2016-12-02

VIVA CORDOBA








                                     VIVA CÓRDOBA
Antonio Parra
En Córdoba, lejana y sola, pero no tan sola pues siempre anduvo por mi corazón, picas medio metro y te sale un dios romano, con barbas y cabellera alborotada, un idolillo, la cabeza de un patricio, la toga de un tribuno de la plebe o una Asanta@ que no es otra que Palas Atenea o la Magna Máter. Neptuno que recuerda a Jesús andando sobre las olas o la cidaria de un arúspice que hace pensar en la mitra de un obispo con ínfulas y todo. Son las raíces de nuestro ser y nuestro estar. La patria de Séneca y de Lucano fue la cabeza de puente de una civilización que se sumó a la apoteosis del cristianismo bajo los visigodos. Siempre he creído que Córdoba, la Roma de Occidente, fue mucho más cristiana que mora. En sus  raíces milenarias los musulmanes conquistadores y como todos los beduinos copistas y calígrafos excelentes en escritura cuneiforme, asimilaron haciendo suyas la sabiduría grecolatina. Con tales bagajes asentaron el esplendor califal. No fueron lo que se dice una etnia creadora, pues hasta su religión es un amasijo de creencias mosaicas y cristianas. El maestro de Mahoma fueron un rabino y un sacerdote nestoriano que profesaba la iconoclasia. Luego se casó con la viuda de un rico camellero e hizo su primera hégira.
  Pero los llamados baños árabes no son sino las termas romanas, lo mismo que la bóveda, el arco de medio punto que lo convierten en el de herradura y la columna o el papel para escribir que trajeron de sus incursiones en Manchuria. No estoy haciendo otra cosa que desmitificar bulos con datos ciertos constatados por la historiografía. Sin embargo, y aunque nos vuelvan a llamar rumíes, los españoles tenemos que aprender árabe y un poco más de teología católica ante la que se nos viene encima. Un poco de paleografía tampoco nos vendría mal.
-Mira pero quién es ese santo Cristo.
-Que no es Jesús, Juanita- terció mi tía- el de la melena alborotada. Es san Bartolomé.


-No hay tal, mamá. Es Neptuno que doma las aguas y los vientos - le explico a mi madrecita que la pobre no entiende de estas cosas y lleva el bolso atestado de estampas y de vírgenes de la consolación, lo mismo que mi tía Rosarito que se pasa la jubilación y su viudez rezando por todos y a todas horas en misa, después de una vida de dura brega, porque Franco no trató con demasiada condescendencia a los que fueron sus vasallos y le ayudaron a ganar la guerra que tanta sangre costó, en contra del cliché vindicatorio de estos tiempos cuando se trata de remover las discordias inciviles de nuestro pasado; sólo les dejó un buen pasar. Gente del campo con una vida de mucha estrechez y que apenas fueron a la escuela. Así engordaron las filas clases medias, caballo de batalla de la democracia y de la reconciliación y de este progreso económico y ese aura de riqueza que nos acoge. En cierta manera eso se lo debemos al esfuerzo de todos estos que tanto trabajaron y hoy son clases pasivas. Si volviéramos a aquella España de pobres y ricos y de discriminaciones entre hombres y mujeres, agravios comparativos y todo aquel aire cainita que desparecieron con la llegada del Seiscientos, el desarrollo económico, la motorización, el pisito y el pluriempleo, volveríamos a las andadas. Mejor no meneallo. Dejemos que el mundo vaya adelante.
Soy hombre de muchas meditaciones y estas sugerencias me brotan al hilo de mi último viaje a la Ciudad de los Califas a la que no volvía desde el año 69 cuando anduve metido en faena de reporteros y de retrateros y el Cordobés nos invitó a Juan Santiso y a mí a su finca de Villalobillos. Quería mostrarnos los bidés que había puesto en los dormitorios de sus aparceros  que le recogían la aceituna. Para el diestro, que había sobrevivido a una infancia de pobreza y robaba gallinas para subsistir, semejante innovación representaba un hito en la mejora de las conquistas sociales. Cierto. El  contar con inodoros que sustituyan a la palangana y al orinal son inventos que alteraron la faz de la tierra. Toda una conquista social precisamente en el año que el hombre ponía por primera vez los pies en la luna.
-Ponga uzté ezo, amigo, con letras muy gordas, en el Areportae@. Mis quinteros ya pueden lavarse en un bidé- nos dijo Manuel Benítez.


El campo andaluz había dado un paso al frente cuando las jornaleras dejaron de oler a montuno y limpiarse con una teja. Mucha manzanilla en aquel viaje y una visita impresionante al Cristo de los Faroles que a Juan que, como buen gallego y algo supersticioso se tentaba la ropa y estaba viendolas venir las meigas, nos dejó el alma hecho un higo. En cada rincón de la ciudad donde las iglesias fernandinas ostentan en la torre la forma de un antiguo alminar es bastión de una fe vieja que hay que sacar a la calle y que Andalucía tiene a bien demostrar cada año vestida de nazarena. Eso está bien. A eso se llama dar testimonios aunque algún listo locutor de nuestro revolcadero televisivo se haya mofado de la fiesta de la Invención de la Cruz, que todavía se guarda en muchas ciudades andaluzas como la Cruz de Mayo con palabras tan necias como insolentes y descreídas.
Córdoba. Manolete. Y aquella frase del torero que fue el novio de la España de la posguerra, uno de nuestros primeros mitos: Amás cornadas da el hambre. Ea@
 Visitamos su tumba y la efigie yacente arropada con su capote de brega muestra al maestro del arte del toreo tal cual era. No está muerto sino parece que se echa una siesta de mármol debajo de los arrayanes y a punto de levantarse para rematarle la faena al AIslero@, toro fatídico de aquella tarde. No estuvo bien aquello. Fue una cogida tonta. Haría falta el desquite.
-Digo.
Estamos ante los maravillosos mosaicos que se exhiben en el Alcázar de los  Reyes. Ciertamente, ese rostro del dios Océano, agitado por un viento que sopla eternamente movido por la fuerza del espíritu se parece un poco a Jesús de Nazaret, tal y conforme nos lo representa nuestra iconografía. Hasta eligió para su representación el pez eucarístico y las olas sobre las que navega la Barca del Pescador. Roma, madre de pueblos, pero Córdoba se disputa con Granada el título de abuela de las Españas. Fue en ellos donde florecieron las primeras cristiandades y eso se nota.
El turbante del califa Abderramán III queda velado en mi memoria por la aureola de los mártires que, capitaneados por san Pelayo de Tuy, aquel galleguiño de ojos azules y rubios cabellos, sobrino del obispo de Oviedo que fue hecho prisionero tras una algara y, conducido a la medina, intentó violarlo la soldadesca del serrallo. Él prefirió la muerte a consentir y su cadáver fue arrojado al Guadalquivir.  La fiesta de san Pelagio, santico mozárabe, lo celebra la liturgia romana el 26 de junio. El príncipe de las tinieblas se las ha ingeniado para hacer coincidir el glorioso transito de este santo niño con la fiesta del Orgullo Homosexual. Saquen ustedes sus propias consecuencias al respecto.


Pelayo de Córdoba fue el primero de una gloriosa pléyade de bienaventurados que dieron testimonio con su sangre de la fe en el Cordero Manso. Fueron tantos como en la persecución de Nerón. Fueron innumerables. De tal manera que en el siglo X se puso de moda en todas las cristiandades del orbe, refiere el P. Flórez, Córdoba como final del camino y objetivo de peregrinación. Viajaban hasta ella desde Jerusalén, desde Alemania y Britania, para ganar la palma del martirio y, de paso, el ingreso ipso facto en el paraíso.
Murieron tantos que las aguas del Río Guadalquivir durante semanas enteras bajaron tintas en sangre, lo que dice poco en pro de la tan aireada tolerancia muslímica hacia otros credos. El círculo de monasterios que estrechaba su cerco de fervor en torno a la ciudad fueron todos arrasadas. Eran siete u ocho. Lo mismo que las iglesias visigóticas y todas las basílicas cristianas. Sólo quedaron algunas ermitas desperdigadas por la serranía aunque el culto cristiano siguió teniendo lugar, siquiera en casas particulares, hasta bien entrado el siglo XIII.
Gracias a ellos seguimos siendo mozárabes. La sangre de los mártires es semilla de cristianos y eso se detecta nada más llegar a la ciudad que cantó Góngora con versos inmortales y donde en varios barrios del centro y del extrarradio se yergue victoriosa la efigie del arcángel san Rafael patrono de sus cerca de medio millón de moradores. Para explicarse todo ese milagro de las procesiones semanasanteras hay que retrotraerse a ese alma visigótica, injerta en el judaísmo y en el islam de los cristianos nuevos pero que entronca con las manifestaciones de la vieja solemnidad pagana. Andalucía, tierra de vándalos, tiene una estirpe africana que entiende perfectamente a Mahoma pero que se resiste a ser morisca aunque haya asimilado buena parte de los ancestrales atavismos: el cante jondo, el culto a la reja, el fatalismo, el porte señorial y hospitalario del desierto o la faca que es un reducto de la cimitarra, la guarda de la hembra.


Siento cierta tristeza cuando el guía con el que giramos visita a la Mezquita acusa a los regidores de la ciudad de dolo, poniendo en boca del emperador  palabras que éste nunca pudo `pronunciar expresando su disgusto por la reconversión del templo islámico en iglesia catedral. Hay que decir que gracias a tales reformas el templo fue preservado sin atentar para nada contra su estructura. Fue respetado el mizrav de las abluciones y quedó esa maravilla de los intercolumnios de jaspe que hoy maravillan al visitante. Justo en el centro se instaló el sitio del culto católico bajo una bóveda triunfal que da acogida a una de las sillerías corales más hermosas de toda la cristiandad toda ella de caoba. Me emociona un poco el pensar que Góngora que fue un beneficiado tibio aunque decoroso (resulta que tuvo que pagar algunas multas por sus faltas de asistencia al cabildo) cantó vísperas detrás de esa reja y reclinó sus augustas posaderas de vate oficial sobre las misericordias historiadas del respaldo sitial. El vate fue sin duda el poeta mayor que hemos tenido en castellano.  El vano abierto en la techumbre hacia 1530 y que costó no pocas discusiones - en Castilla por aquel entonces la gente siempre andaba metida en pleitos que es una de las aficiones o malas inclinaciones de los cristianos viejos- da claridad al recinto que es bastante oscuro por lo que no pueden ser apreciados en su totalidad los arcos de herradura policromos.
Somos un país pendular y hemos pasado de la islamofobia a la islamofilia en menos que se persigna un cura loco. Hombre, ni tanto ni tan calvo. Ahora resulta que los moros son los buenos y los cristianos los malos. No hay más que echar un vistazo a la prensa o contemplar cómo en la televisión cuentan la película tergiversando los hechos. Es una constante que hemos observado en nuestras excursiones a Extremadura, Galicia o al mismo Valladolid. Los cicerones se despachan a su gusto contra Santiago Matamoros y su cuadrilla, ponen verdes a los curas, danles caña a los obispos y ponen a caer de un burro a Isabel y Fernando el regio matrimonio que fraguó nuestra unidad nacional. Y nada se diga cuando viajamos a Cuenca donde estuvieron las mazmorras del Santo Oficio. Esto debe de obedecer a consignas desde arriba y a una verdadera campaña cristofóbica e hispanofóbica. Las visitas guiadas debieran ser conducidas por gente con un poco más altura y con un bagaje de conocimientos mayor, no por estudiantes aficionados o por amas de casa en paro. No se puede jugar al chito con nuestra historia así como así. Ni clavarnos el aguijón con tanta vehemencia o auto inculparnos y de qué manera. Como sólo sabemos hacer los españoles de los que la mayor parte están en Babia y desconocen la grandeza y trascendencia de su propio país.


Yo escribiría una carta de protesta a la alcaldesa de verbo rotunda y de palabra fluida, doña Rosa Aguilar, una crisóstoma, un pico de oro cuando habla por la radio y a la que da gusto escuchar por la radio aunque no diga nada. Y que, además, tiene cara de monja. Es una señora de ideas muy respetables como las de don Julio Anguita, una excelente persona y un hombre de mi generación, que respeto pero no comparto.
-Señora, esa catedral en medio de la mezquita, una de las más grandiosa del islam, no es un pegote arquitectónico, sino un exponente de nuestra capacidad universal y no hay por qué devolverselo a los musulmanes. No tenga usted miedo. No sé si es usted católica, igual no. Pero el nuevo papa no se cansa de repetirnoslo. No tengáis miedo. Ni España tiene por qué avergonzarse de su historia.
El pasado puente fue el tercer viaje que he hecho a Córdoba. El primero fue en el año 65 acompañando a mi padre que bajó a darle un abrazo a su hermano Manahén (nadie nos tache de antisemitas. Otro se llamaba Benjamín) que se moría a chorros en el cuartel de la Victoria después de una vida de servicio y de haber llevado con orgullo y con gran sentido del cumplimiento del deber el uniforme del Duque de Ahumada y de servicio a España. Mis dos primos hermanos son también de la Benemérita, muy queridos y honrados dentro del Cuerpo lo mismo que mi prima Charín que ayuda a traer españolitos al mundo en la sala de maternales de uno de los hospitales de la ciudad. Si sabré bien lo que es el espíritu de servicio de la Guardia Civil. Por eso me duelen las campañas que se orquestan contra ellas a costa de que haya podido haber algún que otro garbanzo negro. Sin  su concurso, con su entrega, sus largas horas con el chopo a cuestas, sus largas vigilias para tan poco sueño y tan poca paga, no hubiera sido posible la democracia en este país. El instituto, al que admiran  los propios israelíes, que cuentan con el mejor sistema de seguridad y los mejores servicios secretos del planeta, sigue teniendo el paso corto, la vista larga y ojo al cristo que es de plata. Lean sino Cuerda de Presos de Tomás Salvador, el mejor canto al benemérito instituto que se haya podido escribir en castellano.


Córdoba hoy nada tiene que ver con aquella otra ciudad que conocí hace poco menos de medio siglo. Es una ciudad próspera, hecha un poco a la medida del hombre, y donde la gente vive bien. Sigue teniendo ese encanto de sus rúas del laberinto del barrio judío y el señorío de sus gentes, esa cordialidad  grave y exacta que brilla en los versos de Luis de Góngora y Agorte. Regreso contento y lleno de esperanza. Empapado de mozarabía. He visitado a gente de mi sangre. Ay amigo. La comunión de los santos que nos impulsa. El carisma de los mártires que nos refresca el rostro como viento leve.

5 de mayo de 2005

LITERATURA Y BOHEMIA LONDINENSE

 

 

 

Antes los chicos que querían ser autores de nombradía y de triunfar en el arisco mundo de la fama (la fortuna sonríe a los audaces) se iban a Paris pero los Beatles y Carnaby St. había puesto a la capital inglesa en la órbita literaria. Cargó una vieja Rémington que había comprado en el rastro su padre en el portamaletas un rimero de cuartillas y algunos bolis y lapiceros. Comenzó su odisea. ¿Escribir cuando nadie lee? ¿Emborronar cuartillas cuando los libros de la princesa del pueblo que debía su fama y sus millones a haberse acostado con un torero, y cuando la vida de todo escritor se encuentra rodeada de patanes ignorantes y perversos? Era una carrera de ratas, sí. Lo que se dice un reto. Le dolía el alma. Tenía los pies hinchados y el corazón cansado de cruzar por los pasos de cerebra de Oxford St en medio del azote de la lluvia. Sólo le quedaba la maldición del humo y de los sueños. Sus trabajos eran rechazados por las editoriales.

 

Estaba atenazado, insignificante en medio del hormiguero de aquella enorme ciudad donde habría tantos escritores fracasados. Creía encontrar culpabilidades en los otros al hacer examen de conciencia. Pero él único responsable de tanto fracaso era él. El hierro punzante de la memoria lo lancinaba. Su alma estaba envuelta en llamas  y su destino a merced de las fuerzas ocultas y de los vaivenes siniestros del hado.

 

Por aquellos días los albañiles en Inglaterra. Estaba estallando la burbuja inmobiliaria y los edificios de tres plantas de estilo victoriano al morir las viudas de guerra pasaban a manos de los especuladores que convertían aquellas residencias verdaderos palacios con tres dominios: el de los señores en medio abajo las cocineras y en las buhardillas los cuartos de las amas de llaves en pisos al uso europeo con paredes de panderete. Se podían adquirir verdaderas joyas mobiliarios en el mercado de Portobello excrecencias glorias de una nación dominadora que había regido un imperio. Cundía la sensación de alborozo. No había pánico en las calles a pesar de los tumbos que daba la libra esterlina. Escribió cientos de crónicas sobre la depreciación de la valuta inglesa por los suelos.

 

― Inglaterra se va al garete, según lo que dices en tu artículo todos los días, le decían desde Madrid

 

― No te creas. Los ingleses inventaron el teatro. Son unos alarmistas

 

No entendían que la política en las Islas se componía de una gran retórica y mucho aspaviento sin que la sangre llegase jamás al río. Sin embargo, Remigio Bermejo tenía la sensación de estar viviendo el final de un ciclo

 

ESO DE LOS PREMIOS LITERARIOS EN ESPAÑA ES UN PITORREO SIEMPREE SE LO DAN A LOS MISMOS. eDUARDO MENDOZA? NO CONOZCO A ESE JUDIO


  TONGO EN EL PREMIO PLANETA  

 

Antonio Parra

 

Dijo la pijota al puerco cierrate en mezquita no vayas a las preces. Ahora que es Ramadán y se escuchan las lilailas a todas por las emisoras árabes del satélite vengan acaso bien estas reflexiones. Me da envidia tanto fervor frente a la rutina y disipación y la desgana del cura de mi parroquia pero no se puede esperar otra cosa de esos obispillos por nombre Cañizares y Blaquez y que no se llaman no  Gil de Albornoz  o don Diego Ximenez de Rada o Francisco de Cisneros que templan gaitas y andan por los cerros de Úbeda, muy lejos de su grey, tanto como lo están del pueblo los políticos.

 El que no añasca desparrama dijo nuestro Señor Jesucristo. Sana envidia y miedo me embargan ante el espectáculo de esas mezquitas abarrotadas y nuestras iglesias vacuas y vacantes, son cosas que pasan. La maldición de don Opas se hace presente y llora la princesa Florinda en su cava y aquí cada mochuelo a su olivo y Chacun a son gîte que traducido del gabacho quiere decir yo voy a lo mío. Cada mochuelo a su olivo y haciendo de su capa un sayo.

 Tenemos al enemigo en las eras como aquel que dice y bajo los soportales de la plaza el personal se da de puñadas y de navajazos, se sospecha, se intriga, se conspira, se inquina en la gran jugada de todos contra todos. Es la maldición del último rey godo sobre nosotros. Aquí nadie se cierra en mezquita ni va a las preces ni extiende la alcatifa para prosternarse y poner el bullarengue en pompa mirando para la Meca. Alá es grande. Salam malikum, malikum salam, dicen los moros. Será la segunda gran invasión pero el personal yo voy a lo mío sigue discutiendo si serán galgos o serán podencos. Esto es el epítome de la insensibilidad dentro del aro del más atroz de los egoísmos. Se me caen los palos del sombrajo.

  La salada sardina hirió muy malamente a la gruesa gallina. A estas horas ya estarán en Mondoñedo con el engorde de capones que se servirán la cena de Nochebuena en la mesa del señor obispo. España es diferente como apunta muy bien mi colega y sin embargo amigo Pepe Meléndez. Sí, sí pero al freír será el reír.

Ya sé que Zenones y Zoilos como de costumbre me van a azuzar los mastines y voy a correr el gallo por Carnestolendas y haré malabarismos a las puertas del Gran Consorcio. Nada por aquí, nada por allá. Hocus pocus.

Ya siento el aliento del dogo a las nalgas que sí descalificaciones que si insultos oiga usted no puede empezar un incipit con permítame el sufrido lector que le robe su valioso tiempo etc hombre váyase usted a tomar vientos a la farola; así no se escribía ni en el siglo diecinueve que esto no es un chat el que venga atrás que arree; se me da un ardite de flemones y filomenos a su pesar ladran  mucho pues cabalgamos pero conozco el rostro del que se emboza y al que no le guste lo que digo me la trae floja y no estamos en ello para bailar rigodones ni chaconas –esos que se dicen ceremonioso son los peores me lo dice mi experiencia de tabernas y figones del agua mansa libérenos dios- sino para meter el bisturí. Don Árbol piropea a doña Carmen por su articulito.

Escribir se ha convertido en una necesidad física para mí, un paliativo a nuestras soledades pues ya los veníamos advirtiendo desde hace treinta años y los de la derechota nos pusieron la coroza y no nos subieron al asnillo a cabalgar cara atrás para endespués quemarnos, por la misericordia de Dios. Y si no lo consiguieron fue porque la Inquisición fue abolida en 1833 oiga.  No está el alcacer para zampoñas ni el verde para pitos ni el manto de la Magdalena para tafetanes. Si duro es el invierno ruso, más recia es mi raza que diría aquel general carabanchelero en una arenga a los de la Blau. Grande era aquel general que todo lo tuvo grande hasta el apellido. Siempre me acuerdo de él cuando paso por aquel hospital de Moncloa que antes llamaban del Generalísimo y que es hoy posada de todas las ratas y de todos los gatos de Madrid. Odian su memoria los malditos y esta es la razón que a mí que canto la verdad me hace abominable.

 Yo soy un español total: soldado injerto en letrado vita militia est que mira a los ojos  furentes del basilisco muy audaz y que como Velarde quiere matar al endriago. I had a dream. En literatura prima lo verdadero y sólo vale lo original la pluma que sale del alma y habla con voz propia. De manera que prefiero lo auténtico: Cervantes por debajo de Quevedo, A Jovellanos por encima de Feijoo. Alejandro Casona del que nadie hoy apenas habla un grandísimo poeta y dramaturgo está muy por encima de García Lorca  del que tanto se habló y no es más que un señuelo político por ejemplo pero que a los buenos catadores de textos sus versos y su teatro nos parece que no pasan de discretos a pesar de las perras que pueda coger al oír esto su adulador burócrata oficial, un tal Gibson (con el de Fuentevaqueros ha hecho ese irlandés pobretón en España mucho dinero) a su costa pero unos llevan la fama y otros cardan la lana y, aunque de gustibus non disputandum est, en literatura mucho de lo que pasa por oro es oropel. Han aparecido tesis doctorales hasta sobre los calzoncillos que llevaba el autor del Romancero Gitano el día en que lo fusilaron. Juegan con las cartas marcadas.

 Antes bastaba con escribir bien. Lucir ese espasmo de genio como una centella súbita en medio del camino que ilumina un escrito que merezca la pena; hoy ser maricón o tribadita es una carta credencial para el ingreso en el Parnaso. Vanidad de vanidades. Kai panta mataiotá. Y todo vanidad. Era el veredicto de san Juan Crisóstomo sobre lo efímero del mundo.

 El lameculismo siempre me puso de los nervios y en este país abundan soplones y pelotas que no veas. En número incomparable proliferan los tornadizos. Antoñito, calla la boca. Si hay algo grande en España es su lengua y su literatura que a algunos sufridores nos permite hacer un corte de manga a esos sabuesos de la circunspección y del recato. La cosa comenzó  - ¿quieren hacer de nosotros un cabrito a la estaca?-con aquel mártir aragonés que se cachondeaba de sus verdugos pidiendo que le dieran la media vuelta a la parrilla porque ya se le habían quemado las posaderas, dame la vuelta verdugo que se me ha de torrar ahora el cogote y la polla, pero a algunos siguen teniendo por lo que veo quemadas las entendederas y continuó con las coplas de Mingo Repulgo bien folgabas rey entre los setos con tus mancebos – Enrique IV otro que tal debió de ser marica- y sigue con las chocarrerías del arcipreste yo vi en Roma do es la santidad que todos al dinero facían humildad y por tal seguidilla de escarnio contra el papa le metieron en chirona cinco años a la sombra pero ni en la mazmorra se calló el bueno de Juan Ruiz que debía de ser fino.

Señoría ¿por qué nos quita de las buenas para que nos vayamos con las malas?, le dijo al cardenal Albornoz; esto, allá por los tiempos del cisma de Occidente cuando Benedicto XIII también en sus trece moraba en Aviñón a propósito de la problemática sobre el celibato y el de que los párrocos hubiesen moza. Vale, que me den la media vuelta que me torraron ya de un costado y el que los curas hubiesen moza o no poco importa. Lo mío es la mofa. Porque al amigo el culo al enemigo por el culo y al indiferente que se le aplique la legislación vigente.

 En esta profesión a los que llevamos el duende o el maleficio del olor de las imprentas siempre nos darán  de cuchilladas y uno camina por la vida con jabeques y costurones en el alma por ahora sólo intelectuales pero cualquiera sabe si un energúmeno cuando menos te lo espera te pega un tiro o te regala una cuchillada. Pasa nada. Hay que andar siempre a la mira y esgrimir la espada. Hecho caso omiso de las grandes trifulcas literarias del XVII Alarcón-Quevedo-Cervantes érase un hombre a una nariz pegado y arcediano todo esquinas amén de bujarrón (decía de don Luis don Francisco), poeta entre dos platos (piropo quevediano a Alarcón), y eres como un par de huevos fritos, los globos blancos de la mujer del gallo (contestación de Góngora a Quevedo)  y pasando por alto las burlas y desplantes de ese maestro del insulto que era Valle Inclán y al que otro colega le rebanó de un tajo la mano siniestra talmente que don Ramón fue de por vida manco, manco de Lepanto, y  es el cuento de nunca acabar  si nos metemos de hoz y coz en el panorama literario de nuestros días.  En concreto este verano con las diatribas entre el hijo de Julián Marías y Trapiello que menos bonito se dijeron de todo  o la de Umbral y Pérez Reverte aquí van estas flores.

Dijo la pijota al puerco mejor dicho dijo El Reverte  al  Umbral: .. Umbral tiene la bajonería de salpicar con su hábito de recordar a sus amantes cuyos maridos están muertos o en la cárcel toda su literatura. Su bello estilo. A todo esto añade su proverbial cobardía física lo que le impidió sostener con hechos los que desliza bajo el cobijo de la tecla. Pero al detalle iremos otro día. Cuando nos responda si tiene huevos”.  Bueno bonito bueno. Aquí tenemos a un alatriste  en plan matasiete.  Puso una pica en Flandes refrotando el libro de Quatrefages pero en eso no vamos a entrar ahora. La azacaneada writers community hispana que a mí me parece todo menos científica porque aquí de lo que se trata es de hacer escritores a dedo según la veleidad de los caciques literarios como Lara y su famoso premio Planeta que al bueno de Pombo sacó la polla que dicen los chilenos porque esto siempre fue una lotería lo de los premios literarios le tocó el premio gordo premiado con muchísimos millones de pesetas pero esta ficha que logró del bombo es un tongo como tantas cosas en la vida española últimamente donde todo está atado y bien atado y convenido y reconvenido con antelación para decepción e ira de los pobres escritores noveles que siguen creyendo en los reyes magos.

 Pese a esas trampas canallas de los concursos nosotros no  nos hemos apartado del oficio qué más quisieran ellos y seguimos escribiendo. A cada uno el tiempo lo pondrá en su sitio pero la salida de tono de ese bravonel  de los tercios viejos – y el que ese fulano sea el que venda más libros en España es un indicio de por donde andan de malparadas las letras castellanas- con más facha que enjundia es un síntoma del malestar creciente porque el marketing ha entrado a saco en el templo de las musas profanando la jurisdicción sagrada del arte de escribir.

 Aquí cualquier mendrugo se convierte en bestseller. Hasta los gatos gastan zapatos y como no tengas un arrimo mediático – ¿les cuento los plagios de Ana Rosa?- estás perdido. Los signos de los tiempos son los del Usurpador. Los del Interpuesto. El príncipe de la mentira manda en el rebaño y todos a balar o agachando cabeza como un buey duendo. Porque a lo positivo: ¿Quiénes son mis parientes? Mis muelas y mis dientes. Todo es un montaje, un compra-vende un correveidile. Tongo. Tongo ni quito ni pongo.

 El editor Lara ha sido un poco como el demolition man  de la literatura en castellano. Creo que no sale muy bien parado de una de las grandes novelas que se escribieron en España en los sesenta –  la quiso secuestrar- bajo la firma de un peso pesado de nuestra novelística. Me refiero a Zunzunegui que en el Premio una narración atroz donde recuentan las desventuras de un pobre abogado de provincias que sueña con los laureles del Olimpo. En sus páginas el cohecho la corrupción, la mordida, el engaño y la calidad moral del “Pizquitas” –José Manuel Lara RIP en la vida real porque hasta imita su acento y fala en andalusí y lo retrata de cuerpo entero y de su etopeya sale el ínclito mal parado: Manuel Lara era un mafioso mala persona- tienen su asiento.

Sin embargo los contubernios las mordidas y el lucrarse del sudor de los otros a este cordobés arribista que dijo haber hecho la guerra civil con los legionarios  de Franco le hacen rico después de haber comprado una editorial de medio pelo al falangista Félix Ros. Sus manejos y gatuperios le van a convertir en enterrador y enredador de la vida literaria española. Y en esas sigue su descendiente y heredero y si no les gusta agua y ajo y que lean ese libro descatalogado de Zunzunegui donde se formulan acusaciones muy gordas contra la prepotente editorial de Barcelona, una cuadra con escritores a sueldo  como si los novelistas y los poetas fueran caballos– el más peligroso y el más pelotillero Sánchez Dragó un mamachicho de los programas pseudo literarios de la tele donde únicamente lleva a sus amiguetes-. Ahora la lotería le ha tocado al bueno de Pombo al que yo veo pasear las manos  a la espalda la nariz acaballada los pelos como escarpias sotabarba rala y aires de intelectual de la rive gauche algo más delgado que hace diez años y los andares de jesuita como veía pasear – y por los andares éste no falla debe de haber sido de la Compañía- por las rampas de la Cardosa comillense  a los maestrillos en la gran acera cabe el Intercambiador de Moncloa escoltado cada día por un efebo diferente.

 Es una verdadera tristeza pero resulta que en estas calendas para escribir y publicar hay que  abjurar de tu patria y de tu religión renunciar a la familia, ser de la acera de enfrente y militar bajo las banderas arco iris de Zerolo. O ser tribadita o bollera o darle caña al mono. Eso nunca vive dios como tampoco montar en globo. Maricón no.  El flamante Planeta ¿de qué mansarda nos habrá salido?  Sus libros huelen un poco a gatizo pues conocida es la afición de este santanderino con el que me topé  en Londres en los chupicaldos que daba Fraga en la embajada pasando más hambre que el alcalde de Cork pues conocida es su inclinación por la raza felina, vive en compañía de un gato por nombre Fortunato.

 No es más que un mesnadero de Botín, mesnadero en su mansarda. Pero eso; le ha tocado el bombo y aquí el que más chifle capador. Aunque no me desanima este afán de tener los todopoderosos de la banca y la edición a su recaudo escribidotes lacayos políticamente correctos que le rían los pedos al sistema. Ya se lo dirán de misas. Con su pan se lo coman y con su gallofa literaria, yo prefiero otros bocados más exquisitos.  Sigo en el machito emborronando papel. Nulla dies sine linea. Ya le dicho a mi Helen  la hija inglesa a la que hice albacea  de mis papeles y de mis libros que cuando me muera tire de gaveta pues yo siempre fui un escritor para el cajón. You take them all, my sweet, que ahí hay mucha enjundia encerrada y de esas carpetas puede salir mucho testimonio. Confieso que he vivido. Y en español total.

Mar gruesa de otoño caliente pero llegaron las lluvias y el Manzanares en alfaida, viento de bolina navegando en zozobra y yo me siento en el carel de mi barca lontananza de recuerdos y me viene a la memoria la ilusión y la aplicación con la que yo escribí en treinta noches del otoño del 70, copié a carboncillo una novela corta “Silvino Lainez”, cuando yo era un teacher en la localidad  inglesa de Edenthorpe. Y la envié a un concurso de Madrid que promulgaba una sociedad teósofa en realidad era una inmobiliaria que se llamaba Ramiro Calle. ¡Qué desilusión cuando regresé  de Londres a recoger el original en una calle del distrito de Salamanca las navidades del 71! No me tocó ni la pedrea.

 Yo no soy marinero por ti seré. El que salió en el bombo aquella vez fue un colega de cuyo nombre no quiero acordarme. El libro premiado lo compré o me lo mandaron y se me cayó de las manos. Pensé éste solo sabe hacer palotes escriba en portugués en catalán limusín o en aquitano. No marré en el juicio aunque mareé un poco la perdiz. El triunfador ahora pinta angelotes. El arte de Apeles tiene poco que ver con el Terpsícore.  Y se lo diré a sus jodíos morros aunque se cabree. El hecho de que te premien o no me es indiferente. Uno ha nacido y vive en escritor.

 Es para lo que está en este mundo aunque claro está  escribir en la corte de Doña Ficticia mucho peor que en la de Isabel II –Larra dixit- donde era llorar hoy es gemir a moco tendido y berrear y crujir de dientes toda una gehenna bajo la mampara de cristal. Poco importa, ¡qué más da!, de nimis non curat praetor y lo que sea sonará. La mentira va por arriba mientras por abajo el torrente de la verdad circula por veneros soterraños. Nunca fue más cierto el aforismo de que el buen paño en el arca se vende. ¿Y qué dijo la pijota al cerdo? Quítate de ahí que me manchas. Ya lo saben. Pues aplíquense el cuento. ¡Tongo, tongo pero a Pombo le salió el bombo! O sacó la polla. Ya me dirás.

 

 

 

 

 

 

 

UN PREGONAO


BIG POPPING EYES (OJOS SALTONES) EN EL PACTO DE TOLEDO. Se nos hizo de noche y vimos al Hombre del Saco al cruzar el Tajo  y allá por el puente de Alcántara se nos cruzó el Ojo Saltones un judío que no sabe pronunciar las erres y habla de garganta. Tercera autoridad en estas mansardas. Se me vino a las mentes la mera efigie de don Opas que iba pregonando calles arriba hasta entrar en la misma plaza de Zocodover paso a la Inquisición. Me subieron en un asnillo y cabalgando cara atrás cubierto el rostro con una coroza cual reo del Santo Oficio y como los penitentes capuchones que van detrás del paso en Viernes Santo. Dos alguaciles infames y mal encarados cutían mis espaldas con golpes de rebenque. Yo maldecía mi suerte y me acordaba de la madre que me parió. Desdichada hora en la hora que nací. ¿Qué mal fice? Preguntaba yo a mis esbirros y ellos en vez de contestar descargaban más fustazos sobre mi cuerpo dolorido. Quieto ahí tú, mostagán, que yo te vamos a enseñar a comportarte, tente derecho y no retruques. Pues vaya-dije yo- pero que mal hice y al fin uno de los corchetes leyó sentencia y dijo que iba al palo por pensar por mi cuenta. ¿Es que escribir es un delito? Sí lo es. Un diacono muy alto y con cara de sátiro al que yo había visto merodear por los puticlubs de la región e iba a rumanas los sábados noche farfulló un responso en inglés. Ya no cantaban en latín sino inglés, la nueva lingua franca los nuevos inquisidores. No se dirigían a la Virgen tiernas plegarias. En lugar de eso invocaban a la Democracia y el nombre de Jesucristo había desaparecido de los anales para dar paso al dios del Consenso. Los obispos y hasta el Papa proclamaron que de allí en adelante sólo había que creer en el Holocausto, como única verdad, aserto e incontrovertible. Todo lo demás eran leyendas, mitos, consejas evangélicas de las que cuentan las viejas al amor del fuego.

 La cosa me parecía increíble pues se me hacía duro pensar que con tanta fuerza hubiera calado en el corazón de las gentes la más recia y horrible de la apostasía pero reparé en el hecho de que estaba en la provincia del Bolo, la tierra de los grandes tornadizos y de los conversos. Habían vuelto los rabinos y estos llamaron a los ulemas y en los burdeles los malandrines y los macarras ponían a sus coimas mirando para Toledo, la Jerusalén del Oeste, la nueva Meca de los pactos y los consensos.

 En la resurrección no creía ninguno y como no había vida eterna los directores espirituales aconsejaban a sus confesadas y a sus pupilos que lo único que importa es lo de acá abajo. Había que ser solidarios oir ver y callar.

Que se olvidaran de que eran polvo y de las palabras del cura los miércoles de ceniza. Había que hacer más caso al jueves de Comadres y vivir como si fuese todo el tiempo martes lardero. El lunes Corvillo para después. Toda nuestra vida es carnaval, chaval. Y danos y danos. A ti sí que te voy yo a dar. Lo importante es lo de acá abajo.

 De lo que haya allí nada sabemos. Lo cual que lo mejor cuadra es la regla de los babilonios: comamos y bebamos que mañana moriremos. Muy democráticamente por supuesto. La muerte es el gran rodillo democrático les recordaba yo a mis verdugos aquel jueves de comadres durante mi pesadilla. La víspera había sido miércoles de ceniza, la antevíspera martes lardero que sigue al lunes corvillo. Popping Eyes no dejaba de mirarme. Una pena que tuviera las manos atadas y no pudiera agarrar un morrillo y esputárselo en la calva a aquel infame el que consumó la gran felonía el que cerró las puertas de las catedrales y devolvió la llave a los nuevos invasores para que instaurasen allí sus lugares de rezo mayormente mezquitas y sinagogas cuando no logias donde organizar sus tenidas y conventículos. Traté de beberme mis furias mientras cabalgaba en aquel burro prieto que trotaba por la cuesta entre las miradas airadas de la chusma que decían cosas muy feas.

 Acerté a ver entre las turbas a una señora que dicen la presidenta y se ella se dice a sí mismo Omnipresencia porque está en todos los saraos y conmemoraciones chupando cámara que tú no veas. Muy finolis y repeinada pero con una lengua como un carretero. Muevan ustedes el culo hijos de la gran puta. Tenía mucho cabreo porque quiso ser reina y no lo es hasta la fecha. Era una mujer muy deslenguada pero bien calzada de coturnos y vestida a la última porque encarga sus atuendos a Paris y es toda ella una marca pero Dios mío qué lengua tenía la señora. Ella me puso de hijo mancer, nacido en la bastardía para arriba.

 No salía de mi asombro pero un cirineo que se ofreció para aliviar mis suplicios y me tenía al burro del ramal un alma de dios un buen samaritano me dijo no se asuste su señoría ahora todas las hijas de familia hablan así hoy por hoy máxime las que otrora fueron chicas de derecha. Y mira que fueron educadas con monjas y toda su vida fueron muy de derechas pero sacaron los pies de las alforjas y juran beben y fornican peor que zapateros. Para mi desesperanza la presidenta era la que con más vigor decía crucificadle, crucifícale. Lo que exaltó a la multitud y llovieron sobre mi rostro toda suerte de injurias, un par de cantazos y algún que otro gargajo. Échale pan que mañana pía.

Y no se lo tenga en cuenta vuestra merced dijo mi cirineo que también subía el hombre compungido por las pinas y estrechas callejas de la ciudad de Carlos Quinto pero en la fachada del alcázar ya no había águila bicéfala. En san Juan de los Reyes arrancaron las cadenas de las Navas de Tolosa y se las devolvieron al rey de Marruecos echando por tierra el lábaro y enseña de la unidad de los reyes católicos, el tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando, nuestro emblema de la unidad nacional estaba descascarillado y deruido.

 La saña deletérea y la clastomanía irreductible de los tornadizos y pedisécuos del Ojo Saltones encontraron su paroxismo en el furor con que echaron debajo de los frontispicios de tan histórico lugar el yugo y las flechas. Se dijo de ahora en adelante ni yugos ni flechas ni leches porque no sé pa qué queremos los españoles el yugo de la labor si aquí nadie pega golpe ni flechas  del poderío pues andamos nostálgicos e indefensos. Café para todos.

 Se desuncieron las Españas en una amalgama de taifas, autonomías golfas y trinconas donde toda corrupción y prevaricación tuvo asiento, y de cantones y la patria es ya indefensa y sin ejército hasta tal punto que ésta se convirtió en una casa del tócame roque con sucesos tan lamentables como el de los paracaidistas ingleses de maniobras que entraban borrachos en una taberna de Cádiz  o en Lanzarote y se liaban a golpes con los pobres españolitos. Los soldados de Su Graciosa Majestad apaleaban a los jueces y sodomizaban impunemente a los números de la Benemérita que iban a detenerlos sin que el gobierno de Madrid osara protestar porque los del FO eran los amos y aquí ya todos hablamos inglés, tomamos el té de las cinco y entonamos el dios salve a la reina, al menos es lo que señalan los poderes fácticos y toda esa tomiza de anglocabrones americanoides desnaturalizados que han renunciado a su historia y a su lengua como el Big Popping Eyes (Ojos Saltones). Átame esa mosca por el rabo. ¿Quien pone el cascabel al gato? Moratinos estaba demasiado ocupado con meter al turco en Europa. Hacía lo que le dijeran siempre los judíos y sus amos de Washington en este país: el contubernio con el sarraceno. Escupían contra la cruz y eso les hacía sentirse fuertes. Ojos Saltones, defensor del aborto, era de comunión diaria pero dicen que se guardaba las hostias en la bocamanga y luego las echaba a un caldero de agua hirviendo y las profanaba. La actualidad se asemejaba a una gran tenida de masones. Cundía la blasfemia y el desencanto. También don Opas era de la raza maldita y tenía el mismo mirar de los ojos salones.

 Sin flechas del poderío nos convertimos en la risa de las naciones, campo de Agramante de la emigración. Llegaban en manada a nuestras costas y los españoles de bien tenían que agachar la cabeza, besar el látigo, adorar al dios del Consenso. Paciencia y resignación. Somos extranjeros en nuestro propio país. Tendremos que emigrar de nuestra patria otra vez los buenos españoles

 La avilantez de los gobernantes como el execrable embono de los Ojos Saltones que por lo visto era un socialista de padre falangista, un cacique para más señas, de apellido infame. San Homobono era el patrón de los sastres y él era un alfayate, un malabarista de la política que no daba puntada sin hilo. Nada por aquí, nada por allá. Su padre fue gobernador civil y juró los Principios del Movimiento, y tuvo un tío alcalde pero donde dije digo, digo Diego, chiquitos, y esa sí que es gorda. ¿Adonde vamos? Al desastre, según parece pero dicen que sarna con gusto no pica.

 En la plaza de Zocodover estaba preparado el tabladillo o picota donde harían con mis pobres huesos lo que corresponde. Había un poste rodeado de retama,  el balago de arder, estaba la yesca preparada. Iban a quemar a un cristiano recalcitrante de herejía democrática pero aunque me maten o daré nunca mi brazo a torcer y había que decirle al Ojos Saltones a sus jodíos morros que no era más que un jodío bolo.

 Las gentes que se habían vuelto morbosas e insensibles a los males de su vecino, de tanta tele basura como se había comido sus ojos y roído su alma por culpa de las quintanillas y anarosas quintanas, marilós, las reinas de las mañanas y las princesas del pueblo y de ver a todas las horas al presentador de la cabeza grande y los pies planos en soporíferos programas que duraban doce horas, mientras los torticeros manijeros zurcían mentiras a todas horas y no paraban de hablar de la crisis, predicando al pueblo como si fueran ovejas modorras, metiéndoles el miedo en el cuerpo, contemplaban con deleite el espectáculo y se decían unos a otros éste va a arder bien.

 El rabino de la Sinagoga del Tránsito Un sacristán  del mismo templo trajo eslabón y pedernal e hizo fuego y aplicando tea y prendió la lumbre. A redoble de tambor, un pregonero proclamaba:

        -Cristianos a enforzar.

        -Hijoputa…Hijoputa. Eres un pregonao

Doña Esperanza para mi desespero se encontraba en el cupo de los que contra mi hicieron causa y allí estaba entre el populacho desgañitándose contra mi persona. Tampoco faltaba la Bibliotecaria de Logroño, una tal doña Planchas Planchitas y con el nombre de Carmina bautizada mas luego hizo renuncio y recobró el de Sara, su primigenio. Ella también se metió con mi alcurnia. Aunque cambió de credo, esa señora como escritora será siempre mala. Entró en contubernios con don Arbolí, otra moneda falsa.

No me quedaba más remedio que admitir la culpa por la que se me condenaba y aceptar mi condición de caganidos. Yo no era más que un “pregonao”.

 En un relámpago ardió todo mi cuerpo. Gracias a Dios pues grande era mi fe no flaquee en el tormento porque siendo de la raza ibérica y mi padre aragonés sentí pena de la multitud dirigida por aquel Anás de los ojos protuberantes sudoroso y vaporoso, tercera autoridad del Estado, que no pronuncia las erres con las sietes señas del hijoputa metido a politiquero siendo su distintivo principal la barba en parroquias y los muchos sudorosos que canta todo su cuerpo que no hay quien se le acerque cuando se sienta en su estrado presidencial en el congreso. Arrimaron fuego pero en lugar de llorar me dieron ganas de reír y contumaz igual que don Rodrigo me puse para mi último trance en el pináculo del cachondeo. Pude desligarme de las esposas que me maniataban y, libre de manos, llevándomelas a los genitales exclamé:

▬Me la chupáis todos vosotros. Vosotros me la chupais en cuadrilla y al de por junto, aunque muera mártir. El que se sienta en el tribunal no es más que un judío bolo y se lo digo a sus jodidos morros

 Y, haciendo las señas del macho cabrío expiré, mártir de la causa. Estoy seguro de que mi nombre enseguida ingresó en la nómina de los santos y mi alma voló derechita al cielo después de haber dado testimonio de Cristo y amado a mi patria desde aquella hoguera de la plaza de Zocodover gobernada por aquel sanedrín toledano encabezado por un felón de los Ojos Saltones como gran sacerdote. Subí a la gloria chutándomela con todos mis enemigos sobre la planta de mis pies. Había ollado la cabeza del dragón en Zocodover. Fue de esta manera gloriosa y terne en mis convicciones como hice la jera precisamente el día que comenzaba la Cuaresma y las ciudades celebraban el entierro de la sardina.

 

 

2016-11-25

HIPOCRESÍA Y VIOLENCIA DE GÉNERO

Coplas de mingo revulgo violencia de genero en general, destruid a la familia como cédula y nucleo de la sociedad hijos sí maridos no voilá y acaban de llorar tambien la muerte de un matacuras en Alcalá que era maestro infame los anticristos ya están aqui portando el estandarte encaramados a la coleta del Podemos catilinarias y palabras que son balas... lagrimas de cocodrilo vierten las gárgolas del furor asesino a toque de campana en los ayuntamientos y salen los funcionarios a la hora del cigarro a guardar un minuto de silencio. Zahurdas de Plutón, el cinismo puro y duro que alimenta los programas de la tele, la insolencia, la blasfemia, la desfachatez - ojo que volvieron los zelotes enarbolando banderas internacinales - torticeros de mentira, el diablo hace tabla rasa en tales tenidas, crimenes rituales, estos son crimenes rituales como en la edad media que crucificaban niños pues ahora igual el diablo se ha subido a los cajones las antenas jaleando al pelirrojo de la bolsa los dineros, cuidado, que se ahorcó... las camaras los microfonos son suyos y propalan el inicuo mensaje del 666. La víctima cualquier mujer, pero los verdugos no son esos maridos despechados furiosos de celos, aterrorizados porf tener que dormir en la calle and walk the streets o el puñetero machismo del la maté porque era mía. No esto es mucho más grave. El amor cuando se convierte en infierno portatil fulge el brillo asesino de las navajas. Eso siempre fue así. No tuvo remedio, pero ahora hay ciertas fuerzas siniestras que simulando condenandolo lo fomentan y jalean, el caso es el morbo de la publicidad y el morbo nos tiene a todos acojonados. No son esos tipos desesperados los culpables sino todas estas furcias que se han vuelto bustos parlantes. a ellos/ellas las pobres maltratadas les importan un comino, antes bien con su sangre alimentan su ego y adoran al gran cabrón infernal padre de la mentira. A estos bustos parlantes les estallará su propia bomba entre las manos, son reos de su propia culpa. Anathema sint. O. si no, el tiempo.

2016-11-23

riita barberá mujer fuerte que ha sucumbido a los zarpazos del Gran Tigre

Rita Barberá era un mujer fuerte que se enfrentó a la Bestia y convirtió Valencia, la Valencia por la cual suspira Vives y añora en sus libros, en ese jardín de flores, Edetania, sin atisbos nacionalistas o spearatistas. Los valencianos hablan el mejor catalán que es mucho menos ásperos que el de la terra ferma y los mostrencos de Puchemont el donillero de Mas y toda esa cuadrilla de sionistas separatistas. Era un mujer que ha sucumbido por la disfamia y el horror en que andamos sumidos los españoles. Da asco la clase política, pero a pesar de todo creo que España vencerá al 666 que nos imponen los zelotes desde sus altos despachos. Rita descansa en paz y un responso por tu memoria. Visca Valençia. España, resucita y limpiate toda, hueles a mierda y a proscripción









El padre Eguillor o la sombra del maligno. Pero la devoción a la Virgen me salvó






Por aquellos días leíamos la “Vida sale al encuentro” o las “Alabanzas a María” de san Alfonso maría de liborio pero yo tenía en mi camarilla que ojeaba a hurtadillas con una linterna por la noche los cuentos de canterbury y la colmena, los cuales estaban prohibidos.

Una gran novela –oh magia divina de la literatura- de José Luís Castillo Puche – “En Camino” me ha retrotraído a aquella mañana del primero de octubre de 1959 en que subí por primera vez la Cardosa comillense. El padre Heras junto con otros dos maestrillos, el gallego Boada y un leonés, había salido a esperarnos a Torrelavega en un autobús; cargamos nuestros baúles y nuestro colchones en la baca y enfilamos la tortuosa carretera que bordea la costa por Santillána del Mar. Mis primeras impresiones fueron sensoriales: el olor a algas y a mar y el olor a cucho. Era mi primer viaje en tren y la primera vez que veía la mar. Ya estábamos en el norte.

Tomamos, el día antes, el correo de Santander en Segovia a las diez de la noche. Éramos siete u ocho. No recuerdo sus rostros pero no se me olvida un nombre el de Roque de Miguel y otro que se llamaba Blanco, ambos hijos de militares. En Valladolid subiría el que luego se convertiría en cura famoso por su enfrentamiento con Rouco, el padre Bermúdez de Castro. En la estación de esta localidad adonde el convoy se presentó a las dos de la mañana- los trenes eran muy lentos en aquella época y el Correo de Santander tardaba doce horas en alcanzar su destino- no se me olvida el padre de Enrique que lucía las estrellas de coronel de aviación. Tampoco se me olvida aquella odisea en un vagón de tercera, el camarote atestado, con dos policías secretas que hacían una conducción carcelaria, una señora gorda que olía a sebo y un campesino de camisa azul palentino que se pasó todo el viaje hablándonos de la guerra.

En Palencia subió uno que se llamaba Castrillo y al que yo admiraría mucho a aquel tallo que sería el abanderado del curso, casi dos metros de tío, porque era un forzudo y jugaba muy bien al frontón dándole a la pelota a sobaquillo.

La sequedad de Castilla se transformó en frescura y recuerdo la entrada en Reynosa. Gasté los últimos ahorros que me diera mi madre en la compra de unas ricas mantecadas. El padre Heras y los maestrillos nos trataron con mucho afecto y el padre Heras, sobre todo, que a mi me recordaba al cura de Ars y venía a despertarse muchas noches para que me levantara a orinar, fue el justo de Israel que compensó todos los sufrimientos, humillaciones, cabronadas de toda índole que padecí en aquel solitario caserón donde mis sentidos y mi alma se abrieron a la vida en medio de una recia vocación y de amor a Cristo.

El verdugo era un vasco que se llamaba el padre Eguillor y era nuestro perfecto de estudios. En mi primera entrevista lo primero que me espetó por toda salutación, muy basto era aquel cura con los ojos encendidos y el pelo de escarpia:

-Tú no tienes nivel para estar en un seminario de elite. Te nos has “colao”.

Recibir de esa forma a un muchacho que quiere ser cura con quince años me impresionó profundamente y me llenó el alma de dudas y fue un activo de las inseguridades que he tenido de por vida. Creo que aquel verdugo con sotana y el pelo en escarpia, orgulloso y sádico inculcó en mí el anhelo de demostrarle que no llevaba razón.

Yo era bueno en redacción y composición, aunque Eguillor me cateó en latín, pero inepto para las matemáticas, la Física y la Química. En el griego adelanté mucho en las clases del padre Mayor, otro hombre de Dios y del padre Penagos un santanderino que hablaba muy deprisa y al que apenas se le entendía. En literatura teníamos al padre Martino, el cual había estado tantos años en Alemania que creo que se le había olvidado el castellano.

Otra eminencia del cuadro de profesores era el padre Rábago el cual nos daría una conferencia de su experiencia como traductor en el sequito de Franco que fue a recibir a Eisenhower en su gira triunfal a Madrid el año 58. Los del grupo de propagandistas entre los que se encontraba un periodista que se llamaba Pérez Lozano nos daban charlas en el paraninfo.

Se decían cosas portentosas del padre Nieto un especialista en mística del que se creía que había obrado algún milagro.

Era sin embargo un hombre muy feo que tenía una cabeza casi monstruoso que daba un poco de miedo. El padre Prieto a cuya escolanía tuve el orgullo de pertenecer fue una de las eminencias en Música. Aquel curso el seminario estaba abarrotado. Éramos mil quinientos alumnos. Las diócesis con una representación más numerosa eran las de Vitoria y las de Santiago de Compostela. Tampoco se quedaba atrás Pamplona ni Deusto, el otro seminario nodriza.

Aquella misma tarde nada más llegar empezaron los ejercicios espirituales que daba un jesuita especialista al que llamaban fray Mocho con una cara lunar como un pandero y los pelos en punta. Bajamos a la capilla, se apagaron todas las luces y en el presbiterio sentado sobre una mesa a la luz de una vela y esgrimiendo una calavera empezó a dar voces:

-Hijitos míos, sabéis lo que dice esta calavera, lo que tú eres yo fui y como me ves te verás.

Jo, ya empezamos. Se hizo un silencio sepulcral, se escuchaban algunos sollozos sordos, contenidos. Porque fray Mocho en su imitación a Hamlet lo hacía fenomenal. ¿Dónde me he metido? Había sido un verano maravilloso, cargado de ilusiones y de expectativas; mi solicitud para entrar en Comillas tardaría en llegar y no me fue comunicada hasta pocos días antes. Por lo visto los padres habrían estado deshojando la margarita ya que mis notas de Segovia no eran lo suficientemente brillantes. Comprendí entones el varapalo que me dio y el feo que me hizo el prefecto Eguillor nada más entrar “te nos has colao”. Tú no eres de los nuestros, no perteneces a este lugar. Traté de coger la marcha pero permanecí la mayor parte de aquel partido en offside.

¿Por qué no daría yo la talla? Acababa de darme de bruces a boca con esa crueldad casi inhumana del catolicismo que nada tiene que ver con el sentimiento cristiano de amor, caridad, compasión hacia los demás y darle importancia demasiada a cosas que no la tienen. Espabila, Antonio, me dije.

-Tienes que despabilar.

Y creo que espabilé. Apareció un profundo sentido crítico en mi personalidad. Desde entonces no soporto a los tontos ni a los hipócritas que van de santurrones por la vida. Y se exacerbó en mí el mismo sentido de rebeldía del cual hacen galas los Cuatro Evangelios. La naturaleza exuberante del paisaje que rodeaba a los tamarindos de la Cardosa, los bramidos del mar en aquella galerna del año 60 en la cual tantos marineros cantábricos perecieron, los partidos del fútbol en el campo del Stella Maris, las peleas entre seminaristas seculares y los novicios del Máximo, las excursiones a aquellas aldeas que tenían nombres dignos de Pereda como Ruiloba, determinaron una visión de las cosas desde un prisma artístico, aquel curso supe que no tendría otro remedio que dedicarme a la literatura.

El cura de Ruiloba era un hombre gordo como un botijo que bajaba a vernos algunos jueves, se le veía descender por la cuesta de la calella portando un paraguas inmenso, hecho todo un brazo de mar. Recuerdo el claustro del Mayor lleno de retratos de los obispos que cursaron los estudios en aquel centro que eran prácticamente todos los españoles. Comillas era un seminario de elite. Recuerdo el lujo de la escalera noble labrada por Gaudí de la puerta principal adornada de mosaicos bizantinos. Y que recogieron toda la riqueza de aquel buen Marqués que se hizo rico con sus navieras a causa de la guerra de Cuba.

La construcción de aquel centro comillense, por cierto, le arruinó. Están mismamente en mi memoria los baños en Oyambre, playa dilatada, muy abierta y peligrosísima, donde todos los años había alguno que se ahogaba y a mi casi me pasa.

El agua me arrastraba a la ría. Me encomendé a la Virgen y que mandó al padre Heras. ¡Dios le bendiga! Él no sólo me salvó de morir ahogado en las negras aguas de la ría una tarde de mayo, también fue la recompensa a tantos sufrimientos y al tercer grado continuo del Verdugo. Eguillor por lo visto venía de tirocinio de Palencia donde como maestro de novicios para probar la vocación de los aspirantes les sometía a verdaderas torturas psicológicas o lo que los jesuitas denominan el capelo. Como consecuencia de aquellos malos tratos me hice bastante introvertido e inseguro.

Vejámenes sexuales nunca los hubo y si los hubo para mí no tienen ninguna importancia. A unos les echaron por irse al baile a san Vicente de la Barquera.

Y el protagonista de en Camino aprovecha una visita al medico para irse de putas. El gran incendio de la bahía de Santander le pilla dentro de un prostíbulo. Impresionante escena para una de las mejores novelas y mejor escritas sobre la mala educación sentimental en aquellos seminarios de postguerra hoy vacíos.

Asimismo, Castillo Puche cuenta en otro de sus libros – la experiencia en el seminario marcó su psicología y su carrera periodística, en cierto modo seguí sus pasos porque él tambien fue corresponsal en Nueva York- cómo un diacono el día mismo en que va a ser consagrado presbítero se vuelve loco. Se miraba a las manos. En el canto de la zurda le había salido callos de tanto masturbarse y se encuentra impuro e indigno de que esas manos toquen el cuerpo del Señor en la primera misa.

Fuerte, eh, pero fue fuerte, muy fuerte todo aquello y teníamos tan pocos años.

Eguillor el 13 de mayo de 1960 me llamó a su celda para anunciarme que al siguiente curso no volviera.

Me pasé una semana tumbado en el camastro llorando. Como mi padre no podía venir a por mí a causa de los gastos del viaje se acordó que permaneciera hasta el final de curso.

Durante unas semanas me arrastré por los pasillos. Los compañeros no me ajuntaban. Mira a ese le han echado y las miradas en el refectorio se clavaban en ti como dardos. Aquellos curas podían ser muy santos, muy castos, pero no tenían ni zorra idea de cómo se trata a un ser humano, máxime cuando éste era un niño. En cuna edad critica cuando el alma y el cuerpo se están formando como una masilla. Pero tuve coraje. La salida se hizo un 11 de julio.

Ahora se cumple medio siglo de la mañana que arribé a Getafe. Mi padre vino a recibirme en un camión del ejército. Madrid estaba acordonado por la policía pues había llegado en visita oficial el presidente Onganía. Sentí que no tenía vocación pero ante el disgusto de mi madre que casi se muere.

Me mandaron al pueblo un par de meses hasta que a mis progenitores se les pasase el disgusto. De modo que, en resolución, opté por regresar al seminario de Segovia el curso siguiente. Sin embargo, tras aquella experiencia dolorosa presumí que iba a empezar la desbandada. Las torturas, los baticores, las infamias no son para contados y en esta vida todo se paga.

Todos estos casos de pederastia son a lo mejor el castigo que envía el Señor para que la iglesia jerárquica se arrepienta y enmiende sus formas. En Comillas muchos abandonaron o se metieron a movimientos como la ETA.

Sin embargo, uno de los que alcanzaron las gradas del sacerdocio fue el periodista ilustre de Antena 3 Antonio Pelayo, corresponsal en el Vaticano, y de Valladolid, que no sé si llegó a secularizarse. Pérez Bedoya al que recuerdo con afecto es hoy uno de los mejores críticos religiosos del diario El País. Los jesuitas lo despreciaban porque su padre era socialista. Aquellos reverendos padres sólo tenían ojos para los hijos de los capitalistas vascos.

El asunto comillense lo he dado de lado en mi novela “Nabos en adviento. El seminario vacío. La puerta cerrada”. Ahora le doy gracias a Dios por haber sobrevivido a la hecatombe. Mi fe sigue incólume, tanto como mi rebeldía a la vista de que el Vaticano II ha destruido la parte más noble de la Iglesia dejando incólumes muchos de sus antiguos vicios.

Aquellas torturas y escrúpulos sexuales, aquellos sermones con la calavera en la mano, hoy me hacen reír pero entonces hubo mucho a los que marcaron.

Tambien los eclesiásticos cometieron muchos pecados y no vale el arrepentimiento ni la atrición, ni la contrición, ni justificaciones baratas como eso de que las iglesia es eterno y que las fuerzas del infierno etc.

Su victimismo actual no les exonera de la culpa. Ahora pueden sentirse víctimas pero entonces eran verdugos como aquel maldito Padre Eguillor.

Todavía se me aparece como un ángel exterminador en mis pesadillas. Tú no vales para nada. Te has colao. Eres un inútil. Dios y el tiempo acaban siempre haciendo justicia y poniendo a cada uno en su lugar.

Sería buena una restitución o una reparación del daño a los ofendidos. Yo sobreviví a Eguillor. Bendito sea Dios. No hay mal que mil años dure.