2021-11-17

SIN PRURITO DE PRESUNCIÓN PERO ESTA ENTREGA ES UN CLÁSICO AUNQUE ALGUNO DIGA POR AHÍ QUE NO ESTOY BIEN DE LA CABEZA

 

NO ES POR NADA PERO PARA ESCRIBIR ESTE ARTICULO UNO DE LOS MEJORES QUE PUBLIQUÉ EN ESTE MEDIO ME ILUMINÓ EL ESPIRITU SANTO. QUIZÁS POR ESO CUANTO DICTO NO LE GUSTAN AL DIABLO

 ALBINO LUCIANI: LA SONRISA DE CRISTO

 

por Antonio Parra Galindo

 

Había despachado ya la última crónica del día. Con eso de la diferencia horaria entre América y Europa -seis horas en tiempo de verano- los teletipos permanecían callados. Madrid dormía. Nueva York se agitaba en uno de sus clásicos “ rush hour” de la canícula, con taxistas con aires de “ cowboys” de medianoche, el lápiz en la oreja y una sonrisa tan destartalada e impertinente como sus vehículos amarillos, que ruedan con una suspensión lo más parecido a la de un carro de combate, aptos para avanzar por entre los socavones de la “ Gran Manzana”. El reloj de la Pan Am entre Madisson Avenue y la Quinta marcaba los cuarenta y cinco grados. No se movía una paja. Podía cortarse el aire con un hacha. Tal, el bochorno. Tenía miedo de que mi Seat-133 me diese un susto con uno de sus extemporáneos calentones en uno de los carriles del Verrazano, como me había sucedido varias veces. En Nueva York nadie se asusta ni se admira de nada, pero aquel utilitario de exiguas proporciones y pequeña cilindrada no dejaba de llamar la atención al pasar al lado de los haigas de la Chevrolet y de la Ford y de las lemosines de Manhattan.

Así que opté por embarcarme en el transbordador. Entre las sorpresas que brinda la vida neoyorquina es que cualquier ciudadano puede ir a la oficina usando todos los medios de transporte del mundo: en barco, en autobús, en metro o en helicóptero, en bicicleta o a patinazo limpio, y, por supuesto, en automóvil. Como yo había optado por residir en una de las islas o mejanas sobre las que se asienta el área metropolitana, la de Staten Island, donde los alquileres y la contaminación bajan, todos los días para plantarme en el edificio de Naciones Unidas en la calle cuarenta y dos, tenía que pasar el charco mediante cualquiera de las opciones señaladas. En bicicleta me planté ante el rascacielos de color azul de la ONU, que se alza como una nueva babel diseñada en la forma de una caja de cerillas entre el malecón del East River y el final de la calle 42, más de una día, aquella bicicleta de paseo que compré en Londres y me la robó un descuidero neoyorquino. Un periodista es un peregrino que va camino de la noticia ora “ per pedes apostolorum” o a golpe de pedal. Tortuosos y enmarañados son los camino que conducen a Cristo Jesús. Yo parezco empeñado por buscarle a mi manera eligiendo los rodeos y emboscadas. A lo largo de mi existencia me he llevado más de un susto, pero luego, al final de la estacada, una providencia especial me sacaba siempre de los atolladeros. Noté que Él y Ella estaban siempre ahí, hombre de poca fe, en mis dudas, vacilaciones y pecados.

Hablo de Nueva York en el contexto de ese papa misterioso y santo porque recuerdo perfectamente aquella noche y aquel presentimiento de una tarde del final del verano en Manhattan. Ahora resulta que las habladurías sobre su extraña muerte andan en vía de confirmar la acción de una mano negra. Ver el libro que acaba de publicar el sacerdote español Jesús López Saez, autor del libro “ Se pedirá cuenta “.

Poco antes de llegar a casa, la radio del coche siempre prendida empezó a agitarse con fumarolas de “ flashes” y de conexiones con Roma. El conclave, del que todos vivíamos pendientes, se había resuelto en “ fumata bianca”. El cardenal camarlengo empinaba su voz a través de los micrófonos en medio de un ruido ensordecedor de aplausos y de silbidos para anunciar urbi et orbi aquel “ habemus papam”. El nombre de Albino Luciani no figuraba en la lista de los “papabiles” cotizando más al alza en las apuestas. Sentí una de esas corazonadas (este es un oficio en el que manda tanto el olfato como la sabiduría) que suelen sobresaltar al corazón en los momentos cumbres. Ocasiones, como si dijésemos, en las cuales la historia se propone cambiar el compás. Aquel 25 de agosto del del setenta y ocho, cuando los informativos de todo el mundo empezaron a corear el nombre del patriarca de Venecia como sucesor de Pedro era uno de esos días álgidos. Las cosas ya no volverían a ser lo mismo.

Uno ya va entrando en años y, doblado el Cabo de las Tormentas, recuerda qué hacía y donde estaba cuando llueven sobre el mundo esos instantes trascendentes: el 20-N del 75, la caída del muro de Berlín un nueve de noviembre del ochenta y nueve, la llegada del hombre a la luna, allá por el verano del setenta y dos, etc. El orto del siglo futuro, como todo alumbramiento, se ha producido en medio de desgarros vaginales, ayes y gritos de dolor. Cualquier persona medianamente consciente del entorno que tiene alrededor habrá notado la presión del cambio sobre los lomos. Verdad es que fueron cinco lustros estremecedores. En poco menos de una generación se aceleró la historia hasta perfilarse en semblantes irreconocibles, incoercibles, casi impensables. Por suerte o desgracia, los que hemos pasado de la cincuentena, hemos sido testigos de cargo de la revolución tecnológica, la mudanza de las costumbres, la desaparición de imperios y de naciones; de bruces sobre el brocal del vórtice mismo del torbellino, habiendo pasado del arado romano a los microprocesadores, muchos no consiguieron aguantarlo. Se pegaron un tiro, andan en los viajes programados del “ Inserso” o, por el contrario, para no ser engullidos por la cresta de la ola, atrincheraron sus cuerpos detrás de una piel camaleónica, para conseguir salir a flote, sobrevivir.

Pero, sobre todo, conservo en la memoria una idea muy precisa de todas las ocasiones en las que salió humo blanco por la chimenea de la sala de conclaves, desde que tuve uso de razón. La tarde en que nombraron al cardenal Roncalli una oscura tarde de otoño del cincuenta y ocho, en el seminario de Segovia y desde el rector hasta el último latino empezamos a brincar por la huerta de alegría. Se derramaron sobre aquel querido semillero de vocaciones las efusiones del Espíritu. Yo tenía catorce años y creo que en mi vida he saltado con tanta fuerza. Recuerdo aquel brinco que pegamos el corro de retóricos al tañer la campanilla de la huerta anunciando el “ habemus papam” en el entrelubricán de otoño pudo ser el salto de Alvarado. La atardecida se perfilaba como la entrada en un tunel dominado por las sombras del miedo y la esperanza.

Con Montini se me había enfriado la fe, pero recuerdo que fui a misa a los capuchinos de Cuatro Caminos. Ahora, pasados los años, Pablo VI - muchos de los que entonces lo denostábamos porque se acusaban por todas partes los zarpazos de la crisis que atenazaba a la Iglesia con la que no estábamos a gusto y poco a poco nos íbamos separando- resulta una figura eminente y magnífica por lo que tiene de profética en el devenir histórico del pontificado. Su altura intelectual irá creciendo con el paso del tiempo.

La designación de Wojtyla tuvo algo de estremecimiento porque el mundo se hacía preguntas inquietantes. La cristiandad se disponía entre enormes tensiones para ese cambio a rajatabla: un papa que venía del Este. Se escuchaban los rugidos del león, pero el ambiente oscilaba entre el miedo y la esperanza.

Albino Luciani, bajo el nombre de Juan Pablo I, pontificó tan sólo treinta y tres días, uno por cada año que vivió Cristo en la tierra. ¿Era un “ alter Christus”, de espiritualidad moderna, a caballo entre el salesiano Don Bosco y el candor puro de Francisco de Asís? todo ello envuelto en un humor muy de la campaña toscana a lo Giovanni Guareschi. Tenía maneras sencillas de cualquier arcipreste italiano de provincias. El humor es la característica más fiable del amor.

También por ese cabo despintaba. Su calado era enteramente mesiánico. De una profundidad en el estudio de los textos bíblicos y de una clarividencia que casi pasman. Para colmo, tenía una pluma magnífica. Desde Gregorio VII, con la excepción de Pío XI, que era archivero y poseía una cultura casi enciclopédica, no había ocupado la cátedra de Pedro otro hombre que se sintiera tan escritor y tan periodista. El Evangelio - no conviene pasar por alto este detalle que tanto maravillaba al propio Tolstoi - es la religión del libro por antonomasia. Porque escribir es soñar en el mundo futuro, portar el “lignum crucis”, aspirar a la libertad del Reino. Borremos la memoria, quememos todos los libros que la fe ha producido, unos dentro del pálpito de la ortodoxia, y otros extramuros, y nos habremos quedado sin libertad. Ya no habrá catolicidad.

Todo en este prelado hacía pensar- salvo en los kilos - hacía pensar en el llorado Juan XXIII. Poseía el mismo estilo de campesino bonachón, que no le da demasiada importancia a las cosas, que sabe reírse de sí mismo desde la simplicidad de vida. Su rostro transmitía juventud y alegría a través de aquélla su “ santa sonrisa”. Hasta la fecha habíamos estado acostumbrados a ver sobre el balcón del Vaticano a papas bastante estirados. Había llegado a la Puerta Angélica desde Lombardía siguiendo la senda de sus mismos pasos: el patriarcado de Venecia. Era un catequista troquelado a la medida del lema “Pastor et Nauta “ de su predecesor. Rompía totalmente con los moldes del papa Montini, un intelectual y un hombre de curia, o de Pio XII, aquel pontífice de gestos predominantemente hieráticos y que parecía casi un serafín embutido en la sotana blanca. Sólo le faltaban las alas.

A Luciani le iba más el prototipo de cura de pueblo o de parroquia funcional. Que disimula su amor a sus feligreses bajo un barniz de cazurro, varón de zumbona y de cachaza. Pero eso era la fachada, nada más. Porque sus escritos revelan un alma mucho más sofisticada. Con vista de águila - junto con aquella sonrisa que desarmaba había en su rostro de sacerdote cordial aquella mirada a la vez festiva y atormentada - penetró en las angustias del hombre moderno y cargó con ellas a las espaldas.

Pero, que cada día traiga su afán; así todos los turnos, incluso los papales sean diferentes. Nadie será capaz de bañarse en el mismo río. Acertaba Demócrito. El reinado de Jan Pablo I, englobado en el acróstico “ de media aetate lunae” en los pronósticos de Malaquías, fue el tránsito de una estrella fugaz que cruzó la noche del atlas iluminando las tinieblas de agosto. Sus treinta y tres días al frente de la Barca de Pedro estuvieron cargados de intensidad, por más que no hayan quedado esclarecidos las circunstancias de su extraño óbito. Pronto subirá a los altares este heraldo del huracán que se nos echaba encima. Pero su mensaje fue diáfano: no tengáis miedo, conservad la esperanza, que pronto pasará la tempestad”. Una esperanza que quedaría tronzada treinta y tres día más tarde, cuando los restos mortales fueron expuestos a la veneración del pueblo romano de cuerpo presente. Las fotografías del obispo de Roma yacente presentan un rostro desfigurado por la hinchazón. Una tumefacción que infunde sospecha de señales de envenenamiento

Y esperanza y santidad en el más genuino espíritu agustiniano de ambos es la atmósfera que respiran las páginas del libreto que nos legó”:Ilustrísimos Señores.

Es una recopilación de cartas dirigidas a una gama de personajes tan heteróclitas como Mark Twain, Dickens, Penélope, Bernardo de Claraval, Goethe, Santa Teresa de Lisieux, y Santa Teresa de Avila, Petrarca, o al gobernador español de Milán, Gonzalo Fernández de Córdoba, y otros muchos más, aunque en la lista abundan los literatos, aparecidas en una humilde publicación franciscana, “El Pan de los Pobres o Mensajero de San Antonio de Padua” por un obispo sin demasiadas pretensiones.

El tono sencillo y cordial de las misivas no obsta para el gran calado evangélico y la sabiduría de alto bordo que despliega a lo largo de sus trescientas veintitrés páginas, sin hurtar el cuerpo a cuestiones de bulto como pudieran ser: la crisis de la Iglesia en los años psicodélicos consiguientes a la revolución del sesenta y ocho; el laicismo; la emancipación de la mujer; el antisemitismo; el tema de los domingueros o el alcoholismo, lo que el entonces patriarca de Venecia denominaba la “ cofradía de Santa Bibiana, que no cesa de empinar el codo”, lleno de comprensión y de humorismo hacia las flaquezas humanas.

En estilo fino y elegante las cartas, que constituyen un verdadero manual de Apologética, a los más ilustres personajes de la historia provocan en el lector de a pié la misma sonrisa que no se le caía nunca de los labios del autor. En tono conciliador por más que impecable en su dialéctica, invita a los descreídos a volver al redil, pero sin acrimonia, porque Luciani se había forjado en el más genuino estilo de Francisco de Sales, aquel otro obispo ginebrino que pensaba que “ más vale una gota de miel que cien cántaros de hiel”.

Aquí salen a relucir lo mismo Juana de Arco que Pepito Grillo -el futuro papa manifiesta sin rebozo que Pinocho, el inmortal personaje salido de la inspiración de Carlo Lorenzetti (1826-1890), fue el gran héroe literario de su infancia - que Fidel Castro, el Che Guevara o Juan Lanas

O los monjes longobardos. Sólo ve un camino de salida al laberinto de la mente del hombre del milenio aturdida por el desfase entre su capacidad de absorción y capacitación y el ritmo de las conquistas tecnológicas: el amor. Con paciencia y verdadera caridad cristiana, sin retóricas sibilinas, hay que acometer el reciclaje al que se enfrentan los hombres del mañana. No se puede emprender esa empresa desde la revancha unilateral. La piedad divina edificó el universo. Sólo la abominación y los egoísmos humanos nos lo pueden derruir.

El libro está trufado de sentencias y apotegmas de frase a cincel que son auténticas perlas y que revelan la presencia de un tremendo escritor:

Ojo a las circunstancias, a los estados de ánimo: si cambian, cambia también tú, no los principios, sino la aplicación de los principios a la realidad del momento... Dale un clavo al testarudo y acabará por meterlo en la pared a golpes de su cabeza... Los jóvenes son distintos de nosotros los adultos en el modo de juzgar, de comportarse, de amar y orar. Será preciso compartir con ellos la tarea de conducir a la sociedad por caminos de progreso. Con una advertencia: que ellos aprietan el acelerador; nosotros preferimos calcar el freno... El astuto habla y sus palabras no son vehículo sino velo del pensamiento, haciendo que parezca verdadero lo falso y falso lo verdadero. A veces obtiene resultados. Por lo general, la cosa no dura mucho. En las peleterías vemos más pieles de zorra que pieles de asno. Cuando los bribones van en procesión, es el diablo el que lleva la cruz alzada. Y perdona, querido Bernardo de Claraval, mi franqueza”.

Es esta carta, con destinatario al fundador del Cister , una de las más interesantes de toda la serie. En ella el patriarca de Venecia hace alarde de su discreción y altos conocimientos de las cosas de Dios y de la psicología terrena. San Bernardo luego le contesta con fecha de octubre de 1971 y tampoco se queda corto el egregio abad en sus admoniciones y advertencias al obispo, aunque en su correspondencia se tuviera que superar la barrera de ocho siglos de diferencia horaria y de mentalidades, entre el pensamiento del hombre medieval y el del último tercio del siglo XX. Monseñor Luciani sale airoso del compromiso. En el escrito al insigne monje francés lumbrera de la Iglesia, amén de expresar la corazonada de que su corresponsal, muy a pesar suyo, ceñiría el manto de armiño y la tiara papal pocos años más tarde sobre sus sienes, despliega su sabiduría. Luciani había leído a Maquiavelo y a los tratados de iniciación cabalística.

Al respecto, refiere una anécdota. En un conclave se le presentó al colegio cardenalicio tener que solventar una papeleta. Había empatados tres candidatos a la sucesión de S. Pedro. El uno era un santo, el otro, un pozo de ciencia y el tercero estaba dotado de un gran sentido práctico ¿A cuál de ellos votar? Bien, argumenta el entonces cardenal; el santo, si es tan santo, que rece por nosotros, oret pro nobis; si el sabio, si es tan sabio, que nos ilustre, doceat nos; mucho nos alegramos, que escriba cualquier libro de erudición ¿ Es prudente el tercero?, iste regat nos, que sea él nuestro papa. De esta forma salomónica, y con un poco de sorna, dilucida nuestro autor el trinomio.

Se hacía cargo que para entrar con buen pié en los pasillos vaticanos más que santidad y buenos conocimientos vale la mucha mano izquierda. Conocía de antemano su destino y le repugnaban un poco las intrigas maquiavélicas, un mal necesario con el que han que contar quienes rigen el rumbo de la barca del Pescador.

Su familiaridad con la persona de Jesucristo, al que amaba y conocía al dedillo hasta el punto de darnos a conocer aspectos de la misma poco conspicuos, como por ejemplo cuando dice que entre los antepasados de Jesús hubo tres mujeres poco recomendables: Rhabab había ejercido la prostitución; Thamar había tenido un hijo de su suegro Judas, y Bethsabé había cometido adulterio con David, lo sitúa en la perspectiva histórica de su tiempo.

Cristo no participó en la actividad política de los “zelotas” o guerrilleros que se habían alzado en armas contra la dominación romana. A estos sublevados judíos las tropas de Augusto, una vez aprehendidos, se les condenaba a morir en el madero. Rechaza el sofisma de que era un caudillo violento y señala que, cuando tomó el látigo contra los mercaderes del templo, éste fue un acto perfectamente calculado. El Hijo del Hombre no se rebeló. Puso en evidencia a los escribas, fariseos y leguleyos de toda especie, y defendió a los pobres y oprimidos, pero predicó la no-violencia. Tampoco tomó partido de una manera clara por los que entonces mandaban. Su reino no era de este mundo.

Pero reconoce que dicha inhibición de Jesús a la hora de etiquetarse en lo político sería motivo después de su resurrección de banderías entre las dos facciones de la Iglesia primitiva. La de la gentilidad, propugnada por Pablo, ciudadano romano, y la restrictiva que se agrupaba en torno a los seguidores de Pedro o judaizantes, y que exigía una Iglesia sólo para circuncisos. Aunque ambas posturas quedaron resueltas en el primer concilio de Jerusalén, se dará una pugna, oculta o patente, hasta el final de los tiempos o Parusía. Son dos formas de contemplar el cristianismo más que excluyentes complementarias, pero de alguna forma irreconciliables. Nacen del combate entre la Vieja y la Nueva Ley. Forman parte del arcano de los misterios que persigue al pueblo judío.

Quizá el candor y franqueza que rezuman las cuarenta epístolas del texto - yo tengo para mí que sobre ellas aletea el soplo del Paráclito consolador, que no le fallará nunca a la Iglesia hasta la Segunda Venida - le valiesen al futuro papa algún que otro disgusto en los ambientes curiales donde nunca fuera del todo bienquisto. Sobre las extrañas circunstancias de su muerte prematura siguen alimentándose sospechas de envenenamiento.

Como quiera que fuere, el alma de un santo, de un verdadero santo, queda translúcida y deja su impronta de bondad, resignación, humor y ligero optimismo abierto a la esperanza y al dialogo en estas jugosas postales, en las que un obispo declara su amor a los hombres a través de Cristo.

Instalado con el apóstol Pablo en el corazón del Redentor, quiere asistir a los funerales de su propia soberbia, expresa el deseo de fundirse con el que ama, de dejar de ser él mismo para convertirse en “ alter Christus” (otro Cristo) y proclamar: “ somos el estupor de Dios “.

Aparecido a título póstumo Ilustrísimos Señores en 1978 poco después de su misteriosa muerte es un inspirado y maravilloso opúsculo en el que se condensa no sólo el código ético de un gran papa; también da a conocer un escritor con prosapia. Juan Pablo I admiraba a Chesterton, a Manzoni, a Marlowe, a Quintiliano, a Walter Scott, a Terencio, a Dickens. Pero su autor de cabecera era Francisco de Sales, aquel gran periodista, glosador y traductor del espíritu de Agustín para el hombre de nuestros días. Todo se reduce a una cosa: Amor.

Y Francisco de Sales, glosando y hasta enmendándole la plana al de Tagaste, solía expresar este alto concepto de la apoteosis de la caridad en el siguiente sorites: “ la perfección del universo, el hombre; la perfección del hombre, el amor. Dios es solamente la perfección del amor “.

Albino Luciani, que ocupó el lugar número ducentésimo sexagésimo cuarto en la lista de sucesores de Pedro, al igual que a Cristo - lo criticaron porque todo un señor cardenal escribiese cartas a Pinocho - le estomagaban los fariseos.

Por este libro, escrito en clave menor y sin pretensiones, se ganó antipatías en los ambientes curiales. ¿Se la tenían jurada ? ¿ Qué fue de aquella fuerte discusión la noche de su muerte con Ottaviani ? Nunca se sabrá.

Sin embargo, el papa breve era un hombre sensible, sencillo y bueno, un verdadero discípulo del Maestro. La sombra de su diáfana sonrisa pervivirá eternamente. Murió en la noche del 28 de septiembre de 1978. Su cadáver fue descubierto a la mañana siguiente por sor Vicenza Tafarel. Como causa del fallecimiento se diagnosticó un infarto de miocardio.

Las circunstancias aparecen oscuras y hay contradicciones en el atestado pericial del óbito. Se dijo que tenía entre las manos un ejemplar del Kempis, cuando en realidad, eran unas notas tomadas a vuela pluma tras su conversación con el cardenal Villot, con el cual mantuvo una fuerte discusión. Pidió un calmante al médico de cabecera, Renatto Buzzonetti, y se le recetaron específicos contraindicados para un hipotenso como era él, siempre a tenor con el criterio del P. López Saez, el cual encara un relato por menor de los acontecimientos - que todavía en el Vaticano siguen siendo asunto tabú - acaecidos durante la madrugada del 29 de septiembre.

Se proponía una reforma revolucionaria de los entresijos vaticanos dominados por la logia masónica y por banqueros como el obispo Marckinkus, un norteamericano de origen lituano que controlaba las finanzas de la Sede Apostólica. También se dijo que él conocía, después de un viaje a Fátima, que su reinado sería breve. Allí se entrevistaría con la vidente Lucía, la cual le comunicó el famoso tercer mensaje revelado por Nuestra Señora a los pastores en Cueva de Iría.

La desaparición de este gran pontífice para muchos continúa siendo un misterio. Algún día, no tardando mucho, puede que la verdad se sepa.

Antonio Parra Galindo

28 de septiembre de 1998

2021-11-16

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novena a san Spiridon por la paz del mundo. Era turco, tenía el don de resucitar a los muertos y aplacar el furor de los mares y de los terremotos

 

SAN SPIRIDON TODO LO ALCANZA DON DE HACER MILAGROS EQUIVALE A NUESTRO SAN ANTONIO DE PADUA

 San Spyridon el Taumaturgo de Trimyphus nació alrededor de 270 en la ciudad chipriota de Askia. Este fue un tiempo de severa persecución a los cristianos.

San Spyridon nació en una familia pobre, por lo que no recibió educación. Sin embargo, por naturaleza era modesto, amable, encantador y sabio, por lo que era muy querido por quienes lo rodeaban. Se casó temprano. Él y su esposa tuvieron una hija, Irina, a quien el mismo San Spyridon bautizó y crió en la fe cristiana. Cuando murió su amada esposa, San Spyridon dio a su hija para que fuera criada por la comunidad de la iglesia y tomó votos monásticos. La sabiduría, el tacto natural, la humildad y el ascetismo glorificaron a San Spyridon entre los habitantes de Trimifunt. También es conocido por los milagros de sanación y la oración intensa a petición de los creyentes. Por lo tanto, cuando murió el obispo local, San Spyridon fue puesto en su lugar con aprobación general. Como obispo, San Spyridon fue un ejemplo de virtud, pureza sincera y modestia. Fue un benefactor generoso y nunca se negó a ayudar a nadie que se volviera hacia él. Y si una persona pidió dinero, Spiridon dijo: "Lo devolverá cuando pueda". Dicen que un campesino pidió el grano sagrado. Él le respondió, dicen, tómalo en el granero. A lo que el campesino exclamó: "¿De verdad no irás a mirar, y si tomo más de lo que pido?" “No tomará más de lo que necesita, pero devolverá tanto como pueda”, le respondió Spiridon Trimifuntsky. En 325, se celebró en Nicea el Primer Concilio Ecuménico por orden del emperador Constantino, que reunió a obispos de Asia, África y Europa. Junto con San Nicolás de Myra, San Spyridon estuvo presente en el concilio. En particular, entró en una disputa con uno de los filósofos invitados por el emperador y desertó al lado del hereje Arrio. Como dice la vida, el santo no intentó demostrar nada al hábil sofista y lo desarmó con una ardiente confesión de fe. San Spyridon dijo: “¡Hay un solo Dios! Él, habiendo creado el cielo y la tierra, y de la tierra del hombre, creó todo lo visible e invisible por la Palabra y el Espíritu Santo. El Hijo de Dios es la Palabra que adoramos y creemos que Cristo nació de una Virgen para nuestra salvación. Él es de una esencia con el Padre y tiene el mismo poder y dignidad que Él. Por lo tanto, ellos deben ser honrados por igual. El Hijo de Dios, a través de la cruz y la muerte, nos liberó de la condenación antigua, y por Su resurrección nos dio la vida eterna. Se espera que Cristo regrese y sea el Juez de todos nuestros hechos y palabras. ¿Crees en esto, filósofo? El filósofo no pudo oponerse a nada, pero, como dice la vida, comprendió la profundidad de su propio engaño, se arrepintió y él mismo denunció a Arrio. Spiridon se hizo famoso por muchos milagros. Él curó al emperador Constanza gravemente enfermo, a través de sus oraciones, el bebé ahogado y su madre, que murió de shock, resucitaron. Su hogar siempre estaba abierto a los necesitados y a los extraños, y su corazón siempre estaba abierto a los que buscaban la verdad. ***** ¿Qué le rezan a San Spyridon? ¿Cómo ayuda Saint Spyridon? Los creyentes creen que tener una familia y llevar una vida justa pero mundana es un santo, ayuda a resolver situaciones difíciles de la vida diaria. - San Spyridon de Trimyphus se llama el Wonderworker, ya que a través de la oración al santo se realizan numerosos milagros y curaciones, el santo ayuda a todos los que se dirigen a él con fe y oración. - El santo ayuda a encontrar un trabajo, a establecer buenas asociaciones, a quienes realizan negocios u otros asuntos personales. - Se le pregunta a Saint Spyridon sobre cómo deshacerse de las deudas, sobre la resolución exitosa de los casos en los tribunales, sobre el bienestar y la prosperidad en la familia. - Rezan al santo por matrimonio y amor. - A menudo piden ayuda para vender o comprar una casa, alquilar un apartamento y resolver cualquier otro problema relacionado con los bienes raíces. - También le piden al santo curación de enfermedades, salud. Existe una tradición de leer el akathist a San Spyridon de Trimyphus durante un número razonable de días. la gracia que pides te será garantida

Вечернее богослужение. Акафист Пресвятой Богородице

reo en un solo Dios, Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, visible para todos e invisible. Y en el único Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el único nacido, que es del Padre Biológico antes de todas las edades; Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, increado, consustancial con el Padre, Imzhe todo fue. Somos por el bien del hombre y por nuestro bien de la salvación que vino del cielo y se encarnó del Espíritu Santo y María la Virgen y se hizo hombre. Pero fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato, sufrió y fue sepultado. Y resucitó al tercer día según la Escritura. Y ascendió al cielo y se sienta a la diestra del Padre. Y las manadas que vienen con la gloria de juzgar a vivos y muertos, Su Reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, el Señor, el vivificante, que es del Padre que procede, que son adorados con el Padre y el Hijo, y que son profetas glorificados. En una Iglesia Santa, Católica y Apostólica. Confieso un bautismo para remisión de pecados. Té la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero. Amén.

Символ Веры 1030 летие Крещения Руси

 






MI ENTREVISTA CON RASPUTIN SE ME APARECIÓ UNA NOCHE SU ESPECTRO CUANDO CANTABA EL AKATHISTOS

 El regreso de Rasputin

 

La noche del 11 de febrero de madrugada estaba yo leyendo un pasaje del Evangelio mientras escuchaba el canto del salterio que emiten por Internet los monjes de un lejano monasterio en Vologdá a través de la Red.

Suelo aprovechar la vigilia para escribir y leer cuando todo está en calma. El nocturno es un invitatorio a la reflexión.

De pronto percibo un ruido extraño como de campanas tocando a clamor. Mi celda se ilumina de una luz fogosa. Alzo los ojos del teclado de mi ordenador y veo detrás de mí asomándose por el montante que da al jardín de atrás a un hombre de rostro alargado unos ojos poderosísimos. Daba miedo mirarlos pues más que ojos parecían hierros candentes. Era como de mediana estatura los brazos muy largos y una mano carnosa como de campesino cabellera en desorden barbas apostólicas  partidas por una raya en medio. Vestía la clásica sotana de los popes rusos ( r i a s a) de mangas anchas. En su pecho lucía la  (p a n a g i a) o pectoral labrado en oro con una cruz inversa.

Sentí pavor porque el icono de  san Nicolás de Radonezh que protege mi aposento de pronto se apagó. La mirada intensa como si tratara de escudriñar el alma del que mira me hizo temblar. Era Gregorio Efimovich que regresaba del infierno entre carcajadas y estruendo de cadenas que venía a darme un mensaje. Se inició entonces un dialogo entre los dos.

YO: ¿Qué quieres de mí Padre Gregorio?

RASPUTIN: Que no escribas mal de mí. A todos aquellos que hablan mal de mí les ocurre una desgracia.

 

YO: Precisamente, estaba leyendo las memorias del príncipe, el que acabó con la vida del pope, Yusupov el miembro de la familia imperial que te envenenó mediando cianuro en tu copa. El veneno no te hizo efecto y hubo de llamar al gran duque y a un agente del servicio secreto inglés. Ellos te acribillaron a balazos sin poder acabar contigo. Arrojaron tu cadáver al Neva.

El atestado de la policía dice que la muerte te vino por ahogamiento y no por las heridas de los disparos. Todo muy extraño, casi increíble

RASPUTIN: Soy un siberiano fuerte. Mi padre era cuatrero. Domé caballos antes de entrar en el convento.

Se santiguó con la mano izquierda y me lanzó una mirada horrorosa. Yo vi al demonio en aquellos ojos. Eran los ojos que hipnotizaban a las coquetas de Petrogrado y a las mujeres de la alta sociedad.

 Mi sotabanco, humilde aposento, empezó a oler a azufre. Es el signo de la llegada del Malo.

 Sonaban sarcásticas risotadas de los demonios por el pasillo que da al almacén de la librería. Acto seguido Grigory se santiguó al revés. Hizo un garabato y continuó su plática

RASPUTIN: Yusupov el oficial de la guardia era marica y cornudo. Yo fui a su palacio porque quería presentarme a su mujer que era sobrina de la emperatriz. Caí en la trampa. Me tendieron una emboscada. El servicio secreto inglés espiaba mis reacciones al vino y al cianuro en el cuarto de atrás. Si el oficial de la guardia estaba enamorado de mí. Había oído hablar de mi descomunal verga de casi treinta centímetros. Quiso probarla como la probaron las encopetadas  damas de la corte imperial. Sucumbían a mis pidieres mágicos. Es la fuerza de la naturaleza. Eros y Baco dominan la tierra.

YO: Eres un fauno. Por lo que veo en Internet quieren canonizarte algunas mujeres y ponen la aureola de confesor en tu cabeza. Esto me parece un sacrilegio.

RASPUTIN: No desbarres, diacono. Aun quedan muchas discípulas mías. Son reliquias de mi secta de los "x i l i a c h i " (saltarines) bailábamos en torno a una hoguera y luego copulábamos con las monjas. Estas danzas supusieron para mí estas heridas que llevo en la cabeza porque la compañera Gusseva la que   mi compañera en Prokoskovie la aldea siberiana donde nací quiso asesinarme por haberla abandonado y liarme con una monja llamada Heliodora (me mostró la cicatriz aun luminosa a través de la luz del alba que iluminaba la celda)

YO: tú eras un yurodivi, un peregrino ruso, un aventurero del mal cínico e hipócrita que te hacías pasar por santo y era un sátiro.

RASPUTIN: tengo poderes mágicos. Puedo demostrarlo. mira mis manos (me mostró sus enormes manazas de muyik) estas manos curaron al zarevich y acariciaron los senos alemanes de la emperatriz Alexandra Fiodorovna o Alice von Hessen

YO: Vade retro. Calumniador y blasfemo.

Al decir esto apreté el rosario que siempre llevo conmigo junto a mi pecho. Una estruendosa carcajada se esparció por el jardín central despertando  vecinos que se disponían para comenzar su jornada laboral. Escuché el ruido de las persianas que se alzaban. Esta blasfemia era la mayor barbaridad que había escuchado en mucho tiempo. El zar Nicolás II era el mejor padre de familia el hombre más casto y mejor de la dinastía Romanov y aquel espectro diabólico se reía de los  ríos de sangre de su profanación angustiosa que costaría ─ya lo profetizó Fedor Dostoyevski─ con los estertores de la revolución y las dos guerras mundiales que supondrían a la patria millones de cadáveres.

RASPUTIN: El zar era casto, bueno, un gran tipo pero un ser sin voluntad. Estaba dominado por su mujer, diácono.

YO: ¿Por qué me llamas diácono?

RAPUTIN: sé que lo eres.

YO: Soy un diácono de la literatura. quizás esté luchando contra molinos de viento pero en proseguir mi demanda soy feliz.

RASPUTÍN: Andarse con cuidado. Mis adoratrices te tienen fichado.

YO: ¿Es una amenaza? No me importa ser mártir. De algo hay que morir. Dime cómo llegaste a la corte tú que eras un fraile giróvago que recorrías las aldeas engañando a los campesinos y acostándote con sus mujeres.

RASPUTIN Con la carta de recomendación de un obispo al que curé de un cáncer. Fui el mandamás en Tsarkoe Selo. Yo nombraba y destituía ministros.

YO: ¿Quién estaba detrás?

RASPUTIN: el káiser y su tropa de judíos alemanes. Dineros judaicos suizos financiaron la revolución. Y por supuesto las mujeres que traen hijos al mundo pero con su debilidad paren catástrofes. Ellas son el arma con que Rusia de nuevo será derribada, mira todas las putas que se asoman a las paginas de Internet y enseñan sus muslos, sus tetas y sus coños. La mayor parte son jóvenes rusas. viejas las hay también. Le sirven de arma arrojadiza al sionismo. trajeron el odio y la disgregación.

Por primera vez el monje giróvago creo que estaba diciendo la verdad. Yo alcé el crucifijo adjunto a la pantalla de mi ordenador lo alcé miré a los ojos terribles de Grigory hizo una mueca tan espantosa que soy incapaz de describirla y desapareció entre ruido de cadenas.

Seguía oliendo a azufre en mi habitación. Conque dije "no izwavi nas ot lykavago = sed libéranos a malo". Señor, libradnos del mal y no nos dejes caer en tentación. El diablo es poderoso como nunca. Siembra alianzas y compinches por doquier pero nunca podrá contra la fuerza del Señor Jesucristo nuestro Dios.

TO MY ENGLISH ROSE

 69 PEARSON PARK AQUELLA NOCHEBUENA  EN HULL

 

Aquella nochebuena del 66

Conocí el amor en la misa de Gallo

Abismo de lo inefable

Cuando se descorrieron las cortinas

Del secreto arcano

Que pasa por la vida del hombre

Una sola vez

Fue una epifanía

No he vuelto a Hull aquella ciudad del norte

Los muros de Endsleigh College

No los salté

Conocí la felicidad y el destierro

Desde entonces soy

Un judío errante

Giran los días los meses y los años

Da vuelta la noria de los acontecimientos

Chirrían los cangilones

Y sin darme cuenta

Heme aquí un pobre viejo

Los dientes careados

Y copos de la nieve de febrero

Acariciando la piel de mi gorro

Y mi pelliza

Me llevaré a la tumba aquel amor

Y escriban tu nombre

Sobre mi tumba

Un nombre en mis labios

Suzanne, my English Rose

Nombre que suena como un beso

Ruso  c h e l o v a t b  tebiá

Troparios, kiries y canciones

Las fimbrias de la estola

Del diacono

Eras tan pura todo oro

Como la casulla del pope

Dentro del iconostasio

Fulgías corales

y sonrisas

Ahora suena música de Mussorsky

Escucha amada a los coros

Que siguen la himnodia monocorde

Después de cincuenta y cinco años

Se abre la puerta de los dones

Un santo anacoreta nos larga bendiciones abierto el sagrario del

Tabernáculo

símbolo de nuestro dolor

Santiguadas trazadoras de la inocencia paso a paso hacia el Golgota

Hacia la triunfal crucifixión

Te descubrí

Y mirándote subí al cielo

Peldaño a peldaño

Por la escala de Jacob

Un acontecimiento insólito

Como Petrarca cuando vio a Laura

Él también conoció el sacramento

En una iglesia de Aviñón

Y Shakespeare vio al Cisne de Avon

Como yo en Hull

 Capital del Yorkshire

Habitada por gente dura y compasiva




outspoken
 

Batida por el viento

Y las galernas del mar del Norte

Aquel instante

Aquella misa

Es el secreto de mi vida

Que me acompañará a la tumba

Divino amor más allá de la muerte

Que nos convierte en dioses