2021-10-11

 

LAS CONTRADICCIONES DE TOLSTOI

 

Antonio Parra

 

Tolstoi es el genio egocéntrico alternante contradictorio en cuya persona se alcanza la cima en literatura rusa y acaso también de la novelística de todos los tiempos. Los periodos de fervor religioso los alterna con visitas esporádicas a casas de tolerancia o yaciendo en plan aquí te pillo aquí te mato con las mujeres de sus siervos por lo cual se crea en su espíritu un ridículo complejo de culpa que le conduce a la actitud de poses beatonas y compungidas. Parece que toda su vida estuvo prendiendo una vela a dios y otra al demonio. Todo lo anota.

 Es un autor que suele dejar poco en el tintero pues sabe mejor que nadie escribir largo sin caer en el solecismo farragoso ni en el tópico. Todo lo rumia. Es el típico literato que se autoflagela sin que los hechos y aconteceres de su peripecia vital lo apabullen. Conoce el secreto para sacar la cabeza a flote en medio del torbellino. De su particular autoflagelación salen cuentos y novelas y en su afán de introspección guarda analogías con Fran Kafka. Se entusiasma con el evangelio de San Mateo y con Rousseau. Brujulea entre los fervorines místicos, la lascivia y el complejo de culpa. Sus prosas de exaltación evangélica hasta pudieran resultar nihilistas. Es un iconoclasta a la vez que un esmerado pintor de iconos.

 En sus escritos surgen los cantos de alabanza jamás escuchados hacia la persona de Jesús compaginadas con diatribas hacia los popes y hacia la iglesia estamental. Dice cosas muy crudas y acaso exageradas de la Ortodoxia denominándola lugar sin más alma que el vacío de una mascara. No es un escritor divino a lo Dostoievski de cuya profundidad carece. Vividor y realista, su tinglado se monta de tejas abajo. El más allá le preocupa menos que el dolor y el sufrimiento del ser humano como ser para la muerte. Su religiosidad se convierte así en filantropía. De modo que resulta el más humano y compasivo de los escritores.

Si de tarde en tarde se mofa de Iván Turgeneff y con Turgeneff de toda la escuela occidentalita de Petrogrado, mentores de la idea del cambio y propulsores de la democracia decabrista, Tolstoi se siente desconcertado cuando llega a Londres “una ciudad de autómatas” en la que se percibe la decadencia y el egoísmo de occidente donde todo es tan frío o en Paris donde se indigna ante los despojos de Napoleón el insolente genio de la guerra. Veía en Bonaparte un precursor maligno de Hitler y no toma partido Tolstoi ni por los zapadnietski o defensores de la occidentalización rusa ni de los raskolniki mentores a ultranza del nacionalismo cósmico y de la idea mesiánica de la Santa Rusia.

 El 3 de marzo de 1861 cuando el zar proclama la manumisión de los siervos anota Tolstoi en su diario la grandeza del acontecimiento tan trascendental para los destinos de su patria. Dicho amor y deferencia para con los humildes no obsta para que continúe conservando sus maneras aristócratas de barin rural que con frecuencia utiliza el knyt (látigo) para golpear a los criados perezosos. Cuando era oficial en Sebastopol a su ordenanza también le mide las costillas por el menor pretexto con frecuencia para desahogar su frustración. Tolstoi de baja estatura (media un metro setenta) era sin embargo muy forzudo. Idealista puro y siempre saliendo en defensa de los ideales y aspiraciones más nobles en su vida privada, según sus biógrafos se, distinguía por la tacañería. Contaba hasta la última copeca.

 Y sin embargo gran jugador era capaz de gastarse un millón de rublos a la ruleta durante una sola noche. Carecía de sentido de la medida. Él era grande como su obra misma. No tiene moldes. El conde Tolstoi es occidentalita y rusófilo según que racha o qué viento sople. El mayor de los escritores rusos no pertenece a Rusia ni a sí mismo. Pertenece al alma humana. En su trascendencia se muestra universal. Puede defender con entusiasmo el valor eterno de la literatura sin las contaminaciones espurias de la política para mejorar la vía de conocimiento hacia las verdades inmutables del ser humano.

 Huye del mundo, se refugia  en su hacienda, en su dacha, pero tampoco puede vivir sin la comunicación de las gentes. Es un filántropo  un propedéutico y un pedagogo y al mismo tiempo dentro de su aura de misticismo flota un ambiente diabólico. Su conocimiento se acerca a las verdades inmutables del alma humana pero con frecuencia reniega de su afán esteticista, sale de su torre de marfil y huye a los prostíbulos y las tabernas. Pero también existe otro Tolstoi político que redacta manifiestos que asume posturas y escribe cartas de protesta al zar o libelos a favor de la manumisión de los siervos. Redacta pancartas contra la guerra.

Son interesantes asimismo sus relaciones con Turgeneff al que maltrata de palabrea y de obra llegándole a desafiar a duelo, que nunca se celebró. A pesar de que el autor de Humo fue el que introdujo a Tolstoi en el mundo literario de Petrogrado. Semejante desafección habla de una cierta mezquindad por parte del genio aunque bien puede ser que sus altercados fuesen resultantes no más que de sus celos. Celos literarios. Pasó algún tiempo en una comuna y de hecho fue uno de los primeros autores comunistas que se adelanta a Karl Marx y a los rabinistas ingleses con el evangelio en la mano, lo que implica una crítica demoledora de los principios de la iglesia establecida, pero no es capaz de arrogar los usos y costumbres, hez del decadente occidente, que con la pluma fustigaba pero a los que se abrazaba en la vida real.

Le roía la pasión del naipe. En su vida privada resulta un pedagogo y un inmoralista a la vez.  Magnánimo y cicatero frecuentador de ventorros y lupanares que sabe a la vez desenvolverse como pez en el agua en los ambientes come il faut de los salones peterburgueses. Es sátiro y fauno a la vez que manso galán enamorado y elegante autor de erotismo platónico. Estas son sus contradicciones. En él aletea el espíritu de la objeción. El arte es un perpetuo contraste, un unda maris que carece de ética como la propia historia donde la noción del bien y el mal se pierde en un laberinto de calles sin nombre que vive en perpetua contradanza. Son los movientes de sístole y diástole en los que se teje toda crónica.

 El novelista experimenta  lo mismo que San Pablo del aguijón de la concupiscencia. Hace penitencia, se reprocha a sí propio su liviandad, formula buenos propósitos y establece un esquema de enmienda un plan de vida, pero vuelve a caer. Sus intenciones se desbaratan en un minuto nada más toparse con un bello palmito o con unas garbosas caderas femeninas moviéndose con contundencia. Dijo Lev Tolstoi que el arte es una hermosa mentira una visión espectral que interpone ante nosotros el diablo para que nos dejemos seducir. Menudean entradas en su diario con llamadas al propósito de la enmienda. Anuncia con frecuencia que dejara la literatura para dedicarse a peregrinar y que va a romper su compromiso con las letras pero un poco más adelante este minucioso memorialista dice todo lo contrario.

 Al autor de Ana Karenina el aguijón de emborronar papel le acucia hasta los últimos días de su existencia. Murió a los 82 años después de un berrinche con su mujer en la sala de espera de una estación de ferrocarril en el sector de Astapovo. Huía de los libros y del mal genio de su esposa; fue un vejador eminente este gran conocedor de la condición femenina. Y, ligero de equipaje, quiso ir al encuentro de la muerte. La vida y la obra del genio fueron una contradicción in terminis pero fue un favorito de los dioses. Tuvo suerte con las mujeres. Con los editores. Con el público. A los 24 años hace lo que tantos y tantos aspirantes a los laureles de la fama. Termina un manuscrito va a correos y lo envía a un editor al cual desconoce, cruza los dedos y espera en el maná llovedizo de los aires. Es cuando un escritor juega a la lotería y se marcan los rumbos de su destino. Tolstoi tuvo suerte pero esto no suele ser así en la mayoría de losa casos.

 Semanas adelante, el joven teniente artillero encuadrado en un regimiento de combate de Armenia recaba respuesta satisfactoria del editor. Su texto ha entusiasmado a Nebrashkov dueño de una imprenta en Moscú. Nebrashkov sería fiel a Tolstoi durante la mayor parte de su carrera literaria por encima de las veleidades, demasías y abusos tan  característicos del literato. Aunque con algunas limitaciones, el librero promete dar a la estampa la novela que lleva por título  Infancia. 

Se trata de una obra primeriza pero en la cual destellan algunas cualidades del que sería monstruo de la literatura universal como las dotes de observación o el plasticismo de sus descripciones, la soltura de las tramas, o la buena yuxtaposición o ensamble del escenario. En  Adolescencia, que vendría de seguido, Tolstoi tantea el camino. Le falta aun mucho por alcanzar aquel estilo suyo tan peculiar y que es denominado en novela tolstoiana (novela río) que define a la vida y a los hombres a sus pasiones y dolamas. El ser y la nada en el tiempo finito porque en realidad el hombre no es nada.

 De allí en adelante la carrera del joven valor poco a poco y al igual el arroyo de aguas bravas descubierto por Nekrashov pasa a ser una inmensa red fluvial, un río caudaloso de aguas pandas como el Volga. En la inmensa estepa el torrente se calma.

El lecho del río es amplio y hace meandros pero no se saldrá de madre. Tiene un objetivo la gran novela como testimonio de los avatares de la existencia humana (guerras amores, desamores, ascensos, caídas, el rotar de las estaciones bosques- el misterioso bosque ruso (les) y grandes extensiones fincas como Yashnaia Polaina. O  casas que se deshacen, matrimonios rotos, incomprensiones, el valor castrense y la santidad, las rameras, los remeros los borrachos los monjes exclaustrados y esa inmensa población flotante de iluminados o yurodivi que recorre la estepa. Y por ultimo aborda el tema de la muerte. La pluma de Tolstoi transita como a lo largo de un espejo a través de estas realidades. Los tiempos mudan. Las estructuras avanzan o retroceden pero el hombre continúa idéntico a sí mismo. En sus perplejidades. En sus ensueños que el destino se encarga de desenhetrar. Esta es una de las partes del drama vitalista que plantea Tolstoi como Shakespeare, como el Dante, como Cervantes.

 Que nada cambia, que el hombre sigue siendo igual, pese a las redenciones y a los proyectos mediúmnicos, la acción filantrópica de los gobiernos, las predicas de los misioneros y los proyectos de reforma. Domaremos a la naturaleza pero al ser humano no se le podrá domar. Es incontrolable y problemático. La prosa de Tolstoi es plana y de una portentosa sencillez, mas, poderosa en su efectividad. No busca alifafes ni requilorios. La prosa de Tolstoi no es altisonante como la de Pushkin sino llana ni endiabladamente mágica como la de Chejov. Podrá carecer de la ternura de éste pero es más eficaz. Concibe la vida como un inmenso río madre en el que desembocan muchos afluentes y todos ellos van a dar a la mar que es el morir según el concepto manriqueño.

 El tono que elige es a la vez épico y elegiaco. Todo Tolstoi es el Volga. Un remero que cruza. Un batelero que avanza narrando y contando. En el alveo de este caudal fluvial está lo ancho y lo estrecho lo profundo y lo alto. En una palabra asume todas las dimensiones narrativas. Todos los perfiles. Carece de altibajos. Constituye un pavoroso enigma de sindéresis dentro de las fluctuaciones contradictorias del comportamiento humano. Una de sus obras menores pero que mejor definen su carácter y de las menos estudiadas es  la muerte de Ivan Illich. Refleja un gran conocimiento clínico y eso que el autor no era médico. Sólo un profundo psicólogo. Se empapó de vida antes de sentarse a redactar. Extrajo Tolstoi su arte de la experiencia. Su trayectoria como artillero en una de las interminables guerras del Caúcaso fue determinante. Como soldado fue irregular e indisciplinado. Sólo le fue conferida la cruz de santa Ana de segunda clase. Nunca fue un oficial brillante como su hermano Nikolai. Sin embargo, sus aventuras bajo las armas serán el magma que impregne su potencial novelístico.

En Crimea recogió datos para cargar el volcán narrativo que es Guerra y paz. En aquellas cargas de la caballería cosaca, en aquellos lances de honor, el robo, el rapto, la quema de aldeas, las batidas de tierra quemada o la ingesta de vodka siempre copiosa, la holganza con mozas y paseos a escondidas entre el oficial y la chaval que terminaban en el pajar. Amor a escondidas. O las noches enteras ante el tapete verde.

Todo esto impresiona su sensible retina de escritor. Como visor de la vida humana en un par de líneas sabe captar una situación o esenciar a un personaje. En la muerte de Ivan Illich narra el drama de un matrimonio desvencijado de la pareja formada por Ivan Illich y Praskovia Fiodorvna. Él es un brillante magistrado al que le van bien las cosas. Ha triunfado en la vida pero no en el amor. Son frecuentes las riñas  y los altercados con su mujer (quizás un traslado autobiográfico del borrascoso matrimonio del propio novelista). Ella es ambiciosa, dominante. Él es bueno pero débil.

 No obstante, Ivan se desvive por dar un buen pasar a su mujer y a los suyos. No escatima ningún esfuerzo para que a su familia no les falte nada de nada. El juez de distrito, Ivan Illich, consigue un ascenso y es enviado a otra provincia. Tanta es la ilusión que embarga al protagonista que en los trabajos de restauración y mudanza ayuda a los obreros y a los criados pero poniendo una cortina se cae de la escalera. Se lastima una costilla. Un golpe sin importancia; sin embargo aquella lesión intercostal va a degenerar en un cáncer. Para colmo, a su mujer no le gusta cómo Ivan  ha decorado el nuevo hogar. Un drama. Tolstoi lo consigna en una párrafo

“Praskovia Fiodorovna echaba la culpa a su marido de todos los reveses sufridos en la nueva residencia. La mayoría de los temas de conversación entre marido y mujer conducía a viejas querellas y a cada instante estaban a punto de surgir nuevos altercados. Quedaban sólo escasos períodos de amor que se hacían muy breves. Eran islotes a los que aportaban un momento para adentrarse luego en el mar de hostilidad latente en el cual el matrimonio naufragaba”

En este libro plantea Tolstoi la soledad e incomunicación en la cual transcurren las vidas humanas incapaces de franquear las barreras de incomprensión y de egoísmos circundantes. Cada uno vivía en su mundo. Iván en sus negocios curiales dentro del afán de una existencia anodina y de provincias. Creía darle todo a su mujer. Pero todo cuanto le daba no era bastante. Praskovia vivía en su mundo, en sus puestas de largo, en sus trajes de noche. En el fondo se mostraba resentida con su esposo pero disimulaba esta aversión bajo una capa de apariencias y de convencionalismos. No era capaz de entender a su marido a quien el fatal golpe en el costado se le había declarado en un dolor lancinante. Piensa a lo primero que es algo leve un simple mal de ijada. A veces se queja pero su mujer le dice le dice que es un aprensivo y un blando que vaya a un medico en  vez de estarse todo el día lamentándose.

 He aquí otra manifestación de crueldad femenil. Acude Iván a un especialista. Vagas respuestas. Que si el intestino grueso que si el riñón flotante. La enfermedad sigue su curso. Los dolores se hacen insoportables. Pero el hombre no se puede quejar ante su familia o le sale su esposa con cajas destempladas: “no te tomaste las pastillas”. Su único consuelo es leer la Biblia y como Job cae en un letargo que determina  su abandono. Todos lo han abandonado. La referencia tolstoiana es el gran libro de Job. En esta novela magistral no solo se traza un cuadro de costumbres de la época. Se va más allá al establecer un diorama de la soledad del hombre sobre la tierra. El tema no es la enfermad sino la incomunicabilidad de los seres. La soledad ante la muerte. En este retrato se podrán mirarse muchos ivanes Illich. Nadie escucha los lamentos ni se compadece de este Job ruso de provincias. El pobre tuvo una agonía terrible. Estuvo en un grito durante tres días. Sólo Gerasimo su fiel siervo le ayuda a portar la cruz en el último trance. Pasa las noches junto a la cabecera del enfermo sosteniéndole las piernas en alto para hacerle más llevadero los terribles dolores.

 El dolor siempre estaba ahí en las tripas agazapado, sordo, inexorable. La morfina no le hace efecto. Gerasimo con su caridad es el contrapunto al egoísmo de Praskovia. El enfermo aguarda a la muerte tendido en el diván. Tolstoi traza la desesperanza de un paciente terminal que vuelve la cara a la pared que llora en silencio. Los días se parecen a las noches y nunca acaba de amanecer. El paciente no duerme. Está postrado. Solo se amodorra algún rato en que le aquejan pesadillas. Se entretiene midiendo las grecas del techo empapelado de la habitación o contando los boliches del cabecero de la cama.

 Toca anheloso con sus manos flácidas el embozo de las sabanas, un gesto que tienen todos los agonizantes y que anuncia la llegada del próximo final. La sombra del pathos aletea en torno a la trama de esta novela de dolor. Las estrellas callan. La naturaleza se desentiende. Pobre del que se muere. Los deudos no quieren saber nada y las lágrimas de la viuda son siempre aparentes. La viuda rica que con un ojo llora y con otra repica que decía Clarín. Abandono. Infelicidad infidelidad. Fatalismo. Hay observaciones terriblemente proféticas en las que se constata la idiosincrasia de un enfermo terminal a los 45 años. El caso de Ivan Illich agonizante se sigue repitiendo a diario en todos los hospitales del mundo. Se da cuenta de que la mujer a la que ha amado es un ser extraño. Un fantasma.

Hay una idea que salta en esta powesti (narración corta) y que se repetirá como en una caja de resonancia en otras composiciones tolstoianas. Hay una idea que flota sobre el relato pleno de una amargura misógina. Muy sencillo y paradójico. La mujer que da la vida es también símbolo de la muerte. La ardid del diablo y la mujer forma parte del gran diseño diabólico que interviene también en la realización de la Historia. Según Tolstoi, en Eva subyace una voluntad diabólica, un elemento separador, cizañero que aleja al hombre del proyecto de su felicidad- y esto es lo que significa diabolos en griego: el interpuesto. Tolstoi estudió esta lengua durante varios años para obtener un acceso mas profundo al conocimiento de los evangelios y luego a dominar tanto el griego clásico como el coiné perfectamente y solía repetir que todos los cristianos debían de conocer esta lengua de la que dimana la guía de fuentes del cristianismo. Los caracteres femeninos que traza siguen el patrón del NT.

Y para él la mujer es mitad my mitad un amasijo de gracia y de pecado. Los desterrados hijos de Eva estamos condenados a arrastrar el peso de la culpa. En un cuento que titula  El Diablo (chiort) un barin acaba matando a tiros a una campesina. Y en el Padre Sergio, otro cuento maravilloso, basado en la vida de san Hilarión el eremita que reza y aguarda a la muerte en su snik o cueva de eremitas, se le aparece Satanás en forma de mujer. Si tu ojo te escandaliza arráncatelo etc. El siervo de dios sigue al pie de la letra la norma evangélica pero –la historia ofrece a consideración la preeminencia del mal, un arduo problema metafísico- a pesar de haberse yugulado la mano con un destral sucumbe a la tentación. Ese es el tenor de la historia, muy pesimista, de este autor nada espiritualista. Y por consecuencia de una gran modernidad positivista: el hombre es pura fisiología, el amor una cuestión de combinaciones químicas y no hay nada al otro lado de la cerca. Eso lo dice un literato que escribió una novela tan importante como es Resurrección. No se estaba refiriendo a la de Cristo, claro está sino a la de las plantas. Contradicciones señeras del alma rusa.

 CUANDO UN NOVEL RECIBE EL PREMIO NOBEL y SE LLAMA VARGAS LLOSA.

 

 

 Íbame yo un poco a la agachadiza con mi flash de dos mil duros de adquisición novísima en noche calurosa de septiembre tan tórrido y tan seco como mayo junio julio y agosto que aquí en Madrid todo es polvo y nada de lodos que casi se nos olvidó como es el agua caediza y de qué color es el barro. Noche de estreno que suele ser noche rumbosa. Se habían prendido las candilejas del Reina Victoria. El flash-caminaba yo pensando para mi capote que no me lo robe  cualquier de estos chorizos hampones que riegan con sus truhanerías y tirones la noche madrileña y sabe dios por donde van a asomar la oreja.

 Luego resulta que esos pobres chavales que tanto miedo infunden a las señoras que van al rosario y de aspecto algo atrabiliario melancólico cual diría el otro no matan una mosca, mal que les pese a su catadura. Se trata de africanos y de tercermundistas en tránsito a los que no alcanza para pagar la pensión y prefieren forzosamente por compañera la luna de Valencia. O de Madrid pero lo malo es tener miedo al miedo. Lo peor, la psicosis. Ningún percance me sucedió entre la boca el metro y la carrera de san jerónimo. Para colmo llegué al estreno con mis aparatos de retratar, hice una reverencia al conserje quien a su vez devolvió me el saludo con otra venia.

-Pase caballero.

Todo era luz. Todo eran alfombras. Perfumes caros y vestimenta chic de la gente importante y nocherniega. Había esa elegante discreción que solo suelen tener los españoles cuando van al teatro. Y lo malo es que me había colado de rondón a la fiesta guiado por mi suerte y mi olfato periodístico de paraparazi.

Recuerdo que una noche como esta por poco lo muelen a palos los Queen Fusilers en Falls Road de Belfast por ir a hacer un reportaje de un atentado con mi aparatoso flash. Es mas a este reportero lo derribaron al suelo y molieron a palos dos gorilas de Kissinger cuando éste se encontraba cenando en una fonda italiana de la tercera avenida. Los zaguanetes de la gente importante creen por lo visto en el dicho que el mejor retratero es el reportero muerto o el retratero deslomado. Sin embargo aquí los guardaespaldas del presidente –se nota que son guardias civiles- se3 abren paso sin brusquedades y todavía sonrie3n. Nunca he trabajado con mi propia policía. La de mi país. Eso es un valor activo de bienes raíces asset. Por otra parte una cámara de fotos sirve para disfrazarse de diablo cojuelo. Pero era la noche de fortuna.

 La verdad es que se me había pasado el atragante de la cena con una noticia que leí en un periódico que aseveraba que en lima mueren deshidratados en verano en los barrios de los bajos fondos una media de 450 personas. Sin embargo este mal regustillo se me pasó pronto cuando empecé a tirar placas como un condenado a la hermosa gente las beautiful the guys and dolls de la noche matritense. Me había colado en el Reina Victoria para ver una obra de Vargas Llosa.

Gran esfuerzo de interpretación y un ambiente chejoviano flotando sobre los diálogos pero sin la dulzura del gran dramaturgo ruso – Vargas no es más que un perulero circunciso al que todo el mundo hace la ola no te fastidia no me descrismes esto lo escribía yo hace 25 años y no suelo variar en mis veredictos. Mucho cholito y mucha guajira silbante del lenguaje del mango y esa verborrea latina que no va a ninguna parte. La Ciudad y los Perros es una novela de aprendizaje mediocre que se nos ha colado como un best seller los hay que tuvieron suerte en la vida y no se a que logia se abrazaron a o que pila bautismal donde no está el bautista por supuesto pero aquí el que tienen padrino se bautiza, ciudad de los perros y mucho perro.

Aquella noche de octubre del 82 yo no sabia que el indito de que bueno que viniste se iba a transformar en el heraldo del intercambiador las arrolladoras oleadas de gachipijos tomando Madrid y que bueno que viniste. La obra se llamaba la señorita de Tacna váyase usted a saber quien era aquella señorita. Recuerdo una frase de esta prójima seguramente una madame Bovary a la peruana: “ante el placer venéreo no hay ni marido ni hijos ni chulos ni dios un poco fuerte no. Mientras los cholitos de lima mueren de inanición aquí tenemos al señor vargas Llosa reflexionando sus propios polvos. Él pertenece a la clase aristoc5rata trasfretada y transterrada, una aristocracia “latino” que juega a la ruleta rusa y sólo parece existir para sus orgasmos. Vino a España a hacer las americas y se quedó.

 Todo un contraste. Me salí de la función. También a la agachadiza. Cuando uno se aburre en un teatro lo mejor es salir a echar un cigarro al vestíbulo o contar los minutos mirando pal claravoyo o ver lo blanca que tiene la cara la señora del guardarropa. Ni siquiera los desnudos de Rosalía Dans fueron capaces de animar la obra que se vino abajo en interés como una melaza. Hace poco más de un siglo a clarín y no le3jos de aquí a Clarín le silbaron un drama en tres actos “Teresa” pero no se puede comparar a Vargas Llosa con clarín con todos mis respetos. Sin embargo como este indito parece que cae bien a la parentela y gusta a las señoras pues dicen que es guapo no le silbaron ni patearon la obra. Antes bien llegaron a saludarle las autoridades. Todo el mundo al besamanos. Todos le hacían la ola. A mi me amostazaba tanto rendibú, el mucho  paripé.

 Por allí llegue a columbrar al Gran Ciprés y su mujer pianista cara de enterrador. Parece ser que al final del drama cunde el aburrimiento o el desencanto. Los espectadores parecían decepcionados de que su ídolo no estuviera a la altura de circunstancias y el papanatismo local hizo sus pros. De contras nada. El señor Vargas que nos parece un mediocre escritor se presentan en esta como si  fuera el embajador de todas las musas del olimpo vivir para ver. En el patio de butacas se había dado cita todo el encanto de la burguesía. Venían a ver al maharajá de los Andes. Don Vargas sonríe falso luciendo su dentadura de brahmán. Parece indio. No un cholito o de barman o un cruce de razas. La obra suya todo hay que decirlo no estuvo mas de dos semanas en cartel. Menos mal

 

viva la guardia civil la pilarica los protegerá

 LA PILARICA

En el primer banco se sentaban los doce guardia civiles de guarnición. Era un sargento el jefe de puesto de la comandancia de un pueblo asturiano posado en un valle a la riba de un río. Hay que atravesar un puente sobre el ejido donde pasta alguna que otra “Cordera” maternal y que para mí seguirá siendo vaca abuela con todo lo que digan - el peligro hoy no es el matadero de Noreña sino esa extraña enfermedad que trae a los ministros del ramo de cabeza: vacas locas- y luego se accede a través de una calle larga que se recuesta entre las peñas.

A mano izquierda hay un bar acera por frente del cuartelillo de la Benemérita y otro chigre más que se saltea con un taller de reparaciones de bici y un tercer figón más que regenta Mariano Proficuo dando a la plaza sombreada por la presencia de un carvajal secular cuyas ramas tocan los perfiles del alar de la iglesia y enraman como si fueran una pérgola del laurel de Baco la casa café de la panadera. Ésta debió de ser una mujer de buen ver pues más que comediados los setenta y próxima a los ochenta sigue pechugona ella y tan flamenca. Tiene el pelo rojizo y fabrica unas enfiladas exuberantes y tiernas igual que sus pechos.

Se la podría componer algunas endechas y dirigir unos buenos cantares a esta panadera comprensiva y rumiante que se trae un aire manso y ejemplar con las vacas que pacen en el sel de la entrada pasada la ferretería de Carola después de virar por la curva y ya estamos en el ojo mismo del valle al que mi vivir o la fuerza del destino me trajo rodando por las pendientes de la casualidad o de un secreto designio que llevamos al nacer todos en la frente y cuyo sentido oculto vamos desmadejando cada día de nuestra existencia. Nuestro porvenir cuelga de los cuernos enroscados del buey Apis.

Pues era el día de la Columna Nuestra. La Virgen sonreía en su trono de jaspe de su altar lateral en la iglesuca íntima llena de fervores tutelares y el anagrama mariano por todas partes; templo de traza cuadrada muy propia del arte visigótico que no utiliza el círculo para nada. Diseño primitivo y rural, la traza románica conocería siglos adelante las excrecencias prendas y arrequives del barroco. En la nave de la epístola había un altar que representaba con mucho entremetimiento y pompa el árbol de Jetsé todo de colorines, muy rural, primitivo y tosco pero con un resultado que no podía ser más certero porque inducía a centrar el alma en el recogimiento. Un movimiento de piedad al tiempo que una sonrisa embargaba al visitante. Debajo del coro había un confesionario de castaño de traza cuadrada en cuyo dintel ponía el número de su data. Había sido construido en 1808, fecha evocadora de muchos sentimientos

en cualquier español por poco patriota que se sienta un español. La junta de Asturias fue la primera en alzarse contra Napoleón. Esta comarca verdadero riñón de los concejos y cabildos todavía resulta efervescente en todo a lo referente a nuestro pasado. Por eso aquí se siente con más fervor que ninguna otra parte el sentido de la fiesta nacional. Al menos yo vibré el doce de octubre del 2000 con toda aquella escolta de gastadores rindiendo honores ante el altar mayor.

Tengo que decir que el arcipreste don Quintín pronunció un sermón muy sentido de los que por desgracia no se escuchan en nuestro templos desde que dirige los designios de la barca de Pedro ese polaco tan misterioso y comprometido con los poderes fácticos de la trilateral. Por eso tengo que aducir que la homilía del humilde sencillo cura de aldea me llenó de consuelo. Don Quintín, pequeño, algo calvo y rechoncho al que yo convido a culines o a una pinta en la taberna de la plaza adquirió ante mí una elevada talla moral que sobrepujaba a la del propio cardenal primado o el purpurado de Madrid. Porque si los príncipes de la Iglesia compasan y comanditan, transigen, tragan, ponen el cazo, acepto, lo que tú digas, vamos allá, París vale una misa, etc., con el orden terrenal los humildes clérigos de misa y olla se desentienden de esos planteamientos acomodaticios generales. Se les obliga a vivir hombro con hombro cabe el pueblo, sus problemas reales, sus zozobras, lejos de la retórica curial, los rescriptos y bulas papales; en una palabra, el Jesús de carne y hueso, hijo del carpintero y de María, el que talaba arados, mesas, ventanas, algún yugo de ciprés, la ventana que salía de sus manos no la carcomía la sarcoma, ni se abría con el viento recio de marzo, vedaba entrada a los ladrones.

Pero aquí estamos rozando uno de los enigmas más maravillosos de esta institución de origen divino a la cual los hombres bulderos y boleros han querido transformar a su capricho. Querían una iglesia hecha a su medida como una dulleta de encargo pero lo cierto es que a la institución empecatada y corrupta ya que siguiendo las indicaciones de Montesquieu -¿no fue el que dijo que todo el poder corrompe y el poder absoluto más todavía?- sólo le puede lavar la cara un san Francisco. Así la iglesia quedará a salvo de la ignominia gracias a un diácono.

La Tradición puede operar maravillas en misa de doce. En la ceremonia aleteaba un sentir antiguo que conectaba el presente con el pasado y nos colocaba delante de la mirada lo acontecido hacía muchísimos años y es que la memoria puede operar milagros. Es un divino don al que ahora combaten con tanto empeño los que hablan de borrarla en aras de su invento. Está visto que el legrado de memoria es uno de sus objetivos. Quieren convertirnos a todos en sapos y se inventa monsergas y acuñan consignas para que nos convirtamos a sus intereses. Tendrán bastante trabajo si de lo que se proponen es hacer que baje de su pedestal la Virgen del Pila

SAN FRUTOS EN TIEMPOS DESCREIDOS

 SAN FRUTOS PASA LA HOJA SOBRE SEGOVIA POLTRONA EGOISTA DESCRISTIANIZADA Y PECADORA

 

Bueno 25 de octubre. Un año más y San Frutos barbas de piedra bordón penitente de la Tebaida eremítica no pasa la hoja y mejor que no la corra porque entonces se acabaría el mundo. Yo no sé si se habrá acabado el mundo pero lo que sí sé es que se acabó aquella Segovia que conocí de niño. San Frutos los corra a gorrazos con su cachava. En primer lugar al obispo, luego al alcalde, y después al director del Adelantado que tuvo la desvergüenza de negarme una reseña una breve gacetilla a mi libro SZEMINARIO VACIO un canto a Segovia y un a obra de arte. Estoy tan orgulloso de ella como el admirado Leopoldo Alas cuando dio cima a la Regenta.”He aquí una obra de arte”, dijo Clarín al ver su obra salir de los tórculos cuando acaba de cumplir cuarenta años. Yo terminé la mía ya sesentón, tres años de trabajos. La Regenta estuvo congelada más de setenta años y la mía la acaban de poner las fuerzas vivas – Segovia la llamaban la ciudad de los caciques- en el frigorífico. Ellos tratan de hacer de mí un hombre nulo, me confieren la investidura de no person. No existes. Eres un meteco en tu patria. Han destruido la vieja cultura. No son cristianos. San Frutos no es más para ellos que una figura borrosa, un santo que no existió, una mera excusa para el botellón. Pajaritos fritos y dar la vuelta a la ermita del santo y a lo mejor no te vuelven a doler las muelas. Ahora han abierto una senda para que hagan pedestrismo sus señorías y hagan deportes. Sociedad hedonista y egoísta, insolidaria, mírame y no me toques. Pero los viejos cronicones no dudan del transito por la tierra de este santo varón que, harto de la ciudad que le vio nacer, de la poltronería y el hijo, hijo que bien estamos, cobramos la pensión… vívese ahora muy superior. Tenemos una tele de plasma, un pisito y un gorrino en la cohorte que vengas para la matanza oye, echa un trago, de tejas abajo. Por el encintado del acueducto arcos arriba se pasea muy gallardón el obispo don Opas. Hemos vuelto a abrir el portón. Don Ulfilas asomado al campanario de Santa Columba le hace coro y don Rodrigo por el amor de una mora entrega al sarraceno las llaves de España. Aquí se vive muy agustísimo, hijo. La princesa del pueblo sale todas las tardes por la tele y nos hace tururú la muy morritos. ETA ya no matan y los políticos y los periodistas son millonarios. Corrupción a gran escala. Mientras, el justo el que dice la verdad es perseguido, ninguneado, lo colocan la clámide  El príncipe galardona a un cohén. Esto parece una casa de putas. Entiendo porqué nuestro santo tutelar cogió los bártulos y se largó al yermo. A practicar el contemptus mundi y la apatheia (indiferencia ante las cosas humanas y apatía por lo temporal para ganar la vida eterna) Allí rezaba día y noche, ayunaba, nunca se cortaba el pelo y las uñas, se alimentaba de escarolas, muerdazos, tomillos y cardos. El que quiera salvar su vida la perderá con el regalo y el que la desdeñe la salvará. Desprecio de las cosas del mundo. Contemplación. Vivía en régimen de la tebaida de los anacoretas de Asia Menor, que se llamaba sinesactetum en el que se permitía la presencia de mujeres en los monasterios para dulcificar la vida y apaciguar los ardores de la tentación. Aquellos – hombres y mujeres – sí que eran santos de una sola pieza. Pero a muchos segovianos tenía que bajar del edículo en la puerta de la catedral y correrlos a gorrazos. Yo le dejaba la escalera.




LOA Y CONSIDERACIONES SOBRE SAN FRUTOS PROTECTOR DE LAS MAL CASADAS

  

BALADA Y LOOR A SAN FRUTOS PAJARERO

 

Bajo las naves colosales de la catedral más airosa de Castilla (pulcra leonina, dives burgalensis, alta segoviensis; la lady de las catedrales góticas la llaman, el canto del cisne del gótico tardío) sollozan los violines. El contralto ataca un solo allegro ma non tropo. Bordonean los bajos y a mí me parece que todos los 25 de octubre un ángel se nos aparece  a los soñadores como este servidor, católico sentimental feo y algo mayor que subimos a Segovia para cantar el himno de San Frutos nuestro glorioso patrón. Y la amada melodía que tantos recuerdos evoca en lontananza de vida y memoria flota y revolotea sobre los pináculos de la catedral de mi pueblo, se encarama a los empinos, salta a la pídola de arbotante en arbotante, hace un quiebro volandero como una golondrina sobre el carpanel de más arriba o se pone a jugar al tute con las ánimas vestido de sobrepelliz en una esquina del triforio.  

Los muertos  son convidados a la fiesta protagonistas de este concierto allí cuando el otoño por los campos de mi patria viste sus últimas sedas y se disfraza en la naturaleza de los mejores colores del año. ¡Dios cuanta belleza!

Uno piensa que no puede haber religión más hermosa que nuestro catolicismo. Aquí se rinde culto a la perfección. A eso lo llaman filocalía. El culto - razón llevabas Manolo Vicent en tu estupendo artículo sobre la desacralización de nuestra religión que trajo primero Lutero y luego la reforma litúrgica del último concilio pero trataré de probar, querido Manolo, que te equivocas- no puede ser a palo seco. Tiene que estar sujeto a los reverberos más viscerales e íntimos. Cristo era un griego helenizante y debió de amar todas esas cosas que hacen digna una existencia. Haber nacido y haber vivido a la sombra de una catedral siempre imprime carácter. Y yo fui seise en esta catedral y siempre que entro bajo la puerta de San Frutos que es nuestro Sarmental parece que estoy escuchando las queridas voces de los canónigos:

-Niños a coro – tronaba el deán don Fernando Revuelta desde las gradas del presbiterio.

 El pertiguero don Benedicto iba de aquí para allá resoplando con mucho meneo de haldas y de manteo. Le sudaba hasta la muceta con las carreras que se pegaba ¿Dónde iba don Benedicto que estaba muy gordo pero al que le sobraban bríos? ¿A qué todos esos baticores? Sonaban añafiles y timbales, una costumbre de la edad media y el señor obispo hacía el ingreso en su sede.  Aquel obispo ya quedan pocos como él era el último de su generación todo un obispón y los de ahora obispillos nada más. ¿Para qué rezar en la ermita cuando uno conoce la catedral? Tres acólitos arrastraban su capa magna de lo menos ocho metros y el maestro de ceremonias ordenaba a voces al organista don Celso:

-Celso, toca que viene el obispo.

Todos los 25 de octubre los hijos de la tierra nos reunimos en el altar que guarda las reliquias de San Frutos a cantar el himno.

Las notas trepan por lo alto de la bóveda entre vaharadas de incienso al infinito. Es la magia de los misterios eleusinos. El eco de las voces se pierde por los empinos  y va a meterse bajo las alas del serafín que exhibe una batuta de cristal y hace arpegios con las notas de una melodía ancestral que nosotros todos nos sabemos de memoria: “Al siervo bueno infiel que rogando sin cesar consigue bienes eternos, etc”. Aquella estrofa le salía bordada a mi amigo Marianillo. ¿Qué habrá sido de él? ¿Cantaría misa?

El 25 O es en Segovia una fiesta mágica. Del amor y la bienandanza nada de políticas. Nosotros honrábamos a San Frutos con el que llegaban las bandadas del jilguero del malvís y del golorito  porque nuestro patrón es un santo ecológico donde los haya. Es un dies fastus que dirían los latinos. Nada que ver con 11M ni con 11S –una nueva forma de catalogar los zarpazos de la bestia en el calendario-. El 25 de octubre es la fiesta del amor y de los pájarillos. San Frutos Pajarero llega cuando el otoño va de vencida. El vino en el lagar, el grano en la troje, los pámpanos de la vid materna convertidos en mostelas para nuestro calentamiento los días cortos, el mosto nuevo y las primeras nieves que coronan el vértice de las sierras.

El eco de las notas retorna por obra y gracia de uno de esos maravillosos misterios de la ortofonía y del Christus Musicus las sonoridades de este himno triunfal a este padre de la patria y a este santo de la tierra cuya existencia real fue una nebulosa pero como fe es creer en lo que no vimos cepos quedos que en mi pueblo no somos luteranos. Santo de casa dicen que no hace milagros. Creo que es erróneo ese aforismo. San Frutos pajarero hizo bastantes. Recuerdo aquellas visitas a su ermita durante mi infancia sobre un alcor en un impresionante risco adonde íbamos a ver la cuchillada de San Frutos el tajo que pegó sobre la roca viva, fe de Moisés camino de la tierra prometida, y se abrió una zanja y los moros que lo iban persiguiendo se los tragó la tierra, quedando todos sepultados en el abismos. Cuchillares y gollizos del Río Duratón donde estableció el campamento aquel glorioso cenobita que huyó al desierto en compañía de su mujer Engracia y de Valentín, su hijo (los cronistas les nombran como hermanos pero nuestro siervo de Dios y que pertenece a los ámbitos de la Leyenda Aurea vivió en un tiempo en que el celibato no había sido implantado entre los clérigos aunque lo hubiera aprobado el concilio de Elvira tres siglos antes) asqueado de la corrupción en la corte del rey godo. El reinado de Witiza vuelve a estar de moda que son los mismos perros con otros collares y regresamos a situaciones parecidas. Confieso que a veces me dan pujos de cerrar la tienda y emular a mi patrón largándome a la pedriza una legua de Sepúlveda a un tiro de piedra de un pueblo que llaman Caballar y cerca de los arribes del Duratón y desparramar mi boina por aquellas soledades en espera del tiempo que me quede en contacto con la naturaleza observando el vuelo del águila, cantando mis letanías. Escuchando el aullido del lobo o el bronco ladrar de los mastines. Villano en su rincón. Yo solo en mi cueva rodeado de mis libros y mis rosarios en compañía de mi perra trujillana. Haciendo penitencia por los muchos pecados de mi vida. Cada día es mayor el saco, Señor.

En aquellas soledades debió de establecerse la primera laura monástica de los visigodos fugitivos. Me refiero a las Cuevas de los Siete altares a las espeluncas de Peña Colgada en Fuentesoto,  cascajares y pobedas de Navalilla, las mastabas de Sacramenia y de Membibre de la Hoz. San Frutos debió de ser uno de aquellos cristianos procedentes del sur que venían huyendo de la quema esto es de la persecución sarracena. Tarik y sus secuaces para que aquellos que sigan creyendo en la tolerancia muslímica –sólo se invade a sangre y fuego- primero segaban cabezas luego hacían preguntas. Los que querían salvar la piel tenían que esconderse. Y a mi que no me digan a estas alturas – el otro día hablaba con un israelí y me confirmaba en mis supuestos- la reconquista fue un guerra justa. Fue una guerra defensiva. Se trataba de salvar una civilización Hay circunstancias en que los cristianos podemos acudir al recurso de la espada en defensa de muestra tierra de nuestras libertades de nuestra forma de entender el mundo. Desgraciadamente, habiéndose dado de mano todo lo que signifique ideal y afanes nobles hoy las guerras han dejado de ser altruistas y estallan por motivos económicos.

En esta hora difícil para estos reinos yo vuelvo a encontrar refugio y amparo en la cayada de San Frutos. La de la cuchillada. La que hendió la peña. Sus perseguidores fueron tragados por la tierra. Yo estoy seguro de que tales valimientos intercesores tendrían una aplicación práctica en estos mementos cuando el cristianismo es atacado desde todos los flancos. Manolo Vicent no parece comprender en su columna este milagro de san Frutos. Invocar a Lutero es como llamar al exterminador y el propio Lutero aquel mal fraile agustino murió empavorecido y aterrorizado con la que se preparó en Europa con sus prédicas de regreso a la estricta disciplina de las Escrituras. Desnudó los altares y combatió la superstición y nos dejó un cristianismo sin fastos ni fiestas a palo seco. No entendió que el mensaje de Jesucristo nada más humano es tolerancia y perdón y un hacer la vista  gruesa ante los errores del ser humano. Las iglesias luteranas con sus altares desnudos y arrebatadas de su hornacina las imágenes distorsionaron el mensaje evangélico. Uno entiende la religión cristiana como algo melifluo. Tiene que haber en él magia y misterio palabras asombrosas que no se comprendan. Ciertas referencias al abracadabra. Que penetre por los ojos y que nos venga por el oído. Fides ex auditu. Y sin tradición no vamos a ninguna parte. Para los protestantes todo es Biblia. Hermenéutica. Tiene que haber un cierto lujo estético. No quisiéramos tener que regresar a Chateaubriand y a su obra vértice El Genio del cristianismo para demostrar que ninguna religión alcanzó ese Súmmum bonum de las grandes catedrales góticas de los misterios eleusinos y del placer estético. San Frutos es un santo adscrito a esa leyenda áurea y su fiesta es para nosotros una un día mágico con connotaciones entrañables y una inmensa nostalgia mientras las notas del himno se esparcen gloriosas por la bóveda en medio de una inmensa armonía y de ese concento gozoso que extasiaba a fray Luis de León cuando escuchaba algún motete de Palestrina o de Salinas noche serena. Un año más y otro año menos. Hubiera querido visitar su ermita en Caballar y volver a ver aquellos exvotos y exuvia (muletas, fotografías de hijo que volvió con bien de la guerra o de la muchacha que salió con bien de la operación, bragueros, alforjas, la navaja de un asesino que no dio en el blanco o la bala del Rif que se presentó sin avisar y san Frutos puso la mano) que se guardan en la sacristía del antiguo monasterio de benitos de Silos. Aquellos aperos y aquellos trebejos testimoniales que tanto me impresionaron cuando era niño. Pero hay que regresar al tajo. Me hubiera quedado en Segovia ensimismado oyendo cantar a los jilgueros como solían allá por Tejadilla en el Campillo por los tajamares camino de Hontoria o por las gargantas del Eresma detrás del Peñascal o las cuestas de La Lastrilla. Un santo local transformado en mito. Les cazábamos con liga – hoy está prohibido – y con qué ganas tirábamos varetas los chaveas por aquellos riscos. San Frutos Pajarero. San Frutos bendito. Nuestro santo titular. Un año más y un año menos. Sus barbas derramadas sobre el libro en el pórtico de la catedral aquel libro que tiene una hoja a medio pasar. Cuando esta hoja regrese a su sitio se habrá acabado el mundo según una tradición. Pero fe vuelvo a insistir, es creer lo que no vimos. Y yo me entiendo y dios me entiende lo que decía Unamuno. Continuamos leyendo en un libro de Piedra. Mientras san Frutos desde su Tebaida no pase la hoja....

 

 


 

















2021-10-10

 HISTORIAS DE FUENTESOTO. EL NIÑO LOCO

 

En la iglesia e Fuentesoto pequeña modesta y con algún desaliño, construida bajo el reinado de Carlos III, antes era románica, olía a flores ahumadas, a retamar pinariego, a humo de las velas cuando se apagaban los hacheros. Había goteras y por un hueco del techo se colaba alguna paloma, también vimos un día una pareja de mochuelos. Por aquel boquete se colaba la lluvia la claridad de los solsticios. Las golondrinas anidaban en lo alto del retablo y revoloteaban en torno la cabeza coronada de espinas del cristo crucificado que remataba la bóveda. Alguno de la parroquia se distraía viéndolas volar y mirando para arriba. Pensaban que era el Espíritu Santo que bajaba a la hora de alzar.

La traza del templo era pueblerina. Imágenes toscas ocupaban los rincones de las capillas. Sumaban casi medio centenar. Las tallas de Nuestra Señora y la de san Antón eran las más importantes. El 17 de enero cuando la iglesia honra la memoria del santo eremita que un cuervo alimentaba trayéndole cada mañana un panecillo era la fiesta de aquella aldea segoviana. Venían los músicos de Peñafiel y los confiteros de Aranda. Había baile y la orquesta tocaba subido a lo alto de un carro del país. El abuelo se ponía la camisa nueva guardada entreaño en el arca. A los chicos nos daban una peseta para comprar garrapiñadas de Alcalá o hacer una puesta en el bote del Tío Bigotes. Los viejos sentados en los chimorretes de la plaza veían partidos de pelota a mano. También se jugaba al chico de a perra gorda. San Antón en lo más álgido del invierno porque arreciaba la cuesta de enero solía traer sol para alegrar la fiesta. Por la noche helaban y los “corines” se calentaban con buen vino de la bodega o con aguardiente.

¿Cómo es que a Antón –pensaba el Maudillo para sus adentros- siendo un santo penitente lo pintan con esa cara de pillo? ¿Con ese escapulario mugriento que parece no lavarse nunca y ese cerdito que lleva del ronzal?

Todos los domingos mientras ayudaba a misa al cura don Saturnino el niño no dejaba de mirar para arriba. Le hubiera gustado hablarle, decirle por lo menos “buenos días” pero san Antón estaba callado como un cartujo. Su indiferencia era casi monacal. Aquel bienaventurado de la Tebaida egipcia no quería saber nada de aquellos chicos que van a melones y a veces les coge el guarda o se dedican a destruir nidos. Para eso su amigo Vicente era todo un experto, se sabía todos los niños de collaba que empollaba la pájara en las suertes viejas. A lo mejor es que piensa que todos somos unos sarnosos decía Maudillo entre si

-Pero cómo quieres que te hable san Antonio, pedazo de adobe. Las visiones de los santos sólo pueden tenerlas aquellas personas que se pasan la vida rezando como tu abuela Rita

-¿Sí?

-Pues claro hombre claro

-A tu abuela rita ya se le han aparecido Dios y la Virgen muchas veces

Quien así hablaba era Elpidio el de la Melania, número uno en la escuela, el hijo del alcalde a quien su padre quería levar al seminario pues decía que era muy listo y valdría para cura.

La abuela Rita es baja y es coja, tiene mal genio. Lleva siempre un bastón de enebro para zurrar la badana a sus nietos que no se reportan o no hacen bien los mandados. A la abuela Rita no le gusta ir a meses porque dice que si las nueras… ella solita, bien solita, bien se vale y cada uno en su casa y Dios en la de todos. No quiere agobios. Ella su misa y su novena y su bastón. Los viernes acostumbra a quedarse en la iglesia un rato más para el Vía Crucis. Por enero empiezan a cacarear las pollitas y va al nidal a recoger los huevos. La víspera de las Candelas los quintos le robaron una gallina clueca para correr el gallo y bien que lo sintió, demonio. El incidente puso a la abuela Rita de un humor de perros. El Maudillo pagó los platos rotos cunado al salir de la escuela se dirigió a casa de sui abuela con la bolsa donde traía la enciclopedia y el pizarrín.

-¿Abuela usted vio por casualidad a san Antón?

Ante la pregunta la vieja se quedo de un aire y sin saber por donde tirar.

-¿Qué haces tú aquí, modorro, ya te dieron suelta?

-Vine a preguntar una cuestión importante. Elpidio me dice que usted como tanto reza tiene amistad con el cielo y se le aparecen los santos. ¿Y san Antón cómo es?

-Pues como le pintan hijo: la barba larga, la calva patriarcal y el cochinillo que le acompañan como un perrillo de aguas pero tú estás un poco salvaje, Maudillo, dejan los santos que bien están en los retablos. No cumpliste lo que te dije, te olvidaste de una formalidad. Al venir a casa de tu abuelo ¿qué se dice?

-Buenas tardes tenga usted señora Rita

-¿Y después?

-Besar la mano

-Buenas tardes tenga la mi señora

-Ahora ya puedes pasar

El muchacho sigue a través de un pasillo largo camino de la cocina. En ese corredor lóbrego como la cueva de Montesinos le daba la tía Jjuanilla la pobre sopas al Salvita y Pedro el sacristán cortaba el pelo a los hombres porque ejercía ese menester de barbero, hombre de muchos oficios pobre seguro. En aquel tiempo todos éramos pobres aunque felices pues no había otra cosa. La tía Rita estaba haciendo buñuelos y soplillos. Y la Tía Maricruz a la cual llamaban “Nuestra Señora de los Siete Tobillos” por su pie equino echaba de comer a las gallinas. Olía bien y se estaba caliente al lado del llar.

—¿Quieres tomar pan?

―Maudillo dije que no con la cabeza agitando su rubia pelambrera pues entonces date ligero, ve a la fuente a llenar la botija de agua. Después merendarás.

La fuente estaba a unos cien metros de donde tenía la abuela el corral. Era un manantial que escupía un torrente casi una catarata desde el interior de la roca viva. Llenó el cántaro, y ya se iba a volver cuando se escucha un tumulto y ruido de voces y alaridos. Venía la vacada y se había escapado una res pero cómo sería la cara de san Antón. El gañán del Fermín que arreaba a la boyada desde la vega de Pecharromán pegaba grandes voces e iba pegando brincos haciendo mover la tralla con agresivo bagtaneo triunfal:

Apartaisus que va torionda busca el toro padre y es peligrosa; tiene el celo por vez primera vez la novilla que hasta ayer era chota.

A las voces del mayoral la gente que pasaba par allá buscaba burladero en los soportales o se escondía a la puerta de los pajares o debajo de los carros.

El Maudillo que siempre había sido más valiente que nadie se quitó la chaqueta y a modo de capa quiso torear al eral:

― Eh, toro

―Maudillo quitate de hí que te amurca ¿no ves que está torionda y se tira al bulto?

Pero el chaval como si nada… cuando se quiso recordar ya estaba en el suelo derribado más por el miedo que por los cuernos del astado la vaca pasó de largo a toda velocidad. Debía de tener buienas entrañas. En la caída a Maudillo se le quebró el botijo y resultó con un siete en los pantalones. Cuando regresó al hogar la abuela Rita sacó su bastón a pasear y le puso al niño el culo como un tomate. Después de la paliza le dio de merendar. Las barbas de san Antón no eran barbas merovingias de chivo, eran más bien cartoplanas.

Mariano de la Melania que se preparaba para el seminario venía de dar lección con el señor mestro:

―¿Qué, zurraronte la badana?

―Tú eres un gilipollas. Y toda la culpa es tuya

El Maudillo crispó los puños y le largó una patada al Melania para que no se entrometiera jamás en donde nadie le llamaba. El Mariano regresó a casa chorreando sangre por las narices. Pasaba por allí el Tío colodro que se llamaba Nicolás aunque unos  decían Colodro y otros Coñete pues insertaba en sus conversaciones la palabra coño y le gustaba jugar al puño puñete. Todas las tardes iba a la bodega y regresaba a casa hablando con las estrellas y haciendo eses con sus albarcas. Era el borracho de Fuentesoto.

―Cuantos besos habrá dado usted al jarro, tío Coñete

―No muchos pero te participo que me gusta el traguillo. El vino es vida

―Ya, ya

―Tú que sabrás, modorro, de los avatares de la existencia. Yo estuve en la guerra y por poco me matan. En el botiquín el capitán medico me dio un cucuruchito de aguardiente y reviví. Los rojos nos hicieron una emboscada pero yo gracias al vino sobreviví. Saltaparapetos lo llaman

―¿Fue la Virgen la que estuvo de su parte o fue San Antón los agentes de aquel milagro permitiendo que volvieses a Fuentesoto sano y sano, tio Nicolás?

― No sé quío, no sé. Tal vez fueran los dos a la vez. Por eso cada mes les llevo un bodigo y mando decir una misa por el cabo de mi batallón que cayó en la batalla de Brunete.

El tío Colodro alias Coñete bebía sin parar tratando de evitar los malos recuerdos de la guerra. Por su parte el Maudillete estaba obsesionado con las barbas de San Antón. Quería entender qué pasaba allá arriba, quería ver a Dios que dicen que se le apareció a un pastor y le habló desde lo alto de una encina del somo.

De ordinario no suele ir nadie a la iglesia. Por eso el cura cerraba el templo después de misa. Desde muy antiguo desde los tiempos de los moros hubo una batalla en Fuentesoto culo roto siete varas y otro poco (decía el cantar), los sarracenos atacaron aquel recinto, los cristianos  les tiraban piedras desde la torre y no pudieron pasar, pero quedó un hueco en la pared y por esa ranura se introdujo Maudillo con la idea de hablar con los santos a solas. Se conoce que no había ningún bienaventurado de servicio aquel día. El niño llamó y llamó sin respuesta alguna. Toda la milicia celeste se había ido al bar para celebrar cualquier batalla contra la hueste de Luzbel.

― ¿Y a nosotros?

― A vosotros que os den por el ano― dijo san Pedro ― calma, un poquito de calma y esperad. Que habrá para todos.

 ― Esperaremos si es preciso toda la eternidad.

― Uy largo nos lo fiáis. Eso es mucho esperar.

Una urraca afanosamente estaba construyendo un nido en la cima del retablo por encima de la cabeza que representaba al Padre Eterno. Maudillo alzó la vista hacia los ángulos de la bóveda de luneto y observó con gran sorpresa que san Antonio Abad no estaba en su sitio. Había bajado de a hornacina y se paseaba por las gradas del presbiterio.

― Ahí va

Pasó junto a él y llevándose el dedo índice a los labios le dijo a Maudillo

― Chist, vengo de la Tebaida y ya no se puede hablar. Mi regla es más estricta que la de los cartujos. Ni media palabra o te capo, te mando al infierno con Satanás.

Entonces Maudillo, que sólo escuchaba a su cerebro no a la voz del santo, se desató en un largo coloquio, le confió sus planes: quería ser seminarista, que su hermano Crescencio viniese con bien de la mili que pariese un ternero la vaca Marela y unas cuantas cosas más. San Antón seguía de monitor de los misteriosos silencios. Cosas incomprensibles dudas nos asaltan a los creyentes pero hay que seguir en el machito, no desanimarse. Fe es creer lo que no vimos. Las golondrinas alteaban en torno a la cabeza coronada de espinas del Redentor y sus gorjeos un tanto fúnebres eran para recordar aquella tarde en Jerusalén cuando el velo del templo se rasgó y tembló toda la tierra.  Eso que no era Semana Santa ni tiempo de misterios, ello ocurrió por las cabañuelas cuando las lunas de agosto. Vertía lágrimas el cielo a través de las lágrimas de San Lorenzo. Las golondrinas estaban perdiendo la calva del pobre santo pero sus cagamentos eran agradables al Señor, no eran blasfemias como las que lanzaba el  tío carretero al cuadrar el aro de hierro a las ruedas. San Antón la gallina pon seguía dándose paseos patriarcales por los ánditos de la iglesia. Los demás santos de la corte celestial permanecían en sus edículos quietos. El niño no se daba cuenta de que no puede haber ni interacción ni intercambio entre el mundo real y el  trasmundo. Los que zarpaban por el istmo de la laguna Estigia jamás volvían. Era una mañana de primavera y Fuentesoto amaneció pleno de vida. Por las rendijas entraban efluvios dl huerto de don Adolfo el señor médico. Era un perfume que recordaría toda su vida. Los santos no eran de carne y hueso sino de cartón piedra. Maudillo no lo sabía. Así que si con barbas san Antón y sin ellas la Purísima Concepción

 


2021-10-09

FRANCO DEBIO DE FIGURAR EN LA LISTA DE SCHINDLER SALVÓ A MUCHOS HEBREOS DEL CAUTIVERIO

 

A Helen Parra-Hugh, mi hija

 

 (I)

 

TIEMPOS RECIOS

 

 

Un día de noviembre de 1976 pocos días después de mi llegada a Nueva Cork para hacerme cargo de la corresponsalía de la agencia Pyresa en Estados Unidos me telefoneó Bill Stricker jefe de prensa de la US Information Agency para darme cuenta de una noticia curiosa: En la Sinagoga Central de Manhattan iba a tener el 20 de noviembre un responso o kadish en sufragio del alma de Francisco Franco Bahamonde. Mr. Stricker me dio instrucciones para que no dejase de asistir pero que me tocase la cabeza con un sombrero y a ser posible con un solideo o kippa como manda la liturgia hasídica y que vistiese de negro. La noticia no dejó de sorprenderme. La noticia no dejó de sorprenderme por lo paradójica. Resulta que el a la sazón tan vapuleado jefe de Estado cuando soplaban los vientos huracanados de la transición y todo eran movimientos de acoso y derribo contra su figura (el año anterior habían quemado la embajada de España en Lisboa y trataron de asaltar la de Londres) tenía amigos y padrinos ocultos. Un cabo de año poco predecible – pensé- pero ajenos a la campaña de improperios e injurias contra su persona los fieles de la religión que nunca olvida, el pueblo más viejo y más zurrado de la historia y que al igual que Francisco Franco había sido objeto de persecuciones y escarnios, guardaba su memoria con veneración y responseaba por su alma. Aquel 20 N en los bancos austeros y la atmósfera impresionante de la sinagoga más rica de  las Américas, todo recogimiento y de una gran solidez – era la parroquia de los Rockefeller- sentí una especie de iluminación. Al igual que Saulo camino de Damasco. El rito hebreo es hermoso pero muy sencillo. Algunos de los sufragios fueron pronunciados en ladino, el viejo castellano con resabios cervantinos que han logrado conservar los sefarditas de la diáspora. El emotivo kadish me pareció un acto de reparación a uno de los hombres más escarnecidos por aquellos días y aun lo sigue siendo y uno apenas acierta a comprender cuál sea la razón de tanta ira. Israel siempre fue una caja de sorpresas. Lo blanco y lo negro. Lo alto y lo bajo. La luz y la oscuridad a un tiempo. El culto al libro y a la ágrafa anarquía. Algunos judíos no le olvidaban. Otros lo quemaban en efigie. El New York Times por ejemplo. Sorpresas de América. Dicterios y soflamas con la boca grande y susurros y suspiros bajo cuerda. Nunca entenderé a los judíos. Sin embargo, aquellos hijos de la diáspora le estaban agradecidos al general por haberles echado una mano en una de las épocas más duras que atravesó el pueblo de Israel en su peregrinar por la historia. Es un hecho cierto que los embajadores en Berlín, en Budapest y en Atenas, salvaron a muchos pobrecitos de las cámaras de gas. El hecho resulta incuestionable y no me queda sino preguntarme (lo trataré de explicar a lo largo de estas paginas) si Francisco Franco no fuera judío. El apellido al menos lo es como el de tantos y tantos españoles. Somos un pueblo mestizo y mucha sangre hebrea pulsa nuestro torrente sanguíneo. Y para convencerse de eso mismo no hace falta recurrir a Américo Castro que a lo largo de su historiografía explaya este concepto muy profusamente otro tanto que Menéndez y Pelayo, quien, aun católico a machamartillo, siempre siente una simpatía bajo cuerda hacia los heterodoxos hebreos perseguidos pero dominantes en el pensamiento católico de la Contrarreforma. Viene a parar en que toda la Mística castellana está en deuda con los conversos si no es que es del todo conversa. Esa veta oculta del marranismo la plasmó Cervantes en su frase célebre: “Con la Iglesia hemos topado, Sancho”. La gran literatura castellana del Siglo de Oro y el mesianismo que llevó a los conquistadores y encomenderos a América se resiente de esta tendencia. Pero no nos apresuremos a entrar en las tortuosas veredas del laberinto español. También España, como Rusia, es el molde de un enigma. Por otra parte, al escuchar aquellos improperios desgarrados que me recordaban las lamentaciones de Jeremías reparé en el hecho de que a veces la religión y la política aunque vayan juntas son cosas muy distintas. Sobre la procedencia del apellido Franco (así llamaban losa sefarditas a los godos y a los judíos procedentes de otras juderías de Europa) un tema en el cual no entro ni salgo, ni tampoco en su fisonomía del todo semítica que a los moros causaba respeto y simpatía pues decían éstos que poseía baraka. Lo que sí es destacable es el aspecto carismático de aquel hombre que consiguió sobrevivir a un tiro en el vientre, a varios atentados y a los proyectiles de unos disparos que una mano invisible parecía desviar en su trayectoria. Tenía un don que electrizaba a sus secuaces y enervaba a sus detractores. Sin un término medio. Sin ser apasionado no parecía ser hombre de medias tintas. Su concepto de la vida como milicia y no hay que negar que fue un buen soldado por más que la critica reciente le tache de general incompetente nos acerca a compararle con aquellos caudillos bíblicos enviados por Jehová para salvar al pueblo de Israel: Josué, Moisés, Absalón, David. Para Franco España era Israel. En su juventud parece que fue agnóstico y no muy religioso. Al menos no se le consiguieron fervorines de este tipo puesto que su padre al que llegó a aborrecer por el trato a su madre perteneció a la masonería como tantos y tantos militares en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera. De viejo acabó en gran rezador por influencia de su esposa, Carmen Polo y se hizo muy católico. Devoto de Santa Teresa cuyo brazo portaba siempre consigo, cuando era teniente en las avanzadillas del Rif portaba al cuello una medalla del Rey David. Decía que le daba suerte. Con motivo de aquel funeral en la Central Synagogue envié una crónica a mi agencia. El despacho aunque publicado en los diarios de provincias de la cadena no apareció en Arriba, el buque insignia de aquella Prensa del Movimiento en la cual aprendí todo lo que sé de este oficio y donde no había censura. Jamás me tacharon una línea. ¡Ah como añoro aquellos tiempos dorados de profesión! Hoy cunden los vigilantes del pensamiento por doquier. El periódico falangista en su última etapa se había convertido en una caricatura de sí mismo. Seguramente al redactor jefe le escandalizó o le desconcertó aquel hecho. En el diario de Castellana 142 había una corriente de pensamiento pro árabe. Las aguas estaban revueltas con el tema de la “Marcha Verde”. Los editorialistas hacían encajes de bolillos para no irritar a los moros con inclinaciones porcionistas porque el Magreb con Cubillo y compañía era un polvorín. Es lo que nos contó en una ocasión el actual primate de la Casa Real, Alberto Aza, uno de los fontaneros de UCD: “Hassan si no andamos listos nos quita no sólo Ceuta y Melilla y las Chafarinas sino las Canarias”. Desde luego, España por suerte o por desgracia ocupa una zona estratégica de privilegio. A veces es mejor hacerse el loco pero mi experiencia de politólogo me obliga a afirmar que algunos de mis colegas no saben por donde se andan o no se quieren enterar. Desde luego, en algunas situaciones mejor hacerse el loco porque el saber allega dolor. Por otra parte, España se estaba cerrándose sobre sí misma. Otra vez a mirarse el ombligo. Un redactor jefe que yo tuve, Julio Merino, me decía que no le interesaba ninguna noticia que no tuviera nada que ver con España. La gente de la profesión andaba como despendolada. Además nunca se ha tenido aquí una conciencia de patriotismo a la americana o a la británica. Ni siquiera supimos ser chovinistas como los franceses. Todo lo más masoquistas cuando no ilusionistas creyendo que todo lo extranjero es mucho mejor que lo autóctono. A esos los respondía yo con un tipo de crónica de circunstancias etiquetada en un cupo que decía “en todas partes cuecen habas”. No hay manera. Parece mentira que los descendientes de aquellos porquerizos extremeños que se lanzaron a la aventura de América lleno de curiosidad y de afán de conocer se hayan replegado en su concha del verso machadiano de esa Castilla que desprecia cuando ignora. La transición comenzaba en medio de aborrascadas nubes. El consenso evitó la guerra civil a la cual los españoles somos tan propincuos. Todo se quedó en batallas de papel y parlamentos de palabras para medro y lucro de la profesión periodística. Los españoles estábamos en agraz en cuestión de democracia. Y no es que no seamos demócratas pero quizás el excesivo interés de mimesis nos llevaba a remedar una democracia a la anglosajona de la cual no existe en verdad tradición por estos pagos. De modo y manera que se confunde la velocidad con el tocino. Los árboles no nos dejan ver el bosque y acabamos todos tirándonos los trastos a la cabeza o lanzando piedras contra nuestro propio tejado. A mí me parece que la figura de Franco aunque hombre de exigua talla física es toda egregia. Pragmático. Cauto. Astuto. Sagaz. Podía tener todos los defectos que sus enemigos que le siguen insultando pero en su poder resplandecía una virtud que eclipsaba cualquier sombra de su conducta o su personalidad: su amor patrio, su rectitud de intención. Quería el progreso económico pero sobre todo el intelectual y la mejora moral de su pueblo. A su régimen le cupo la gloria de haber llevado a cabo la revolución industrial. Creó universidades, primó la investigación, propuso los polos de desarrollo. Quiso llevar a los españoles a la reconciliación. En público se manifestaba pro árabe – entendía aunque no hablaba el chausa del Rif- pero en secreto yo pienso que Sefarad era su pasión secreta en lo que tiene esta idea de concepto mesiánico y aunque denunciara la conspiración judeomasónica amaba a ese Israel que es reino de justicia y de paz. Hay que insistir otra vez en que la religión no tiene nada que ver con la política. La Iglesia esotérica o interior camina a la inversa de la Iglesia exotérica o apariencial. Zion imperio difiere del Israel interior y místico que pronuncia muchas veces al día esa bella palabra: shalom. Él se había formado como soldado y curtido  guerrero en el Atlas, en aquel Marruecos que recordaba al Toledo de las Tres Culturas de Alfonso VI donde brilló la tolerancia y frisó alto el espíritu de Sefarad. El de la tolerancia y la convivencia. Puede que fuera una utopía pero a comienzos del siglo XIII en España estuvo a punto de ser alcanzada la utopía. Pero el concepto de  Sefarad es un proyecto a medio hacer. Algo que nunca acabó de fraguarse. Que pudo ser y no fue. Esto es cifra y compendio del mesianismo judaico en su mentalidad de peregrinación y de esperanza. Al final de la cena de la noche de Pascua los comulgantes de la religión de Moisés no se despiden con un “nos vemos. Adiós”. Dicen: “Hasta el año que viene en Jerusalén”. Todo un misterio como envuelta en un halo de misterio, secretismo y de contradicciones fue la personalidad del general Franco.  Caminó hacia la Jerusalén celeste despreciando la terrestre. Condena de palabra la “conspiración judeomasónica” al tiempo que se muestra amigo de árabes y de judíos al tiempo que su ayuda al pueblo judío cuando el Holocausto, un reconocimiento que se le sigue negando, fue primordial. Como también fueron los judíos y los masones los que le auparon hacia la jefatura de Estado. Al menos de su banquero balear salieron los dineros para ayuda de costa en los gastos de la cruzada. El Movimiento pivotó en torno a tres ejes o capitales que patrocinaron la conspiración: Mallorca, Lisboa y Londres. Y del aeropuerto de Croydon es donde despega el Dragón Rapide. Las guerras según decía Napoleón se hacen con dineros. En ellas tan importante como el valor y la estrategia es la caja.

 

 

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