2017-05-23

umbral y yo






UMBRAL Y YO

 

 

Antonio Parra

 

Ana Caballé "Francisco Umbral el frío de una vida" buen libro. Conocí a Paco Umbral en el otoño de 1965 en la boda de Florencio Martínez Ruiz con la hermana de Juan Antonio Pérez Mateos. Florencio buen crítico mejor poeta. Desde que no reseñas de libros en ABC cultural ese magazín es un folletín la voz de su amo que aquí sólo publican los ingleses los que están en la pomada y los de siempre. Pérez Mateos (Palomero, Cáceres) un estilista y escritor florentino gran pluma la suya y amigo eterno. El único de la Facultad de Periodismo que por aquellos gastaba auto y nos metíamos quine tíos en su seiscientos que llamábamos el "Claudia Cardinale" pues era una de las primera matrículas de Caceres CC y cabíamos. Juan Antonio era y lo sigue siendo la voluntad de estilo. Escribía libros sobre el Rey en el capó del Claudia Cardinale con aquella letra picuda suya en un cuaderno de tapas de hule, con tesón de encina de dehesa extremeña y en una prosa preciosista y sus prosas deslumbrantes se dejaban leer recordando en parte a Gabriel Miró y a Azorín. Nos leía sus escritos de camino y nos ponía los dientes largos. Conocía a todo el mundo en Madrid y quiso llevarse a Umbral al ABC de Luca de Tena.

 

-Yo nunca llegaré a tanto-me dije-como Juan antonio Pérez Mateos. No tengo esa voluntad que tu tienes, ese empeño. Pero se hará lo que se pueda.

 

-¿Por qué no? En este oficio lo que hay que tener es mucha paciencia y un buen culo.

 

Cela que era nuestro paradigma vivía en Palma de Mallorca. De vez en cuando le hacían entrevista y el de Iría Flavia siemore largaba lo mismo

 

-Aquí lo que hay que hacer es clavarse en una mesa y poner sobre el papel tres horas sin levantarse lo que se te ocurra.

 

-¿Y si no viene la inspiración, don Camilo?

 

-Algo saldrá.

 

Escribir es voluntad y deseo de reafirmarse en el mundo. La vida nos salía entonces al encuentro. La cucaña. Unos llegaron a lo alto y otros se quedaron a media viga. El mundo de la literatura es tan aleatorio como resbaladizo. Sin embargo, mirando hacia atrás sin ira el suelo del bosque de la escritura está lleno de hojas caedizas. El triunfo o el fracaso es muy aleatorio. Ni son todos los que están ni están todos los que son. Vencieron aquellos a los que la naturaleza les concedió una espina dorsal con vértebras muy sensibles. El lameculismo y la navaja son partes del oficio. ¿Umbral decíamos? Tuve una época en que me infatuó.

 

-Hay que ver lo bien que escribe este chico

 

-Pero ¿qué dice?

 

-Nada.

 

Lo cual que ahora al cabo de los años cuando releo por ejemplo "Mortal y Rosa" o "El día que llegué al Café Gijón" encuentro pasajes emocionantes, deslumbrantes porque acaso Umbral en tales entrega hiciera la biografía de todos nosotros, de aquella generación.. los libros de Umbral son como un resplandor. Luego se apaga la luz y nos quedamos a dos velas. Siempre más de lo mismo. Autobiografía incandescente. Helechos arborescentes. Ciertamente sus novelas son descontructivista. No existe más carpintería teatral. No hay trama pero sí unos trazos maestros en que retrata el ambiente de misa de doce en la catedral, el piojo verde y la gota de leche. Los enfermos consuntivos que dormían con la ventana de la alcoba para matar el microbio, aquel mundo de apariencias y el qué dirán. El quiero o no puedo. Con la posguerra regresaron los hidalgos de gotera. Umbral siendo un niño de derechas predicaba la izquierda. Dio resultado. Los que siendo de izquierdas tenían un discurso españolista y mesetario se comieron sus propios textos. Una cosa les queda: la honrilla de haber sido consecuentes con ellos mismos. Seguierons caminando con el lábaro enhiesto de sus ideales. Nunca bajaron bandera. Umbral fue un tipo listo. Sus libros más que por su calidad literaria que pasará seguramente tienen un valor de testimonio, de vividura para comprender a una generación incomprensible. Con los hidalgos de gotera regresó la moral de conveniencia y los convencionalismos [esa es también la novelística de Delibes] y el personal colgaba en la portada ristras de morcillas, cecinas y otros manjares del animal mundo para hacer confesión pública de que eran como dios manda y que comían jalufo de puertas afuera. De puertas adentro era harina de otro costal. Esa esquizofrenia de la vida española es la que reflejan los libros de Umbral que él producía como rosquillas. Lo que más me gusta de ellos es su poder de evocación. Uno siente nostalgia de aquel talle cenceño y aquella frente sin entradas y con el puro en la mano. En la foto yo estoy en el centro junto a España la mujer de Umbral, el propio Paco a mi izquierda y en el lado de allá diego Jesús Jiménez ganador del premio Adonai otro gran lírico conquense y el marido de Tarsila Peñarrubia toda una institución en el Ministerio de Cultura. No me acuerdo de nada de aquella boda. Sólo sé que hubo un "lunch". Fue una boda intelectual y pobre y el que asoma la cabeza detrás es Jesús Pedroche otro de Cuenca. Luego regresamos por la carretera de Burgos en el "Claudia Cardinale". A la altura del circuito del Jarama a Juan Antonio Pérez Mateos le dio una de sus habituales neuras. Íbamos a 80 y en esto que el conductor grita de repente:

 

-Ay que se me ha olvidado conducir, chatos… que no. Que no puedo.

 

-No jodas. Para.

 

El bueno de Mateos consiguió hacerse un poco a la derecha, levantó el pie del acelerador y el Claudia se detuvo poco a poco. Umbral y España venían con nosotros. A todos se nos pusieron de corbata. Nuestro amigo extremeño padecía del mal de aquella época que era la angustiosa vital y de adolescente no sé si había tenido tuberculosis, comoUmbral. En su casa celebrábamos guateques. El cura Abel Hernández, soriano, acudía a esta reuniones. Una noche le dio a Juan a Antonio uno de sus habituales teleles. Le trataba un psiquiatra que se llamaba Bolaños que luego el pobre se tiró por un quinto piso.

 

-La pastilla. Traed la pastilla.

 

Vino entonces Milagritos la vecina. Era más de media noche y entró en el piso la muchacha que estaba muy buena por cierto y todos soñábamos con ella y se presentó en picardías. A nuestro Juan Antonio se le pasaron los siete males. Todos éramos estudiantes de Letras y de Periodismo. Creíamos en el poder redentor de la palabra y soñábamos con poder escalar la cucaña y cambiar el mundo. Todos escribíamos versos a escondidas. Los domingos por la tarde íbamos a los bailongos de chachas de la Cuesta de las Perdices o las sesiones dobles del Cine Montija. Vivimos ese mundo de realquilados y de pensiones de primeras colaboraciones y conferencias, alguna que otra copa de coñac, que refljan las novelas de Umbral. La fortuna ayudó sólo a los que tuvieron habilidad para sobnreponerse a los cambios de los tiempos. El éxito o el fracaso de nuestra aspiración es algo secundario. Umbral nos epató a los que literariamente continuamos imbeles y editorialmente vírgenes pero no por eso hemos dejado de escribir en círculos espirales. Es la forma como avanza la historia. Y escribíamos en un país donde se lee poco y a saltitos. Duro y cruel oficio. A unos, la ascensión a los cielos y a otros se los condenó al olvido pues no fueron o no fuimos hábiles y disertos en esa practica tan hispana del lameculismo. En España no se puede escribir contra corriente. Siempre mandan, fusilan y mueren los mismos. Por eso no se nos hizo justicia ni hemos podido liberarnos de ese malditismo de la rebelión del 68. que todo quedó en agua de borrajas. Izquierdistas de pico

 

Luego Paco y su mujer dejaron de acudir a nuestras tertulias. A Umbral no lo volví a ver salvo en la carpa de la feria del libro. Me firmó uno de sus primeros textos una biografía de Larra. El propio Paco luego confesaría que aquel texto de Larra era un libro infame pero había que saltar del periodismo a la literatura. La columna es efímera. Sin embargo da empaque y galanura de escritor. También lo encontré haciendo antesala en las redacciones de revistas y toda clase de prensa. Umbral era un colaborador omnipresente que levaba camino de convertirse en periodista omnisciente, no hablaba de política, lo suyo era la poesía pura. Colocaba cosas en todas las revistas de Madrid y por aquel entonces veían la luz unas cuantas. Fue un tiempo glorioso. Sobraba el trabajo. El franquismo del que tanto se queja no fue una época tan mala. Umbral siempre iba hecho un cincel. Era un dandy y practicó el dandismo con cierta fortuna a lo Larra. Me parece que lo conocí cinco minutos antes de que empezase a ser Paco Umbral. Todavía se llamaba Francisco Pérez un joven espigado que vestía siempre trajes cruzados, hablaba con voz profunda que aun no se le había engolado y parecía muy afable. Me dijo que trabajaba en ka cadena Azul y en la Prensa del Movimiento. El engolamiento y el endiosamiento vendrían después. Le volvería a encontrar luego en el Café Gijón. Ya no era el mismo aunque seguí con sus ternos de corte sastre.

 

La vida guarda muchas sorpresas y el destino reserva sus ramalazos. Da más vueltas que una noria dice Jesús Torbado(para mí gusto el mejor novelista junto con Chus Amilibia y Raúl del Pozo que es el más completo, de la pléyade del 68 adscrito al cupo de los jóvenes airados que llegaron de León: Luis del Olmo, Mateo Diez, José Luis Gutiérrez, Pepe Cavero, Llamazares, Felipe Sahagún, Magín Revillo; a ellos se agregan el presidente Zapatero y el presidente del Congreso, José Antonio Alonso y Alonso de los Ríos aunque creo que éste fue cura y de Palencia. Joder ¡qué tiene León que está dando tan granados resultados!) y este chico de León nacido en Valladolid escaló los primeros planos del gran mundo.

 

Ascendió a la cúspide de la cucaña. ¿Cómo? Gateando. Su mérito mayor y la lección que nos deja este vallisoletano airado es que en una país con titulitis el país de no sé cuantas oposiciones y no sabe con quien está usted hablando Umbral ni siquiera hizo el bachillerato. Un completo autodidacta. Lo leía todo y en los últimos años de su vida se jactaba de tirar a la piscina muchos libros malos que le enviaban las editoriales. A la piscina de su dacha en Majadahonda. ¿Por qué dacha, Paco y por qué dártelas de rojo cuando todos sabíamos tus orígenes de niño de derechas? Tuvo dos golpes de genio. Primeramente, abandonando el campo de la literatura químicamente pura para pasarse a la columna de calado social y política y tener un sexto sentido pues aquella cabeza giratoria suya tan giratoria todo lo husmeaba para saber en qué dirección soplaba el viento y de esa manera situarse.

 

Carecía de una filosofía, un ideario político. Era un existencialista. Fachada de boutade de niño terrible hasta dijo en una ocasión que era un quinqui. Ana Caballé hurga n sus entresijos y encuentra que tras esa pose del "epateur" incorregible se parapeta un hombre angustiado e inseguro por sus orígenes-no conoció a su padre y a su madre que lo tuvo de soltera la llamó toda la vida tía May, alguien le insinuó cuando ésta estaba de cuerpo presente que a quien iban a enterrar era a su madre no a su tía- que sólo servía para una cosa en la vida: escribir. La pluma fue su venganza, le ayudó a superar los traumas y sus males tanto psíquicos como físicos pues contaba con una frágil salud de hierro. Vida trágica. Padre desconocido y el hijo, su único hijo, se le murió adolescente. La bondad de su corazón tuvo que disfrazarla con un aire de eterno joven malvado. Se creó muchos enemigos en este país de envidia que se alegraron de su muerte porque ocupaba mucho cacho.

 

-Paco ¿qué sería de nosotros sin los libros? ¿Sin ese terror de la madrugada de la página en blanco?

 

Un tipo listo. Con el viento de cara de sus orígenes y del destino y en una profesión donde es tan difícil sobrevivir soplaron a sus espaldas los vientos favonios de la buena suerte y acabó transfigurado en el Olimpo.

 

La última vez que le vi creo que la cabeza se le había vuelto más gorda. ¿Padecería acrocefalia? Su presbicia se había afianzado y su vista cansada se parapetaba detrás de aquellas dioptrías de culo de vaso, alto, delgado y cenceño se cuidaba mucho porque de mozo llegó a pesar cien kilos, su lengua era muda pero sus ojos seguían taladrando igual que un berbiquí. Parecía ser consciente de que su discurso valía dinero y sólo era locuaz Paco cuando le interesaba o cuando había mujeres en el grupo. La hija de Rosalía Dans y de Celso Collazo le miraba transfixa aquella tarde en el Gijón y tuvimos que huir de mesa porque el maestro no nos hacía caso.

 

Pepe Díaz el pintor comunista, a su padre lo fusilaron los nacionales pero siempre fue un buen amigo mío, en una ocasión le dijo cuatro cosas y bien dichas y desde entonces desde aquella hostia dejó de portar por el famoso café de Recoletos donde el personal iba a ver y a ser visto. Su aspiración a ser pasante y paseante en Cortes le dio resultado. Otros como Olano se quemaron. Umbral sabía cuidarse. No fumaba y contra la faringitis y los aires cortantes de Madrid como navajas lucía una chalina. Al andar desplazaba su mirada a un lado y a otro de la acera con movimientos isócronos y elegantes de jirafa. Allí donde posaba los ojos mucho le duraba el mirar decían de Enrique IV y también podría decirse lo mismo de Paco Umbral. Su golpe de vista era un taladro. Donde ponía el ojo allí la bala.

 

No era un escritor retórico ni clásico. Escribe a brochazos de la misma forma que pintan los impresionistas. La brocha era a veces gorda y otras muy fina y sutil. Hacía malabarismos con el lenguaje y tenía buen oído para las frases de la calle a medias entre la greguería y el esperpento de los dos grandes Ramones, sus padres literarios. Cela, otra de sus reviviscencias, el mejor Cela el de Puente Deume el primero, le puso música al idioma. Claro que era gallego y los de Valladolid suelen hablar más antipático. Y más duro. Raúl del Pozo el que se ha subido a su columna me parece mucho mejor escritor, más polifónico aunque haya nacido en cuenca, y tiene algo que le faltaba a Umbral: el dominio de la metáfora literaria y de la novela. Por eso el conquense se parece cada vez más a Quevedo. Su prosa no pasará.

 

En esto estribaba el poder de la literatura umbraliana: en su mirada. No escribe con la memoria sino con los ojos. Ve detalles que a los demás se les pasaban. Resultando imbatible en los cien metros lisos. Nadie le ponía un pie delante en la distancia de los dos folios y medio. Le salía un buen artículo en veinte minutos y a las once de la mañana ya había firmado cinco para diferentes revistas y periódicos de los que era colaborador de campanillas.

 

Correr el maratón es ya harina de otro costal y Umbral no es para la novela larga. Se le acaba el gas y nunca puede salir del relato unidireccional y personal. Por eso denostaba con tanta furia a Zunzunegui y a Gironella porque ellos dominaban un terreno el, de la construcción la estructura la carpintería literaria, que a él le fallaba.

 

La última vez que lo vi un par de años antes de morir parecía un Zeus que miraba cansado hacia los mortales desde el Olimpo. Él era la voluntad de escribir. Se rescribía o se contaba a sí mismo pero el arte de la literatura es el arte del simulo. Los buenos escritores son maestros del arte de la desguisa. Se pone negro sobre blanco mucho más de lo que se calla que lo que se dice. Parece que nos están contando su vida y al lector le están contando batallitas. Esto es un baile de disfraces. Umbral nunca se quitó la máscara. Buen libro por tanto el de esta catalana que hace una vivisección anatómica del umbralismo todo un fenómeno literario de la primera transición.

 

 

 

lunes, 04 de julio de 2011

MI HOMENAJE A PACO UMBRAL MI AMIGO DEL CAFE GIJON AL QUE ADMIRÉ Y DETESTÉ

. UNA BODA AL ATARDECER EN ALCOBENDAS



Echo de menos a Umbral. Mortal y rosa. Voy a la última página del diario donde él proyectó su última época en vividura de escritor fuera borda y no encuentro su firma. Otras plumas galanas se han subido a la columna de mi difunto amigo. ¿Segundas partes fueron buenas? En este ambiente de envidias y de navajazos que es el mundillo literario periodístico madrileño Paco tuvo muchos enemigos de esos que adulan por fuera y por dentro ocultan la puñalada trapera y émulos.
Es que fuimos muchos los que quisimos escalas su columna rostral donde él se encaramó como un César. No entró en la Academia pero conoció y supo tocar los mejores registros de la lengua castellana mejor que nadie. Creo que ha sido el mejor escritor español del siglo XX. Me cupo la honra de conocerle y tratarle aunque muy de lejos y ya dicho que lo echo en falta. I miss him Expongo aquí una foto. Estábamos en la boda del poeta Florencio Martínez Ruiz que se casó allá por el 64 en los dominicos de Alcobendas. Esa iglesia moderna con esa torre tan guay mirando a la carretera de Francia y nos retratamos a los postres.
No hubo banquete sino un "lus" que dice mi madre. Un lunch. Las bodas dejaron de durar tres días y se convirtieron en meriendas a la inglesa. Florencio se casó con la hermana de un amigo mío. Juan Antonio Pérez Mateos escritor poeta periodista de Palomero (Cáceres) y aquí está el conquense y premio Adonais aquel año Diego Jesús Gimes España la santa de Umbral, yo y él con gafas de concha negra y traje cruzado.
Era muy elegante, un dandy pero como todas las inteligencias preclaras, los espíritus delicados y mentes cultivadas que no son del montón cambia. Con Felipe volvió a colocarse la pana y la camisa de rayas. Quizás no escribió la novela de nuestra generación, un título que hay que atribuir a Jesús Torrado, autor de Las Corrupciones pero Umbral, escritor químicamente puro prosista y lírico, el azadón y la pala que excava los sentimientos de la gente de la generación del 68. es un gigante. No se queda en el estilo y la música de Cela o de Delibes que son más manieristas sino que es también letra y dice cosas con la literatura.





Es también filosofo.
Vuelvo a sus libros que me confortan para empaparme de ese existencialismo de su estructura, esas ganas de vivir en rebeldía que nos caracterizó a muchos. Paco creció y maduró con el tiempo. Nos define y nos confina. Literariamente fue el vino añejo en la tinaja. Fue a más. Cela, pongamos por caso, el posterior y aunque las comparaciones ofendan, ya no era tan bueno como el primer Cela. Se agotó.


Lo contrario que mi amigo y admirado madrileño recriado en Valladolid.
Superó a Delibes escritor oficioso y oficialista, superó a todos y con ese dolor, ese reconcomio de la muerte inesperada, que nos arrebata a los que queremos/odiamos, me desparramo por la prosa triunfal, buida, preciosista y recalcitrante como una melodía repetitiva y con algo de hesicasmo, un eje de marcha, un gozne que da vuelta, el mimbre donde ensartaba los churros el churrero en aquellas madrugadas color lila, así es Mortal y Rosa una novela sin argumento. Sólo el dolor por el hijo muerto. La levedad del ser, la futilidad del deseo. Pura masturbación mental. Encaje de bolillos. Consultas al psiquiatra. El alma del escritor que se estampa y se retuerce ante lo incomprensible de aquellos largos y tórridos veranos del 50 en que jugábamos al gua. Rememoro de la mano del maestro vacaciones con olor a espliego-entonces los olores eran más fuerte, quizá porque no había lluvia ácida ni fertilizante, quizá porque nuestro olfato no había sido acometido por las mermas de la post modernidad y todo en nosotros estaba más entero- o con el perfume del sexo en las bragas de aquella niña con la que, inocentes, jugábamos a los médicos.
Olor también a muerte. Bandas de luto en la manga de la gabardina. ¿Quién se te ha muerto? Un primo mío que no llegó al desarrollo. O el hermano enfermo que teníamos en un sanatorio tuberculoso de Guadarrama. Alguna vez subíamos desde Segovia hasta Tablada en aquel tren tranvía dos horas y media el trayecto hasta Madrid cuando no se rompía alguna furaco de la catenaria. ¿Estas bien, hijo? Sí, madre, sí. ¿Qué te traigo, qué quieres que te haga? Nada, madre; nada. Y se tendía en aquellas chaise long de la galería. Pabellón de reposo. Tranquilidad y buenos alimentos. Enfermitos con los ojos grandes y mirada ardiente. Toses y dolor al pecho escribiendo cartas de amor, la tisis categórica y la muerte en los zancajos razón de su hiperestesia y balanos encendidos caminaban por las crujías buscando a la mujer.
"Voglio una donna" (quiero una mujer) gritaba el loco desde la copa de una encina, ah Fellini las tetas de la rubia de Armacord, el despertar de los sentidos, Eros y Tanatos hermanos mielgos, Castor y Pólux a horcajadas montando el mismo caballo, los encuentros con una moza bajo el hórreo, las parejas que buscaban os escondrijos de las peñas orillas del Eresma donde nos bañábamos en la poza del bodón y espiábamos al cura del Salvador haciendo porquerías con una de sus feligresas.


Yo me la llevé al río.
Hambre de sexo, hambre de amor, que nunca fuimos tan ardientes, que nunca el sexo estuvo tan entrometido con la religión que lo reprimía. He seguido soñando con los senos de la rubia de Armacord. Esa da dos azumbres, gritó un chistoso durante una reproducción en el Montija, sesiones de cine de sesión continua donde entraban dos y salían cinco. Chist un poco de formalidad, coño, ese que se calle. Acomodador… acomodador. Adolescencia y muchos andaban mal de la caja cambios. La mala alimentación. Los desastres de la guerra. Alguna noche cuajaba la sangre en la almohada.
Algunos curaban pero la mayor parte palmaban. Por las tardes en alguno de los cien campanarios de las cien iglesias y conventos de Segovia tocaban a clamor. ¿Quién se ha muerto? Don Anacleto el lectoral de la catedral. Pues no era muy viejo. ¿Y fumaba? Poco, creo que un farias los domingos después de decir su misa. Y se preparaban aquellos aparatosos entierros que eran auténticos desfiles procesionales porque no hay ciudad en el mundo que ame tantas las procesiones como la ciudad en que nací yo. A la primera de cambio, zaca; una procesión.
Mi madre me llevaba a todas aunque no fuese Semana Santa. Me veo ahora con un cirio encendido andando medio dormido mientras berreaba el amante Jesús Mío cuando se hacía la reserva en aquellos monasterios apartados extramuros adonde iba poca gente y olía como a pescado rancio. El olor a coño. ¿Es que las monjitas no se lavaban? Se lavaban poco. Y las vaharadas de ese olor se me suben a las narices cuando repaso las novelas de Umbral. ¡Cómo lo capta Paco! Parece que tenía un radar en el bolsillo. Aquellos olores plasman una época entre estertores de penas del infierno y carne lacerada por los cilicios.
El ay no me des tormento de las saetas y los jipios del amor hermoso de las tonadilleras. Ay que me estas matando Pasión de un pueblo con alma dolorista que ni amando a Dios ni fornicando no se divierte. Que guiado por su sino trágico lo toma todo por la tremenda. Masoquismo de raíces místicas. Hay pueblos donde los hombres y las mujeres se acuestan con una sonrisa y se lo pasan grande. Aquí con una navaja en la liga y parece que sufrimos.
No me diga más: violencia de genero pero hundámonos en las raíces. Hagámonos preguntas. ¿Por qué? Pues porque el sexo se entrevera con la religión entre nosotros. Es como una montaña sagrada, no un prado ameno ni un jardín de delicias. Umbral lo explica.
Un triduo, una novena, una conmemoración y ya estaban las andas preparadas y las capas del habito, los hacheros y el báculo de la hermandad del Cristo del Perdón. ¿España ha dejado de ser católica? Si me lo preguntan por ese cabo responderé que sí y no. También la muerte era un espectáculo. No se ocultaba en asépticos tanatorios donde maquillan a los muertos como si fuesen a representar una obra de teatro, con música de fondo. Han variado las costumbres pero ¿muerte donde está tu victoria? ¿Dónde tienes tu aguijón?
La imagen que me viene a la memoria son las largas visitas al hospital de la Misericordia donde siempre había alguno del pueblo o tenían a mi abuelo Benjamín cuando le operaron de la próstata. Bajábamos en las tardes de mayo por la costanilla de los Desamparados allí donde la ciudad no había perdido su perfil guerrero senda abajo por el postigo donde yo vi una vez a un templario un monje negro con una cruz blanca y roja al pecho la albarda en la mano el yelmo y la rodela fue una visión un espectro de caballero prevenido en frontera y entrábamos en aquel lazareto limpio y pobre.
Una monja paula con la toca enorme como las alas de un gigantesco finife, aquel griñón alsaciano – san Vicente de Paúl era francés y las instituyó para curar el mal gálico y las hermanitas tenían que disfrazarse a la moda del París del siglo XVII pero el gorro aséptico les prevenía contra los humores negros de la peste y la sífilis- les daba un aspecto asexuado y epiceno.
Muchas veces me preguntaba si aquellas monjitas no serían hombres pero mi madre me dijo que algunas eran muy guapas y que una Navarra era un tipazo y le entró la vocación cuando la dejó el novio. No hay mal que por bien no venga mamá. Mi madre la pobre siempre andaba de convento en convento. Se conocía a todas las religiosas de la ciudad y mira que eran unas cuantas (las de santa Rita las de san Antonio el real las de santa Isabel, las Dominicas, las Cistercienses del Barrio las Brujas, las oblatas de la Consolación, la Reparadoras, la tira y las bajaba a visitar con frecuencia porque algunas eran de su pueblo.
Me tenían muy intrigados aquellos curas aquellas monjas con aquellos capisayos. ¿Por donde mearán? ¿Tendrán eso? Sí, mi niño sí pero ¿qué cosas preguntas? Una vez mi curiosidad llegó a tal grado que recibí una tunda porque ni corto ni perezoso a Sor Conce ni corto ni perezoso pues yo siempre fue muy decidido traté de alzarle las sayas.
Me dio a besar el rosario y yo traté de levantarle los bajos del halda que le llegaba hasta los pies. ¡Pero bueno! Niño eso no se hace. Oche. Es pecado mortal. ¿Tendría la hermanita de la Caridad el pecado mortal en su sitio o era otra cosa? ¿Y que tendrían los curas pija o crija?
No me quedaron ganas de saberlo porque la bofetada que me dio mi padre que casi me estampa contra la pared aun me está doliendo y el eco de aquella hostia resuena por los ánditos de las memorias. Sor Conce cuando bajábamos a ver el abuelo creo que me cogió ley pues mi atrevimiento la debió de hacer gracias y me daba peladillas y caramelos que sabían a rancio y a convento. Al vernos llegar por la puerta carretera que abría a un patio con una fuente en el medio coronada por un virgen de escayola ya estaba sor Conce moviendo la cabeza y riéndose.
Le caí en gracia.
-Uy que chicos más gordo qué bien se te crían, Juanita.
- Con buena leche del cuartel y buenos ciscos, hermanita.-contestaba la mi madre.
Estábamos mi hermano y yo hechos unas bolas pero en aquellos tiempos del hambre la gordura era un signo de distinción.
- ¿Cómo está el abuelo?
- Pasó mejor noche.
Le operaron tres o cuatro veces a lo burro. Que bestias aquellos galenos al meterle la sonda pero no fueron capaces los urólogos de aquellos tiempos de erradicar su adenoma.
-Es que, Benjamín, tienes la próstata como la de un caballo. Salió bien de aquella y cuando le dieron de alta se fue directamente a una tienda de objetos religiosos que había en la Calle Real y compró un resucitado. Con él al hombro en el coche de línea se presentó en Fuentesoto. Lo regaló a la iglesia y mandó decir una misa a don Frutos de acción de gracias. Era un espejismo. El maldito adenoma siguió minando su paquete intestinal y sobrevino la anacrisis. Yo dormía en su misma alcoba y me dejaron al cuidado para alcanzarle el orinal o el botello cuando le entraban ganas de orinar. Fui testigo de su pasión y muerte. Hasta Dios me dio la gracia de asistir a su agonía. El abuelo debía de ver cosas en aquel trance pues con malo tregua se santiguaba. Y santiguándose entró en la vida eterna. Era una tarde calurosa de julio. Bahmontes había ganado la vuelta a Francia. Asistí de monaguillo al entierro.
El cura Saturnino el de Castro dijo las preces de mala gana y las moscas revoloteaban alrededor de la caja mientras entonamos el "Libérame Domine de morte aeterna" pues fue un verano de muchas moscas y de mucho calor.
A mi abuelo lo amortajó mi tía Dominica que era la santera de Fuentepiñel atándole las manos y los pies con un cordón de siete nudos. ¿Qué significaban los siete nudos de aquellos cíngulos? Un salvoconducto para el Paraíso. Los siete dolores de la Virgen. La credencial. Benjamín llegaba bien preparado y san Pedro no debió de vacilar en dejarle franca la puerta al buen labrador castellano después de su calvario.
-Pasa pa adentro Benjamín que te lo has ganado-debió de decirle el portero del Paraíso el señor san Pedro cuando aterrizó por aquellas alturas mi abuelo.
Tres años en un grito por culpa de aquella maldita próstata. God spare me. Sor Conce tenía un rosario de cuentas muy grandes, cantaba jotas de la Ribera que daba gusto escucharla y era todo una real moza. Medía casi dos metros y luego con aquella toca de las Hermanas de la Caridad tenía que entrar por las puertas de medio lado. Aquello no era una toca ni un griñón; era un paracaídas. Hermanita ¿va usted a la guerra con ese paraguas blanco? La decía el capitán Camilo que había luchado en el otro bando y no creía mucho en estas cosas de Dios y la religión y ella contestaba:
- Sí señor Camilo voy a la guerra del amor de Dios.
- Y entonces ¿por qué no se echa usted novio?
- Con el que tengo me vale. Pero rece, Camilo, rece para que el Señor le dé presencia de ánimo y una buena muerte.
- Se me ha olvidado hermanita.
El bueno de don Camilo se tapaba la cara con el embozo. Acaso lloraba. Santa María Madre de dios.
-Ve como sí que se acuerda.
Se daba media vuelta sor Conce y el bueno de don Camilo hacía gala de sus ideas. Entonaba el himno de Riego. Si los frailes y curas supieran la palaza que van a llevar. Japuta… japuta.
Tengo muy grabadas aquellas cosas que sucedieron en mi infancia. Sor Conce arrastrando sus peplos sus velos y sus tocas por los pasillos que estaban tan limpios que en ellos se podían comer sopas y entrando por las puertas de medio lado por causa de su inmenso gorro.
Fue un acto de caridad la reforma del Concilio que visitó a las Hijas de San Vicente de Paúl de corto otorgándolas una indumentario más funcional pero el hábito sigue siendo feo con esa toca en ángulo recto y sustituyendo el azul por el negro. Aunque dicen que el hábito no hace al monje, a la monja.
O ¿sí?
En España se quiso siempre mucho a esa Orden francesa que no la hubo ni tan militar ni tan militarizada. Franco al que asistieron en el hospital de sangre de Melilla y le salvaron la vida cuando le pegaron el tiro en el vientre mandó que hubiera una comunidad de esta Regla en todos los hospitales militares y es del de Carabanchel donde murió mi padre y del de Segovia donde estuvo mi abuelo que yo las recuerdo. Cuantos soldaditos murieron en sus brazos.
Caminaban por la crujía entre las camas blancas con mucho garbo con sus cofias esotéricas y las haldas que les llegaban hasta los pies. Debajo del delantal muchos cosas podrían caber: unas tijeras, la jeringuilla de morfina, el tarro de piramidón, la última carta del novio que la dejó, el detentebala del sobrino al que mataron en guerra y hasta los caramelos y bombones que me regalaba la sor y que sabían muy ricos aunque revenidos y con olor a monja. Los libros de Umbral que es uno de esos escritores tan sensuales que escriben como les da la gana hasta con el olfato me devuelven aquel tiempo que se fue. Traen un perfume alcanforado de cuarto de atrás y de pensión con patio de luces Estoy seguro de que no pasarán porque son definitivos y definitorios de una época de un tiempo en que todo cambió hasta la toca de sor Conce que el Vaticano recortó.
Lamento que Umbral, no lo sé, perdiera la fe. Decía glosando a Sartre diciendo que Dios es el silencio de los hombres. A mí me parece todo lo contrario. Dios es elocuente y sigue hablando a Abrahán desde la zarza.
Claro que para escucharle hay que estar atento y tender no los oídos de la carne sino los del alma. Mientras seguimos sumidos en la paradoja pues vivir y morir es una contradicción. Extrañamos a Umbral poeta puro, escritor de raza, en este melonar sembrado de patatas y de espantapájaros. Tendría que hablar del amigo Pérez Reverte el espadachín, una fábrica de churros a refritar un troquel de acuñar moneda y de hacer billetes. Que a Umbral no le llega a los zancajos.
Tiene el síndrome de los de Pueblo que Emilio Romero los malcrió y les hizo una especie de perdonavidas y de delincuentes. Nunca entenderán al escritor neto químicamente hablando. Ellos son políticos del lado que sople el viento pero ese tema lo vamos a dejar para otra día
izquierda a derecha Diego J. Jimenez, España, Antonio Parra, Paco Umbral en la boda de Florencio


EN LA FOTO DE IZQUIERDA A DERECHA DIEGO JESUS JIMENEZ POETA DE CUENCA Y  PREMIO ADONAIS, ESPAÑA, ESPOSA DE PACO, ANTONIO PARRA, Y PACO UMBRAL
TESTAMENTO DE Dª URRACA
 



Que a los moros por dinero y a los cristianos de gracia… callades hija callades no digais tales palabras que la mujer que lo dijere bien merecería ser quemada. Este dialogo creó una semblanza de una princesa castelana creo que fue la primera feminista de la historia de España. Lo hago con quien me apetece y porque me da la gana. Asustado el buen rey don Fernando escuchaba a la muchacha que se resitía a ser preterida y minusvalorada. Era allá `por el siglo XII y las de Podemos no eran ni siquiera un guiño en el ojo de su tatarabuelo.



De todas las maneras este hermoso poema injerto en el drama las Mocedades del Cid es todo un canto a Zamora la bien cercada por un lado la cerca el Duero y por otra peña tajada. De allí proviene el ínclito Pablo Iglesias y de allí era Rufo Gamazo y Mostaza y otros amigos míos que se me han muerto como Agustín García Calvo. El parlamento entre la infanta, el Cid Campeador que saca la cara por la princesa y el rey Fernando cuando hace sus mandas. A Sancho le deja Castilla a don Alonso León a don García Vizcaya “ y a mí porque soy mujer me dejáis desheredada siendo, padre, vuestra hija, siendo de Castilla infanta habré de ir de tierra a vender mi cuerpo como una mujer errada”… allá respondió el rey con tiernísimas entrañas dando aljófar de los ojos a la plata de las canas (bellísima imagen de un rey viejo que llora) “callades, hija, callades, no digais tales palabras aquella que lo dice merecería ser quemada; pues allá en Castilla la Vieja un rincón se me olvidaba; Zamora tiene por nombre Zamora la bien cercada y aquel que se la quitare mi maldición sobre él caiga… todos dicen amen, amen, pero tú don Sancho callas.



La pieza es toda una joya de nuestro teatro del siglo de oro. Guillén de Castro como una acuarelista de la época imprime energía y velocidad a la acción.  Esta comedia contribuyó a la glorificación de Rodrigo Díaz de Vivar como héroe epónimo de la historia de España. Un teatro que debiera representarse en todos nuestros colegios.



Los personajes no son de cartón piedra sino que viven con fuerza. Protagonista el Campeador y deuteragonista doña Urraca y la mora zaida se enfrentan a su destino. la mentalidad del héroe de los Cantares de Gesta y la de los de Kafka o Galdós no han variado demasiado. Se enfrentan a las mismas situaciones.



La trama se construye sobre la invicta Zamora la bien cercada. Al morir Fernando I hizo un reparto inequitativo a tenor con la costumbre arraigada entre los godos del derecho de primogenitura: A García Galicia y Vizcaya, a Alfonso León y Asturias pero Castilla que era la parte del león lega en heredad a Sancho; la pequeña ciudad de Toro y Zamora son para sus dos hijas Elvira y Urraca “a mí por ser mujer me has dejado, padre, desheredada”. El eco del lamento de doña Urraca, enamorada precisamente del de Vivar resuena a lo largo de la historia española.



Por encima de estas arbitrariedades está el honor y la lealtad representado por el Cid Campeador que sirve a su rey rey caiga quien caiga. Durante el cerco de la ciudad castellana mediante un ardid el traidor Bellido Dolfos entra en el campamento del monarca y conduciéndolo a un descampado cerca de la muralla cuando Sancho va a hacer una necesidad fisiológica.



Bellido Dolfos ha pasado junto con el obispo don Opas como símbolo de la felonía y de la traición que son parte también de nuestra historia. Lo mata por la espalda y huye a la plaza de Zamora gobernada por doña Urraca. Don Sancho se puso a hacer sus necesidades detrás de un valladar cuando le segó la cerviz el venablo de Doldos. Sin embargo, la carga dramática de la obra se fortalece con escenas como la visión que tuvo don Sancho antes de morirá cuando se le aparece su padre muerto y le reprocha su desobediencia. “pagaste hijo amores con desdén y lealtades con engaños”. Van implícitos en el argumento los amores de la infanta hacia el Cid y el de Alfonso VI con la mora Zaida hija de Miramamolín que le da hospedaje en Toledo.



Se trata pues de una novela fronteriza en la cual no se maldice al Islam sino que se enaltece el valor de aquellos reinados taifas a los que Rodrigo sirve — es un soldado de fortuna que peleando gana su pan y lo mismo lucha contra los moros que contra los cristianos— y tal galardón es todo un paradigma didáctico que hoy se desdeñaría por “impolítico”. Hay versos triunfales como “helo, helo por do viene el infante vengador” que nutren la rica savia heroica de nuestro romancero. Se insertan consejos que son perlas “no hay corona segura ni tiara” el buen rey don Sancho fue victima de la deslealtad a la palabra dada a su progenitor el cual lo maldijo. “Reto al agua, reto al vino. Reto a chicos y grandes. A las mujeres y a los niños. A los muertos y a los vivos. A las aves de los vientos y a los peces de los ríos". Alfonso le regala a la mora Zaida estos versos: “ tú fuiste después de los cielos gobierno de mi albedrío… tú serás reina de España” y la princesa mora contesta: “con ser tuya me contento”. El repto o duelo entre el Cid y Arias Gonzalo recuerdan pasajes de la Ilíada entre Aquiles y Agamenón. El hijo del infanzón frente a los muros de Zamora alcanza proporciones homéricas. Dolfos murió arrastrado por la cola de una yegua. Lo hicieron cuartos. Aquella Castilla no pagaba traidores. El mismo grandioso tono de tragedia griega alcanzan las maldiciones que profieren los personajes durante el duelo: “Abarcas traigan calzadas y no zapatos de lazo, villanos te hablen, Alonso, que no fijosdalgo, de las Asturias de Oviedo que no sean castellanos. Ojala te maten con cuchillos montañeses que no con puñales dorados y capas traigan aguaderas que no de contrai delicado y sáquenle el corazón por el siniestro costado si fuiste y si consentiste en la muerte de tu hermano. ¿Juraslo así? Así lo juro y es testigo el cielo santo”. Excelsa parrafada. Guillén de Castro escribe: Colérico el rey le ha mirado. El Cid parte al destierro Con unos cuantos vasallos”.



Es el formulario del juramento de Santa Gadea. El Cid perdió el hogar, sus lares, su mujer y sus dos hijas pero su honra quedó incólume. Telón.

ATENTADO DE MANCHESTER. EL SEÑOR NOS LIBRE DEL ESPIRITU DE FORNICACIÓN QUE IMPERA EN EL OESTE

ES LA HORA DE LA BESTIA YA LO HEMOS DICHO. OCIDENTE TAMBIEN ES RESPONSABLE.



AB SPIRITU FORNICATIONIS LIBERA NOS, DOMINE. Y es la nueva musica del pop de los cantantes a lo Rolling Stone una de las razones por las cuales ocurren estos horribles atentados. El Islam es la azagaya o azote con el que Dios castiga los pecados y perversidades de la cristiandad. MEJOR QUE PONER VELAS EN LA CALLE ARRPENTIRSE Y CANTAR LAS LETANIAS

SAN NICOLAS DIVINO ¿UNIRÁ A LAS IGLESIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE?

Las reliquias de san Nicolás de Bari han salido por primera vez de la ciudad italiana donde permanecieron guardadas 950 años para ir a ser veneradas a Rusia. Ayer se celebró una misa de media noche en la catedral de Cristo  Salvador celebrada por el patriarca Cirilo y al que asistieron multitud de fieles y clerecía. Estaba presente un embajador del Vaticano. San Nicolás misericordioso es muy venerado en Rusia. ¿Podrá conseguir lo que hasta ahora parecía imposible: allanar las diferencias que han tenido a Roma alejada del Bizantino más de diez siglos? Con el papa argentino ello parece difícil pero Dios con el apoyo del misericordioso obispo de Esmirnio lo puede todo. La urna con los restos mortales del santo estarán expuesta a la veneración de fieles y peregrinos en Moscú y Petrogrado hasta últimos de julio

TRUIMP ES UN CEPORRO Y ENCIMA NO SE LE EMPINA. DESASTRE EN LA

EDL 
Krise im Weißen HausWie wir Trump loswerden

Im Weißen Haus stimmt nichts mehr: Alle außer Donald Trump verachten den US-Präsidenten, der weder intellektuell noch moralisch in der Lage ist, das Land zu führen. Es gibt fünf Wege aus der Misere.
Trump im Oval Office
AP
Trump im Oval Office
Donald Trump ist nicht dazu in der Lage, Präsident der USA zu sein. Er ist es intellektuell nicht: Er versteht die eigenen Aufgaben und die Bedeutung seines Amtes nicht, er liest nichts, nicht einmal Akten oder Geheimdienstberichte, und er hat keine Ahnung von den eigenen Themen, trifft halt mit wüsten Anweisungen launische Entscheidungen.
Und moralisch ist er es sowieso nicht: Trump ist ein hundertfach überführter Lügner, Rassist, Betrüger. Man zuckt beschämt zusammen, wenn man solche Sätze schreibt, so dröhnend laut sind die Wörter. Aber genau diese Begriffe sind die korrekten für Trump, und es zählt zur Aufgabe von Medien, nicht müde zu werden, sondern zu sagen, was ist: Trump muss aus dem Weißen Haus entfernt werden. Schnell. Er ist eine Gefahr für die Welt.
Trump ist ein miserabler Politiker: Er entließ den FBI-Direktor, weil er es konnte. Der Typ war ihm halt auf die Nerven gegangen mit seinen Ermittlungen gegen Trumps Vertraute. Der Typ hatte sich geweigert, Trump Treue und Loyalität zu schwören und auch, die Ermittlungen einzustellen - James Comey musste weg.
Trump ist zudem ein miserabler Vorgesetzter. Seine Leute erfinden Ausreden für ihn und lügen für ihn, da sie es müssen. Dann aber wacht Trump auf und twittert, dass alles doch ganz anders gewesen sei. Ihm ist egal, dass sein Sprecher, sein Außenminister und sein Sicherheitsberater gerade erst dementiert haben, der Präsident habe den Russen, ausgerechnet, Erkenntnisse verraten, die von Israels Geheimdiensten, ausgerechnet, geliefert worden waren. Trump twittert: Doch, doch, das habe ich gemacht, weil ich das darf; ich bin nämlich der Präsident.
In diesem Weißen Haus stimmt nichts mehr: Inzwischen sind alle dort mehrfach bloßgestellt worden; nun verachten sie einander, und alle außer Trump verachten Trump. Und darum, nach nur 120 Tagen, erleben wir eine amerikanische Tragödie und sehen fünf mögliche Lösungen.
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FENOMENOLOGÍA. TODO CUANTO PASA EN LA VIDA TIENE SENTIDO



Tilman Allert wird siebzigNichts im Leben ist trivial

Ein Schuss philosophische Anthropologie und etwas Phänomenologie: Zum Siebzigsten des Soziologen Tilman Allert, der einen Blick für das hat, was sich gerade abspielt.
 von 
© MATTHIAS LÜDECKEBlick fürs Große und für Details: Tilman Allert.
Aus Theorien werden Geschichten: So kann man die Entwicklung von Tilman Allerts Generation versuchsweise charakterisieren. Eine Metamorphose, bei der doch der ursprüngliche theoretische Impuls dieses Soziologen nicht einfach verlorenging: Erkenntnis bleibt das große Genuss- und Rauschmittel der Intellektuellen, ja, sie steigert ihre Leistung so sehr, dass man ihr die theoretische Anstrengung und Eifersucht nicht mehr ansieht. Es scheint dann, als wäre nur gerade von diesem und jenem die Rede: von einer Bahnfahrt, vom Tomatensaft im Flugzeug, von einem Jil-Sander-Kleid und einem Zoobesuch, von einem Mann, der „guten Tag“, und von einem Teenie, der „genau!“ sagt. Eine „erzählende Philosophie“ hatte sich Schelling erträumt, bei Tilman Allert beobachten wir eine erzählende Soziologie. Und plötzlich baut sich aus dem Mosaik all dieser verspielten Szenen und Dinge: Deutschland.
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Man braucht für solche Beschäftigungen eine gespannte Wachheit; einen Blick für das, was sich gerade abspielt; nichts darf man für trivial halten. Im vergangenen Jahr hat Tilman Allert in dem Buch „Der Mund ist aufgegangen“ die Geschichte seiner Kindheit und Jugend im Spiegel der Genüsse aufgefangen; die fünfziger Jahre steigen, wie durch eine Madeleine heraufgerufen, aus der Tiefe der Jahre und stellen sich mit ihren Namen vor, wie sie damals dem Kind begegneten: Nappo, Maoam, Vivil, und der schlimme Lebertran ist auch dabei. Dafür braucht man nun doch mehr als eine Soziologie, nämlich einen Schuss philosophische Anthropologie (Allert ist ein großer Kenner von Helmuth Plessner) und ein paar Spritzer von der sinnlicheren, den Genüssen näheren Phänomenologie von Franzosen wie Maurice Merleau-Ponty.
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In Lübbecke wurde Tilman Allert geboren. Die abenteuerliche Geschichte seines Vaters Mikail Allahwerdi, der aus Aserbaidschan nach Deutschland gekommen war, um Arzt und unter dem Namen Allert ausgerechnet im September 1939 Deutscher zu werden, hat er in dieser Zeitung mitgeteilt (F.A.Z. vom 26. Februar 2011). Der aserbaidschanische Großvater väterlicherseits war Bäcker; so früh also wurde schon für den aufgegangenen Mund gesorgt, obwohl die Anthropologie der oralen Genüsse noch fernlag. Allert ist emeritierter Professor für Soziologie und Sozialpsychologie in Frankfurt. Die Theorie mündet nicht nur in Erzählung, sondern auch in ein enormes bürgerschaftliches Engagement – so, als müsste dieser Mann persönlich zeigen, wie Gesellschaft entsteht und sich erhält. Heute feiert Tilman Allert seinen siebzigsten Geburtstag.