Tampoco me preocupó demasiado; la Mary era un poco marimacho. Jugaba con nosotros los muchachos de mi cuadrilla a la pídola y al saltar se la veían las bragas blancas y dos suculentos muslos. Gran tema de debate en toda la peña era conjeturar si le había crecido ya a la hija del maestro armero y la señora Marce vello púbico, pues era una chavalota muy desarrollada. ¿Le habría ya venido el mes? A nosotros nos apuntaba el bozo, a la primera de cambio se nos ponía tiesa. Las hormonas son las hormonas ley de la naturaleza inexorable. Los senos, las caderas y el cuello de garza bien que se la notaban a la Mary. Yo trataba de mirar para otro lado cuando me tocaba hacer de burro y ella saltaba como una leona. Se la veía todo. Esa imagen no se me iba de la cabeza y por la noche sufría de poluciones nocturnas. El campo magnético de las hormonas sublevadas realizaba su trabajo
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