas y otra vez a
empezar. Son vivencias de infancia y artículos que subo a la red. No hay que
maldecir a Google ni a las nuevas tecnologías. Internet es el bien y el mal:
las misas celestiales del patriarcado de Moscú se transmiten juntamente con el
porno duro, y esos chats en los cuales las mozas de medio mundo enseñan sus
bandullos. Ciertas salas parecen clases de ginecología. Son los teatros donde
toda aberración sexual toma asiento; yo los llamo berreaderos por el mucho
gemir de estas prójimas no sé si lo fingen o el maniluvio salaz de las fucking machines. La masturbación es
general y de lo más guarro algo real que atrae a las masas porque hay mucho
salido por el mundo que mira y se la menea de cara al tendido. Estos sitios nos
llevan a una reflexión: se han cargado el romanticismo. Tanta lascivia y
tanto voyeur salaz viene a darle la
razón a Schopenhauer que era tanto
pesimista. Yo me resisto a creer que Eros sean unas piernas esparrancadas con
la raja del clítoris al fondo que de menos nos hizo Dios, pues yo estuve
enamorado de la Suzi, aquella inglesa que fue lo mejor de mi vida, lo más bello
de mi romanticismo indomeñable y con cuyo recuerdo bajaré al sepulcro. Los
ocios de mi convalecencia me permitieron analizar el psique de las modelos.
Hubo una rusa guapísima que fue comprada por un tratante de blancas polaco que
comerció con su cuerpo. Me enfrenté al macarra el cual me quería matar. No soy
un alfaqueque pero si hubiera otra vida creo que me gustaría ser como aquel
mercedario fray Gil no sé cuántos del convento de Arévalo que rescató a
Cervantes de los baños de Argel. Yo sería alfaqueque de putas. Largo me lo
fiais porque a Olga la Larga no sé si la gusta el oficio lo que sí sé es que es
ninfómana insaciable por cuya causa abandonó a su marido en Siberia y a una
hija. Hice mis indagaciones pertinentes y lamento decir que esa historia
acabará mal. El macarra polaco es celoso y la maltrata. Un hombre celoso que se
mete a pimp o souteneur de hetairas en esa profesión dura menos que un caramelo
a la puerta de un colegio. Pero estas son las historias de hoy. Lo que pasa y
yo trato de plasmar mis impresiones en internet. Este libro se compone de
asuntos que subí a la red. No busquen tramas ni argumentos porque la trama soy
yo escritor de ochenta años con más de medio siglo de oficio al que
vetaron lo neos (son más viejos que el
andado para adelante pero España y yo somos ansí) de modo y manera que a día de
hoy en nombre de la libertad se asesinan a los libertarios del pensamiento. No
me quejo, me río, pero estas son historias para no dormir. Cumplo con el primer
mandamiento del periodismo que es narrar algo y yo lo narro a mi manera. Otro
no lo podría hacer `por mí, puesto que en mi hay una vivencia exclusiva de
aquel amor inglés. Por eso muchas entradas de este libro se muestran redactadas
en dicha lengua. Puedo decir con Graham Greene que Inglaterra me hizo y tal vez
me deshizo. Nunca pude ser del todo inglés pero tampoco un español total por
más que haya defendido a mi patria y mi cultura a capa y espada a través de mis
dos corresponsalías en Londres y en Nueva York. A estas alturas de mi
existencia cuando ya me queda poco veo lo acontecido desde la distancia a veces
con compasión, otras con remordimiento humorístico y en ciertos casos
con rabia pero me consuela haber sobrevivido a mis enemigos. Por desgracia yo
sé de donde viene la afrenta y no paro en barras. Pienso en la muerte que nos
cerca, hablo de las experiencias de mi infancia en un pueblo castellano donde
viví los últimos coletazos de la edad media. Allí se acendró mi espíritu
religioso al tiempo que me di cuenta de
que para sobrevivir hace falta mucha mano izquierda y no tomarse las cosas
demasiado a pecho. Estoy fascinado por la novela picaresca. Investigando a
conciencia descubrí quien fuera el autor del Lazarillo. Ni me lo han reconocido ni me lo agradecieron pero mi
tesis insoslayable está ahí. Es lo mejor que dimos al mundo desde el Buscón hasta la Pícara Justina, el Guzmán de
Alfarache, Vicente Espinel, El
Estebanillo, El diablo Cojuelo.
Es un género típicamente hispano que aporta a la literatura universal
resignación cristiana, longanimidad y aguante. Los picaros son místicos al
revés que nos enseñan a afrontar las penalidades de este mundo cruel sin
hipocresía. Tengo que agradecer sobre todo a los hombres y mujeres de la
editorial Círculo Rojo que tanto me
han animado a sacar adelante mis humildes producciones aun a sabiendas de que
mi estilo y mi narrativa aún siendo de una vibrante actualidad, pertenecen a un
ayer que parece lejanísimo pero que está cerca de nosotros. Para los nuevos
amos del mundo ir por libre es una añagaza. La exclusiva del pensamiento está
en sus manos. Esperemos que no sea por mucho tiempo. Yo por eso escribo para
desenmascararlos.
La olma que había frente a la
iglesia de mi pueblo tenía más de dos mil años. Había sido plantada por los
soldados de Trajano (la historia hace nacer a dicho emperador en Pedraza) que
era un poco paisano nuestro y era mayor que la de Pedraza, un redondel su
tronco de cerca de quince metros que no la abarcaban veinte paisanos, cuyas raíces
desde el arroyo circundante se extendían por todo el pueblo desde la casa
curato a la pobeda. La olma allí estaba siempre mirándonos, impertérrita,
augusta, siglos y siglos, contemplando el paso de generaciones. Sus ramas
florecidas se extendían por los lados a manera de grandes candelabros
protectores. Los niños de la aldea trepábamos por el tronco hueco, nos
sentábamos, echábamos risas y jugábamos a la malla. Sus ramas crecían hasta
tocar la punta de los aleros y las raíces reptaban subiendo la ladera del
calvario donde estaba el camposanto. La quima formaba un corro donde se
sentaban a tocar la gaita y el tambor en las fiestas patronales. Y algunas
veces se celebraban los concejos. Había sido plantada seguramente en tiempo de
los romanos. Y esto no son conjeturas sino probabilidades porque aquel
villorrio en una esquina de la provincia de Segovia estaba emplazada dentro del
itinerario de Antonino. Fuentesoto, al pie de una fuente salutífera que manaba
un chorro ingente de agua calda por el invierno y muy fría por el verano, debió
de ser un vivaque o manor donde descansaban las legiones que iban desde Astorga
a Uxama. Al recordar aquel árbol de mi infancia se me caen las lágrimas porque
su tronco y sus raíces guardaban el polvo de las crepidas o botas militares de
las acies de Roma y vieron pasar a los guerreros moros que arrebataron el
castillo a los visigodos y después a los Tercios de Flandes. Más tarde, a los
guerrilleros que lucharon contra la francesada. Aquella era la tierra del
Empecinado. De últimas, se había venido diciendo que nuestra raza viene de los
judíos; creo que se trata de una tesis poco segura y sin base histórica.
Algunos debieron de morar en Sepúlveda y Sacramenia y Riaza que estaban
cercanos pero por lo general los rasgos faciales de nuestros antepasados no
eran israelitas. Éramos tierra de frontera. Estábamos en una linde. Al otro
lado de la cordillera era ya tierra de moros. Se fundieron las razas. Esa
simbiosis misteriosa de judíos, moros y cristianos que conforma ese enigma
nacional que es España. Los musulmanes allí apercibidos tras la conquista del
valle del Duero fueron bien recibidos, se asimilaron, aunque conservasen
algunas de sus viejas costumbres venerables, trabajaron la piedra de las iglesias
románicas y nos enseñaron a regar las acequias de la vega. Todos los alarifes y
los molineros de las aceñas eran moriscos. Pienso que esta exaltación del
judaísmo, ahora todos los españoles quieren venir del pueblo elegido, no es más
que una entelequia propagandística pues siempre habrá que estar con el poder.
Somos godos, provenimos de los vacceos. Somos numantinos, indomeñables, gente
difícil, acostumbrados al sufrimiento, guardadores de las viejas tradiciones
cristianas y de los santos del calendario. El año 53 fue talada aquella olma
cuando pusieron el coche línea Peñafiel-Madrid. Un sacrilegio biológico que
quizá anunciase los terrores del milenario: las aldeas vacías, la despoblación
del campo y la emigración a las ciudades. Pero los iberos somos así de recios.
La España carpevetónica desprecia cuanto ignora y prefirió subirse al carro de
heno del progreso. Aquel ulmáceo creo que era el más antiguos de Europa,
divinidad maternal que guardaba el secreto de los antiguos dioses protectores
del pueblo. Allí me mandaron mis padres los veranos, una boca menos porque
entonces no había. Yo era un niño frágil tierno, crédulo y muy guapo. Las
vecinas del barrio de San Andrés Puerta del Socorro lindante con la judería
vieja donde nací me comían a besos. ¡Qué niño tan guapo tiene usted, señora
Juanita! Ya ves, mis padres me mimaban demasiado por ser el primero y por haber
venido después de una hermanita, Henar, que murió a los tres meses de
meningitis el año 41. Yo era un niño triste, ingenuo, de mirada reconcentrada al que le gustaban
los libros. Una de las primeras fotos que conservo aparezco con un libro en la
mano. Estaba sellado mi destino, he de decir, lo que son los genes, mi nieto
Pelayin es también muy guapo, creo que más guapo que yo y menos triste y más
simpático. Iba a un colegio de pago, las Jesuitinas y allí aparecieron los
primeros signos de rebeldía que me persiguieron toda la vida. Escribía con la
zurda y la monja sor Josefina me ataba la mano a la silla para que escribiese
con la derecha. Demasiado crédulo e inocente, algo soñador, pensaba haber
venido a un mundo hermoso y agradable donde no existían traumas ni dolores ni
pecados. Donde no existían ni los perdedores ni los malos. Cuando me mandaron
al pueblo “a tirar varetas” el contraste fue cruel. Antoñito, espabila y llevo
sin espabilar toda mi vida. Por eso me las dieron todas en un carrillo. Los
muchachos aldeanos se reían de aquel pobre niño de ciudad. Le hacían toda clase
de perrerías y aprendí sin utilizarla una palabra que está ahora muy de moda:
bulling. Papá y mamá cerraban la casa y se llevaban con ellos a Javi el
preferido de mi madre, el más simpático. Papá tenía una comisión como
instructor de reclutas del Campamento de Robledo. En tal comisión de servicio
enseñaba a los estudiantes de la IPS que hacían una mili especial y salían de
sargentos y de alférez. Robledo era un paraíso a la sombra del monte Peñalara
contiguo a la Granja de San Ildefonso. Más de diez mil tíos (quince bajo la
lona se reunían en aquellas chabolas en aquellas chabolas circulares Robledo
era el Grafenwohr español). Había los
domingos unas misas de campamento impresionantes en el Llano Amarillo.
Recientemente fui a visitarlo y se me cayó el alma a los pies. Crecían zarzas
cerca del sagrario donde se exponía el Santísimo y el cristo de la buena muerte
había sido profanado. Era un tiempo triunfal que nada tiene que ver con la
tristeza y el egoísmo de ahora pero en fin, corramos un tupido velo porque tras
de tiempos vienen tiempos. A mí me sacaban billete en el Gutiérrez el coche de
linea que hacía la ruta Segovia-Aranda de Duero. Mi abuelo Benjamín me estaba
esperando en el empalme de las Suertes Viejas con el carro. Uncidos al yugo del
carro de mi abuelo tiraban dos mulos. Uno el “Sevillano” y el otro el “Noble”. Este
último tenía poco de su nombre porque era mohíno y más falso que Judas; en una
ocasión a tía Paulina la tiró una coz que por poco la deja sin nariz cuando fue
a hacer pis a la cuadra. El cambio fue traumático, insisto. Fuentesoto me hizo
abrir los ojos y contemplar las contrariedades, injusticias y arbitrariedades
de la vida No había leche y nos alimentábamos de pan y cebolla. El abuelo
Benjamín era otra cosa, pese a la pobreza y a las carestías de aquel tiempo. No
había seguridad social y cuando el abuelo enfermó de la próstata hubo que
vender algunas tierras para pagar al cirujano del Hospital de la Misericordia.
Quedó mal y sufrió muchísimo. “Tengo muchos dolores hijo es como si un mastín
me ahincase los dientes en la rabadilla”, me decía el pobre. Los chicos de mi
edad eran paupérrimos. Calzaban albarcas y peales como los romanos. Cuando me
acanteaban, volvía a casa por los pantalones rotos por la culera y el peto con
unos retales que me hizo la tía Dominica con un mono de soldado con un tirante
fuera. No se me olvida: la experiencia más traumática y cruel que padecí un
verano fue cuando el Rufino un gañán don la cabeza abombada que odiaba a mi
padre por ser militar y toda su familia era de izquierdas me azupó su perra,
era un cánido color marrón y los ojos fulgurantes que me mordió el culo y parte
de los tobillos, volví a casa llorando con el pantalón roto y sangrante.
Aquella maldita perrita ratonera atendía por el nombre de “Maula”. Toda la vida se me representa
aquella perrita enana de color canela ahincando sus dientes en mis calcaños.
Fue en la era del Tío Maudillo. Desde entonces tengo pavor a los perros. Las
risotadas que se daba el Rufino en la era de Maudillo se me quedaron grabadas.
En el infierno deben de resonar eternamente estas carcajadas satánicas que fue
tan vil como incitar a la Maula a que
mordiera en el trasero a un niño de siete años. A pesar de los sufrimientos y
humillaciones que padecí en aquel pueblo Fuentesoto tan feroz yo seguí amando aquel
lugar que fue el escenario de mis primeras correrías infantiles, añorando sus
piedras románicas, y la olma triunfal que fue derribada para dar paso al
Albarrán, un verdadero sacrilegio ecológico. La venalidad de aquellos
pueblerinos, sus mofas, sus carcajadas me enseñaron una cosa: hay dos Españas
El domingo de Ramos será una pantomima en la
borriquilla y el buche, los cantos del hosanna, gloria al hijo de David, centro
de bondad Hosanna que viene en nombre de Jehová, compramos un ramo y nos
pondremos zapatos nuevos, tiraremos de las carrozas de la protección, veremos a
los soldados desfilar ante los pasos, Segovia olía a primavera. Veneramos y
adorábamos al hijo del hombre plasmado en aquella figura de escayola. El
anticristo suplanta de forma tan atroz al cristo y no quiere morirse. Yo me subí
a muchos andamios, me caí de muchos burros y no aprendí de mis trompazos.
Culomagno vestido de blanco y esclavina bautiza neófitos y enseña el alta del
hospital, no quiere morirse, se niega a que le canten el gorigori, no quiso ser
sacramentado. Aderita la de Gordaliza fue mi madrina en tanta tribulación- una
mujer se convirtió en mi baluarte, me puso a cubierto de los disparos de las
poderosas armas de guerra. Ella era la virgen que me salvó cuando íbamos al
Escorial en espera que llegasen los mensajes de los viernes de dolores- tales
telegramas no venían o eran un tongo que se marcaba la pitonisa con la voz
cascada… hijos míos. El morbo y la depresión me impulsaron a tales esperpentos,
llegué a darme cuenta de que toda la parafernalia eclesial era tongo. Escuché
los jipíos y suspiros de la saludadora que hablaba en nombre de Satanás y
comprendí que Wojtyla era su aliado. Dios me permitió vivir tiempos de la gran
impostura. Culomagno el judeoargentino vino a poner la guinda. No obstante, en
aquellas nefastas vivencias quedé persuadido de la presencia de Cristo en la
historia. Satanás hablando desde la cima
de la encina más antigua de Prado Viejo a veces hablaba en acento gallego,
otras en andaluz. La voz de la sorguina, cuando se ponía en trance, sosegaos.
Las turbas sin embargo estaban hechas un flan porque el monarca de los dominios
no se ponía el sol largaba su sermón en cinta magnetofónica lo que no dejaba de
ser una ucronía. Aderita mientras tanto rezaba por mí.
Mi amigo Quintiliano
Quindejas al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó
de Foncalada tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado
no puede haber en el mundo para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo
voy a tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa
biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero
en el pueblo me llamaba Quinolas por mi afición a la brisca. En esta parte de
Castilla todo quisque tiene un segundo nombre. A Quintín lo conozco muy bien.
Fui su amigo de infancia, fuimos juntos a la escuela e ingresamos en el
seminario al mismo tiempo. Él llegó a cantar misa. Yo colgué la sotana en
primero de Teología. A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y
compartimos la afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos
fustiga la misma comezón desalentadora por estar viendo morir al mundo en que
vivimos y la destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos, pero hemos
sobrevivido a la peste pandemita que asuela toda la tierra. Aunque con
diferentes ideas los dos hemos sido periodistas. Somos en una palabra el yin y
el yen hecho carne la tesis y la antítesis sin que nuestras diferencias
políticas empañen el vínculo de nuestra amistad. En la iglesia e Fuentesoto
pequeña modesta y con algún desaliño, construida bajo el reinado de Carlos III,
antes era románica, olía a flores ahumadas, a retamar pinariego, a humo de las
velas cuando se apagaban los hacheros. Había goteras y por un hueco del techo
se colaba alguna paloma, también vimos un día una pareja de mochuelos amorosos
dándose el pico. En lo alto del retablo frisaba un anciano con la bola del
mundo en su regazo de luengas barbas patriarcales; era el Padre Eterno señor de
la creación, de esa manera el arte barroco representaba a Dios. Al lado del ventano
había un boquete por el cual se colaban la lluvia y la claridad de los
solsticios. Las golondrinas anidaban en lo alto del retablo y revoloteaban en
torno la cabeza coronada de espinas del cristo crucificado que remataba la
bóveda. Alguno de la parroquia se distraía en misa viéndolas volar y mirando
para arriba. Pensaban que era el Espíritu Santo que bajaba a la hora de alzar.
La traza del templo era pueblerina. Imágenes toscas ocupaban los rincones de
las capillas. Sumaban casi medio centenar. Las tallas de Nuestra Señora y la de
san Antón eran las más importantes. El 17 de enero, cuando la iglesia honra la
memoria del santo eremita que un cuervo alimentaba trayéndole cada mañana un
panecillo, era la fiesta de aquella aldea segoviana. Por tales fechas empezaban
a cacarear las pitas y los gallos a entonar gritos triunfales con voz firme.
Venían los músicos de Peñafiel y los confiteros de Aranda. Había baile y la
orquesta de cinco gaiteros tocaban subidos a un carro del país. El abuelo se
ponía la camisa nueva, guardada entreaño en el arca, y se iba a misa cojeando
con su pata chula camino de la iglesia construida en tiempos de Carlos III en
sustitución de otra antiquísima. A los chicos nos daban una peseta para comprar
garrapiñadas de Alcalá o hacer una puesta en el bote del Tío Bigotes. Los
viejos sentados en los chimorretes de la plaza veían partidos de pelota a mano.
También se jugaba al chito de a perra gorda. Cuando se apostaba a real eran
palabras mayores. San Antón en lo más álgido del invierno porque arreciaba la cuesta
de enero solía traer sol para alegrar la fiesta con días que se alargaban un
poco más después de la Epifanía. Por la noche helaba. Había carámbanos en los
aleros de los tejados cuyos canalones parecían llorar a moco tendido, y en las
jarrillas del alumbrado. Los chicos para espabilar el frío jugábamos a la pídola
y al zorro pico zaina mientras los grandes y los “corines” (que así llamaban a
los de Fuentesoto) se calentaban con besos al jarro buen vino o con copitas de
ojén y aguardiente.
LIBRO SEGUNDO
¿Cómo es que a san Antón,
pensaba el Maudillo para sus adentros, siendo un santo penitente lo pintan con
esa cara de pillo? Con ese escapulario mugriento que parece no lavarse en tres
meses cuando santa Escolástica le traía la muda, y ese cerdito que lleva del
ronzal. Todos los domingos mientras ayudaba a misa al cura don Saturnino el
niño no dejaba de mirar para arriba. Le hubiera gustado hablarle al santo
eremita, decirle por lo menos “buenos días” pero san Antón estaba callado como
un cartujo. Su indiferencia era cabal. Aquel bienaventurado de la Tebaida
egipcia no quería saber nada de aquellos chicos que van a melones y a veces les
coge el guarda o se dedican a destruir nidos y a la noche como hay poco que
hacer echan concursos a ver quien la tiene más larga y se la meneaban en
cuadrilla. A ver a quién le venía antes. Para eso su amigo Vicente, que no
hacía esas guarrerías, era todo un experto, se sabía todos los nidos de collalba
que empollaba la pájara en las Suertes Viejas donde la tierra era colorada y
las legiones de Cesar construyeron un campamento romano. A lo mejor es que
piensa que todos somos unos sarnosos decía Maudillo entre si
Pero cómo quieres que te
hable san Antonio, pedazo de adobe. Las visiones de los santos sólo pueden
tenerlas aquellas personas que se pasan la vida rezando como tu abuela Rita
─¿Sí?
─Pues claro, hombre, claro
─A tu abuela Rita ya se le
han aparecido Dios y la Virgen muchas veces
Quien así hablaba era Elpidio
el de la Melania, número uno en la escuela, el hijo del alcalde a quien su
padre quería llevar al seminario pues decía que era muy listo y valdría para
cura. Hasta puede que llegase a obispo.
La abuela Rita es baja y es
coja, tiene mal genio. Lleva siempre un bastón de enebro para zurrar la badana
a sus nietos que no se reportan o no hacen bien los mandados. A la abuela Rita
no le gusta ir a meses porque dice que si las nueras… ella solita, bien solita,
bien se vale y cada uno en su casa y Dios en la de todos. No quiere agobios.
Ella su misa y su novena y su bastón. Los viernes acostumbra a quedarse en la
iglesia un rato más para el Vía Crucis. Por enero empiezan a cacarear las
pollitas y va al nidal a recoger los huevos. La víspera de las Candelas los
quintos le robaron una gallina clueca para correr el gallo y bien que lo
sintió, demonio. El incidente puso a la abuela Rita de un humor de perros. El
Maudillo pagó los platos rotos, cuando al salir de la escuela se dirigió a casa
de sui abuela con la bolsa donde traía la enciclopedia y el pizarrín.
─¿Abuela usted vio por
casualidad a san Antón?
Ante la pregunta la vieja se
quedó de un aire y sin saber por dónde tirar. Respondió a mi pregunta con otra
pregunta como los gallegos.
─¿Qué haces tú aquí, modorro,
ya te dieron suelta?
─Vine a preguntar una
cuestión importante. Elpidio me dice que usted, como tanto reza, tiene amistad
con el cielo y se le aparecen los santos. ¿Y san Antón cómo es?
─Pues como le pintan, hijo:
la barba larga, la calva patriarcal y el cochinillo que le acompañan como un
perrillo de aguas pero tú estás un poco salvaje, Maudillo, deja a los santos
quietos. Ellos bien están en los retablos. No cumpliste lo que te dije, te
olvidaste de una formalidad. Al venir a casa de tu abuelo ¿qué se dice?
─Buenas tardes tenga usted,
señora Rita
─ ¿Y después?
─Besar la mano
─Buenas tardes tenga la mi
señora
─Ahora ya puedes pasar
El muchacho sigue a través de
un pasillo largo camino de la cocina. En ese corredor lóbrego como la cueva de
Montesinos le daba la tía Juanilla la pobre sopas al Salvita y Pedro el
sacristán cortaba el pelo a los hombres porque ejercía ese menester de barbero,
hombre de muchos oficios pobre seguro. En aquel tiempo todos éramos pobres
aunque felices pues no había otra cosa. La tía Rita estaba haciendo buñuelos y
soplillos. Y la Tía Maricruz a la cual llamaban “Nuestra Señora de los Siete
Tobillos” por su pie equino echaba de comer a las gallinas. Olía bien y se
estaba caliente al lado del llar.
—¿Quieres tomar pan?
―Maudillo dijo que no con la
cabeza agitando su rubia pelambrera pues entonces date ligero, ve a la fuente a
llenar la botija de agua. Después merendarás.
La fuente estaba a unos cien
metros de donde tenía la abuela el corral. Era un manantial que escupía un
torrente casi una catarata desde el interior de la roca viva. Llenó el cántaro,
y ya se iba a volver cuando se escucha un tumulto y ruido de voces y alaridos.
Venía la vacada y se había escapado una res pero ¿cómo sería la cara de san
Antón? El gañán del Fermín que arreaba a la boyada desde la vega de Pecharromán
pegaba grandes voces e iba dando brincos mientras movía la tralla con agresivo
bataneo triunfal:
―Apartaisus que va torionda busca el toro padre y es peligrosa;
tiene el celo por vez primera vez la novilla que hasta ayer era chota.
A las voces del mayoral la
gente que pasaba par allá buscaba burladero en los soportales o se escondía a
la puerta de los pajares o debajo de los carros. El Maudillo que siempre había
sido más valiente que nadie se quitó la chaqueta y a modo de capa quiso torear
al eral:
― Eh, toro
―Maudillo quítate de ahí que
te amurca ¿no ves que está torionda y se tira al bulto?
Pero el chaval como si nada…
cuando se quiso recordar ya estaba en el suelo derribado más por el miedo que
por los cuernos del astado. Conque la vaca pasó de largo a toda velocidad.
Debía de tener buenas entrañas. En la caída a Maudillo se le quebró el botijo y
resultó con un siete en los pantalones. Cuando regresó al hogar la abuela Rita
sacó su bastón a pasear y le puso al niño el culo como un tomate. Después de la
paliza le dio de merendar. Las barbas de san Antón no eran barbas merovingias
de chivo, eran más bien cartoplanas. Mariano de la Melania que se preparaba
para el seminario venía de dar lección con el señor maestro:
―¿Qué, zurraronte la badana?
―Tú eres un gilipollas. Y
toda la culpa es tuya
El Maudillo crispó los puños
y le largó una patada al hijo de Melania para que no se entrometiera jamás en
donde nadie le llamaba. El Mariano regresó a casa chorreando sangre por las
narices. Pasaba por allí el Tío Colodro que se llamaba Nicolás aunque unos decían Colodro y otros Coñete pues insertaba
en sus conversaciones la palabra coño y le gustaba jugar al puño puñete. Todas
las tardes iba a la bodega y regresaba a casa hablando con las estrellas y
haciendo eses con sus albarcas. Era el borracho de Fuentesoto.
―Cuantos besos habrá dado
usted al jarro, tío Coñete
―No muchos pero te participo
que me gusta el traguillo. El vino es vida
―Ya, ya
―Tú que sabrás, modorro, de
los avatares de la existencia. Yo estuve en la guerra y por poco me matan. En
el botiquín el capitán médico me dio un cucuruchito de aguardiente y reviví.
Los rojos nos hicieron una emboscada pero yo gracias al vino sobreviví.
Saltaparapetos lo llaman.
―¿Fueron la Virgen la que
estuvo de su parte o fue San Antón los agentes de aquel milagro permitiendo que
volvieses a Fuentesoto sano y sano, tío Nicolás?
― No sé quío, no sé. Tal vez
fueran los dos a la vez. Por eso cada mes les llevo un bodigo y mando decir una
misa por el cabo de mi batallón que cayó en la batalla de Brunete.
El tío Colodro alias Coñete
bebía sin parar tratando de evitar los malos recuerdos de la guerra. Por su
parte el Maudillete estaba obsesionado con las barbas de San Antón. Quería
entender qué pasaba allá arriba, quería ver a Dios que dicen que se le apareció
a un pastor y le habló desde lo alto de una encina del somo.
De ordinario no suele ir
nadie a la iglesia. Por eso el cura cerraba el templo después de misa. Desde
muy antiguo desde los tiempos de los moros hubo una batalla en Fuentesoto culo
roto siete varas y otro poco (decía el cantar), los sarracenos atacaron aquel
recinto, los cristianos les tiraban
piedras desde la torre y no pudieron pasar, pero quedó un hueco en la pared y
por esa ranura se introdujo Maudillo con la idea de hablar con los santos a
solas. Se conoce que no había ningún bienaventurado de servicio aquel día. El
niño llamó y llamó sin respuesta alguna. Toda la milicia celeste se había ido
al bar para celebrar cualquier batalla contra la hueste de Luzbel.
― ¿Y a nosotros?
― A vosotros que os den por
el ano― dijo san Pedro Damián ― calma, un poquito de calma y esperad. Que habrá
para todos.
― Esperaremos si es preciso toda la eternidad.
― Uy largo nos lo fiáis. Eso
es mucho esperar.
Una urraca afanosamente
estaba construyendo un nido en la cima del retablo por encima de la cabeza que
representaba al Padre Eterno. Maudillo alzó la vista hacia los ángulos de la
bóveda de luneto y observó con gran sorpresa que san Antonio Abad no estaba en
su sitio. Había bajado de a hornacina y se paseaba por las gradas del
presbiterio
― !Ahí va!
Pasó junto a él y llevándose
el dedo índice a los labios le dijo a Maudillo
― Chist, vengo de la Tebaida
y ya no se puede hablar. Mi regla es más estricta que la de los cartujos. Ni
media palabra o te capo, te mando al infierno con Satanás.
Entonces Maudillo, que sólo
escuchaba a su cerebro no a la voz del santo, se desató en un largo coloquio,
le confió sus planes: quería ser seminarista, que su hermano Crescencio viniese
con bien de la mili que pariese un ternero la vaca Marela y unas cuantas cosas
más. San Antón seguía de monitor de los misteriosos silencios. Cosas
incomprensibles; dudas nos asaltan a los creyentes pero hay que seguir en el
machito, no desanimarse. Fe es creer lo que no vimos. Las golondrinas alteaban
en torno a la cabeza coronada de espinas del Redentor y sus gorjeos un tanto
fúnebres eran para recordar aquella tarde en Jerusalén cuando el velo del
templo se rasgó y tembló toda la tierra.
Eso que no era Semana Santa ni tiempo de misterios, ello ocurrió por las
Cabañuelas cuando las lunas de agosto. Vertía lágrimas el cielo a través de las
lágrimas de San Lorenzo. Las golondrinas estaban poniendo perdida la calva del
Padre Eterno pero sus cagamentos eran agradables al Señor, no eran blasfemias
como las que lanzaba el tío carretero al
cuadrar el aro de hierro a las ruedas. San Antón, la gallina pon, seguía
dándose paseos patriarcales por los ánditos de la iglesia. Los demás santos de
la corte celestial permanecían en sus edículos quietos. El niño no se daba
cuenta de que no puede haber ni interacción ni intercambio entre el mundo real
y el trasmundo. Los que zarpaban por el
istmo de la laguna Estigia jamás volvían. Era una mañana de primavera y Fuentesoto
amaneció pleno de vida. Por las rendijas entraban efluvios del huerto de don
Adolfo el señor médico. Era un perfume que recordaría toda su vida. Los santos
no eran de carne y hueso sino de cartón piedra. Maudillo no lo sabía. Así que
si con barbas san Antón y sin ellas la Purísima Concepción
Cierra junio mes
de amor inflamado por la llama del espíritu santo. Yo me fui a mi pueblo a
bailar al santo y allá estaba el pescador galileo con sus llaves en la mano que
cierra el tiempo y abre nuevos pagos. Estaban los trigos bien encañados en la
pedriza. Este año hubo un cosechón. Daba gusto ver las suertes viejas, los
majuelos con las uvas pintonas que darán el vino de hogaño pero vi las bodegas
vacías medio derrengadas bajo la sombra de aquel almendro donde nos sentábamos
después de trillar las parvas en aquellas largas tardes de verano. El
ingente raudal de la fuente venía ahíto
de agua fresca y pura, donde yo de niño llenaba botijos de agua ¡Ay fuente de
Fuentesoto cuantos recuerdos, cuantas vivencias, cuantos botijos de agua y
cuántas cántaras de vino! Alguno rompí y la Patro la mesonera que estaba de
pechos sobre el balcón la de la posada mirándome y se deshacía la muy canalla
en carcajadas al ver mi desolación.
─Te va a romper
el culo tu tía Paulina.
─Quiá, ella
sabe bien que aquí a nada que pises tropiezas con un guijarro. Así es la vida.
Llena de avatares y peligros
─¿De dónde sale
esta agua, abuelo? ─ Me pregunta mi nieta Carla a la que quiero tanto. Es un
regalo de Dios,
─Pues mana de
lo hondo de la montaña. Sale fría en verano y caliente en invierno. Por eso
llaman a esta fuente la Fonfría.
Luego le
explico lo poco que sé de geofísica y de aguas termales tan apreciadas por los
romanos que tenían acá varios destacamentos y castramentos. Aquí hay diez
pueblos que reciben del nombre de castro y esas piedras que ves fueron labradas
por los canteros de Roma.
─Mucho sabes,
yayo
─Algo sé de
pasar mi vida entre libros, especulando y enredando por el hilván de las
palabras que nos acercan a los dioses pasito a paso, pero vámonos hija a bailar
al santo.
Bajada la
cuesta de la huerta del médico y del molino viejo que ya no maquila, ahí estaba
la procesión y viejos y jóvenes de la aldea bailaban al santo; algún mozo
disparaba cohetes en medio del rebullicio de danzantes. Los voladores se
cernían en lo alto en el ardiente sol de Castilla un mediodía de verano. Habían
pasado tantos años casi tres cuartos de siglo. El tiempo corre raudo. No conocí
entre los del corro que bailaban a san Pedro más que a Marcelino el de la tía
Caya que meneaba la jota sin demasiado garbo pero desde la torre del camposanto
de la vieja iglesia en lo alto creía ver a muchos muertos asomarse por la
pared, estaban llorando. A estos sí que les conocía. Sus caras me eran
familiares. Mientras, los dulzaineros calzón de limiste cincha roja y camisa
blanca bajo el chaleco negro atacaban la chifla impregnando la calle de
melodía:
─La tía Melitona ya no amasa el pan porque le
falta la levadura y la sal… y aunque me des cinco duros no voy contigo al pinar
porque tienes sabañones y me los puedes pegar... Arsa ─
Viejas
coplillas de la raza que resonaron a través de los siglos. Fuentesoto romano y
románico, godo judío mitad árabe y mitad cristiano tierra de frontera de hoz y
dalle, los aperos arrinconados en el desván, las colleras del macho cordobés,
el cabezal y los ramales, artolas y aguaderas, los cantaros en un rincón,
inservibles ya a causa de la traída el agua corriente. Al pasar por la calle
real un ángel me acercó a la imagen de mi abuelo Benjamín tratando de
incorporarse en su lecho de muerte para ver pasar el santo delante de su
ventana por última vez. Catorce días después fallecería de cáncer de próstata a
los setenta el 13 de julio de 1957. Empezó a dolerme el alma por la tristeza y
la añoranza de los que se fueron: mi abuelo mi padre y mi madre, mi tía
Paulina, mi primo Agustín y una hermanita que me precedió y murió de seis meses
el Año Triunfal. Henar Llamábase, y Ponciano, y tantos y tantos de mis
allegados muertos. Sí, eran ellos viendo pasar la procesión asomando la gaita
desde las tapas del cementerio. Conclave de espectros al otro lado de la
eternidad. Un cura congolés rezó el responso y uno haciéndose el gracioso dijo:
“Es más negro que los cojones de un grillo”. Bueno nosotros fuimos a ellos de
misioneros y ahora les toca a ellos misionarnos. La vida es así no hay curas,
bueno dejémoslo ahí que los de Fuentesoto son algo recontrajodidos. El señor
cura no baila porque tiene corona, baile señor cura baile que Dios todo lo
perdona, gritó entonces el presbítero que llevo dentro de mí. Viva san Pedro
bendito y un año más
Cigüeña
malagueña la casa se te quema los hijos se te van a Pecharromán, escríbeles una
carta que pronto volverán. Sin embargo, ella no volverá la noticia de su muerte
me ha pillado en Pecharromán entre las piedras sagradas de Sacramenta empapado
de arquivoltas de fustes columnas y capiteles arquillos y canecillos del arte
románico espectral que canta en la cantería la belleza de las antiguas dueñas
medievales. Y Mili la solista representaba a la pobre Adela. La del romance. Una niña se ha muerto de mal de amores.
Tuvo la culpa Juan y la Dolores. Era la solista, la que tañía el almirez y el
pandero o cantaba los solos del grupo de aquellas canciones que vibraron
emocionantes en nuestra lejana juventud. Fueron los epígonos de la revuelta
juvenil del 68. Milagros era una bella segoviana risueña y triunfal. Se parecía
un poco a la Suzi la dulcinea inglesa dama de mis altos pensamientos
y formaba casi parte de la familia puesto que su abuela doña Aniana la partera
de Segovia años cuarenta me sacó del vientre de la Juanita, no sé cómo acabé
con ella la pobre. Di yo en báscula seis kilos. Todo un record para un
recién nacido. Asique, por mi cumple mi pobre madre ponía una vela a San
Antonio, o bajaba descalza a la Fuencisla en acción de gracias, para a la tarde
ir a visitar a doña Aniana, la abuela de la solista del grupo Mester de
Juglaría que acaba de fallecer en el verano de 2025.
Siempre llevábala pasteles de cabello de ángel. Por eso la muerte de
esta mujer que cantaba los viejos romances como los ángeles me ha conmovido
hasta las lágrimas. Los cigüeños volverán al nido en lo alto del campanario de
la iglesia de Pecharromán pero Mili nunca volverá. Descanse en paz.
Hoy estoy enfadado
con Dios o al menos perplejo, cosas que no entiendo. El 26 de julio de 2024
amaneció cernido de nubes, me levanté temprano. Estaba preparado el morral con
la tortilla de patatas, la bota de vino y la de agua, y el palo de acebuche, mi
querida cachava con la cual me desperdigo por estos montes de Dios y me abro
paso entre los tojos o amedrento al jabalí que acecha en el mohedal. Iba a
dirigir mis pasos hacia esa ermita tan blanca y dibujada Santa Ana de Montarés,
son quince kilómetros pero a ultimo hora no salí, tuve una negra corazonada de
algo podría pasar así que decidí no acompañar a mi hija pequeña que sí que
subió en compañía de sus amigas las mozas de la aldea. Desde 1976 no solía
faltar a esta fiesta de prado que tanto veneran los pixuetos. En las paredes de
este pequeño templo rural cuelgan exvotos de enfermos que curaron, gorros de
marinos que salvaron de un naufragio y otras ofrendas. Las parturientas y los
enfermos que adolecen de algún mal a los huesos suelen pasarse por la espalda
unas cadenas. La gente de la mar de arribada al divisar en lo alto del monte la
ermita blanca suspiraban con satisfacción al regresar de las costeras, ya
estamos en casa. Montarés es un cotarro de bellezas paisajistas como pocos,
lugar de España en la costa cántabra, viejos recuerdos y añoranzas. La santa
Anina ye muy guapa. Después de la misa, la procesión y tambor y gaita. ¡Ay
romerías del alma¡ A la santina la sacan en andas primero a ella y luego a su
esposo san Joaquín el de las barbas. Son los abuelos de Cristo. Manín
llamémosle así era uno de los que portaban el paso; había hecho la promesa de
llevar en cuello sobre las andas la venerada imagen iba descalzo por la
explanada caso omiso a los tojos con espinas y a los cantos
puntiagudos. ¿Cuál era su promesa? Estaba divorciado y él un
labrador y ganadero honrado no comprendía estos trajines de la vida moderna. Un
juez de Pravia ─¿pero hay justicia en España?─ determinó dividir a la familia y
compartir la paternidad de sus dos críos, un guaje y una guaja. Por cuya causa
había sufrido depresiones. Esa era a nuestro humilde parecer que se
concertaran paces en el matrimonio el origen de su voto ir descalzo pisando
abrojos en la procesión de la santa. Subió Manín con el tractor con su guaje de
once años en el remolque. Después de la romería, acampada, merendola de
tortilla de patatas, un gaitero amenazaba la fiesta, algo de vino, mozos y
mozas bailaban la danza prima en la explanada. El pueblo asturiano sabe gustar
de la folixia como ningún otro. Ya de atardecida había que bajar. Y Manín y su
niño enfilaron la pina cuesta camino de casa, el tractorista perdió el control
del vehículo que fue a estrellarse contra un hórreo cerca de casería.
─Salta, nin, salta por amor de Dios
El padre pegaba
voces pero el niño no saltó. Ambos perecieron aplastados contra el muro. No le
valieron las penitencias, ni las suplicas a la santa. ¿Dónde estaba la mano
divina? Comprenderán mis lectores como tantos y muchos en el concejo la razón
por la cual estemos compungidos. No encuentro palabras para exponer mi
aturdimiento ante tal sinrazón.
¿Por qué,
Señor, por qué?
No hay
respuesta. Ello forma parte de la clave misteriosa de ese silencio de Dios.
Descansen en paz. Una familia destrozada. ¿Fue el alcohol? ¿Fue eso que llaman
violencia vicaria que tiene a nuestras familias aterradas? Santa Ana y san
Joaquín tengan en el cielo a Manín y a su guaje. Nosotros no sabemos nada.
Únicamente cabe rezar.
No es que me
haya alejado de la iglesia pero circunstancias largas de explicar y la
entronización del papa Prevost (un pontífice como Dios manda) me empujaron a
arrodillarme ante el tribunal de la penitencia.
Otro aliciente:
esta pascua de resurrección y de pentecostés (Pfingstein lo llaman los germanos) he sentido aletear la
paloma del Espíritu Santo a mi alrededor. Para “descargar el saco” opté
por acudir al penitenciario de la catedral de Segovia, don Crescente, que era
de mi curso, contemporáneo y compañero de seminario. Le recuerdo bien no
muy grande de talla pero fuerte como un quejigo jugando a la pelota pegaba unos
mangazos que eran como disparos contra el frontón de la torre Carchena esto es
el paredón del cine Cervantes que decíamos la huerta del seminario. Le
pedí cita en la capilla del Cristo que remata la nave del crucero de la última
catedral gótica. Una tarde de mayo me arrodillé ante aquel cajón prestoso que
llaman tribunal de la penitencia para despachar mi confesión auricular diferida
tanto tiempo. No sabía cómo empezar la declaración de mis culpas pero ¿Qué
pecados se pueden cometer a los 81 años?
─Ave María
purísima
─Sin pecado
concebida ¿Qué te trae por aquí, Antoñito?
─Pues vengo a
confesarme contigo Crescentín
─¿Cuánto hace
que no recibes el sacramento?
─Más de tres
lustros
Noto al
penitenciario revolverse alarmado en su asiento detrás de la rejilla. Suspira,
se hace un largo silencio y después dice:
─Tres lustros
son quince años
─Cabales.
−En Sevilla y
en Linares veinte mulas son diez pares. ¿Perdiste la fe, Parrita?
─Quiá. Sigo los
viejos misales y rezo El oficio divino del rito de San Pió V.
─Fue abolido
─Por eso mismo
y me hice ortodoxo ruso, en Londres fui ordenado diacono por el metropolita
Antonio
─Que disparate
pero Xto lo perdona todo. Además veo que obraste con rectitud de intención.
─¿Vas a misa?
─La rezo en
casa
─Esas misas no
te valen. ¿No te acuerdas de lo que nos enseñaba don Demoque, ¿te acuerdas nuestro profesor de Moral? mi
predecesor en el cargo que era un experto canonista. Las leyes no te las puedes
saltar a la torera, están ahí.
─A ver cuarto
mandamiento ¿Honraste padre y madre?
─Les ayudé en
lo que pude. De joven entregaba todo lo que ganaba en casa y de mayor cuidé de
ellos hasta que fueron viejos. Pero ellos me devolvieron mal por bien, yo era
la oveja negra de la familia. Me salí del seminario y eso jamás me lo perdonó
mi madre.
─Bueno, eso
ocurre en las mejores familias. A ver el quinto. ¿Mataste o heriste de palabra
u obra a un semejante?
─Ganas me
dieron de matar a más de uno, padre, pero en lugar de agredir a los que me
agredía o difamaban traté de volver la otra mejilla.
─Bien. El sexo
mandamiento. ¿Cometes actos lujuriosos?
─Que cosas
tienes, Crescente. A estas alturas, ya somos más viejos que san Hilario. Castos
a la fuerza. Me operaron de la próstata y fue como una emasculación química.
Sin embargo, la vista y el oído son los últimos que pecan y a mí me gusta
consultar las páginas porno de internet
─Ay, Dios pero
¿qué cosas dices pues? Eres un hombre casado.
─Sí pero mi
parienta anda a lo suyo, se cansó de mí y yo me alivio de mis cuernos entrando
en esos chats infames donde toda suciedad encuentra un hueco. En los
masturbatorio veo como se masturban las mujeres de medio mundo, se meten el
dedito, vuelven la vista y eyaculan espuma por la vagina. A mí no es que me
solace esto. Es que siento horror. Porque se cumplen las profecía de Sodoma y
Gomorra al alcance de un clic.
Las peores, las
más hernecidas, duchas en la felación, el sexo anal son las rusas, el beso
negro etc. Estoy por decirte que casi me enamoro de una. Una siberiana
guapísima. Aparece en su portal luego cierra la ventanilla cuando es requerida
por alguno de sus lujuriosos solicitantes para un privado. Regresa al cabo de
un cuarto de hora todo despeluzada y dando la impresión de que el cliente de
turno la ha dado una paliza luciendo moratones en nalgas y pechos.
─Uy por Dios y ¡esa
porquería miras¡
─Se llama Olga
y yo trataba de convertirla hablándole de las penas del infierno. Me escuchaba
una vez que parlamenté con Olga la Larga con atención y luciendo una cara
virginal con aire de no haber roto nunca un plato. Le hablé de que la
prostitución es no solo peligrosa para la salud del alma sino del cuerpo
también. Oídos de mercader. Las que caen en ese abismo no pueden ser redimidas.
Les puede el vicio. Son adictas al sexo Le hablo como diacono de la iglesia
rusa pero por toda respuesta me mostró un gran cipote de plástico y dijo una
blasfemia este es mi Dios. Fue vendida por un macarra judío y acabó en Estambul
en un lupanar pero consiguió regresar a San Petersburgo donde se gana la vida
haciendo la carrera. Sexo cibernético.
─Esta Estrella,
Crescente, ilumina los cielos tenebrosos del terror del milenario.
─Pero hombre,
querido colega, ¿cómo te metes en esos tinglados pecadores?
─Porque tengo órdenes
sagradas bizantinas y porque soy periodista y me gustaría anunciar a la
juventud de los peligros de estas corrupciones, de estas perdidas, que se ganan
la vida mostrando el clítoris.
─Son pobres mujercillas
acabarán en la cárcel, el hospital o la calle
─Sí
ciertamente. Vosotros los que os quedasteis en el seminario ─le digo a mi
antiguo colega─ no sabéis la fuerza que tiene el diablo y yo donde me ves soy
un luchador contra la bestia. El argentino que acaba de morir trabajaba para la
sinagoga, los malos de esta película.
─¿Cómo te
atreves?
Mi confesor
frunce el ceño, percibo su enojo, espero una de aquellas guantadas de cuando
jugaba al frontón; tarda de reaccionar unos minutos para concluir:
─Roma locuta, causa finita. No te puedo
dar la absolución
─¿Por qué?
─Pravedad de
materia. Es decir que el pecado es demasiado gordo. Has de recurrir a otras
instancias, al Papa, por ejemplo. Renegaste de tu fe.
─Jamás. Sólo
cambié de rito; el latino por el griego.
─Pero los
cánones son los cánones, Parrita. No te cabrees
─Sí me cabreo y
me indigno pero para ti la perra gorda que para eso eres el penitenciario de
esta diócesis.
El viejo
penitenciario Crescente al que yo tanto apreciaba cuando éramos latinos y jugábamos
al fútbol en Baterías aquel viejo campo de tierra lleno de guijarros, me
despide con cajas destempladas y yo estoy a punto de mandarle a tomar por culo
pero aprieto las cuentas de mi rosario y me voy que bufo. Dios los perdone
a él, a la puta, y a una iglesia que no
ha sabido estar a la altura en su lucha contra el diablo. Esperemos que el papa
León XIV retorne a la iglesia de Roma por donde solía. Amen. Mi exomologesis
acabó como el rosario de la aurora. ¡Mira que negarme la absolución cual si
fuese yo un hereje; así pagas nuestra amistad, Creciente, de cuando íbamos
juntos en la terna a pegarle patadas al balón en el campo de Baterías! Pues
metete tu absolución por donde te quepa. Ego
te absolvo a peccatis tuis... Pienso para mi consolación que ciertos
sacramentos nos son dogmas ni imprimen carácter; son meros símbolos
convencionales y que sólo Cristo puede perdonar los pecados. No un cura inepto
mal encarado y gilipollas.
Viene el apocalipsis y yo con estos pelos, embarrancado en mi
Quietorium la novela que empecé para una narrativa del cáncer de próstata. Dos
años van a cumplirse el día de San Pedro y estoy como una rosa. Meo a caño roto
como un padre de la iglesia sin zambullo y no hay micciones nocturnas; sólo dulces sueños eróticos de la
virilidad que perdí. No tengo añoranzas. Me visita cada mañana el ángel del
Ayuno que me dice adelgaza y he dejado de hacer el tonto por las tabernas. El
mundo vive un Pentecostés, en lugar de un apocalipsis. De los viejos y los
eunucos es el reino de los cielos. No hacen mal a nadie. Dios es uno y trino
pero Alá akber. Es grande. Irán
derrotará a la bestia. Oigo gruñir y berrear al Ojiporcuno el gran matarife que
apacienta los puercos y él es uno de la piara. Su compadre el Orejudo que se
proclama a sí mismo el elegido ha perecido achicharrado en su bunker y a mí no
me duelen prendas. Tengo entre manos una novela pero será imposible que pueda
ser difundida; los canales de comunicación están ocluidos. Hoy es un día
triunfal. Amanece en libertad sin presiones ni coacciones. El destino viene a
ser nuestro para los que vivíamos humillados y ofendidos por la estirpe
canalla. A lo largo de estos años tú, Venivolans, te comportaste como un monje interlocutor
de los ángeles. Hablabas con el querubín y el serafín. Por eso estabas siendo
perseguido. Mira, está loco, decían tus enemigos y tú, meteco en tu propia
patria, ibas desfilando por las calles de Madrid vagabundeando con las
estrellas. El arcángel Miguel te sacaba de las zarpas del león mientras Apolo y
la ninfa Diomeda se hacían el amor causando un gran alboroto entre las olas de
la resaca. Afrodita nació de la espuma en un achuchón de esos polvos triunfales
de los dioses del Olimpo y acaba de llegar Zvezda la ninfomaníaca rusa quejándote
de que ya no hay hombres capaces de satisfacerla. Quiere fornicar en la Red. ¡Qué
fuerte¡ esta es la jurisdicción de los farsantes pero ¿habrá o no habrá guerra
nuclear? Dejemos que gruña el gorrino en su cohorte y que lance postas como
bostas, que son enormes perdigones, como misiles por el culo diciendo en
inglés:
-I am the greatest.
America first.
Dios nos libre de los rubicundos como Judas quienes para
asesinar y exterminar pueblos se basan en la Biblia. Son unos genocidas.
Erifos se presenta, letal, con su cara
desgreñada, dando tumbos y parlando en alemán con las farolas. Es el diablo en
la botella cuerpo de cristal ahumado y cabeza de corcho ¿Vencí a la dipsomanía
secuela, madre que tú me dejaste con tu desamor? Yo te perdono. Fui hijo en
rebeldía desde la primera leche que mamé. El carro de mi existencia hizo molino
pero Cristo me salvó. Las hice muy gordas y de mis yerros nadie tenía la culpa,
ni siquiera los norteamericanos a los que consideraba funestos. Estuve toda la
mañana reflexivo en el lecho del dolor que no era en verdad el lecho de
Procusto gracias a los desvelos de los facultativos y enfermeras (y al Paracetamol) que me atendían aunque el colchón lo sentía
un poco húmedo. Mis antecesores en aquella cama se habían meado sin remisión y
sin dodotis. ¡Pobre humanidad¡ poca cosa somos, sobre todo cuando viene la
enfermedad. No pasé mala noche del todo. Recordaba nombres, veía paisajes,
escuchaba las conversaciones de gente que ya había muerto, desfilaban en mi
memoria los pasajes de mi vida más variopintos, algunos felices, sobre todo
aquellas noches de amor con la Suzi, y otros cruentos, mi vida vacía, las
tardes de borrachera en el Café Gijón donde hice el ridículo, el amargo y
peligroso sabor del vino, los reconcomios de mi exilio interior, mis desajustes
al zeitgeist o espíritu de los
tiempos. Me agarraba a mis crucifijos y a mis rosarios como a un clavo
ardiendo, yo no era más que un náufrago de la existencia que clamaba con los
apóstoles "Señor, cuando se hundía mi barca, sálvanos que perecemos"
y he aquí que de repente vemos por el horizonte una sombra blanca y no era un
barco, era Cristo que caminaba sobre las aguas. Ingrávido, sonriente,
desafiando las leyes de la gravedad, un milagro. Hombres de poca fe. Si creéis
podréis domar serpientes, expulsar diablos, resucitar a los muertos. El dolor
moral, el arrepentimiento sobrepujaba al físico. No se escuchaba ruido alguno. La
muerte viene de un modo silencioso que ni te enteras y yo me decía para mis
adentros "bueno tienes ochenta y un año, Verumtamen. El Señor te otorgó la
gracia de una larga vida. Pero yo quiero un poco más. El día de San Pedro del
23 fui operado en Puerta de Hierro de un cáncer con metástasis ósea. A partir
de la operación empecé a recuperar la salud (los facultativos estaban admirados
de mi analepsia casi milagrosa) porque antes había estado muy malito. Me
sondaron y estuve algunos meses con un zambullo pegado a la pierna donde se
recogían mis micciones a través de un canuto que salía por la uretra. Cuando me
sondaba una enfermera que no fuese Inma, veía las estrellas pues Inma la
enfermera extremeña tenía unas manos santas y tan tiernas que con una habilidad
maestra insertaba la canilla en mi vejiga.
Las manos de Inma la pacense eran suaves como los dedos de la Guadalupana y penetraban a través de la cánula con la
suavidad del vino de Pitarra. El hombre y la mujer son sólo aguas residuales o
el imbornal de una gran cloaca. Un túmulo de mierda pero la pericia y las manos
taumatúrgicas de Inma y la oncóloga Zapata. Las paredes insonorizadas evitaban
que llegasen las imprecaciones y ayes de los dolientes, aunque de tarde en
tarde se percibía el ruido de una camilla del enfermo al que llevaban a la
morgue. Las enfermeras discurrían con paso silencioso y hacían la ronda por las
salas sin ser apercibidas como soldados de imaginaria en una lucha
imperceptible contra Tanatos a fuerza de pastillas y de dulces miradas de compasión.
Tú que te crees, Venivolans, que no existe el bien, pues sí que existe, es más
fuerte que el mal. ¿Me escuchas Venivolans, te vamos a rebajar los humos,
limpiar tu alma largo nos lo fiais y hacer de ti un hombre nuevo? Lo que pasa
es que no se le ve. Entró en el cuarto Maricarmen la enfermera de mi sección
con un vaso de agua y una tableta de Nolotil. Esto te sentará bien. Que
descanses. Gracias, hija. ¿Duele? Un poco. Ahora te traeremos otro analgésico.
Si necesitas algo toca el timbre que tienes encima de la cama. Por las mañanas
yo observaba el furor y la solercia con que una picaza en el jardín central del
sanatorio construía su habitáculo. Era un nido grande casi como el de una
cigüeña sobre el olmo cuyas ramas tocaban casi el ventanal. El fármaco sumió en una letárgica duermevela y tuve sueños fantásticos mientras
un diácono entonaba responso y a los fallecidos en la peste del 17 les llevaban
a enterrar en angarillas subiendo la cuesta del viacrucis que acercaba a los
fieles difuntos a la iglesia de san Gregorio, donde estaba la necrópolis. Allí
estaba el Quietorium del somo, la última morada de miles y miles de campesinos
de aquel pueblo de Segovia. Un somo y un soto y una historia inescrutable y
difícil de desentrañar. Por otro nombre el huerto de los callados y por otro el
corral de los huesos. Muchos entierros e entierrillos vieron mis ojos con estos
ojos que se ha de tragar la tierra cuando era monaguillo, meneaba el incensario
o sostenía el cirial y la cruz Nunc dimittis,
vita mutatur non tollitur. Puedes llevarme, Señor, estoy listo. La vida se
muda no se destruye como la energía. ¿Serían verdad aquellos salmos en latín
que cantábamos en el prefacio de la misa de difuntos? Abajo en el soto cantaban
las aguas del raudal. Se veían los bardales de las puertas carreteras, los
rebaños de la mesta que pasaban por la solana y algún vejete sentado en su
silla al lado del cocedero con un enjambre de moscas pululando alrededor de la
bragueta, seguro que era un enfermo de diabetes tomando el sol de la dulce
España en sus últimos días. No faltaron pesadillas. Vi escenas de mi vida
pasada como un tráiler. La película de mis días tenía algunos lances gloriosos
y otros desastrosos. Se disparaban los recuerdos. Era como si toda una turba de
demonios fiscalizase mi existencia. Arriba estaba el poderoso Miguel pesando mi
alma en su balanza. Las buenas obras en un platillo de la balanza. Al otro las
malas. Esa balanza de san Miguel que los canonistas llaman la statera ¿qué dictamen emitiría sobre mi
vida pasada? ¿Me iba a morir? Según reza el himno de infantería la muerte no es
el final pero así dichas tales cosas cuando uno está a punto de embarcar en la
lancha de Aqueronte la frase suena a retórica. Nada real. Pero me sentí un
pobre diablo, muy poquita cosa impotente de luchar contra los hados. Lloraba constantemente
y mis lágrimas mojaban el embozo de las sabanas. Lo que ocurriría al otro lado
de la muerte no era de mi incumbencia. Caía fuera del alcance de los pobres
mortales. De pronto escuchaba voces, gritos en cinta magnetofónica. Les pasa a
todos los que van a morir, se arremolinan los recuerdos, las vivencias, los
arrepentimientos. Se me vino encima la pella de mis errores. Ojala no hubiera
hecho tal cosa. Me pesa haber dicho lo otro. Yo pensaba en Otilia a la que
tanto ofendí. Fue el error y el amor de mi vida. La dejé a las puertas de la
iglesia cuando en sus entrañas portaba un hijo mío. El dolor que yo sentí por
aquella prevaricación era mucho menos llevadero que cuando la oncóloga me
estampó su diagnosis.
─Tienes cáncer
─¿De qué?
─Próstata.
─Ah
─Pero con el tratamiento podrás sobrevivir.
Estaba en la colina y la dulce Diana Percival me sonreía. Me
coloqué el recinium de los sacerdotes de Júpiter junio es el mes más hermoso en Londres y
empecé a oficiar la liturgia incansable del amor en una noche corta cuando
amanece pronto y llega sin sentir la aurora. Reviresco. Di de lado a todos mis
traumas, trillé mi parva y amontoné. Todos sus besos en mi boca pero todo acabó
en aquel dolor terrible en Bath del que estoy arrepentido. Creo que Diana
Percival vive en Australia.
Quietorium. Arrepentimiento. Me vengó de lo que acababa de pasar
y he de transcribirlo con pesar pues toda vivencia mía experimentada la
traslado al papel puesto que vivo entre chacales y la cuartilla blanca de cada
mañana es mi refugio y mi solaz. Toda novela es como una misa cantada con
introito canon, eucaristía y bendición final. Satanás aléjate de nos. En
aquellos días, necio de mí y de mi alocada juventud, no sabía distinguir entre
sustancia y accidente y por eso diré con el ritual romano al colocarse el
manipulo en la mano izquierda "merear,
Domine, portare manipulum fletus et doloris▬ merezca, Señor, portar el
manipulo del dolor y del llanto ▬ y más tarde al colocar la estola:
Redde, domine stolam
inmortalitatis quam perdidi
Yo aspiraba a la utopía y acabé entre las aspas del molino de
viento que aventó a son Quijote por los aires silbando por lo bajo la última
balada del ahorcado "The windmills
of my mind".
Pues a cada fraile su escapulario. Sopla el viento de la
historia y cambian de dirección las veletas de la torre y la gente se pregunta
adónde vamos a parar:
─¿Cuál es tu escala de valores, Venivolans?
─Yo que sé. Pregúntaselo a Verumtamen. Él es un experto en
ciencias ocultas y artes mágicas.
─Que va. Es sólo un gilipollas. Un regatón de libros, un librero
de lance que va a la feria de Arévalo todos los martes, donde tiende un
puestecillo y trata de vender libros a los analfabetos. Es un refugiado, un
exilado interior, una víctima del sistema.
─Pero se ríe de todos. Es un judío converso de Segovia.
─¿No es católico?
─En teoría. Sólo con la boca pequeña de puertas afuera. No cree
en los curas, come jalufo.
─Una obsesión... De puertas adentro odia el jamón. Fue bautizado
en la iglesia de San Millán.
─Si no es cristiano viejo, cómo es que odia tanto al sionismo.
─Va contra el signo de los tiempos pero morirá en la religión de
sus padres volviendo al expirar la cara a la pared pues al igual que todos los
de su raza posee un nosequé. Es el espíritu de la contradicción. A veces
sublime en las alturas angélicas y a veces hozando en el barro dentro del henil
de los cerdos. Eso sí; es un mastín de la noticia y creo que tiene dotes
proféticos. Anda con pies escaros por aquello de que quien no recoge
desparrama. Es generoso y sensible. Muy vulnerable pero no del todo mala
persona.
Ancho era mi corazón pensando en tales cosas. En un hospital las
horas pasan lentas. Se escucha una voz interior misteriosa que es el grito del
arrepentimiento. Mis ideas no cabían en el mundo. Tengo cáncer... tengo cáncer.
Voy a morir. Aguarda un poco. Viví entre las garras del alcohol, los celos, los
cuernos, los palos, la mala hostia española. Entre mentiras, sueños
inalcanzables, las mentiras, las traiciones. Esto fue una carrera de ratas.
Tuve un amor ausente. Me casé por desesperación con una mujer que no amaba tras
una noche de borrachera. Me acababan de soltar de la comisaría. Yo venía desde
Londres a casarme con Sotrondia que me dejó a la puerta de la iglesia. La lié
parda en una cafetería de postín. Un secreta me apuntó con la pistola. Recuerdo
aquella noche de horrores, aquel calabozo con la puerta verde. Los gritos,
amenazas, careos, voces destempladas. Creo que la Virgen de Covadonga me salvó
por medio del comisario Llorente. Teodoro Llorente había sido un compañero de
seminario. Una tarde de verano fuimos en bicicleta desde Segovia hasta
Mozoncillo el pueblo de Andrés Laguna en bicicleta, merendamos té con pastas.
Te entiendo, Venivolans. Esa señorita de Sotrondio te dejó a las puertas de la
iglesia qué bochorno pero recuerda que tú hiciste lo mismo con la Suzi y Dios
castiga sin piedra ni palo. Asúmelo. Se hizo justicia. Un curita de la nueva
ola se metió de por medio.
Sin embargo a la pobre Sotrondia la he de pedir perdón. Supe que
falleció de cáncer. Fue por mi culpa por aquellos amores. Llevaba razón la Suzi
cuando dijo:
-You have hurt many people.
Ayer fui al cementerio y coloqué un ramo de guirnaldas en tu
tumba, hice la consuetudinaria ofrenda de las Protelias a Diana y me acordé de
Otilia mi único amor a la que tú despreciabas. El quietorium o columbario donde
se guardan las cenizas de papá, del abuelo, del tío Perico y del pobre Agustín
estaba dentro de las helgaduras de los huecos de paloma del columbario y
aquello me recordó a las catacumbas de los primeros cristianos, polvo en espera
de la resurrección, polvo pecador y enamorado, el eco de las risas, de los
cantos y de los llantos de los que se fueron. Di voces:
— ¿Alguien ahí?
El silencio de los sepulcros yo escuchaba.
No se movía ni el aire impertérrito. Nadie parecía contar con una respuesta
ante el misterio de la existencia. ¿Para qué nacemos? ¿Por qué estamos aquí?
¿Cómo es que la vida se acaba tan presto? Mis células andaban un poco alborotadas.
Tras ser diagnosticado con cáncer de próstata estuve seis meses sondado sin
salir de casa, meando a través de un canuto conectado a un zambullo pegado a la
pierna. La anuria es una de las enfermedades más penosas pero luego de ser
operado en la mañana del 30 de junio de 2023. Y ahora, recuperadas mis
capacidades mingitorias, meo largo y tendido como una Padre de la Iglesia.
El tío Pedro tocaba la marcha real me
pareció ver sus dedos gafos pulsar el teclado del armonio como cuando al final
de las misas de tres curas interpretaba la marcha Real desde el coro y el
abuelo Benjamín afilaba las hoces antes de la siega, percibí el bamboleo de los
carros cuyos cubos cantaban, dejando una rodera, al subir la cuesta de las
siete revueltas y Elpidio sentado en el trillo cantaba en tono de prefacio las
jocosas diferencias vernáculas de cada uno de los pueblos de la Villa y Tierra:
Castro los chivos Torreadrada las Cabras,
Membibre para molinos, Aldeasoña no vale nada, Sacramenia para albarcas
Fuentesoto cagaberros que se crían en Peñacolgada donde se caga y se mea la
zorra cuando a ella la viene en gana. Cada pueblo un mote diferenciador
poseía, siendo esto motivo de rivalidades y peleas en las fiestas patronales.
La melopea infinita sonaba a lo largo de la tarde dorada bajo el sombrero del
Elpidio que era de paja. Canto gregoriano a la manera aldeana. ¿Quién anda ahí?
ninguna respuesta daban. Era mi imaginación que percibía los sonidos, los
olores y mis ojos contemplaban el cielo radiante del páramo. Pero yo estoy desalmado,
recapitulando sobre mi vida pasada y sólo encuentro desdichas, fracasos,
esquelas mortuorias, actos fallidos, días de autos, comparecencias ante la
justicia, engaños, mendacidades. Mi historia es una larga novela picaresca.
Quise escuchar la música del Celestial Zar Consolador. Tírate del terraplén, no
te harás daño. Recomendaciones suicidas del diaño. Una voz que me empuja a
lanzarme desde lo alto del acueducto romano. Treinta metros. No lo hagas, se me
apareció una mujer del velo transparente. Con el pañuelo de Orenburg. No me
pareció bien quitarme la vida. Era un hermoso día de primavera. Venía el
deshielo. Soplaba viento del sur y yo caminaba con Masha del brazo por un
bosque de la Vasilievske Ostrov desde donde se veían las torres de Petersburgo.
Ay Dios mío, siempre volviendo a los rusos por obra y gracia de mis copiosas
lecturas. Rusia es el molde de un enigma. Durante muchos años yo caí en la
lazada de la fascinación rusa, pegado a mi radio de onda corta donde escuchaba
las emisiones de Radio Moscú con un aparato que compré en Nueva York cuando era
corresponsal de Pyresa. Escribí un libro el año 1993 que ahora trato de dar a
la imprenta "Rusia el molde de un enigma". No soy un comunista, soy
un español libre de hondas convicciones cristianas que me han llevado a la
Ortodoxia bizantina sin renunciar a mi acendrado catolicismo. Rusia es el país
de Cristo que porta su cruz en medio de grandes convulsiones y sufrimientos
como demuestra su turbulenta historia llena de mártires y de testigos de la Fe.
No hay grandes diferencias entre una y otra religión; sin embargo yo diría que
la ortodoxia es un cristianismo sin dogmas bajo el escudo de la tradición y de
su gran liturgia. La ortodoxia habla al corazón mientras el catolicismo romano
se dirige al intelecto. En el primero Dios se hace hombre mientras los romanos
queremos convertir al hombre en Dios. Luego existen las contradicciones sobre
el papado cuya primacía negaron los bizantinos desde Miguel Cerulario. Y en la
procesión trinitaria al cantar el credo de Nicea los latinos decimos "qui
ex Patre Filioque procedit" El Espíritu Santo que procede del Padre y
del Hijo. Los ortodoxos suprimen la conjunción copulativa del
"Filioque". Claro es que las diferencias dogmáticas son mínimas En
cuanto al sacerdocio los popes del clero regular suelen ser casados pero el
monacato ruso es célibe. El cristianismo llegó a Rusia con el bautismo de San
Vladimiro de Kiev (Ucrania es parte importante del alma rusa) casi diez siglos
después que en Roma. Por regla general entre los rusos no existe esa obsesión
sexual que en occidente nos aflige. El sexto es uno de los diez mandamientos
que hay que guardar, no el más importante ni aberrante que los demás.
En general la clerecía ortodoxa se divide
en dos ramas: clero blanco dedicado al culto de los feligreses y atención
espiritual de las parroquias. Y clero negro de los monasterios que siguen la
regla de san Padnufo y san Basilio. Su misión es cantar el oficio divino
durante muchas horas y el trabajo manual. Los monasterios fueron muy
importantes en la irradiación de la fe cristiana sobre todo el de Solovky
Optina Pustina. Hacia ellos se dirigían las peregrinaciones de los creyentes
porque en estos cenobios solían morar "starzi" (santones) que hacían
milagros, doctos en la Escritura y colmados de sabiduría. La iglesia de Oriente
es patriarcal y acéfala. La autoridad se reclina sobre el Santo Sínodo y el
patriarca.
Dentro del clero blanco la más alta
dignidad era la de los protopresbíteros. Siguen los obispos
"archierei" que gobiernan sus diócesis (heptarquías) y las parroquias
"prijodi". Cada iglesia está gobernada por un párroco (slavinski) un
proto diacono y un diácono (todos ellos debían poseer buena voz) y un sacristán
o salmista. Los seminarios eran bursas y allí se preparaban a los candidatos al
sacerdocio. Contiguos a la Bursa había conventos de monjas de donde se escogían
a las esposas que habrían de casar con los popes antes de su ordenación
presbiteral. No se permite la incineración porque existe el convencimiento de
que el alma tarda tres días en salir del cuerpo. Ínterin, los popes vestidos de
blanco cantan responsos y leen durante el día y la noche trozos de los
evangelios. Se dice que los popes se casan antes de cumplir treinta años y que
con frecuencia se dan a la bebida y es frecuente verlos borrachos desde la
pascua de Resurrección hasta Pentecostés, pero es lo que hace el pueblo y ellos
se identifican con su grey. A los rusos les gusta el vodka. Eso es un hecho
ineluctable y los sacerdotes de esa manera quieren identificarse con el pueblo.
Para ellos la fe y la liturgia o la guarda de las tradiciones rituales es más
importante que la moral hipócrita. Acaso por eso no se da entre ellos el clero
bajo la violencia de género y los abusos sexuales a menores que son pandemia en
la iglesia latina.
En el clero negro de menor a mayor se
cuentan los siguientes cargos: posluchnik (lego o donado), monje monak, igumeni
(prior), archimandrita (abad), metropolita y patriarca de todas las Rusias. Esta
institución fue suprimida por Pedro el Grande que la sustituyó por el Santo
Sínodo como cabeza de la Iglesia, siendo restaurada por Nicolás II y por
Yeltsin después de la revolución.
Soplaba una brisa que arrancaba las hojas
del espino milenario y la torre románica con sus dos ojos grandes que miraban
para el pueblo de forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos. Caronte
aguarda, la torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la aldea
las cavidades vacías del campanario, y fijándose bien ofrecían el perfil de una
guadaña. El quietorium siempre en calma. Allí sepultaron a un quincurión romano
que desvió ruta cuando su falange se dirigió a Uxama. Cinco de sus vélites
vinieron a recogerlo y querían reportarlo en andas hasta la cohorte, pero el
centurión dijo enterradlo en Foncalada y que la tierra le sea leve. Luego
quemaron incienso a los dioses. Aquellos páramos guardaron para siempre el
perfil augusto de Roma. Siglos adelante, los templarios fundaron en aquel monte
sagrado un ara a Júpiter. El vino de la tierra fue la causa de aquel desvío.
Paró en una bodega (caupona) de
Sacramenia de las que abren sus fauces en el cerro internándose en la montaña y
honró a Baco con profusas libaciones y subió hasta Foncalada dando tumbos. Al
legionario romano los campos se volvieron del revés, la tierra arriba y las
estrechas calles a sus pies, pues de la tajada que agarró perdió el camino y se
perdió él. Caldos exquisitos de la tierra vinos traidores. La cencellada de la
noche castellana heló sus huesos y sucumbió arrecido antes de alcanzar los
castros de aquella tierra alta. Mucho me impresionaron a mí desde niño aquellas
cavidades ojos vacíos de un campanario sin campana que se llevaron los soldados
de Murat cuando la francesada; me hablaban del destino misterioso que a todos
aguardan y no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de contrición. Mucho
me pesa, Señor de haberte ofendido. Por las tapias del cementerio se alzaban
las cabezas de gente que yo conocí, sombras distantes la puerta cerrada del
recinto y el hastial solemne de sillares como nuevo y tenían más de diez
siglos. Habían exhumado los restos de mi hermana Henar fallecida en 1941.
Parte del antiguo templo había sido
destruido. Uno de los lienzos de pared mostraba las adarajas o quixaras
devastados por la destrucción. Aquella era una tierra de frontera y el antiguo
templo sucumbió a cierta razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por
allá tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las
fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron a media
oración. Dijeron que el parlamento era muy largo. Nadie es profeta en su
tierra. Bajé besando las cruces del
calvario a un pueblo en quietud que me resultaba extraño, retomando los pasos
perdidos de la infancia. Escuchaba los carros cargados de hacinas, los cantos
de la gente que iba a la siega, el son de las esquilas de los asnos castrones y
el gruñir de los marranos en el henil. Corté el cordón umbilical del cariño,
pero sigo unido a tu amor como el arado a la esteva, aun estando desencajadas
las belortas y la reja sin filo. Soy yo, parlando desde una época que pasó,
hombre de ayer que no encuentra resquicio. En verdad, no maldigo a los dioses,
feliz de haber llegado a viejo cuando mi infancia parece que fue ayer. Un Hado
perverso al ostracismo me condenó y todos se ríen de mí. Ya lo hicieron con
Job. Propalo quimeras, redacto fantasías, porque he visto dar vueltas a la
cabeza furibunda de la medusa quimérica con melena de león el cuerpo de cabra y
la cola de dragón, vagina de mujer y bálano viril; las ubres las arrastra por
detrás y por delante, pega bandazos a diestra y siniestra como el destino cruel y proclama al igual que
el pregonero de la gran manifestación del ocho de marzo la emasculación
liberadora a petición de los Huecos Grandes. En la fiesta de las vaginas las
Euménides nos cantan las marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste
en la gran cabalgata de la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas
aniquiladoras. Una reina putona que le cortó a Haman la cabeza después de hacerle
el amor quiere enmendarle la plana a la doncella de Nazaret. Desfilan gritando
consignas y escupiendo gargajos contra la religión estas busconas atalajadas
con arreos y carteras de ministras, empoderadas se llaman a sí mismas. No
pueden pese a las apariencias esconder el pelo de la dehesa; se educaron con
las ursulinas, se ríen de la maternidad con un no es no y con mi cuerpo yo hago
lo que me da la gana. Son los postulados de una sexualidad insaciable e
irascible sin control. Carmen Fernández del Toro la gran bollera encabeza la
gran manifestación. Entran en las iglesias y descabezan las imágenes de la
Virgen María. Los buharros bailan mientras tanto en la plaza del Carmen su
rigodón con banderas arco iris desplegadas al viento. Yo no iré nunca a esa demostración.
Lo mío es la fábula, el placer y el arte de las tres verdades que se fraguan en
mi imaginación y en mi ilusión inventora. Hijos sí padres no. Pero esto es
trágala, chiquitos. Nos adentramos en el
reino de las quimeras del que nadie vuelve con el cuerpo sano. El alazán
apocalíptico trota al paso entre gritos y consignas y reportajes in situ de las
reporteras de la Telebasta. Allá van las féminas de la exaltación arrastrando
sus pies enfermos de quiropedia y sus labios malos que piden la lanceta del
cirujano que les haga una quiloplastia. Mujeres de silicato saltan a la red
opíparos bustos hinchados artificialmente. Acampa en el prado el sindicato de
las peores furcias. Es la hora de los coños grandes despiadados. Es cosa de
arreglar todos esos morros caídos a causa del desenfreno, les gusta demasiado
chuparla. Hijos sí maridos no. Vivan los vientres de alquiler. Las cotorras se
suben a los árboles empuñando el micrófono con punta de alcachofa y largan
sermones preñados de visceral oratoria anti viril. Es el tiempo de Acuario.
Vengan los marimachos, mujeres al poder. Estoy triste con este desvarío, pero
me consuelo cantando el evangelio mirando para Aquilón, el quiasmo de la cruz
de Constantino se perfila sobre el horizonte. Ellas no vencerán pues su grito
es contra la vida. La espada de Miguel acabará con el libertinaje, aunque han
conseguido ponernos a todos el bozal. ¿Madre por qué callas, por qué no te
enfrentas y levantas el pendón de la verdad? ahí tenemos al preste Zabulón
haciendo misa en las campas de Iraq. Su antecesor fue el responsable de la
muerte de Hussein y de la gran efusión de sangre porque lo mandaba el Gran
Sanedrín y en el Vaticano os callabais por la cuenta que os tiene. ¿Y el
holocausto de Siria y las aguas del Éufrates y del Tigris que bajan raudas de
sangre de las muchas víctimas de estas guerras? Madre no calles más. Los
enemigos de la iglesia se esconden bajo el halda de tu sotana blanca. Deja de
sonreír con tu cara asnal, Culo Magno, y de mover tu inmenso pompis que emite cuescos
con olor a mate. Dice que el catolicismo no es la religión verdadera pues ahora
sí que estamos buenos. Uno se desunce tan fácilmente de los genes. Hoy dije mi
misa como de costumbre y quedé en paz conmigo y con el mundo dispuesto a trovar
aun con cierto rezago las vivencias del pasado a título de inventario nada más
sin ánimo de lucrarme ni prurito artístico pues soy un escritor fracasado. Todo
se fue por la posta. En el entierro de la sardina di a la tierra lo que es
suyo: mis sueños redentores. Sigo siendo cura. Mis manos fueron ungidas por el
obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano II. La Virgen me apartó de esa
patulea de clérigos fornicarios vagabundos y borrachos. Tuve un amor o muchos
amores, fui leal y nunca cometí adulterio con la sacristana ni con la mujer de
cualquier feligrés incauto, esos curas que miran con ojos de fauno y ponen en
la cabeza el mirmillón como un saliente Príapo protuberante en el casco. Con
eso y todo la clemente Venus madre de todos los hombres me devolvió a ese epicentro
mágico (okolos), epicentro, cordón
umbilical, manantial de vida. Venimos de ese flujo que se derrama en esas
eyecciones guarras que las meretrices en pantalla tienen a gala mostrar coram
populo. Hijos somos de un excremento líquido y nos cagamos cuando exhalamos el
último suspiro Orgullosas de que les vino el latigazo consolador de pilas en
ristre volviendo los ojos de placer para poner los dientes largos de los
mirones que pagan un euro por contemplar el lastimoso espectáculo de estos
estertores venéreos. ¿Y qué dicen las feminoides? Nada. Estamos en la era de
Acuario. Ya dijo Protágoras que el hombre es la medida de todas las cosas
cuando yace con hembra placentera sobre todo. De esa creencia se mofaba Plauto
en sus comedias. ¿Existen los dioses del Olimpo? ¿Serán las religiones una
excrecencia de la mitología pagana? No sé, pero a mí me gusta rezar la misa
según el canon gregoriano. Mi alma se llena de una tranquilidad venida de lo
alto cuando me dispongo a consagrar.
Luego reconózcame pecador. Para distraerme
pulso los portales porno de la red y miro para las hembras y ¡qué hembras,
Señor! Venus nació de la espuma y el primer hombre fue extraído del barro.
Fuimos concebidos en la inmundicia y rodeados de corrupción y hedentina
cadavérica nos vamos. Estoy asustado de semejantes visiones lúbricas; grandes
vergas de todos los tamaños y colores, clítoris rasgados o en escuadra. Algunos
tienen el diseño del arco escarzano. Líbranos señor de tanta inmundicia que
difunden los pornógrafos por la red ¿No les dará vergüenza? Los cóhenes y
macarras de este gran puterío cibernético hacen caja y no dan abasto; cada vez
hay más mujeres en el mundo empeñadas en no esconder sus galas naturales lo que
les dio Natura, unas por prurito, otras por coqueteo otras por necesidad como
las viudas milf puesto que el porno manda. Recordemos que este es el tiempo de
Acuario una constelación húmeda que otorga el mando a las hijas de Eva. El
hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y más sexo y exhibiciones
procaces donde toda la lujuria tiene cabida. Aúllan algunas como lobas. Otras
más precavidas gimen imitando a las gatas en el celo de enero. Aguardando el
vestigial o denario con que Roma pagaba a sus putas. Hoy es fácil irse de picos
pardos. Basta con un clic abrimos internet y ala allá están las señoras
meretrices muy emperejiladas. Hay una rusa que es la mujer más perfecta que yo
alcancé a ver a lo largo de mis muchos años de vida. Es muda y cuando recibe la
moneda del mirón o sienten la explosión de una sacudida en sus entrañas lanza
un mayido, un alarido con su voz de trapo un cuerpo perfecto de Jengibre, una
hermosa ucraniana con el pelo de estopa a la que apodan Gingerbread nunca vi
carnes tan blancas ni ojos tan azules. Está encinta y trata de disimular su
gravidez poniéndose bañadores negros. Es una superdotada. Despliega sus senos
al aire y calculo yo han de pesar media arroba. Su mirada es entre triste y
divertida. Todos los televidentes muestran curiosidad por saber quién fue el
afortunado que dejó la huella de su virilidad en útero tan precioso y ella dice
que fue en el privado de un chat, un soplo aleteando por internet en sus
alternancias binarias del yin y el yen. ¿Por virtud del espíritu santo? No lo
creo. La preñez no fue virtual sino a efecto de un contacto físico, un polvo
salvaje aunque haya dice que va a parir un hijo cibernético. ¿Será Billy el padre de la criatura? Esta mujer aun
desnuda sin embargo parece el paradigma de la castidad. En otras congéneres el
espectáculo se convierte en algo brutal, libidinoso que incita al asco ante
semejante perversión coprológica. Al verlo muchos se acordarán de la sentencia
de Job; tengo que insistir por ese cabo que me asusta la promiscuidad y falta
de recato sobre la mierda en que nacemos y envueltos en ella nos vamos, hijos
somos de una eyección excretoria, de una secreción vaporosa… “Et in corruptione genuit mihi mater mea”.
Pienso, madre, que tú no me pariste en el dolor, pero no en el alfaque de los
bajíos de la secreción vaginal. Yo soy un tío que mamé buena leche y de
calidad. “A este lo crías con polvos finos, Felicitas” oí decir al tío Matías
el sacristán que era un borracho empedernido. Tú no te colocaste en la cabeza
el “pallolium”, la mantilla corta con la
cual iban las mujeres de la vida caminando por las calles de Roma. A uno que me
llamó una vez hijo de hetaira le hinché los morros. Nos están dando gato por
liebre, nos venden la burra mal capada, yo estoy sumido en mar de dudas pero
grito para adelante siguiendo el paso de mi amigo Quosquetandem. Deja que las
olas del mar de la vida te suman en las olas del absurdo, `piensa tú que es
bello vivir. Bueno lo que tú digas, Quosque. Luego Verumtamen el otro yo me
dice lo contrario. Así estamos entre Ibis y Cabidis. El bombo de los noticieros
se repite, cada mañana nos cae el premio gordo cañonazos en Bajmut, tiros en
una escuela de párvulos de Carolina del Norte. Kelensky que berrea y pude más
madera. Se queman nuestros montes. Una niña de catorce es violada por catorce
tíos en cuadrilla. La metieron en el retrete. Cuando un monte se quema algo
tuyo se quema, `piensa en el adagio. Relinchan las yeguas andaluzas preñadas
por el viento dijo Góngora. Paren potros percherones. Por el valle de las
Luiñas chillan en las cuadras de Armagedón los caballos del Apocalipsis.
Escribote yo sin esperanza, ya sé que mis novelas se dan un aire de misas
cantadas. Amontono con dolor de atrición los recuerdos. Tú no sé lo que me has
dicho, cállate, Verumtamen. Ya sé que maté a la Susi. Fue mi único amor,
después vinieron las furcias esas yeguas preñadas por el viento. Carmina la
Polvorosa hoy lo traen todas las revistas del corazón la preñó un centauro y
parió un muleto a los setenta años mitad hombre mitad cuadrúpedo. No era
ciertamente un bujarrón, pero átame esa mosca por el rabo. Medio país elucubra
sobre el caso si es lícita la inseminación subrogada. Mal debe de andar Ucrania
país corrupto cuando sus mujeres por un puñado de dólares se ofrecen como
vientres de alquiler. La preñez de la Polvorosa no cuadra. Es un imposible
metafísico. Vamos a contar mentiras tralará pero es de lo que vive: ten, tu
primer reloj y desde entonces pasados muchos años sigue contando y cantando las
horas. Tenía toda una vida por delante. Te sentaste a contemplar el tiempo.
Pusiste
tu culo gordo sobre el cuadrante de Cronos que sigue dando los cuartos las en
punto y las medias impertérrito. Inexorable. Por entonces todo mi afán eran las
declinaciones latinas los verbos fuertes griegos y las misas cantadas. No
concibo la existencia sin liturgia. Aquel mi primer reloj suizo sabe mucho de
mí. Iba a compás del gran reloj de la Torre Carchena. Ni adelantaba ni
atrasaba. Desde la altura observaba nuestros juegos a la pelota en el frontón
de la Huerta del Judío pared con pared con la `pantalla del Cine Cervantes. El
rabino don Cleofás hacía de árbitro de aquellos juegos infantiles en sueño
transformados bajo la sombra de aquella morera centenaria que era el árbol del
Bien y del Mal en el rincón de la muralla casi de frente al aljibe donde se
estancaban las aguas del acueducto. Ay aquella obra de romanos. Pero no te
estrujes más el cerebro con las hojas urticarias ramios de la literatura. Lo
tuyo fue el absurdo: roquetes y misas cantadas. Regando fuera del tiesto.
Fuiste demasiado solemne para un época tan ramplona y venal como la que te tocó
vivir. La realidad es más prosaica de lo que se creen los ilusos zurcida de
crueldades, enfermedades, asaltos, estupros, robos, desfalcos, guerras, la
vanagloria, el crimen, la envidia, la mala uva, la política y tú atendiendo a
las leyes del levirato te fuiste a casar con la viuda que era la mujer de tu
hermano. Se te partió el corazón cuando supiste que tus hijos no eran tuyos. Un
tropiezo de tu dama. Susi ¿qué fue de ti?
El abuelo Benjamín era otra cosa. Casi fue el que
me crio en la aldea de Fuentesoto pueblo también románico con una vega triunfal
camino de los monasterios de Cardava a la cual se asomaban los somos, cañadas y
eriazos. Por lo menos no me tiraba piedras cuando pisaba sus viñas que el otro
estuvo a punto de deslomarme de un cantazo. Aquellas vivencias hicieron de
mí un escritor, acaso un escritor iconoclasta y a redropelo del sentir general.
Mala cosa llevar la contraria pero yo siempre me mantuve en mis trece
seminarista fracasado pasado por el filtro de la literatura pero mi alma se
moldeó en aquel seminario cuyas vivencias rememoro cuando estoy aquí postrado
en la cama del hospital recién operado de la próstata. Próximo a la
muerte o a la analepsia, me curo en salud dando albergue a mis reconcomios, no
encuentro sino traiciones, mala baba, julepes y mohatras de pícaro (no podía
ser de otro modo, nací en Segovia, madre de la picaresca) y una misteriosa
supervivencia a los avatares. Este es un tiempo de expiación. Los noticieros
nos traen cruderrimas imágenes de niños masacrados, aparece Netanjayu con
rostro de Herodes. En Oriente hay un cisma prologado por el patriarca Bartolo,
ese obispo de barbas hirsutas mientras Zelenski aúlla pidiendo dineros y quemando
iglesias rusas. Ucrania reivindica Crimea la vieja Quersonesos mostrando su faz
terrible epítome de las crueldades de la guerra. El sicario Biden, padrino del
sionismo, quiere acabar con toda la fe que teníamos los creyentes y
demostrarnos que Cristo era un loco antisemita que se hizo pasar por hijo de
Yahvé. Tendido en el lecho del dolor en esta cama de hospital convaleciente de
una operación de próstata, ya puedo mear gracias a Dios pues anduve medio año
con el zambullo pegado a la pierna izquierda y exonerando mis orines en una
bolsa de plástico, rumio sobre mi pasado. Me dan ganas de gormar mi
arrepentimiento pero soy incapaz de vomitar toda la bilis que llevo dentro. Es
como si viese un trailer de lo que mi vida pasada. Tiempo pasado, tiempo presente
en el lecho de Procusto pues más que el dolor físico o la incomodidad es la
pena moral que me aqueja por no haber hecho las cosas bien. Perdono a mis
enemigos. Este sea mi llanto de atrición por la Suzi. Las ideas se agolpan,
quieren salir a toda prisa, pues siempre pensé y escribí a gran velocidad, y me
aturullo, me atasco y pierdo el anhélito; vuelve el ritmo pero mi vida es un
eterno combate con las ideas y los formularios volcados en palabras, angustia
vital, desazón, vértigos, el vértigo del escritor que sólo se cura escribiendo,
bufando pipadas de humo, o camino de la despensa, somos propensos a criar
carnes, la furia del español sentado en su sillón que se desgañita contra la
injusticia contra esto y lo otro. Extraño mi cachimba (en el hospital no dejan
fumar) que ha sido compañera de mis largas vigilias, mi ametralladora, mi
“novia” y mi tormento, que a veces no me deja ni respirar. Saltan las imágenes
de un lado a otro, se enredan las palabras. Viene Maite la dulce enfermera.
¿Cómo estás, cariño? Quisiera fumarme una pipa, no se puede, corazón. Dentro de
un rato vendremos a hacerte una extracción, más tarde la compañera te tomará la
tensión. La urraca del patio central faltaba poco para acabar de construir su
nido. Las noches se hacían largas e insomnes. A la madrugada el diligente
córvido seguía su labor. Pronto te darán de alta. Esto no ha sido nada. ¿Nada?
Un cáncer, hoy el cáncer si se coge a tiempo es curable. Más duro lo tenías si
fuese de pulmón. Era lo que temía yo, pero el tak que me hicieron revelaron que
estaban limpios. Soy un fumador empedernido. El vicio lo cogí a los catorce
años con un mataquintos que sabía horrible. Me vio mi padre que venía del
cuartel y apagó la tagarnina de un sopapo. Zas. Vi las estrellas. Ando en
desacuerdo con Andrés Laguna autor desconocido y al que yo he descubierto como
autor críptico del “Lazarillo de Tormes” gloria inmortal de la novela picaresca
y que he sacado de pila librándole del anonimato de siglos, que dijo:
─Se escribe por la honra pues la fama es la
orla de la artes.
No, señor, hoy se escribe para echar los demonios
fuera, lanzar pestes contra los nazis y los judíos que pueden ser consistentes
en el mismo perjuicio, los extremos se tocan la serpiente cambia de piel. Eso
de ser escritor famoso debió de ser antaño, hogaño el vulgo vierte suspicacias
sobre nosotros. Nos mira mal. Somos delincuentes y nos desprecia o nos
compadece como enfermos bipolares, o adictos a un vicio tan inconfesable como
el onanismo. Escribir consiste en masturbarse con palabras y eyacular
proposiciones y asuntos que no son de recibo. La gente lo que quiere es que la
dejen en paz, que no la vengan con historias. Tú no te pases, mira lo que te
digo. El escaparatista de Arévalo un martes de mercado me largó está pregunta a
bocajarro:
─¿Sigues escribiendo?
─Sí
─¿Y te la meneas?
─¿Por qué no?, de vez en cuando
El cara de pájaro, ese librero de lance, un tipo
un malauva, el cual me ha maltratado, timado y puesto en berlina todo lo que ha
querido, me recibió con una frase que es todo un dardo al bandullo de un poeta.
─Tus libros no se venden, deben de ser muy malos.
─Si no los pones en el escaparates y los tienes
ocultos en la sacristía ¿cómo se van a vender, cacho cabrón? No está hecha la
miel para la boca del asno.
Le hubiera dado al bibliopola un garrotazo en los
hocicos pero no estaba de nones sino de pares. Por lo demás buenas tragaderas
he. En una bella mañana de octubre no merecía la pena meterse en reyertas con
un hijoputa. Escribir es llorar, Larra dixit; hay que estar dispuesto a ser
crucificado y coronado de espinas cuando no de gargajos como le ocurrió a
Lázaro de Tormes en la novatada de Alcalá. Y decir lo de Pablillos:
─Ojo, Pablos que asan carne
Sin embargo, tonto de mí, no me olí la tostada,
todos me apalean y difaman. La desconsideración la mala educación y el morbo
visigótico o envidia es el estigma de esta nación. No es cosa fácil vivir entre
españoles, el país más bello del mundo pero en España siempre amurcan los
toros. Nuestra religión guarda esencias del minotauro. Nos apasiona la
tauromaquia. Tengo que confesar a mis detractores para que se calmen y no se
pongan nerviosos que yo solo emborrono papel para dejar de fumar o el que se
divierte con papiroflexias o pintando monigotes. Así nos las van a dar todas en
un carrillo. El abuelo Benjamín era otra cosa. Tenía una faja blanca rodeándole
la barrica con flecos, a la manera de los israelitas para que no se le cayeran
los pantalones y al orar que lo hacía de mañana y la noche se balanceaba como
tratando de conseguir que sus plegarias llegasen a Adonai, para que Yahvé le
diera un empujóncito. Las mujeres en misa se sentaban en cuclillas a la morisca
delante del hachero y eran fatalistas los de mi pueblo en sus conversaciones
sea lo que Dios quiera (makfut está escrito, y escrito estaba ) Dios lo ha
querido, tendrá que se ser así y Alá
Akber. Todos nos prosternábamos ante la cruz del Calvario pero había viejas
reminiscencias antiguas saliendo a la palestra, otras adoraciones
antiguas de los dioses ibéricos: Baco, Cibeles, Mitra, Eritreia. Éramos judíos,
moros y cristianos todos al de por junto y cada uno hijo de su padre y de su
madre. Hacíamos a tres velas, a tres palos, la convivencia a veces resultaba
penosa pero fue posible y cuando el abuelo se quitaba el abuelo
cinto… Habíamos ido a melones y nos pilló el guarda Melares, quien a la noche
se presentó en casa y dijo tu chico fue cogido in fraganti haciendo destrozos
en la finca de la tía Piquilaya. Son cinco pesetas de multa. He aquí el
papel.
─Ah sí, bájate los pantalones, chiquito que te voy
a sacar el duro del culo y los melones de la Piquilaya.
Diez vergajos con la correa ni uno más ni uno
menos. Fustigados con la solemnidad y eficacia de un lictor romano. Desde
entonces no se me ocurrió ir a melones, ni a peras, ni a sandías. Fueron los
chicos del pueblo que me malmetieron y yo inocente de mí caí en la lazada. Era
yo tan inocente que me creía todas sus infamias. El Pedrete el del tío
herrero, el Elpidio, el Agustín mi primo hijo del sacristán y su hermano el
Maudillo, el Micha hijo del sastre que era tan pequeño que no podía con las
albarquillas, el Julián el de la tía Pilar y el tío Pedro Sancha pero el más
cruel de todos era Pedrete. Fue el que me encomendó la tarea de asaltar el
melonar de la tía Piquilaya.
─Entra ahí en eso, segoviano, y arramplas con un
par de melones.
─Tengo miedo, mi abuelo me dice que hay que
respetar lo ajeno.
─Tú ¿miedo? Eres hijo del sargento Parra.
─Yo no tengo miedo a nada
Y salté la cerca. Fue entonces cuando vi venir al
Melares pegando voces y juramentos apuntándome con su tercerola. Del canguis
que me entró se me cayeron los melones del regazo y creo que me cagué en los
pantalones literalmente. Los melones no estaban maduros, eran badeas. Los otros
habían puesto pies en polvorosa, me dejaron solo como siempre. El maldito
Melares me trajo para el pueblo por las orejas y yo llorando como una
magdalena. Acto seguido, me condujo al cuartelillo, vino el juez de paz el tío
Bernardo. ¿Qué ha hecho el chico? Robar melones. Vaya una educación. Que se
avise al señor Benjamín Galindo. Mi abuelo el pobre estaba avergonzado y
corrido de mi “hazaña”. El juez de paz era su amigo. Eran quintos, él, el tío
Dominguín y mi abuelo. Nacieron en 1885. Se ufanaban de ser quintos del rey
Alfonso XIII. Habían participado en el guerra de Cuba. El trío de veteranos del
Desastre (aun guardaban en un arca los correajes y el uniforme de dril a
rayas) sentabánse en un banco de honor en el presbiterio durante las
ceremonias religiosas. En las misas solemnes eran los primeros en besar el
portapaz que les ofrecía el monaguillo como gesto de veneración. La noche que
recibí la somanta de palos con la correa del abuelo era una noche de luna, lo
recuerdo bien. Así pues, para Segovia.
Al día siguiente tomamos el coche de linea de la
empresa Gutiérrez
─No podemos contigo. Así que te mando a tu padre a
que te dome.
Cuando regresamos a Valdevilla la colonia militar
donde vivimos mi madre me recibió con la zapatilla. Así te comportas, dijo, y
me puso el culo como un tomate. Yo no tuve la culpa fueron el Pedrete y el
Agustín los que me mandaron asaltar la cerca de la tía Caya. ¿Robar? Vaya un
hijo. Traté de escapar y anduve perdido por los peñascales de Valdevilla
recorriendo los andurriales del río Clamores llorando mis desdichas, esta vez
temiendo la correa de papá. Venida la noche, llamé a la puerta de la casa que
era verde y de madera de pino con mucho tiento y sigilo. Me estaban buscando.
Mandó mi padre al machacante por ver si me encontraba y yo no daba señales de
vida, así que estaban preocupados. Pero cuando aparecí a la puerta de
casa en vez de la correa fui recibido con besos y abrazos. El
sargento Parra saltaba de alegría, hijo, hijo. Por dónde te has metido, dónde
anduviste. Tu madre y yo creíamos que te había ocurrido algo. Me senté a la
mesa. Huevos con patatas fritas. El abuelo había traído un clarete que pasaba
bien al cabo de tantos sinsabores por culpa mía.
─Bebe, Silvino. Bebe, hijo, que este clarete es
superior y pasa bien.
─Gracias, señor suegro, de hoy en un año.
Y tentó la bota embelesado con un largo trago. Por
la provincia de Segovia los casados llaman al padre de su mujer “mi señor”. El
chico es un poco mostagán pero hay que meterlo en vereda. Hay que llevarle al
seminario. El dictamen del abuelo se cumplió al cumplir yo once años. Había
habido muchos curas en la familia. Estaba don Linos pariente suyo que
ejercía el arciprestazgo de Calabazas, el P. Galo que se fue de misionero a
África y nunca se volvió a saber más de él o don Priscilo cuñado suyo nombrado
por oposición canónigo magistral de la catedral de Burgo de Osma. Tanto los
Parra como los Galindo tenían fama de beatos y no existen dudas de que esta
veta tan clerical y bíblica les venía de su ascendencia. Aquel rincón extremo
de la provincia segoviana había sido repoblada por moros y judíos y se produjo
el milagro de que Alá, Moisés y Jesucristo conviviesen en plena armonía,
practicando usos y costumbres, ritos, intercambiables, diciendo ojalá cuando
les acuciaba un deseo de que algo ocurriese, o pronunciando el nombre de Jesús
al estornudar o al besar el pan cuando la hogaza se caía de la mesa. Pero yo
creo que veníamos de los arévacos aquellas tribus numantinas que no consiguió
dominar Roma del todo. De ahí que muchos de aquel pueblo a los que llamaban los
coritos nos habían soltado para allá cual prosa sin peinar. Estuvieron de
tertulia ellos dos dándole tientos al jarro hasta la madrugada. Yo me dormí
como un bendito
LIBRO
TERCERO
La olma que había frente
a la iglesia de mi pueblo tenía más de dos mil años. Había sido plantada por
los soldados de Trajano (la historia hace nacer a dicho emperador en Pedraza)
que era un poco paisano nuestro y era mayor que la de Pedraza, un redondel su
tronco de cerca de quince metros que no la abarcaban veinte paisanos, cuyas raíces
desde el arroyo circundante se extendían por todo el pueblo desde la casa
curato a la pobeda. La olma allí estaba siempre mirándonos, impertérrita,
augusta, siglos y siglos, contemplando el paso de generaciones. Sus ramas
florecidas se extendían por los lados a manera de grandes candelabros
protectores. Los niños de la aldea trepábamos por el tronco hueco, nos
sentábamos, echábamos risas y jugábamos a la malla. Sus ramas crecían hasta
tocar la punta de los aleros y las raíces reptaban subiendo la ladera del
calvario donde estaba el camposanto. La quima formaba un corro donde se
sentaban a tocar la gaita y el tambor en las fiestas patronales. Y algunas
veces se celebraban los concejos. Había sido plantada seguramente en tiempo de
los romanos. Y esto no son conjeturas sino probabilidades porque aquel
villorrio en una esquina de la provincia de Segovia estaba emplazada dentro del
itinerario de Antonino. Fuentesoto, al pie de una fuente salutífera que manaba
un chorro ingente de agua calda por el invierno y muy fría por el verano, debió
de ser un vivaque o manor donde descansaban las legiones que iban desde Astorga
a Uxama. Al recordar aquel árbol de mi infancia se me caen las lágrimas porque
su tronco y sus raíces guardaban el polvo de las crepidas o botas militares de
las acies de Roma y vieron pasar a los guerreros moros que arrebataron el
castillo a los visigodos y después a los Tercios de Flandes. Más tarde, a los
guerrilleros que lucharon contra la francesada. Aquella era la tierra del
Empecinado. De últimas, se había venido diciendo que nuestra raza viene de los
judíos; creo que se trata de una tesis poco segura y sin base histórica.
Algunos debieron de morar en Sepúlveda y Sacramenia y Riaza que estaban
cercanos pero por lo general los rasgos faciales de nuestros antepasados no
eran israelitas. Éramos tierra de frontera. Estábamos en una linde. Al otro
lado de la cordillera era ya tierra de moros. Se fundieron las razas. Esa
simbiosis misteriosa de judíos, moros y cristianos que conforma ese enigma
nacional que es España. Los musulmanes allí apercibidos tras la conquista del
valle del Duero fueron bien recibidos, se asimilaron, aunque conservasen algunas
de sus viejas costumbres venerables, trabajaron la piedra de las iglesias
románicas y nos enseñaron a regar las acequias de la vega. Todos los alarifes y
los molineros de las aceñas eran moriscos. Pienso que esta exaltación del
judaísmo, ahora todos los españoles quieren venir del pueblo elegido, no es más
que una entelequia propagandística pues siempre habrá que estar con el poder.
Somos godos, provenimos de los vacceos. Somos numantinos, indomeñables, gente
difícil, acostumbrados al sufrimiento, guardadores de las viejas tradiciones
cristianas y de los santos del calendario. El año 53 fue talada aquella olma
cuando pusieron el coche línea Peñafiel-Madrid. Un sacrilegio ecológico que
quizá anunciase los terrores del milenario: las aldeas vacías, la despoblación
del campo y la emigración a las ciudades. Pero los iberos somos así de recios.
La España carpevetónica desprecia cuanto ignora y prefirió subirse al carro de
heno del progreso. Aquel ulmáceo creo que era el más antiguos de Europa,
divinidad maternal que guardaba el secreto de los antiguos dioses protectores
del pueblo. Allí me mandaron mis padres los veranos, una boca menos porque
entonces no había. Yo era un niño frágil tierno, crédulo y muy guapo. Las
vecinas del barrio de San Andrés Puerta del Socorro lindante con la judería
vieja donde nací me comían a besos. ¡Qué niño tan guapo tiene usted, señora
Juanita! Ya ves, mis padres me mimaban demasiado por ser el primero y por haber
venido después de una hermanita, Henar, que murió a los tres meses de meningitis
el año 41. Yo era un niño triste, ingenuo,
de mirada reconcentrada al que le gustaban los libros. Una de las
primeras fotos que conservo aparezco con un libro en la mano. Estaba sellado mi
destino, he de decir, lo que son los genes, mi nieto Pelayin es también muy
guapo, creo que más guapo que yo y menos triste y más simpático. Iba a un
colegio de pago, las Jesuitinas y allí aparecieron los primeros signos de
rebeldía que me persiguieron toda la vida. Escribía con la zurda y la monja sor
Josefina me ataba la mano a la silla para que escribiese con la derecha.
Demasiado crédulo e inocente, algo soñador, pensaba haber venido a un mundo
hermoso y agradable donde no existían traumas ni dolores ni pecados. Donde no
existían ni los perdedores ni los malos. Cuando me mandaron al pueblo “a tirar
varetas” el contraste fue cruel. Antoñito, espabila y llevo sin espabilar toda
mi vida. Por eso me las dieron todas en un carrillo. Los muchachos aldeanos se
reían de aquel pobre niño de ciudad. Le hacían toda clase de perrerías y
aprendí sin utilizarla una palabra que está ahora muy de moda: bulling. Papá y mamá cerraban la casa y
se llevaban con ellos a Javi el preferido de mi madre, el más simpático. Papá
tenía una comisión como instructor de reclutas del Campamento de Robledo. En
tal comisión de servicio enseñaba a los estudiantes de la IPS que hacían una
mili especial y salían de sargentos y de alférez. Robledo era un paraíso a la
sombra del monte Peñalara contiguo a la Granja de San Ildefonso. Más de diez mil
tíos (quince bajo la lona se reunían en aquellas chabolas en aquellas chabolas
circulares Robledo era el Grafenwohr español). Había los domingos unas misas de campamento
impresionantes en el Llano Amarillo. Recientemente fui a visitarlo y se me cayó
el alma a los pies. Crecían zarzas cerca del sagrario donde se exponía el
Santísimo y el cristo de la buena muerte había sido profanado. Era un tiempo
triunfal que nada tiene que ver con la tristeza y el egoísmo de ahora pero en
fin, corramos un tupido velo porque tras de tiempos vienen tiempos. A mí me
sacaban billete en el Gutiérrez el coche de linea que hacía la ruta
Segovia-Aranda de Duero. Mi abuelo Benjamín me estaba esperando en el empalme
de las Suertes Viejas con el carro. Uncidos al yugo del carro de mi abuelo
tiraban dos mulos. Uno el “Sevillano” y el otro el “Noble”. Este último tenía
poco de su nombre porque era mohíno y más falso que Judas; en una ocasión a tía
Paulina la tiró una coz que por poco la deja sin nariz cuando fue a hacer pis a
la cuadra. El cambio fue traumático, insisto. Fuentesoto me hizo abrir los ojos
y contemplar las contrariedades, injusticias y arbitrariedades de la vida No
había leche y nos alimentábamos de pan y cebolla. El abuelo Benjamín era otra
cosa, pese a la pobreza y a las carestías de aquel tiempo. No había seguridad
social y cuando el abuelo enfermó de la próstata hubo que vender algunas
tierras para pagar al cirujano del Hospital de la Misericordia. Quedó mal y
sufrió muchísimo. “Tengo muchos dolores hijo es como si un mastín me ahincase
los dientes en la rabadilla”, me decía el pobre. Los chicos de mi edad eran
paupérrimos. Calzaban albarcas y peales como los romanos. Cuando me acanteaban,
volvía a casa por los pantalones rotos por la culera y el peto con unos retales
que me hizo la tía Dominica con un mono de soldado con un tirante fuera. No se
me olvida: la experiencia más traumática y cruel que padecí un verano fue
cuando el Rufino un gañán don la cabeza abombada que odiaba a mi padre por ser
militar y toda su familia era de izquierdas me azupó su perra, era un cánido
color marrón y los ojos fulgurantes que me mordió el culo y parte de los
tobillos, volví a casa llorando con el pantalón roto y sangrante. Aquella
maldita perrita ratonera atendía por el nombre
de “Maula”. Toda la vida se me representa aquella perrita enana de color
canela ahincando sus dientes en mis calcaños. Fue en la era del Tío Maudillo.
Desde entonces tengo pavor a los perros. Las risotadas que se daba el Rufino en
la era de Maudillo se me quedaron grabadas. En el infierno deben de resonar
eternamente estas carcajadas satánicas que fue tan vil como incitar a la
Maula a que mordiera en el trasero a un
niño de siete años. A pesar de los sufrimientos y humillaciones que padecí en
aquel pueblo Fuentesoto tan feroz yo seguí amando aquel lugar que fue el
escenario de mis primeras correrías infantiles, añorando sus piedras románicas,
y la olma triunfal que fue derribada para dar paso al Albarrán, un verdadero
sacrilegio ecológico. La venalidad de aquellos pueblerinos, sus mofas, sus
carcajadas me enseñaron una cosa: hay dos Españas
El domingo de Ramos será una pantomima en la borriquilla y el
buche, los cantos del hosanna, gloria al hijo de David, centro de bondad Hosanna
que viene en nombre de Jehová, compramos un ramo y nos pondremos zapatos
nuevos, tiraremos de las carrozas de la protección, veremos a los soldados
desfilar ante los pasos, Segovia olía a primavera. Veneramos y adorábamos al
hijo del hombre plasmado en aquella figura de escayola. El anticristo suplanta
de forma tan atroz al cristo y no quiere morirse. Yo me subí a muchos andamios,
me caí de muchos burros y no aprendí de mis trompazos. Culomagno vestido de
blanco y esclavina bautiza neófitos y enseña el alta del hospital, no quiere
morirse, se niega a que le canten el gorigori, no quiso ser sacramentado.
Aderita la de Gordaliza fue mi madrina en tanta tribulación- una mujer se
convirtió en mi baluarte, me puso a cubierto de los disparos de las poderosas armas
de guerra. Ella era la virgen que me salvó cuando íbamos al Escorial en espera
que llegasen los mensajes de los viernes de dolores- tales telegramas no venían
o eran un tongo que se marcaba la pitonisa con la voz cascada… hijos míos. El
morbo y la depresión me impulsaron a tales esperpentos, llegué a darme cuenta
de que toda la parafernalia eclesial era tongo. Escuché los jipíos y suspiros
de la saludadora que hablaba en nombre de Satanás y comprendí que Wojtyla era
su aliado. Dios me permitió vivir tiempos de la gran impostura. Culomagno el
judeoargentino vino a poner la guinda. No obstante, en aquellas nefastas
vivencias quedé persuadido de la presencia de Cristo en la historia. Satanás hablando desde la cima de la encina
más antigua de Prado Viejo a veces hablaba en acento gallego, otras en andaluz.
La voz de la sorguina, cuando se ponía en trance, sosegaos. Las turbas sin
embargo estaban hechas un flan porque el monarca de los dominios no se ponía el
sol largaba su sermón en cinta magnetofónica lo que no dejaba de ser una
ucronía. Aderita mientras tanto rezaba por mí. Mi amigo Quintiliano Quindejas
al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó de
Foncalada tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no
puede haber en el mundo para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo
voy a tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa
biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero
en el pueblo me llamaba Quinolas por mi afición a la brisca. En esta parte de
Castilla todo quisque tiene un segundo nombre. A Quintín lo conozco muy bien.
Fui su amigo de infancia, fuimos juntos a la escuela e ingresamos en el
seminario al mismo tiempo. Él llegó a cantar misa. Yo colgué la sotana en
primero de Teología. A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y
compartimos la afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos
fustiga la misma comezón desalentadora por estar viendo morir al mundo en que
vivimos y la destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos, pero hemos
sobrevivido a la peste pandemita que asuela toda la tierra. Aunque con
diferentes ideas los dos hemos sido periodistas. Somos en una palabra el yin y
el yen hecho carne la tesis y la antítesis sin que nuestras diferencias
políticas empañen el vínculo de nuestra amistad.
Delitescens es una bella palabra latina significado esconderse y en
medio de tanta bulla y de tanto grito a muchos no nos queda otro remedio que
encuevarnos.
Huimos al desierto buscando un apartamiento
que nos aleje de la horda mediática. Los altavoces del éter no cesan de
referirse al coronavirus. Se ha convertido en el afrecho y abrevadero de los
medios. Esta catafases o afirmación
no la hago a humo de pajas, tampoco estoy loco, aunque a veces miro para atrás
con ira y siento el punzón de los recuerdos que me hieren.
Tengo el alma en carne viva y por eso
escribo desde este catábulo o zaquizamí, zulo literario, abrevadero y refugio o
cuadra en el sótano de mi morada convertido en oratorio, fumadero, escritorio,
biblioteca y apiarium (colmenar)
donde libo el dulzor ático de la miel de la palabra. Escucho a través de ondas
hertzianas voces que me llegan del extranjero.
En un par de generaciones cambió el mundo hasta el punto de no reconocer
yo al niño o al mozo que fui dentro de esta gran catarsis trascendida que ha
mandado las viejas ideas a un rincón. Hoy Día de Difuntos ya no se venera a los
santos antepasados. Salen a la calle las máscaras de Jalo güin. Sin embargo, yo
voy a la ofensiva, quemo las naves como Cortés en mi empeño de remar contra
corriente. ¿Dónde está el Jalo y donde el güin? Vete tú a saber. Acabo de
cerrar el blog que fue para mí durante cinco lustros. Este palimpsesto o
cuaderno de bitácora fue mi aguja de marear, así como la barrera contra la que
embisto glosando la actualidad a contramano. La actualidad es una anáfora
repetitiva, una lucha de buenos y malos. El malo Putin y el bueno Zelensky.
Vivimos tiempos de guerra y desde el día de San Matías no damos ni pie ni mano.
Estamos con el alma en vilo. No me ha ido mal en este tiempo a excepción de
algunos fatídicos encuentros con Erifos algunos para beber el vino del dolor y
la desesperación. Pero Fray Jarro es mi enemigo hoy la política mundial y
nacional son una larga borrachera. Los españoles no sabemos beber En esta
situación atípica los buenos son los malos y yo me pregunto dónde está la
justicia de Dios y grito con Cristo en el Calvario:
─Dios mío, Dios mío por qué me abandonaste…
Elí, Eli, lamma sabactani
Todo eso que yo aprendí ya no sirve para
nada es de mi gusto. Dicen que soy un hombre que vivo en el ayer y me refugio
en los matacanes de la antigua muralla de York centinela en mi tronera auscultando
las evoluciones del río Ouse que fluye hasta matrimoniar con el Támesis, los
vientos cambian. Ayer teníamos lebeche, hoy sopla el terral y tú, Etsi, ¿dónde
estarás? ¿Qué habrá sido de tu vida? ¿Te casaste? como yo. Y sí volví a pasar
por la vicaría, pero este segundo amor sucedáneo de lo que tuvimos tú y yo fue
un trago amargo, me eché una cruz a la espalda, alquilé una mula aragonesa que
me cocea cada día, contraté una verduga. En mala hora porque Lavinia
convirtióse en mi verdugo. Pasó a ser el arráez que fustigaba mis espaldas con
el látigo de la ignominia y he ido bogando por los siete mares bajo la sombra
de ese rebenque que fustiga a los pobres cómitres incautos, condenados a
galeras. Es el destino que aguarda a los locos y a los criminales. Lamento mi
suerte porque lejos de ti esto no es vida. El destino se portó conmigo de
manera cruel, si bien creo que lo tengo merecido por los malos tratos que te
di, los celos, las voces, las recriminaciones. Vivo rodeado de papeles y de
palabras escritas. Fui un goloso de palabras porque creo firmemente en el
axioma de en el principio era el Verbo y las palabras guardan un poco de ese
aliento divino. ¿Estaré majareta? Todos han mudado de piel (versipelis) yo continúo adherido a mis
principios. ¿Soy un diamante en bruto o una florecilla en agraz la cual no
acaba de madurar? Tranquilos. El peristilo sigue en su vaina. Amanece todos los
días. A todo esto, se dirige mi clamor contra los predicadores de vereda. Han
regresado a las tertulias los émulos de fray Gerundio de Campazas. Ya no hablan
de la vida eterna sino de los métodos para conservar la salud. Radio Carcamal
vocifera contra las toxinas y don Rafa hace de su capa un sayo vociferando
contra los peligros del cáncer, la crasitud, la vida sedentaria y falta de
ejercicios. Todo el país se calza las abarcas y se tira a correr por las
veredas. Un aluvión de informaciones nos refiere los peligros del Corona Virus
que se ha convertido en eje de marcha del sistema. Las páginas de Internet son
un perpetuo obituario que nos traen cada mañana la lista de los fallecidos. A
contrapelo de sus sermones yo no voy a dejar de fumar por más que estos señores
me atruenen las meninges advirtiéndome de los peligros del tabaco, siempre
habrá de tenerse en perspectiva un enemigo, alguien contra el cual batirse.
Antaño fueron los rusos. Cuando yo vivía en la Isla de los Muertos (Staten
Island) siempre estaba a pie de obra escuchando las noticias de una emisora de
Manhattan Radio WW700W7. Dicha estación cada cierto tiempo interrumpía sus
emisiones. Sonaba una sirena y al cabo surgía la voz engolada de un locutor
para realizar un llamado:
—Estimados radioescuchas, esto es un
simulacro de alerta. Atención. Atención. Si hubiese sido una emergencia real,
les impartiríamos instrucciones sobre cómo y dónde acudir a un refugio de los
diferentes que hay en esta isla.
Yo estaba acojonado al sintonizar tal
mensaje. Pensaba en la guerra de las galaxias. Ya están aquí. Que vienen los
rusos. Como en la Guerra de los Mundos de Wells que hizo cundir el pánico por
aquella capital. Pensaba que vivimos en un mundo en el cual la ficción se
entrevera con la realidad y en la supremacía de los medios de comunicación para
dominar a las masas. Era la América de Jimmy Carter discípulo en la academia de
guerra de Annapolis del almirante Rickover especialista en mísiles
intercontinentales. Eran los años 70 cuando América vivía la efervescencia de
la guerra de las galaxias. Los malos eran los soviets como ahora es el virus y
el tabaco y Putin. Ronaldo Reagan la ganó y determinaría la caída de la URSS.
Yo por mi parte pobrecito español nacido en una ciudad de provincias había
aterrizado desde el medievo una ciudad episcopal como York sobre la Gran
Manzana el emporio del futuro la ciudad automática que decía Julio Camba. No
era más que un lamerruinas que viajaba desde el humanismo católico y
sentimental hacia la tecnología del gran diseño de los nuevos amos del mundo.
Cogí el tranquillo. Me costó lo mío pero aquel mensaje de la radio de Manhattan
emitiendo noticias las 24 horas del día para la ciudad que no duerme y aterriza
como puedas marcó mi existencia, desde entonces tengo pesadillas y emulo del
almirante Rickover, odio la guerra especialmente la de exterminio que supondría
una conflagración nuclear. Aquello me marcó conservo su huella indeleble.
Vivimos con miedo a la bomba, aunque no deja de ser una ironía que el enemigo a
batir sea las toxinas que encargó míster Trump a los chinos y esas toxinas
corporales y bacterias que andan por el aire al que se refiere don Rafa el de
Radio Carcamal. Hago propósito de apagar el transistor que no deja de difundir
proclamas y consignas sobre los peligros del tabaco y la vida sedentaria, yo
seguiré escribiendo en mi acetábulo del jardín de atrás y fumando en pipa, mi
cachimba y yo estamos unidos hasta que la muerte nos separe. Me siento acosado
por las dudas. Los pecados y fracasos de la vida pasada pesan lo suyo y allá
voy trepando con mi cruz a cuesta buscando el silencio de los montes y la
fragancia de los pinos. Una grulla me arrulla con sus cantos espaciados
midiendo el tiempo de mis vigilias, A la puerta de la verja que protege la
entrada de la casona donde vivo un centurión romano alza su penacho sobre el
muro, no es un soldado romano, Es un ángel con alas. Vísperas de Todos los
Santos buen tiempo y las máscaras de Halloween tras las cuales se esconde el
pateta. Todo el mundo anda haciendo el tonto en bacanales y bailes de
disfraces, vuelve el bacanal tras la pandemia, bajé al estanco a comprar tabaco
y allí me encontré a don However que es de los que no se cortan un pelo y el
cura de mi aldea don Xantipa, alto, huesudo la cara triste, palentino y algo
pesetero. Ya frisa casi los ochenta pero de joven era un clérigo gayaspero, las
mozas se acorralaban a los pies del confesionario y lo perseguían hasta la
rectoral pidiendo no precisamente absoluciones sino la gracia de Dios. En
España el poder siempre atrajo las faldas por eso entre la monarquía y la
clerigalla se llevan al huerto lo más granado del elemento femenino. Solteras,
casadas, viudas forman parte de su patrimonio sexual. Hubo obispos como el
cardenal Mendoza que guardaba un verdadero harén en su palacio y de reyes ¿qué
decir? A Felipe IV le daban tantas bascas eróticas que refieren sus biógrafos
que padecía una especie de furor uterino a la inversa, llegando a procrear
setenta hijos entre legítimos y bastardos. Alfonso XII donde vas triste de ti
bebía los vientos por las coristas amargándole la vida a su mujer la reina
austriaca María Cristina. Su hijo Alfonso XIII inventó el cine porno y
siguiendo la tradición de la dinastía no daba paz a la mano. Por su lecho
desfiló el gran puterío matritense, marquesas, señoras de la limpieza e incluso
novicias de los más aristocráticos monasterios de Madrid. Sigue la racha; Juan
Carlos I es hoy la comidilla de las redes y aunque actualmente no pueda con los
calcaños y ande en el exilio, sus coimas se cuentan como las cartas de la
baraja. Así que el bueno de don However no pudo resistir sus impulsos
republicanos en el estanco al ver al cura de nuestra aldea cuyas correrías por
los pueblos del concejo sentaron cátedra pues preñó a muchas. Mismamente cuando
voy al surtidor a llenar el depósito el que me sirve es Fabián.
─Súper... llenar
Fabián ríe para el cuello de la camisa y ni
se inmuta.
─En este país nadie está libre de dudas. Se
lleva aquello de que nadie puede decir este cura no es mi padre. Por eso abunda
tanto hijo de puta.
Clava el mozo sus ojos burlones en mí para
que me aplique el cuento.
Pues eso, mi amigo However al ver al arcipreste
en el estanco le soltó una andanada:
─¿Cómo está el cura?
Xantipa que no es tardo de reflejos le
soltó otra:
─Pues de pie como me ves.
─Con ese monstruo que tenéis en el Vaticano
However quedó cortado ante la contundencia
de su respuesta, recogió su cajetilla y se largó.
Silencio administrativo y procesal, el cura
de mi aldea es un buen pájaro y listo como los ratones colorados.
Regresé a mi chabola en lo alto de la
montaña y me asomé a la ventana para ver el paisaje. La cima del Fornax
mostraba sus crestas peladas coronadas por molinos de viento. Aun no había
nieve, aunque dicen que por los Santos la nieve en los altos y por San Andrés
en los pies. Aquel verano de sequía traía de cabeza a los científicos. Todos
hablando del calentamiento terráqueo y del cambio climático. El Fornax formaba
parte de su familia casi de tanto salir a observarlo por el ventanuco que da a
la huerta del Niso. Casi invita a subir. Para él era una tentación, realizaría
escapadas ascensionales cuando era mozo. Ya no pues le dolían las piernas. La
cumbre coronada albergaba una ermita blanca a la que acudían los romeros el día
de Santa Ana. Fiestas de prado. Tambor y gaita. Ahora me resigno a verla desde
lejos remembrando el vino y la sidra que bebí en mi juventud, es el monte más alto
de la Sierra del Viento en perenne coloquio con la cordillera que desciende
hasta el mar horadando el paisaje de picachos y nemorosos valles. Era el paso
antiguamente de peregrinos compostelanos.
Mirándole desde abajo le miro extasiado
bañando mi vista con el verde de pinares que cubren las espaldas y costillares
del Fornax. Fue un antiguo volcán. Ínterin, hago examen de conciencia aterido
de punzantes recuerdos en los que estalla la melancolía y el arrepentimiento.
Veo a Etsi encaramada en lo alto de la cúspide. Ella era una dulce Gioconda
inglesa. Su sonriso sale en cada retrato que conservo de su persona. Me mira
con sus ojos zarcos que envían a la vez dos mensajes: ven y aléjate. Todo está
consumado, you are not welcome.
Podría tomar un avión de Ryan Air y plantarme en menos de una hora en su
pueblo, mi hija vive cerca del tercer aeropuerto londinense. Expurgo mi archivo
interior y ella sigue ahí intacta, inmarcesible por haberla amado valido la
pena vivir, i was a lucky man. Los
dos años más felices de mi vida los pasé junto a ella. Un serafín de fuego
vigilaba la garita de sus ojos. Tras el maná vino la sed. Todo lo eché por la
borda. Mas, tiré para adelante, fui andarríos, correcaminos sin brújula devine
en pícaro al igual que ese cura don Xantipa. Lancé una moneda al aire caras o
culos, salieron cruces y vine a dar en la áspera Castilla madrasta de sus
mejores hijos. Si España fue mi cuna, Inglaterra me hizo, Nueva York me deshizo
y Asturias me rehízo. I learnt things the
hard way, no quiero pensar en aquella Eduvigis que me dejo a la puerta de
la iglesia. El rechazo marcó sin embargo otro camino
Y por él estoy aquí, inconstancias de la
vida, misterios de la existencia. Hay que engañar. Eso forma parte de la
idiosincrasia del pícaro. Desde entonces me asustan las bodas, los trajes de
novia me parecen camisas de fuerza, yo soy libre, voy a mi aire. A ti también
te dejé a las puertas de la iglesia Etsi, luego el destino se vengó conmigo.
El día que nació Helen amaneció espléndido,
pero luego tornó el aire de calima. La maternidad de Westow Croft al norte del
Yorkshire era una vieja mansión que había servido de hospital de sangre durante
la guerra. Pocos saben de la entereza y sufrimientos del pueblo inglés durante
aquella contienda cuando los alemanes bombardearon todo el condado. Era un
edificio victoriano rodeado de pinares detrás un cementerio. Acudí a primeras
horas de la mañana no me dejaron pasar:
—Your wife is in labour
A mi mujer la habían trasladado en una
ambulancia de madrugada y yo hice autostop hasta York y desde allí me trasladé
a la localidad en un yermo que llaman “moors” donde el viento sopla con ganas.
Estaba yo muy nervioso y me entretuve dando paseos por el lugar, no había un
alma, penetré en el cementerio. Lo recuerdo bien había una sepultura reciente
de una muchacha de veinte años. Las flores y la corona mortuoria estaban frescas
y la tierra removida se amontonaba en un túmulo. Saqué el rosario que siempre
llevo conmigo y recé los cinco misterios por aquella joven desconocida que
acababa de ser inhumada precisamente cuando mi hija estaba a punto de nacer.
Fue un parto lento y difícil. A Suzanne la pusieron cloroformo nada de
epidural. En los años setenta la ginecología inglesa estaba aun en agraz y me
pareció muy primitiva. Todo el día me entretuve ensimismado con mis
pensamientos. Por fin a las nueve y media de la noche precisamente a esa ahora
había venido yo al mundo veintiséis años atrás vino al mundo mi primera hija
aun no puedo zafarme de aquella impresión. Suzanne estaba cansada pero me lanzó
una sonrisa con sus ojos verdegay era una mujer hermosísima la más bella de Inglaterra
y apretó mi mano. Y le dije: “Well done Zanny, you are a heroine”. Al poco rato
se me acercó el doctor Isherwood hermano del famoso poeta inglés de la década
de los Treinta y estrechó mi mano:
—Míster Parra you have a beautiful
daughter.
—Thank you Sir, She is going to be
beautiful, Her name is Helen the shining one.
Isherwood era el médico de Pocklington,
siempre llevaba una cartera de cuero en la mano y una sonrisa en los labios.
Era el clásico doctor inglés with good bed side manners. La madre de Suzanne y
yo tomamos un taxi y regresamos a Wilberfoss. Mi suegra la pobre de la cual
había heredado mi esposa su belleza era un manojo de nervios. Creo que
celebramos la llegada al mundo de mi primogénita con media pinta de ale yo y un
babysham ni suegra, eran las doce de la noche cuando entramos en nuestra casa
de Wilberfoss. Todavía luz en el cielo. The
limelight hacía que la tarde se apagase muy lentamente. Era el
entrelubricán del hemisferio norte que en verano alarga los días y en invierno
hace que a las dos de la tarde sea de noche. Esperando el sol de medianoche.
Los nervios, el amor y la añoranza de aquella jornada no se me pasaron todavía.
Tardé en dormir y escribí este poema:
Unos
vienen y otros van que así es la vida rueda que no cesa
Nadie
se acuerda de vosotros difuntos aquí enterrados pero yo murmuro una oración por
vuestra alma cuando mi hija va a nacer
Dormís
ahí en el camposanto detrás de la torre normanda de la iglesia
Descansad,
pues, sois promesas bajo el césped
De
una nueva vida que empieza
Os
puedo consolar diciendo que no hay muerte
Vita
mutatur non tollitur
La
vida cambia no se arrebata
Vendrá
la resurrección
Dormid
y descansad
Esperando
su llegada
Cristo
vendrá
Retozarán
los corzos del alba en la ensenada
Oiréis
cantar al grillo
En
los interregnos
Son
secretos documentos que mi Fe me ha revelado
Muertos
sois en la esperanza
Ve
con tales nombres a la vida
Hija
de mis entrañas
A la
alegría del vivir del sufrir y padecer
Elena
la resplandeciente
Olivia,
rama de olivo
Que
paz nos trajiste
Fruto
de nuestro amor y nuestra sangre
Nos
fuiste dada por Dios
Carne
de mi carne
Llanto
de mi llanto
Vida
de mi vida
Fruto
de mis entrañas
Delitescens es una bella palabra latina significado
esconderse y en medio de tanta bulla y de tanto grito a muchos no nos queda
otro remedio que encuevarnos.
Huimos al desierto buscando un apartamiento que nos aleje de la
horda mediática. Los altavoces del éter no cesan de referirse al coronavirus.
Se ha convertido en el afrecho y abrevadero de los medios. Esta catafases o afirmación no la hago a humo
de pajas, tampoco estoy loco, aunque a veces miro para atrás con ira y siento
el punzón de los recuerdos que me hieren.
Tengo el alma en carne viva y por eso escribo desde este
catábulo o zaquizamí, zulo literario, abrevadero y refugio o cuadra en el
sótano de mi morada convertido en oratorio, fumadero, escritorio, biblioteca y apiarium (colmenar) donde libo el dulzor
ático de la miel de la palabra. Escucho a través de ondas hertzianas voces que
me llegan del extranjero. En un par de
generaciones cambió el mundo hasta el punto de no reconocer yo al niño o al
mozo que fui dentro de esta gran catarsis trascendida que ha mandado las viejas
ideas a un rincón. Hoy Día de Difuntos ya no se venera a los santos
antepasados. Salen a la calle las máscaras de Jalo güin. Sin embargo, yo voy a
la ofensiva, quemo las naves como Cortés en mi empeño de remar contra
corriente. ¿Dónde está el Jalo y donde el güin? Vete tú a saber. Acabo de
cerrar el blog que fue para mí durante cinco lustros. Este palimpsesto o
cuaderno de bitácora fue mi aguja de marear, así como la barrera contra la que
embisto glosando la actualidad a contramano. La actualidad es una anáfora
repetitiva, una lucha de buenos y malos. El malo Putin y el bueno Zelensky.
Vivimos tiempos de guerra y desde el día de San Matías no damos ni pie ni mano.
Estamos con el alma en vilo. No me ha ido mal en este tiempo a excepción de
algunos fatídicos encuentros con Erifos algunos para beber el vino del dolor y
la desesperación. Pero Fray Jarro es mi enemigo hoy la política mundial y
nacional son una larga borrachera. Los españoles no sabemos beber En esta
situación atípica los buenos son los malos y yo me pregunto dónde está la
justicia de Dios y grito con Cristo en el Calvario:
─Dios mío, Dios mío por qué me abandonaste… Elí, Eli, lamma sabactani
Todo eso que yo aprendí ya no sirve para nada es de mi gusto.
Dicen que soy un hombre que vivo en el ayer y me refugio en los matacanes de la
antigua muralla de York centinela en mi tronera auscultando las evoluciones del
río Ouse que fluye hasta matrimoniar con el Támesis, los vientos cambian. Ayer
teníamos lebeche, hoy sopla el terral y tú, Etsi, ¿dónde estarás? ¿Qué habrá
sido de tu vida? ¿Te casaste? como yo. Y sí volví a pasar por la vicaría, pero
este segundo amor sucedáneo de lo que tuvimos tú y yo fue un trago amargo, me
eché una cruz a la espalda, alquilé una mula aragonesa que me cocea cada día,
contraté una verduga. En mala hora porque Lavinia convirtióse en mi verdugo.
Pasó a ser el arráez que fustigaba mis espaldas con el látigo de la ignominia y
he ido bogando por los siete mares bajo la sombra de ese rebenque que fustiga a
los pobres cómitres incautos, condenados a galeras. Es el destino que aguarda a
los locos y a los criminales. Lamento mi suerte porque lejos de ti esto no es
vida. El destino se portó conmigo de manera cruel, si bien creo que lo tengo
merecido por los malos tratos que te di, los celos, las voces, las
recriminaciones. Vivo rodeado de papeles y de palabras escritas. Fui un goloso
de palabras porque creo firmemente en el axioma de en el principio era el Verbo
y las palabras guardan un poco de ese aliento divino. ¿Estaré majareta? Todos
han mudado de piel (versipelis) yo
continúo adherido a mis principios. ¿Soy un diamante en bruto o una florecilla
en agraz la cual no acaba de madurar? Tranquilos. El peristilo sigue en su
vaina. Amanece todos los días. A todo esto, se dirige mi clamor contra los
predicadores de vereda. Han regresado a las tertulias los émulos de fray
Gerundio de Campazas. Ya no hablan de la vida eterna sino de los métodos para
conservar la salud. Radio Carcamal vocifera contra las toxinas y don Rafa hace
de su capa un sayo vociferando contra los peligros del cáncer, la crasitud, la
vida sedentaria y falta de ejercicios. Todo el país se calza las abarcas y se
tira a correr por las veredas. Un aluvión de informaciones nos refiere los
peligros del Corona Virus que se ha convertido en eje de marcha del sistema.
Las páginas de Internet son un perpetuo obituario que nos traen cada mañana la
lista de los fallecidos. A contrapelo de sus sermones yo no voy a dejar de
fumar por más que estos señores me atruenen las meninges advirtiéndome de los
peligros del tabaco, siempre habrá de tenerse en perspectiva un enemigo,
alguien contra el cual batirse. Antaño fueron los rusos. Cuando yo vivía en la
Isla de los Muertos (Staten Island) siempre estaba a pie de obra escuchando las
noticias de una emisora de Manhattan Radio WW700W7. Dicha estación cada cierto
tiempo interrumpía sus emisiones. Sonaba una sirena y al cabo surgía la voz
engolada de un locutor para realizar un llamado:
—Estimados radioescuchas, esto es un simulacro de alerta.
Atención. Atención. Si hubiese sido una emergencia real, les impartiríamos
instrucciones sobre cómo y dónde acudir a un refugio de los diferentes que hay
en esta isla.
Yo estaba acojonado al sintonizar tal mensaje. Pensaba en la
guerra de las galaxias. Ya están aquí. Que vienen los rusos. Como en la Guerra
de los Mundos de Wells que hizo cundir el pánico por aquella capital. Pensaba
que vivimos en un mundo en el cual la ficción se entrevera con la realidad y en
la supremacía de los medios de comunicación para dominar a las masas. Era la
América de Jimmy Carter discípulo en la academia de guerra de Annapolis del
almirante Rickover especialista en mísiles intercontinentales. Eran los años 70
cuando América vivía la efervescencia de la guerra de las galaxias. Los malos
eran los soviets como ahora es el virus y el tabaco y Putin. Ronaldo Reagan la
ganó y determinaría la caída de la URSS. Yo por mi parte pobrecito español nacido
en una ciudad de provincias había aterrizado desde el medievo una ciudad
episcopal como York sobre la Gran Manzana el emporio del futuro la ciudad
automática que decía Julio Camba. No era más que un lamerruinas que viajaba
desde el humanismo católico y sentimental hacia la tecnología del gran diseño
de los nuevos amos del mundo. Cogí el tranquillo. Me costó lo mío pero aquel
mensaje de la radio de Manhattan emitiendo noticias las 24 horas del día para
la ciudad que no duerme y aterriza como puedas marcó mi existencia, desde
entonces tengo pesadillas y emulo del almirante Rickover, odio la guerra
especialmente la de exterminio que supondría una conflagración nuclear. Aquello
me marcó conservo su huella indeleble. Vivimos con miedo a la bomba, aunque no
deja de ser una ironía que el enemigo a batir sea las toxinas que encargó
míster Trump a los chinos y esas toxinas corporales y bacterias que andan por
el aire al que se refiere don Rafa el de Radio Carcamal. Hago propósito de
apagar el transistor que no deja de difundir proclamas y consignas sobre los
peligros del tabaco y la vida sedentaria, yo seguiré escribiendo en mi
acetábulo del jardín de atrás y fumando en pipa, mi cachimba y yo estamos
unidos hasta que la muerte nos separe. Me siento acosado por las dudas. Los
pecados y fracasos de la vida pasada pesan lo suyo y allá voy trepando con mi
cruz a cuesta buscando el silencio de los montes y la fragancia de los pinos.
Una grulla me arrulla con sus cantos espaciados midiendo el tiempo de mis
vigilias, A la puerta de la verja que protege la entrada de la casona donde
vivo un centurión romano alza su penacho sobre el muro, no es un soldado
romano, Es un ángel con alas.
Vísperas de Todos los Santos buen tiempo y las máscaras de
Halloween tras las cuales se esconde el pateta. Todo el mundo anda haciendo el
tonto en bacanales y bailes de disfraces, vuelve el bacanal tras la pandemia,
bajé al estanco a comprar tabaco y allí me encontré a don However que es de los
que no se cortan un pelo y el cura de mi aldea don Xantipa alto huesudo la cara
triste, palentino y algo pesetero. Ya frisa casi los ochenta pero de joven era
un clérigo gallaspero, las mozas se acorralaban a los pies del confesionario y
lo perseguían hasta la rectoral pidiendo no precisamente absoluciones sino la
gracia de Dios. En España el poder siempre atrajo las faldas por eso entre la
monarquía y la clerigalla se llevan al huerto lo más granado del elemento
femenino. Solteras, casadas, viudas forman parte de su patrimonio sexual. Hubo
obispos como el cardenal Mendoza que guardaba un verdadero harén en su palacio
y de reyes ¿qué decir? A Felipe IV le daban tantas bascas eróticas que refieren
sus biógrafos que padecía una especie de furor uterino a la inversa, llegando a
procrear setenta hijos entre legítimos y bastardos. Alfonso XII donde vas
triste de ti bebía los vientos por las coristas amargándole la vida a su mujer
la reina austriaca María Cristina. Su hijo Alfonso XIII inventó el cine porno y
siguiendo la tradición de la dinastía no daba paz a la mano. Por su lecho
desfiló el gran puterío matritense, marquesas, señoras de la limpieza e incluso
novicias de los más aristocráticos monasterios de Madrid. Sigue la racha; Juan
Carlos I es hoy la comidilla de las redes y aunque actualmente no pueda con los
calcaños y ande en el exilio, sus coimas se cuentan como las cartas de la
baraja. Así que el bueno de don However no pudo resistir sus impulsos
republicanos en el estanco al ver al cura de nuestra aldea cuyas correrías por
los pueblos del concejo sentaron cátedra pues preñó a muchas. Mismamente cuando
voy al surtidor a llenar el depósito el que me sirve es Fabián.
─Súper... llenar
Fabián ríe para el cuello de la camisa y ni se inmuta.
─En este país nadie está libre de dudas. Se lleva aquello de que
nadie puede decir este cura no es mi padre. Por eso abunda tanto hijo de puta.
Clava el mozo sus ojos burlones en mí para que me aplique el
cuento.
Pues eso, mi amigo However al ver al arcipreste en el estanco le
soltó una andanada:
─¿Cómo está el cura?
Xantipa que no es tardo de reflejos le soltó otra:
─Pues de pie como me ves.
─Con ese monstruo que tenéis en el Vaticano
However quedó cortado ante la contundencia de su respuesta,
recogió su cajetilla y se largó.
Silencio administrativo y procesal, el cura de mi aldea es un
buen pájaro y listo como los ratones colorados.
Regresé a mi chabola en lo alto de la montaña y me asomé a la
ventana para ver el paisaje. La cima del Fornax mostraba sus crestas peladas
coronadas por molinos de viento. Aun no había nieve, aunque dicen que por los
Santos la nieve en los altos y por San Andrés en los pies. Aquel verano de
sequía traía de cabeza a los científicos. Todos hablando del calentamiento
terráqueo y del cambio climático. El Fornax formaba parte de su familia casi de
tanto salir a observarlo por el ventanuco que da a la huerta del Niso. Casi
invita a subir. Para él era una tentación, realizaría escapadas ascensionales
cuando era mozo. Ya no pues le dolían las piernas. La cumbre coronada albergaba
una ermita blanca a la que acudían los romeros el día de Santa Ana. Fiestas de
prado. Tambor y gaita. Ahora me resigno a verla desde lejos remembrando el vino
y la sidra que bebí en mi juventud, es el monte más alto de la Sierra del
Viento en perenne coloquio con la cordillera que desciende hasta el mar
horadando el paisaje de picachos y nemorosos valles. Era el paso antiguamente
de peregrinos compostelanos.
Mirándole desde abajo le miro extasiado bañando mi vista con el
verde de pinares que cubren las espaldas y costillares del Fornax. Fue un
antiguo volcán. Ínterin, hago examen de conciencia aterido de punzantes
recuerdos en los que estalla la melancolía y el arrepentimiento. Veo a Etsi
encaramada en lo alto de la cúspide. Ella era una dulce Gioconda inglesa. Su
sonrisa sale en cada retrato que conservo de su persona. Me mira con sus ojos
zarcos que envían a la vez dos mensajes: ven y aléjate. Todo está consumado, you are not welcome. Podría tomar un
avión de Ryan Air y plantarme en menos de una hora en su pueblo, mi hija vive
cerca del tercer aeropuerto londinense. Expurgo mi archivo interior y ella
sigue ahí intacta, inmarcesible por haberla amado valido la pena vivir, i was a lucky man. Los dos años más
felices de mi vida los pasé junto a ella. Un serafín de fuego vigilaba la
garita de sus ojos. Tras el maná vino la sed. Todo lo eché por la borda. Mas,
tiré para adelante, fui andarríos, correcaminos sin brújula devine en pícaro al
igual que ese cura don Xantipa. Lancé una moneda al aire caras o culos,
salieron cruces y vine a dar en la áspera Castilla madrasta de sus mejores
hijos. Si España fue mi cuna, Inglaterra me hizo, Nueva York me deshizo y
Asturias me rehízo. I lernt things the
hard way, no quiero pensar en aquella Eduvigis que me dejo a la puerta de
la iglesia. El rechazo marcó sin embargo otro camino
Y por él estoy aquí, inconstancias de la vida, misterios de la
existencia. Hay que engañar. Eso forma parte de la idiosincrasia del pícaro.
Desde entonces me asustan las bodas, los trajes de novia me parecen camisas de
fuerza, yo soy libre, voy a mi aire. A ti también te dejé a las puertas de la
iglesia Etsi, luego el destino se vengó conmigo
Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos
"Soguillas" cuando éramos guajes regresó al Requejar- apud-Tejares
tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede
haber en el mundo para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo voy a
tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa biografía.
Me llamo Eutimio Guzmán pero para el vulgo soy “Timi Quinolas” Debe de
ser por mi afición a la brisca y los juegos de azar y al vino que es una carta
en la mesa presa. Bebe y aléjate de las mujeres. Eso es muy difícil, tío. ¿Cómo
lo conseguiste? Ah mediante la reportación, abstinencia y continencia. “Vinum bonunm laetificat cor hominum”. La
cita viene del Eclesiastés... No me vengas con monsergas, Quinolillas que ya
nos conocemos. Sé que eres adepto a los postulados del Príncipe de la
Mentira... Soy sobre todo la sombra del Soguillas, nos damos caña. Le
contradigo con mis propias conclusiones y silogismos Él no me conoce ni de
vista pero yo bien que lo conozco a él. Siempre le canto las cuarenta, copo la
banca y él ni se entera el pobre porque es un cura apóstata que anda algo
perdido yendo de acá para allá, de sinagoga en sinagoga, de quilombo en
quilombo, de taberna en taberna y de rota en derrota. Somos tahúres de la
palabra. Los dos somos de Segovia, la patria del “Buscón” y del “Domine Cabra”.
Escuchamos voces, atendemos a la llamada pero luego resulta que estos gritos
son refracciones del aire que sale de una boca que no existe. Bajo el tornavoz
del púlpito coronado por la Paloma del Paráclito pongámosle paños al pulpito se
han vaciado los templos de la habitual predicación. Los sermones evangélicos se
han convertido en mensajes comerciales compra esto, adquiere lo otro, venga a
nuestras rebajas. Son las homilías de un tiempo. La moralina del consumo, la
verga de don Venancio, que anuncian por la tele. Con estos polvos se te va
alargar la polla, se te pondrá dura como un burro. Culto a Príapo para gloria
de Afrodita. Vivimos un tiempo de vacas gordas en la abundancia pues la vida se
ha hecho más fácil y cómoda con los nuevos inventos. La tecnología es la gran
sustituta de la teodicea. Aviad pronto, chiquitos, y no os quejéis tanto que
nunca vivisteis mejor ni lo tuvisteis más a huevo. Pues también es verdad
¡cáspita! A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la
afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la
misma comezón desalentadora por un
tiempo que se va, mientras nos resistimos a abandonar la partida. Este tapete
verde de la vida nos hipnotiza viendo morir al mundo en que vivimos y la
destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos pero hemos sobrevivido a la
peste pandemita que asuela toda la tierra. Aunque con diferentes ideas los dos
hemos sido periodistas. Somos, en una palabra, el yin y el yen hecho carne, la
tesis y la antítesis, sin que nuestras diferencias políticas empañen el vínculo
de nuestra amistad subliminal de coloquios entre las sombras que suenan a dolor
de atrición y de arrepentimiento. También nos une al amor a un Cristo
heterodoxo que circula por nuestros redaños barra libre y poco tiene que ver
con ese Jesús usurpado y trastocado por los vaticanos. Él es el que no
desaparecerá. Está en la historia cuyas palabras no pasarán. Al menos eso es lo
que esperamos. Yo me propongo escribir la historia del pobre Soguillas al que
unos dan por loco; otros dicen que es un santo mártir de la causa y para la
mayor parte, sintiéndose indiferente, que es uno del montón, atravesando el Mar
Rojo del cambio de hora y de era.
El primero de octubre día de la onomástica del Caudillo convalecía
yo en el hospital de Puerta de Hierro de una operación de cáncer de próstata y
se me apareció el bien aventurado don Camilo José Cela. En vida fue muy amigo
mío y me dijo hablándome al oído:
─Oye, Dumveneris, como ya curaste de lo tuyo, toma tu camilla y
anda.
─ ¿Qué dices Camiliño?
─Sí. por estas que son cruces, levántate de la cama de este
hospital que huele a muerto y vete a la Alcarria. Quiero que escribas mi
segundo viaje a la Alcarria.
─Domine non sum dignus. Dios no me dio una pluma tan brillante
como la tuya. Yo solo pongo borrones negro sobre blanco.
─Algo saldrá. Recuerda lo que te dije una vez en aquella
entrevista que me hiciese en el piso de Torres Blancas.
No atendí los ruegos de mi maestros pero un cuervo que hablaba
desde su nido en un árbol del patio de la sala donde yo estaba postrado y muy
malito empezó a leerme los grandes libros de CJC “El Pascual Duarte”, “La
Colmena”, “Judíos moros y cristianos” y “Madera de boj”. Es una literatura como
Dios manda que a mí me gustó poner en práctica. Que no me hablen de Proust, ni
de Joyce ni de Kafka epígonos de la anti literatura. Yo voy por lo segao. Ya estoy inoculado contra la pandemia. Ayer me puse la
inyección en el hospital de la Misericordia de Avilés, regentado por las
hermanitas de San Vicente de Paul, la toca blanca esa toca enorme que parece un
avión la cruz al pecho y el rosario a la cintura. Radio Florito se pasa la
santa mañana tardes y noches dándonos noticias de los altibajos de la pandemia.
Cómo evoluciona todo esto. No se informa de lo verdaderamente importante de
donde salió el morbo, cómo se trasmitía la cepa, quien trujo el bicho, en qué
probeta lo incubaron la madre que lo parió; si fueron los murciélagos o los
chinos de Wujan. Hoy tantos muertos ayer tantos contaminados. Se desinforma y
se nos confunde. Eso es tomar el rábano por las hojas. Don Híspido Estadístico
juega al chito con nuestros temores pero de algo hay que morir y que se mueran
ellos. Salimos del Notejode,
librándonos de unas para meternos en otra, en el Nosajodio, la pescadilla que se muerde la cola, vueltas y vueltas
al trillo y no es que me quejo no porque entré en el bombo de los escogidos
pero a muchos colegas les ha salido la hoja roja y pronto dejarán de fumar. Los
españoles que fuimos durante mucho tiempo carne de cañón, carne de horca y
carne de prostíbulo, ahora nos hemos convertido en carne del tósigo letal del
Covid, desde que la pandemia habitó entre nosotros en el maldito año bisiesto
de 2020. Son cosas del Covid y de la gran peste aniquiladora. Les dirá un funeral ese Fray Buscón el del
pelo blanco que anda saqueando a los ricos para dárselo a los pobres y él,
receptado el donativo de los famosos a los que acude con frecuencia al no haber
sarao o fiesta donde no esté invitado o no se cuele este páter que es un
vivales, se guarda los cuartos,
quedándose con el santo y la limosna. Dios confunda a quien no espabila y este
fraile es un lince para la pasta. Huele los dineros a leguas de distancia.
Nunca te dirán lo importante por los micrófonos de Radio Florito que dirige un
colombiano que ha saltado desde la panza del caracol. Imposta la voz, presume
de voz y se mete con los venezolanos y con los cubanos. El hipócrita ve la paja
en el ojo ajeno y olvida la viga en el suyo. Colombia es el país que parió más prostitutas. Es el vivero de la
gran meretriz. El de las putas de Internet las más guarras, indecentes y
desvergonzadas, ─toda la coca es manejada por potentados impresentables─ del
mundo las que montan por la Red esos numeritos de esperma blanco cuando les
viene el deleite y grandes mamadas. Todas hablan español y uno al verlas siente
vergüenza de su idioma castellano. Es una nación aprisionada entre las garras
de la bestia. Colombia me parece a mí que tiene la forma de coño buscando el
gran carajo. Nicolás Maduro me parece un tipo mucho más digno al menos patriota
pues no se rinde ante el bloqueo comercial de los gringos que quieren asfixiar
a su patria matándola de hambre, anhelantes de su petróleo. Venezuela y Cuba
humilladas y ofendidas no agacharon la cerviz. Colombia es el gran burdel de
los EE.UU como lo fue Cuba en la ´poca de Batista. García Márquez se le iba la
fuerza por la boca mucho palabrero para luego nada decir y es que ha caído
particionero en manos del sionismo, solipsismo que nos ahoga como esa serpiente
que avanza por el mundo enrollándonos al cuello con sus pestíferos y letales
arillas. Pues ese es el jefe de Radio Florito emisora de derechas de toda la
vida sucursal del Maligno, director un tal don Verbilindo, más dura será la
caída. Como no tengo otra cosa que hacer: oír radio, ver novelones por la tele
y estar aditivo a los chats porno de la red en la cuadra en la que vivo pues me
entero de todo, o a lo mejor no me entero de nada. Me lavan el cerebro con una de
esas mangueras municipales con las cuales nos refrescábamos las pantorrillas
cuando éramos niños mientras cantábamos el “aquí no llega bombero tu manga
riega y si llegare no me mojare”. Estamos calados hasta los huesos. Estamos
todos hecho cisco. A don Puertas no le cuadran las cuentas y hace numeritos al
objeto de reducir demografía y para ello pone cuatro remedios: pornografía,
conflictos regionales, desamor y virus. Vacía las aldeas como si fueran las
cuadras de Alfeo. Labor de Tántalo. Los pueblos y aldeas vacíos, se derrumban
las iglesias y las campanas de bronce se hacen cisco pues como es la campana así
la badajada, pero ya no tocan a misa.
¡Si serán elucubraciones mías! Mis amigos me llaman negacionista pero yo
me considero un tío legal. Llegan en cayuco oleadas de emigrantes, invaden las
islas, inundan las ciudades donde viven
hacinados y expuestos al morbo cainita, que es como llaman algunos
epidemiólogos de nuevo implante socarronamente. Don Guillermo va y compra a
bajo precio las tierras pignoradas y las vende o las explota al máximo
exponente. Así es como se hicieron millonarios los Rochild con sus palomas
mensajeras y sus inversiones millonarias durante las guerras napoleónicas. La
serpiente no deja de crecer y de arrastrarse. Llena de baba o de lefa el suelo
que pisa escupiendo sus fauces el veneno de la entraña con lengua retráctil y allí donde toca el
escupitajo de la gran culebra no vuelve a crecer la hierba. Yo la vi cómo se
arrastraban por las crujías de Cuidados Intensivos del hospital de la
Misericordia de Avilés mientras una enfermera peruana muy amable me vacunaba
contra el Covid. Su voz era dulce y cantarina como el de una sirena. ¿Por qué
estás alegre, hermana? Porque hay que cantar cuando se lucha contra la muerte.
No se podía dar un paso por las salas. Los viejos ─les tocaba el turno a los
nacidos entre 1942 y 1944, éramos una buena peña de setentones en la flor de la
senectud─ como ovejas que llevan al matadero todas para el arrastre. El rubio
Sisenando ahora está muy callado pero no paraba de darnos la murga con los
chinos, quería hacer la limpieza étnica una verdadera sarracina como antes se
llamaba y empezó a gobernar por tuiter a los chinitos les voy a meter un brazo
por una manga pues hay que ver lo que ha cambiado el mundo cuando yo era niño
los frailes repartían huchas por el Domund para que saliésemos a cuestar por
los chinos y ahora son estos hombres de tez amarilla y ojos oblicuos, al
socaire de Mao con su libro rojo y Chu-en-lai, nuestros colonizadoras.
Tecnologías punta. Llegan hasta nosotros con un libro de Mao en el bolsillo. Es
un libro rojo en caracteres chinos que lanza profecías inexorables. Europa se
ha dormido. Kaput. Morirá de su propio éxito. Son ellos los que nos leen la
cartilla de Fumanchu. A mí me parece que don Sisenando el rubio con esa melena
de camionera de la Ruta 66 un nabab del ladrillo con las cuatro reglas mal que
bien aprendidas fue el culpable en razón a que temía su competencia, les mandó
los padrinos escondido en un tarro fatal donde se guardaba el especifico que
suelto en el aire y dejado por correr por las cañerías o almacenado en la
cabina de los aviones había de causar la muerte de millones de seres humanos.
Juegan al trompo con nosotros. Promulgan la eutanasia y aplican
anticonceptivos. Sobra gente en el mundo. A pesar de todo, la vida sigue siendo
bella. Las terrazas de los bares están repletas de gente que toman piscolabis
con mascarilla. Muchos factores que yo no acabo de entender se mezclan en este totum revolutum de la peste aviar
verdadero flagelo del género humano del que todo es confuso tanta información
de mezcolanza desinforma. Por lo visto el año bifronte dos veces veinte del
siglo XXI fue el año de Nostradamus el de gemir y crujir de dientes. No nos
pongamos trágicos. Sea lo que Dios quiera. De algo hay que morir.
LIBRO CUARTO
En 1977 agosto caía sobre Nueva York plomo derretido hubo un
apagón gente quedó varada en los ascensores los semáforos dejaron de funcionar
los quirófanos quedaron a oscuras y los pacientes agonizaban en la mesa de
operaciones un caos. La ciudad automática la ciudad que no duerme paró de
pronto. Con el corte del fluido eléctrico bajaron desde Harlem al bajo
Manhattan las tribus urbanas y empezó la gran pecorea, el looting. En la gran pecorea yo vi a
morenos que saqueaban las tiendas arramblaban con televisores lavadoras
infernillos. Muchos neoyorquinos de buena voluntad se preguntaban si no había
llegado el apocalipsis. El apagón nos hizo mascar el polvo de la derrota
demostrándonos lo frágil que somos. Se va la luz y todo se interrumpe porque el
soporte vital de nuestras ciudades se cifra sobre la tecnología. Un simple
fusible da en quiebra y adiós mis pavos que atruena. Yo vivía en el piso 24 de
las Torres de Water Side Middle Manhattan. Salí de casa y bajé a tientas por la
oscura escalera. Saludé en el vestíbulo al janitor un portorriqueño simpático de pelo rizo en mis
conversaciones mezclaba el inglés con el castellano spanglish. Pude ganar la
plaza donde estaba sentado mi amigo el rabino Yankel que también mezclaba el
inglés con el yiddish. No estaba aturdido el buen rabí que vestía camisa blanca
y una dulleta que le llegaba hasta más debajo de la pantorrilla.
─Hello, there. How come?
─ This is a signal of Apocalypses─, dije
Yankel empezó a reírse por toda la barba. Exhibía en
su atuendo personal cierto descuido pero miraba con ojos penetrantes de
Einstein. Sus barbas apostólicas estaban blancas, sus tirabuzones negros, el
zapato sucio y mal atado. Era un judío ortodoxo observante de la ley. con un
gorro imponente de felpa sobre la cabeza casi tan grande como medio paraguas,
los tirabuzones, la barba en parroquia,
los ojos tristes de tanto leer y la frente algo macerada por darse la testa contra
el muro de las lamentaciones. De las espaldas colgaba como de una percha su
sucio dulleta. Yo no comprendí cómo tan dulces personajes pueden ser odiados con tamaña inquina aunque
comprendí que si uno por uno representaban a los mansos corderos del evangelios
unidos en comandita se transforman en tigres pudiendo llegar a ser gente
fanática, toda la peña, al reivindicar la Tierra prometida. Imbuidos de ese
misticismo que desdeña los halagos del mundo y el poder y la riqueza que ellos
controlan. Ya me dirás. Pertenecía a un pueblo indestructible que seguía
vistiendo como los padres del Viejo Testamento observando su dieta y rezando la
Shemá al levantarse y al acostarse. A los askenazíes no les era permitido
hablar con un goim pero solía saludarme y conversaba conmigo. Quizá observando
con su ojo clínico y su vista gastada de tanto escudriñar los textos sagrados
que a lo mejor yo podía pertenecer a su elenco. Sabía que en España hubo
infinidad de conversos que mudaron de credo en apariencia por más que en
secreto siguieran con sus abluciones judaicas sus cantos y todos esos elementos
residuales de nuestra herencia mosaica.
─Eso es una canallada que inventaron los nazarenos. Cristo es un
veneno. El mundo no se acaba.
─ ¿Cómo qué? El apocalipsis de san Juan fue escrito por un judío
el apóstol san Juan en la isla de Patmos.
─Ese apóstol que tú dices era un griego.
─ Paparruchas, el mundo es eterno.
Me quedé de un aire horrorizado por la blasfemia que acababa de
escuchar. Había un supermercado en las inmediaciones y la gente salía cargada
con garrafas de agua mineral. Tampoco manaba por los grifos el líquido
elemento. No funcionaba la bomba de las cañerías. El verano neoyorquino del 77
fue tórrido y hubo un gran apagón. Se produjo un caos en la ciudad automática.
Los ascensores no funcionaban, en el metro quedaron atrapados los trenes de
cercanías, hubo violaciones y navajazos y desde
Harlem y Brooklyn bajaron las hordas de negros y portorriqueños y
asaltaron las tiendas de electrodomésticos. Se veía a muchos individuos
cargados con televisores de plasma, trajes y zapatos de marco a lo largo de la
Quinta Avenida. Arramplaban con todo.
Las hordas devastaron la gran Manzana sujeta el expolio de la gran
pecorea.
Le dije al rabino que esa idea de la impostura que achacan los de
la Vieja Ley al Salvador no era suya. La había lanzado Nietzsche el padre del
nazismo. Yankel volvió a reírse y me ofreció un pitillo Malboro puro sabor
norteamericano. Me mostró la cajetilla:
─Dime, español, ¿cuántos cigarrillos hay aquí dentro?
─Veinte menos dos, que vamos a quemar tú y yo, dieciocho.
─Eso es. Una verdad matemática. Algo que puede ser
demostrado y probado. Vuestro Nazareno no puede demostrarse. Pudo ser un
invento.
─Un invento─ replico─ que dio la vuelta a la historia. La cruz
está en todas las partes. En las torres de las iglesias y catedrales, en las
salas de los hospitales a la cabecera de los enfermos cobijando a los
moribundos, en las aulas de las escuelas sonríe los cielos formando el arco
iris de Constantino in hoc signo
vinces y se reclina incluso sobre el pecho de las mujeres mundanas.
La cruz es el Logos, la sabiduría infinita que hace que el mundo siga
girando
─ Humbug, retórica pura retórica – dijo Yankel con una frase de
Scrooges el personaje de Dickens en Christmass
Carols.
─ En ese caso toda la Biblia es lo mismo: una historia de hazañas
bélicas, o una novela rosa con referentes epitalamios de carácter erótico como
“El Cantar de los Cantares”
Quedó pasmado ante mi blasfemia
─ Es la palabra de Dios. Es el pacto entre Yahvé y el pueblo
elegido. Algo que los idólatras no podréis comprender. Somos el pueblo del
libro y la tierra. Algún día volveremos a tomar posesión de ella.
─ Eso es puro sionismo
─ Yo no soy sionista. Israel no ha de ser nunca una nación vulgar
con sus parlamentos, sus políticos, sus corrupciones, sus periódicos─ afirmó
rotundo Yanquel sin perder su sonrisa.
La ceniza del Malboro se le había quedado esparcida por la pechera.
Por debajo de su traje solar negro le asomaban las puntas de una faja blanca
las filacterias. Su mujer y su hija que presenciaban divertidas nuestra
conversación a longe (de lejos), como las buenas mujeres en el Calvario, le
hacían señas para que acabáramos nuestro intento de solucionar los problemas de
la humanidad pero al rabino le divertía contraatacar. Quizás les sorprendiese
ver a Yankel discutiendo con un goim. A todos los judíos les encanta discutir
sin pelear. Un proverbio ruso advierte que donde hay dos judíos surgen tres
opiniones diferentes. A Waterside Plaza llegaban las voces de los
depredadores que saqueaban las tiendas de la First Avenue y allí estábamos los
dos entregados a nuestras disquisiciones teológicas. Como Daniel en el foso de
los leones impávidos ante una atardecida llena de furores. El mundo siguió
marchando sobre sus ejes. Esto es la guerra. Apagadas las televisiones,
funcionaban a toda mecha los transistores de pilas, relatando los incidentes
del apagón. Creo que con esto de la pandemia Covid vuelve a repetirse la
situación de apagón que yo viví en el tórrido verano del 77.
Mucho me extrañaba a mí el anti sionismo de mi interlocutor. Sin
embargo, me formuló al cabo una profecía:
─Para nosotros el dinero no es más que un salvoconducto de huida
en tiempos de persecución. El oro aplaca el corazón del tirano. Tampoco nos
interesan los honores ni los suntuosos edificios las grandes catedrales. Vamos
siempre con lo puesto en un dilatado tiempo de Cabañuelas para cruzar el desierto.
Pero el día que dominemos los medios de comunicación todo se nos dará por
añadidura. La prensa y la televisión es nuestra arma de combate. El objetivo es
el dominio de la mente humana, la eternal Wisdom. Los periódicos y la tierra.
Somos un pueblo agrícola. Cuando alcancemos la tierra prometida volveremos a
ser agricultores.
Por boca de Yankel estaba hablando Billy Gates con más de medio
siglo de anticipación. Se informa que el gran nabab de la comunicación el
hombre más rico del mundo a través de facebook, Amazon y las redes sociales
está adquiriendo tierras de labor en América del Norte, en Colombia, Venezuela
y Argentina. De esta conversación durante el apagón con aquel rabí un verdadero
oráculo de sabiduría pero como todo humano también sujeto a las contradicciones
obtuve certidumbres y dudas. Dicen por mi pueblo que todos tenemos una
ventanillo al cierzo y que cada uno estornuda como Dios le ayuda. Nueva York me
hizo conseguir una visión distinta del mundo. Es una ciudad judía meca
del cosmopolitismo pero si se apaga la luz por avería todo se va a tomar por el
culo.
Anoche no pude dormir. Veía a una bella mujer golpeada,
maltratada, escupida, denigrada por su explotador. El anticristo ¿es polaco? Y
veía al papa Wotyla, el siniestro polaco, en los infiernos, revolcándose con
los diablos. Fue el que destruyó la URSS e hizo de la santa Iglesia de Xto una
sucursal de los derechos humanos. En mis andanzas de corresponsal en Varsovia
sentí la presencia del Malo. Otra vez en Kiev, la santa, vi los campanarios de
sus iglesias derribadas.
Vi a dos ángeles negros que alzaban sobre el cielo un cartel en
latín que decía Russia delenda est.
El ángel negro era la viva estampa de Zelensky, unas navidades, un tipo que
debía de ser de su familia quiso jugar con mi cabeza a los dardos. Era un
hebreo de Lvov que se acostaba con Linda que fue una amiga mía y acudí a ella
viéndome perdido. Se me había acabado el dinero.
Alguien había robado la cartera. Mi ex no quiso recibirme y no
pude ver a mi hija Helen. Fue como una pesadilla, pero yo (no me huelgo ni me
enorgullezco presuntuoso por ello) yo tengo pálpitos proféticos. Anoche volvió
el ángel negro cuando apareció en la pantalla de mi ordenador el rostro hermoso
de Stella una de las mujeres rusas que yo más admiro en la Red.
La Nicole Kidnam y otras beldades de Hollywood son superadas por
ella en hermosura con creces.
Miren las fotos de su cara que adjunto. Tiene la desgracia de trabajar para un
chat porno.
Stella que debió de ser maestra en una escuela siberiana, no
tiene nada que ver con las furcias que perpetran asquerosas guarrerías por la
red. Solo se desnuda en los privados de pago. Un ochenta por ciento de sus
ganancias se los lleva su chulo, un pimp
polaco que la convenció para que se fuese con él las pasadas Navidades.
Fue el autor de la paliza el muy cobarde. Puñetazos en los ojos
y moratones en el arco ciliar, ojos de haber llorado. Se me revolvieron las
tripas y vi volar al diablo por la Red con más fuerza que nunca destruyendo a
Europa a la familia con sus perversiones. Rusia es el objetivo de este
ataque porque es el único que enarbola el pendón de la cruz cuando el resto de
las cristiandades ruedan por el derrumbadero del laicismo. Stella
la siberiana es la representante de la belleza y de la pureza de la nieve de las
llanuras que la vieron nacer y elegante,
cual las olas del lago Baikal.
Porque ella sigue siendo un manantial de pureza, aun cuando se dedique al
oficio más antiguo del mundo en el que me parece una aficionada y desconoce sus
maldades y por eso tuvo la desgracia de recibir una paliza precisamente el día
de su santo que los rusos siempre celebran con entusiasmo. Reparte amor y
sonrisa a una Europa atascada en el odio y la gran mentira
Anoche no pude dormir. Veía a una bella mujer golpeada, maltratada,
escupida, denigrada por su explotador. El anticristo ¿es polaco? Y veía al papa
Wotyla, el siniestro polaco, en los infiernos, revolcándose con los diablos.
Fue el que destruyó la URSS e hizo de la santa Iglesia de Xto una sucursal de
los derechos humanos. En mis andanzas de corresponsal en Varsovia sentí la
presencia del Malo. Otra vez en Kiev, la santa, vi los campanarios de sus
iglesias derribadas.
Vi a dos ángeles negros que alzaban sobre el cielo un cartel en
latín que decía Russia delenda est.
El ángel negro era la viva estampa de Zelensky, unas navidades, un tipo que
debía de ser de su familia quiso jugar con mi cabeza a los dardos. Era un
hebreo de Lvov que se acostaba con Linda que fue una amiga mía y acudí a ella
viéndome perdido. Se me había acabado el dinero.
Alguien me había robado la cartera. Mi ex no quiso recibirme y
no pude ver a mi hija Helen. Fue como una pesadilla, pero yo (no me huelgo ni
me enorgullezco presuntuoso por ello) yo tengo pálpitos proféticos. Anoche
volvió el ángel negro cuando apareció en la pantalla de mi ordenador el rostro
hermoso de Stella una de las mujeres rusas que yo más admiro en la Red.
La Nicol Kidnam y otras beldades de Hollywood son superadas por
ella en hermosura con creces.
Miren las fotos de su cara que adjunto. Tiene la desgracia de trabajar para un
chat porno.
Stella que debió de ser maestra en una escuela siberiana, no
tiene nada que ver con las furcias que perpetran asquerosas guarrerías por la
red. Solo se desnuda en los privados de pago. Un ochenta por ciento de sus
ganancias se los lleva su chulo, un pimp
polaco que la convenció para que se fuese con él las pasadas
Navidades.
Fue el autor de la paliza el muy cobarde. Puñetazos en los ojos
y moratones en el arco ciliar, ojos de haber llorado. Se me revolvieron las
tripas y vi volar al diablo por la Red con más fuerza que nunca destruyendo a
Europa a la familia con sus perversiones.
Rusia es el objetivo de este ataque porque es el único que
enarbola el pendón de la cruz cuando el resto de las cristiandades ruedan por
el derrumbadero del laicismo.
Stella la siberiana es la representante de la belleza y de
la pureza de la nieve de las llanuras que la vieron nacer y
elegante, cual las olas del lago
Baikal.
Porque ella sigue siendo un manantial de pureza, aun cuando se dedique al
oficio más antiguo del mundo en el que me parece una aficionada y desconoce sus
maldades y por eso tuvo la desgracia de recibir una paliza precisamente el día
de su santo que los rusos siempre celebran con entusiasmo. Reparte amor y
sonrisa a una Europa atascada en el odio y la gran mentira . Stella
celebraba su 47 cumpleaños cuando recibió una paliza que estuvo a punto de
costarle la vida- yo vengo siguiendo el caso desde las pasadas navidades cuando
este individuo polaco que firma con el alias de Bjowy195 (debe de ser un viejo
algo valetudinario que significa cuentos de hadas) la compró para llevársela a Israel.
La prometía el oro y el moro pero en Jerusalén acabó en chica de alterne
violada y maltratada y explotada porque con el negocio de la prostitución el Bjowy
1950 el de los cuentos de hadas obtuvo pingues ganancias. A mí me da pena esta
pobre mujer que cayó en las redes de la trata de blancas. Así lo denuncio a la
policía para que metan al criminal en la cárcel.
Es un polaco un enemigo de Rusia que maldecía al
presidente Putin y se reía de él cuando se jactaba con estas palabras:
"iré a por ti con visado o sin él aunque tenga que pisarle los cojones a Vladimir
Putin. La serpiente estaba entre la hierba.
Luna llena de septiembre un verano más. Los pavorosos incendios
en Orense y el Jerte, apagados pero aun renuentes, inspiraban la serenidad de
la noche clara. Salí al estragal a tomar el fresco. Como hacía algo de biruji
fui a por la manta del tresillo y se la coloqué sobre los hombros a mi señora
compañera de berrinches porque la serpiente se oculta entre la maleza del
destino, no la vemos aunque la intuimos. Y yo pensaba en la Suzi. Sus ojos
dulces me miraban en inglés a través de la cordillera, ya más de medio siglo
sin mirarse en aquel espejo que fue mi vida entera y lo perdí. Anguis est in herba (la serpiente se
oculta entre la hierba) pensé todo arrepentido pues aquel amor, yo lo
traicioné, pero me divorcié y volví a desposarme con la literatura. Palo y mala
vida, vita est. Quise robar la luna redonda perfecto círculo como una hogaza
blanca colgada en la lejana panadería del firmamento.
Hacía frío, teníamos el alma congelada, aquella no era mi mujer
sino una peregrina que conocí en el camino para aliviar la fatiga y la sed y
todos esos avatares de la existencia, A su lado no fui feliz. Sólo hubo coces,
voces y desatinos pero tomábamos el fresco de los desengaños como si tal cosa y
acabábamos de celebrar las bodas de oro, medio siglo de exilio, Hablábamos del
amor como quien oye llover. He aquí que a través del valle del Aulencia llegaba
el sonido de las olas al romper. La mar bufando estaba aquella noche. Las ondas
estallaban contra los cantiles de la playa y yo quise robar la luna. Soñé con
metas inalcanzables.
¿Puedes subir? Traerme
una escalera. No llegarás nunca alcanzarás la cúspide, el último piso ni te
coronarás de laurel, pero mira que hermosa está la luna del plenilunio. Aires
de septiembre.
Un verano más en tu vida
y tú empeñado en empresas quijotescas, siempre anduviste metido en camisas de
once varas, Antoñito. Quisiste romper una lanza por Olga la larga y acabaste
molido entre las aspas del molino de viento de la prostitución. Te metiste a
redentor de cautivas y estaban ellas tan a gusto en el harén esperando la
llamada del sultán para una nueva noche de amor. Eso se llamaba trabajar para
el turco. Escuchabas sus mayidos de gata en celo y sus apasionados suspiros las
frases entrecortadas del deseo Fuck me, I want your cock. No pares ay que gustito
oh my god, métemela otra vez. ¿Por qué aquellas barraganas en lo alto de su
coyunda se acordaban de Dios cuando estaban jodiendo?
Una a una iban quedando
preñadas las odaliscas rusas del gran harén de Estambul y tú Antoñito no eres
un mercedario, llevas cerquillo y tu tonsura pero rescatar a estas mujeres,
sacarlas del vicio y de la prostitución va más allá de tus fuerzas. Deja que la luna se pierda por el oeste cuando
amanezca y no le cuentes a nadie tus desventuras. Quisiste robar la luna y
llevártela a tu casa gozarla como aquel personaje del cuento de Gogol. Se te
pasó a la edad, estás para pocos trotes. Es verdad. Cerramos la puerta de
nuestra casa mi mujer y yo. Aquella noche dormimos como dos bebés. La luna
envió a un mensajero un ángel a velar nuestros sueños de cincuenta años de
desamor. La serpiente se escondía entre la yerba.
Mi amigo Quintiliano Quindejas
al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó al
Requejar- apud-Tejares tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor
ventilado no puede haber en el mundo, a orar por sus difuntos. No estaba seguro
de que fueran escuchadas sus interpelaciones a lo alto. Allá la oficina de
reclamaciones celestial debía estar cerrada o era la hora de comer. Sólo con
los ojos de la fe podía tener sentido aquel enigma en oposición abierta a los
dictados de la naturaleza que guarda ominoso silencio sobre el sentido y
propósito de nuestro vivir. Somos física y química, un setenta por ciento de
agua riega nuestras células que se pudren cuando el corazón se para. Somos
tierra y el barro en que nos fraguaron, un cuerpo que se descompone en polvo.
Ítem más, aquel quietorium donde reposaban sus antepasados era un lugar bello, bien soleado y aireado por el
viento seco de la meseta. Le entristecía y le espantaba el pensamiento de la
muerte cuando acababa de cumplir setenta y seis años después de haber curado
del Covid casi milagrosamente. El tiempo se acababa. Siento mis manos vacías,
Dios mío. Aceptaba los hechos, concedía derrota. Había llegado desde su rincón
asturiano donde vivía solitario con un retrato de san Laconio eremita sobre la
cama y una calavera encima de su mesa de trabajo para rogar piedad y
misericordia y entregarse a una profunda meditatio
mortis al estilo de los místicos que vivieron sólo para prepararse para la
muerte. Hay que morir hay que dejar la
carcasa. Lo irremediable no tiene vuelta de hoja Tal pensamiento se convertía
en una obsesión dejándole entristecido el
ánimo entristecido, y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los
puntos de su azarosa biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero para
el vulgo soy “Timi Quinolas” Debe de ser por mi afición a la brisca y los
juegos de azar y al vino. Bebe y aléjate de las mujeres. Eso es muy difícil,
tío. ¿Cómo lo conseguiste? Ah mediante la reportación, abstinencia y
continencia. “Vinum bonunm letificat cor
hominum”. La cita viene del Eclesiastés... No me vengas con monsergas,
Quinolillas, que ya nos conocemos. Sé que eres adepto a los postulados del
Príncipe de la Mentira... venida la hora del Separador que apartará el trigo de
la cizaña. Me pregunto yo si no seré yo la sombra del Soguillas, su alter ego,
su otro, el exergo, la sobrehaz, la otra cara de la moneda. Por eso nos damos
caña. El debate se prolongará durante toda la eternidad.
Le contradigo con mis propias
conclusiones y silogismos Él no me conoce ni de vista pero yo bien que lo
conozco a él, y hasta puede decirse que vivo en él. Soy su “otro”. Siempre le
canto las cuarenta, copo la banca y él ni se entera el pobre porque es un cura
apóstata que anda algo perdido yendo de acá para allá, de sinagoga en sinagoga,
de quilombo en quilombo, de taberna en taberna y de rota en derrota. La hez de
la sociedad, los últimos de la fila, los perdedores, los anarquistas, los
soñadores, apartados por la chusma, hablamos otro lenguaje. No nos entienden.
Ya somos viejos. Somos tahúres de la palabra. Hemos leído demasiados libros, lo
que no se perdona en estos días de abundancia hedonística de analfabetos. Los
dos somos de Segovia la patria del “Buscón” y del “Domine Cabra”. Hijos del
arroyo, flores de jara. De la picaresca y de la astucia atributos, y puesto del
dicho que se dice que de escarmentados se hacen los arteros, algo nos toca. La
mala vida nos enseñó a disimular pues en este mundo todo se nos va en
apariencia. Alardeamos de blasones y de venir de la pata del Cid cuando no
somos sino perailes. Al mirar cuanto dejé atrás en mi vida pasada siento haber
sido un cero a la izquierda. Escuchamos voces, atendemos a la llamada pero
luego resulta que estos gritos son refracciones del aire que sale de una boca que
no existe. Bajo el tornavoz del púlpito coronado por la Paloma del Paráclito
(pongámosle paños al púlpito) se han vaciado los templos no se escuchan
sermones, murieron los predicadores. Los púlpitos fueron sustituidos por
cámaras y micrófonos. Desde su ambón se imparte la teología del mercado y los
anunciantes de un mundo feliz en el cual no cabe ser, sólo tener─ el mejor piso
la mejor lavadora, el cuerpo más apolíneo, las más bellas mujeres─ consumismo a cada hora. Vivimos dentro de una
burbuja, no sirve darle vueltas. Nuestra vida es más regalada que la de
nuestros padres. Labramos con el pescuño y la reja del arado romano y ahora
andamos por el ordenador, los viajes a Marte, el cambio de sexo y la
reproducción asistida. Sin embargo no hemos podido acabar con la pandemia y los
políticos se refieren al cambio climático como una amenaza apocalíptica.
─Cultura de la queja, Eutimio
─Cierto. Nuestra senectud está
siendo mucho menos trabajosa que la mocedad.
─Se extinguieron las pasiones.
No se nos empina, abandonos Príapo. Estamos para sopitas y buen vino. Se acabó
el tiempo del “cherchez la femme”. La anafrodisia nos sume en estado de
lánguido estupor a la vez que nos libra del alarde venéreo.
─Eso serás tú, Soguillas. Yo
todavía… todavía.
─A mí el sexo ya no me pica. Me
causa risa. Entro en los chats porno de la red para conjurar mi aburrimiento de
las largas noches del invierno en la casona. Me hincho a ver cufros, tetas,
carajos, meneo masturbatorio, eyaculaciones salvajes y suspiros, he descubierto
que la hembra es insaciable como dicen que era Felipe IV el rey nuestro señor.
El fuego no se le apaga eternamente en su pebetero. Todo son glándulas
químicas. Una función fisiológica y casi coprológica como mover el vientre o
evacuar la vejiga. ¿Dónde están las feministas? ¿Qué hacen las sufraguistas de
los movimientos ad lib para evitar que la mujer se convierta en una paridora
objeto de placer?
─Mal andas, pecador. ¿Y este es
aquel antiguo seminarista que aspiraba a la hornacina que quería ser santo como
Luis Gonzaga. Y ahora vives como un eremita en su Tebaida apartado allá arriba
en un lugar donde cristo dios las tres voces.
─Si no lo quería al menos lo
disimulaba. Desde los quince años llevaba cilicio los viernes en cada pata.
Había que mortificar la carne pero de cuanto perdí ahora me resarzo.
─Fariseo.
─Gilipollas.
─Vivo sin vivir en mí
Estas internas discusiones del yo
enigmático llevaba nos a ponernos boca bajo frente al abismo. A lo lejos
quedaban las anfractuosidades de los vientres de la montaña ocultos como su
sino. ¿Cuál sería su destino? La quintana en soledad no respondía a la
interrogante. Estaba plantada como una torre dominadora sobre el caserío de la
aldea alzándose casa de indianos sobre los pumares de Valleluengo. Olor a cucho
y aire claro. Allí fuime yo a pasar mis últimos días en una aldea que llaman
Butiellu. Su anejo: el Uellu por los pagos de San Fermín cerca de la rasa que
mira al cántabro mar, paralela al Cabo Peñas. Quería empañarme del sonido
musical de las olas que conjugan, marea viene y va, mis arrepentimientos
mezcladas con el canto de las sirenas de la mar y las xanas del bosque o las
nereidas que peinaban sus cabellos entre los remolinos del rio Esqueiro. La
verdad es que a este cura le remordía la conciencia. Formación eclesiástica y
latines del ayer suprimidos por la nueva liturgia. Estaba harto de teorías y de
retóricas en mis últimos días. Yo sentía que este mundo ya no era el mío. Dejé
de ver televisión pero me colgué a la Red como tantos mortales en los comienzos
del presente siglo y yo era más bien un hombre del siglo XX y por mis lecturas
de los clásicos españoles. Me deleitaban las páginas de Clarín, Palacio Valdés
y Quevedo el genio de nuestro idioma Teología de la liberación. Miesesmucha─ el
Soguillas para sus amigos─ entró en la institución con limpios ideales
su amigo se fue de misionero a Senegal, colgó los hábitos y se casó con una
negra. Tiempo adelante se torció. Vio venir a un sátiro con sotana. Este no es
galgo ni perdiguero y se dio cuenta de que hay un desfase entre lo que se busca
y lo que se alcanza. Esta es la calve que da pábulo a la violencia. El
cardenal, la curia, los pajes caudatarios, ─yo llegué a ser fámulo del obispo que me dio la tonsura y
ordenó de Menores─ es lo accidental. Me enseñaron a guardar los sentimientos,
obra con disimulo. Doblarás el espinazo ante el Poder, luego a sus espaldas
reirás de él. Y con esta normativa fui iniciado en el arte de nadar y guardar
la ropa, a ser avezado en las artes del enmascaramiento. Conoció a un tal Félix
el hijo del cabo de la guardia civil de Vegafría que nos llevaba al cuartelillo
si nos pescaba llevando el carro sin fanal o subíamos la cuesta de San Miguel
de San Miguel sin luz en la bicicleta. Nos inflaba a palos. El Félix era un
pícaro redomado llegó a ser el primero de la clase pero se hizo revolucionario
y acabó de terrorista de la ETA. Todos los meses en el cuadro de honor y mira cómo
acabó. Iglesia dinero poder sexo. Nos
fuimos por mal camino. De repente irrumpió un nuevo código de conducta
entre los clérigos. Hay que andar a la mira y poseer capacidad de adaptación y
de flexibilidad de vertebras Libros antiguos de piedad se descatalogaran o
fueron a parar al anaquel. Los jesuitas quemaron sus bibliotecas. La “Pasión
del Padre” y otros tratados de devoción acabaron en la hoguera, se vendieron
tomos de los antiguos vademecums de Mística al peso. Fueron a parar a almacenes
destartalados de los libreros de lance. Esa fue su querella y parte de su
dramática situación. The randy priest
became a dangling man cuya vida
colgaba del vacío. Mitras conciliares, testas coronadas y en los estrados
quedaron para siempre enterrados su sueños e ideales. Se esfumaron en el aire,
ya dormían con los fantasmas. Se dio al vino. Visitaba los prostíbulos. Una
hetera le curó de lo suyo, la hizo un chico. Estuvo mucho tiempo que le dolía
el compañón derecho. Buenos se han quedado tus dídimos. Para el arrastre,
prenda de mi corazón. Flotaban las sombras. Pasaban corozas cabalgando a lomos
del mulo de la inquisición, un paseo mucho menos agradables que otras
cabalgadas que tuvo trotando hacia el Edén. Que fue de ti Marfisa, el ojo
ladrón y el coño puto, pero ¡qué coñete rico! Jugaban al puño puñete quítale y
vete en las tardes frías de enero después de las grandes nevadas de por san Antón
y cortaban ramas del perejil que eran más tiernas por el mes de enero y con
ellas se lavaban los dientes y la vejiga. Las guerras de democracia
sustituyeron a las antiguas guerras de religión. El siglo XX como el XVI fue también el del amor y el del desmadre
de las folías del rock. Scout McKenzy cantaba el si vas a san Francisco en los
guateques y al cura rebotado y a sus novias se les ponía la carne de gallina.
Me gustaba Elvis y los Escarabajos de Liverpool. Había que ventilar el alma con
nuevos sonidos y canciones las que berrean día y noche Radio Estulticia y Radio
Corazón desde un barco pirata en sus
programas light exentos de trascendencia. Es grande vivir. El que vive alegra
la vida y agrada a Dios. Randy priest,
no entiendo la razón de tu desvarío. Así y todo, creo que permaneces terne en
tu fe.
Volver hacia aquellos pagos era el regreso
a un pasado que fue tiempo de lucha y de combate. Eran sexmos aguerridos,
tierra de soldados de fortuna que se han venido abajo. Su lanza oxidada ha
perdido el filo. Está embotada. Pequeños apenas cabían por la escalera de
caracol cuando subían a la Torre a tocar las campanas pero recios como encinas. Sentía la llamada de su
tierra. Lo convocaban sus muertos.
El año 1964 con veinte años cumplidos el preuniversitario
aprobado y en segundo de Comunes con una carta de trabajo para ir a un campo a
la recolección de fresas y ciruelas (strawberries and plums) y un
diccionario Collins de bolsillo en mi macuto tomé el expreso de Hendaya. El
tren iba atestado. Días antes, en el Bernabeu Marcelino había marcado el famoso
gol a Rusia, Yasin bajo los palos, la "Araña Negra", que se
interpretó (erroneamente) como un desquite por los agravios de la guerra civil,
pero España vivía un ambiente de euforia y optimismo mirando con tranquilidad
hacia el futuro. Se celebraban los XXV años de paz por todo el
país.
Eran multitud los estudiantes españoles que habían escuchado la
voz de Shakespeare. En el andén sonrisas y lágrimas y pañuelos de despedida.
Bajo la alta mampara de la estación de Príncipe Pío me parece que se repitieron
escenas como las vividas cuando la expedición de la División Azul se puso en
marcha para ir a Rusia. “Abrígate, no cojas frío”─ qué anacronismo estábamos en
pleno junio─ “No bebas mucha cerveza”, “Reza tus oraciones de la mañana y de la
noche”
─Sí, mamá.
─A ver qué hacemos, cuidado con las inglesas.
─Sí, papá.
─Escribe pronto.
─En cuanto llegue.
Muchos de nosotros íbamos a la aventura. En los planes de
segunda enseñanza dábamos francés pero el inglés se estaba imponiendo. Era el
idioma del futuro a pesar de Blas de Lezo, la Invencible, y a pesar de
Gibraltar, oh Gibraltar, tú la espina clavada en suelo español. La lengua de
Milton había que aprenderla por cojones si se quería ser algo en la vida.
Habíamos sido un pueblo germanófilo y francófilo pero nos estábamos pasando al
campo de nuestro enemigo histórico y la culpa la tuvo Franco que el 17 de julio
de 1936 estando en Tenerife se fumó la clase de inglés con una profe particular
que se llamaba Miss nosécuantos, por causa mayor. Se preparó la gorda. En adelante
Franco, un anglofilo de siete suelas, siempre padeció de esa merma, que era un
complejo de inferioridad inherente a nuestras clases dirigentes. Tardamos casi
un día en llegar a París y allí hacer transbordo desde la estación de
Austerlitz a la Gare du Nord. No tuve dificultades porque los franceses
son cartesianos, optan por la línea recta mientras los anglos prefieren la
línea curva. El inglés es sinuoso de por sí. Por eso no me perdí en el metro
parisino mientras en el londinense me costaría verdaderas lágrimas de
desolación coger el tubo que me llevó a las chimbambas dando vueltas por la
Circular Line con mi macuto a cuestas. Mi padre me había sacado del cuartel un
macuto de campaña, botas militares y pantalón caqui. La gente me miraba como si
fuese marcando el paso. Un mozo del pueblo de Fladbury donde yo llegué le
escuché decir con sorna:
─Here is the Spanish
Armada again (Aquí están los españoles de Nuevo)
─Esperemos que sir Francis Drake termine su partida de bolos
para darles una paliza.
Bajé el cabeza, humillado. Yo preguntaba dónde estaba la
estación de Paddington pero nadie me entendía y ¡yo que me ufanaba de saber
hablar la lengua del imperio¡... Gotas de sudor y de lágrimas caían sobre las
páginas de mi diccionario Collins. Aquel día lloré más que nunca. Nadie me
entendía, ni me ayudaba. Me puse a rezar acurrucado en el extremo de un vagón
pidiendo a la Virgen que me ayudara a encontrar el camino de regreso pues
maldita la hora que había yo avistado los blancos acantilados de Dover. Quiero
irme a casa. Sin embargo, después de casi dos horas de andar perdido en el
subterráneo avisté un cartel que ponía Paddington. Hacía un calor bochornoso.
Lo que más me llamó la atención fue el olor de Londres así como la homogeneidad
de los rostros impávidos, el goteo de las pisadas apresuradas, la inmensidad de
aquella urbe que olía a zotal y a ropa vieja. Me senté en un banco y ya
dispuesto a pasar la noche tendido sobre la madera con el macuto de mis
pertenecías por cabezal, cuando escucho a alguien que me hablaba en
español:
─Hola
─Buenas.
─Me llamo Pablo, soy de Madrid. Vine a Londres y trabajo de
friegaplatos y ¿tú?
─A Evesham a un campo de trabajo en Worcester. Perdí el tren y
el próximo convoy no sale hasta mañana a las diez.
─ ¿Tienes habitación?
─Dormiré echado aquí a la luna de Valencia.
─No se puede. Te detendrá la poli. Si quieres, yo tengo un sitio
en mis lodgings. Puedes venir conmigo a mi posada. No te cobraré nada. Es
gratis.
No encontré sospechosa la propuesta de Pol. No quería que le llamase
Pablo en español. Pol a secas. Que me ayudó a portar mi pesado equipaje sin
asustare del estruendo de mis botas de artillero que taconeaban con estruendo
por el malecón.
─Bueno vamos.
En ese momento pasó una niña jamaicana de madre negra y padre blanco,
mezcla de razas. Londres era ─iba a ser, estaba siendo con la pérdida de las
colonias─ un melting pot. El padre iba leyendo un periódico
sábana “News of the World” y estaba entrando en agujas una máquina de
vapor. Por la ventanilla se asomaba un fogonero rubiales con la cara tiznada de
carbón. El tren era el mixto de Cardiff. Gales siempre estuvo en mi
imaginación. Era la patria de Tom Jones. Mi huésped vivía dos calles más
arriba, un cuartucho interior en sótanos que compartía con otros estudiantes. Baño
no lo había y había que mear en un sillico. Mientras meaba y me desnudaba el
tipo se quedó mirando, una mirada de lascivia que no había visto yo nunca. Esos
ojos me hacían daño y le pedí que se volviese de espaldas mientras yo evacuaba
mi vejiga. No hizo caso. Se abalanzó de pronto sobre mí queriéndome besar.
─Túmbate ahí y yo te digo cositas.
Santo Dios. Pegue un brinco que debió de despertar a todos los
huéspedes. El casero bajó del piso de arriba en paños menores con una linterna
mientras yo chillaba con toda la fuerza de mis pulmones:
─No por Dios. A mí maricones.
Me vestí como pude y salí de estampida regresando a la estación
con mi macuto a cuestas y con mis estruendosas botas del ejército español que a
esas horas de la madrugada quebrantaban el silencio de la capital inglesa.
Taconeaba con rabia como diciendo adonde me habré metido. Paseando junto a un
furgón de correos y con las manos puestas en las posaderas no fuera a regresar
aquel infame maricón transcurrió toda la noche hasta que tomé el tren de
Fladbury. Mi entrada en Londres no fue nada triunfal pero la voz de Shakespeare
me llamaba y unos ojos acariciadores me miraban en la lejanía. Eran los de la
Suzi. Mi primer encuentro con la gran metrópoli donde pasaría después los años
más deliciosos de mi juventud no pudieron ser más torpes. Lo mismo que el
postrero cuando traté de trabar contacto con mi hija Helen y un ucraniano quiso
matarme con una flecha de jugar a los dardos. El primero no encontró el ojo del
culo y el segundo no atinó a la cabeza porque mi ángel de la guarda puso la
mano. El campo de trabajo de Fladbury era un verdadero Lager o campo
de concentración, un invento de los ingleses en Rhodesia, maloliente, los
camastros atestados de piojos y de chinches donde nos mataban de hambre. Lo
mejor era el desayuno, palomitas de maíz y té azucarado, mientras sonaba en el
comedor la música de los Beatles. Escuché allí a los Beatles por primera vez
cantando por los micrófonos de la BBC. Soñaba con tener novia, aquellas
ojizarcas minifalderas pero a los operarios de los campos de trabajo no nos
dejaban entrar al baile y a la puerta de los pubs había un cartel que ponía
vedándonos la entrada a los temporeros: “no dogs and strawberry pickers
allowed”. Prohibida la entrada a los perros y a los extranjeros. Aquellos
campos eran la tierra de Shakespeare. Strafford upon Avon estaba a tiro
de piedra de Evesham. Había un parque detrás de una iglesia gótica destruida
por los puritanos de Cromwell donde, tendidos en la hierba, las parejas
se arrullaban y hacían el amor. Como comía poco, yo estaba muy cansado y
enflaquecí. Era un trabajo a destajo. Llenabas una cesta y te daba el capataz
un chelín. Tantas cestas tantos chelines. Había un español estudiante de
de Salamanca, un tal Conejo, que era un pícaro y a veces en cada cesta que
llenaba introducía una piedra por debajo. A veces colaba, y a veces no. Todos
envidiábamos a un alemán llamado Gunter que era una verdadera máquina. Mientras
nosotros tardábamos una hora en la recolección de frambuesas, él acababa el
recipiente de llenarlo en unos minutos. El maldito Conejo que, aparte de
mal educado era un golfo, al salir la conversación sobre la segunda guerra
mundial y el tema Hitler le dijo a Gunter a la cara que a él el Fuhrer le
tocaba los huevos. Dicho esto, el alemán tiró el cesto de las fresas, se
arrojó al suelo y empezó a gritar y a darse golpes contra el suelo con la
cabeza. Más que llorar berreaba. Se produjo un escándalo. Vino el warden o guardián que había sido
sargento mayor en la infantería británica, superviviente del desembarco de
Normandía, y empezó a consolar al muchacho, un detalle de la tradicional
compasión británica. Por lo visto Gunter había perdido a su padre y sus
dos hermanos en la Wehrmacht y su madre pereció en el bombardeo de Dresde. Para
mí fue lo más desagradable de aquella peripecia: la maldad de mi compatriota y
la bondad del guardián del Lager. A los pocos días pedí la cuenta y tomé las de
Villadiego camino de París. Esta vez no me perdí en el metro de Londres y dije
adiós a los blancos acantilados de Dover a toda prisa. No sabía yo
entonces que haría aquel camino de ida y vuelta a lo largo de mi vida
bastantes veces, porque he de decir con Graham Green (título de una de sus
novelas) “England made me”. Es decir: que mi carpintería mental fue
construida con madera inglesa.
LIBRO QUINTO
Los sermones evangélicos se han
convertido en mensajes comerciales compra esto, adquiere lo otro, venga a
nuestras rebajas. Son las homilías de un tiempo. La moralina del consumo, la
verga de don Venancio, que anuncian por la tele que mida dos palmos por lo
menos. Vivimos un tiempo de vacas gordas en la abundancia pues la vida se ha
hecho más fácil y cómoda con los nuevos inventos. La tecnología es la gran
sustituta de la teodicea. Aviad pronto, chiquitos, y no os quejéis tanto que
nunca vivisteis mejor ni lo tuvisteis más a huevo. Pues también es verdad
¡cáspita! A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la
afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la
misma comezón desalentadora por un
tiempo que se va mientras nos resistimos a abandonar la partida. Este tapete
verde de la vida nos hipnotiza viendo morir al mundo en que vivimos y la
destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos pero hemos sobrevivido a la
peste pandemita y podemita que asuela toda la tierra. Aunque con diferentes
ideas los dos hemos sido periodistas. Somos en una palabra el yin y el yen,
hecho carne. Encarnamos la tesis y la antítesis sin que nuestras diferencias
políticas empañen el vínculo de nuestra amistad subliminal de coloquios entre
las sombras que suenan a dolor de atrición y de arrepentimiento. También nos
une al amor a un Cristo heterodoxo que circula por nuestros redaños barra libre
y poco tiene que ver con ese Jesús usurpado y trastocado por los vaticanos. Él
es el que no desaparecerá. Está en la historia cuyas palabras no pasarán. Al
menos eso es lo que esperamos. Yo me propongo escribir la historia del pobre
Soguillas al que unos dan por loco; otros dicen que es un santo mártir de la
causa y para la mayor parte, sintiéndose indiferente, que es uno del montón
atravesando el Mar Rojo del cambio de hora y de era... Envejecer es regresar a la infancia y no sé dónde estoy, sumido en
esta vorágine de los afanes y los días. Febrero fue un mes fasto sin
estridencias ni derivados del alcohol. Lucho contra el vicio. Baco me retuvo
desde la infancia a causa de la sopilla que me daba el abuelo como un
curalotodo. ¿Vencí a la dipsomanía secuela, madre que tú me dejaste con tu
desamor? Me perdí por las tabernas y las timbas jugando al rentoy o haciendo el
tonto por las barras de los tugurios del distrito rojo, buscando el amor que
nunca me diste. Una vez me encontré subiendo por Moyano un niño que era el
doble mío de una fotografía que yo conservo de los cuatro años, estaba apoyado
en el pretil de la bajada de san Cebrián con un libro en la mano, sobre un
paisaje de tablares huertanos y de cipreses. El niño era mi alter ego, son pere craché que dicen los franceses,
su madre iba delante, una rubia despampanante pero ya había engordado. En ella
reconocí a la esquinera de la calle Ballesta que comía pipas y altramuces
mientras aguardaba a los clientes. Ay Madrid ¡qué extraño eres, matas a un
hombre y no apagas un candil! Como se rezagaba, al tiempo que nos miramos, su
madre lo llamó:
— Date prisa, Adeodato.
Adeodato era el nombre del hijo
que tuvo san Agustín en sus relaciones con una esplendorosa etíope. La chica de
las pipas era una beldad pueblerina. Una rubia con la que me ocupé una
malhadada tarde en un bar de ambiente de la Ballesta, la chica hablaba con
acento vallecano, iba en minifalda bonitas piernas y la hice el amor. ¿Subimos?
Un ratito. Sí. Dejó de comer pipas al subir la escalera de la pensión y bien me
acuerdo de lo que dijo: “quiero que me dejen preñada”. Me dio un golpe el
corazón el chico podía ser mío yo la miré y ella siguió su camino pero volviendo varias veces la
cabeza atrás. En noches de insomnio se me representa la cara de Adeodato el
hijo fornecino que nació de aquel polvo rápido en una casa llana de la
Ballesta. Fui pecador. A veces me acuerdo de él, rezo por él y siento dolor de
atrición. Azoté las esquinas de la calle del pecado y en mis horas
penitenciales el nombre de Adeodato suena como un golpe de la disciplina de mis
muchas flagelaciones interiores y arrepentimientos. Creo que aquel día estaba
beodo. No sabía lo que hacía y sin
embargo dejé que obrara la naturaleza, engendré un hijo. Una gran pregunta he
aquí que puede echar por tierra toda la teología de la predestinación. ¿Ese
niño bastardo estaba en el pensamiento divino desde toda la eternidad? Escuché
una voz. Mi ex se dirigía mediante el recuerdo a mi atribulada conciencia:
─Llenaste el mundo de
bastardos. Yo te perdono.
Mi madre no. Creo que me estaba
echando una bronca desde el nicho mortuorio donde la tapiamos una tarde de
Agosto. Aderita vivía en Cornualles pero no quería saber nada de mí. Hice
varios intentos de entablar contacto pero fracasaron. Deri ¿dónde estás amor?
¿Qué fue de ti? Fui hijo en rebeldía desde la primera
leche que mamé. Ayer fui al cementerio y coloqué un ramo de guirnaldas sobre tu
tumba, hice la consuetudinaria ofrenda de las Protelias a Diana, canté sus
nenias cinerarias. Quemé granos de olíbano como ofrenda a los dioses e invoqué
a la virgen Oh María madre mía oh refugio del mortal amparadme y guiadme a la
patria celestial. Me acordé de Aderita mi único
amor a la que tú despreciabas.
Fue
una boda perfecta en la Inglaterra que amé. Al cabo de muchos años cunde en mí
el arrepentimiento y el dolor que pude causar a estas personas sobre todo al
señor que luce una sonrisa elegante al lado de su esposa Mary Joseph. Los
contrayentes, un oficial de los Fusileros Reales y la guapa y esbelta Nicola.
Mi hija Helen es la que asoma la cabecita al lado de los novios como un hada.
Al padrino de inconfundible aspecto marcial no lo conozco. Falta una persona a
la que causé mucho daño. Rezo por ellos y me comunico con ellos. Graham y Mary
están en el cielo. Y mi Helen “altar girl” preciosa. Espero encontrarles en la
otra vida. Toda la eternidad estaré rogando a Dios perdón. Ellos me lo dieron
todo y yo lo tiré por la borda. He aquí la nostalgia de una hermosa boda en un
tiempo feliz. O Lord, forgive me. Me marcó casi desde
que era doncel cuando visitaba el pueblo para dar culto a los muertos en el
camposanto de la Torre. Vivo cantando réquiem aeternum y solazándome con las
estrofas del Dies Irae El quietorium o columbario donde se guardan las
cenizas de papá, del abuelo, del tío Perico y del pobre Agustín
estaba dentro de la helgaduras de los huecos de paloma del columbario y aquello
me recordó a las catacumbas de los primeros cristianos; polvo en espera de la
resurrección polvo pecador y enamorado el eco de las risas de las voces de los
llantos de los que se fueron, hoy convertidos en ceniza que avienta el viento.
Di voces para expresar mi dolor y arrepentimiento:
— ¿Alguien ahí?
El tío Pedro tocaba el
armónium, me pareció ver sus dedos gafos pulsar el teclado del armonio como
cuando al final de las misas de tres curas interpretaba la marcha Real desde el
coro y el abuelo Benjamín afilaba las hoces antes de la siega, percibí el
bamboleo de los carros cuyos cubos cantaban al subir la cuesta de las Siete
Revueltas y Elpidio sentado en el trillo cantaba en tono de prefacio las
jocosas diferencias vernáculas, poniendo a cada pueblo un mote y su
correspondiente retahíla haciendo un recorrido por la contornada todas las
aldeas, villas y anejos de la Villa y Tierra:
“Castro los chivos Torreadrada las Cabras, Membibre para molinos,
Aldeasoña no vale nada, Sacramenia para albarcas, Requejar cagaberros que se
crían en Peñacolgada donde se caga y se mea la zorra cuando a ella la viene en
gana”.
Todo ello en el tono de prefacio de las misas
de difuntos en latín. La melopea infinita sonaba a lo largo de la tarde dorada
bajo el sombrero del Elpidio
que era de paja mientras arreaba la yunta en la trilla; cuando al mulo le
entraban ganas de evacuar lanzaba un juramento y arrimaba una lata vieja de
escabeche bonito que le servía de zambullo:
─So, macho. Hoy debéis de haber
comido aceite de ricino porque no me explico tanta cagada─ decía el rapaz,
aguantando el tiro de las dos bestias. La tarde daba soñarrera, zumbaban cerca
de la troje los tábanos. A un macho le picaba la mosca, soltaba coces de manera
intempestiva. Los trilladores se dormían sobre su rudimentario vehículo que
inventaron los romanos y vendían por toda la península los tratantes
cantalejanos. Eran los operarios de la hora undécima y yo admirada el alabeo de
aquel apero dotado de una batería de pedernales en los bajos que tronzaban la
paja y las cabezas de las espigas. Lo hacían garbosos y ancestrales carpinteros
de Cantalejo gente lista y sufrida como ellos solos que parlaba una gacería
incomprensible para los que no habían nacido en aquel pueblo cabeza de las
comunidades de Villa y tierra. El mejor de todos los trilleros era Rufino
Virseda héroe de la batalla de Brunete. Lo cogieron los rojos prisionero...
consejo de guerra y condena a muerte pero él era tan simpático, tan mañero y
con don de gentes que se granjeó la amistad de los cabos de vara de la
república. El general Miaja le nombró machacante particular, le limpiaba las
botas y le servía el desayuno. Al final de la guerra en Cantalejo lo dieron por
muerto pero cuando le cantaban el gorigori todos quedaron sorprendidos cuando
el trillero Rufino cruzaba el cancel del templo donde se oficiaban sus
funerales. He conocido la tecnología del arado romano de la hoz la zoqueta el
dalle y el trillo y ahora mis amigos me mandan mensajes por guasaps, puedo
contemplar televisión interactiva y los americanos se proponen colonizar Marte.
Es evidente que el mundo ha cambiado muchísimo. Es también innegable que los
artífices del desarrollo de la ciencia aplicada han sido judíos. Esto constituye
el misterio de un oculto y misterioso designio. Tú tienes una obsesión con esa
gente. Por favor no seas antisemita. Ellos han ganado la partida del progreso y
la modernidad. No digas ni palabra de lo que piensas sobre el Shoah aunque tus
reservas sean verdad. Es una actitud impolítica. Te conviertes en un apestado.
Hay que ser más diplomático.
El mulo, el animalito, si
hubiera podido hablar le hubiera explicado al amo que las granzas del pesebre
estaban un poco tomadas de saín pero nada dijo. No era la burra de Balaán. El
Elpidio, recogidas las boñigas, las sacaba fuera de la parva y las tiraba a un
montoncillo estercolero que después serviría para abonar la suerte. Más de un
trallazo se había llevado el Elpidio de su abuelo el tío Aquilino cuando le
cogió in fraganti dejando a la yunta cagar y mear en la parva pues las manos
van al pan, chiquitos. La tarde se hacía menos larga, cantando por Antonio
Molina o por Angelillo. Lo del prefacio era Canto gregoriano a la manera
aldeana. ¿Quién anda ahí? ninguna respuesta daban. Era mi imaginación que
percibía los sonidos, los olores de hacía más de medio siglo. Dando vueltas por
el mundo yo siempre regresaba a este cotarro donde debió de haber un monasterio
muy antiguo que hubo de ser evacuado y la iglesia destruida con una torre
cortada a bisel como la punta de un cúter. Quedaba el campanario de ojos
fantasmales que parecía un obispo sentado en su cátedra y mis ojos contemplaban
el cielo radiante del páramo. Quedaba sólo el ábside de la iglesia visigoda. Era
el ombligo existencial. El somo donde se levantaban las ruinas de San Gregorio constituyó
el epicentro de su vida. De allí irradiaban los fulgores de la cuestión
irremediable centrada en los dos supuestos paralelos: el amor y la muerte. Los
cantos de resurrección se conjugaban con los responsos mortuorios millones de
veces sonando en aquel risco. Abajo, marcaban el paso los danzantes al son del
tambor y la dulzaina en las noches de ronda y de arrebolada ancestrales
costumbres que en estos tiempos del rock a las juventudes no dicen nada. San
Frutos pasó la hoja del calepino que estaba leyendo en piedra y que no acabará
de leer hasta el día del Juicio por la tarde. Entonces sonará la trompeta y se
alzarán los muertos con los mismos cuerpos y las almas que tuvieron. Es lo que
dice la Biblia
El abuelo Benjamín allí
estaba mirándome; asomaba el gallo sobre las tapias de la iglesia de San
Gregorio convertida en solemne casa de todos. Parecía yo verle cojear camino de
misa. Tenía la pata chula por el reuma a causa de la humedad del arroyo que
discurría a la puerta de casa. Fue a una curandera y le recetó ponerse en la
rodilla la piel de un conejo. A los tres días olía a rayos. Y no era el reuma.
Era la próstata que se le llevó por delante interfiriendo largos años los
huesos. Se sentaba en un banco del lado del evangelio compartido con el Tío Gregorín
y el Tío Bernardo. Al darle de alta en el hospital de la Misericordia de
Segovia después de su primera operación prostática se creía curado del todo y
regaló a la iglesia de Requejar un Resucitado. Sin embargo la prostatitis
volvió a la carga en medio de inmensos dolores que soportó con paciencia “Es
como si los perros me estuvieran mordiendo los cojones, hijo” me decía y yo le
ayudé a bien morir. Leyéndole la Recomendación del alma pues yo era un piadoso
seminarista que estaba en ca el abuelo de vacaciones cuando murió. Los tres
Gregorin, Bernardo y Benjamín eran quintos y los más veteranos del pueblo
después del Tío Paulete que estuvo en la contienda de Cuba y nos leía bajo el
bardal libros de autores del 98. Cuando la guerra los tres se hicieron de
Acción Popular el partido de Derechas. Gil Robles les dejó en la estacada. Mi
abuelo Benjamín era muy religioso sin ser beato; fe profunda de converso judío,
esos que no cambian. Su adscripción a la religión católica no fue óbice para
que un día saliera al encuentro de un cura muy malo que tuvimos en el pueblo
que se llamaba don Amancio cuando se enteró de que aquel cuervo abusaba de mi
tía Rosario. Fue a por él y el cobarde huyó en un burro camino de Hontalvilla
de donde era natural. Escribió al obispo y el obispo que se llamaba Pérez
Platero le mudó de parroquia pero no le suspendió a divinis ni le quitó las cartas dimisorias. Aquel Amancio era bueno y barato en
cuestión de mozas. A las del coro de Acción Católica se las pasaba por la
piedra a todas, invitándolas ora al confesonario, ora a la rectoral. Hacía a
pelo y a pluma porque según supe también cierto que otro monaguillo incauto
cayó en sus garras. Desde entonces he tenido prevención contra la clerigalla y
a pesar de mis órdenes sagradas creo que lo del celibato es una regla para
engendrar expósitos, una perfecta añagaza porque han convertido el sexto
mandamiento en mandato de poder y abusos sexuales. Es una ley contra natura que
sólo unos pocos son capaces de sobrellevar a costa de acabar tarados. Caparse
por Jesucristo sería summum bonum
para alcanzar el monte de las bienaventuranzas cuya cúspide únicamente unos
pocos escalan y a estos tarados hay que canonizarlos santos. Mi tía Rosario
acabó en un convento de Adoratrices. Fuimos a verla a Barcelona. A mí me quería
mucho. Luego colgó los hábitos y se casó con un guardia civil, mi tío Manahén,
ese sí quera un santo pues tuvo que aguantarla. Pues allí estaba mi abuelo
apoyado en su cachava calada la gorrilla hasta las orejas y mirándome con
severidad. Sólo me sacudió el polvo una vez que fuimos a melones y a mí me pilló
el guarda y hube de pagar o tuvo que pagar él una multa de dos pesetas. Yo
alegué que fueron los otros los que me indujeron a entrar en el vedado porque
yo era un niño muy inocente e incauto. Aún recuerdo aquella noche de luna llena
cuando yo me había quedado en el corral sin atreverme a entrar en casa.
─Pasa, hijo, que es hora de
cenar
─No quiero, no me da la gana
─Como que no quieres no te da
la gana. Ven acá
Me cogió e las orejas y aquella
noche cené de la cayada paternal. Fueron cinco cintazos en las nalgas. No me
dio más pero desde entonces no se me ocurrió ir a sandías ni a peras ni a por
moras y mucho menos a melones, por los pagos de Peñacolgada. El abuelo Benjamín los tenía bien puestos. Era un
labrador cabal, el que araba más recto en toda la comarca, el que sabía binar
las tierras imbuido de una sabiduría ancestral. Un jueves vino a visitarme al
seminario antes de morir y me recomendó ser aplicado y diligente, no hacer mal
a nadie pero defenderse cuando a uno le agreden. “No quiero, Quintiliano, que
te tomen por tonto”.
Soplaba una brisa que arrancaba
las hojas del espino milenario y la torre románica con sus dos ojos grandes que
miraban para el pueblo de forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos.
Caronte aguarda, la torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la
aldea las cavidades vacías del campanario fijándose bien ofrecían el perfil de
una guadaña. El quietorium siempre en calma. Allí sepultaron a un quincurión
romano que desvió ruta cuando su falange se dirigía a Uxama. Tuvo la culpa el
vino de aquel extravío, confundir los miliarios el soldado o hacerse la picha
un lío extraviándose por el andurrial. Se equivocó la paloma. Se equivocaba
Cinco de sus vélites vinieron a recogerlo y querían reportarlo en andas hasta
la cohorte pero el centurión dijo: “enterradlo en la Foncalada y que la tierra
le sea leve”. Allá excavaron un cipo conmemorativo. Luego quemaron incienso a
los dioses. Aquellos páramos guardaron para siempre el perfil augusto de Roma.
Siglos adelante los templarios fundaron en aquel monte sagrado un ara. El vino
de la tierra fue la causa de aquel desvío. Paró en una bodega (caupona) de Sacramenia de las que abren
sus fauces en el cerro internándose en la montaña y honró a Baco con profusas
libaciones y subió hasta Foncalada dando tumbos. Al legionario romano los
campos se volvieron del revés; la tierra arriba y las estrellas a sus pies le
hablaban con emisiones catódicas a millones de kilómetros de distancia. Parece
que se reían y es que temblaban de la
pítima que cogió al perder
camino. ¿Será esa la estrella de mi destino? Se preguntaba el quirite borracho
que perdió la senda y las piedras de los miliarios de la estrada. Caldos exquisitos
de la tierra. Vinos traidores. Pero ¿qué sería de la vida sin vino? Baco aleja
siquiera perentoriamente los pesares y zozobras del vivir. Mi Aderita a la que
traicioné me confortaba insuflándome al oído el veredicto de mi condena.
─Eres un fracasado. Todo te
sale mal porque cometiste el gran pecado de desamor. No busques disculpas ni
añagazas, ni eches la culpa a los judíos. En mi vida fuiste el sacerdocio del
mal
─Te di un hijo: Helen the shining one.
Me dieron ganas de llorar. La
torre de san Gregorio estaba hueca, los peldaños de la escalera de caracol por
donde se subía muy desgastados lo menos una cuarta alabeadas de profundidad, de
las pisadas de los siglos, sus campanas se las llevaron los sarracenos para
convertirlas en lanzas contradiciendo el veredicto de Isaías: Convertiré las
saetas en rejas de arado. Grité entonces en alemán un salmo penitencial:
─Es reue mich. Mucho me pesa, pesame, Señor, de haberos ofendido.
─Mis plegarias no eran
escuchadas
─Gospodi achisti grieji nas – murmuré en ruso con las palabras en eslavónico del
canon penitencial de la misa de san Juan Crisóstomo
La cencellada de la noche
castellana heló sus huesos y sucumbió arrecido antes de alcanzar los castros de
aquella tierra alta. Porque mucho me impresionaron a mí desde niño
aquellas cavidades ojos vacíos de un campanario sin campanas que se llevaron
los soldados de Murat, cuando la francesada me hablaban del destino misterioso
que a todos aguarda y no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de
contrición. Una urraca voznaba sobre el espino adyacente al camposanto. Alcé
los ojos a lo alto. Sobre el cielo nítido planeaba el halcón que merodeaba el
palomar. Ya se sabe que la ralea o presa del halcón es la paloma, la del azor
la perdiz y la del gavilán el jilguero y yo era in pobre jilguero perseguido
por los ojos puntiagudos del gavilán. Mi existencia fue un episodio. Caí entre
las garras de las aves de presa (los curas, los políticos, las mujeres) como un
pardillo. Muy altaneros todos, y yo humilde y acongojado, sin saber hacia dónde
tirar. ¿Dónde encontraré refugio? ¿Cómo me zafaré de mi propia inconsciencia?
Quizás salvé siguiendo las leyes de la casualidad y del instinto. Esta explicación
no era suficiente. Un arcángel tocaba la lira en lo alto del cerro. Era él
quien me puso a cobro de las acechanzas de los numerosos enemigos. La Virgen
Santísima enjugaba las lágrimas del llanto mío. De su mano pude cruzar los
arroyos torrenciales y ramblizos, aunque a la ramera y al juglar la vejez les
viene el mal. Puede que todo ello no fueren sino excusas para justificarme
porque a lo largo de la existencia me había topado con muchos leguleyos y a los
rábulas se les vence dando la vuelta al argumento. Es reu mich. Gopspodi achisti grieji nash. De pensamiento palabra y
obra u omisión pequé yo. Mi confiteor sonaba rotundo y solemne aquella mañana
del 12 de marzo cuando la iglesia latina celebra el tránsito de san Gregorio Magno.
Fue el que introdujo en la iglesia la dulzura del canto gregoriano. ¡Cuántas
veces habré pulsado la cuerda de sus melismas y entonado las estrofas del
Veni Creator, el himno a cuyo
compás fui consagrado presbítero hace muchísimos años
Mucho me pesa, Señor de haberte
ofendido. Y mi abuelo asomó el gallo. Por las tapias del cementerio se alzaban
las cabezas de gente que yo conocí, sombras distantes cabe la puerta cerrada
del cementerio y el hastial solemne de sillares como nuevo y tenían más de diez
siglos. Habían exhumado los restos de mi hermana Henar fallecida en 1941. Parte
del antiguo templo había sido destruido. Uno de los lienzos de pared mostraba
las adarajas o quixaras devastados por la morisma. Aquella era una tierra de
frontera y el antiguo templo sucumbió a una razzia de primavera del moro
Almanzor que pasó por allá tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis
paisanos rabaneros por las fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero
me cortaron a medio discurso. Alegó el alcalde que era muy largo el sermón.
Dijeron que el parlamento era muy largo. Nadie es profeta en su tierra. Bajé
besando las cruces del calvario a un pueblo en quietud que me resultaba extraño
retomando los pasos perdidos de la infancia. Escuchaba los carros cargados de
hacinas, los cantos de la gente que iba a la siega, el son de las esquilas de
los asnos castrones, cuando a media tarde llegaba el molinero de Fuentidueña
con su recua, los costales de harina cargados a lomos de los burros y el gruñir
de los marranos en el henil. Las mujeres encinta tenían por costumbre la
víspera de San Andrés acudir a la cohorte para escuchar los gruñidos de la
cerda. Si el primer bramido era del lechón niña tendremos, pero si el gruñido
partía de los hocicos de la marrana la preñada pariría un churumbel más guapo
que las pesetas. Corté el cordón umbilical del cariño pero sigo unido a tu amor
como el arado a la esteva, aun estando desencajadas las belortas y la reja sin
filo de la esteva desencajada. ¿Con estos bueyes cómo ir a arar sin aguijada ni
tralla en lucha contra los elementos y contra todos? Soy yo, parlando
desde una época que pasó, hombre de ayer que no encentra resquicio pero no
maldigo a los dioses, feliz de haber llegado a viejo cuando mi infancia parece
que fue ayer. Hados perversos al ostracismo me condenaron y todos se ríen de
mí. Ya lo hicieron con Job. Mi libro de cabecera son las páginas del bestiario
del arte románico. Propalo quimeras, redacto fantasías porque he visto dar
vueltas a la cabeza furibunda de la medusa quimérica y
hermafrodita, melena de león el cuerpo de cabra y la cola de dragón, vagina de
mujer y bálano viril las ubres las arrastra por detrás y por delante, pega bandazos
a diestra y siniestra como el destino cruel y proclama al igual que el
pregonero de la gran manifestación del ocho de marzo la emasculación liberadora
a petición de los Coños Grandes Widecunts. En la fiesta de las vaginas las
Euménides nos cantan las marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste
en la gran cabalgata de la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas
aniquiladoras. Una reina putona que le cortó a Haman la cabeza después de
hacerle el amor quiere enmendarle la plana a la doncella de Nazaret. Desfilan
gritando consignas y escupiendo gargajos contra la religión estas cabronas que
se educaron con las ursulinas, se ríen de la maternidad con un no es no y con
mi cuerpo yo hago lo que me da la gana. Son los postulados de una sexualidad insaciable
e irascible sin control. Carmen Fernández del Toro, la gran bollera, encabeza
la gran manifestación. Entran en las iglesias y descabezan las imágenes de la
Virgen María. Irrumpió en España la furiosa iconoclastias. Los buharros bailan
mientras tanto en la plaza del Carmen su rigodón banderas arco iris desplegadas
al viento. Yo no iré nunca a esa demostración. Lo mío es la fábula, el placer y
el arte de las tres verdades que se fraguan en mi imaginación y en
mi ilusión inventora. Hijos sí padres no. Pero esto es trágala,
chiquitos. Nos adentramos en el reino de las quimeras del que
nadie vuelve con el cuerpo en condiciones. El alazán apocalíptico trota al paso
entre gritos y consignas y reportajes in situ de las reporteras de la Telebasta.
Allá van las féminas de la exaltación arrastrando sus pies enfermos de
quiropedias, vientres caídos los ojos con ptosis les supuran las legañas, y sus
labios malos que piden la lanceta del cirujano que les haga una quiloplastia.
Mujeres de silicato saltan a la red opíparos bustos hinchados artificialmente.
Acampa en el prado el sindicato de las peores furcias. Es la hora de los coños
grandes despiadados. Es cosa de arreglar todos esos morros caídos a causa del
desenfreno, les gusta demasiado chuparla. Hijos sí maridos no. Felaciones,
queremos felaciones Vivan los vientres de alquiler. Las cotorras se suben a los
árboles empuñando el micrófono con punta de alcachofa y largan sermones
preñados de visceral oratoria anti viril. Es el tiempo de Acuario. Vengan los marimachos,
mujeres al poder. Empoderarse es una palabra nueva. Estoy triste con este
desvarío pero me consuelo cantando el evangelio mirando para
Aquilón. El quiasmo de la cruz de Constantino se perfila sobre el horizonte.
Ellas no vencerán pues su grito es contra la vida. La espada de Miguel acabará
con el libertinaje pero han conseguido ponernos a todos el bozal pandémico. En
los cinco continentes seis mil millones de seres humanos respiran a través de
la mascarilla ¿Madre por qué callas, por qué no te enfrentas y levantas el
pendón de la verdad? Ahí tenemos al preste Zabulón haciendo misa en las campas
de Iraq. Su antecesor fue el responsable de la muerte de Hussein y de la gran
efusión de sangre porque lo mandaba el Gran Sanedrín y en el Vaticano os callabais
por la cuenta que os tiene. ¿Y el holocausto de Siria y las aguas del Éufrates
y del Tigris que bajan tintas de sangre de las víctimas de estas guerras? Madre
no calles más. Los enemigos de la iglesia se esconden bajo el halda de tu
sotana blanca. Deja de sonreír con tu cara asnal y de mover tu inmenso culo que
emite cuescos con olor a mate. Dice que el catolicismo no es la religión
verdadera pues ahora sí que estamos buenos. Uno no se desunce tan fácilmente de
los genes. Hoy dije mi misa como de costumbre y quedé en paz conmigo y con el
mundo dispuesto a trovar, aun con cierto rezago, las vivencias del pasado a
título de inventario nada más, sin ánimo de lucrarme o por prurito artístico
pues soy un escritor fracasado. Todo se fue por la posta. En el entierro de la
sardina di a la tierra lo que es suyo: mis sueños redentores. Sigo siendo cura.
Mis manos fueron ungidas por el obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano
II. La Virgen me apartó de esa patulea de clérigos fornicarios vagabundos y borrachos.
Tuve un amor o muchos amores pero fui leal y nunca cometí adulterio con la
sacristana ni con la mujer de cualquier feligrés incauto, esos curas que miran
con ojos de fauno y ponen en la cabeza el mirmillón como un saliente Príapo
protuberante en el casco. Con todo y eso la clemente Venus madre de todos los
hombres me devolvió a ese epicentro mágico (okolos),
el tete manantial de vida. Venimos de ese flujo que se derrama en esas
eyecciones guarras que las meretrices en pantalla tienen a gala mostrar coram populo. Hijos somos de un
excremento líquido y nos cagamos cuando exhalamos el último suspiro. Orgullosas
de que les vino el latigazo consolador de pilas en ristre volviendo los ojos de
placer para poner los dientes largos de los mirones que pagan un euro por
contemplar el lastimoso espectáculo de estos estertores venéreos. ¿Y qué dicen
las feminoides? Nada. Estamos en la era de Acuario. Ya dijo Protágoras que el
hombre es la medida de todas las cosas cuando yace con hembra placentera sobre
todo. De esa creencia se mofaba Plauto en sus comedias. ¿Existen los dioses del
Olimpo? ¿Serán las religiones una excrecencia de la mitología pagana? las
religiones separan pero estas hetairas liberticidas nos vuelven a los hombres
de toda calaña iguales. Son cosas del rasero igualitario que endereza lo
torcida y hará llanuras de las montañas, de acuerdo con las pautas del terror del
milenario. No sé pero a mí me gusta rezar la misa según el canon gregoriano. Mi
alma se llena de una tranquilidad venida de lo alto cuando me dispongo a
consagrar. Luego me reconozco pecador. Para distraerme pulso los portales porno
de la red y miro para las hembras y ¡qué hembras¡ Señor! Venus nació de la
espuma y el primer hombre fue extraído del barro. Fuimos concebidos en la
inmundicia y rodeados de corrupción y hedentina cadavérica nos vamos. Estoy
asustado de semejantes visiones lúbricas, grandes vergas de todos los tamaños y
colores, clítoris rasgados o en escuadra. ¿No les dará vergüenza? Los cóhenes y
macarras de este gran puterío cinético hacen caja y no dan abasto; cada vez hay
más mujeres en el mundo empeñadas en no esconder sus galas naturales lo que les
dio Natura unas por prurito otras por coqueteo otras por necesidad como las
viudas milf, puesto que el porno manda. Recordemos que este es el tiempo de
Acuario una constelación húmeda que otorga el mando a las hijas de Eva. El
hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y más sexo y exhibiciones
procaces donde toda la lujuria tiene cabida. Aúllan algunas como lobas. Otras
más precavidas gimen imitando a las gatas en el celo de enero. Aguardando el
vestigal o denario con que Roma pagaba a sus putas. Hoy es fácil irse de picos
pardos. Basta con un clic. Abrimos internet y, ala, allá están las señoras
meretrices muy emperejiladas. Hay una rusa que es la mujer más perfecta que yo
alcancé a ver a lo largo de mis muchos años de vida. Es muda y cuando recibe la
moneda del mirón o sienten la explosión de una sacudida en sus entrañas, lanza
un mayido, un alarido con su voz de trapo, un cuerpo perfecto de la Jengibre
una hermosa ucraniana con el pelo de estopa a la que apodan Gingerbread nunca
vi carnes tan blancas piel tan pigarga ni
ojos tan azules. Está encinta y trata de disimular su gravidez poniéndose
bañadores negros. Es una superdotada. Despliega sus senos al aire y calculo han
de pesar media arroba. Su mirada es entre triste y divertida. Todos los
televidentes muestran curiosidad por saber quién fue el afortunado que dejó la
huella de su virilidad en útero tan precioso y ella dice que fue en el privado
de un chat, un soplo aleteando por internet en sus alternancias binarias del
yin y el yen. ¿Por virtud del espíritu santo? No lo creo. La preñez no fue
virtual sino a efecto de un contacto, físico un polvo salvaje aunque haya dice
que va a parir un hijo cibernético. ¿Será Billy Gates el padre de la criatura?
Hay ciertos códigos éticos en tiempos de perversión de infecundidad y carestía
que nos cominan a “fazer linaje” como diría el otro. Por mucho que se empeñen higienistas
y moralistas nunca podrán acabar con el trato torpe ni el comercio de la carne.
Siempre habrá féminas que se desentiendan de los grandes principios éticos y
entreguen sus donaires a cambio de un puñado de dólares. Esta mujer, aun
desnuda sin embargo, parece el paradigma de la castidad. En otras congéneres el
espectáculo se convierte en algo brutal libidinoso que incita al asco ante
semejante perversión coprológica. Al verlo muchos se acordarán de la sentencia
de Job. Tengo que insistir por ese cabo que me asusta la promiscuidad y falta
de recato sobre la mierda en que nacemos y envueltos en ella nos vamos, hijos
somos de una eyección excretoria, de una secreción vaporosa y hormonal… “Et in corruptione genuit mihi mater mea”.
Pienso, madre, que tú no me pariste en el dolor pero no en el alfaque de los
bajíos de la secreción vaginal. Yo soy un tío que mamé buena leche y de
calidad. “A éste lo crías con polvos finos, Felicitas” oí decir al tío Matías
el sacristán que era un borracho empedernido. Tú no te colocaste en la cabeza
el “pallolium”, la mantilla corta, con la cual iban las mujeres de
la vida caminando por las calles de Roma. A uno que me llamó una vez hijo de
hetaira le hinché los morros.
Yo conocí a la tía Apolonia, ya
muy viejecita y encorvada. Al final de la misa se quedaba rezagada haciendo un
recorrido por las imágenes de las capillas de la iglesia de san Pedro, gira
espiritual que podría alargarse hasta media hora, a veces tres cuartos y a mí
me encargó el cura don Frutos cerrar la iglesia. Al no ser mi intención
distraerla de sus piadosas plegarias a todos los santos de la corte celestial
que a ella bendecían desde su peana: san Isidro Labrador, la Virgen de Fátima,
el Resucitado que donó mi pobre abuelo Benjamín cuando sanó aparentemente del
cáncer de próstata, san Gregorio papa, la Virgen de los Dolores y sobre todo
san Pedro, instalado en un trono del altar mayor debajo de la cara excelsa del
Padre eterno que se asomaba entre nubes de purpurina ostentando la esfera
armilar, o hacía sonar el manojo de pesadas llaves… Vamos tía Apolonia, vamos.
Aquella espera me hacía pensar en un cuento que se dejaba caer en labios de los
atrevidos y salaces en los filandones del invierno. Se trataba de un cura que
tenía un lío con la mujer del herrero. Estos se comunicaban por medio de toques
de campanas. Un repique de siete badajadas significaba que el campo estaba
expedito y que el buen párroco podía acercarse a la herrería a cortejar su
dama. Dos toques seguidos que no. Que había moros en la costa. El romance tuvo
prosapia y rigor de modo que los toques se convertían en una composición
musical. Desde la torre el amante enviaba un mensaje a su adorada en aquellas
fechas que no había internet:
─Mariquita, mi señora, ven que
ya es hora.
La mujer del herrero subía a la
rectoral que perdía el culo a ponerle los cuernos al herrero con el cura. Las
comunicaciones se prolongaron durante algún tiempo. Mas, he aquí que el herrero,
que se estaba oliendo la tostada, interceptó los avisos desde el campanario, y
descifró el lenguaje críptico de la misma. Así que una tarde que estaba en la
fragua afilando una reja candente le mandó a su mujer que se sentase en la
bigornia. Al sentir el calor del hierro candente sobre sus posaderas pegó un
brinco que casi alcanza hasta el techo.
─Ay
─¿Está calentito eh? ─ exclamó
el herrero entre carcajadas.
En aquel momento sonó desde la
torre la llamada del amor. El párroco se estaba empezando a impacientar.
Repique que campanas:
─Mariquita encantadora, ven que
ya es hora.
Y desde abajo para que le
escuchara todo el pueblo con su vozarrón:
─Tiene el culo quemado, no
puede ahora
Algunos quieren estar en misa y
repicando. No puede ser.
Entonces se me acercó la tía Polonia, la hermana del
cura don Cirilo. Sus ojos eran muy azules, el pelo blanco como la nieve, no
tenía dientes, y se parecía por la blancura al hopo de algodón que hilaban las
mujeres de Requejar a la puerta. Dúctil sonrisa y un lobanillo en la comisura
del labio donde le había crecido un matorral de pelos negros.
─Ya es hora de encerrar. Vamos,
sí, hijo sí. Tengo tantas obligaciones, tantos difuntos que encomendad, que no doy abasto, tanta gente que me aguarda
ahí en eso (miró para el camposanto en el cerro), tanta gente que se me murió
que son centenares de padrenuestros de Réquiem. ¿Eres tú el Quintín el nieto
del tío Benjamín? ¿El que va para cura? De guaje te llamábamos el Soguillas
─Soy
Salimos al cancel y a la puerta
de la iglesia tomándome de la mano me dijo:
─Mira para arriba, Quintín,
hijo. Dirás lo que ves
─La torre de San Gregorio el
campanario sin campana. Se las llevaron los franceses para fundirlas y
convertirlas en balas de cañón. Ya no la bolean los mozos ni tocan a clamor por
los difuntos o rebato cuando se produce un fuego.
─Así es pero yo te voy a contar
un milagro que ocurrió el día de la Pascua de Resurrección. Habíamos venido mi
hermano y yo don Cirilo Sanz de Roma en peregrinación de ver al papa León XIII.
Era domingo de Gloria. Nos levantamos todos sobresaltados porque escuchamos el
sonido de la campana gloria que había mandado bendecir un rey muy antiguo el
rey Alfonso VII el emperador. Entonces el pueblo estaba arriba. Era un ribab
o fortaleza para defendernos los del sarraceno. Ese rey santo había
ordenado construir un cordón de monasterio en número de 24 desde Sacramenia a
Osma y Berlanga de Duero. Los musulmanes atacaron y destruyeron el villar la
iglesia quedó destruida pero las campanas seguían tocando a misa. Cuando los
franceses se las llevaron se dejó de escuchar el clamor en toda la contornada.
Mi hermano que era muy devoto de san Gregorio le pidió que antes de morir
querría oír aquel sonido. El Señor nos concedió esa gracia y aquella pascua de
resurrección bolearon a gloria como nunca habían sonado. Mi hermano dijo una
misa de acción de gracias y predicó un sermón en el que dijo: el diablo nos
arrebató las campanas pero no pudo con nuestra fe. Mientras esté ahí el
cementerio de san Gregorio seguiremos creyentes. ¿Te ha gustado, Soguillas?
─Como no, tía Apolonia, usted
lo cuenta que parece que lo ha vivido. Es cosa muy de tener por milagrosa que
las campanas toquen solas,
La anciana dibujó una sonrisa y
se alejó paso a paso. Había sido muy guapa de moza y tuvo muchos pretendientes
a los que dio calabazas porque creía que sirviendo al cura era como si
profesase de monja y se consagrara a Dios.
Yo tomé el pesado manojo de
llaves y los llevé a la rectoral. Don Frutos el cura en mangas de camisa cavaba
en la cerca al lado del molino. Sudaba como un pavo.
─¿Quieres almorzar?
─No me vaga. Tengo que hacer un
mandado a mi tía Paulina. He de ir a la fuente a llenar la botija.
Le conté la historia al párroco
según la tía Apolonia me había referido y don Frutos muy gnómico sin dar un
cuarto al pregonero pronunció este veredicto citando all padre Astete en su
catecismo:
—Fe es creer lo que no vimos
Desde aquel día cada año cuando
llega la Pascua Florida dentro de mi alma yo escucho las campanas de
Resurrección que bolearon en el campanario de San Gregorio resistente al paso
de los siglos. No he perdido el sentido del humor, tampoco la fe en lo que no
vimos.
El somo donde se levantaban las ruinas de San Gregorio constituye
el epicentro de su vida. De allí irradiaban los fulgores de la cuestión
irremediable centrada en los dos supuestos paralelos: el amor y la muerte. Los
cantos de resurrección se conjugaban con los responsos mortuorios millones de
veces sonando en aquel risco. Estaba convencido de que la religión no es sólo
una relación con lo desconocido y el más allá, sino también puro arte, Y los
humanos no podemos vivir sin esa parte artística de nuestra tradición
histórica. Abajo marcaban el paso los danzantes al son del tambor y la dulzaina
en las noches de ronda y de arrebolada, ancestrales costumbres que en estos
tiempos del rock a las juventudes no dicen nada. San Frutos pasó la hoja del
calepino que estaba leyendo en piedra y que no acabará de leer hasta el día del
Juicio por la tarde. Entonces sonará la trompeta y se alzarán los muertos con
los mismos cuerpos y las almas que tuvieron. Es lo que dice la Biblia
El abuelo Benjamín allí estaba mirándome asomaba el gallo
sobre las tapias de la iglesia de San Gregorio convertida en solemne casa de
todos. Parecía yo verle cojear camino de misa. Tenía la pata chula por el reuma
a causa de la humedad del arroyo que discurría a la puerta de casa. Fue a una
curandera y le recetó ponerse en la rodilla la piel de un conejo. A los tres
días olía a rayos. Y no era el reuma. Era la próstata que se le llevó por
delante interfiriendo los huesos; los oncólogos lo denominan metñastasis. Se
sentaba en un banco del lado del evangelio compartido con el Tío Gregorin y el
Tío Bernardo. Al darle de alta en el hospital de la Misericordia después de su
primera operación prostática se creía curado del todo y regaló a la iglesia de
Fuentesoto un Resucitado. Sin embargo, la prostatitis volvió a la carga en
medio de inmensos dolores que soportó con paciencia “Es como si los perros me
estuvieran mordiendo los cojones, hijo” me decía y yo le ayudé a bien morir.
Leyéndole la Recomendación del alma. Los tres: Gregorin, Bernardo y Benjamín
eran quintos y los más veteranos del pueblo después del Tío Paulete que estuvo
en la contienda de Cuba y nos leía bajo el bardal libros de autores del 98.
Cuando la guerra los tres se hicieron de Acción Popular el partido de Derechas.
Gil Robles les dejó en la estacada. Mi abuelo Benjamín era muy religioso sin
ser beato, fe profunda de converso judío, esos que no cambian. Su adscripción a
la religión católica no fue óbice para que un día saliera al encuentro de un
cura muy malo que tuvimos en el pueblo que se llamaba don Amancio, cuando se
enteró de que aquel cuervo abusaba de mi tía Rosario. Fue a por él y el cobarde
huyó en un burra camino de Hontalvilla de donde era natural. Escribió el abuelo
al obispo y el obispo que se llamaba Pérez Platero le mudó de parroquia pero no
le suspendió a divinis ni
le quitó las caras dimisorias. Aquel Amancio era bueno y barato en
cuestión de mozas. Al coro de Acción Católica se las pasaba por la piedra
invitándolas ora al confesonario ora a la rectoral. Hacía a pelo y a pluma
porque según supe también cierto que otro monaguillo incauto cayó en sus
garras. Desde entonces he tenido prevención contra la clerigalla y a pesar de
mis órdenes sagradas creo que lo del celibato es una regla para engendrar
expósitos, una perfecta añagaza porque han convertido el sexto mandamiento en
mandato de poder y abusos sexuales. Es una ley contra natura que sólo unos
pocos son capaces de sobrellevar a costa de acabar tarados. Caparse por
Jesucristo sería summum bonum
para alcanzar el monte de las bienaventuranzas cuya cúspide únicamente unos
pocos escalan y a estos tarados hay que canonizarlos santos. Mi tía Rosario
acabó en un convento de Adoratrices. Fuimos a verla a Barcelona. A mí me quería
mucho. Luego colgó los hábitos y se casó con un guardia civil mi tío Manahén
ese sí que era un santo por aguantarla. Pues allí estaba mi abuelo apoyado en
su cachava, calada la gorrilla hasta las orejas y mirándome con severidad. Sólo
me sacudió el polvo una vez que fuimos a melones y a mí me pilló el guarda y él
tuvo que pagar una multa de dos pesetas.
─Te las sacaré de culo, granuja.
Yo alegué que fueron los
otros los que me indujeron a entrar en el vedado porque yo era un niño muy
inocente e incauto. Aún recuerdo aquella noche de luna llena cuando yo me había
quedado en el corral sin atreverme a entrar en casa.
─ Pasa, hijo, que es hora de cenar
─ No quiero, no me da la gana
─ Como que no quieres, no te da la gana. Ven acá
Me cogió e las orejas y aquella noche cené de la cayada avuncular.
Fueron cinco cintazos en las nalgas. No me dio más, pero desde entonces no se
me ocurrió ir a sandías ni a peras ni ni melones, ni a por moras a
Peñacolgada. El abuelo Benjamín los tenía bien puestos. Era un labrador cabal,
el que araba más recto en toda la comarca, el que sabía binar las tierras
imbuido de una sabiduría ancestral. Un jueves vino a visitarme al seminario
antes de morir y me recomendó ser aplicado y diligente, no hacer mal a nadie
pero defenderse cuando te agreden. Nunca te dejes pegar “No quiero que te tomen
por tonto”.
.
─Eres un fracasado. Todo te sale mal porque cometiste el gran
pecado de desamor. No busques disculpas ni añagazas, ni eches la culpa a los
judíos. En mi vida fuistes el sacerdocio del mal
─Te di un hijo: Helen,
the shining one.
Me dieron ganas de llorar. La torre de san Gregorio estaba hueca,
sus campanas se las llevaron los sarracenos para convertirlas en lanzas,
contradiciendo el veredicto de Isaías: Convertiré las saetas en rejas de arado.
Grité entonces en alemán un salmo penitencial:
─Es reue mich. Mucho me
pesa, pesame, Señor, de haberos ofendido.
─Mis plegarias no eran escuchadas
─Gospodi achisti grieji nas
– murmuré con las palabras en eslavónico del canon penitencial de la misa de
san Juan Crisóstomo
La cencellada de la noche castellana heló sus huesos y sucumbió
arrecido antes de alcanzar los castros de aquella tierra alta
mucho me impresionaron a mí desde niño aquellas cavidades ojos vacíos de un
campanario sin campanas, que para colmo tocaban solas, que se llevaron los
soldados de Murat cuando la francesada, me hablaban del destino misterioso que
a todos aguarda y no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de contrición.
Una urraca voznaba sobre el espino adyacente al camposanto. Alcé los ojos a lo
alto. Sobre el cielo nítido planeaba el halcón que merodeaba el palomar. Ya se
sabe que la ralea del halcón es la paloma, la del azor la perdiz y la del
gavilán el jilguero y yo era in pobre jilguero perseguido por los ojos
puntiagudos del gavilán. Mi existencia fue un episodio fallido. Caí entre las
garras de las aves de presa (los curas, los políticos, las mujeres) como un
pardillo. Muy altaneros todos y yo humilde y acongojado sin saber hacia dónde
tirar. ¿Dónde encontraré refugio? ¿Cómo me zafaré de mi propia inconsciencia?
Quizás salvé siguiendo las leyes de la casualidad y del instinto. Esta
explicación no era suficiente. Un arcángel tocaba la lira en lo alto del cerro.
Era él quien me puso a cobro de las acechanzas de los numerosos enemigos. La
Virgen Santísima enjugaba las lágrimas del llanto mío. De su mano pude cruzar
los arroyos torrenciales y ramblizos, aunque a la ramera y al juglar la vejez
les viene el mal. Puede que todo ello no fueren sino excusas para justificarme
porque a lo largo de mi existencia me había topado con muchos leguleyos y a los
rábulas se les vencen dando la vuelta al argumento. Es reu mich. Gopspodi achisti grieji nash. De pensamiento palabra y
obra y omisión yo pecaba. Mi confiteor sonaba rotundo y solemne aquella mañana
del 12 de marzo cuando la iglesia latina celebra el tránsito de san Gregorio
magno. Fue el que introdujo en la iglesia la dulzura del canto gregoriano.
¡Cuántas veces habré pulsado la cuerda de sus melismas y entonado las estrofas
del Veni Creator, el
himno a cuyo compás fui consagrado presbítero hace muchísimos años¡
Mucho me pesa, Señor de haberte ofendido. Y mi abuelo asomó el
gallo. Por las tapias del cementerio se alzaban las cabezas de gente que yo
conocí, sombras distantes la puerta cerrada del cementerio y el hastial solemne
de sillares como nuevo y tenían más de diez siglos. Habían exhumado los restos
de mi hermana Henar fallecida en 1941. Parte del antiguo templo había sido
destruido. Uno de los lienzos de pared mostraba las adarajas o quixaras
devastadas por la morisma. Aquella era una tierra de frontera y el antiguo
templo sucumbió a Una razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por allá
tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las
fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron in medias res alegando que el sermón era
muy largo. Razonó el alcalde que era muy largo el sermón. Dijeron que el parlamento
mío se perdía en disquisiciones porque me había propuesto agotar la materia
antes de lanzar el pregón de las fiestas patronales. Nadie es profeta en su
tierra. Bajé besando las cruces del calvario a un pueblo en quietud que me
resultaba extraño retomando los pasos perdidos de la infancia. Escuchaba los
carros cargados de hacinas, los cantos de la gente que iba a la siega, el son
de las esquilas de los asnos castrones, cuando a media tarde llegaba el
molinero de Fuentidueña con su recua, los costales de harina cargados a lomos
de los burros, y el gruñir de los marranos en el henil. Las mujeres encinta
tenían por costumbre la víspera de San Andrés acudir a la cohorte para escuchar
los gruñidos de la cerda. Si el primer gruñido era del lechón, niño tendremos;
pero si el gruñido partía de los hocicos de la marrana la preñada pariría una
hembra El quiasmo de la cruz de Constantino se perfila sobre el horizonte..
LIBRO SEXTO
DIARIO DE VACACIONES 1972
23 julio viernes
Fin del trimestre en escuelas apenas se
hizo nada por lo que a mí respecta. Llevamos tres semanas de completa
inactividad. Los periodos se reducían sentarse enfrente los alumnos y mirarnos
unos a otros esperando que sonaran los timbres. El tiempo no parecía correr.
Tuvimos la asamblea en el York Hall cielo plomizo calo pegajoso. No obstante el
sol hizo su aparecieron y se animaron los cánticos. El headmaster Mr Stevenson lanzó una arenga a los chicos estrujando
hasta el máximo sus escasas cualidades dialécticas. Dijo que las vacaciones son
tiempo propicio para cargar las baterías del alma dio su despedida y expresó
sus mejores deseos tanto a profesores como alumnos tanto los que se iban como
los que se quedaban recordándoles que al paso de los años recordasen a la
Armthorpe High School con nostalgia olvidando los malos instantes y recordando
los buenos. Yo no sé si regreso a mi pueblo con las pilas cargadas. Estoy en
crisis y mis problemas de adaptación siguen en rampa.
Dirigió la ceremonia el reverendo Kirkup de la
iglesia metodista. El nombre no puede ser más clerical. Nos confesó que él
siempre escribe un diario de vacaciones que suele releer por navidades.
Me despedí de todo el mundo. Algunos me
preguntaban si volvería. Yo contestaba que no sabía. Estoy en Inglaterra porque
tenemos casa coche y pan. Pero estos meses han sido muy duros. Creo que por
problemas de mi carácter y mi temple literario.
El profesor
McAlpine se mostró taciturno. Es difícil saber por dónde va este
escocés. Son los escoceses como los gallegos. Te los encuentras en la escalera
y no sabrás nunca si sube o baja pero yo me he portado mal como dijo el
director Stevenson tengo teething problems o problemas de dentición en el aula. Aun no
me han salido los colmillos Me entrego
al mutismo. Antonio no habrás tanto la boca que te la paparán las moscas.
Aspiro a la serenidad y a la continuidad.
El cuentakilómetros marcaba 10112 millas
cuando iniciamos camino a las cuatro de la tarde. El mini se portó bien,
consumía kilómetros como un jabato al enfilar las rampas de la A1. Al principio
no pasaba de las cuarenta millas pero aceleré a medida que nos íbamos acercando
a Londres mientras cantaba una balada popular de Tom Jones el tigre de Gales...
to touch the green grass of home.
No
funcionaba el ventilador. Así que abrimos la ventanilla. Me causa mucho dolor
recordar estos azares. Tengo de aquel fracaso espinas clavadas en el corazón y
duele desenterrar los recuerdos punzantes pues todo fue por mi culpa... por mi
gravísima culpa. Fui un fementido. Con Suzanne no me porté bien. Olivia apenas
durmió a pesar de que su madre la embutió en un saco de dormir. Llegamos a
Hornchurch a eso de las nueve de la noche con 10242 millas. Entre mi casa de
Edenthorpe y la de mi suegro hay una distancia de 132 millas.
Otra vez la paz y el silencio de Harrow
Drive. En las noticias de las nueve Ludovico Kennedy entrevista al jefe de
prensa de la OMS acerca del estallido de cólera en España. Pese a tales reparos
epidémicos, la gran masa de ingleses se desplazará a la Costa del Sol. Mi
suegro me pregunta si no será peligroso por la niña y yo me encojo de hombros.
La costa del sol para estos isleños cloróticos y desmedrados se muestra como un
paraíso a despecho de las campañas de descrédito antiespañol que suelen airear
los diarios ingleses por estas fechas.
Los rostros de la gente del condado de
Essex todos parecen iguales; humanidad trabajada por un siglo de revolución
industrial, pelo lacio, los ojos chiquitines el gesto desabrido entre chusquero
y gremial. Las muchachas de buena pernamenta. Ha sido todo un
descubrimiento la minifalda. Mary Quant
dio realce a la buena figura de las inglesas, al descubrir que las mujeres de
estas Islas poseen unas patas olé. Por algún lado ha de manifestarse la rebelión
años 60. Las británicas dejaron de ser bolsas de agua caliente para sus maridos
en la cama.
24 de julio sábado santa Cristina
Olvidé en Doncaster la agenda de
direcciones… pequeña gresca con Suzanne no pasa nada. Al fin telefoneo a la
agencia EFE en Londres. Caño no estaba ni el sustituto supo darme sus señas y
direcciones. He comenzado en el sentido barojiano de la palabra la Busca y la
lucha por la vida. Lo cual significa que no podré saber si aceptaron mi
colaboración sobre el diácono un hombre casado del Yorkshire que ha recibido las
ordenes de diacono un tal señor Green. Me gasté más de diez libras en la
elaboración de la información. Por primera vez desde la Reforma un hombre
casado puede administrar sacramentos. Caño no se molestó el cabrón en enviarlo
a Madrid como me prometió… Miedo a la competencia o simple mala uva. De todas
las maneras yo voy a comprobar los hechos en la calle Ayala 5, donde está la
central de la agencia de noticias y lo que sea sonará vaya si sonará.
Paseo por Hornchurch y voy de tienda en
tienda en busca de un mapa de carreteras de Francia. No encuentro el itinerario
por mala fortuna pero me tomo una pinta en el “Cricketers” y otras dos en el
“Harrow”. Me encuentro bien de ánimos y con tres litros la rubia cerveza en la
barriga se me da la baza de mirar al futuro con cierto optimismo. No quiero que
nadie me gobierne. Regreso a España para volver a Inglaterra. Tengo que
persuadirme a mí mismo de que triunfé en la empresa. No soy un derrotado. En el
Cricketers el amo de la posada era un
tipo delgado alto con la raya en medio no muy comunicativo pero perfecta imagen
de una película años 30; las gentes al envejecer se llevan consigo ritmo y
maneras. En el lounge del Harrow
había un loro enjaulado que propalaba consignas de las Trade Unions y llamaba
hijo de soltera a quien le parecía o cosa así. En el salón había un viejo piano
de cola para tocarlo en las grandes reuniones y fiestas de solemnidad. Las
gentes de Hornchurch, no es que destaquen por su belleza. Dice mi suegro que la
gente peor encarada del mundo se pasera por Romford Market los martes a primera
hora. Las gentes al envejecer se llevan todo consigo, ritmo y maneras. En el
Harrow había un loro que alegraba las veladas del pub, mientras los clientes
consumían su pinta el lorito no paraba de llamarles cabrones.
Incluso se metía con la Reina. Aquí uno se
siente masa pero no nos pongamos tristes pues no hay razón para ello. Pensemos
en cambio en las muchachas en flor cuando acabo de cumplir los veintiocho años,
acabo de tener una hija, estoy en la plenitud de mi existencia.
Anoche tomé sardinas en lata y me levanté
con ardores de estómago. Mañana saldremos camino de la dulce Francia. Tomaremos
el ferry en Dover. A ver el minicooper como se porta. No puedo pegar ojo y aquí
estoy asomado a los renglones de este cuaderno escolar donde escribo lo que se
me ocurre. No es un dietario al uso pero los ingleses me han enseñado que son
minuciosos memorialistas. Son las dos de la mañana, paz completa en Harrow
Drive. Me bullen grandes planes en la cabeza. Casi toco con la punta de los
dedos, los dedos de Isis la diosa, me siento sublime, pero todo se derrumba
cuando arrecia la depresión.
Dick Howells rindió su consuetudinaria
visita de los sábados. Es un galés y Suzanne dice que todos los galeses tienen
el perfil de jilguero, son buenos cantarines, nunca aves de rapiña. Es un
hombre en el buen sentido de la palabra bueno. Me dijo:
—Vivo como si fuese el último día de mi
existencia
Nunca me resultó fácil escribir. Tengo que
darle cien vueltas al palo, frotarme las manos. Estrujarme las neuronas, un
café, varios cigarrillos y a contar historias. Consciente de vivir en una época
demasiado cómoda, sin guerras, sin hambre (En España todo era sencillo aquellos
días) pero buscando un mundo mejor. Sentía pavor a la enfermedad. En Madrid
cuando acababa el último curso en la Facultad una amiga de la familia María, la
de Urueñas la viuda del brigada Galo, caído en la guerra civil compañero de mi
padre, enfermó de cáncer de ovarios. Yo tenía que levantarme a las seis de la
mañana para sacarle el número de la consulta del oncólogo en el hospital
militar de Gómez Ulla. Aquello supuso un trauma porque la María fallecería a
los pocos meses. La tuvimos en casa casi hasta que falleció. Empezaron a
aquejarme las depresiones y se me declaró una infección bucal que tuvieron que
extraerme un paleto y dos colmillos. Desde entonces tuve que llevar un aparato.
Empezaron mis complejos. No me atrevía a sonreír y tuve la sensación de que no
me querrían las mozas que nunca tendría novia. El maldito complejo se
desvaneció al conocer a Suzanne que me amaba tal como yo era. Fue un amor
intenso. Después de conocernos en Hull y cuando regresé a España la escribía
casi todas las semanas. Este incentivo de amor epistolar donde puse a
contribución y toda la carne en el asador de mi fantasía y de mi poder
literario determinó el enamoramiento. Lamento no conservar aquel mazo de cartas
de amor.
Mi madre las quemó
Yo era un triunfador. Así y todo, en mi
interior yo sentía mis dudas de si sería capaz de hacerla feliz a la mujer más
bella de Inglaterra. Afloraron mis complejos, mis inseguridades que trataba de
combatir con la cerveza. He sabido mucho después que soy un alcohólico
intermitente.
—“You
Always are trying to proof yourself. Why?
Tal pregunta me dejaba descolocado. En medio de mis dudas y vacilaciones
partiendo de mí nunca de ella tuve que enfrentarme a mí mismo. Quiero ser
escritor.
Algún día mis obras serán un tema de
coloquio en los periódicos y en las revistas literarias. Seré famoso y tú
estarás a mi lado siempre. Seré tuyo hasta mi último suspiro. Cuando yo muera,
serán tus dedos los que cierren mis ojos. Por eso me esforzaba en aprender
leyendo todos los libros que caía en mis manos. De los ingleses aprendía el
“endeavour” la fuerza del empeño y los jesuitas me enseñaron el “cunning”, la
picaresca. Yo quería ser un caballero andante un nuevo Palmerín de Inglaterra y
cabalgar por el mundo a lomos de mi Rocinante rescatando doncellas del ultraje
pero comía ajos y tenía los dientes malos. La realidad desbancaba mi idealismo
romántico. Estaba abocado a las depresiones ¡pobre de mí! La más fuerte la que
me dio en marzo de 1971, precisamente cuando mi mujer tuvo los primeros
síntomas del cáncer tiroideo del cual yo me sentía culpable.
Estuve casi diez días en la cama sin moverme
sin comer ni beber como en una campana de cristal y en el más augusto de los
desdenes.
—“Dont
be sorry for yourself, dont take no for an answer”.
Lady Suzanne era la mejor consejera pero la
hice sufrir. La decepcioné cuando se dio cuenta de que aquel Tony de las cartas
no era el hombre que ella había soñado. Al regresar de la escuela en la
espaciosa sala de estar me sentaba en una mesa de roble que compramos, ponía
música en el radiograma y empezaba a escribir siempre horrorizado de la página
en blanco. Un sábado garabateo este poema que conservo en mis cuadernos
olvidados:
Llego
a la página cincuenta
Señor,
y he escrito tanto
El
poder mío es finito y microscópico
Reflejo
del afán de un enano
Ansiedades
mías
Fragilidades
mías
Soy
una caña destrozada por el viento
Un
corazón solitario
Conseguí
con too y eso
Llegar
a la página cincuenta
De
este pobre epistolario es un éxito ¿Triunfaré?
¿Fracasaré?
Eso
no me concierne
Será
lo que dictaminen los jurados Heme aquí pobre cucaracha literaria
Despreciable
gusano
Avanzando
por las páginas
De mi
cuaderno en blanco
Con
patitas entumecidas, vacilantes
Y me
pregunto:
¿Esto
valdrá para algo?
Colecciono
palabras del abracadabra
Solfeo
partituras en mi menor
No me
traicionan los pensamientos
De
ellos buen amigo soy yo
Hoy
escribo un epitafio al general de Gaulle
Quiero
examinar las células
Quiero
ver pisar el vino
Mi vida es un torbellino
Y poesía cada día
El pájaro pinto te llevará en sus alas
Helen niña del alma
Si no te duermes llamaré a la grulla
Que te mire con sus ojos que pasman
Duerma Elenita
Que el mundo es un cajón deshabitado Que el
ciempiés tiene cien patas
Que los caballos se han ido tritones
A galopar por el espacio
Durme, y durme, niña del alma
Yo te arrullo y te canto una nana
Cuando mi niña crezca la llevaré a la feria
La compraré un pony y una guitarra
Cabalgarás sobre la trompa de un cínife
Y dirás hala, caballito, hala
Me espera la niebla
Los periódicos
Y la botella de leche
Pasteurizada
Que deja el lechero
Viajando en un coche eléctrico
En el zaguán de la portada
Es la belleza de la aurora inglesa
Paisajes llanos con alma
En San Juan de Beverley repican las
campanas
Ora a clamor, ora a la misa del alba
Que dice deprisa un cura anglicano
Con su voz cavernosa se come
Muchas palabras
No hay cosa más grande que poseer una
bicicleta
Y pedalear sobre la marcha
Camino del trabajo `por la senda del briddle path
Allá la buena de Mrs. Peak prefecta de
estudios me aguarda
El mes de octubre es claro
Como el ojo de una avutarda
Las nubes traen mensajes invernizos
De lluvias intempestivas
Cuádrate, chaval, ponte la bufanda
Y el jersey que te tejió la Suzi con sus
dedos de hada
Galopan los castillos de piedra blanca
hacia las montañas
No pararé hasta llegar a mi casa
El proyecto de lenguas de la Universidad de
York para el cual yo trabajaba en aquella casona de estilo georgiano cercana a
la puerta de Micklegate pasado el río
Ouse cerró sus puertas. Eran los tiempos en los cuales Inglaterra abría las
puertas al mundo y el gobierno Laborista acariciaba un plan para enseñar
diferentes idiomas (francés, alemán, italiano, español y ruso) en los
institutos de segunda enseñanza: Comprehensive Schools y Public Schools.
Lo pasé mal pues la carta de despido llegó
el 21 de mayo de 1970 al día siguiente del nacimiento de Helen. Gracias a Dios
el jefe del Departamento Mr. Rowlands tuvo la bondad de hablar con las
autoridades educativas del condado del Yorkshire, reconocieron mi título
universitario para enseñar en un colegio de secundaria en Doncaster, localidad
cercana a Wilberfoss. Nos dieron una casa estatal (council house) protegida de
renta baja, cerramos la de Wilberfoss un bungalow que me llevaba parte del
salario. Para ahorrar dinero yo solía acudir al trabajo en autostop. Tuve
muchas aventuras que no quiero explicar aquí pero que me facultaron a conocer
la idiosincrasia de los ingleses del Norte. Buena gente. Hasta asimilé su
acento y los amigos me decían si era irlandés pues se me notaba la vocalización
"brogue" que arrastra las erres, otros que si era judío pues mi
locución era algo nasal como la de los hebreos. Yo estaba decidido a quedarme a
vivir en Inglaterra para siempre y llegué a dominar el inglés casi como los
propios nativos. Seguía picándome el gusanillo del periodismo.
Envié varios artículos a The Guardian que fueron rechazados e
incluso escribí aplicaciones para colocarme en la BBC en el Departamento de
español. Hice una buena entrevista y yo creía haber ganado el puesto pero
también suspendí. Por lo visto era jefe de aquella sección un catalán que se
llamaba Rafael Sala ferviente catalanista y él debió de olerme los zancajos
franquistas con los que he ido siempre por el mundo, con la frente muy alta.
Levantamos la casa los pocos enseres que teníamos y Suzanne que había sido
feliz en Wilberfoss en aquel chalet al lado de la autopista casi debajo de unos
cables de alta tensión. La llanura de Pocklington y su campiña se veían desde
la casa, pero la Suzi encontró difícil acomodarse a Doncaster ciudad obrera
ella que venía de una aristocrática familia londinense. La coucil house tenía un jardín trasero delante de un campo de fútbol.
De dos pisos arriba la cocina el lounge
y dos dormitorios un servicio con baño. El barrio un suburbio de Doncaster se
llamaba Edenthorpe que viene a ser algo así como el collado del Edén. A mí me
gustaba aquella gente. Todos me ayudaron pero yo tenía dificultades de
comunicación. Les enseñaba a los niños canciones y villancicos pero un día alzó
su dedo índice en alto se levantó uno el más pequeñito de la clase hijo de minero
que se llamaba Pailing y me dijo:
─Why
do I wanto to learn spànish, Sir, if I go to be all my life in the pit?
(para qué demonios quiero saber yo español, señor, si me voy a pasar la vida
abajo en la galería de la mina)
Aquella pregunta del intrépido y avispado
Pailing me descorazonó acabando con mi decisión de ser un benigno teacher en
cualquier escuela del Reino Unido. Eran los tiempos de las "packet holidays" y muchos de los
padres de mis alumnos habían pasado temporadas vacacionales en la Costa Brava,
Mallorca y Benidorm, coincidiendo con el boom turístico. Otrosí, Suzanne empezó
a sentirme los síntomas de una enfermedad grave que la llevaría a la mesa de
operaciones en poco tiempo: picores, pérdida de pelo, ojos saltones, pescuezo
inflamado, el cuerpo hinchado. Había llegado la enfermedad. Era un cáncer de
tiroides. Dios mío. Un día al llegar de dar mis clases la encontré llorando en
el sofá y me dijo algo que me destrozó interiormente:
─You
brought me bad luck. Tú me trajiste la negra.
Yo era el culpable de aquella enfermedad.
Habíamos pasado un drama antes de casarnos. La boda por la iglesia había sido
suspendida y se hizo en el jugado de Hounslow. !Pobre Mr. Hugh qué bueno y qué
paciente fue conmigo! Tuvo que aplazar la ceremonia,, los gastos del banquete,
todo. Su madre Mary Joseph sufrió muchísimo. La razón de aquella desacertada
decisión por mi parte la tuvo mi madre que se opuso como una loca. "Tú te
vas a casar con una puta inglesa". Pobre Mr. Hugh, un caballero, un santo
varón. Ahora, pasados más de cincuenta años, perdono a la que me dio el ser y
pido perdón a mi suegro el pero a mí mismo no me perdono. He de confesar con
versos de León Felipe "suplicaré perdón a mucha gente pero soy incapaz.
Todos aquellos que me podrían perdonar están muertos". Recojo del calepino
lo que escribía yo en mi dietario personal promesas deslavazadas, un grito en
la oscuridad que me llena de remordimientos:
Recapacitando, al mirar atrás, a la hora de poner en la balanza
los hechos buenos y los malos, los triunfos y los fracasos, en medio de la
efervescencia de aquellos amores─ yo era un ingenuo joven recién casado que
desconocía las reglas inexorables del juego pues creía que todo el mundo era
bueno en la Inglaterra de mis sueños a tenor con el título de una novela de
Graham Green "England made me".
Aprendí dos palabras casi inexistentes en el vocabulario español: "compassion" y "coziness". (Piedad hacia los otros
y vida confortable)
Confío que cuando llegue la hora de comparecer ante el arcángel
Psicagogo el que pesa las almas poniéndolas en la romana del día del
Juicio. Según el resultado del pesaje y lo que marque el fiel de la "statera" se inclinándose del
derecho (rebaño de los corderos; izquierdo en el tropel de los cabritos),
les llevará al infierno o al cielo. Que me conceda el pase de pernocta al
Paraíso por toda la eternidad. La compasión es una prerrogativa del
cristianismo anglicano que consiste en
ponerse en los zapatos del otro para comprender las razones que lo llevaron a
un determinado modo de proceder. Es lo contrario que el avieso y envidioso del
temperamento inquisitorial español. La "british compassion" resulta del desencanto de sus guerras de
religión medievales: la guerra de los cien años, la de las dos Rosas, la
revolución social que supuso el puritanismo de Cromwell y la Reforma. Un paso
más y nos encontramos con el parlamentarismo. Por cuya causa la democracia
funcionó siempre en el país y ha sido siempre un desastre en España. El
concepto "coziness" intraducible al castellano tiene que ver con el
confort, el aislamiento. Los ingleses llevan una vida de hogar, se embrocan en
su hogar my home is my castle. Basta
un pequeño jardín and a little plot of
land cerca de la tierra para cuidar sus rododendros. No les gusta la
vivienda en vertical, aborrecen los pisos, sólo en Londres viven en flats y esos penthouses que denominan
los norteamericanos condominios. El sentido de la independencia y la privacidad
es para ellos un mandamiento sagrado.
Puerta por puerta de nuestro bungalow vivía un matrimonio de
jubilados. El marido Mr. Blackburn había trabajado toda su vida en una mina de
los Midlands y al alcanzar el retiro se habían retirado a vivir a la casita de
campo invirtiendo en la vivienda todos los ahorros de una vida. Yo por mi pelo largo
mi aspecto bohemio mi abrigo de la Navy comprado en las rebajas y mi bufanda de
estudiante de la universidad de Hull debía de levantar alguna sospecha de
contestatario y además extranjero. Yo lo notaba al pasar cuando iba y venía en
auto stop enfrente de la casa de los Blackburns donde día una señora austriaca
muy católica pero muy alcahueta y murmuradora debía de ser algo nazi. Sin
embargo, con los Blackburn no tuve ningún problema. Les daba los buenos días o
las buenas tardes. Y ellos me los devolvían con una sonrisa.
─Good morning Mr. Blackburn
─Good morning, Mr Parra
─Nice day isnt it?
─O yes
Yo le sentía salir al jardín a fumar un cigarro para pasar
inadvertido con su mujer que se ponía de uñas cuando lo sentía toser. El
antiguo minero padecía de silicosis y el doctor le había prohibido el tabaco.
Ellos eran conscientes de que nuestro matrimonio había sido un matrimonio a
cañonazos (shotgun marriage) lo cual
no era bien visto en aquella aldea del Yorkshire de ideas tan conservadoras.
Sin embargo, cuando Suzanne le faltaba a una barra de pan o un ajo Mrs.
Blackburn la socorría con generosidad. En casa no sabían que yo me había
casado. Pensaban que había ido a Inglaterra en viaje de estudios para
`prepararme a las oposiciones en España. No teníamos teléfono, la tele
alquilada, sólo una aparato de radio que le había regalado su abuela a Suzanne.
El día del nacimiento de mi hija Helen me vieron muy emocionado. Yo lloraba de
tristeza porque había contraído matrimonio sin la autorización de mi madre que
era la que llevaba la voz cantante y de alegría pues para mí aquella tarde
había sido la más feliz de mi vida. Mr. Blackburn me ofreció a Mary Heagerty y
a mi entrar en su casa. Me ofrecieron una taza de té y le pedí a mi vecino si
podía telefonear a Madrid para anunciar a mis padres que eran abuelo.
─Sure, Tony. Why not
La llamada costó diez libras y el pobre Mr. Blackburn no me las
cobró. He was a good neighbour. El hombre de la parábola del buen samaritano.
Carrión Carrión
El zancarrón de Mahoma
Pájaros vienen de mal agüero
Yo me disperso
Dios
¿por qué escribiste
Nuestros nombres en el cielo?
Las letras estaban del revés
Y nos dispersó el destino
Juegan a la guija mis pensamientos
Tres en raya
Yo me quedo
Tú te llevas el mal fario
De la augusta diosa
Del calor nace la hierba
Abriéndonos estábamos a un horizonte de
colores
Pero no era el mundo como tú y yo lo soñábamos
Valió la pena la aventura
No mires cómo vuelan
Los buitres de tus pensamientos
Carrión
Doblón
Tres esquinitas
Tiene mi cama
Cuatro angelitos
Que me la guardan
El viento mueve las cañas
Una perra chica
Te daré por un beso.
Un cínife vagabundo
Pasó moviendo sus élitros
Carrión
Plastrón
El zancarrón del burro muerto
Parra, parrilla, te pegó tu madre con la
zapatilla
Las ideas vuelan por tu cabeza disparatadas
Cuando se conduce
Siempre hay que pensar en algo
Yo me quedo
Heagerty y Heeney
Amarga cerveza negra
Que bebí de mozo
Una barrica y un tonel.
Acabó la espicha
E hicimos cacharritos.
Apellidos trotamundos
Arribando a la verde Erín
Flores que se lleva el viento
Tú estabas subida al olivo
Escalé la cucaña
Y gané el quiñón
De tu sonrisa en la orla de tus labios
¡Qué tiempos!
Atardece
El sol envía
Rayos de ausencia
Quiñón, carrión
Cantón
De sopetón
Bajaron las ninfas
A bañarse desnudas
A las aguas pandas del río Ivel
Cambridge con todo su poder, a mano
izquierda
Cuando conducíamos hacia el norte
Mi mini Cooper se sabía el camino
De aquel soñado Hornchurch
Un pís, una taza de té en el apeadero
Y nuestra niña dormía en tu regazo
Millas y millas, rubia y pecosilla.
Leguas y leguas
Varas y veredas
Yardas, millas y verstas
Kilómetros y kilómetros
Anochecido,
llegábamos a los jardines de Doncaster
Una
casa, un hogar, una taza de té
Y yo me sentía centauro sobre aquel caballo
de hierro
Písale bien.
¡A fondo el pedal del motor alado!
A modo de Quirón cabalgaba sobre el mundo.
La Old Merry England un lecho de flores a
nuestros pies
Empuñando el volante como las riendas de
una cuadriga.
Doncaster carbón y plomo
Los castilletes de la mina
Besados por la lluvia
Buena gente obrera
Señor, danos tiempo y gracia
Mientras esperamos
Las particiones del Amor
Esa herencia que dicen que nos legas
Ando por las calles de una ciudad
desconocida
Que me acoge
Soy un refugiado
Acaso un judío errante
Portando en mis adentros
Las contradicciones y reparos
De un monólogo interior
Me paro a pensar mientras voy
Por Doncaster ligero de equipaje
Una hija nos ha nacido y mi mujer está
enferma
Hay niños en el corro
Que esperan la redención del viento
El dulce soplo de los sueños
Jugando en los suburbios
¿Mañana qué serán?
Quien les dará pan
Quien les dará amor
Barrios de emigrantes
Suburbios de esta vieja ciudad romana
Cerca de la estación
El pitido de los trenes me despierta en la
noche
Vuelan los fantasmas a través de mi
imaginación
Prorrumpen en carcajadas
Tienen rostros tiznados de carbón
Beben cerveza en Friday Night
Y llevan sobre las espaldas el peso del
mundo
Son la fuerza motriz que mueve el
movimiento
En Doncaster a 21 de julio de 1970
A los que se llaman como yo
Mi nombre es vulgar
Frondosa parra sin uvas
Miles de hombres que se llaman como
No los conozco
Estoy en el exilio
Alma herida de fracasos
Bebo en la fuente del silencio
Aguas turbias
Vivo donde río lloro muero y paso
No le importo a nadie
Pero nuestra esencia es universal
Todos reverberamos en la luz de un espejo
Universal
Yo solo soy piedra matorral y monte
Me llamo Parra y me gusta el vino
Vengo de la cepa del Rey David
Desgrano los dieces de un rosario de versos
soñados
Que nadie escuchará
Vayamos con la música a otra parte
La barca navega sin rumbo
¿En qué bajío encallará?
Llegadas las navidades, Helen, me entran el morbo, lleno de
pujos melancólicos de Dickens. Se me aparecen Scrooge y Mr.Ebenester y su
cuadrilla de desharrapados walking the London streets and saying:
"Humbug". Todos son tonterías. La vida pasa y el cielo no se apiada
de nuestros dolores y nuestras súplicas. Debe de ser la nostalgia del Xmas
pudding y aquellas nochebuenas junto a tu madre en la casa de los abuelos en
Hornchurch que no volverán. Hacia ellos llenas de compunción y arrepentimiento
mis plegarias vayan, y les pido perdón por el mal causado por mi inconciencia e
incompetencia como padre y como marido. I
wasn´t suitable to make you and mum happy. Sin embargo el barrenillo o
gusanillo de la conciencia siempre vuelve por estas fechas cuando las calles se
iluminan y a la puerta de los grandes almacenes pascueros vestidos de rojo y
barba blanca ho ho ho aparecen a las
puertas del Corte Inglés y los supermercados; yo me pregunto que qué tendrá que
ver el nacimiento del Salvador con el consumo y la venalidad de nuestra
sociedad deseando gastar y comprar. Así es. Afloran las olas de los recuerdos.
Para conjurar ese dolor suelo entregarme a las debacles báquicas. Pues dicen
los entendidos que el líquido elemento mata las penas. Vinum bonum laetificat hominum (El Eclesiastés) no sé si será
cierta esa admonición bíblica que suele aplacar los escrúpulos de los
borrachos. Aquí estoy fumando mi pipa como hace tantos años. Mi cachimba es una
compañera de trabajo y acudo a su ayuda para que ilumine las fuentes de mi
inspiración, asaz secas en verdad, pero mi chiscón, búnker, chabola biblioteca
o fumadero tanto como oratorio asimismo me proporciona distanciamiento del
mundo y en esta reclusión vivo, añorante del amor perdido. Soy pájaro de un solo nido, tuve en la vida
un único amor tu madre la dulce Suzi de los ojos bellos y un sentido del humor
londinense. Verdad es que conocí a otras mujeres y estoy casado con una que me
dio cuatro hermosos hijos (no sé si habrán salido de mi fabrica pero al menos
yo pagué el bautizo) y a veces recapacito y una voz me dice interiormente
"eres un afortunado tío, fuiste amado por la mujer más bella de las Islas
Británicas y lo echaste todo a perder". Pues sí. Hay un refrán en español
que lo certifica: "De lo que te di con putas y gañanes yo lo perdí".
Ah la Navidad ¡qué solsticio más triste! Son los idus de diciembre cuando los
romanos encendían faroles por todo el imperio para invocar a Saturno, el dios
de la oscuridad para que aplacase sus iras y permitiera el regreso de la
claridad allá por la Epifanía el seis de Enero. Mientras en mi bunker yo inhalo
el humo de mi pipa a mis 77 años. Me convertí a la pipa, dejé los cigarrillos
viendo fumar a Harold Wilson, aquel primer ministro del año que tú naciste. De
ninguna manera justifico este maldito vicio de la hoja del tabaco pero me ayuda
a sentir compasión de mí mismo, a soportar con entereza las contrariedades del
destino y tal vez a soñar en un mundo feliz. En verdad no fui feliz, más bien
un escritor fracasado, romántico empecinado en acariciar el cielo con las
manos. Cuando lo intentaba una nube se interponía en el camino y yo caía en el
abismo. Otrosí, tuve mucha suerte pues como decía tu madre "you always land on your feet".
Llegué a alcanzar las cotas más altas de periodismo con mis dos corresponsalías
para ponerles los dientes largos a mis enemigos. Que los den con un canto en
los dientes. Fumar o no fumar that is the
question. El tabaco se ha convertido en el terror del milenario. Abstemios
o fumadores todos la palmamos. Obsesionados con dar de lado a tal flagelo se
creen los muy ilusos que es la entrada de las puertas de la inmortalidad. No
saben que una cuarta más arriba o una cuarta más abajo aquí no va a quedar
nadie para simiente. Ellos, en cambio, duro que te pego, no fumes que te
mueres. Claro que me moriré cuando me llegue la hora. Han vuelto los
inquisidores.
La Spanish Inquisition llega de la mano de estos
entusiastas de una vida sin humo. ¿Y la contaminación del óxido de carbono o
los pesticidas? Siempre hay un enemigo a batir y las furias antitabaco sirven
de tapadera para ocultar otros males como el humbug, el desamor, el egoísmo, la insolidaridad en que vivimos.
Nos quieren quemar vivos a los fumadores. A mí me causan hilaridad tales
desatinos. Ciertamente, mi padre murió de enfisema y tu abuela Mary Joseph
Heagerty esto es Mrs. Hugh fue víctima del tabaquismo pero yo creo que murió de
pena a causa del disgusto del fracaso matrimonial nuestro y tu abuelo Mr.
Graham Hugh Dios lo tenga en su reino era un justo de Israel murió por causa
del tabaco aunque este no fuera agente sino una enfermedad laboral trabajaba en
la city en una empresa de importación de maderas finlandesa y el serrín que
despiden los troncos al ser cortados desencadenó el mal en sus pulmones. Cuando
vivía en Reino Unido puedo asegurarte la marca de las hojas que fumaba. Empecé
con Number 6 muy baratos o Benson and Hedges para los domingos y días de
fiesta. A medida que fui ascendiendo en la escala social tiraba de Woodbines y
cuando supe que era lo que fumaban los mineros empecé a tirar de Navy Players
un especifico egipcio, los paquetes venían envueltos en papel de plata y los
cigarrillos eran ovalados aspirándolo me colocaba
y su humo me dolía la cabeza. En Londres los puritos panatelas me ayudaban a
terminar de escribir la crónica que yo mandaba desde el télex en mi casa de 41
Roland Gardens el piso bajo (siempre he trabajado en un alguarín con luz
eléctrica pues la cenital no me inspira) y ahora mi marca preferida para la
cachimba es Brookfield que apenas se encuentran pero ayer fui al Corte Inglés y
allí tenían. Creo que el tabaco ha sido el consuelo de mi vida. Fue mi
salvación en los momentos difíciles. Espero que no sea mi perdición. Mamá
también fumaba. Espero que lo haya dejado. Te escribo, querida hija, a humo de
pajas sin saber si esta carta será leída pero seguramente será del gusto de ese
robot de Google que controla mi quehacer desde los Estados Unidos; ayer casi
diez mil visitas. He tratado de buscarte toda mi vida hasta entré en los chats
porno para ver si alguna de esas pájaras se parecía a ti. Qué horror mi hija
convertida en una de esa lagartas que enseñan el culo y el ojete por la red a
cambio de un dólar. No tú no podías ser una de esas. Tú has debido de ser igual
que tu madre, una rosa inglesa, alegre y fragante, llena de vida y de buen
humor. Te deseo que pases una feliz Nochebuena en compañía de la gente que te
quiere. Yo también te quiero pero estoy muy lejos. Daría años de mi vida para
que el implacable reloj de la vida diera marcha atrás y no haber abandonado
Inglaterra. Tú tendrías un padre que ahora anda perdido pero en mi corazón
estás presente todos los días. Mis oraciones la elevo al Altísimo para que te
proteja en las horas altas y bajas de tu existencia. Estoy ahorrando para que
cuando me muera seas heredera universal de todos mis bienes más de seis mil
libros y papeles, la mitad de esta casa y de la otra que tenemos en el campo.
Sería una forma de hacer justicia al gran agravio. Sé feliz querida Helen,
cuida de tu madre y no pienses que estás sola en la vida. Evita las depresiones
y ven a España. Tu padre te recibirá con los brazos abiertos aunque tal medida
me cueste el divorcio. Vivo con una señora a la que no amo. Es una extraña para
mí. Pero bueno. Cosas de la vida.
Hoy san Andrés y recurro como Amiel, agostado
el filón de la inspiración, al mundo lineal y cuadriculado de esos diarios que
uno se propone acometer sin que se materialicen los buenos propósitos. Un año y
diez días han transcurrido desde que abrí este archivo. En verdad, no creo que
lo conseguiría pero he dejado de fumar y de beber, a resultas de una crisis en
la que no hago más que pensar en la muerte y en la que se me demuestra lo
baldío de mi existencia. No se puede decir que haya tenido mucha suerte con la
literatura siendo yo por otro lado un decoroso factor del cultivo de las
eminencias literarias pero los tiros iban por un lado y los estampidos por otro
y así no hay manera. He adoptado también otra resolución la de adelgazar, que
no es manca a efectos de mi bulimia pero quisiera darle al psiquiatra con una
canto en los dientes. MJ dice que cada vez ando más inclinado, que me va a
comprar unos tirantes para sujetar esa espalda ladeada a los efectos de una
cifosis severa, las radiografías lo muestran, que comenzará como tantas y
tantas cosas en la infancia o en la adolescencia. Es cierto cada vez me parece
que estoy más vencido. “El Cero y el
infinito” en versión de Eugenia Serrano Balnayá (tomé copas con ella en el
Gijón) todos tenemos un poco de Rucbachof. Todos estamos condenados a muerte.
He aquí el poder profético o mesiánico del hecho literario. Rubachof pudiera
ser también Gorbachof. Los creadores de la invención ellos se lo guisan y ellos
se lo comen. Muchos textos, es maravilla, al cabo de los años, tomaron
aires de presagios cumplidos. Dinamitaron el comunismo desde dentro y ahora nos
encontramos en el Efecto Falena que no es otro que el de la mariposa. En la
conferencia de Reikiavik un rabino sonreía a los pies del volcán mostrando la Torá
envuelta en faldellín. Sonrisa mefistofélica del que ha ganado la partida.
Cuando vieron que ya había cumplido su misión en Rusia cambiaron de senda.
Hubieron de pasar por cerca de cincuenta millones de cadáveres. El comunismo
tuvo que ver con la Apocalipsis a consecuencia con las guerras que desencadenara
pero en esa misma dirección de una forma más deletérea e intensa fue la
revolución acontecida en 1989. Un producto del agit prop universal. Como todas
las revoluciones tendrá su efecto estrambote. Tendrá que haber muertos.
Hoy san Andrés la nieve en los pies. Justo a un año vista de que me salvase por
los pelos. Mala cosa el beber. La dictadura libertaria que estamos viviendo es
también una mascarada. Ay de los vencidos. Pobres de aquellos a los que la
historia hunde en el polvo. Me sigo acomodando a vivir en una campana de
silencio. La muerte de Rubachof está descrita de una manera genial. Al cabo de
los interrogatorios sólo deseaba una cosa dormir y soñar en la Arlova. La
muerte no es más que dormir. Es el letrero que impera en el cementerio de Paris
donde están enterrado Robespierre y sus cofrades. Quizás sea como entrar en una
especie de sentido oceánico, unidos todos a la totalidad del ser divino. Hoy
sábado conduje hasta Majadahonda, compré unas pastillas. Hacía viento pero se
estaba bien al solillo
La soledad es un pájaro de fuego que crece mar
adentro. Podría sentar sus reales en el centro asturiano, por ejemplo,
que está en la calle Farmacia por donde sacaban a los presos de la cárcel de
san Antón. Desolación pero ya pusieron las iluminaciones en las calles
madrileñas. De regreso al conducir vuelvo a sentir vértigos. También puede que
la batalla con la báscula la tenga que dar por perdida ¿A qué escribir si no
tengo nadie que me lea? Santos dice que le gusta lo que escribo en un estilo medianamente
pasable. Toco los temas que nadie se atreve. Tendría que salir a dar mi paseo
diario pero me disuade el viento favonio que pega con fuerzas. Ahora mis noches
son mejores, las duermo de un tirón aunque tenga que alzarme a mear varias
veces. Jesús omnipotente, ten piedad de este pobre pecador que ha hecho
resolución de no fumar y de no beber pero que está anquilosado en un taedium
vitae como nunca en su vida. Cansancio y agotamiento. Veo pocas perspectivas
como no sea el ir tirando. Mi mujer dice que me siento todas las mañanas en el
sofá a aguardar a la pelona. Nos pide el ayuntamiento de Oviedo las tasas
atrasadas por el Renault y suman casi quinientos euros. Tienen que sacar de las
gabelas para financiar los costosos premios Príncipe de Asturias. No hay que
abrir al cartero que ya no es de antemano heraldo de las buenas noticias sino
un vulgar recaudador de las contribuciones más impensadas. El estado de las
autonomías cobra por todo. Hasta por respirar. Tienes que escribir al desgaire,
escribir sea acaso un acto venial para el cual no se exige tanta preparación
como acostumbras. ¿Seguirá adelante el diario? No hagas jotter. Bátete el cuero
con la sabana en blanco del ordenador sin preparación en sucio, ni trabajos a máquina.
Tienes que perderles el respeto a las Nueve Musas. No es lo mismo decirlo que
hacerlo. Hombre ya. Y si no emborronas a qué te podrías dedicar, yo me
pregunto. Has de resignarte a vivir contra las cuerdas y a llevar una
existencia anodina, no eres más que un prejubilado
Aquí estoy recién evadido de Asturias, con un
vacío interior y con una depresión que alberga el pecho como un runrún. Libo la
flor de lo inane. En estos tiempos en que la vileza se prodiga vivir acogotados
no es vivir. Se acentúa la vacuidad retórica. Me refugio en la
ergoterapia pero soy incapaz de catalogar todos mis libros. Me digo y esto para
qué quien me los va a comprar, puesto que acudí al último remedio que es el de
vender libros por Internet. Si otros lo hacen ¿por qué no lo puedo hacer yo? Me
pierdo en los floreos del canto de la epístola y enero ocho buen día para matar
el gocho. Ando muy machucho o entrado en días. Padezco las dolamas, alifafes y
achaques de la incipiente vejez. Tiempo de pundits y tertulianos que se
regodean en el deshoje de la margarita con respecto a la viniente guerra en
Iraq. Vivimos en una sociedad en la cual la pobreza, la decrepitud y la vejez
son pecados capitales. Se estrecha el círculo de la vacuidad y la bestia saca
pecho. Parece que le campanea el busto. Prosigue mi ergofobia. No sé cuál puede
ser el registro de esta palabra; tal vez ergotismo. Registrase un miedo
al tajo y lo demás
Cantó la curuxia anteanoche en la ramada del roble del camino por
tres veces. La aldea estaba en silencio. Asturias del alma. Había subido a
abrir la casona y al regresar escuché su llamada. La lechuza es el ave que
llora. Colgados de la viga del techo estaban los calderos donde faenaba la
abuela. "Cien años ha que nací y nunca tantas potas y cacharros vi".
Alentaba aun la ceniza de los viejos pucheros. El almirez, las sartenes, las
trébedes y los morillos alineados por la mano experta de la pobre güela que murió hace medio siglo. No
había mejor cocedero en todo el concejo pero al volver el canto de la curuxia
ahora en la sebe seguía sonando lúgubre y persistente.
Según la vieja creencia cuanto la lechuza gime sus tristezas sobre
la rama que nunca verás pero sí que sentirás, es señal de que va a haber un
difunto. Cerré puertas y ventanas, eché el alamud del portillo. No había luna.
Un perro ladraba en la braña puede que fuera un lobo. La comadreja, el raposo y
el gocho salvaje eran los mi habituales visitantes nocturnos pero esos no me
asustaban. Entonces recordé las noches de filandón de mi infancia; los cuentos
y consejas de las brujas de Puente Perín, lunes y martes miércoles tres jueves
y viernes sábado seis y domingo siete quitarle la chepa a ese. Me colocaron
bien la joroba de la literatura. Llaman a la puerta madre. Hijo, déjalas que
ellas solas se irán. ¿Ah sí?
El padre Astete señala en su catecismo como pecado menos grave
creer en agüeros y cosas supersticiosas pero brujas haberlas haylas. Las brujas
volando en el cielo nocturno me horrorizan pero en los bosques del Rellayo en
la calella que rodea el manto de
Santana me pareció haber visto hace unos años sentada a la vera de un rio junto
a la peñona a una xana peinando sus cabellos de oro. Era rubia y muy hermosa.
Tal vez fuese mi imaginación pero percibo▬ es un don que el
Todopoderoso da gratis a los artistas y poetas ultra sensibles y, cuando me
encuentro a una persona, veo los contornos del aura que todos llevamos▬.
¡Cuidado cigua! Suenan las señales de
alarma y me pongo en guardia. Me fascinan las historias
del nuberu y del culiebre. Los asturianos somos
pueblo de brumas. Tememos a la guestia
que anda por los ribazos, en procesión de calaveras con hachones encendidos,
cantando tremendas. Es una herencia pagana de nuestros ancestros latinos que
llamaban, dicen los que de esto entienden, a los gnomos del bosque nephelibata.
La estantigua pasa, canta la curuxia y las animas bajan la cuesta
de Artedo por el Revellín cruzan hasta el Ribete y se sumergen en las olas de
la playa con sus blandones incandescentes. Van cantando " Hijos, caminad
de día, que la noche es mía".
Conviene recogerse y no mirar para los trasgos porque si un
difunto que marcha en la fila de la estantigua, vestido de fraile, ocultando su
cara de calavera, en la capucha, te mira a los ojos, a los tres días
mueres.
Dicen los gallegos que las meigas van y vienen con la luna llena y
cantan por las aldeas vacías como ésta en la que vivo el miserere o el oficio
de difuntos. Se recomiendan a los que vayan de noche por los caminos que lleven
consigo un relicario que les sirva de defensa. Una imagen de Cristo o de la
Virgen para disuadir al diablo, el mejor detente-bala. Hay que decir cuando se
las siente este ensalmo: "fillo do demo, cata la cruz". Y se
van pero hay algunas que son más contumaces y no hay sortilegio que valga para
ellos. Son las almas de los endemoniados.
En abono de todo lo dicho, yo podría contar muchas anécdotas pero
el material daría para un libro. Bástenos saber que la cigua es cosa cierta. La
cigua es una palabra bable que los españoles importamos de Cuba.
Es la cigua prima hermana del vudú e hija de la magia negra. Única
solución el agua bendita y rezar todas las noches el trisagio de San Miguel
Arcángel. Ese las espanta.
La superstición es parte de la vida misma. Viví cinco años en
Londres en el barrio de South Kensigton. En el edificio había el fantasma de un
templario irlandés el conde Kelly que murió en las cruzadas. Este hecho
paranormal los vecinos lo asumían como algo normal y un amigo mío me contó que
una noche se lo encontró sentado tranquilamente en el sofá de la
salita hojeando las paginas ensabanadas del Times.
¿Cómo no creerlo? Cuando alguien mienta la palabra cigua yo toco
madera, pero Villeguillo se pone de los nervios cuando escucha en estas noches
del invierno el canto de la curuxia. Le echó las cartas una saludadora y desde
entonces dejó de asistir a las sesiones espiritistas donde se hace la guija.
No recomiendo las artes diabólicas pero brujas haberlas haylas.
Tengo, por mi parte, yo más miedo a los vivos que a los muertos. Y
por estos pagos rondan ahora bandas de ladrones del Este.
A diferencia de Villeguillo me encanta el grito de la curuxia.
Antes de asustarme, me arrulla y me duermo con el 38 que me compré en un viaje
a Texas debajo de la almohada por si los bandidos que asaltan las casas de los
viejos, se les ocurre pisar mi umbral, los dejo secos. Es una mala costumbre
que copié de los norteamericanos. Allí el allanamiento de morada se paga con la
muerte y hay todo un armero en cada casa por modesta que sea. Los temo, ya
digo, a ellos más que a los fantasmas pero brujas haberlas haylas.
Sigue el miedo al vacío. Llevo sin encender el
ordenador más de dos semanas. Una aflicción interna, el dolor de costado y la desaliento
de saber que todo cuanto haga será inane me aleja de la tarea que ha sido razón
y norma de mi vida, pero fue una noche buena bien pasada con mi madre, mis
hijos, mi mujer mi hermano Fernando y Fuencisla. Mi madre la salió un grano en
una pierna y creo que era un cáncer, la han tenido que hacer un injerto, fíjate
un granín cuando sale con mala leche. Temo a la nada, al vacío. Los cadáveres
se mojan más en los cementerios en estas noches de lluvia y ese solo
pensamiento me hace acorrucar junto a la almohada en espera de que la muerte me
sea esquiva. No soy lo que se dice un valiente a tal respecto. El papa de Roma
no es más que un ansia consolidada de poder. Sigue impartiendo bendiciones
desde su carretón y sonriendo con una sonrisa enigmática cuando se le aclama.
Estoy confuso, apenas puedo poner en solfa mis pensamientos pero al menos he
podido vencer una resistencia inaudita que dura ya demasiado tiempo. Y ahora me
voy a comer. Anduve esta mañana las dos praderas y ya me roe un poco el
gusanillo. Es angustia vital lo que siento. Nada más. Tú no te rindas.
LIBRO SÉPTIMO
1966
4 abril Lunes Santo:
Hoy Se Fue María. Al hora que redacto María
Prudhome la gran revelación de esta primavera estará paseando por las calles de
la ciudad del Dante. Cuando huelo mis manos aun aspiro el perfume que ella me
dejó de las suyas. Me acariciaron como nadie en el mundo aun me acarició. Tu partiras demain et tout sera oublié”...
alors on verra... je te aime je t´adore antonino mais tu vais c est pas
`possible... je voudrais t´en donner tout, mais cést pa possioble je l´ai
promis a mon Dieu.... quie tu es jolie muy darling, havent met another like
you. You are the first and the last On Friday evening we were dancing
trembling of happiness and desire. I respected her. We went for a walk at
Retiro park. The sunset glared on her eyes. Al abandonarla en su hotel vagué
por las calles madrileñas. Estaba confuso. Era la primera vez que yo besaba a
una mujer. Me levanté y fui a misa para pedir por ella. Este Domingo de Ramos
fue inolvidable. Nunca la volvería yo a ver a este dulce profesora
canadiense.
13 de abril miércoles de pascua.
Bajé unos días a Fuentesoto. Me hinché a
comer rosquillas de palo, que es una tradición de pascua, pero me dicen que los
lugareños abandonan el campo cierran las casas abandonan el arado y la reja y
se vuelven a la capital. A mi me tira esa tierra. La torre de san Gregorio que
divisaba en lo alto al levantarme de la cama a través del ventanuco de la
portada es un lugar mágico. Antigua iglesia construido hace ocho siglos. Creo
que el abandono de la tierra traerá consecuencias y ya nada volverá a ser lo
mismo aunque no lo dudo la gente quiere progresar y echarse coche. En
preparación del examen final en la Escuela de periodismo estuve trabajando toda
la tarde en la hemeroteca municipal. A las siete regresé a la casa de Álvaro de
Bazán a ver el partido de fútbol que transmitía TVE. La final de la Copa
del Mundo. Inglaterra se impuso a Alemania por 3-2. Fue un momento histórico.
El estadio de Wembley vibraba de emoción patriótica. Nobby Stiles sin dentadura
alzaba la gran copa y bailaba en la cancha. Impresionante el gol fantasma de
Hurst y los tiros a puerta de Bobby Charlton. Las paradas de Banks. Hoy me
siento muy inglés. Tuve el sentir de que alguien me llamaba a Inglaterra. Tengo
algo de caballero andante y tal vez yo forme parte de la hueste de Palmerín de
Inglaterra que marchó con su ejército a conquistar Jerusalén. Sueño despierto
alguna vez. El agua y el viento de Fuentesoto ennegrecieron y purificaron
mi piel. Vienes más moreno mi madre dijo. “madre, cargué las pilas y vengo con
el espíritu en forma. En el pueblo se respira bien. En Madrid no. Amar a
Castilla es una gran idea. Los dolores de barriga desaparecieron ya estoy
curado o casi de esa operación de apendicitis que yo temía fuese un cáncer. La
pasada navidad me operaron del apéndice en el Hospital del Generalísimo. Parece
ser quedaron secuelas o adherencias según el lenguaje quirúrgico. Poco antes de
que me operaran murió en una de sus salas el general Muñoz Grandes. Los
puertorriqueños andan a palos con la policía federal tratando de defender
su idioma castellano. Estos mestizos de Borinquen les dan una lección a los
vascos y catalanes separatistas, que menuda la prepararon en Barcelona
cuando entró a tomar posesión de la archidiócesis de Barcelona Don Marcelo el
primado de Toledo. Recibieron a a palos al buen prelado que es de Valladolid.
Los separatistas hablan de progreso pero yo me digo qué tipo de progresismo
puede ser ese. Son unos maldecidos unos bujarrones. Creo que para salir en
defensa faltan intelectuales pero aquí lo que tenemos es a don Bartolomé
Mostaza.
Vietnam. Mil muertos en la operación Hawthorne.
Una celada en un bosque de los vietcongs. Las cadenas radiales hablan de la
próxima caída de Hanoi. Una foto trae el Arriba impresionante, capta corriendo a una niña ardiendo
desnuda por medio de una carretera para ponerse a salvo del gas mostaza.
En otra imagen un oficial de los leales a Nhgyuen disparando en la sien
de un prisionero del Vietcong. Son dos fotos dignas del Pulitzer. El
fango, los arrozales y los pozos de tirador donde los combatientes vietnamitas
se emboscan constituyen una pesadilla para el poderoso ejército yanqui. “Es una
guerra extraña y horrenda” declara Luis Ponce de León un uruguayo encuadrado en
las tropas USA, de permiso en Montevideo. Todo apunta a que los EE.UU han
perdido la guerra. Conflictos laborales en Amsterdam y en Helsinki Kosiguin el
presidente ruso continua su visita a Finlandia. Se entrevista con Kekonnen
primer mandatario finés.
17 junio 1966 viernes
A partir de esta fecha los nacionales de
Honduras gozarán de pasaporte español, decisión que me gusta y trae hoy el BOE.
El gobierno de Franco tiende los brazos a Hispanoamerica. Es fruto de las
relaciones comerciales del ministro de Industria López Bravo. Ya digo es una
decisión la mar de acertada. Nuestra patria tiene allá un compromiso
ineluctable que hubo un tiempo que fue obviado. Ahora vuelve a surgir. America
del Sur siempre me ha encandilado desde que escuché las lecciones magistrales de
nuestro profesor canario Mario Hernández Barba. Se ofrecen
coyunturas favorables para cuajar una vía de acercamiento con aquellos pueblos
hermanos. Propone este profesor abrir nuevas cátedras de Historia de America.
Sólo existe una en nuestro país, mientras en Rusia hay 47. Criticas a de Gaulle
que en Moscú habla de una Europa desde Gibraltar a los Urales. Ello le desplace
a los norteamericanos. El ayuntamiento de Cádiz está incómodo con el Correo
Catalán porque publica un artículo en el que dice que los gaditanos son la cuna
del señoritismo. En Cádiz ha surgido un grupo de presión que quiere
constituirse en enlace entre los republicanos y monárquicos. Pemán es su adalid.
18 de junio 1966 sábado
Entre los jóvenes americanos a punto de
graduarse en Harward únicamente un 12% piensa dedicarse a los negocios. Les
trae al pairo el sistema capitalista, dando preferencia a los valores
espirituales al ocio y la cultura y la paz no la guerra. ¿Decadencia del
capitalismo? Aquí ciertamente proliferan los lectores a de Alan Grimsberg el
poeta que dijo “America vete a hacer puñetas con la bomba atómica”. Es la
generación hippy flores en el pelo y canciones, sentadas en California y en
Chicago riots. Me gusta el disco y no dejo de ponerlo en la gramola “If you go to
San Francisco” de MacKency emblema de las marchas anti guerra de Vietnam. Las
antorchas humanas siguen ardiendo en la ciudad de Hue. La primera víctima fue
una muchacha: Djo Thi Yen Pi de 16 años que se quemó a lo bonzo en Nha Traurg
en enero del pasado año. Las autoridades budistas designan a los que han de
inmolarse de acuerdo con sus condiciones psíquicas y religiosas. Antes del
sacrificio se les proporcionan anestésicos de hierbas naturales para mitigar el
dolor del trance. No se sabe si van de grado a la hoguera o a la fuerza.
20 junio 1966 lunes
Qung principal monje budista entra hoy en su
segunda semana de huelga de hambre para protestar contra el gobierno de Saigon
y a favor de Ho Chih Ming. Fue internado en una clínica de Hue. Ciudad que ha
sido tomada por los gubernamentales con un solo muerto en la lucha. El primero
de julio próximo se hará cargo de la presidencia de la Republica
Dominicana Joaquín Balaguer, ex colaborador de Trujillo. Balaguer es un
intelectual amigo de España y su cultura que ha publicado libros de versos.
Estuvo en la embajada de Madrid y Paris. Habrá de enfrentarse al paro endémico
y al analfabetismo cuando jure el cargo. En Argentina la situación sigue
confusa. Hay ruido de sables en torno a la personalidad del general Onganía.
8 de agosto 1966
Como me he vuelto un ser sin intimidad voy a
decidir proseguir este memorial tratando de dar de lado a la gazmoñería y a las
mariposas negras que revuelan en mi mente. No cobro en Radio Nacional soy
compañero del árbitro Galende y un vasco. El pluriempleo la envidia la palabra
vacía la puñalada por detrás trabajo con compañero de la Escuela de Periodismo
que se llama José Luis Albeniz. Cuando acabe las practicas me marcharé a
Inglaterra. Estoy harto de este país y de este Madrid lleno de hipocresía y
pecados burgueses. Estoy harto de las mujeres de mi país. Dinero y agasajos a
las del bello sexo, tiempo perdido. Noto que ellas se burlan de mí. Me toman el
pelo. Hay que aprobar la reválida del periodismo.
11 de agosto 66
Voy a dormir a casa de Pérez Mateos porque hace
unas noches tuve un ataque de los suyo. Ay, chato, chato estoy muy mal.
Llamamos a la vecina, una señora de Riaza que es frutera y tiene dos hijas muy
bonitas, pues creíamos que se moría. Salió la mayor Milagritos en camisón y
el enfermo al ver sus transparencias resucitó. Se le pasaron todos los
males.
Fui al baile y conocí a una chica me dio el
teléfono y quedamos. No sé si iré. La voluntad se va debilitando y viene el
desengaño no sé de quién será la culpa del ambiente o el responsable seré yo
con mis telarañas en la cabeza. Cada día todo se me hace más cuesta arriba.
Quiero superar las depresiones que me dan de vez en cuando y me dejan baldados.
He cogido el vicio de fumar. Una cajetilla de Celtas largos me dura una semana
pero con el estudio y el trabajo en la radio va aumentando la dosis. Reconozco
que el tabaco es malo pero me fortalece el espíritu y me ayuda a sobrellevar
las largas horas de estudio. Estoy preparando los exámenes de reválida y
validación. Muchas noches no me acuesto hasta las tres de la mañana. Soy ave
nocturna como la lechuza que dicen que es el ave de la sabiduría.
12 de agosto de 1966
Hoy día de Santa Clara recibí mi bautismo de
fuego en la radio. Entrevisté a Federico Martín Bahamontes en el programa
Gaceta de los Deportes que se emite a las nueve de la noche. No salió del todo
mal. Me escuchaban en casa y señalaron mis defectos. Se me notaba algo nervioso
y titubeante pero Federico es todo un prócer. Aparte de un gran ciclista el
mejor que ha dado España es una gran persona, muy simpático, me habló de Toledo
y lo mucho que quiere a su mujer Fermina. Está derecho como un huso. Es todo
músculo. Me recuerda a aquel santo extremeño, San Pedro de Alcántara, que tenía
el aspecto de un manojo de sarmientos. El toledano es un místico del pedal. Rey
de la montaña. La cosa no salió mal del todo pero a mi me gusta más la máquina
de escribir que el micrófono. Desde que olí la tinta de las enfurecidas
linotipias se adueñó de mí el duende de la imprenta. Llamo a Blanca Valle para
preguntarle sobre nuestro viaje a Inglaterra. A ella también le han concedido
una beca para enseñar castellano en calidad de profesor asistente. Quiero aprender inglés perfectamente antes de iniciarme en periodismo.
Yo suelo tomar las cosas ab ovo desde el principio. Por eso tendré que
renunciar a ser redactor deportivo en Radio Nacional de España. Estoy
columpiándome en el tiovivo de la duda. Unas veces me parece maravilloso ese
sueldo de seis mil pesetas aquí y marcharme a Inglaterra a pasar hambre. El
Mateos con sus neuras me hace perder mucho tiempo.
Transmito un partido de beisbol, no tenía ni
idea de este juego pero un cubano que trabaja en la radio me iba soplando las
jugadas. Un buen consueta. Yo diría un buen samaritano. Creo que también salí
airoso. Sustituimos Albeniz y yo a Juan Manuel Gozalo (le llaman Kubala) y a
otro locutor granadino que es el segundo de Matías Prats. Estoy apabullado y me
siento muy pequeño y neófito en estas lides al lado de tales divos de la
radiodifusión. Tuve que ir a dormir en ca Pérez Mateos. Le da miedo. Estoy de
él hasta los mismísimos. Espero que venga pronto de Soria su compañero de Piso
el cura Abel Hernández quien ocupa la habitación contigua a la suya. Está Abel
de vacaciones. Es un gran periodista aunque dicen que está en dudas si no
cuelga la sotana.
26 de agosto
Un compañero de Filología que va a ir también a
England como assistant teacher conocimos
en el bar de Filosofía a dos australianas muy simpáticas. Estuvimos de mesones
y yo quedé con una de Melbourne para vernos en Victoria Station. Descabellada
idea. Lo pasamos bien a pesar del calor de Madrid. Está cayendo plomo derretido.
Las noches las paso insomne por el ardor estival y la preocupación de viajar a
un país que apenas conozco. Estuve en el 64 en un campo de trabajo recogiendo
fresas, pasé hambre, no encontré trabajo y crucé de nuevo el Canal. En Paris
pintó bien. Ahora no voy a la aventura. Tengo un contrato de trabajo en un
colegio del Yorkshire. Nuevamente tomé el coche de linea que sale de la calle
Alenza el Albarrán y me fui a Fuentesoto a pasar unos días con mis tíos. No me
recibieron bien.
—¿Otra vez por aquí? Me dijo el tío Dionisio.
A la mañana siguiente tomé el coche de línea
para Segovia. Estuve en ca mi tata la señora Antonia Sabaté que me crió de
niño. Me invitó a comer. Hablaban catalán y a mí me gusta ese idioma- antes de
regresar al foto en el tren estuve tomando unas cañas con mi primo Agustín al
cual quiero como un hermano. Hace allí la mili y mi padre le ha enchufado en
Mayorías. Hasta primeros de octubre no es la partida para la Rubia Albión. Dios
qué nervios. Me he comprado alguna ropa pero mi ajuar es escaso mu made me
compró en Sepu un impermeable tres cuartas Topo Gigio que ahora se lleva mucho.
En la Radio siguen pidiéndome que me quede. El director de informativos un
falangista insiste en que me darán un contrato fijo. Sigo deshojando la
margarita.
8 de septiembre 1966
Los exámenes para convalidar el título de
periodista serán el 21 de septiembre. Llegado el otoño, la luz es distinta pero
nosotros no la vemos porque pasamos encerrados en casa de Mateos toda la noche
cantando los temas el canario Pedro Fernau, Pedroche, Perreta y yo. A base de
café cargado. Cuando nos da sed levantamos el botijo y para el hambre mi madre
nos prepara bocatas de tortilla. Con ellos matamos el gusanillo. De vez en
cuando un break para echar un pitillo. Son casi doscientos temas.
En casa mi madre ha acogido a una pariente suya Amelia operada de un cáncer de
mama. Hubo que habilitar un cuarto para ella, la están dando radioterapia. Nos
visitaron la señora Henar y su marido el teniente Casado. Sus hijos José Luis y
Merceditas son amigos de la infancia. El teniente Casado es de Pradeña. Ahora
viven en la colonia militar de Campamento.
29 de septiembre
Una vez celebrados los exámenes de Revalida de
Periodismo en la Escuela Oficial obtuve un aprobado con Notable. Don Pedro Gómez
Aparicio que presidía el tribunal amablemente me entregó la papeleta y me dio
una palmadita en la espalda. El espaldarazo. Sólo me dijo: “muy bien
Parra, audaces fortuna iuvat”
(citando a Virgilio de Mantua). Salí corriendo de la parte trasera del Edificio
del Ministerio de Información y Turismo pegando brincos de felicidad. Aprobamos
doce tíos ente un grupo de más de cien. Fue una sorpresa que yo, pesimista de
natura, no me esperaba. Esto supone para mí uno de los grandes momentos de mi
vida. He pasado una noche feliz. Lo celebramos con el cura Abel Hernández y
Gabriel Plaza Molina. A Mateos lo catearon pero fue una coincidencia porque
Gabriel Plaza que trabaja ya como redactor en YA y un servidor entramos en
la Escuela de la Iglesia de periodismo en la misma convocatoria. Juntos
entramos y juntos salimos. Es un gran amigo mío. Muy inteligente. Sabe ruso y
cuando pasa por casa mi padre le llama el “Pensao”
por su manera de ser taciturna. Atribuyo este éxito a ni suerte pues me tocó un
tema que me sabía al dedillo, a la benevolencia de Don Pedro Gómez Aparicio al
cual hice un buen trabajo de investigación sobre el periodismo madrileño en el
siglo XIX y a la intercesión de San Antonio Divino y Santo a quien mi madre
puso velas en los Capuchinos de Cuatro Caminos. Me subió la moral y he pasado
unos deliciosos días de fines de verano. El otoño madrileño es el mejor. Hay
que abrir nuevas brechas y luchar. Ya soy periodista español por la gracia de
Dios. En el otoño madrileño gabardinas Butragueño, reza el slogan. Pues eso.
30 de septiembre 1966
Fui a Espasa Calpe a comprar libros y por la
tarde invité a bailar a Milagritos. Le hablé de una novela que estoy
escribiendo muy mala por cierto que se llama los Momentos y ella me soltó:
—Ser escritor es morirse de hambre.
Milagritos fue siempre una buena amiga a pesar
de sus caídas poco amable. Como buena serrana siempre dice la verdad.
6 de octubre 1966
Emprendo el viaje con la idea fija de que estoy
quemando las naves. La estación del Norte era un hervidero cuando el tren
arrancó. Salí de mi tierra el día 2 por la noche cuando se celebraba el santo
de Franco y llegué a Hull el día 4. Lo peor fue el ferry en el que cruzamos el
Canal de la Mancha de Dieppe a New Haven. Me marée y un marinero inglés me
sostuvo para no caer por la borda. Eché la pota sobre una mar arbolada. En
Londres no me ocurrió ningún incidente desagradable como la primera vez y supe
tomar el metro hacia Liverpool Stret Station sin equivocarme de ruta en el
underground. Los campos de los Midlands son verdes, llanos y misteriosos. La
gente no habla en los trenes como en España. Ofrecí un cigarro al viajero de mi
compartimento cuando estábamos llegando a Peterborough y lo rechazó:
—Yo fumo en pipa.
En boca cerrada no entran moscas. Una señora la
jefa de estudios se encargó de mi acomodo en Hull. Viviré con una familia de
obreros, ella se llama Thelma y el marido Graham. Parecen amables pero no les
entiendo ni papa. Y yo creía que sabía inglés. Ahora he de tenérmelas tiesas
con el endiablado dialecto Yorkshire. Los alumnos que me han asignado de los
cursos superiores son muy inteligentes sobre todo no que se llamaba John que va
a ser futbolista y ha fichado por los Tigers el equipo local. Otro que se llama
Paul Preston y es de Liverpool parece el más zoquete pero ha estado un
verano en Valladolid en el colegio de los irlandeses. Su padre militó en las Brigadas
Internacionales. Así se explica sus risas causticas cuando les hablo de Franco
y la paz que tenemos en España. Paul alza la mano y muestra su camisa sucia, su
pelo desgreñado y la chaqueta del uniforme con coderas. Su madre no debe de
creer mucho en la plancha y la lavandería:
—Sir, Franco
is a dictator, a criminal.
─Hombre, yo no diría tanto, Hohn Preston, que
quieres que te diga. Tienes demasiado humo en la sesera y muchos prejuicios
para ser un historiador objetivo
Estuve a punto en plena clase y sacar la minga
y mear mirando al mapa de Inglaterra que estaba colgado de la pizarra imitando
a Blas de Lezo pero me contuve.
Me quedo de un aire sin saber qué contestar.
Rojo de vergüenza hasta las orejas. Para tales cuestiones políticas no tengo
respuesta. Son una inconveniencia pero mi orgullo patriótico se resintió y
determinó que las clases con el curso superior nivel A, equivalente a
nuestro preu fueran para mí un suplicio. Nunca pude olvidar la acrimonia de
Paul Preston en la clase de presentación. Un verdadero desencuentro. Se me
cayeron los palos del sombrajo e inculcaron en mí una pequeña dosis de
anglofobia de las cual aun me resiento. Los ingleses son gente maravillosa,
tuvieron un imperio, y manejan bien el columpio de la balanza de poderes. Son
muy suyos y siempre consideraron a España su enemigo histórico
Roy el marido de Thelma me llevó en su Morris
1100 a arreglar algunos asuntos con la policía. Me han dado seis meses de estancia
en el país. La comida escasa pero buena. Sin embargo esta noche tuve algo de
cólico. Me hizo daño el té que aquí toman a todas horas.
Saturday
October walked around town. Most of the harbour was destroyed by the bombs of
the Luftwaffe. A great line of worker with cloth caps were riding their
bicycles on the way home. Went shopping with Mike Newton my head teacher.
People here eat a lot of sweets and chocolate. Newton is 24 oxford graduate in
Spanish. He has read el Quijote ten times and speaks good old Castilian. Nice
bloke. His wife is called Margaret. The Spanish department in Kingston Upon
Hull High School is Michael s first job. What impressed me was their
youth and their happiness and optimism. This couple shall be declared the
propaganda of marriage. I went later to a party at 173 Cottingham Rd. It was
freezing. Vinieron muchos extranjeros negros sobre todo
y bailamos con los locales el baile de la comba con un estribillo que decía “Kiss me in the middle”. Había que buscar
a tu pareja entre los danzantes y estamparle un beso en la boca. Estuvo bien.
Inglaterra es hospitalaria. Al final cantaron el Dios salve a la Reina… O Britania rule the waves. Vuelvo a casa
y mi visita una de mis “pájaras” me tumbo en la cama y empiezo a llorar. Homesick. Murrias indefectibles. Me
parece que he cometido una equivocación al enterrarme en este agujero inglés
pero a lo hecho pecho,
La madre de Thelma un abuelita inglesa. La
espalda curvada en una desbordante joroba me regala un libro de Shakespeare que
conservaré toda mi vida pero que no acabaré de leer jamás. Books. Books. Tantos
libros que fueron mi norma de vida y para qué. La viejecita tiene 64 años pero
parece diez años más. Las inglesas muy bellas y candorosas de mozas envejecen
mal.
November 4
Guy Fawkes.
I feeel better but nealy two weeks since I went to the loo. Constipation. It is
the horrible English food. There ware bonfires in the boggy nighit of Guy
Fawkes, no es bueno sentirse español pues toda
Inglaterra celebra con hogueras el día que se abortó la conspiración de la
Pólvora. Un espía español que militaba en los Tercios Viejos de Flandes quiero
volar el parlamento. Terminó en la horca luego de ser descubierto, bloody Spaniards. Me compré una radio
transistor y escucho a los Beatles y la música pope que transmiten desde un
buque fantasma en el mar del norte un tal Jimmy Savile ─quien luego se
descubrió que era un monstruo, un depredador sexual que violaba a niñas
adolescentes con gripe en la cama del hospital, le dieron la Orden del Imperio Británico, fue desenterrado de su
mausoleo en Leeds y quemados sus huesos─ al alimón con Tony Blackburn.
Cené con los Dohertys. Hospitalidad británica.
La mujer de Paul Doherty es muy fea pero hizo un pudding riquísimo. There was a brawl yesterday in my class.
Una pelea entre Prestpn y yo.
Me gasté diez chelines en cerveza en el pub de
la esquina Cross Keys situado en el empalme de Nottingham Rd y Beverley Rd. No
me gusta la cerveza pero es buena para hacer pis.
Fui al baile del Locarno una sala que está
bastante bien. Había un grupo de baile brasileño y las muchachas de Hull se los
rifaban. Allí conocería a Suzanne el amor de mi vida pero no aquella noche
26 de noviembre
Un recital de flamenco en la universidad. Uno
de los profesores es un joven de Liverpool que habla con acento sevillano. Está
enamorado de Andalucía. Yo me mudo de pensión. Me mudo de Falmouth a Pearson
Park. No me estoy adaptando bien a mi nueva vida. Creo que tengo cáncer. Me
duele muchísimo la tripa. A causa de la comida tan mala tengo un estreñimiento
feroz pero a ratos pienso lo peor que pueda ser un tumor. Una familia católica
me invita a pasar la navidad con ellos pero no sé si iré. Me siento como un
refugiado. Nunca pensé que este lugar fuera un destino de una especie de exilio.
La gente me mira como un antifranquista y me mira con compasión. Very poor Spain… y a mí me entran ganas
de llorar cuando escucho eso. La nueva patrona es polaca. Vinieron aquí después
de la guerra. El marido era militar y cayó en el frente luchando contra los
alemanes. Tengo un disco de Lili Marlene lo puse en mi tocadiscos y se puso la
señora como una fiera. Lo comprendo. Los recuerdos y sufrimientos de la pasada
guerra mundial son muy recientes. Mientras tanto yo leo a Kafka y me siento un
poco cucaracha. La lectura de este autor no calma mis dolores de barriga. La
gente se porta muy bien conmigo. Otro profesor Mr Whitecomb me invita a cenar
en su casa. Una buena cena de domingo sacia mi hambre. Los ingleses son muy
hospitalarios y abiertos al menos aparentemente pero nunca vi tanta pobreza
como por aquí. Hull es culo del mundo. Padezco el síndrome de la English Rose. On boxing day I came back to my garret
1967
Nunca pasé tanto frío la Nochevieja más triste
de mi existencia. Los polacos fueron a misa de gallo. Yo preferí seguirla por
mi misal. Compré una botella de vino blanco que aquí llaman plonk y me fui a la cama antes de las
Campanadas. En casa estarían cantando villancicos mis hermanos Ponciano y
Fuencisla mi hermana habrá colocado el Belén con la supervisión de mi hermano
Nano. Año nuevo vida nueva. Ha nevado. El vino blanco me hizo bien y no tengo
resaca. El balance en lo personal quizás sea amargo pero pienso que he venido a
una Inglaterra feliz de gente que lo pasó mal en la guerra y no se queja. Política
de pleno empleo unas pocas libras en el bolsillo, la tele en blanco y negro
pagada a plazos y las tardes en el paz donde los mozos salen de caza de la
hembra como en el libro Saturday Night Monday Morning. Esto es el Yorkshire en
el duro invierno del 67. Los Beatles cantan sus baladas, las niñas lucen sus
hermosas piernas en minifalda y hay gurus como Jimmy Savile un yorkshireman que
era un depredador sexual como luego se descubrió. Aquí lo llaman chatting up the birds. Las chicas son
menos gazmoñas y más amables que en Madrid. Aquí por lo visto es fácil ligar.
Esta es la Inglaterra de You never had it
so good. You never explain you never
explain. Mr. Harold McMillan dixit. Me
cruzo todos los días por la calle con personajes que parecen salidos de una
novela de Sillitoe o de Room up the
top. Imitan el peinado y el calzado de los Beatles y hasta su manera de
hablar. Hace un frío del carajo. Es lo malo, tengo sabañones como en el
seminario.
6 February 1967 Monday
Vinieron a visitarme Blanca y Juanito.
Blanca decepcionada con esta ciudad que
es la más fea de las Islas Británicas. Marcharon pronto. Su escuela está en
Leeds la capital del condado. Dicen que allí todo es mejor. Quedaron
estupefactos ante lo duro de mis condiciones de vida y lo estrecho de mi
habitáculo. Blanca Valle es una manchega muy guapa el busto grande de la cual
yo que soy tan enamoradizo estuve enamoriscado. Mucha mujer para mí. Nos
pasábamos los apuntes en la clase de Historia del Arte que daba Azcarate. Me
dio su número de teléfono pero no me determiné a darla un paseo en el 600 de mi
padre. Soy tímido; les enseñé la ciudad que tiene poco que ver y visitamos la
catedral de Beverley. Nos fotografiamos en el porche del templo. Soplaba un
viento del norte que congelaba las orejas
8 de Febrero
Conozco a Suzanne una bella londinense del
Endsleigh College que creo que llenará de felicidad y de tristeza mi vida. Fue
amor a primera vista el otro día en una misa. Como cuando Petrarca encontró a
Laura y el Dante a su Beatriz.
Me da ahora por la poesía. Aquí mi último poema
Yo quiero
ser inglés
Para tomar
el té de las cinco
Dar cuerda
al reloj los fines de semana
Pasar la
rueda por el jardín
Vivir cerca
de ti
Quiero ser
inglés
Mi barco dio
de través
Me ahogo en
este mar de dicha y lágrimas
Quizás sea
poco para ti
Dulce
Suzanne
Toda roja y
toda azul
Bajo la
niebla de Hull
Sus ojos
flamean en el lábaro
De mi
estandarte
Ayer me robaron la bicicleta. Tendré que tomar
el autobús para acercarme al instituto, las tres millas que separan el colegio
de mi casa las pedaleaba en algo más de media hora. Y en el coche de san
Fernando.
Siguen las poesías
O Suzanne
Hugh
How much I
love you
Rose of my
rosebush
That I will
take with me
Always
Smelling
spinnaker and lilies
She is like
an Spring garden
All is a
dream
Cross keys
and cross hearts
Venus
stepping out
From the sea
Blond hair
and rozagante
I swear it
for the cloud
And the wind
For the
harbour for the sea
Athletic
London girl
Swimming
laughing
Riding
horses
She brought
life to me
1966 tudel y estrangul
Así que pasaren 55 años he vuelto sobre mis
pasos a revisar aquel cuaderno sacado del material escolar del alumnado un
jotter sobre el final de aquel 1966 en el cual mi vida pegó un viraje en ángulo
agudo. Estoy abrumado por la melancolía y el remordimiento. El amor hacia
Suzanne es para mí un sacramento que me acompañará a la tumba aunque todo falló
por mi culpa por mi inseguridad por mis celos por la ingenuidad de mis pocos
conocimientos. En el seminario no nos enseñaron a tratar con las mujeres. Books no more. Siempre el
maldito idealismo que deforma la realidad como el rayo de sol que penetra en un
estanque límpido.
Hicimos una excursión a un pueblo más allá de
Beverley que casualmente sería nuestra residencia de casados porque en
Wilberfoss nació Helen. A mí me hubiera gustado llamarla Edelbertha o Edwin, si
fuera niño nuestro primer hijo. El nombre arcaico no le gustó a Suzi. En
Wilberfoss se me ocurrió esta poesía aquel día de las Candelas de 1967.
Imagine what
my feelings are
I am in love
With Suzanne
We kiss in
the porch
And the
parson won’t wrangle us
Love is no
sin
I will
invite you sexton
To the pub
You will drink
till
You are
drunk
You will
clean the strings and the ropes
And the
clapper bells
Mind you
The wind is
blowing
14 de febrero 1967
Todo está dicho desde que se hicieron las
guitarras. No hay nada nuevo bajo el sol. Bajó anoche el Espíritu Santo a la
playa y dejó en la arena música de sandalias. Hoy exulta mi corazón. se
calmaron las desdichas mientras lanzo una moneda al aire y sigo amarrado a la
rueda del destino. ¡Qué grande es Dios!
He de dejar en esta entrada de abril las
páginas de este diario redactadas con caligrafía nerviosa como resultado de mi
excitación nerviosa y atolondramiento. El resto es muy personal y secreto, y no
creo que interese a nadie. Baste decir que me enamoré de la inglesa más
bella y mejor de Albión. Moriré pensando en ella. Yo tuve la culpa de que todo
acabara en desastre. No fui merecedor de aquel galardón de los dioses pero
confieso que he vivido y el nombre de Suzanne brotará de mis labios cuando
exhale el último suspiro. Puede ser que tal afirmación resulte grotesca en los
tiempos que vivimos. Han pasado diez lustros y aun recuerdo aquel curso escolar
en Hull la ciudad del viento. El amor es más fuerte que la muerte. Echo de
menos su belleza y su sentido del humor. Sin su presencia he vivido una vida
vacía infeliz. Por mi culpa no supe manejar el tudel y el estrangul propios de
un buen gaitero. No supe tocar la gaita y ahora lloro mis culpas. Yo no soy más
que un pobre y delirante soñador
Fin de los extractos de mi diario de 1966-67
Sunday, November 21, 2021
Flores de arrepentimiento
Lloro mis pecados viejos
Veo todo lo loco que fui en mi desmesura
Rumbos perdidos
Siguiendo los pasos del viento enfurecido
Del dalle de la vida
En sus ventalles
Juguete fui del apetito
Tú, Señor, me mirabas triste
Desde el árbol de la cruz
En que fui redimido
Abandoné el Amor
Y me eché en brazos de la locura
Derrotando por tabernas y quilombos
Todo es vanidad en la política
Es letra muerta todo cuanto fue escrito cálamo
en ristre
Por mi mano
No di de mano a la presunción la lisonja y
el ataque enfurecido
Persiguiendo fatuas quimeras y utopías
Del buen nombre
Mas, mi pasión es España
Razón de mi locura
Y del agua que corre en la Fuente de la
Fama
Mis ideas me convirtieron en proscrito
Acepto el castigo
Dios de Israel, sin embargo
Sigues siendo pulso infinito
Manejando la rueda del cosmos
Que atestigua mi ruindad
lavabo
Inter Inocentes manus meas
Lo dicen tus ojos doloridos
En el cerro del Calvario
Gólgota que amontona calaveras
El fuelle del recuerdo de mis pasos
perdidos hace calle
A mis suspiros
Llorando estoy mis desvaríos
Muerde a la vejez la mi conciencia
La inconsciencia y locuras de juventud
Dulce Jesús
Hay una flor en el pénsil de Inglaterra
Suzanne, mi dulce Helen por quien suspiro
Y torcer quisiera el rumbo
De mis pecados viejos, despropósitos, y
desvaríos
Vientos de
profecía
One day after ten years
I will come back to Hull
However, I wont find you
The neon lights of your street
Shall be gleaming like today
And the poplar growing by your window
Will be wet under the rain
Naked without leaves
Life as usual
Traffic lights
Cars tooting away
And the pompous birch in whose bark
I chiselled our names
Cupid dart broke other hearts
Shall exhibit other lovers
Other names
The old pensioner with his cloth cap
Walking with stick
Whom we used to meet on our way
Shall be dead for a long time
At the door will I wait
For you but never came
Ten minutes like ten years
Standing in the rain
I ´ll ask your landlord
Where is Suzanne dear man?
Gone, she is ever gone
Neither tacks, no trucks, no address
Like the Demerara rum
Vanished
Good days of
wine and roses
This is not
your street
Nothing of
you in it remains
Only
memories
Of happiness
with you in the winter days
I will go
the pub of the Cross Keys
And drink
beer to forget
Beer without
you will be stale
Of bitter
taste
Where is
Suzanne dear man?
The London
girl of twenty year
Full of life
Plenty of
grace
I´ll fetch
my guitar and go
Back to
Spain
And get
older and older
Between
printing words
And
newspapers pages
You always
hold yourself
Out of reach
Madrid 2019-Asturias 2025
FIN