2020-11-24

MÁS DE CIEN MIL "BLANCOS" FUERON EXTERMINADOS POR LOS ROJOS EN CRIMEA EN 1920 ¿SERÁ ESTO LO QUE QUIEREN SÁNCHEZ Y SU COMPINCHE PARA ESPAÑA? (articulo tomado de Gazeta.Ru)

 

cómo comenzó el terror rojo en Crimea

Hace 100 años en Crimea comenzó el terror rojo

 
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El 17 de noviembre de 1920, partes del Ejército Rojo ocuparon las principales ciudades de Crimea, de donde la Guardia Blanca evacuó. Ese mismo día, el Revkom de Crimea emitió un decreto sobre el registro obligatorio de todos los soldados y oficiales restantes del ejército ruso Peter Wrangel. Y el día anterior, Félix Dzerzhinsky, el presidente del HCPC, instruyó a "limpiar Crimea de los contrarrevolucionistas". La etapa más trágica del terror rojo comenzó, durante la cual los bolcheviques Bela Kun y Rosalía Earthlinga enviaron a Crimea por el trabajo de liderazgo mostró un celo especial. Según varias estimaciones, hasta 120.000 personas fueron ejecutadas en seis meses.

El 17 de noviembre de 1920, unidades del ejército rojo entraron en Yalta. Así terminó la operación Perekopsk-Chongar, durante la cual las tropas del Frente Sur soviético bajo el mando de Mijaíl Frunze infligieron una derrota decisiva del ejército blanco ruso bajo el mando de Peter Wrangel y irrumpieron en Crimea, sin una lucha que ocupaba Simferopol y Sebastopol, Teodosia y Kerch. El 17 de noviembre de 1920 fue considerado durante mucho tiempo el final de la Guerra Civil no sólo en el sur de Rusia, sino en todo el país.

Como saben, el papel decisivo en el avance de la defensa de Crimea fue jugado por la circunvalación de las fortificaciones rojas de la Guardia Blanca en el istmo perekopsky en el fondo del bajo nivel del golfo de Sivash en la península lituana. Los militares del ejército ruso se retiraron a los puertos de Crimea, dispuestos para que los barcos fueran evacuados a Constantinopla. Los buques de la Flota del Mar Negro dirigidos por el vicealmirante Mikhail Kedrov pudieron llevar a casi 146.000 personas, militares y civiles. Sin embargo, decenas de miles de personas relacionadas con el Movimiento Blanco permanecieron en Crimea, así como los refugiados comunes y corrientes que llegaron a la península desde regiones devastadas por la guerra. Contra ellos, el bando victorioso desató un terror sin precedentes.

Frunze informó a Moscú que "la contrarrevolución del sur de Rusia es finalmente aplastada por los poderosos golpes de los regimientos rojos".

Por su "extraordinaria energía y perseverancia en la realización de un plan para derrotar a la Guardia Blanca de Wrangel", el gobierno bolchevique otorgó al Comfront un arma revolucionaria honoraria - un a cuadros con la inscripción "Héroe del Pueblo". Entre los comandantes del siguiente nivel, las armas revolucionarias honorarias estaban Kliment Voroshilov,August Cork, Philip Mironov y Vasily Blucher. Todos los miembros del Frente Sur recibieron un salario mensual. Distinguido en el asalto de las divisiones de fortificaciones de Crimea se otorgaron nombres honoríficos: el 15 - Sivashskaya, el 30o Rifle y el 6o de caballería - Chongar, 51 - Perekopskaya.

Ya el 16 de noviembre de 1920, cuando los barcos de la Guardia Blanca sólo levantaron anclas frente a las costas de Teodosia y Kerch, el presidente del HPC Felix Dzerzhinsky dio la orden de limpiar Crimea de los contrarrevolucionarios. En un cifrado secreto, el principal chekista soviético escribió: "Toma todas las medidas para evitar que Crimea no pase una sola Guardia Blanca al continente. Será la mayor desgracia de la república si logran ser. Ninguna de la población y el Ejército Rojo deberían ser permitidos de Crimea."

Al día siguiente, el rugido comenzó una campaña de terror rojo contra los oficiales restantes del ejército ruso en Crimea y otros ciudadanos.

Aunque el cifrado no instruyó explícitamente a comenzar la eliminación masiva de "enemigos de clase", los historiadores lo interpretan como una "orden para iniciar una operación", creyendo que tales instrucciones podrían ser dadas oralmente. La justificación oficial para la imposición del mencionado bloqueo de Dzerzhinsky de la península se dio una semana más tarde, cuando se anunció que por una estricta prohibición de abandonar el territorio de Crimea, las autoridades soviéticas están luchando contra las epidemias de tifus y viruela. La prohibición de la libre circulación existió en Crimea hasta el otoño de 1921.

Como recordaron testigos oculares, comenzaron los asesinatos en masa durante la retirada de las unidades del ejército ruso a los puertos del Mar Negro. Los rezagados fueron atacados por unidades rojas de sabotaje y rebeldes que descendieron de las montañas de Crimea. Las masacres imprudentes arrasaron las ciudades ocupadas por la RKKA. Los ganadores identificaron "elementos soviéticos dañinos".

La evidencia de tales crímenes fue dejada por el poeta Ivan Savin,quien durante el avance de la defensa en Perekop yacía en la enfermería con tifus y fue capturado a la roja, pero milagrosamente escapó del pelotón de fusilamiento.

En su autobiografía "El Cautivo" Savin dijo: "Los Makhnovs y Budenovs fueron los primeros en irrumpir en Crimea. Su actitud hacia los prisioneros podría ser llamada incluso hasta cierto punto humana. Enfermos y heridos no tocaron, uniformes ingleses aprensivos, suficiente conseguirlo como resultado de desnudar a los prisioneros en el frente. Sólo les interesaba el vestido, el dinero, los valores. La infantería roja que se rompió detrás de ellos - descalzo, chusma sucia - dejó a los prisioneros sólo ropa interior, e incluso entonces no siempre. La retaguardia bolchevique, que había brotado sobre la infantería bolchevique, ya se había desnudado, no escarbable incluso por la gimnasta del Ejército Rojo, que acababa de abandonarnos misericordiosamente con un Makhnov enfermo de corazón."

El 17 de noviembre de 1920, el presidente de la Rekom de Crimea, el revolucionario húngaro Bela Kuhn, firmó una orden para que todos los oficiales, funcionarios de guerra, soldados y otros comparezcan en un plazo de tres días para el registro. Aquellos que ignoren el procedimiento serían tratados como espías "sujetos a la pena capital bajo todo el rigor de las leyes en tiempos de guerra". El poeta y guardia blanco Savin especificó que fue enviado a la oficina del comandante "junto con otras personas que apenas podían ponerse de pie". Durante la decoración fue "golpeado hasta la sangre por un marinero". El propio Savin, podemos decir, tuvo suerte: después de pasar por las prisiones de la República Checa, fue capaz en 1921 de llegar a Petrogrado y emigrar de allí a Finlandia.

Muchos otros fueron mucho menos afortunados. Algunos fueron liberados, otros fueron enviados a campos de concentración, otros fueron fusilados. Efim Evdokimov, jefe de la División Especial del Frente Sur, estuvo involucrado. Un poco más tarde en su lista de premios señaló: "Durante la derrota del ejército del general Wrangel en Crimea, El camarada Evdokimov con una expedición limpió la península de Crimea de los oficiales blancos restantes y contrainteligencia allí para el subsuelo, apoderándose de hasta 30 gobernadores, 50 generales, más de 300 coroneles, el mismo número de oficiales de contrainteligencia y en general hasta 12.000 elementos blancos, de lo que advirtió la posibilidad de bandas blancas."

Además de Kuhn, el iniciador y organizador activo del terror rojo en la península fue el secretario del Comité Regional de Crimea del RCP (b) Rosalía Terrícola.

Los disparos de soldados cautivos, oficiales, civiles y residentes comunes y corrientes se han generalizado tanto que algunos de los miembros de la dirección soviética estaban indignados por lo que está sucediendo en Crimea. Sin embargo, muchos y aprobado de lo que está sucediendo. Así, el diputado Leo Trotsky en el Consejo Revvoen de la RSFSR Ephraim Sklyansky escribió que "la guerra continuará mientras al menos un oficial blanco permanezca en la Crimea roja". En el concepto de Kuna y terrícola, sin embargo, la destrucción iba a ser destruida no sólo a la Guardia Blanca, sino en general a los "contrarrevolucionados", a los que, si se deseaba, era posible incluir a casi cualquier persona.

En realidad, Kuhn y Earthling difícilmente podrían actuar sin mirar al Kremlin. Y el jefe de la Sovnarcom Vladimir Lenin dijo el 6 de diciembre de 1920, como si diera una sanción por la continuación del terror: "Ahora en Crimea 300.000 burguesía. Esta es una fuente de especulación futura, espionaje, toda la ayuda a los capitalistas. Pero no les tenemos miedo. Decimos que los tomaremos, los distribuiremos, subjum, los digeriremos".

Según varias estimaciones, de noviembre de 1920 a marzo de 1921 en Crimea fueron asesinados de 60 a 120.000

SOMOS PECADORES PERO EL CRISTO NOS REDIMIÓ ARTICULO Tomado de Pravmir diario de la iglesia ortodoxa

 

The Judgment of God

Source: Pemptousia
ARCHIMANDRITE PETER | 24 NOVEMBER 2020

We meet three laws in this life. As soon as we appear in this world, even if our life is only one day, the first law we meet is the law of sin: ‘For who shall be pure from uncleanness? not even one; if even his life should be but one day upon the earth’ (Job 14:4-5). Then, we meet the law of death. Although there are many people who avoid thinking about death, this is the surest truth: our life will reach an end. Thirdly, we meet the law of grace, which has come on earth through Christ, and through the gift of Pentecost. Depending on how we position ourselves with regard to these laws in this life, they can determine our eternity. God created Adam and endowed him with what the Fathers call ‘noetic power’, wherewith he could see the Face of God and live in His presence continually. When Adam accepted the injunction of the enemy, his attention returned to his own self and the consequence of that was his fall: Adam was expelled from the place of the presence of God. In His great love, God attached pain and death to pleasure as a just punishment so that sin should not become immortal (see 1 Cor. 11:32). In fact, death is an act of the mercy of God. Therefore, Adam’s unjust pleasure of sin and his disobedience to God were followed by the just punishment of pain and death.

Ever since, because of the fear of death, man sought a false consolation in sin, and the more he sins, the more death creeps in his life. This vicious circle could be broken only by an unjust death, which we see in the Person of Christ. What is really astonishing is that He did not sin, but He voluntarily took upon Himself the fruit of sin, which is death. Only His unjust death could condemn our just death caused by sin. The Lord had to condemn death ‘in His very flesh’ (cf. Eph. 2:15) through the Cross, because in everything He does, His justice precedes His almighty power. God does not have justice, He has mercy. Christ identified Himself with man to such an extent that He took upon Him his death and abandonment by God: ‘My God, my God, why hast Thou forsaken Me?’ (Matt. 27:46). Only after His unjust death did He reveal His almighty power by offering to all of us a new birth, not preceded by sin. Before, suffering and death were just a debt we had to pay for our fallenness, but after we receive this new birth in baptism, when we carry our personal cross for the sake of the commandment of Christ, we are initiated into the great Cross of our Saviour.

Saint Paul says that Christ condemned sin in His flesh (Rom. 8:3), whereas Saint Peter says, ‘Forasmuch then as Christ hath suffered for us in the flesh, arm yourselves likewise with the same mind: for he that hath suffered in the flesh hath ceased from sin’ (1 Pet 4:1). I mention these terms, death and sin, because this is the pattern Saint Maximus uses in his 61st epistle to Thalassius, where he explains in an ingenious way that in Adam our nature was condemned to death through sin, whilst in Christ it is sin that was condemned to death. God created Adam with the ability to delight in His presence in an ineffable way, but he turned this capacity towards physical sensations and sensory objects, and thus he came to know an ‘unjust pleasure’ that was contrary to his nature. ‘The unjust pleasure’ is Adam’s yielding to the suggestion of the enemy to become god without God. This is why Christ offered Saint Silouan the antidote of the unjust pleasure of Adam – the memory of hell, as the safest way to meet God.

Foreseeing the fall, God attached pain to the pleasure of sin as a chastising power, and so the law of death was wisely planted in our bodies in order to limit our intellect in its inclination towards sensory objects,’ writes Saint Maximus. The unjust pleasure was followed by a just suffering and thus we are unable to experience pleasure without pain. When God said: ‘If you eat, you shall die’ (Gen. 2:17), it was in fact an act of love meant to limit this madness of the human intellect. We know that we die and look at how humanity lives on earth – the law of sin rules over the world. Man lives as if he never died. Imagine if there were no just punishment through death. Man would simply perish in this madness of sin. After eating from the fruit of the tree, Adam first suffered a spiritual death, and then the bodily death naturally followed. So, the unjust pleasure was followed by a just retribution, which was suffering and death. We have sinned and the debt which we must pay is death, whereas in Christ there was no cause of death that required a debt to be paid.

Ever since Adam’s fall, our birth into this world is preceded by unjust pleasure and is therefore condemned to a just death. Absolutely no one is by nature free from a passionate birth conditioned in pleasure. Only Christ’s birth of the Holy Spirit and the Virgin Mary was free from sin. Every time man wants to avoid pain, he takes refuge in pleasure, and so the fear of death throws him even more into sin; the more he delivers himself to pleasure, the more death creeps in his life so that he cannot escape this endless circle of sin-death-more sin. Christ was born into this world without sin and He lived a sinless life. Therefore, He should not have died. However, He voluntarily took upon Him the consequence of sin, which is death, and in this way He vanquished death in His own flesh: ‘death by death hath He destroyed.’

The unjust death of Christ condemns our just death which we brought upon ourselves through unjust pleasure, and gives us ‘a just pleasure’, a just joy, which is eternal life, the restoration of the human nature and the accomplishment of the purpose for which God created man. Through His death, Christ freed man from the just death of his sin. He subjected Himself to death, transforming death into a potential of life and man’s weakness into a weapon for the destruction of sin and death. After the fall of Adam, death was the weapon with which sin destroyed man, but now, in Christ, death is the weapon with which He destroys sin. There is no other path: to live a Christian life means to take upon us death, the vulnerability of Christ. This is the reason why Christ offered death to Saint Silouan. ‘Keep your mind in hell and despair not’, in other words: ‘Do not be afraid to go down to the end, because that is where I am.’ Father Sophrony was confirmed by Saint Silouan about standing on the brink of the abyss of despair, and this is why he could then practice this science without a doubt, being determined to do it to the end. And we know that this is how human nature is really sanctified and becomes ‘other’, not ‘contrary to nature’ but truly natural, as God created human nature in the beginning.

Through His suffering, Christ restored our nature and gave us a new birth, which we all receive in our baptism and which, through pain, ends in the pleasure of the life to come. Saint Maximus makes here a very important point: Christ has conquered death and gave life eternal to all human nature in a general way, but the same judgment must be repeated in a particular way in each one of us. In Christ, we receive a second, spiritual birth, which is not preceded by sin and is given to us through Baptism. However, the grace of Baptism remains inert if we do not activate it in our life through repentance and the keeping of the commandments. The most perfect way to keep the commandments is by keeping our mind in hell, for then we imitate this judgment of Christ, conquering death through death. If we are truly reborn in Christ, the judgment of Christ must be repeated in our life, and His judgment was that He took upon Himself unjust death and suffering. If in our repentance we follow Christ going downwards, our suffering is assimilated into His suffering and He makes our cross His Cross, rendering to us His glory. That is why Saint Peter says: ‘If you suffer because you transgress, what glory is that? But if you suffer unjustly, there is great glory’ (1 Pet. 2:20), ‘ye shall receive a crown of glory that fadeth not away’ (1 Pet. 5:4).

The judgment of the Son of God was the fulfilment of the commandment He had received from God the Father. Similarly, when we endure suffering for the sake of the commandments of the Lord, then the judgement of the Son of God is also repeated in us. This is why the Fathers of the Philokalia tell us that he who has received a commandment and fulfils it, mystically bears within himself all the Holy Trinity. Then, our own pain and suffering can also become a condemnation of death. If we understand this principle, we will never suffer from despair in our life.

 GRANDEZAS LITERARIAS DE ALCALÁ

 

QUEVEDO Y ALCALÁ. UN COMENTARIO A SU “POLÍTICA DE DIOS. GOBIERNO DE CRISTO” DONDE SE NOS MUESTRA COMO UN ESCRITOR ENTERO. CATÓLICO Y ESPAÑOL. Días de las Cabañuelas expira agosto pasé una noche entera son poder dejar el libro de las manos. Otros curen del gobierno, el mundo y sus monarquías. Por la tele y por la radio hablan de un Lope que no reconozco. Es un porno-Lope. Esta sociedad perversa e inicua todo lo bate con su mortero metrosexual en el ojo de boticario de la lascivia. Lope bien pudo ser un follador impenitente pero esos chicos de la SER no han leído la pobre barquilla mía ni degustado la ternura de sus Villancicos. La verdad es que don Francisco de Quevedo y Villegas no fue un asalta cunas como el bueno de Lope ni un galán de monjas. Más bien parece ser que fue pájaro de un solo nido y se acreditó como el autor del mayor canto al amor en castellano. Polvo enamorado pero su Lisi le salió rana. No es que fuera una pilungui. Era una mosca mojonera que hizo de su matrimonio un infierno portátil se llamaba Felipa... Desencantado por este amor juglaresco y hereje, un nido vacío, un lugar común, falaz, tornó los ojos a Baco y de lupanar conoció muchas más hembras que el melifluo e hispido Lope como era zambo y ya se sabe que los cojos poseen una capacidad sexual hipermetropita su icono falico era muy reverenciado y hasta fue famoso en las casas llanas de Castilla, de Cataluña, de Italia. Pues a Alcalá putas que viene san Lucas. Creo que esta es frase suya para honrar al 18 de septiembre Por desgracia los chicos de la SER nunca leerán ni sabrán leer al monstruo de las letras españolas Quevedo siempre fascina y subyuga. Incluso como comentarista político y apologeta religioso- no me pasa lo mismo con san Juan de la Cruz ni con el padre Granada y fray Luís de León pese a sus calidades eximias es un autor rollo, y Lope, tan católico tan español, suena a hueco- el mensaje de sus libros se preserva fresco transcurridos cuatro siglos. Y es que don Francisco era un hombre de su tiempo, un hombre de hoy y un español de todos los tiempos. Característica y pervivencia del genio. Lo que dice y como lo dicen llegan igual ahora que hace cuatro siglos. La voz del autor de los “Sueños” hace que el lector no se encuentra sólo con un autor sino con un país que es la España eterna. Las zahúrdas de Plutón donde toda corrupción, todo meneo, toda larcenia están tan vivas que parece que han renovado el fuego del infierno y la corte del Borbón es el nadir de lo que fue cenit con Felipe IV y siguen creciéndonos los enanos y es nadir con Juan Carolo I, el rey bartola, ahí me las den todos, debe de tener una flauta con un agujero solo, que nunca creíamos que con ese individuo en el trono España pudiera caer tan bajo. Este Zapatero puede ser el bufón de corte don Francesillo el alemán al que pinita Velásquez en las Meninas Con las mismas me voy a Alcalá. Es la ciudad de España junto con Segovia, tal vez, mi pueblo donde se siente y se entiende el mundo quevediano en su españolidad apasionada y candente. El estilo es el hombre y la huella de su paso por esta tierra está en las piedras, en las torres de las iglesias, en los muros de los conventos, en los dinteles blasonados de los colegios mayores. Hay muchos en esta ciudad de genio alegre, estudioso y militar. Busco al caballero de las espuelas de oro, el de la cruz colorada sobre la ropilla de limiste, la mirada profunda un tanto irónica y desvergonzada atravesada entre las lentes el labio superior un poco sumido y el inferior prominente, que se plegaba en rictus entre lo irónico y lo despectivo. Me pierdo entre los figones con trastienda y corralillo bajo las parras el pámpano a la puerta un pozo con brocal en el medio y por allí cercas una alberca. Me hice hace muchos años de la orden de Fray Jarro. Quevedo es el divino beodo de las letras castellanas. Antes de llegar a Complutum había siete ventas y una estaba en pie hasta hace poco y en ella tuvo lugar el famoso episodio del Buscón de los estudiantes las dos putas y el clérigo gorrón que no había cenado. Todos tratando de engañar a aquel maldito ventero morisco que se las sabía todos pero los gramáticos y el clérigo cornadas del hambre hacen una burla del mesonero y es allí donde consuma su bautismo de fuego en la picaresca el bueno de Pablillos que era cabe recordar paisano mío, hijo del que dispensaba en Segovia el garrote vil con borla del Santo Oficio. Me siento a la puerta del ventero mientras el ventero morisco me mira de reojo con cara de pocos amigos porque en su establecimiento debe de ser ramadán todos los días. Don Francisco pasea por el estragal y hace momos detrás del cura que va rezando el breviario o hace como que responsea. Las putas se emborrachan a costa de los estudiantes y una de ellas debe de ser prima mía. Se llama Leonides la vi el otro día por la fiesta y diz ejerce o ejercía el oficio más antiguo del mundo en Barcelona. Pasan dos ciclistas. A lo lejos se escucha silbar el tren de cercanías. Perdonen el anacronismo pero este oficio de la literatura carece de tiempo lo trasciende e inmortaliza las visualizaciones interiores. El timbre de un móvil llama la atención del Caballero de la Cruz Colorada que me sonríe. Su boca desalmenada luce unos buenos paletos. La única que le quedan pero aun quedan raigones en una boca oscura como un cuévano y llena de mellas. El cura ha parado de rezar o de hacer que reza ser tercia un poco el bonete y mira con hilaridad para los dos mozas que se mueren de risa y que no acaban de ajustar tarifa con los dos estudiantes que deben de ser novato. Rastros conversos aquí y acullá; pero aquí el pueblo de Israel desapoderadamente renuncia a la ley vieja y abraza la catolicidad. He ahí uno de los enigmas del misterio español, del que don Francisco, en sus contradicciones, resulta uno de sus más insignes representantes. Sus raíces judías se compadecen poco con la vehemencia que ataca a Judas en sus tratados religiosos, a los sumos sacerdotes del Sanedrín, fámulos de Anas y Caifas que fueron con palos con antorchas al Huerto de los Olivos (érase un hombre a una nariz pegado) o la vehemencia con que defiende el patronato santiaguista en contra de los conversos que querían sustituir al Hijo del Trueno por Santa Teresa la cual sería canonizada junto con san Isidro Labrador e Ignacio de Loyola en 1521 un cinco de abril cuando es entronizado Felipe IV. Fue el gran rey de las Españas y del imperio al que hace subir Velázquez en un caballo triunfal y ruano, el monarca que ronda los conventos y que se parece un poco a Lope en su sexualidad insaciable casi femenina. En Flandes empezó a ponerse el sol pero aquel glorioso ocaso duró bastante tiempo. El cuarto de nuestros Felipes. Nieto del prudente, biznieto del invencible e hijo del santo al que Góngora epitomiza como el crisol de las monarquías y que va a servir de modelo a Quevedo para trazar la imagen de lo que debe de ser la monarquía absoluta en un príncipe cristiano, fue augusto en todo cuanto hizo incluso en sus debilidades. La epistemología al uso asevera que Quevedo era oriundo de la montaña un valle santanderino del mismo nombre. Sus padres entraron a servir como criados de los Reyes Católicos, el padre sería caballerizo de Felipe II y la madre azafata de Isabel de Valois. El se mofa de su heráldica cuando hablando de su casa desvencijada y en ruinas solariega “da el sol a todas las horas por haberse hundido el tejado. Es el único de nuestros clásicos que hablaba y escribía a la perfección el hebreo. Demuestra con soltura y mucha solercia y autoridad tales conocimientos en sus comentarios bíblicos sobre todo en los del Libro de Job, no superados por ningún exegeta. Sin embargo, por rencillas, rencores, y esa malquerencia que surge cuando menos te lo piensas en la vida española tuvo que aparecer un jesuita el padre Juan de Pineda que recela intrusismo en este afán por desmenuzar las explicaciones a uno de los libros más difíciles del antiguo testamento. “Yo profesé- responde Quevedo al padre jesuita el 8 de agosto de 1626- en la universidad de Alcalá teología y filosofía y estoy graduado; fueron mis maestros el dr. Montesinos, Thenas y el Padre Lorca; no los digo para suficiencia, solo para que vuestra reverencia sepa que, aunque mal a su parecer, hablo de lo que he profesado”. Pero en este país de qué dirán la envidia suele ser aliada de la ignorancia y los reparos del vilipendiado escritor que no sólo era un poeta satírico sino tambien un profundísimo teólogo cayeron en el vacío. Alto a la dueña. Le ofenden al más insigne de nuestros vates que los vates vinieran dirigidos desde la pluma acerada de un jesuita, ya que en esta carta hace profesión de fe y de respeto a la orden loyolea. “La Compañía está en mí y en mi corazón… a la que debo desde los estudios de gramática y pudiera deber grandes progresos si a sus diligencias no se hubiesen opuesto mi incapacidad y mis distraimientos…” en esta carta parece ser que e4xpresa su desconsuelo por no haber profesado en la Compañía de Jesús. Era sin embargo y lo fue de por vida un jesuita laico que fue a su aire. La jovialidad y la fama de revoltoso y algo díscolo que se ganó en Alcalá obstaculizaron su acceso a las ordenes por ser costumbre que los que se graduaban en teología recibieran el diaconado o al menos regresaban a sus pueblos de minoristas. El Gobierno de Dios es una apología de la monarquía absoluta y de la primacía papal, una defensa de la guerra justa contra la herejía y la invasión. Trono y altar han de aunar fuerzas y el pueblo y el ejército han de estar en colusión y en armonía. Pero al propio tiempo es una diatriba feroz contra los mohatreros, los advenedizos, las camándulas, los malsines, los bocazas, los validos, los monederos falsos, los malos sacerdotes, los reyes tiránicos, los autócratas, los lobos disfrazados de cordero, los explotadores, los enemigos de Dios, los impostores, los falsos pontífices… Quevedo escribía para los europeos de los comedios del siglo XVII pero por las trazas parece que ser que se está dirigiendo a los españoles de inicios del XXI Dada la gran carga ideológica, Quevedo que tenía terminada la obra en 1635 no se determina a darla a la estampa ante el cúmulo de enemigos que se amotinaron contra él toda su vida. Ese año fue e3ncarcelado en San Marcos de León. Sale suelto diez años más tardes y muere al poco tiempo. El libro es publicado en 1655 por su sobrino Pedro de Alderete y Quevedo miércoles, 01 de septiembre de 2010 Continuará

EL MANZANARES EN QUEVEDO Y GÓNGORA El arte de Quevedo es el luquete de naranja/limón que ponemos al vino para quitarle el acíbar y despojar a la vida de todos esos posos de amargura que la circunda, aunque, bien es cierto, los que seguimos a Xto hemos de beber el cáliz hasta las heces como lo bebió don Francisco tres veces desterrado, dos a punto de morir, una en la emboscada que le tendieron los venecianos, y se libraría por pies, por hablar el italiano sin acento ninguno, como un toscano, y la segunda en un lance amoroso en que acabó con tres de sus oponentes, que, en sacando la de Toledo, no había espadachín que le pusiera un pie delante y eso que era zambo, por lo que Góngora se mofa de sus cacorros, hacia adentro y desmangallados, así como de su presbicia (tenía los ojos malos y era cegato aunque su vista de lince fuera tan aguda como su daga). Dos veces lo desterraron de la Corte a sus predios de la Mancha y en una ocasión lo llevaron a presidio cinco años a León, en una fría mazmorra del convento de una orden militar(1) llena de humedades, lo que aceleraría su muerte. Como buen español(1), fue victima de la malsana yedra, que con harta frecuencia crece al sur de los Pirineos como el mal francés que del otro lado viene y que aquí se convierte en morbo visigótico, que llevó a Fray Luis, a Jovellanos, a Cervantes a la cárcel y a otros tantos al destierro. Dicen que la saña y mala baba constituyen el vicio y el deporte nacional. Por eso se ensalza aquí, hasta los cumbrales, a la medianías. Para triunfar en este país hay que ser del montón o tener buen parecer. ¡Ah! Las apariencias españolas. Aquí los mediocres nunca hicieron daño, mientras al que despunta en algo se le corta la cabeza. Y un consejo- vademécum para andar por las Españas: ser siempre del montón. Como Quevedo era egregio y aventajaba a todos en estatura literaria y en calidad humana, fruto de su vividura, pues, fueron a por él. Tengo para mí que el mejor libro, la mejor novela, y única en su género, es el Buscón, todo un tour de force estilístico y de solercia en el manejo del idioma castellano, del que su autor conocía todos sus recursos secretos. Que maneja como si fuera mago del idioma. Y esta esgrima verbal le hace fulgurante en el estilo y en sus estocadas, certero. Escritor, todo meollo, o carne sin hueso, nunca cáscara [hoy no lo entenderían] nada de hablar por hablar. El fondo se adecua a la forma en una perfecta hipóstasis del mensaje. Y esto es el desiderátum de la perfección. El no va más Mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos. Unas, cuernos; otras, huevos. ¿Se podrá contar mejor una historia sobre la condición femenina en este ras con ras, en este par de lineas, dos auténticos tijeretazos de versos? No. Los libros y los versos de este prócer, desde sus tratados teológicos hasta las letrillas jocosas como Erase un hombre a una nariz pegado en que pone en berlina a Góngora y con él a todos los sayones y escribas de nuestra España, tan voluble, tan tornadiza, turiferarios de Caín, no son para paladares delicados. Hay en ellos mucho cuajo, por lo que su literatura nunca será apta para cuáqueros miramelindos. Es Quevedo la antítesis de la cursilada a lo Julián Marías. Por eso le salieron enemigos a mansalva y aún lo queman en efigie los hijos de los hijos de los nietos de aquel linaje de narigudos ridículos, cornudos, o simplemente malvados que él tanto festejara. Aún lo tienen por peligroso y lo queman en efigie a la chita callando pero él sigue siendo el coloso del parnaso de las letras castellanas. Parece que me mira don Francisco desde la calcomanía con que honro su memoria en mi despacho y se sonríe con sorna. Saca pecho, enseña sus guedejas cansadas de tanto afán dejándolas colgar en desaliño de estudioso sobre el pescuezo y oculta el pie equino, de nacimiento, lo que, aún renqueante, no le impidió cabalgar y ser el mejor espadachín de la corche y no esos matasiete que pinta de cartón piedra e imitación Pérez Reverte en sus novelas de época. En el callejón de la rinconada de la iglesia de san Martín, justo donde está la calle de La Ballesta, un jueves santo, a la salida de los Oficios, tiró de espada y dejó muertos a tres contrincantes que le cerraron el paso. Todo un maestro de esgrima y no uno de esos valentones personajes de cartón piedra que circulan por las novelas por entrega de Reverte. ¿Causa del riepto? Uno de los caballeros abofeteó en el atrio del templo, a la vista de todos, a una dama. En guardia. A la salida nos vemos. Pues vale. Pero de uno en uno, caballeros. El maestro de esgrima no era un matasiete o uno de esos jaques que lampaban por la corte, galanes de monjas, cortejadores a la hora de misa y el triduo, única ocasión en que aparecían en público las señoras como dios manda. Las que iban al prado en coche tenían mala reputación. Dentro de las carrozas con las cortinillas bajadas recibían a sus amantes. Podía pasar de todo. A veces los bastidores se meneaban con un ritmo sospechoso, el tiro parado y tieso el tentemozo, dormitando el cochero ciego de vino y sin menearse silenciosos con el saco de granzas al morro los caballos ruanos de los caballeros o las mulas episcopales pues también tenían por costumbre de bajar al Prado los eclesiásticos en desguisa. Este era Quevedo. El caballero de las espuelas de oro como le llama casona. ¿Misógino? Ni por pienso. A su pluma debemos el mejor soneto en castellano y en él canta a la mujer. Y su lamento de letra herido y de amante despachado aun esparce el eco que han conseguido quebrar la vara de la muerte: "Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevase el blanco día y podrá desatar el alma mía hora a su afán ansioso lisonjera mas no desta parte en la ribera dejará la memoria donde ardía nadar sobre mi llama el agua fría Y perder el respeto a la ley severa; Alma a quien todos sus días pasión ha sido; Venas que humor a tanto fuego han dado; Médulas que han gloriosamente ardido; Su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido polvo serán, mas polvo enamorado" Se refería a Lisi. De quien fuera Lisi poco sabemos. Sólo que el poeta la inmortalizó en estos pensamientos. La vida real fue mucho más cruel con él. Los grandes hombres acaban contrayendo matrimonio con la que menos les conviene y su bodorrio de mozo viejo con una tal Felipa acabó en desastre. Pero ahí queda como pecio de aquel desastre conyugal aquella antífrasis: "mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos". ¿Don Francisco putañero? No sé pero conocía el mundo por de dentro y de ese mundo parte fundamental es el bello sexo. Habría que colegir al trasluz de sus escritos que ese conocimiento íntimo de la condición femenina no la ganó en los libros o en los confesionarios como Tirso, que era fraile, sino "viva voce" alternando en las tabernas(2) y abriendo la puerta llana de las mancebías. Su concepto de la existencia era demasiado grave para tomarse en serio a las mujeres. De ahí sus exclamaciones utópicas sobre el amor, el olvido y la muerte. Polvo y ceniza en definitiva pero polvo enamorado. "En tus ojos, Lisi, vi el oriente en hermosura duplicado", etc. cruzaba el deán el portillo y venían detrás un par de diosas. Amor divino y amor profano que lo uno no quita para lo otro. A lo que se ve debió de ser visitador frecuente de los puticlubs de entonces que se llamaban cuexcas(3). Había una en Madrid, la Casa del Tocame Roque y otra en Alcalá que dio pie al dicho de "A alcalá, putas, que llega San Lucas"(4). Es posible que la tal Lisi por la cual bebe los vientos el poeta fuera una de aquellas mozas de partido tan abundantes en Madrid, a lo mejor una de aquellas irlandesas tan mal vestidas y hablando con acento de Coca por su afición a empinar el codo, "tan mal vestidas y tan bien hechas" de cuya arribada da cuenta en alguna de sus cartas. Así que Alcalá, putas, que viene san Lucas y mujeres y gallinas todas ponemos. Ojos ponéis de vendimiar agüela, frase con la que alude a las alcahuetas. "Cuando te abracen, advierte, que segadores semejan, con una mano te abrazan, con otra te desjarretan... con un cuarto de turrón y con agua y con grajea goza un Píramo, barata, cualquier Tisbe gallega... corita(5) en cogote, gallega en ancas, gran mujer de pullas para los que pasan" está describiendo a las ventaneras, costumbre que tenía un nombre legal: solicitación... al trato torpe. So capa del desenfado burlesco, Quevedo es de una profundidad aterradora. Toda su poesía recuerda un cuadro del Bosco por las descripciones que hace de la corrupción y relajo de costumbres del Madrid del primer cuarto del siglo XVII. La rechifla con que describe el Manzanares es deliciosa: "Tieneme del sol la llama tan chupado y tan sorbido que en mi se mueren de sed las ranas y los mosquitos". Y es facistol de chicharras en la solfa de lo frito el aprendiz de río que lleva penosa vida condenada de charquillos, merendero de tusonas y de mirones que bajaban a ver las ninfas desnudarse en el arroyo estantío... muy hético de corriente, muy angosto y muy roído, con dos charcos con muletas... acostado en un puchero el cuerpo y el sueño a gatas", etc. En las numerosas aceñas que debía contar a la sazón la raquítica ribera del Manzanares observa el paso del tiempo, otra de las preocupaciones de Quevedo: "azudes de la noria de la vida son las horas; ayer ya no es, no existe mañana y hoy es un punto fugitivo... soy un fue y un será y un es cansado..". Pero hay otro detalle, aparte del panorama jocoso que traza sobre el Manzanares, en lo social y costumbrista con sus lavanderas a las que algún beneficiado baja a ver las nalgas mientras recuden los pañales del niño, con sus trémulas pausas y los mastines de Sodoma que hacen acto de aparición de atardecida, los azacanes o aguadoras, las damas de toldo y arandela o meretrices, los mendigos que acuden a despiojarse, los niños que van a bañarse en las pozas o a jugar al marro, y es la información meteorológica que facilita. Como colofón de lo dicho, el Manzanares, a falta en Madrid de una plaza del Potro cordobés, del Arenal de Sevilla, el Perchel malagueño, el Zocodover de Toledo, el Arrabal arevalense o el Azoguejo de Segovia, punto de encuentro de perailes, pícaros, rameras y gente del bronce, hace las veces de "locus communis", paradero del que va y viene. Garcilaso que debía de ser tan inocente como buena persona y mejor poeta ve al Manzanares lleno de cisnes, ninfas y nereidas, utilizando un tropo muy común entre los poetas del Renacimiento en su afición a la mitología. Era mucho pedir. Los otros dos grandes capitanes de la literatura hispana, Góngora y Quevedo, lo ven de otra forma. La ribera del Manzanares estaba poblada de ninfas pero de otras especie diferente a las que describe Garcilaso. Góngora y Quevedo en su sorna son más realistas al tiempo que nos proporcionan valiosa información sobre el referido "locus amoenus" que no era tan ameno como para mirarlo con ojos idealistas sino realistas. Por tales trazas el siglo XVII debió de ser seco. Se había producido un cambio climático en toda Europa. El clima que era lluvioso y bonancible en las centurias precedentes debió de acusar los efectos de una glaciación. En 1666 a causa de esta sequía acontece el gran fuego que arrasa Londres y la plaza mayor en 1634 también se quemó quedando sólo la Casa de la Panadería. Esta sequía trajo consigo aparejada la hambruna. Mientras, los literatos se toman la cuestión a pitorreo. Eso y empezar las jácaras todo fue uno. Fue tan capona la primavera que no pudo abrir. No hay agua pero no falta el vino. Se alude a los moscos irlandeses cuya borrachez se hace manifiesta en las calles de Madrid o a los moscos tudescos que ingerían una cantara de un golpe en las bayucas aledañas a las escaleras de San Felipe. España se desentiende, se despreocupa. Toros y cañas y autos sacramentales para olvidarse de los desastres de Flandes o los naufragios de la Flota de la Carrera de Indias. Los piratas ingleses estaban siempre al acecho. Ande yo caliente ríase la gente. Aquí cada uno va a lo suyo y eso le saca de las casillas a Quevedo. Empieza una refriega, una lucha entre dos colosos. Los dos tenían un conocimiento eximio de los idiotismos del idioma y no se les iba lo que se dice la fuerza por la boca Góngora a la vista de la escualidez del "Támesis de los Madriles" y del escuchimizado hilo de agua que vertía en aquellos tórridos veranos exclama: ayer meome un burro y hoy me ahogo. Y se cachondea con la misma insolencia de sus puentes. "Mucho puente para tan poco río" dice del de Toledo, y del de Segovia, "señora puente castellana cuyos ojos están llorando arena" y en otro verso de su letrilla hace referencia a que "los orines de las mulas den salud al río". De lo objetivo se pasa a lo subjetivo y el río de una ciudad va a ser el pretexto para una recia enemistad entre don Francisco y don Luis. La reyerta literaria hará las delicias de los amantes de las bellas letras porque en ella predomina el insulto. Sí pero hay que saber insultar. Además, la sangre nunca llega al río. Y en este donoso cruce de invectivas Góngora llama a Quevedo Anacreonte, melifluo y zambo y putero. Cegato y pelotillero. Quevedo se despacha motejándole de tahúr, mal sacerdote, judío y narigudo. Los dos poetas mayores de nuestro siglo de oro se ponen de vuelta y guerra o a caer de un burro. Lo de ayer meome un burro debió de ser ficción de Góngora pensando en su rival MEOME AYER UN BURRO Y hoy me ahogo en aguaduchos de orines. Poco más o menos Góngora y el ínclito Quevedo se mofan a porfía del río de Madrid que no es el Eúfrates ni el Tigris. Más bien un cagadero. Tuvo por afluente el Arroyo Abroñigal que es un río meadero, todo boñigas. Allá donde la villa y corte exonera su vientre, lava sus culpas y antiguamente había verbenas. Por la de San Marquillos el Verde y luego la de San Antonio que es la primera que dios envía. Bajaban allí las ninfas disfrazadas de chulapas, a hacer de cuerpo y viejos verdes tonsurados arrastrando la loba y el manteo al salir del coro las espiaban desde las peñas con un catalejo que el locus amoenus siempre tuvo mirones para el amor de alquiler. Darse un lote de vista y llevarse las manos a la cabeza con un adonde vamos a parar y cómo están los tiempos no estaba mal visto. El propio autor de Los sueños murmura del rumbo aciago que cobraban sus tiempos. A juzgar por estos versos todo sigue igual en el hombre. Nada cambia: Todo se ha trocado ya. Todo del revés se ha vuelto. Las mujeres son soldados y los hombres doncellas. La obsesión que manifiesta Quevedo por los putos entre los que incluye a Góngora también había gente saliendo del armario en nuestro Siglo de Oro Por Cuaresma, combates nabales que nabos y cohombros los daba excelente su ribera, lo mismo que cebollas y orondos tomates de un rojo casi lujurioso. ¿Rábanos? Los de su ribera, los mejores. Aunque siempre picaron un poquito. En la costanilla del Ava Pies y el postigo del Avemaría había sinagogas y muchos rabinos. Con el edicto de expulsión muchos de ellos se metieron a frailes y colgaban morcillas y botillos a la puerta de sus conventos por bien parecer. Madrid no es lo que parece. Aquí el personal siempre vivió hacia adentro. Un lastre que arrastramos de nuestros antepasados los judíos. También, se cursa estudios por ser más. Y por mejor parecer. El parecer es el súmmum bonum de los hidalgos de gotera, la honra, el buen criterio. Hasta, sin haberse desayunado muchos días, como nos refiere el Lazarillo se echaban migajas en la barba para anunciar que habían comido. Por ahí vienen los calvos. Observa Quevedo que hay calvas de muchos tipos: sacerdotales, jerónimas, y calvos calvísimos, aprendices de calvo y aquellos que no saben portar su calvicie con dignidad, a lo Anasagastegui, que la por entonces se hacían el recorrido. "Hay calvo que re rebuja para tapar el melón y aparece hecho un basilisco". Aquí estamos yendo y viniendo del "no te jode a nos ha jodido". Vivimos un sinvivir de la política entre el tupé de Sagasta y el recorrido de Anasagastegui, áspero tribuno de la plebe vasca, que, por no saber, no sabe llevar su calva con dignidad. Luego llegan los sastres. ¿Sastres vienen? Pues al infierno. El ángulo de visión de Quevedo, el de un verdadero buzo de las clases sociales en el maremágnum de gentes con los que le tocó convivir. Odiaba a las viejas, pues no en vano tuvo fama de misógino. A los sastres. A los médicos y a los sacamuelas. . Ay sí. El Manzanarillos debe de tener la sangre municipal y espesa y por eso y por la mierda que corría en los remansos pasada la Virgen de Atocha se criaban tan buenos tomates, lechugas y pimientos. La villa y corte era un pueblo desde 1606 en que obtuvo el título de capitalidad por orden del tercero de los Felipes. Góngora fue nombrado capellán regio y puede que la ojeriza con Francisco de Quevedo, aspirante al oficio de cortesano y que tuvo vara alta en la ante corte la del valido el Duque de Lerma se debiera a ser los dos contrincantes para un mismo empleo.. Además dice el refrán que quien es tu enemigo el de tu oficio. Aparte de gananciosos de la sopa boba y anhelando un beneficio, una sinecura, una prestamera, los dos eran grandísimos poetas. Los mejores que hubiera jamás en esta lengua. Las rivalidades a muerte se originan precisamente en esos concursos oposición en que los españoles se queman las pestañas memorizando textos que no les servirán para nada sino para colgar un título en la pared y pasarselo a los demás cerrar el pico, aparentar más, ¿veis? Yo estudio, yo soy algo, más que tú, el origen está en el puñeteros morbo visigótico y buscarse un carguete de por vida a costa de la iglesia que fue la primera que abrió el torno o lotería de las oposiciones a canonjía, luego vendrían las de notarías, que esas sí que son peliagudas o las del ingreso en el Cuerpo Jurídico del Estado o en la Cuerpa mismamente. Luego a tumbarse a la bartola. Manía del español que quiere vivir sin pegar golpe. Góngora ganó un beneficio en la catedral de Córdoba pero no pisaba la catedral, no iba nunca al coro y tuvo que tener que pagar, como consta en los archivos, multa de muchos maravedís por su inasistencia pero ay amigo obtuvo aquel beneficio a fuerza de codos y estuvo una hora de reloj, en lo que caía la arena por la clepsidra, recitando una tesis de la Summa de Santo Tomás. Tenía un título. Hoy mucho más rentable que aprobar oposiciones es meterse a político y entonar la coplilla gongorina sobre la meada del burro que provoca inundaciones por Madrid. De nada sirve que fuera si no un mal sacerdote al menos muy negligente -apenas se le conoce haber abordado el tema religioso en su obra- y de origen converso al que asustaba comer jalufo. Pero había ganado las oposiciones. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Agua va. Cuando las dueñas se ponían a arrojar los pericos o servicios de aguas mayores. Góngora se fumaba el Oficio divino y se quedaba en alguna timba o se iba por las rinconadas de la vera del Guadalquivir a la búsqueda de algún efebo. Sacerdote sin vocación y cura de misa y olla. Por la mañana cátedra de Prima y por las tardes, de sobrina. Ahí nos las den todas. Se da la buena vida y busca, villano en su rincón, una misericordia segura en la que sentar sus posaderos y tener ración por oposición que es para lo que empollaban latín los españoles de entonces y los de ahora se atiborran de temas. Aspiran a un buen pasar, eso que se llamaba antes la vita bona del Beatus ille. Echa la galga, amigo. Tumbémonos a la bartola. Pasan los clérigos con el bonete de tres puntas, las mulas hacaneas con un paxio o artolas cargada de libros camino de Alcalá terciado el manteo y la loba cuajada de cazcarrias y de barro de los charcos del camino. Suben la cuesta los arrieros. Huele a ajo y a vino y a trasudores de Castilla cuando va de el personal trajinante y detrás llegan los ministriles. Un domine con antiparras acaba de pasar camino de su casa a pupilo. Va a dar "lición" a sus gramáticos. Les enseñará algo de gramática parda. Un morisco cargado de un banasto con hortalizas. Una vieja marivina a la que hiede el aliento podrido del mosto, la cebolla y las caries. Y sigue la comitiva con ministriles, algún jaque arreando un macho burreño de gran alzada y ahí están las lavanderas cantando las coplas del momento mientras restriegan la colada que reúne las bragas de una marquesa y los calzoncillos con palominos de un obispo. Y no podían faltar en esta escena los azacanes cargados de cantaros de agua de nieve. Delante de las damas de toldo y arandela, "cisnes del placer, y fenices del gusto". Abigarrado retablo de tipos y de costumbres. A cada profesión le corresponde un vicio. Un niño llora y un viejo con su lazarillo canta la oración del Justo Juez. Las capas negras de los letrados se confunden con las capas pardas de los mercachifles y labradores, las tocas blancas de las dueñas hacen contrapunto con los velos negros de las viudas. Cantan los cubos de los carros a los que no se permitía pasar por la puente y han de vadear por el albero salpicando los charcos o hundiendose en el légamo. Estallan en el aire las trallas. Se escuchan algunos juramentos. Algunos carruajes hacen molino y los carreteros se quejaron toda la vida del pontazgo de la Puente Castellana. Los borrachos de Velázquez se han reunido en un corrillo y coronan a Baco desnudo con una corona de laurel y lo cubren con un manto purpura como el que cubrió las desnudeces de Noé. Uno de ellos que debe de ser fraile huido del convento les sermonea en latines. Nadie le hace caso. Mucho puente para tan poco río sí pero con mucha humanidad viva que se mueve por abajo y por arriba. Señora doña puente Castellana, tus ojos están llorando arena. La literatura estando más allá de la imagen que en encandila y decipit (decepciona), según los escolásticos, es vividura y transcendente. La imago es una noción ficticia de lo intrascendente. La imagen destruye y deslumbra pero la palabra o el concepto construye e ilumina. El arte de la palabra va mucho más allá de la cinemática y el cine es cínico pues poseen el mismo étimo griego; "kinos" designa al movimiento pero también al perro. Quevedo y Góngora que son a la vez culteranos y conceptistas nos llevan por las altas sendas de la imaginación. Nunca frisó nuestro idioma tan alto como en estos dos vates, tan diferentes y tan parecidos. Esta trifulca sobre el río de Madrid en el que coinciden descriptivamente pero que luego van a desenvainar, por rigurosidades e inquinas personas que no hacen al caso, las plumas, convertidas en lanzas. ¡Y qué lanzas, madre mía! Al ver lo que escriben el uno del otro los ahora políticamente correctos, escritorzuelos de toma chicha y nabo, se llevan las manos a la cabeza y gritan: -Insulto. Insulto. Pero hay que saber insultar, señores míos, y hacerlo con cierto salero. No ese desmantelamiento que les es propio a los anti-castizos. La literatura, insistimos, es vividura. Y vividura profética. Por eso mismo cuando nos encontramos en un libro donosamente escritos nos asalta la impresión de haber estado en aquel sitio, en aquella casa o a la vera de aquel río que nos pinta el autor. Uno ha subido y bajado unas cuantas veces por el Puente de Toledo y está familiarizado con el genus loci y los manes madrileños. Nos han sucedido aventuras. Vimos no a las ninfas y nereidas pero sí bastante ninfas del cantón que en el Cerro la Plata cobraban a duro el "polvo". Niños y militares sin graduación algo menos y una paja tres pesetas. Algunos fuimos iniciados en el amor a tan módico precio por la Josefa una sacerdotisa de Venus al aire libre, que venía de Valencia, culona, de amplias tetas, tenía un poco de bigote pero compensaba. Cela dixit. Hemos visto desfilar a los pastores de la mesta. A los jaques sacamantecas con la "poderosa" entre la faja, y a los mismos borrachos de Velázquez dar tumbos por las bayucas aledañas a la catedral de san Isidro que ya estaban abiertas hace cuatro siglos. Nos hemos puesto la coroza de los penitentes que salían en Viernes Santo detrás de un paso al lado de las vestidas de dolorosas luciendo cuerpo y jeme.. Tan chulas y presumidas ellas. La religión aquí estuvo íntimamente relacionada con el sexo. Acompañar al Santo Entierro era un pretexto para lucir su cuerpo serrano. Debían de ser las mismas damas que acompañaban a Felipe IV tan salaz como piadosísimo a los triduos y oficios de las Cuarenta Horas que organizaban los jesuitas. Nuestro catolicismos es áspero, algo tristón y pasionista. Ya lo decía don Francisco: "Católica y cruel Majestad". Hemos padecido y gozado de situaciones similares a las de Quevedo o a las de Góngora. Los genios en sus escritos nos invitan a hacer un viaje hacia el futuro. Ay Madrid que te quedas sin gente, la ciudad por la que ha discurrido gran parte de nuestro vivir. Universidad de picaresca y de misticismo. Aquí la luz tutela y es tan ardiente que acaba destruyendo. Madrid me mata a mí. Madrid te mata a ti. Por eso tanto le queremos. A veces tuvo aire de sepulcro. Cuando Dámaso Alonso se refería a un millón de cadáveres ambulante sabía bien lo que se decía. Con algo de sepulcro pues todo en la vida es cárcel y todo en la vida es sepulcro. "Del vientre a la prisión vine en naciendo de la prisión iré al sepulcro amando y siempre en el sepulcro Estaré ardiendo. ¿De amor? Por supuesto. Quevedo y Góngora que conocerán tan bien a las mujeres las dan poca importancia. Lisi la amada inmortalizada en el soneto del polvo enamorado es un accidente. Don Francisco lo que conoció mayormente fueron las Lisis a la vera del Manzanares, las tusonas, busconas y godeñas, en particular las hijas de la Verde Erín cuya arribada a la Corte desde la católica Irlanda era todo un acontecimiento, y que tanto le entusiasman, tan mal vestidas como bien hechas, un tanto inclinadas al mosto, las coritas asturianas y gallegas de ancas triunfales, que con una mano te abrazan y con otra te hurgan la faldriquera. ¡Ah las dulces mozas querenciosas del oro, todas del partido de Santo Tomé, zamarreando por la orilla del río estantío "en esta capona primavera que no pudo abrir un lirio". No le gustaran a Quevedo, a lo que se ve, mucho los ríos; lo intuía, estaba oliendo el poste. Parece sentir en sus versos las humedades reumáticas de aquella mazmorra a orillas del Bernesga, del Órbigo y del Castro que son cachirríos y del Duero meninos (por afluentes). Allí le esperaban las sombras. Todo en la vida es cárcel. He ahí otro signo del poder premonitorio que mueve la pluma de los que escriben, sobre todo, si lo hacen bajo la luna de la inspiración y el poderío que brinda la introspección profética. No se entiende muy bien esa tirria que le inspira don Luis. ¿Serían ramalazos de ese anticlericalismo proteico que se detecta en toda la literatura castellana? ¿Odio de clérigo? ¿Rija de opositor a Corte? Yo te untaré mis obras con tocino porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla Docto en pullas cual mozo de camino. Apenas hombre, sacerdote indino. Que aprende sin Christus la cartilla, Chocarrerías de Córdoba y Sevilla. Y en la corte, bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo rabí de la judía, Cosa que tu nariz no lo niega? No escribas versos más, por vida mía, aunque esto de escribas se te pega Por tener de sayón la rebeldía. Duros epifonemas. Le tacha de judío converso y de maricón (poco hombre) y de narigudo. La odiosidad debió de nacer en el complot contra el Duque de Lerma que significaría la caída del Señor de la Torre de Juan Abad de patitas en el destierro. En su invectiva apunta un dato de una gran solidez histórica que ha sido poco estudiado: la influencia que tuvieron los criptojudíos en la corte de Felipe IV a través de los jesuitas. Pero se da asimismo la paradoja de que Quevedo se va a coger a la protección de los jesuitas y durante sus presidios y destierros sus amigos serían los jesuitas y su biógrafo sería un jesuita. En otros epigramas censura a su rival su afición al juego: tahúr, poco cristiano, mal clérigo. Misal apenas. Naipe cotidiano. Capellán del rey de bastos que en Córdoba nació. Murió en Burgos. Y en Pinto le dieron sepultura. Por su parte Góngora en un poema escrito ahora justamente hace cuatro siglos dice de Francisco de Quevedo lo siguiente: Anacreonte español, no hay quien os tope, que no diga con mucha cortesía que ya que vuestros pies son de elegía vuestras suavidades son de arrope ¿No imitareis al terenciano Lope que al de Belerofonte(6) cada día sobre zuecos de cómica poesía Se calza espuelas y le da un galope? Con cuidado especial vuestros antojos dicen que quieren traducir al griego No habiendo mirado vuestros ojos. Prestadle un rato a mi ojo ciego(7), porque a luz saque ciertos versos flojos Y entenderéis(8) cualquier gregüescos(9) luego. El soneto gongorino tampoco tiene desperdicio. Tilda a su oponente de poeta descuidado, suave, zambo, mal caballero(10), espadachín y matasiete. Y le pide que le ponga la mano en el culo para escuchar una ventosidad de sus adentros. Góngora no se tira un farol. Se tira un cuesco. La polémica entre los dos grandes literatos, aunque profusamente estudiada por la erudición, ha dejado inédita una idea importante: el enfrentamiento de Quevedo, caballero de la orden de Santiago, que ridiculizó a los que querían hacer santa patrona de España a una judía Teresa de Jesús, y los cristianos nuevos. Tanto él como Lope -éste de una forma más superficial- tomaron partido por los cristianos viejos. De modo que sus diferencias con los conversos, que tanto nombradío e influjo trujeron bajo el mandato del valido del Rey, el Conde Duque de Olivares, y su aireamiento con los franceses que tenían el criterio de que la Santa Sede había caído en manos de los judíos, pudo ser un motivo de su detención y posteriormente su encarcelamiento en San Marcos de León durante un quinquenio. Una flagrante injusticia. Al parecer, el mejor escritor en lengua se movía en contextos políticamente incorrectos para su tiempo. De todos modos, espíritu crítico y valiente, mete el dedo en la llaga y descubre uno de los enigmas de la historia española y las causas de su decadencia. Aunque cegato, su pluma era certera, y su visión de águila caudal que diquelaba desde muy lejos. Su fama de chistoso y jaranero que tiene en la cronología hispana, donde todos los chistes guarros se atribuyen a Quevedo, no se compadece con la hondura de su pensamiento tan español, tan entero. Miré los muros de la patria mía. ¿Acaso este postergamiento y ninguneación a que se someten sus obras, más citadas que leídas, sea otra venganza judía? Mientras tanto las aguas del Manzanares siguen fluyendo enterradas bajo un bunker de hormigón por decreto de los nuevos munícipes faraónicos anhelosos de convertir a este afluente del Tajo que pasa por los Madriles en un nuevo Guadiana. Pronto lo harán navegable y habrá choque de escuadras y batallas "nabales" (de nabos, no de naves) por menos de un pimiento. Es igual. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Ay, Manzanares, Manzanarillos, en ti se mueren de sed las ranas y los mosquitos. 14 de agosto de 2008 1. Todo este mundo es prisiones; Todo es cárcel y penar. Los dineros están presos en la bolsa donde están la cuba es cárcel del vino la trox es cárcel del pan la cáscara, de las frutas Las espinas del rosal. El cuerpo es cárcel del alma, la tierra es cárcel del mar 2. Fue cliente del figón de Juan Lepre que abría sus puertas en la calle Huertas de Madrid. Parroquiano de ese establecimiento fue también Diego Velázquez y alguno de sus comilitones del jarro le sirvieron de modelo al cuadro Los borrachos 3. Casa de tolerancia (Germ.) 4. En la fiesta de san Lucas el 18 de octubre se solían impartir los grados a los estudiantes 5. Corito, asturiano. En el siglo XVI las gallegas, asturianas y vizcaínas no gozaban de buena reputación. 6. Belerofonte, el hijo de Neptuno, que montó a Pegaso y venció a la Quimera 7. El culo 8. Por oír 9. Pedo 10. Quevedo fue el caballero de las espuelas de oro. Su defecto físico no le impedía ser un consumado experto en la equitación.

A ALCALÁ, PUTAS, QUE VIENE SAN LUCAS Antonio Parra Pues como íbamos diciendo, señores míos, a Alcalá, putas, que viene san Lucas. Y no se encuentra en qué acepción o correlación tengan ambos valores: un evangelista y las buenas y sufridas mujeres que aplacan los furores del mundo con sus caridades de alquiler. Sin su concurso perecerían las repúblicas y las monarquías coronadas y hasta las dictaduras. Tendréis que hacer la vista gorda y ser un poco más tolerantes que se os pone cara de inquisidores. Hay siempre ojos que vigilan al otro lado del muro que ven sin ser vistos, escudriñan, indagan, valoran, resuellan, cortan trajes y pegan tijeretazos pavorosos de indignación con sus palabras, almas podridas, sepulcros blanqueados, se indignan y se hacen cámaras y luego echan toda la mierda en el ventilador pues en verdad os digo que Alcalá putas que viene San Lucas y el que quiera saber que marche a Salamanca aunque la verdad sea dicha nunca me entusiasmó Salamanca vivero de muchos prejuicios carcas. Mi ánimo es alcalaíno, tolerante y liberal. El alma mater instituida por Cisneros graduó en artes a los dos príncipes de nuestros ingenios. A Cervantes y a Quevedo. Y ahora que lo pienso me pongo a temblar del pavor ante la cólera de las feministas que tan poco femeninas y tan sesudas como inquisidor quieren borrar de los diccionarios esa infame y a la vez querida palabreja. Mas, cata ahí que podrán liquidar con la palabra. Nunca acabar con el oficio. Y que me perdonen esas buenas mujeres a las que amé tanto. Uno ha aprendido tanto en los libros cómo escudriñando el mundo del barro caído de las daifas. ¡Pobres! No acantearlas, villanos, ni siquiera a las cantoneras de la Casa Campo pero traviesos estudiantes han venido y estamos todos al cabo de la calle. Tan lenguaraces y tan poco comedidos en sus bufonadas y chascarrillos siempre a verlas venir a pupilo en casas del hambre y aventajados discípulos del Domine Cabra que mantista me era yo pues mi colegio era sucursal de Alcalá y nuestro colegio o reformatorio de la piedad y cantera de vocaciones sacerdotales- había que ser santo no quedaba otro remedio aunque muy pecador soy Señor que el espíritu está pronto y la carne es flaca, ay pecadillos nuestros, le doy limpiaparabrisas de la memoria y se me empaña el cristal no sé si de remordimiento o de llanto pero no nos pongamos sentimentales- fue fundado por Diego Laínez aquel jesuita que sostenía que a Dios rogando y con el mazo dando y un ojo en el cielo y otro en el suelo. Iba a ser mantista (por atuendo la pañosa parda y la beca roja y el bonete de tres picos que había que quitarse siempre este gorro picudo que tanto nos entusiasmaba al pasar por la puerta de una iglesia o ante una imagen de la Virgen María o cuando nos encobrábamos con un cura arropado en su capa y guardando bien el colodro de los vientos mortíferos de aquella ciudad con una teja de cachemir) y caminar por las veredas de la Escolástica. Tú vales mucho chaval. Tú tienes madera de santo. Lo mismo que llegas a cardenal. Ya veremos. Primero hacerme lo que se dice un hombre, pero antes hay que pasar por la tonsura y ascendiendo al ostiariado al subdiaconado para posteriormente ingresar las galas del diaconado. Todo era como muy jerárquico y no se podían pegar brincos en el escalafón. Después presbítero y con un poco de suerte hala obispo. Largo nos lo fiáis. Vocación y entusiasmo no nos faltaban pero los ventalles de una calle estrecha y larga a la umbría en Pontefractum subsidiaria de Complutum ya digo eran mortíferos. Se te paraban los pulsos o se congelaban las esperanzas y si levantabas el gallo eras un díscolo o te ponían el matasellos de rebelde. Aquel tiempo me enseñó a conocer a la SRI y amarla en sus grandezas y sus miserias. En la pureza de vida de algunos de sus ministros y las corrupciones de otros. Los peores los más taimados los que parecían más místicos. Algunos de los gramáticos cogían catarro y otros pulmonía y a otros teníamos que cantarlos el “entierrillo” pues se morían. Los inviernos de por aquel entonces eran lo que se dice inviernos.¡Caía cada peladilla! ¡Y qué carámbanos en los aleros, madre mía! No teníamos agua corriente y muchas mañanas al levantarnos al toque de campana habíamos de romper el hielo de la palangana con la contera del zapato o la navajilla que todos usábamos para cortar el pan para lavarnos como los gatos. Más de quinientos tíos oye y escaseando el aseo debía de oler a montuno que tú no veas. El aire te cantaba al entrar los primeros días pero luego te ibas acostumbrando. Además desnudarse enfrente del compañero era una falta contra la modestia. Como en todos los sitios cerrados y aislados del mundo la mariconería a la que llamábamos amistades particulares eran también una peste mortífera (Ahora las cosas cambiaron gracias a Dios aunque el celibato sacerdotal siga siendo a nuestro juicio una asignatura en la iglesia latina). Y luego había que confesarse si por casualidad habías visto al gramático Anastasio o al retórico Perico en calzoncillos ya estábamos con la canción guerrera de los escrúpulos. Pues todas aquellas escabrosidades pertenecían al capítulo de la concupiscencia de la carne. A veces el director de novicios intrigado preguntaba de qué color eran. - Pues blancos, padre Muñana, blancos. ¡Como van a ser sino! Blancos y largos hasta la pantorrilla vulgarmente denominados marianos. Por el envés con palominos Gastábamos marianos anda que si hubiéramos usado los slips o taparrabos de ahora. El padre espiritual nos hubiese marcado doble penitencia. -Hay que tener guarda de la vista, hijo mío. -Si, padre. -Pídeselo a la Virgen. -sí, padre. Pero a todo esto y cuando impartía tan saludables recomendaciones hacía el padre Muñana unas aproximaciones que no eran tan santas. Te apretaba las mejillas y se acercaba carrillo con carrillo a ti que tú no veas. Parecía que estábamos bailando un tango o un fox en lugar de arrollidarnos ante el tribunal de la penitencia. Entonces inocentes de nosotros pipiolos no lo sabíamos pero eso hoy tiene un nombre. A mí aquellos apretones me alarmaron y desde aquélla sigo teniendo ciertas reservas con ese tipo de confesión auricular o exmolegesis y creo que con esta postura no cometo aberraciones contra el dogma. Pienso que todo lo que es morboso es pecaminoso y no puede ser de Cristo Por otra parte la aglomeración o los miasmas del aire la higiene era harto deficitaria. Cuando la gripe del 56 cascaron unos cuantos seminaristas. Era por el mes de octubre que me acuerdo como si fuera ayer y enterramos a siete en quince días del Menor y a cuatro del Mayor. Mi padre que estaba de maniobras vino a verme y tuvo una agarrada con el rector y quería sacarme de allí casi a patadas. Pero hombre de Dios, don Julián ¿cómo tienen ustedes a estos hijos de tan mala manera hacinados? Pero mi madre no le dejó porque su gran sueño en el mundo era tener un ungido sacerdotal. Toda su vida de dios estuvo preparando mi madre mi cante misa Se declaró cuarentena y allá abajo estaba en el patio mi progenitor una tarde de otoño con las estrellas de teniente recién estrenadas pues acababa de ascender llamándome por mi nombre. -Antoñito... Antoñito yo en pijama me asomé por la ventana y ante las voces cuarteleras de mi padre se preparó un pequeño cachondeo en el dormitorio corrido que era la enfermería. Mi padre tenía una voz potente de sargento mayor. Aparecí por la ventana de la enfermería que daba al callejón en la trasmuralla casi frente por frente de la Casa del gobernador civil, a la sazón, el murciano Pascual Marín Pérez. Me daba un poco de vergoña pues tenía casi 38 de fiebre y una tos perruna que no se me quitaba ni para la de dios. Le acompañaba un machacante que llevaba en la mano un talego blanco. A través de la reja me lo entregó. Era el añorado matute. Venían unos choricillos de Cantimpalos una hogaza de pan del pueblo y dos botellas con agua de limón. -Ten para que hagas gárgaras. -Sí, papá. Repartí el yantar entre mis camaradas y no sé si del susto de ver a mi padre artillero que me llamaba desde la calle cuando estábamos rezando la sabatina o del gusto de los chorizos y de las lonchas de jamón se me pasó la fiebre y me dieron de alta. Siempre me acordaré de aquella experiencia en que estuvieron a punto de cantarme el gorigori porque la temperatura me subió a cuarenta y algo y yo creo que vi el túnel ese de calma que aseguran haber contemplado los que estuvieron a punto de tramontar la frontera entre la vida y la muerte, y flotar, empecé a flotar. Me veía flotar como si el alma se me saliese del cuerpo y se encaramarse al techo y colgada del globo de la lámpara circular contemplase a mi propio cuerpo yacente. Tienes madera de santo nos decían. ¿Madera de perdedor? Nunca pondré la mano en el fuego pero aquella enseñanza fue tan penetrante y eficaz que lo que aprendí aquellos nunca se apartará de mí. El amor a la letra muerta. El entusiasmo con la grandeza y la belleza de la Iglesia. La liturgia. El paso del tiempo. La armonía de las estaciones del año o el movimiento cíclico del calendario, la carrera de los días que remeda a la de los astros. El amor a la vida. El complejo de culpa combinado con un cierto optimista a sabiendas que Dios perdona. Los terrores del infierno y una cierta prevención hacia la mujer. Cárcel de amor fueron aquellos años. A pesar de todo si volviese a nacer yo volvería a mi pupitre de aquel estudio de ventanales con vistas a la sierra donde la Dama Nevada era un testimonio estimulante a viajar a otros mundos -¿qué habría detrás de aquellas crestas de nieve? El mundo ¿Y qué era el mundo? Nos hicieron soñadores. Utopistas. Yo tenía una visión del mundo curiosa y pecaminosa pero había que ganar almas para Dios, ser apóstol etc., cabalgando en la escoba de la imaginación. La loca de la casa. Ya estamos. Yo era entonces y lo sigo siendo un fantasioso. Mi peregrinación por la tristeza y por la dicha. Amor profano y amor ideal. A Alcalá putas que viene san Lucas. O Petrarca y el Dante siempre buscando a su Beatriz o a su Laura. Hégiras místicas escalando las cimas de la santidad y bajads al valle o la sima de las tgabernas y guaridas de la Trotaconventos Antes morir que pecar. Más adelante iría al Toboso creyendo que allí encontraría a Dulcinea. Era solo Maritornes pero a mí Maritornes me hace mejor servicio que todas esas beldades que al fin serán también pasto de gusanos pero siempre con tales flaquezas fue tolerante como buen español que siente en lo más profundo la huella del catolicismo y mi olla mi misa y mi María Luisa; por eso siempre anduve a trompazos con las mentes de vía estrecha, los garbanceros, las inteligencias de mosquito, los rencorosos, los difamadores o los que no tuvieron la suerte de encontrar esa fe de principios que me inculcaron desde niño. De la taberna al tabernáculo hay solo un paso y las casuchas de mala muerte se recuestan contra los muros altivos y solemnes de la catedral. Así que estos días he vuelto con tristeza a las aulas de lo que fuera mi alma mater. La casa está vacía pero la imponente fachada herreriana sigue ahí con sus impresionantes acroteras que abarcan la esfera armilar en redondeles del mundo y la cúpula en forma de alcuza. “Aceitera” llamábamos los estudiantes a aquella torre y paseado por los tránsitos filosofales donde estaba el edículo de la Señora a la que amé tanto, patio de un solemne renacentismo y lo que se dice una casa jesuitina pero han esquilmado la biblioteca, han quitado la campana cuyos golpes marcaron los pasos de nuestra vida colegial. Campanas de la torre alcuza que ya no retiñen. Las han vendido seguramente para fundirlas en balas o a lo mejor para fabricar teléfonos móviles. Ya por entonces empezaron a llegar las bandas rfapaces y meoredeadoras de los anticuarios. Se dedicaban al trato de obras de arte. Castilla se quedó sin las tallas de los santos de sus retablos y desnudo de sus piedras. Las ménsulas y las florituras en arenisca de sus capiteles historiados todos se los llevaron hombre por dios ¡Qué expolio! Fue mucho más temible la modernidad que la francesada y el propio judeomasón Mendizábal y su política de exclaustración monástica y desamortización de iglesias y conventos no acabó con tanto. Rapiñas y esquilmos. Todos a por el oro de la Iglesia. Las vírgenes negras amamantadoras de preces y sueños adornando los tálamos de los poderosos. Tutora del reglamento aquel bronce nos mantenía derechos como una vela haciendo divisiones de los espacios del día. A cada actividad una cuadricula y parece que todo te lo daban hecho. A las seis y media tocaban diana. Y ahora a misa y luego estudio después bajada al refectorio más tarde quiete o recreación paseo clase estudio preces reserva del Santísimo el “sub tuum presidium” con el que nos acogíamos al manto de la Virgen meditatio mortis y a la piltra. Vida cuartelera. No teníamos tiempo ni para pensar en nosotros mismos. Por eso entre nosotros se desconocía la depresión. Si dejabas la cama sin hacer o ponías el bonete de medio lado o la beca torcida- cuantas veces me acordé de aquella beca roja de mantista estola y escala de sabiduría- te caía un réspice o rapapolvos del presidente. El señor presidente, otro seminarista de los cursos superiores, era una especie de comisario que nos tenía a todos derechos como vela y nos hacía a todos guardar la linea. He vuelto al lugar y me he dicho. Aquí está mi hontanar. Aquí todo empezó. El alma mater en que me empedraron con sorites y silogismos. Aprendía a escanciar a Horacio y a traducir a Cicerón. Me hicieron un rebelde y un humanista. Aquella idea del mundo cabal total y congruente lógica como lógico es el catolicismo no se borrará de mi mente La verdad es que la vida no es como me contaron aquellos buenos padres educadores. No guarda un rigor lógico. El bien y el mal no están trazados as cordel ni vienen marcados por una divisoria de la misma manera que los conventos y las catedrales suelen estar al lado de las mancebías. Todo es un magma común. Un totum revolutum y la vida no tiene argumento como tratan de explicarnos las malas novelas. No hay consecuencia temporum ni concatenación de acontecimiento. Es una cadena sin eslabón. Pero no me quejo. En aquella casa encumbrada en el cerro más alto de la ciudad fui feliz lo que me permite sonreír con benevolencia cuando alguien cuenta un chascarrillo. Bah chiquilladas. Nada tiene importancia y a Alcalá putas que llega san Lucas. En la ciudad complutense por lo que trasciende de lo que Quevedo escribió debía de ser memorable la feria del santo. Que hasta los más sesudos catedráticos se iban de picos pardos. Aliquando dormitat Homerus y no viene mal una canita al aire... 3 de diciembre de 2006 se puso el domine al poste tenemos que hacerle algunas preguntas al domine las ruedas de prensa se organizan akl salir de clas y allí estaba el pobre Padre Valorado asaetado a preguntas de los gramáticos y retóricos. Era el padre Regatillo