2025-04-28

 EL ARTE ROMANICO CONTRA EL GÓTICO. MUNDO GRAMÁTICO VERSUS MUNDO TEOLÓGICO. MESTER DE CLERECÍA Y MESTER DE JUGLARÍA (I)

 

Son bellos estos días de finales de abril. San Jorge mata la mosca.

El papa argentino se ha muerto, vendrá otro y yo contemplo el florecer del roble, del tamarindo, de los regoldos y del moral del jardín central desde mi chiscón.

Es la energía y la luz de resurrección, unas ganas de vivir que siento de año en año. El gozo pascual baña mi piel de aromas olvidados.

Me hundo en la lectura de un libro de Apolonio. Es una novela bizantina que estampa en sus páginas los saberes y quereres del mundo románico que es el de la retórica, cuando la mitad de las cristiandades de Europas no sabía leer.

 Y se empapaba de las parábolas del evangelio en aquellos libros de piedra que eran los atrios románicos con sus canecillos, sus esfinges, reyes coronados y reinas que muestran sus pechos, frailes fornicarios[i] que dan caña a un mono por detrás, ángeles tocando la vihuela, saltimbanquis que soplan un adufe, y todo esto que es a la vez divino y humano, al pie de la mandorla mística, una vagina desde la cual salta un Cristo triunfante y resucitado.

Yo vengo de ese mundo románico. Un rincón con forma de esconce, escondite geográfico el cual en la era cuaternaria fue mar y al retirarse  las aguas emergieron arrecifes de roca calcárea con fósiles, prehistóricos, estalactitas y estalagmitas.

Roma aprovechó estos cantos rodados para construir sus estradas y templos a Júpiter. Llegado el cristianismo estas rocas sirvieron de sillares para construir los templos románicos como la torre de san Gregorio de mi pueblo en lo alto del somo.

El acceso a la torre subía por una escalera de caracol cuyos peldaños aparecían gastados más de media cuarta. Huellas centenarias.

Para mí esta fue una escalera sagrada que me parlaba de un trajín milenario de ancestros míos cristianos viejos que habían subido y bajado desde el año 1000 cuando la iglesia fue consagrada.

Algunas noches por el ventanuco de mi habitación oí bolear las campañas y escuché el zapateo de cientos de sacristanes que habían subido y bajado por el angosto husillo (mis ancestros eran bajos de estatura pero cuadrados de plexo solar, hombres recios, para la pelea con el agareno, fueron los que llevaron la cruz a América) repiques de gloria, boleos de misa de boda, alertando de la anúteba o invasión, del fuego y de la peste.

Unos calzaban abarcas, otros las cáligas del calzado de los mozárabes  o babuchas moriscas, o bien alpargatas. Pocos iban de polainas aunque la mayoría  subían y bajaban descalzos.

El tantán de difuntos era el más lúgubre pues lloraba el bronce la partida de alguien a la eternidad. ¿Quién se ha muerto?

 Tierra románica, costumbres romanas y campos góticos. Todo esto sentí después de abrir las páginas del libro de Apolonio

 

lunes, 28 de abril de 2025

 



[i] Este detalle puede verse en un capitel de la iglesia de San Miguel de la Villa de Fuentidueña, Segovioa

 continuará