2022-11-09

 

CINCO SIGLOS DEL DIOSCÓRIDES

La farmacopea y la botánica tienen en el Segoviense a uno de sus epígonos. Esta obra de un sabio griego fue publicada por primera en parís en 1516. Dos años más tarde en 1518 y casi al mismo tiempo que la biblia políglota se imprime versión latina en Alcalá bajo la dirección de Nebrija que estaba encargado de la cátedra de botánica junto con la de retórica bajo el título de lexicón de medicamentos, pero el primero que lleva a cabo una versión castellana del celebre tratado fue Andrés Laguna trasladándolo del griego y abordando materias ya contempladas por Galeno, Plinio, Lineo y Aristóteles. Y otras hierbas. Todas las hierbas. Salpicón de electuarios, fórmulas mágicas, venenos y contravenenos, polvos mágicos como el cuerno de rinoceronte que todavía buscan y cazan en partes del África para afianzar la genética. El axioma es que a todo mal físico sigue un remedio en el reino vegetal, mineral o animal. En el herbolario existe la propiedad de un antídoto. La ciencia estriba en conocer su cualidad operativa y aplicarla al enfermo.  

Se trata principio rudimentario de la medicina cuando todavía no era inventada la física ni la química y mucho menos los rayos X.

Escrito en un castellano claro y elegante con mucha chispa y ese interés que atrapa, el cual recuerda por su elocuencia al Lazarillo al Viaje Turco o al Crotalón, nada farragoso y castizo que se lee con interés a cinco siglos de haber salido a la luz el Dioscorides, consta de un prologo o epístola nuncupatoria que maravilló a los toscos prácticos en medicina de aquel entonces y que aporta observaciones interesantes como por ejemplo cuando dice que el veneno de las víboras solo mata por inoculación pero es inocuo por vía oral… un gato que come almendras amargas revienta al poco, y lo mismo le ocurre al raposo… la cicuta mata al hombre pero hace revivir al estornino y otras muchas cosas peculiares que pueden resultar algo gracioso o sonar a superchería al hombre moderno pero  reveladoras de la gran pasión de este hombre por las plantas oficinales, sus experimentos, cocciones, alambiques y recetas.

El Dioscórides de Laguna se publicó en Amberes en la imprenta de Juan Latio en septiembre de 1555, utilizando como pauta de referencia los postulados complutenses de Antonio de Nebrija y otros galenos famosos de su tiempo en su mayor parte de origen hebreo. Papas reyes y emperadores cuando enferman piden ser atendidos por facultativos judíos. Laguna, aunque de origen converso se sentía profundamente católico. Ende más, a causa de sus convicciones cristianas tuvo un enfrentamiento con su maestro, el portugués Amato, un físico que impartía lecciones de Anatomía en Salamanca. Maestre Amato desde le púlpito hizo una defensa apasionada de la Ley Vieja y decía que el Nuevo Testamento era una fábula. Llegando a calificar a Europa como “infierno en la tierra”.

 No puede decirse del Dioscorides en sus tratamientos, diagnósticos quirúrgicos bestiales (a su autor le disgustaba la cirugía y prefería ser tenido por médico de cabecera) —cuando los cirujanos cortaban piernas y brazos a lo vivo— posean más vigencia que la curiosidad y la rareza, pero las apuntaciones tomadas del natural de su autor resultan interesantes. Y son base de aportación a la Medicina y la Farmacia.

¿Quién dijo que nunca hubo ciencia española?  El fuerte de Laguna es la farmacopea. Toda su vida se la pasó, estando ya en Paris ya en Londres en Metz o en Flandes o los alrededores de las ciudades por él visitadas cosechando plantas curativas. Conocía las propiedades de cada una. De chico iba a por moras a Tejadilla, que es un barbecho a las afueras de Segovia, lo cuenta en la Epístola Nuncupatoria, o en busca del espino blanco que se sigue majando en pequeñas dosis para aliviar a los pacientes de hipertensión o cortaba flores resineras por el Pinarillo donde estaba el osario o cementerio judío extramuros de Segovia o  recogiendo marjas por los zarzales del Valle de la Lastrillaque los muchachos cogen y las zamarriegas las ensartan y haciendo gavillas dellas las venden por las calles… la Rubia es muy conocida en aquellas partes (rubia victoria) principalmente en tierra Segovia, mi ciudad, donde hay tintoreros… Quiero pasar por alto, para salir adelante en mi empresa, cuantos, y cuán altos montes subí, cuantas cuestas bajé, arriscándome por barrancos y peligrosos despeñaderos, gastándome en el empeño buena parte de mi caudal”.

Su obra la empezó en Roma en 1554 y la completó en Amberes al año siguiente dedicándosela al príncipe de Asturias, Felipe II, fecha de su publicación, nos dice su biógrafo Teofilo Hernando

Los flagelos de aquella sociedad al final de la edad media y a las puertas del Renacimiento eran el hambre, la guerra y la peste bubónica que empezaba por una hinchazón en la ingle, fiebres altas, y… al hoyo a los pocos días.

Luego vendría la sífilis que Laguna no considera mal francés sino una importación ultramarina. “La portaban unas mujeres de acarreo, indias, que trajo en su barco Colón”.

Prescribe como tratamiento antiluético el palo santo, la quinina y el mercurio y los baños de vapor. Al hospital de Antón Martín regentado por los frailes de san Juan de Dios lo llamaban el hospital de la sabana blanca.

Se arrollaba el cuerpo de los pacientes en un lienzo recalentado con vapor y se les hacía sudar. Las lues no remitían con facilidad porque “¡la buba es muy tenaz y refractaria!" Así lo expresa en un verso Cristóbal de Castillejo ex cisterciense y soldado del emperador al que le pegó las purgaciones su novia vienesa:

“Mira que estoy encerrado

En una estufa metido

De amores arrepentido

De los tuyos confiado”

El autor de la Lozana Andaluza Francisco Delicado Baeza, un clérigo andaluz de la Peña de Martos murió por lo visto de dicha aflicción. En el Viaje a Turquía, abundando en esta materia, Urdemalas certifica que al visitar la ciudad de los papas encontró curas, obispos, cardenales y hetairas, tantas como beneficiados y clérigos, pues debían de ejercer a las puertas del Vaticano el oficio más antiguo del mundo cerca de trece mil rameras, venidas desde todos los rincones del universo al husmo del dinero y del poder.

Como afrodisíacos Laguna recomienda el bedelio, la hierbabuena, los mejillones, los huevos, la hiel de diversos animales, del gallo, en todo caso; el cuerno de rinoceronte que despierta la virtud genital y es bueno para los holgazanes y desganados en punto al sexo. La eselaria o diente de león con sus propiedades oclusivas serviría para componer virginidades perdidas (esta oración la tachó la censura) en tiempo de Laguna la ciencia y la religión no podían evadirse del fantasma de la fantasía y de la superstición. Muchos autores del siglo de Oro se burlan de los galenos “compadres de la sepultura abierta” les refiere Quevedo y Góngora: “buena orina buen color y cuatro higas al doctor”. La ruda es compañera de viaje de hechiceras y alcahuetas. Pero Laguna que también fue sacerdote y filosofo de lo que se ufana es de haber llegado en la vida a ser un buen médico de orina y pulso.

Su libro causó impacto y se registran muchas ediciones en toda Europa; era el libro de cabecera de los galenos y los boticarios.

Felipe II debió de ser un gran lector del Dioscorides porque fue un rey ecológico que lleno España de parques naturales (Escorial Valsaín Aranjuez, el Pardo) también conocía las hierbas oficinales el ínclito Rey Prudente.

PUCHERAZO EN LAS ELECCIONES MID TERM?

 LA PRENSA DE MOSCÚ INFORMA QUE BIDEN NO SOLTARÁ LA PRESA LAS URNAS FUERON

MANIPULADAS EN CONTRA DE TRUMP EN WASHINGTON MANDAN LOS SATANISTAS BIDEL PELOSI HARRIS Y LA PLANA MAYOR DEL PENTAGONO DIRIGIDA POR JUDÍOS

COMO HEROE DE RUSIA EN LA CATEDRAL DE CRISTO SALVADOR SE DESPICIÓ AL CAPELLÁN CASTRENSE MUERTO CUANDO ADMINISTRABA LOS SACRAMENTOS A UN MORIBUNDO

 

El arcipreste Mikhail Vasilyev se despidió de la Catedral de Cristo Salvador

Murió en una zona de operaciones militares especiales. El día anterior, por decreto del jefe de estado, el clérigo recibió póstumamente el título de Héroe de Rusia por el coraje y el heroísmo mostrados en el cumplimiento del deber cívico. Mikhail Vasiliev era el rector del metochion patriarcal en la sede de las Fuerzas de Misiles Estratégicos, lo llamaban el "sacerdote de aterrizaje". 

 

Vicente Espinel. Marcos de Obregón

 

 

 

Plaza de santa Catalina de los donados. Voy al Santo Niño del remedio. Es una de las plazas aun recoletas que quedan del antiguo Madrid. De allí fue capellán Vicente de Espinel autor de una novela que se engloba dentro del género picaresco, marcos de obregón, pero que es una semblanza autobiográfica de la España del siglo de oro finales del XVI e inicios del XVII una España que recorrió en veinte años de intenso caminar y cuyos mares navegar así como los dominios de Nápoles y Flandes como soldado y como marino al servicio de la escuadra, la segunda Invencible que iría a luchar contra los ingleses comandada por el almirante asturiano don pedro Menéndez de Avilés. En uno de los bajeles tomó el grado de alférez pero aquella malhadada expedición nunca zarpó del puerto de Santander. Se declaró la peste.

 

Protegido por el conde duque de Olivares acabó ordenándose sacerdote el viejo soldado y obtuvo una capellanía primero en una iglesia de Ronda. Más tarde, un beneficio en el cabildo de San Ginés. Se enmarca, pues, en el capítulo de los grandes de la literatura castellana junto con Lope, con Calderón, con Mira de Amescua o Góngora todos ellos sacerdotes. Es una deuda que tiene nuestra lengua con la iglesia española que acogió en su seno a aquellos pobres vagabundos librándoles del hambre y la pobreza.

 

Espinel fue también músico y maestro de capilla. Añadió a la guitarra una sexta cuerda. Gran parte de su composición polifónica anda perdida pero debió de ser el gaditano un gran chantre o precentor. Lo que no fue óbice para gozar y padecer de una vida aventurera llena de sobresaltos y de peligros que superó “merced a su gallardo entendimiento”. Su Marcos de Obregón a decir de la crítica supera por la veracidad y la contextura de su narrativa de hechos reales al Lazarillo o al  Guzmán de Alfarache. Encuentra ciertas similitudes con el Estebanillo con cuyo autor debió de coincidir en Flandes pero su estilo es menos abigarrado y conceptista. No se puede codera con el Buscón que es un libro aparte pero todas estas obras del genero picaresco coinciden en:

 

a) la existencia apabullada y trajinante de los personajes.

 

b) el hambre como preocupación existencial ya que en sus páginas no hay sexo y todas los lances de amor acaban de mala manera como lo que le pasó a Marquillos saliendo de Bilbao que por no entender el vascuence no pudo declarársele y acabó siendo arrastrado por el azud de una alberca que por poco se le lleva la corriente y en Zaragoza (dice que los aragoneses son celosísimos) con otra ventanera. En la picaresca el sexo se aborda de una manera bufa y de pasada, lo que revela cierta misoginia del carácter hispano. Terrible cosa es la mujer. Y el que casa de viejo pronto entrega el pellejo. Satiriza y de qué manera a los maridos lo mismo que Quevedo. Pero el gran teatro clásico no podría ser comprendido sin los malentendidos y sin los cuernos. De las costumbres amorosas de aquella centuria mejor no hablar. Las carrozas que subían arriba y abajo del Prado madrileño eran prostíbulos ambulantes donde se fornicaba a calzón caído y con las cortinillas echadas, las puertas del carruaje cerrados a cal y canto haciendo de mamporreros los lacayos.

 

c) la longanimidad en las adversidades, la resignación cristiana y el desarraigo. En el fondo dentro del pícaro late un alma mística que desprecia al mundo y a sus vanidades.

 

Espinel nació en la hermosa y arriscada ciudad de Ronda hacia 1545. Sus padres eran de origen asturiano, encomenderos a los que los Reyes Católicos asignaron tierras en Andalucía cuando se ganó Granada. Hidalgos pobres. Su progenitor había sido soldado con el Gran Capitán y al mandarle a estudiar a Salamanca le entrega una bolsa con pocos dineros y una espada que el joven no sabe qué hacer con ella y la empeña a unos hojalateros en el Potro de Córdoba. Cruza una Mancha semidesierta expuesto al peligro de los bandoleros moriscos, a los cuatreros, a los venteros y a los carreteros una profesión que maldice… Dios me libre de rufianes en cuadrilla y los arrieros eran por lo visto de mala condición, robaban a los que portaban en el carro y violaban a las mujeres que iban de recua. Las ventas son igual de pestilentes “donde suele haber malas aguas por lo que importa beber vino” y los mesoneros en lo redomazos se traen un aire con los arrieros, todos ellos moriscos y de condición inicua. Impía gente son los arrieros y sin caridad crueles a tal extremo que su misma crueldad va contra natura. Como tratan tanto con las bestias algo dellas siempre se les pega. Tienen muchas posadas y pocos amigos. Así nos describe la venta de Cardeña en el paso de Despeñaperros, todo un lugar común en la literatura picaresca.

 

En Salamanca se presenta vestido de ferreruelo y de una sotanilla de veintidoseno de Segovia. En la ciudad del Tormes va a correr no pocas aventuras como las novatadas aunque están no son tan rigurosas como en Alcalá el Buscón dixit. No puede pagar el pupilaje de casa no le llegan dineros y entra a vivir con otros estudiantes en el refugio donde el hambre y sobre todo el frío de los crudos inviernos serán origen del cuento del zancarrón de un mulo que echaron a la lumbre pensando que era un tuero y olía a rayos. Todo lo soporta con la virtud de la paciencia “que es amiga del buen humor y del donaire”. Salamanca la blanca tenía buenas pastelerías. Los estudiantes pasan la hora del quiete o recreo en el Desafiadero. Marquillos se pone a dar clases de canto para socorrerse pero tales lecciones aunque bien dadas estaban mal pagadas. Y con las mismas hace un canto al saber y a esa vida oculta que se encuentra agazapada entre los libros donde el ser humano puede encontrar consuelo a sus desventuras. No se murieron de asco por lo de la pata del mulo que echaron a la lumbre. Fueron castigados a diez azotes por aquella travesura.

 

La obra tiene un sentido gnómico en clave moralizante con una proa cuajada de refranes y de sentencias. No hay que desesperar. Cuando una puerta se cierra otra se abre pues más gusto se halla en un higo que en ceinte calabazas. ¿Cómo luchar contra los males estudiantiles que son la pobreza y la desnudez? Espinel no otorga otro remedio que poner buena cara al mal tiempo. La humildad ante los poderosos es el fundamento de la paz y la soberbia, la destrucción de nuestro sosiego. Agua y ajo por tanto y mucha resignación cristiana.

 

En Córdoba le roban un macho y en la feria de Ronda se lo tratan de vender unos gitanos. Era una acémila de muy mal carácter que tiraba al jinete, se espantaba e iba a la empinada con harta frecuencia. El mulo atraillado parecía manso pero Marcos sospecha. Y efectivamente querían venderle el mismo que le habían robado y en un tente mientras cobro antes de llevarlo al mercado le dieron a beber un azumbre de vino. Cuando se le pasó la borrachera el animal volvió por donde solía y no se cansa de dar patadas y respingos. Si bien me quieres trátame como sueles. Escasee la carne en el garabato por falta de gato y uno tienen ventura y otras ventrada. Unos ensillan y otros cabalgan. Al protagonista de esta narración le pasan mil desdichas pero pronto se resabia y aprende a afrontar los engaños. Su hégira discurre por caminos inciertos y mal resguardados pernoctando en ventorros donde se dormía con un ojo solo y había que andar listo no te dieran por zumaque un vino que el ventero tasaba como de calidad y con más hojas que un calepino. Se encuentra con donilleros y con clérigos de mala ralea que rezaban en latín con acento gallego y a veces con fantasmas y aparecidos. Las ventas donde para son la de la Murga en Ademuz, la de Viveros en Alcalá y la famosa venta de de viveros en plena sierra morena donde recalaban a la sazón todos los viajeros que pasaban de Castilla a Andalucía. 

 

CANTO A LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

 

 

 

Hijo de un hidalgo de gotera ovetense que se afincó en Ronda el autor de Marcos de Obregón obra insigne de la gran literatura picaresca nos embarca en las galeras que fueron a Lepanto y nos muestra los caminos que llevan a Flandes y además puso una cuerda más a la guitarra española. Asendereado personaje y escelso escritor, su prosa limpia, castiza y salpicada de donaire, se parangona con la de Miguel de Cervantes.

 

Cuando todos iban a estudiar a Alcalá, el rondeño, por su parte, con una espada que le dio su padre, viejo soldado a las órdenes del Gran Capitán, que pesaba más que él y que empeña en un mesón del Potro de Córdoba arriba a la ciudad del Tormes y a la vista de sus torres prorrumpe en esta loa: “ vi en aquellas columnas sobre quien estriba el gobierno universal de toda Europa las bases que defienden la verdad católica. Vi al padre Mancio cuyo nombre estaba ya esparcido por todo lo descubierto… vi al abad Salinas el ciego el más docto varón en música especulativa que ha conocido la cristiandad no sólo en el genero diatónico y cromático, sino en el armónico de quien tan poca noticia se tiene hoy[1] y que fue sucedido en la cátedra por Bernardo Clavijo doctísimo en entender y obrar el concento y el concierto de partituras, hoy organista de Felipe III”.

 

Comenta después este aprendiz de la supervivencia que es frecuente contraer sarna los estudiantes primerizos merced a la blancura del pan tierno y el agua finísima que e bebe en Salamanca, “mala para los dientes”. En resolución, recomienda a los estudiantes no estragarse ni abusar de la comida o la bebida y emplearse en los comedimientos de la templanza “que conserva la salud y aviva el ingenio”. Es la misma conjetura con que nos apabulla a los lectores y degustadores de esos tesoros de la lengua castellana que son las novelas de esos pobres seres humanos, esos pequeños diablos corredores que son los pícaros a lo largo y lo ancho del mapamundi.

 

Otros catedráticos a los que menciona es al doctor Medina facultativo de prima en aquel claustro y gran médico.

 

El elogio que hace de los libros tampoco queda atrás y son frases esculpidas en la celda o en la torre de marfil de estudiosos y poetas.

 

los libros hacen libres a los que les quieren bien. Con ellos me consolé en la prisión que se me aparejaba y satisfice el hambre en un pedazo de pan conservado en una servilleta envuelta en un papel que traía un capítulo de alabanza al ayuno. ¡Oh libros, fieles consejeros, amigos sin adulación, despertadores del entendimiento, maestros del alma y gobernadores del cuerpo, guiones para bien vivir y centinelas del bien morir”

 

Protagonista de esta novela dechado de perfección del genero picaresco es el hambre, compañera de cama de la resignación, cómitre de la longanimidad y amiga del buen humor y del donaire. He aquí reflejado en el espejo de las páginas de Marcos de Obregón el carácter español en sus miserias y en sus grandezas, sus euforias y sus congojas, baluarte del catolicismo en defensa de cuyo empeño se granjea la enemistad de todos e incluso la ira y el recelo de los Papas. Castilla he aquí que se ensimisma, se adoba en una segunda piel, la del escepticismo senequista, pelea con la espada en Flandes y esgrime en las Américas el crucifijo. España siempre con la cruz a cuestas, escarnio de todos y contra todos, transporta sus sueños de redención mesiánica, fatigada de Europa, a bordo de las carabelas. Es el mismo concepto que explaya a lo largo de sus libros ese gran patriota que se llamaba Francisco de Quevedo y Villegas.

 

Las noticias que da de la Salamanca universitaria del XVII son cabales: las pastelerías del Desfiladero, las calles de Santa Ana y san Vicente, la posada de Gálvez donde estuvo a pupilo y para sacudirse si buen apetito daba lecciones de canto “bien dadas pero mal pagadas”. Un pícaro ha de estar siempre no sólo a la que salta sino también tener buenas tragaderas. El asqueroso episodio del zancarrón del mulo que los pobres pupilos echan a la estufa tratando de sacudirse el frío de un crudérrrimo jueves de febrero creyendo que era un leño y por poco se atufan todos da una idea de las condiciones de vida de la Salamanca de aquellos tiempos. “Hacía tanto frío que en echando agua en la calle se tornaba cristal”. El siglo decimoséptimo de la era en Europa produjo un gran cambio climático, algo que seguramente tuvo que ver con las manchas solares. Los geólogos hablan de una nueva glaciación hacia 1623.  Hubo cambios extremos y mudanzas en la temperatura. El invierno de 1623 fue el más crudo en varios siglos y en 1666 los calores fueron tales que muchos creyeron que venía el fin del mundo. Se quemó la gran ciudad de Londres.

 

La prosa de Vicente Espinel es muy musical y agradable como la de la mayor parte de los escritores que tienen buen oído. Maneja el contrapunto. Por eso no se hace indigesta, une a su amenidad el fruto del buen consejo- “la humildad frente a los poderosos es fundamento de la paz y la soberbia, la destrucción de nuestro sosiego”. Para él el oficio de escribir es enseñanza de la paciencia y conformidad con la desventura y reveses de fortuna. A tal efecto moralizante de la escritura  tan importantes son las fábulas de Esopo como las estratagemas de Horacio. Más gusto se encuentra en un higo que en una calabaza. Este oficio de longanimidad es uno de los aprendizajes del estudiante salmantino que vive en la pobreza y la desnudez. El dolor es el crisol del amor. Este concepto inusual en otros libros del género acredita a Espinel como el más católico de los picaros españoles. Marcos de Obregón es un hijo del barroco.