Eran mis primeras calabazas en el amor. Tiempo adelante, recibiría otras más graves. Doña Dulcinea del Sotrondio con la cual venía yo a casarme me dejó a las puertas de la iglesia y acabé detenido en la prevención, pero, merced a las influencias de uno de aquellos seminaristas compañeros de viaje en los grandes periplos en bicicleta y que era comisario de policía en la localidad, me soltaron.
Allí sí que me salvé por los pelos. Ahora al cabo de tantos años sostengo que no fueron hados ni la fuerza del destino el clavo ardiendo al que me agarré sino una extraña fuerza redentora que vela por mí.
Intervino la Virgen de la Fuencisla que estiró su manto para que yo no cayera al Eresma y habló directamente desde el cielo a Teodoro Llorente para que me liberaran de la mazmorra en la cual fui metido por aquel escándalo. Yo trataba de salvar mi honor pisoteado y el de mi familia.
Pasé las horas más angustiosas de mi vida encerrado en aquel calabozo de la puerta verde porque Teodoro era también devoto de la Virgen. Los dos fuimos nombrados postulantes el último día del mes de mayo y en las vacaciones del 58 hicimos una carrera hasta Mozoncillo en nuestras bicicletas y allí nos agasajó su abuela con té con pastas y vimos pasearse por los campos la sombra de don Andrés Laguna el autor del Lazarillo de Tormes. Estaba recogiendo en una cerca hierbas oficinales y al pasar nosotros nos saludó y nos impartió su bendición pues era sacerdote aunque de origen converso como tantos y tantos en Segovia los cuales consideraban a nuestra ciudad una réplica de la Jerusalén celestial.
Así que el que me hiciese la cobra a mis requisitorias de amores la hija del maestro armero y la señora Marce me pareció algo muy natural y no había por qué alarmarse pues yo ya empezaba a darme cuenta de que era verdad la filosofía del maestro Cela: a diez solicito, nueve me dicen que no y una que sí. Con una me quedo. Mulierem fortem quis inveniet... cantábamos en la epístola. de la misa de viudas. ¿Quien encontrará la mujer fuerte? ¿La encontraste tú? Pues yo no.
Enfrentarse a una mujer equivale con frecuencia en tirarse al ruedo a torear un mihura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario